El postre durante el servicio [Pamela L. Isley - Rebecca Logan] (08-05-2018)

- A ver que me entere... El que tenga la mano más grande gana, ¿no? Entonces yo tendría que tener la mano más grande. ¿Por qué no he ganado?
- Por séptima vez hermano, que tengas más cartas que los demás no te hace tener la mano más grande, y por tanto, no ganas. ¿Lo pillas?
- Pero... a ver que me aclare: ¡Tengo quince cartas en la mano! ¡Eso es una mano grande!
- ¡¿Y qué demonios haces con quince cartas en la mano, animal?! Anda, dámelas, que está claro que no lo pillas.

Con algo de desgana, Sloan le entregó las cartas al crupier del refugio, un chico negro que no superaría los veinte años, con un pañuelo en la cabeza y llevando una camisa hawaiana bastante gastada y con poco color. Los demás de la mesa ya se estaban poniendo nerviosos, y el más viejo de todos escupió su dentadura sobre la tabla que usaban como mesa para dejar claro su descontento. El moreno se levantó, de nuevo de mala gana, y se apartó para que otro ocupara su lugar. Estaba claro que de ahí no iba a sacar nada, ni bueno ni malo, por lo que se retiró a las afueras del refugio, para dar un paso y trasladarse a su dimensión.
Menuda vida llevaba desde lo de Gotham: no pisaba una ciudad concurrida ni que le pegaran cuatro tiros para que lo hiciera (lo cual sería raro porque no es muy normal pegar cuatro tiros para que uno vaya a una ciudad, ¿no? Vamos, pienso yo, el señor narrador). Se pasaba más tiempo dentro de su refugio dimensional que fuera, para que no le encontrasen los pelmas de SHIELD para a saber qué le iban a decir. El último contacto con un agente de SHIELD terminó en una persecución por Bangladesh, solo porque Sloan quería comer tranquilo y no le dejaron.
Entonces saltó una alarma. Bueno, una alarma no porque no había de eso en la dimensión de Sloan, pero por decirlo de alguna forma, su instinto fue quien oprimió el botón rojo. Dos pasos y se trasladó hasta la sala de los ojos gigantes donde una vez pasaron Dianne y su madre. Uno de ellos mostraba una señal de humo procedente del rancho de la sheriff. Siempre mantenía un ojo fijo en aquel rancho por si, como parecía ser, le necesitara y hacía la llamada. La última vez que se vieron tras la visita a la base de Rojo, la sheriff le dijo que su ayudante debería estar más en contacto con la jefa por si necesitaba sus servicios, y tras decirle que no tenía móvil ni forma lógica de contactar con él llegaron a lo de las señales de humo: un pequeño chiste que terminó por hacerse realidad. Además de eso, y para asegurarse, la sheriff le entregó un walkie talkie que llegaba hasta las afueras de Gotham, por si estaba cerca pudieran hacer una llamada rápida.

- Yes ma'am, voy de camino - La insignia del ayudante apareció en su mano tras una estela verde y cenizas, y se la colocó en la solapa de la chaqueta de cuero que llevaba. Un paso y Sloan se trasladó justo frente la entrada del rancho.

Era de tarde, casi cayendo la noche. ¿Sería costumbre ya pasarse a esas horas por el rancho? Tampoco era un problema porque eso significaba que tal vez se pudiese quedar a cenar. Rebecca dejó bien claro que era una buena anfitriona siempre y cuando se mantuvieran las reglas de la casa, y Sloan era un consentidor por así decirlo, así que...
Otro leve destello verde parduzco con volutas de ceniza y el walkie talkie apareció en su mano, presionando el botón y anunciando a la sheriff que acababa de llegar. Como no sabía dónde estaría la vaquera, se quedó justo en la puerta del rancho, informándola que estaría en la entrada para pasar a su servicio.

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No podía creerse que realmente lo único lógico que se les hubiera ocurrido fuera lo de las señales de humo. Había tenido que insistir en que se llevara el Walkie, y su ayudante había aceptado, pero en el fondo sabía que, cualquiera que fuera la manera en la que Sloan hacia las cosas que hacía, necesitaba contactar con él prendiendo la hoguera. Todo estaba empezando a encajar. Había coordinado todo con Oswald el día anterior, y pronto sería el momento, pero aún quedaban muchos detalles por ultimar, y la ayuda de le vendría estupendamente. Había comenzado hacía unos meses la construcción del santuario, y habían trabajado a destajo para cumplir con los horarios que había establecido.

El plan era bien sencillo. Después de despejar los pocos restos que quedaban, empezarían a plantar los árboles de rápido crecimiento que había pedido a Ivy. Iba a ser cuestión de pocas horas, y todo estaría preparado para, al día siguiente, empezar a ponerse de acuerdo con los diversos centros que les enviarían a las aves. Disfrutaría de la expresión de la novia, pero sobretodo, de la del novio... sobretodo ahora que se la había jugado.

Tras regresar de la reunión con Pingüino, se sentía pletórica. Pero esa sensación le duró poco. Sobretodo cuando llegó al rancho. En medio de la entrada, una enorme loba transformada estaba tumbada de lado. Poco mas allá había uno de sus perros, y poco mas allá otro. Al acercarse a ellos pudo comprobar que les habían sedado, y como a ella, a todos sus chicos del rancho, que estaban desmayados o noqueados en distintas posiciones. Después de despertarlos y comprobar que no la habían saqueado la granja, y tras despedirse de sus chicos, a los que dio libre el resto de la semana para que se recuperaran, entró en su hogar. Ahí se percató del verdadero robo. En sus armarios, en la cocina, en su habitación... después de comprobar hasta las bolsas de trapos viejos, no encontró absolutamente nada.

Al principio creyó que era una estupidez. Pero después se percató de que no le quedaban ni las toallas. Las cortinas, las sábanas, nada. Todo lo que tuviera que ver un mínimo con tela había volado de su casa. Pensó que no tenía sentido, y entonces encontró la nota sobre la mesa... y pensó fríamente.

Reventó un trozo de la barandilla de la escalera de una patada, y rompió un par de vasos. Luego, todo fue mejor. Pero ahora ya hacía dos días que llevaba la misma ropa. No podía desatender a sus animales, y su padre había tenido la amabilidad de negarle el reemplazo de trabajadores por tres días. Así impedía que nadie le llevara cualquier otra cosa que ponerse. Había intentado lavarla de noche, y al día siguiente, sólo había conseguido que pareciera menos sucia, pero mucho más acartonada. Su olor era muy fuerte, más incluso que el habitual. Se sentía frustrada y furiosa, pero todas esas energías no hicieron si no fortificar la idea de que tenía en mente. Tenía que conseguir acabar con todo eso.

Cuando llegó a la puerta, Sloan ya estaba allí. Le saludó con un asentimiento, sujetándose el sombrero.

- Howdy, vaquero. ¿como te trata la vida?- saludó, severa, pero animada de verlo. No había motivos para que su estado de ánimo tuviera que influir en su trato a los demás. Eso lo tenía claro como el agua.

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Amaneció el día tranquilo. Todo estaba en orden y no parecía haber nadie en el bosque en unos cuantos kilómetros. Me acerqué a una de las zonas del bosque en la que me tomé la libertad de iniciar una plantación de huerto ecológico. Me incliné sobre el arbusto y agarré a mi pequeña Fragaria especial, y a algunas de sus hermanas. Hice una especie de caja con madera natural y empecé a colocarlas en ella, sobre un lecho de hojas de la propia madre. Cuando la cesta estuvo bien cargada me la cargué a los brazos, no sin antes vestirme con mi body casual y ponerme rumbo a la casa de la sheriff.

De camino podía escuchar susurros muy tenues… “Está aquí..” “Otra vez…” Y lo único en lo que pensaba de camino era el significado de esos susurros que mis pequeñas me advertían. No conseguía encontrarles significado y con la vista buscaba alrededor el foco de origen de su inquietud. Nada. Decidí centrarme en lo que debía hacer, de todos modos si fuese urgente lo hubiera sabido ya.

Empecé a ver el techo y los primeros tablones de madera del rancho e inconscientemente aceleré el paso. Escuché la voz de mi amiga salir de su hogar. Últimamente había estado más ocupada que de costumbre, si se puede, y tenía ganas de verla. Pero me detuve en seco en la última fila de arbustos antes del claro de Relinchos al Rojo. Ese era… Pero no llevaba su traje. Aunque su cara parecía… Sí, sí lo era. Esta sensación de ansiedad, los mensajes…. No había otra opción. Me cargué la cesta de fresas en un brazo y de mi diestra extendí un látigo bastante alargado hecho con liana y zarza. Salí de mi escondite cargando el látigo en el aire para dirigirlo hacia una de las piernas del chico y tirar hacia mí con intención de derribarlo. Habíamos trabajado juntos, pero antes de eso casi nos matamos y si había alguien rencoroso en Gotham, esa era yo.

- ¿¡QUÉ HACE EL AQUÍ!? ¡Intentó matarme! -

Y me acerqué a paso firme, intentando cambiar mi forma de andar para no contonearme. No era el momento. Miraba de arriba a abajo a Project con una mezcla de ira y rencor.

Desvié mi mirada un segundo hacia la vaquera, moviendo el brazo para que viera que tenía lo que ella me había pedido. Y ahora quería algo a cambio. Una explicación.

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Mis Raíces:

Mientras esperaba Sloan le sacó algo de brillo a la insignia que le había dado Rebecca, para que viera lo bien que la trataba y de paso quitarle unas cuantas volutas de ceniza que se habían quedado pegadas al materializarla a través de su cuerpo.... ya... así, mucho mejor. Resplandecía y todo ese trozo de metal, y le quedaba de lujo por qué no decirlo. Como que le daba cierta autoridad y eso, en el mundo de la Tierra, nunca iba mal. En algunas partes del mundo, tan solo por ser un miembro de los defensores de la ley (aunque el sujeto no la respete) ya te daban hasta pasteles... Hmmm... pasteles... tendría que probarlo en alguna parte.

