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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
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Ficha de Personaje Alias: White-Spider Nombre real: Gwendolyne Stacy Universo: Marvel
Tema: Master of puppets (Wilson Fisk) [27/04/2019] 17th Septiembre 2022, 03:00
No sé cuánto tiempo llevaba sin salir de mi habitación. Tampoco me molesté en mirar ningún reloj. A pesar de pasar la mayor parte del tiempo mirando el móvil y de que había hecho el esfuerzo detallado de cambiarlo después de que se rompiera, evitaba activamente mirar a la esquina superior donde descansaba el control cronológico. Cuando sentía que no iba a poder evitarlo, entrenaba o salía a volar, para volver al poco tiempo y seguir con la rutina de no hacer nada. Eso es lo que disfrutaba. Nada.
Papá había muerto hace doce días, su funeral había terminado hacía menos de una semana. A pesar de que la charla con el capitán me había hecho sentir menos muerta, no tenía ni puta idea de lo que debía sentir, pero sí sabía lo que debía estar haciendo y aún así era incapaz de cumplir. La universidad se había mostrado comprensiva con mi situación, las chicas habían estado excepcionalmente involucradas conmigo, la empresa de las prácticas también… Todo el mundo parecía darme la razón cuando sentía que la orfandad era el peor dolor del mundo.
Lo que peor llevaba de esa rutina asquerosa era el incesante golpeteo de mi puerta. Siempre tres golpes, siempre anunciaba mi llegada a gritos desde el piso de arriba pidiendo un minuto, siempre entreabría la puerta y siempre había un policía al otro lado. O un tío del delivery. Pero a los del delivery sí los había llamado yo. Abría la puerta. Un vistazo poco disimulado a la casa, hecha una mierda, otro vistazo poco disimulado a mi, hecha una mierda. Preocupación en algunos casos más genuina que otra, el pésame, la gorra contra el pecho y que si necesitaba cualquier cosa podía contar con ellos. Pero yo no les necesitaba a ellos.
Necesitaba a mi padre.
El caso es que cuando venían nunca abría la puerta más de 30 grados para que no pudiesen ver que la casa no había cambiado un pelo desde que mi padre se fue. Su taza de café a medias, evidentemente frío, sobre la mesa del salón. Otra de sus tazas, una de sus favoritas, en la cocina. Su estudio con la puerta cerrada, ni siquiera me había atrevido a abrirlo. El periódico del día anterior, 14 de Abril de 2019 a medio leer junto al microondas. Había esquivado conscientemente las zonas que mi padre había usado por última vez. El resto de la casa eran pilas de ropa sucia, cajas de pizza, latas de conserva y bolsas de papel marrón con el logotipo de todas las marcas cuyos ultra procesados anuncian el cáncer allá donde van. Sólo faltaban los de Google llamando también a mi puerta para sacarle una foto al panorama y tener la primera imagen de la búsqueda de la palabra “depresión”.
Bajé con el pijama puesto. Bueno, pijama… es mucho suponer que una vieja camiseta de pintura de mi padre era un pijama. Me acerqué a la puerta esquivando las bolsas de basura, cartones y pilas de ropa y abrí, de nuevo entornando. Nunca pensé tener tantos entrenamientos de masking en una sola semana. Las cejas se subieron, me recoloqué la diadema negra, quité la cara de tristeza y sonreí con amplitud - Hola agente Hill. Si, no se preocupe. Todo bien, estoy gestionando aún papeleo. No se preocupe, si se me ocurre le llamo. ¡Gracias por su visita, que tenga buen día! - y el Oscar es para…
Siempre pensé que se me daría bien trabajar cara al público.
De vuelta al piso de arriba, golpeé con el codo con una de las cajas de pizza que descansaban en el pasamanos de la escalera, tirándola al suelo, provocando que un trozo de papel blanco cayese en el escalón sobre el que debía pisar a continuación. Ladeé la cabeza a ver si eso me ayudaba a encontrarle sentido a ese sobre. Me agaché y una vez en mis manos lo leí, evitando las manchas de grasa de la cuatro quesos. Lo abrí rompiéndolo y empecé a farfullar la carta en voz alta- nanana…hnor pra nosotrs prsntarle tiadod sksm… oncedida.. opción a una beca valorada en… - La mandíbula se me cayó. Imposible - Beca valorada en… - El corazón se me disparó a mil por hora. Eran más cifras de las que había visto juntas en NADA relacionado conmigo jamás.
“El plazo de presentación para el proceso de inscripción, entrevistas y solicitudes concluirá el 4/27/2019 a las 12:00”
Mierda. Reloj. Un reloj, un reloj ¡¡UN RELOJ!!
Subí saltando hasta mi cuarto con la carta sucia en la mano y me lancé sobre el móvil que descansaba en la cama. 11:40
- ¡MIERDA! -
Lancé la carta junto al móvil. Nunca, y digo NUNCA he ido tan rápido a ningún sitio en mi vida. Volé a la ducha, salí con el pelo empapado y mientras una toalla enrollada hacía lo que podía, agarré lo primero que pillé en el armario que parecía medio formal y me lo puse a toda velocidad, forzando el cuello del jersey por la toalla. La voz de mi padre otra vez “Hija es una presentación importante, deberías planchar las- Ya lo sé papá… ya lo sé- contesté en voz alta, sabiendo que no había tiempo para nada. Me hice una raya sencilla en el ojo, puse la diadema en un vago intento de peinarme y cogí el uniforme de spider para meterlo en la mochila. Por si los atascos.
Casi me teletransporté a la calle, casi salgo sin la carta pero me acordé en el último momento. Llaves, cartera, documentación universitaria, uniforme en el doble forro, móvil, cascos… ¡Todo bien!
11:53
¡¡JODER!!
Metí la dirección de la torre en el navegador. 40 minutos andando, 24 en coche. - Y una mierda… -
Aunque no fuese a disfrutarlo, tocaba volar, al menos se secaría un poco el pelo de camino…
De verdad, de verdad que nunca he ido más rápida en la vida, para nada.
Cuando conseguí reubicarme y plantarme en la puerta del edificio estaba jadeando con un descontrol absoluto. Entré por la puerta y me acerqué a la recepción hablando demasiado rápido -¡HOLA!MiramellamoGwendolynStacy herecibidoestacartayqueríainscribirmeenlabeca... porfavor- sonreí de oreja a oreja peleando porque el aire entre mis dientes fuese suficiente, y dejé la carta con los dos surcos anaranjados sobre el mostrador.
