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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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Ficha de Personaje
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La promesa de Brunilda pareció bastar a aquellos hombres. Aunque no consiguieran recuperar a Aquaman, simplemente el hecho de volver a restaurar todo a como era antes ya sería un paso de gigante comparado con su desastrosa situación actual.

Los números de Constantine no parecían cuadrar; ¿6 personas sin contar a la rubia? Rodunn miró confundido al grupo de desconocidos; le parecía que allí había menos de seis personas, pero lo achacó a la merma que el cambio de forma había producido en sus capacidades intelectuales y no dijo nada. Sus hombres se disponían a cazar a los animales, pero entonces el caballo de Brunilda se adelantó y, entre relinchos suaves logró reunir a la manada ante ellos y convencerlos para que se dejaran montar pacíficamente.

Las curiosas monturas eran más pequeñas y esbeltas que el caballo estándar, así que se decidió que Hellboy iría junto a Brunilda en su robusto pegaso pues parecía poco probable que cualquiera de aquellos animales fuera capaz de soportar su peso. Blaze, por su parte, prefirió invocar una moto de fuego ante la sorpresa de los hombres bestia y, pronto, estuvieron todos preparados para iniciar el viaje.

Parecía que aquella increíble aventura estaba llegando a su fin...

INTERLUDIO

 [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019] - Página 2 Dormitorio

Elissa abrió los ojos cuando el molesto sol del amanecer se filtró a través de los ventanales y se topó con su maestro, Arión, que la observaba sentado en la cama a su lado.

- Ah, bien... Estaba a punto de despertarte -le dijo por todo saludo. Tenía una expresión extraña, como más seria, aunque llevaba algún tiempo de un ánimo más sombrío y ausente de lo normal, casi funesto-. Ha llegado la hora, Elissa. Mis enemigos, aquellos que te mostré en la esfera mágica meses atrás, finalmente han llegado.

Les había perdido la pista hacía menos de dos días, cuando había entrado en la cueva donde se encontraba cautiva la Trinidad. Cuando aquél al que llamaban Loki se había acercado a una de las estatuas su visión se había interrumpido, como si algo o alguien la bloqueara, y no había que ser demasiado inteligente para comprender qué había pasado. La Trinidad había sido liberada y, tal como temía, los habían transportado hasta su puerta. Pensaba que podría haber tenido más tiempo; incluso aunque hubieran superado todas sus trampas estaba el océano por en medio y éste era un obstáculo difícil de salvar con los medios de los que disponían. Podían haber tardado varios meses más en llegar, pero ahora...

- Tengo que ir a recibirles; después de todo, han realizado todo éste viaje sólo para verme, ¿no? No debemos decepcionarles -se puso en pie, ajustándose las ropas, que consistían únicamente en unos pantalones, botas altas hasta la mitad del muslo y una camisa abierta con chorreras, sin protecciones de ningún tipo. Aunque, siendo mago, tampoco es que le hicieran mucha falta, ¿verdad?-. Pero, antes de irme, quería darte algo.

El mago la tocó en la frente y una súbita oleada de comprensión la inundó. De repente, Elissa entendía perfectamente cómo funcionaba la máquina de transmutación que su maestro había usado para crear a los hombres chacal.

- Tuve que recurrir a los métodos malditos de mi hermano porque sabía que ninguno de esos hombres me serviría por su propia voluntad después de lo que tuve que hacerle a su rey -explicó mientras iba hacia la mesita baja detrás del estanque en donde había dejado el cinto con la espada y se lo anudaba a la cintura-. Pero no disfruté con ello. En ese momento estaba convencido de que grandes males requieren grandes remedios, y de que el fin justifica los medios. Necesitaba un ejército y era la única manera que tenía de obtenerlo. Pero sé que contigo no hará falta. Tú no tendrás que recurrir a los métodos que yo tuve que emplear, y sé que mi pueblo te adorará. Ya lo hacen. Así que... cuando yo ya no esté... ocúpate de volver a convertirlos en personas. Elissa -avanzando de nuevo hacia ella la tomó de las manos y la miró a los ojos-; creo que, durante éstos meses, he aprendido de ti casi tanto como tú de mí. No me arrepiento de lo que hice, aunque es irónico -dijo haciendo una mueca-. Quería ser un héroe y sólo conseguí que me vieran como a un villano. Así que... imagino que debo darles lo que tanto esperan... Es hora de escribir el último capítulo de ésta triste obra. Adiós... y gracias por todo.

Tras besarla en la frente, Arión se marchó, dejando a Elissa encerrada y sellando la puerta de su habitación con conjuros mágicos, pues sabía que aquellos que venían a castigarle no le harían daño ni a ella ni a su madre, y tenían consigo hechiceros capaces de deshacer los encantamientos.

Y si al final sobrevivía era preferible que Elissa no fuera a ninguna parte para que pudiera arrebatarle de nuevo el conocimiento que acababa de proporcionarle.

FIN DEL INTERLUDIO

Tal y como había dicho Rodunn, no tardaron más de un día en llegar hasta la Ciudad de la Puerta Dorada. La salida del sol les saludó desde detrás de los altos muros de la ciudad fortificada, en cuyo centro destacaba la enorme puerta que le daba su nombre, arrancando destellos áureos al astro rey.

La mayoría iban a caballo, con el Ghost Rider sobre su demoníaca moto y los dos hechiceros asgardianos sobrevolando invisibles al grupo. Frente a las puertas había tres soldados con cabeza de chacal que rápidamente dieron la voz de alarma y, al instante, un montón de arqueros transmutados les apuntaron desde lo alto de las murallas.

No mucho después apareció Arión, flotando mágicamente por encima de la puerta principal. Rodunn y sus hombres les acompañaban, tal y como había supuesto. Bien, esa era la razón por la que les había permitido huir varios días atrás. Había supuesto que se encontrarían y necesitaba a alguien que les guiara hasta él para que pudiera tener lugar el último acto de aquél absurdo drama.

- Habéis recorrido un largo camino y estaréis cansados, así que intentaré ser breve -les dijo-: Johnny, no tengo nada contra ti, y eres de los pocos amigos que nunca llegó a traicionarme. Si te das la vuelta ahora y te marchas, no habrá represalias. Lo mismo se aplica a vos, milady -añadió mirando a Brunilda-. Ni siquiera os conozco y no tengo motivos para haceros daño... aún. Hellboy... me abandonaste cuando más te necesitaba, pero si te vas ahora no te lo tendré en cuenta. Wade, me serviste bien cuando te necesité, y puedo proporcionarte tal cantidad de oro que podrías nadar sobre él. Incluso podrías quedarte en Atlantis y trabajar para mí, y tener cuantos placeres quisieras. Todo ello estoy dispuesto a dártelo si te pones de mi lado. Razor... a ti te dejaré marchar si me entregas la gema de anulación mágica que llevas contigo, en consideración a los buenos momentos que pasamos juntos. Constantine... me dejaste en unas catacumbas repletas de muertos vivientes para que me devoraran, únicamente para poder llevarte un valioso vademécum de nigromancia sin que te lo impidiera -su mirada esmeralda se estrechó al mirarle, aunque su rostro no manifestó emoción alguna-. Debería hacértelo pagar, pero también te dejaré marchar si, a cambio, me entregas a la mujer de hielo. Sé que se encuentra entre vosotros; puedo sentir su esencia y traspasar su invisibilidad.

Su mirada se detuvo entonces sobre Dalae y su maestro, haciendo evidente que, efectivamente, no habían podido engañar a su segunda vista.

- ¿Qué ocurre, Dalae? ¿Estás demasiado avergonzada por lo que me hiciste como para dejarte ver? ¿O acaso es cobardía? Ya tuve ocasión de comprobar que prefieres atacar por la espalda, cuando tu objetivo no puede defenderse -su voz era hielo y sus, palabras, témpanos afilados. Entonces, se giró hacia Loki-. Tampoco os conozco a vos y no tengo nada en vuestra contra. Podéis marcharos, todos. A cambio sólo pido que me entreguéis a Dalae. Esa mujer me robó... y tiene algo que me pertenece. No podéis negarme justicia.

Una vez más se volvió hacia el grupo.

- Si no hacéis lo que os pido e insistís en vuestra absurda empresa, debo advertiros -señaló hacia las murallas-. Todo mi ejército está formado por atlantes inocentes a los que muté utilizando los mismos procedimientos que usé contra Rodunn. Ya habéis tenido ocasión de conocerle y sabréis que no tienen culpa de nada; me obedecen porque no tienen elección, y la magia que les convirtió en lo que son ahora se puede deshacer. Si persistís en atacarme no tendré más remedio que soltar a mi ejército sobre vosotros, y sus muertes pesarán en vuestra conciencia -se cruzó de brazos-. Será mejor que toméis una decisión. Mi paciencia es limitada.

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La jugada le había salido por la culata y se fue a tomar por culo, todo en uno. "Johnny, estás perdiendo facultades o estás gilipollas". Tenía ganas de tocarle la moral al dios nórdico de las mentiras porque, para decirlo de alguna forma, estaba en sus genes. Sin embargo Rodunn no le pilló la gracia, o es que la gracia no había salido de su cabeza y por eso no había funcionado. Fuera lo que fuera, eso fastidió al mago, y tuvo que conformarse con guardar silencio y cagarse en todo dios por dentro. Le esperaba un viaje lleno de amargura.

De camino a Atlantis y montando aquella criatura alada, el inglés se preparó mentalmente para el inminente enfrentamiento con Arión y su particular demonio. Hasta el momento no lo había dicho en voz alta pero teniendo en cuenta el poder mágico que albergaba el atlante, si un demonio había conseguido poseerlo significaba que se trataba de alguien cuyo trono estaba en los círculos mayores del infierno. Eso significaban dos cosas: la primera que no se trataba de un caso aislado. Si uno de los demonios de más alto rango se las arregla para poseer a alguien en el plano terrenal implica una trama con vistas al futuro. Un plan preparado a consciencia para ganarse un primer asiento en la gran obra del fin del mundo.
La segunda y más inmediata, que las iban a tener jodidas para expulsarlo del cuerpo de Arión. Los demonios menores son capaces de matar a su huésped al ser exorcizados si se le da la oportunidad. John se las sabía todas para engatusar a los demonios menores y que centraran su atención en otra cosa para venderles el oro y darles en los huevos. Los demonios mayores eran otro cantar: si no ibas con cuidado podías tenértelas con un cadáver pintado de vivo movido por los hilos del demonio, hasta que éste se cansase y mostrara sus cartas. Nunca jugaban limpio, y por eso al inglés se la daba tan bien tratar con ellos. Sin embargo, el poder es poder. Iban a tenerlo complicado.

Al aterrizar frente a las puertas de la ciudad ya tenía pensada una táctica. Era arriesgada pero podría funcionar. No en vano había estado preparando aquella habitación dentro de la Casa del Misterio para ocasiones especiales, y ésta parecía ser una de ellas. El hechizo aun estaba verde, pero como se suele decir, quien no arriesga no gana. En la demonología todo se basaba en tener buena mano, ya fuera con las cartas o con los faroles. Apostar a lo grande y tan fuerte que el rival se vea sin saber qué hacer y acepte tus términos. Una cosa buena de ser un mortal: los demonios suelen subestimarlos demasiado.

El descanso fue breve, ya que los guardias dieron la alarma nada más verlos. Hombres con cabeza de chacal. Genial, más mutantes. Y para colmo no eran pocos: eran cien y la madre, armados con arcos y flechas. Podrían estar todos armados con ametralladoras y daría igual. Un arma es un arma.
Arión hizo acto de presencia, elevándose por encima de sus huestes y les habló directamente, uno a uno y... haciendo demandas. John lo escuchó atentamente, en silencio. Muy, muy en silencio y muy, muy quieto. Cuando Arión terminó, no hubo ni un segundo de pausa ni de silencio. Acto seguido de sus palabras, el sonido que rebotó en las puertas de la ciudad atlante fue el del genuino y palpable "aplauso sarcástico" de manos del propio Constantine.

- Te propongo otro trato aun mejor: cierra es puta boca de cloaca que tienes por boca y deja de tirarnos mierda. - Oh si, empezaba el show porque... es que era demasiado gracioso como para no reírse en su cara. - Deja que lo asimile bien: tú, Arión, le gran mago atlante, paladín del orden como sueles presentarte tienes los cojones de decirnos que podemos marcharnos en paz cuando te has cargado todo el planeta por tu puto ego con murallas. Tú que has mandado a la edad de piedra a toda la humanidad nos echas en cara como un crío pequeño que te jodiéramos pero eh, eres benévolo y nos dejas marchar. ¿Qué tal si les preguntamos a todo el que has convertido en mono lo que piensan de eso? ¿Les preguntamos si te dejan marchar? ¿Qué tal si le preguntamos a tu mayordomo muerto, asesinado por su propio amo? Oh pero, lo mejor de todo: hablas de cobardía y estás ahí arriba, escondiéndote en tus murallas sin afrontar lo que has hecho y detrás de un ejército de inocentes que tu mismo has convertido para que te sirvan. ¿Hablas de vergüenza? Mira lo que les has hecho a los tuyos, al mundo. Luego mírate al espejo y ten la decencia de escupirte y decirte lo hipócrita que eres. Y dices que no podemos negarte justicia. ¡Eh! ¿Qué tal si te metes tu justicia por el culo? ¿Dónde está la justicia para el resto? ¿Dónde está la justicia para los inocentes con los que nos amenazas? ¿Vas a sacrificarlos en pos de TU justicia? Jesús... Estás tan lleno de mierda que deberías apellidarte Constantine. Deja de llorar, sácate la escoba del culo, devuelve el tiempo robado y afronta lo que has hecho. Entonces, y sólo entonces tendrás el derecho de recriminarme que te dejara en aquel agujero lleno de muertos. ¡No tengas la puta cara de pedir justicia usando a tus experimentos de Frankenstein como arma y bajar aquí, gilipollas!

Al principio había sido algo divertido. Luego no lo fue tanto.

John no se enfadó porque todo cuanto había dicho Arión fuera pura mierda de un ególatra de manual. Lo que más cabreó a Constantine fue no detectar ninguna presencia demoníaca más allá de una estela de un hechizo antiguo.

Eso significaba que pasara lo que hubiera pasado, quien hablaba era el propio Arión. Joder...

_________________
"La magia es engañar al universo y hacerle creer una mentira increíblemente escandalosa"

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- No es al primer “fin del mundo” al que he sido invitada. Sé muy bien lo que hacer con mi espada. Muchos siglos antes de que tu nacieras yo ya tenía la suficiente experiencia en el campo de batalla.- Rodó los ojos. Magos sabelotodos, los odiaba. Un dedícate a tu magia que no tienes ni pajolera idea de espadas ni guerras estuvo a punto de escapársele de los labios pero no podían mostrar un grupo desunido. Pensaba que era una de las personas más desinformadas de culturas ajenas, con el comentario de Constantine sobre la monarquía y el incesto veía que se equivocaba y por mucho. En Asgard estaba muy mal considerado el incesto, tanto el biológico como el de nombre.*

Aragorn como buen rocín y de tendencia a ayudar a los héroes en sus misiones, llamó a la manada. Ambas monturas eran afines en muchos aspectos: eran équidos, estaban modificados genéticamente, tenían comportamientos gregarios … La raza creada por Arion eran medio reptil, Aragorn era medio ave. Las aves y los reptiles eran semejantes. Ambas especies tenían un antepasado común. Se debía a estos parecidos que los unicornio s reptilianos hicieron caso del llamado de Aragorn. La valquiria acarició el cabello de su montura en un gesto de afecto y compañerismo. Una vez que Hellboy y Brunilda estuvieron sobre su lomo, el caballo alado extendió sus esplendorosas alas y despegó el vuelo con majestuosidad. Se mantuvo todo el camino a baja altura  para no perder de vista a aquellos que iban por tierra. Tras un rato de vuelo llegaron a su destino. El grácil corcel  aterrizó frente a la muralla de una ciudadela. Frente a ellos se alzaba una gran puerta dorada. Cuando las herraduras de aragorn tocaron el suelo, la guerrera inmediatamente se bajó del rocín. Vió a los guardias que custodiaban las puertas. estos dieron la voz de alarma y emergieron más hombres armados. Se puso a contar cuántos hombres eran. Esos teriomorfos tendrían un poco más de fuerza que un humano medio. Si estaba estimado más o menos que  la valquiria podía vencer a un ejército humano armado en poco menos de cinco minutos. ¿Que tardarían en vencer ese ejército? Poco más de diez minutos si lo tenía que hacer sola.

Ante ellos se presentó un hombre de larga cabellera castaña parecía ser el responsable de todo ese caos. Escuchó la perorata del mago atlante. Estaba muy claro que había personas en aquel grupo de las que no se podía uno esperar nada. Había en ese equipo miembros de los que tenías que estar pendiente constantemente para que no te apuñalaran miserablemente por la espalda. Había que reconocer que no eran un grupo con los miembros más honorables y dignos. El primero en contestar a las acusaciones del castaño fue John Constantine.  Un arggg gruñía por salir de sus entrañas. Le fastidiaba y le hería en el orgullo tener que avalar las palabras de aquel hombre que le había hecho aquellos comentarios despectivos acerca de sus capacidades como guerrera y la forma de gobierno. Con su ceño ligeramente fruncido asintió con la cabeza dándole el parabién al mago rubio. Brunilda dio unos pasos y se interpuso en el camino de Arion.

- Mylord soy una mujer valiente, no correré sin mirar atrás. Hay varias cosas en las que discrepo profundamente con usted. En primer lugar que yo no le haya hecho nada no significa que vos no le hayáis hecho a mí. Por mi Cargo y mis obligaciones con el futuro heredero de Asgard; me veo en el deber de proteger al cuarto reino, a los asgardianos apostados en él, a los midgardianos que profesan nuestra fe y a las personas que han sido ultrajadas vilmente. Este cambio en el mundo que has ejecutado ha atentado contra todas esas personas a las que debo proteger y como comprenderá estoy en mi derecho de exigir una retribución. En segundo lugar,  esa joven que nombra, Dalae. Es asgardiana y la ley sentencia que ningún asgardiano puede ser juzgado por justicia ajena. No niego que pueda haber realizado los actos que expone, no pondría mi mano en el fuego ni por ella ni por muchos asgardianos, no obstante lleve sus querellas a nuestro Rey y que la se someta a la Ley de Asgard. En tercer lugar, soy asgardiana y para nosotros morir en combate es una muerte justa y digna. Como diosa de la muerte no me puedo sentirme más plena al conceder el descanso eterno a aquellos que permanecen atados a una existencia denigrante. No me tientes porque si tengo que romper cada uno de sus cuellos con mis propias manos para devolver el mundo a su ser lo haré.- La cansaba un poco tener que estar recordando constantemente el tercer punto pero parecía que la gente no solía entender su perspectiva de la existencia en ese aspecto.


*:
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Hellboy resopló lentamente mirando con los ojos entrecerrados a la valquiria tras sus palabras. Sabía lo que hacían las valquirias, pero no podía evitar tensarse cuando la vio lanzarse contra aquellos seres y soltando aquellas palabras. Asintió y luego negó con la cabeza.

- Vale, pero la próxima vez intenta ser algo menos agresiva... No estoy como para más disgustos...- Sabía que ella tenía razón y por eso decidió cortar el tema. Pero que Brunilda supiese que estaban todos a salvo no significaba que los demás también lo supiesen, y desde luego estar rodeados de un montón de soldados a los que estás cantando las cuarenta mientras te apuntan con toda clase de armas no es lo que el demonio llamaría una situación para hacerse el gallito. Él mismo tenía un mal genio enorme y no sería la primera (ni la última) vez que un cabreo le llevase a cometer alguna imprudencia. Por suerte para ellos los atlantes parecían ser comprensivos y tenían tantas ganas de librarse de Arión como ellos, lo cual les beneficiaba. Ahora sólo quedaba llegar a la gran ciudad perdida de Atlantis y ver qué se encontraban. A decir verdad, Hellboy no tenía ni idea de en qué situación estaría todo al llegar. Arión había perdido el juicio aunque si era verdad lo que decían de que le había poseído un demonio le cuadraba más, aunque también era más peligroso. Conocía los poderes del atlante y muy fuerte tenía que ser un demonio para controlarle y retorcerle la mente lo suficiente como para que hiciese todo aquello. Ya era hora de coger el toro por los cuernos, y les tocaba ensuciarse las manos. O por lo menos él tenía muy claro que si se las debía ensuciar no lo dudaría.

Hellboy se subió a lomos del enorme pegaso de Brunilda y despegaron. Nunca había montado en pegaso y la sensación fue curiosa. De hecho, no recordaba haber visto un pegaso vivo en su vida. Solo en las historias y en las pinturas. Lo único que sabía de ellos era lo que había podido leer o escuchar. El grupo se puso en camino, montando en extraños seres reptilianos cuya apariencia erizaba los pelos de la nuca. Esa era la clase de criaturas a las que estaba más acostumbrada el demonio. Pero la mente de Hellboy no estaba puesta en aquellos seres, sino en lo que le esperaba. Arión sin duda les atacaría con todo, y ya había sufrido varios embrujos a lo largo del viaje. Lo que pudiese lanzar sobre ellos el atlante al estar directamente podía ser prácticamente cualquier cosa: volver a convertirles en trogloditas; reducirlos a cenizas; encerrarlos en alguna celda oscura... Y tampoco se desenvolvía mal en combate cuerpo a cuerpo. Manejaba muy bien la espada, hasta el punto en que no sabía si sería capaz de vencerle. Hellboy era un buen espadachín, pero el atlante había tenido miles de años para practicar. Miró al grupo desde lo alto y se mantuvo serio todo el viaje. Aunque allí había buenos guerreros como Blaze o la valquiria no sabía si podrían ganar. Les tocaría trabajar en equipo, y era algo que no había ido muy bien hasta ahora.

Cuando por fin llegaron a la ciudad unas enormes murallas les dieron la bienvenida. Eso y la alarma que fue dada al instante. Unos soldados con cabeza de chacal parecidos al dios Anubis custodiaban las enormes puertas. El demonio no debería tener problema con esos seres. Se había enfrentado a cosas peores. Eso fue hasta que un ejército entero fue asomándose por encima de las murallas, apuntándoles con cientos de flechas. Perfecto. Salir del fuego para caer en las brasas. Aunque Hellboy sanaba más rápidamente que un humano normal y con su brazo podía proteger su cabeza, ser atravesado por varias flechas nunca es agradable, y no le apetecía convertirse en un queso. Y por fin, tras unos breves instantes, apareció Arión. Allí estaba, en lo alto de la muralla, mirándoles con orgullo y desprecio, mientras se marcaba un casi ensayado discurso. Lo más probable era que les hubiese estado esperando, y ahora era su momento de soltar todo lo que tenía. Y por supuesto, nada más acabar, a Constantine le faltó tiempo para soltar su discursito. Hellboy puso los ojos en amarillo porque, aunque sabía que el rubio tenía razón, le importaban una mierda los dicursitos de turno. De hecho, odiaba cuando el típico demonio creído le soltaba alguno a él. No le daba tiempo a terminar la mayor parte de las veces por puro agotamiento, y que se pusiesen ahí a soltar toda esa perorata le daba dolor de cabeza. Brunilda le siguió, más breve y menos agresiva.

- Bueno, espero que ese fuese el último discurso. A mí me importa una mierda lo que hagas o dejes de hacer con Dalae o contigo mismo, ¿pero mandar el mundo entero a la edad de piedra? Joder macho, sí que se te ha ido la cabeza... Estamos aquí para ayudarte, pero si no nos dejas ayudarte tendremos que hacerlo a la fuerza, y sabes de sobra que lo haremos... Ahora te damos nosotros la oportunidad de dejarte que te ayudemos. Eso de usar a otros para que luchen tus batallas no es propio de ti, lo sabes de sobra... Y si estoy aquí es porque sé que aún queda parte del Arión al que ayudé ahí dentro. Tú eliges, querido amigo, pero recuerda que no eres el único que ha sufrido...- El demonio no era dado a discursitos, y estaba muy dado de las pelotas. Si podía evitar pelear lo haría. Y sino, bueno... Pues hora de repartir tortas.

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Johnny Blaze

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Al parecer las cosas no iba a acabar con una pelea a muerte. Brunilda pudo guardar su espada momentáneamente (aunque algo me dice que tal vez no sea buena hablarle de mi religión), la pequeña trata de los asgardianos invisibles no causo ningún problema (¿En serio nadie noto que les faltaba un miembro?) y la lengua de plata de Constantine nos volvió a salvar la vida. Quizas debía dejar de preocuparme por el bienestar del equipo, al fin y al cabo las cosas estaban saliendo bastante bien (mas o menos); supongo que es debido al hecho de que casi estamos al borde del exterminio cada dos minutos y algunos son un tanto mas irascibles que otros. De todos modos ya no importaba: por el motivo que fuese los hombres animal nos había revelado la historia detrás de su actual estado: todo culpa de Arion. Bueno, si era cierto lo que decían del demonio, entonces era su culpa, pero de momento la teoría principal apuntaba a que culpásemos a Arion, quien aparentemente nos había devuelto a todos al paleolítico, ya fuese por accidente o intencionalmente. La cagada estaba hecha independientemente de la intención. Y como si eso no fuera poco, resulta que el señorito atlante estuvo experimentando con formas de vida para lograr mejorar las especies (como en cualquier película de miedo clase B)...La verdad no supe que pensar al respecto. Ya sabia que mi buen amigo el hechicero no estaba en sus cabales, pero aquello era otro nivel completamente. No podía creerlo; o mas bien no quería creerlo, por que significaría aceptar una verdad mucho mas horrible para mi: tal vez acabaría teniendo que matarlo. Al menos ahora sabíamos que le habían pasado a los pobres de Namor y sus atlantes (bueno, mas pobres los atlantes que Namor, mejor dicho). La buena noticia era que ya teníamos transporte: caballos mutantes. Bueno, ellos, yo me quedo con mi clásica moto llameante que se ve de puta madre.

Y empezo el viaje....

...y termino el viaje. POR. PUTO. FIN. Eso de tener que reducir el paso para no separarme demasiado del resto del grupo era un coñaso. Sobra decir que soy un fanático de la velocidad (si, deben estar atónitos por la noticia) y la idea de tener que reducir el paso para esperar a los demás en vez de pegar un aceleron y llegar en cosa de segundos se me hacia bastante fastidiosa. Pero cuando el mundo esta en juego, hay que tomar medidas drásticas; que no digan que todo se fue a la mierda por que no pude esperar a los demás y se me ocurrió la idiotez de ir a pelear contra Arion solo. Al menos me dio tiempo de transformarme en el Ghost Rider otra vez, esta vez sin sensaciones raras de ningún tipo, aunque no podía escuchar al voz de Zarathos (tendrían que haber visto la reacción de los hombres animal; una lastima que todavía no se hubiesen inventado las cámaras). Y cuando llegamos a la ciudad...allí estaba el anfitrión principal. Curioso que con toda la droga demoníaca que tenia encima siguiera pareciendo tan noble y elevado. Pero ahí estaba el tema: por fuera parecía noble y elevado, pero para aquellos como yo capaces de leer su alma...era un mundo de diferencia. Una escalofriante diferencia. El discursito amable y el lenguaje refinado no me engañaban. La sangre de los inocentes manchaba su alma. Sangre, bilis, liquido encefálico; todo lo que pueda brotar del cuerpo de alguien si le das una paliza, por decirlo figurativamente. No necesariamente muerte, pero si mucho sufrimiento pesaba sobre los hombros del Sumo Sacerdote. Solo hacia falta ver las locuras que nos dijo, dándonos la oportunidad de escapar; eso ya de por si es una locura teniendo en cuenta todo lo que seguramente tuvimos que aguantarnos para llegar hasta aquí (y digo seguramente por que no recuerdo el 80% del viaje mínimo).

