[Minievento: Tú también flotarás] - Parte 2 -Laberinto de la perdición (Shawn Wild, Jesse Custer, Ryan O'Connors, Kim HawJae) - 12 de junio de 2019

La imagen de aquella comida caliente que me había ido sin probar aún me reverberaba en la cabeza, junto con las náuseas y la imagen de aquel payaso con la boca llena de dientes. Me trajo un montón de mierda que había estado enterrada en mi subconsciente, ensuciándome algunos de los pocos recuerdos buenos que atesoraba con el mismo cariño con el que había guardado durante más de 20 años el cañón de confeti que mi madre compró el día que por fin viajaríamos a américa para conocer a mi padre. El día que todo se jodió. El día que empezó esta miserable y puta vida.

Apreté los puños con fuerza mientras me escabullía fuera del comedor, sin rastro de apetito en absoluto. Solo una sensación que poco a poco se hacía cada vez más y más familiar para mi, ahora que por fin había decidido cambiar mi perspectiva. Aún estaba tratando de recuperarme de todo lo que había pasado durante la invasión demoníaca. El mundo se estaba volviendo loco y ni siquiera me daba un minuto para poder respirar ni gestionar lo que estaba pasando. No podía negar que una parte minúscula de mí me llenaba la cabeza con pensamientos que hubiera preferido que no se me hubieran ocurrido nunca. Cosas como que el uso del GhostRider habían facilitado la entrada a los demonios, o que tal vez era un castigo por haber dejado de resistirme a él. Por haber hecho contacto con esa parte de él encerrada en mí y que había estado rechazando toda mi vida, desde que me lo impuso el basura de Mephisto. Por haber intentado hacer que mi vida dejase de ser un infierno.

Todo volvió tan fresco a mi mente como si acabara de suceder. Durante mucho tiempo su presencia eran vacíos y sensaciones terribles. Dolores de cabeza, sequedad en los ojos, pesadez de piernas, o la sensación constante de estar febril. Mi cerebro había sido lo bastante listo como para bloquear los recuerdos de las aberraciones, transformarlos en pesadillas e invertir todos sus recursos en que yo no pudiera acordarme de nada al levantarme. Al final era demasiado para él y todo acababa por colarse de una manera o de otra. Podía estar haciendo cualquier cosa inofensiva, como pasear por un parque, y ante un sonido u olor concreto se me desbloqueaba la memoria. Veía fauces cerrándose sobre mi cara, garras desgarrándome los miembros, o sentía la orina bajándome por la pierna cuando me acorralaban y aún quedaban unos segundos interminables hasta la puesta de sol.

Eso continuaba pasando, día tras día, y a pesar de su cotidianidad, nadie podría haberse acostumbrado a ello. Nunca. Era como tener una caja de bombas sin anilla dentro del cráneo, que en cualquier momento con el menor movimiento podían estallar.

La aparición del payaso no fue una explosión. Fue como la seta de un arma atómica abriéndose a través de toda mi psique, revelando uno de los mayores detonantes de lo que sería una existencia que sólo consistía en una experiencia traumática tras otra. Desde ese hijo de la gran puta sólo había ido de mal en peor. Siempre a peor. Recuerdos que pertenecían a una niña muy pequeña, ojos amarillos en el telón de fondo de la oscuridad, las imágenes pintadas en la pared, la extraña calma antes del pánico, la tierra debajo de mis uñas mientras notaba el fango bajar por mi garganta.

Me había asustado de cojones, y eso era lo único que pensaba dejarle hacer.

- Ya no soy una niña, cabronazo. - murmuraba, mientras avanzaba a través de la calle llena de obstáculos, donde todos eran más grandes que yo. - ¿Quieres que vaya, pedazo de mierda? ¡Pues ten cuidado! ¡PIENSO ABRASARTE HASTA QUE NO TE QUEDEN NI LOS HUESOS!

De manera inesperada, el Ghostrider produjo una deflagración a pleno día. Sólo un instante bastó para causar un susto general, que se solventó cuando todos vieron a una pequeña niña caer en el suelo. En otro tiempo una reacción así le habría costado la consciencia.

Hoy no. Tenía algo que hacer y pensaba hacerlo hasta su última consecuencia.

Por primera vez en la vida sentí que algo me unía a él sin que estuviera presente. No me hacía falta para comprender que lo que sentía era el deseo de venganza ardiéndome en las venas. No en su fuego. En mi sangre. No en su espíritu. En el mío...

y en un instante de extraña comunión, percibí su necesidad de ayudarme a cerrar una herida que no recordaba haber tenido, pero que me habían reabierto con toda la crueldad que en su día había demostrado contra mí la criatura que ahora nos había retado.


Tuve que pedir un favor personal para poder llegar. Billy Bob consiguió meterme en uno de los camiones de reparto a última hora, pero sabía que esta era la única y última vez que podría recurrir a él para una emergencia. En el fondo lo comprendía. Le habíamos salvado la vida, pero nada de eso hacía que pudiera olvidar nuestro rostro tras haber ejercido la mirada de castigo sobre su jefe.

Nadie puede deshacerse de ese recuerdo.  

No podía permitirme esperar hasta que se hiciera de noche. Quería estar mucho antes. Quería pasear por ese pueblo, ver cada una de sus calles y sus plazuelas. Ir al descampado piojoso en el que había estado la feria de la que ahora tenía vívidas imágenes pululando por mi cabeza. Quería hacerme todo el daño posible, tener todo ese sufrimiento tan fresco como pudiera.

Quería que me doliera para que no me quedara ni una gota que no fuera a hacerle tragar de vuelta a ese hijo de mil putas.

A medida que anochecía, mis pasos me guiaron hasta una mina. Un cartel muy de su estilo esperaba en la puerta, y muy a mi pesar, un escalofrío helado me recorrió la espalda mientras mi mente me arrastraba a esos escenarios horribles que me había hecho experimentar tantos años atrás. Sabía lo que quería. Agarrar ese letrero y metérselo tan dentro del culo que su cerebro saldría clavado de la punta al otro lado, como si fuera una serie moderna de dibujos animados. Todo eso era tan sólo una fantasía, claro.

La realidad era que estaba temblando de ira y miedo frente al abismo, tratando de reunir las fuerzas que necesitaba para hacerlo...

Con parte de lo que había estado ahorrando de su sueldo, junto con las horas extras que había tenido que trabajar recientemente, Ryan consiguió un boleto de ida y vuelta hacia aquel extraño pueblo llamado Dahlonega. Y que por alguna extraña razón había vuelto a su mente después de muchos años, pero no conseguía entender la razón por la cuál en su mente existían nulos recuerdos de haber pisado aquel lugar en su vida; y lo único que daba indicios de lo contrario fue aquel periódico que cambió de portada súbitamente.

Durante su vuelo, Ryan comenzó a tener breves períodos de trance en los que vinieron a su mente recuerdos de un viaje que había realizado en carretera con sus padres y lo embelesado que estaba mientras veía el paisaje cambiar conforme se dirigían al estado de Georgia para visitar a unos familiares. Pero al mismo tiempo, Ryan comenzó una extraña sensación de desasosiego conforme el avión continuaba su trayecto y este se acercaba cada vez más hacia el estado de Georgia, y mientras el capitán anunciaba que acercaban a su destino, a su mente vino el recuerdo de la parada de haberse detenido en un restaurante de paso en aquel pueblo pero sus recuerdos eran escuetos.

A su llegada al aeropuerto de Georgia, Ryan procedió a conseguir un boleto de autobús con destino al pueblo de Dahlonega. Y fue durante durante el recorrido por la carretera que el recuerdo de aquel día en que visitaron el pueblo y se detuvieron a comer en dicho restaurante cuyo nombre era el Kenny's Farm, y eso le daba indicios de hacía dónde se dirigiría una vez que llegara a aquel extraño pero enigmático pueblo que parecía estar prácticamente aislado de todo.

Una vez Ryan puso pie en aquel pueblo, pidió indicaciones a los habitantes del pueblo para poder dar con aquel restaurante. Pero al momento de hacerlo, pudo percatarse de que los lugareños parecían actuar un tanto taciturnos y como si éstos se encontrasen en una especie de trance. Sus pasos finalmente le hicieron llegar a aquel viejo restaurante, que para su sorpresa, ahora estaba completamente abandonado y deteriorado por no recibir ningún tipo de mantenimiento después de mucho años. Y fue allí cuando todos los recuerdos volvieron a Ryan, y finalmente logró comprender la razón por la cual su mente no lograba evocar el pueblo y el porqué durante muchos años tuvo un terrible miedo a la oscuridad al punto de no poder dormir solo; y aunque ahora era mucho mayor el terror de aquel día era igual que cuando lo sufrió por primera vez.

Una vez que el temor y los recuerdos dejaron de invadir su mente, Ryan pudo percatarse de que en la puerta del Kenny's Farm se encontraba un cartel cuyas letras estaban escritas con sangre y una caligrafía propia de una persona desequilibraba que mostraba el siguiente mensaje: Te espero con ansias en la mina. No faltes.

Ryan no comprendía que era lo que ocurría en aquel lugar, pero estaba claro que las respuestas a lo que aconteció ese día hace casi once años serían develadas. Así que sin más preámbulos, procedió a seguir las macabras señales para así llegar a la mina.

Desde el incidente demoníaco y la pérdida de mi brazo nunca pude descansar totalmente, teniendo esa inquietante y molesta sensación de aún poseer mi extremidad derecha, el llamado síndrome de miembro fantasma. La cosa pareció mejorar un poco cuando Ross se ofreció a implantarme lo último en prótesis financiadas por el gobierno, acabando teniendo un moderno brazo metálico para cubrir mi muñón.

