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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
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Un rayo de Sol y la melena de león (Arión) [28/05/2019]
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Apollo DC Universe
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Tema: Un rayo de Sol y la melena de león (Arión) [28/05/2019] 28th Septiembre 2024, 22:13
Jenny se había quedado dormida hacía un par de horas. Apollo y su marido se habían quedado viendo un rato la tele en el sofá. Midnighter refunfuñaba y se quejaba de la falta de realismo de Brooklyn Nine-Nine, pero su marido sabía que en realidad le estaba gustando bastante, en especial el episodio del robo de Hallowen. Eran cosas tan imprevisibles que eran capaz de sorprender incluso al superordenador que su marido tenía instalado en su cerebro. Seguramente era una de esas cosas que nunca reconocería, pero de vez en cuando podía ver como se le escapaba una pequeña sonrisa.
Otra prueba más de que la serie le gustaba es que, normalmente, a esta hora ya había salido a patearse las calles de Opal City y a hacer lo propio con los maleantes que encontrase. Así que Apollo decidió ponérselo más fácil, tenía planes para aquella noche... o para aquel día en realidad. El Superhumano se desperezó como si tuviera sueño, ninguno de los dos necesitaba en realidad dormir pero normalmente lo hacían, no necesitar hacerlo no eliminaba la sensación de cansancio por completo si se pasaban varios días despiertos.
- Creo que me voy ya a la cama, me apetece dormir un poco.
Su marido le miró con esa sonrisa pícara que tanto le gustaba, Apollo sabía exactamente lo que le iba a decir Midnighter. Lo supo en cuanto en cuanto pronunció la palabra cama. Así era su marido.
- ¿Quieres compañía?
El Dios del Sol tenía planes, planes de los que se olvidó al instante. Apollo se fue a la habitación y encendió la lampara solar del techo, lo que ocurrió después fue solo una muestra más de como se amaban. Su marido se fue casi dos horas más tarde de lo habitual, mientras que él esperó unos minutos más, no le era fácil guardarle un secreto a Midnighter, pero la ocasión lo requería. Cuando consideró que era seguro salió volando por el gran ventanal y se elevó en el aire, necesitaba recuperar el tiempo perdido.
Apenas un minuto después sobrevolaba París. La ciudad del amor. Era casi una broma, pero le parecía lo adecuado. Había estado buscando una joyería que trabajara con los materiales adecuados, era un verdadero dineral, pero en Van Cleef & Arpels le habían asegurado que podían hacer el trabajo, y hacia allí se dirigía. A la velocidad más rápida que podía soportar la atmósfera terrestre entró en el baño de la cafetería localizada en la terraza del centro comercial Galeries Lafayette, el más prestigioso de París.
Salió del baño vestido con ropa más normal que su traje de superhéroe, seguramente nadie le reconocería en aquel país extranjero. Había pensado en llevar simplemente unos vaqueros y una camisa, pero para ir a ese tipo de tienda era necesario algo más, así que aprovechó para ponerse un traje que encontró en el armario y estaba deseando probarse. Un chaleco de tonos dorados sobre una camisa blanca y pantalones de lino del mismo color, complementado con una bufanda fina a juego con el chaleco.
Decidió tomarse un café allí, disfrutando de las vistas, unas preciosas vistas de los campos elíseos y la torre más famosa del mundo. Pero no llegó a pedir, un hombre le llamó la atención enseguida. Vestía con un traje que llevaba pasado de moda desde antes de que los dinosaurios se extinguieran, pero Apollo tenía que reconocer que era guapo y que además tenía un pelo casi tan maravilloso como el suyo propio. Pero la razón por la que le había llamado la atención en primer lugar no era esa. El hombre estaba intentando pagar la cuenta con doblones de oro o algo así ¿quién llevaba encima ese tipo de monedas?
- Disculpen mi intromisión ¿Puedo ayudarle? Dijo en un perfecto francés.
La naturaleza amable del superhéroe se impuso y Apollo se ofreció a ayudar, lo único que se le ocurría era pagar el mismo la cuenta, lo que, por una vez no sería problema, porque, de nuevo por una vez, llevaba bastante dinero en efectivo. Sacó un fajo de billetes de 500 euros y entregó uno a la asombrada chica.
- Mi nombre es A... Andrew Pulaski, se corrigió el Superhumano en el ultimo momento mientras le tendía la mano al desconocido. - Me temo que esas monedas hace tiempo que no son de curso legal caballero, añadió cuando la camarera se marchó.
