Secret Santa 2016

No sabía que hacía aquí, tendría que estar en mi casa celebrando la maldita Navidad con mi madre e hinchándome a comer, pero no, SHIELD la había mandado a investigar la reciente unión de dimensiones a Oceanía. Así que mamá en su enorme brillantez decidió darme compañía en estas fechas: una maldita psicóloga. Oís bien, iba a pasar las fiestas acudiendo a una profesional sólo porque a mi madre le pareció bien eso de preocuparse por si tengo un problema de bipolaridad. ¿Hola? Tengo un jodido alien en el cuerpo.
Al principio protesté, pero aún así aquí me hallo, enfrente de una puerta grabada con el nombre de Dra. Stavridis. Mi madre me había dicho que era una persona especializada en casos como el mío (como que hay muchos simbiontes xd) y que no ocultara a Savage. Tenía que fiarme de mi madre, y tras un viaje en tren lo mínimo que podía hacer era ver si la fama de dicha Dra. No era exagerada.

Resignado golpeé levemente la puerta con los nudillos y esperé a recibir respuesta.

-Adelante, está abierta- dijo una suave voz por detrás de la puerta escasos segundos después de llamar, así que entré en la consulta.
La verdad es que tampoco era despampanante pero tampoco parecía un cuchitril, en mi opinión era el punto perfecto, sin duda muy acogedor. Lo que destacaba era gran sillón negro en medio de la sala y la pequeña silla situada a escasos pasos del mismo. En la silla estaba sentada la que suponía que era mi doctora, una joven de pelo moreno y unos profundos ojos azules que me estaban mirando de forma serena. No pude evitar fijarme en ese extraño reloj que usaba a modo de collar, lo único llamativo de su vestimenta.
-Encantada, mi nombre es Elissa Stavdiris- me dijo cordialmente mientras alzaba la mano que yo cortésmente estreché mientras tomaba asiento en el sillón cercano.
-Bueno, según lo que tengo entendido Shawn, o Savage como usted prefiera, está aquí para intentar superar su bipolaridad extrema, ¿no es así ?-
Se me hacía extraño hablar sobre Savage con otra persona, pero asentí con la cabeza y le expliqué lo duro que era coexistir con un ente con tendencias asesinas como era Savage. No se porqué, pero en escasos minutos me había abierto completamente a ella y relatado cada uno de mis sentimientos sobre mi simbionte: la rabia que me inundaba cada vez que él tomaba el control, las eternas jaquecas por saber quien dominaba a quien, incluso esa extraña emoción de complicidad que a veces sentía cuando lográbamos nuestro objetivo.
Después de un par de minutos, Elissa habló en tono más serio y mirándome fijamente dijo:
-Creo que va siendo hora de hablar con el otro tú Shawn, deja que Savage tome el control, no me pasará nada-
No se como coño accedí a dejar a solas en una habitación a una mujer y a un alien maníaco, pero acaté su orden y me dejé llevar. Fue cuestión de segundos que la mente de Savage tomase el control:
-BUUU, quizás no eras tan zorra como pensaba loquera. Gracias por librarte del imbécil de mi anfitrión- dijo Savage mientras una sonrisa se dibujaba en su(mi) rostro. Ansioso se levantó y al instante nuestro traje biótico recubrió nuestro cuerpo.
-Fue bonita la reunión, pero es hora de que Savage rompa un par de cráneos-dijo el simbionte a la vez que se dirigía a la puerta, pero se paró al notar la mano de la psicóloga agarrando fuertemente la suya.
-Uo, no soy de hacerlo en la primera cita pero con mi doctora favorita puedo hacer una excepción jejejjeje- dijo mientras sacaba su extremadamente larga lengua, más poco le duró la risa al notar como poco a poco iba siendo incapaz de no cerrar los ojos, cayendo inconsciente al suelo de la clínica.
De repente en mi mente todo se hizo oscuro, pero de repente una intensa luz apareció. Poco a poco me fui acercando a la luz, que servía a modo de “faro”, una señal a la que tenía que llegar sí o sí. Avancé lentamente entre las sombras de mi subconsciente hasta llegar a la denominada luz, si toda la situación en sí era extraña, imaginaos ver a la maldita persona que acababa de conocer hace escasas horas como linterna en mi propia mente.
-No se asuste Shawn, en esto consiste mi habilidad, sé que para ti esto es confuso pero has de fiarte de mi si quieres salir con tu sistema nervioso intacto.
-Me van más las típicas terapias de decir quien te pegaba de pequeño, pero tendré que contentarme con esta Doc- dije intentando parecer relajado (Pero que coño, estaba cagado, y normal, un paso en falso y adiós cerebro)
Elissa me cogió la mano y empezamos a caminar por la oscuridad de mis propios pensamientos. A medida que avanzábamos fragmentos de mis recuerdos aparecían: el primer cumpleaños que recuerdo, cuando me diagnosticaron cáncer, mi unión con Savage, el encuentro con Gwen…
Conforme dichos recuerdos pasaban, me fui dando cuenta de lo especial que era mi vida gracias a todo lo que tuve que soportar, sobretodo por Savage (Aunque me duela admitirlo), ese cabronazo en el fondo me ayudó a confiar más en mi mismo (Aparte de que eso de librarme de un cáncer y darme superpoderes es un buen hándicap).
Entonces todo se iluminó y aparecí en una gran sala blanca a excepción de un enorme espejo donde se podía ver encerrado a Savage. Decidido me acerqué al espejo, y de un fuerte puñetazo lo rompí. Savage sorprendido ni se movió al principio, para luego lentamente unirse a mi cuerpo mientras se empezaba a reír.
-Por fin lo captas chaval, tú y yo somos uno compañero- dijo mientras todo iba desvaneciéndose a nuestro alrededor, era hora de despertar.

Perezosamente abrí los ojos y me fijé que volvía a estar en la consulta, tumbado justo al lado de Elissa. Preocupado la cogí en brazos y la trasladé al sofá. Tuve que esperar un par de minutos hasta que la joven despertó.
-Elissa, eso fue extraordinario. No tengo palabras para describirlo. Un maldito mindfuck de la hostia- dije emocionado mientras se reincorporaba del sofá.
-Me alegra saber que se lo haya tomado bien, hay otros pacientes que son menos “receptivos” por así decirlo. Tras esta larga sesión creo que por hoy hemos terminado, sin duda tu relación con Savage ha mejorado pero yo si fuera usted no me relajaría, noté de primera mano esos impulsos violentos que el ente transmite. Tenga mucho cuidado, no me gustaría tener que volver a meterme ahí dentro-
Wow, debía ser la primera vez que veía a la doctora sonreír. Alegre y tras agradecerle el servicio me disponía a atravesar la puerta y volver a mi piso ( si omitimos ese dichoso viaje de 4 horas en tren), pero recapacité. Si alguien trabaja en estas fechas solo puede ser por dos motivos: o bien no tiene familia o vive lejos de ella. Y que diablos, yo tampoco quería pasar Navidad solo. Aún así era de locos eso de decirle a casi una desconocida de pasar las fiestas junto a un tío que minutos atrás casi le fríe el cerebro.
-Perdón Elissa, siento ser inmiscuido pero intuyo que tú tampoco tienes con quien pasar hoy la fiesta y me preguntaba si tendrías algún plan para hoy a la noche. Odio estar solo en estas fechas, y creo que por lo menos te debo una buena cena- Dios, ¿Cómo coño he dicho eso?. Mentalmente Savage se reía, sin duda él me había dado un “empujoncito mental” para que me atreviese.
La cara de Elissa pasó de ser de completa calma a pura confusión, se notaba que pocos de sus clientes intentaban interactuar con ella fuera de estas paredes. Tras un par de minutos de indecisión (en los cuales ya estaba planeando 25 planes B para intentar salir airoso con la poca dignidad que me quedaba) Elissa volvió a sonreír.
-Sería un placer, la verdad es que no tenía pensado nada para la noche- dijo mientras cogía un abrigo de un perchero cercano y atravesaba la puerta justo detrás de mi para finalmente cerrarla con llave.
Ya fuera del edificio y caminando por la calle, el silencio reinaba entre nosotros dos. Reunir a dos personas tímidas que casi no se conocen era un cóctel letal, pero aún así intenté romper el hielo.
-Bueno señorita Stavdiris, me parece injusto que sepas todo de mi y yo no sepa na más que su apellido. ¿Cómo acabaste de loquera de pirados como yo ?-
Al instante una sonrisa misteriosa se dibujó en la cara de mi acompañante a la vez que su mano se deslizaba cariñosamente por ese extraño reloj que tenía.
-Eso Sr. Wild es una larga historia…

PD: Me han avisado de que se descuadraba la imagen. Aquí la tienes en máxima resolución: https://2img.net/h/oi67.tinypic.com/2hcpxdv.jpg

Infierno.

Hay quien dice que el Infierno ya está aquí. Que vivimos en él sin saberlo. Sufriendo, deseando, enfermando, muriendo. Que la única esperanza que nos queda es salir de esa realidad inmunda, y ascender a los Cielos. Para ellos, los necios, cualquier cosa es mejor que ese mundo mortal, que se les antoja como una prisión. Si supieran lo equivocados que están…-La pluma se deslizaba con fluidez sobre el pergamino, como si bailara un vals abrazada a la mano del Autor. -Enloquecerían.