El dolor parecía poco a poco ir desapareciendo, pero las pesadillas de esa noche no paraban de acosarme: el rostro dolorido y lloroso de Gwen, los gritos desesperados de Gula, aquellos cánticos sobrenaturales fruto de Lorenzo...La tarea de dormir se me había vuelto cuesta arriba desde aquella.

Pero últimamente esas pesadillas estaban siendo reemplazadas por los acontecimientos de mi último viaje de mi infancia con mi madre a aquel pequeño pueblo, la imagen de esa maquiavélica sonrisa y la enfermiza voz de aquel ser riéndose de mi y de mi madre no paraba de aparecer en mi mente cada vez que cerraba los ojos.

Atraído por aquellas visiones, pedí ayuda a Ross y me falicitó un vehículo que después de un viaje de un par de horas sin pegar ojo, me dejó a la entrada de aquel pequeño y abandonado pueblo. Antes de adentrarme en él cogí un poco de aire y suspiré convencido, las cosas ya no eran como antes: Ya no era un niño asustadizo, era un luchador que salió del mismísimo infierno y se lo iba a demostrar a ese jodido payaso.

Decidido avancé por las calles desérticas del pueblo, pasando de lado del tétrico hotel donde casi pierde a su madre, decidí ni mirarlo de reojo por miedo a perder la convicción, dirigiendo mis pasos directamente a la entrada de la mina donde empezó todo.

Cuando llegué a la entrada del túnel me esperaba una escena bastante variopinta: un joven como yo que parecía un poco perdido, acompañado de una niña pequeña y un ¿cura? que estaba reventando el sello de la mina y hablando como si nada con la pequeña. Fijándome un poco más en la chica mi mente cayó en los desastrosos eventos de esa invasión demoníaca contra las rémoras y en la presencia de un pequeño Ghost Rider que casi lo incinera sin querer, ¡era ella!

-Em hola, supongo que no me recuerdas pero luché a tu lado en una de las invasiones de los demonios hace tiempo. Era aquella cosa viscosa que daba bastante asco; me llamo Shawn por cierto-nervioso me presenté rascándome la nuca con mi mano buena.

-Supongo que no soy el único que quiere ajustar cuentas con ese payaso ¿eh?-no me imaginaba otro motivo para que personas tan aleatorias hubiésemos acabado juntas en aquel pueblo perdido de la mano de dios. A saber a cuantas personas más les hizo pasar lo mismo que a nosotros, o pero, cuantas no tuvieron tanta suerte y no pudieron salir vivos para vengarse...

Para la sorpresa de Ryan, un grupo de tres personas se habían pasado a reunirse delante de la entrada de la mina. Ese pequeño grupo se era compuesto por una niña vestida con colores muy vivos, un cura aparentemente rebelde, y un joven que llevaba una prótesis mecánica en el lugar donde alguna vez tuviera su brazo real; siendo el chico y la niña quienes parecían haberse conocido dese hace ya tiempo.

Ryan sólo se limitó a escuchar algunas de las cosas que mencionaban el padre y el joven, para de ese modo poder un poco acerca de ellos y ver cómo podrían entablada conversación. Pues el padre era quien parecía tener unas ganas tremendas de iniciar la bronca, pues ya había pasado a descargar su rabia sobre el letrero y las tablas a la vez que lanzaba improperios al aire sin fijarse que ya tenía compañía. Y una vez que observó a los presentes que se habían reunido, él procedió a hablar.

-Supongo que no he sido el único que tiene cuentas pendientes en este lugar.- dijó Ryan tratando de sonar un tanto casual, para tratar de atraer la atención de los presentes. Es muy grato saber que no estoy loco o algo por el estilo.

Fue entonces que decidió ir directo al grano, así que procedió a querer entablar palabra con el cura (que tenía más pinta de matón) para así poder saber si este podía darle detalles de la situación actual.

-Algo me dice que lo que sea que esté allá adentro, no augura nada bueno.- Ryan dijo en voz alta a la vez que dirigía su vista hacía el cura. -¿Alguna idea de quién o qué habita en el fondo de esa mina abandonada, señor? Parece que usted tiene conocimiento de ello.

Para mi sorpresa, más personas comenzaron a llegar a ese retorcido punto de encuentro. Algunos rostros que hubiera preferido no volver a ver después de lo pasado. Había conocido a Shawn durante uno de los peores momentos que me dejaría una cicatriz imborrable, en el que sólo la suerte había salvado su vida y la de la amazona. Yo no había tenido tanta suerte, obligada a convertirme contra mi voluntad en el Ghost Rider de manera permanente durante la mayor invasión demoníaca que la historia de la humanidad hubiese conocido en cada uno de los mundos que habían colisionado. Ahora, como si al universo le pareciera hilarante hacerme competir con aquellos que me cruzaba en la categoría "desgracias que harían vomitar a Stephen King" el chaval, que llevaba una prótesis metálica que suplantaba un brazo que ahora ya no formaba parte de él, se presentaba de nuevo como un digno competidor en ese jardín de las miserias. Había otro joven que no conocía, pero que si estaba allí, probablemente había motivos de sobra para pensar que su vida, en algún punto, también tenía un capítulo que se llamaba "Cosas que darían de comer a toda una familia de psicoanalistas". Como si la cosa no fuese lo bastante triste ya, un tercer individuo entró en escena. Después de un derrape que tampoco sería capaz de borrar de mi cabeza, y que se había convertido en parte activa de mis pesadillas recurrentes, el cura bajó de la pick up armado con un bate al que le habría venido genial un suave encerado de sesos de payaso.

Me alcanzó mientras intentaba encontrar las fuerzas para entrar en ese tugurio donde no alcanzaba la luz natural. Los recuerdos de la casa de espejos me arrastraron. El sabor a tierra se me metió en la boca y la nariz provocándome una náusea tan grande que tuve que contener una arcada. Era tan vívido que casi sentí la necesidad de escupir, pero no le daría a nadie, y menos a aquella puta cosa horrenda, esa satisfacción. Tragar después de eso se convirtió en la función fisiológica mas difícil que había llevado a cabo ese día.

- Porque puto coño iba a estar aquí si no. - le devolví una mirada de reojo al cura. No tenía sentido mantener una fachada infantil que pensaba destrozar en cuanto le oliera el aliento fétido a esa cosa. Había poco o nada que rivalizaran con el miedo que producía el GhostRider, pero la mirada febril y llena de rabia destructiva que mostraba en ese momento habría hecho palidecer a un boina verde.

No hay nada como ver en un rostro de niño una madurez que deja muy claro los horrores capaces de hacer pedazos la infancia. Eso es capaz de poner a un adulto la piel de gallina. El tipo de expresión visceral que convertía mi rostro en una máscara cerúlea irreal.

No me dió tiempo a añadir nada mas. El cura levantó el bate y descargó con fuerza, haciendo saltar al segundo golpe una de las tablas de cuajo. Los clavos cedieron a causa de las violentas embestidas, las maderas crujieron con un estruendo satisfactorio. Lejos de asustarme por el ruido y los trozos de astilla que volaban por los aires entorné los ojos y dibujé en mi rostro una sonrisa muy diferente a la que cabía esperar en el rostro de una inocente niña. Había instinto depredador en ella. Notaba la sangre burbujeando bajo mi piel como si estuviese hecha de magma, y de mi cuerpo comenzó a emanar unas finas hebras de vapor, mientras mi mirada enfocaba como un túnel la entrada.

No había acabado de romperlas, cuando el resto que quedaban salieron por los aires por sí mismas. El mensaje parecía bastante claro para los que esperábamos ahí arriba.

La veda está abierta.

- Fuera de mi camino...-- gruñí mientras me adentraba en la mina, comenzando a caminar por ese terreno que de nuevo, traía reminiscencias de pesadillas pasadas, que mi mente había tenido la necesidad de bloquear. Puede que para mantenerme a salvo de los horrores...porque la experiencia fuese imposible de tolerar. Ahora era diferente.

Yo lo cambiaría.

Descendimos por el pasillo, iluminado tan sólo por la fantasmagórica luz que indicaba el fondo del recorrido. Mis sentidos a flor de piel, el Ghost Rider tronando en el interior de mi cabeza. Hoy no tenía ni una micra de duda. Por primera vez, me sentí en total y completa sintonía con él. La extraña sensación de que no era un ser independiente, si no tan parte de mi misma como mis manos o mis pies.

Por extraña que me resultara esa nueva sensación, en mi intimidad admitiría que resultaba liberadora.

La flamante caja de regalo estaba tan bien ubicada en aquel lugar como una monja masturbándose con un crucifijo en las vísperas. De nuevo aquella firma odiosa en todo lo que hacía. Todo prometedor, pero en el sitio incorrecto. Las ilusiones y las promesas, no sólo para soportar la decepción, si no para retorcerlo hasta que el último deseo se extinguía y sólo quedaba lo mas básico. La supervivencia. Eso es lo que hacía. Consumir cada una de tus esperanzas, hasta que ya no te quedaba nada.

- Sal de ahí, hijo de la gran puta...

La cabeza...

El zumbido era insoportable...

Una garra. Después la otra.

Y para mi horror, percibí que no era capaz de moverme.

Los sonidos chirriantes se me clavaron en el oído como un enjambre de insectos, mordiéndome el tímpano hasta obligarme a taparlo con las manos. La penumbra nos devoró. Jadeé al notar mi corazón latiendo desbocado en el pecho.

-¡ESTA VEZ NO, CABRON!- grité, como si mi débil chillido fuese a contrarrestar ese esfuerzo. La posibilidad de una dentellada en la oscuridad me paralizó justo un segundo antes de estar a punto de abandonarme a mi instinto de convertirme.

