El despertar de una rosa. (Rebecca Logan, Sloan Jenkins, Pamela L. Isley). 14 de Junio de 2018.

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Hay como una regla no establecida de tiempo con la cual se puede medir cuánto tarda un ser vivo en odiar a otro ser vivo, sin más. Dicha medida de tiempo se puede medir dese minutos, horas, días... hasta años, décadas o milenios. Dicho tiempo también se reducen con la suma de la angustia y del propio ser viviente, ya sea el que odia o el odiado. Además está el factor ambiente, que viene siendo aquello que procede del exterior, es decir, que no forma parte de ninguno de los seres vivos.
Bien, ¿pues podéis adivinar cuánto tardó el cocinero del BPRD en odiar al bueno de Sloan Jenkins? Nada más entrar éste por la puerta y gritar a los cuatro genios del bufet que había tras la barra:

- ¡TENGO TANTA HAMBRE QUE LE DARÍA UN MUERDO A LA PARED!

Se lo dio. Por tomárselo a risas, se lo dio.

Pasaron así los días en los que Sloan entraba gritando la misma frase, y viendo aun el boquete que no habían arreglado, el chef del comedor se esmeraba en tener siempre la comida lista para cuando llegaba el moreno. Todas las mañanas a la misma hora aparecía por la puerta, con la misma ropa que le dieron cuando terminó todo el asunto de Victoria y con esa sonrisa de bobalicón que ponía. Desde entonces el chef que lo tenía entrecruzado.
Lo que no sabía nadie, porque una de las normas no impuestas en la sociedad actual era guardarse todo lo malo para uno mismo, y por ello Sloan no se mostraba nunca, nunca nunca como estaba: preocupado. Preocupado y con malos pensamientos. Todo por tener a su sheriff en una sala sometida a un coma para evitar que el dolor la consumiera. Todo por culpa de aquel ente que se metió en su cuerpo y que la estuvo consumiendo y que de no ser por el hombre butano la habrían perdido para siempre. Cuando la vaquera entró en coma inducido, empezaron las eternas guardias de Sloan a su lado. No se apartó ni un sólo segundo. Siempre estuvo a su lado, sentado cerca de su cama por si despertaba. El único momento en el que se separaba era cuando iba a comer. Una sola vez al día, aprovechando entonces para evacuar (es lo que tiene controlar completamente tu cuerpo) y zampar todo lo que pudiera para el resto del día. Por ello el hambre y por ello el muerdo.
Los que agentes que pasaban cerca de la habitación se quedaban mirando a la pareja, y parecía que ambos estuvieran inmersos en un profundo sueño: ella con los ojos cerrados y él abiertos. Cuando se movía por lo que fuera, era cuando el moreno volvía a la vida.

Y hablando de volver a la vida...

- Agente Jenkins.
- Por....... no sé qué vez es ya: no soy agente del BRPD... BPDR.... De aquí, así que no me llames agente.
- La señorita Logan ha despertado. Está consciente.

Sloan se quedó mirando al agente, con la boca llena de flan, cuando al comprender lo que le estaba diciendo dejó caer sonoramente la cuchara y salió corriendo por los pasillos, en dirección a la habitación que tanto tiempo había hecho de guardián. Por el camino pasó de largo a Abe y a Krauss, hasta cruzar la puerta y ver que, efectivamente, una Rebecca con los ojos abiertos reposaba frente a Liz. También estaba Hellboy, dormido, pero a quien le puso toda su atención fue a Rebecca, acercándose a ella para poder verla mejor.

- Rebecca...... - Guardó silencio durante unos segundos y luego sonrió. - En menudo rodeo se ha metido, ma'am.

Martes, 12 de Junio de 2018, atardecer.

Hondonadas de viento demasiado ajetreado, las ramas revueltas, la incomodidad. Recuerdo esa sensación como un mero paseo en comparación a lo que significó. Corrí al ancho veloz, Becca era de métodos tradicionales. Nunca volvería a casa en helicóptero de poder volver en caballo, coche o algún método donde poner los pies en el suelo. Las pequeñas enredadas en los postes de la casa de Rebecca estaban siendo manipuladas. Un color, humedad…Estaban manipulándose con una delicadeza y calma de quien tiene controlado lo que hace.
Dejé de correr al plantarme frente al porche. Avancé a pasos lentos hacia él mientras el bosque se cerraba detrás de mí con ese crujido que ahora quedaba camuflado con el sonido constante de las hélices. El viento huracanado descontrolaba mis rizos carmesí y alteraba las hojas de mi traje; body, botas y antebrazos. Miré a Abe con los ojos casi húmedos y la inquietud de quien espera ante las puertas de un quirófano.