Rebecca apareció con su ya clásico movimiento de caderas. Esas caderas seguramente deben tener una órbita propia alrededor tal cual como vio en un capítulo viejo de una serie de un gordo y sus hijos, con la madre cachonda y el perro sabiondo. Oye, tal cual la vida real, ¿no? O eso le dio a entender. La cuestión es que, por encima de esas caderas se escondía la clara mirada de la sheriff bajo su sombrero, y a pesar de aquel saludo, a Sloan le pareció que a la vaquera le pasaba algo. No iba a preguntárselo abiertamente porque era la sheriff y a saber si se iba a meter en algo extremadamente personal... así que mejor guardárselo para otro momento.

- Buenas sheriff. La vida me trata igual que siempre: a patadas - Sonrió saludando a la vaquera más o menos de la misma forma que lo hizo ella, pero sin sombrero. - Hablando en serio, estoy bien. Voy tirando que es mejor de lo que podría pedir. ¿Y cómo te va a ti y el rancho? ¿La cosa prosigue? - Aun no era el momento de preguntarle por qué le había llamado. Ante todo primero preguntar por la salud y todo eso, como suelen pedirlo las normas sociales.

De repente algo se enredó en la pierna de Sloan y tiró de ella. Tuvo tiempo suficiente como para mirar abajo antes de ver el suelo subir hacia su cara y estrellarse contra su nariz. ¡BAAAAAAM! ¡CRAACK! ¡OOOOOUCH! fueron las onomatopeyas que salieron volando de la cara de Sloan. Se giró hacia el nacimiento de esa enredadera con la cara ensangrentada por el chorraco de sangre que le emanaba de la nariz y se quedó de piedra al ver quién era.

- ¡Pero no estás muerta! ¡Intentar significa que no lo conseguí! ¡Y TÚ ME ECHASTE ALGO ENCIMA! ¡Y ME HAS TIRADO AL SUELO! ¡Así que estamos en paz, ¿no te parece?! - Se quitó como pudo la enredadera del pie y se puso recto, ya con la nariz curada pero aun con la sangre pintándole la cara. - Anda, ¿eso de ahí son fresas?

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No iba a hacerles partícipes de sus problemas. A ninguno de los dos. Debía mantener su mente enfocada a sus objetivos a corto plazo, aunque estos estuvieran en peligro por la temeridad de su padre. Sabía que era algo que no quedaría sin resolver. No era posible que creyera que lo que le había hecho quedara sin respuesta por su parte. La pregunta sería si estaría dispuesto a aceptar las consecuencias de sus actos, y de ser así, si pensaba tomar algún tipo de prevención para evitarlo. Aunque fuese algo inútil. Encontraría como joderle, hasta que se hartara de gritar, y encontrase la única solución en el fondo de una botella de Whiskey. Pero hasta entonces, procuraría mantener la mente fría. Descartó de ella todo lo que no fuera el motivo por el que había llamado a Sloan, y a Ivy, que tendría que estar a punto de llegar.

- Me alegro, muchacho. - dijo tendiéndole una mano para estrecharla con firmeza, para darle luego una palmada amistosa en el hombro. - El rancho va bien. - asintió la vaquera.

Por el rabillo rojo contempló una conocidísima figura que se aproximaba, con su natural contoneo que habría hecho que un hombre, o una mujer completamente segura de su heterosexualidad, cayeran en su influjo hipnótico. Traía una caja de madera bajo el brazo. Cuando se aproximó a ellos, vio una extraña contorsión en el rostro de su amiga, y entonces, se precipitó sobre Sloan, sujetándolo por el pie y haciéndolo caer contra las tablas del suelo del rancho, aplastándole la nariz que, por el crujido, estaría poco menos que rota. Él soltó un grito de sobresalto, y a continuación uno de dolor. La vaquera apretó los dientes y siseó, haciéndose partícipe del daño de su pobre compañero. Ivy era una mujer temperamental, pero no se le había ocurrido que fuese a arremeter así con alguien, y mucho menos en su rancho. Hiedra llegaba a ser bastante respetuosa con el terreno de los demás, siempre y cuando este no lindara con el propio. Lo que más sorprendió a la vaquera fue su siguiente afirmación.

- ¿Que intentó qué?- miró extrañado a Sloan, que seguía en el suelo. Su herida no le preocupaba demasiado. Ya había visto de lo que era capaz de hacer.

Le tendió una mano para ayudarle a levantarse, mientras con la otra retiraba hacia atrás su sombrero, para que pudiera verse su cara, plagada de incomprensión. Intercambió miradas con ambos, alternativamente. ¿Acaso se conocían? Que él la conociera a ella sería más común, al fin y al cabo no es que tuviera un aspecto sencillo de olvidar. Era una de las eco-terroristas más famosas del mundo, además. Pero no era capaz de encontrar un escenario factible en el que a su ayudante se le hubiera ocurrido la feliz idea de matar a la Hiedra.

- Os presentaré como es debido, visto que no habéis tenido ocasión, por lo que parece. - dijo una vez había terminado de levantarlo. - Sloan, ella es Ivy. Regenta mis terrenos colindantes, los cuida y los vigila. Ivy, este es Sloan. Es mi ayudante. - la vaquera señaló a uno y al otro, con un gesto de la mano. - ¿Y de qué os conocéis vosotros, si se puede saber?- preguntó la Sheriff, apoyando sus manos cada una a un lado de esas caderas cargadas de peligro, apoyando el peso en la pierna derecha, y esperando ella ahora una buena explicación.

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Cada argumento me sonaba más estúpido que él mismo.
- ¿¡QUE TE ECHÉ ALGO ENCIMA!? ¡NADA QUE NO TENGAS! Y FUE PARA DEFENDERME- grité furiosa mirándole a la cara y llevándome la mano que llevaba la cesta al pecho.

Tengo que reconocer que las palabras de la Sheriff me calmaban. Y si ella confiaba en él, maldita sea, yo tenía que confiar también. Al menos de momento. Retiré la liana con un gesto rápido, haciendo que se recogiera sobre sí misma hasta que desapareció en mi muñeca.

- Aquí tienes lo tuyo, Beck, de cosecha natural, como siempre y...- Me acerqué a la rubia pasando junto a él, retirándome el pelo del rostro con un rápido gesto de cuello y poco después de estar a su altura preguntó sobre las fresas.

Me paré en seco, con una sonrisa divertida - Sí, lo son... ¿Quieres una...SLOAN?- dije extendiendo el brazo para ofrecerle de la caja. Sólo de pensar en la posibilidad de que cogiese una me daban escalofríos para aguantarme la risa.
Recuerdo cuando me hizo el encargo, lo específica que fue y lo especialmente concreta que había sido yo elaborándolas. Además eran adorables, con ese colorcito albino tan cuco.
Su sabor sin duda sería único. Todo el mundo sabe que no hay color ente la verdura de huerta o de invernadero a las industriales que tienen más plástico y veneno que fruta.

Le miré sonriendo, honesta mientras respondía - Pues.... Lo dicho. Tu ayudante apareció en Gotham y empezó a perseguirme con su ciber-traje cutre e intentando dispararme, aunque no lo consideraría ni una amenaza seria... Deberías entrenarle.- suspiré, intentando buscar el foco de la pregunta- Y me dijo que trabajaba para SHIELD. Es decir que me mentiste...- le dije meneando la caja de fresas. Brillaban tanto, estaban taaaaan jugosas... A medida que recordaba la historia deseaba que POR FAVOR cogiese una. Tampoco iba a doler.
- Así que tras una charla ETERNA le convencí para cooperar contra Bristol-Myers Squibb, ¿recuerdas? La del virus. Porque es de lo que él me acusaba. Y... básicamente es eso.- esperé a que cogiese una fresa, dos como mucho para retirar la caja.

Y recordé... Cuando le vi estaba muerto de hambre...

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Mis Raíces:

- ¡¿CÓMO NADA QUE NO...?! - frenó en seco cuando la sheriff quiso poner algo de paz presentándolos. La miró de hito en hito, al igual que a la pelirroja... Bueeeeno... si lo pedía la vaquera bien tendría que torcer el brazo a su favor. - Encantado.... - respondió Sloan a la presentación de la vaquera. Ivy... ¿Era Ivy el nombre por el que se presentó la última vez? No lo recordaba...

Cuando Ivy se les acercó meneando no solo la caja de fresas y le preguntó si quería una, a Sloan le faltó tiempo para pillar una, dos y tres fresas al instante mientras la pelirroja le contaba de forma ERRÓNEA (así, en grande, como hablaba Ivy) lo que había sucedido ese día en Gotham. Además se había olvidado la parte en que se le puso encima y empezó a ponerlo cachondo de alguna forma mientras se le iba cayendo el traje de hojas que llevaba para la ocasión. Pero esos detalles mejor no decirlos que, según tenía entendido, eran de mala educación exponerlos en público... Aunque a él, plim...

- Primero: no era un cyber-traje cutre. Es el traje que me pongo cuando me piden un encargo, y no tiene nada de cutre, señorita "uy, se me caen las hojas" - Dicho ésto, se llevó una de las fresas a la boca. ¡Alehop! Visto y no visto. - Segundo: no trabajo para SHIELD sino que tenemos un mutuo acuerdo. Yo hago algunos encargos para aquí los señores con traje y los secretos y ellos hacen la vista gorda además de proveerme de comida siempre que me entra hambre. Ya sabes lo que pasa cuando me entra hambre, IVY. - En serio, ¿y ésa manía de levantar el tono con los nombres o ciertas palabras? - Tercero... éstas fresas tienen una sensación curiosa. No parece que esté comiendo fresas pero a la vez si que siento que las estoy comiendo... Hmmm... Una extraña sensación. ¿Y vosotras dos? ¿De qué os conocéis?

Esperando a que la sheriff le contestara la pregunta, Sloan se llevó las dos fresas restantes de su mano directamente a la boca. Una y otra. Ciertamente no parecía que estuviera comiendo fresas y a la vez si. En su cabeza tenía guardada la sensación del gusto y la textura de una fresa que le transmitía al resto de la boca cómo era comerse una fresa... pero dentro de esas había... algo raro... algo... si, raro.

- Por cierto ma'am, antes de que se me olvide: ¿cómo es que me has llamado? ¿Ha pasado algo? ¿Ha venido algún indeseable y quieres que le haga una visita, o se acerca tormenta y hay que fortalecer el establo? - bromeó como de costumbre el moreno, sabiendo que fuera lo que fuera por lo que lo había llamado, sería algo que valiera la pena.

