Papá Noel se ha vuelto un picantón [+18] (Sloan Jenkins) [26/12/2018]

¡Navidad, Navidad, dulce Navidad!... O eso es lo que se suele decir. ¿Para Sloan estaba siendo una dulce Navidad? No al menos desde la pasada noche. En resumidas cuentas, todas las demás Navidades el moreno se las pasaba zampando, cogiendo lo que quería y a otra cosa que se nos acaba el tiempo. ¿Pero ahora? Ahora tenía otras cosas en la cabeza y lo peor de todo era que no sabía cómo catalogarlas.
El tratamiento que hizo con Lilith le ayudó a mantener su yo exterior a raya, de tal forma que no perdiera la consciencia de si mismo que había conseguido y así no convertirse en un ente sin control y sin un yo que lo represente. Sin embargo el tratamiento al que lo sometió Lissa fue más allá, cambiando todo su sistema por completo. No, mejor dicho, despertando ciertas partes de si mismo y de su consciencia que antes no había sido capaz de sentir.

Y aquí estaba el problema: la Navidad era una época de celebración para la gran mayoría del planeta, reuniéndose con la familia o haciendo las típicas "compras navideñas". Sloan por primera vez podía notar aquel cúmulo de emociones sin la limitación del análisis frío, y por ello, al notarlas en lugar de analizarlas le era imposible catalogarlas. ¿Y qué pasa cuando algo no se puede catalogar? Que se queda por ahí, flotando, molestando más que nada. Por eso, entre otras cosas, Sloan tenía la cabeza hecha un lío.

Aquella noche había quedado con Lilith para ir a cenar a un restaurante bastante caro. Sloan sabía que la pelirosa tenía muchas ganas de que llegara esa noche, y lo que le fastidiaba era que pese a entender un poco el por qué, no le veía la lógica: cada día que pasaban juntos era como un regalo de Navidad, por así decirlo, así que no le veía lógica al susodicho día. Pero eso era antes de la "operación" y uno de los grandes porqués de someterse a las expertas manos de Lissa.
Llegó algo más pronto de lo normal, al menos en él, y ahí la vio, esperando por el moreno, con ese vestido... y esa sonrisa... y ese...........................
En la cabeza de Sloan se despertó una canción que pese a no tener mucho sentido cuando uno la escucha, bien que era la perfecta metáfora de cómo tenía la cabeza en esos momentos, sobretodo si uno recuerda el videoclip.

Hmmm... mejor dejar ese tema a parte y centrarnos en la historia porque ya llevamos bastante rato con lo mismo. Dentro beso y entrada al restaurante. Perfecto.

Ambos se sentaron en la mesa, Lilith con su vestido y Sloan con una americana informal con camisa debajo y tejanos. No estaba muy acostumbrado a llevar ese tipo de ropa pero bueno, era la ocasión como se suele decir, ¿no? Todos hemos tenido alguna vez la voz de nuestras madres en la cabeza diciendo "¿vas a salir así sin ponerte nada acorde?"

- Feliz Navidad, Lili - le contestó el moreno, sonriéndole. Notaba cosquillas en los nudillos y en la parte baja del estómago. Estaba algo nervioso. No se le notaba mucho pero ahí estaba. Miró a todos lados del restaurante, sintiendo el aroma de los otros platos cuando la pelirosa le mencionó la carta y viendo que estaban bastante apartados del resto de las mesas. Entonces Sloan suspiró. - Un segundo. - Se levantó sin soltar la silla, dio medio tumbo a la mesa y se sentó junto a Lilith, llevando su copa y sus cosas cerca. - Entiendo que se pongan las sillas una delante de la otra para poder mirarse a los ojos, pero yo prefiero la cercanía cuando se trata de compartir mesa - comentó para dar una explicación a lo que acababa de hacer. - ¿Y bien? ¿Qué habrá para comer? Me muero del hambre. No literalmente pero, ya me entiendes.