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Tema: Re: Un rayo de Sol y la melena de león (Arión) [28/05/2019] 19th Octubre 2024, 01:27
- ¿Qué es lo que ha dicho que quiere? -repitió la confundida camarera.
- Sí... eh... No me acuerdo del nombre... Han pasado varios meses desde la última vez que probé uno. Me refiero a... esos brebajes fríos hechos con leche que son tan cremosos. Los hay de varios sabores, como vainilla, fresa, plátano...
La camarera enarcó una ceja.
- ¿Se refiere a un batido de helado?
- Eh, sí, sí, justo eso. Querría uno de esos que preparáis con... esos curiosos y pequeños dulces que... ah... ¿galletas, creo? Pero que son negras y con algo blanco por...
La ceja de la chica parecía que no podía enarcarse más.
- ¿Galletas oreo? -le ayudó.
El tipo posiblemente fuera el más raro que había visto en su vida. Parecía que venía de otro planeta; no sabía lo que era un batido, o lo que eran las galletas, y estaba vestido como si acabara de salir de una novela de fantasía romántica. De hecho, si no fuera tan condenadamente atractivo posiblemente le habría tirado la carta a la cara y habría salido corriendo, pero lamentablemente el cerebro humano tiende a atribuir características positivas o negativas en base a la apariencia, y aquél hombre parecía un ángel que acababa de caer del cielo (lo cual, de hecho, encajaría con su aparente desconocimiento de todo).
La camiseta roja que llevaba estaba tan ceñida que la camarera habría podido contar perfectamente cada uno de sus bien definidos músculos de no estar ocultos bajo una estilizada y delgada gabardina de entretiempo, idónea para la primavera parisina, y el cabello, perfectamente lavado y peinado, se derramaba armoniosamente sobre los hombros. Su mirada era de un verde tan intenso que podría perderse en ella. Así que, en lugar de llamarle bicho raro, le sonrió.
- Enseguida se lo traigo.
Arión la observó marchar sin tener demasiado claro lo que estaba haciendo allí. Detestaba aquella clase de establecimientos, máximos representantes del apabullante consumismo que impregnaba todo en aquella época. Las grandes marcas y empresas bombardeaban continuamente a los ciudadanos con mensajes para convencerles de comprar cosas que realmente no necesitaban, lo que para el mago, acostumbado a un estilo de vida ascético y austero, resultaba particularmente despreciable.
Aunque, aparentemente eso había cambiado en algún momento de los 45.000 años que había llegado a vivir su viejo ser antes de ser asesinado por Mordru, ya que habitaba en una mansión fastuosa y su guardarropa estaba repleto de atavíos, la mayoría de los cuales no sabía ni cómo se tenía que poner. Especialmente ahora que ya no estaba Trykhun.
Entonces... ¿qué estaba haciendo allí? Bueno... En un intervalo de seis meses había sido azotado hasta casi la muerte por una villana, manipulado por un demonio, traicionado por la mujer a la que había creído amar, caído bajo el influjo de un hechizo que había invertido su moralidad y que le había hecho retroceder el tiempo en el planeta Tierra hasta la época de la Antigua Atlántida, había sido castigado y torturado en el infierno por una diosa, habitado en una realidad paralela sin magia donde era un drogadicto encerrado en una prisión, utilizado hasta el último gramo de energía mágica que le quedaba para extirpar el tumor de la invasión demoníaca de la Tierra y, como colofón final, había descubierto que su rescatador, que era, a su vez, su Némesis, ahora le controlaba en cuerpo y espíritu.
Por los huesos de Caculha, necesitaba un respiro. Sobretodo porque, para sumarlo a todo lo demás, llevaba dos o tres días experimentando una suerte de tensiones musculares acumuladas en la zona del torso superior que, suponía, debían de ser las consecuencias residuales de todo el estrés acumulado.
Y aunque, como decimos, era hombre de gustos parcos y frugales que no solía regodearse en vicios tan mundanos como la comida... Después de cuanto había padecido en los últimos meses pensó que no le vendría mal algo... agradable y dulce, para variar.
Y, efectivamente, le sentó muy bien. Se permitió unos minutos para relajarse y no pensar en nada. Ni en Loki, ni en Dalae, ni en Trykhun, ni en sus pesares ni en todo el caos que había contribuido a esparcir sin pretenderlo.
