Primer día: primera muerte (Elysia Stavridis) [11-01-2018]

Viene de: Estamos locos o que pasa?

No había pegado ojo en toda la noche. Y todo por culpa de SHIELD y su estúpida orden de meterme a un vigilante en casa. 

Después de comprar comida para treinta personas por lo menos (gracias a dios que SHIELD paga los gastos o me tiro por un puente), preparé algo de cenar y rápidamente nos distribuimos para descansar. Al final tenía razón, Sloan comía casi por tres o cuatro personas, suerte que se lo había preguntado antes de ir al supermercado... 

No conseguí conciliar el sueño pensando que había un desconocido durmiendo en mi sofá y que podía perfectamente asesinarme mientras duermo. 

Lycos no dio la vara hasta hasta las seis de la mañana aproximadamente, casi la misma hora en la que por fin me estaba quedando dormida. Abrí la puerta para que el perro saliera al comedor y rápidamente me metí de nuevo entre las sábanas para seguir durmiendo. 

No fue hasta las nueve y media que Lycos empezó a ladrar como un poseso. Entonces, me desperté con la adrenalina puesta y abrí los ojos como platos. ¿Qué narices estaba haciendo Sloan para que el perro ladrara así?

Visto que no iba a dormir más por culpa del barullo, me levanté a toda prisa y salí de mi cuarto corriendo en dirección a la cocina cuando empecé a oler a quemado. 

- ¡Buenos días! ¿Qué tal has dormido? Yo estupendamente. - me saludó Sloan con una sonrisa profident y un delantal ridículo.

No le contesté, esperé a que encontrara la respuesta a su pregunta él solito. Debía de tener pelos de loca y ojeras de no haber dormido nada. A demás de llevar puesto el pijama de verano de los X-men, con sus pantalones cortos amarillos y una camiseta ancha con la figura de Lobezno (con el traje con lycra amarilla, por supuesto) estampada en medio. 

-¡¿Qué narices estás haciendo?! - exclamé, al ver el desastre a mi alrededor. Sloan había dejado un montón de cáscaras de huevo encima de la vitrocerámica, un plato con cuatro huevos quemados y Lycos ladrándole al plato de Bacon. 

- Tal vez no empezamos con buen pie como se suele decir, así que he pensado que tal vez un buen desayuno alivie las tensiones. Venga va, síentate y almuerza tranquila. Por cierto, ¿qué tienes pensado hacer hoy?

-¡Aparta de ahí! - le dije mientras le daba un pequeño empujón, rechazando así sus palabras amables. Cogí la sartén y un tenedor y convertí los únicos huevos decentes en tortilla. Aquello ya no tenía mucho arreglo. 

-Pásame el jamón y el queso - le señalé la nevera, mientras cogía los tres huevos quemados y los tiraba a la basura. Sloan iba pasándome las cosas mientras que yo iba haciendo las tortillas y friendo algo más de bacon. Al menos las tostadas le habían quedado bien. 

Saqué el zumo y la leche de la nevera y en un pispás estaba el desayuno hecho y la mesa puesta. Empujé a Sloan a sentarse y estarse quietecito en su sitio mientras le metía la bronca.

-Queda terminantemente prohibido que uses la cocina a partir de ahora, ¡eres capaz de incendiarme la casa! - le grité.

Me agaché entonces a retirar el plato con el bacon que había en el suelo y ponerlo delante de Sloan.

-Y Lycos es un perro de papel, no come ni bebe, ni va al baño, ¿lo entiendes?-  suspiré frustrada - ¡así que no le pongas más comida!

El perro dejó escapar un ladrido y sacó la lengua mientras jadeaba felizmente.

Me llevé la mano a la cara y me senté al lado de Sloan, dejando escapar otro suspiro para intentar calmarme.

-Será mejor que desayunemos...- partí la tortilla de jamón y queso con el tenedor y empecé a comerla con avidez. Enfadarme me agotaba.

-Pues supongo que tendremos que volver al supermercado a comprar huevos y luego tengo trabajo que hacer, así que puedes mirar la tele o algo.

Tenía bastante hambre, así que casi devoré mi tortilla y mi zumo con leche, para después añadir:

-Si, por la noche me convierto en un ogro verde. Así que ni se te ocurra entrar o seré yo quien te coma. - le contesté, con una sonrisa divertida en los labios.

-O si no le diré a Lycos que ya no eres un amigo - dije, mientras acariciaba el pelajo de mi Malamute. A Lycos no le gustaba nadie que no fuera yo, y conseguir que dejara de ladrar o morder a Sloan había sido una misión titánica. Mi perro tenía muy desarollado el sentido del peligro, y no se fiaba mucho de ese agente de SHIELD. 