La luz volvió. Cuatro puertas. Inscripciones doradas. No me detuve. Acababa de cometer ese error, y había sufrido de nuevo la atenazante sensación de la parálisis. Si me daba un instante para pensar, estaba muerta. No volvería a pasarme. No podía permitirlo. Le arrebataría esa opción porque era lo único que nos mantendría vivos.

- Anda y que te jodan. - arranqué a andar con fuerzas renovadas por la rabia mas absoluta.

La primera puerta. No sabía que ponía en su inscripción. Tampoco sabía lo que ponía el letrero de aquella vez. Había dos. A pesar de todo, algo en mi interior me dejó claro que fuese cual fuese el contenido de ese galimatías, importaba tan poco como en aquella primera ocasión. Tanto si era una indicación, como una amenaza, tanto daba. Era irrelevante para los dos.

Ella habría cogido un camino y eso se habría deleitado jugando con ella durante la caza. Como un gato que ya ha arrancado las patas al ratón y ahora se divierte dándole toquecitos, y pretendiendo que sigue acechándole como si su presa no supiera de sobre sus intenciones, o lo próximo de su final.

Solo que ahora, ese monstruo ignoraba que lo que se debatía era quién exterminaba a quien.

Abrí la puerta. En el interior un pasillo mucho más estrecho se abría ante nosotros. El grupo había podido descender junto, ahora resultaba imposible pasar más de dos a la vez. Los dos, pronto se convirtieron en uno a medida que avanzaban todos los que se habían decantado por seguir ese camino. Un ruido silbante, caliente y desagradable, se colaba por los resquicios del claustrofóbico túnel que se iba angostando a cada paso, haciendo que para los adultos pasar fuese un suplicio que tuvieron que empezar a hacer de lado. Como si poco a poco se convirtiese más en una grieta.

Casi ni me di cuenta de cuándo comencé a sacarles apenas unos cinco metros de ventaja. Yo era pequeña y ágil. Para mi las limitaciones de espacio que les afectaban a ellos no significaban apenas nada. Esquivar o torcer el torso en alguna ocasión, pero nada más. Al salir del último resquicio me encontré de nuevo en plena oscuridad. Eché las manos hacia mi riñonera, sacando los restos de unas cerillas de papel que había encontrado en la basura, en la puerta de un local. Nunca sabes cuándo vas a necesitar ese tipo de cosas. El paquete estaba empezado y quedaba poco más de la mitad. Arranqué una de ellas a tientas. La accioné esperando encontrar algún otro horror a medio metro de mi, esta vez preparada para pegar un puñetazo a lo primero que viera aparecer frente a mi.

La estancia se iluminó con la frágil calidez de la pequeña llama anaranjada. La luz iluminaba mi rostro de un modo dramático mientras mis ojos se acostumbraban de nuevo a la luz.

Ante nosotros, de nuevo, alcanzamos un espacio mas amplio. Como una camarilla en cuyo centro se alzaba un pozo lleno de musgos y humedades. Su aspecto era decadente a causa de que había varias cadenas descendiendo hasta el interior. Un par de ellas se movieron levemente, haciéndome detener mi avance. Arranqué otra y la encendí con los restos de la primera sin perder detalle. El eco de un sonido salió de su interior. Contuve la respiración. Parecía algo arrastrándose. Tal vez reptando.

Haciendo todo lo posible por contener el ligero temblor de mi cuerpo, avancé hacia el pozo. Encendí la tercera cerilla, asomándome hasta donde alcanzaba mi vista. Aunque el pozo era bajo casi me quedaba a la altura del pecho. La cerilla estaba a punto de consumirse. La tercera dio paso a la cuarta. El sonido cesó. Dejé de escuchar. Sólo me llegaba el sonido frenético de mi corazón en los oído. De pronto me entró la duda. ¿Y los demás? ¿Habían salido ya de la grieta?...

Estaban detrás de mi...¿verdad?

La quinta cerilla.

No podía ver nada mas allá de un metro. Una oscuridad antinatural llenaba el pozo hasta donde podría haber habido agua. Solo que en lugar del líquido, era un vacío asfixiante. Miré el resto de la caja de cerillas. Quedaban tres. Atraje el paquete hacia mi, y con la cerilla encendida, prendí las otras tres aún pegadas al paquete. Acto seguido, cometí una temeridad...

Una que acabaría por ser, sin duda, un error garrafal.

Arrojé el paquete llameante pozo abajo. Comenzó a caer como un pequeño pez luminiscente en lo mas oscuro y abisal del mar, bajando y bajando, chocando en alguna ocasión con la pared...

Su rostro blanco, de cabeza bulbosa, y lleno de hileras de dientes apareció y desapareció mientras la llama se extinguía o seguía cayendo. Agarrado a las cadenas en el interior del pozo.

-Ahi estas...- susurré con una emoción conmocionada mientras notaba como el temblor desaparecía.

Una intensa deflagración seguida de un grito estremecedor cegaría a todos los que tuvieran los ojos habituados al ambiente sombrío de la mina.

La bola de fuego, en la que apenas sí se conseguía entrever una silueta cadavérica, se precipitó al interior del pozo fundiendo las cadenas que sobresalían de él y se clavaban en el techo, convirtiéndolas en restos tintineantes al rojo vivo que dejaban caer gotas de metal fundido en los alrededores. Brillaban como pequeñas ascuas señalizando la entrada, aunque poco a poco se enfriarían.

El Ghost Rider y su anfitriona estaban de acuerdo en una cosa. No había tiempo de pensar. Sólo existía la velocidad en su ardiente descenso hacia la criatura.

-Se podría decir que sí, aunque sigo pensando que molesté más que ayudar...- toqué suavemente la prótesis, rozando con los dedos cerca de la inserción de la órtesis mientras una sensación de miembro fantasma me recordaba el doloroso momento en que la extremidad fue amputada. A pesar de todo no me arrepentía ni un momento de esa decisión, repitiéndola la veces que hiciese falta siempre que hubiese podido salvar a Gwen.

-Yo Shawn Wild, encantado-la dura apariencia del tal Jesse me había hecho dudar de él, pero viendo como se preocupaba por aquel otro chaval disipó mis dudas, parecía que el párroco si que se comportaba con la compasión característica de su trabajo. Lo que también me sorprendió fue la brusquedad de la pequeña niña, la cual se comportaba más como una adulta malhumorada dentro del cuerpo de una cría, ignorando al resto del grupo para adentrarse en el túnel por su cuenta.

Los estruendos procedentes de la gruta fue la indicación necesaria para que el cura fuese en busca de la niña, momento en el que le seguí sin dudarlo, parecía que sabía lo que se hacía y siendo sincero; yo solo era un manco inútil contra un monstruo sacado directamente de nuestras propias pesadillas.

Preferí mantener la mirada fija en la espalda del párroco para no desviarla hacia el angosto camino en un vago intento de que no me diese un ataque de pánico, finalmente deteniéndome bajo la indicación del líder de este improvisado grupo. -Es de primero de aventurero el alejarse de ese regalo...-aconsejé en bajo intentando mantener un poco el humor, pero no hizo falta ni un minuto más para que de ese sospechoso envoltorio saliesen dos enormes garras seguidas de la cabeza de nuestro payaso favorito.

Mentiría si dijese que hice algo más que pararme del miedo mientras la niña y Jesse se lanzaban hacia el monstruo, pero fueron interrumpidos por el apagón de la escasa luz de la sala acompañado de un ruido tan estridente que si hubiese seguido en simbiosis con Savage estaba seguro de que hubiese acabado conmigo. Por suerte para mi, ya hacía demasiado de ello, por lo que pude aguantar a duras penas la intensidad del ruido intentando disminuirla al tapar mis oídos con las manos mientras cerraba los ojos del dolor.

No los volví a abrir hasta que aquel estruendo cesó, momento en que noté como una luz amarillenta volvía a abrirse paso en la habitación, mostrando que eso había desaparecido dejando detrás de él cuatro caminos. -Separarse es justo lo que él quiere, no creo que sea muy...-otra vez mis palabras fueron desoídas por la inquieta niña, la cual sudó de todo y se metió en el primer camino que vio, siendo este el del cura.-Vamos a meternos en los peores miedos de un párroco...Esto parece más Insidious que la vida real-pensé resignado mientras seguía los pasos de la pareja, teniendo que empezar a gatear a medida que el camino se iba estrechando cada vez más. La prótesis tampoco me ayudaba mucho a avanzar, teniendo miedo a forzarla demasiado como para que siguiese siendo útil, pero finalmente tanto el cura como yo pudimos encontrar la salida del túnel.

El sonido de un grito fue lo único que necesitamos para saber que teníamos que apurar, echando un último sprint para llegar al centro de una nueva sala donde destacaba un profundo pozo con diversas cadenas colgando y un breve brillo llameante que suponía que venía de la tal Tortita.

-Te echaré una mano, literalmente-mi prótesis era inútil ante esfuerzos que requiriesen mucha fuerza, por lo que me iba a tener que usar solo mi brazo sano; al menos era mejor que nada. Por lo que me coloqué detrás del cura y agarrando con firmeza el extremo de la cadena empecé a tirar de ella.

Sus compañeros se habían adelantado a tomar el túnel con el nombre del cura y, cuando el joven Ryan fue a intentar adentrarse detrás suyo el túnel se cerró en sus narices, la sólida roca cerró la entrada impidiendo que se adentrara en su interior.

La oscuridad envolvió al adolescente a la vez que una estridente risa resonaba en la caverna: - Es hora de comer…- Murmuró la misma voz que se había estado riendo.