Los problemas regresaron cuando llegó la hora de pagar. Arión no salía casi nunca de la mansión, y, cuando lo hacía, era para misiones relacionadas con el Equilibrio y cuestiones importantes, nunca para trivialidades como aquella, y de la compra siempre se había ocupado Trykhun. Cuando su acólito estaba vivo, siempre se ocupaba de recordarle las cosas o dejarle todo preparado, así que no tenía costumbre de caer él mismo. Consternado constató que lo único que llevaba encima eran unas cuantas monedas antiguas, y sin la cercanía de Loki le iba a ser imposible utilizar su magia para transmutar algo que pudiera servirle a la dependienta.
Nunca podría acostumbrarse a aquella época, al consumismo desmesurado y a tantos y complicados...
- Disculpen mi intromisión ¿Puedo ayudarle?
Quien así hablaba era un apuesto caballero de cabellos blancos como la nieve que, para su bochorno, se ofreció a pagar él mismo la consumición.
- Ah... Encantado -respondió, devolviéndole la mano en un apretón firme y seguro-. Yo soy el vizconde Jean-Simon Giscard D'Arión, pero puede llamarme simplemente Arión... -se pasó una mano por el pelo, visiblemente avergonzado-. Sí, lo sé, yo... Le ruego disculpas, no suelo salir mucho y normalmente era mi mayordomo el que se ocupaba de todas éstas gestiones, pero ahora está muerto, y yo... Err... ¿Puedo hacer algo para compensarle? En realidad, soy rico... Creo... Mi mayordomo me dijo algo de eso, pero era él quien se ocupaba de las cuentas y la verdad es que no tengo ni idea de cómo acceder a ese dinero, porque está oculto en una especie de lugar mágico intangible llamado "banco", o algo así... Aunque tampoco parece que tenga usted problemas de eso que la gente llama "dinero"...
Le miró con curiosidad.
- Pulaski no es un apellido francés, sin embargo su pronunciación es impecable. Dígame, ¿es usted de aquí?
Tema: Re: Un rayo de Sol y la melena de león (Arión) [28/05/2019] 22nd Octubre 2024, 23:50
Apollo miró divertido al hombre mientras este se presentaba, el nombre le había sonado un momento de algo pero conforme siguió hablando no le dio más importancia a aquello. Parecía que la extravagante ropa y la curiosa forma de hablar del hombre que acababa de conocer captaron toda su atención. Al menos una cosa si tenía muy clara el Superhumano, él jamás tendría un mayordomo, prefería encargarse de todo por si mismo, pero entendía a que se refería aquel pobre hombre... bueno lo de pobre era un decir, claramente, pero lo entendía. Si su amigo Bruce se encontrara de golpe sin Alfred el mundo se le vendría encima.
- No se preocupe, el dinero nunca ha sido algo que me haya preocupado demasiado, contestó con absoluta sinceridad Apollo, para mí es fácil conseguirlo cuando lo necesito, continuó encogiendo levemente los hombros.
Lo que había dicho el Superhumano era completamente cierto, las pocas veces que necesitaban dinero solo tenían que hacer una pequeña visita a un cartel de droga por ejemplo y, tras darle su merecido a los bastardos que llevaran el negocio, coger lo que les hiciera falta. De hecho el dinero que había sacado era de una de las reservas que Midnighter tenía "por si acaso". La verdad es que él había perdido el rastro de la mayoría de los escondrijos que su marido tenía y ni siquiera recordaba si el dinero con el que había pagado venía de una red de prostitución, de las drogas o de traficantes de armas. Lo único que le importaba es que aquel dinero de un origen tan sucio ahora iba a servir para ayudarle a demostrarle a su marido lo mucho que lo amaba.
- ¿Qué? Preguntó al ver sus pensamientos acerca de su marido interrumpidos. - ¡Oh! No, no soy de aquí, en realidad soy americano, aunque el apellido es polaco, contestó Apollo sin estar seguro de si al pensar en su marido habría brillado un poco, los idiomas siempre se me han dado bien, digamos que en parte mi trabajo es ser relaciones públicas y para eso es muy útil saber idiomas, continuó con esa sonrisa encantadora que lo caracterizaba.
Apollo pensó un momento antes de decidirse a volver a hablar, aquel hombre necesitaba ayuda y él podía dársela. Parecía un alma inocente de la que otros podrían aprovecharse con facilidad. Se le notaba un poco fuera de onda, pero la calidad de sus ropas y que llevara en el bolsillo un puñado de monedas de oro, dejaba claro que no era un simple loco y que seguramente era un hombre rico pero tan alejado del mundo real que no lo comprendía. Era un hombre que debía sentirse muy solo.