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Los dos se mostraron increíblemente recelosos, el uno con el otro. Era como ver a dos gatos adultos en la misma habitación. Se arqueaban, erizaban el pelo, curvaban el lomo, entrecerraban los ojos y bufaban sin parar, amenazantes. Tenía una situación delicada entre manos, pero como buena vaquera, no había nada que el mundo animal no le enseñara. Cualquier animal puede acostumbrarse a la presencia de otro con el estímulo adecuado, y tras la presentación, y observar el cambio que habían sufrido, supo que sería capaz de conseguir no sólo que dejaran sus diferencias a un lado, si no que con el tiempo y el entrenamiento adecuado, llegasen a llevarse bien. Esa perspectiva animó ligeramente los decaídos ánimos de la Sheriff, al menos hasta que comprobó cómo Ivy le tendía la cesta a Sloan y este agarraba tres fresas, comiéndoselas a bocados ansiosos.

La vaquera se quedó parada, intercambiando una mirada con Ivy y luego observando a Sloan con atención. Había sido específica en los efectos que, esperaba, Hiedra pudiera conseguir con esas frutas. Había tenido ciertos problemas últimamente, y creyó que con una ayuda del genio de su amiga podrían solucionarlo. Ivy se había mostrado de lo más profesional, había estudiado a los sujetos, había hecho montones de averiguaciones en el rancho y después de un tiempo, había conseguido ese resultado con que sedujo su vista al primer momento. Aunque la vaquera se había abstenido de probar la fruta. Por sus efectos, prefería hacerlo a solas. Evidentemente, no daría a sus animales algo que no hubiera probado, y si no hubiera estado tan ofuscada y con falta de sueño, habría intentado impedir que Sloan las comiera antes que ella. Pero había pasado, así que lo único que podía hacer ahora era observar.

- Tuvimos la suerte de coincidir en Arhkam. Creo que conectamos enseguida. Le evité un par de días en el calabozo. - dijo la Sheriff, echando una rápida mirada a su compañera, para luego volver a su ayudante - Quería que me acompañarais en un pequeño trabajo de adecuación del terreno. Es trabajo duro, y vas a venirme muy bien. - añadió, inclinándose levemente hacia Ivy - ¿Cuánto tardarán en hacer efecto?- preguntó en un susurro a la Hiedra, mientras esta parecía dibujar una sonrisa divertida.

No podía tardar mucho. Ella estaba empezando a notar el calor que generaba su propio cuerpo al mirar a Sloan. Ya cuando se conocieron le pareció un hombre muy atractivo, pero a medida que crecía el nivel de feromonas en él, dicha condición se acentuaba en la mente de la vaquera. Aunque sin duda, el peor momento lo viviría él. Algunos de sus toros sementales no se encontraba en plenas condiciones, y tras comentarlo con Ivy, le había pedido algo muy claro. Necesitaba un buen estimulador. La fresa aumentaba las feromonas naturales de quien la ingería, y esto le hacía más atractivo para el resto de los especímenes, pero además producía un nivel de excitación perfecto para la cópula. En otras palabras, “prendía” a sus sementales en baja forma… Y Sloan había comido fresas como para estimular a un caballo.

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La vaquera me hacía compañía, medio compinche medio cliente. Esperaba algo de mí que yo debía proporcionarle y lo único que estaba haciendo era comprobar el producto. A mí no me afectaría tanto como a ella a nivel externo ya que cuando una se gana la vida seduciendo para conseguir lo que quiere digamos que el "encendido" del cuerpo se regula un poco. Aunque no tenía la suerte de ser de piedra.

Aunque claro está que la víctima de todo esto era Sloan. Por lo que había podido experimentar previamente con él, mis feromonas le funcionaban, o eso creía. Aunque Rebecca y yo nos sintiésemos atraídas por él, la sensación sería incomparable a la necesidad de él. Seguramente y si todo salía bien empezaría con el subidón común, luego los actos reflejo físicos y poco a poco al nivel de NECESITARLO. Necesitarlo de verdad. Acorde al problema que Becca me había comentado con el ganado necesitaba algo bastante fuerte y... ¡Era cuestión de observar a ver si habían salido bien! Tan bien como ella quería, quiero decir.

-- Gracias por eso, por cierto- dije sonriendo a mi amiga respecto a lo de Arkham, aunque claro está que se lo agradecí una y mil veces. -Calculo que... con su peso no más de 40 segundos para él. En tus caballos y reses un par de minutos máximo pero esto... - dije mirándole y sonriendo, disfrutando de la situación.

Si algo me gustaba más que ver a un hombre desesperado era ver a un hombre desesperado por culpa mía. Aunque tengo que admitir que en esta situación me daba algo de asco a mí misma. Nunca reconocería que me sentía atraída por él, jamás. Pero de no ser tóxica en ese momento me hubiera dejado invitar a un par de copas y lo que surgiese.

- ¿Quieres que vayamos a ello o esperamos a que esto termine?- dije llevando una cuenta atrás mental de esos 40 segundos, aunque no fuesen exactos. Era como cuando nacía la primera hoja de una planta. Sabes que algo empieza ahí pero no puedes esperar a verlo en grande. Veinte, diecinueve...

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Mis Raíces:

- Trabajo duro, ¿eh? Bueno, eso ya lo veremos, pero sea lo que sea, ya sabes que no me asusta arrimar el hombro, sheriff. - La última vez que estuvo en el rancho y que tuvo que hacer un poco de "trabajo sucio" se podría decir que se había ganado las espuelas levantando coches y lanzando cadáveres desde el espacio. Eso seguro que no todo el mundo era capaz de ponerlo en su currículum, aunque mejor no hacerlo por todo es del "qué dirán" y las llamadas a las autoridades pertinentes con una posible búsqueda y captura. Las leyes de los humanos podían ser muy, pero que muy puñeteras y pocas veces ambiguas.

Las fresas que se había ventilado entraron que daban gusto. Cómo se notaba que habían sido cultivadas con buena mano y no en uno de esos campos de cultivos donde les meten de todo. El frescor en su paladar eran caricias que permanecían aun habiéndose tragado ya el cuerpo. La sensación que despertaba su aroma y su posible sabor eran afrodisíacos.
Vamos, un manjar en pequeñas dosis, por así decirlo.
Sloan se encaminó hacia el rancho. Si había que ponerse manos a la obra mejor empezar pronto antes de que se pusiera el sol y les pillara la noche. Para él no era una complicación trabajar sin luz, pero si Ivy también tenía que colaborar con la tasca pues... ¿Desde cuándo hacía tanto calor? ¿Y por qué se le aceleró el corazón de esa manera? Por un momento Sloan tuvo un pequeño subidón que lo dejó parado en el sitio. Se miró de arriba a abajo a ver si acababa de metérsele una mano dentro del pecho y no se había dado cuenta... pero nada.
Se giró para preguntarle a la vaquera por dónde tendrían que empezar, pero las vio a las dos algo alejadas, hablando entre ellas. Se apoyó en la valla a esperarlas mientras cuchicheaban sin dejar de mirarlo.

- Chicas, ¿me estoy perdiendo algo interesante o tramáis algo? Se nos hará-

Se cortó la comunicación con la cabeza pensante. Autopistas, autovías y carriles secundarios colapsados. Fallo del riego. Las luces no llegan. ¡MAYDAY-MAYDAY! ¡HUSTON, TENEMOS UN PROBLEMA!

Sloan se puso blanco. O rojo. O de un color que no era para nada normal en una persona normal que estuviera físicamente normal. O por así decirlo, sin que notara como los calzoncillos le apretaban los huevos y una necesidad creciente de querer meter su árbol en una buena maceta. ¿PERO QUÉ COÑ-NO! No, no, mejor no pensar en cosas como esas. ¿Qué demonios? Si, eso mejor: demonios. ¿Qué demonios le pasaba? Era la primera vez que se ponía tan palote y tan solo por haber tocado una valla. Se giró hacia la valla. Suerte del pantalón tejano o se hubiera dejado el capullo a medio giro.
Vale, la valla no tenía nada de raro. ¿Raro? Si, algo raro. Algo como........................................ Sloan frunció los labios como si acabara de caer en la cuenta, giró la cabeza poco a poco y el cuerpo siguiéndole hasta que tuvo a Ivy en el punto de mira con los ojos casi cerrados. Como un chino, sospechando.

- Tú... tienes algo que ver con ésto, ¿verdad? La última vez... dios... - le costaba un poco concentrarse. - ¿Me lo has vuelto a hacer? No... ésto es peor... hay madre... ¡¿qué me has hecho?!

Vale, serenidad, sosiego, control del cuerpo y todo eso o de ahí no se iba nadie hasta que se le desinflaran los huevos, y eso podría ser tan ambiguo como decir que George Martin sacará pronto otro libro. Se apoyó con las dos manos contra la vaya. Sosiego, sosiego Sloan. Concéntrate. Venga que tú puedes...

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No podía negar que dejar hacer a Ivy tenía algo de perverso. Podía llegar a ser muy persuasiva, y no sólo con los hombres, si no con cualquiera que se cruzase en su camino, si sus feromonas no cambiaban tu actitud, siempre podían hacerlo las plantas gigantes, las enredaderas, o el veneno. Aunque para la vaquera, lo de las feromonas seguía siendo todo un logro. Calentar a un hombre era fácil, realmente. Más aún si disponías de un físico como el de Hiedra Venenosa. Incluso a pesar de su toxicidad al tacto, había quien se lo pensaba poco. En cualquier caso, lo hecho, hecho estaba, y ahora su ayudante estaba experimentando los primeros estadios de la excitación de sobredosis de feromonas y estimulantes sexuales.

Dedicó una sonrisa cómplice a Pamela, cuando le agradeció de nuevo lo de Arhkam. Ahora que lo pensaba, había sido sin duda una de las mejores decisiones de su vida. Sin duda prefería tenerla como aliada que como enemiga.

- Habrá que vigilarlo bien. Ha tomado muchas. - advirtió, mirando de reojo a Sloan, que parecía contrariado, pero normal. - Espera, quiero ver como funciona. ¿Puedes segregar antídoto? Hará falta. No quiero ponerle en una situación demasiado comprometida. - añadió la vaquera, apiadándose de su pobre ayudante, apoyado en la vaya.