La luz rojiza que iluminaba la escena titubeó unos instantes, deformando la sombra del Autor hasta que se pudo confundir con las de los demonios que torturaban a los condenados en el fondo del abismo que había ante él. Un grito surgió de las profundidades, tan fuerte que hizo que la tinta con la que estaba escribiendo estuviera a punto de salirse de su recipiente. Él siguió, imperturbable. La sangre no llegaba a salpicarle, así que no tenía de qué preocuparse. Además, aunque así fuera… No se le notaría en su túnica carmesí. Es el Infierno el que hace que la Tierra parezca un paraíso, y no al revés. Este lugar… Destila una maldad tan intensa que apenas te deja respirar. No es sólo el hedor del azufre, el hierro y la sangre… No son sólo los gritos de los condenados y las risas sus verdugos. Es algo mucho peor… Pero, sin embargo, de este océano de sufrimiento puede surgir algo bueno. No gracias a Mephisto; ni gracias a su hijo, Blackheart. Ni siquiera gracias a mí, una sombra, alguien que no existe. No… El único hombre benévolo de este lugar es una víctima, tanto o más que las almas que reciben sus castigos aquí.-El hombre alzó la vista del pergamino, pensativo. Sus ojos acerados escudriñaban el horrible paisaje que se extendía más allá de su escritorio, situado en el borde de un acantilado de rocas volcánicas. Aunque parecía totalmente calmado, no era indiferente al tormento que sufrían aquellas almas. Simplemente… Aceptaba que aquello estaba ocurriendo. Era así. Él había imaginado un Inframundo horrible, y así había sido. ¿Qué más podía decir al respecto? Él sólo era un observador. La hoja contigua cambiaba a medida que escribía, mostrando lo que sus ancianos ojos veían en forma de bellos dibujos, parecidos a los de un códice medieval. En ella, un hombre vestido de negro, con un casco de moto entre las manos, daba la espalda a un esqueleto cuya calavera aparecía rodeada de llamas doradas en perpetuo movimiento.
-Este hombre… Este ser… Es el llamado Ghost Rider.

Nueva York.

La hoguera crepitaba con fuerza, como si hubiera tomado la energía del corazón de origen incierto que ardía en ella. De fondo, una letanía apenas susurrada en voz baja armonizaba con la voz de las llamas, resonando en aquel sótano. El mago alzó las manos, huesudas y algo temblorosas por la vejez que se había instalado en ellas. El ritual estaba preparado. El fuego a sus espaldas proyectaba su sombra sobre la Marca de Azazel que había dibujado en el suelo con mercurio. Quería llamar al demonio. No es que quisiera pedirle un favor… ”-No, quiero pedirle un trato. Tengo algo que cambiar. Sé lo que necesita.”-El viejo se engañaba, como toda persona que desea pactar con un habitante del Averno, creyendo que va a salir ganando. En ningún momento dejó de pronunciar el conjuro. Las ansias de venganza lo consumían, aclaraban su mente y aligeraban el peso de los años sobre sus hombros. El inmenso perro negro que había sacrificado, y cuya cabeza decapitada presidía la escena, lo miraba con ojos vidriosos. Por su lengua resbalaba un fino hilo de sangre aún fresca. Ni siquiera ahora parecía estar culpando al anciano por su muerte, como no lo había hecho cuando le había hundido un cuchillo lleno de runas en la garganta. Había sido un perro bueno, no había hecho ruido. La figura encapuchada esperaba que Constantine muriera con la misma facilidad cuando mandara a Azazel tras él.

Al cabo de unos minutos, el anciano recitó las últimas palabras, y cerró el polvoriento tomo del que las había leído. ”-Sólo queda esperar.”-La reacción a sus actos de aquella noche no se hicieron esperar. Azazel se revolvió en su prisión de cristal, en el Reino de Sueño. Llevaba atrapado allí mucho tiempo, y atender a los incautos que osaran llamarlo estaba fuera de su alcance. Sin embargo, el silencio se rompió en la sala de rituales con una miríada de gruñidos. Quizás el antiguo co-gobernante del Infierno había sido derrotado, pero había muchos otros monstruos al otro lado, esperando la más mínima oportunidad para llegar al mundo terrenal. Y el mago se la había brindado.

Cuando vislumbró aquella masa negra repleta de colmillos y ojos brillantes, el invocador se arrodilló con cierta dificultad. -Mi señor Azazel…-No le dio tiempo a decir más.

Aquel hombre descarnado era un pobre festín para esos dos hijos de la Gula. Los  carnívean alzaron sus cabezas. Buscando nuevas presas. Estaban hambrientos, muy hambrientos. Tanto, que habían despedazado al mago con sus verdaderas bocas, con aquellos dientes que más bien parecían cristales rotos insertados en sus mandíbulas.

Algo vivía en la superficie, y las bestias continuaron su caza.

“-Está vez te has superado, Johnny.”-Se quitó el casco justo a tiempo para ver al público cara a cara, para recibir sus aplausos con una sonrisa. El espectáculo acababa de terminar, y él lo había disfrutado tanto o más que los que estaban en las gradas. Como siempre había hecho. La adrenalina le ardía en las venas, aceleraba su pulso y agitaba su respiración como ninguna otra cosa era capaz de hacer.

Era tarde, y el público empezó a irse unos minutos después, de vuelta a sus casas. Blaze volvió a subirse a su moto, y la condujo de vuelta a su sitio en el taller. O eso intentó. Cuando estaba recogiendo sus cosas, escuchó una noticia de radio que le llamó la atención. -… y se ha dado la alarma en Staten Island debido a la aparición de dos criaturas desconocidas. Se advierte a los habitantes de esta zona que estar en la calle es potencialmente peligroso, ya que muestran un comportamiento altamente agresivo. Aún no hay víctimas confirmadas oficialmente, pero han dejado de recibirse transmisiones de al menos dos coches patrulla de la policía…-El ruido de la maquinaria ahogó el resto, pero él no necesitaba más. ”-Demonios…”-Sí, probablemente. La práctica tenía esas cosas: Ahora, Blaze podía intuir con bastante exactitud cuándo tenía trabajo que hacer. Y estaba casi completamente seguro de que esa era “una de esas noches”. Más de uno le miró con sorpresa cuando volvió a subir a la moto y se largó a toda velocidad, dejando con la palabra en la boca al promotor, que llevaba buscándolo un cuarto de hora.

Cuando llegó al distrito que habían dicho en la radio, se dispuso a buscar. Siempre era mejor encontrar a los demonios antes de que ellos te encontraran a ti… Pero esto último también podía suceder... No sabía exactamente a qué se enfrentaba, y estaba de demasiado buen humor como para llevarse una sorpresa desagradable. Las calles estaban totalmente vacías: Habían pasado tantas cosas en el mundo, que daba la sensación de que cualquier cosa era posible. Y según esa lógica… Era perfectamente plausible que hubiera dos monstruos sueltos por el distrito. Las luces de las farolas parpadeaban y emitían un zumbido sordo, algunas de ellas habían sido derribadas. Los postes metálicos estaban llenos de mordiscos, arañazos, y manchas de una sustancia gelatinosa y verde, de la que salían volutas de humo espeso y negro. ”-Han pasado por aquí… ¿Pero dónde…?”

Un gruñido como un trueno interrumpió ese pensamiento. Y una milésima de segundo después, una de las bestias se lanzó sobre él, tirándolo de la moto y atrapándolo entre su propio cuerpo y el suelo. Blaze gritó, notando cómo gran parte de sus huesos se rompían antes de transformarse. Su cuerpo comenzó a humear, y antes de que la criatura pudiera empezar a absorberlo a través de su piel, Blaze cedió parte del control a Zarathos para transformarse en Ghost Rider. El fuego infernal envolvió su cuerpo, ahora transformado en esqueleto, y utilizó su recién adquirida fuerza para lanzar al demonio lejos. El carnívean se estrelló contra la pared de un edificio, que se agrietó y cayó al asfalto. Blaze preparó una de sus cadenas, decidido a acabar rápido con él, cuando el otro carnívean hizo su entrada por un callejón cercano. Sus fauces goteaban sangre, aún caliente, y sus ojos brillantes se fijaron en el esqueleto. Aún tenían hambre, aunque ya hubieran comido. Y a pesar de que el Ghost Rider no les serviría de alimento, sabían que tenían que luchar para sobrevivir. Conocían su olor, la esencia que lo delataba como el que antaño fue uno de los demonios más poderosos. Sabían por qué había venido. El primero se levantó, sacudiendo la cabeza para despejarse; y ambos volvieron a la carga. No se iban a dar por vencidos tan pronto.

-Eso es… Venid aquí.-La voz del Espíritu de la Venganza era un sonido gutural, que hubiera hecho palidecer a cualquiera. Pero no había nadie mirando que pudiera asustarse… ¿O quizás sí?

Infierno.

El hombre vestido de rojo seguía escribiendo. Una mancha de tinta cayó de su pluma, pero el calor infernal la evaporó antes de que estropeara el pergamino. El autor ya no tenía calor, ni frío, ni hambre, ni sed, ni sueño. El autor sólo quería escribir su historia, nada más. -Es la unión de un hombre y un demonio… Pero no como Anung-Un-Rama, o la hija de Trigon. En él, el demonio y la persona son dos seres distintos, pero también uno. Dos almas obligadas a coexistir… Y a complacer a un mismo señor.

El poeta alzó la vista del texto cuando una sombra alargada y angulosa como una cuchilla se cernió sobre él. -Veo que has continuado con tu trabajo, escritor.-Mephisto. El amo de aquel infierno, el artífice de la maldición que afligía a Blaze y a Zarathos, entre otros muchos. -Sólo cumplo con mi deber, como siempre.

Nueva York.

La batalla de había recrudecido: Las dos criaturas eran rápidas y fuertes, pero no tanto como Blaze. Una de ellas ya había caído, el cráneo atravesado por las cadenas de su oponente. Un brazo sobresalía por debajo de su cuerpo, perteneciente a una de sus presas que aún no había acabado de absorber por la piel. Aún se movía, animado por los últimos espasmos después de la muerte.