- Los bancos no son precisamente intangibles y pueden ser muchas cosas, pero dudo que sean mágicos, le dijo poco después, supongo que su mayordomo era alguien muy cercano a usted, pero no deje que su ausencia le impida seguir con su vida. Quizás debería de buscar a alguien para que le ayudara con todas estas cosas, o tratar de aprender a valerse por si mismo. Tengo algo de tiempo, si quiere puedo acompañarle al banco y explicarle como funciona. Aunque antes me gustaría pasarme por la joyería, tengo que recoger un encargo.
Apollo se dirigió al ascensor para bajar hasta la planta en la que se encontraba una de las joyerías más prestigiosas del mundo. Una de las pocas que había conseguido un permiso de Wakanda para trabajar con su preciado vibranium. El Superhumano no tenía ni la más remota idea de que era ese metal exactamente, pero le habían asegurado que era incluso más resistente que el Promethium y eso lo haría ideal para los anillos.
- Buenos días, dijo el Dios del Sol al entrar en la joyería, soy Andrew Pulaski, venía a recoger un encargo.
- Si, por supuesto, le estábamos esperando, le contestó el encargado, los tengo aquí mismo si quieren probárselo usted y su marido.
- ¿Qué? ¡No! ¡No! ¡No! Dijo divertido Apollo, él no es mi marido, pero gracias.
Pagó los anillos con el fajo de billetes, dejando al encargado extrañado por la situación y se dispuso a salir de allí, pero en aquel momento todo el edificio tembló. Las alarmas de la joyería se dispararon junto con las de la mayoría de tiendas del centro comercial. Una pesada reja los dejó allí encerrados, seguramente como parte de las medidas de seguridad de un sitio que tenía joyas tan valiosas. Pero eso no le servía de consuelo a Apollo, estaban allí encerrados y fuera parecía haber problemas, para salir tendría que revelar su identidad.
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Tema: Re: Un rayo de Sol y la melena de león (Arión) [28/05/2019] Hoy a las 00:18
Arión dejó escapar un suspiro de alivio que no sabía que había estado reteniendo cuando el desconocido admitió que no le importaba el dinero.
- Gracias al Equilibrio; yo tampoco entendí nunca a qué venía todo el jaleo. Lo único que realmente necesita un hombre es algo que echarse a la boca y un techo bajo el que descansar. En mis tiempos la comida la cazábamos con nuestras propias manos y dormíamos bajo el manto de las estrellas -volvió a suspirar, con nostalgia-. A menudo lo echo de menos. Para algunos podía resultar complicado, pero, en muchos aspectos, era mucho más simple, ¿sabe?
Resultaba extraño oírle hablar; no sólo era que su forma de expresarse sonara arcaica, sino que también lo que relataba parecían más propio de un anciano que del hombre joven que aparentaba ser.
Como mago, Arión estaba acostumbrado a fijarse en los pequeños detalles que podrían pasar inadvertidos para cualquier otro, y no se le escapó el leve brillo del aura dorada que pareció envolver brevemente al extranjero. Sin embargo, no detectaba magia alguna en él, por lo que supuso que debía de ser otro de esos metahumanos que tan frecuentes eran aquellos días.
- Ah, sí... americano. Hoy en día con la globalización es mucho más sencillo desplazarse largas distancias. Yo he llegado a pasar meses en alta mar para ir de un sitio al otro.
Arión nunca había visto la necesidad de ocultarse bajo una identidad secreta. En la Atlántida todo el mundo sabía quién era, y, aunque su álter ego había invertido una cantidad nada desdeñable de esfuerzo y magia en ocultar a todo el mundo su identidad durante milenios, lo hizo movido por una búsqueda de la neutralidad para preservar el Equilibrio que le impelía a mantenerse apartado de todo. Arión no había sentido hasta ahora el impulso de seguir sus pasos, y, aunque tampoco iba aireando a los cuatro vientos quién era en realidad, al ser miembro de la Liga y una persona conocida allí en París era relativamente fácil que le reconocieran. Además, su código moral le impedía mentir, por lo que no le salía de manera natural el ser discreto.
Asintió con aprobación cuando Apollo habló de su fluidez lingüística.
- Veo que es usted un hombre instruido. Eso está muy bien. Ya lo dijo Einstein: "Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar el bello y maravilloso mundo del saber". Toda mi existencia no ha sido sino una búsqueda constante de conocimiento, aunque admito que con el tema de los idiomas siempre hice trampas. Verá usted, en el que fuera mi hogar sólo se hablaba una lengua, así que nunca imperó en mí la necesidad de proliferar en esa forma de conocimiento. Siempre tuve a mi alcance además los medios para suplir tales barreras cuando llegaba a darse el caso.