Ya era bastante duro sufrir un calentón que no acababa en nada, pero que encima te lo provocara algo externo, era aún peor. Sobretodo, algo como la comida, que a Sloan le apasionaba profundamente. No le había hecho falta mucho tiempo a su lado para darse cuenta de que, en cierta manera, él y la comida eran una sola cosa. Tenía buen saque, el muchacho.

Empezó a increparles, mirando a Ivy suspicaz, para luego darse la vuelta y agarrarse a la vaya. La vaquera se acercó a él con paso seguro.

- Cúbreme. - le dijo a su amiga, antes de ponerse en marcha.

Alcanzó a Sloan en unos pocos pasos, mientras el inspiraba y expiraba, tratando de tranquilizarse. La vaquera le puso la mano sobre el hombro, y le acarició suavemente la espalda, como lo haría con un borracho o una mujer dolida, procurando sonar tranquilizadora.

- Sloan, escúchame, no pasa nada. - dijo, en un tono lento y calmado. - Necesito que me hagas un favor. Ivy va a hacer que se te pase, pero primero, necesito comprobar unas cosas ¿vale? - le indicó manteniéndo el tono claro, para que incluso en ese estado fuese fácil de comprender - Voy a mirarte el pulso. - añadió, colocando sus dedos en el cuello de él, dándose cuenta dle claro aumento de la presión sanguínea. - Mírame. Tienes que enseñarme los ojos. - le indicó. Usando el índice y el pulgar, expuso uno de sus globos oculares, observando el pálpito de sus iris, lo que denotaba clara excitación. Respiraba rápidamente, y la erección era clara. - Voy a palpar tu miembro, para comprobar el estado de excitación.- le informó. Con el gesto estudiado propio de una experta en la monta de sementales, colocó la mano encima de la entrepierna del pantalón y palpó su estructura. El pene estaba erecto en lo que se suponía que era toda su envergadura. Es decir, que en cuarenta segundos podía alcanzarse una plenitud sexual completa. Ahora lo que preocupaba a la vaquera era que el exceso de ingesta de fresas llevase a eyaculaciones precoces que no dieran tiempo a realizar la monta. - ¿Crees que eyacularás pronto? - le preguntó, procurando que todo eso pasase con relativa rapidez, para permitir que Ivy interviniera.

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En cuanto me pidió el antídoto se me quedó la cara en blanco. Y con mi tono de piel era complicado. Las feromonas no son un patógeno, no es algo que tenga antídoto. Lo único que se me ocurrió hacer, que resultó ser lo que finalmente hice a falta de opciones, fue buscar relajantes musculares y calmantes físicos. Seguramente funcionase de sobra con mi potencia. Valeriana...Pasiflora... y algún aglutinante.... Valep. Creo que ya estaba lista.

Hice un gesto como de amasar, con ambas manos, una bola densa y pastosa entre mis manos. Con una mano haciendo de cuenquito, limpié lo que quedaba en os dedos de mi mano derecha apoyando la base y arrastrándolos hasta que quedaron más o menos limpios.

Di unos pasos hacia donde se encontraba la parejita mientras me limpiaba lo poco que quedaba, mirándome a las manos. Pero cuando levanté la vista hubo unos cuantos... ¿Segundos? ¿Minutos? ¿AÑOS? en los que me pareció que se me escapaba la vida contemplando la escena. Rebbeca... quiero decir. Rebbeca. Chica de 19 años, multimillonaria, granjera, sheriff.... Le estaba manoseando el paquete a Sloan... Tal vez al que debería cubrir las espaldas fuese a él.
Hice un ruido casi sordo en mi nariz al intentar aguantarme la risa pero finalmente solté una carcajada que mientras la dejaba ir, pensé que tal vez ofendiese a Rebbeca. Tarde, supongo.

- ¡AAAAAAAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! Dios... dios... ajaja...jaja...JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA- Y lo mejor de todo, la presencia, la situación. Las caras. Tras llevarme la mano limpia al vientre como un inútil amago de calmarme los pinchazos en el abdomen, consecuencia de la risotada imparable, me sequé una lagrimilla que se me escapaba por el final del ojo y me incorporé estirando la espalda. - Ay... señor. - di unos últimos pasos y partí la bola por la mitad. Luego lo pensé mejor y cogí un poco más de una para añadirlo a la otra. Le di la grande a Sloan y la pequeña a mi amiga. - Esto servirá, está rico. Sabe a miel - dije llevándome de nuevo una mano a la boca, acordándome de la imagen.

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Mis Raíces:

Le iban a estallar los huevos, fijo. Y si no lo hacían los huevos sería la flauta, que parecía que alguien soplara por ella con todas y cada una de las salidas del aire taponadas. Imaginad entonces cómo debía estar la susodicha "flauta". Era un milagro que la cremallera todavía aguantara. Se agarraba con tal fuerza a la valla que pudo escuchar como crujía la madera bajo sus dedos. Dioses, eso si que era un momento tenso y no que te quieran devorar desde dentro. Tuvo el instinto de pegarse contra la valla a ver si así... pero nah, eso era una valla y solo una valla. ¿A eso había llegado? ¿A tener ilusiones sexuales con una valla? Tuvo que controlarse, relajarse. Era difícil, pero debía hacerlo si quería quitarse toda esa carga de encima...

Y para terminar de adobarlo, la sheriff, miss bombón en persona, destrozadora de escrotos por meneo de caderas se le acercó diciendo que no pasaba nada. Eso era fácil de decir para ella, puesto que no tuvo que girarse y encontrarse con la delantera de la vaquera y su movimiento de caderas natural de frente. Tragó saliva y miró al cielo, esperando que descendiera de entre las nubes alguna droga o cualquier cosa que ayudara a su cuerpo controlarse. Consiguió que una décima parte de éste entrara en calma, pero no era suficiente.
Rebecca le dijo algo, le pedía algo. Sloan tan solo llegaba a escuchar un murmullo y de forma instintiva razonaba lo que estaba haciendo. ¿Los dedos en su cuello? Le medía el pulso. Para qué, no lo supo. ¿Con dos dedos le abría los párpados? Le revisaba los ojos. Seguramente le estaba haciendo una especie de chequeo, pero Sloan no estaba para chequeos, sudando la gota fría mientras se apoyaba en esa condenada y dichosa valla. ¿Tocando el paqu...?......... Vale, ahí Sloan si que volvió a la realidad, bajando la cabeza hasta que pudo ver su mano en su entrepierna y tocando donde no debía de tocar. ¡Si con que soplara el viento ya lo ponía a tono, imaginad con la maldita mano! Y esa pregunta... ¿pero qué...?

- Mira Rebecca, cómo te lo digo: a no ser que quieras terminar los dos dando vueltas por el suelo sin ropa y uno encima del otro sin importar quien esté sobre quién, te aconsejo que apartes la mano de ahí, porque estoy en un punto que CASI no respondo de mis actos, y ésta vez hará falta algo más que un revólver para calmar los nervios... Y contestando a tu pregunta... nah... pero por lo que más quieras.......

El descojone de Ivy salvó la situación, por así decirlo. No era el momento ni el lugar para reírse a carcajada viva aun suponiendo que había sido cosa suya lo de tener el trabuco cargado y listo. Sloan se encendió, pero se aguantó: era la invitada de la sheriff y estaban en su casa. Normas sociales o algo por el estilo, así que ea, ahí le tenéis, con el mango ocupado y aguantándose como bien podía.
Entonces le ofreció un cacho de... algo, que según ella sabía a miel y que le ayudaría a relajarse. Sin dudarlo lo tomó sin apartar la mirada de Ivy. No era de los que recelaban porque si, pero Pamela tenía cierto historial que escribió en su cabeza en un solo día que... vaya tú, menudo historial. Se tragó la "cosa" esa, notando cierta sensación que según decían los que podían notar el sabor, era dulce, y esperó a que hicieran su trabajo los efectos de aquella sustancia... Y esperaba que así fuera.

- ¿Cuánto tarda más o menos la ayuda de ésta cosa? No sé vosotras pero yo no le deseo a nadie tener un calentón como éste y sin desfogarse. Es como tener una bombona a presión a todo volumen entre las piernas y que no te deja ni pensar. Un suplicio, vamos........ Hace calor, ¿no?

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~Color darkgoldenrod~

Parecía estar pasándolo realmente mal, pero por mucho que los machos insistieran, a ninguno le pasaba nada por quedarse sin copular. En varias especies se presentaba la masturbación como una forma de desahogo, humanos, monos, delfines, y a ninguno de ellos les iban a reventar los escrotos por no hacerlo. En cualquier caso, el ayudante del Sheriff estaba obsequiando a las dos amigas con una muestra de excelente autocontrol. Conocía lo potentes que podían ser los productos de Ivy, fueran del tipo que fueran. No importaba si hablabas de plantas o de derivados. No por nada su nombre causaba pánico en Gotham. Hiedra Venenosa era capaz de hacer que comerte una nuez fuese la peor decisión de toda tu vida.

- ¿No, porque estás controlándolo para que no ocurra, o no porque realmente te queda mucho? - preguntó la Sheriff, dispuesta a llegar al fondo del asunto. En su primer encuentro había aprendido mucho acerca de Sloan y de lo que era o no capaz de hacer, y lo de dominar su cuerpo era una capacidad innata. Aún recordaba aquel pequeño bicho que había salido de su mano, separándose como un ser independiente. El causante de que se lo pensara dos veces antes de darle al moreno un buen repaso. Aunque tal y como se estaba poniendo la cosa, igual en esta ocasión ni eso habría conseguido frenarla.

Ivy salvó al chico con su carcajada, haciendo que la vaquera la contemplara con expresión incrédula. A qué venía toda esa risa, no lo sabía. Le tendió el antídoto a Sloan y otro para ella, aunque no entendió del todo qué motivo llevaría a su amiga a creer que lo necesitaba.

- Estoy bien, Ivy. Sólo quería comprobar unas cuantas cosas. Parece que funciona bastante bien. Calculo que a fresa cada 40 o 50 kg serán más que suficiente. ¡Es fantástico!- comentó la vaquera con las manos en las caderas, asintiendo a su entusiasta compañera.

