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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
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Tema: Prueba de Rol para Wilson Fisk (KIngpin) 11th Abril 2021, 17:38
PRUEBA DE ROL PARA WILSON FISK/ KINGPIN
RASCANDO EL CIELO
La torre Fisk había sido proyectada como el edificio más alto de Nueva York. Se alzaría por encima del Crissler, el Empire State o las difuntas torres gemelas. Sería mucho más imponente que el edificio Baxter o cualquier cosa que Tony Stark pudiese construir. Los necios dirían que Wilson Fisk trataba de hacer una demostración de poder, de situarse en un Olimpo contemporáneo de acero, cristal y hormigón. Dirían que su sentimiento de superioridad respecto a los demás era tal que debía evidenciarlo a través de un símbolo físico y palpable. Dirían que se sentía encima de la ley y, por tanto, la sede de sus actividades debía alzarse sobre todos aquellos curritos anónimos cuyas vidas se gobernaban por un sistema al que sólo él podía ser ajeno. Eso era lo que dirían los necios. Pero Wilson Fisk no era un necio y, por tanto, no prestaba oídos a las palabras vanas. Él sabía bien que aquel majestuoso edificio no era el lamentable intento de un hombre ridículo por creerse superior a sus semejantes. Wilson Fisk no podía ser definido o comprendido en base a cuatro mal entendidos conceptos pseudo-psicoanáliticos de panfleto.
Siempre le habían fascinado los edificios altos, los “rascacielos” ¿Acaso no era poético? ¿Tratar de rascar el cielo? De niño, cuando su padre lo llevaba al centro de la ciudad por algún motivo, los observaba embobado, mirando y mirando hasta que le dolía la nuca. La arquitectura de aquellos titanes de cemento le asombraba y, aunque no quiso el destino que ese fuese su futuro profesional, siempre se preocupó de estudiar dicha disciplina. Así descubrió, con asombro, que todos los edificios oscilan. Cualquier estructura, y más en construcciones de altura, se mece lentamente por la acción del viento. A veces, plantado en su oficina, observando la ciudad a través de los amplios ventanales, a Wilson Fisk le parecía poder sentir como el suelo bajo sus pies se desplazaba muy lentamente. Cerró los ojos, tratando de advertir aquel bamboleo cuasi imperceptible. El viejo tocadiscos de su escritorio comenzó a reproducir la suite nº 1 para cello del buen Johann Sebastian Bach. Apreció el sonido, atesoró cada rozadura de la aguja sobre el vinilo, rascando… como un ciego que lee en voz alta un texto en braille. Un ciego… aquello tenía cierta gracia. Ý así, de pie frente a la gran cristalera, pudo percibir como su delicada torre bailaba al son de la música. Mecido por el viento. Rascando el cielo.
Un recordatorio.
Eso era la torre Fisk, un recordatorio de que, por muy alto que estuviese, todo era frágil, movedizo. En cualquier momento, todo podía quebrarse y caer. Para no derrumbarse, los cimientos debían ser robustos. Por alta que fuese la torre debía sustentarse sobre una base aún mayor, como un iceberg. Una sólida estructura hundida en las profundidades oceánica; gruesas raíces enterradas bajo el subsuelo de aquella sucia, miserable, hermosa y fascinante ciudad.
Su ciudad.
- El coche ya está listo, señor Fisk- anunció desde la puerta la delicada voz de Wesley. Plantado ahí, con su corte de peluquería, sus limpias gafas cuadradas y su traje de Armani. La única persona que podía entrar en su despacho sin cita, sin ser anunciado.
Fisk abandonó su pétrea pose y, con parsimonia, se colocó la blanca americana sobre el chaleco. Ajustó bien los puños y bajó de una de las perchas su amplio tres cuartos negro. Era una noche fría. No fue necesario apagar las luces del espacioso despacho; diáfano, elegante pero asimétrico, a caballo entre el minimalismo y lo barroco. El tocadiscos siguió entonando su distinguida melodía, sin interrupción, no se atrevió a apagarlo, a interponerse en el baile atávico de la estructura con los elementos. Wilson Fisk no dijo una sola palabra ni su asistente la necesitó para, con mecánica diligencia, cumplir todos y cada uno de uno de los pequeños trámites domésticos conducentes a descender de aquella cumbre urbana. Escoltados en todo momento por cuatro hombres armados (la propia seguridad del edificio) encararon tras un breve lapso la puerta del recibidor. Allí, con marcial disciplina, la escolta oficial hizo cambio de guardia con la oficiosa, mas no hubo ningún momento en que el emperador quedase huérfano de sus pretorianos.