La oscuridad envolvió al Ghost Ryder que lentamente, pero a toda velocidad, caía por el pozo que parecía no tener fin jamás, el tiempo mismo parecía haberse detenido: - Mi pequeña…- La voz de la criatura resonaba en la oscuridad y rebotaba en ella, perdiéndose el eco de la voz hacia arriba: - No sabes cómo disfruté haciéndote sufrir…- Kim pudo notar de repente cómo sus pies tocaban el suelo, había llegado al final y ante ella se extendía una inmensa caverna, los materiales de esta no eran de roca, era oscuro y parecía húmedo, las paredes parecían palpitar: - ¿Puedes escucharme cuando estás ahí....? De todos los que habéis venido hoy, tú eres mi favorita...- A lo lejos se acercaba una figura, aquel payaso se estaba mostrando ante el Ghost Ryder, con una misteriosa sonrisa en los labios.


Cuando llegaron a la sala del pozo no había rastro de que por allí hubiera pasado nadie antes que ellos, las cadenas que el Ghost Ryder había fundido estaban intactas, un tintineo parecía indicar que había algo en el interior del pozo deseoso de salir.

El cura intento tirar de las cadenas, pero no pudo, cuando Shawn se prestó a colaborar, entre los dos, en un esfuerzo titánico consiguieron empezar a estirar de la cadena y a hacer que, fuera lo que fuera que había allí abajo, empezara a ascender.

Poco a poco empezaron a vislumbrar lo que había en el interior del pozo, al principio fueron unas manos, estaban atadas por las muñecas con las cadenas y llenas de heridas, en las palmas tenía unas perforaciones circulares, poco a poco pudieron ver la cabeza, una cabeza con una melena castaña y una barba del mismo color, en la frente llevaba una corona de espinos que se hincaba dolorosamente en su carne y su cara tenía una mueca de dolor, con los ojos y la boca abiertos, a continuación subió el torso, que iba desnudo y lleno de heridas, especialmente destacaba una cicatriz que le surcaba las costillas, el tipo iba con un taparrabos, tenía, en los pies, las mismas perforaciones que en las manos y cuando acabaron de subirlo empezó a temblar al ver al clérigo:

- Jesse…Has vuelto a por mí… - Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras el cura y Shawn, parecían no dar crédito de aquello, el tipo logró zafarse del pozo, aún con las muñecas encadenadas: - Jesse…Jesse…-

Se acercó lentamente al hombre del parche en el ojo, las cadenas tintineaban y su rostro estaba surcado por lágrimas, tenía la cara sucia y el cuerpo lleno de sangre: - Gracias…Gracias al señor…Por fin podré…- El hombre se paró en seco y de un gesto brusco partió las cadenas que le ataban al pozo, quedando aproximadamente un metro de cadena colgando de sus muñecas y de un rápido gesto, sorprendente para un hombre con aquel aspecto físico, lanzó un latigazo con las cadenas contra el cura y el joven: - ¡Por fin puedo darte la paliza que te mereces hijo de perra! –


De una forma sorprendentemente habilidosa empezó a hacer girar las cadenas sobre su cabeza, golpeó el suelo, el techo, el pozo…Con cada impacto el metal generaba una pequeña chispa, en la mirada del hombre ya no había lágrimas, sólo una determinación asesina: - Mi padre era carpintero. Le encargaré que os haga unos buenos ataúdes cabrones. - Hizo girar la cadena sobre su cabeza con rapidez y lanzó un fuerte latigazo dirigido hacia Jesse.

"No se equivoca. Le pertenecieron a mi padre" respondió Ryan educadamente al cura, mientras que tomaba sus placas. "Comprendo lo que me dice respecto a los horrores, pero créame, no pienso echarme para atrás. Mi vida ya es un desastre por algo que yo mismo cargo, y si puedo quitarme uno de mis traumas; mucho mejor."

Fue en ese momento que se percató que la cueva prácticamente les daba la bienvenida a entrar con aquella luz siniestra, a la vez que una fuerte tromba comenzó a azotar, lo que los obligó a acceder al interior del lugar. Y conforme el grupo descendió, Ryan no pudo evitar ponerse un tanto nervioso al notar que la galería dentro de la gruta presentaba sangre regaba por doquier, repentinamente comenzó a escuchar gritos de una persona junto los gruñidos de un animal.

Después de despertar de aquel trance, Ryan pudo percatarse de la extraña caja de regalo que se había materializado mágicamente. Y como algo sacado de un libro de Stephen King, un extraño y siniestro payaso había surgido de ésta, a la vez que procedía a saludarlos mientras sacaba su descarnado rostro para sonreírles como si estuviese liando con niños. Y fue en ese mismo instante que Ryan pudo reconecerlo, pues recordó que llegó a ver a aquel ente en el espejo del local de comida abandonado y que lo atacó en un refrigerador de carne.

Y tras la aparición de aquel ser, la niña a quien apodaban Tortita pareció a verse sumamente inquieta, llegando al punto de separarse del grupo. Ryan decidió seguir a todo el grupo, pues también estaba mortificado por que algo le pasara a la chica, pero por alguna extraña la gruta comenzó a actuar con vida propia y la pared pasó a bloquearle el paso.

Viéndose sin opciones, Ryan se vio obligado a volver al punto de partida y pudo notar que había estado cruzando un umbral que presentaba una serie de puertas con los nombres de todos los presentes. Mientras se percataba de ello, la puerta que tenía grabado su nombre comenzó a abrirse lentamente, a la vez que las otras pasaban a terminar siendo bloqueadas por gruesas paredes de roca.

Estaba más que claro que estaba dentro de la boca del lobo, pero Ryan no tenía más elección que cruzar aquella puerta. Tomó un gran respiro, preparándose para encarar aquello que estuviese esperándolo en aquel umbral.

La obcecación no es buena para nadie. Te hace hacer cosas de las que luego te arrepientes. Como obviar el eco de tu nombre en la distancia mientras el resto de un improvisado equipo de compañeros se va quedando atrás sin que te des cuenta. Como aproximar una cerilla a un pozo en el que deseas no encontrar nada, pero sabes que hay algo. Porque, ¿Para qué tirar la cerilla si no? Todo había comenzado a parecer un cúmulo de malas decisiones en el mismo momento en el que me decidí por arrojarme sin freno contra esa inmensa cabeza bulbosa llena de dientes. Algo de lo que me arrepentiría sin necesidad de haber dejado pasar demasiado tiempo.


Todo fue tan rápido que ni nos dimos cuenta de cuándo nos habíamos convertido en el Ghostrider. Nos abalanzamos sobre él a velocidad vertiginosa, dejando detrás tan sólo un rastro de fuego y llamas que se iban consumiendo a medida que descendíamos por esa especie de tráquea excavada en tierra que parecía no tener final alcanzable. Como si esa percepción nos diera más fuerzas, nos inclinamos sobre nuestras cuchillas tratando de ganar velocidad al adoptar una pose más aerodinámica. Ese túnel tenía que tener un final. Cuando llegáramos hasta él nos encontraríamos con el monstruo, lo acorralaríamos, arrancaríamos cada baboso diente de esa sonrisa, le fundiríamos los ojos y le haríamos tragar ríos de lava. Nos aseguraríamos de que su tormento fuese como mínimo, equiparable al nuestro. El tubo se llenó de un hollín negro que salpicó las paredes a medida que lo íbamos dejando atrás a nuestro paso.

Su voz llegó hasta nosotros como el desagradable sonido chirriante de un tenedor sobre un plato. Nuestras rodillas se flexionaron aún más, mientras la caída se prolongaba lo indecible. En el interior de nuestro cráneo resonaban nuestras respuestas, que habríamos sido capaz de escupir de no ser porque la obsesión de nuestro objetivo nos mantenía en modo supervivencia, dándole importancia tan sólo al objetivo de masacrar aquella criatura en cuanto entrara en nuestro rango de visión.

Ese hijo de puta se estaba jactando de habernos hecho sufrir, de habernos jodido la vida. Como tantas otras veces lo hiciera el cabrón de Mephisto durante veinte jodidos años de absoluta desesperación, que sólo ahora parecían estar de alguna manera retorcida cambiando para mejor.

No sin antes, desde luego, tratar de mandar a tomar por culo todos nuestros progresos en un nuevo intento de ganar poder sobre mi...


Sacudí la cabeza y volvímos a enfocarnos en lo que esas palabras nos taladraban en el cerebro. Mis ojos se encendieron como dos teas, chisporroteando a causa de la rabia. Su favorita. Donde habíamos oído eso antes, infinidad de veces en la infancia, mientras el diablo de ojos amarillos nos miraba desde un rincón de la habitación dispuesto a pedir y pedir sin importarle nuestro desconcierto, nuestra angustia, nuestro miedo. Ni siquiera cuando cruzamos el gran mar...

Un grito aterrador volvió a salir entre nuestras fauces, en el momento en que el suelo comenzó a aproximarse contra nosotros y nos hizo prepararnos para el impacto. Aterrizamos sin preocuparnos en lo absoluto por el par de huesos que se nos partieron en el momento en que nuestra voracidad encontró el abrupto final de la caverna. Nos desgajamos de la pared mientras la clavícula, el cúbito y el radio se rearmaban con un chasquido escalofriante. El lugar se ampliaba y dejaba entrever una especie de gruta recubierta por una cubierta resbaladiza, parecida a la negruzca piel de un anfibio, llena de protuberancias y una extraña humedad que recordaba mas a algún tipo de secrección.

En el fondo de esa gruta que parecía respirar a nuestro alrededor, su sonrisa roja y sus ojos amarillos nos miraban mas allá de la oscuridad. Podíamos verle. Sentirle. Las llamas que nos envolvían titilaban impregnándole de una desagradable luz naranja que volvía su rostro aún mas cerúleo y antinatural. No le dimos oportunidad de continuar hablando. Extendimos nuestras manos hacia él, donde las cadenas se proyectaron dispuestas a envolverle el cuerpo con una tonelada de hierro que sólo quemaría cuando nosotros lo deseáramos.