El hombre se levantó, recogió la mesa y lavó los platos. Bueno, tenía que reconocer que al menos eso lo había hecho bien. 

-Gracias, no hacía falta.

Recogí lo que faltaba y se lo dejé en la pica para que terminara de fregarlo todo. 

-Iremos a comprar primero y luego tendré que trabajar.- me miré entonces las pintas que llevaba y le devolví una mirada de odio. - ¿Qué te crees? ¿Que las mujeres salimos perfectas de la cama?

Volví a mi cuarto cogí mi ropa y antes de encerrarme en el baño le indiqué a Lycos.

-Lycos, te doy permiso para morderle si entra en el baño- dije, pero antes de que terminara la frase el perro ya se había lanzado a masticar la mano de Sloan. - pero no muy fuerte... - le indiqué, aunque dudaba que Sloan sintiera algo. Nunca se sabe, y Lycos tenía unas potentes mandíbulas. 

- Creo que le gusta tu mano - dije, viendo las babas acumuladas en los dedos de Sloan. Recordé entonces que la primera vez que se conocieron también fue a morderle la mano.

Me encerré en el baño y me duché tranquilamente. Me cambié de ropa y me enfundé en unos shorts tejanos y una camiseta ancha con uno de esos dibujos aleatorios de las marcas de ropa femeninas. 

Al salir, cogí el bolso con la libreta, el estuche y algo de dinero para comprar lo que Sloan había devorado de comida.

-En fin, ya estoy lista ¿nos vamos?-

¿Aquello había sido un intento de piropo? Si era así no le había quedado mal, pero tampoco le di mucha importancia. Me consideraba una persona difícil de impresionar porqué nunca había sido objetivo de un alago. Era una chica normal, que sólo destacaba por el color de pelo y por mi carácter fuerte, no era ningún ejemplo a seguir en cuestiones de belleza. Tenía un cuerpo de lo más estándar, con un poco más de peso y las caderas anchas.

Cuando salí del baño vi a Sloan demasiado confiado mientras levantaba el pulgar, tenía una actitud muy extraña, se le iba la pinza continuamente. No dejaba de preguntarme si en realidad SHIELD era de estos con cámara oculta (que seguro que tenían alguna no muy lejos de mi casa) que subía estos vídeos a Internet para analizar el comportamiento humano en situaciones exageradas.

Separé a Lycos de la mano babeada de Sloan y le indiqué que se estuviera quieto.

-Vale chiquitín... - empecé, aunque un perro de casi un metro y medio no era muy chiquitín que digamos - espérame aquí hasta que vuelva. Sloan y yo nos vamos a comprar, ¿De acuerdo? No tardaré...

Lycos entendió lo que le dije y como respuesta lanzó un ladrido al aire. Cogí las llaves del piso y llamé al ascensor mientras Sloan se limpiaba la mano con un trapo de la cocina y cerraba por fin la puerta.

-Creo que has convencido a mi perro para que empieze a comer... - sonreí divertida al pensar que Lycos había preferido a Sloan antes que al Bacon.

Me detuve cuando Project se plantó en el portal, cómo esperando a algo o a alguien. ¿Ya estaba haciendo alguna de las suyas?

-¿Pero QUÉ?- me quedé estupefacta al ver la enorme furgoneta negra aparcando en la acera y pariendo uno de esos coches sacados de una película de mafiosos. - ¿Pero cuándo...? 

Me quedé casi sin palabras, la situación volvía a ser surrealista.

-Yo solo se ir en bici... - comenté algo desconcertada tras subirme en el asiento del copiloto. ¿Iba a dejar que Sloan llevara el coche? No me fiaba mucho de sus dotes como conductor, era capaz de estrellar el vehículo incluso con la maniobra más sencilla. No quería morir joven, o no al menos no de forma tan ridícula.

-¿Rezar?- pregunté esperando que estuviera de broma, cuando Sloan le dio un fuerte volantazo al coche y salimos escopeteados por la carretera. Me agarré con una mano a la ventanilla y apoyé la otra en el hombro del conductor, intentando no perder el equilibrio.

-¿Pero qué haces? ¡¿Estás loco?! - le grité, Sloan podía ver claramente mi cara de asustada y mis ojos abiertos de par en par por la incredulidad. Le grité y le pegué varios golpes en el hombro para que no acelerara tanto en media ciudad, pero el hombre seguía dando volantazos y esquivando a toda velocidad los coches. Cuando el resto de los conductores nos pitaba o insultaba por las ventanillas yo me escondía en el asiento, deslizándome ligeramente por el respaldo y cubriendo mi cara con una mano. 