El conductor abrió apresuradamente las puertas de la larga limusina negra. Llantas reforzadas con gel resistente, lunas polarizadas y a prueba de balas, armazón revestido de lámina de acero; toda precaución era poca. Wesley y su patrón se acomodaron en el asiento trasero mientras que uno de los escoltas tomaba asiento junto al conductor. Tanto el chófer como el copiloto iban fuertemente armados. Sólidas Berettas APX en sobaco y tobillo bien surtidas de munición. Fisk nunca iba armado si podía evitarlo y Wesley, aunque nunca se lo había prohibido, tampoco. El ayuda de cámara del rey sabía bien que la confianza es un contrato bilateral. Pese a la envergadura de Fisk, el coche era lo suficientemente espacioso como para que los dos pasajeros pudieran acomodarse con holgura. Wesley, con su ensayada postura de ejecutivo, miraba al frente sin dirigir la palabra o la vista a su empleador. Fisk, por su parte, había apoyado sobre la puerta su enorme manaza y observaba con aire melancólico las luces del exterior, deformadas por el avance del vehículo.
- ¿Conoce la historia de Truhana, Wesley?- masculló Fisk sin apartar la vista de la ventanilla.
- Lamento decir que no, señor Fisk- respondió el asistente en tono cordial.
- Es una historia muy popular, hay muchas versiones de ella. Trata sobre una mujer llamada Truhana que camina por el campo con una olla de miel sobre su cabeza. Otras interpretaciones hablan sobre una joven lechera o de una muchacha que porta una cesta de huevos pero en esencia todas cuentan lo mismo. Me topé con ella estudiando español, en un libro de fábulas del siglo XIV: “El Conde Lucanor”. Trata sobre un noble a quien su consejero asesora a través de cuentos.
- El paralelismo no se me escapa, señor- dijo Wesley con una media sonrisa. Fisk también esbozó una, Wesley era de las pocas personas que le comprendían de verdad.
- El hecho es que esta mujer, Truhana, iba de camino a la ciudad con una olla de miel sobre su cabeza. Mientras lo hacía, pensaba en el dinero que obtendría con la venta de esa miel y en como lo invertiría para comprar huevos. De esos huevos nacerían polluelos que se convertirían en gallinas y, con la venta de esas gallinas podría comprar ovejas. Y así iba ella discurriendo en su cabeza todos sus proyectos hasta que se vio más rica que ninguna de sus vecinas. Con esas riquezas podría dar buenas dotes a sus hijas y casarlas con hombres importantes y casi podía ya imaginarse colgada del brazo de sus poderosos yernos mientras caminaba por las calles- Fisk dibujó en su rostro una nueva sonrisa, distinta, venenosa- Sin embargo, tal fue su alegría por esas hipotéticas riquezas que comenzó a reírse sin control y, tras golpearse la frente en gesto de gozo, la olla de miel cayó al suelo y se rompió… rompiéndose con ella todas aquellas banas esperanzas…
- Una historia muy ilustrativa - añadió el asistente.
- “A las cosas ciertas encomendaos y las vanas esperanzas, dejad de lado”- citó Fisk reflexivo- Sin embargo, Wesley, yo no creo que esa sea la verdadera moraleja de la historia.
- ¿Cuál es su opinión, señor?
- Que nada de malo tiene soñar… pero los futuros de la imaginación deben construirse sobre los cimientos de la realidad… Y que no hay que confiarse nunca, Wesley. Hay que estar siempre vigilante, siempre alerta… o nuestros sueños se derramarán en el pavimento.
Durante el transcurso de la conversación el coche había alcanzado al fin su destino. Rápidamente el chófer y su acompañante se dispusieron a abrir las puertas a Fisk y Wesley. Se encontraban en uno de los muchos almacenes portuarios que el magnate había adquirido a través de pequeñas empresas filiales. La puerta se hallaba flanqueada por dos de sus hombres, arma en mano, y por el líder de aquella irregular escuadrilla. El jefe, un alto personaje de piel clara como la tiza se levantó y, cigarrillo en boca, saludó cortésmente a Fisk. Vestía chaleco negro y camisa blanca, remangada hasta casi los codos. Eso y la rojez de sus nudillos le dieron suficiente información sobre el desarrollo de la transacción.