La encantadora mujer al otro lado giró sobre su carísima silla de escritorio sin moverse apenas para ver el reloj detrás de ella. Un claro gesto para escupirme en la cara porque tenía una pantalla delante, no era para verlo ella, era para que lo viese yo.
12:09
Mierda…
- Sí, lo sé, pero he tenido un contratiempo, verá, mi padre ha fallecido hace poco y...- pero la mujer empezó a negar con la cabeza - Lo siento, rubita. No se admiten excepciones - Dijo simplemente para luego detenerse un segundo en la carta y luego señalarme la puerta con las pupilas.
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Tema: Re: Master of puppets (Wilson Fisk) [27/04/2019] 23rd Septiembre 2022, 02:52
A las siete de la mañana, un sirviente se aproxima a los aposentos del rey y, con sumo cuidado, acerca los labios a su oído y habla; “Alteza, ya es hora…”
7:00 a.m
Varios pitidos, cortos, demasiado tenues. Como si el propio despertador tuviese miedo de perturbar el descanso del hombre bajo las sábanas. Wilson Fisk suele tener el sueño ligero, pero esa mañana le cuesta más de la cuenta abrir los ojos. El descanso ha sido placentero. Ha dormido como un bebé, relajado, despreocupado. Se sorprende, al incorporarse, de que se ha despertado en la misma postura en que se acostó. Su yo consciente va tomando la delantera, la nebulosa de su cerebro se disipa. Recuerda la noche anterior, y sonríe. Por un día, se toma la libertad de asomarse entre las almenas de su fortaleza sin miedo. Respira… Se trata de una inspiración larga, que llena sus pulmones de aire frío. Le activa o, mejor dicho, reactiva el vigor que su largo sueño le ha regalado. El viento sopla, y lo nota filtrarse tímido entre los pequeñísimos huecos de su batín púrpura. No le molestan. Se siente más duro que nunca. Por primera vez en mucho tiempo, siente que las hordas bárbaras no aporrean el portón con sus arietes.
A continuación, los ayudas de cámara se adentran y, cuando el monarca se halla ya completamente despejado, lo desvisten, lo asean. Limpian el sudor y, al poco, lo elogian…
Las gotas tibias caen lentamente por el corpachón de Wilson Fisk. Alza el rostro para sentirlas golpear su rostro. El vaho va formando una niebla fantasmagórica en todo el cuarto de baño y, al abrir la mampara, casi parece emerger de una nube. Se acerca con cuidado al lavabo. Limpia con la mano el cristal, empañado por completo, y cuando al fin consigue ver de nuevo su rostro, se permite una pequeña sonrisa. Abre, en esta ocasión, la llave del agua fría y hunde su cara en ella, por si quedase el más leve aturdimiento en su cabeza.
A las ocho, en las propias estancias reales, Su Majestad recibe el desayuno. Compuesto, siempre, de tres platos, servidos en las mejores vajillas. Tras el matutino ágape, se retiran los restos y el rey es conducido de nuevo a su cámara…
8:00 a.m
Wilson Fisk observa algo indeciso la encimera. Por lo general, prepara él mismo su propio desayuno, pero se dice a sí mismo que, ese día, abusará un poco de su privilegio. Con un ademán de su brazo izquierdo hace bajar la larga manga del batín y, en un gesto elegante, descuelga el teléfono junto al extractor. Con voz firme, sin que pueda notarse un ápice que acaba de amanecer, pide que le suban sopa de miso y té Tie Guan Yin. Lo más rápido posible. Se sienta en la mesa del comedor, a la espera. Por un día sus pensamientos no ocupan la espera tras la orden. Así que se levanta con cuidado, en dirección al viejo tocadiscos junto a la mesita y, tras comprobar la aguja, deposita el vinilo y se retira. Sí, cree estar de humor para Tartini. Apropiado, de hecho. Muy apropiado.
Las puertas se abren y, con todo el silencio que posibilita el ir y venir de los camareros y el depositar de bandejas y platos, los camareros dejan en su soledad a Wilson Fisk. Todo es mejor en esa mañana. Los aromas son más intensos, los sabores tienen más matices. Espera unos segundos antes de apurar el caldo. Cierra los ojos, examina su propio ritmo cardiaco. PUM… PUM… Una maquinaria perfecta. Una paz indescriptible. Es entonces, cuando se sirve el té y, tras degustarlo, se permite levantarse y buscar entre los cajones y extraer un “tesorero” negro. No acostumbra a fumar hasta después del mediodía, sólo para decirse a sí mismo que no tiene dependencia del tabaco. Pero un día es un día. Así que coloca con cuidado la boquilla y enciende el cigarrillo. Su aroma se mezcla en la boca con el regusto del té. Y la vida es buena.
A continuación. El rey accede de nuevo a su cámara, y otros pajes acuden raudos a vestirlo. El ceremonial sigue siempre los mismos pasos. Se le retira la camisa y esta se cambia por una nueva, tratando de no rozar en exceso la piel de Su Alteza. Se anudan con cuidado los ribetes. La peluca, cuidadosamente empolvada, se deposita sobre la cabeza y se maquillan las ligeras imperfecciones del rostro del monarca. Acto seguido, los lacayos se retiran y el rey acude al Salón de los Espejos para recibir audiencia.
9:00 a.m
Wilson Fisk termina de abotonarse la camisa, mientras la chaqueta de un blanco impoluto aguarda colocada sobre la cama, recién hecha. Extrae de uno de los cajones superiores del vestidor un par de gemelos. Se decanta por unos circulares, con una pequeña incrustación de rubí en su centro. Una vez ajustados, da un enérgico tirón con cada brazo. Los sutiles movimientos no carecen de cierta violencia. Y Fisk sonríe. Y piensa en otros puños, aún más enérgicos si cabe. Las imágenes de la noche anterior regresan a su mente y… lo ve, con claridad, como si lo tuviera delante. Ve al diablo golpear. Ve la sangre salpicar las paredes inmaculadas, como puñaladas de un pincel carmesí. Eso lo ayuda a decidirse del todo. No usará corbata ese día. En cambio, optará por un pañuelo color granate. A juego con el chaleco y con los gemelos. Sí… Ha decidido que, esa mañana, el rojo será definitivamente su color.
Una vez ha terminado de vestirse, acude con paso firme de nuevo a la sala del comedor. Allí aguarda Wesley, con su impoluto traje gris, ajustándose las gafas con los dedos índice y corazón. Manos tras la espalda y gesto imperturbable. El siempre diligente y leal Wesley. Pero Fisk lo conoce bien. Algo le turba. El empresario lo invita a tomar asiento pero, como siempre, lo rechaza cortésmente con la cabeza.
