Secret Santa 2017

0.

Nombre (base): Shawn Wilde.
Edad: 18 años.
Residencia actual: Gotham.
Ocupación: Estudiante de Bioquímica.
Especie (base): Humano.
Especie  objetivo: Klyntar obtenido artificialmente a partir de la cepa de "Carnage". Responde al nombre "Savage".
Potencia estimada del objetivo: Desconocida. En el mejor de los casos, amenaza de nivel 10, equivalente a Toxin.
Color de ojos (base): Verde oliva.
Color de pelo (base): Marrón.
Color de piel (base): Moreno.
Altura (base): 176 cm.
Peso (base): 72 kg.
Color de ojos (objetivo): Blanco.
Color de pelo (objetivo): -
Color de piel (objetivo): Rojo oscuro y negro. Variaciones observadas a lo largo del tiempo.
Altura (objetivo): 180 cm aproximadamente.
Peso (objetivo): Desconocido.
Habilidades: Poderes estándar propios de la especie Klyntar.
Debilidades: Debilidades estándar de la especie Klyntar. Inexperiencia. Escaso control de la base sobre el objetivo. Cáncer de pulmón suspendido por la presencia del objetivo. Introversión. Inseguridad. Doctora Serah Wilde (madre), bloque C, celda 14.


La ficha seguía y seguía, detallando hasta el último dato de interés que pudiera tener su futura presa.  No había sido particularmente difícil hacerse con la información, desde luego: Tan sólo habían tenido que esperar a que la doctora Wilde comenzara un poco antes sus vacaciones de Navidad... Una inyección de tranquilizante y un repaso telepático por obra de su inestimable colaborador Psimon, y ya tenían información suficiente para hacerse con su objetivo. Savage era exactamente lo que necesitaban, al fin y al cabo: Tan efectivo como cualquier otro simbionte, y por tanto, igual de valioso; pero infinitamente más fácil de obtener. Incluso con los recursos de los que disponían, era una auténtica locura tratar de capturar a un Klyntar "adulto", con una base con más experiencia en su uso: Chantajear a una persona así podía ser más bien difícil, y un combate directo llamaría la atención de todo el mundo, además de causar bajas más que importantes. Era toda una suerte que hubieran podido infiltrarse en los laboratorios que les habían dado las pistas a seguir. Y, ahora... Tan sólo había que tener una pequeña charla con Shawn, y darle a elegir: Su simbionte... O su madre.

-Seguir observando al villano de la historia. (Ve a la parte 1.)
-Ir a ver dónde demonios está Shawn. (Ve a la parte 2.)
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1.

El villano de la historia... ¿Qué villano? Yo no veo ninguno por aquí. Lo único que tenemos es un amable caballero sentado delante del escritorio, leyendo la información que necesita para completar con éxito su oróximo negocio. En sus oídos, suena el ronroneo de las máquinas funcionando y la charla amortiguada de una decena de científicos. Creo que se llama Alan Knights. Suena demasiado bien, así que es posible que sea un nombre falso. Tendrá unos treinta y bastantes años, el pelo y los ojos castaños, y una barba bien recortada que aún así no disimula la cicatriz que cruza en diagonal parte de su mandíbula, cortando sus labios en dos mitades desiguales. Cuando termina de leer, se incorpora, cruje ligeramente sus nudillos, y sale por la puerta. Al otro lado, hay un largo pasillo con puertas muy separadas entre sí. Alan tiene en frente la D, pero no entra por ella. No necesita nada de lo que hay al otro lado, ya que dentro de no mucho van a enviar esas muestras a unos clientes.

En lugar de eso, se dirige hacia uno de los extremos, al exterior... Donde le esperan sus hombres, y su presa. Por cierto, hablando de él... ¿Dónde está? Para ser el protagonista de esta historia, está sorprendentemente ausente.

-Ir a ver dónde demonios está Shawn. (Ve a la parte 2.)
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2.

Savage está enfrentándose ahora mismo a el enemigo más peligroso que ha conocido en toda su carrera como superhéroe/persona con un simbionte pegado al cuerpo. Algo que supera, por mucho, a todos los criminales que se ha encontrado hasta la fecha, o incluso a la máquina de matar que había resultado ser Ravage. No, era algo mucho peor. Algo contra lo que no podía usar sus poderes ni huir...

Ese día, Shawn tenía que enfrentarse a un examen sorpresa de Física.

-Así que... No tienes puta idea de lo que estás haciendo.-No, no demasiado. Es lo que suele pasar cuando se supone que el examen de una asignatura es dentro de dos meses, y tienes una vida demasiado ocupada como para ir estrictamente al día en todo. Y si no consigues acordarte de lo poco que sabes porque tienes un alienígena tocándote la moral continuamente... Más le convenía levantarse e irse ya a su habitación. Puede que encontrara algo más productivo que hacer, y seguro que sería más entretenido que mirar con desesperación aquella hoja de papel. -¡Por fin empiezas a pensar algo que no es una tontería! Hala, vámonos, vámonos.-Savage estaba tremendamente aburrido, y la tensión de la situación no hacía más que ofrecerle más y más posibilidades de interferir en su huésped. Shawn tambolireó con los dedos sobre la mesa. Tampoco es que le hiciera demasiada gracia quedarse con un suspenso casi asegurado... Seguro que algo podía hacerse para mejorarlo.

-Quedarse hasta el final del tiempo. (Ve a la parte 3.)
-Dejar el examen como está. (Ve a la parte 4.)
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3.

De acuerdo, eso ha sido muy responsable por tu parte. Tras un profundo suspiro, Shawn trata de sobreponerse a su inquieto compañero, y se inclina sobre la mesa de nuevo para seguir el ejercicio. Estas cosas también deberían contar como heroicidades en el currículum de Spider. -De acuerdo, chicos, se acabó el examen. Pasad las hojas hacia delante...-Una hora y media después, el alienígena seguía refunfuñando con la misma intensidad que había tenido en los primeros minutos. Desde luego, no parecía querer parar pronto, pero al menos Shawn podía quedarse con la tranquilidad de haber hecho un trabajo medio decente. No tenía muchas ganas de quedarse hablando, así que se despidió y salió de la clase tan pronto como tuvo ocasión. Gracias a Dios, la residencia estaba cerca, así que no tardaría mucho en llegar a la cama y echarse una bien merecida siesta.

O no.

Estaba con las llaves en la mano, a punto de entrar en su habitación, cuando sintió... Algo. Un escalofrío descendiendo por su columna, a pesar de la calidez que invadía el pasillo. Era una pena que Savage no incluyera un sentido arácnido en condiciones, que le permitiera distinguir si aquello eran imaginaciones suyas o un algo importante. Aunque, a decir verdad... ¿Qué podría haber en su habitación así? Qué tontería, piensa Shawn mientras introduce la llave en la cerradura y la gira. Su habitación, como siempre que se deja la persiana cerrada por las mañanas, está a oscuras por completo. Hasta ahí, todo normal, si ignoramos el sutil sonido de estática que perfectamente podría venir de su radio despertador.

Ahora es cuando empiezan las cosas raras. Tan pronto como el chico encendió la luz, se encontró frente a frente con un grupo de cinco adultos. Uno apoyado en la pared, un par sentados en la cama, otro cerca de la ventana… Y uno, en la silla, observándolo de arriba abajo, con un abrigo largo y marrón sobre su uniforme. Todos ellos vestidos con unos trajes muy parecidos a los que cualquier mercenario o soldado del mundo llevaría, aunque con un par de añadidos bastante...Sospechosos. Se  podían distinguir con claridad los dispositivos plateados en sus muñecas, similares a relojes; y otros algo más grandes incorporados en sus cinturones. En el centro de cada dispositivo, había algo que brillaba con una luz azulada. Eso, junto con las armas que llevaban consigo, hacían que se le pusieran los pelos de punta. -... ¿Cómo habéis...?-Probablemente debería correr. Muy rápido, y muy lejos, y por motivos muy obvios. Es decir, puede que aquellos tipos incluso fueran de los buenos y todo… Pero joder, no lo parecían. El de la cicatriz, el que estaba sentado en su silla, unió las puntas de sus dedos antes de hablar, con una tranquilidad  que contrastaba vivamente con la tensión creciente que se abría camino, poco a poco, en el interior de Shawn. -¿… Entrado? Por la puerta, por supuesto. Me llamo Alan Knights, pero tú puedes llamarme Alan, si quieres.-De acuerdo, a pesar de la cicatriz y la “emboscada” que le habían tendido, quizás fuera algo bueno. No le hacía ni pizca de gracia que alguien supiera dónde vivía, pero si le necesitaban para detener a algún villa… -Hemos venido a llevarnos al Klyntar.-… Mierda.

- ¿Y por qué debería dároslo?-Por el rabillo del ojo, Shawn pudo ver cómo uno de aquellos hombres le cerraba la salida hacia la puerta. -Venga, déjate de tonterías. Me debes esta por haberte dejado hacer la gilipollez del examen.-Los zarcillos rojos de Savage empezaron a moverse, deslizándose por sus brazos. Amenazando con romper el equilibrio y tomar el control de su cuerpo. La residencia estaría prácticamente vacía a esa hora, la mayoría de la gente se habría ido ya a sus vacaciones de Navidad… Pero eso no significaba que debiera pelearse con cinco tíos armados dentro. -Porque tenemos algo que quizás te interese más que el simbionte.-Alan extrajo de uno de los bolsillos de su gabardina un pequeño objeto similar a un móvil. Y, de hecho, el chico creyó que era exactamente eso hasta que se dio cuenta de que no tenía nada más que la pantalla en sí. Lo más importante, sin embargo, era la imagen que se reflejaba en ella. Una mujer, aparentemente dormida, flotando en una pequeña cápsula transparente puesta en horizontal. Esa mujer… Era su madre.