Así pues tenían una sopa presuntuosa. Eso le intrigó bastante porque jamás había comido una sopa que tuviera carácter. ¿Le daría sensaciones distintas o sería como una sopa normal y corriente? Aunque no podía decirse que fuera normal y corriente teniendo en cuenta que estaban en uno de esos restaurantes pijos, caros y que, a fin de cuentas, con unos platos muy elaborados y buenos... o eso esperaba.
La idea del bistec le dio color a la carta que estaba recitando Lilith ya que era algo que ya conocía más. Un bistec de carne allá donde vayas siempre es carne, y más o menos conocía las sensaciones que le daban. Unos lo preparaban a la parrilla, otros a fuego lento, otros con salsas... pero los preparaban como los preparasen siempre le gustaba el sabor del bistec.
El vino estaba bien también. Le era algo igual qué tipo de vino era y si era caro o no. Como con todos los platos que se zampaba, para él lo importante no era el sabor (ya que no lo notaba) sino las sensaciones. El vino siempre le ayudaba a bajar la comida aunque prefería cosas más fuertes para su organismo.

- Oh, pues verá bella dama, me toma ahora mismo desprevenido: bien podríamos tomar una degustación de los mejores sabores de helados de vainilla o de fresa, con sus respectivas tarrinas de papel, o bien tirar a lo tradicional y pedir un flan - contestó Sloan, cogiéndole la lengua a Lilith con los dedos cuando se la sacó.

El camarero llegó para que cataran el vino. Sloan le cedió el honor a la dama y el camarero (algo contrariado por la distribución de las sillas) le tendió la copa. Tras su marcha y el comentario de la pelirosa, Sloan se puso... algo nervioso, por la cercanía de ésta y la mano en su muslo. La miró con ojos de preocupación, de deseo. Luego sintió su beso y la cercanía del camarero, el cual les traía sus sopas.
Se quedó mirando la cuchara vacía después de hacer unos cuantos SLUUUUUUUUUURP bastante sonoros. Sloan había aprendido (o mejor dicho, recordado, porque en su cabeza lo que viene siendo la palabra "aprender" viene incluida dentro de "memoria eidética"...) que en otras culturas hacer ruido mientras se comía la sopa era una demostración de que la susodicha estaba rica. En otros lugares, como parecía ser la ocasión, era de mala educación.

- Lili, hay algo que me preocupa - le soltó el moreno durante su cita. - Verás, anoche tuve... cierto cambio en mi mente. Nada malo, todo lo contrario, te lo puedo asegurar... El caso es que... me siento... raro. Todo cuanto antes me era fácil de entender ahora me es complicado porque... he empezado a sentir.

Lilith le cogió de la mano. Eso habría sido bueno en otra ocasión, en otro momento. Al cogerle la mano Sloan sintió algo parecido a una descarga eléctrica que le subió por el codo y le estalló en el corazón. Resopló con intensidad y cerró los ojos. Lo que antes era simplemente coger la mano a la pelirosa ahora se había convertido en un cañonazo potentísimo contra si mismo, despertando un montón de sensaciones extrañas que buscaban ser catalogadas a toda velocidad mientras otro grupo se le tiraba encima para no dejarle respirar.

- No, no me preocupa sentir, Lili. No es eso. Sé lo que son los sentimientos y por primera vez los puedo sentir, notar en mi cuerpo. Por primera vez sé noto lo que una persona sentiría cuando alguien especial le coge de la mano. Cuando te piden tu plato favorito. Cuando te invitan a salir a un lugar especial, sólo los dos. Por primera vez miro a una madre y un hijo pequeño y sonrío por instinto, aunque eso... Eso sigue sin hacerme sentir nada, o mejor dicho, casi nada. Los sentimientos que me golpean segundo tras segundo son los que surgen cuando estoy a tu lado.

Sloan paró un segundo, mostrándose claramente en dificultades, frunciendo el ceño, apretándose el puente de la nariz y negando. Era como si buscara las palabras adecuadas para expresarse mejor y no le salieran. Todo un calvario que estaba pasando.

- Vale, imagina que construyes un dique, ¿vale? Y ese dique no tiene puerta. Entonces un día años después alguien decide abrir una puerta para que vaya saliendo el agua. Hay demasiada agua que de golpe quiere pasar por esa puertecita y lo hace con mucha, mucha fuerza. La puerta poco a poco se va resquebrajando mientras intenta dejar pasar la cantidad de agua regulada por su tamaño, hasta que al final la puerta se convierte en un agujero enorme y se crea una cascada con mucha, mucha fuerza. Más o menos es eso... - Mientras hablaba, la mano libre de Sloan, la que tenía al lado de Lilith se deslizó por encima de la mesa hasta aterrizar en el muslo de la pelirosa, acariciándolo. - No es nada para preocuparse mucho. Simplemente tengo que ir regulando el flujo hasta que pueda ser constante y más calmado... Pero por el momento estoy... algo abrumado. No sé si me explico. - Tal vez fue de forma inconsciente, pero la mano sobre el muslo de la doctora no se conformó con su muslo interno, sino que fue más allá, acariciando su entrepierna mientras el filete se enfriaba.