-Quedamos tú y yo…-Las llamas de su cabeza rugieron, alimentadas por el fragor de la pelea. El carnívean gruñó con fuerza, cubierto de su propio ácido. Había absorbido parte del cadáver del otro para así, aumentar su tamaño y fuerza. Pero resultó inútil. Aquel asalto fue el último de la noche. El hijo de la Gula trató de cargar, para descubrir que el combate cuerpo a cuerpo era la peor estrategia posible cuando se trataba del Ghost Rider. Una cadena de enroscó en torno a su cuello, y el esqueleto saltó para situarse detrás del carnívean. Un tirón seco bastó para romper su yugular. Cuando el cuerpo inerte del monstruo cayó al suelo, Blaze se giró para contemplar el resultado. Coches destrozados, paredes agrietadas, asfalto derretido, chupa corroída en algunas partes por el ácido. Pero había evitado la muerte de la más inocentes. Había sido una buena noche.

Infierno.

-¿Ya está?-El escritor se había quedado abstraído, mirando a ninguna parte. Cuando escuchó la voz áspera e impaciente de Mephisto parpadeó, apresurándose para volver a aquel lugar y aquel momento. -Sí… Ya ha terminado.-Acabó de escribir unas pocas líneas más, y el dibujo terminó. Entre las dos figuras, había aparecido una tercera de color carmesí, con expresión sonriente y malévola. El autor se retiró un poco del escritorio para que Mephisto pudiera observar con comodidad su trabajo. Desde hacía siglos, él había estado escribiendo todo lo que ocurría en los Infiernos, en la Tierra, en el Purgatorio y en los Cielos, siempre que tuviera que ver con los demonios. Era su misión, la condición que le había sido impuesta a cambio de la vida eterna. En el fondo, no era tan difícil: Su don le permitía verlos, sin importar dónde y cuándo estuviesen. Y su fascinación por ellos no había hecho más que crecer. Especialmente en relación a los más extraños, como Jonnhy. Ahora, el Ghost Rider abandonaba la escena de la lucha a toda velocidad, evitándose más problemas. Al día siguiente, aparecerá en los periódicos, y él sonreirá al verlo. Al final, gran parte de los policías desaparecidos lograron esconderse, dirán los telediarios. Pero pocos hablarán de la figura en llamas que unos vecinos juraban haber visto.
Mephisto ojeó el tomo, y le miró con aquellos ojos amarillos que le causaban un pavor indescriptible.

-Esta vez te has superado, Dante...-Deslizó uno de sus dedos por el dibujo tejido con las palabras del poeta, y éste se disolvió para mostrar a Johnny volviendo a casa. Tal y lo que estaba haciendo en esos momentos. La tinta de las letras se iluminó mientras obraba su magia, como si estuviera al rojo vivo.

-Parece que sí que merece la pena manteneros vivos…-El demonio esbozó una sonrisa perversa, y cerró el libro justo antes de desaparecer en una nube de azufre.Tenía muchas cosas que hacer todavía, y el tiempo avanzaba sin esperar a nadie.

Era una noche oscura y tormentosa. Ocasionales relámpagos iluminaban el cielo, permitiendo al ojo cauto vislumbrar cosas que de otro modo le hubiesen sido imposibles de detectar. No era muy tarde tampoco, pero en aquellas épocas de invierno era común que anocheciera temprano, sumado al hecho de que, ese día particularmente, había sido espantoso: nubes de tormenta de considerable densidad opacaban las estrellas, del mismo modo que lo habían hecho con el astro rey al amanecer. Sin duda alguna, no era precisamente un lindo viernes, o al menos no para la mayoría de los japoneses que se encontraban habitando en esa “tranquila” ciudad. Pero un joven en particular estaba dispuesto a ignorar el clima para concentrarse en otros asuntos de mayor importancia, asuntos que le dificultaban bastante enfocarse en cualquier otra cosa. Este joven se llamaba Daika Spiguelman, y para él las cosas no estaban tan mal: había sido día de paga. Spiguelman se encontraba contando el dinero en su hogar, aprovechando que amiga, Tomoko Kuruki “quien estaba cuidando por él a su “hija” adoptiva) al igual que Sayumi, se habían ido a dormir temprano producto del deprimente entorno que les rodeaba. Se habían dormido juntitas en un sillón, viendo la televisión. Sayumi tenía su cabeza apoyada sobre el hombro de Tomoki, un pequeño hilo de saliva descendía lentamente por la boca de la primera, goteando por el brazo de la segunda. Eso basto para sacarle una sonrisa cuando llego al lugar, cargando tres pesados sacos llenos de dinero robado.

El asalto en si no había sido nada del otro mundo; un robo extrañamente sencillo en comparación con los intrincados planes que solía poner en marcha al a hora de cometer sus crímenes. Estuvo varios días examinando a los empleados, la rotación de turnos, disposición de cámaras, ubicación de la novedad, todo aquello que pudiera serle de utilidad. Ese mismo día las calles estaban inundadas, de modo que prácticamente nadie había salido de su casa, ni siquiera para conseguir dinero, gracias a lo cual el banco estaba vacío. La lluvia no pudo venir en mejor momento: ese día que tocaba todas las empleadas del lugar eran mujeres. Estadísticamente hablando, las mujeres son menos propensas a actos de agresión desesperada o a intentar jugar el papel del héroe; cosa de la testosterona. El único hombre del banco era un guardia, bastante obeso, en mal estado físico. Daika solo necesito un pañuelo mojado con cloroformo. Entro sin mediar palabra, con una máscara de tela oscura cubriendo su rostro. Nadie tuvo tiempo a hacer nada, el joven era demasiado rápido. El pañuelo se presionó contra el rostro del guardia con la mano derecha, mientras la izquierda le arrebataba el arma de sus manos. El guardia cayo inconsciente en unos segundos, dejando a Spiguelman con una pistola en las manos. Soltó dos tiros de advertencia que resonaron en el edificio vacío, haciendo que las personas allí presentes por mero instinto dieran un salto hacia atrás. Tal y como él quería: así no podrían activar ninguna alarma silenciosa. Les apunto a cada una con el cañón, observo el miedo en sus ojos, pero aun así continuo. Aquello no le daba placer, pero necesitaba el dinero. Dirigió a las mujeres cual ganado hacia el interior del edificio, haciendo que tres de ellas arrastraran al guardia inconsciente, hasta encontrar el baño de empleados. Eran pocas personas en ese momento, solo las mínimas indispensables para mantener el lugar. Todas entraron a punta de pistola, todas menos una, cuya ayuda sería necesaria para abrir la bóveda y sacar el dinero. El chico soltó una orden simple “Cuenten hasta quinientos, después salgan”; nadie se negaría a las instrucciones del que tiene un arma encima. La puerta cerraba hacia afuera, de modo que una vez salió del baño, gasto unos segundos buscando entre sus ropas, hasta finalmente encontrarlo: un triángulo de madera, que coloco parado por debajo de la puerta a modo de traba, para impedir que las mujeres pudieran salir, en caso de que alguna quisiera atreverse.  Desde ese momento todo fue viento en popa: abrieron la bóveda, cargaron tanto dinero como les fue posible en tres bolsas individuales, y el joven escapo de lugar, no sin antes someter a su ayudante involuntaria gracias al poco cloroformo que aún conservaba.

El viaje fue rápido, sin ninguna clase de persecución. Era el séptimo banco que asaltaba en menos de un mes, y sin duda alguna el más fácil hasta el momento; la gente no debería poner su dinero en lugares como esos. Hubiese sido curioso, para cualquier otra persona, la idea de robarle a la propia ciudad que estaba intentando proteger, pero para Daika era un paso necesario. No tenía muchos estudios, y era muy complicado para alguien en su condición conseguir un trabajo, menos aún uno que pudiese permitirle mantener adecuadamente a su “familia”. Tampoco es que le pareciera algo demasiado incorrecto; ser un ladrón rinde más que ser un justiciero, y buenas intenciones a un lado los vigilantes no cobra bien, menos aquellos que tienen una familia que mantener. La comida, ropa, servicios básicos y muebles no salen gratis. Daika estaba feliz de poder proveer a Sayumi de todo lo que le hiciera falta, esa pequeña chiquilla había visto tiempos demasiado difíciles, cosas que nadie de su corta edad debería soportar. Cuando Daika recordaba las cosas que habían ocurrido ese día, toda la sangre que fue derramada, las personas inocentes que sucumbieron ante los explosivos, gente inocente que solo estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Las imágenes de los transeúntes descuartizados le hacían hervir la sangre. Tantos inocentes perjudicados por la codicia de un solo hombre, no era justo. Fue a partir de ese día que decidió que protegería a la ciudad; no permitiría que los malhechores se salieran con la suya, jamás dejaría que otro niño tuviese que experimentar lo que había experimentado Sayumi…o él mismo.

Las horas pasaron, el dinero fue contado: unas cuantas decenas de miles de dólares, nada mal para una noche. A veces no sabía qué hacer con tanto dinero, pero entre compras y compras, mantenimiento, equipo, el costo de la información y algún que otro capricho de Sayumi, además de los propios y algún regalo o gesto que quisiera hacerle a su amiga Tomoki. Una cena en un restaurante elegante, una televisión nueva, ropa de alta marca; el dinero se va rápido en esta época, y ya no todo esta tan barato como antes.