Pero lo segundo que dijo, eso si me dejo un mal sabor de boca. Un ejercito de inocentes. Era verdad, ahora que él lo mencionaba, podía sentirlos. Muchos de ellos, demasiados para contarlos en el momento. Los números no me preocupaban, sino la cantidad de bajas. Un ejercito contra nosotros quizás hubiese sido desventaja para el ejercito ¿Pero uno que no íbamos a matar? No teníamos oportunidad. O bueno, yo no al menos; se que hay un par en este grupo que gustosamente sacrificarían a muchos de esos para salvar su pellejo. Constantine fue el primero en hablar y...expreso bastante bien lo que pensaba, de hecho. Para alguien condenado al Infierno, el ingles si que sabia dar discurso. Casi podría decir que me robo las palabras de la boca ¿La hipocresía de hablar de cobardía cuando te escondes detrás de un ejercito de inocentes? Dicho ¿Recriminarle los inocentes que mato cuando habla de justicia? Listo ¿Decirle que se meta la oferta por el culo? Incluso ese, también dicho. Mierda, me estaba quedando sin material para responderle.  La siguiente fue Brunilda...esta bien, posiblemente no hubiese dicho casi nada de lo que ella dijo (particularmente todo lo referente a Asgard, que fue casi todo), pero fue un buen discurso de todos modos. Y luego Hellboy...lo mando todo a la mierda. Por eso me caes tan bien Rojo, ya me estaba hartando de tanto hacer tiempo. - Lo siento Arion, tu sabes que me daría la vuelta en cosa de dos minutos y me iría a tomar una cerveza si por mi fuera....- Dije, completamente relajado, mientras le daba una mirada a los presentes, haciendo especial hincapié en los asgardianos invisibles a quienes todavía podía detectar.- Psss, creo que ya los vio, pueden sacarse la capa de Harry Potter.- Les "susurre", y luego de vuelta al atlante.-...solo tengo dos problemas con eso. Numero 1: tu mandaste todas las cervecerías a la Edad de Piedra. Numero 2: la sangre de los inocentes mancha tus manos, demasiado, y no me dicen el Espíritu de la Venganza por nada.- Se escucho el sonido del rugir de mi moto, y mis manos comenzaron a llenarse de fuego.- Es como dice Hellboy. Si te rindes ahora, nadie tiene por que salir herido, quizás hasta podamos prenderle fuego a la asgardiana luego y todo.- Por el tono de voz que tenia como Ghost Rider, hubiese sido difícil saber si bromeaba o no.- Si no...bueno...sera cuestión de ver si necesitas estar consciente para manejar a tu ejercito. No es un amenaza, no te confundas. Solo un buen amigo, pidiéndole a otro POR FAVOR, que nos evite a todos una pelea innecesaria.
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Dalae no fue consciente de que habían llegado a Atlantis hasta mucho después de que el grupo divisara las murallas. ¿Cuánto tiempo llevaban viajando en su busca? Demasiado, de eso podían estar seguros. Pero, ahora, todo estaba a punto de terminar. Volando unos, cabalgando en aquellas criaturas otros, se acercaban al principio del fin de aquella aventura. Quién habría dicho que llegarían todos vivos a aquel punto de la historia, después de todos los problemas que habían tenido que afrontar. Y, aunque muchos de ellos habían sido causados por Arión para retrasar lo inevitable, también había otros que se habían buscado ellos solos. Porque, a pesar del tiempo transcurrido, aún no habían aprendido cómo colaborar entre sí. Por mucho que durara la aventura, seguirían sin estar unidos, formando un equipo. Y eso era algo que ni todos los dioses atlantes juntos podían arreglar.

Al alba, Atlantis recordaba inevitablemente a la ciudad de Asgard. Las murallas inmensas, el brillo dorado de la puerta al sol, que empapaba cada rincón... Por un momento, Dalae se sintió en casa. Una casa en la que nadie la quería, y a la que quizás no podría volver hasta que el Ragnarok llegara y acabara con el mundo tal y como los asgardianos lo conocían. Llegado ese día... Tan sólo les quedaría aguardar a su siguiente nacimiento, y esperar tener más suerte en la vida esta vez. Pero no por eso había dejado de echar la Ciudad Dorada de menos. A pesar de todo lo ocurrido... Rara vez se había sentido tan en paz como dentro de sus murallas de piedra. Cuando no era más que una niña que no sabía nada.

Atlantis, sin embargo, transmitía una sensación muy diferente. Era el único lugar realmente civilizado de Midgard, pero aún así, un halo inhóspito y hostil la rodeaba. Sus guardianes, al igual que el grupo de criaturas que los acompañaban, tenían la cabeza de animal, y una tendencia poco sana a gritar y apuntarles con todas las armas que tuvieran. Sin embargo, allí acababa toda similitud: Todos ellos eran chacales, estaban mucho mejor organizados... Y, a todas luces, servían a su creador. Ciegamente, sin darse cuenta de que ese mismo creador les estaba haciendo daño, les estaba utilizando. Como piezas en el tablero, esperando a ser movidas o sacrificadas. "-Aunque en eso no son tan diferentes a nosotros..."-Pensó, recordando la facilidad con la que los asgardianos se lanzaban a morir o matar en las batallas de Odín, ansiosos de llegar al Vallhalla. ¿Les habrían prometido lo mismo a los chacales? Dalae lo dudaba mucho. Simplemente... Le costaba imaginar a Arión mintiendo así. Era un pensamiento absurdo, sabiendo todo el daño que había hecho al mundo. Pero aún así, una parte de ella se resistía a pensar que el atlante hubiera acabado usando los mismos medios que Loki y ella. No podía haber caído tan bajo.

"-¿No? Ahora lo veremos..."-Musitó Raden, observando con atención las almenas. Ahri'ahn, el Sumo Mago de Atlantis, había llegado. Y con él, un discurso lleno de amargura, que ofrecía la paz a todos... Menos a ella. -¿Qué ocurre, Dalae? ¿Estás demasiado avergonzada por lo que me hiciste como para dejarte ver? ¿O acaso es cobardía? Ya tuve ocasión de comprobar que prefieres atacar por la espalda, cuando tu objetivo no puede defenderse.-Loki pudo notar cómo su aprendiz se tambaleaba a su lado, como si acabara de recibir un golpe demasiado fuerte. Por un momento, su expresión de absoluta tranquilidad se rompió, mostrando lo que había debajo. Horror, sorpresa, culpabilidad... Una mezcla de emociones que llevaba un tiempo cobrando vida en su interior, rompiéndola desde dentro. Pero la asgardiana fue rápida, y volvió a ponerse la máscara tan pronto como se dio cuenta de que los dos hechiceros podían verla. No podía permitir que se notara cuánto le habían dolido esas palabras.

¿Cómo iba a enfrentarse a Arión, si él notaba que podía herirla tan sólo diciéndole la verdad? Nadie debía saber que estaba tan afectada que apenas oyó los discursos de sus "compañeros", respondiendo con bravatas del mismo calibre a las que había lanzado el mago. No necesitaba oírlos para imaginar qué decían: Constantine, el mago de las palabras, estaba haciendo una de las mejores actuaciones de la temporada. Brunilda estaba intentando exhibir de nuevo su absoluta superioridad moral. Hellboy esgrimía el sentido común, y Dalae juraría que alguien había propuesto quemarla. Toda su atención, en cambio, estaba centrada en la figura del nuevo gobernante de Atlantis. Había algo en él... Algo que fallaba. ¿Dónde estaban sus amuletos? Más allá de la espada que pendía de su cinturón, Arión parecía totalmente... Indefenso. Dalae sabía por experiencia propia que él dependía de sus anillos, collares y brazaletes para canalizar su magia: Por eso habían sido su objetivo la primera vez. Quizás no pretendiera luchar en realidad, confiando en que ellos se rendirían en sus condiciones, o quizás pretendía dejar todo en manos de su inmenso ejército. O quizás.... Había retrocedido él también, recuperando el poder que lo había convertido en uno de los hechiceros más poderosos de Midgard. La posibilidad de que ya no necesitara más que sus manos para destruirlos a todos era aún más escalofriante ahora que Arión estaba frente a ella.

Pero plantearse eso ya no servía de nada. Igual que no servía de nada seguir escondiéndose de alguien que podía verla de todas formas. Soltó la mano de su maestro y dió un par de pasos al frente, abandonando el amparo que le ofrecía el hechizo de invisibilidad. -No queremos luchar contigo, Arión. No tiene sentido convertir esto en una batalla en la que todos saldremos perdiendo.-A Dalae no le importaban en absoluto los chacales, era un hecho. Pero nunca le había gustado derramar sangre sin motivo, y esos atlantes, simplemente, no tenían por qué morir. Había otra salida. -Sé que te hice algo imperdonable, y... No me opongo a que te vengues de mí como creas mejor. Pero eso no es lo importante ahora, sino lo que le has hecho a este mundo. -Por un momento, su voz sonó diferente. Más queda, más ausente, como si le hubiera costado encontrar dentro de sí la sinceridad que quería imprimir a esas palabras. En uno de los rincones más recónditos de su mente, sabía que se sentiría más tranquila una vez hubiera saldado la deuda que había contraído con Arión al traicionarle. Y, además... No era sólo ella. De alguna manera, sentía que no sólo quería acallar sus remordimientos, sino también permitir que el mago atlante se resarciera. Nunca habría creído pensar de esa manera. -¿Por qué devolver todo a la Edad de Piedra? Quizás la Atlántida haya vuelto a ser lo que era, pero... No puede durar para siempre. Antes o después, de una manera o de otra... Volverá a caer.-Para Dalae, y para cualquier asgardiano que se preciara, estaba muy claro. Arión en ese momento era como un niño, guardando su castillo de arena junto al mar. El castillo estaba bien moldeado, decorado con conchas y rodeado de algas: Parecía tan sólido que nada podría romperlo. Pero, sin embargo, la marea siempre acababa subiendo en el peor momento. El temido Ragnarok siempre llegaba. Y el niño se veía obligado a ver cómo su castillo era destruido, sin poder hacer nada para detener la fuerza del océano. Pero, a diferencia de los asgardianos, Arión sobrevivía una y otra vez al fin de todo, único testigo de lo que una vez fue y jamás volvería a existir. -¿Realmente merece la pena hacer sufrir a tantas personas por eso? Ni siquiera tú puedes cambiar así el mundo, Arión. Lo único que se puede hacer es dejar que las cosas sean como tienen que ser. -Nadie podía salvar Atlantis para siempre. Pero... No todo estaba perdido. Arión aún podía quitarse la venda de los ojos, aún podía salvarse.

Dalae dirigió una mirada de reojo a su maestro, que permanecía detrás suyo. Quien no la conociera, no sabría siquiera que había hecho algún gesto. Pero Loki ya había visto esa mirada antes: El día que se habían conocido, cuando Sasha había sido poseída por Venom... Más que una mirada, era una súplica, un rezo silencioso dirigido al más sombrío de los dioses nórdicos. El único que podía devolver las aguas a su cauce, y continuar con el plan que se llevaba fraguando desde el momento en el que Arión contrajo la maldición.

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Dalae era la única en aquellos instantes capaz de atravesar todas las ilusiones y mentiras para ver a Loki. Y fue la única en ver cómo el dios asgardiano ponía los ojos en blanco tras tener una discusión mental con Brunilda y John Constantine a la vez. Por suerte, el segundo le hizo más caso que la primera.

— Se llama estrategia, querido. Voy a mantenerme invisible hasta que lleguemos con Arión, y entonces no verá de dónde le llega el golpe de gracia... ¿Entiendes ahora porqué necesito que seas tu quien hable?— explicó con cautela el embaucador, directamente en la cabeza de Constantine.

El dios alzó una ceja al ver como la conversación fluía con naturalidad. Incluso la sangre demoníaca de Hellboy se había calmado, y ahora se dedicaba a dar lecciones de vida a nuestra querida Valquiria. Arturo parecía aburrirse de la conversación y se moría de ganas por entrar de una vez en combate, y mostrarle a todos sus habilidades místicas. Por su parte, Johnny Blaze tenía ganas de lo mismo pero sólo para que se terminara ya ese maldito infierno de la involución.

Los hombres con cabeza de animal aceptaron la ayuda de los desconocidos y les ofrecieron la posibilidad de montar unos unicornios con escamas para llegar lo antes posible a la ciudadela. Loki y Dalae no necesitaron su ayuda, puesto que podían seguir al grupo volando perfectamente a la misma velocidad. La inquietud del hechicero provenía más bien de su reserva mágica. Ya había gastado dos conjuros que requerían un esfuerzo de mantener, y por eso se limitó a gastar lo mínimo indispensable para tenerlos activos durante el resto del día. Era más conveniente así, sobretodo si quería usar el factor sorpresa a su favor. El otro motivo era algo que sólo otro mago entendería. Mantener un conjuro necesitaba menos potencial mágico que volverlo a realizar por segunda vez. Y estaba tratando de reservar toda magia posible para el combate previsto.

Cuando Loki avistó a lo lejos la hermosa ciudad fortificada, sintió un leve cosquilleo en el estómago. Estaba inquieto, excitado, la sangre divina hervía caliente bajos sus venas. El dios del caos sentía la emoción previa al combate y dejaba que la adrenalina le poseyera. Sus pupilas esmeralda se dilataron levemente, y disfrutó de la sensación del momento con cada uno de sus poros. Sobretodo cuando vio aparecer la figura de Arión por encima de la puerta principal. El embaucador mojó sus labios con su lengua viperina. Cuánto había deseado que llegara el momento en que se las devolvería todas juntas… ya no había marcha atrás. Aquí y ahora, ese grupo de improvisados héroes iba a salvar el mundo y a devolver el tiempo a su estado natural. No había lugar para el fracaso. Loki lo sabía bien, pues quien traería el final de todas las cosas… quién iba a brindar con la copa carmesí del Ragnarok, no era otro que él mismo.

La palabrería de Ahri’Ahn le aburría. Estaba tratando, de alguna manera retorcida, de evitar la pelea. Quería tener de su parte al resto del grupo haciéndoles promesas vacías. Era una broma de mal gusto… ¿Dejarles marchar con vida? ¿Y a dónde irían ahora sí el único lugar civilizado era aquella condenada fortaleza?

El Atlante quería a alguien a cambio de dejar al grupo con vida. Dalae. Previsible. Sí, pero no iba a dejar que algo así sucediera. La vida de su aprendiz le pertenecía de arriba a bajo. Y no estaba dispuesto a entregarle algo tan valioso. Provocaría un enfrentamiento. Por su puesto, para eso habían venido. Y posiblemente cientos de atlantes inocentes perderían la vida en aquella batalla. A él no le importaba ninguna otra que no fuera la suya. Todo el mundo lo sabía.  

Dejó que el resto de sus compañeros hablaran mientras analizaba todas las posibilidades de combate y trazó mil planes distintos en su cabeza. Eliminaba rápidamente los que podrían salir mal y analizaba en profundidad los que podrían salir bien, preparando planes A, B, C y los que hicieran falta por si algo no salía como lo había planeado.

Lo cierto es que no esperaba un discurso ético y moralista de la boca del mismísimo John Constantine. A Loki le gustó tanto que incluso se puso a aplaudirle a pesar de que posiblemente no supieran de dónde venían los aplausos por culpa de la invisibilidad. Brunilda le siguió con valientes palabras, dignas de su linaje, y Hellboy se hartó de los discursos y se fue a lo práctico. Todas sus actuaciones predecibles, menos la de Blaze, que tuvo la indecencia de dirigirse al dios del caos sin su permiso. De todas formas, ¿Qué demonios era Harry Potter?

Pero nada de eso importaba. Que Arión le viera pesar de la invisibilidad era un pequeño inconveniente, pero la distracción seguiría funcionando para sus aliados, los cabeza-chacales. Con lo que no contó fue con la exagerada reacción de su siempre impasible aprendiz. Dalae parecía más pálida de lo normal, y le dedicó a su maestro una mirada llena de súplica. Así pues, el hechicero caminó tranquilamente dos pasos por delante de sus compañeros y se dirigió por primera vez al mago Atlante.

—Oh, nononono. Esta vez te equivocas, querido Ahri’Ahn. Tienes algo contra mí, aunque no lo sepas... — empezó, de forma pausada y pensativa—Puede que no me conozcas, pero yo sí sé muchas cosas de ti. Soy el maestro de Dalae, y fui yo quien le ordené que te traicionara…— de pronto, Loki entendió aquel tono amargo que usó el Atlante para referirse a su aprendiz. Y también la reacción dramática de la mujer de hielo — Vaya… ¿No me digas que te habías encariñado de ella?

La chispa ya había saltado y ahora solo hacía falta prender la yesca. A Loki le encantaba jugar con fuego, y la provocación era lo que mejor se le daba.

—  ¿Crees que tu ejército de descerebrados nos intimida? Nada de eso. Serás tu quien deberá suplicar por su vida...

De pronto, a las filas de Rodunn se unieron un número considerable de hechiceros asgardianos. Un pequeño ejército de Lokis capaces de pensar, actuar y realizar los mismos conjuros que el verdadero. Tenían un tiempo limitado, como todo hechizo, pero gracias a ellos crearía una gran confusión a la hora de diferenciar el verdadero Loki del resto, que seguiría aún invisible. Se escabulliría del del combate y se acercaría a las espaldas de Arión para realizar su ataque sorpresa. Para ello contaba con la ayuda de sus compañeros y especialmente con la de Dalae, ¿Quién podría ser mejor cebo?, y Razor, el dragón del Este, que poseía la gema capaz de eliminar la magia de su alrededor. Le regalaría un poco de su magia de levitación para que Arturo pudiera acercarse más fácilmente a Arión, y así el Atlante no tendría ningún tipo de protección contra el vil y traicionero ataque de Loki. Y para lograrlo, el más poderoso hechicero de Asgard no necesitaba el uso de la magia. Contaba con un as en la manga para ejecutar su plan...

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Elissa Stavridis
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Palacio de Arión, Atlantis.
Amanecer.

 [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019] - Página 2 Dormitorio

La luz le hirió los ojos a través de los párpados, haciendo que los últimos retazos del sueño se disolvieran. Luchó unos segundos por retener las imágenes, pero fue inútil. El despertar las arrastró como la marea que se retira de la orilla.

Cuando al fin miró a su alrededor, la sobresaltó encontrar al atlante sentado a su lado, quieto y grave como una estatua de piedra. Dio un respingo. ¿Cuánto tiempo llevaba allí? ¿Qué quería de ella?

Como dando respuesta a las preguntas que acudieron a su cabeza, Arión habló en tono sombrío.

- Ah, bien... Estaba a punto de despertarte -dijo. Su expresión y sus gestos denotaban que algo no iba bien-. Ha llegado la hora, Elissa. Mis enemigos, aquellos que te mostré en la esfera mágica meses atrás, finalmente han llegado.

La griega los recordaba. La guerrera rubia y la hechicera morena; el niño de ojos verdes; el gigante de hielo; la calavera encendida en llamas; el joven albino del parche. Con ellos viajaban Hellboy, Deadpool y John Constantine.

Hacía unos meses, Elissa había sentido esperanza al contemplarlos en la visión de Arión. En aquel momento, estaba horrorizada por todo lo que el atlante era capaz de hacer, y esperaba que lo detuvieran, que lo hicieran entrar en razón... incluso había contemplado la posibilidad de que lo mataran, si no quedaba nada que salvar. Siendo sincera, nunca le había gustado esa opción. Por eso, a medida que pasaban los días y los enemigos no llegaban, había empezado a albergar algunas esperanzas. No tendría que enfrentarse a esa situación, habría otra manera de que el atlante enmendara sus errores. Pero ahora, a la luz del amanecer, creyó comprender lo que cualquiera vería al mirar a su Maestro, al poner sobre la balanza sus acciones de los últimos meses. Y sintió el peso del ανανκη* sobre Arión, como un ave gigantesca que descansara sobre sus hombros.

Se preguntó si él lo percibía también.

- Tengo que ir a recibirles; después de todo, han realizado todo este viaje sólo para verme, ¿no? No debemos decepcionarles -su Maestro se puso en pie, arreglando sus vestiduras con el aplomo de alguien que se dirige a una cita importante. Tensa, con un nudo de ansiedad en el estómago, Elissa leía las señales en silencio. -. Pero, antes de irme, quería darte algo.

-Dámelo cuando regreses, Κύριος** - dijo, en un vano intento de obtener una garantía.

Por toda respuesta, él le entregó otra de las cosas que Elissa había pedido al derrumbarse, meses atrás. La forma de devolver su naturaleza humana a los hombres chacal.

Aquello disipaba las últimas dudas.

-No... - musitó.

Hasta aquel momento, podría haber pensado que Arión se planteaba la muerte como una posibilidad. Al fin y al cabo, iba a enfrentarse a nueve oponentes, dioses y mortales, todos decididos a derrotarlo. Morir era un desenlace posible; aceptarlo como tal era un reconocimiento a la fuerza y la determinación de sus enemigos.

Pero, ¿por qué revelarle la forma de destruir su ejército, si pensaba que había alguna opción de regresar? Aquello no era un regalo, sino un testamento. Y ella no lo quería.

Arión se colocó la espada en el cinto. Elissa lo oía hablar, y su mente registraba los tiempos verbales pasados, los futuros. “Tuve que, estaba convencido...”, yo. “Contigo no hará falta, no tendrás que...”, .

-Estás abandonando a tu reino -susurró; un reproche fruto de su propio pánico.

- Cuando yo ya no esté... ocúpate de volver a convertirlos en personas. Elissa -ella negó con la cabeza, mientras él la tomaba de las manos-; creo que, durante estos meses, he aprendido de ti casi tanto como tú de mí. No me arrepiento de lo que hice, aunque es irónico. Quería ser un héroe y sólo conseguí que me vieran como a un villano. Así que... imagino que debo darles lo que tanto esperan... Es hora de escribir el último capítulo de ésta triste obra. Adiós... y gracias por todo.

Las palabras de despedida no cambiaron nada. Hacía mucho rato que se estaba despidiendo de ella. Estaba distinto; ya no era el hombre que creía hacerlo todo bien. Había decidido. Y su ademán dejaba entrever que nada de lo que ella dijera iba a retenerlo. Porque, como digno heredero de Patroklos Sarántos, podía abandonarla cuando quisiera.

-No me hagas esto... -dijo. Quería que sonara como una advertencia, pero fue más parecido a una súplica.

Quería echárselo en cara. ¿Por qué la había sacado de su mundo, si su intención era abandonarla en aquella tierra maldita, alejada de su época y de todos aquellos a los que conocía y amaba? ¿Por qué se había ofrecido como su Maestro, si pensaba dejar las lecciones sin concluir? ¿Y por qué tenía ella tantas esperanzas en aquella figura distorsionada? Tal vez ése fuera el verdadero problema, sus propias expectativas.

Tal vez su hado fuera no tener nunca un padre.

-εις το επανιδείν*** -dijo, con un hilo de voz, mientras él la besaba en la frente.

Se aseguró de mantener la cabeza inclinada mientras se iba, para que el cabello ocultara su rostro. Lo oyó cerrar la puerta y detenerse un instante al otro lado. Después, sus pasos se alejaron.

Pasaron unos segundos de tenso silencio, sólo interrumpido por su respiración entrecortada. Se sentía tan triste como furiosa, o esa emoción que era híbrida de ambas. Impotente. No quería que él ganara. Si lo hacía, seguiría atrapada en aquel reducto de civilización, rodeada de siervos temerosos y sometida a los principios megalomaníacos de Arión. Pero tampoco deseaba la muerte del atlante.

Entonces, se le ocurrió que podía hablar con John. O con Wade. O con Rojo. Explicarles lo que sabía. El demonio en la piedra, la historia de Lori Lemaris. Como si la idea le hubiera infundido vida, se incorporó de súbito y corrió a la puerta, sólo para encontrarla sellada mediante magia.

-Βλασφημία!!!**** -espetó. Aquellos conjuros tenían la huella de Arión, y su maestro era más poderoso que ella. Era imposible que su magia los traspasara.

No sabía si quería atraparla o protegerla. Pero no quería quedarse. Y estaba cansada de que el atlante tomara todas las decisiones por ella.

Se volvió hacia la otra única salida, el balcón. Trató de medir la distancia que la separaba del jardín, y sintió una punzada de vértigo. Eran unos treinta metros, una altura nada despreciable para alguien que no podía volar, y que no tenía demasiada confianza en la escalada. Ninguna palmera crecía lo bastante cerca de su ventana como para encaramarse directamente a ella. El tres veces maldito Arión habría pensado en ello si fuera así, sellando también aquella salida.

Pero, por muy evolucionada que estuviera la cultura en Atlantis, su maestro no había visto suficientes películas.

Elissa volvió al interior de la habitación y sus ojos recorrieron el mobiliario. La cama, con sus sábanas de seda. Las cortinas. El armario de las túnicas. Lo sacó todo de su lugar, amontonándolo a sus pies en una pila multicolor de telas. Entonces se sentó y empezó a anudar una pieza a la otra, apretando tanto los nudos como fue capaz. Su vida, o al menos su integridad física, dependían de aquella cuerda improvisada.

Por una vez en su vida, la griega encontró utilidad a tener tantos ropajes a su disposición. Tomó un extremo de la cadena y lo ató con firmeza a la base de una columna. Aquél fue el nudo que revisó más veces, como aquejada de una forma aguda de trastorno obsesivo compulsivo. El otro extremo lo ató a su cintura, y también le dedicó varias comprobaciones antes de acercarse al ventanal.

En las películas, todo parece muy fácil. La heroína nunca tiene vértigo. La confianza en la cuerda es ciega, antinatural. En la realidad, había tantas cosas que podían salir mal que se le revolvía el estómago. Los nudos podían deshacerse; los hilos, romperse o desgarrarse. Y, más difícil aún, hacía falta anular decenas de barreras lógicas, el mismo instinto de supervivencia que le advertía que no lo hiciera. Treinta metros era el equivalente a un noveno o un décimo piso.

Elissa se quedó mirando el suelo, como hipnotizada, sintiendo el abrazo de la tela alrededor de la cintura. Respiró hondo y contó hasta treinta, ese tipo de cosas que se supone que deben calmarte. Evidentemente, no funcionó. Su pulso seguía latiendo desbocado. Finalmente, decidió encomendarse a Atenea, quien probablemente desaprobara aquella muestra de imprudencia.

-ἡ φύσις οὐδὲν ποιεῖ ἅλματα***** -susurró, con cierto deje irónico, antes de apartar todo pensamiento coherente de su mente y empezar a bajar, descolgándose progresivamente bajo la máxima “no mires abajo”.

Tuvo suerte. No hay otra forma de describirlo. Cuando la cuerda resbaló entre sus manos apenas quedaban unos metros hasta el suelo. Se rascó las rodillas y las palmas; nada irreversible. Miró a su alrededor, tratando de reconstruir la imagen tridimensional del palacio en sus recuerdos. ¿Adónde habría ido Arión a recibir a sus enemigos? A las murallas de Atlantis. ¿Y cuál era el camino más corto hasta allí?

Mientras tomaba una dirección, comprendió que ir sola y desarmada no era la mejor opción en un campo de batalla. Pensó en emplear el conocimiento que su maestro había vertido sobre ella y devolver la humanidad a uno de los guardias, pidiéndole que la acompañara. Pero no sabía si tenía tiempo para eso. Hacía mucho rato que el atlante se había marchado. Tenía que hacerlo de otro modo, aunque no le gustaba que fuese así.

-Lord Arión ordena que me acompañes y protejas -le dijo a uno de los guardias-chacal, con toda la autoridad de que fue capaz. Esperaba que el mago, con los preparativos de la batalla, no hubiese considerado necesario pedirles expresamente que la vigilaran.

--------------------

*Los griegos llamaban al destino «ανανκη » (Ananké) y lo consideraban una fuerza superior no solo a los hombres sino incluso a los mismos dioses. El destino era personificado por la diosa Moira, rebautizada como Fatum en la mitología romana.