- ¿Ha habido resistencia?- masculló Fisk autoritario cuando se halló frente a la puerta.
- Un poco… al principio- contestó el otro entre risitas, interrumpiendo con largas caladas el discurso de su voz de cristal roto.
Con un simple asentimiento Fisk se adentró en el almacén bien custodiado por sus hombres y con Wesley a su espalda, sin despegarse de él, como si de su propia sombra se tratase. En el centro de la destartalada estancia, atado con bridas de plástico, un hombre de unos cincuenta años yacía seminconsciente sobre una robusta silla metálica atornillada al suelo. Tenía una constitución robusta y saludable, obviando los moretones y cortes que presentaba en el rostro, y vestía ropas de factura impecable. El corte y peinado eran también de altura, aunque el sudor y los impactos lo hacían ahora lucir desarreglado. Un rostro decidido, con un fino mostacho negro a juego con el pelo (sin duda teñido) enfrentó el del nuevo visitante.
- Fisk… pezzo di merda… debí imaginarme que eras tú…
- Es cierto señor Tatagglia. Debió imaginarlo. Siento que debamos vernos en estas circunstancias.
-¿Qué vas a sentirlo bastardo?- continuó el cautivo con la ira grabada en los ojos- No sé qué piensas conseguir con esto pero te aseguro que no te va a salir bien. Mi famiglia lleva trabajando en esta ciudad desde antes de que tú dieras tu primer palo bola de sebo…
- No siento más que respeto por su familia y su organización señor Tatagglia… aunque usted no parece compartir esos sentimientos. Sin embargo, para construir algo hermoso muchas veces debe derruirse lo antiguo, por mucha historia que tenga.
- Me gustará verte intentarlo stronzzo…- rió Tatagglia sin poder contener una tos, probablemente a causa de la subida de sus propios fluidos- Desde hoy hay una bala con tu nombre Fisk, eso ni lo dudes.
- Hay muchas de esas y parece que ninguna ha sido aún capaz de alcanzarme. En cualquier caso, las cosas podrían haber sido distintas. He tomado como una afrenta personal la negativa de sus empresas legítimas a hacer negocio con las mías. No niego que tienen una buena estructura para limpiar su efectivo menos… lícito, una de la que ambos podríamos habernos beneficiado.
- Nos ha costado años levantarla y no estamos dispuestos a dejar que nos compre. Lo que tenemos nos lo hemos ganado y no hay ninguna razón para entregárselo ni aún a golpe de talonario.
- Oh sí. Pero cuando un negocio se amplía muchas veces es difícil mantenerlo exclusivamente en las manos de la familia. El gran mercado es complejo y, en ocasiones, las empresas deben permitir la entrada de agentes externos para no perder el control de esos nuevos mastodontes financieros. Eso ha ocurrido, por ejemplo, con su coqueta empresa de importación alimentaria o con su más antiguo negocio, una sociedad anónima de gestión de residuos que, si no estoy equivocado, ha obtenido un no poco lucrativo contrato de concesión administrativa con el ayuntamiento de Nueva York- Fisk volvió a esbozar aquella sonrisa venenosa del coche- He de decirle que, aunque ha hecho un buen esfuerzo por mantenerme alejado, todos esos pequeños inversores a los que ha permitido la entrada en su última ampliación de capital son, en realidad, filiales de mis empresas. Filiales de filiales, en realidad, subcontratas de cooperativas extranjeras… Es un poco complejo y no parece que usted esté en condiciones de asimilar la información ahora mismo. Baste decir que su estructura hace ya tiempo que es prácticamente mía señor Tatagglia
El prisionero bajó la mirada. Sus ojos oscuros se perdieron en las informes estelas que formaban las rugosidades del suelo, tan arbitrarias como sus propios pensamientos. Pasaron un par de minutos hasta que volvió a sentirse con fuerzas para hablar.
- ¿Y qué quieres ahora? ¿Quieres que te lama los zapatos y te bese el culo? Tendrás que matarme…
- Eso parece ya inevitable señor Tatagglia. Sólo quería que lo supiese antes.