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Por alguna razón Daika no podía dormir ¿Insomnio? ¿Preocupación? ¿Una simple mala sensación? Ni idea, el joven ignoraba completamente la causa de su imposibilidad de conciliar el sueño, así que The Oposite opto por salir a patrullar las calles. Al fin y al cabo, el crimen nunca duerme, independientemente del mal clima. Y miren si no era cierta la afirmación, que ni un minuto después de salir a patrullar, a nada más tres cuadras de su hogar, se topó con la escena de un robo a mano armada.  Un hombre, adulto, de aproximadamente entre 20 y 30 años, apuntándole con un revolver a un anciano. El pobre señor mayor miraba espantado a su asaltante, arrodillado en el piso con sangre saliendo de su nariz, posiblemente rota, producto del golpazo que le había encajado el hombre para derribarlo. Sus suplicas inundaban los callejones, llegando así a oídos de un cada vez más iracundo Daika, que observaba, mientras avanzaba, como el ladrón continuaba apuntándole a la  frente, gritando sus amenazas y exigencias por encima de los lamentos de su víctima. “¡Por favor señor, se lo suplico, no me mate!” Se escuchaba de parte del anciano, mientras el treintañero gritaba, a todo pulmón “¡DEME EL MALDITO DINERO VIEJO. NADIE QUIERE MATARLO, PERO NECESITO ESE DINERO AHORA!” Su voz era tan potente que camuflaba perfectamente el sonido de su desesperación. “Es el cumpleaños de mi sobrino, salió del hospital hace unos días, toda la familia se reunirá para hacerle una fiesta sorpresa.” A partir de ese punto ya había empezado a llorar producto del miedo. “No tengo dinero encima, lo gaste en un regalo….por favor…quiero vivir…”. El anciano miro a hombre, sus ojos inundados en lágrimas “Déjeme verlo una vez más…”...pero el hombre se mantuvo inmóvil, estoico, sin mover el arma de su lugar. “¡Dame…” Se escuchó de nuevo, esta vez más bajo. La voz le tembló un poquito, pero solo un poquito, aunque era imperceptible desde la cada vez más cercana posición de Daika”…ese dinero…no te creo una mierda…LO NECESITO¡” Su voz temblaba, su arma temblaba, sus ojos se humedecían y no producto de la lluvia precisamente. Quizá hubiese cedido al final, quizás se hubiese dado vuelta en ese momento; era la situación perfecta para que algo así ocurriera. Pero no paso así. The Oposite llego a escena, dispuesto a salvar al anciano. Una vez más, todo sucedió demasiado rápido.

Un corte horizontal con los nekotes en el brazo del malhechor basto para que soltara su arma, al mismo tiempo que dejo cuatro cortes de considerable profundidad en sus músculos. El revolver cayó al suelo, ambos hombres gritaron. Ninguno se había esperado la aparición del vigilante, ninguno de ellos lo había visto llegar, por lo que su repentina aparición, aunque beneficiaria para el anciano, lo asusto a este también, pero solo por unos segundos. Eso fue lo que le llevo darse cuenta de que la ayuda había venido en camino. Con su voz aun temblando, y lágrimas brotando a cataratas de sus ojos tanto por la emoción como por el dolor, se limpió con la manga de su abrigo mojado la sangre de su cara y salió corriendo en dirección contraria a la mayor velocidad que sus cansadas piernas le permitieron, gritando a la distancia un “!Dios te bendigaaaa¡” No tuvo tiempo de decir nada más, ni la imaginación para decir algo mejor. Aun seguía muy conmocionado por lo sucedido, y además ¿A quién se le ocurre algo inteligente que decir en una situación tan bizarra como esa? El mero hecho de poder pronunciar palabras elocuentemente debería ser ya de por si todo un logro. Daika no le prestó atención a su comentario, de todos modos: estaba demasiado ocupado intentando no asesinar en el acto al desgraciado que tenía enfrente. A pesar de su máscara, el aura de desprecio que emanaba por ese individuo, un hombre capaz de asesinar a un anciano a sangre fría.

El hombre lo observó durante unos segundos, incapaz de hablar; pero solo durante unos segundos. Con su mano aun buena desenfundo una navaja de bolsillo, la cual apunto hacia el joven “¡No vas a llevarme a ningún lado¡” Gritó, para, acto seguido, mandarse contra el justiciero. El pobre nunca tuvo oportunidad. Un corte horizontal de la navaja a la altura del cuello, pero para cuando la hoja llego a su destino el joven ya se había agachado con mucha anticipación, siendo capaz de lanzar otro poderoso corte diagonal con su nekote izquierdo, alcanzando este ambas piernas del asaltante: la derecha a la altura de la rodilla y la izquierda más arriba, directo sobre el muslo. Sin detenerse ahí, corto el brazo izquierdo del asaltante por encima del codo, de forma similar a como lo había hecho antes para hacer que soltara su arma de fuego, teniendo esta vez un resultado igual pero con la navaja. Esta vez, sin embargo, el hombre alcanzo a estirar su ya dañado brazo derecho, tomando el arma de filo en el aire y alcanzando a tirar una precisa y rápida puñalada directo al pecho de The Oposite. Desgraciadamente estaba lidiando con un peleador entrenado, y el daño muscular sufrido en su brazo producto de los cortes le relentizó bastante. Daika simplemente se retrocedió un paso para evitar el golpe, mientras que envolvía la muñeca del atacante con su brazo derecho, pegándola a su pecho, al mismo tiempo que le propinaba un golpe con el brazo izquierdo extendido en el medio del codo estirado, rompiéndole el brazo sin problemas. A esas alturas del conflicto le fue imposible al ladrón emitir un grito de dolor, aún más fuerte de lo que habían sido sus previas amenazas. Pero ese grito rápidamente fue ahogado por una rápida sucesión de golpes. Esta vez Daika no le daría más tiempo de chillar. Completamente desarmado, con un brazo roto, el otro sangrando y dos piernas en mal estado, el hombre no pudo hacer nada para impedir que Daika le diese una patada en medio del pecho con su pie izquierdo, haciéndole retroceder unos cuantos pasos; el único motivo por el cual no cayó de espaldas al suelo por el golpazo que se dio contra la pared del callejón. Ni tiempo tuvo de rebotar pues el salvador de ancianos ya se había tirado contra él, encajándole un codazo en el pecho que basto para dejarlo momentáneamente sin aire, y posiblemente astillarle un par de costillas. Rodillazo al estómago, su cuerpo se dobla, bajando su cabeza. Codazo a la mandíbula, que estaba a perfecto alcance, su cabeza baja todavía más. Gancho a la quijada, el impacto además provocando que se dé la nuca contra los ladrillos de la pared. Lo último que llega a ver antes de caer al suelo es la máscara de The Oposite, puesto que le encajo un cabezazo en la cara que le rompió la nariz. Un barrido de piernas horizontal fue todo lo que hiso falta para que el hombre cayera al suelo poco después. Intento levantarse, pero no pudo, la mitad de su cuerpo ya no le respondía. No le quedo otra más que arrastrarse patéticamente en dirección contraria, pero sus intentos cesaron cuando sintió un pie plantarse firmemente en su espalda, impidiéndole el avance. Desde luego, Daika no dejaría que el ladrón escapara.

Se le quedo mirando un momento, esperando a calmarse antes de hablar. Para el momento en que las palabras salieron de su boca, el ladrón ya había dejado de moverse, y estaba esperando a ver qué haría con el ese vigilante desconocido. “¿No es lindo verdad?” Dijo finalmente.- “Ser tu quien está en el suelo, quien suplica clemencia, para que tus gritos no sean escuchados…” El ladrón, incrédulo ante las palabras que estaba oyendo, se atrevió a voltear la cabeza para mirarlo, algo que Daika permitió retirando su pie, pues el hombre ya había demostrado que estaba incapacitado para escapar. Además, así le fue más fácil acercarse a mirar a la escoria a los ojos; no tenía mucho más que hacer, y realmente necesitaba liberar tensión. “Basura como tu…aprovechándose de los inocentes que no pueden defenderse…todo por codicia, porque puedes, porque-““¡Cierra tu puta boca!” Interrumpió el ladrón, sus acciones tomando por sorpresa a Daika. Considerando su estado físico actual, el joven estaba sorprendido de que el hombre pudiese juntar la fuerza suficiente como para hablar, más aun gritar a todo pulmón de nuevo, por no mencionar el tener esa actitud tan agresiva para con alguien que ya había demostrado que podía destruirlo con insultante facilidad. Tal fue la sorpresa que, de hecho, le permitió al hombre hablar un poco más, no tanto por cortesía sino más bien por curiosidad. “¡¿Quién te crees que eres para tirarme ese discursito moral de mierda?!” No pudo decir otra cosa inmediatamente después, puesto que se vio forzado a detenerse para escupir sangre, producto del daño interno a su cuerpo. “Tú no tienes ni puta idea de lo que he tenido que sufrir. Tú no sabes nada de mí, ni de esta puta ciudad.” Pero Daika no iba a dejar que alguien así le hablase de ese modo “Sé que no puedo permitir que un loco como tu ante disparando a ancianos en la calle por un poco de efectivo.” “¡El arma era falsa IMBECIL!” Eso sí que le callo la boca. Sin mediar palabra con él, retrocedió hasta el lugar donde la pistola había caído cuando inicio la pelea. La levanto, e intento pegar un par de tiros al aire…salieron balines de plástico. El arma era falsa.