-¿Qué ha pasado...?- me acerqué lentamente a él hasta que apoyé una mano sobre la manga negra que cubría su brazo-¿Abe…?- la mano empezó a ejercer más presión, inconscientemente. Nada doloroso, todo lo contrario… Casi pidiendo socorro. Era una visión totalmente opuesta a la mujer fuerte, firme y segura que la parte del BPRD conocía. Pura máscara después de aquello… Para Abe sería especialmente peculiar, debido a su último encuentro. Esta no era la “yo” con la que él se había encontrado.

- Pamela…- era extraño que un hombre con la inteligencia de Abe Sapiens no encontrara qué decir, o cómo afrontar la situación. Pero para aquello, tuvo que recurrir a unos cuantos segundos, que en él particularmente, era casi una eternidad. - He venido a explicarte lo que ha sucedido en nuestra última misión. El motivo de que Rebecca aún no haya vuelto. - su tono natural siempre transmitía una calma inmensa hasta en la más compleja situación, pero estaba muy lejos de resultar frío. Sabiendo a lo que iba a enfrentarse, se había puesto dos guantes de cuero, entre los cuales sujetó la mano que Pamela aferraba a su brazo ansiosamente. - Lo que sucedió nos sobrepasó a todos nosotros, pero Rebecca sufrió un importante revés. Ahora mismo se encuentra en las instalaciones del B.P.R.D, intentando recuperarse. Por eso estoy aquí. - sus grandes ojos negros miraron profundamente a los de la mujer, cuyo primer encuentro había supuesto para él un fuerte acontecimiento. - He venido a buscarte. -

Por mi cabeza surcaron las peores situaciones. Rebecca había sido mutilada. Había muerto. O atrapada en el peor de los infiernos. Los ojos se me llenaron de lágrimas que se renegaban a caer. Al atender a sus palabras suspiré tranquila. El tono de sus palabras resultaba como la nana de un hogar en comparación a cómo me sentía por dentro. Respiré hondo un par de veces y le miré a sus ojos enormes y negros como el profundo mar. -¿Intentando…?- contuve el llanto en la garganta recargada de dolor. - ¿Qué le ha pasado?¿Qué tiene? ¿Qué le han hecho?- apoyé mi mano sobre sus guantes sin distanciar la mirada - ¡¡¡FAUNA!!! CUIDA DE CASA HASTA QUE VUELVA- grité todo lo alto que pude. El grito más alto de mi vida después de lo del Espantapájaros...- Llévame, llévame ya-

La agonía que me pudo haber provocado volar en aquella cosa se vio totalmente eclipsada por la agonía de pensar en perder a Becca. Apoyé los codos sobre mis rodillas, moviendo una pierna con insistencia durante todo lo que duró el viaje. Escuchando atenta a ratos lo que Sapiens me explicaba, mirando a cada rincón metálico de la dichosa nave. No podía ser.. ¿Cómo le iba a pasar eso a….

-¡¡¡REBECCA!!!- grité en cuanto la primera puerta se abrió. No me esperaba un sitio tan enorme… y tampoco me paré demasiado a verlo. Eché a correr a toda velocidad, llevándome a dos hombres por delante, uno de ellos cargado de ficheros que acabaron cayendo lentamente hasta desparramarse por el suelo mientras mi silueta se perdía en el fondo de los pasillos. Noté los pasos acelerados de Abe detrás de mí, recogiendo esas hojas y disculpándose, tratando de llamarme por mi nombre. -¡¡¡REBECCA!!!- Seguí corriendo, Azul me había explicado dónde estaba y necesitaba encontrarla. De nuevo otro pasillo a toda prisa. Esa vez me choqué con un hombre que corría con una criatura enjaulada que también terminó en el suelo -Lo siento, lo siento…- y por último -¡¿QUÉ ESTÁ PASAND- plaqué a un tipo que se puso a gritar como un energúmeno
-Oh, lo siento mucho Director Manning..ella..está alreada por la sheriff

