Segundo día: ya tengo más animales en casa...(Sloan Jenkins) [12-01-2018]

Segundo día de convivencia. ¿Y cómo se sabe cuando pasa de un día al otro? Pues mirando por la ventana. Una vez alguien le dijo a Sloan "no es mañana hasta que yo no me levante". Lo curioso era que tenía razón: si uno se acuesta antes de las doce de la noche, y se levanta al día siguiente si, es el día siguiente. Pero para Sloan, que era incapaz de dormir (al menos no del todo o de forma normal), los días empiezan y terminan cuando la luz entra por la ventana o sale por encima de las montañas.

Aquella noche en particular no se quedó en el sofá como de costumbre. Aquella noche decidió salir y echar un vistazo por los alrededores. Para ello fue a pillarse una ropa más apropiada (todo oscuro, hasta los gallumbos) de una tienda de deportes ya cerrada. Pasó dos veces por delante de la puerta de Lyz antes de salir para serciorarse de que estaba dentro y dormía (pudo incluso escucharla roncar. No lo admitiría, y diría algo como "¡no roncaba! ¡Respiraba fuerte!", pero eso era claramente un ronquido).
Bajó por las escaleras no sin antes percatarse que alguien lo estaba observando desde que pasó cierto tramo hasta cuando salió por la puerta de entrada. No supo quien era, pero definitivamente alguien le estaba vigilando, con los ojos entrecerrados y llevando una de esas batas de colores con flores estampadas.

El sol salió, y así terminó su ronda. Vigilaba a Lyz por supuesto, pero nadie le dijo que no vigilara su entorno por si acaso. Además, tan solo había pasado un día y se estaba aburriendo. Que le clavaran esta misión ya le pareció desde un principio una tocada de huevos. No por la chica, porque le caía bien, sino por el hecho de estar vigilando las 24h del día durante siete días. Eso hacía... ¡Un porrón de horas sin hacer nada! Porque la chica no parecía ser de los que se metían en problemas porque si, o de las personas con un imán para atraerlos.

¿Y qué recompensa obtendría por hacer ese trabajo? De momento, una buena ducha. Las duchas eran lo mejor de lo mejor dentro de lo mejor. Podría pasarse horas y horas bajo el chorro del agua que no se cansaría. Es más, si pudiera volver a ponerse bajo una catarata... eso si que era un gozo.

Al salir se había puesto una camiseta negra sin mangas y unos pantalones deportivos (de la tienda, por supuesto). Cuando vio el plato de tortitas que le esperaba se le iluminaron los ojos.

- ¡A ésto si que lo llamo yo unos "buenos días"! - se sentó en la mesa y no tardó ni un segundo a cortar un buen trozo y darle un bocado. Casi le saltaron las lágrimas. - Delicioooosoo~~ ... Por cierto Lyz, ¿hoy hay algo planeado? ¿Alguna visita? ¿Otra salida? Es para mentalizarme sobre la vigilancia y todo eso, ya sabes...

- Aham... ya veo. Entonces será un día tranquilito. - Se terminó lo que quedaba de las tortitas y se limpió los restos de la boca. A juzgar por la sonrisa que se le dibujó en la cara, a Lyz le gustó que hablara bien de su comida. Era un punto a tomar en cuenta para más adelante: eran pocas las veces que no la veía enfurruñada o a punto de tener un ataque de histeria. Unas cuantas sonrisas nunca iban mal del todo.

- Ya bueno, podría ser. Pero no puedo hacer eso: me han dicho que me quede las 24h del día contigo, vigilándote y protegiéndote, así que no me puedo ir mucho a mi bola. - se levantó de la mesa y le pasó los platos a Lyz. Las órdenes eran claras y el chocolate espeso. Se tendría que quedar a su lado siete días seguidos, o sino adiós al trato con SHIELD. Si eso pasara... bueno, no le gustaba la idea de tener una organización como SHIELD detrás de su pellejo. Como que sería una piedra en el riñón o por el estilo. - Me quedaré por aquí, y miraré a ver qué encuentro para hacer.