- Buenos días, señor Fisk.
- Buenos días, Wesley. ¿Agenda?
El asistente recita, uno tras otro, los compromisos para aquella mañana. Fisk los conoce todos, por supuesto. Esto es casi más una prueba diaria para Wesley que un verdadero recordatorio. Una letanía diaria que no parece humillarle. Al contrario, le permite día a día demostrar su eficacia. Fisk se limita a asentir.
- Cancela el almuerzo con los representantes de Roxxon.
- Como desee- Wesley sonríe- Llevan meses tras esta reunión. Se sentirán un tanto frustrados.
- Exacto- Fisk no sonríe. Pero su gesto es una señal inequívoca de entendimiento mutuo.
- Por cierto, un equipo de limpieza ha acudido a primera hora a su despacho. Las reparaciones más “molestas” comenzarán a media mañana. Por otro lado, me he tomado la libertad de hacer una preselección. Ya sabe, para sustituir las piezas más, irremplazables. Hasta que la reforma se complete, le sugeriría no recibir a nadie allí.
- Más tarde les echaré un vistazo, aunque estoy seguro de que me agradarán. Conoces bien mis gustos. Además, creo que ya era hora de renovar un poco el mobiliario ¿No crees? Estaba empezando a… resultarme monótono ¿Qué mejor excusa...?
- A ese respecto, señor ¿Me permite hablar con franqueza?
- Eso depende, Wesley ¿Esa pregunta supone que no lo haces siempre?
- No, señor- sonríe. Fisk también. Puede que sea el único hombre cuerdo a su servicio que no se siente intimidado por esa clase de interacciones- Y menos con mis advertencias. Aunque esto es una mera opinión. Pero hacer explícito algo en lo que usted seguramente ya ha pensado, podría sugerir que dudo de su juicio. Así que vaya por delante, que no es el caso.
- Ya que has pedido hablar con franqueza, ahorrémonos los rodeos.
- No me gusta este asunto que hemos iniciado con Cédric Valjean. Es un hombre impredecible, de gustos extraños y naturaleza sádica.
- ¿No encaja esa descripción con otro valioso activo de nuestra organización?
- Precisamente. Temo que hayamos dejado una antorcha demasiado cerca de nuestro polvorín. Además, su “asociado” no ha resultado muy efectivo a la hora de poner fin a nuestro negocio con ese competidor de la Cocina del Infierno. Si seguimos en relaciones con esos dos hombres temo que las cosas puedan complicarse.
Fisk sonríe. La mente de Wesley es afilada y el empresario presume que él tendría las mismas dudas si no tuviese toda la información. Una información que ha compartido con muy pocos. Una que hace que no desee para nada poner fin a su negocio con el “competidor” al que acaba de referirse, sino prolongarlo. Porque ahora tiene algo mucho más valioso que la vida de Matt Murdock. Tiene su alma. Y ese es un activo que jamás perderá valor.
- Te aseguro que no hay nada que temer, Wesley. Has acertado a la hora de juzgar los defectos de Cédric Valjean, pero no has sido capaz de vislumbrar a dónde le llevarán esas apetencias. Nuestra asociación con ese hombre será más corta de lo que piensas. Sus necesidades le dominan y, aunque se trata de un hombre de considerable inteligencia, tiene un defecto fatal; se cree más listo de lo que en realidad es. Estoy seguro de que, a lo largo del tiempo, él mismo se ha creado su propio polvorín. Y no creo muy lejana la hora en que el fuego se acerque a él.
- Entiendo, señor…
- Wesley, demos por zanjadas las inquietudes nocturnas y centrémonos en las diurnas. Ya que hemos cancelado el encuentro con la Roxxon, entiendo que tenemos libre lo que resta de mañana.
- Así es.
- Dime ¿Cuál es la última actividad benéfica que hemos financiado?
- Un acuerdo de colaboración entre la Universidad Empire State y la Fundación William Fisk. No es una cantidad excesiva, unos cinco millones de dólares destinados a equipamiento, capital humano para labores de investigación y becas para estudiantes. Espere, lo tengo apuntado. Sí, “Beca Fisk para Jóvenes Talentos”. Hay una cantidad destinada a subvencionar a alumnos sobresalientes en distintos campos: Artes, ciencias, humanidades, etc. Hoy a las doce, precisamente, termina el plazo de solicitud y entrevistas para los preseleccionados.
- “Beca Fisk para Jóvenes Talentos”… que nombre más apropiado- y más teniendo a sueldo a un hombre que había subyugado al líder de la Patrulla X- ¿Y dices que se financia a través de la fundación…? Menuda ironía. A mi padre no le interesaron jamás las artes, las ciencias, las humanidades ni nada que requiriera un mínimo esfuerzo intelectual. Y ahora financiamos a estudiantes a través de una fundación con su nombre- Fisk se retira de nuevo, a mirar por la cristalera. Da la espalda a Wesley, pero no se siente contrariado, está más que acostumbrado a esa clase de gestos. El empresario finge mirar a la ciudad, que a esa altura parece una pequeña maqueta a escala. Pero no. Hoy, más que nunca, se mira a sí mismo. A su reflejo fantasmal, abarcando traslúcido cada minúsculo edificio, carretera, parque o callejuela- Wesley, que preparen el coche para las once y media. Vamos a echarle un vistazo a esos “jóvenes talentos”.
…
Cuando el día era apacible y el rey tenía vivo el ánimo, con gran revuelo en la Corte ordenaba se dispusieran los carruajes y palanquines a fin de pasearse sin prisa por la ciudad. Arremolinábase en las calles una gran multitud al paso del cortejo y, sintiéndose el monarca dadivoso, repartía entre los congregados su gracia y a los infantes mandaba se les obsequiase con barquillos, manzanas asadas y otras chucherías. Y así, el pueblo sentíase más elevado a su paso y el monarca más cerca de los súbditos.
La Corte de Luis XIV. Crónica de André Vatel, Mayordomo Real. 1684
12:00 a.m.
-Hemos llegado, señor Fisk- anuncia el chófer, y con un gesto el empresario cierra el librillo que sostiene en la mano, aún más pequeño en apariencia en comparación con ésta. Lo tiende con indiferencia a Wesley, quien no tarda en guardarlo bajo la solapa y, después, hace ademán de salir del coche. Los dos hombres de su escolta se apresuran a seguirlo, pero con un nuevo gesto, apenas perceptible, saben que no han de seguir a su amo.
- Señor Fisk…
- Es un simple edificio administrativo ¿Qué pensarán de mí si aparezco con escolta?