La puerta estaba abierta, la vi al fondo, echada en la cama con los ojos cerrados y hundidos. -¡BECK!- no dejé de correr hasta que estuve junto a su cama, cuando al fin las lágrimas se atrevieron a salir -¡ME NECESITA!- empecé a generar un estimulante, mezclando ingredientes en un vaso que había ahí, echándolos directamente de mis manos - Todo va a salir bien… te… te vas a despertar y todo volverá y Fauna te lamerá la cara mientras te da el sol en ese pelo tan bonito… - estiré la mano para acariciarle la trenza y darle de beber del vaso. - ¡¡Cuidado!! - pero noté dos brazos reteniéndome, uno de cada brazo, parandome en el acto y alejándome de ella. -¡¡¡NOOOO!!!- Derribé a uno de ellos haciendo fuerza con la espalda y cuando quise zafarme del otro agente miré a mi alrededor. Tres cañones apuntándome directa mientras mis ojos adquirían un color verde en las venas. -No lo entendéis- Márchese, por favor- ¡¡ELLA ME NECESITA!!- Tiene que relajarse. La llevaremos a una sala para que se tranquilice pero lejos de ella -Pero… me necesita…

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Jueves, 14 de Junio de 2018

No solo estaban esas rosas amarillas sobre la mesilla. Acompañaba a las flores un Lirio Blanco que me comunicó a gritos, a través de las tres habitaciones que nos separaban, los ojos abiertos de la vaquera. Miré a Abe a los ojos quedándome helada unos segundos y luego eché a correr, otra vez…

La vi allí, con los ojos abiertos sin mirar. Como si no supiese nada. La tipa le hablaba como si la conociera de toda la vida. Unos guantes hasta el codo aparecieron en mis brazos cuando llegué, forrados en hoja de Hiedra. Cerré los ojos un instante, calmé la respiración con mucha paciencia y me acerqué a paso tranquilo una vez pasada la puerta. -Becca... - le sonreí con los ojos húmedos de nuevo, deslizando mis manos enguantadas, una bajo su mano y una sobre ella, en una caricia muy suave.
Y realmente… ya. No tenía nada más que decir. Todo se me detuvo un instante hasta que me di cuenta de que lo que había pasado realmente era que el mundo volvía a girar.

Rebecca sonaba como si se hubiera pasado cinco noches seguidas incluyendo los días durmiendo con la boca abierta, roncando y de paso con el aire acondicionado encendido. Eso si que es un buen raspado de garganta.

- Nada que no se pueda solucionar con un buen puntapié y un par de buenas palabras - bromeó el ayudante. Se sentía feliz. ¿Esa era la palabra? Tal vez si. Aliviado sería la otra y podríamos pasarnos toda la tarde aquí sentados nombrando un sin fin de sinónimos y citando el diccionario, pero ni estamos en clase ni es momento.

Luego le tocó el turno a Pamela, y Sloan se echó a un lado para que tuvieran su momento. Fue en ese preciso instante cuando se giró hacia Abe y vio la sombra en su rostro. Es difícil superar la ya típica expresión de Azul, tan expresiva como un pez muerto, pero aquella se llevaba la palma. No eran las facciones que marcaba, ni los músculos ni la luz de la habitación. Eran esos ojos con los que miraba a Rebecca.

Tal vez ya fuera paranoia suya, pero cuando escuchó cómo se dirigía la vaquera hacia su amiga... le pareció que algo no estaba en su sitio. Lo dicho, tal vez fuera paranoia suya pero... le raspaba las sienes. Era como si de repente la vaquera hubiera sido sustituida por otro rondador de las praderas. Esa forma de dirigirse hacia Pamela, tan educada... Había escuchado a Rebecca hablar cuando se conocieron, después y durante lo ocurrido en oriente medio, y al moreno le parecía que era la primera vez que la escuchaba expresarse con ese "usted" tan marcado.
Lo dicho: tal vez fueran paranoias.

Abe se presentó como el perfecto enfermero, y llamadlo loco del todo (vale, un poco si), pero eso hizo que se preocupara todavía más. Azul era cándido, dispuesto siempre a ayudar y cuando se ponía tan amable con un enfermo... (¡LOCO! - Gracias) ¿Sería por aquella sombra que le maquillaba la cara? ¿No se atrevía a... a qué?

- Oye Rebecca, ¿cómo te sientes? ¿Tienes la sensación de que haya alguien dentro de tu cuerpo además de tu misma? ¿Notas algo extraño?

La duda aun le carcomía al moreno, y justamente era de los que no tenían pelos en la lengua precisamente.

OOC: Slo, el que se ha presentado en el post de Nacho ha sido Azul, Hellboy sigue sobando en la silla, lo pone.

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Esa llamada me puso en alerta por un motivo que aun desconozco. Cuando la vi sonreír fue como si notase por primera vez el latido de mi corazón. Yo también sonreí, con un alivio que hace muchísimo tiempo no sentía. Miré a mi amiga con una atención milimétrica. Recordando cada curva de su rostro como si fuese un milagro que pensaba que nunca jamás volvería a ver.