Lyz se metió en el baño, y eso implicaba tener vedada la entrada hasta que saliera. Como se le ocurriera entrar, o teleportarse tendría problemas, y no sería la primera vez: la primera vez que supo que había baño para mujeres y hombres por separado se armó una buena, terminando con una puerta por sombrero y un montón de mujeres señalándolo como un pervertido y a saber qué más le estaban gritando.
Con la idea de que iba a aburrirse como una ostra durante el resto del día, se acercó a la puerta de la habitación de Lyz. No había podido entrar antes por culpa de la prohibición de la lugareña, pero con ella fuera de juego durante un buen rato... Le llamó la atención la gran cantidad de material de dibujo que tenía, además de algunos posters de... tipos raros. Muy, muy raros. ¿Eran esos sus gustos? Aunque estaban todos dibujados.
En alguna parte de su cabeza algo hizo saltar la alarma al grito de "¡CÓMIC, CÓMIC!" pero le hizo tanto caso como al agua del grifo abierto.

Sin darse cuenta había pillado un lápiz y un blog de dibujo, y se había sentado en la esquina que daba a la puerta. El lápiz voló con la mano a un ritmo frenético, raspando la punta sobre el papel hasta que empezó a tomar forma: con sombras y luces, lo que parecía ser un paisaje apareció sobre la blanca superficie. Uno que, claramente no formaba parte del planeta Tierra. Era una extensión de tierra con grietas, con varias montañas gigantescas a lo lejos y unos árboles blancos que se alargaban hasta el firmamento. El cielo era negro, con pequeñas luces formando constelaciones desconocidas y dos cuerpos lunares asomaban por detrás de las montañas.
Ni siquiera se dio cuenta que Lyz había entrado en su habitación y estaba encendiendo el ordenador. Sloan estaba en su mundo.

Un bosquejo por aquí, unas cuantas sombras por allá, borrando por aquí, difuminando por los contornos... Sloan estaba enfrascado en terminar el dibujo y que fuera lo más perfecto posible. Pero no porque fuera un perfeccionista; detrás de ese carbón gastado se ocultaba algo que pedía a gritos por aflorar. ¿Pero el qué? Un recuerdo lejano tal vez. Una sensación de calma y sosiego con un punto familiar.

Lyz le sacó de su ensoñamiento cuando catalogó su dibujo. Ante su pregunta, se quedó mirando el dibujo, buscando una forma de contestarle.

- Creo... que es algún sitio donde estuve hace tiempo. No recuerdo dónde está ni cómo llegar, pero lo tengo claro: yo estuve allí hace tiempo... mucho, mucho tiempo...

Frustrado, dejó de lado el bloc y se estiró en el suelo, con los brazos cruzados bajo su cabeza mirando el techo. Buscaba una salida a sus pensamientos. Un fuelle que le hinchara para estallar y sacarlo todo. Ese bloqueo forzado por culpa de su cerebro humano era un obstáculo demasiado grande para pasar unos recuerdos tan pequeños. Pese a sentirse cómodo, la angustia lo aprisionaba. Empezó a pensar y a pensar. A rebuscar y rebuscar. Abrió su cabeza, miró hacia dentro y se tumbó sobra la almohada diciendo "ya lo haré en otro momento". Tal vez su pasotismo era su mejor arma para dejar de angustiarse.