Acto seguido cogió aquella bola pegajosa y se la introdujo en la boca. Miró a Ivy, sorprendida y asintió, mientras un murmullo satisfecho salía de entre los labios de la vaquera. Era extraño, dulzón, pero no como si llevara azúcar refinada. Era algo burdo, pero delicioso. Si tuviera que compararlo con algo, sería con el baklava, esa especia de pequeño dulce marroquí extremadamente empalagoso que se comía como postre. Las porciones eran minúsculas y cabían en la boca, pero comerlas de golpe era un gran error, por la cantidad de miel, hojaldre y frutos secos que llevaban. Se lamió los dedos que se había pringado con la bolita suavemente, sin percatarse de lo seductor que podía llegar a ser un gesto como ese, y luego palmeó la espalda de Sloan.

- ¿Qué, te sientes mejor? - preguntó, animada.

Con un gesto cómplice sonrió a Ivy, echó una mirada a la caja y le indicó que se la cediera, para guardarla dentro de la casa, antes de ponerse a trabajar. Mejor no cargar con nada más de lo necesario. Así, les dejó durante un par de minutos solos, mientras ella guardaba a buen recaudo aquel tesoro, regalo de Hiedra, en un lugar fresco donde se conservara bien la fruta y sus propiedades, dispuesta a empezar a probarla en animales cuando tuviera una oportunidad segura. Salió de nuevo por la puerta, contemplando a la extraña pareja.

- ¿A quién le apetece dar un paseo?- sonrió, mientras se colocaba las manos junto a la hebilla del pantalón y comenzaba a caminar con ese cadencioso meneo de caderas que le era tan propio, en dirección al terreno destinado a resguardar el futuro santuario de aves de Gotham.

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OOC: Perdón por ser tan....¿Escueta?¿Sosa? Realmente no sé qué más poner.

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Becca parecía realmente contenta por el producto, y funcionaba de verdad. Cuando me recogió la caja aproveché para advertirle - Tiene doble fondo pero debajo de ese todavía hay un compartimento con antídoto por si alguno se te revoluciona más de la cuenta y se pone violento- dije con la voz temblorosa, intentando aguantar la risa.

Aproveché el minuto de soledad con él. Me incliné y apoyé las manos sobre mis rodillas. - Ya deberías empezar a encontrarte mejor. Quiero que sepas que esto sólo te quita el efecto de las fresas, no inhibe tus impulsos naturales ni si te "enciendes" por un estímulo ajeno- aclaré con la sonrisa culpable y satisfecha. Usé mi dedo índice para levantarle ligeramente el rostro y ver si sudaba o cómo tenía los ojos.
-Vamos campeón... jajaja... - añadí feliz mientras el efecto se le iba pasando.

La vaquera volvió y le sonreí satisfecha, miré al cielo y eché a andar automáticamente detrás de ella. Nuestras caderas parecían el juego de oficina de las bolas que se mueven solas. De camino me quedé bastante ausente, pensando en diseños, ideas, posibilidades para la decoración.

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Mis Raíces:

Sloan se dejó caer al suelo, sentado y apoyado en la valla de madera, con la viva imagen de Rebecca sensual como ella sola en plena frente, chupándose los dedos tras tomarse el mejunje y... pfffffff.... bruto bruto, lo que se dice bruto se estaba poniendo y mucho le iba a costar quitarse esa imagen de la cabeza. Se pasó la mano por la frente, soplando y rebufando como si estuviera en una sauna (y con los calores que tenía pues, poco le faltaba).
Y para colmo, Ivy se le acercó, agachándose en una posición con la cual se podía ver un eclipse perfecto pero de perfil. ¡LA MADRE QUE LA PARIÓ! Con ese par de melones uno podía abrirse una ventana en una tarde de verano calurosa para que refrescara y así se bajaran los humos. ¡Menudo par! Mejor dicho, ¡vaya dos pares que le habían tocado! Así no podía ir por el mundo. Así no.

Sloan nunca ha sido alguien que guarde rencor, pero Pamela estaba siendo una profesora de las que hacen historia.

- Eso, tú ve dándole leña al mono. "Estímulo ajeno" dice... la madre que te... - refunfuñó el moreno intentando apartar esas vistas hasta que Ivy le levantó la cabeza. - Ja ja ja.... me parto, me mondo...

La vaquera volvió con la pareja que se llevaban tan bien el uno con el otro. El moreno se levantó, sujetándose de la valla para ponerse de pie. ¿Dar un paseo? Eso le ayudaría, estaba seguro. Así podría pensar en otra cosa que no fueraDIOOOOS! Sloan tuvo que volver al poste de la valla, agarrarse con fuerza con una mano mientras la otra se sujetaba el paquete rezando que no estallara. ¡Esos contoneos tendrían que estar prohibidos! Se había acostumbrado a las caderas de la vaquera pero, como se suele decir, "¡PUES TOMA DOS TAZAS!" Pateó el suelo dos veces, se giró, respiró con fuerza... se calmó... Venga grandullón, que tú puedes. Además era cierto, los efectos mitigaban. Levemente, pero mitigaban.

Las siguió, acercándose lo suficiente para que ese par de caderas no estuvieran dentro de su rango de visión. Echó un vistazo al terreno y por dónde iban.

- Ésto... me parece verlo algo distinto. No es que tengo muy buena memoria para los terrenos, pero me da la impresión que la última vez que pasé por aquí no estaba así.

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Después de la situación, el paseo les ayudó a despejarse. Dejaron atrás el rancho, y los terrenos de Ivy. Siguieron subiendo y subiendo, dejando atrás incluso el pestilente aroma que provenía de la nube de polución de la ciudad de Gotham, hasta llegar a un terreno por el cual ya habían pasado los expertos pertinentes. En él, una sección aparecía marcada con varas verticales clavadas, y atadas entre sí con cinta, delimitando el territorio que había previsto. Todo estaba pensado, calculado. Se había esmerado muchísimo en ello hasta límites que la habían obligado a delegar algunas de las laboras del rancho que por norma general le gustaba ejecutar personalmente. El terreno estaba lleno de rocas, restos, etc. Un equipo de limpieza cualificado habría tardado varios días en limpiarlo, pero para eso tenía a su ayudante. Si le hubieran dicho lo prometedor que había resultado el muchacho no lo hubiera creído. aunque debía añadir que era bastante despistado, para cuando hizo la pregunta, su rancho había quedado muy, pero que muy lejos.

- No te suena porque nunca has venido a esta zona. La gente no quería estos terrenos por que exigían demasiado mantenimiento, y aunque se vendían muy baratos, no salían rentables. Al menos hasta ahora. - comentó la vaquera, recolocándose la estrella en su pecho.

Luego se acercó, pasando por debajo de la cinta. El terreno era muy grande, lo suficiente como para haber tenido cómodamente algunas docenas de cabezas de ganado, pero no era eso lo que le interesaba en ese momento. Era toda la basura, la escombrera y los restos que allí había, y que impedían el trabajo de Ivy.

- Esto, muchachos, es el futuro emplazamiento de la Reserva Natural de Aves Belant. Sólo necesita una buena limpieza y un buen ambiente. - dijo la Sheriff palmeándose las manos, para luego sacar dos guantes de su bolsillo trasero y ponérselos - Y para eso es para lo que estamos aquí hoy.

Sacó de su bolsillo una pequeña lista que había configurado. En ella aparecían los pájaros favoritos de su futura madrastra, así como sus habitats naturales y el tipo de plantas de las que se alimentaban, ya fueran flores, frutales o cualquier otra cosa. Se acercó a hiedra y le tendió la lista para que echara un vistazo.

- Se que hay problemas. Muchas de estas aves son tropicales, y otras, no tanto. Quizá haya una manera para combinar ambos espacios, pero ¿Crees que será posible? - preguntó, expectante pero animada. Si se fiaba de la palabra de alguien respecto a plantas, esa era Pamela.

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Decidimos darle algo de reposo y descanso al chico, aunque no se lo mereciera. Durante la caminata con Becca y Sloan disfruté del aire fresco, el suave tacto de la hierba bajo mis pies y el aroma asilvestrado que tanto me gustaba. Al llegar al sitio delimitado me quedé un poco extrañada. Había una especie de escombrera. Tuve que contener una risa en vano con el primer comentario de la vaquera. "Muy agudo, Project".

Entonces Becca me dio la parte de trabajo que me correspondía y eché un vistazo a las especies. Me trajo recuerdos de la universidad, de las evaluaciones escritas y la clasificación de las plantas geográficamente. Casi se me enterneció un poco el corazón.

- Mmnh...- hice el amago de hablar un par de veces, con el índice y el pulgar en mi barbilla, hasta que finalmente hablé - En principio no hay problema porque convivan en un espacio tan amplio. Pero estas especialmente- dije señalando un especímen muy concreto- necesitan humedad externa. No basta con regarlas o con aspersores, se alimentan de la humedad ambiental también. Si vas a ponerles una cascada a los pájaros o algo así, procura poner estas cerca de la zona. Yo me encargo por supuesto pero... ¿Cómo va a estar distribuído todo esto? Puedo dejartelas sembradas, crecidas y regadas como para en.... quince minutos. - dije satisfecha y mirando a los ojos de mi amiga con una sonrisa.

La verdad es que salvo mis propios experimentos tenía muy poca oportunidad de utilizar mis poderes de una forma bonita delante de alguien, y me gustaba que se recurriese a mí para ese tipo de cosas.

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Mis Raíces:

Eso explicaba un montón de cosas, sobretodo la distancia entre el rancho y donde estaban, además de los palos, las vallas, los escombros... vamos, que no había estado ahí en su vida. Menos mal que no necesitaba recordar un lugar para volver a él, ya que se quedaba guardado en su cabeza (aunque no lo supiera).