Sentía pánico y vergüenza ajena a partes iguales.

- Menos mal que me he visto suficientes películas como para saber como se conduce por Nueva York: hasta hace poco no sabía que era costumbre el insultar a los demás conductores porque si, ni que tenías que salir a romperles el cristal con un bate. 

-¡NO ES COSTUMBRE! ¡Y no es porqué si! ¿Sabes que no deberías ir por ahí insultando a la gente? - le contesté casi desesperada, deseando bajar del coche y salir corriendo a toda prisa hasta perderle de vista. 

- Lo cual me recuerda... hay un bate de baseball en los asientos de atrás. Lo pedí con el coche. A la vuelta seremos buenos vecinos y saludaremos a los que nos encontremos por el camino, ¿te parece?

- ¡No pienso coger ese bate y tampoco vamos a saludar a los vecinooooooooooooo...- grité inevitablemente cuando entramos al aparcamiento del supermercado y Sloan derrapó hasta toparse con la pared de atrás. Bajé del coche lo más rápido que me permitieron mis piernas débiles que no dejaban de temblar.

- Voy a por un carro de la compra. Revisa lo que tengas que revisar que yo ahora vuelvo.

-S-si...- le susurré todavía con el susto en el cuerpo y mi corazón latiendo a mil por hora. Saqué la lista de mi bolso y empecé a repasarla mentalmente para acordarme de todo lo que había que comprar. Pensé también en permitirme varios caprichos extra ya que S.H.I.E.L.D estaba dispuesto a pagarlo todo. Los disgustos de Sloan también los iba a cobrar, aunque fuera a base de helados de chocolate.

Esperé impaciente a que Sloan trajera el carro de la compra, podía poner la mano en el fuego en que incluso haciendo una tarea tan sencilla la hubiera liado parda otra vez. ¿No podía ser un poco más normal este hombre? 

Por un instante, se me pasó por la cabeza la brillante idea de salir corriendo del supermercado y dejarle tirado, claro que él sabía perfectamente dónde vivía...

-¡Hombre!¿Qué tal niña? - dijo una de mis vecinas nada más verme cogiendo una de las tarrinas de helado de chocolate.

-Hola señora Harriso... 

- A ti te quería yo ver - me interrumpió- el otro día vino un mozo muy guapo preguntando por ti y se fue corriendo a buscarte al parque...el caso es que luego me lo encontré otra vez en el edificio y el muy bruto rompió la puerta de una patada ¡una patada! si, si, hija, como lo oyes. Menuda fuerza y mala leche tenía el muchacho ¿sabes? Iba vestido como un gótico de esos que dicen que ahora está muy de moda, ya sabes, los de negro esos tan feos y llenos de agujeros en la cara con... 

Me quedé clavada en el sitio, parpadeando varias veces con lentitud, incrédula con lo que me estaba contando. ¿La cotilla del edificio había conocido a Sloan? ¿Porqué tengo tan mala suerte?

-¿Qué es tu novio o algo?

-No le conozco de nada...  -respondí en defensa propia. Estaba segura de que iba a arrepentirme de encontrármela en el supermercado...

FDI: me parto con esta señora xDDDD

Escuché a lo lejos un murmullo metálico que se iba acrecentando cada vez más. Cuando me giré, quedé tan estupefacta con lo que mis ojos veían que no conseguí moverme ni un centímetro de dónde estaba.

Sloan vino corriendo en mi dirección con el carro de la compra y traía consigo intenciones malvadas. Había visto ese brillo en sus ojos antes, esa cara de perturbado... y con lo poco que le conocía sabía que después vendrían los problemas.

Fue un visto y no visto. Sloan me metió de lleno en el carro de la compra y caí de espaldas a las barandillas metálicas sin poder evitar soltar una especie de chillido en forma de queja y a la vez de sorpresa. La señora Harrison no pudo terminar la frase, aunque lo cierto es que ya no la estaba escuchando. Aquella mujer era capaz de hacer desconectar a cualquiera con sus conversaciones monótonas y su voz ataladradora. Se quedó a cuadros en cuanto Sloan apareció para "recogerme" y largarnos de allí cuanto antes.

En el fondo agradecí que me alejara de charlatana del vecindario, pero no de esa manera tan ridícula. Ahora la chismosa tenía más material para hablar de mí. Sería la comidilla del barrio en las próximas semanas.