**Kýrios: Maestro.

***Eis to epanideín: hasta que nos volvamos a ver.

****Vlasfimía: maldita sea.

*****Hē phýsis oudèn poieî hálmata: “La naturaleza no da saltos [bruscos]”. Frase atribuída a Carl Von Linné que refleja el principio de la filosofía natural desde la época de Aristóteles.

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Escuchó, uno a uno, lo que tenían que decir, levitando en el aire con los brazos cruzados al pecho, con expresión neutra. No se alteró ni inmutó en ningún momento, ni ante los descarados insultos de Constantine ni ante las amenazas de Brunilda y Hellboy. Únicamente se permitió alzar una ceja ante los comentarios que le hizo Johnny. ¿Sangre de inocentes? ¿Qué inocentes? Tan sólo había matado a tres personas: a Arthur, al ladronzuelo desvergonzado de París y a la dueña de la tienda que había empezado a gritar cuando lo hizo.

El primero había llevado a su pueblo a la ruina, cada una de sus decisiones más nefasta que la anterior. La pérdida de su hijo y el divorcio de su mujer le habían afectado hasta hacer de él alguien incompetente para el cargo que ocupaba. Se dejaba llevar por impulsos, no reflexionaba, y durante la guerra contra Namor había tenido que estar arreglando sus despropósitos para evitar que las tropas de los homo mermanus les barrieran por completo. Los atlantes estaban, sin duda, mucho mejor sin él, pero le profesaban un cariño inmerecido y subjetivo que les había impedido comprender la realidad. Él había tenido que tomar la decisión por ellos.

Tampoco se podía decir que el ladrón de París fuera precisamente inocente, y la mujer de la tienda... Lo único que había querido era que dejara de gritar....

Los seres humanos habían dejado de apreciar lo que hacía para ellos hacía mucho, todos los sacrificios que durante siglos había realizado, todo para lograr su bienestar... y así se lo habían pagado, olvidando a los dioses antiguos, entregándose a la adoración de nuevos y falsos dioses de neón, regocijándose en el consumismo, el vicio, la codicia y el ansia de poder, matándose unos a otros por cosas tan pueriles como el dinero... Había salvado a aquella mujer de que la robaran, y así se lo había pagado. Se había dejado llevar por la rabia... Había perdido el control, sí, pero era entonces cuando había comprendido que tenía que hacer algo para devolver a la humanidad al camino correcto, para enmendarles. Precisamente había convertido a los atlantes en chacales fieles para no tener que matarles, porque no lo merecían... Sólo estaban equivocados, igual que lo había estado aquella mujer.

Johnny siguió hablando y diciendo tonterías. ¿Prenderle fuego a la asgardiana? Oh, ahí también se equivocaba, de extremo a extremo. Arión no quería muerta a Dalae, no. La amaba, aunque hasta ahora no había sido capaz de reconocerlo. En el transcurso del viaje había intentado matarla varias veces, pero ahora que la tenía delante, y desde el primer momento en el que había vuelto a notar su familiar rastro de energía mágica, se había sentido... como si le faltara el aire. Era curioso; les había dicho que la asgardiana le había robado sus objetos mágicos, en plural, y después les había dicho que ella tenía algo que le pertenecía, en singular. Se había referido a su corazón, pero parecía que nadie había sido capaz de pillar la referencia.

Y entonces ella, la única que importaba de todos los presentes, se adelantó y habló. Y su expresión se dulcificó ligeramente al escucharla. No, no le guardaba rencor... El ritual le había invertido el alineamiento, pero no había llegado a cambiar por completo su personalidad, y él nunca había sido propenso al rencor. En aquél momento habría querido acariciarle la mejilla, besarla, hacerle saber que nada de lo pasado importaba... pero no era posible, claro. No en aquellas circunstancias.

- ¡Arión! -se volvió a mirar al que así le interpelaba: Razor-. Ya está bien, a pesar de lo que puedas creerte, no eres el más grande y jodido hechicero de tu era -le espetó-. El más grande hechicero es alguien del que ninguno de nosotros ha oído hablar. Afuera, en alguna parte, humilde y sin nombre, conjurando verdadera magia que nunca podremos entender -entonces, la ira y la rabia amarga que se había traslucido en su rostro se borró para dar paso a una amarga decepción palpable en su voz-. Yo creía que tú eras ese hechicero, y lo serías sin duda de no haber tenido el puesto que tenías en tu época. Si no hubieras sido el Sumo Mago de Atlantis probablemente estarías entre nosotros, protegiéndonos sin que lo supiéramos. La arrogancia nunca fue lo tuyo.

Arión hizo un mohín de disgusto al escucharle.

- ¿Eso es lo que creéis todos? ¿Que estoy siendo arrogante? ¿Que estoy siendo malvado? Necios... No sé cómo esperaba que pudiérais llegar a comprender la magnitud de mi obra; está claro que escapa a vuestra pobre comprensión, por eso os lo explicaré con palabras simples: estoy mejorando la raza humana. Mi pueblo esperaba que Atlantis sería un faro para inspirar a las generaciones venideras, pero estábamos equivocados. Fui transportado en el tiempo 45.000 años, ¿y qué me encontré al llegar a vuestra era? Los humanos habíais envenenado el aire y el mar; la magia había desaparecido, pero a cambio habíais concebido nuevas y mejores formas de aniquilaros los unos a los otros. A lo largo del pasado año pude leer y estudiar vuestra historia; os envolvéis bajo una capa de supuesta civilización, pero en vuestro corazón no sois más que salvajes sedientos de sangre, y las continuas traiciones a las que me he visto sometido a vuestra mano lo demuestran. Lo que vosotros veis como un castigo o una maldición en realidad es una bendición, una nueva oportunidad que doy a estos humanos para empezar desde cero, pero ésta vez teniendo a alguien que les guíe para que no vuelvan a cometer los errores de antaño. Para que no se pierdan en guerras y genocidios sin sentido. Bajo mi supervisión y tutela, los imperios que levanten con sus manos sólo crecerán en esplendor y gloria, nunca volverán a caer, y el mundo al fin será un reflejo de lo que ésta ciudad es y fue en su momento. De lo que debería haber sido...

- Oh, nononono... -la suave voz de Loki le interrumpió-. Esta vez te equivocas, querido Ahri’Ahn. Tienes algo contra mí, aunque no lo sepas... Puede que no me conozcas, pero yo sí sé muchas cosas de ti. Soy el maestro de Dalae, y fui yo quien le ordené que te traicionara… -al momento, el rostro de Arión palideció, y Loki sonrió al notarlo-. Vaya… ¿no me digas que te habías encariñado de ella?

Bueno... al menos alguien sí había sido capaz de leer entre líneas.

-  ¿Crees que tu ejército de descerebrados nos intimida? Nada de eso. Serás tu quien deberá suplicar por su vida...

El dios de las mentiras aún continuaba invisible, pero entonces un gran número de imágenes suyas apareció entre el improvisado grupo que se había dado cita ante las puertas de Atlantis.

- De acuerdo -musitó el mago. Aún ardía de ira por lo que el asgardiano había dicho de Dalae-. Empecemos pues. Pero antes, me vais a permitir que aparte a la hechicera de la batalla, pues no es mi deseo que sufra daño alguno -mientras hablaba extendió la mano hacia Dalae y una mágica esfera protectora la envolvió, elevándola en el aire para apartarla del escenario del combate y, por tanto, del peligro-. Y ahora... ¿por dónde íbamos?

Por supuesto, conocía el conjuro que había lanzado Loki; él mismo lo había utilizado alguna que otra vez, y sabía que podía anularlo si utilizaba su visión interior, para lo cual tendría que cerrar los ojos, pero no le preocupaba, ya que desde su posición en las alturas ninguno de los de abajo podía alcanzarle. Ni siquiera las llamas de Arturo podían recorrer tanta distancia, y la única que hubiera podido llegar a afectarle con sus conjuros estaba a buen recaudo aprisionada en una esfera cuya magia no podría atravesar. Loki era lo único de lo que debía preocuparse.

El mago dejó de ver las múltiples formas ilusorias del hechicero asgardiano cuando se entregó a un mundo de oscuridad al cerrar los ojos, pero sabía que su verdadera forma estaba ahí, muy cerca, porque ahora podía ver en un espectro diferente por medio de su segunda vista, aquella que le permitía ver lo que era invisible para todos, excepto para los magos. Podía sentir la presencia del asgardiano... una fuente de poder inmenso, muy cercano al de un dios. Pero aquello no tenía por qué significar necesariamente nada, pues ya había derrotado dioses con anterioridad.

El hechizo que Loki lanzó a Arturo no surtió efecto, pues fue absorbido por el campo de anulación mágica de la piedra, pero posiblemente no se percatara, concentrado como estaba en atacar por sorpresa a Arión. Al acercarse, notó que el atlante estaba inmóvil, con los ojos cerrados y aparentemente indefenso, pero en cuanto lanzó su estocada, éste se agachó haciendo gala de una agilidad y unos reflejos sorprendentes para un mago. No en vano, la mejor guerrera del reino había sido su maestra en el combate cuerpo a cuerpo. Aún con los ojos cerrados se apartó del dios al tiempo que desenvainaba su propia espada con un movimiento fluido. Si aquello era a lo que quería jugar... jugarían.

*    *     *     *

Efectivamente, a Arión no se le había ocurrido pensar que Lissa podría escapar por el balcón de su habitación, por lo que no había creído necesario dar órdenes a sus chacales al respecto. Como hemos dicho, el ritual no había alterado los aspectos de su personalidad que no guardaban relación con su alineamiento, y Arión nunca había sido un tipo calculador.

El chacal, que sabía que Elissa era la discípula de su señor, y que éste había dado órdenes específicas de servirla y obedecerla en todo lo que no contradijera sus propias instrucciones, asintió y la escoltó más allá del palacio, a través de las calles de la ciudad hasta llegar a las murallas. Alla por donde pasaban encontraban únicamente soldados chacal, y la mayoría de las puertas y ventanas estaban cerradas, con los ciudadanos ocultándose, asustados, ante la evidente movilización del ejército.

La situación, sin embargo, no parecía tan grave cuando llegaron hasta las murallas. Las grandes puertas doradas continuaban cerradas, y aunque los chacales seguían apuntando al grupo con sus armas, Arión aún no les había dado orden de disparar.

Él, por su parte, estaba en el aire, con la espada desenvainada y los ojos cerrados, luchando, en apariencia, contra algún enemigo invisible.

O quizás se había vuelto loco del todo...

OOC: Empieza la primera ronda de combate.

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La escena transcurrió de la única forma que podía ser: discursos, reproches e inicio de las hostilidades. Si aquello estuviera escrito en algunas páginas para filmar alguna clase de película o serie de televisión, la mayoría del público se lo pasaría bien pero la crítica la aplastaría por contener tantos tópicos y clichés, y John no se salvaba habiendo sido él el que empezó con la ronda de los discursos... pero es que se lo pedía el alma. No podía quedarse sin faltarle al respecto a semejante subnormalidad.
Eso si, el que se llevaba la palma de los clichés era el propio Arión. El motivo principal por el que el inglés no soporta a la gran mayoría de magos y hechiceros de su época y las anteriores es que se vuelcan demasiado en la magia, que la usan para su día a día y se meten en fregados existenciales considerándolos mucho más importantes y trascendentes que tomar una buena birra con los amigos o pasar una tarde en la tranquilidad de un parque viendo como se esconde el sol. Y luego estaban las preguntas metafísicas sobre la existencia y la importancia humana sobre el cosmos, bla bla bla...
El mago atlante interpretaba a la perfección dicho papel, y quedó claro que se lo creía. Eso hizo que el nivel de su gilipollismo escalara a toda velocidad. Y para colmo se dio a entender que había otro componente más de novela rosa que de guión de serie Z: alguna clase de amorío. Había que ser algo corto de miras si tras lo dicho por el mago, el comentario de Loki y que el atlante metiera a Dalae en una burbuja porque "no deseaba que sufriera daño alguno" no sumabas 3 y 3 y sacabas conclusiones. "Empieza a darme urticaria todo éste asunto".

Y al fin, llegaron las hostilidades. Loki alzó un pequeño ejército de yoes mientras que Arión se puso a pelearse con, supuestamente, el propio dios a capa y espada. John no quiso perder tiempo: la forma más rápida de detener un mago es cortando su fuente de poder, y para ello había que saber de donde procedía. Se sentó en el suelo, cruzando las piernas y concentrándose. Si hubiera tenido alguna droga alucinógena habría sido mucho más fácil, pero había que trabajar con lo que uno tenía. Debía centrarse en aumentar su visión para ver más allá de lo oculto. Iba a necesitar tiempo.
Tan sólo esperaba que, con tanta bestia suelta alrededor a alguno se le pasara por la cabeza que aquel mago tan apuesto estaba haciendo algo e iba a necesitar algo de espacio.

"Dicho de otra forma: cubridme las espaldas, cabrones".

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019] - Página 2 Icon_minitime14th Agosto 2017, 18:02


Miró mal a Gost Rider, Su ceño se frunció y en su gesto su semblante adquirió un matiz de amenaza. Nadie dañaba lo que era claramente y legítimamente de su Rey.  Nadie iba a tocar a ninguno de sus asgardianos hasta que fueran juzgados o por el rey de Asgard o por su maravilloso y perfecto heredero. Como ella era la única representante de la justicia y dignidad de Asgard hasta que se presentase alguien de mayor jerarquía social asgardiana que la suya; Loki y Dalea era prácticamente suyos.

Por los alegatos pudo suponer que varias personas del grupo eran amigas de aquel mago que había tomado la senda del mal. Cuando alguien que estimas se ve trastocado por una idea perniciosa, hay veces que no queda más remedio que ser la mano ejecutora para seguir conservando limpio el recuerdo que aquella persona que amabas. En las ocasiones que la vida no te da mas opciones la muerte es el único remedio. Su larga trayectoria en el mundo le había enseñado el alto costo de agarrarse a una desesperada esperanza. ¿A cuanta gente  honorable e inocente harían sufrir por los aires de grandeza de un pseudodictador? Cuando vives tanto como los asgardianos y si además eres un mensajero de la muerte, comprendes que los sacrificios en su mayoría son necesarios. Tanto si finalizas con tu vida por salvar a otro como si te manchas de manos las manos por impedir muertes por causa del otro. Que hay circunstancias en que no basta con podar las ramas, hay que arrancar el mal de raíz.

¿Cuántas veces habían borrado la memoria de Robert Reynold? Y el vacío seguía volviendo a su mente. ¿Cuantas veces intentaron salvarle de la locura que siempre la apresaba? Una y otra vez intentaron sacar a aquel hombre de la vorágine que le consumía. Al final no tuvieron más opción que terminar con la vida de su compañero y amigo. Fue Thor quien le dio el golpe de gracia a Sentry.  El dolor de una decisión crucial te marcha y te quema para siempre. El único consuelo al que te aferras para remitir la culpabilidad de terminar con la vida de un ser querido, es que míticas y finalizas su sufrimiento. Sabes en lo más profundo de tu ser que hiciste lo correcto al no permitir vivir al monstruo en el que tu ser amado no quería convertirse.

En aquella ocasión tomar esa decisión tan radical a la valquiria no le suponía un gran conflicto. No conocía de nada a Arion.  La imagen de aquel hombre que tenía ante sí, era la de alguien totalmente consumido desde lo más profundo de su ser por el vacío y la locura. No era más que una forma desesperada de existencia. No tienes la misma sensación cuando tienes que alzar tus armas contra un conocido que contra un extraño. En el segundo caso todo es mucho más fácil.  La cara de un amigo es la que no te deja dormir, la que desvela y te genera la más inconsolable de las angustias. Sin embargo, la de un desconocido se plasma tan solo en el olvido.

- No se puede razonar con alguien que ha caído en un sueño pernicioso. La locura se irá extendiendo más y más si no lo frenamos. Pasemos a la acción. - comentó como si fuera lo más evidente del mundo. Con alguien que no da su brazo a torcer y usa argumentos irracionales no hay más remedio que usar la fuerza. Porque sino se pasarían media vida en monsergas infinitas versadas en el yo tengo razón  y tu  no.  La rubia hizo sonar sus nudillos. Ni siquiera se paró a escuchar el desquiciante y delirante sermón de Arión. Para ella eran nada más que palabras de una mente presa de un mundo de insana paranoia. Mientras el atlante seguía hablando, ella tan rauda como un rayo invocó a su lanza. Cuando la guerrera asgardiana tuvo en su poder la arma en la que era más diestra realizó un sutil balanceo dando dos pasos hacia atrás para ponerse en posición. Adquirió la postura para arrojar el arma. Cogió carrerilla, alzó la vista para apuntar. Miró al mago y sin dudarlo ni un solo instante dirigió plenamente convencida su ataque hacia él. Aquella maravillosa arma arrojadiza salió de sus manos disparada en dirección al impetuoso mago. Era su orgullo ser la mejor lanzera en la larga historia de su pueblo ancestral. Con ese arma derrocó a su sucesora como líder de las valquiors. Su sagrada lanza sin nombre que llevaba tanto tiempo con ella que no podía a penas recordarlo, era casi una prolongación de sí misma. Había abatido miles de enemigos con ella, había hecho sangrar a dioses. Hasta había sido clavada en el costado de su mejor amigo en un fuerte disputa entre ellos dos.  Era un ataque bastante simple y no sabía  iba a funcionar  a la primera. Pero el que no arriesga no gana. En ocasiones valía más la simpleza que arduos y enrevesados planes.

- Es un deshonor y signo de cobardía huir de una batalla. Cualquier pecado se puede redimir más no el de la cobardía. Es cruel vetarla del Walhalla por los desaforados designios de un vil atlante - Atlante lo pronunció con el mayor asco que pudo, como si fuera escupido. Le parecían tan ilógicas y estrafalarias las palabras de aquel hombre. Cada vez tenía más en claro que ella era la que tenía que matarle. ¿Se había olvidado que  Dalae era asgardiana? Nacidos y forzados para la batalla.

La rubia silbó y Aragon abrió sus alas. Enseguida la rubia subió a lomos de su corcel y juntos se elevaron. Llevarse a la muchacha y meterla en aquella bola de energía le había parecido un tremendo ultraje a sí misma y a su raza. Nadie en el universo ignora  una ley asgardiana. Cuando llegó a la altura de la burbuja sacó su espada y con unos movimientos precisos la deshizo, como se rompe una pompa de jabón al chocar con algo sólido. Podría haber dejado caer a Dalae. Era asgardiana y los asgardianos tenían una alta resistencia, podían saltar a metros de altura sin tener ni un mísero rasguño. Sin embargo, había observado cómo la joven era muy cuidadosa. Más de lo que solían ser los de su raza. Se protegía mucho de no salir lastimada. Era raro, pues solamente algo contundente podía generarles un daño.  Algo no cuadraba. Por eso, Aragon bajó y la joven tan solo permaneció un momento en el aire, ya que, el blanco corcel la recogió.

- Como he dicho querida, la vida de todo asgardiano pertenece a nuestro Rey Odín. Me niego a que caigas presa en garras del enemigo.- Dejó a la morena en el suelo, junto al resto del grupo. La valquiria alzó la mirada desafiante, con esa actitud de desconocimiento absoluto del significado de la palabra rendirse.
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Dalae Darkle
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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019] - Página 2 Icon_minitime20th Agosto 2017, 20:21

Dalae casi nunca entendía o apoyaba las decisiones de los dioses que regían Asgard. Le parecían exageradas, egoístas o directamente estúpidas la mayoría de las veces. Declaraban guerras por nada, removían cielo y tierra solamente por demostrar que eran mejores, o hacían lo impensable por conseguir algo tan simple como un collar. Eran esas las cosas que la movían a verlos cada vez con peores ojos. Sin embargo, había algo que sí que llegó a entender: Porqué le habían cosido los labios a Loki hacía tanto tiempo. Seguramente tendría que haberlo visto venir, pero la hechicera de hielo se había esperado algo más... Sutil. Las provocaciones de ese tipo eran algo que uno hubiera podido esperarse de Constantine, y aquel ataque frontal era más propio de Arturo o Brunilda. Y eso por no hablar de lo que le molestó que hablara así… Cada vez que el dios de las mentiras decía una verdad, hacía más daño que con cualquier engaño que pudiera conjurar.

Pero, opinaran lo que opinaran los demás, tenían que cargar con las consecuencias de sus actos. Quizás por eso le quedaban tan pocos amigos.

Fue la gota que colmó el vaso, y que causó la reacción de Arión. Si Dalae hubiera estado en su lugar, habría hecho llover hechizos y flechas sobre los intrusos… Pero la elección del mago atlante fue mucho menos pragmática. -De acuerdo. Empecemos pues. Pero antes, me vais a permitir que aparte a la hechicera de la batalla, pues no es mi deseo que sufra daño alguno. Y ahora... ¿por dónde íbamos?-¿Por qué apartarla de una batalla en la que quizás saliera herida? ¿Por qué perder la oportunidad de resarcirse por el daño que ella le había hecho? No tenía sentido proteger a alguien a quien odiabas… Alguien cuya vida querías cobrarte a cambio del dolor que te había causado. ”-A menos que quiera asegurarse de que no me voy a ningún lado.”-Era un pensamiento tan amargo como realista, dada la situación. Pero Dalae no pensaba quedarse sentada, esperando a que el resto del grupo venciera a Arión… O a que el propio mago rompiera la burbuja, una vez se hubiera encargado de los demás.

Sabía que una espada corriente como la suya no podía hacer gran cosa para romper un hechizo tan poderoso, así que probó directamente con su propia magia. Ni siquiera intentó modelarla en forma de hielo. En lugar de eso, dejó escapar un destello blanco de energía sin canalizar, parecido a la magia que cualquier mago usaría en forma de hechizos. Pero la burbuja no sufrió daño alguno: Hacía falta algo más fuerte… Algo como la espada de Brunilda, por ejemplo. Afortunadamente, la valkiria no tardó en llegar, montada en su blanco y alado corcel, tan metida en su papel de caballero andante como siempre. Apenas un roce de Colmillo de Dragón bastó para liberarla, y además tuvo la decencia de recogerla en lugar de dejarla caer los escasos metros que la separaban del suelo. Podía volar, pero… Un gesto amable nunca estaba de más. -Como he dicho querida, la vida de todo asgardiano pertenece a nuestro Rey Odín. Me niego a que caigas presa en garras del enemigo.-… A menos que ese gesto amable implicara, otra vez, salvarla por ahora para ejecutarla después cómodamente. Eso hizo que Dalae torciera el gesto, aún sentada en la grupa de Aragorn. -Creo que cada una de nosotras ve las garras del enemigo en un sitio diferente, Brunilda...-A pesar de todo, hizo una leve inclinación de reconocimiento con la cabeza. Era toda la gratitud que podía mostrar en ese momento, mientras miraba el campo de batalla desde el cielo. Pensando en un plan.

Constantine estaba sentado, apartado y con los ojos cerrados. Solamente cabían dos posibilidades: O bien estaba rezando, o bien estaba intentando hacer algo útil. Y dado a que difícilmente algún dios tendría estómago para escuchar sus plegarias, debía de ser la segunda. Arión y Loki seguían enfrascados en un duelo a espada aéreo que de momento les daba algo de tiempo, pero que no podía durar para siempre. Y luego estaba Arturo, que no parecía muy satisfecho después de ver que el hechizo de levitación no había funcionado y por lo tanto, no podía lanzarse de cabeza a la acción como le hubiera gustado. Sin embargo, a Dalae se le ocurría otro uso que darle al piromante. -¡Arturo, dame la piedra!-Le gritó, para asegurarse de que le hacía caso a pesar de la distancia. ”-Raden, protege a Constantine cuando te vuelvas a formar. Sé que no te gusta, y no sé qué está haciendo, pero tú ocúpate de que no muera antes de hacerlo. ¿Entendido?”-El fantasma del bastón habría enarcado una ceja si hubiera sido material. ”-¿Cómo que “cuando me vuelva a formar”? ¿Es que no voy a...?”-Su voz se cortó a mitad cuando la asgardiana lo lanzó lejos de ella, haciéndolo aterrizar muy cerca del exorcista del grupo. -¿¡Pero se puede saber qué demonios haces, niña!?-Le gritó, indignado, mientras volvía a su forma corpórea. No sabía qué planeaba, pero la experiencia le decía que seguramente fuera una mala idea. Además, nada justificaba que lo tiraran por ahí como un vulgar palo.

Dalae no lo escuchó, por supuesto. Tan pronto como la piedra de anulación mágica estuvo a su alcance, la cogió con ambas manos. Los efectos tardaron unos minutos en dejarse notar: Su piel recuperó  algo de color, sus ojos se nublaron, y su pelo comenzó a aclararse poco a poco. Su aspecto aún cambiante distaba un poco del de la muchacha que Brunilda había entrenado décadas atrás en Asgard, pero no era eso lo que ella buscaba. No, lo que quería era librarse de la maldición que había contraído al tocar el bastón de Raden, y que le había robado gran parte de la fuerza sobrehumana con la que todos los hijos de Odín nacían. En ese momento, la necesitaba, y no dudó ni un segundo en poner en peligro el vínculo que la unía con el lobo blanco, quien se desvanecía a medida que ella iba recuperando la vitalidad que lo mantenía en el mundo de los vivos. Primero, desaparecieron sus patas, y luego todo su cuerpo se disolvió en la neblina. Pero no se movió del lado de John.

La asgardiana esperó a que los dos combatientes sobrevolaran las murallas antes de usar su recién adquirida fuerza para lanzarles la piedra de anulación. De no haber sido así… La caída los habría matado, y no podía confiar en que Brunilda los recogiera con su caballo alado. Según lo que había dicho, seguramente sólo rescatara a Loki… Y no era eso lo que quería. Esa era la única manera de entretener a Arión y ganar algo más de tiempo para lo que fuera que estuviera haciendo Constantine. Aunque eso significaba dejar caer a su maestro en un lugar repleto de soldados chacal, y sin la posibilidad de usar magia. No le preocupaba, en realidad. Creía, o más bien sabía que se las arreglaría. Siempre lo hacía.

Sin la influencia de la piedra, los cambios que no habían llegado a completarse comenzaron a retroceder rápidamente. Y a medida que el cuerpo de Dalae se hacía más débil, Raden comenzó a sentir cómo su consciencia se alejaba del vacío de la muerte, y tomaba forma de nuevo. Una forma de vida amarga, que aprovechaba la de otros… Pero siempre era algo mejor que el letargo en el que había estado a punto de caer por culpa de la imprudente de su portadora.

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Johnny Blaze

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019] - Página 2 Icon_minitime1st Septiembre 2017, 07:07

¿Por que los malos siempre tienen que ponerse a recitar su Biblia personal antes de atacar? ¿Es mucho pedir un simple disparo mágico de advertencia como señal de "están todos jodidos, ya pueden empezar a pegarse"? Encima era la típica del "tirano malo que en realidad es bueno por que es inteligente o poderoso no se que, e intenta arreglar el mundo destruyéndolo y luego construyéndolo de nuevo bajo su tutela y...bla bla bla". Ya me se la historia de pies a cabeza, y estoy seguro de haberla visto por ahí en una película (varias de hecho, nunca pasa de moda). Creo que hasta podría haber tenido una lista de clichés a mano para ir tachando los que aprecian en su discurso. Entiendo que el tipo es de mentalidad bastante antigua y todo pero debería saber que no es ni de lejos la primera vez que escucho algo así (y a juzgar por mi record ni de broma seria la ultima), y en todas las ocasiones que pudimos, tanto yo como la humanidad entera, dijimos exactamente lo mismo a la misma clase de personas, siempre por las lineas de "VETE A LA MIERDA". Y quizás le hubiese llegado a gritar eso, y un par de cosas mas, pero entonces hablo el asgardiano, y....auch. No, en serio, auch. No soy el tipo mas considerado del mundo, ni el mas simpático, pero tengo la capacidad natural humana de saber cuando a alguien le dijeron algo que definitivamente no quería escuchar. Se noto por la reacción del Sumo Sacerdote, así como por la malicia en los ojos del asgardiano: tenían una historia pasada, de la cual no sabia una mierda (ni me interesaba saber) y había usado eso para joderle. Mentiría si dijera que no me sentí como un peón por un momento, o mas como una fuerza externa metida en un juego que ni siquiera era mio para empezar. Entonces la pelea entre los dos locos antes mencionados empezó, las cosas se fueron a la mierda muy rápido, y, bueno, no tuve muchas mas oportunidades de pensar las cosas.