Mis dientes se hicieron más visibles cuando vi la luz de sus ojos, y cómo le habían respetado la estrella. Ella siempre con ese ambiente de medio oeste a su alrededor y en su ser. Me llevé una mano al pecho, suspirando tranquila y sin ocultar cuánto significaba esa muchacha para mi.

Pero entonces todo se rompió. ¿Señorita..Hiedra? ¿Tratándome de usted?
Toda la alegría que había en mi rostro desapareció. Perdí la concentración y el sentido del tacto. Mirando a todos los que me miraban con un gesto de confusión - Tiene secuelas…- murmuré mirando a la chica morena mientras mi amiga me besaba los nudillos - No es ella. Tiene rasgos psicológicos o cerebrales, pero no es ella- entonces, mi corazón se paró de nuevo.

Busqué los ojos de Sloan. Él parecía conocerla, habíamos llegado a un punto intermedio de no agresión gracias a la rubia, y si los dos le importábamos lo suficiente como para llegar a esto por ella, supuse que la conocería de sobra para saber que Rebecca no actuaba así conmigo. Fruncí el ceño alarmada, notando cómo la angustia se convertía ansiedad de nuevo en mis pulmones, alterándome la respiración mientras los músculos de mis costillas luchaban contra ello. -Sloan, tú lo sabes…- pero no le solté la mano a Rebecca. En él buscaba ese apoyo factible. El que debía corroborar mi versión y hacer entender a los demás que lo que decía era que esa, no era mi amiga. No era Rebecca Logan, y punto.

Sin embargo, a pesar de que ese fue el socorro basado en los hechos, mi socorro emocional lo busqué en los profundos ojos negros de azul. Mi rostro se tornó a uno de pura angustia y tristeza. No quería que Rebecca me viese así, pero esa no era Rebecca. -Abe...- miré de nuevo a Beck - Pero.. claro que me has preocupado.. Y.. me preocupas… ¿Cómo… ¿Qué sientes?- Cómo estaba ya lo sabía. Ahora quería saber qué le estaba ocurriendo por dentro y dónde estaba mi mejor amiga. Volví a mirar a Sapiens. Volvía a estar perdida y sola, rodeada de un montón de gente. Una lágrima me cayó por la mejilla izquierda mientras sentía ese vacío irrecuperable en el hueco que las pocas personas importantes se consiguen en mi vida.

Nadie. Nadie en esa sala sentiría esa punzada en el corazón y en el estómago. Una nube de incertidumbre y confusión que me perseguiría aun en las siguientes noches con mis otras dos mejores amigas. Ella había sido un pilar en mi vida, uno de los cánones principales a seguir por los que conseguí reestructurarme desde la salida de Arkham y ahora estaba... No. Ahora no estaba. Ya no existía. Y no sabía si iba a ser capaz de volver a recuperarla.

Lo peor de tener la información universal metida en la cabeza justamente era su mayor baza: nunca te faltaran datos. Puedes tener frente a ti una situación que para solventarla tendrías que ser un catedrático de, por ejemplo, lenguas, o bien un matemático experimentado que se ha pasado los últimos años estudiando una nueva fórmula que sustituyera todas las fórmulas convencionales y pusieran su nombre en dicha teoría.
En cuanto Pamela suscitó la posibilidad de que su amiga tuviera secuelas, rápidamente la mente de Sloan empezó a asociar los elementos mostrados por la vaquera y las posibilidades que pudieran darle una explicación lógica, así como las más alejadas por muy irracionales que fueran. Todo ésto sin olvidar que tal vez el contacto con el jinete conocido como Victoria hubiera dejado su impronta en ella, y que estuvieran viendo una sheriff totalmente controlada por la esencia del antiguo ente.

Todo éste trabajo se hacía tras bambalinas, en el subconsciente de Sloan, pues su consciencia no podría acarrear con tanta información, mucho menos su cerebro físico. Éste, lo único que pudo hacer ante lo que estaba pasando fue apoyar a la amiga de su jefa devolviéndole la mirada. Si, él también la conocía bien y no, esa no era la Rebecca que él conocía y conoce.

Cuando la vaquera quiso ponerse de pie lo único que consiguió fue caerse de frente contra el suelo. Una visita raramente buscada. Consiguió eso y que el ogro de la gruta por fin se despertara. O en su lugar, el demonio.