Y lo harían...

En el mismo momento en que tuviéramos la certeza de que no se trataba de otro engaño o ilusión.

-Esto no puede estar pasando-pensé horrorizado al ver como después de tantos esfuerzos, el peso muerto que no parábamos de cargar resultaba ser...¿Jesús? hizo que casi gritase de horror e intentase soltar las cadenas, pero al notar como Jesse seguía jalando de estas decidí seguirle la corriente. Supongo que para un cura, reunirse con su "jefe" era lo más parecido a un ascenso que podían hacer en esta vida, por lo que no se lo iba a negar, pero viendo la situación era demasiado obvio que se trataba de una trampa del payaso.

Por suerte para los dos, mi compañero desde el principio no se dejó engañar, estando listo para bloquear un golpe de sus cadenas mientras yo me quedaba embobado e intentando procesar lo que estaba pasando: ¿En serio iba a meterme de hostias con Jesucristo con ayuda de un cura tuerto que llevaba un bate?

-Claro que sí joder-no pude soltar una risita, ya sea por lo absurdo de la situación o por puros nervios, antes de aprovechar el agarre del cura para acercarme por la espalda a "Jesús" e intentar propinarle un fuerte golpe con mi prótesis en plena nuca. Aún no había recibido entrenamiento adecuado, por lo que mis dotes del cuerpo a cuerpo eran casi nulas, pero a pesar de eso contaba con dañar a nuestro rival teniendo en cuenta el duro material con el que estaba hecho.

Ryan

El camino a espaldas de Ryan se cerró lentamente con un ruido desagradable, cómo si la propia gruta tuviera vida propia y fuera un gran gigante de carne lo que se cerraba, cómo una gran herida que poco a poco se contraía hasta tragar la luz y la esperanza de poder escapar.

El chico podía avanzar por el angosto túnel, a duras penas, cabía mencionar, puesto que tenía que usar sus brazos para abrirse paso a través del camino, las paredes estaban húmedas y resbaladizas y no transmitían la sensación de estar en el interior de una cueva: - Ssssssabemos tu sssssecreto…- Una voz reverberó con fuerza en el túnel, un fuerte eco que resonó en las paredes mientras el chico avanzaba: -Mi querido Ryan…. – La voz se fue apagando poco a poco a medida que el chico notaba ampliarse el camino, el túnel se abrió poco a poco hasta llevarle a una gruta que tenía el techo abierto.

Fuera era de noche y una gran, brillante y amarillenta luna llena resplandecía con fuerza en el cielo iluminando con fuerza la cueva e inundándola de un brillo misterioso…La caverna era circular y a la izquierda de Ryan, a unos cuarenta metros había otra obertura que lo llevaría a encontrarse con sus compañeros, no sin antes verse expuesto a la luna llena.

Kim

El payaso se vio envuelto en las cadenas del Ghost Rider, que empezaron a oprimirle el cuerpo, sin embargo, la respuesta de la criatura fue romper a reír: - Sigo saboreando tu miedo…- Sus ojos empezaron a girar sobre las orbitas y su lengua salió de su boca mientras seguía riendo: - Vamos…Vamos…Vamos…Dame más cariño. – Temblaba de emoción, casi como si estuviera pidiendo que le incendiara en llamas, el temblor empezó a transmitirse a través de las cadenas, haciéndolas vibrar…Pronto todo el cuerpo del payaso se convulsionaba con violencia, la cueva entera temblaba con fuerza, todo se sacudía, todo parecía estar a punto de derrumbarse…Y de golpe el monstruo estalló en mil pedazos, impregnando de sesos y sangre de color verde el suelo, las paredes, el techo y el propio cuerpo de Kim.

Delante del Ghost Rider se abría un nuevo camino, iluminado por una pequeña luciérnaga que parecía estar esperando para guiarle…

Jesse y Shawn

Jesús perdió el equilibrio cuando el cura tiró de las cadenas, se vio propulsado hacia delante pero rápidamente se lanzó rodando hacia el suelo haciendo una voltereta para esquivar el golpe del bate de su adversario, aprovechando que Jesse aún sujetaba la cadena, al ponerse en pie dio un tirón con esta para derribarlo y fue entonces cuando sintió un fuerte golpe en su nuca con el brazo metálico de Shawn, su vista se nubló y cayó al suelo de rodillas:

-No…Yo morí por vosotros…- La zona del impacto empezó a sangrar sin descanso, como una fuente ornamental que pronto impregnó el suelo con la sangre de Cristo, que empezó a reír de forma frenética: - Estáis muertos…- La gruta se abrió y un fuerte aullido provino de ella, Jesucristo rompió a reír mientras clavaba sus dedos en su garganta y empezaba a estirar hacia arriba, su risa se mezcló con el crujir de su piel, de su carne y sus huesos mientras su cabeza se desplazaba de su cuello.

El cuerpo del salvador calló al suelo inerte mientras algo parecía acercarse por el túnel que se había abierto.

Ryan aún no podía comprender el comportamiento extraño del lugar, porque éste parecía ser un ente viviente, por la manera en que las paredes se retorcían constantemente y porque las paredes no brindaban la sensación de estar tocando un muro completamente sólido. Y con el cambio, una perpetua oscuridad había caído sobre él, así que para avanzar, tuvo que guiarse tentando los muros para no perderse y de ese modo poder llegar a una posible salida. Pero lo que le producía inquietud, era la extraña voz que comenzaba a oírse por todo el lugar murmurándole que conocía su secreto, y repentinamente dejó de escucharse después de unos minutos.

Extrañamente, Ryan pudo percatarse que mientras más avanzaba por la gruta, sus sentidos habían comenzado a agudizarse aún más de lo normal. Se detuvo unos instantes, y pudo percibir que el olor del aire frente a él perdía esa peste a muerte y a putrefacción, así que se valió de eso para poder seguir adelante. Para su sorpresa, el lugar comenzó a cambiar de nuevo, pero esta vez las paredes
estaban ampliándose a cada paso que daba, hasta que finalmente develaron una zona de la cueva completamente diferente.

Ryan para sus adentros respiró aliviado, puesto que la claramente estaba abierta y al menos podría avanzar sin ningún problema, y el que no hubiera techo no le preocupó en aquel momento pues se sentía seguro de cruzar y alcanzar a los otros. Pero justo cuando corrió por el centro de la sección sin techo, pudo sentir un fuerte dolor recorriéndole el cuerpo, y como su corazón comenzaba a latir con mucha más fuerza.

-¡No, no es posible! ¡No es la fecha aún para ese día!- dijo Ryan para si mismo, mientras dirigía su mirada al cielo y contemplaba que la luna estaba llena. -¡No.... ahora.... NO!

Ryan se hincó en el suelo al sentir como cuerpo era presa de intenso dolor y pesadez, para luego ser presa del cambio en el momento que sus latidos aumentaron de golpe. Su estatura y masa muscular comenzaban aumentar, mientras que sus huesos se reestructuraban conforme el cuerpo sufría los bruscos cambio en su morfología. Los zapatos y parte de su ropa se deshicieron por completo, al haberse estirado más álla del límite, y su cuerpo pasaba a ser cubierto por una gruesa capa de pelo negra que pasó a tornarse a café oscuro, mientras que los rasgos de bestia comenzaban a hacerse notar. Finalmente, el rostro pasó deformarse por completo hasta que éste presentó la mezcla de facciones entre un humano y lobo.

Cuando la transformación se detuvo, sólo quedó un enorme lobo humanoide con restos de mezclilla colgando de la cintura, y en su cuello aún conserva la cadena con el par de placas metálicas. La bestia se levantó sobre sus cuartos traseros y observó sus alrededores, para después soltar un aterrador aullido que llenó la habitación. Al mismo tiempo, una de las paredes gruta se abrió, y la bestia pasó a salir de allí por mero impulso. Justo donde se encontraban algunos de sus compañeros.

El peligro estaba al acecho de aquellas personas, que desconocían que estaban por enfrentar a uno de los suyos.

La tenacidad con que aquella cosa se empeñaba en provocarnos estaba empezando a resultarnos tediosa en lo absoluto. Todo lo que procuraba era irritarnos, hacernos recordar momentos fatales con los que él se había deleitado en el pasado. Por especial que creyera que éramos para él, para nosotros no era más que otro de los cientos de abominaciones que acabarían apaleadas, convertidas en cenizas o hecha pedazos si tenía suerte. Pero no la tendría. Nosotros nos aseguraríamos de eso.

Lo habíamos visto un millón de veces antes. La manera que tenía de gozar con el horror y el dolor no era diferente de la que tenía el resto de escoria a la que nos enfrentábamos a diario. La bajeza conocía pocos límites en su frenesí descendente, era lo que hacía que los asesinos volviesen a la escena del crimen, que los acosadores continuaran jadeando al otro lado del teléfono cuando la mujer a la que llamaban pedía entre lágrimas que la dejaran en paz, o la que hacía que los violadores se sentaran en sus butacones a manosearse la entrepierna mientras con la otra mano se acercaban a la nariz para olerlo el trofeo de turno que hubieran adquirido de su última víctima. Eso es lo que hacía cuando se sacudía atrapado en nuestras cadenas.

Regocijarse.

Incluso si hubiera sido verdad que en mi quedara ni la mas remota micra de miedo, no importaba. Porque al GhostRider no le daba miedo nada. Carecía de todo lo que a mi podría haberme debilitado, y su rabia, su ira y su necesidad de venganza hacía que mi objetivo para con la criatura estuviese perfectamente focalizado en borrar esa sonrisa socarrona de su cara.