Rebecca les habló sobre los planes que tenía para el terreno, y claramente necesitaría la ayuda de ambos. Vale, primer y segundo misterio resueltos (el segundo era "qué pollas hacía la lechuga allí"). Sloan le echó un vistazo al terreno, su expansión, pensando en lo que tardaría quitando toda esa basura y preparando el terreno. Dio cuatro pasos a izquierda y luego ocho a la derecha para poder ver un poco mejor el horizonte. La conclusión final fue que no tardaría mucho, y que si sólo lo había llamado para eso, bueno, se sintió un poco decepcionado: era un trabajito demasiado fácil.
Entonces escuchó a la lechuga hablar sobre la posibilidad de poner una cascada o algo por el estilo que diera humedad al terreno para ciertas aves. Vale, eso hacía el trabajo algo más entretenido.

- Venga pues: manos a la obra. - Se quitó la chaqueta dejándola colgada de uno de los postes limitadores, quedando con su ya particular camiseta sin mangas que dejaban ver parte de su tatuaje, se estiró un poco como si se preparara para hacer una maratón y se crujió la espalda.

Sloan empezó a correr de un lado a otro, o mejor dicho, corría, agarraba algo, desaparecía en una nube verde parduzca con ceniza y aparecía en otro lado, agarrando más mierda y desapareciendo. Ese fue el único contacto que tuvieron con el moreno durante al menos cinco minutos, quitando todos los escombros del terreno.
Entonces pasaron unos dos minutos, y el moreno no aparecía. De repente una deflagración enorme del mismo color y ante ellas apareció una montaña de rocas que les hacían sombra. En la base de ésta Sloan estaba todo cubierto de polvo, restos de sedimentos y, sobretodo, sucio de, ¿barro?

- Vale pues, ¿dónde quieres que vaya preparando la catarata? ¿Quieres que haga también el lecho de un río? ¿Un canal? ¿Un lago? He traído rocas suficientes y las que sobren, pues patada y listos.

Tal vez a veces se excedía un poco... quitando el "a veces".

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~Color darkgoldenrod~

Los chicos estaban más que dispuestos a ponerse a trabajar, y eso motivó mucho a la vaquera. En cuanto hizo la repartición de tareas y antes de poder darle ningún tipo de indicación más, su ayudante ya estaba haciendo de las suyas para quitar todo aquello que no necesitaban. Verle trabajar era un placer para los sentidos, sobretodo si apreciabas el trabajo duro. Levantaba los escombros como si fueran fardos de paja que no pesaran mas de veinte kilos, aparecía y desaparecía como por arte de magia, y de la misma forma se evaporaban todos los impedimentos para construir aquello que iba a provocar un revuelo en el enlace de su padre, y si podía, una conmoción al mismo. Varios frentes se estaban moviendo para conseguir su objetivo, pero aquel, en concreto, era decisivo y delicado. Por eso había tenido que recurrir a personas de su total confianza.

- Encargué unos croquis preliminares, pero el plano está para el arrastre. - levantándose la camisa interior, sacó una hoja plegada que llevaba pegada a la cintura, abriéndola y desplegándola frente a los ojos de Hiedra. - En principio, las especies no autóctonas van aquí. Los frutales aquí, y aquí iba a haber un estanque, aunque lo de la cascada me parece bien. Pero para hacerla necesitaríamos un circuito cerrado, o tener la suerte de que por aquí pase algún tipo de afluente natural. Creo que hay un arroyo no muy lejos. Quizá podamos trasvasarlo. - las dos mujeres iban discutiendo a medida que Sloan se encargaba del trabajo más duro. - A mi no me convence la distribución. Creo que la cascada quedaría mejor aquí. Es como si estuviera todo estructurado. Estos inútiles creen que preparar un entorno animal es como catalogar las bolsitas de te de sus abuelas. - aseveró, negando con la cabeza. - ¿Tú que opinas, Pam?- preguntó, cediéndole el lápiz, para permitirle hacer los cambios pertinentes. Ella era la experta. Si algo tenía que ver con lo vegetal, no había mejor persona a la que confiárselo. De la misma manera que podía estar segura de que su ayudante no iba a fallarla en un buen duelo. - ¡Deja eso de momento, hijo! - indicó a Sloan, aparecido de la nada cubierto de polvo, barro y toneladas de piedra. - ¡Ven aquí! - le llamó. - Estos son los planos. Dime qué opinas. Según lo que diga Hiedra, habrá que montar una cascada y un estanque. - le indicó, esperando las correcciones de Pamela. La Sheriff tomó aire profundamente. No hay nada como una jornada de trabajo duro.

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Agarré el plano con ambas manos, al principio no me percaté de que Sloan había desaparecido, pero pasados unos minutos de demasiada calma y no más ruido de traqueteo con las piedras, miré a mi alrededor. Rebecca parecía tranquila, y siguió como si fuese lo más normal del mundo, así que sin más, me concentré en el plano. Parecía que el plano lo hubiese dibujado un profesor de guardería inspirándose en el típico juego de crío de encajar las figuritas en la silueta de plástico. Era horroroso, poco original y rematadamente artificial. ¿Qué tipo de simulación natural mantiene tanto orden?. Agarré el plano y le di la vuelta, directamente. Para mi suerte era de estos papeles de proyectos en los que ambas caras son azules oscuros y se dibuja encima con un lápiz blanco, así que le di la vuelta del tirón. De justo delante de mi surgió un atril de raíces de madera enraizadas. Apoyé el plano sobre su superficie, la única parte totalmente lisa, y empecé a trazar. En biología, sobretodo en botánica, puedes hartarte a dibujar, así que aunque no era ninguna artista en lo que al dibujo se refiere, no tenía mala mano. Me quedé con la proporción de la finca, y fue lo primero que tracé, el contorno acorde a la planta. Mientras dibujaba le explicaba a Becca mis motivos.

- Bien... La cascada debería ir en este rincón recogido con la especie que te he comentado antes- dije mientras trazaba círculos y rayas de manera agresiva y amplia a lo largo del din A2. - Tanto para las especies vegetales como para las animales. No todos los pájaros agradecen la humedad, pero qué te voy a contar...- dije perfeccionando el trazo hasta quedar satisfecha - Bien... aquí y aquí... te voy a colocar en secciones opuestas, para que esté bien distribuido, una especie que es perfecta para la anidación... Y AQUÍ- dije marcando un enorme círculo en el centro – podría hacer que hubiera lianas y pequeños recovecos, tengo entendido que a los pájaros les gustan las acrobacias y las pruebas de vuelo-. Entonces miré hacia arriba tapándome con la mano los rayos del sol. - Los árboles que voy a ponerte son de media altura la gran mayoría, así que las rapaces de altas altura no tendrán problema de libertad. Además...-- señalé otra zona, de las tres que quedaban libres- aquí podría hacer un cercado circular, en el que hubiera atriles que fuesen ramas propias saliendo del suelo, donde podrías exhibir las aves cuando se lo regales. Ella era ornitóloga ¿no? Seguro que le gusta disfrutar de unos pájaros bien educados.- dije comentándolo como un detalle, más que como parte del gran plan – Bien. Este espacio debe ir destinado para un pequeño lago... Calculo que... unos veinte metros de superficie sería más que de sobra para el agua. Luego lo que se coma la orilla y la salva que tienes que hacer. - señalé luego la esquina más alejada de la humedad de la cascada – Aquí he pensado en una esquina de yesca y ramas muertas trituradas. Un hoyo cavado en el suelo donde tener siempre material de nido donde pudiesen recogerlo si lo necesitasen. Evidentemente variaré el tipo y la resistencia de los árboles. Me aseguraré de que los frutos sean los adecuados y de que haya variedad a la vez que atractivo visual- solté el lápiz después de firmar en una esquina y apoyé una mano en cada lateral del atril, mirando a Rebecca. - ¿Conforme?- comenté satisfecha, pero sin mostrar orgullo.

Entonces vi cerca de nosotras al chico. ¿De dónde narices...? ogh, es inútil. Que haga lo que quiera. No podía distraerme, estaba trabajando.

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Mis Raíces:

Lo mejor que se podía hacer en ese momento era no forzar la situación con planos estándar, medidas y recomendaciones de terceros. Cuando la Hiedra habla de plantas, sobretodo si tienes la suerte de que le apasione el proyecto y tenga la oportunidad de ponerse creativa, esperas que su privilegiado cerebro y sensibilidad haga lo suyo. Poca gente era capaz de entender el lado emocional de una mujer como ella, sobretodo por el aspecto de que se comprendía a la Hiedra Venenosa como una Femme Fatal que explotaba su sensualidad para conseguir lo que quería. Su fama sobre que se aprovechaba de los hombres para conseguir sus objetivos no era mal merecida, pero no guardaba relación real con la mujer con quien, meses atrás, la Sheriff había establecido una relación que en principio parecía de índole comercial, luego una simbiosis, y casi sin comprender cómo, había pasado a ser una relación que lindaba casi con la hermandad.

Le había hecho entender mucho acerca de las plantas, y de la misma manera, la vaquera había compartido con ella su pasión por el mundo animal. Ahora ambas sentían un respeto por la otra que era suficiente como para delegar toda la confianza sobre la disposición de los terrenos que iban a albergar la futura reserva natural.

Escuchó atentamente sus comentarios, mientras dibujaba sobre la parte trasera del plano la nueva disposición que plasmaba la sensación de ser desigual, única y con una disposición que no se ceñía a planos o números, si no a unas necesidades reales, propias de la naturaleza. Era precisamente eso lo que ella pretendía. Regalar algo único y totalmente inimitable a su futura madrastra. Algo que ni todo el dinero de su padre sería capaz de comprar o reemplazar jamás.

- Es perfecto, Hiedra. - dijo, con una sonrisa, llamando luego a Sloan con un silbido fortísimo. Espero a que llegara a su altura, y entonces, le mostró el improvisado mapa. - Hijo, necesito que colabores con Hiedra para hacer posible lo que tiene en la cabeza. Habéis tenido vuestras diferencias, pero el buen trabajo duro es capaz de unir a los más dispares. - Apoyó una mano en el hombro de Sloan. - ¿Podrás hacerlo? - le preguntó, mirándole a los ojos, con una sonrisa plagada de seguridad. Tendrían que colaborar, pero nada que entre ambos no pudieran hacer. En ese aspecto, Hiedra era el cerebro y Sloan, la fuerza bruta. Si ambos se coordinaban, aquello era un triunfo asegurado. Puede que incluso acabaran llevándose bien, a causa de tener buena experiencia trabajando codo con codo.