- ¿Qué es un hombre importante?
- Que tengo motivos para temer por mi seguridad. Quedaos aquí. No tardaré mucho.
Fisk se adentra en el modesto edificio y, en cuanto cruza el umbral, se extienden las manos y comienzan los elogios. Él corresponde con su sonrisa ensayada, esa que casi parece de verdad y que, ese día, casi es de verdad. Recibe con modestia los agradecimientos por una generosidad que conoce bien. Las palabras salen de su boca sin pensar. "Sólo quiere devolver a la ciudad todo lo que le ha dado". En cierta forma, no está mintiendo. Concierta citas que, en poco tiempo, cancelará arguyendo que es un hombre ocupado. Lo que también es cierto, pero no TAN ocupado. Y los solicitantes agradecen sabiendo que serán ignorados. Bastante es que ha aparecido por allí ¿No? Ya tienen algo que contar esta noche en la cena.
Fisk avanza y no le hace falta reparar en las miradas para saber que es dueño del lugar. Observa el entorno hasta que sus ojos se posan en la oficina de registro. Una muchacha menuda (aunque para él todas lo son) discute con la administrativa de la ventanilla. Parece nerviosa, Fisk ha visto a mucha gente nerviosa en su vida… y mucha más aterrada. Así que se acerca.
- Lo siento, rubita, no se admiten excepciones- dice robótica la trabajadora y señala la puerta con las pupilas. Y es en ese instante, cuando repara en la puerta, y su gesto muda. Sus facciones mutan, pasan de la sorpresa a la incredulidad y, después, la joven rubia no parece ya la persona más nerviosa de la habitación. Fisk se acerca, y su sombra se proyecta sobre la muchacha.
- Señor Fisk…- murmura la empleada- Qué… ¡Qué sorpresa! No le esperábamos por aquí hoy- comienza a mirar por todos lados. Se avergüenza de una oficina que no es motivo de vergüenza alguna. Se fustiga por retrasos imaginarios y desórdenes que no existen- ¿Quie… quiere un café o…?
- No, por favor. No se moleste. Está trabajando- dice con una sonrisa y, luego, dirige su mirada a la chica rubia- Supongo que me encuentro ante una de nuestras futuras becadas- extiende una mano enorme- Soy Wilson Fisk.
- Señor… perdón. Pero, justo estaba diciéndole a esta chica que no podemos tramitar su solicitud. Desafortunadamente, la ha presentado fuera de plazo. Y no podemos hacer excepciones.
- Oh…- se dolió Fisk fingiendo una lástima que no sentía- Lamento mucho escucharlo. Pero…-observa el reloj de la pared, tras la empleada-… bueno, no han transcurrido ni diez minutos. Estoy seguro de que podemos ser un poco flexibles ¿No cree?
- Bueno… yo, el plazo…
- No seamos tan rectos. Serán genios, pero son jóvenes. Universitarios. No vamos a arriesgarnos a perder un gran talento porque a esta jovencita se le hayan pegado un poco las sábanas. Seguro que recuerda sus años de estudiante. Puede haberse pasado la noche estudiando. O… bueno. Tengo entendido que en la ESU se hacen unas fiestas estupendas- Fisk guiña el ojo. Busca complicidad. Busca ser ese tío agradable que todos desearían tener. Alarga la mano a la carta de preinscripción- No veo a nadie más por aquí así que, salvo que me diga que se han cubierto todas las plazas, creo que podemos dar una oportunidad a la Señorita…- y Fisk hace un esfuerzo sobrehumano para que ningún gesto se filtre en su rostro. Un nombre y apellidos que conoce bien. Demasiado bien…
A la Señorita Gwendolyne Stacy…
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Tema: Re: Master of puppets (Wilson Fisk) [27/04/2019] 12th Febrero 2023, 15:18
Pues ya está. Cuando la vida por fin estaba dispuesta a ofrecerme algo bueno de entre toda la manifestación de eventos de mierda, lo pierdo. ¿Por qué lo has perdido, Gwen? Por estúpida. Por vaga, por no mirar las cosas, por dejarlo todo a última hora…
Mi padre estaría terriblemente decepcionado con esto…
Antes de que me girase a la puerta noté una vibra extraña. Todo el mundo en aquella planta giró su vista hacia el mismo punto. Se extendió un murmullo general que hizo que el barullo de teléfonos, papeleo y carreras que había antes pareciese un tanatorio. Algo así como cuando los suricatos ven algo en la sabana, pero sin peligro mortal.
O eso pensaba yo.
Una sombra oscureció nuestra conversación, cubriéndonos a ambas. El rostro de la mujer que me había atendido cambió por completo transformándose en una persona mucho más formal y amable a la que parecía que encañonaban. Fruncí el ceño extrañada y me giré buscando el foco de tanta conmoción. Un hombre inmenso observaba desde arriba con pinta amigable y formal. No había un pelo fuera de lugar (y no lo digo porque fuera calvo). Toda su ropa estaba pulcramente planchada, con los colores conservados como si los acabase de estrenar. Hasta el doblez de su americana estaba hecho a medida. Todo lo que este hombre poseía y tenía a su alrededor parecía estar hecho para ser suyo.
Wilson Fisk, dijo.
Fisk, como el edificio.
Fisk, como el nombre de la empresa.
Fisk…
Súbitamente Gwendolyne Stacy recibió una visión que sólo se reprodujo en el interior de sus párpados. Una de ese mismo hombre enorme ataviado de naranja con unas esposas reforzadas en sus muñecas y un número en el pecho. Una con su padre sonriendo satisfecho ante un trabajo bien hecho.
Agité la cabeza, tardé mucho más de lo que hubiese querido en reaccionar. Me arreglé aún más, sintiéndome una pordiosera a su lado, recoloqué la diadema y me acomodé en mi propia ropa. - Gwendolyne Stacy - Luego le estreché la mano, viendo la ridícula comparativa entre nuestros tamaños.. Mis dedos casi no le abarcaban la palma. Abrí la boca para aclarar la situación sintiendo que ese apretón no me correspondía a mí, ya que había llegado tarde. Para la suerte de mi seca garganta, se esclarecieron entre ellos. El señor Fisk parecía tener algún interés en acogerme, ¿O simplemente estaba siendo amable? En mi experiencia la competencia por una beca era un mundo bastante competitivo y frío. A menor becas concedidas, menos dinero perdido. - No quisiera suponer una molestia, yo… - Pero el hombre insistió.