- ¿Un intercambio equivalente? ¿Dónde has escuchado eso? No existen los intercambios equivalentes. Puede que te parezca que has conseguido un balance pero siempre cojea por un... Oh... vale, algo sobre mí, ¿eh? - Cuando no era un bocazas, se le escapaba la lengua con "tonterías". La mayoría de la humanidad no quieren saber la verdad, porque la ignorancia es mucho más reconfortante. Por ello mejor no decirle nada sobre su error y contarle una historia entretenida. - Veamos... me llamo Sloan Jenkins, aunque ya lo sabes creo, y tengo unos... ¿treinta? No, creo que aun no he llegado a tener el aspecto de los 30... creo. Bueno, aunque no lo parezca, vengo de una granja perdida en la américa profunda. Mi padre era muy... religioso y vivía de forma estricta. Por aquel entonces era un niño algo raro y los demás no querían jugar conmigo, así que crecí solo. Luego salí del pueblo, me puse a dar vueltas por el mundo y... aquí me tienes. Más o menos, así a lo resumido. ¿Y tú? Francamente, no sé nada de ti: no me leí el papeleo que me pasaron sobre tu vida. Era un ladrillo demasiado pesado.

- ¿Anime? Ni puñetera idea de lo que es eso y no, no la veo: siento decir que soy uno de los pocos residentes en Estados Unidos que no tiene al menos un par de televisores en casa, por no decir que no tengo algo que considerar como una casa, o un hogar.

Sloan recordó de nuevo aquel tocho de papeles y gomitas endosados dentro de una carpeta casi rota. Era cierto que su vida tan solo llenaba unos cuantos folios, llegando tal vez a la decena, y que el resto lo componía una investigación exhaustiva de sus poderes y capacidades. Incluso tenían los nombres de la gente que se metió con ella, dónde vivían y si estaban en familia. Demasiado espionaje para una simple chica pensaba Sloan, y por eso le llamó la curiosidad su vida. Conocer la vida de otras personas se había convertido en un pasatiempo para él, porque cada uno le contaba una historia diferente. Tal vez algunas de ellas eran parecidas pero diferentes a su modo. La de Lyz le llamaba la atención y no por trabajo. ¿Por qué entonces? Porque le interesaba saberlo.
El cuaderno se iluminó, y en lugar de soltarlo y salir chillando como una nenaza a la cual le han tirado un cubo entero de pringue verdoso y ya no puede ir a la fiesta de fin de curso porque todo el mundo lo estaría llamando "moco verde" o cosas por el estilo, se quedó tal cual, observando como el dibujo pasaba de sus manos a la habitación.

Un instante. Tan solo por un instante creyó que de alguna forma se había trasladado sin querer y había arrastrado a Lyz con él. Pero no había sido él, sino ella. Dio vida a su dibujo y de esa forma le dio vida a sus recuerdos. Pensamientos de lugares lejanos y que jamás recordaría afloraron en su cabeza como una nube de azúcar que se pega por toda su cabeza. Dejó el cuaderno y se levantó, observando el cielo negro y estrellado, el paisaje y los grandes árboles. Estaba maravillado o mejor dicho, sentía cierta "nostalgia", o algo parecido a la nostalgia. ¿Dónde estaba? ¿Qué había hecho allí? ¿Por qué se fue?
El algodón de azúcar se endureció, rodó por la ladera y destrozó, quebró y rasgó todo cuanto pudo. Lo que era un paisaje de añoranza se convirtió en una sensación parecida al hambre y la comida. Los árboles eran meros platos. Las montañas eran meros postres. Las estrellas en el cielo un nuevo lugar donde ir a comer. Apretó los dientes, se hizo daño. La mandíbula tensa y los hombros tensos.

Corrió. Corrió para poder salir de aquella habitación, abrir una ventana y sentir el aire en la cara. El comedor se convirtió en una salvación a los instintos que afloraban muy dentro de él, más intensos que de costumbre. ¿Había intentado, deliberadamente, olvidar algo de su pasado? ¿Una parte de su yo como "ser"? ¿Y por qué? Solo tenía una cosa clara:

- Tengo ganas de echar la pota pero no quiero: me moriría de hambre. - Se sentó en el sofá, sudando y respirando con dificultad. - Recuérdame que jamás vuelva a dibujar un paisaje. Dime que dibujo patitos y ositos de peluche, pero no paisajes. Madre mía, que experiencia...