El fuego avernal avanzó a través de las cadenas invocadas, mientras continuaba carcajeándose, estremeciéndose como si disfrutara del proceso. Se le pasaría en el mismo momento en que el fuego le alcanzara, pero no llegó a suceder. Como si su cuerpo hubiese estado hecho de algún material pringoso y repugnante, explotó en mil pedazos salpicándonos de aquel mejunje apestoso, medio tripas medio quien sabe qué, antes de despejar el pasillo y mostrar una pequeña luz fantasmagórica, que sin duda tenía como objetivo mostrarnos el camino. Sólo estaba abriendo boca. Prendiendo aún mas nuestro fuego, tratamos de deshacernos de los restos con que la criatura nos había salpicado. Era tan extraño y tan vívido que casi podíamos notar la frialdad de su podredumbre separándose de nuestros huesos, mientras sus restos caían a medida que nos los sacudíamos de encima.

Continuamos avanzando, tras abrazar los restos de la cadena alrededor de nuestro hombro. Era un gesto mecánico que el GhostRider nunca se había sentido lo bastante cómodo para realizar hasta ese momento. Al menos, no desde que Kim era consciente de su presencia. Ahora que los dos habían encontrado ese frágil balance, algunos comportamientos volvían a él con naturalidad.

Sin embargo, ese gesto no era del todo suyo, si no de uno de sus antiguos portadores. Era complicado, pues cuanto más cómodo se sentía en un cuerpo, más era capaz de naturalizar sus ademanes. Algo que aún no había conseguido del todo con Kim.

- Sal de donde estés, hijodemilputas. - gruñó con su voz de ultratumba, antes de dar con una amplia caverna que se abrió ante él.

Apenas iluminada por su propio fulgor de fuego, la gruta se abría como un enorme estómago que parecía capaz de engullirlos bajo toneladas de piedra si no tenían cuidado con lo que hacían. Entre todos los accidentes del interior de la caverna discernió una temblorosa silueta inmensa. Era peluda, rápida y temblaba como si tuviera tanta energía en su interior que le resultara imposible contenerla.

- ¿Eres tu, cabrón de mierda?- Gruñimos, desatando de nuevo la cadena, y dejándola arrastrar a nuestro lado, dispuestos a arrancarle la piel a latigazos en cuanto se diera cuenta de nuestra presencia allí.

-Me he...cargado a Jesús...¿Ahora se supone que soy el anticristo o cómo va la cosa?-la cosa iba a mejor, cuando me había apuntado a la misión contaba con payasos o demonios, pero eso de cargarse al símbolo religioso de millones de personas era...otra cosa.

Aún seguía estupefacto, apenas pudiendo asentir en consideración a las palabras del cura antes de girarse bruscamente ante los salvajes ruidos que provenían de otro de los malditos túneles de la cueva. ¿En serio no teníamos ni dos minutos de descanso entre pesadillas?

-Jamás pensé que diría esto, pero echo de menos a Savage...-si al menos tuviera la sorpresa que Ross tenía para mí, esa supuesta tecnología de última innovación para que dejase de ser un estorbo para el equipo. Pero como no, tenía que hacerme el héroe y venir al encuentro de la pesadilla de mi infancia con nada más que una maldita prótesis porque soy un manco. Una planificación perfecta.

-Espero que tu jefe nos lleve a los dos ahí arriba señor, porque esto pinta mal-y como no, no me equivocaba, apareciendo delante de nosotros la figura de un hombre lobo. Lo extraño es que me perturbaba menos que las anteriores ilusiones del bicho, quizás porque ya estaba más acostumbrado a tratar con carnívoros bípedos de dientes afilados; era como un simbionte pero con pelo y sin ser pegajoso...pan comido.

-¿En serio también hay ángeles? Bien nos podían haber echado una mano mientras que mitad del mundo era aniquilado-otra vez con el recurso fácil de soltar cualquier tontería por mi boca cuando me enfrentaba cara a cara con la muerte, había cosas que nunca cambiaban. Pero por suerte para mi, Jesse fue capaz de mantener la calma y fijarse en el pequeño detalle del aspecto del hombre lobo.

-O él es el hombre lobo...-acabé su frase justo a tiempo de ver en primera plana como se ponía a recitar, tan concentrado en la orden que le estaba imponiendo a la criatura que ni se intentó cubrir en caso de que su plan saliese mal. Pero para eso estábamos los actores secundarios, ¿no?. Era el primero que sabía que en mi estado actual era más un lastre que otra cosa, por lo que no podía dudar ante la mínima oportunidad de ser de ayuda. Por lo que tragué saliva y me puse delante del hombre, adquiriendo una pose defensiva con mi prótesis delante listo para actuar de escudo humano en caso de que aquel ser se saliese de control e intentase atacar al sacerdote.

En unos instantes el caos se apoderó de aquellas cuevas subterráneas, Ryan, convertido en una bestia avanzó rápidamente por el túnel, sus instintos le llamaban a cazar, a comer...A saciar a la bestia que rugía con fuerza y se movía rápidamente siguiendo el olor de dos presas...

En el interior de la caverna en la que se encontraban Jesse y Shawn resonó con fuerza el aullido del animal cuando hizo acto de presencia, el hombre habría esperado, pero él ya no era un hombre, era un depredador...Y tenía hambre.

El lobo corrió hacia sus víctimas de frente cuando de repente las palabras de Jesse resonaron con fuerza en la caverna, las rocas se estremecieron y empezaron a temblar y el joven Ryan se detuvo unos instantes, su cuerpo empezó a temblar mientras aullaba, desesperado empezó a clavar sus garras en su cuerpo a la par que empezaban a desprenderse cascotes desde el techo, una distancia de tres metros separaban a Jesse y su guardián de la bestia, que ahora se movía de izquierda a derecha aullando mientras su cuerpo empezaba a deformarse y cambiar acompañado de crujidos que parecían, cuanto menos, extremadamente dolorosos.

Normalmente la metamorfosis de vuelta a su estado humano se producía sobre la mente de un animal, sin embargo, las palabras de Jesse habían hecho recobrar la consciencia al chico, que sentía cómo cada hueso de su cuerpo se deformaba y transformaba para volver a convertirle en humano...El polvo y las rocas empezaron a caer entre él y sus compañeros y rápidamente quedaron separados de nuevo. A espaldas de Ryan se empezó a formar un túnel y, en su interior, la llameante figura del Ghost Ryder se podía vislumbrar acercándose, a su derecha otro túnel se fue abriendo poco a poco, iluminado por una serie de farolillos de color rojo, dispuestos en el techo a una distancia entre ellos de dos metros cada uno...

Al otro lado la cueva empezó a inundarse, no entendían muy bien el motivo, pero al desplomarse el techo de la caverna una gran cantidad de agua empezó a caer con fuerza sobre el lugar, ya les llegaba a la altura de las rodillas y pronto tendrían que nadar para mantenerse a flote...Su única esperanza era un pequeña gruta de apenas un metro de ancho que tenían a su izquierda, a dos metros de altura sobre el suelo de la caverna, un túnel angosto que tal vez podría darles la salida si se metían y lo atravesaban antes de que el agua lo inundara.

Off: Para aclarar, el orden de turnos es:

- Ryan
- Kim
- Jesse
- Shawn

El poder de la oración del padre Custer había logrado su cometido pues del algún modo habían logrado llegar a su conciencia humana de algún modo, pues precisamente la gruta había pasado a desmoronarse en el preciso momento que el reverendo decidió enfrentarle. Era como si aquello que ejercía control sobre la cueva, había pasado a perder fuerza ante los rezos del padre.

Después de la dolorosa transición de bestia a humano, Ryan terminó cayendo al suelo de rodillas prácticamente aporreado y exhausto, vistiendo unos maltrechos pantalones prácticamente convertidos en mini shorts. Éste pasó a levantarse sobresaltado al oír como la cueva crujía y temblaba, e incluso le pareció escuchar una chillido de dolor mientras las paredes vibraban, y los escombros pasaron a separarlo de las dos caras conocidas. Un torbellino de emociones invadía la mente Ryan en aquellos momentos, pero su instinto de supervivencia le hizo poner en orden prioridades, ahora que estaba en sus cinco sentidos.

-¡Con un demonio!- Ryan exclamó al percatarse que tenía ante sí dos caminos. -Justo cuando vuelvo a ser yo, termino en otra encrucijada que me aleja de la salida. Pero que ni crea que voy caer su juego mental de irme por mi cuenta por el camino con lucecitas.- Refiriéndose a la gruta de la derecha iluminada por los faroles de la mina.

Al dar unos pasos hacia atrás. Ryan notó que una brisa circulaba por allí, y al darse la vuelta descubrió que había una entrada por allí. Este se internó en la nueva gruta que estaba detrás suyo, tratando de recelar del miedo y encarar lo que sea que se estuviese acercando. Y en aquellos momentos, deseaba poder tener un medio con qué defenderse sin tener que perder control de sus acciones. Pues estaba cansado de vivir con la preocupación de herir a terceros con su otro yo.

Nos habríamos lanzado contra él sin dudarlo un solo segundo. Sin embargo algo debió llegar antes que nosotros. Al final del túnel aquella silueta que habíamos asumido que debía tratarse de una de sus múltiples formas comenzó a cambiar de nuevo. Aumentamos nuestra velocidad a pesar de que el túnel parecía producir un extraño efecto oblongo cuanto más tratábamos de llegar al final. El cuerpo de la criatura se retorció de manera antinatural. Como si en el interior de su pellejo lleno de pelaje sus músculos hubieran cobrado vida y trataran de salir despavoridos cada uno en una dirección. Incluso a esa distancia éramos capaces de oír los terribles crujidos que despedía cuando su cuerpo continuaba cambiando. Para cuando estábamos a pocos segundos de salir por la boca del túnel, comprobamos que había recobrado una forma reconocible. Se trataba de uno de los chicos que había entrado con nosotros a la cueva. El muchacho silencioso. Aunque no habíamos prestado especial atención a ninguno de ellos, más allá del cura, que sí nos era conocido.