Primero lo primero, apartar a la hechicera de la pelea... curioso. No creo que haya sido por el simple hecho de "eliminar primero a las mayores amenazas", por que si ese era el casi me juego la vida a que había mejores opciones. Quizás simplemente quería volver a capturarla, por que estaba tan confiado en su inminente victoria que ya la estaba guardando como trofeo para ver que hacía cuando volviese a su castillo con nuestras cabezas clavadas en una pica. O sino, la tercera opción (y la mas probable a juzgar por el modo en que se estaba comportando Arion) era que realmente quería evitar que sufriese daños en la batalla. Diria que es hasta tierno si no supiera que el alma de la hechicera estaba manchada con sangre inocente (como la de Arion); que ella había engañado, aparentemente, al mismo hechicero frente a sus narices y este era consciente de ello; y, para rematar, posiblemente acabaría el día mandando al Infierno a alguno de los dos (no es que me apetezca ni nada, pero tengo un trabajo y rara vez acabo el día sin mandar mínimo un alma para allí abajo.

El ejercito nos rodeaba, eso era malo. Loki seguía siendo invisible, eso era bueno. Arion podía verlo, estábamos en la mierda. Fuera como fuese, las cosas no parecían ir demasiado bien, y solo empeoraron cuando los dos "dioses" por así decirles empezaron a luchar. Constantine por su parte se puso a meditar...creo. No se, de la nada se sentó en el piso sin mediar mucha palabra, pero estaba claro que algo estaba haciendo. Bueno, en realidad no se si realmente estaba seguro de eso o era mi esperanza ciega en que alguien se sacaste un haz de la manga. Por su parte Brunilda se subió a su caballo volador a la primera oportunidad que tuvo y fue directo a rescatar a la otra asgardiana. Pense que estaban en peores términos. Supongo que a la hora de la verdad las dos son partes del mismo país...reino...lo que sea. Ahora teníamos a una persona mas en acción, eso era un poco mejor, aunque no estábamos precisamente en las mejores condiciones. Por su parte, el albino del parche en el ojo...lanzo una roca. Si, eso, básicamente tiro una piedra rara que tenia encima; y ni siquiera al enemigo, no, se la lanzo a la hechicera. Aunque en honor al a verdad, ella se lo pidió a él, así que quizás la piedra si tenia algún uso importante que no había notado (Eso o ya estaban todos locos, tampoco lo descartaría teniendo en cuenta la situación). Arion sobrevolaba por encima del suelo. Podría haberle lanzados mis cadenas, o el fuego infernal, y estoy casi seguro de que le hubiese dañado. El problema es que no podía hacerlo, no sin miedo de arriesgar al otro tipo con el que estaba luchando. Si hubiese sido un "Thor vs Arion" quizás la cosa hubiese sido mas pareja, pero esto era Loki vs Arion: un tipo que ya tenia su alma manchada contra otro que prácticamente llevaba siglos pintándola con sangre inocente hasta cubrirla por completo. Cualquier ataque mio que fallase bien podría haberle dado a Loki. Desconozco la resistencia asgardiana pero estoy 99.9% seguro de que le hubiese hecho bastante daño, en el mejor de los casos, y no podíamos darnos el lujo de perder a alguien con su fuerza. Así que, ni cadenas, ni fuego infernal ¿Que me queda?

...Ah, claro, proteger a Constantine. Y justo a tiempo me acorde, pues parecía que los hombres bestia no tenían muchas ganas de esperar a que me decidiera que hacer. No importo mucho de todos modos: todo lo que necesite fue un golpe. Mejor dicho, un golpe cargado de fuego infernal, dirigido al piso, en el centro del área donde nos encontrábamos. La tierra a mi alrededor tembló un poco. Luego, como por arte de magia (o pactos con el Diablo), una muralla circular de fuego surgió del suelo, formando un circulo semi perfecto (que tampoco soy Picasso) que nos rodeaba a todo el grupo. No tan potente como para producirle dolor por a Constantine solo por estar cerca, pero si lo suficiente como para apartar momentáneamente a los hombres bestia. Bien, nos había comprado un par de momentos, y en vista de que ya todos los demás parecían tener algo que hacer en mente, supuse que lo mio seria proteger a Constantine. -Condenado Arion...- Pense, mientras una cadena emergía lentamente de mi brazo izquierdo, solo para ser sujetada con el derecho; estaba listo para alejar a golpes (golpes no letales, claro) a cualquiera que se acercara demasiado. Lo bueno detener esta cadena: aunque no este imbuida con fuego infernal, sigue siendo un arma hecha de metal, y esas cosas pueden noquearte sin matarte.- Si solo estuviese un par de metros mas abajo, lo engancharía de un golpe y lo arrastraría por el suelo directo hasta mi puño.-
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Elissa siguió en silencio al chacal, tratando de aparentar naturalidad y deseando que el híbrido no fuera capaz de percibir la inquietud que la dominaba. Las dudas la consumían por el camino. ¿Con qué iba a encontrarse? ¿Tenía la más remota idea de lo que estaba haciendo? ¿Cuáles serían las consecuencias si intervenía? ¿No hubiera sido más fácil quedarse en el dormitorio, esperando el devenir de los acontecimientos?

Apenas fue consciente del tiempo transcurrido hasta llegar a las murallas. Le pareció eterno y, a la vez, demasiado corto; apartándose del chacal, se aproximó a las almenas y sus ojos buscaron ansiosamente la figura de Arión. La tensión podía palparse en el aire; emanaba de la posición alerta de los guardias, del silencio expectante y de la propia Elissa, que contenía la respiración.

Entonces, pudo verlo, levitando en el aire gracias a su magia, enfrentado en un duelo a espada contra… ¿nadie? Nadie que ella pudiera ver, al menos. Ni él, porque… ¿cómo iba a luchar con los ojos cerrados, si así era?

La griega fue entonces consciente de otros movimientos en el campo de batalla y a sus oídos llegaron claramente los primeros sonidos. Un caballo alado relinchó, alguien lanzó un grito, la joven de cabellos negros que se encontraba retenida en lo que parecía una prisión mágica fue liberada por la amazona rubia… Alejándose de ellas, los ojos azules de la psicóloga buscaron a John Constantine, a Hellboy… No fue fácil, pero creyó adivinar la silueta del inglés, sentado, allí abajo; sólo él era capaz de vestir aquella raída gabardina. Y si estaba sentado… lo más probable era que estuviera preparando algún contraataque mágico. Lissa chasqueó la lengua, contrariada. Constantine había sido su primera opción pero, si lo llamaba, podría romper su concentración en medio de un hechizo, y aquello podría tener consecuencias desastrosas.

De todos modos, ¿qué quería conseguir? ¿Para qué había llegado allí? Quería evitar la muerte de Arión. ¿A cualquier precio, incluso el de la victoria del atlante? No, había que poner fin a aquella locura. Quería que lo derrotaran, pero no que muriera… ¿qué clase de posición era aquella? ¿Se había vuelto loca ella también? ¿Pretendía fundar un tercer bando, un tercer ejército, de una sola persona? ¿Luchar contra todos los presentes y contra ninguno? ¿Ella, que no tenía ni idea de por dónde empezar? Ahora que estaba allí, se daba cuenta de lo absurdo que era todo, de lo infinitamente grande que le venía. Sus habilidades mágicas, pese al entrenamiento de Arión, no podían inclinar la balanza.

Y entonces…

La joven de cabellos oscuros hizo algo, no sabía el qué. Un proyectil que no alcanzó a ver con claridad (¿un arma? ¿magia de algún tipo?) abandonó sus manos y trazó una parábola en el aire. Pese a que era pequeño, el efecto fue devastador. Elissa vio como el atlante caía súbitamente, como si hubieran anulado el conjuro que lo mantenía en el aire. Y no se precipitó solo. Con él caía otro hombre, de cabellos oscuros y vestido de verde, que llevaba en la mano una espada desnuda.

Elissa gritó involuntariamente, creyendo que ambos morirían al caer al suelo desde aquella altura. Pero, expresamente o no, el proyectil de la mujer los había alcanzado mientras sobrevolaban la muralla, y ambos se precipitaron detrás de las almenas, a varios metros del punto en que la aprendiz de Arión se encontraba. La griega pudo ver, sin embargo, que los dos hombres se movían aún, y temió por el desconocido de verde en cuanto comprendió que los guardias se les podían echar encima en cualquier momento, al ver en peligro a su señor.

-¡Aguardad órdenes! - ordenó a los chacales, con la desesperación imprimiendo una inesperada firmeza a su tono de mando.

Entonces, recogiendo con la mano el borde de la túnica, echó a correr hacia el atlante y su rival, tratando de aproximarse a ellos antes de que las filas se cerraran a su alrededor.

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La provocación había dado resultado, y Loki se relamió en cuanto vio que el rostro de Arión palidecía por unos instantes. Estaba seguro de que había dado en el blanco, y el Atlante no parecía muy contento de reconocerlo abiertamente.

Dispuesto a empezar la batalla, el mago lanzó primero un hechizo para proteger a Dalae y alejarla así de los posibles daños que sufriera en combate. Aquel gesto sólo confirmó las teorías de su maestro, que chasqueó la lengua molesto. No le hacía mucha gracia que la alejaran de él, y menos sabiendo lo mucho que significaba para el Atlante. Dalae era un buen cebo, y estaba dispuesto a usarla o a ponerla en peligro si con ello conseguía distraer a Arión de su lucha.

Una esfera mágica translúcida aprisionó el cuerpo de la mujer de hielo, que sobrevoló por encima del ejército de hombres con cabeza de animal en dirección al interior del palacio. El príncipe Asgardiano no podía ayudar a su compañera en aquel momento, y esperó a que el círculo protector alcanzara su altura para poder intentar romperlo. Pero ahora mismo tenía otras cosas más importantes en mente.

El hechizo de Razor había fallado por completo. Loki odiaba cuando algo le salía mal, y en aquel momento miró con ojos llenos de ira al Dragón del Este. Y es que había olvidado por completo la piedra que llevaba alrededor del cuello y que impedía que cualquier hechizo mágico hiciera efecto. ¿Cómo había podido olvidarse de algo tan crucial? Se estaba distrayendo, y necesitaba concentrarse para lo que tenía que hacer.

Loki reptó como una sigilosa serpiente hasta alcanzar, gracias a su levitación, la posición de Arión por encima de las murallas de la majestuosa ciudadela. El castaño miraba a todos los mortales desde su posición de superioridad. Aquello le molestaba. Quería hacerle caer, estrellarle contra la realidad y quitarle aquellas ideas de megalómano. No era ningún dios superior, ni un dios de dioses. No era quién para decidir el destino del mundo, y menos para hacer con él lo que le apeteciera. Loki recordó el egocentrismo y cabezonería que caracterizaban a Odín, y decidió que ya tenía bastante con aguantar a un rey loco que decidiera su vida por él. No iba a permitir que nadie más decidiera cuál era su lugar en el mundo.

Cuando estaba de espaldas al Atlante, pensó por un instante que había sido demasiado fácil. El mago estaba inmóvil, con los ojos cerrados y parecía estar meditando... No le gustaba, pero no quería entretenerse a planear más. Los segundos corrían veloces en el gran reloj del tiempo, y cada movimiento de su pequeña aguja significaba una oportunidad perdida, una vida menos…

El príncipe desenvainó a Gram, la refulgente espada dorada de la Verdad, y lanzó la primera estocada al aire. En menos de una fracción de segundo, Arión reaccionó agachándose y esquivó el golpe. Tras colocarse frente él, desenvainó su arma lentamente y de una forma impecable. El hechicero esbozó una sonrisa traviesa… tenía que reconocer que le hubiera decepcionado si el combate hubiera terminado tan rápido.

En aquel momento, Brunilda apareció a galope con Aragorn, y arrojó una lanza en dirección al Atlante. Después, la esfera que cargaba a Dalae explotó como una burbuja en cuanto la Valquiria la traspasó con su espada. Su aprendiz cayó a la grupa del espléndido corcel y la rubia la dejó a salvo en tierra. De alguna manera, Loki se sentía aliviado de ver a Dalae fuera de su prisión. Arión iba a quedarse sin lo que quería, y ahora que su aprendiz volvía a la acción, tenía más posibilidades de que el Atlante se distrajera. Instantes que él aprovecharía para lanzar una nueva y mortal ofensiva.

- Las cosas no están saliendo como esperabas… ¿verdad? - sonrió a su enemigo, desafiandole con la mirada. Las hojas de sus espadas volvieron a chocar provocando un estruendo. Loki no pensaba en jugar limpio, aprovecharía para lanzar un rayo de energía a su adversario en cuanto tuviera la oportunidad. Tras lanzar el conjuro, se apartó de su enemigo y analizó con sus verdosos ojos la ropa del Atlante en busca de cualquier tipo de emisor de magia. Si tenía la gema del infinito encima, quería saber al menos dónde la guardaba.

El suelo tembló en el momento en el que el Ghost Rider rodeó una pequeña área con su fuego infernal, evitando así que el ejército del Atlante loco les cortara en pedacitos. John Constantine estaba sentado en el suelo, aparentemente sin hacer nada. Loki agudizó sus ojos en su dirección, y le molestó no saber lo que estaba pasando allí abajo. Su ejército de yoes seguían luchando con fiereza contra los chacales. Pero ya empezaban a cansarse y los dos primeros Lokis desaparecieron, disolviéndose en polvo y nubes esmeralda.

De pronto, y sin poder verlo venir, la gema que llevaba Razor al cuello estaba ahora sobrevolando el campo de batalla en su dirección. Al parecer, Dalae la había lanzado al aire con una fuerza sobrehumana, y pronto iba a dar en el blanco. Los ojos del embaucador se abrieron de par ante la sorpresa e intentó anticiparse al suceso, antes de que el área de anti-magia les alcanzara. Pero el tiempo de reacción fue muy corto, y lo único de lo que tuvo tiempo fue de lanzar una maldición al aire.

El cuerpo del Asgardiano cayó en picado en cuanto el hechizo de levitación desapareció. No pudo evitar contener el grito de pánico al darse cuenta de la considerable altura en la que se encontraban luchando. Y es que no había olvidado el día en el que cayó por el puente del Bifrost y aterrizó moribundo en la extraña Midgard del universo Omega. De alguna forma, todavía recordaba la horrible sensación de caer por el espacio infinito a una velocidad vertiginosa. ¿Quién no tendría miedo a eso?

Por suerte para él, el aterrizaje no le dejó tan mal como había predecido mientras caía. Su cuerpo robado era más frágil que el de gigante del hielo, pero aún conservaba una pizca de la resistencia de la raza Asgardiana.

Se irguió del suelo con toda la dignidad posible y maldijo el nombre de Dalae en voz alta mientras lo hacía. Sus ojos de serpiente buscaron con avidez la piedra de Razor, que seguramente había caído por su lado de la muralla. En menos de un segundo, Arión y Loki estaban completamente rodeados por el ejército del mago, y una joven con una trenza apareció para detener con su grito el alto al fuego de los guardias. Loki aprovechó para recoger el colgante con la piedra y mirar a su alrededor. En su cabeza estaba pensando, trazando, maquinando, engañando... Y cuando terminó, sólo se dedicó a sonreír como la vil serpiente que era. Alzó uno de sus brazos y retiró con la manga de su gabardina la sangre que le brotaba por la nariz y escupía por la boca.

Tres de las copias de Loki aparecieron sobrevolando la ciudadela, a una distancia prudencial, y aguardaron a las órdenes mentales de su amo. Si el ejército de chacales movía un dedo, ellos también lo harían.  

-¿Qué tal se te da luchar sin usar la magia, querido Arión? - dijo con una media sonrisa, sosteniendo la gema con la mano izquierda y colocando el puño detrás de la espalda, adoptando así una postura de esgrima antiguo. - Veamos ese juego de pies…

Loki volvía a intentar provocar a su adversario. Sabía que no podía ganar en aquellas condiciones y apostó por el combate cuerpo a cuerpo. El príncipe de las mentiras había sido un experto espadachín en sus mejores tiempos, y aunque ahora había dejado la esgrima en un segundo plano para priorizar sus estudios con la magia, podría permitirse desafiar a su adversario con la espada. Y Gram no era una espada cualquiera.

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Ahri'ahn
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La lanza que Brunilda arrojó rebotó inofensivamente contra los escudos protectores con los que el mago se había cubierto antes de salir a escena y fue a parar más allá de las murallas de la ciudad, lejos del alcance de la Valquiria. Sin embargo hubo algo que ni el hechizo más poderoso del mundo podría resistir: el efecto inhibidor de magia de la gema que Dalae tomó prestada de Arturo.

El místico proyectil irrumpió de lleno en el campo mágico que proyectaban los dos hechiceros enzarzados en la lucha, deshaciendo sus conjuros de vuelo y escudos, pillándolos por sorpresa y haciéndolos caer a plomo sobre las amplias murallas de la ciudad fortificada.

Loki gritó al precipitarse al vacío, pero no era la primera vez que Arión tenía que afrontar la pérdida de su magia, y Chian se había asegurado de que estuviera físicamente preparado para percances como aquél. El mago estaba bien entrenado y era sumamente ágil, por lo que pudo reaccionar a tiempo para caer de manera adecuada flexionando las piernas e impulsándose hacia delante en una voltereta para amortiguar el impacto. Escuchó a Elissa gritar, más, por fortuna, la caída no había sido desde muy alto, por lo que pudo incorporarse con la espada en la mano sin mayores daños y se giró a mirar en su dirección. En efecto, no se había equivocado; su aprendiz se encontraba al pie de la muralla mirándole con sus enormes ojos azules repletos de angustia. No tenía tiempo para preguntarse cómo había salido de su habitación, pues ya corría hacia las escaleras de piedra que la conducirían hasta él. Arión se volvió entonces hacia su rival, rodeado por al menos media docena de soldados chacal apuntándole con sus lanzas, aunque distaba mucho de estar indefenso a juzgar por las copias mágicas que sobrevolaban la muralla. El colgante con la gema de anulación mágica brillaba en su puño cerrado, lo cual significaba que Arión estaría fuera de su radio mientras no se acercara. Aún podía utilizar su magia.

-¿Qué tal se te da luchar sin usar la magia, querido Arión? -dijo con una media sonrisa adoptando una postura de esgrima-. Veamos ese juego de pies…

Mientras tuviera la gema en su poder, ningún ataque mágico que le lanzara Arión podría alcanzarle, pero las copias mágicas que flotaban en el aire no gozaban de dicha protección. Arión podría haberlas destruido con un simple gesto de la mano, y después haber dado la orden a sus chacales de que le atravesaran con sus lanzas, pero no lo haría. Aquél hombre era el maestro de Dalae. Era él quien la había obligado a seducirle y traicionarle. Era él de quien tenía que cobrarse venganza. Era personal. Y no había nada más personal que arrancar la vida de su cuerpo con sus propias manos. Con acero, no con magia.

- Un momento -dijo extendiendo hacia el asgardiano una elegante mano de dedos estilizados-. Hay unos cuantos asuntos de los que debo ocuparme antes...

Volviéndose de nuevo hacia Elissa hizo un movimiento ascendente con la mano y un brillante y sólido muro transparente de magia esmeralda brotó en la escalera ante la hechicera de cabellos castaños, bloqueando su subida a la muralla. Había otras escaleras, pero para llegar hasta ellas tendría que dar un considerable rodeo, lo cual la retrasaría el tiempo suficiente para hacer lo que tenía que hacer. Su mirada se cruzó durante un instante con la de su aprendiz; no había en ella reproche alguno, más bien una disculpa silenciosa, pero a la vez era decidida, firme. Aquella batalla tenía que librarla sin ayuda. No la pondría a ella también en peligro.

Una vez resuelto el problema de Elissa, se volvió a elevar en el aire y localizó al causante de aquella traición, el hombre que una vez había considerado su amigo: Razor. Él le había entregado a Dalae la gema que habría permitido a Loki matarle si las circunstancias de la caída hubieran resultado más propicias para el moreno que para él. Con gesto implacable alzó las dos manos hacia él y una descarga mágica salió proyectada hacia él tras un estallido de energía de color turquesa. El rayo azulado impactó de lleno en el pecho de Arturo, proyectándolo varios metros hacia atrás hasta que su espalda chocó contra una pesada roca con un desagradable sonido de huesos astillados. El mutante yacía en el suelo, entre los fragmentos quebrados de la piedra, y parecía inconsciente, tal vez muerto. Parecía que su intervención en aquella batalla había llegado a su fin.

Arión se volvió entonces hacia Brunilda, que se dirigía hacia él a lomos de su flamante caballo volador. Arión la observó acercarse sin achantarse lo más mínimo.

- Tienes razón, guerrera -dijo con expresión imperturbable-. He visto la verdad en tus ojos y sé que no vacilarías a la hora de hacer cumplir tus amenazas, más... ¿para qué exponer las valiosas vidas de mis hombres, atlantes a los que he jurado proteger, si puedo arrojar contra ti criaturas privadas de razón a las que yo mismo he creado?

El atlante alzó una mano cargada de poder, y un aura de color dorado le rodeó mientras invocaba sus quimeras. Al instante, dos poderosas bestias aparecieron a su llamado: un monstruo que tenía el aspecto de una raya gigante y otro equipado con multitud de tentáculos. A un gesto del castaño la raya monstruosa se dejó caer planeando contra Hellboy mientras el ser de los tentáculos se adelantaba flotando hacia Brunilda y envolvía al elegante pegaso con uno de sus finos pero resistentes apéndices, liberando una descarga eléctrica en el animal a través del mismo. Aragorn relinchó y empezó a caer, inconsciente, haciendo que la valquiria se precipitara al vacío.

Arión lo observó satisfecho; parecía que tanto Brunilda como Hellboy iban a estar ocupados un buen rato. Su mirada penetrante se dirigió hacia Constantine, que se había sentado algo más aparte, a meditar. El grupo de hombres-bestia a los que había liberado le rodeaban, dispuestos a protegerle de cualquier mal... ¿Cuán irónico sería que la muerte le llegara de la mano de sus propios defensores? Arión se concentró y cerró los ojos, al tiempo que un tercer ojo se abría en la palma de su diestra. La mente de aquellos desgraciados era ahora tan primitiva que no le costó apenas esfuerzo alcanzar sus mentes y tomar el control como había hecho con los trogloditas que habían intentado matar al inglés en el lago. Igual que había hecho entonces, azuzó sus rudimentarias consciencias para incrementar su ira y su salvajismo, anulando cualquier rescoldo de razón y haciendo que se volvieran contra lo que tenían más cercano... aquél a quien se habían esmerado en proteger.

Aquella estrategia le sirvió, además, para librarse también de Blaze, pues el motorista se encontraba lo suficientemente cerca del inglés como para notar el cambio de actitud en el grupo que le rodeaba, y, rápidamente, atravesó las filas con su moto hasta ponerse al lado de John, haciendo emerger un muro de fuego a su alrededor. Ahora que el instinto dominaba sin reservas a Rodunn y los suyos, no se decidían a atravesar la muralla de fuego, pero si encontraban cualquier punto débil en la misma no dudarían en atravesarlo y destrozar al mago humano utilizando lanzas, garras o colmillos, y no dejaban de ser inocentes, lo cual mantenía al Ghost Rider atado de pies y manos, que era justo lo que más convenía a Arión.

Con Razor incapacitado, Brunilda y Hellboy ocupados y Blaze teniendo que proteger a Constantine le quedaban únicamente dos cabos sueltos: Dalae y el mercenario.

- ¡Wade! -bramó dirigiéndose hacia él con una mirada de desprecio-. Te di la oportunidad de unirte a mí, y realmente creía que habría algo de lucidez tras toda esa locura, pero has demostrado ser tan corto de miras como todos los demás. Matarte sería un desperdicio de habilidades, así que creo que podré darles un uso mejor.

Deadpool intentó moverse, pero se encontró inmovilizado por fuerzas que iban más allá de su comprensión, energías místicas que comprimían su mente con la poderosa fuerza de una boa constrictor, buscando romperle, atravesar las defensas de su voluntad y devorarla... hasta hacerle su esclavo. La pupila del mercenario se hizo más y más pequeña hasta desaparecer en el iris cuando el hechizo logró al fin abrirse camino hacia su mente, convirtiéndole en una marioneta, un simple títere a manos de su señor.

- Podríamos haber hecho esto por las buenas, Deadpool... -Arión negó con la cabeza, apesadumbrado-. Conmigo pagándote un salario. Ahora no me has dejado más remedio que hacerlo por las malas.

La mirada esmeralda se detuvo al fin en la última que quedaba del grupo invasor, la doncella de hielo que había conseguido conquistar su corazón. Durante varios instantes que se hicieron eternos, simplemente la observó, sin decir nada y sin que en su rostro se apreciara la menor emoción que pudiera ayudar a predecir sus siguientes actos. Y en verdad, estaba indeciso. Cuando Loki había dicho que Dalae había obrado siguiendo sus órdenes había querido creer que él era el único responsable, pero con su última acción al arrojarle la piedra a traición había demostrado que estaba en el bando de su maestro. Sin embargo no sentía ira, ni odio, sólo... decepción. Una profunda y fría decepción. La asgardiana no merecía que perdiera en ella ni un segundo más de su tiempo.

- Mátala -ordenó a Deadpool. De manera fría, indiferente, sin inflexiones.

El mercenario volvió su mirada carente de vida hacia la hechicera y enarboló sus katanas. Por primera vez en su historia, no hubo ninguna réplica o comentario ingenioso; el mercenario bocazas permanecía en silencio. Y, sin dudarlo un sólo segundo, echó a correr hacia ella.

Arión se apartó de la muralla sintiendo cómo algo se agitaba en su corazón. No quería ver el resultado de esa batalla. No quería ver cómo la mataban. Pero era necesario. Ella no le amaba, no era más que otra de sus enemigos. Cuanto antes se arrancase esa espina, antes se libraría de su veneno.

Deteniéndose a algunos metros de distancia de Loki, se despojó de la camisa, dejándola caer al suelo. Siempre se la quitaba para la lucha cuerpo a cuerpo; la frágil tela no le protegería de los cortes, pero en cambio podía llegar a obstaculizarle los movimientos. Quizá fueran inseguridades de quien no empezó siendo guerrero, sino mago, pero era una manía que persistía a pesar del incremento tanto del tiempo transcurrido desde que Chian le enseñara como de su propia habilidad. Con un gesto indicó a los chacales que podían dejar libre a Loki y asintió, dejando claro que podían comenzar.

- Adelante -le invitó después de hacer que las tres copias voladoras del asgardiano se volatilizaran con un gesto.

CONSTANTINE

Cierras tus ojos, pues no los vas a necesitar en el viaje que estás a punto de emprender, un viaje en el que utilizarás la segunda visión, aquella únicamente disponible para los magos.

Poco a poco tus sensaciones físicas se van haciendo más y más tenues, como si se alejaran, y cuando finalmente abres los ojos te ves a ti mismo como superpuesto a tu otro yo, presenciando lo que ocurre a través de los ojos del alma. Y, por medio de esa visión, la escena que se desarrolla ante ti es muy diferente de la que ven los demás.

Hilos. Hilos de colores. Muchísimos. Incontables. Parecen caer desde el cielo, pero eres incapaz de distinguir su procedencia, por lo que la impresión que te da es la de que se encuentran mágicamente suspendidos en el aire. Cada uno de ellos irradia un tipo característico de magia: abjuración, ilusión, conjuración, adivinación, encantamiento, evocación, nigromancia, transmutación...