Por un momento, Shawn no pudo ver nada más que su cara, olvidándose incluso de la media docena de mercenarios que lo rodeaban. Podía notar la sangre hirviéndole en las venas, Savage desplegándose por completo sobre su cuerpo… Y un único pensamiento en su cabeza.

-¡Huir! (Ve a la parte 5.)
-¡Luchar! (Ve a la parte 6.)
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4.

Bueno, siempre se puede recuperar en otros exámenes. Pero, desde luego, hoy no. No te puedes imaginar el alivio que siente Shawn al salir del aula, y darse cuenta de que tiene no sólo una tarde toda para él, sino unas vacaciones de Navidad por delante. Sonrisa en ristre, nuestro protagonista se dirige a su habitación una hora y media antes de lo previsto por sus futuros visitantes. Aprovecha para hacer la maleta para volver a casa al día siguiente, subir la persiana, descansa un rato… Y, en un momento dado, mira por la ventana. Está empezando a nevar muy ligeramente, aunque lo suficiente como para llenar el paisaje habitualmente gris de copos blancos. Quién diría que también nevaba normal en Gotham… Shawn habría jurado que la nieve de esa ciudad sería negra. Y con forma de murciélago, posiblemente. -Hablando de cosas negras...

Su mirada se volvió instintivamente hacia una furgoneta de ese mismo color, que había aparcado en un rincón, entre dos edificios. Desde luego, no era el lugar ideal para ver lo que pasaba ahí. Pero lo que Shawn sí vio fue cómo la puerta del vehículo se abría, permanecía unos segundos así… Y, después, se cerraba sin que nadie la tocara.

De acuerdo, eso ha sido muy raro. Llevado por la curiosidad, Shawn se fijó un poco mejor… Y cuál es su sorpresa, cuando creyó distinguir pequeños montoncitos de nieve formándose en el aire, justo encima de unas huellas que se dirigen hacia su edificio. Si era lo que creía que era (y lo que creía era una locura), parecían estar… Escondiéndose. Evitando las partes del suelo nevadas, procurando caminar bajo cornisas que les hagan de techo… Hasta que, finalmente, entraron por la puerta de la residencia. Debería ir a investigar. Es decir… Alguien invisible que intenta colarse en algún sitio no puede estar haciendo nada bueno, y menos cuando en ese sitio supuestamente viven estudiantes, simplemente. Seguro que venían a por alguien, tenía que pararlos de alguna manera y sin que nadie se enterara. Ya estaba caminando hacia la puerta, cuando la voz de Savage lo detuvo.-Son. Jodidamente. Invisibles.-… Muy cierto. Dentro de un edificio, no habría huellas que seguir, y ya se habrían quitado la nieve de encima. Era imposible encontrarlos, fueran quienes fueran… A menos que los escucharas.

Shawn tragó saliva, y se quedó quieto unos segundos. No le hacía demasiada gracia la idea de recorrer todo el edificio buscando a esas personas invisibles guiándose únicamente por eso. Pero… Bueno, nadie dijo que ser un Spider fuera fácil. A veces, las cosas acaban así. Alargó la mano hacia el pomo, dispuesto a salir… Y, entonces, fue cuando lo escuchó.

Cinco pares de pasos resonando en el pasillo. Acercándose a su puerta a toda velocidad. Por un momento, Shawn pensó que se iba a quedar paralizado ahí. Que, fueran lo que fueran, iban a abrir la puerta para encontrárselo ahí, quieto como un memo. Hubiera sido bastante gracioso, aunque ni él ni Knights se habrían reído lo más mínimo.

Afortunadamente, el instinto de supervivencia de Wilde aún seguía funcionando. Para cuando los mercenarios entraron en la habitación, esta se encontraba vacía: El chico al que buscaban había salido por la ventana, y estaba pegado a la pared de fuera. Hacía un frío para morirse, y con la tensión del momento, se había olvidado de ponerse aunque fuera una chaqueta. Desde luego, el día había empeorado a toda velocidad. “-Por favor, que nadie me vea...”-Deseó, agudizando el oído. Con un poco de suerte, podría enterarse de algo mientras decidía qué cuernos hacer… -El objetivo debería llegar dentro de hora y media, aproximadamente. Preparaos para lo peor: Su dominio del Klyntar es pésimo, y es probable que pierda el control cuando conozca las condiciones del intercambio. Si eso sucede, recordad que, aunque necesitemos el simbionte en buenas condiciones, el chico no tiene por qué sobrevivir a esta tarde.-Quienquiera que fuera, hablaba con una naturalidad y una tranquilidad escalofriantes. Su voz atravesaba la ventana entreabierta, permitiendo al héroe en prácticas enterarse de todo lo que ocurría dentro de su propia habitación. Estaban hablando de ellos, y la verdad…. No parecía ser nada especialmente tranquilizador. Shawn tragó saliva, notando cómo el simbionte comenzaba a moverse, a envolver su cuerpo con zarcillos rojos y negros. -Vamos a darles “dominio pésimo”… Por cierto, memo, no sé si te has dado cuenta… Pero ese chico que probablemente planean cargarse eres tú. Así que espabila, déjame salir y vamos a hacer honor a mi nombre de una puta vez.

-¿Y si accede al intercambio?-La voz de otro hombre, ligeramente más apagada que la primera, pronunció una pregunta que parecía completamente fuera de lugar. Es decir… ¿Qué intercambio? -En ese caso, la doctora Wilde volverá a su casa, y nosotros nos llevaremos al alienígena a la nuestra.

Seguro que alguna vez te ha pasado. De pronto, todas las piezas del puzzle encajan a la vez, y la sensación de realización es tan intensa que casi sientes cómo te golpea en la cara. He aquí la razón por la que casi cualquier héroe sensato tiene una identidad secreta, y procura que ni siquiera su familia lo sepa. En nuestro caso, Serah había sido la responsable directa de la operación que había salvado la vida a su hijo, así que esa medida de protección se había ido al traste desde el minuto uno. Tenía que hacer algo. Los tentáculos de Savage se erizaron, haciendo cada vez más tangible sus intenciones. Sin embargo, desde la pared en la que estaba colgado podía ver la furgoneta negra en la que habían venido…

-¡No te quedes ahí parado! Entrar en la habitación por la ventana y pegarles una paliza. (Ve a la parte 6.)
-Esperar, y seguir la furgoneta negra a dondequiera que vaya.  (Ve a la parte 7.)
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5.

Shawn no sabría explicar cómo o por qué, pero en ese momento, decidió una cosa: No podía con ellos. Llámalo intuición, llámalo instinto, o llámalo imbecilidad (como hizo en ese momento Savage), pero el resultado fue el mismo. Shawn acabó su transformación repentinamente, y antes de que nadie apretara el gatillo, saltó por la ventana. El sonido del cristal al romperse, los latidos de su propio corazón acelerado y las lindezas que el simbionte gritaba en su cabeza lo ensordecían. Shawn cayó sobre la nieve del patio, aterrizando por lo menos con algo de elegancia y el traje totalmente formado. Tenía la sensación de que eso era lo primero que le salía bien en una eternidad… ”-… Oh, no.”-No estaban. Cuando se giró para ver la ventana de su habitación, pudo comprobar que no había ni un alma dentro. Era como si se hubieran desvanecido en el aire, y eso no lo hacía sentir mejor que antes, precisamente. Tenía que esconderse, y pensar en algo para salir de ese lío. Y aún más importante… Encontrar a su madre antes de que le pasara nada. Tenía que moverse rápido. Usando una telaraña, se encaramó a un edificio cercano, y se balanceó hasta alcanzar la azotea. No tenía muchas pistas con las que trabajar: Los hombres que habían aparecido en su habitación no tenían ningún símbolo en especial en sus ropas, el nombre de Alan Knights no le sonaba de las noticias… Piensa, Wilde, piensa. Tiene que haber algo… Descendió al callejón que había al otro lado, procurando no hacer ruido. Con un poco de suerte, creerían que se había ido lo más lejos posible, y no buscarían demasiado por los alrededores.

Fue entonces cuando escuchó un pitido amortiguado, seguido del inconfundible sonido de la estática. Dobló la esquina, pegándose a la pared por pura precaución. -Yo diría que ese es el “algo” que buscabas...-La calle principal estaba bastante transitada, llena de gente que iba de un lado a otro. Pero no fue eso lo que llamó la atención de Shawn. A unos metros de él se encontraba la fuente de ese ruido: Una furgoneta negra, por cuya ventana trasera se podían ver una serie de cajas grises apiladas… Todas ellas marcadas con un dibujo que imitaba a la perfección el diseño de los extraños aparatos que los mercenarios llevaban consigo. Era demasiada coincidencia. Así que Shawn se deslizó debajo del vehículo, y se pegó a la parte de abajo. Iba a seguirles, aunque tuviera que esperar todo el día para ello, e iba a averiguar qué estaba pasando.