“¿Por qué…?” “¿Por qué le quise robar a un viejo? ¿Quieres saber por qué? ¡Esto es el por qué!” Lo siguiente que paso fue que la billetera del hombro salió volando de sus manos directo hacia la cara de Daika, aunque este fue capaz de atraparla en el aire, para revisar sus contenidos. Estaba completamente vacía, al menos de efectivo, las únicas cosas que había adentro eran un par de documentos, un ticket bancario y…una foto familiar. Eran el ladrón, de traje, con una cara sonriente de absoluta alegría; prácticamente otra persona diferente a la que había intentado asaltar a un viejo por dinero, aunque eso podía explicarse también en parte debido a la compañía que el hombre de la foto tenia. Una mujer adulta, pelo largo y rubio, caucásica, ojos celestes, bien vestida. Los anillos dorados en los dedos de ambos indicaban matrimonio, y en el medio de los dos se encontraba una niña pequeña. Tenía el cabello rubio de su madre y los ojos partos de su padre; se encontraba sonriendo con la boca llena de algodón de azúcar, que a juzgar por la imagen se había negado a soltar cuando el camarógrafo se acercó. Su rostro le recordaba a Sayumi. “Es mi hija…” dijo el hombre, seguro de que Daika ya había visto lo que él quería que viese. “Se llama Sofia. Tiene seis años...Su madre necesita una operación urgente, no tenemos dinero para pagar la operación…” “¿No tienes empleo?” Fue lo único que se le ocurrió preguntar a Daika, inconsciente de la reacción que eso acarrearía por parte del ladrón, quien, ignorando por completo su penoso estado, como si estuviese de maravilla de hecho, no perdió tiempo en volver a gritar, con más ímpetu y energía que antes “¡No idiota, no tengo empleo! ¡¿Quieres saber por qué?! ¡Yo era guardia de seguridad en un banco, el mismo donde depositaba TODOS LOS AHORROS DE MI FAMILIA!” Su voz se quebró después de eso, mas no por el dolor ni la falta de aire, fue más bien como una depresión, como si la costra de una vieja herida se hubiese salido.

“Asumo que si llevas un tiempo en la ciudad debes saber a dónde va mi historia…un robo de banco…El de la calle 32, enfrente a una florería, cerca de una gran avenida, se llamaba…” Daika ya había dejado de escucharlo hacia mucho tiempo, no necesitaba que le dijeran el nombre del banco, él lo sabía perfectamente… ¡Lo sabía perfectamente porque él mismo ya lo había robado tres semanas antes¡ “A los jefes no les gustó la idea de que alguien fuese capaz de saquear la bóveda, y yo fui despedido junto con otro grupo de veteranos por considerarnos no aptos para el trabajo…unas semanas después mi esposa enfermo, y yo no tengo dinero para el tratamiento.” A esas alturas el hombre ya estaba llorando de tristeza, igual o incluso peor que el anciano al que había intentado robar. No era una escena bonita. Daika se había quedado literalmente mudo, no tenía idea de que hacer en esa situación. No podía evitar sentir un picotón de culpa en el pecho, haciéndose cada vez más grande. Jamás había pensado que sus acciones podrían llegar a afectar así la vida de un hombre, mucho menos de una familia entera. Esa niñita podría llegar a experimentar lo mismo que Sayumi o él tuvieron que hacer a su corta edad… ¡Y era culpa suya! “Tiene que haber algo que puedas hacer…¿Has ido a la oficina de desempleos? ¿No puedes pedir un préstamo?” “Los de la oficina no me dan una mierda, todo se va en alimentos e impuestos, y ni siquiera me alcanza para devolver el préstamo que ya tuve que pedir para que mi esposa se mantenga en tratamiento.” Parecía que ya ni le quedaban energías para gritar, lucía más como un cascaron vacío que como un hombre….o al menos eso pareció por un momento, porque luego, como si de pronto hubiese recordado algo, toda la energía que había perdido volvió a su cuerpo por un momento. Fue más que suficiente para pararse, ante la atónita mirada del vigilante, y señalarlo con un dedo acusador, mientras la sangre se escurría por la manga de su campera.- ¡TE CULPO A TI!”

Durante los siguientes segundos, que fue todo lo que le llevo al hombre juntar la energía para seguir hablando, Daika se quedó petrificado en su lugar. ¿Lo habrían descubierto? ¿Sabría ese hombre su verdadera identidad? “¡Culpo a las personas como tú!” Un alivio, era solo una expresión, pensó el joven. “¡Seguro te sientes muy valiente y fuerte, todo un justiciero, patrullando la ciudad en las noches, salvando ancianitas como si estuvieses en un puto comic! ¡Ah pero mientras algún hijo de mil putas anda robando bancos a diestra y siniestra, desapareciendo los fondos de cientos de personas inocentes! ¿Dónde estabas tú entonces? ¿Dónde estabas cuando asalto siete bancos? Rascándote los huevos, debe ser más fácil aparecer y patear un par de culos que hacer un poco de puto trabajo investigativo ¿Verdad? ¿Y tienes la cara de aparecerte frente a mí y tratar de aleccionarme como si fueses alguna especie de héroe? No me hagas reír, solo eres un chiste, un fraude.” “Eso no es justo.” Respondió “La ciudad es enorme, hay muchos criminales ahí afuera, traficantes, mafiosos, pandilleros, no puedo estar en todos lados. Para alguien que estaba dispuesto a golpear un anciano por “necesidad” eres bastante rápido en juzgar a otras personas que bien podrían estar sufriendo lo mismo” El hombre intento golpearlo. Daika se hizo a un lado, el hombre cayó al suelo. No se molestó en gritar por el golpe, su voz ya estaba quebrada, su garganta destrozada. “No te atrevas a compararme…con esos imbéciles” El hombre le miro a los ojos “Siete bancos…siete putos bancos y me dices que hay alguien lo suficientemente necesitado en este mundo como para asaltar tantos? No me hagas reír. Solo son una bola de hijos de puta. Encuentran un placer perverso en hacerlo, no lo sé…” Daika hubiese querido rebatirle su punto. Hubiese querido decirle que tal vez ese ladrón tenía una familia, tal vez lo hacía por necesidad. Tal vez sus gastos eran excesivos…pero no pudo hacerlo. Se escucharon las sirenas de policía a la distancia y el joven se esfumo. No más patrullaje por esta noche, tenía que pensar en unas cuantas cosas.

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Llego a su hogar empapado por la lluvia, cerrando la puerta tras de el sin mucho cuidado de no hacer ruido, ni preocuparse de despertar a quienes allí se encontraban. Afortunadamente tanto su hija como su amiga ya se habían movido hacia una de las camas de la casa. De seguro se habrían despertado durante la noche producto de algún trueno, y se habrían desplazado a un lugar más cómodo. Eso le vino perfecto, dado que necesitaba un momento a solas para sopesar todo lo que le habían dicho esa noche. Lo primero que hizo fue cambiarse a su ropa normal y esconder sus armas. Nunca se había detenido a pensar realmente las consecuencias de sus acciones, el cómo afectaban a las personas comunes que tanto había intentado proteger desde aquel día. No pudo evitar pensar en aquella persona que estaba dispuesto a detonar explosivos en un banco lleno de gente inocente.  Hasta hace unas horas, el mero recuerdo de ese individuo le hubiese hecho arder la sangre, pero en ese momento en particular, ya no estaba tan seguro de que pensar. Recordó condenar a aquel tipo por su egoísmo, por su falta de respeto a la vida humana, por su codicia desmedida y por cada gota de sangre inocente que estaba en sus manos. Pero después de escuchar la historia de ese tipo… ¿Realmente tenía derecho a sentirse así? ¿Realmente podía considerarse mejor? Él nunca había pensado en como sus robos a los bancos afectaban la vida de las personas que dependían de esos fondos, o al menos no demasiado. Y aun así, seguía haciéndolo. ¿Qué tanto necesitaba el dinero? ¿Realmente era necesario asaltar tantos bancos bajo la excusa de la necesidad? ¿Era eso aceptable?

Sin ganas de darle tantas vueltas al asunto, decidió prender la televisión para distraerse un poco. Estaba en un canal infantil, de modo que decidió hacer un pequeño zapping para buscar algo mejor que ver. Así estuvo un rato, cambiando canales sin nada de mucho interés. Un partido de futbol, un programa de chismes, una película infantil. Finalmente se detuvo en un noticiero, no porque algo en particular hubiese captado su interés, sino para descansar el dedo después de tanto presionar el botón. Y que suerte que lo hizo justo en ese canal, por que acababan de iniciar una nota respecto a un…robo bancario. El banco que había robado ese mismo día ya era objeto de noticia. Vio los testimonios de las empleadas del banco, del dueño de este, del guardia; nada nuevo e interesante, tanto que estuvo a punto de cambiar a otro canal…al menos hasta que alguien anuncio que pasarían a hacer unas entrevistas callejeras.