Cada vez que el mago realiza un conjuro utiliza los gestos de sus manos, aparentemente intrascendentes, para recoger y trenzar hilos de colores determinados pertenecientes a escuelas concretas, tejiendo de ésta manera los hechizos: conjuración para traer a las bestias mágicas a su lado, encantamiento para hechizar las mentes de los hombres bestia y de Deadpool, evocación para levantar el muro que bloqueaba el paso a Elissa y conjurar el rayo que había dejado a Arturo fuera de combate... Los movimientos de sus dedos son tan expertos y ágiles que es imposible distinguir lo que está haciendo realmente a menos que seas capaz de percibir con los ojos de la magia. De hecho es algo curioso, porque los hilos parecen confluir en torno a él, como si le buscaran de manera continua, acariciándole, acunándole... Como si la magia le adorase o se sintiese naturalmente atraída hacia él.

Y Arión... Su aspecto en aquél lado, ahora que podías ver realmente su alma, no tenía nada que ver a lo que se mostraba por fuera. Se encontraba horriblemente desfigurado, con los ojos resplandeciendo en un estremecedor brillo carmesí y la gema que antaño decoraba su uniforme profundamente incrustrada en su carne. Lo cual no dejaba de ser raro, porque el atlante se había quitado la camisa y era más que evidente que no la llevaba encima.

Sabes por experiencia que el aspecto en el plano astral suele ser básicamente el mismo que en el plano real... Tu propia forma es básicamente un calco de la que aguarda en el suelo a tus espaldas, incluso con la misma ropa. No era natural que el aspecto de Arión estuviese tan cambiado en aquél plano. Era como... si le hubiesen cambiado de manera artificial y forzada. Como si le hubiesen... alterado, o corrompido. Lo que estaba claro era que aquél Arión no era Arión. Puede que ya no le estuviesen controlando, pero si así era era porque ya no hacía falta. Quien quiera que había cambiado a Arión lo había hecho tan bien que ya no necesitaba estar físicamente presente para que se siguiera comportando como un auténtico demente. La cuestión era... ¿se podía revertir el efecto? ¿Devolver su alma a su auténtico ser?


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La batalla no podía ir mejor... para el bando de Arión. En un santiamén había girado las tornas contra todo su grupo, estancándolos o directamente sacándolos del tablero de juego. Por eso le caían tan gordo los peces gordos de la magia a John: suelen tener tanto poder que se creen que pueden hacer lo que quieran con quien quieran y como quieran, hasta que aparece un mindundi y les da una patada en las pelotas. Seres superiores con fines superiores que ningunean los pequeños placeres de la vida, que terminan siendo los más importantes.

Pero John había entrado en su visión de mago para filosofar y echar mierdas sobre nadie. Tenía un objetivo en mente: encontrar la fuente de poder del mago atlante. Se llevó una sorpresa al observar los hilos de colores que culminaban en Arión, cada uno tejido con un tipo de magia y cada uno usado para su fin. El inglés había visto varios tipos de magia, varias formas de usarla, manipularla, invocarla... Aquella era sin duda alguna la más pija que había visto nunca. Magia mediante hilos. Para partirse si uno le encontraba el chiste.
¿Se rió? No. No porque bajó la mirada hacia el atlante enloquecido, y pudo ver su verdadera forma, el aspecto de su alma. Estaba tan corrompida como si acabaran de bañarla en los caldos del infierno. Al final resultó que la teoría de la posesión era cierta, aunque solo a medias. Alguien había jugado con su alma, y el mundo pagó por su "broma".

Constantine tenía que moverse, y rápido. Las piezas dentro de su cabeza habían sido bloqueadas, y tenía que pensar rápido si quería que volvieran a estar libres. Lo primero era lo primero: en su actual forma, John se acerca a Brunilda al ritmo de dos parpadeos. Alargó las manos y tapó los ojos de la valquiria para así poder dejar la impronta de su propia visión. No era manipulación mental ni de ningún tipo. Tan sólo una sugestión para sus ojos que duraría el tiempo que la valquiria tardase en decidir que aquella visión no le pertenecía. Para asegurarse, John le dejó un eco dentro de su oído:

"Corta los hilos"

Volvió al mundo material, cerrando su visión de mago y abriendo sus propios ojos. Estaba rodado de llamas y más allá de éstas los aliados que habían traído con ellos se le echaban encima. Y su perro guardián era el propio Ghost Rider. Tal vez Arión supuso que con aquella jugada dejaría fuera de la partida al inglés, y si así lo creía se llevaría una desagradable desilusión: subestimar a John Constantine suele traer consecuencias fatales, y el mago ya estaba trazando su nuevo plan. Era arriesgado pero, como siempre, quien no apuesta fuerte, no gana nada.
Se puso en pie y se acercó al Ghost Rider. Le necesitaba en otro lugar, y tenía que ser pronto. El mago tenía su propio rol en aquel circo: tenía que hacerse cargo de alma de Arión.

- Eh, cabeza de cerilla, baja el fuego y ve a ayudar a la rubia. Necesitamos que tenga las manos libres si queremos patearle el culo a Arión.

La barrera de fuego era una buena tapadera, y su guardián estaba de espaldas. Y como nadie podía ver a John, John dejó de estar ahí.

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Dalae siguió con la mirada el acelerado descenso de los dos magos. Había apuntado bien, habían caído en la cima de la inmensa muralla que protegía la ciudad de Atlantis. De no ser así, ahora habría dos manchas rojas tiñendo la hierba, y dos problemas menos en la vida de la asgardiana. Pero no, podía respirar tranquila. Sus dos problemas habían aterrizado en un lugar relativamente seguro, si se ignoraban los soldados chacales que los rodeaban, y el hecho de que uno de ellos no podía usar magia en absoluto. Aunque no parecía que eso fuera a amilanar a Loki en lo más mínimo.

Dalae se agachó para recoger su bastón, que había dejado en el suelo antes de coger la gema, y lo volvió a colocar en su espalda. De momento, todo parecía controlado. John Constantine aún no había muerto, y parecía seguir concentrado en sacar su as de la manga para dejarlo encima de la mesa. Quien podía, se aproximaba a los duelistas, en un intento de inclinar la balanza en contra de Arión. Casi se podría haber dicho que todo estaba decidido…

Hasta que, de pronto, comenzó a llover magia sobre ellos. Una tormenta de monstruos, rayos, y los dioses sabían qué conjuro que anulaba la mente de los hombres bestia, entre los que, al parecer, Deadpool se incluía. Mátala, había dicho, antes de volver a sus asuntos. Dejándolos a su suerte con el caos que había creado, y concentrándose en lo único que resultaba un peligro inminente para él. Pero no había tiempo para reflexionar sobre lo que unos y otros habían hecho: El mercenario de rojo se había quedado callado, y eso sólo podía significar una cosa. La bruja de hielo bloqueó el golpe de las dos katanas con su propia espada, y rechazó a su atacante expulsando un fragmento de magia sin forma desde su mano izquierda. No sabía modelarla para formar hechizos, como hacían el resto de los magos del grupo. No podía transformar esa luz blanca azulada en barreras o criaturas, no podía ver a través de ella o usarla para viajar. Pero sabía que hacía daño. Y eso le bastaba de momento.

Deadpool retrocedió, con una herida mágica del tamaño de un plato en el costado. Una marca negra, de la que partían pequeñas venas que parecían esforzarse por cubrir la mayor superficie posible. Una descarga mágica así, tan de cerca… Debería haberlo dejado fuera de combate. Pero, en lugar de eso, su piel llena de pústulas y cicatrices empezó a borrar las huellas del ataque hasta que no quedó nada más que un roto más en su traje. Dalae lo había visto sobrevivir a los mordiscos de un oso, pero había esperado que la magia diera mejor resultado.

No había sido el caso. Wade seguía pudiendo sobrellevar todo lo que le pasara… ¿Cómo se suponía que tendría que matar a alguien que siempre se recuperaba de sus heridas? Lanzó un par de esquirlas de hielo a esos ojos sin pupilas, tratando de cegarlo. Quizás esa no fuera la solución. Quizás fuera mejor salir volando, y encargarse de lo que realmente importaba: Lo que ocurría en la cima de las murallas. ”-¿Seguro? Si yo fuera él, te dispararía en cuanto te separases del suelo.”-Por una vez, la morena tuvo que reconocer que Raden tenía razón. Deadpool contaba con armas de fuego, y la suficiente puntería como para alcanzar un blanco en movimiento. Además, si se iba… Se arriesgaba a que el mutante la persiguiera. Había recibido una orden, y debía cumplirla. Costara lo que costara. Y eso, si no contaba con la inteligencia suficiente como para darse cuenta de que, gracias a sus poderes, podía atravesar tranquilamente el muro de fuego que protegía a Constantine y matarlo antes de que llevara a cabo su plan.

Desde luego, desentenderse de él no era una idea muy brillante; y eso sólo le dejaba una alternativa. Entre un intercambio de golpes y otro, Dalae cubrió su mano libre de hielo, dándole la forma de una garra. No llevaban mucho rato luchando a espada con él, pero ya había descubierto que Deadpool se apartaba por mucho de la esgrima que ella había aprendido desde pequeña. Si quería vencerle, tendría que apartarse también de la norma. Con un movimiento rápido, interpuso su brazo izquierdo entre las espadas de Deadpool y su cuerpo. Como si hubiera golpeado un escudo, una de ellas resbaló… Mientras que Dalae agarraba la otra hoja con su mano protegida, sin cortarse.

Sólo entonces, cuando supo que su contrincante no podía defenderse, dirigió su espada hacia el corazón del humano inmortal.

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-Puedes pensar lo que quieras-dijo bastante  carente de emoción, con su serio semblante. Le importaba muy poco cual considerase Dalae como el enemigo. Ella sabía cuál era el bando con el que tenía que estar y lo demás no la preocupaba lo más mínimo en aquellos precisos instantes. Después de todo, ella no tenía la misión de corregir a la juventud. Pero mientras estuvieran juntas en aquella empresa por lo menos protegería su integridad asgardiana.

Brunilda emprendió de nuevo el vuelo a lomos de su preciado corcel para enfrentarse cara a cara con Arion. Porque a pesar de que la lanza no le hubiera apuñalado, como hubiera sido su deseo, la valquiria no era alguien que cesara en su empeño de buenas a primeras. Cuando el mago castaño le dirigió aquellas palabras puso cara de es evidente. Ella nunca mentía, no era Loki. Si alguna vez exhibía más gallardía  de la necesaria es porque era una persona que confiaba plenamente en sus habilidades y en su victoria. Se rió sarcásticamente con lo de proteger.

-Proteger  es lo más opuesto a lo que les has hecho a estas personas.-  Terminadas sus palabras el desquiciado hombre que tenía frente a sí invocó dos aberraciones. Una para que diera cuenta de Brunilda y otra para que se enfrentase a Hellboy.

Aquel calamar gigante emitió una descarga eléctrica dirigida a Aragorn y Brunilda. La piel de la asgardiana era densa y su cuerpo resistente podía resistir bien la corriente de aquel ser. Le producía un cosquilleo desagradable pero era algo que podría sobrellevar. No obstante, no era lo misma para su caballo. Aragorn estaba modificado genéticamente pero tan sólo tenía un poco más de fuerza y resistencia que un caballo midgariano de su raza, edad y su peso. Por ello, la descarga eléctrica del monstruo invocado por Arion le dejó inconsciente.

El cuerpo de la valquiria cayó al suelo. Pero aquel golpe no significaba mucho por su fisonomía asgardiana. Se levantó como si nada hubiera pasado y se desempolvó la ropa. Lo primero que hizo fue ir a por el cuerpo inerte de su leal amigo. El caballo alado colgaba de uno de los brazos tentaculares del engendro. La guerrera sacó de la funda de cuero su flamante espada.

-Aragorn- comentó más preocupada y afligida de lo que había estado en toda aquella aventura, al ver como su rocín perdía el conocimiento tras el ataque de aquel asqueroso ser que había invocado el mago. Su gesto se frunció aquello ya se iba volviendo personal. Un brote de ira empezaba a nacer en la rubia asgardiana. Malditos magos corruptos. Iba a tronzar ese hermoso cuello con sus largos y finos dedos nórdicos hasta que se partiera. Una oleada de cólera le invadió pero tenía que manejar aquel sentimiento en su favor. Usar ese coraje como leña para seguir resistiendo cada golpe del enemigo y levantarse una y otra vez. porque si algo tenía por seguro es que en una pugna no vence el más fuerte ni el más listo, vence quien es capaz de resistir hasta que su rival desfallece. La victoria es del que aguanta hasta poder dar el golpe de gracia a su rival.

Saltó en pos de llegar a donde estaba Aragorn. Al llegar a la altura hizo un movimiento de espada.  Con Colmillo de Dragón cortó el tentáculo donde se hallaba su amigo. Profirió un grito de dolor al perder uno de sus brazos. Brunilda en su caída agarró a su caballo y se dejó caer al suelo. Absorbiendo ella con su cuerpo el impacto contra el suelo. Puso al caballo a salvo y rápidamente volvió a la batalla.

Ese bicharraco embravecido se arrojó furioso contra la valquiria. Aquel calamar  le dio un golpe en el torso. Ese golpe venía con una fuerte descarga eléctrica de regalo. Ese combo hizo que Brunilda se quedase un poco atontada. Su contrincante aprovechó su aturdimiento para propinarle más ataques. Cuando pudo reaccionar le propinó una fuerte patada  a aquel ser. Le dio un par de golpes certeros y se alejó un poco.

Desperdigada estaba su valiosa arma arrojadiza. Hizo gala de su cabezonería asgardiana y otra vez volvió a insistir. Así que la perseverante guerrera llamó de nuevo a su lanza. Teniendo el arma entre sus manos. Volvió la arrojarla con maestría impactando certeramente en uno de los ojos de aquel intento de calamar.  Ese vil ser dio un potente alarido. Tenía un momento para poder respirar pero en una batalla el tiempo siempre apremia. No hay lugar para las dudas ni para los descansos. A la rubia se le acercó Constantine, metiendo en su mente aquella singular imagen. Esos hilos que se enlazaban los unos con otros. A la asgardiana le recordaba a como se tejían los hilos de un tapiz. Pensó en las norns, en cómo las tres mujeres entretejían el destino de las personas en el tapiz de la vida. Quizá aquel mago hiciera algo similar.  Esa era su forma de hacer magia. Aunque no se fiaba mucho de Constantine, las palabras del mago eran lógicas. Si esa era la manera en la que el mago canalizaba su magia lo más sensato era pensar que si esos hilos eran cortados se vería desposeído de su magia. De la misma manera que la vida de los nórdicos terminaba cuando las señoras del destino cortaban su hilo. Sí, Colmillo de Dragón podía sesgar aquellos hilos de un tajo. Parecía muy fácil pero todavía le quedaba aquella amenaza en medio y Aragorn estaba aún en el suelo. No sabía cuánto tiempo y esfuerzo le requeriría llegar hasta Arion.


Última edición por Brunilda el 18th Septiembre 2017, 18:53, editado 1 vez
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Johnny Blaze

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019] - Página 2 Icon_minitime17th Septiembre 2017, 19:51

¿No les encanta cuando creen que están recuperando una ventaja solo para que todos los esfuerzos realizados les explotan en la cara? A mi tampoco. Por un momento, cuando vi a Arion y Loki cayendo de grandes alturas hacia el suelo, pensé que las cosas habían terminado allí, que los dos magos se habían noqueado mutuamente; pero claro, nunca puedo esperar que las cosas se solucionen rápido y fácil ¿Verdad? No, eso seria demasiado pedir para mi. De hecho, fue como si Arion se hubiese estado conteniendo todo este tiempo, y esa gema o piedra o lo que fuese que le arrojaron (por que vi que la hechicera de hielo le arrojo algo parecido) le hubiese despertado de mal humor. O al menos eso daba la impresión de haber pasado, basado en el modo en que, apenas supo el origen de esa gema (Razon) conjuro un rayo de energía y lo lanzo directo hacia el pecho del mexicano. Se nota que puso bastante animo en ese rayo, por que saco de combate al espadachín tuerto de un solo movimiento. Nunca me cayo particularmente bien, pero era un soldado menos, esas bajas no te las puedes permitir cuando peleas contra un ejercito y a juzgar por el estado de su cuerpo estaba seguro de que no se levantaría. Desde luego, las cosas no podían detenerse allí. A juzgar por como iban las cosas, diría que los miembros del grupo mas cercanos al hechicero atlante la tenían mas difícil, pero no diría que nosotros la teníamos precisamente fácil, menos aun cuando los aliados animales que habíamos juntado para que nos protegieran se volvieron contra nosotros. Y no era la típica traición del doble- agente. Estaba junto a ellos, pude verlo en sus rostros: el lado animal tomo control de sus cuerpos, ya había visto esta clase de cosas antes. Obra de Arion, desde luego, y para colmo estaban demasiado cerca de Constantine, quien todavía seguía en trance.

Me monte en la motocicleta de un salto, solo para llegar junto a John antes de que las bestias se acercaran demasiado a él, cortandoles el camino con mi vehículo para luego erigir un segundo muro de fuego infernal, esta vez en un area todavia mas reducida, y mucho mas alto, para mantener alejados a nuestros enemigos. Si algo se de los animales es que todos le temen al fuego, y a juzgar por las reacciones que pude ver en sus rostros, diría que esos hombres- bestia no eran la excepción. Las cosas se estaban poniendo complicadas, y a juzgar por la falta de "Ariones muertos" diría que no era el único del grupo al cual se le estaban poniendo las coas difíciles. Entonces escucho el susurro de Constantine detrás de la cabeza (no homo) dándome instrucciones. Aleluya, mis días de niñero terminaron. -Como quieras, solo intenta no morir demasiado rápido.- Le comente, mientras comenzaba a salir del circulo. El muro de fuego infernal descendió un poco, lo suficiente como para que saliera mi moto, lo que desde luego provoco ataques por parte de la mayoría de los hombres bestia que intentaban colarse para atacar al mago. El metal de sus armas se fundió y la madera se hizo cenizas mucho antes de que tocaran mi cráneo, y todo lo que necesite para apartar a los monstruos mas cercano fue un empujón con la suficiente fuerza como para mandarlos volando hacia atrás, solo lo suficiente como para poder cerrar el segundo circulo sin problemas. Por un momento me pregunte como se suponía que iba a salir de allí sin dejar a John abandonado; por suerte cuando me di la vuelta para preguntarle, el ingles había desaparecido.

-....Oh si.- Estoy seguro que sonaba como drogado a esas alturas. Habia cierto placer perverso en esas palabras, y posiblemente se me hubiese visto sonriendo de oreja a oreja de no ser por el hecho de que como calavera no tenia los músculos ni piel necesarios para sonreír como quería. Ya estaba libre, no mas trabajo de guarda espaldas. Ahora podía empezar a lastimar al atlante. Pero primero, como dijo en ingles, tenia que ayudar a la nórdica y a Hellboy, quienes aparentemente estaban bastante liados luchando contra monstruos que parecían sacados sacados de una típica película japonesa. Uno era una interpretación alternativa de Cthullu, y el otro una manta raya gigante; me esperaba algo mas imaginativo. Lo primero que hice fue golpear con fuerza el suelo, en el medio del área que se encontraba protegida por el fuego infernal, canalizando este por debajo de la tierra, de modo que acabase saliendo disparado hacia arriba en un lugar determinado, resquebrajando y levantando pedazos de suelo, fundiéndolos unos con otros para crear una rampa. -Esta bien, es un salto de no se cuantos metros por encima de un mar de mutantes mitad bestia. Y esta vez, si caes no te matas tu, los matas a ellos.- Mentiría si dijera que no había hecho saltos mas difíciles. Soy un acróbata, es como me gano la vida. La diferencia entre este salto y, por ejemplo, saltar sobre una piscina olímpica llena de tiburones o pirañas, era, como dije antes, que si no llegaba lo suficientemente lejos podría acabar aplastando a alguien con la motocicleta. Respire hondo, presione con fuerza el manubrio, fije mi objetivo y salí disparado. Por unos momentos me eleve majestuosamente en el aire como una paloma...en llamas.

Tenia perfecta visión de donde estaban todos, pero tenia que concentrarme en un objetivo en particular: las bestias antes citadas. Solo para asegurarme un poco de dar en el blanco, me asegure de que saliese fuego infernal disparado en grandes cantidades por los tubos de escape de mi moto. Todavía no descubría como volar con esa cosa, pero haciendo eso me convertí en un proyectil humano, apuntando directamente hacia la frente del pulpo como un misil tele-dirigido. Poco antes de llegar al objetivo salte de la moto, mientras surgían varias cadenas místicas por debajo de mis mangas, las cuales se dispararon directo hacia las alas de la manta raya voladora. Mi idea era reducir esa cosa a polvo, o por lo menos quemarle las alas para que la asgardiana la rematase. Me conformaba con cualquiera. Teníamos que eliminar esas cosas rápido para poder concentrarnos en Arion.
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Elissa Stavridis
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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019] - Página 2 Icon_minitime21st Septiembre 2017, 19:42

Elissa se detuvo a escasos milímetros del muro mágico, emitiendo algo parecido a un resoplido. No había palabra, en griego o inglés, que describiera la frustración que Arión provocaba en ella. ¿Qué quería decir aquella mirada de disculpa? ¿Sentía lo de la barrera? ¿Sentía haberla encerrado en su habitación? ¿Por qué insistía en seguir hasta el final? Nadie lo obligaba a continuar con aquello. Nadie. Era el hombre más tozudo que había conocido jamás.

Lo mejor para el atlante hubiera sido golpearse la cabeza en la caída y quedarse inconsciente. La batalla hubiera concluido antes de lo esperado, tal vez sin derramamiento de sangre. Pero no; ni él ni su contrincante habían sufrido daños permanentes, lo cual pensaban subsanar pronto mediante el uso indiscriminado de sus espadas. Elissa examinó los límites del muro mágico. Para llegar hasta ellos perdería mucho tiempo. Y, una vez cerca, las probabilidades de recibir una estocada aumentarían considerablemente.

La griega solía ser reflexiva; ya iba siendo hora de que lo demostrara.

Miró a su alrededor, haciéndose un rápido esquema de los acontecimientos. Antes de encararse con su adversario, Arión se había asegurado de que el resto de sus enemigos quedaran “entretenidos”. Su maestro la confundía; su comportamiento en el palacio había sido el de un hombre resignado a morir. Sin embargo, ahora parecía querer vender cara su vida. Había construido una prisión mágica para la asgardiana; muy parecida en factura mágica a la del muro que ahora se alzaba ante Lissa… tal vez también para protegerla.  

Pero también en aquel aspecto sus prioridades parecían haber cambiado. Elissa contempló con horror cómo el atlante imponía su dominio mental sobre Deadpool y enviaba al mercenario contra la mujer a la que decía haber amado. La griega se estremeció. Nada bueno podía surgir de aquel enfrentamiento.

No hubiera sabido decir quién la preocupaba más. Conocía a Wade Wilson; sabía que no podía morir… al menos, no de un modo convencional. Pero aquello no quería decir que el mercenario no sintiera el dolor. La griega había sido su aliada una vez, y sentía cierto aprecio por un tipo que había arriesgado su vida por el grupo sin apenas conocerlos, dinero de por medio o no. No quería verlo caer y levantarse una y otra vez bajo la espada o la magia de la asgardiana.  

En cuanto a ella… Las acciones de Arión revelaban una profunda ambivalencia. Había condenado a Dalae con una frialdad nada propia de él, y después le había dado la espalda. El deseo explicitado era claro: la quería muerta. Pero Lissa podía señalar dos contradicciones. Una: no era capaz de matarla en persona, problema que no parecía tener con el hombre de verde. Dos: no quería ser testigo del momento en que se cumpliera su orden; de ahí que se girara para no ver.

La griega miró a la asgardiana, que se preparaba para recibir a Deadpool. Hasta donde ella sabía, Dalae era enemiga de Arión. Había hecho que se precipitara contra el muro, y nada en su expresión revelaba otras intenciones que las de combatirlo. Su maestro la había descrito como una traidora. Aún así, había querido preservarla, aunque no sabía muy bien para qué. Tal vez sólo pretendiera posponer el enfrentamiento con ella; tal vez quería el mismo desenlace que estaba a punto de presenciar. Pero si no era así, si la asgardiana moría y él se arrepentía de su decisión... el problema sería mucho más difícil de solucionar.

Elissa decidió que los quería vivos, a ambos. Se apartó del muro mágico con una breve mirada a Arión, y siguió la estela de Wade.

El mercenario luchaba contra Dalae con la frialdad y la precisión de una máquina bien engrasada. No bromeaba, no hacía referencias de mal gusto; no era él. Se encontraba bajo la influencia mental de Arión y, dado que su maestro estaba distraído, el hechizo sería más fácil de deshacer. Sólo necesitaba que la guerrera no lo hiciera pedazos en el intervalo.

Pero ésta parecía tener otros planes. Cuando Elissa corrió hacia la sección de la muralla más cercana a ellos, la hoja de la asgardiana se dirigía directamente al corazón de Deadpool.

Elissa actuó casi por instinto. Su voz fue más veloz que su mente. Conocía el nombre de la mujer a través de Arión. Sólo tenía que atraer su atención el tiempo suficiente como para que sus ojos se encontraran unos segundos.

-¡Dalae! - gritó.

La asgardiana la miró.

Y, entonces, el cuerpo de Elissa se derrumbó.

***


Dalae

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Hacía frío.

El viento helado aullaba y lanzaba lanzaba dentelladas al aire, como una manada de lobos hambrientos. Mordía, gemía, calaba. Arrastraba la nieve y la arrojaba contra su rostro. Agitaba su túnica, haciendo que ondulara a su espalda como un fantasma azul cobalto.

Alrededor de Psique no había árboles; sólo columnas y más columnas que no sostenían ningún techo, figuras caprichosas de hielo cristalizado. Le devolvían el reflejo de su rostro; sus ojos iluminados por un pálido fulgor azul, los labios salpicados de escarcha.

Había figuras en aquel hielo, siluetas casi imperceptibles, inmóviles tras sus ventanas empañadas. No se detuvo a indagar acerca de ellas; tenía prisa. No podía demorarse en el páramo.

El cielo era gris y tormentoso. El temporal se arremolinaba en lo alto, imparable.


-Ικάρος - musitó la mística, extendiendo unos brazos convertidos en alas.  

Dio una enérgica sacudida y se elevó con el viento frío, ignorando el entumecimiento que se adueñaba de su rostro y sus manos. Se detuvo en el centro de la tormenta, que aullaba a su alrededor en un coro de voces enloquecidas.

-No lo hieras - ordenó, en griego. Al tiempo que las pronunciaba, las palabras abandonaron sus labios en forma de letras azules: “μην τον βλάψετε”. El mensaje flotó un instante alrededor de ella, y entonces el viento lo arrastró, esparciéndolo por la llanura, llevando el eco de la orden hasta sus más lejanos confines.

Entonces, Psique descendió en picado, se enderezó a dos metros del suelo y aterrizó, con una rodilla adelantada. Las alas se desvanecieron.

Cuando se disponía a marcharse, algo llamó su atención. En aquel lugar, el frío era menor y la nieve menos consistente. La mística creyó percibir, a lo lejos, un débil resplandor, y caminó hacia él. Y, a medida que avanzaba, la capa de hielo era cada vez más fina, hasta que desapareció.

Psique anduvo, descalza, hasta alcanzar la pequeña fuente de luz, y pronto fue evidente que el calor que irradiaba era el responsable de la nieve fundida a su alrededor. Se detuvo y la observó en silencio.

A sus pies había una gema oval, roja como la sangre, que ya había visto una vez.