Por suerte, no tuvo que esperar todo el día: Un cuarto de hora después, Shawn estaba prácticamente congelado, con todos y cada uno de los músculos de su cuerpo entumecidos, y a punto de salir de su escondite simplemente para romper algo de frustración. Si lo hubiera hecho, se habría encontrado cara a cara con Knights y compañía, porque aparecieron en ese mismo momento en medio del callejón y subieron al vehículo, que empezó a moverse sin más preámbulos. Era toda una suerte que se hubieran cansado tan rápido de buscarle, pensó Shawn mientras se aseguraba en su posición. No quería caerse a mitad de trayecto y ser descubierto… O, peor aún, atropellado por otro coche que fuera detrás.

El viaje fue más bien largo. El ruido del tráfico y la gente se fue intensificando a medida que se acercaban al corazón de la ciudad. El susurro del asfalto dio paso al áspero sonido de una puerta metálica al abrirse, permitiéndoles descender por una rampa. La puerta de la furgoneta se abrió, sus ocupantes descendieron, y Shawn se quedó solo. Apenas pasaron unos segundos antes de que el propio Savage moviera el cuerpo que ambos compartían, sacándolos de su escondite. Estaban en una especie de hangar o garaje no demasiado grande, iluminado con fluorescentes que no lograban disipar del todo la sordidez que ofrecían las paredes de hormigón. La mayoría de los vehículos que allí había aparcados se parecían al que le había traído: Negros, sin ninguna señal que los identificara. Shawn había aparecido en un mundo de grises, blancos y negros, un subterráneo desierto perfectamente uniforme y ordenado. Se dirigió a la única salida visible aparte de la rampa por la que había entrado, y ascendió por las escaleras que se encontraban al otro lado. Sus propios pasos resonaban ligeramente, desdibujando ecos a medida que ascendía. En un momento dado, volvió la vista atrás, tan sólo para encontrar su propio brazo transformado en una garra y el largo arañazo que había dejado en la pared sin darse cuenta. Tragó saliva, rogando que nadie lo hubiera oído, y siguió ascendiendo a un paso cada vez más rápido.

El silencio sería casi aplastante, si no fuera por los latidos de su propio corazón, perfectamente audibles sobre las tentativas de Savage de tomar el control y sus propios pensamientos. ¿Su madre estaría bien? ¿Qué le habrían hecho para que les dijera dónde encontrarle? No sabía siquiera si quería saberlo… Pero, si quería salvarla, tendría que enfrentarse a eso antes o después.

Justo cuando empezaba a creer que esas escaleras no tenían fin, se topó con una puerta metálica de un vivo color amarillo. Al otro lado se oía un leve murmullo intelegible y, de nuevo, ese ruido de estática tan familiar.

-Atravesar el umbral. (Ve a la parte 9.)
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6.

Más tarde, cuando Shawn se parara a pensar en qué había ocurrido en ese momento, no lograría averiguar si había sido el simbionte o él. Lo único que tenía claro era que había saltado sobre Knights con un grito, dispuesto a despedazarlo… Y, justo después, se había chocado con algo y había caído al suelo de espaldas. -¡¿Cómo has...?!-Se incorporó de un salto, tan sólo para notar cómo un dolor abrasador se extendía por su costado. Savage y él gritaron a la vez, el dolor y la sorpresa mezclados hasta ser casi imposibles de distinguir. Miró a su alrededor, todos estaban de pie, y el cañón del arma de uno de ellos humeaba. Le habían hecho algo, le habían… ¿Disparado? Pero aquello dolía más que una bala, y no había oído ningún ruido… Tan sólo un sonido insistente de estática, como el de una televisión antigua sin señal. Se llevó una mano a las costillas, tensando los dedos sobre una herida que seguramente tardaría mucho más de lo normal en curarse. -Son armas calóricas, chico. Seguramente, te encantaría saber cómo funcionan… Si estuvieras en tus cabales.

No era el caso, por supuesto. Al ver que el hombre que le hablaba era invulnerable de alguna manera, el joven dirigió su siguiente ataque a otro de los mercenarios. Sus garras resbalaron sobre una superficie lisa y dura, como un cristal, sin llegar siquiera a rozar a la persona que estaba al otro lado. Sufrió un nuevo latigazo de dolor en la espalda, seguido de un insulto dicho a gritos por el simbionte. Lanzó una telaraña a otro, directamente a su cara… Y, de nuevo, sus intentos de hacer algo se chocaron con esa maldita barrera invisible.

Sólo entonces se dio cuenta de hasta qué punto estaba acorralado...

-No pueden ser invencibles, tiene que haber alguna manera de derrotarlos… (Ve a la parte 8.)
-Una retirada a tiempo también es una victoria. (Ve a la parte 5.)
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7.

Shawn respiró hondo, tratando de calmarse, y lanzó una red al edificio que tenía enfrente para acercarse al callejón en el que estaba el misterioso vehículo. No parecía tener nada extraño… Salvo, quizás, que la parte de atrás estaba llena de cajas grises marcadas con un símbolo, de color azul y gris. Todas parecían iguales y estaban cerradas, de manera que era imposible saber qué contenían. De acuerdo, había ganado algo de tiempo: Esas personas permanecerían en su habitación una hora y media más… Eso le daba algo de ventaja. Se llevo las manos a la cabeza, pensando, resistiendo el impulso de volver ahí y darles la paliza de sus vidas. Miró a través de las ventanillas, buscando cualquier cosa que pudiera ayudarle a encontrar a su madre. Por lo que había oído, parecía que ella estaba bien… Al fin y al cabo, querían usarla de rehén. Quizás esa fuera la única buena noticia que había recibido en todo el día.

-Eh, idiota. Mira eso de ahí.-Savage tenía prisa por lanzarse a la acción. Esa era la única razón por la que había señalado el pequeño rectángulo de cartulina blanca que reposaba sobre uno de los asientos. Era… Una especie de tarjeta de visita, en la que podía leerse un nombre: Omnitech. Aquello le sonaba… Habían aparecido hacía poco, prácticamente siguiendo a la Colisión de los mundos. Era una empresa de tecnología punta, algún profesor incluso la había mencionado en clase como ejemplo. Es decir, era más que llamativo el hecho de que una multinacional de ese calibre hubiera aparecido de la nada… Y hubiera empezado a funcionar inmediatamente, dejando a la mitad del mundo asombrado en el proceso.

No creía que tuviera nada que ver con lo que estaba pasando, pero… No tenía otra pista. Así que lanzó una nueva telaraña, y se dirigió hacia el enorme edificio que hacía las veces de sede de Omnitech en Gotham. Se balanceó sobre las nevadas calles de la ciudad, haciendo que más de un viandante alzara la mirada para encontrarse con un héroe que nada tenía que ver con Batman. Y, para ser sinceros, a Shawn no podría importarle menos que lo estuvieran mirando. Quizás se preocuparía otro día que tuviera menos prisa.

No tardó mucho en llegar al rascacielos que estaba buscando. La fachada, cubierta en dos de sus caras de cristal reflectante, estaba empañada por completo.

Shawn saltó, deshaciéndose de la última telaraña que había lanzado, y dejó que sus manos y pies se adhirieran a la superficie del edificio antes de comenzar a escalarlo. ”-Nomiresabajo, nomiresabajo...”-No tenía la más mínima idea de si sus nuevos poderes lo ayudarían a sobrevivir a las caídas, pero lo que sí sabía era que estaba a unos quince pisos del suelo, más o menos. No quería descubrir si podía soportar eso o no.

El ascenso fue lento: El cristal helado era una superficie difícil incluso para las habilidades de Savage, y, como Shawn, al alienígena tampoco le hacía ninguna ilusión caer al vacío. La cima parecía alejarse un poco más cada vez que el joven héroe avanzaba hacia ella, como si se encontrara en una pesadilla sin fin. Pero, por suerte, Shawn no había abandonado en ningún momento el mundo de los despiertos. El fin, como todo en la vida, acabó llegando, y trajo consigo el alivio que siempre sigue al peligro superado. No por mucho tiempo, sin embargo. Aún quedaba la parte más difícil.

Debajo del sobretecho que cubría todo el edificio, había una trampilla de mantenimiento por la que Shawn pudo colarse para acceder a uno de los pasillos del piso superior. -Qué raro… ¿No debería haber gente trabajando o algo?-Sí, debería. Pero Savage no necesitó esconderse, como había planeado: No había ni un alma allí, nadie que pudiera verlo para delatar su presencia. Supuso que eso hacía las cosas más fáciles. Después de deambular unos minutos por los pasillos, llegó a la conclusión de que se encontraba en un laboratorio: Todo estaba limpio y ordenado, pero los microscopios, probetas, neveras para muestras y ordenadores no dejaban lugar a dudas. Quizás debería buscar en otro piso.

Sin embargo, nunca llegó a encontrar el ascensor: En lugar de eso, Shawn descubrió una puerta diferente a las demás, metálica y con aspecto de pesar media tonelada. A diferencia del resto de salas del laboratorio, no tenía cartel alguno que indicara qué estancia se encontraba detrás… Y estaba cerrada a cal y canto. Cuando Shawn intentó abrirla, se escuchó un breve pitido acompañado del encendido de una luz roja sobre el pomo. Quizás hacía falta algún tipo de identificación, pensó. Al aguzar el oído, notó un ruido similar al de las radios cuando no tienen señal. No venía de muy lejos...