Eso sí que capto su atención. La pantalla fue de repente ocupada por una anciana de ochenta años cuyo mero aspecto basto para provocar que se formara un nudo en el estómago de Daika; se notaba que había pasado mejores días, emocionalmente hablando. Estaba devastada. “Llevo más de cinco años viniendo a este banco…” Comentaba entre lágrimas la señora. “Las empleadas son atentas, el ambiente es lindo, y hasta el momento había demostrado ser seguro… ““Hasta hoy” Completa el entrevistador” “Si. No sé qué es lo que pasa en esta ciudad, de pronto todo el dinero desaparece…a alguien se le dio por empezar a robar bancos ¿Tienes idea lo que me costaría a mi edad volver a juntar todo el dinero que tenía ahorrado allí? Cumpleaños, premios de lotería, prestamos de mis hijos….todo desapareció en una noche.” La anciana fue incapaz de seguir hablando por más tiempo, o Daika de seguir escuchándola, de modo que cambio de canal, a otro noticiero, estos estaban entrevistando a otra persona. “Llevaba más de un año ahorrando para pagarle una prótesis a mi hermana, para que pueda salir a correr como hacía antes de sufrir un accidente de auto, pero ahora-“Volvió a cambiar de canal, ahora eran un grupo de panelistas. “Es tremendo lo que está pasando” “Increíble” “Inaudito” Ni siquiera los dejo terminar, simplemente paso al siguiente canal “Y ahora con el sociólogo licenciado, Edmund Lunfareo.” “Gracias Sarah, es un placer estar aquí” “El placer es nuestro Edmund. Ahora, con mis compañeros estábamos discutiendo respecto del aumento del crimen en la ciudad estas últimas semanas, y nos gustaría escuchar la opinión de alguien tan versado en el tema como usted.” “Con todo gusto Sarah. Es triste decir lo que estoy a punto de decir, pero en base a los últimos acontecimientos, creo que no sería equivocado decir que la gente está perdiendo la esperanza.” Se hizo una pausa para que todos sopesaran el impacto de las palabras que acababa de decir. “Toma por ejemplo los robos de bancos que han estado ocurriendo. Las personas se parten el lomo trabajando para poder llevar comida a su casa, depositan sus sueldos en el banco, donde estarán seguros, y una semana después descubren que alguien los vacío. La policía no atrapo a nadie, no hay sospechosos, el crimen triunfo ese día. El impacto que cosas como esas, más que nada si estos se repiten como es el caso, tienen en la mente del hombre común es increíble. Piensa en todas las personas de clase media que ven su dinero desaparecer. No creo que ninguno de ellos quiera robar a sus vecinos porque es más fácil que trabajar, pero después de ver como el fruto de su trabajo se esfuma, más no así sus deudas, se ven forzados a recurrir a toda clase de métodos para conseguir efectivo. Por eso ahora tenemos jóvenes de 18 a 21 años con historial crediticio perfecto robando autos, traficando drogas o asaltando personas. A su vez, esto envía un mensaje nocivo a nuestros jóvenes “El crimen si paga”. No importa cuántas caricaturas enseñen lo contrario, si en la vida real tu familia se queda en la calle porque un ladrón te robo todo, más de una vez, y nunca fue capturado, eso les demuestra que el sistema es débil, tiene fallas, no es perfecto. Pierden su respeto por la ley o la justicia que nada pudo hacer para protegerles, crecen resentidos, con la mente envenenada. No sorprende entonces que a los 15 años ya estén amenazando con navajas. La mafia reconoce esta realidad y la aprovecha para conseguir reclutas jóvenes, igual que los traficantes. Esos niños quieren dar dinero a su casa, o han aprendido que solo los criminales se hacen ricos en este mundo, todos los demás son potenciales víctimas. Entonces tenemos personas honestas forzadas al crimen por necesidad económica, y jóvenes de mente intoxicada que parecen destinados a crecer para convertirse en criminales. No es precisamente un panorama muy bueno para la ciu-“Cambio de canal otra vez, y siguió haciéndolo por un rato, pero sin importar que numero seleccionara no podía evitar toparse con aquello que tanto quería evitar.

Un policía afuera de un tiroteo en un banco. ”Las cosas están cada vez peor, con tanto asalto a bancos los ladrones de poca monta comienzan a creer que cualquiera puede hacerlo, ya se pierde el respeto por la figura del policía, no hay control y no podemos estar en todos lados. Mira esto, dos empleados heridos, siete civiles muertos en el tiroteo dentro del banco, un policía en terapia intensiva; es un buen amigo mío, tiene familia, una esposa y dos hijas. Le deseo lo mejor.” Una madre preocupada afuera de su casa. “Mi hijo menor está en prisión en este momento. Me escucho llorando hace unas semanas, porque todo el dinero que teníamos en el banco desapareció, así que intento ayudar a su madre. Se dejó convencer por una pandilla local; ellos saben que las personas de bajos recursos y desesperadas como él harían lo que fuera por dinero. Lo convencieron para que actuara de mulo y pasara unas bolsas de coca, pero un policía lo detuvo y ahora está encerrado. Mi hijo más grande y mi esposo tienen dos trabajos cada uno, y yo estoy empezando a dar clases en una primaria para juntar algo de dinero, pero ahora encima debemos pagar la fianza, y…y…lo siento, no puedo-“Rompió en llanto, casi un segundo antes de que Daika cambiase de canal una vez más, incapaz de ver eso por más tiempo. Un anciano, similar al que había salvado antes, quejándose de los tiempos actuales “Es increíble que con tanto justiciero encapotado no haya nadie por aquí que pueda detener a esos desgraciados ladrones, montón de egoístas sin educación ni valores que andan chupando la sangre de los trabajadores. Mientras tanto los políticos, los corruptos, los traficantes y gánsteres se llenan los bolsillos a diario producto de la miseria. ¿Por qué nadie les roba a ellos? ¿Por qué en vez de saquear bancos no les sacan de sus bolsillos? Porque es más fácil; son un montón de cobardes.” Pero sin importar hacia donde fuera, siempre había lo mismo. Pareciera que todos los noticieros de se hubiesen puesto de acuerdo esa noche.

Soltó el control, incapaz de seguir. Solo se quedó sentado en el sillón, sujetándose la cabeza con fuerza, incapaz de digerir todo lo que le habían echado a la cara. Gente inocente. Muchísima gente inocente, perjudicada, familias destruidas, personas muertas… ¡Todo por sus acciones! Jamás se había puesto a pensar en cómo las cosas a largo plazo afectarían a la ciudad que intentaba proteger. Simplemente no podía creerlo, tenía que hacer algo… ¿Pero qué? Entonces escucho una serie de pasitos. Ritmo apresurado, poco ruido al golpear los pies el suelo: el andar de un niño. “Sayumi” pensó, alarmado, y se apresuró a cambiar de canal a la primera cosa animada que encontró. “Papi Daika, porque estas despierto tan tarde” Comento la infante, quien avanzaba arrastrando los pies contra el suelo mientras se refregaba un ojo. “Oh, no es nada, tu padre solo…tenía problemas para dormir, así que me puse a ver la tele ¿No te desperté, o si mi niña?” La pequeña movió enérgicamente la cabeza, al parecer el sonido del aparato estaba más alto de lo que parecía, o ella tenía buen oído. “¿Quieres que veamos la tele juntos hasta que puedas dormirte?” Una vez más asintió, y el amoroso padre sustituto la subió con sus brazos y la cargo en su rodilla, listo para distraerse un poco viendo algo con su hijita. “Papi, podemos cambiar de canal, no me gusta eso.” Extrañado, el padre, que hasta el momento no había ni prestado atención a que estaban viendo, giro la cabeza para ver a que se refería su hija. Estaban dando un especial de WataMote en la tele. “¿Por qué no te gusta este anime?” Pregunto el padre, mas por deseos de generar algún tipo de conversación para distraerse de lo que le pesaba que por mera curiosidad respecto de los gustos de su hija. Ella le miro, sonriente como siempre, y dijo “La chica pequeña que aparece todo el tiempo, esa de pelo negro y ojos raros, que se hace la loca como veinte veces por capitulo…” “La protagonista?” Inquirió Daika “Si, esa” Afirmo la niña “Es rara. Siempre anda diciendo que quiere tener amigos y ser popular y todo eso, y al final, cuando tiene la oportunidad de hacerlo, se echa para atrás o los ignora. Ósea, quiere tener muchos amigos y todo eso, ser popular, pero no pone nada de su parte.” La chica se empezó a reír un poco mientras hablaba, como si el mero recuerdo de esa niña le provocase gracia. “Decídete, o eres la chica popular de película o eres una friki antisocial…no puedes ser ambas…” “Es como si realmente no supiera quien quiere ser…” Termino Daika “¡Sí! ¡Exactamente eso papi!” Era completamente inconsciente de que Daika ya había dejado de mirarla, o prestarse atención siquiera. Estaba absorto en sus propios pensamientos, solo en su propio mundo.

Apago el televisor, a pesar de las quejas de Sayumi. “¡Ey, estaba por ver algo” “Es muy tarde mi hijita, tenemos que irnos a dormir.” Dijo Daika, intentando sonar lo más cariñoso y enfocado en ella que le fuese posible, por más que estuviese pensando en otras cosas. Ante la constante negativa de la niña, que ya se había cruzado de brazos con cara de puchero, en un intento por parecer seria que en realidad la hacía lucir adorable, Daika recurrió al clásico soborno, arma secreta de padres durante generaciones “Venga ya, si te vas a dormir ahora, mañana te llevo a tomarnos un helado” “… ¿Y?” “… ¿Te compro unas galletitas con forma de dinosaurio?” La pequeña “gánster” sonrió, asintiendo con entusiasmo “¡Es un trato!” Exclamo, antes de irse corriendo a su cama para dormir. Mientras tanto, su padre se quedó sentado en el sillón, observando a la nada, intentando procesar todo lo que había aprendido ese día. Fue un golpe tras otro, una epifanía seguida de otra. Era demasiado para asimilar de un golpe. Y así estuvo toda la noche (o hasta las ocho de la mañana, mejor dicho) pensando y repensando cada cosa, ignorando completamente cualquier deseo de dormir, alimentarse o ir al baño. Tenía que tomar muchas decisiones. Y a pesar de todo, una cosa seguía clara en su mente, más viva inclusive que las palabras del “criminal” que había detenido antes, o los testimonios que vio en la televisión. Era la última frase que le había dicho a su hija “Es como si realmente no supiera quien quiere ser…”. Él siempre había creído que sabía quién quería ser: un buen padre para su hija, un buen amigo para Tomoki, un justiciero para su ciudad, un buen aprendiz para Deadpool, un proveedor para su familia…pero era realmente eso? ¿Era realmente un buen padre? Cumplía las peticiones de su hija, intentaba cuidarla lo mejor posible… ¿Pero le estaba dando el mejor ejemplo? ¿Era esa la clase de vida a la que quería exponer a Sayumi….o a Tomoki? ¿Cómo de afectadas se verían el día que un equipo especial llegase a su puerta a detenerlo? Nunca había considerado el ser atrapado, ya que él siempre se aseguraba de no dejar huellas…pero en ese momento la posibilidad le paso por la cabeza…y las consecuencias no le gustaron. Tampoco podía ser un justiciero o vigilante de la ciudad; no podía considerarse como tal después de ver como las cosas habían salido, aun indirectamente, por sus obras… ¿Era un héroe, o un villano? ¿Antihéroe? ¿Vengador, vigilante?