El moreno sonrió con su comentario, pero más por su acción: hizo como que quería pararlo, pero no lo paró. No lo apartó. Simplemente apretó con su mano mientras él seguía acariciando su monte. Por así decirlo, su mano se movía por si sola. No era que Sloan no lo quisiera, sino que más bien su instinto más primario había puesto el piloto automático sin que el raciocinio del moreno pudiera hacer algo al respecto.
De lo caliente que se estaba poniendo el ambiente, los dos trozos de bistec que tenían delante podrían haberse hecho dos o tres veces más, llegando incluso a ponerse demasiado duros. Y para duro, lo que tenía la mano de Lilith bajo su palma, frotando con los dedos como tantas otras veces lo habían hecho.
Si, el ambiente se estaba caldeando por momentos, y el moreno sentía la mirada de metre sobre sus cabezas cada vez que pasaba y se percataba de que no estaban comiendo sus platos.

- Deberíamos hacer como que comemos, ¿no? - Sloan se soltó de la mano de Lilith y cogió el cuchillo. Apoyando su pulgar en el bistec lo cortó con algo de dificultad en varios trozos, dejó el cuchillo y cogió su tenedor. - Venga Lili, di "aaaaaaaaaaaaa." - La ropa interior de Lilith le molestaba, por lo que la apartó con los dedos y profundizó sus caricias mientras con la otra mano acercaba un trozo de bistec a su boca para que se lo comiera.

¿Juguetón? Seguro que sería la descripción perfecta.

Sloan repitió el mismo procedimiento unas cuantas veces más, observando la reacción de Lilith y estando atento a la mirada del camarero que vigilaba las mesas. Suerte que ellos estaban apartados porque sino los habrían pillado mucho antes.

- No hay que dejar nada en el plato. Es de mala educación - bromeó Sloan tras lo cual se acercó a la pelirosa y le plantó un profundo beso. Su mano también la besó, profundamente.

Sloan dio un respingo. Tal vez no se notara, o tal vez creyeran que se había quemado el paladar o la lengua al meterse el trozo de carne en la boca (cosa que no hizo). Tan sólo los más mal pensados podrían intuir que ese respingo había sido por los dientes de cierta pelirosa que se había agachado bajo la mesa a recoger un cubierto y se había dejado por el camino un mordisco en la entrepierna del moreno. Quiera uno o no, esa reacción es de la más normal, porque un hombre siempre tiende a pensar en lo peor cuando sus joyas están cerca de las fauces de alguna bestia hambrienta, como era el caso. Espada y escudo señores, espada y escudo, y a defender el tesoro con fuerza.

- Sus deseos son órdenes... - comentó tras el susurro de Lilith, y se la quedó mirando mientras iba hacia el servicio. No esperó ni dos segundos de que se hubiera marchado a cortar y comerse el filete dentro de ese marco de tiempo. ¿Dos minutos? Chupado: cortó, masticó y tragó. Cortó masticó y tragó. Uno tras otro los trozos del filete pasaron por su esófago sin ningún tipo de impedimento como el estómago lleno o la sensación de no poder comer más. Sloan tenía esas facultades innatas, por así decirlo.
Cuando el plato estuvo bien limpio, se levantó con calma y se giró, en dirección a las puertas del servicio. Allí estaba ella, con su vestido rojo y su pelo a conjunto esperándolo en las mismas puertas. En cuando se acercó la miró con una sonrisa y con toda la naturalidad del mundo abrió la puerta del baño de los hombres, le cogió por la muñeca y entró.
Si uno se ponía a pensar, ¿cuál de los dos baños tiene menos posibilidades de que alguien llame a la puerta? Obviamente, el de los hombres. Éstos podían esperar hasta llegar a casa para hacer sus necesidades si era necesario, o no tenían ganas hasta más tarde. La puerta del baño de mujeres sin embargo es totalmente diferente, ya que se abre por cualquier escusa que necesite el género femenino: desde hacer sus necesidades hasta arreglarse el pintalabios porque el bistec se llevó parte del carmín.
Sloan cerró con cerrojo la puerta, se giró y empujó el cuerpo de Lilith contra la pared con suma fuerza. El baño era individual y estaba limpio... cosa muy inusual tratándose de ser público y para hombres. Eso podría jugar a su favor si pensaban en tirar su ropa al suelo pero poco importaban esos pensamientos cuando se tienen los labios acosando la boca de la pelirosa, la mano en su muslo subiendo su vestido y la misma pierna, y la cadera colándose entre sus muslos desnudos.
El moreno, como había dicho estaba que se desbordaba. Una simple mirada había provocado todo eso. Por una simple mirada al modelo que llevaba Lilith, por un susurro y una caricia, Sloan estaba que no podía con su propio cuerpo, metiendo mano por donde podía y tomando aire en contadas ocasiones. Estaba encendido y tendrían poco tiempo, por lo que empezó a bajar la ropa interior de Lilith.