-Seguir el sonido extraño. (Ve a la parte 12.)
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8.

Una cosa estaba clara: No podía actuar con ellos como había hecho hasta ahora. De alguna manera, no podía tocarlos… Pero dejarse vencer no era una opción. No podía fallarle a su madre en aquel momento. Una nueva telaraña brotó de su muñeca, pero en esta ocasión no se dirigió hacia ninguno de sus enemigos. En lugar de eso, arrancó de cuajo la lámpara, y la precipitó por sorpresa sobre uno de ellos. Su objetivo logró apartarse a medias: A pesar de que evitó salvar su cabeza, fue el resto del cuerpo el que se llevó el impacto.

No hubo tiempo para preguntarse por qué eso sí que había funcionado. -Fuego.-La orden de Knights precedió el sonido metálico de las armas siendo preparadas por manos expertas, utilizadas para crear una nueva ola de disparos silenciosos y abrasadores que no tenían miedo de dar a sus aliados. A diferencia de lo que ocurre en las películas, nuestro protagonista no pudo esquivar todos, pero eso no le importaba. Shawn ya no sentía nada en absoluto. Su visión se había enturbiado de golpe, y sus oídos pitaban tanto que ya no podía escuchar nada. Para él, aquello ya no era más que un sueño, algo que ocurría en un mundo distante y que nada tenía que ver con él.

Un bramido retumbó por todo el edificio. Nadie habría sabido decir si era una risa o el rugido de un animal malherido, o una extraña mezcla de ambas. Cuando la criatura se incorporó, lo hizo renqueando, mostrando a sus cazadores una monstruosa sonrisa ribeteada de dientes como puñales, coronada con una larga lengua roja que se movía como si tuviera vida propia. Su piel se doblaba y retorcía sobre el cuerpo prácticamente inerte de su huésped, quemada y rasgada como los harapos de un fantasma que se resistiera a dejarse morir del todo. Antes de que los soldados dieran un paso atrás, la bestia retomó su ataque, saltando por encima del escudo que protegía a uno de los mercenarios y atravesando su pecho con una garra. Por primera vez en mucho tiempo, la sangre de un ser vivo bañó las manos de Savage. Y, al igual que había hecho su “padre” antes que él, lo disfrutó como si fuera lo único que mereciera la pena en el mundo.

En la calle, el grito no había pasado desapercibido: El GCPD estaba más que en camino, y todo aquel que conociera el tipo de problemas que se solían desarrollar en Gotham ya había desaparecido de los alrededores de la residencia: Nadie quería estar en las inmediaciones de alguien como Killer Croc, el Man-Bat, o el monstruo que hubiera emitido ese grito.

Mientras tanto, la lucha se recrudecía en el interior de la habitación de Shawn. El simbionte, enloquecido por el dolor y la adrenalina, se había convertido en un ser poderoso pero predecible. Su sed de sangre le había hecho olvidar que su enemigo podía volverse invisible, y eso lo había llevado a una situación que ni siquiera él podía dominar. Los disparos continuaban, quemando sus tejidos, alcanzando la carne que había debajo; y aunque logró eliminar a otros dos mercenarios… No tardó mucho en caer.

-Es una lástima que haya tenido que ser así...-El hombre de la cicatriz se volvió visible justo al lado de Savage, y atrapó entre las manos el objetó que le lanzó unos de sus compañeros: Un aparato marcado con el nombre de Omnitech… Y con vibranium antártico en su interior. Alan se agachó, y lo posó sobre la espalda de la amalgama formada por los restos de Savage y Shawn. El control del klyntar sobre su huésped comenzó a descender, permitiendo a este último sentir el peso del metal sobre su cuerpo, y las vibraciones que surgieron de él. Unas vibraciones que no tardaron en expulsar al casi carbonizado Savage de su cuerpo, listo para que otro de los soldados lo recogiera en una cápsula transparente.

Shawn no se lo podía creer. Había… Perdido. Y no sólo eso… Si esa gente ya no necesitaba a su madre, ¿qué harían con ella? ¿Qué iban a hacer con él? Sin el simbionte, le quedaban unos meses de vida… Y eso, suponiendo que sobreviviera a las heridas que aquella pelea había dejado tras de sí. Shawn trató de levantarse, pero sus miembros no le respondían. Poco a poco, notó como sus ojos se llenaban de lágrimas. Lo había echado todo a perder… Todo, por haber querido hacerse el héroe. Y pensar que esa misma mañana estaba en clase, como cualquier otro chico… Pero todo quedaba muy lejos en ese momento. Ahora, Shawn sólo podía notar el nudo en su garganta, las lágrimas ardiendo en sus ojos, y el dolor sordo de su cuerpo roto.

Una vez el simbionte estuvo asegurado, Knights dedicó una mirada rápida al estado del chico, y volvió a cargar su arma. No era un hombre cruel. Había leído su informe, sabía lo que los siguientes dos meses le depararían… Si no fuera por aquellas heridas, que, con suerte, acabarían con él en unas horas. Shawn vio cómo el hombre de la cicatriz se acercaba, y apoyó de nuevo la cabeza en el suelo, agotado. Respiró hondo… Y, de pronto, todo se volvió negro.

Su historia había llegado a su final.
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9.

La puerta cedió con facilidad, como invitándole a pasar al otro lado. Sin embargo, Shawn se arrepintió inmediatamente de haberlo hecho. -… Mierda.

Al otro lado le estaban esperando exactamente los mismos hombres que había encontrado antes en su habitación. Incluso estaban sentados de la misma manera, con la única diferencia de que eso parecía más bien una sala de espera, en lugar de la habitación de alguien. La perplejidad de Savage era tan evidente que incluso se notaba a través de la máscara. -La oferta sigue en pie, chico. A pesar de lo que puedas creer, no queremos hacer daño a nadie si podemos evitarlo. Ni a tí, ni al klyntar, ni a la doctora Wilde.

-Entonces… ¿Por qué hacer nada de esto? ¿Por qué secuestrarla?-Shawn podía notar el latido de su corazón retumbando en sus sienes, pero se las arregló para mantener las formas. Más o menos. No había sido capaz de deshacerse de las garras que Savage había decidido crear al final de sus manos, con la esperanza de poder usarlas. -Por dinero. Por mal que suene, estas cosas ocurren. Omnitech necesita un simbionte, y ha buscado un proveedor para ello como haría con cualquier otra materia prima. Obviamente, supusimos que no nos donarías al alienígena de buenas a primeras, así que tuvimos que procurarnos algún tipo de incentivo para, por lo menos, tener la oportunidad de poder tratar esto de forma civilizada.-Shawn se planteó seriamente saltar sobre Knights para hacerlo trizas. ¿O quizás eso lo había pensado Savage? El joven sacudió un poco la cabeza, tratando de aclarar sus pensamientos. La luz que entraba por el gran ventanal del fondo se reflejaba de una forma extraña alrededor de los mercenarios, como si hubiera una lente frente a ellos. Era… Extraño. Pero no más que todo lo que llevaba pasando en el día.

-¿Y cómo sé que está bien?

-Tienes mi palabra de ello. Pero supongo que eso no te servirá de mucho… Acompáñame.-Knights se incorporó y caminó hacia una de las salidas, una puerta metálica sin ninguna indicación que parecía ser muy pesada. Posó su mano derecha en la pared mientras abría con la derecha, esperando un poco, y se adentró en el pasillo que había al otro lado. Shawn no tenía otra opción que seguirlo, escoltado por el resto de mercenarios. Este corredor quizás no resulte familiar a nosotros, narrador y lectores. Es ese sórdido lugar donde todo empezó, la galería blanca y gris iluminada con fluorescentes y bordeada de puertas marcadas con distintas letras. El guía de nuestro protagonista se detuvo frente a la que lucía una gran C amarilla en el centro, y la abrió de la misma manera que la anterior. La sala era la misma que Knights le había mostrado antes: Las mismas baldosas en el suelo, el mismo ambiente aséptico e irreal… Y la misma cápsula en el centro. Salvo la que contenía la puerta, todas las paredes estaban cubiertas de celdas blancas, como un panal de abejas… O un depósito de cadáveres en una morgue. Uno de los espacios estaba vacío, el correspondiente a su madre. Shawn decidió no pensar mucho en ello.

Se acercó a la cámara transparente bajo la atenta mirada de Knights. La doctora Wilde parecía dormida, no tenía el más mínimo rasguño, y una pequeña pantalla aseguraba que sus constantes vitales estaban en perfecto orden. Nada de lo que preocuparse. Sin embargo, a su hijo le dio la sensación de que estaba tan pálida e inmóvil como una muñeca de cera…

-Aceptar la oferta de Knights. (Ve a la parte 10.)
-Rechazar la oferta de Knights. (Ve a la parte 11.)
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10.