El moreno ayudó a Azul para levantar a la maltrecha vaquera tras lo cual, salió de la habitación con su amigo Rojo. Sloan y Pamela se quedaron con la vaquera y con Liz. El "agente" estuvo en silencio todo el rato, dándole vueltas a una cosa que había notado en Rebecca cuando despertó. Y no pudo evitar afinar su oído izquierdo para escuchar la conversación entre los dos amigos.
Cuando volvieron Hellboy propuso que Pamela y Liz ayudaran a Rebecca a darse una ducha y en ese momento fue cuando la boca de Sloan no pudo contener más la pregunta. Otra pregunta aparentemente estúpida, pero que tenía que hacérsela.

- ¿Puedo hacerte una pregunta? - le dijo a la vaquera. - ¿Qué eres? ¿Hombre o mujer?

Tras despertarse, Sloan se dio cuenta que Rebecca se refería a si misma de forma masculina. "Metido", "tirado"... eso junto a que su forma de tratarles también había cambiado... tal vez era lo que decía Pamela pero...

- ¿Y sabes cómo te llamas?

OOC: He hecho como que Azul no llega a levantarla y se acerca Sloan a ayudar a Hiedra. Me parece que tiene más sentido ya que ella es la que estaba más cerca de Rebecca.

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Las palabras de consuelo de quien fue mi amiga sólo me quemaron aún más el corazón. Se supone que debían reconfortarme y hacer sentir la calma de los rayos del sol, pero sólo me ardían. Anticipé su gesto de ir a secármela y la detuve en seco agarrándole con mi mano también cubierta para evitar que se hiciese daño al rozar mi piel. Mi mirada se perdió en nuestras otras manos entrelazadas. Veía sus yemas reposar sobre las hojas dobladas y abrazar mis dedos. Como si nada ocurriera, como si de verdad fuese útil.

Del mismo modo que lo intentó Abe al rozar mi cabello. Fue entonces cuando mi lógica filtró sus palabras. “No volver a causarte problemas nunca”. ¿Acaso ese problema no era suficiente? ¿No le habrían roto el resto de su vida?

Otra lágrima resbaló tranquila por mi mejilla, como una raíz entre la tierra. Como si fuese símplemente lo que tenía que pasar. ¿Por qué no era capaz de entender quién era? Era una mujer. UNA MUJER. ¿Por qué caía en la maldición del género masculino? Le solté la mano permaneciendo tan confusa, tan impermeable… Que ni me percaté de que había intentado ponerse en pie. Aspiré súbitamente haciendo un leve ruido con la sorpresa y el susto, levantándola al instante para sentarla en la cama. Sí. SentarLA.

Escuché la voz de Hellboy, levantando la vista sobre Abe.¿Por qué reaccionaba con bromas? ¿Por qué disimular que esa habitación había sido la suya también durante todo este tiempo? Comprendí. Comprendí que el único miedo que tenía el demonio era de que mi amiga no despertase. Y una vez había abierto los ojos, independientemente de su estado, ya estaba todo bien. No importaba que no pudiera andar. No importaba que no fuese ella. Él no tenía culpa de nada y ya podía irse a la ducha, donde al parecer tenía que llevarla yo ahora.
-Sí. Yo la ayudaré.- susurré con la mirada perdida.

Esperé a que se fuesen y carraspeé para hacer la pregunta, pero la voz del moreno sonó por encima de mi silencio e intención. Fruncí el ceño. Esa pregunta, el hecho de que fuese una realidad haciéndose presente y material lejos de ser un espejismo mío me quemó casi tanto como las palabras de falso consuelo. Desvié la mirada con dolor dejando que otra lágrima regase mi mandíbula. Agarré la mano de Rebecca con delicadeza, como antes y la estreché tal y como estábamos antes. Todas mis preguntas se ocultaron en la maleza de mi inseguridad. Ya había suficiente presión. Debía recuperarse y asumir todo lo que le había pasado. Sin duda no era el momento, quizá hubiese quedado traumada con lo de estar semi paralizada… pero también permanecí a la espera de esas respuestas.

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"Soy el Sheriff".

Su respuesta dejó al moreno más preocupado de lo que estaba ya. Definitivamente, ese "sheriff" no era el mismo sheriff que él conocía. Él aceptó ser el ayudante de Rebecca, la vaquera que conoció en Arkham. La que junto a él despacharon a los tipos que vinieron a cobrarse una deuda de la rubia. La sheriff con la que intercambiaron saludos y se enorgullecían de sus estrellas. ¿Qué había pasado con esa sheriff? ¿Dónde estaba? Sloan podía ver el pelo rubio y el cuerpo de mujer de su jefa, pero no la veía en aquellos ojos.