¿Quién era?

¿Qué iba a hacer?

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A la mañana siguiente Tomoki se despertaría primero; ventajas de no desvelarte esperando a tu padre para luego mentirle y decirle que te despertó. Ante la ausencia de Daika, lo único que encontraría sería una nota dirigida a ella. La nota empezaba con “Querida Tomoki…” y era básicamente una declaración de intenciones. En ella Daika le pedía que se hiciera cargo de Sayumi, que le diera una vida mejor de la que él podía proveerle. Era una buena amiga, conocida de la infancia, y al igual que Sayumi, él sabía que ella era especial. Junto a la nota había una pequeña bolsa con dinero; no era mucho, pero quería dejarles algo: era lo suficiente como para comprar, según decía la misma nota, dos kilos de helado de chocolate y un paquete de galletitas de vainilla con forma de dinosaurio.

No había fecha de vuelta, pues eso el propio Daika no podía confirmarlo. De momento, estuviese donde estuviese, se consolaba sabiendo que su hija estaba a salvo, a cargo de la única persona en este mundo a quien le confiaría semejante responsabilidad; se cuidarían entre ellas. En lo que a él respectaba…aun tenía un largo viaje que hacer. Tenía pensado salir un tiempo de Japón, tal vez visitar otras ciudades, o visitar América, investigar sobre sus raíces, una suerte de viaje espiritual. Para bien o para mal, cuando volviese a su hogar, ya sabría quién era.

La noche se adueña de la ciudad, el ambiente pierde calidez y el radiante esplendor del sol se ha esfumado, ahora, las calles invadidas de autos, son cubiertas por una tenue luz blanca. No obstante, gran cantidad de faroles bañan con luz amarillenta la zona baja de la metrópolis, mientras que, desde la cúspide de los edificios hacia arriba, permanece oscuro; la noche ahí sigue viva.

Los ciudadanos andan tranquilamente, ocupados en sus actividades cotidianas. Un castaño, delgado e infeliz joven, por ejemplo, carga difícilmente seis vasos desechables con café entre sus brazos, regresando al primer día de trabajo en una empresa de prestigio. Por otro lado, una familia conformada por tres individuos, padre, madre e hijo, van saliendo de una función teatral, acortando camino por medio de un estrecho callejón y, de pronto, el infante admira una veloz sombra a sus pies quedando maravillado, sí, aquel niño sabe a quién le pertenece esa sombra: Al murciélago. Así es, el caballero de la noche brinca de azotea en azotea, persiguiendo a un sujeto.

Un adulto joven es quien corre apresuradamente, este, tiene un aspecto peculiar: vaqueros negros, sudadera gris y zapatos negruzcos son sus ropas, además, un casco, más una máscara cubren su cabeza y dos espadas completan su apariencia. Sus pasos son torpes y escandaloso, frecuentemente tiende a resbalar con la mezcla de tierra y sereno que cubre la superficie de los techos, aunque, afortunadamente consigue mantener el equilibrio e intentando ignorar su ritmo cardiaco acelerado, sigue con la carrera. Mientras tanto, a sus espaldas, se moviliza el justiciero de ciudad gótica, con pisadas precisas, con silencio absoluto.

Tras saltar un par de estructuras más, el de latidos incontrolables decide bajar a los suelos, valiéndose de una escalera para incendios, siempre revisando los alrededores, cuidando que aquella figura escalofriante no se encontrara detrás suyo. El golpe de sus pies contra la acera llama la atención de peatones cercanos, él no hace más que ignorarlos, continuando con su trote. Y por si fuera poco, un inconveniente más le acompaña al chico con casco: este no conoce en lo más mínimo la ciudad en la que está, solo llevaba una semana ahí, tiempo insuficiente. Debido a todo esto, en instantes, sin darse cuenta llegó a los muelles, acorralándose a sí mismo. Un alto poste sostenía un pequeño foco. La luz parpadeaba constante y quedaba estática por segundos para volver a titilar. El cuerpo entero de la “presa” miraba hacia el mar, al tiempo que, detrás de él, justo antes de tocar la luz inestable a unos cuantos metros, se encontraba Batman, erguido.

Las aguas estarían frías a esas horas y la visión no sería muy buena, no quedaba otra opción más que pelear, enfrentar a ese uniformado que le siguió con extrema facilidad. Agitado se da media vuelta. Camina lento. Corre. Ataca. En un movimiento rápido dirige su puño derecho a la mejilla izquierda del contrincante, con mucha fuerza para conseguir atarantarle y después rematarle el rostro con algo más sólido, como la rodilla. Pero, el tiempo se congela cuando el antebrazo ajeno se interpone.

- "¿Q- qué pasa? ¿Por qué no puedo mover su brazo? ¿Q- Que r- rayos ocurre? No puedo doblarle... kh- kh- ¡Maldición!”

Esto tan solo era un pensamiento pasajero, y resultaba curiosa su interrogante "¿Por qué no puedo?" sabía la respuesta, sin embargo le costaba entenderlo.


Al no atinar con el derechazo repitió el movimiento, solo que ahora con su zurda, la cual se fue de paso gracias al agacharse del de negro, que, al estar agachado notó nuevamente la diestra del joven, viajando rápidamente a su rostro y claro, no le dejó  completar dicha acción. El puño fue frenado por la palma siniestra de Batman, apretándola, torciéndola, irguiéndose, todo sincronizado y con suma lentitud.  A continuación, la rotula cubierta por mallas sintéticas creó un hueco temporal en el vientre del residente forastero, seguido a eso, descargó un golpe ascendente justo en la mandíbula, que le voló el casco, tronó los dientes y sacudió el cerebro a su rival. Por inercia, el cuerpo golpeado se desplomó hacia atrás, con “retraso de tiempo” podían verse gotas e hilos de saliva saliéndole de entre los labios, con el ceño fruncido, hasta aterrizar con la retaguardia en el sólido suelo. La noche dio un paso adelante, con aquella mirada apagada, gélida, espeluznante… El rostro que, contestó la pregunta del muchacho recostado sobre su espalda baja. Sacudió un poco la cabeza, despabilándose, alzando la mirada para… Contemplar… El miedo…

- ¿Eh?

Entonces,  su semblante pasó de mostrar aturdimiento a reflejar una viscosa mezcla de miedo y asombro.  Una profunda lobreguez inundó su entorno, inclusive el foco que iluminaba mínimamente el área estalló, quedó a ciegas, pero, entre toda esa densa oscuridad lograba ver dos brillantes esferas rojas, de las cuales emanaba un humillo del mismo tono rojo.  Un sonido extraño se emitía de donde esas bolas luminosas.  Más tarde, temblores y crujidos ensordecedores  hicieron acto de presencia y, ahí estaba, la causa de tanto alboroto. Con dificultad la visión de él consiguió  observar una enorme bestia, un mounstro, un murciélago de tres metros del alto, con musculatura sorprendente, largas y firmes alas, además de poseer un rostro temible: Orejas puntiagudas, nariz arrugada, colmillos afilados y un caudal de baba escurriendo por su barbilla.

- “Cálmate, n- no es real… Todo es un…”

Un violento chillido le taladró los oídos y gran cantidad de saliva cayó sobre su cuerpo. Después,  extendió ambas alas para “darle un abrazo”, sí, el par de alas rodearon el cuerpo tieso de aquel individuo. Una vez entre sus esqueléticos brazos, empezó a ser comprimido, estrujado,  apretujado.

- “¡D- demonios! E- es aterrador y a la vez, admirable…¡Ahhhg!”

Su cavidad bucal se abrió anormalmente,  las venas de su cuello saltaron, sus miembros dejaron de sentirse,  estaba agonizando pero… Todo era una mentira fabricada por su cabeza.

En ciudad gótica ocurría algo muy distinto, un dolor paralizante jugaba en su estómago, mirando con temblor  al cruzado encapotado, quien daba pasos tranquilos hasta su objetivo, tomando con una de sus manos el delgado cuello, levantándole del suelo, viéndole por unos cortos segundos y finalmente, mandarlo a dormir con un acertado cabezazo.

No era falta de fuerza, era un miedo intenso, un miedo que el caballero de la noche ya antes había originado para los criminales de aquella problemática ciudad. Un miedo tan puro que te rompe, que te ahoga.

Para cuando el joven abrió sus ojos, ya descansaba en una celda sucia y fría, afortunadamente, libre de otros presos. Sin duda, ese fue una encuentro que no olvidaría, jamás, se borraría de su memoria aquella figura masculina… Aterradora, pero… Asombrosa.

La noche estaba despejada, el plenilunio iluminaba la aldea y proyectaba sombras fantasmagóricas en los establos y las cuadras de los Wright. Wendoline observaba atenta con la mirada puesta en la granja de los Jenkins, era la más alejada de todas y era de agradecer, los rumores que se extendían sobre esa familia le ponían los pelos de punta.