A veces, ser un héroe consiste en hacer lo correcto. Es fácil luchar contra los criminales, rescatar a las personas que lo necesitan… Usar los poderes que el destino ha decidido ofrecerte por alguna razón. Lo difícil es descubrir que, por desgracia, hay problemas que no se solucionan recurriendo a Savage. -¡No lo hagas! ¿No te das cuenta? En cuanto no te necesiten, te matarán para evitarse problemas… No les importas una mierda.-Las palabras del simbionte se superpusieron por un momento a las de Knights, pero Shawn trató de ignorarlas. -… en su casa. Ni siquiera es consciente de que ha sido traída a Omnitech, ya que ha estado inconsciente todo el tiempo. Cuando despierte, creerá que simplemente se quedó dormida… Y eso te deja a tí, chico, como la única persona que recuerde lo que ha pasado hoy.-Alan arqueó ligeramente las cejas. Shawn parecía… Distraído. Esperaba que le estuviera escuchando… Y que el klyntar no estuviera aprovechando para hacerse con el control. -Eso, por suerte para tí, nos obliga a comprar tu silencio. Omnitech ha estudiado bien tu caso, y lo único que puede ofrecerte es un tratamiento experimental que, con suerte, acabaría por curarte del todo.

No sonaba tan mal, al fin y al cabo… Cada parte conseguiría recuperar lo que quería, y aunque él tuviera que volver a luchar con su enfermedad, existía una posibilidad real de curarse. Podría vivir una vida normal… Pero, para eso, tendría que deshacerse de Savage. Levantó la vista del rostro de su madre y se giró para poder mirar a Knights. Seguía tan serio como siempre, y aunque seguía sin inspirarle confianza… Le estaba ofreciendo la oportunidad de hacer lo correcto. -No, no… ¡NO!

-De acuerdo… Trato hecho.-Le estrechó la mano, justo antes de que el simbionte comenzara a alzarse sobre su piel, decidido a formar una cuchilla que partiera por la mitad al mercenario. Casi lo consiguió. Savage logró hacer un largo corte en el pecho del mercenario, quien había bajado su escudo para hablar; pero no logró reaccionar a tiempo para evitar que otro de los soldados le pusiera un extraño aparato en la espalda. Tan pronto como la máquina se activó, comenzó a emitir unas vibraciones que expulsaron al simbionte, reduciéndolo a una mancha viviente de color granate en el suelo. Intentó volver a Shawn, quien había quedado paralizado de la sorpresa por un momento, pero apenas pudo avanzar antes de que otro de los hombres de Knights lo atrapara en un recipiente especial. El resto actuaron con rapidez: Uno de ellos se acercó a su jefe para evitar que cayera, mientras otro se situó delante por si debía protegerlos del alienígena.

-Oh, no...-Shawn se llevó una mano a la boca, ahogando sus propias palabras. Por un momento, había parecido que todo iba a salir bien, pero una vez más… Lo había echado todo a perder. -… Ugh… No pongas esa cara, chico, que tú estás sano y salvo.-Tosió, llevándose una mano a la aparatosa herida sobre su esternón. Le dolía, desde luego, pero eso no significaba que lo fuera a reconocer. Se apoyó en la urna en la que Serah dormía, manchando el cristal de sangre.-Nuestro trato sigue en pie. Así que ahora vete, y no te preocupes. Si tú cumples con lo que te he pedido… Yo también lo haré.

Lo siguiente que supo Shawn fue que uno de los hombres lo llevaba al exterior, atravesando los laboratorios de esa planta y descendiendo los veinte pisos del edificio en el ascensor. Para cuando Shawn quiso darse cuenta, estaba en la puerta de la sede de Omnitech… Y se había convertido en una persona cualquiera. Se acabaron los superhéroes, los alienígenas y las situaciones extrañas… Ni se imaginaba cuánto lo echaría de menos en los meses siguientes. Pero había hecho lo correcto, y eso era lo que contaba…

¿No?
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11.

-¡No lo hagas! ¿No te das cuenta? En cuanto no te necesiten, te matarán para evitarse problemas… No les importas una mierda.-Las palabras del simbionte se superpusieron por un momento a las de Knights, ahogándolas y distorsionándolas. -… en su casa. Ni siquiera es consciente de que ha sido traída a Omnitech, ya que ha estado inconsciente todo el tiempo. Cuando despierte, creerá que simplemente se quedó dormida… Y eso te deja a tí, chico, como la única persona que recuerde lo que ha pasado hoy.-Alan arqueó ligeramente las cejas. Shawn parecía… Distraído. Esperaba que le estuviera escuchando… Y que el klyntar no estuviera aprovechando para hacerse con el control. -Eso, por suerte para tí, nos obliga a comprar tu silencio. Omnitech ha estudiado bien tu caso, y lo único que puede ofrecerte es un tratamiento experimental que, con suerte, acabaría por curarte del todo.-Parecía tan convincente, tan… Apetecible. Pero Shawn no podía confiar en él. ¿Cómo confiar en alguien que entiende por “tratar de forma civilizada” secuestrar a una mujer y prepararle a él una emboscada en su propia habitación?

-Tú… Estás mintiendo. No puedo creerte.-Shawn retrocedió unos pasos, notando cómo el simbionte temblaba de excitación sobre su piel. La expresión de Knights se ensombreció. -Está bien… Si eso es lo que quieres, no nos dejas elección.-Los escudos invisibles que protegían a los soldados se alzaron, y los dispositivos de camuflaje entraron en funcionamiento. Antes de que Shawn pudiera reaccionar, estaba luchando con fantasmas a los que no podía herir la mayor parte de las veces, y que además disparaban unos rayos calóricos lo suficientemente potentes como para quemar partes del simbionte, dejando su propio cuerpo vulnerable. Tenía que salir de ahí, y hacerlo rápido. Pero no podía dejar a su madre ahí… Había entrado en aquel lugar con un objetivo en mente, y ese era rescatarla.

Fue entonces cuando cometió un error de novato. Saltó hacia la urna, con la intención de cubrirse tras ella y averiguar cómo abrirla. Olvidando, con la tensión del momento, que los disparos de los mercenarios los seguían allí a donde fuera… Y que un aparato de soporte vital como aquel contendría una reserva de oxígeno, un gas inflamable. La orden de alto el fuego llegó tarde, incapaz de evitar que aquel proyectil inmaterial impactara en la urna… Haciéndola  arder y, con ella, todas las otras cápsulas que había almacenadas en las paredes.

Shawn cayó de rodillas al suelo, apenas oyendo cómo sus enemigos salían de la sala para hacerse cargo de que el fuego no se propagara más allá. No, solo tenía oídos para el pitido agudo que salía de la cápsula. Donde antes había habido un electrocardiograma estable, en ese momento tan sólo quedaba una línea horizontal, roja y despiadada, que proclamaba a los cuatro vientos una realidad que Shawn no quería procesar. Su madre había muerto… No, no era eso. Él mismo la había matado con sus decisiones, con su incapacidad para sacrificarse por ella. Por una vez, Carnage hizo las veces de sentido común para los dos. Asustado del fuego, los obligó a levantarse y salir de ahí, mientras Shawn era devorado por la tristeza y la culpabilidad en su interior.

Ambos habían sobrevivido a la prueba más difícil que habían encontrado hasta ahora… Pero el precio había sido demasiado alto. ¿Cómo iba a ser Shawn un héroe, si ni siquiera era capaz de proteger a su propia familia?
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12.

La… ¿Radio? debía estar en el interior de una sala marcada como “Laboratorio de dispositivos de defensa”. Estaba abierta, así que nuestro protagonista no se lo pensó dos veces antes de entrar. Y no, no había ninguna radio. O ningún aparato que él conociera, para el caso. En el centro de la habitación, había una especie de núcleo cilíndrico, de donde procedía el sonido. A pesar de estar cubierto con una carcasa blanca, había rendijas verticales que permitían echar un vistazo a su interior. Esto último era bastante… Mareante, por cierto. Fuera lo que fuera que estuviera ahí dentro, se movía a tal velocidad que era imposible seguirlo con la mirada.

Junto al cilindro, había un panel de control que mostraba los niveles de energía suministrados a distintos sistemas: Escudos asimétricos, armas calóricas… Y dispositivos de camuflaje. No le costó mucho unir las piezas, y relacionar aquello con las personas invisibles a las que había seguido hasta ahí. -Veamos si siguen siendo tan invisibles después de… Esto.-Musitó, deslizando los dedos por la pantalla para desactivar todo lo que pudo.

Lejos de allí, en los alrededores de la residencia en la que Shawn vivía, los mercenarios vieron con cierta sorpresa cómo sus escudos parpadeaban y desaparecían; a la vez que el sonido de estática al que tan acostumbrados estaban enmudecía. -Lo sabía… El chico nos la ha jugado. Venga, ¡moveos!

De acuerdo, eso había sido una decisión definitivamente inteligente. Usando las telarañas generadas por Savage, Shawn bloqueó la puerta que daba acceso a la central de sistemas de defensa, y regresó a la puerta que no había podido abrir antes. Algo le decía que había algo importante al otro lado… Y, desde el momento en que había decidido allanar la propiedad privada de esa empresa, había tomado el camino de las medidas expeditivas. Ni corto ni perezoso, transformó una de sus manos en un extraño instrumento de filo imaginado por Savage, y se puso a trabajar.