Sloan no le debía compañerismo a ese forastero.

La respuesta dubitativa de la rubia al parecer no pasó desapercibida, y a quien más afectó fue a su compañera Pamela. Sloan se apartó cuando fueron a ayudar a la vaquera para llevarla al baño, cruzándose de brazos y analizando las posibles soluciones al problema que tenían entre manos. Pero al mismo tiempo, su cuerpo le impedía quedarse quieto sin hacer nada.

- Iré con vosotras y me quedaré fuera, por si necesitáis algo.

Algo tenía que hacer, aunque tan sólo fuera eso. Primero, el baño. Después, ya se vería qué harían con el problema de la vaquera. Tal vez la solución fuera extremadamente sencilla o tal vez tuvieran que hacer uso del material que tenía la organización en esas instalaciones. A saber cómo se acabaría todo ese mal asunto...

[FDI: Lo siento por el post corto... pero no sabía dónde meter a Sloan ni qué hacer de mientras XD]

Verla en ese estado de absoluta fragilidad, a pesar de la fuerza que aparentaba demostrar me destrozaba el corazón. Nunca he querido acercarme a nadie por lo que ello supone y es, que son más frágiles que yo y todos acaban así. Y odio esta sensación.
Estar semi-inerte a los pies de la cama de un hospital viendo cómo la poca gente que me importa se desvanece ante mis ojos… Como siempre ocurría.. el ciclo sin fin.

Me quedé como ella, viendo cómo sus pies se movían como dos grandes péndulos sin que ella pudiera pararlos, colgando de la cama. Me quedé desde la distancia, observando todo su ciclo asimilativo. Cómo movió su pierna tirando de ella como si fuese un peso muerto y se la colocaba. Por primera vez pude verla tan de cerca, no había querido acercarme antes a sus piernas por respeto. Eran como si pequeños raíles curvos de enfermedad hubieran impregnado sus extremidades. Era ligeramente oscuro y ligeramente brillante. Su tos me sobresaltó y empecé a buscar agua a mi alrededor automáticamente. Extendí el brazo para agarrar un vaso y cedérselo después de acariciarle la espalda con mucha calma, sobre la tela.

Calmantes y silla de ruedas. No sabría explicar qué, pero era como si supiera que una especie de orgullo se hacía latente en ella, y no me sonaba a buena idea. No al menos habérselo presentado con esa brusquedad, pero no reaccionó a malas… Quizá me había sobrepasado al pensar que el cambio de Becca estaba siendo tan importante en cuanto a carga psicológica, pero es que… Toda su actitud y la manera de hablar y…

El sheriff… Ella siempre había sido “el sheriff” pero no así. Joder Beck, eres una mujer, te llamas Rebecca, eres el sheriff, llevas una empresa, tu padre es un idiota… Por favor.. POR FAVOR. Dame UN solo indicio de que sí eres tú…
Noté la voz de Abe cerca de mí justo cuando me levanté sosteniendo la silla de ruedas en mis manos, para empujarla. Dediqué una mirada estática y apagada a sus ojos grandes y profundos - Ojalá no pases por esto. De verdad te lo digo, Abe- Fueron las únicas palabras que fui capaz de decir.

De camino a las duchas no podía parar de mirarla, llevando la silla que la transportaba. Su cabello nunca había estado tan apagado, al igual que su mirada. ¿Y si la había perdido para siempre? ¿Y si simplemente… ya no era ella?
Llegamos y la mujer activó la alcachofa de la ducha y Rebecca… Se desnudó.

Mi mente se bloqueó por completo, quedándose en un brillo de luz blanca incapaz de procesar absolutamente ninguna información. En mis pupilas se repetía el gesto constante del camisón cayendo por sus hombros. Una, y otra.. y otra.. y otra vez. Ella era incapaz de desnudarse. Aún en su casa se duchaba con las botas y algo más puesto, como si fuese incapaz de sentirse sheriff sin ellas y.. ahora…
-Re...becca?- se me escapó en un hilo de voz que me dejó petrificada. Quizá ni lo hubiesen escuchado.