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La rubia me dio su aprobación, y eso me pareció bastante. Lo tenía todo pensado, iba a encajar a la perfección y si mantenían una buena labor de jardinería esos pájaros vivirían más que cualquier otro espécimen de su misma raza.

Nos pidió colaboración. Cerré los ojos y respiré hondo intentando concentrarme en lo extrañamente bien que trabajamos juntos con el incidente de la farmacéutica. - Creo que podemos hacerlo. No sería la primera vez...¿Verdad?-dije mandándole una mirada cómplice a Sloan. Era cierto que nos entendíamos, o al menos lo hicimos aquella vez. Todo era cuestión de experimentar si de una forma pacífica y fuera de la pelea nos entendíamos igual de bien... Y si no... ¿La jefa no ha comentado nada de no usar feromonas para conseguir un buen trabajo en equipo no?

- Vale, poco a poco...- dije caminando a la gran esquina donde iría la catarata - Pensaba aquí una pequeña catarata con una montaña minúscula de la que surgiera... Teniendo en cuenta el tamaño de las aves pensaba en... unos cinco metros, siete quizá- Señalé otra zona - Si ahí pudiese estar el estanque sería perfecto y... Bueno, lo de esa zona es cosa mía.- dije siguiendo el esquema en mi cabeza. Todo estaba medido, pensado, con un método lógico... No aceptaba cambios.

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Mis Raíces:

El moreno hizo lo que le ordenó la sheriff: dejó las piedras donde estaban y se acercó para ver el futuro del emplazamiento que quería levantar Rebecca. Esa experiencia era nueva para él porque, por lo general suele destrozar y no construir. Así vería cómo se hace desde un buen principio para la próxima vez que las consecuencias de sus actos y la de los que le persiguen vea reducido a escombros un edificio, un bosque, un loquesea...

Se acercó para ver el mapa que habían ideado y quedándose más o menos con la idea. Mientras Pamela iba explicando lo que tenía en mente, señalándolo en el mapa y los cambios que sugería, el moreno parpadeaba cada dos por tres como si estuviera haciendo fotografías del propio mapa, para así retenerlo dentro de su subconsciente. De buenas a primera su cabeza no daría para mucho, pero la experiencia le enseñó a confiar en su subconsciente como si fuera una segunda cabeza.
Entonces llegó el momento que menos esperaba: la cooperación con la mujer de verde. La idea no le gustaba mucho pese a que ya habían colaborado en el pasado, pero eso fue en el pasado: dicen que los gatos y algunos animales mantienen su rencor durante toda su vida. Bueno, Sloan era algo parecido, sólo que no sería para toda la vida, pero por el momento sí que miraba un poco mal a la peliroja, frunciendo el ceño.
La sheriff se lo propuso, preguntándole si podría hacerlo. Tras unos segundos de pensárselo expiró, como si no tuviera otro remedio, resignándose.

- Yes ma'am...

Fue lo único que dijo antes de seguir a Pamela hasta su destino: la primera piedra que pondrían. Pamela le dijo lo que quería, y Sloan miró donde señalaba la mujer, recordando sin recordar el plano y las indicaciones que habían "puesto sobre la mesa".

- Perfecto, no habrá problema. - Entonces se quitó la camisa sin mangas y se la tendió a Pamela. - Sujétame ésto, ¿quieres? - Iba a ponerse perdido seguramente, entre el sudor y la tierra, y no tenía otra camiseta que ponerse así que...

Se acercó con paso firme hasta el margen que le indicó Pamela y, emulando a un perro o una bestia parecida metió las manos en el suelo y empezó escavar, tirando la tierra hacia un lado. La velocidad y la fuerza con que estaba creando ese estanque no eran humanas ni se acercaba a las habilidades de una persona corriente: era casi como una excavadora humana. Poco a poco fue "dibujando" el área del estanque y una vez precisado se metió en el centro y golpeó, metió las manos y sacó la tierra hasta dejar una profundidad perfecta para un estanque. Luego "saltó" hacia las rocas, cogió unas cuantas y las destrozó para ir creando una base firme para el estanque.
Una vez hecho eso llevó la tierra que había sacado del estanque para crear la catarata que Hiedra quería, y para eso hacía falta altura. Como si de arcilla se tratase, Sloan fue metiendo dicha tierra cerca del estanque, creando un desnivel de tierra y piedra por donde caería la susodicha catarata.

Pero entonces...

- ¡AAAAG!... Dios.... ¡Me cago en....! Un segundo... un segundo.... - Sloan se dobló, agarrándose los nachos como si le doliesen una barbaridad. Eran los efectos residuales de las fresas que con el esfuerzo y el sudor salieron a la luz como un recordatorio de la jugarreta de la peliroja. Se puso de pie, con los brazos en jarra y miró al cielo, resoplando, intentando retomar el control. - Vale... ya.... ya pasó.... Buff.... A ver, ¿qué toca ahora?

[FDI: Os doy permiso para si hace falta construir más cosas mover a Sloan para que lo haga, y así avanzar XD]

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En la cartera llevo...:

My other Me:

~Color darkgoldenrod~

Palmeándole la espalda, satisfecha de sendas respuestas, la Sheriff quedó en segundo plano permitiendo a Hiedra obrar como capataz, y a Sloan como mano derecha. Entre ambos había una sinergia de lo más curiosa. Ya había comprobado que su chico era incapaz de provocar buenos sentimientos en los animales, pero nunca le había preguntado a Hiedra si su bosque sufría alguna repercusión ante su presencia. Igualmente, Pamela era incapaz de tolerar a los hombres. Con el tiempo se había vuelto incapaz, y aún mas pertinaz en su desprecio por ellos. No necesariamente era algo racional, pero desde luego, el mero hecho de tener pene auguraba un encuentro difícil con Poison Ivy. El caso es que ambos tenían mucho que odiar o temer del otro, pero sólo había que verlos para comprender que había una compenetración natural entre ellos. Como el pez payaso y la anémona, no es que el pez payaso no note su veneno, si no que se acostumbra a él, y puede serle de ayuda.

Cuando la Sheriff se descubrió pensando en esas cosas no pudo evitar sonreír, mientras observaba el trabajo de su ayudante. No sólo el hecho de que fuese capaz de hacer cosas extraordinarias hacía que mereciera la pena estar allí, ver trabajar un torso como el suyo sin camisa también era todo un placer para la vista. Puede que Hiedra no disfrutara con esos espectáculos, pero la vaquera, para quien su época de actividad sexual estaba en pleno apogeo, desde luego que lo hacía. Desde su primer encuentro quedó claro que había cierto nivel de tensión entre ambos, que sólo se truncó por el hecho de saber que algo terrible vivía en el interior del chico moreno. Eso había acabado con la chispa, pero no había hecho que desapareciera la sensación de cercanía y amistad que se había creado gracias a su disposición y la fidelidad que mostraba hacia ella.

Fueron elaborando el trabajo poco a poco. El estanque comenzó a aparecer, con un buen fondo, y luego construyeron la cascada. Adaptaron el terreno, lo moldearon, el pleno gusto de Hiedra para que pudiera elaborar las cosas tal y como ella quería. Para permitirle comodidad, la vaquera, en silencio, cogió la camisa que Sloan le había tendido, y no pudieron evitar reír ambas cuando un dolor inguinal pareció dejar a su ayudante fuera de juego unos segundos.

- Parece que ha elevado su producción. Si no, no le dolerían como parece que le duelen. - murmuró la vaquera a su amiga. - Justo lo que yo quería. Buen trabajo, Hiedra. - añadió asintiendo, mientras veía poco a poco el lugar cobrar forma. - ¡Muy buen trabajo, Sloan!- gritó la vaquera, mientras paseaba por el terreno.

Parecía otro totalmente distinto. Unas cuantas horas de trabajo duro habían obrado maravillas, y ahora, cuando todo parecía por fin bien delimitado, era turno de comenzar con el tipo de labor que solo Hiedra Venenosa podía hacer.

- Ven, descansa un rato, Sloan. Te lo has ganado. - dijo la vaquera, tendiéndole la camisa que había estado sujetando. - Ha llegado el turno de Hiedra, según parece. ¿Alguna vez la has visto trabajar? - preguntó a su chico, cubierto de tierra y sudor. Así era precisamente como le gustaban los hombres. Dejó espacio para que Hiedra actuara a sus anchas. Aquello iba a ser espectacular.

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Con Sloan todo eran afirmaciones y respuestas positivas. En principio desconfié de si podría llegar al ideal que yo tenía en la cabeza. Soy MUY perfeccionista, y si no entendía lo que quería acabaría poniéndome muy nerviosa. Pensando sobre si sería capaz de estar a la altura me sorprende su camisa. La cojo y le miro. Cualquier otra hubiera visto que el chico estaba muy pero que muy interesante de ver. Cuando se inclinó para empezar a trabajar la tierra mi rostro se giró con él. El asco que le guardaba de la vez anterior no me permitirían siquiera tocarle con placer, aparte de lo obvio de mi poder, pero por lo que a mí respecta mirar era gratis, más para comprobar que el asco seguía estando ahí y él no se había dado cuenta.

Luego vino la parte en la que se puso a trabajar como o si fuese una bestia atrapada en un cuerpo humano y... lo perdió todo de nuevo. Aunque como herramienta de trabajo era temiblemente útil, al menos en este caso. Contemplé su trabajo muy de cerca. Tal vez fuese más metódico de lo que aparentaba... porque sí resultó estar a la altura. O se tomaba en serio los asuntos de Rebecca o resulta que incluso él podía ser profesional. Vino Becca a sujetar su camisa y fue justo cuando le vi encogerse y gritar. Levanté una ceja mientras me mordí el labio mirándole. Wooops.... -Le va a doler...- dije ante su felicitación, sin poder evitarlo, con una sonrisa pasiva en los labios. Cuando se recompuso y se acercó le entregué el plano a Rebecca.

- Bien hecho, ahora me encargaré yo.-dije aun con esa sonrisa culpable.