El sanguinoliento escupitajo fue demasiado rápido como para que nadie pudiese anticiparlo. Clavado en la mejilla de Fisk comenzó lentamente a extender sus pegajosos brazos por el resto de la cara. Antes incluso de que él mismo se diese cuenta, Wesley ya ofrecía su pañuelo a su amo. Se limpió con lentitud, concienzudamente, tratando de borrar todo rastro de aquella irrespetuosa secreción.
- Incineren ese pañuelo- uno de los hombres de Fisk se apresuró a tenderle un amplio estuche de cuero marrón. Extrajo de él dos enormes puños americanos, lo bastante grandes como para cubrir las manos de un gorila. Fisk los ajustó con parsimonia mientras se extraía el abrigo y la americana- La pistola habría sido más rápida señor Tatagglia.
- Vaffanculo, grasso di merda…
Con el primer golpe Fisk sintió como los dientes de Tatagglia caían en el suelo. El siguiente, seguramente, había reducido su globo ocular a una protuberancia informe. Con los tres siguientes ya casi parecía imposible distinguir que aquella cabeza albergaba un rostro humano. Fisk era incapaz de detenerse, no calculaba, tan solo aventuraba, el daño que podía estar causando. No era capaz de ver nada, sólo de intuir a través de la presión y el sonido las distintas partes de rostro que castigaba. Los golpes verticales empezaron poco después. Con los dos puños juntos. Arriba y abajo, arriba y abajo. Un martillo neumático ascendiendo y descendiendo de forma regular e imparable. Pudo notar la piel del cuero cabelludo abrirse, los trocitos de cráneo romperse. Los huesos del cuello no tardaron en ceder al castigo y romperse, dejando en la silla poco más que un muñeco inerte. Eso no le hizo detenerse de inmediato. A espaldas de Fisk, el hombre con voz de cristal roto reía en voz baja.
- Que lo dejen frente a su casa- dijo al fin Fisk con la voz entrecortada por la pesada respiración- Aseguraos de que lo ven… ¿Wesley?
- ¿Sí señor?
- ¿Hay muda limpia?
- Dos pares en el coche- respondió el asistente sin variar ni un ápice su tono servil. Casi pareciera que ni siquiera se le había acelerado el pulso.
- Que me la traiga. Nos esperan los Invitados.
…
El vino le sentó bien, descendió por su garganta y le calentó por dentro en cuerpo y alma. Observó la copa y recordó al hombre del almacén, recordó sus huesos rompiéndose… el líquido, del mismo color que el vino, descendiendo pesadamente hasta acumularse en un charco en el suelo. Como la miel de doña truhana… los sueños de un hombre derramados por el suelo.
- ¿Señor Fisk?- dijo un pequeño hombrecillo calvo a su derecha. Era rubio, estaba algo dejado, bajito… Lo conocía. Era el dueño de una asesoría fiscal del centro. Habían hecho negocios.
- Perdóneme, estaba algo distraído.
- Y que lo diga- sonrió inocente el hombre- ¿Dónde estaba?
Wilson Fisk acercó la copa a su nariz, olfateó el afrutado aroma que emanaba. Con delicadeza la acercó a sus labios y el calor del vino volvió a posarlo en el suelo.
- Rascando el cielo amigo… Rascando el cielo.
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Gwen Stacy Marvel Universe
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Tema: Re: Prueba de Rol para Wilson Fisk (KIngpin) 11th Abril 2021, 23:45
¡¡¡¡¡WOOOOOOOW!!!!!
¡Está muy muy bien! Ya tengo ganas de que Kingpin descubra que hay otra arañita más blanca y más femenina dando vueltas por la red de su rascacielos...
¡Sin duda puedes hacer la ficha cuando quieras!
Sólo tengo una sugerencia, y es que si puedes de cara al futuro para que sea más fácil, escoger un color para Kingpin (o la negrita, que también vale) y algún color para los personajes con los que interactúa para que sea más fácil distinguir el diálogo. Por si quieres coger colores más interesantes que los predeterminados, te dejo el enlace al tema Regalo colores de diálogo.
¡Por lo demás me ha encantado, está increíble! Puedes presentar la ficha cuando quieras, y por si te interesa te dejo el enlace de invitación al Discord del foro! https://discord.gg/7CfNV2Ep
PD: Aprovecho para advertirte de que voy a mencionar esta prueba en el tema de OffTopic Repeticion de las mejores jugadas . Me ha encantado <3