Bienvenidos a la familia Adams (Rebecca Logan, Sloan Jenkins) [27 de Marzo de 2018]

Por fin... ¡Por fin! Algo que le iría de perlas y que tenía ya ganas: ¡COMIDA! ¡COMER! ¿Cuándo fue su último bocado? ¿Ésa misma mañana? Entonces hacía ya mucho tiempo. Demasiadas horas, minutos, segundos... como se quisiera contar el tiempo pero, en definitiva, demasiado tiempo y poca comida de por medio. Le extrañaba que su estómago no rugiera con fuerza, debatiéndose entre las paredes para salir al exterior y gritar a los cuatro vientos "¡estoy hambriento!" así, con voz ronca, profunda y rasposa.
Sloan abrió las fosas nasales cuando el dulce aroma de la comida recién hecha les saludó al pasar entre las puertas de la biblioteca, y como el canto de sirena lo arrastró con la sensación de estar levitando y quedándose solo en el mundo. Ni siquiera vio el gracioso coqueteo que le brindó Rebecca al bueno de herr Humos. Encabezando la marcha y tarareando una canción de dios sabe dónde y cuándo, con la sonrisa bobalicona del niño que está a punto de pillar la teta de su madre para saciar su apetito casi daba brincos de alegría.

Se abrieron las puertas del comedor, y no hubo, hay ni habrá espacio suficiente en el mundo como para separar al moreno de su preciada comida. Los agentes que ya estaban comiendo y que fueron casi pisoteados o empujados por la estampida protagonizada por un solo hombre, tendrían que estar agradecidos en el fondo de que aquel ser tuviera en cuenta la sociedad humana y sus costumbres no caníbales para que prefiriera saciar su apetito con la comida cocinada que con lo primero que pillase, personas incluidas.
Ya delante del mostrador y con la bandeja preparada, cuatro platos la llenaron con un poco (bueno, un poco "mucho") de cada manjar; para primero y abriendo un poco el estómago, una ensalada con todos los condimentos que les ofrecían era un buen comienzo; el cuscus con la salsa de yogurt junto con unas patatas fritas y más salsa por encima, ésta vez ranchera; un trozo de pollo frito acompañado de pan con condimentos; un plato con pasta, tomate y queso; una pizza entera (de las que vienen en bandejas cuadradas y para al menos diez personas) puesta como una columna en un único plato; y, para que no se diga que no es un tipo sano, una manzana suelta, ahí, en el rincón de la bandeja.

- ¿Acaso eres el encargado de llevar la comida? - le preguntó uno de los cocineros al ver la ingente cantidad que se llevaba Sloan.
- No que va. Todo ésto es para mí. Luego vuelvo a por la segunda ronda. - El cigarrillo del cocinero caería antes al suelo que la mandíbula del mismo consiguiera cerrarse. El asombro le pesaba demasiado.

La comida, amigos míos, estaba servida. El sonoro golpe con que dejó caer la bandeja sobre la mesa lo escuchó hasta la abuela segunda del agente que tenía a su derecha, la cual resulta que estaba sorda. Sin más preámbulos, y con los utensilios en las manos, Sloan empezó a devorarla con ahínco, y menuda fiera estaba hecho. Trozo de carne, verdura o lechuga que se llevaba a la boca, desaparecía sin dejar rastro en cuestión de segundos. Tal era la velocidad con que comía sin dejarse nada que los demás que estaban a su alrededor se quedaron con la boca abierta y la comida en el plato. Incluso uno le dio su trozo de pan al ver su apetito, sabiendo que lo necesitaba más él que el agente.
Pasaron así unos buenos diez minutos, entre la mesa y el mostrador, la mesa y el mostrador. Solo levantó una vez la cabeza y fue cuando vio que la sheriff amenazaba con su señora escopeta a un par de individuos que no conocía de nada (o bueno, uno lo había visto... tal vez). El silencio se podía cortar con el filo cuchillo de la tensión, o también con un "sslurp!" proveniente del muslo de pollo que tenía entre manos, cuando se llevó a la boca el trozo de carne con piel crujiente y todo.