- No tiene ningún misterio - le comentó el moreno pegado a su oreja. - Es como en casa, con menos espacio y con menos tiempo. Imagina que los del restaurante son sólo vecinos.

Deslizar su ropa interior fue pan comido, más cuando ella misma puso de su parte. Y como ya esperaba, Lilith quiso darle dos pares de lo mismo, desabrochando su pantalón y sacando su miembro ya erecto, masturbándolo con movimientos continuados de arriba a abajo. Se notaba que, o bien tenía mucha prisa, o bien estaba muy excitada o las dos cosas.
Sloan notó que su corazón estaba demasiado acelerado. Demasiado en comparación a la velocidad regular que solía tener en éstos momentos. ¿Era el efecto de lo que ahora era capaz de sentir? El tacto de la piel de Lilith a través de la yema de sus dedos; el aliento de la mujer, rozando su oreja, sus gemidos y su expresión de placer; saber que estaban haciendo algo que no debían en un lugar público... Tal vez fuera eso, tal vez fueran otros sentimientos que aun no podía separar de la bola que se había formado justo en su cabeza, regando como un aspersor todo su cuerpo, todos sus nervios.

Sin avisar ni preguntar, Sloan levantó el cuerpo de Lilith con sus manos, a pulso, y pegó su rostro en su entrepierna, sujetándola con las manos bajo sus muslos. Los brazos de la doctora podrían tocar el techo si los levantase, y su cabeza quedaría a escasos centímetros.

- Señorita, deseo tomar mi postre de inmediato. - Las piernas abiertas de Lilith reposaban sobre los hombros de Sloan, y su boca sobre su entrepierna. Daba igual cuáles eran los postres escritos en la carta. Daba igual el plato fuerte que acababan de comer o el vino que les habían servido. Aquel bocado era mucho mejor que cualquier tentempié que le pusieran poner delante. Tal era la profundidad y la pasión con que tomaba bocados de aquel manjar que no podía distinguir dónde terminaba su boca y comenzaba el placer del gourmet.
El temblor en las piernas de Lilith, la fuerza con que se sujetaba con sus cuatro extremidades. Los dedos incrustados en su cabeza y su vientre, arriba y abajo, difícil de controlar. Pero seguían sin tener mucho tiempo. Cada segundo que pasaba tenían que pensar qué querían hacer y cómo lo querían hacer. Así pues, Sloan gastó un minuto exacto en devorar el postre para después bajar a la doctora y arrinconarla contra la puerta del baño.
El tipo que estaba esperando su turno se lo pensó dos veces antes de intentar entrar, pensando que tal vez el pobre hombre del interior estuviera pasando un mal rato.
El moreno tenía el control de la situación debido al desbordamiento de pasión que destilaba. No dejaba que Lilith respirara un sólo instante cuando le subió la roja falda y acercó su pelvis a su trasero, junto con su cara hacia el níveo cuello de la pelirosa. Estaba tan excitado y tan duro...

El moreno no defraudó a su pelirosa. Tan buen punto sintió que entraba en su interior apretó su cuerpo contra la puerta, creando un sandwich con la doctora como cuerpo del mismo, que le daría sabor al bocado. Los pantalones terminaron de caérsele con el primer movimiento, y con el segundo tuvo que volver a levantar la falda del vestido y su propia camisa que se interponían entre ambos. Piel con piel que no dejaba de moverse como si fueran un solo cuerpo. Adelante y atrás, la pelvis del moreno se separaba escasos centímetros de la pelirosa y escasos milisegundos, tal cual un yonki con su panacea para el día a día.
Lilith empezó a gemir, y se escuchaba más alto que los roncos bufidos de Sloan. Si alguien pasaba cerca y paraba un poco la oreja, los escucharía y entonces, adiós a la diversión. El moreno llevó su zurda hacia los labios de la doctora, rozándolos con las yemas y luego tapándolos para que no se la escuchara. Pero ya no le importaba mucho que los escucharan: al sentir la respiración de Lilith en sus dedos notó que perdía la cordura. ¿Cómo un simple gesto como gemir sobre tu propia mano podía hacer que uno perdiera tan rápido el norte?