***

Elissa abrió los ojos. La proyección astral apenas había durado unos segundos, pero su cuerpo se había resentido, como siempre, del abandono de su espíritu. Yacía en el suelo, sobre la muralla. Al otro lado, Dalae y Deadpool se encontraban exactamente en la misma escena que hacía un instante, salvo porque el brazo de la asgardiana se había detenido. En lugar de atestar la estocada, la joven había bajado el arma. El mercenario, aún bajo el dominio de Arión, continuaba inmovilizado en la misma posición; no había tenido tiempo de reaccionar.

La psicóloga se incorporó, tambaleándose ligeramente; el cambio de postura brusco no había sido una buena idea, pero no sabía cuánto tiempo iba a durar su influencia sobre la joven. Se alegró de estar lejos de ambos, perfectamente visible para ellos, pero fuera del alcance de sus armas de filo.

Entonces, vio como Deadpool parpadeaba y sacudía la cabeza, confuso. Por un instante, sus pupilas fueron visibles; un parpaeo después, sus ojos volvían a estar en blanco. La secuencia se repitió una segunda vez: interferencias en el control mental. La caótica mente de Wade parecía estar recuperando el control.

Elissa miró a Dalae.

-El hechizo remitirá pronto… no le hagas daño, por favor - suplicó.

_________________
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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019] - Página 2 Icon_minitime26th Septiembre 2017, 12:52

El embaucador era capaz de escuchar con claridad los latidos de su corazón, que golpeaban con fuerza la pared de su estrecho pectoral. Se sentía nervioso, y sus ojos no perdían detalle de ninguno de los movimientos de sus enemigos.

Loki tragó saliva. Tenía la garganta seca de los nervios, pero se encontró arrugando la nariz cuando Arión dejó de prestarle su atención. Estaba dejando el terreno listo para el combate, y lo primero que hizo fue crear un muro de protección alrededor de ellos, para que esa misteriosa chica de la trenza y las túnicas griegas no les alcanzara… Loki observó a la mujer con sus ávidos ojos verdes, y los planes en su cabeza se empezaron a trenzar con firmeza.

Después avistó a Razor, y cómo el débil y mortal cuerpo del Dragón del Este respondía al rayo mágico de Arión, que le dejó inconsciente y malherido al instante. El dios de las mentiras hizo rodar los ojos ante la patética visión y se recordó a sí mismo porque aquel mutante era su aliado.

Los asuntos de Ahri’ahn no habían terminado. Con sus manos cargadas de poder invocó a dos terribles bestias que se lanzaron directas a enfrentarse a Brunilda y a Hellboy. El asgardiano agudizó la mirada en dirección a la Valquiria. Su apreciado corcel, Aragorn, había caído frente a una de las quimeras, y se sentía más rabiosa que nunca. Si ya era difícil conseguir razonar con ella cuando estaba tranquila, ¿Cómo lo iba a conseguir ahora que había perdido el sentido? Aquello no le interesaba a Loki, puesto que si las cosas se torcían en su combate con Arión, Brunilda era la única persona que podría ayudarle, y sacarle del círculo de armados chacales con su caballo alado.

Y para quitarse a las dos últimas personas de encima, el Atlante manipuló la débil mente de Deadpool, obligándole a que usara sin piedad sus katanas contra Dalae. Aquella orden lo confundió… ¿No había sucedido algo íntimo entre ellos? ¿Porqué ahora de repente la sentenciaba a muerte cuando hacía tan solo unos minutos la quería proteger del combate?

Oh, claro… se trataba de la piedra anti-magia. El colgante que ahora Loki tenía atrapado dentro de su puño y que Dalae lo había lanzado sin miramiento contra los dos magos. Aquello podría ser interpretado como una vil traición, y no hacía más que confundir al personal. Pero Loki ya tenía otros planes para la piedra...

Por último, Arión se deshizo de las tres copias de Loki que sobrevolaban por encima de su ejército con un simple chasquido de dedos. El embaucador no hizo otra cosa que acentuar su sonrisa traviesa.

¿Has terminado ya? —preguntó burlón. Estaba harto de que Arión presumiera de su enorme poder delante de todos. ¿Para qué tenía un ejército de hombres con cabeza de animales? Si él quisiera, podría encargarse solito de todos aquellos que deseasen enfrentarse a él… lo acababa de demostrar a todo el mundo.

Incluso podría terminar con su vida en aquel instante si se lo propusiera. Pero era un estúpido, pensó Loki, porque había caído de lleno en sus provocaciones. Arión había convertido su batalla en algo personal, y aunque parecía que todo iba en su contra, el dios de las mentiras era difícil de matar. Siempre que la muerte se cernía sobre él, el príncipe del caos y la oscuridad había encontrado la forma de volver al mundo de los vivos. Por muchos Ragnaroks que asolaran el mundo, Loki siempre acababa sobreviviendo a ellos tarde o temprano...

Es curioso como nos hemos intercambiado los papeles… —comentó el hechicero ahora que el castaño le prestaba su total atención.— Tenía entendido que Arión era un hombre de corazón bondadoso, y ahora… mírate. No eres más que el villano de este cuento.— dijo, mostrando a su contrincante una afilada sonrisa.— Y yo pasaré a ser el héroe que salvará al mundo de tu corrupta utopía...

Dicho esto, el asgardiano dio paso al combate de esgrima, abalanzándose sobre el altante con arma en mano. Gram, la antigua espada de Sigurd, la que posee la verdad en su hoja. No era una espada que sirviera para matar a mujeres y hombres, pero eso Arión no podía saberlo. Por ello, Loki tenía planeada otra cosa.

Mientras Ahri’ahn estaba distraído terminando sus deberes con el resto de los miembros de su equipo, Loki había usado la mano donde tenía encerrada la gema anti-magia para buscar la daga que había escondida en su cintura, y ató la piedra en el pomo del puñal con el que una vez había tratado de asesinar a su hermano Thor...

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Arión no se dejó arrastrar por las provocaciones del asgardiano, sino que su rostro se mantuvo imperturbable y sereno, totalmente concentrado en la batalla que se aproximaba.

- Basta de charla... empecemos -fue cuanto dijo, con expresión seria.

El moreno se abalanzó primero, a lo que el atlante respondió retrocediendo para evitar el furioso tajo horizontal que le habría destripado. Acto seguido acometió, pasando la espada de la mano diestra a la zurda para, en una hábil maniobra detener el cuchillo traicionero con el que Loki pretendía acuchillarle al tiempo que le asestaba un puñetazo con la derecha, puñetazo que, sin embargo, no pilló desprevenido a Loki ni siquiera a pesar del cambio de mano. Con unos reflejos dignos de la serpiente con la que a menudo se le comparaba se apartó y aprovechó que la inercia del puñetazo había impulsado a Arión hacia adelante para golpearle con la rodilla en el mentón. Tomando ventaja del momentáneo aturdimiento de su contrincante, Loki se situó tras él y le retorció a la espalda la muñeca que sujetaba la espada, obligándole a soltarla, mas no sin librarse del súbito codazo en el estómago que el atlante le propinó con el brazo libre, y ésta vez nada impidió que el embaucador se llevara un derechazo directo a la barbilla.

El cuerpo del asgardiano retrocedió a trompicones, desmadejado, y aunque aún sujetaba el puñal con la mano izquierda, el colgante que había amarrado en la empuñadura pendía libremente en el extremo. Con unos reflejos que en nada tenían que envidiar a los de la serpiente, Arión se lanzó hacia la gema y tiró de ella sujetando con la otra mano la muñeca de Loki. Situándose a su espalda, atrapó la garganta del embaucador con el cordón del colgante, entre la gema que Arión sostenía en la mano derecha y el extremo anudado a la empuñadura de la daga que el castaño mantenía apresada con la izquierda. Arión comenzó a apretar y sus músculos se tensaron, pero su fuerza palidecía en comparación a la del asgardiano; La diestra de Loki apresó el antebrazo de la mano con la que Arión sujetaba la gema y, aprovechando la firmeza con la que el atlante le aferraba la zurda, se inclinó hacia adelante y tiró con brío, volteando al castaño por encima de su cabeza. Aquél brusco movimiento pilló por sorpresa a Arión, cuyo único conocimiento de los asgardianos se reducía hasta aquél momento a Dalae, y que por tanto ignoraba que, como raza, poseían una fuerza mucho mayor a la humana. Incapaz de reaccionar a tiempo, no pudo evitar que su espalda golpeara pesadamente contra la superficie de piedra de la muralla, lo cual le dejó dolorido y desarmado en el suelo. Vio cómo Loki se le acercaba dispuesto a rematar el trabajo y se incorporó como un resorte, ajeno al daño, haciendo que sus manos se iluminasen con energía brillante de color esmeralda. Loki tenía un dominio similar con la espada, pero era más fuerte que él y había conseguido desarmarle, lo cual le dejaba en situación de desventaja. Tenía que quitárselo de encima con magia antes de que el radio de acción de la piedra de anulación llegara hasta él.

*    *    *    *

La criatura, enloquecida por el dolor del tentáculo cortado y la lanza que Brunilda le había clavado en el ojo, aprovechó el momento de distracción de la valquiria, motivado por la repentina visión de Constantine, para envolverla entre todos sus apéndices y apretar, tratando de aplastarla al tiempo que concentraba toda su energía eléctrica para freírla de una descarga.

Mientras, abajo en el suelo Hellboy se enfrentaba a brazo partido contra la mantarraya monstruosa, tratando de mantener cerrada la inmensa boca plagada de colmillos con el brazo de piedra para evitar que le mordiera mientras le asestaba un puñetazo tras otro con la izquierda.

- ¿Te han dicho alguna vez que te apesta el aliento? -refunfuñó entre dientes.

En ese momento se escuchó el súbito tronar de la moto del Ghost Rider que se dirigía como un misil teledirigido directamente hacia la quimera que tenía prisionera a Brunilda, impactando con un estallido de llamas. El motorista saltó un segundo antes, dirigiendo sus cadenas ardientes hacia la mantarraya, amputándole las alas y dejando a la gimoteante criatura retorciéndose en el suelo para que la asgardiana la rematara.

- Gracias, tío -dijo Hellboy-. Ese bicho necesitaba urgentemente un Smint.

La mirada amarilla del demonio rojo se volvió hacia lo alto de la muralla, a tiempo para ver cómo un derrotado Arión trataba de hacer una vez más uso de la magia para deshacerse del Dios de las Mentiras y chasqueó la lengua en un gesto de consternación.

- Rubita, si vas a hacer algo, será mejor que lo hagas ahora.

Por su parte, el poder regenerativo de Deadpool estaba empezando a contrarrestar el hechizo de Arión, y más valía que lo hiciera pronto, porque el grupo de Rodunn, viendo que ya no quedaba nadie en el cerco de fuego, estaban empezando a correr hacia ellos. Lo bueno era que, al menos por el momento, Dalae, John y los demás aún tenían unos segundos para decidir su próximo movimiento antes del final...

ÚLTIMO TURNO DE COMBATE:

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John Constantine
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A veces, cuando estás sólo o rodeado de gente en las calles de tu ciudad, entre los árboles del bosque, en una gran plaza o dentro de un minúsculo taxi, tienes la sensación de que alguien te sigue, te observa y no se pierde ninguno de tus movimientos. Es más, se adelanta a ellos. Te lee como un libro abierto y avanza varios pasos hasta situarse en la mejor posición para sorprenderte, cuando no mires y te creas seguro. Y sin darte cuenta hasta el último momento ya te tiene donde quería, y te apuñala con la sorpresa, dejándote en desventaja y sin defensas.
Con los años John había perfeccionado aquel arte. Lo hacía casi sin pensar, como un músculo más en su cuerpo. Ya han sido innumerables las veces en que ha sorprendido a su víctima estando en el asiento de atrás de su propio coche estando las puertas de éste cerradas con llave. ¿Cómo lo ha hecho? ¿Cuándo se ha metido? La respuesta es tan simple que nadie cree en ella, o al menos no suelen: magia.

El inglés había aprovechado que nadie lo estaba mirando para escabullirse hasta situarse al otro lado de la muralla, en una esquina alta y cercana al atlante, donde las sombras de la misma pudieran cubrirle mientras preparaba el truco final. Lo ideal habría sido ponerse lo más cerca posible de Arión, pero con los guardias tan cerca corría el riesgo de que lo empalaran antes de terminar. En aquel lugar no habían guardias y por suerte nadie le prestaba atención. Era perfecto porque necesitó su tiempo para terminar con los preparativos. Con una tiza en la mano había dibujado un círculo a su alrededor, adornado con caracteres y símbolos antiguos. Además, debido a la urgencia del momento y el poco tiempo del que disponía necesitaba potencia de fuego que acelerada el proceso para poder afectar al mago atlante, con lo que se hizo un corte en un dedo, se subió las mangas y se dibujó los mismos símbolos en los antebrazos con su sangre manchada con el poder del demonio.
Preparado el exorcismo, tan sólo necesitaba una última cosa: concentración y visión del mago. Desde aquel punto pudo seguir todo el combate entre los dos espadachines, y como una vil rata esperó el momento apropiado para entonar su canto en latín antiguo, alzando una mano hacia su objetivo y la otra encarada sobre el círculo para canalizar el hechizo. Su voz sonó primero como un pequeño susurro y, a medida que el exorcismo iba tomando fuerza, aumentó hasta sonar como un trueno.

El efecto del exorcismo era simple: devolver a la normalidad el alma de Arión, y para ello tenía que devolver al infierno lo que era del infierno. Purificar la corrupción usando la fuerza de las palabras. Los primeros efectos para el atlante serían una fuerte presión sobre el pecho, y poco a poco su cuerpo comenzaría a rezumar una bruma negra que se acumularía bajo sus pies, formando un vórtice que se tragaría la oscuridad de vuelta al abismo. Como quien tira de la cadena para ver como se traga la mierda y la manda a las alcantarillas.
No sería agradable, no sería bonito, y sobretodo, sería muy, muy doloroso. El inglés sólo necesitaba tiempo, y que Brunilda se diera prisa en cortar los hilos de la magia o el mago podría estallar en mil pedazos si Arión se daba cuenta a tiempo de lo que estaba pasando.

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Después de haber infligido aquel daño a la criatura y que John le otorgase aquella visión sobre cómo se conformaba la magia de Arión, Brunilda bajó un tanto la guardia, por lo que el calamar gigante pudo apresarla y atraparla rodeándola con sus tentáculos. El repulsivo ser apretaba con fuerza a la valquiria mientras ella hacía fuerza para poder librarse de aquellos brazos que la mantenían cautiva. A pesar de contar con una inmensa fuerza la rubia no podía hacer uso de ella, ya que,  al estar amarrada no podía usar sus músculos con libertad para hacer uso de sus capacidades anatómicas. Además, el ser marino ejercía más presión y apretaba más su amarre en cada intento de escape de la guerrera asgardiana. Como estaba en una encrucijada y ponía todas sus capacidades en librarse de ese despreciable monstruo no prestó atención a las adversidades a las que se enfrentaban sus compañeros de periplo. El ser que había invocado el corrupto mago iba a intentar electrocutarla. A pesar de ser una doncella de la muerte, Brunilda no pensaba que su trabajo debía terminar de aquella manera ni en esa misión. debido a ello dedicada cada uno de sus esfuerzos a escapar de ese final.

Escuchó un potente ruido que no podía identificar. Los asgardianos no tenían vehículos motorizados y el ruido de los motores no era algo que le fuera conocido a la valiente y bravía mujer. Unos momentos después de aquel estruendo, algo impactó con el ser que la tenía presa. Ese choque provocó que la bestia terminase chamuscada. Miró al responsable de que ella siguiera con vida.  en aquel preciso momento le empezó a caer mejor aquel tipo poseído por un demonio de la venganza.

Hellboy había agradecido la ayuda que Ghost Rider les había prestado. Brunilda pensó que  sería rudo y descortés no dirigir ni una palabra a la persona que acababa de salvarla de un escabroso final.- Agradezco la ayuda prestada.-  Hizo una leve inclinación gentil. No estaba muy habituada a dar las gracias y su tono sonaba algo serio y áspero como su actitud y su naturaleza ante la vida.

-Ya sé que no tengo que entretenerme.- le replicó a Hellboy.

Una especie de satisfacción la invadió al ver en el suelo al repugnante engendro que había herido a un preciado y leal corcel.  Cuando se vio libre, desenvainó su espada y terminó con el sufrimiento de la criatura. La quimera de Arion terminó fileteada y  servida en trocitos cual pincho moruno. A continuación, la asgardiana miró a Aragorn que seguía en el suelo. El daño que le había producido el engendro de las negras pesadillas del mago atlante no era mortal pero sí había sido suficiente para dejarlo herido e inconsciente un tiempo. Pensó en su objetivo, cortar los hilos que le daban magia al enemigo.  Miró la muralla que estaba más adelante. Luego miró a su desmayada montura voladora. Suspiró no la iba a resultar nada fácil llegar hasta allí. Salvar la altura que la separaba de su cometido iba a ser arduo pero ella nunca se amedrentaba ante los desafíos. Que clase de asgardiana seria si a la primera dificultad se rendía.
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-¡Dalae!-Una voz femenina sonó con fuerza a su espalda, llamándola por su nombre y distrayéndola por un momento del combate en el que estaba inmersa. Con las espadas de Wade aún bloqueadas por su brazo cubierto de hielo, la asgardiana no pudo evitar girarse en busca de la desconocida que, inexplicablemente, sí la conocía a ella. No tardó en encontrar su figura, envuelta en un vestido azul y oculta tras una barrera mágica verde creada por Arión. O, al menos, eso creía la asgardiana. Aunque su maestro no era dado en absoluto a ofrecer protección a otras personas, siempre había sido alguien impredecible. Quién sabía, quizás ese hechizo defensivo o la mujer que estaba retenida detrás formaba parte de un elaborado plan para inclinar la balanza a favor del dios de las mentiras. 

O quizás no, pensó Dalae cuando la aprendiz de Arión se desplomó ante sus ojos, sin decir ni una sola palabra más. No parecía que la hubiera alcanzado ningún proyectil, pero eso no hizo que la bruja se sintiera más tranquila. Si a una persona le había ocurrido, también podía pasarle a ella… Y no le había dado tiempo a decirle por qué la había llamado. Si se había arriesgado a hacerlo y a ser atacada por ello, debía ser importante. Tenía que hablar con ella… Si aún seguía viva. Y, hablando de estar vivo o no estarlo… Deadpool no había aprovechado ese instante de distracción para herirla, como le había ordenado Arión. No, en lugar de eso… El control mental del mago sobre él vacilaba, sacudido por una fuerza que la asgardiana no supo identificar. Apenas fueron unos segundos, los suficientes para que Dalae saliera de su alcance y pudiera decidir qué hacer. -El hechizo remitirá pronto… no le hagas daño, por favor.-Elissa se levantó, aparentemente recuperada de lo que fuera que hubiera pasado. Pero, en lugar de decir algo útil, la instó a dejar marchar al hombre que seguía intentando liberar sus katanas para asesinarla. Para cumplir la sentencia que Arión había dictado.

-Está bien.-A pesar de la influencia que Elissa había ejercido sobre el subconsciente de la joven, su respuesta fue tan breve como áspera. Se podía adivinar la ira que encerraban aquellas palabras, tan sólo una advertencia de lo que Dalae iba a hacer. Una luz blanquecina surgió de su mano desarmada, y acabó envolviendo a ambos combatientes. Cuando finalmente se disipó, la mujer de la armadura permanecía en pie sobre un círculo de hierba cubierta de escarcha.. Pero junto a ella ya no había ningún hombre vestido de rojo. Deadpool había quedado congelado, exactamente igual que las estatuas sin rostro que la griega había visto en el páramo que llenaba el subconsciente de la bruja. Sus pupilas ahora miraban al frente, incapaces de distinguir nada a través del hielo empañado. Incapaz de moverse, lo único que podía hacer era luchar por librarse del conjuro... Y sentir cómo el frío lo invadía de fuera hacia dentro, calándole hasta los huesos. Y, a pesar de todo, Dalae había cumplido con su palabra. No le había hecho daño alguno.

Por el rabillo del ojo vio que los hombres bestia se acercaban, dispuestos a continuar con la lucha que Wade acababa de abandonar de manera forzosa. -No tenemos tiempo para esto...-Musitó Dalae, haciendo aparecer con un gesto sus alas de hielo. Debería quedarse apartada de la muralla, y dejar que otros seres más poderosos y sabios que ella se ocuparan del problema que había ayudado a crear. Debería quedarse ahí abajo, en lugar de arriesgarse a estropearlo todo otra vez, como siempre que se acercaba a Arión. Debería hacer tantas cosas... Pero había llegado hasta ese punto obviando sus deberes, y era demasiado tarde para parar.

Batió un par de veces las alas, y se elevó, alejándose de Rodunn y los otros atlantes. En esos momentos, Loki estaba lanzando a su adversario por encima de su cabeza, haciéndolo caer al suelo. Dalae se mordió el labio, y aceleró su vuelo hacia el lugar del combate. Sobrevoló el lugar en el que yacía el cuerpo inerte de Arturo, pero apenas lo miró. También pasó por encima de trozos de prado quemados, de cadáveres de monstruos y sus cazadores. Pero algo llamó su atención: El caballo alado que tan útil había resultado antes también había caído, dejando a Brunilda sola. Quizás podría resultarle útil para deshacerse de los chacales y así actuar con más facilidad... Y, además, contaba con una ventaja. A diferencia de los dos demonios que la acompañaban, Loki sabría manipularla para que no hiciera ninguna tontería. Así que, sin perder altura, Dalae hizo un gesto... Y unas alas de hielo surgieron en la espalda de la valkiria sin previo aviso. Su forma recordaba a las de las aves, con plumas y formas suaves talladas en un material tan transparente como el cristal y, por desgracia, no mucho más resistente. Pero no importaba: No era esa su función. Antes de que la rubia pudiera protestar, sus nuevas alas cobraron vida, y la condujeron junto a la hechicera, a varios metros de altura. Brunilda no tenía control alguno sobre ellas: Su funcionamiento dependía por completo de la morena. -Necesito que vengas conmigo para encargarte de los chacales si nos atacan... Es posible que se queden quietos, como han hecho hasta ahora. Por cierto... ¿Has visto a Constantine? He sobrevolado todo el campo de batalla, pero no lo encuentro.-Y, aunque no lo diría en voz alta, no hacía falta mucho para adivinar que la desaparición del mago la intrigaba. Antes, lo había visto haciendo... Algo. Como si meditara. Y ahora, había desaparecido... Era sospechoso, y más aún tratándose de John Constantine. Por lo que había visto hasta entonces, el inglés tenía la manga llena de ases, y aunque seguramente los usara en contra de Arión, aún podía afectar a los demás.

Cuando las dos mujeres alcanzaron su destino, se encontraron cara a cara con el inicio del fin de Arión. Desarmado, a punto de entrar en el radio de la piedra que silenciaría su magia, herido... Y, aún así, el mago no había ordenado a su ejército intervenir. Dalae no lo entendía, al igual no había entendido muchas otras de sus acciones durante la batalla. Sus manos estaban llenas de magia, eso sólo podía significar que quería seguir luchando, a pesar de que su derrota era casi segura... Entonces, ¿por qué no usaba todos los medios a su alcance? No tenía sentido, amenos que... Prefiriera caer antes que poner en peligro la vida de los demás. Sí, Arión seguramente sería capaz de hacer algo así. Era lo suficientemente bondadoso y estúpido como para ser algo propio de él, y lo bastante retorcido como para ser producto del ritual. Pero eso no cambiaba lo inevitable: Loki se acercaba a él, espada en mano... Y las posibilidades del Sumo Mago menguaban a cada segundo que pasaba.

Con un aleteo, la bruja se posó cerca de su maestro, y dejó a Brunilda algo más alejada. Su expresión, habitualmente vacía, mostraba ahora cierta preocupación enmascarada tras un velo de mera seriedad. No le gustaba lo que veía. Se cuidó de entrar en el radio de la piedra, sin embargo. Sus manos se encendieron de nuevo, rezumando magia, gestando un escudo de hielo que se alzaría tan pronto como ella lo deseara. Aún no sabía a quién protegería con él, pero si tenía clara una cosa, era que no quería que ninguno de los dos duelistas saliera herido. Era una estupidez, desde luego: Aún no se había olvidado de la prisión mágica en la que el atlante la había encerrado para acabar con ella después, y la facilidad con la que había ordenado a Deadpool que la eliminara. Pero... No podía tenérselo en cuenta, sabiendo lo que había hecho. Seguramente Dalae no habría sido más comprensiva si sus papeles se hubieran intercambiado, si él la hubiera traicionado de una forma tan ruin. Estaba en su derecho al querer vengarse. -Aún estás a tiempo de rendirte, Arión... No tienes por qué seguir con esto.-No era una amenaza, tan sólo una petición mal disimulada y peor impuesta. La propia Dalae intuía que no iba a servir de nada, así que sus alas se doblaron ligeramente, dispuestas para su uso, y la luz de su mano creció en intensidad, alimentada tanto por el bastón como por la pequeña reserva de energía contenida en el colgante de polvo de dragón. Fue entonces cuando la asgardiana supo que, atacara quien atacara, acabaría protegiendo al contrario. No quería que su maestro cayera de la muralla, víctima de uno de los conjuros de Arión... Pero tampoco podía quedarse de brazos cruzados mientras atravesaban el cuerpo de este último con una espada.

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Johnny Blaze

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Mi plan acabo saliendo mejor de lo esperado (a estas alturas no debería sorprenderme). Como un misil tele dirigido, volé en casi perfecta dirección contra la quimera que estaba rompiéndole las pelotas a la valquiria, concluyendo ese combate con un hermoso y no solicitado estallido en llamas (así terminan el 90% de mis combates) que termino de forma definitiva la pelea entre esos dos. Desde luego que yo no permanecí en mi moto para formar parte de los fuegos artificiales, los ataques kamikaze no son lo mio. Cuando por la dirección ya tenia claro que la moto impactaría en toda la cara de la quimera, me despegue del asiento de un salto, maniobra que ya tenia incorporada de memoria por todas las veces que la puse en practica en mis acrobacias, y utilice mis cadenas para colgarme de las alas de la manta raya voladora. Bueno, colgarme, creo yo, seria un tanto inexacto; lo que hice fue arrancarle las alas de raíz y sin problemas. Quiero pensar que fue producto de mi monstruosa fuerza y no de problemas de peso, pero el resultado fue el mismo: una quimera hecha tortilla frita, y un animal volador privado de su habilidad de volar, lista para que la valquiria lo sacara de su miseria. Desde luego, la rubia no tardo mucho en hacer exactamente eso; aparentemente tenia asuntos sin resolver con ese animal, y considerando el estado de su leal corcel con alas, ya me hacia una buena idea de cuales eran dichos asuntos. -No me lo agradezcas Rojo, nunca fui muy fan de los animales mutantes.- Comente mientras observaba a los monstruos de Arion muertos en el suelo. Por algún motivo su ejercito seguía pasivo, o al menos mas de lo que me hubiese imaginado. Uno pensaría que, por como estaban las cosas, a estas alturas estaríamos braseando entre un mar de animales antropomórficos siquiera para avanzar dos pasos, pero en realidad los enfrentamientos se habían mantenido bastante individuales.