Y entre tensiones y platos vacíos que se acumulaban como torres y monumentos que bien podrían llegar al cielo si no estuvieran bajo el suelo, las puertas se abrieron de nuevo y con sorpresa incluida: una bola verde, viscosa y bastante asquerosilla saltó directa al plato de la sopa del bueno de Sloan. No había pedido albóndigas con la sopa, así que se sorprendió al verla brotar de repente de la nada. Miró hacia la puerta y en todas partes pudo ver seas bolas saltar de un lado a otro, convirtiéndose en criaturillas pequeñas, con mucho moco y mala leche.
Al volver la vista al plato casi le sale el corazón por la boca cuando vio que la pelota ya no estaba, pero que su trozo de tarta de frambuesa y queso no estaba. ¡No estaba! Tirar la comida era una ofensa, pero robarle a alguien su postre se podía considerar motivo suficiente de empalamiento.

- ¡¿Quién ha sido?! - gritó con furia Sloan, levantándose de la silla. - ¡¿Quién me ha cogido el...?! ¡TÚ!

El dedo del acusador apuntó directamente a un plato que corría mesas abajo, del cual asomaban dos largas orejas puntiagudas y una risilla traviesa. Sin dudarlo Sloan saltó de entre las columnas de platos, pisando mesas, sillas y cabezas, persiguiendo al bichejo que le había robado el postre. Corría como un desgraciado, y por muchas vece que lo hubiera tenido al alcance de la mano, siempre se le escapaba girando en una esquina o pasando por debajo de una mesa.
Sloan se metió debajo de las mesas, apartando sillas y personas, que no llegaba a atraparlo. El caos se había extendido por todo el comedor, con un montón de esas criaturillas corriendo y pataleando de un lado a otro. Pero Sloan solo tenía una en el punto de mira... hasta que se paró.
Ambos se miraron y en una fracción de segundos se estableció la conversación más corta y a la vez con más información de la historia. El gremlin sonrió con malicia. Sloan abrió los ojos con sorpresa. El gremlin asintió. Sloan negó con vehemencia. Los brazos del gremlin subieron hacia arriba con cámara lenta. Sloan se tiró hacia delante mientras gritaba en silencio un no alargado y trágico.
Al segundo siguiente, plato y pastel se derramaron por el suelo. El gremlin gritó triunfante. Sloan cayó de rodillas ante la desgracia.

- ¡NNNNNNNNNNOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! - gritó al cielo, desconsolado.

El gremlin saltaba y sonreía. Había triunfado. Sloan quedó abatido y nada podría devolverle el preciado postre perdido...

Lo pilló por la cabeza y lo hizo estallar contra el suelo. Ea, no podría devolverle el postre pero la venganza estaba servida.

- Good bye, my friend... good bye, my lover... - canturreaba Sloan cual cantante llorón y de ojos vidriosos mientras recogía los restos de su postre y recibía las burlitas de Rojo y los apoyos de la sheriff. A lo primero hizo oídos sordos. A lo segundo bajó la cabeza en modo de asentimiento, pero aun así jamás sabrían la pérdida que había sufrido: uno nunca puede repetir de postre. Cada postre es especial en esencia, y cada trozo de pastel, aun siendo igual al de los demás no es lo mismo. ¿Cómo era esa frase? "Éste es mi pastel. Hay muchos como él pero éste es mi trozo de pastel"... más o menos. Tal vez se haya cambiado un poco el cuerpo de la frase pero la esencia se mantiene, ¿no? Pues eso.

Al levantar la cabeza para ponerse de pie y enterrar como es debido los restos del pastel (a mordisco bruto, como no), se percató que la sheriff se había convertido en el punto de referencia para toda la mala leche gremlin de la sala. No se preocupó y no solo porque no estaba en su naturaleza preocuparse por los demás, sino porque ya la había visto en acción con un montón de tipos malos más grandes que un gremlin y con más recursos que unos simples cuchillos de cortar pan y tenedores para las hamburguesas.
Aun así, se sorprendió, ya que no esperaba para nada que la chapa que siempre llevaba encima se convirtiera en un enorme escudo de cristal que repelió todo bicho viviente que se lanzó contra ella, y aun así ni se melló ni se resquebrajó. Se quedó con los ojos como platos y la boca medio abierta al verlo, y pensando que su chapa también podría hacer lo mismo, la agarró con ambas manos e intentó expandirla.

Fracasó vilmente.