El tipo era amable, comprensivo, parecía simple y sincero… Tal vez fuese simplemente la posición de privilegio de saber que podría hacer lo que quisiera. Fuese lo que fuese, consiguió que me relajase y me pusiese de su lado. La comparativa con la amabilidad de la mujer era bastante odiosa. - Se lo agradezco mucho señor Fisk, no tiene por qué hacerlo y es cierto que me he retrasado… pero.. Si me diesen una oportunidad estoy dispuesta a lo que haga falta. He traído todos los papeles acreditativos, los títulos, la matrícula del curso universitario… ¡Y no me importaría hacer una prueba si hace falta!- Me giré a la mujer de nuevo, esperando una respuesta, aunque tenía la sensación de que al lado de aquel hombre poco importaba su palabra.
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Tema: Re: Master of puppets (Wilson Fisk) [27/04/2019] 13th Febrero 2023, 00:18
Dos semanas después del evento conocido como “Efecto Omega”. Misión de Clinton. Hell´s Kitchen. Nueva York.
Ben Urich había apurado ya su quinto cigarrillo en media hora. Eso, implicaba un ritmo de pitillo a cada seis minutos. Las hermanas no estarían nada contentas cuando vieran las colillas acumuladas, y Maggie menos que ninguna. Aunque, sinceramente, no sabía si alguien en la iglesia tenía por costumbre subir allí arriba. Era, como su mujer, Peter, Matt y muchos otros le habían señalado en multitud de ocasiones, un fumador empedernido. Uno cuyo vicio, probablemente, acabaría por llevarlo a la tumba. Sin embargo, el consumo estaba siendo mayor de lo habitual. Ben estaba nervioso y, aunque la garganta ya empezaba a rasparle, encendió el sexto. Solía pasarle cuando una fuente se retrasaba. No era este el caso, de hecho, había sido Ben el que había llegado demasiado temprano. Quedaban unos cinco minutos para la cita. Suficiente para un sexto cigarrillo. Tampoco el hombre con el que había de reunirse era, exactamente, una fuente.
Y, aún así, estaba nervioso.
Unos pasos apresurados se aproximaron al periodista. Por lo visto, él también había decidido llegar pronto. Ben dio una calada más larga de lo habitual y, casi con miedo, agachó la cabeza. No temía al hombre tras aquellos pasos, sino su propia reacción al verlo.
Ben Urich había sido testigo de cosas muy raras durante su carrera como reportero de investigación en el Daily Bugle. Gajes del oficio, más en un mundo repleto de héroes y monstruos que, de la noche a la mañana, habían convertido la sección de sucesos en un folletín serializado de ciencia ficción. Pero… ahora. El universo se había cabreado. Se había llevado cosas. Y… había dejado otras…
- Bien, Urich…- habló el segundo habitante del tejado con una voz que, pese a su tono irónico, mantenía algo de autoritaria- ha marcado todo el casillero de clichés. Intrépido periodista de la vieja escuela, gabardina cochambrosa al viento, esperando a un capitán de policía en mitad de la noche, sobre la azotea de una vieja iglesia, mientras fuma con expresión taciturna. De verdad que me gustan estas cosas… pero tengo una hija adolescente en casa que se preocupa si tardo en volver.
- Gwen…-dijo Ben, aunque hablaba más para sí mismo que para el capitán.
- Sí- respondió el otro con seriedad- Gwen. Está bien informado, reportero. Ahora, si no le importa…
Urich giró el rostro. Hizo un esfuerzo titánico porque el cigarrillo no se le cayese de la boca. La barba era nueva. El corte de pelo algo distinto. Su pierna no parecía sufrir la lesión que lo llevó al semiretiro. Pero, sin duda, aquél era el Capitán George Stacy.
- Oiga… ¿Está usted bien?- preguntó el otro, con los ojos entrecerrados.
Ben se limitó a abrir la carpeta marrón que llevaba bajo el hombro y, tras rebuscar un poco entre los papeles, le tendió a Stacy un recorte del Daily Bugle. El policía leyó con desinterés. Emitía, de vez en cuando, un pequeño carraspeo, probablemente dando muestra inconsciente de su desacuerdo con parte de la información. Urich firmaba el artículo, pero su orgullo periodístico no parecía herido. Para un hombre acostumbrado a hacer las preguntas… aquella noche, estaba más interesado en dar respuestas.
- Esto… es bastante inexacto. De hecho, parte del relato es directamente falso. O tiene muy malas fuentes… o debería contactar con un abogado, por si acaso.
Ben sonrió, al escuchar la última recomendación.
- Soy consciente. Aunque creo que el grueso de la noticia está bastante ajustado a la realidad: Eiji Katō, detenido tras una redada en un bajo comercial de Harlem, con cargos de contrabando, y actualmente en dependencias policiales a la espera de declarar ante el juez.
- No doy información a la prensa. No más, al menos, de la que estoy autorizado. Y mejor que no me entere de que alguno de mis chicos lo hace o…
- ¿Ordenó usted el arresto?
- Sí- afirmó Stacy de inmediato- Puede ponerlo en su periódico si le apetece. No es ningún secreto.
- Aún así, prefiero no hacerlo.
- Mire…- le tendió el recorte de nuevo- … no sé.
- Como también prefiero no incluir que no busca usted sólo a Eiji Katō. A ver, es una buena captura, se lo reconozco- Ben se encendió un nuevo cigarrillo y ofreció el paquete a George. Éste lo rechazó con un gesto. El ademán evidente de quien desea aceptar pero hace esfuerzos por alejar la tentación- Buena prensa para el cuerpo. Pero a usted le da igual la prensa, buena o mala. Y, en el fondo, Katō también le da bastante igual. Lo que no le da igual es lo que ese pobre peón pueda saber. Sobre Akihiro Tanaka, su jefe… y lo que éste, a su vez, pueda saber sobre Kazu Yoshida y… las relaciones de éste con la Srta. Aiko Ishikawa…
- No siga…
- …quien, todo el mundo lo sabe, mantiene una fructífera y (vamos a picar) más que legítima asociación con el empresario neoyorquino… Wilson Fisk.
- ¿A dónde quiere llegar?- replicó Stacy con impaciencia.
- Al mismo lugar que usted: A Wilson Fisk.
- ¿Cómo sé que no le tiene a sueldo?
- Mi gabardina sería algo más cara- sonrió- y sólo este mes tengo cuatro juicios contra sus filiales por “medio-sugerir” en papel cosas mucho más inocentes de las que estoy hablando con usted.