Y como si fuese poco, a la valquiria le crecieron alas. No es una hipérbole, ni una analogía, ni nada raro. Literalmente, le crecieron putas alas de la espalda y se fue volando. A juzgar por su reacción, no eran algo muy voluntario, pero había bastado para suplir su incapacidad de vuelo momentáneamente. Y si tuviese que elegir al culpable de aquello, señalaría claramente a la otra asgardiana que tenia un hermoso par de alas idéntico, ambas acercándose a la cima de la muralla, donde Arion y Loki permanecían combatiendo. Uno pensaría que el atlante ya debería haber hecho pedazos al asgardiano, aunque se de buena fuente que los de su especie tienen capacidades físicas muy superiores a la humana (también pegan bastante duro, pero eso es una historia para otro día). Sin embargo, Loki estaba bastante a la delantera en esa pelea. De hecho, todos nosotros ya deberíamos estar en una situación mucho mas complicada de la que nos encontrábamos actualmente. Eso había estado carcomiendome la cabeza un tiempo, pero recién ahora, cuando las cosas estaban relativamente calmadas, podía ponerme a pensarlo. Arion era muy poderoso, posiblemente el mago mas poderoso de todos los que nos encontrábamos allí, o al menos el que mas recursos tenia a su disposición. Tenia un puto ejercito de animalitos y apenas lo había usado, en su mayor parte, como amenaza. Tenia monstruos gigantes a su disposición, y nada mas habíamos visto dos, que ni tan fuertes habían resultado. Tenia reservas de magia en su poder y una extensa colección de pergaminos y artefactos antiguos....de los cuales no había visto mucho tampoco. Entiendo que se enfrentara en un duelo de espadas contra Loki, al fin y al cabo el hechicero asgardiano se habia asegurado de hacer esa pelea algo personal con sus .... "interesantes" comentarios (bien jugado serpiente). Pero también noqueo a Razon con un simple rayo, se apodero sin problemas de la mente de Deadpool, y al inicio del a pelea ya tenia a Dalae aprisionada. No puedo evitar pensarlo: fue blando con nosotros.

Quizás fuese una errada percepción mía, o quizás, como quería creer, muy dentro de él aun había algo del viejo Arion que conocí, luchando por liberarse de la influencia demoníaca que Constantine había teorizado que podía tener. Y ojala fuese cierto, no me molestaría darle la razón al ingles conta de que su teoría fuese la correcta, pues indicaba que las cosas podían resolverse tan sencillamente como realizando un viejo y clásico exorcismo. O al menos esa seria la solución si Loki no lo asesinaba antes.- Subete a mi moto Rojo, tenemos que llegar hasta la cima de esa muralla.- Ni un segundo después, ya tenia mis manos extendidas hacia adelante, canalizando fuego infernal a través de mi mano, hasta acumular el suficiente como para crear un constructo solido con forma de moto, similar a la primera vez que la había invocado. Y sin rechistar el gigante se subio (no le di mucha oportunidad de hacerlo, lo hubiese subido a empujones de ser necesario). -Agárrate fuerte.- Acto seguido arranque a máxima velocidad; que suerte que Rojo tenia brazos fuertes, o quizás no hubiese llegado. Sin preocuparme mucho por eso, seguí hacia adelante, ignorando cualquier clase de advertencia o grito cuando la muralla apareció frente a nosotros. Continué conduciendo en linea recta, como si estuviese dispuesto a atravesarla de un golpe. Pero nada mas alejado de la realidad: menos de un metro antes de llegar, me estire hacia atrás, levantando la parte delantera del vehículo y chocando la rueda del frente contra el muro. Y como su no hubiese habido impacto alguno, la motocicleta siguió adelante, esta vez avanzando verticalmente por la muralla, dejando una estela de fuego infernal atrás y cagándose en la gravedad mientras lo hacia (para que aprendas, Newton). En cosa de nada ya habíamos llegado a la cima, donde nuestros compañeros se juntaban frente a un Arion bastante magullado para hacer lo que, supuse, era el equivalente a leerle sus derechos antes de patearlo. Aunque en base a lo que estaba haciendo Loki, tal vez tuviese otros planes en mente...

-Ignorennos, solo somos un demonio rojo de 2 metros de alto con una mano de piedra y un esqueleto en llamas montados en una moto. Sigan con la mirada amenazante.- Humor afuera, una cadena comenzaba a envolverse en mi mano. En caso de que Loki intentase asesinar a Arion, ese trozo de metal se envolveria en su mano para detenerlo.
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Elissa había conseguido algo más que lo que quería.

Deadpool estaba fuera de combate y fuera de peligro al mismo tiempo. Para alguien que no podía morir, estar atrapado en una prisión de hielo era sólo una forma de animación suspendida. El hechizo de control mental de Arión se extinguiría antes de que lograra salir de allí y, cuando eso ocurriera, tampoco podría volver sus armas contra el atlante. Aquello eran buenas noticias para la griega y su doble juego.

No eran las únicas. Su breve estancia en el subconsciente de Dalae le había dado un dato nuevo e inquietante, una información que le daba qué pensar. Había identificado sin problemas la joya que fundía la el hielo en el interior de la asgardiana. La hechicera no era enemiga de Arión. O tal vez fuera más correcto asumir que el atlante significaba algo para ella. ¿Podía contar con ella para protegerlo? ¿Podía arrastrarla a su alianza? No lo sabía. Corría el riesgo de que fuera una aliada inestable; de que, queriendo liberarse de la influencia que ejercía sobre ella, prefiriera clavarle una daga en el corazón. Según Elissa tenía entendido, no sería la primera vez. ¿Y qué pasaba con la mujer de la lanza, la que había montado el caballo alado? Ambas habían llegado juntas a la muralla, y en la expresión de la rubia no había ningún atisbo de piedad.

El mal presentimiento que había perseguido a la griega durante todo el día volvió a hacerse presente. Aquella obra teatral estaba en manos de Melpómene, la musa de la tragedia. Antes de que cayera el telón, se derramaría la sangre de uno de los dos combatientes; tal vez la de ambos. Elissa no sabía qué papel tendría ella en aquella escena, pero sentía que debía acudir.

Inició el largo rodeo que la permitiría llegar al lugar de la muralla donde combatían Loki y Arión. Gracias a las alas de hielo, Dalae y Brunilda ya estaban allí. Hellboy seguía al otro lado del muro y John Constantine había desaparecido. De camino, Elissa se agachó para recoger el arma de un soldado-chacal caído y la arrastró consigo, deseando que no llegara el momento de usarla.

Entonces, Dalae pidió a Arión que se rindiera. La aprendiz del atlante se detuvo a varios metros de él, jadeando por la carrera.

- Κύριε, παρακαλώ ακούστε την. Τελείωσε.* - suplicó. - Ναι παρακαλώ. Δεν θέλω να σας σκοτώσουν.**


* "Maestro, escúchala, por favor. Se ha terminado."
** "Por favor, hazlo. No quiero que te maten."

_________________
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Todo sucedió al mismo tiempo, como si todos los involuntarios participantes de aquél drama no fueran sino bailarines en alguna ópera orquestada por los dioses cuyos crescendos auguraban un final al que se precipitaban todas las tramas.

Focalizado como estaba en el peligro inmediato que suponía Loki, Arión no fue consciente de la presencia de Constantine, no al principio. A quien sí vio fue a Dalae, cuando se dejó caer al lado de su maestro dejando tras de sí a la rubia que había amenazado con matar a su pueblo... Sintió cómo la desazón le invadía. Ahora eran tres asgardianos contra él, dos de ellos con poderes mágicos junto con una mujer que había afirmado ser una diosa de la muerte. Su ejército no podría hacer nada contra tan formidables adversarios; si les ordenaba que atacaran lo único que podría hacer sería escudarse tras ellos como un cobarde mientras sus enemigos les destripaban. Arión de Atlantis no era un cobarde, y no sacrificaría en vano a la gente a la que había jurado proteger, no cuando sabía de sobras que no serviría de nada. Pero necesitaba ganar tiempo... deshacerse de la gema de anulación mágica de Loki para poder desplegar sobre ellos todo su poder.

Y entonces, Dalae habló y sintió que su determinación se debilitaba. No sabía si iba a ser capaz de matarla, y aquella indecisión se reflejó en la mirada que le dirigió en respuesta, la mirada de un hombre que ya ha sido derrotado y aún no lo sabe. Todo el poder para devolver la vida a un sol moribundo... y bastaba una simple frase para hacer que se detuviera, una frase dicha por una persona en concreto. Y, quién sabe, quizás esa frase habría bastado. Arión llevaba semanas en lucha consigo mismo, con la parte de él que había sido desvirtuada por el ritual teniendo continuamente que acallar la voz que le decía que todo cuanto hacía estaba mal. Elissa, que jadeaba a su espalda implorándole que se detuviera, había sido en gran medida responsable de eso, y Arión... estaba cansado. Habría sido tan sencillo rendirse ahora... Complacer a Dalae y a Elissa...

Pero tendría que ser un necio para dejarse engañar por la hechicera de hielo una segunda vez. Querían que se rindiera únicamente para poder matarle. Loki aún empuñaba su arma, Dalae había concentrado poder mágico en su mano, dispuesta a usarlo si él no obedececía, y, por si aún le cupiera alguna duda, Brunilda echó a correr en su dirección enarbolando a Colmillo de Dragón por encima de su cabeza. La sensación de peligro rebulló dentro de él y retrocedió por instinto mientras la energía mística de sus manos se encendía e interconectaba marcando como objetivo a la rubia.

Y Brunilda nunca llegó a alcanzarle, pero sin duda no fue por su magia. Un muro de sólido hielo se alzó entre la asgardiana y el atlante. Arión dirigió la mirada hacia Dalae, pero antes de que pudiera recuperarse de la sorpresa o entender por qué acababa de salvarle, Brunilda ya descargaba su espada contra el obstáculo. Un golpe de Colmillo de Dragón y el hielo se resquebrajó. No duraría un segundo asalto, Arión lo sabía bien. La magia que irradiaba la espada era tan potente que habría podido detectarla incluso aunque no la tuviera a menos de dos metros de distancia. Sus ojos se iluminaron cuando extendió la diestra hacia el muro y el hielo se extendió envolviendo a la valquiria. La magia elemental era uno de sus fuertes; quizás entre Dalae y él mismo consiguieran mantener apresada a la rubia el tiempo suficiente para que...

El sonido bronco del poderoso motor infernal de la moto que cabalgaba el Ghost Rider se dejó oír, apareciendo justo después sobrecogedoramente sobre la muralla. Arión vio cómo Johnny preparaba la cadena en torno a su puño, y cómo Hellboy se apeaba del vehículo a su espalda. Iban a atacarle, sin duda, pero él no podía dejar de reforzar el muro de hielo o también Brunilda caería sobre él. Arión no era capaz de generar hechizos mágicos sobre la marcha de manera automática, necesitaba un mínimo de tiempo para trenzar los conjuros, aunque sólo fueran segundos, y con tantos enemigos rodeándole era imposible que los pudiera conseguir. Si hubiera utilizado a los chacales... pero ahora ya era tarde para lamentarse, y aún le quedaba una baza en la manga.

Con la mano libre extrajo la gema del tiempo que había mantenido todo el tiempo oculta en un bolsillo de sus pantalones y la enfocó hacia Ghost Rider y Hellboy, descargando hacia ellos un rayo que les haría retroceder hasta el inicio de los tiempos, donde no existían ni los demonios ni la mismísima creación...

Y entonces sintió el golpe en el pecho, una opresión, como si se quedara sin aire. Jadeó y trastabilló, sorprendido, y ocurrieron tres cosas: la primera fue que el flujo de energía que dirigía hacia el muro de hielo se disipó, permitiendo que Brunilda lo cortara. La segunda fue que el rayo temporal se desvió, alcanzando únicamente a Hellboy y dejando fuera a Johhny por escasos centímetros. Y, la tercera, que la gema del tiempo se le escurrió de entre los dedos a medida que un dolor atroz le invadía, arrancando la corrupción que había emponzoñado su alma y dejando a medias el efecto que había pretendido conseguir.

Hellboy gritó y cayó de lo alto de la muralla y Arión luchó, luchó con todas sus fuerzas por retener lo que el exorcismo estaba tratando de purgar.

Ese fue el momento que Loki aprovechó para golpear. Antes de que Dalae, Elissa, Johnny o Brunilda pudieran reaccionar, el mago atlante alzó la mirada para encontrarse con los ojos verdes del asgardiano y la sonrisa que recorría su rostro.

Lo que Dalae, Johnny, Elissa y Brunilda vieron fue cómo la espada resplandeciente de Loki atravesaba el pecho del mago de cabellos castaños hasta sobresalir por su espalda entre una descarga de pequeños rayos dorados.

Lo que Arión vio... fue la verdad. La auténtica verdad, esa que durante semanas el demonio había estado retorciendo y pervirtiendo para él.

Vio a Superpredador sometido en la mesa de operaciones mientras realizaba experimentos monstruosos en él.

Vio su egoísmo y el desinterés con el que había presenciado en el Sacre Coeur cómo la bestia había devorado a sus víctimas.

Vio las auténticas razones por las que había ayudado a Dalae, que estaban muy lejos del verdadero altruismo.

Se vio a sí mismo acostándose con una hechicera que había vendido su alma a un demonio únicamente por despecho, porque no había conseguido atraer el interés de la que realmente ansiaba.

Se vio deseando la muerte de Arturo aquella lejana tarde en el Mercado Troll, sin haber mediado realmente provocación alguna. Aquél que había sido su amigo desde que la Colisión les había puesto en el mismo camino.

Se vio robando un beso a Cassandra en contra de su voluntad, él, que siempre había respetado a las mujeres por encima de sí mismo.

Vio el asombro del niño al que había matado por robar en una tienda y el absoluto pavor de la mujer que lo había presenciado y a la que había asesinado después.

Vio a Trykhun... muerto por su mano cuando había tratado de impedir que acabara con la civilización.

Vio la sorpresa en el rostro de Arthur cuando le había convertido en hielo justo antes de destruirle en mil pedazos, y el dolor agónico e inmerecido que había inspirado en la pobre criatura de cabellos carmesíes que se le había aparecido en Atlantis para tratar de impedirlo.

Vio a Elissa... cuando la había secuestrado, arrancándola de su hogar y de sus seres queridos para obligarla a ser su discípula.

Vio... lo que le había hecho al mundo. Y a la gente de Atlantis a la que había jurado proteger. Y las innumerables veces que había intentado matar a los que ahora le rodeaban, los que una vez habían sido sus amigos...

Cayó al suelo de rodillas. Las lágrimas caían de sus ojos con la misma facilidad con que se iba la oscuridad, engullida por el vórtice que se había abierto bajo sus pies sin que hiciera ya el menor esfuerzo por impedirlo.

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019] - Página 2 Icon_minitime23rd Octubre 2017, 13:51

La pelea fue ardua e intensa. Llevaba tiempo sin luchar cuerpo a cuerpo contra alguien tan diestro como Arión, y le sorprendió sobremanera que su habilidad con la esgrima fuera igual, o superior a la suya. Pero por muy valeroso que fuera, el Atlante no contaba con la fuerza sobrehumana de los hijos de Yggdrasyl, y la batalla se inclinó a favor del Asgardiano en el momento final. La suerte siempre estaba de su parte cuando se encontraba en situaciones desfavorables, y conseguía cambiar las tornas gracias a sus engaños y mentiras. Y es que Loki nunca jugaba limpio.

Arión quedó desarmado sin su espada y pronto recurrió de nuevo a su fiel magia para enfrentarse al hechicero. Pero la piedra de Razor protegía a su enemigo, y ningún conjuro que le lanzara le afectaría siquiera. Fue entonces cuando los aliados del embaucador asistieron a la batalla final.

Dalae se interpuso para detener la pelea entre su maestro y el tirano, y lanzó una última advertencia al segundo para que se rindiera. Las manos de la maga irradiaban energía mágica, y no dudaría en usarla por si las cosas se torcían. Después llegó Elissa, la aprendiz de Arión por lo que dio a entender en una lengua antigua Midgardiana, y también le suplicó a su maestro que detuviera esa locura. Fue entonces cuando Brunilda apareció, radiante con su melena dorada, y se abalanzó con la rabia de mil valquirias a partir en dos a su objetivo. Pero la unión de la magia de Dalae y la de Arión, la detuvo, bloqueando su paso con un gigantesco bloque de hielo. Aquel gesto por parte de Dalae sorprendió a su maestro, y se preguntó hasta qué punto la bruja de hielo estaba dispuesta a proteger a su querido Arión…

Los últimos en llegar fueron Hellboy y Ghostrider, que distrajeron al Atlante del verdadera peligro. Era el momento perfecto para intervenir, para acabar con todo..., pero antes de que el príncipe de las mentiras moviera un dedo para salvar a sus compañeros, se dio cuenta de algo. Arión sacó una piedra de sus bolsillos y la proyectó contra sus enemigos. Fue entonces cuando la vio por primera vez, la gema del tiempo. Loki se relamió de placer al tener tan cerca la poderosa piedra arcana, que estaba prácticamente a su alcance...

El príncipe de las mentiras se acercó al Atlante por la espalda, sigiloso como una serpiente, y cuando éste se giró, Loki le atravesó el pecho con su espada dorada. El dios dio dos pasos hacia atrás y admiró su obra con una sonrisa ladina.

Esta no es una espada cualquiera, Ahri’ahn, mago de Atlantis. Es Garn, la dorada, forjada por Regin, bañada en la sangre de Fafnir y convertida en leyenda por Sigurd. Guardada por Odín en un cofre de siete cerraduras y siete llaves, creada por y para Loki. —Explicó con firmeza en su voz—Su hoja no puede matar, pero es tan penetrante como la misma verdad… — susurró entonces, deleitándose con el sufrimiento que veían sus ojos al ver a un enemigo derrotado.

Una vez Arión cayó de rodillas al suelo y con lágrimas en los ojos, Loki retiró la espada de su pecho y la guardó de nuevo en su respectiva vaina.

¿Qué es lo que se siente… cuando la verdad es más letal que la misma muerte?— preguntó, con cierta ironía.

Entonces, la escurridiza serpiente, aprovechó que todo el mundo estaba centrado en el Atlante, y se agachó para recoger la gema naranja que se había escurrido gracilmente por los dedos de su anterior amo, y que ahora yacía solitaria en el suelo de la muralla. Sus dedos sintieron una leve excitación al rozar la suave y lisa superficie de la piedra, sintiendo como la magia infinita del tiempo recorría sus entrañas...

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Desde luego, era mucho pedir que Brunilda le hiciera caso por una vez en toda su vida. ¿Qué le había dicho? “Encárgate de los chacales si nos atacan.” Pero no, desde luego que no. La valkiria era una heroína, y en los eddas siempre quedaba mejor dar muerte al enemigo al final. Nadie escribía canciones sobre guerreras que esperaban, que observaban primero y decapitaban después… O elegían no hacerlo. Por suerte, ni siquiera las valkirias eran infalibles. El filo de Colmillo de Dragón chocó con el escudo de hielo que Dalae acababa de alzar entre Brunilda y el atlante, protegiendo a este último de una herida que podría haber sido fatal.

Raden gruñó cuando notó que el hielo que su magia había generado se doblaba y cambiaba, conducido por una voluntad ajena. Lejos de concentrarse en mantener la forma del muro, Dalae permitió que este se deslizara en torno a la valkiria como Arión pretendía, encerrándola en una envoltura no muy diferente a la que había atrapado a Deadpool. No duraría demasiado si Brunilda decidía usar toda su fuerza para liberarse, pero… Si Dalae estaba en lo cierto, no importaba. Hasta ese momento, todas sus acciones habían sido dirigidas por el conocimiento de que Loki tenía en sus manos la cura para Arión, y por mucho que la rubia quisiera intervenir, no sería más rápida que el dios de las mentiras. El mago estaba acorralado y, hasta ese momento, rodeado de personas con un objetivo común: Sanar la influencia maligna que lo había llevado a alterar el mundo hasta dejarlo irreconocible. Al menos, esa era la intención que había adivinado detrás de las escasas palabras que había intercambiado con Elissa; y el plan que Loki había construido desde el principio. Ese mismo plan que había llevado a Arturo y a ella a conseguir las llaves, costara lo que costara, y que al fin iba a merecer la pena.

-Ignorennos, solo somos un demonio rojo de 2 metros de alto con una mano de piedra y un esqueleto en llamas montados en una moto. Sigan con la mirada amenazante.-Pero, como era de esperar, tenía que pasar algo inesperado. Dalae habría deseado que los dos demonios se hubieran quedado fuera de escena, incapaces de ascender hasta allí. Pero, como venía siendo costumbre, la suerte no estaba de su parte. El rugido del único motor que aún quedaba en Midgard anunció la llegada del Ghost Rider y Hellboy, aunque este último desapareció en apenas un parpadeo. Alcanzado por el poder de la Gema del Tiempo, el gigante rojo se precipitó al vacío… Pero sus compañeros ni siquiera se asomaron al borde para comprobar si había llegado con vida al suelo. ”-Con lo fácil que habría sido hacer eso con cada uno de nosotros… Nadie puede vencer al tiempo mismo.”-Raden tenía razón, pero ya habría tiempo para preguntarse después porqué no habían sido transportados al amanecer de los tiempos todavía. Desde luego, Arión tenía motivos de sobra para hacerlo… Aunque quizás le faltase la voluntad necesaria, o esa era la opinión del lobo blanco. Pero ya era tarde para arrepentirse. La voz de Constantine, que se había mantenido escondido hasta ese momento, empezó a elevarse hasta convertirse en el mismo sonido atronador que había llenado la cueva de los dioses durante el viaje. Sus efectos no se hicieron esperar: Del cuerpo de Arión comenzó a brotar una espesa bruma negra, que descendió hasta perderse en un vórtice a sus pies. Le dolía. Dalae podía verlo con toda claridad, en cada una de las líneas tensas que conformaban sus rasgos. Pero no movió un dedo, porque sabía que era necesario.

Desde el momento en el que había visto a Constantine meditando en la pradera, debería haberse imaginado algo así. El mago inglés siempre parecía tener un as en la manga, listo para jugarse en cualquier momento. Pero esa vez no era algo tan inocente como ofrecer unas galletas envenenadas a unos extraños… Dalae se tomó un momento para observarlo, para quedarse con cada detalle. Al fin y al cabo, era lo único que podía hacer ahora, aparte de preparar un nuevo muro de hielo para impedir que nadie interviniera. John estaba en la cara interna de la muralla, en el centro de un círculo trazado en blanco y ornamentado con unos símbolos que tan sólo Raden entendía. La asgardiana aún se preguntaba cómo había podido llegar hasta allí sin que nadie se diera cuenta. Si era capaz de usar algún hechizo de teletransporte, bien podría haberles ahorrado el viaje… A menos que “no se viera con esas capacidades”, como él mismo había dicho en su día. Sin rencores, por supuesto.

-¿Qué es lo que se siente… cuando la verdad es más letal que la misma muerte?-Fue entonces cuando Loki, Espada de la Verdad en mano, atravesó el pecho de Arión. El atlante cayó de rodillas sobre el vórtice negro, que cada vez devoraba con mayor avidez cualquier rastro de corrupción que pudiera quedar en él. Una corrupción de la que, por primera vez, era plenamente consciente. Dalae no podía imaginar cómo podría sentirse alguien a quien se le acababan de abrir los ojos de esa manera, pero estaba segura de una cosa: Seguramente, Arión habría preferido que Garn lo hubiera matado. Un sonido desagradable, sangre goteando sobre el suelo… Y todo habría acabado. Pero entre inmortales las cosas nunca eran tan sencillas. El dios de las mentiras extrajo su arma del cuerpo de su enemigo, satisfecho. Garn, la Espada de la Verdad… Forjada a través de mentiras. Tan poderosa que se había cobrado las vidas de varias personas incluso antes de ser blandida por primera vez por Sigurd, tan irónica como el dios que se cruzó con ella y la apreció tanto que decidió volver al pasado para crearla. Para hacerla digna de sí, y en un futuro distante, poseerla…

Pero ese había sido otro Loki, no el que ella conocía. El que había terminado por convertirse en la encarnación del mal y mayor enemigo de Asgard, y había desaparecido hace tiempo… O eso creían todos en los Nueve Reinos. Por un momento, Dalae creyó verlo, sonriendo con malicia en el fondo de las pupilas de su maestro. Dotándolo de una crueldad que la joven hechicera había atribuido a las leyendas sobre su antigua encarnación. Quizás los otros asgardianos tenían razón, y el menor de los príncipes de la Ciudad Dorada no podía cambiar nunca… Al fin y al cabo, una cosa era vencer, y otra era disfrutar de la desgracia de otra persona. Dalae se sorprendió a sí misma separándolos. Pero era la única explicación razonable al hecho de que, en contra de todo pronóstico, no estuviera aliviada de que la amenaza que Arión representaba hubiera cesado. Por el rabillo del ojo, comprobó que los supervivientes que seguían sobre la muralla no hicieran ningún gesto extraño. Aunque todo hubiera acabado, el Espíritu de la Venganza y la valkiria no tenían por qué estar de acuerdo, y nada les impedía atacar a traición. No gozaban de la paciencia necesaria para esperar a que el tiempo retornara a su lugar, gracias a la gema…

Que había desaparecido, ahora que se daba cuenta. Afortunadamente, no se había ido muy lejos: Su aura impregnaba la figura de Loki, tan potente que Raden llegaba a encontrarla molesta. Desde luego, no sería él el que perdiera la oportunidad de tener entre sus manos una de las fuerzas primordiales del Universo. -Deberíamos volver.-Su voz rompió el breve silencio que había seguido a la derrota del Sumo Mago, tan hueca y fría como siempre. Le estaba costando más de lo que le gustaría, pero estaba manteniendo la tranquilidad razonablemente bien. Suponía que debía agradecérselo al tiempo que había tenido para prepararse. Dirigió una mirada cargada de intención a Elissa, como pidiéndole que se acercara a Arión. Que hiciera algo para aliviar un poco el dolor que habían dejado detrás de sí el exorcismo y el corte de Garn, ya que ella ni debía ni podía hacerlo. Al menos, la griega no se había ganado el odio de su maestro… Y, seguramente, era la única persona presente que no le haría más daño todavía.

-Raden...-Musitó la bruja de hielo, incapaz de quedarse mirando cómo Arión se derrumbaba bajo el peso de la verdad sin hacer nada. -Busca a Arturo y Hellboy, o lo que quede de ellos. No creo que hayan sobrevivido, pero…-Y, tal y como había ocurrido en la Casa del Misterio, una neblina blanca brotó del bastón que Dalae llevaba sujeto a su espalda. Raden no respondió nada en absoluto, pero sus ojos centellearon en medio de la bruma antes de deslizarse por el borde de la muralla para cumplir su cometido. Él tampoco esperaba encontrar a nadie: Había estado en suficientes campos de batalla como para saberlo. Pero ya se sabía… La esperanza siempre es la última en morir. A Arión le vendría bien recordarlo, si lograba llegar con vida al presente.

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Sintió como algo frío se pegara a su espalda. Sin previo aviso unas alas de hielo empezaron a brotar y elevarla varios metros por encima del suelo. En su rostro se mostró la sorpresa y la estupefacción. No tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo. Aquellas alas la estaban transportando sin su consentimiento. Estar sometida a los designios de otros la causaba indignación. La hechicera de hielo se presentó ante ella y le dirigió unas palabras. No le gustaba mentir. Era algo que encontraba ruín. No podía ocuparse de los chacales tenía que cortar aquellos hilos para imposibilitar que el atlante siguiera haciendo magia.

- Haré lo que esté en mis manos para solucionar la situación. - Dio una respuesta parca a sabiendas para no tener que mentir a la morena. Era lógico pensar que si no decía que sí Dalae no la iba a transportar hasta lo alto de la muralla y la asgardiana mayor necesitaba llevar a como diese lugar. Sabía cuál era su cometido e iba a realizarlo a cualquier coste. Dio un ligero vistazo a la muchacha, ¿ así era como acababa la juventud en Asgard, siendo manipulada por Loki? Le resultaba una realidad bastante triste. - He estado demasiado ocupada no muriendo y no he visto donde se ha metido tu amigo.- No le desveló que Constantine le había entregado aquella visión para no poner en riesgo el plan. Todo en aquella aventura era muy extraño y no se fiaba de ninguno de sus compañeros. También desconfiaba del mensaje de JC. Sin embargo, le otorgaba más veracidad al saber cómo funcionaban los hilos del destino.