Aquella experiencia lo había dejado grogui. Tuvo que sentarse para recuperarse del todo. Poco a poco, pero lo haría. Y qué mejor lugar para sentarse que en la silla de la cocina, donde podría reflexionar en silencio mientras Lyz preparaba algo de comer. La buena comida era sin duda el mejor aliciente para el bueno de Sloan, fuera cual fuera su problema. Y con cara taciturna, apartó la silla y tomó su lugar, observando sin mirar a la chica del pelo desigual mientras cocinaba.

El recuerdo que quería seguir bloqueado le carcomía por dentro. ¿Por qué no lo quería recordar? No es que quisiera hacerlo obviamente, pero le intranquilizaba la sensación de angustia y desesperación que sentía cuando pensaba en él, y eso que emocionalmente, Sloan podría tratarse de un tullido. Se rascó la barba intentando asimilar aquella nueva experiencia. ¿Qué se trataba de decir a si mismo? ¿Era su parte humana la que se mantenía impávida o era el ser? No sabría decirlo con seguridad, pero algo sí tenía claro: el silencio era peor que un cuchillo mal afilado para cortar jamón.

- La verdad... es que no queda mucho de la granja de mi padre. Para no decir nada en absoluto. - Había preguntado antes y no había sido capaz de responder. Sloan no era de los que dejaban las preguntas sin respuesta. No le parecía lógico: una pregunta, una respuesta. Así de simple. - Hace mucho tiempo que quedó abandonada desde su muerte. Nadie se hizo cargo, ni yo mismo. Además, no tenía ni puñetera idea de cómo llevar una granja y lo que había que hacerse, así que me fui, como muchos del pueblo tras la muerte de mi padre. - No había sido tan solo su padre el que había muerto aquella noche. También murieron un total de quince personas en aquel ritual. - S.H.I.E.L.D. no me ha dado ningún lugar donde quedarme. Es más, creen que lo mejor sería quedarme encerrado en sus instalaciones por el bien de la seguridad pública. ¡Venga hombre, que tampoco soy tan gafe!... Bueno, un poco. No tengo casa propia. Hasta hace poco siempre he viajado de una punta a otra del mundo, viviendo de lo que conseguía y durmiendo donde no hiciera mucho frío ni me cayera el agua en la frente. Así que, para mí, el hogar es mi estómago: cuanto más lleno esté, más feliz seré.

De repente se quedó callado, con la mirada perdida, pensativo. Sin saberlo había llegado a una conclusión de un pensamiento que no había tenido ni tendría jamás, pero que ahí estaba. ¿Tal vez fuera parte de su recuerdo oculto? Podría ser pero... tenía que intentarlo al menos.

- Lyz, ¿puedes contestarme con total sinceridad a una pregunta? Si lo haces, haré algo por ti. - Esperó unos segundos y después, procedió. - Si vieras que algo está mal, que algo no funciona y que necesita rectificarse, ¿se debería hacer algo, aunque eso implique que pueda romperse?

Sloan tardó lo que llega a formarse la baba en su boca a coger el tenedor, el cuchillo y saciar su hambre con aquellos dos bistecs y las patatas fritas. Vamos, un poco más y llega a morderle la mano a Lyz antes de que pudiera retirarla del plato. Si algo podía aliviar el peso mental que sentía encima era la comida. Por alguna razón, comer, pensar en comer o imaginar que come es lo único que llega a animarle de verdad. Es como una especie de droga relativa que sabe que necesita no solo para subsistir, sino también para ser quien es o no dejar de serlo. Alguna especie de pensamiento abstracto metafórico salido de algún rincón perdido de su mente o por el estilo. A saber.

Cosas raras que aun no se han visto...