Con la otra mano libre Sloan levantó la pierna de Lilith, quedando ésta apoyada con su brazo izquierdo y cuerpo contra la puerta y la otra pierna. Sloan quitó la mano de su boca y la usó para sostener a Lilith por la cintura, callando sus gemidos con su propia boca y lengua.

- ¿Hola? ¿Está usted bien? - Sloan se quedó quieto cuando escuchó el comentario del hombre que estaba al otro lado de la puerta. Bajó la pierna de Lilith y la situó con la espalda contra la puerta. ¿Habría escuchado el golpe de antes? ¿Los gemidos?
- Si, estoy bien... - Tenía que pensar algo y rápido. - He comido demasiado y... tengo un corte.
- ¿Un corte? En ese caso si quiere puedo traerle unas sales para que pueda bajarle bien.
- No, descuide, no hará falta. - Bajó la cabeza y le susurró al oído a la pelirosa. - No hace falta que pares. Puedes hacer algo de magia... - comentó moviendo su pelvis de forma circular.
- ¿Está usted seguro? - Les había tocado un buen samaritano y además, pesado.

El moreno quería decir que moviera sus caderas para darles placer a los dos pero... eso también estaba bien. De puta madre mejor dicho, o mejor pensado, porque es lo que estaba pensando mientras veía la cabeza rosa bajar hasta su entrepierna y sentir el tacto de su lengua, el calor de su boca y... todo lo que conlleva que te hagan sexo oral. Y hablando de tocar los cojones, el tipo seguía dale que dale con lo de pedir ayuda para el moreno.

- Que... que da igual... ¡da igual! No se preocupe que... está todo controlado.
- Puedo preguntar si hay un médico en la sala, si le parece bien.
- Que no... no...
- ¿Seguro? ¿Seguro que se encuentra bien?

El puño de Sloan golpeó la puerta con la fuerza suficiente como para que temblara pero la justa para que no la partiera en dos.

- ¡Déjeme en paz de una puta vez!

El hombre al otro lado de la puerta se quedó patidifuso, se apartó de la misma sin dejar de mirarla y luego volvió a su mesa. En ese momento Sloan sintió lo que es odiar a alguien. Pudo reconocer ese sentimiento dentro de él. Hasta ahora tan sólo había sido la rabia, la ira... una expresión de su yo más primario. Y ese tipo... ese tipo había conseguido encender la cerilla que ardió dentro de su pecho por vez primera. Era una sensación desagradable para Sloan, y que sería mejor controlarla o de lo contrario podría irse todo al garete por una subida de ira con toques de odio visceral.
Lilith apartó esos pensamientos de su mente cuando lo llevó a la taza y lo sentó sobre ésta, sentándose encima y volviendo a poner su miembro donde tenía que estar. La miró mientras boqueaba de placer, moviendo la cabeza afirmativamente. La rodeó con sus brazos, la atrajo a él y le bajó la parte de arriba del vestido, apartando también el molesto sostén, saboreando sus pechos mientras ésta seguía con aquel ritmo incesante. Estaba como loco por querer seguir y querer acabar. Estaba como loco por saborear cada ápice de aquella piel nívea. Se carcomía por dentro al no tener suficientes manos para todo su cuerpo.
La agarró por sus caderas y la obligó a acelerar el ritmo, marcándolo él con las suyas propias. La taza del váter se quejaba, o mejor dicho la tapa del váter con tanto salto y tanto jolgorio. Sloan apretaba su cabeza entre los pechos de Lilith mientras ésta subía y bajaba, subía y bajaba, hasta que no pudo más.
Mejor dicho; no pudieron más. El moreno abrió la boca pero se la tapó con el cuerpo de Lilith, y buscó a ciegas los labios de la mujer para tapárselos, o que le mordiera los dedos, la mano. Le daba igual, con tal de que no los pillaran.