Cuando Knights y sus hombres llegaron, encontraron la puerta que conducía al área de contención prácticamente fuera de sus goznes. Shawn se había dedicado a romper la pared a su alrededor, esperando hacerla caer. Desde luego, no era la estrategia más discreta, pero sí una de las más efectivas. -Si estás aquí, seguramente ya sabes qué tenemos, y qué queremos a cambio. Entréganos al simbionte, y tanto tú como la doctora podréis iros ilesos.

Shawn iba a responder, pero Savage fue más rápido. Y lo que hizo fue… Reírse. Sus carcajadas se escucharon en toda la habitación, no sólo en la cabeza de su huésped como habría sido habitual. -No nos amenaces, terrano, cuando no tienes tus juguetitos disponibles… Porque seguro que los necesitábais, ¿verdad?

Shawn pudo ver cómo las caras de los hombres se tensaban. El alien debía de haberlos pillado… Y eso, por un momento, llenó a Shawn de confianza. Así que se apartó de la puerta y se preparó. Si acababa con ellos, si los eliminaba… Tanto su madre como él estarían a salvo. No tendría que elegir entre su vida o la de ella…

-Luchar. (Ve a la parte 14.)
-¡Luchar! (Ve a la parte 13.)
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13.

Para su sorpresa, Shawn descubrió hasta qué punto aquellos hombres dependían de sus escudos y su invisibilidad para combatirle. Sus armas de fuego corrientes le hacían daño, cierto, pero no era nada que Savage y él no pudieran soportar. En lugar de eso, el dolor sólo los espoleaba, los enfurecía… La adrenalina es el alimento principal de los simbiontes, y Shawn cada vez generaba más y más, dando fuerzas al klyntar.

Desde un principio, el objetivo de Shawn había sido claro: Atrapar a aquellos hombres, para después avisar a la policía. Como cualquier héroe haría. Sin embargo, la consciencia del huésped se fue diluyendo en la sed de sangre de Savage poco a poco. En un momento dado, Shawn se dio cuenta demasiado tarde de que había golpeado con demasiada fuerza, y lanzó a uno de los hombres varios metros hasta que chocó con la pared y cayó al suelo, inerte. -Espera, ¡yo no quería hacer eso!-Él nunca había querido matar a nadie, a pesar de lo que le habían hecho. Trató de retomar el control, pero… Era demasiado tarde. Savage se lanzó sobre otro de los soldados, exultante, y clavó los colmillos en su garganta.

Uno tras otro, todos cayeron. Cuando el hombre de la cicatriz, el último que quedaba, dejó de respirar… Savage se retiró, dejando a Shawn solo para que contemplara su obra. Aterrorizado, al darse cuenta de lo que era capaz… De lo que pasaba si, por un momento, perdía el control. Con manos temblorosas, regresó a la puerta, y terminó de deshacerse de ella. Cayó al suelo con un ruido ensordecedor, pero no sucedió nada. En aquellos momentos, el edificio estaba prácticamente vacío: Incluso los científicos se toman vacaciones de Navidad.

Shawn recorrió el inmenso pasillo, ajeno por completo a la fecha, o a la posibilidad de que alguien pudiera ver lo que había hecho. La puerta A tan sólo contenía invernaderos llenos de plantas, la mayoría de ellas tan exóticas que fácilmente podrían venir de otro planeta. La puerta B… Cerrada. No tenía paciencia ni fuerzas para tratar de abrirla como la primera. Quizás por eso se sintió tan aliviado cuando la tercera cedió, revelando en su interior una escena recién sacada de alguna película futurista. Las paredes estaban cubiertas de huecos similares a las celdas de un panal de abejas. Tan sólo faltaba la de un rincón… Ya que esa celda estaba en una mesa, en el centro. Shawn se apresuró a comprobar su primera impresión: Sí, se trataba de su madre. Después de todo lo que había visto, todo lo que… Había hecho… Al fin había podido salvarla. Sus ojos se inundaron de lágrimas, producto de la mezcla de emociones encontradas que estaba sintiendo. Alegría, alivio… Sí, pero también vergüenza y arrepentimiento por haberse dejado llevar por los deseos de Savage. Tenía que aprender a controlar eso, antes de hacer daño a alguien más. Pero, primero… Pulsó el botón necesario, y observó cómo la tapa de la caja se levantaba. No dio tiempo a que su madre dijera nada: Tan pronto como ella se incorporó… La abrazó, casi como asegurándose de que no fuera a desaparecer en ese preciso momento.
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14.

Sin sus armas habituales, los mercenarios estaban en clara desventaja. Sin embargo, eso no les impedía defenderse, precisamente. Sus armas seguían doliendo, y seguían siendo fuertes y ágiles… Para estándares humanos, por supuesto. A medida que intercambiaba golpes con ellos, Shawn podía oír a Savage susurrándole al oído. Insultándole, gritándole, rogándole que le permitiera tomar el control. Pero su huésped no lo escuchaba. Después de tantas dificultades, Shawn no iba a rendirse y dejarse llevar. Era una cuestión de principios. Así que continuó limitándose, manteniendo el frágil equilibrio que supone usar la fuerza justa para hacer daño pero no demasiado. Atrapando a sus oponentes en sus redes tan pronto como tenía oportunidad para apartarlos de la acción.

-Nos habían dicho que tu control sobre el klyntar era muy débil. Me has sorprendido, de verdad.-Acto seguido, le disparó. La bala impactó en el cuello de Shawn, cortándole la respiración por un momento. Jadeó en busca de aire, agotado. Solo le faltaba él…  Y podría irse para seguir con su vida. Dándose ánimos internamente, esquivó una nueva andanada de balas, y lanzó una telaraña al arma de su atacante para bloquearla y así poder envolverlo del todo. Cuán fue su sorpresa cuando él ni siquiera hizo ademán de evitarlo. Era como si… Aceptara la derrota.

Menos mal… Porque Shawn no sabía cuánto tiempo más podría aguantar la presión combinada de Savage y el combate. Sin darse cuenta de que la bala que le había dado en la garganta había depositado un chip en el tejido del simbionte, Shawn se dirigió a la puerta, listo para reunirse con su madre. Se sentía… Orgulloso de sí mismo. Al final, había logrado arreglárselas sin ayuda y sin consecuencias negativas para nadie. Quizás sí que estuviera hecho para ser un héroe.

Diciembre de 2017, época de festividad donde las personas disfrutan con su familia, embriagados por un sentimiento que los empuja a reconciliar rencillas pasadas con el mero objetivo de  pasar tiempo con sus seres queridos. Desgraciadamente este hábito fue poco a poco mancillado por la actitud capitalista característica de los humanos, olvidando en muchos casos el verdadero propósito de esta época sustituyéndolo por un acto tan vano como el de comprar un regalo.

¿Pero qué pasa con las personas que por x motivos no son económicamente capaces de abastecer a regalos a su "persona especial? Eso es el dilema que circulaba por la cabeza de nuestro protagonista, Daika Spiguelman, mientras se encontraba agazapado en una azotea de uno de los monumentales edificios de Tokyo, Japón.

Hasta ahora su peculiar trabajo les había dado el sustento necesario como para poder sobrevivir sin llegar a mendigar, pero su cuenta actual no permitía ningún tipo de capricho más que lo necesario, algo que el enmascarado entendía; siendo sinceros desde la abrupta muerte de sus padres el joven no veía con los mismos ojos este tipo de eventos. No obstante se negaba a privar de una fiesta tan importante a  Sayumi, su adorable hija adoptiva. La espina de la culpabilidad aún le afectaba, no tenía claro como su atraco pudo derivar en tanto caos y muerte, pero era imposible negar el hecho de que sus acciones en parte habían provocado que la niña acabase huérfana. No podía traer de vuelta a sus padres, pero haría todo lo que estuviese en su mano para que la pequeña tuviese una infancia sin carencias.

-Será mejor pasar a la acción o no llegaré a tiempo para la cena- comentó para si mismo mientras daba un salto a una azotea cercana con el fin de tener un mejor ángulo de su objetivo: un enorme trailer con un logo de un payaso en un costado. Si, iba a pasar de atracar bancos a desvalijar camiones llenos de juguetes, pero al menos era por una buena causa; o eso se repetía constantemente mientras descendía suavemente al callejón contiguo a donde el vehículo aparcó para descargar su mercancía.

El robo en si fue fácil, bastó con empuñar delante del pobre repartidor una de sus katanas para que este le lanzase las llaves del camión sin oposición alguna más que los continuos temblores que recorrían al empleado víctima de un miedo intenso. Decidiendo ignorar los continuos pinchazos de su conciencia, nuestro protagonista condujo el trailer hacia las afueras de la ciudad, tuvo suerte de que en estas fechas el cuerpo policial carecía de suficientes recursos, teniendo que priorizar otras agresiones más graves que el robo de juguetes; por lo que apenas encontró problema alguno para llegar a las afueras.

Ya cerca de su maltrecho hogar,guardó la máscara en el camión y  cargó el máximo de cajas que sus brazos fueron capaces de llevar y prosiguió su camino hacia su piso compartido. Ya en el portal de este, timbró mientras dejaba el cargamento afuera, esperando ansioso la reacción de la
joven a su sorpresa.

Unos apresurados pasos comenzaron a sonar dentro, y en cuestión de segundos su "hija" hizo acto de presencia, abriendo rápidamente la puerta para dar un abrazo a Daika.