- Mire…- Stacy se echó la mano al cabello- Yo, lo único que sé, es que una noche me acosté y Fisk estaba entre rejas. A la mañana siguiente, no sólo lo vi en la televisión, dando besitos a bebés y estrechando la mano del alcalde, sino que… cuando me puse a indagar, a indagar de verdad, su poder no era el mismo de antes… se había triplicado… El por qué, no me interesa, eso se lo dejo a los Richards, a los Stark y a los Pym… Lo único que sé, es que quiero verlo otra vez donde debe estar; En Ryker´s… Y voy a tirar de todos los hilos que encuentre… ¿Puede ayudarme con eso?
- Puedo intentarlo- dijo Ben alzando la vista detrás del capitán- y él también.
Stacy dio un respingo pero, tras la sorpresa inicial, su rostro mutó al enfado. Un enfado evidente.
- No…-susurró, aunque solo la primera palabra- ¡Eso sí que no! Una cosa es aunar esfuerzos con la prensa (cosa que aún no sé si estoy dispuesto a hacer) y otra muy distinta colaborar con justicieros disfrazados… los que, por cierto, también parecen haberse triplicado… Tú no me suenas… ¿Quién se supone que eres?- chistó Stacy- ¿El “Demonio Vengador”? ¿”Devilman”?
- Soy Daredevil…
- Me da lo mismo… Debería arrestarte inmediatamente.
- Capitán sé que está confuso, pero Daredevil tiene más experiencia que nadie en lo tocante a Wilson Fisk.
- No más que yo... Metí a Fisk entre rejas una vez y volveré a hacerlo… cumpliendo con la Ley.
- Créame, lo hemos intentado. En multitud de ocasiones. Y, a algunos, nos ha costado mucho… Con la Ley de nuestra parte y con ella en contra. Con máscaras y sin ellas. Si Wilson Fisk te marca, puedes tener por seguro que tu vida se ha acabado. Y no me refiero, únicamente, a un sentido literal. La muerte, cuando Fisk ha tendido sobre ti sus redes, puede llegar incluso a ser un alivio. Destroza todo, capitán Stacy, todo lo que sea importante, todo por lo que merezca la pena vivir, todo lo que amas… Por eso usted es tan importante…
- Yo también tengo cosas que perder, “Daredevil”...- el capitán tragó saliva- En eso no soy diferente a los demás…
La boca del diablo se torció… Hizo un gesto a Ben. No hacían falta palabras. La señal era clara…”Enséñaselo”. El reportero volvió a echar mano de su carpeta y, tras otra breve búsqueda, le tendió un nuevo recorte al capitán. George Stacy estaba confuso, más aún cuando observó temblar la mano de Ben Urich.
Así fue como el Capitán George Stacy leyó la noticia de su propia muerte. O, al menos, leyó el recorte del Daily Bugle en el que se informaba de que el heroico ex capitán de policía, George Stacy (que servía como asesor del cuerpo debido a una lesión en la pierna recibida en acto de servicio) había muerto heroicamente salvando a un niño de un derrumbamiento provocado en una lucha entre el vigilante enmascarado conocido como Spider-Man y el Dr. Otto Octavius. La familia del chico le daba su agradecimiento póstumo. La ciudad de Nueva York quedaba en deudo con él. Sus compañeros de las fuerzas de seguridad no le olvidarían, como tampoco su hija… Gwendolyne Stacy…
- ¿Qué…?- George se puso completamente blanco- ¿Qué demonios significa esto?
- Esto- siguió Daredevil- es lo que ocurrió, en el lugar del que Ben y yo procedemos. Y en el lugar del que procede Wilson Fisk. Le cree muerto, capitán. Es usted, ahora mismo, un fantasma. O, al menos, lo es en la mente de Fisk.
- Pe… pero…
- ¿Ha notado algo extraño? En la policía, con sus compañeros.
- N… no… No, todo está… Es decir, este evento- aún no podía creerlo- ha sido extraño, para todos. Hay gente que no conozco y otros que… Otros que no parecen conocerme a mí. También he echado de menos a alguno de… la detective DeWolff
- Capitana Jean DeWolff para nosotros- corrigió Daredevil- Le sustituyó en el puesto cuando… bueno, ya lo ha leído. De momento, no hemos tenido noticia de que haya vuelto, como ocurrió con usted. Aunque “volver”, tal vez, no sea la palabra más adecuada. Lo que está claro es que Ben, Fisk y yo, venimos de un sitio distinto del que procede usted. Todo es un maldito caos, y tardaremos tiempo en acostumbrarnos. Lo que parece ser una constante, es que Wilson Fisk sigue siendo un monstruo. Y le pedimos que nos ayude, capitán. Ayúdenos a encerrarlo como ya hizo en su hogar.
Era demasiada información que procesar. George se sentó donde pudo, compartiendo bancada con una gárgola burlona. Ben se acercó a Daredevil. Ambos se mantuvieron en silencio, a la espera de la respuesta del policía. Ellos sabían que todo lo que le habían dicho era verdad pero, en aquellos tiempos ¿Cómo fiarse? ¿Cómo decir qué era y qué no era verdad? ¿Qué había ocurrido y qué no? Finalmente, con la voz temblorosa, el capitán habló:
- Os deja…-carraspeó. Su voz volvió a dar muestra de su autoridad y determinación- Os dejaré forzar las reglas, pero no romperlas. Este es un nuevo mundo. Para todos. Y estoy dispuesto a que sea un mundo mejor. Un mundo sin Wilson Fisk… ¿Qué queréis que haga?
- Será nuestros ojos y oídos en el cuerpo- sonrió Daredevil- No se implique públicamente en los asuntos que tengan que ver con Fisk. No dé a entender a sus compañeros que se haya tras su pista. No sabemos de quién podemos fiarnos, quién está a sueldo de quién ni cuántos de ellos le recordarán de la misma forma que lo hacemos nosotros. Si Fisk le cree muerto, no le dé razones para que piense lo contrario. Si descubre que vive, finja no ser un problema. Como si jamás lo hubiera conocido, como si tan sólo fuese un ricachón más sin ninguna conexión con el crimen oganizado. Mientras tanto, podremos actuar. Si tiene un chivatazo, una pista… me la dará a mí, y yo haré el ruido suficiente para una redada legítima. Si se viera obligado a firmar algún informe, Ben se encargará de que su nombre no salga en la prensa.
- En el Bugle, al menos- tosió el periodista.
- Fisk te odia, Ben. Te tiene fichado. Sabe que le sigues el rastro. Eso implica, que tu columna será lo primero que mire para informarse en cuanto se haga cualquier movimiento en su contra. Y ninguno de tus artículos mencionará al Capitán Stacy...