Los bichillos verdes y más feos que un calcetín sudado tras darse varias duchas de mierda y barro quedaron reducidos a meros cuerpecillos sin sentido los cuales seguramente se sintieran como si les hubiera pasado por encima un autobús lleno de sherifs con malas pulgas y sonrisas afiladas. Vistos desde arriba todos parecían iguales, pero había uno algo diferente, con una cresta de pelo blanco en la cabeza. Era raro ver uno con pelo viendo que sus cuerpos eran más parecidos a un sapo que a un mamífero en general. Verlo con esa cresta, y que los demás lo rodeaban y se arrastraban hacia él aun estando aturdidos...
Sloan lo agarró por el pescuezo, lo levantó, se miraron ambos a los ojos y acto seguido sus ojos salieron disparados cuando lo estampó contra el suelo con toda la mala hostia que tenía dentro (si, aun por lo acontecido por el postre). Al ver que su en apariencias líder era reducido a poco más que un pedazo de moco verde y varios huesos se quedaron sin saber qué hacer.

El moreno se agarró el pelo y lo levantó cual cresta mohicana. Todos los gremlins lo miraron, algo confusos.
Sloan se puso en cuclillas y emitió unos chillidos parecidos a los de los gremlins, con movimiento de brazos locos y expresiones de mala leche. Los que consiguieron volver en si le contestaban de la misma forma. Visto desde fuera parecía una conversación entre primates disputándose los plátanos que quedaban en el platanero.
Cuando terminaron, Sloan agitó el brazo hacia la derecha, y los gremlins emularon una procesión de Semana Santa pero sin capuchas ni cirios hacia la salida por donde habían entrado Rojo y Rebecca.

- Preparad unas jaulas o lo que queráis: van a ser "buenos" durante al menos unos quince minutos. Después mejor que os deshagáis de ellos. Por otra parte, dime que hay más postre, Rojo. - Aun con la cresta puesta, se giró hacia Rebecca. - Por cierto, ¡Hey! ¡¿Cómo has hecho eso del escudo de cristal con tu estrella?! ¡¿La mía hace lo mismo?! ¡¿Cuál es el truco?! ¡¿Hay que usar pilas?!

- ¡Buah! ¡Pues mola un montón! Que lo sepas. Ojalá encontrara yo una de esas cosas: me iría de perlas a la hora de frenar las mil y una calamidades que me persiguen. - Se miró la estrella cuando Rebecca hizo mención de ella, y sonrió alzando una de las cejas. - ¿Por quién me has tomado? Jamás infravaloraría ésta maravilla en mi pecho.

Entonces Rojo les anunció que ya era hora de despedirse. Si, era hora de separarse. Habían concluido lo que habían venido a hacer, y era simplemente "ayudar". Ayudar con el problema con Victoria y los demás jinetes del Apocalipsis. Ayudar a desentrañar la posición de su enemigo. Ayudar con el problema de los gremlins. Ayudar a vaciar las despensas de la organización (lo más importante de todo, vaya).
Pero no era una despedida para siempre sino tan solo un "hasta la vista". Sloan tenía claro que, en algún momento, no más tarde de un mes tal vez, volverían a contactar con él. Estaba metido hasta el fondo con el tema de los jinetes aunque ese no había sido su idea inicial. Si lo estaba era tan solo por la "obligación" que sentía frente a la sheriff que le había dado la estrella del ayudante. Era su ayudante y como tal, tenía que ayudar (¿cuántas veces hemos dicho ayudar desde que hemos empezado?).

Rebecca le estrechó la mano al grandullón y se despidió, tirando ya para el helicóptero que les estaba esperando. Sloan se giró al gigante de rojo y también se la estrechó, dejándole unos golpecitos en la inmensidad de su brazo (según tenía entendido, eso reforzaba los lazos de amistad entre dos personas).

- Seguramente si pasa algo vendrás a darme la murga, así que no te preocupes que te esperaré con una buena sonrisa. Cuídate mucho grandullón, y cuidado con esa manopla, a ver dónde te apoyas que nos haces un cine.

Le soltó la mano y al girarse con un "see ya'" en la mano el helicóptero ya estaba rotando sus hélices. Se adelantó a Rebecca para pillar mejor sitio (cosas suyas) y cuando vio que se ponía los cascos la imitó. Aquella pregunta destapó una nueva sonrisa picaresca de las suyas y agarró el micro para que pudiera escucharlo a la perfección.

- Te lo cuento si me invitas de nuevo a cenar, vaquera.

Lo invitara o no, con el largo viaje que tenían de por medio se lo soltaría todo. Total, ante todo era un bocazas cuando llegaba el momento de hablar, y tan solo una palabra a tiempo o una bala en ciertas partes le detenían.

Un largo viaje, sin duda alguna...

[FDI: Bueno chicos, ya sabéis qué toca ahora, ¿no? Darle caña al tema de Victoria 8D Así pues, ¡cerramos éste capítulo de la saga y compartamos una buena cena!]