- Uff... uffff..... Vale..... Vale....... recuérdame qué me pasó por la cabeza cuando pensé en ésto - bromeó el moreno mientras levantaba la cabeza y le sonreía ladino, satisfecho. - Deberíamos volver... para que no nos echen... tomar el postre, pagar e irnos a... yo qué sé... Donde sea.

Era hora de irse. Mejor dicho, era hora de marcarse del lavabo de señores y volver a su mesa, antes de que las cosas fuera se fueran de manos. Mientras Lilith se ponía bien su ropa, Sloan aprovechó para levantarse, subirse los gallumbos, el pantalón, la bragueta y cerrarse el cinturón. Estaba ya listo para marcharse cuando la doctora le puso un regalo en el bolsillo del moreno: sus bragas. Se la quedó mirando con una ceja arqueada como diciendo "¿de verdad?". Aquello había despertado un sentido juguetón en Lilith, al igual que en Sloan, quien antes de salir para ver si estaba la zona despejada de moros (nunca entenderá a qué venía esa frase), pasó la mano por debajo del vestido y le dio un cachete al desnudo trasero de su pareja.

La velada terminó con un postre dulce, un encuentro amargo y muchas, muchas provocaciones por parte de Lilith. Al no llevar ropa interior bajo sus faldas cada uno de sus movimientos de piernas era una invitación al mal tiempo para el cuerpo de Sloan. Como un latigazo justo a su entrepierna, castigándola por haberla metido en una situación tan... provocativa podría llamarse.

Ya fuera el rumbo les llevó ante un pub con buena música en su interior. Lilith le rogó de entrar dentro y Sloan se quedó en su sitio durante un buen rato. Sentía el bum bum bum que salía del interior, acelerando el ritmo de su propio corazón. Sentía la música de otra forma. Una más profunda y directa. Los dedos de sus pies chispearon y una sonrisa se le dibujó al moreno.

- Eh, ¿por qué no? Ya me has complacido antes con tu regalo. Ahora es te toca a ti.

Entraron, y una vez dentro aprovechando la parte oscura y con escasa luz que había en la entrada Sloan metió sus manos bajo la falda de la pelirosa y pellizcó su trasero, para después acariciarlo con ambas manos sin dejar de avanzar, besándole el cuello bajo su mata de pelo rosa.


Dentro, el local estaba abarrotado de gente. Como era de esperar, Sloan y Lilith destacaban como dos faros en medio de la noche, sobretodo Lilith y su vestido rojo. La mayoría de los que estaban por dentro llevaban ropas más casuales, de salir una noche de fiesta pero no en un barco en medio del mar con vino del caro en sus copas, como eran las pintas de la pareja.
Sloan se acercó a la barra y pidió por los dos. Llevaba suficiente tiempo con la doctora como para conocer sus gustos. Se giró para darle su bebida a Lilith mientras no dejaba de sonreír. Pero no su sonrisa típica, que mostraba con un toque de picardía. Era una sonrisa bastante natural, como si le saliera de dentro. Él lo sabía, lo notaba. Se acercó al oído de Lilith para que pudiera escucharle.

- Ésto también lo siento diferente. Es como si fuera la primera vez que saliera de fiesta, con la música en mi cuerpo y el alcohol en mi mano y boca. Es... no sé cómo explicarlo pero... pero me gusta mucho. - Con extremo jugueteo, se apegó al cuerpo de la doctora, bajó la mano hasta su trasero y se lo agarró bien fuerte, mientras movía la pelvis de un lado para otro, al ritmo de la música empezando un baile acompañado por una mirada entre infantil e insinuante.

Era cierto: parecía un jovenzuelo que acabara de descubrir lo que era salir por la noche a un pub con la pareja. Eso si, con toda la confianza que siempre rezumaba el moreno.

La música cambió a una canción más relajada y que buscaba obligatoriamente el contacto físico con otras personas. En ese caso en específico, con el cuerpo de tu pareja. Era una de esas canciones que el DJ pone para crear un ambiente más tierno, más romántico y que surjan nuevas parejas o, simplemente, que se reaviven las que ya existen. La mayoría de DJs en la actualidad ya no se dedican a poner canciones "de pareja" sino que van más a lo que viene siendo el tipo de sociedad juvenil de hoy en día: marcha, caña y sexo sin compromiso. Así que, en resumidas cuentas, dentro de la cabeza de Sloan tachó al DJ del pub como un veterano que aun creía en las canciones de pareja.

Toda una leyenda. Toda una reliquia mejor dicho.