- Esperad… esperad…- George Stacy levantó las manos- Esto… todo este rollo de la “Colisión”, o como la quieran llamar. Podría ser una excusa perfecta para un camelo ¿Cómo sé que puedo fiarme de vosotros? ¿Cómo sé que no estáis a sueldo de Fisk? Puedo fiarme de Ben pero… ¿Tú? ¿Daredevil? Suena a que te has inventado ese nombre a última hora. Fisk es un tío poderoso. Incluso entre rejas se las arreglaba para mantener los asuntos de la calle en marcha a través de ese capullo… el abogado… Matt Murdock. Que, por lo visto, está también por aquí. He visto el anuncio de su bufete en el Bugle…
Un silencio sepulcral se hizo en la azotea.
- No tienes por qué hacerlo si no quieres, rojo…-masculló Ben.
- No…- bufó el diablo- Tiene razón. Es una cuestión de confianza…
- Capitán Stacy… no creo que Matt Murdock vaya a ser un problema….
- Jod….-George Stacy extendió la mano- Ben, ahora sí que te acepto ese cigarrillo. El letrado y yo tenemos mucho de lo que hablar…
…
Gwendolyne Stacy…
El nombre podía haber sido una simple coincidencia. Una improbable. Pero el Universo, a veces, era caprichoso. Lo que no daba lugar a la duda, era el rostro que devolvió la mirada a Wilson Fisk. Ni la voz que escuchó cuando la chica, azorada, comenzó a hablar sobre aquella beca que, a oídos del empresario, cada vez tenía menos importancia. El apretón de manos fue firme pero delicado. Con la cortesía de siempre, con autoridad pero la delicadeza de un pianista, tratando de no romper esa manita de porcelana. Fisk notó un ligerísimo temblor bajo el párpado izquierdo. Había hecho lo posible (y parte de lo imposible) para librarse de ese tic. Nadie solía notarlo… Él sí, él lo hacía. Y, para Wilson Fisk, cualquier muestra involuntaria de su emoción interna era ya una pequeña derrota.
¿Cómo era aquello posible? Los Stacy… Sí, Fisk los recordaba bien. El padre y la hija. El incorruptible capitán de policía y la brillante estudiante entrometida. Por aquel entonces, su Imperio no era ni la sombra de lo que había conseguido con el transcurrir de los años. Aún así, ya contaba con un poder e influencia considerables, al menos en el mundo del HAMPA. En las calles ya se temía al Kingpin del Crimen. Los periódicos ya hablaban sobre una mano de hierro detrás del crimen organizado. La vieja infraestructura de Rigoletto ya había sido absorbida. El reino bajo tierra tenía ya sus cimientos. Pero Nueva York, sus bandas… Todo era bastante caótico. Ocupando el lugar del viejo “Don”, había permitido que parte de la delincuencia callejera se le escurriera entre los dedos. Todo el que quería hacerse un nombre en la calle buscaba lo mismo por aquel entonces. Aunar a todas las bandas ajenas a la mafia en una sola. Ese era un objetivo que Fisk no pretendía dejar cumplir a nadie. Y eso que muchos lo habían intentado. Foswell, el tal “Crimemaster”, Osborn… Sin duda el más peligroso de todos… también el más loco. Contaba con el anonimato, el poder y la inteligencia para conseguirlo. Pero Fisk pronto pudo ver que ese hombre, su locura, le llevaría a su propia destrucción. Aún así, consiguió disuadirlo de su inicial interés. Hizo un trato con el Diablo, o con lo más parecido, con ese diablillo verde. Fisk intercedería por él en el bajo mundo y Osborn le ayudaría a escalar posiciones en el mundo de los negocios legítimos. Un hampón que deseaba ser un empresario de más nivel. Un empresario que deseaba ser un hampón de mayor categoría. Podría decirse que estaban hechos el uno para el otro.
Fue entonces cuando intervino Stacy. Había que quitarse a ese santurrón de en medio. Y, si algo se sabía de George Stacy, es que no se le podía comprar. Se había citado con un testigo importante, uno que daría información sobre una infraestructura criminal que el propio Fisk tenía intención de fagocitar. Así que preparó su trampa. El testigo protegido murió y el Capitán Stacy recibió una herida en la pierna. Todo dispuesto de una manera tal que, a simple vista, parecía que había sido el propio Stacy quien había efectuado el primer disparo. Eso dejaría su reputación por los suelos. Mancharía su carrera, ensombrecida por la duda sobre una supuesta corruptela. A Stacy se le ofrecería la baja por invalidez y, temeroso de enfadar a la gente equivocada, la aceptaría con deshonor. Más valía un hombre desacreditado que un héroe muerto.
Pero su hija… Gwendolyne… la pequeña Gwen… Investigó el asunto, metió sus narices donde no debía y… consiguió limpiar el nombre de su padre. Fisk aún la recordaba, entrando con arrogancia en la base de lo que después serían las inabarcables Industrias FIsk. Qué ganas había tenido en aquél momento de hacer estallar su pequeño cuellecito.
Tablas…
Gwendolyne Stacy y su padre, el capitán, salieron de escena, aunque Fisk jamás olvidó la humillación. Sabía, además, que en algún momento el honrado policía y su terca hija volverían a ser un problema. Era inevitable. Pero, por fortuna, dos piezas entraron en juego. Ese pobre desquiciado de Octavius llevó a la tumba, por accidente, al padre. Y el psicópata de Osborn se llevó a la hija, Dios sabe por qué razón. Esa pelea, sin embargo, supuso también el fin de su locura. Y ahora… esa niña… Gwen… Estaba delante de él. Sin, aparentemente, ningún recuerdo de haberlo conocido. Parloteando para conseguir la beca. SU beca. Y, según sus propias palabras… “dispuesta a lo que hiciera falta” .
Fisk levantó la vista para observar a la trabajadora.
- ¿Hay algún lugar donde la Srta. Stacy y yo podamos entrevistarnos sin ser molestados?
- Yo… eh…-la mujer se apresuró a pensar- La sala de reuniones… creo que está vacía, Sr. Fisk.