Para cuando quise darme cuenta ella estaba frotando desquiciada contra su propia piel. Cubrí de nuevo todo mi cuerpo, hasta la linde de la mandíbula con hojas y me arrodillé frente a ella, apoyando mis manos en sus rodillas mientras el agua caía por mi pelo y espalda - Tranquila- susurré mirándola a los ojos. Estaba casi más perdida que yo. - Vas a hacerte más mal que bien si haces eso…- apoyé con delicadeza una mano sobre la suya que sostenía la esponja. Sonreí fingiendo lo mejor que pude, tratando de resultarle tranquilizadora. - Vamos a terminar de ducharnos. Y luego volveremos con los demás. Tenemos que comer algo y beber más- dije con la misma calma y apariencia maternal de siempre. Quizá con un poco de comprensión y empatía… Quizá hubiese una salida.

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La espera estaba siendo eterna. Más que eterna... no, si, eterna sería la palabra. No hay nada más extenso que la eternidad así que decir que estaba siendo eterna era lo mejor. Sloan permanecía apoyado contra la pared al lado de la entrada de las duchas de las chicas, como si fuera un pervertido esperando el momento oportuno para echar un vistazo o un novio que espera con eterna paciencia (nos ha hecho gracia la palabrita, ¿eh?) a que su novia saliera del baño para irse. Saludaba de vez en cuando cuando pasaba algún agente con un "hey" o "¿cómo vamos?" para al menos romper la monotonía. En su caudal de tiempo estancado, el moreno le daba vueltas al asunto de la sheriff y su actual "cambio". El muchacho tenía conocimientos de la mente humana guardados en algún lugar de ese pozo de sabiduría vacía que era el agujero negro en su cabeza y más o menos había terminado haciéndose una idea de lo sucedido. La cosa era... era que aquel sheriff no era su sheriff y por tanto...

La puerta cortó su hilo de pensamientos al dejar salir al trío de mujeres, las cuales olían bastante bien. Sloan miró a la rubia, luego a la pelirroja y finalmente a la morena, enarcando una ceja.

- ¿Aprovechando para hacer un tres por uno? Podrías haber avisado y al menos habría sido un cuatro por uno. - Ni lo dijo con mala intención ni lo dijo con ese tono que suele acompañar a una sonrisa truhán y un "cejas cejas". Sloan lo había dicho como si fuera la cosa más lógica del mundo a la hora de aprovechar tiempo y agua.

El camino hacia el comedor estaba atestado de los agentes que había visto pasar. Todos y cada uno de ellos apartaban la vista de la rubia o directamente estaban de espaldas. Aquel detalle no se le escapó al moreno como tampoco se le escapó la tensión que rodeaba el cuerpo de su antigua sheriff. Si estuviera en sus cabales, Sloan estaba un 90% seguro que se habría encarado delante de todos y cada uno de esos agentes y les habría puesto en su sitio, tras lo cual se habría marchado con ese característico movimiento de sus caderas. ¡DIOS! Como añoraba ese movimiento de sus caderas.

Llegados al comedor la (o el) sheriff advirtió que no tenía hambre, que no quería comer nada. Vale, eso SÍ que era de locos. Al moreno casi se le caen los pantalones como si fueran unos dibujos (por suerte, no lo eran) al escuchar aquellas palabras. ¿Que no tenía hambre? ¿Después de estar tirada (o tirado... vamos a dejar el cambio de sexo) en la cama alimentada por un mísero gotero, no tenía hambre? Vale, eso sí que no.

- Perdona, ¿me puedes atender un momento? - le preguntó al moreno a quien estaba al otro lado de la barra de comida.

Tal vez pasó un minuto o algo más desde que tomaron una mesa para sentarse a comer. Fuera uno o más, el caso es que la misma mesa tembló del golpe que sonó cuando Sloan dejó toda la comida que traía consigo. ¡Y no solo una única bandeja! Había apilado como bien pudo toda aquella cantidad de comida dentro de cinco bandejas las cuales habían sido distribuidas de forma circular para que entre ellas se hicieran de contrapeso y poder llevarlas sin que se le cayeran al moreno. En aquellas bandejas había de todo y casi todo ese "todo" mencionado era carne hecha a la parrilla. Toda esa comida estaba entre la sheriff y Sloan el cual se había sentado delante.

- Después de una buena batalla y recuperarte lo mejor es comer hasta reventar para recuperar fuerzas. Venga, ¿cómo le puedes decir que no a éste pedazo de chuletón? Sin ofender Pamela. No recuerdo si tú no comías carne o si bebías de una gota de rocío zen. En fin, ¿cómo decirle que no a éste costillar? Madre mía, se me hace la boca agua de solo olerlo. En ésta agencia tienen una buena cocina y sería un desperdicio no aprovecharlo. ¿Qué? ¿No te hace una buena barbacoa? Que yo recuerde no eres de las que le dicen que no a una competición de comida. Ésta vez si quieres te dejo algo de ventaja: comeré con una sola mano, pero no voy a ser ni indulgente ni nada por el estilo.