-Pensaba que no ibas a llegar a tiempo. Será mejor que tengas una excusa par...- no pudo continuar sus quejas al observar impactada los numerosos y vistosos regalos que la rodeaban. Ilusionada empezó a diseccionar los envoltorios de estos, ansiosa por ver cada uno de sus nuevos juguetes.

[color=#000099]-Y aún quedan bastantes más Sayumi, espero que te gusten-/color] dijo Daika mientras cariñosamente acariciaba la cabeza de la joven. Pero esta dejó de jugar con estos para centrar su mirada en la figura del joven, parecía confusa.

-¿Cómo conseguiste tantos juguetes? ¿No los echarán de menos el resto de niños?- preguntó inocentemente.

La realidad golpeó directamente a Daika, tarde o temprano su protegida iba a descubrir el origen de todos sus bienes, algún día tendría que decírselo, pero justo hoy en medio de Navidad le parecía una mala idea. Desviando la pregunta inicial, contestó a Ayumi diciéndole que todo esto era porque había sido buena. Pero esta en vez de alegrarse se mostraba decepcionada, como si algo anduviese mal...

-Yo no necesito tantos, ¿ Crees que Santa Claus podría dárselo a los que si los quieren?-

Esta declaración hizo a Daika recapacitar sobre sus actos, por querer satisfacer a su hija había arrebatado la felicidad de muchos otros niños sin culpa alguna. Tenía que rectificar eso...

-Santa Claus no creo que pueda, está muy ocupado repartiendo carbón a los niños malos, pero estoy seguro de que tú y yo podremos encargarnos- dijo sonriente mientras se inclinaba para estar más cercano a su altura.

Y así empezó lo que sería una tarea de muchas horas, repartiendo puerta por puerta de las afueras (zona donde la gente con peor estado económico solía residir) un juguete a cada familia. A medida que las caras de felicidad de los niños iban apareciendo  casa tras casa, un sentimiento de paz dentro del espadachín se iba generando a la par de uno de entera felicidad en el de su protegida.

-Quizás ser bueno no es tan malo...- reflexionó mientras que veía como Sayumi sonriente le entregaba una caja envuelta a un niño de una edad semejante a la suya.


Y así fue como en una misma noche, Daika Spiguelman pasaría de ser el grinch a ser Santa Claus, todo gracias a Sayumi y a su verdadero espíritu navideño. Parece una tontería, pero fueron anécdotas como estas las que encauzarían a nuestro joven protagonista hacia el camino de un héroe. Pero eso ya es otra historia...

Forastero, ¿A dónde vas?
Con esa pinta tan peculiar
Caminando por la ciudad
Como si fueses dueño del lugar
Viste un chaqué espectacular
Su cara es muy difícil de olvidar.

¡Si no vuelas, también puedes nadar!

Pingüino te haces llamar
Mitad hombre, mitad animal
El punto medio se te da fatal
si eres su enemigo... ¡Lo llevas muy mal!
Si usa su don natural
Tu vida entera arruinará

¡Si no cumples, Él te lo hará pagar!

¿Pero como puede ser?
De un hombre del que dicen
Que está hecho al revés
Pues de su zarpa comen
Los pequeños y los mas grandes
Y de un simple vistazo lo vas a reconocer
Pero si la verdad sobre él quieres saber
Dale una oportunidad para que se muestre como es,
Porque es mucho más de lo que ves...

¡Si no ganas, también puedes matar!

Abandonado nada mas llegar
Con él la gente se portó fatal
Se han reído, le han jodido, le han tratado mal
El sólo ha peleado por hacerse respetar
Y cada día con la Sheriff van a luchar
Para que esta posición se quede como está

Eran socios, compañeros, amigos y al final
Acabarán siendo algo mas...

En el quinto piso de un edificio departamental, descansa el cuerpo de una fémina bien moldeada por Dios. Le rodean muebles destrozados, telarañas, basuritas y montones de polvo. Todavía respira; está inconsciente.


- Son 50 dólares, señorita —chasquea los dedos.

- ¿Cincuenta por qué? —entrecierra los ojos, más ebria que sobria.

- ¿No recuerda lo que bebió? —da dos palmadas al pedacito de papel que descansa sobre la barra. — si no lo recuerda revise su ticket.

- "Revise su ticket"—murmura en son de queja. — Tch...

Después de azotar un par de billetes arrugados encima del mismo ticket, la pelirroja se levanta de su asiento y guarda las manos en los bolsillos de su chaqueta obscura. Luce una blusa grisácea muy delgada junto a un pantalón azul marino.

Actualmente, es normal mirar mujeres jóvenes en sitios públicos para beber alcohol. Lo que no es muy común es...

- ¡Si quieres te llevo, linda! ¡Seguro te cansas al caminar con esos melones encima! —grita, entre risas con sus camaradas.

... Ver que una mujer gane a puño limpio contra un hombre. Brooks detuvo su andar, elevando media sonrisa en el acto.

- ¿Cómo puedes seguir tragando con semejante sandía reemplazando a tu abdomen? —se siente ligera como una pluma.

- ¿Qué has dicho, maldita estúpida?

Ya puede respirarse el frustrante aroma de la disputa. Y es cuando el gelatinoso hombre se pone de pie que, el puño ya le está rompiendo la nariz. No tardan mucho para echarla.

Sale con una comisura del labio erguida. Se sacude la chaqueta, guarda un puño de billetes que robó durante la "pelea" y emprende la marcha a casa.

- Ahg, tuve que haber tomado el coche —suspira.

La puerta abre fácil, e igual cierra fácil. Está muy cansada, los pies le duelen el triple de lo que le duelen las piernas y vaya que no cabe en ellas. "Shade" trabajó duro hoy, como en el ayer y al igual que en la entera semana. Anhela ocultar esos verdosos ojos esmeraldas. No obstante, un destello desvía su atención a la mesita ubicada a unos cuantos pasos de distancia. Algo no cuadra.

- ¿Y esto? —admira desconcertada el broche metálico situado al borde del cristal.

Mira por sobre ambos hombros, entrando en estado de defensa. Sabe que aquello no le pertenece y, bueno, la mayoría de sus pertenencias no es que sean suyas... Suyas, pero es diferente. No me adueñaría de algo tan feo piensa, rotando la vista de izquierda a derecha. Con discreción atraviesa la vista por cada rincón del lugar. Nadie ni nada asoman a la vista. De pronto, comienza a creer las palabras del dueño del bar. Bebiste demasiado, Garnet se dice a sí misma en forma de pensamiento. Después cae como árbol recién talado arriba de su sofá favorito (el único que tiene). Tiene, tiene mucho sueño.


Despierta bocarriba. Separando los parpados, se lleva la diestra a su estómago. Tiene hambre. Oprime la fría piel de su mano izquierda contra su cálida frente. Le duele la cabeza. Levanta el tórax con pesadez, tratando de sentarse lo más pronto posible. Quiere vomitar. Contiene las ganas, y decide ir a la cocina por un poco de agua. Camino a allá otro suceso extraño le sacude la cabeza. El broche no está...

- ¿Hola? ¿Hay algún hijo de puta en casa? —no le parece gracioso, hasta un poco de miedo le da.

Nadie responde, más no es estúpida. Con cautela y lista para volver su ser intocable recorre todo el hogar. Por segunda jodida vez está tan vacío y callado que el sentimiento de soledad cala en sus huesos de nuevo. Respira hondo y sale a paso rápido. No tiene idea de lo que pueda estarle ocurriendo, lo que sí es evidente, es que quienquiera que esté jugueteando con su cordura es inteligente... Pero demasiado imbécil como para atreverse a meterse con ella. Gira en la esquina de la cuadra, donde estrella el busto contra una rubia vestida de manera formal.

- Discul...

La mujer de anteojos pierde lo que cargaba en ambas manos debido al choque. Garnet no pretende ayudarle al principio, no hasta que ve un llaverito de muñeco de trapo que NECESITA entre sus avariciosas manos. Carraspea e hinca el cuerpo sobre la acera, brindando así ayuda.

- No era intención mía "que me estorbaras", espero no haberte lastimado "porque a mí me duele un poco el pecho" —declara una frase oralmente y otras las entreteje a su mente.

- No, no, no, no, para- para nada —recoge todo a la velocidad de la luz. — creo ser yo quien te dañó.

Las cositas regadas por el suelo van disminuyendo en cantidad. Estando el llavero más distanciado que el resto, es imprudente no intentarlo. Meh. Todo saldrá bien, y si no, a usar esas piernas sanas y fuertes para huir.

- Nah, estoy bien —afirma sin más drama.

- ¿En serio? —centra ambos ojos azul cielo en los contrarios.

El silencio que permaneció a continuación se asemejó a semanas de espera.

- Bueno, con esos melones protegiéndote no lo dudo ni tantito —esboza la sonrisa más “carismática” jamás vista.

Detiene la mano súbitamente. Algo no le ha gustado en ese comentario, menos aún al presenciar su enfermiza sonrisa. Por eso no tarda en disimular las ansías de correr e irse enseguida. De paso rápido a trote.