Mientras comía, escuchaba con total dedicación los consejos que le brindaba Lyz. Más o menos había entendido lo que le estaba preguntando, pero lo perdió cuando le habló sobre el coche y sobre repararlo. ¿Se había roto el coche que S.H.I.E.L.D. les trajo? Si era así, le esperaba una bronca bien gorda del tipo parchado, y alguna reprimenda por ello. Pero no, no le pasaba nada al coche. Era tan solo una metáfora o una comparación.
Sin embargo, para con su segundo intento sí que tuvo más éxito. Sloan comprendió lo que le estaba diciendo. En pocas palabras, Lyz le estaba animando a que, si veía que algo estaba mal, lo rectificara. Que hiciera todo cuanto estuviera en su mano para intentar arreglarlo, aunque eso supusiera destruirlo. Pero si se destruya, podría volverse a reconstruir. Nada desaparece para siempre: siempre quedan restos con los que trabajar. Y entonces, solo entonces, podría sentir que ha conseguido reparar un error que se lleva cometiendo demasiado tiempo. No por moralidad, sino por una cuestión de práctica.

- Eso es... - Al volver en si, Lyz ya no estaba delante, sino que se desplazó hacia la entrada de su cuarto, donde le esperarían horas y horas de trabajo por delante. Pero Sloan no parecía darle importancia o más bien no se daba cuenta que tenía trabajo. Por ello se levantó, con una sonrisa de oreja a oreja y se encarriló hacia Lyz. La chica no pudo hacer nada antes de que el hombretón que tenía delante la pillara por los brazos como si fuera un merengue y le plantara seguramente el beso más profundo y con más sentimiento que hubiera probado en su vida. Fue tal la magnitud de su contento que Sloan dejó escapar parte de su ser humano retenido, pintando de gratitud y felicidad los labios de Lyz. - Gracias Lyz - dijo con profunda gratitud. - Era lo que necesitaba saber. Ahora viene cuando yo te ayudo. Sé que desde el principio no has estado de acuerdo con lo de quedarme a vivir contigo una semana entera, y que tienes muchas cosas que hacer... Te propongo ésto: yo desaparezco durante los próximo cinco días, y tú vas apuntándome lo que has ido haciendo durante éstos cinco días. Así, el séptimo vuelvo, recojo lo que has hecho, lo adorno un poco y presento el informe. ¿Qué te parece?

Que lo sacaba a patadas de casa. ¡Que lo echaba fuera sin contemplaciones! ¿Pero qué...? ¿A santo de qué? Sloan no lo entendía ni lo entendería nunca (bueno, tal vez algún día si, pero no hoy). Tan solo podía refugiarse de la sabiduría anglo-griega levantando los brazos y agachando la cabeza. Vamos, estaba ida perdida.

- Pe-pero... pe-pero... ¿pe-pero?

No tenía remedio: Lyz tenía una de esas miradas que te dicen "como que no me vas a convencer de que dos y dos no son cuatro", dando a entender que había perdido la batalla antes de haber empezado. Con los brazos ya caídos y la mirada empanada, el moreno se encaminó hacia la puerta para desaparecer de su vista, como bien le había pedido.


Ya fuera seguía igual de confuso. Había previsto que, como reacción normal por un acercamiento tan bestia sin sentido alguno (como un beso) se habría ruborizado, se habría quedado petrificado, reído, sin saber qué decir... Lo típico que ha visto en las películas. ¿Pero convertirse en un amasijo furioso de rabia pura e intensa? Ni se lo había planteado.

- Al menos he salido con una respuesta.

Si, una respuesta que, tal vez llegara a marcar la vida de millones de personas. Una simple respuesta para una pregunta que tenía más de una connotación. Aun así no estaba tranquilo. Tal vez lo mejor fuera volver para hacer las paces con Lyz, en un momento que no tuviera forma de acertarle con un libraco en la cara como, por ejemplo, de noche.