Carraspeé ante el aviso de la agente volviendo a la realidad, recuperando la información de la pregunta que me había lanzado. Bufé una sonrisa de medio lado -Sí, ”bien”- dije con ironía, sarcasmo y evidencia para luego encargarme de mi amiga.
Sólo un asentimiento fue suficiente. Sería mucho más difícil si ella no colaborase… al menos en lo básico. Me cambié las hojas húmedas por hojas secas, pero cubriendo la misma cantidad de cuerpo. Si se caía habría que recogerla, y la urticaria y mis venenos era lo que menos necesitaba mi amiga en esos momentos. Me escurrí el pelo todo lo que pude, dejándolo medio húmedo y salimos por la puerta.


No me esperaba que Sloan siguiese ahí al salir y mucho menos el comentario. Si no hubiese estado Rebecca delante me habría lanzado a estrangularle con mis propias manos. Por toda acción posible le dediqué una mirada capaz de cortar el aire que había entre su pupila y la mía, arrugando la nariz y dejando que los labios se amoldasen en un gesto de asqueo.


Pasé el comentario por alto, adelantándome con Rebecca y dejando a los morenos atrás. De camino al comedor, una vez ella ya estaba aseada y limpia me permití un minuto para mí de todo lo que duró el trayecto que me pareció eterno. Cerré los ojos con fuerza luchando por contener las lágrimas, en vano. Me permití llorar en público una vez, conteniendo todo tipo de gimoteos y gemidos que mi cuerpo quería expresar pero yo no le permitía. Lloré como lo hacen las madres, en silencio, como si las lágrimas cayesen a plomo por su propio peso y nada más en el resto del cuerpo se alterase. Antes de que nos viesen sequé mis lágrimas y sonreí radiante empujando la silla hasta la barra para que pudiese escoger lo que quisiese.
Alcé una mano y negué con la cabeza por toda respuesta. Las veces que comía lo hacía de productos exquisitos y de mi propia crianza salvo casos muy excepcionales como cenas por interés. Esta no era una de ellas. No quise interrumpir la respuesta de mi amiga, por lo que lo hice con ese sencillo gesto. Nada, dijo. No comer. Con el tiempo que llevaba con sueros acabaría muriendo de hambre. -Prepara solo dos bandejas- dije mirando a la mujer y luego a mi amiga como un gesto claro, libre para que Lyz interpretase que eran para la vaquera y para ella, y mi amiga lo interpretase como que eran para la agente y para mí.


Me senté a su lado esperando la bandeja de la chica, ni me percaté de que el hombre que nos acompañaba se había esfumado. Tampoco me importó demasiado.
Durante esos pocos minutos en silencio, en los que en la cocina se preparaba la comida y frente a mí Rebecca yacía muda, sólo podía pensar en una cosa. Esto le había sucedido por SU culpa. Por implicar a una menor mortal y humana en una misión así, por arrastrarla a sus locuras sin pensar en las implicaciones que tenían para ella. El demonio y ese maldito lugar habían dejado tullida y en muerte sentimental a mi amiga.
Aún con todo el cuerpo cubierto de hojas le di la mano y la miré a los ojos como si nuestro alrededor no existiese. La chica deslizó ambas bandejas con cuidado sobre la mesa y sirvió tres vasos de agua. Volví a centrarme en mi amiga, la única vez crítica seria que habíamos tenido, crítica a ese nivel tuve que recurrir al sheriff.. y funcionó. Clavé la mirada severa y rígida en sus ojos - Te estás comportando como un anciano que no quiere comer. El sheriff no puede morir y tú… ¿Pretendes matarle de hambre? Llevas días con suero. Eso no es alimento, tiene los nutritivos básicos para sobrevivir si vas a permanecer en coma todo el día, ahora tienes los ojos abiertos y tienes que comer por- pero el golpe de las bandejas me sobresaltó y me hizo girarme con la misma mirada hacia el hombre, ignorante que no conocía lo que era una situación delicada o por lo menos demostraba no haber estado en ninguna en toda su maldita y mísera vida. -Agente Sherman, una pregunta...¿Cuántas posibilidades tenemos de dejar a este sujeto en una zona de recreo?- pregunté mirándola, si de verdad existía un sitio donde poder dejarle lejos de Rebecca, lo agradecería. -Podría ir con los otros hombres o volver a su casa o…- Cualquier cosa, pero lejos.