El ronquido de una de sus hermanas la saco de sus pensamientos y se apartó de la ventana para ir a agazaparse en la escalera que daba al piso de abajo, había visto al sheriff llegar con su montura a la linde de los territorios de su familia. Sus padres murmuraban, no consiguió escuchar la conversación y el relincho de los caballos no lo ponía nada fácil, estaban nerviosos, como ella. Unos golpes sordos anunciaron finalmente la llegada del sheriff, un hombre rudo y sudoroso, más temido en sus momentos de ebriedad que por el cargo que ostentaba. Oculta en la oscuridad vio a su padre y a su hermano mayor despedirse de su madre, no hubo palabras, iban cubiertos con sus túnicas oscuras que hondearon suavemente cuando salieron de la casa. Por un instante el único sonido era el del fuego que crepitaba en la chimenea, un sollozo ahogado de su madre le impulsó a reunirse con ella en el piso de abajo y tratar de consolarla pero no sabía qué estaba pasando. Aquel día su padre se mostró extrañamente cariñoso con las gemelas, las leyó un cuento antes de dormir y las arropó, al travieso de Tayler le regaló una talla de madera de un coyote y a ella la había ayudado a ordeñar las vacas por la mañana. Todo aquello no encajaba, el comportamiento de su padre, el silencio de su madre, incluso la actitud cariñosa de su hermano mayor cuando estaba dando de comer a las gallinas. Cogió una manta del dormitorio y se la echó por encima, no tenía frio pero estaba destemplada, la tensión del ambiente la angustiaba y no la dejaba dormir, se paseó de lado a lado tratando de no pisar las maderas que sabía que crujían. Sus hermanos eran más pequeños que ella y las labores del campo los dejaban derrotados al cabo del día, contempló sus rostros con ternura, en realidad esperaba que tuviesen un futuro mejor alejados del Sol que te curtía la piel en verano y de los largos meses de invierno que te helaban los huesos. Volvió a la ventana, una multitud se dirigía al bosque, sus antorchas iluminaban el sendero y al rato eran sólo un punto de luz que desaparecía entre la densidad de los árboles. No conseguía entender qué era lo que estaba pasando, su comunidad era tranquila, había rumores de todo tipo y alguna trifulca entre comerciantes pero nada que pudiese sacar de la cama a un grupo tan concurrido de gente a esas horas de la noche.

La puerta del establo se abrió de golpe y con violencia, un caballo encabritado se lanzó desbocado al bosque, el percherón que tiraba del arado. Sin pensar se vistió por encima y salió decidida a por él, era época de labranza y no podían permitirse perder a un ejemplar como aquel, sino se daba prisa pronto sería la cena de una manada de lobos. A sus espaldas escuchó los gritos de su madre pero no se detuvo, ensilló a la yegua más rápida y partió a la búsqueda del animal tratando de seguir sus pasos. Era la única mujer que sabía cabalgar de su familia, no era algo de lo que se enorgullecieran, en la aldea decían que las muchachas no debían montar ó en un futuro tendrían problemas para concebir, tonterías. Mirando a su alrededor y tratando de escuchar por encima de los cascos de su montura, oyó una suave melodía, un cántico lejano que venía del noroeste. Era una noche sin viento, cuando creyó estar lo suficientemente cerca de las voces, desmontó y amarró a la yegua en un árbol, si se acercaba más corría el riesgo de ser descubierta, así que permaneció a una distancia prudente.

El claro del bosque estaba rodeado por un círculo considerable de personas, todas ellas ataviadas con túnicas y encapuchadas, no supo diferenciar a nadie, el olor era desagradable, una mezcla de incienso de la parroquia y tripas de cerdo. En el centro el hijo de los Jenkins permanecía inmóvil y a sus pies había una persona arrodillada, parecía un hombre, probablemente su padre, un hombre muy extravagante del que la mitad de la comunidad huía, se decía que estaba maldito. Acercándose algo más, tropezó con un tronco y cayó al suelo, alzó la vista para saber si su descuido había sido advertido por alguien y vio a Sloan mirando en su dirección, pero repentinamente las voces callaron y el cielo estalló. Aún en el suelo cubrió su cabeza con los brazos y se mantuvo inmóvil, tenía pánico, un viento que surgió de la nada la revolvió el pelo y aún con los parpados cerrados notó como un resplandor iluminaba cada rincón del lugar. El bosque estaba en el más absoluto de los silencios y fue entonces cuando se atrevió a levantar poco a poco la cabeza, las antorchas que portaban los allí reunidos estaban apagadas, sólo había alguna que luchaba por no extinguirse, la luna recortaba las siluetas inertes de todos ellos. Contuvo una arcada, un olor a podredumbre la abofeteó y a duras penas consiguió ponerse en pie, sin pensar fue directa al claro para buscar a los suyos. Luchando contra el miedo, la falta de aire y la incertidumbre logró distinguir a su padre y a su lado yacía su hermano, se arrodilló frente a ellos pero ya sabía que sus ojos nunca volverían a brillar, la vida los había abandonado. Levantó la vista y pudo reconocer más rostros, la panadera, la madre de Marie la costurera, el herrero… El shock ante tal panorama no la permitió advertir el peligro que tenía a escasos metros, unos ojos verdes la observaban pero la inocencia de aquel niño había desaparecido. Sintiendo como una mirada se clavaba en su espalda, Wen se giró temblando y aunque no tuvo tiempo para tomar una decisión corriente todos sus sentidos la empujaban a huir lo más lejos posible. Sin embargo permaneció quieta, perdida en esos ojos verdes que supo que jamás olvidaría.

El corazón se le acelera y los pelos de la nuca se le erizan, el niño comienza a retorcerse, convulsiona y grita, ella sol acierta a ponerse en pie y sujetarse a un árbol pero su pie se enreda con una de las túnicas y vuelve a caer, esta vez de culo, sin perder de vista lo que tiene en frente, ya no es un niño, ni tan siquiera es humano, el engendro se revuelve y chilla al cielo y de repente todo el cuerpo de la chica reacciona y empieza a correr con todas sus fuerzas, sorteando los árboles y cubriéndose la cara de las ramas con sus brazos.

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Aquella mañana me levanté media hora antes de que sonara el despertador con una sensación extraña, como si hubiese estado toda la noche dando vueltas. La luz del sol que entraba por todas las ventanas del piso me animaron a salir de la cama, me estiré mientras mis huesos se quejaban y fui directa al baño.
Me duché dejando las prisas a un lado, me ricé el pelo, cosa poco común en mí, siempre terminaba antes haciéndome un moño y me maquillé un poco, mientras me reía imaginando qué pensarían en la oficina cuando llegara, siempre iba con la cara lavada, a mis veintisiete años todavía me lo podía permitir. Me puse los vaqueros que mejor me quedaban, una camisa blanca, unos botines color bisonte y una chaqueta de vestir del mismo color. Nunca desayuno, cuando llego al trabajo me tomo un café, el segundo de la mañana, uno de mis vicios. Cogí mi portátil y mi portafolios y antes de salir me miré en el espejo de la entrada, guiño de ojos y a Stark Industries.

Hoy no tendría jaleo, los proyectos avanzaban y ya había terminado las reuniones con los clientes para establecer los nuevos objetivos. De camino al trabajo no conseguí quitarme esa sensación con la que me había despertado, tenía recuerdos de algún sueño y mi mente se negaba a olvidarlos. Entre en mi cafetería favorita, saludé a Claire como cada mañana y salí dando un sorbo al néctar de la tierra, mucho mejor. Mientras caminaba a ritmo neoyorkino me abandoné a los intentos de recordar mis sueños, parecía la escena de un aquelarre, un niño en el medio, todos en círculo cantando…. Y unos ojos verdes, tenía la imagen grabada a fuego en la retina. Estaba buscando algo por el bosque… Madre mía no había más cosas en las que pensar, Chloe.

De repente un choque que manda mi café al suelo, mierda. Al menos no me ha salpicado y no hay que lamentar manchas.

- Perdón – Una voz masculina se disculpa mientras compruebo que mi camisa sigue siendo del mismo color que mi pelo.
- Ah, no es nada, no se preo…cu – Frente a mí un tío moreno que ronda los treinta y pocos, desgarbado y con ese aire de seguridad que a la mayoría de las mujeres las vuelve locas, con unos ojos verdes, exactamente iguales a los que recordaba de mi sueño.
- ¿Nos conocemos? – Supongo que con la cara de besugo que me estoy gastando es lo que le estoy dando a entender – Bueno soy Sloan, Sloan… - Jenkins – Termino yo y ahora es él el que boquea atónito – Sí, oye, ¿Nos hemos visto… - Salgo disparada, alzo la mano y un taxi para de inmediato – A la torre Stark, por favor – Mi corazón martillea desbocado en mi pecho, por primera vez en mucho tiempo he sentido miedo irracional, rodeada de cientos de personas me he sentido amenazada. Me quito la chaqueta y bajo la ventanilla, el conductor me mira por el retrovisor mientras zigzaguea por la metrópoli – Estamos cerca señorita, ¿Se encuentra bien? – Sí, sí, no se preocupe.

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- Desde aquel día nada ha vuelto a ser igual, soy incapaz de dormir, el rostro de ese hombre me persigue en mis sueños, le veo reflejado detrás de mí, escucho su voz… Y cuando cae la noche las sombras proyectan figuras en las paredes. Me veo en un bosque huyendo, tratando de escapar, esa cosa es imparable. A veces logro llegar a mi casa pero siempre acaba alcanzándome y veo como destroza a mi familia, arrasa con todo – Me mecía a mí misma sentada en una silla de espaldas a los doctores, una lágrima se deslizó por mi mejilla pero la camisa de fuerza no me dejaba enjuagármela – Ya no sé quién soy, los gritos de horror de mis hermanos resuenan en los muros de la habitación, les oigo gritar mi nombre antes de que todo se vuelva rojo, veo sus rostros desencajados y sin vida, no soporto estar en silencio porque escucho cánticos… Todo me huele a putrefacción, a veces resulta insoportable y no puedo ni respirar, ya no puedo comer sin vomitar. Supongo que es el castigo que nos merecemos por traerlo aquí, por perturbarlo, por invocar algo que no pudimos controlar, ese es el precio de jugar a ser Dios – Esta bien, esta bien… - Noto un pinchazo en mi cuello y sonrío levemente, los sedantes adormecen a Wendoline, es hora de dormir.