Nuestro deseo de venganza nos cegaba. Necesitamos detenernos en seco nada más salir a través de la boca del túnel para darnos cuenta de que todo estaba envuelto en un halo rojizo a causa de las propias llamas que ahora ardían en nuestros ojos.

Necesito...

Necesitamos...

Tenemos que controlarnos.

Aquellas palabras pesadas hicieron que las llamas comenzaran a remitir hasta su estado normal, si es que un esqueleto ardiendo podía ser llamado así. A nuestro alrededor el agua borboteaba liberando un cargante vapor que se elevaba hacia el techo. La sala se estaba inundando. Los crujidos no eran sólo despedidos por el cuerpo del hombre lobo al cambiar. La caverna se desmoronaba sobre ellos, dejando caer inmensos cascotes. A través de la oscuridad cerrada apenas paliada por nuestro propio resplandor, comprobamos como Jesse y Shawn luchaban en el fondo opuesto de la caverna por sobrevivir a ese colapso de terreno monumental. El agua les llegaba a las rodillas, pero a nosotros casi a la cintura. Buscamos una opción rápida. Varias oquedades se abrían invitadoras, con los respectivos cebos en ellas. Vacíos. Lamparillas. Ryan tenía a su alcance varias opciones, pero ninguna nos permitiría saber qué sería de los otros dos.

En el interior del cráneo nos chisporroteó una serie de ideas. Fue en cuestión de un parpadeo. Al encender las cuchillas infernales bajo nuestros pies, nuestro cuerpo se elevó sobre la superficie, haciendo hervir con más fuerza el agua.

-¡QUIETO!- nuestra voz de ultratumba reverberó, remitiendo fantasmagóricos ecos en las paredes que aún seguían en pie, aún a pesar del estruendo del agua. Comenzó el avance vertiginoso hacia él. La superficie del agua dejó una estela de calor agobiante mientras cargamos contra el chico. Al llegar a su altura, lo agarramos con una mano de la pechera. En un instante sus brazos estaban inmovilizados contra su torso por varias cadenas que nos facilitaron la tarea de cargar con él. Aceleramos hacia la otra punta de la cueva buscando una salida próxima que nos permitiera escapar, al tiempo que esquivábamos los cascotes que continuaban cayendo desde la parte superior.

Por donde...

Por donde...

A dos metros sobre el suelo.

El hueco.

- ¡ALLI!- Nuestra mano libre se abrió a unos metros de distancia hacia Jesse y Shawn. Sendas cadenas se alargaron hacia ellos, uniéndolos juntos con cierta violencia necesaria por lo apremiante de la situación. Luego tiramos de ella hacia nosotros. Los dos cuerpos salieron despedidos por el aire como si hubieran pesado lo mismo que dos muñecos de trapo. Justo en el espacio que habían ocupado unos segundos antes impactó una nueva cortina de agua que comenzó a caer de lugares indeterminados a través del techo empeorando la inundación de la cámara subterránea. Volaron en nuestra dirección, al tiempo que atravesamos una cascada que, de no haber sido por nuestra velocidad y fuerza, nos habría hundido sin remedio, a tiempo de agarrar al hombre y al muchacho al vuelo. Nos desviamos de la superficie del agua hasta la pared más cercana, desafiando a la gravedad de manera antinatural tratando de alcanzar el angosto túnel que prometía una salida para todos.

Tanto el Ghost Rider como su portadora estaban empezando a estar cansados de los jueguecitos. Ambos estaban dispuestos a atravesar la gruta a puñetazo limpio si era necesario hasta alcanzar al parásito que reptaba por aquellas entrañas de tierra. Reduciría cada centímetro de ese antro a escombros y la criatura a cenizas.

Cada vez la situación parecía más una película de terror que la realidad, y eso que ya estaba demasiado acostumbrado a lo variopinto como para sorprenderme. Pero algo en las grotescas compulsiones del hombre lobo, escuchando hueso a hueso como estos se rompían y modificaban, hacía que me recorriese un leve escalofrío por la espalda. Pero no podía quejarme, si Jesse no hubiese emitido esa extraña orden ahora mismo me faltaría bastante más que un brazo. No entendía muy bien los poderes del hombre, pero viendo como con un mera frase podía hacer eso, mejor no cabrearle.

El problema del licántropo asesino ya estaba solucionado, ahora teníamos que hacer algo respecto a morirnos ahogados como ratas. Me maldecía a mi mismo por ser tan inútil, pero no se me ocurría otra cosa que depender de mi compañero para sacarnos de aquí, ¿era prácticamente todopoderoso no?

Me estaba girando en dirección a la voz de este, listo para ayudar en lo poco que pudiese, pero lo que no esperaba es apenas ver un cuerpo llameante para ser empujado bruscamente hacia Jesse y posteriormente empezar a hacer maniobras las cuales casi sacaban de dentro de mi lo poco que había almorzado ese día. Pero repito, los "héroes" no se podían quejar, y más cuando nuestra peculiar salvadora nos ayudó a escapar de la trampa letal.

-A la mierda-después de entrar en contacto con la nueva superficie, no pude aguantar más, vomitando en el suelo al sentir aquel viscoso tacto en las manos puesto que me tuve que poner de rodillas para recuperar el aire. No ayudaba que ahora tenía casi toda mi ropa manchada de ese color carmesí que lamentablemente reconocía, pero no podía seguir retrasando al grupo así que cogí fuerzas y me levanté listo para avanzar.

Fruto del shock inicial, no había visto a la nueva incorporación del grupo: el tío que casi me devora un brazo. Bromas aparte, me alegraba ver que él también había logrado salir de la anterior habitación, aquel dichoso ser ya se había cargado a suficientes como para añadir otro nombre a la lista.

Sin perder más tiempo iniciamos la que seguramente fuese la caminata más incómoda de mi vida, deseando que se acabase toda esta pesadilla de una vez y pudiese volver a casa para dejar de lado estas aventurillas durante un buen tiempo. Pero como no, la aparente única salida acabó resultando ser un profundo agujero del que apenas se veía el fondo.

Nunca me gustó lanzarme así como así a la aventura, pero después de ver como mi nuevo cura favorito apenas dudó en saltar al vacío, decidí seguirle. Se había ganado mi confianza, y después de haber visto las suficientes pelis de terror, tenía claro la regla fundamental de todas estas: No te separes del grupo.

-Allá vamos-susurré intentando calmar algo mis nervios antes de dejarme caer, no pudiendo evitar soltar un grito mientras descendía.

Tras haber logrado reunirse con el resto del grupo, un sentimiento de alivio le vino a Ryan tras la mala pasada de haber sido transformado en bestia a la fuerza. Pero en el fondo, no podía evitar sentirse expuesto, puesto que tres completos desconocidos presenciaron su condición innata de primera mano. Lo que más le preocupaba ahora, era el hecho de saber si sus acompañantes le consideraban un peligro y estaban dispuestos a acabar con él en caso de que las cosas se llegasen a salir de control con su transformación nuevamente.

-Ryan.... Mi nombre es Ryan, reverendo-. replicó Ryan con tono serio. -No sé que fue lo que hizo allá atrás, pero le agradezco que me regresara a la normalidad.-

Mientras caminaba, Ryan observaba lo incómodo que se sentía el chico con el brazo mecánico al notar que la cueva había pasado a convertirse a un túnel con paredes de carne. Y esa sensación de inquietud empezó a invadirle también, porque en aquellos momentos sólo estaba vistiendo un pantalón hecho jirones y sus pies descalzos estaban en contacto directo con la extraña agua del lugar. Todo parecía indicar que en verdad la cueva era en realidad un ente viviente, y esa había sido la razón por la cual los pasillos habían estado cambiando constantemente para separarlos. Pero no comprendía porqué dicho ser parecía tener un placer retorcido al verlos sufrir.

-¿Alguno sabe a qué clase de ser no estamos enfrentando?- Ryan musitó un tanto intrigado. -Porque a mi me parece que esta cosa hubiese salido de una novela lovecraftniana. Y de ser ese el caso, creo que no podrá ser destruida por medios convencionales. Ojalá hubiera un modo para hacer que las cosas giren a nuestro favor, si es que requieren más fuerza bruta de mi parte.-

Mientras seguían caminando hacia el final de la gruta, Ryan comenzó a percatarse que la extraña gruta le produjo la misma sensación que cuando estuvo cerca del restaurante que visitó de niño. En ese momento volvieron a su mente las extrañas voces que escuchó antes de ingresar a la parte de la gruta con la expuesta, lo que le llevó a caer en cuenta que ya había escuchado esa voz años atrás y que llegó a producirle pesadillas cuando era un niño. Esa voz le había llevado a desarrollar un terror hacia la oscuridad, al punto de que hubo necesidad de someterse a terapia poder superarlo. Esto no parecía ser una simple coincidencia.