- Bien. Acompáñeme Srta. Stacy- sonrió el empresario al tiempo que extraía una pitillera de su bolsillo y sacaba un cigarrillo. Mientras lo colocaba en la boquilla, miró a Gwen- Espero que no le moleste el olor del tabaco. Sé que no debería fumar en lugares cerrados, más si están abiertos al público pero bueno… confío en que sabrá disculparme…
Al fin y al cabo… hoy estamos siendo muy flexibles con las normas…
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Gwen Stacy Marvel Universe
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Ficha de Personaje Alias: White-Spider Nombre real: Gwendolyne Stacy Universo: Marvel
Tema: Re: Master of puppets (Wilson Fisk) [27/04/2019] 30th Agosto 2023, 12:12
¿Sabes cuando en un videojuego acabas de pasar un par de pantallas especialmente complicadas y por fin parece que todo ha terminado? Piensas “El juego tiene que estar a punto de ponerse a cargar el siguiente nivel” y entonces llegas a un claro, amplio y redondo, delimitado, donde junto antes de entrar te dan un par de cofres con curas y el juego se pone a guardar de forma automática.
Pues así estaba yo. Pero entré en el claro, y esa calma prevalecía. Y el final boss parecía haber entrado, pero no me atacaba.
Así de confusa me sentí. Como si la vida real fuese un gran bug fuera de lugar.
Respiré hondo.
Quién sabe, Gwen. La vida multiversal ha dado muchas vueltas. Tal vez esta corazonada esté equivocada. Si ponía de mi parte en encontrar señales positivas, la sonrisa de aquel hombre parecía más sincera y estaba intentando ayudar a una torpe chavala perdida, con claras señales de depresión, a intentar conseguir una beca privada que no tenía por qué conceder a nadie, mucho menos a mí con las claras señales de irresponsabilidad que les había demostrado. Así que recé para que esa visión extraña y esa intuición turbia estuviesen equivocadas y me metí de lleno en la boca del lobo.
Me quedé callada me atrevería a decir que la mayor parte del tiempo, le acompañé con las manos juntas y a la espalda, tiré la carta a la papelera más cercana intentando ocultar más mi desastre de la vista del señor Fisk y le seguí como un patito sigue a mamá pato. - Ah, mi padre fumaba, estoy acostumbrada - y me encogí de hombros mientras me conducía hacia los ascensores.
No pude evitar fijarme en cómo pulsó para hacer que el ascensor bajase con el clásico -ding- de edificio caro. Sus dedos eran inmensos, tanto que el botón parecía ridículo bajo su punta. A este hombre el mundo se le quedaba pequeño.
No sé cuánto tiempo pasó, pero si ya de por sí los silencios en los ascensores son incómodos, ese se me hizo eterno - Gracias de nuevo por la oportunidad, señor Fisk - Tragué saliva. Me sentía lo suficientemente culpable y tensa como para intentar evitar mirarle a los ojos, pero no como para hacerlo evidente. Le miraba en los reflejos del ascensor, luego me miraba a mí y pensaba “¿Qué pintas tú aquí?”
No sé cuántas plantas subimos, pero dio tiempo a que el ascensor se llenase de humo. Hizo que me invadiese una extraña sensación de familiaridad… con la rabia que me daba cuando mi padre aún vivía…
De nuevo -ding- y un enorme pasillo con olor a tinta de bolígrafo, toner, folios y ambientador. Todo en aquel edificio parecía más caro de lo que yo nunca me podría permitir, me atrevería a decir que incluído el ambientador. No había nada sucio, nada fuera de lugar, estaba todo tan milimétricamente calculado que si no fuese por los trabajadores que cruzaban los pasillos de vez en cuando parecería el decorado de una película. Todo parecía tener su marca en el suelo y su propio propósito. Caminé con la carpeta en mis manos procurando no dar un paso por delante de él, aguardando una distancia de seguridad que me permitiese seguir sus pies. Por primera vez me fijé en sus pies y me di cuenta de que estaban en proporción con sus inmensas manos.
¿Dónde diantres compra los zapatos este señor?
Poco a poco las puertas de madera oscura iban quedando atrás. En las galerías más anchas reposaban varios cuadros (que yo nunca entenderé) de arte moderno, la mayoría bastante grandes, con iluminación propia. Ni tan sutiles como para pasarlas de largo, ni tan llamativas como para distraerte del trabajo. También me fijé en que, repartidos por el edificio, descansaban varios lemas en latín grabados en relieve. Cuando finalmente dejamos atrás el pasillo y accedimos a una nueva zona de oficina, pude ver el mensaje de ese piso con claridad “Finis coronat opus”. El latín no es lo mío, pero si me acuerdo, lo buscaré en cuanto salga.
Llegamos a una recepción de madera donde reposaban varias plantas. Si quieres saber si un sitio tiene pasta, fíjate en si las plantas son de plástico. Y aquellas no sólo parecían naturales, es que además parecían exóticas. Me quedé mirando un par de segundos más de lo necesario al entorno. Los trabajadores parecían correctos, profesionales, comprometidos y contentos. Gente a la que le preocupa su trabajo porque le gusta el que tiene. Sonreí y di un par de saltos para coger al CEO, que me estaba esperando en la sala de reuniones con la palma hacia arriba, ofreciéndome entrar primero.
En el centro de la sala, una mesa larga blanca con sillas negras alrededor. Un par de pantallas colgando de la pared, una pizarra en blanco en una esquina, una torreta dispensadora de agua en la otra y una pared de cristalera al fondo que apuntaba a las calles de Nueva York. Ah, sí… ya había hecho mis spider-cosas por aquí…
El hombre entró y se acomodó frente a mí. Cruzó sus enormes dedos sobre la mesa, yo me situé al otro lado. - Sus instalaciones son increíbles - Un poco de peloteo nunca viene mal. Justo cuando estaba acomodándome (casi no me dio tiempo a terminar de sentarme) apareció una mujer morena, con un moño muy bien pulido y un mono blanco y negro sin una arruga. Esta parecía mucho más maja que la de recepción - Buenos días señor Fisk, ¿Puedo ofrecerles un café? - Él pidió “lo de siempre” sea lo que sea eso y algo para mí - Un café con leche, por favor. Muchas gracias - La mujer se retiró con una sonrisa, pero antes de irse, cerró la puerta. Y cuando la cerró, los cristales de las paredes que daban al interior de la oficina se volvieron translúcidos regalándonos una improvisada privacidad.
Eso también me sorprendió, haciéndome sonreír ilusionada por encima de lo que mi cara era capaz de ocultar. Se me ocurrieron tres formas distintas de hacer eso por mi cuenta en cuanto lo vi.
El empresario carraspeó, preparando el comienzo de nuestra reunión mientras yo luchaba por mirarle a los ojos y no esconder las manos debajo de la mesa. Mantuve la espalda recta y los buenos modales.
Usted dirá, señor Fisk… ¿Cómo puedo ganarme esa beca?
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Tema: Re: Master of puppets (Wilson Fisk) [27/04/2019]