Se refería por supuesto a la magia. A día de hoy, seguía comunicándose con las gentes de aquél mundo gracias al pendiente mágico que le traducía lo que decía todo el mundo al tiempo que hacía lo propio con lo que él hablaba haciendo que para todos sonara como si lo estuviera haciendo en su idioma.
Hasta ahora, el hombre rubio le estaba cayendo muy bien. Era instruido y amable y Arión tenía muy pocos amigos en aquél nuevo mundo, y los que había tenido habían dejado de serlo después de lo que había hecho tras ser corrompido por el Demonio del Mundo Oscuro.
- Mi mayordomo... -una repentina tristeza cruzó por su semblante-. En realidad era uno de mis discípulos. Simplemente se ofreció a ser quien se asegurase de llevar al día todos los asuntos relacionados con las modernidades actuales, dado que yo era absolutamente incapaz de comprender la mayoría de conceptos. Y lo intenté, las Crónicas de Choloh son testigos, pero aunque asistí a diferentes charlas y lecciones seguía sin entender nada de ordenadores y demás cosas que parecían más complejas que la magia. También se ocupaba de alimentarme, mi buen amigo. Bien sabía que, de tener que contar únicamente conmigo mismo me habría olvidado de comer hasta el punto de morir de inanición -guardó silencio durante un par de minutos antes de añadir, en un susurro-: No merecía todo cuanto hizo por mí.
Cuando Apollo se ofreció a acompañarle al banco alzó la mirada hacia él.
- ¿De verdad haría eso? ¿Dispone de tiempo suficiente? No querría en modo alguno incomodarle, y temo que primero habría que pasar por casa para recoger la documentación que guardaba Trykhun, puesto que ni siquiera sé cuál es el banco. Pero, si quisiera hacerme el favor, desde luego agradecería la compañía. Éstos últimos meses han sido... bastante complicados.
Llamar así a la espantosa concatenación de desgracias acaecidas los últimos meses era un eufemismo en toda regla.
Una vez Andrew accedió, Arión le acompañó hasta la joyería del centro comercial, donde el dependiente les confundió con una pareja. El hechicero no se inmutó, ni ante éste hecho, ni ante la confirmación implícita de homosexualidad que Apollo hizo justo después. En la antigua Atlántida la sexualidad se había vivido siempre de una manera muy abierta y liberal, sin tabúes o represiones, y, aunque era cierto que en los viejos tiempos no había conocido a nadie que fuera homosexual, poseía todos los recuerdos de su álter ego, quien había sabido disfrutar plenamente de todo tipo de placeres ya desde el antiguo Egipto, sin cerrarse jamás a nada, y había mantenido amantes tanto masculinos como femeninos hasta prácticamente la actualidad. Arión conservaba también dichos recuerdos y, aunque en un principio las imágenes le habían resultado turbadoras, había terminado por acostumbrarse y aceptarlas como algo natural.
Los anillos eran hermosos; poseían la clase de diseño intrincado que agradaba al hechicero, en lugar de sustentar su belleza en un banal y vacío ejercicio de contabilizar la cantidad de diamantes y materiales preciosos empleados en su elaboración. De hecho ni siquiera era capaz de reconocer de qué material estaban hechos, pero tenía claro que no era ni oro ni plata.
Estaba a punto de preguntar, llevado por la curiosidad, cuando saltaron las alarmas y la reja los dejó aprisionados. Su Sentido del Peligro no se había activado, por lo que no debían de ser el objetivo inmediato de lo que fuera que estaba sucediendo fuera, pero a diferencia de su álter ego, Arión no era de los que se quedaban de brazos cruzados ante los actos de los malintencionados.
- Entiendo que éstos barrotes tienen un objetivo de protección, ¿sí? -inquirió, volviéndose hacia el dependiente-. Porque podría fundirlos si fuera necesario, ¿pero entiendo que prefieren mantener la protección? Bueno, comprobemos primero lo que está ocurriendo, mas, por favor, guardad mi cuerpo, pues no seré capaz de protegerlo mientras esté fuera.
Con calma, el hechicero se sentó en el suelo con las piernas cruzadas y cerró los ojos, entrando en un profundo estado de meditación. De su cuerpo emanó entonces una especie de humo blanco translúcido que atravesó el enrejado y comenzó a recorrer el centro comercial, a la búsqueda de lo que fuera que había activado las alarmas.