[FDP: Como sabéis, Edward ya no podrá finalizar este evento, así que si os parece, yo cogeré el relevo para darle cierre. Si tenéis dudas, quejas o problemas, podéis localizarme via Mp]

El lugar al que nos había dirigido no era mucho mejor que la gruta, salvo porque al menos no se estaba inundando. Las paredes tenían una viscosidad repugnante, y al caminar podía percibirse un chapoteo propio de la sangre. Cuanto esta entró en contacto con el fuego demoníaco que nos envolvía de pies a cabeza, chisporroteó hirviendo de inmediato, coagulándose en torno a nuestros pies en una desagradable masa marrón y haciendo ascender una hedionda pestilencia propia de la carne quemada. A diferencia de los otros tres, que se deslizaron a través del túnel sin mas peligro que el asco que obligó a alguno de ellos a dejarse el desayuno en la entrada, para nosotros se estaba convirtiendo en algo difícil. A cada paso parecíamos quedarnos más y más pegados a esa superficie, dejando huellas abrasadas, y llevándonos en nuestras botas restos carbonizados de la piel. Cuanto más nos deteníamos, más cuenta nos dábamos.

Aquella pared, fuera lo que fuera, parecía reaccionar cuando eso sucedía. Temblaba con levedad, se constreñía sobre sí misma, facilitando el camino al resto. Como si pequeños movimientos peristálticos nos empujaran hacia delante, en la parte superior del tubo. Sin planearno, acabamos por retrasarnos y cuando los demás salieron al exterior al otro lado, nos contemplamos las ardientes falanges. Tal vez...

Aumentamos el fuego a conciencia, al tiempo de comprobar como sus cuerpos se perdían de nuestra vista, un poco más adelante. En el mismo momento que comenzaban a caer al vacío, deflagramos, dispuestos a comprobar si aquello podía hacer reaccionar a la criatura, o se trataba de otro de sus engaños. La carne se secó, cuarteándose, la sangre se evaporó hasta convertirse en una masa viscosa que después se convirtió en polvo. La piel agrietada dió paso a jirones de corteza abrasada de color carbón, y una inmensa nube de humo salió del final del tunel mientras avanzábamos.

Se escuchaban sus gritos al caer...

Y aunque la distancia no era tanta, se percataron enseguida de que el suelo que parecía haber bajo sus pies, a la vista, no acababa con esa sensación de vértigo. Traspasaron aquella superficie como si fuera inmaterial, y continuaron cayendo, y cayendo y cayendo.

- ¿¡HOLA?!- reververó nuestras voz en aquella gruta vacía.

Ninguno de ellos estaba a la vista. Todos parecían haber desaparecido. No fué hasta mas tarde, cuando nosotros mismos bajamos, que nos dimos cuenta de que aquel terreno inexistente se trataba de otra de sus ilusiones.

Y todos nosotros caíamos sin remedio al vacío.

La oscuridad les engulló.

Sus voces fueron haciéndose cada vez más y más lejanas, hasta que solo hubo una inmensa nada...


Jesse recobró el aliento, como si acabara de despertar de una pesadilla. Una sola bocanada de aire le bastó para saber dónde se encontraba. Aquella sensación asfixiante se había grabado en cada célula de su cuerpo, cada uno de sus sentidos la mantenía viva entre todos los terrores a los que se había enfrentado en su vida.

Aquellas voces lejanas ya no eran las de sus compañeros, si no las de su familia. Encerrado de nuevo en aquel ataud, paralizado, encerrado.

Enterrado vivo.

Quiso gritar, y entonces se percató de algo aún peor. Alargó la mano hacia sus labios entreabiertos, sintiéndolos ajenos. Acarició esa superficie lampiña que había sido su rostro, cuando era niño. Sus manos se deslizaron entonces hacia su cuello, donde sus dedos encontraron el comienzo de aquella imperfección.

Sus manos temblorosas pero imparables, introdujeron los dedos en aquella abertura, a pesar de que su conciencia no lo deseaba en absoluto. Su cuerpo ya no le pertenecía. No obedecía su pensamiento racional. Sintió el interior de su cuello, sus músculos abiertos, el esófago y la tráquea. El aire se escapaba por ella, pero ni siquiera silbaba.

Un resplandor anarajado lo cegó durante un instante, al ver como en las imperfecciones de la madera brotaban las facciones de un rostro que conocía bien. El payaso de ojos incandescentes lo miraba en las vetas de la madera. Sus ojos ausentes se dirigieron a los suyos, como una mordedura. Su voz como un gruñido gutural apenas escondía la dicha que parecía darle el verle cara a cara, tan próximos que podía sentir la calidez de su aliento y el desagradable hedor de su saliva.

- ¿Buscas esto? -preguntó, reconociendo al instante el sonido de su propia voz en la del payaso, al tiempo que su boca se abría hasta límites imposibles con un desagradable crujido húmedo, mitad madera, mitad entrañas. En el fondo de su garganta, brillante como el fuego del infierno, dos veladuras semitransparentes se iluminaron mientras se oía una carcajada.

Su carcajada.

En ese instante supo el motivo de su urgencia.

La bestia le había arrancado las cuerdas vocales. Se había hecho con ellas.

La siguiente idea rondó su cabeza mientras el niño Jesse trataba de comprimirse contra la madera hacia atrás, escapando de la hipnótica visión espantosa...

¿Y si ahora ese ser... poseía la voz de Dios?


Shawn abrió los ojos. Estaban cubiertos de una especie de película rojiza y sus músculos estaban tan tensos que creyó que se partirían. Sentía un deseo inmenso, una urgencia por continuar algo que había dejado a medias.

Mastica... traga...Mastica...traga...

- Hambre... tengo hambre... - ¿El simbionte? Pero... ¿Cómo?

Sacudió la cabeza. Algo pegajoso y crujiente se deslizó a través de su garganta. Un sabor delicioso y reconocible. Sangre. Carne.

Mastica... traga...Mastica...traga...

El dolor punzante le sacudió hasta el hueso. ¿De donde? Su brazo. Se contempló con una extraña percepcion en tercera persona, propia de los sueños, a tiempo de ver pero no impedir. Sus propios dientes se clavabaron en una dentellada arrancando la carne de su antebrazo, exponiendo el hueso, las venas y los segmentos de tendon, que se tensaron entre sus dientes hasta partirse por completo.

"¿¡QUE HACES SAVAGE?! ¡QUE ESTAS HACIENDO!"

- Tenemos... hambre... - la voz del simbionte parecía distorsionada. Extraña - Siempre... tenemos hambre...- Cuando el simbionte se desprendió para hablar su rostro no era el que Shawn esperaba, pero sí era uno que reconocía.

- Vamos Shawn... Sólo un poquito mas. - susurró, tentador, mientras volvía a adueñarse de su rostro, sin que él pudiera hacer nada.

Conocía bien esa sensación de impotencia, que no hizo mas que crecer con cada dentellada.

Mastica... traga...Mastica...traga...


Ryan pestañeó incrédulo. Sentía su cuerpo bullir de energía, un hormigueo familiar de cuando la bestia estaba presente. Sentía el pelaje cubriendo su sensible piel, ahora más receptiva a causa de los cuatro aguijones de plata que le habían clavado en brazos y piernas para inmovilizarlo. Su cuerpo estaba pesadamente atado a una camilla que parecía recubierta por el mismo material, a causa del ardor que se extendía por la zona de la espalda.

- Imagínatelo... - escuchó la voz distante, reconociéndola al instante a causa de su oído superior.

- Es lamentable. Después de todo lo que hemos hecho por él.

- ¿Quién habría estado dispuesto a criar a una aberración así? ¡Pero ya sabes que la curiosidad no debe conocer límites.

- ¿Todo por la ciencia? - sus risas llenaron sus oídos.

Las luces blancas se encendieron desde el techo, dibujando una escena donde todo era negrura salvo por lo que hubiera bajo la luz de los focos. LAs dos figuras, una cubierta con una bata blanca, y la otra, con un uniforme de seguridad, se giraron hacia él. Sus gestos, en otro tiempo amables, parecían hieráticos y fríos, salvo cuando hablaban entre ellos.

- ¿Crees que puede escaparse?

- Nah. Lo dudo mucho. Hay demasiada plata en su organismo.

- ¿Aún te queda mucho? - las dos figuras se aproximaron a su altura. Trató de hablar, pero todo lo que consiguió fue soltar un gruñido.

- No. Estoy a punto de terminar.

- ¿Y luego podré por fin poner fin a esta tontería? - preguntó el hombre, desenfundando la pistola y colocándola en la sien de la bestia, amartillando el arma.

- Después, podrás hacerte una bonita alfombra.

Las risas. Las risas mordían con mas virulencia que la plata.

Observó entonces que sobre su morro, el pelaje se removía. Parecía una pequeña pulga, pero a medida que se acercaba, aquella repugnante bestia más y más parecía crecer, hasta que estuvo tan cerca de su ojo que no le permitía ver más nada. La garrapata clavó en él sus múltiples patas, tirando de su párpado hacia fuera. La sintió deslizarse buscando la linde de su ojo, tratando de resbalar en el fino límite de su globo ocular. Sus patas pinchudas dolían como puntas de cristal en la superficie de su córnea.

- ¿Quien es aquí el parásito, pequeño Ryan? - preguntó para luego abrir la boca plagada de dientes afilados, precipitándose hacia su iris, dispuesta a deborar lo necesario hasta llegar a su cerebro de bestia, mientras aún escuchaba a sus progenitores reír.

FDP:

Lanzada de dados Ryan

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'Dado de 10' : 4

Tirada Jesse

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'Dado de 10' : 9

Tirada de de kim

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'Dado de 10' : 5

El que saque la puntuación más alta será el primero que alcance. El orden de las tiradas es el del último posteo:

1º tirada: Ryan
2º tirada: Kim
3º tirada: Shawn

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#1 'Dado de 10' : 2

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#2 'Dado de 10' : 5

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#3 'Dado de 10' : 9

Nueva tirada Ryan

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#1 'Dado de 10' : 6

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#2 'Dado de 10' : 9

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#3 'Dado de 10' : 9