Huele a café, el aroma descansa en sus fosas nasales. La cafetería está casi vacía, razón por la cual habría de existir paz pero la calma de Garnet no ha vuelto de sus temporales vacaciones. Una paranoia comienza a brotarle desde la cúspide de la cabeza, cayendo en picada, arrastrándosele por el cuello, entre la espalda. Cada fibra de su cuerpo detecta un aura peligrosa, no puede ni beber el café que ordenó veinte minutos antes.

- ¿S- señorita? —le ve con alta inocencia.— ¿el deportivo rojo es suyo, verdad? parece que alguien está tratando de abrirlo... ¿Quiere que llame a la policía?

- ... —El aviso le colma la paciencia. — No, déjamelo a mí.

Empuja la silla, rechinando madera con madera. Da media vuelta con prudencia y dando pasos largos sale del local.

- ¡Oye idiota! ¡Detente idiota! —expresa disgusto a base de ademanes fugaces.— ¡Que te detengas idiota!

Para cuando grita aquello ya le está hundiendo las manos en el pecho. El muchacho moreno cae sobre su retaguardia, ligeramente aturdido.

- ¿A cuánto das el kilo de melón? —sonríe abiertamente.

- Cuesta un gramo de poronga —flexiona la rodilla en el aire. — Uh ¡No te alcanza!

La suela del zapato le revienta el labio. De inmediato sube al coche, quemando neumáticos al arrancar.


El tráfico es intenso. Garnet rueda los ojos mientras se pasa la manos entre los largos cabellos rojos que luce naturalmente. Suenan los cláxones de los coches estancados. Todo lo "soporta" pues, es normal, lo que no va a soportar son los golpes a su precioso deportivo descapotable. Siente un beso en la defensa trasera de su Lotus, un cabron se pasó de listo. Tolera. Recibe más de un besito. Explota. Aferra las manos al volante, reclina el asiento hacia atrás y capacita a sus nervios para guardar el mayor control del vehículo con la capacidad de correr a más de 200 kilómetros por hora. Vigila su entorno con una correa apretándole el cuello y, cuando un estrecho espacio yace en medio del enorme conjunto de “bestias metálicas” su pie impacta el acelerador, tal estruendoso rayo devorando un árbol. Un borrón rojizo exalta a muchos de los conductores… Excepto a uno.

Afuera de aquel coagulo de carros todo fluye con mucha calma. La pelirroja inhala y exhala, buscando un cigarrillo, ya saben, para apaciguar los males. Quizás la única loca es ella y su atormentante soledad. Aunque es cierto que eso no explica los broche, menos lo de sus “melones”, pero…

- ¿¡Qué carajo!? –es zangoloteada.

No, ese maldito choque volvió a dejar claro todo. Mediante el espejo retrovisor avista otra clase de deportivo, negro. Quien lo conduce irradia tremenda y envidiable serenidad, viste ropajes azabache y un sombrero de banda ancha. Mantiene una distancia de 4 metros, pegando acelerones erráticos con los que trata de descarrilar al otro vehículo. Desgraciadamente para él, la mujer que encabeza la marcha puede jugar igual de rudo, o más.

- Me tienes harta, hijo de puta —cruje los dientes.

El Lotus Elise avanzó con mayor potencia a medida que el pedal de acelere se aplastaba más y más. Además, optó por el cambio de velocidades, y el cambio de calles o callejones que le permitieran ganar ventaja. Incluso esquivó gran variedad de coches, escena que en el cine aparenta ser sencilla pero cuando estás detrás del volante en la vida real no cualquiera posee las agallas necesarias o tiene la capacidad de maniobrar en escasos segundos. Brooks le enseñó a caminar y Garnet aprendió a correr como gacela. Sin embargo, con la adrenalina a tope, no nota algo sumamente importante: El deportivo que la perseguía se esfumó.

- Mierda —ve los retrovisores.

Baja la velocidad para revisar bien a sus espaldas, no quiere ser sorprendida ninguna otra vez... Por otro lado, en la siguiente intersección que se dispone a cruzar el tiempo acontece con morosidad. Shade puede ver con total claridad que el sujeto que le estuvo haciendo el día difícil no está muy lejos, no, el frente del auto oscuro la sacudirá salvajemente en menos de lo que canta un gallo. El lado severamente golpeado es el del copiloto, suficientemente severo como para volcar el transporte. Al interior absolutamente todo rebota de aquí para allá. Ni siquiera tuvo tiempo para emplear su habilidad especial.

El motor averiado eructa chispas y humo. Garnet cuelga del asiento gracias al cinturón de seguridad. Sufre de golpes, una cortada en la cabeza y una leve fractura de costillas. Aturdida y con la visión apagándosele no le queda mucho qué hacer. Intenta desabrochar el cinturón a duras penas, pero es inútil. Lo último que devisa  son un par de manos yendo hacia su cintura. Después se desmaya.


Despierta con tremendo dolor de cabeza. Y eso no es todo, su costado izquierdo punza dolorosamente. Sangre humecta parte de la cicatriz expuesta sobre su ojo izquierdo. La nariz le pesa; la tiene hinchada y posiblemente rota. Moretones le tapizan el cuello, sin tomar en cuenta los que tiene debajo de la ropa. Así de atrofiada busca la manera de ponerse en pie, fallando los primeros dos intentos.

- Debe de doler… Shade –habla con tono grave, es un hombre. – Sí, sé perfectamente quién eres ya que, de no ser así… para qué ir por ti.

- Maldito… Hijo de…–gime de dolor. – ¿qué quieres de mi? –le cuesta hablar, le es mejor ser sincera y directa.

- Um, precisamente de ti nada –camina por la pequeña habitación, parándose al frente de un ventanal casi del tamaño de la pared. – quiero a la linda muchachita que llevas dentro… –sonríe.

- ¿Ah? –no puede creer que él sepa de Ruby, nadie sabe de Ruby.

- Ya sabes, a ese espíritu ligado a tu alma.

- ¿¡Cómo sabes de ella!? ¡¡AHH!! –mala idea exaltarse.

- Verás… Yo soy un espíritu también, quien posee el cuerpo de este humano. La diferencia entre yo y muchos otros seres del mundo espiritual es que  debo alimentarme de otros para poder existir. En otras palabras, te traje a ti aquí porque en verdad… Verdad quiero tragarme a ella.

No le cuesta trabajo comprender, ya sabe de la existencia de otro mundo que nadie normal consigue ver. Lo que la hace temblar y recuperar fuerzas extraordinarias para reincorporarse torpemente, es el odio que acaban de inyectarle en las venas.

- O sea que eres un maldito caníbal, pero no puedes simplemente sacar a mi hermana de mi interior… “Ocupa asesinarme primero” –le tiemblan las rodillas, no sabe exactamente cuánto durará en pie.

- ¿Caníbal?… Gracias supongo. ¿Hermana? Creo que ahora entiendo, debe haber un lazo muy estrecho entre ambas. Por meses te observé, esperando que se separaran, pero nunca pasó. Debe ser por eso… Jaaa –relame sus labios. – Entonces serás un platillo extremadamente exquisito.

Con todo y su coraje no puede atacar y ya. Sus fuerzas están por los suelos. Tampoco está en su mejor condición física, no duda que en cualquier minuto pueda desmayarse por el dolor. Debe pensar rápido. Escapar resulta tentador. Pero… Apesta a muerto.

- “Jodido infeliz” –se limpia la nariz con la parte interna de la muñeca.

No sólo los posee, además se los come por dentro. Ese panzón, esa rubia, todos… Deben haber muerto ya.

- En fin… El tiempo se hablar se acabó, tengo mucha hambre.

- Tch... –frunce el ceño.

Aquel muchacho ya no está vivo, Garnet lo sabe. No hay otra opción. Por primera vez en mucho tiempo, la mente de Garnet Brooks no piensa solamente en su propio bien. Por raro que le suene tras repetírselo en la mente, aunque nadie vaya a darle las gracias o una medalla de honor, peleará por otros. No permitiré que sigas lastimando a gente inocente grita a voz en cuello. Cada parte de su alma lo grita. Corre, corre, corre… Y cae.

Ambos caen ingrávidos  por la ventana ahora despedazada. El vacío se siente tan helado, tan placentero. Viajan al suelo entre los cientos de pedazos de vidrio. Se van a estrellar, se harán añicos. Ella mantiene los ojos cerrados, satisfecha e insatisfecha, es difícil entender lo que siente. Él, se destruye la garganta gritando.

La caída no dura más de 15 segundos. El “recipiente” masculino se revienta contra el sólido concreto, escupiendo al instante a un ser iracundo. Y si bien parecía que Garnet planeaba morir, pues no, en el último milisegundo se volvió intangible, el tiempo necesario para no hacerse una mancha en el suelo. Ya que detiene su rodar, muestra una linda sonrisa y alza el dedo cordial en todas las direcciones que su mallugado cuerpo le permiten.

Ahí en un sitio que desconoce, está una pelirroja atractiva. Sonriente y parándole el dedo a un espectro que en cualquier puede reencarnar en otro cuerpo. Lastimada, sin absolutamente nadie que la ayude, ni siquiera sabe si vivirá. ¿Por qué hizo algo tan estúpido? Si no es ninguna heroína, si no le importan los problemas de los demás… ¿Por qué? Porque en el fondo es una chica buena. Quien se le pare enfrente, deberá sudar... Tendrá que sangrar… OH, SE PARTIRÁ EL PUTO CULO INTENTANDO LASTIMARLA.