Sloan avanzó con rapidez mientras yo me incorporaba dentro del carrito, deseando que el trasto no se rompiera con mi peso y la velocidad que traía. ¿Qué problemas tenía este tío con la adrenalina?

Coloqué los helados y el paquete de lechuga que había cogido antes en mi regazo y me senté de una forma más decente.

- Acércate a esa estantería - le dije, intentando evitar las miradas de los curiosos que empezaban a murmurar sobre nuestro comportamiento infantil.

En las pocas horas que llevábamos juntos, siempre conseguía que me entraran ganas de hundirme en el corazón de la tierra y no salir más a la superficie.

- Pásame los huevos de esa estantería, y luego hay que ir a la del otro pasillo a coger las patatas, tomates y cebollas.

A pesar de todo, empezaba a ser divertido eso de que me llevara en el carrito de la compra. Me acordé de cuando era pequeña y hacía lo mismo cuando mi madre y yo íbamos al supermercado. Este tipo de cosas son las que se echan más de menos cuando eres mayor.

Una vez cogimos todo lo que necesitábamos (que era bastante teniendo en cuenta el agujero negro que Sloan tenía en el estómago), fuimos directos a las cajas a pagar.

Antes de llegar a las cajas registradoras quise bajarme del carrito, ya había pasado suficiente vergüenza en el día de hoy para seguir pareciendo una niña pequeña. En cuanto puse un pie fuera, se me dobló el tobillo y caí de bruces al suelo llevándome el carro conmigo. Menudo mamporrazo de mí, por suerte no sangré ni nada, pero un buen moratón en el muslo me iba a salir. Lo más divertido fue lo que vino después de eso. El carro se volcó y toda la comida cayó encima de mí, enterrándome entre lechugas y cebollas. Por suerte, los huevos y los otros paquetes delicados estaban intactos.

-Oh, joder... - Estúpida mala suerte. Le pegué una patada al carro y luego empecé a sacar las cosas que habíamos comprado y a colocarlas en la cinta corredera.

- Son 162.78 dólares - dijo la cajera entre risillas. Si, visto de fuera parecía gracioso, pero ahora mismo tenía ganas de hacerle tragar la dentadura. Suerte que pagaba S.H.I.E.L.D. o el sablazo de la comida me habría puesto de peor humor.

Una vez fuera de la tienda, cargamos las bolsas en la furgoneta y me puse en al volante sin darle tiempo a Sloan a entrar en el coche. Eché un vistazo desde la ventanilla, mirando de forma melancólica al supermercado. A partir de ahora, tendría que plantearme comprar la comida en otro sitio...

- Te voy a enseñar cómo se conduce...-  le comenté a Sloan mientras encendía los motores. No tenía el carnet de conducir, solo unas pequeñas nociones de cuando lo hacía mi madre, pero no sería tan difícil mover ese trasto ¿verdad? Si lo había hecho Sloan yo también podría hacerlo.

- Y cómo se vive en Nueva York - concluí, para luego pisar el acelerador y salir escopeteados por la calle principal.

-ADIÓS SEÑORA- le grité casi exaltada, aquella vieja siempre acababa por ponerme de mal humor aunque yo siempre intentaba tratarla con amabilidad. ¿Porqué le gustaba tanto meterse en la vida de los demás? ¿Su vida le parecía monótona y aburrida?

-No le hagas caso.

Pisé el acelerador para dejarla atrás, justo al mismo tiempo en el que Sloan bajaba la ventanilla. Entonces me di cuenta de mi error y frené de golpe, así varias veces de forma sucesiva. Vaya, eso de conducir no parecía tan fácil como me esperaba.

A ver, creo que tenía que cambiar de marcha. Llevé la mano a la palanca del medio y la coloqué en el número tres. Volví a pisar el acelerador y entonces me dispuse a girar cuando...mierda, dirección contraria. Volví a cambiar la palanca de sitio e hice marcha atrás mientras pude escuchar de fondo los pitidos del resto de vehículos de nuestro alrededor.

-¿Qué haces? ¡Gilipollas!

Me estaba cabreando cada vez más. Maldito y asqueroso día...

Apreté el pedal por quinta o sexta vez y en la dirección correcta. Vale, creo que ahora si que sabía a dónde iba. Había recorrido estas calles hasta mi casa en bici, así que no podía perderme, ¿o si?

Después de varios tropiezos más, algún que otro volantazo y más media hora para intentar aparcar en el sitio, salimos del coche y subimos al piso. 

Genial, quizás la próxima vez sería mejor ir andando al supermercado...

La historia continua en: Segundo día: ya tengo más animales en casa