Banda sonora:

Avancé hasta colocarme en el centro de la zona. Clavé ambos pies firmes sobre el suelo, de él surgieron raíces que me escalaron hasta el gemelo inconscientemente. Separé los codos de mis costados y estiré los brazos colocando la palma hacia arriba. Cualquier Gothamita que me hubiese visto en acción no se creería que esa Hiedra, con esa pose tan tranquila y pacífica era la misma que contraía sus músculos y guardaba furia. Alzando ambos manos muy lentamente, camino a juntarse sobre mi cabeza, se empezó a percibir un temblor en el suelo, nada parecido a un terremoto, más bien como cuando la tierra te comunica una vibración cercana, un tren, un altavoz... En mi cabeza tenía el esquema de qué tipo de árbol, en que situación extraña y qué tamaño y altura exactos. Cerré los ojos con el ceño fruncido, concentrada y cuando mis manos se unieron en un abrazo arriba de la tierra surgieron todos los árboles de gran tamaño, entre crujidos de madera y el suelo moviéndose con vida propia. Se alzaron a la vez, como lanzas alzadas en una posición militar. Una vez llegaron a su altura se estremecían, los Sauces se desperezaban y poco a poco ocupaban su lugar estático.

Antes de que los de arriba se hubiesen situado del todo, mientras bajaba los brazos, los medianos surgieron del mismo modo, creyéndose grandes. Y por último los arbustos. Abrí los ojos. Definitivamente había quedado EXACTO a cómo lo quería.

Luego tocaba ocuparse del suelo al completo. Enfoqué la palma de la mano al suelo y dí una vuelta sobre mí misma. A mi alrededor todo el césped empezó a brotar, virgen, verde y muy brillante. Podía verse cómo quedaba mecido por el viento de primavera. En un círculo que se iba extendiendo hasta acariciar las raíces de los árboles recién nacidos se describió la amplia superficie ahora aterciopelada. La cascada ahora estaba acompañada de un musgo puro que cubría las rocas, del mismo modo que bordeaban las del estanque.

Ahora tocaba lo divertido. Caminé como si el propio césped me llevase mecida más que como si fuesen mis pasos que siempre solían ser tan firmes. Primero a la cascada. Empecé a hacer gestos manuales en el aire, como si dibujase sobre un papel invisible con los dedos pintados como una niña. A medida que lo hacía iban apareciendo capas de hiedra sobre el musgo. Fructíferos, árboles más pequeños y detallados así como nenúfares de varias formas y colores que se mecían sobre el pequeño lago de caída de la cascada. Lo siguiente era el estanque, donde repetí el proceso añadiendo algunas especies blancas de flores para crear contraste en el verde y que quedase como si de verdad fuese un espacio especial.

Más tarde me tomé libertades, empecé a sonreír y seguía con ese gesto de los dedos. Me iba acercando a sitios concretos, completándolos poco poco, cumpliendo con el esquema mental que tenía. Ya no era un plano ni una idea, ahora les estaba mostrando la casa amueblada. Cuando terminé, disfrutando y cien por cien satisfecha me volví al sitio donde estaban estos dos, lo vi desde allí y describiendo un círculo con el dedo índice todo recobró su equilibrio. Eran pequeños seres únicos conjuntados en una inmensa mezcla perfecta entre la naturaleza salvaje y un jardín de diseño, sin ser tan frívolo como esos que organizaban las filas de flores por colores. Si los creyentes pensasen en Dios tras ver eso, creerían que Dios era diseñador.

Les miré entusiasmada, dejando salir a flote un entusiasmo irremediable - ¿Bien? ¿Qué os parece?- dije mirando y mirando a esos cuatro ojos de manera intermitente con una sonrisa. Si había una parte puramente humana dentro de Hiedra Venenosa, seguramente fuese esa.

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You don´t need a sword to cut two roses...

Mis Raíces:

Aquel dolor de huevos se había ido como había venido: hijoputesco. No entendía cómo esa sensación tan desagradable había vuelto a atacar si se había tomado el potingue que le dio la pelirroja... a no ser que no fuera suficiente para exterminar todos los efectos secundarios de las fresas. Si era así, ya fuera a drede o sin querer, Sloan no pudo evitar fruncir el ceño al ver la sonrisa de la pieliverde, como si con su mente le daba una patada en los huevos porque si, para aderezar el asunto.

Con la llamada de Rebecca se apartó de la "obra" y se acercó a la rubia, tomando su camiseta. Se la miró unos segundos, valorando si debía ponérsela de nuevo o dejarla tal y como estaba. Se miró y se evaluó: demasiado sucio como para quitarse todo el polvo que lo cubría y demasiado sudoroso como para secarse a golpes sin terminar aún peor de lo que estaba. Así pues, se quedó así, tal cual, con la camiseta en la mano y quedándose al lado de la sheriff cuando ésta le preguntó por los dotes de Pamela y si los había visto con anterioridad.

- Pues la verdad es que si. Fue en nuestro primer encuentro, en Gotham, cuando intenté matarla y ella intentó matarme a mí. Quedamos en un empate y que ella me ayudaría si yo le ayudaba a ella. Vi su control sobre las plantas cuando rodeó un edificio por completo con sus amiguitas y jugaron con el objetivo. - Se cruzó de brazos y se quedó mirando el contoneo de la mujer de verde, para contemplar el esplendor de su trabajo.

El temblor del suelo, la vegetación creciendo. Sus movimientos como si dirigiera una orquesta, como si pintara sobre la nada o imaginándose un mundo ideal y cómo sería para ella, y las plantas obedeciendo cada una de sus órdenes no dichas. Era como una simbiosis. Como una conexión entre la mujer y el mundo vegetal más allá de la comprensión humana. Ella se movía, dictaba y las plantas moldeaban aquella catarata, aquel lago y los alrededores. Los árboles crecían, los matorrales y el musco se esparcia y Sloan se quedaba con una ceja arqueada observando el espectáculo.
Cuando acabó y volvió con ellos, al moreno le sorprendió más la expresión en el rostro de la mujer que lo que acababa de ver. ¿Alguna vez la había visto sonreír así? Tal vez nunca en lo poco que se conocían... pero esa sonrisa... como que le quitó las ganas de partirla en dos por la jugada de las fresas y le sonrió.

- Espléndido. Simplemente... espléndido. No me sale otro tipo de palabra que no sea una onomatopeya llamada "woooow" - asintió el moreno, esperando a que la sheriff hablara y les dijera lo siguiente que tenían que hacer.

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En la cartera llevo...:

My other Me:

~Color darkgoldenrod~

La Sheriff sabía que de alguna manera retorcida, la Hiedra Venenosa disfrutaba de torturar a los hombres de muy diversas maneras, como si fueran culpables y único foco de todos los males. Eso es lo que hacía que sonriera al darse cuenta de los estragos que causaba en su ayudante. Cada vez que hablaba de los hombres demostraba una inquina que era complicado pasar por alto, sobretodo cuando la confianza le permitía expresarse abiertamente. Entonces dejaba de escudarse en su seductora, desdeñosa y superficial cubierta mostrándose tal cual era una defensora procaz de la mujer, de su desarrollo y de todo lo que tuviera que ver con demostrar el poder natural del sexo femenino. A menudo se divertía con la visión que Hiedra daba de las grandes corporaciones y la tiranización que los hombres efectuaban sobre el mundo, y demás.

Sin embargo, había un lado de Hiedra que pocos tenían la ocasión de observar, incluso siendo allegados. De quienes componían su círculo mas cerrado, que no eran muchos, y de ellos, sólo unos cuantos elegidos que seguramente podían contarse con los dedos de una mano tenían la oportunidad de verla en todo su esplendor. A pesar de su retorcido placer en la tortura, y la crueldad desmesurada que la vaquera le había visto en algunas ocasiones como el día mismo en que se conocieron, hiedra también poseía un lado extremadamente emocional, empático y creativo. Sus plantas no eran meras herramientas a su servicio. Eran amigos, familia. Todo equilibrio que necesitara podía recibirlo de ellas, las hablaba, transmitía sus pensamientos y ellas no crecían por su mera voluntad. No eran sirvientes, esclavos o soldados. Todo eso había supuesto un aprendizaje largo en la vaquera, que encontró en el modo de ver de Hiedra una similitud con el suyo propio. Las Plantas que respondían a sus deseos no lo hacían por pura sumisión, si no por el natural deseo de verla feliz. Y eso es lo que hicieron.

Verla actuar, a cualquier nivel, era siempre un placer para los sentidos. Pero ver como desarrollaba aquel inmenso bosque con el equilibrio sublime de algo que no estaba al alcance de los hombres, era como ver a una amazona cabalgando a un caballo salvaje a pelo, después de horas de su paciencia para poder ganarse su confianza. Sin duda eso era parte de lo que había propiciado ese nivel de relación con una mujer de la que decían era inestable, caprichosa y traicionera. Palabras que sólo saldrían de medicuchos sin escrúpulos o de alguien que no conociera como realmente era.

La Sheriff observó su obra finalizada, y como si se tratara de su firma personal hizo retoques allá donde lo vio necesario, hasta crear una maravilla mayor de lo que ella había llegado a imaginar. Una guinda de oro para un plan que llevaba gestando algún tiempo, y estaba intentando cumplir a contrareloj, y que solo saldría con éxito gracias a ellos. Invadida por una emoción causada por el regusto del triunfo anticipado, la vaquera se acercó a Hiedra, la cogió de la cabeza por un lado y comenzó a llenar de besos rápidos y fuertes su cuero cabelludo.

- ¡Hiedra!- la sacudió emocionada, besándola aún mas fuerte en la única zona no venenosa que conocía. - ¡Vales más que todas las malditas pepitas que sacaron de colorado en la fiebre del oro!- añadió soltándola, mirando con sus ojos azules y cristalinos el lago artificial de igual color. Luego miró a Sloan, le propinó un abrazo, tan mugriento y descamisado como estaba, y apretó su cabeza contra su pecho. - ¿¡Has visto esto?!- rió al aire, triunfal, mientras corría quitándose el sombrero y gritaba dando brincos por la orilla.

Ya estaba en marcha. No habría rival. Ni con todo el oro del mundo podrían comprar nada que siquiera se comparara a eso. Estaba hecho con talento, creatividad y esfuerzo. Algo en lo que había trabajado, y que había conseguido gracias a los suyos. Algo que había salido de la tierra que había ganado con sus manos.

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