No hacía falta responder a la pregunta de Lilith para que ésta supiera cómo se sentía el moreno, porque su cara lo reflejaba todo al completo: las uñas en su nuca le hacían cosquillas, pero no de esas que te hacen reír durante horas, sino las que te hacen sonreír y se te ponen los pelos de punta mientras notas un ligero escalofrío recorrer su cuello y espalda. Era una sensación tremendamente agradable que se multiplicaba con creces tras la "operación" del moreno. Antes ya de por si le gustaba pero ahora era distinto. Lo sentía y notaba su corazón palpitando con fuerza. Los mordiscos en su cuello y en su mandíbula. De no haber sido por aquel beso se habría perdido por un mar extraño, a la deriva, sin saber hacia dónde nadar.
Estaba claro que tendría que aprender a controlar esas sensaciones y esos sentimientos nuevos para él. Sino quién sabe en qué situaciones podría encontrarse, complicándose con tan sólo una caricia. Hablando en plata, Sloan en ese momento era como un adolescente que nunca supo lo que era el contacto humano hasta que se liberó de su burbuja, y empezó a sentir dichas sensaciones con la mano del sexo opuesto, agravando los resultados.
En resumidas cuentas, estaba hecho un flan.

- Si. Luego hablaremos sobre ello. Luego te lo contaré todo si quieres, desde lo que vi hasta lo que sentí. Te contaré todo lo que quieras saber... pero luego. Ahora no. Ahora sólo quiero estar así contigo. Sentirme bien. Sentir... - apretó los dedos de sus manos - tu suave culo entre mis manos mientras sigues acariciándome como lo estás haciendo ahora mismo - concluyó el moreno con una sonrisa ladina.

La experiencia del baño había sido excitante a más no poder, y le ayudó a expulsar toda la presión que tenía en la cabeza (y en la otra cabeza), relajandose un poco. Y de la excitación pasó a la delicadeza del gozo, moviendo su cintura a un lado y a otro, acompañado de las caderas de Lilith y sus ojos pegados a su mirada.

La música había parado, pero la pareja seguía pegada y moviéndose como si continuara. Eran los únicos de la pista que no cambiaron el ritmo de baile y, sumándole las ropas que llevaban aquella noche pues... como que no pasaban muy desapercibidos que se diga.

Al cabo de poco llegó la petición de Lilith sobre hacer un viaje, y nada menos que a París. Así, para quien no diga que la mujer no tenía un lado romántico. La idea le agradó al moreno y daba la casualidad que ya había paseado por París. Su cabeza no lo pensó pero interiormente estaba "recordando" el desfase horario que había entre Nueva York y París y la temperatura. Lo que viene siendo "cógete un abrigo bien calentito porque se te van a pegar los mocos" que se solía decir.

- Entonces, París será. Eso si, ten, ponte ésto - le dijo Sloan sacándose las bragas del bolsillo y entregándoselas - o sabrás lo que el frío en el Polo Sur. - Y por una vez en la vida, no lo decía de coña.

Cogió a la pelirosa de las manos y dio dos pasos, desapareciendo del medio de la pista de baile dejando anodadados a unas cuantas parejas que bailaban cerca y se plantaron en su piso. Lo de los abrigos iba también en serio, por lo que fue directo a por ellos. Daba igual cambiarse porque así habría más... magia en el ambiente, por así decirlo. Pero los abrigos si o si.
Le dejó un poco de tiempo a la doctora por si quería coger dinero o alguna otra cosa para el viaje. Hecho los preparativos a toda prisa, volvió el moreno a coger las manos de su encantadora pareja.

- Hay un desfase de seis horas de Nueva York a París, por lo que si aquí son... - buscó un reloj que marcara las horas en el piso - las once de la noche, allí son las cinco de la mañana. Con un poco de suerte seremos los primeros en pisar sus calles - comentó con una sonrisa.

Fue un pestañeo. Tan sólo uno y los ojos de Lilith se adaptaron de la luz artificial de su piso a la luz artificial de las farolas de París.
Estaban justo delante de la catedral de Notre Dame, iluminada como siempre, salvo por los adornos navideños que estaban dispersos por toda la plaza, así como el árbol de Navidad que siempre ponían justo delante de la "gran dama". Aun no había salido el sol y faltaban escasas dos horas para que lo hiciera. Tendrían tiempo de ver la salida del sol parisense.

- Bienvenida a París, mon amie.