En cuanto llegaron a su destino. Las alas de hielo que habían sido el medio de transporte de la Valquiria desaparecieron. Miró a Arión con altivez y no vaciló un instante. Tan presta y rauda como un rayo sacó de la empuñadura su reluciente espada. Con fuerza y agilidad se lanzó a atacar al mago atlante. No tomó en cuenta ni la suplica de Dalae ni de aquella nueva joven que había aparecido en escena. Era su deber terminar cuanto antes con aquella situación para que el mundo volviera a ser como era.

Cuando estaba próxima a realizar el golpe de gracia, un muro de hielo apareció frente a sí dificultandole el acceso a Arión. Un chist de frustración salió de sus carnosos labios rojos. Tenía muy claro lo mal que estaban las lealtades en ese equipo ramdom de lo que podrían llamarse con muchas comillas héroes. Había sido la bruja del hielo estaba segura. No comprendía por qué vendía sus lealtades. ¿Cual era el motivo de que pasase de un lado o otro de la raya?

En cuando la espada de la Valquiria tocó el muro de hielo este se resquebrajó en miles de pedazos al igual que una copa de cristal que impacta contra el suelo. Colmillo de Dragón había seguido el dictado del corazón de su ama: despedaza. El arma es el alma del guerrero que la empuña y aquella espada estaba ligada a la asgardiana con un fuerte vínculo.En la batalla ambos eran uno y los deseos de la valquiria serían siempre cumplidos por su mágica y poderosa.

Restos del hielo del muro quedaron alojados en el brazo derecho con el que sostenía a Colmillo de Dragón más no le dió importancia. Era algo imprudente y atacaba primero porque quien realiza el primer golpe tiene más acciones a la victoria. Esos restos de hielo empezaron a crecer y impregnar su cuerpo. Cuando quiso darse cuenta era muy tarde para usar su espada para cortarlos. Acabó envuelta en un frío manto de hielo. Aunque sabía que le era imposible escapar no dejo de hacer intentos para librarse de aquel hielo que la cubría.Vio a sus compañeros llegar. Ghost Rider y hellboy eran su esperanza para quebrar ese hielo que la apresaba. No obstante, no necesito de su ayuda para ser libre. En un momento inesperado, sin saber muy bien por qué se vio absuelta de su presidio. No hizo ningún intento de comprender porque estaba libre. alzó su espada y cortó los hilos que Constantine le había mostrado en su visión.


Observó a Loki. Era él quien atravesando a Arion con la espada de la verdad les había ayudado a lograr su cometido. estaba un tanto confusa. A su mente le llegaron aquellos recuerdos lejanos de tiempos en los que no estaban tan distanciados, en los que los embustes de loki servían para ayudar a Asgard y a su gente. recuerdos tan antiguos que tenía casi olvidados. recuerdos de una amistad que se habían visto empañados por las recurrentes traiciones del Dios de las Mentiras. En un pequeño lugar de su ser, donde residía la poco ingenuidad que tenía se preguntó si todo podría volver a ser como antes. Si habría alguna manera como siempre decía Thor de redimir a Loki. A ella no le quedaba casi ninguna esperanza de que eso fuera posible pero ahora tenía un pequeña duda.

Todos sus pensamientos se vieron interrumpidos por un relincho potente, enérgico y airoso se escuchó. Brunilda se giró y enfocó la vista. En la lejanía pudo distinguir a su fiel rocín. Una sonrisa sincera vistió el rostro de la bella y esbelta mujer rubia. Se alegró de que s amigo ya estuviera recuperado del golpe de aquella criatura del mal creada por Arion. Inmediatamente Aragorn despegó el vuelo y llegó hasta donde se encontraba su preciada Brunilda.

- Le libraré de su sufrimiento y purificaré su alma- dijo la valquiria con un tono que sonaba compasivo y amable esgrimiendo una vez más su mágica espada.
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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019] - Página 2 Icon_minitime8th Noviembre 2017, 17:40

Estaba hecho. Arión había caído. Fue lo que pensó el mago cuando vio como el dios de las mentiras atravesaba el cuerpo del atlante con la espada. Cuando juegas con magia y el destino del mundo, las cosas siempre suelen terminar de la misma forma: por delante o por detrás, alguien termina acuchillándote. La sorpresa vino cuando John sintió que la presencia demoníaca seguía escurriéndose por el cuerpo de Arión. Se supone que cuando el alma abandona el cuerpo, también lo hace la corrupción de ésta y, sin embargo, seguía vivo. Lo había dejado desarmado, de rodillas, sin ánimos de seguir luchando, pero estaba vivo. El inglés no pudo escuchar lo que le dijo Loki a Arión, pero sí que se fijó en otra cosa. Tenía que verlo de cerca así que dejó que los últimos retazos de corrupción se desvanecieran en el olvido del infierno y se dio media vuelta, ocultándose entre las sombras.

...

- ¡Ata a tu caballo, John Wayne! - le gritó Constantine a Brunilda, apareciendo sin sonido alguno y por sorpresa a las espaldas de Dalae. Pasó de largo a la asgardiana y se acercó a la valquiria, observando al mago caído y luego la espada de ésta. - No estoy muy puesto en la cultura vikinga, pero no sé si mutilar cadáveres está bien visto. - Se agachó a los pies de Arión, pasando los dedos de su mano derecha por los restos que quedaron del vórtice. Una plasta negra que apestaba a azufre. - Aquí ya hemos terminado, pero si sigues con ganas de purificar puedes usar tu espada para barrer ésto.

Al levantarse y limpiar su mano a base de sacudidas John hizo un pequeño vistazo a cómo había terminado todo y dónde estaban todos: Arturo y Deadpool seguían abajo de la muralla y el resto excepto Hellboy estaban arriba. No veía por ninguna parte al gigante rojo pero no apostaría a que ese rayo lo hubiera matado: el hijo de puta era duro como un muro y saldría de esa tal cual lo haría con una pedrada en la cara.
Lissa estaba justo frente a sus ojos. No sabía cuál era la relación entre ella y el mago caído, pero viendo su cara, su expresión y cómo había pedido compasión minutos antes... Joder John, cada vez te ablandas más, ¿lo sabías?

- No sé vosotros pero yo quiero volver a la comodidad de mi sofá y tomarme una birra así que, ¿por qué no aceleramos el proceso? Arión es de la Liga de la Justicia. Que ellos decidan qué hacer con él. - Le echó una intensa mirada a Brunilda, esperando que sus ansias por cumplir su "deber" pudieran ser repelidas con tan sólo unas cuantas palabras. El atlante no le caía en especial gracia, pero visto desde un punto de vista práctico era una fuente importante de conocimiento mágico. Tratar de salvarle el culo de la hoja de la valquiria bien podría granjearle una oportunidad para que el mago le dejara leer su biblioteca particular.
Sus pasos se acercaron a Loki, quedándose muy cerca de éste, y le habló en voz baja.

- Me importa una mierda para qué la quieres. Tan solo pon el tiempo en su sitio y a nosotros en él, y todos tan contentos. - El truhán es bueno con las manos y mejor con la vista. Puede que los demás o la mayoría no se dieran cuenta, pero no se le escapó a John lo que el asgardiano había cogido del suelo. Dejar que Loki se quedara con esa piedra era jugar con fuego, apostar por la ficha perdedora. John estaba demasiado cansado de todas esas gilipolleces de cambiar la historia como para continuar con dicha epopeya. Quería volver a casa, y si Loki usaba la piedra para trastocar el universo otros se encargarían, como la valquiria allí presente. A John sólo le importaba volver a su vida.

Los pasos del mago continuaron hasta acercarse hacia Elissa con preguntas en su mirada, como por ejemplo ¿qué cojones hacía ella allí y de qué conocía al mago?

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"La magia es engañar al universo y hacerle creer una mentira increíblemente escandalosa"

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Última edición por John Constantine el 13th Noviembre 2017, 20:03, editado 1 vez
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Johnny Blaze

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - Pt. 2. Atlantis (Dalae, Loki, Brunilda, Constantine, Hellboy, Blaze, Wade) [??-??-2019] - Página 2 Icon_minitime12th Noviembre 2017, 08:21

Una piedra saliendo de la nada, eso fue todo lo que llegue a ver. Una gema, bastante importante si Arion la había tenido oculta tanto tiempo, aunque esa clase de pensamientos solo me vinieron a la cabeza después de que me hiciera a un lado; el muy hijo de puta nos tiro un rayo a mi y a Helloy proyectado directamente desde esa cosa. Yo logre esquivarlo, el grandote no fue tan suertudo. Un grito, un retroceso y una caída desde lo mas alto del muro. Aunque odie admitirlo me tomo completamente por sorpresa, no fui capaz de estirar una cadena para salvarlo, y se precipito hasta que su cuerpo impacto contra el suelo. Seguía vivo, pude sentirlo, por los pelos, pero seguiría respirando. Supongo que tengo que darle gracias al exorcismo de Constantine (o lo que fuese que estaba haciendo, a mi me pareció un claro exorcismo; bastante oportuno el ingles). Ese golpe por la espalda sirvió para que el mago atlante atrofiase su puntería y bajara sus defensas. El muro de hielo que lo separaba de la valquiria cayo en pedazos bajo la furia de su espada. Tambien sirvió para que soltara la susodicha gema, privándolo de otra arma. A saber que paso con la piedrita, la verdad deje de prestarle atención, puesto que lo que sucedió a continuación fue algo mucho mas importante. Loki, como toda buena serpiente oportunista que era, aprovecho el momento para atravesar el pecho de Arion con una espada. Y por un momento, todos quedaron el silencio (o tal vez no, yo sinceramente estaba tan enfocado en lo que ocurría que no pude escuchar nada mas). Por unos instantes me contemple la idea de atropellar al Dios de las mentiras una y otra vez hasta que no quedase ni el polvo de su polvo en el suelo, varias veces. Pero entonces lo note, le preste mas atención al pequeño pero sumamente importante detalle: no había sangre saliendo de la herida. El circulo de John seguía haciendo lo suyo y purgaba a Arion del mal que , aparentemente, habitaba dentro de él (que suerte, hubiese odiado tener que matarlo).

No necesitaba saber que estaba pasando, ya me hacia una idea de todo mucho antes de que Loki se regodease en la cara del vencido. Cuando llevas mucho tiempo siendo el Espíritu de la Venganza, hay varias cosas que aprendes a distinguir, y con las que te familiarizas. Una de ellas es la culpa. Mas particularmente, el arrepentimiento mas puro. Se notaba en sus ojos, en su llanto, en la forma en que su cuerpo reaccionaba. No necesitas la mirada de penitencia ni el sentido detector de almas para saberlo; solo había que mirarle a la cara por dos segundos. Para los hombres dispuestos a hacer todo conta de obtener un objetivo, lo peor es el fracaso, por que significa que sus esfuerzos, por mas tortuosos y largos que fuesen, resultaron en vano. Y para un hombre cuyos esfuerzos consisten en una lista particularmente larga de actos moralmente reprochables, siempre convencido de que todo iba encaminado hacia un bien mayor, nada es mas devastador que enterarse que estaba equivocado: sus actos, en realidad, no estaban justificados, y el supuesto bien común, o no era muy bueno, o no lo valía. Se como se siente. No importo mucho cualquier cosa que los demás presentes tuviesen que decir, al menos eso creo; asumo que Arion estaba demasiado sumido en su propia culpa como para prestar atención a otra cosa.

Pero aparentemente la valquiria tenia otros planes, e involucraban su espada (algo me dijo que no quería saber en que terminaban). Por suerte Constantine llego a tiempo para frenarla. Note la presencia de otra mujer. No la conocía, y no parecía haber sido una jugadora de demasiada importancia, asi que la ignore (una cosa que si puedo destacar: tenia una relación con Arion, ya fuese emocional, fraternal, de amistad o mera lujuria, pero los ojos con los cuales lo miraba ya te dicen todo). Para ser honesto no estaba muy consciente de mis alrededores. Ya no me importaba demasiado, la verdad, habíamos ganado (si es que a esto se le puede decir ganar, por que yo la verdad no creo que haya un final feliz al menos por ahora). Los hombres animales seguían en su estado antropomórfico, pero posiblemente ahora que Arion estaba en sus cabales nuevamente ellos no tardarían en volver a la normalidad. Ya fuera por un hechizo cuyo limite de tiempo paso, o por las acciones de un Sumo Mago arrepentido intentando reparar el daño provocado. Pero, desde luego, para que pueda redimirse primero tiene que estar vivo, cosa que no pasaría si la valquiria seguía con sus planes. Me hubiese sido mas fácil teniendo a Rojo al lado, pero el grandote se encontraba tirado unos cuantos metros mas abajo, fuera de combate igual que Deadpool y Arturo. No me preocupaba particularmente ninguno de ellos: los primeros dos eran demasiado testarudos como para dejarse morir de forma tan simple, y al tercero ni le conocía mas allá del nombre.

Me pare al lado de Brunilda, con una cadena colgándome de las manos. -Puedo pedirte un favor.- Le dije, con una voz que hubiese sonado mas suave de no haber sido por el hecho de que el "eco demoníaco" constantemente sonaba cada vez que intentaba hablar, y no podía apagarlo.- Déjalo vivir, al menos esta vez. Si lo quieres castigar, su culpa es demasiado castigo. Si lo quieres ayudar... -Dije, haciendo señales a Dalae y a la otra mujer con la cabeza- ...creo que necesita otra clase de ayuda. - Estaba cansado, realmente cansado. Solo quería llegar a mi casa, bajarme la heladera y dormir hasta el martes. Estaba dispuesto a pelear con ella por la vida del Mago, de eso no tenia ninguna duda. Envolvería mi cadena en su mano de ser necesario, pero realmente deseaba que no lo fuera. Solo por una vez, que las cosas no se hagan mas difíciles y cada quien pueda volver a su casa. Creo que el atlante necesitaba estar solo...procesar todo lo que había hecho.
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Elissa Stavridis
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Por un momento, le pareció que vacilaba. Que su postura alerta se relajaba un instante, que sus orgullosos hombros se inclinaban imperceptiblemente. Apenas duró unos segundos; la hermosa nórdica se lanzó contra él, espada en mano, y la resolución regresó a los movimientos de Arión: Volvía a luchar por su vida.

Elissa trató de alzar el arma del guardia chacal; demasiado pesada, demasiado lenta. Ella no estaba hecha para luchar en el mundo consciente. Aunque hubiera logrado interponerse entre Arión y la valquiria, ésta la hubiera apartado como a una brizna de hierba. Pero, como en respuesta a sus plegarias, un muro cristalino se alzó para bloquear la embestida de Brunilda. Creyó reconocer aquella magia; reverberaba con la esencia de Dalae. La pared de hielo protegió a Arión, quien dirigió una mirada llena de confusión a la asgardiana. Los ojos de Elissa habían seguido la misma dirección.

La griega hubiera mentido si dijera que comprendía lo que estaba sucediendo. Ahora, sus enemigos se ponían trabas los unos a los otros. ¿Qué quería decir aquello? ¿Se había vuelto Dalae contra los demás? La asaltó una sensación de duda, lejana pero familiar; un viejo parásito del que nunca lograba desprenderse. ¿Había tenido ella algo que ver? ¿Habría influido a la asgardiana en su breve excursión a su alma?

No tuvo tiempo de darle vueltas. Dos nuevos asaltantes habían aterrizado en la muralla, y su maestro se defendía ahora con desesperación. Los ojos azules de Elissa se abrieron de par en par al reconocer la gema que enarbolaba Arión. Chilló al ver que su magia alcanzaba al demonio rojo. Vio a Hellboy alzarse en el aire, propulsado por su poder. Lo oyó gritar. Y entonces, simplemente... dejó de verlo.

Rojo había caído, y Arión... Arión jadeaba, transido por el dolor. Jadeaba incluso antes de que aquella espada le atravesara el pecho. Elissa no vio con claridad el remolino, pero sí el acero. Lo sostenía Loki... el hechicero de cabellos negros que se había enfrentado en duelo con el atlante.

Esta vez, Elissa no gritó. Aún tenía los labios entreabiertos, pero ningún sonido abandonó su garganta. Se quedó paralizada, como si la hubiera alcanzado la mirada de Medusa, transformándola en una estatua de piedra. Vio el cuerpo de su maestro vacilar con el impacto, vio la hoja sobresalir por su espalda. La magia chisporroteó en la punta, como cargada de electricidad estática.

Todo se detuvo un instante. La gema rodó por el suelo. No podía ser.

Arión estaba...

Estaba...

... ¿Vivo?

El atlante respiró; apenas una exhalación entrecortada, pero Elissa respiró con él. Y entonces, lo vio caer de rodillas. Aún se movía. Sus hombros temblaban, impulsados por un llanto silencioso. No había muerto... pero... ¿cómo?

La griega miró a su alrededor; a Loki, a Dalae, a Brunilda. Ninguno de ellos parecía sorprendido porque Arión siguiera existiendo, viviendo, respirando. Ella era la única que no entendía nada.

¿Qué es lo que se siente… cuando la verdad es más letal que la misma muerte?— preguntó el hechicero asgardiano, con voz sibilante.

¿La verdad? ¿Qué quería decir? ¿Le había mostrado la verdad a Arión, de algún modo? ¿Cómo? ¿Atravesándolo con una espada?

Deberíamos volver.— fue la lacónica respuesta de Dalae. Pero sus ojos estaban fijos en Elissa, como si esperara algo de ella. Y la griega creyó comprender el mensaje.

Sus ojos sostuvieron la mirada de la asgardiana un segundo más, mientras daba el primer paso hacia Arión. Había dejado caer el arma del chacal; no era más que un estorbo para ella. Se arrodilló junto a su maestro, pero se volvió de inmediato, sobresaltada por el relincho del pegaso. Aquello no había terminado.

Esta vez sí, Elissa se interponía entre la vengadora rubia y el atlante, como si el muro de hielo de Dalae hubiera tomado forma humana y consciencia. Tal vez fuera aquello lo que la bruja asgardiana quería. La griega no lo sabía, pero miró a Brunilda en silencio. No se movería de allí, incluso aunque Arión, llevado por el dolor, aceptara la oferta que la valquiria le brindara. Aquella espada dorada, fuera del modo en que fuera, lo había roto. Nadie podía decidir en condiciones estando así.

- ¡Ata a tu caballo, John Wayne! - intervino alguien. Elissa nunca se había alegrado tanto de oír aquella voz. Su poseedor había sido invisible para ella durante gran parte del combate, pero allí estaba ahora, envuelto en su gabardina raída - No estoy muy puesto en la cultura vikinga, pero no sé si mutilar cadáveres está bien visto. - Constantine, que había aparecido tras Dalae, se aproximó a Arión. Elissa, para su sorpresa, notó que se tensaba, aunque no hizo nada por impedirle acercarse. El mago inglés examinó el suelo, como si aquel charco negro, en el que la griega no se había fijado hasta entonces, acaparara toda su atención - Aquí ya hemos terminado, pero si sigues con ganas de purificar puedes usar tu espada para barrer esto.

En cuanto terminó su examen, John miró a Elissa, y después se dirigió a sus compañeros. La griega imaginó que tendría preguntas. Muchas preguntas. Uno no encuentra a su terapeuta en medio de un desastre así todos los días.

- No sé vosotros pero yo quiero volver a la comodidad de mi sofá y tomarme una birra así que, ¿por qué no aceleramos el proceso? Arión es de la Liga de la Justicia. Que ellos decidan qué hacer con él.

Mientras Constantine hablaba con el grupo, sin dar muestras de querer atacar al atlante, ella se permitió bajar la guardia un instante y comprobar cómo estaba Arión. La sorprendió no ver rastro de sangre ni herida alguna en su cuerpo, al menos a simple vista. Se preguntó, de nuevo, qué clase de espada era aquella.

- Κύριε, είσαι καλά?* - preguntó, en un susurro, aunque sabía la respuesta. Su cuerpo parecía intacto, pero su alma...

Oyó al hombre en llamas dirigirse a la valquiria. Oyó los pasos de John aproximándose de nuevo.

Elissa rozó el hombro de Arión con la punta de los dedos, olvidando por un instante el vínculo que existía entre ellos, el que le había permitido contemplar el recuerdo de Chian como si ella misma estuviera allí.

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* Maestro, ¿estás bien?

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Ahri'ahn
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Me odia. Me odia. Me odia.

Es curioso como cuando pensamos que ya no hay nada que pueda incrementar más el dolor que sentimos aparece alguien para demostrarnos cuán errados estábamos. En el caso de Arión, ese "alguien" era Dalae, que parecía dispuesta a retorcer la estaca de hielo que atravesaba su corazón con sus palabras frías y su gélida indiferencia.

Abrumado como estaba por el peso de sus malas acciones no reparó en la mirada que le dirigió a Elissa un momento antes de darle la espalda, ni en cómo Loki se apropiaba de la gema que había dejado caer. Sí le llegaron, en cambio, las palabras de la valquiria cuando enunció su sentencia, pero no fue capaz de hacer más que contemplarla desde el suelo, con el cabello enturbiándole la visión. La asgardiana había cortado su conexión con los hilos, sin sus amuletos mágicos no sería capaz de lanzar un conjuro, y estaba desarmado. Tampoco es que le quedaran muchas ganas de luchar, de todos modos. Cualquier instinto de supervivencia que aún pudiera quedarle se había evaporado junto con los restos de la influencia demoníaca.

Sin embargo, alguien tomó la decisión por él: su discípula. Elissa avanzó hasta situarse entre su caído maestro y la diosa erigida en verdugo. La griega no habló, pero su actitud y su mirada lo decían todo, y durante un instante Arión temió por su vida. A lo largo de los siglos había tenido ocasión de presenciar cómo reaccionaban las turbas cuando querían linchar a quien consideraban un criminal, y él no tenía ahora mismo poder para protegerla. Por fortuna no llegó a ser necesario, pues Constantine detuvo a la valquiria y se agachó frente a él para analizar lo que quedaba de la corrupción que el demonio había insuflado en él. Fue directo y conciso, muy profesional. No le dirigió ni una palabra, y prácticamente ni siquiera le miró, como un forense que apunta los detalles técnicos de la muerte del cadáver en un bloc de notas antes de cubrirlo con una sábana y devolverlo a la morgue.

- J... John... -jadeó, pero su voz era tan débil que posiblemente no llegó a escucharle.

- Arión es de la Liga de la Justicia. Que ellos decidan qué hacer con él -estaba diciendo el mago, con la misma frialdad con la que Dalae le había dado la espalda, como si no se encontrara presente.

¿Y qué esperaba? ¿Acaso no había intentado matarlos a todos después de hacer que el mundo se convirtiera en un infierno?

Entonces, intervino Johnny, y resultó muy paradójico que el tipo que tenía un aspecto más monstruoso de los allí presentes demostrara la reacción más humana al interceder por él ante Brunilda y enunciar en voz alta lo que debería haber sido obvio para cualquiera que se hubiera dignado a mirar dos veces al hombre destrozado que se encontraba en el suelo, demasiado roto como para juntar los pedazos y levantarse.

- Κύριε, είσαι καλά? -susurró la griega a su lado.

Sí... su conexión con los hilos había sido cortada y no tenía encima ningún amuleto, pero aún conservaba el anillo que le permitía entender y hablar cualquier idioma. Quiso responderle, pero cuando iba a hacerlo notó que tenía los ojos en blanco; le había tocado y ésto debía haber suscitado en ella alguna visión, pero antes de que pudiera intentar nada, algo con lo que a buen seguro ninguno de ellos contaba sucedió: La mano de piedra de Hellboy se clavó en el borde de la muralla impulsando su gigantesco cuerpo... que ya no era el de siempre. Había dejado de ser rojo para tener un cuerpo humano corriente, sólo que mucho más grande y musculoso que el que tendría un humano normal, y por encima de su cabeza relucía un halo de fuego llameante a modo de aureola. Parecía aturdido, o confuso; extendiendo los brazos lanzó un grito al aire y un par de alas de luz carmesí se desplegaron desde sus hombros.

- Un... ángel... -musitó impresionado Arión.

Con la gema del tiempo había pretendido hacerle retroceder hasta el origen de la misma existencia, cuando aún no había nada, eliminándole de éste modo del mapa, pero la intervención de Constantine y Loki había interrumpido el flujo regresivo situando a Hellboy en un punto anterior a la caída del primer demonio... cuando éstos aún eran ángeles. Hellboy dirigió su mirada luminosa hacia Arión, batió las alas y se elevó en el aire, desapareciendo de su vista.

- Suficiente de toda ésta locura -dijo una voz. Tynan, Dios del Equilibrio, estaba allí, sobre la muralla, y, por una vez, se encontraba solo. Sabía que Geminm se opondría a lo que tenía que hacer, y Chaon, como siempre hacía, se ocuparía de crear cizaña entre los dos, así que les había impedido su aparición. Para lo que había de hacerse era necesaria absoluta neutralidad e imparcialidad-. Arion de Atlantis. Levántate -el aludido así lo hizo-. Se te acusa de haber atentado contra el Equilibrio creando una ruptura con el orden natural de las cosas al hacer que la tierra, y todos sus habitantes, involucionara en el tiempo. También se te acusa de haber robado el tridente de Shiva, Creador, Destructor y Regenerador, y haberlo utilizado para realizar un ritual de magia negra para devolver la vida a tu mujer, Chian, muerta 45.000 años atrás -la expresión de Arión se tensó y sus labios se apretaron, pero no dijo nada-. Con la gema del tiempo rejuveneciste su cuerpo, pero su alma seguía siendo la de alguien muerto hace milenios. Sabes bien que no se debe arrancar un alma del Reino de los Muertos después de tanto tiempo. La mujer a la que trajiste... ya no era tu esposa. Tuviste que volver a matarla para devolverle la paz. ¿Lo niegas?

- No, no lo niego -fue la respuesta, triste pero serena. Tyan suspiró.

- De haber estado aquí, Gemimn me diría que hay atenuantes... que no eras tú mismo... pero éste asunto ya no sólo nos incumbe a nosotros, o al mundo de los humanos; has ofendido a los dioses devas, y ellos han solicitado encargarse de tu castigo. La Trinidad no puede interceder, y los mortales tampoco.

El cielo, hasta entonces despejado, se oscureció y se cubrió de nubes mostrando la silueta medio desnuda de una mujer de piel negra. Tenía el cabello oscuro y largo, tres ojos y cuatro brazos, pero a pesar de su innegable belleza había algo en ella que, a la vez, inspiraba temor y resultaba repulsivo. En uno de sus brazos sostenía una cabeza cortada, en otro una hoz y en el tercero una espada de hoja curva. Extendió el que le quedaba libre y en éste se materializó un esbelto tridente plateado, el mismo que hasta entonces había permanecido oculto en la torre del mago. Su mirada altiva y desdeñosa se centró en Arión.

- Ésta es Kali, esposa de Shiva, diosa destructora y torturadora de demonios. Ella se ocupa de la justicia y la venganza, y será la responsable de castigar tus crímenes.  

- Lo acepto -había una inusitada paz en su semblante, como si la idea del castigo aliviara el tormento que había desgarrado su alma minutos antes, como si... lo deseara-. Sólo pido un momento para despedirme. Os he servido fielmente durante milenios, como mi padre antes que yo. Me lo debéis.

Tynan asintió en silencio y Arion se volvió hacia su pupila, que ya había vuelto en sí, posiblemente el tiempo suficiente como para escuchar la sentencia de los dioses.


- Elissa... mi discípula. Después de todo lo que te hice... lo que le he hecho a tu familia, a tu mundo... y aún así has permanecido a mi lado -dijo acariciándole tiernamente la mejilla. La muchacha ya había tenido una visión y no creía que fuera a tener otra en tan corto lapso de tiempo-. La espada de Loki me hizo ver la verdad... deja que yo te muestre la tuya.

Apoyó dos dedos, índice y corazón, sobre su pecho, y una inusitada calidez se abrió camino en el interior de la psicóloga reflejando el rostro de un hombre... Drago.

Le amas... y él te ama, Lissa -las palabras del mago resonaron sin voz en su consciencia-. He estado en su mente, y he podido ver en su interior. No le forzaste a nada; tu magia no le manipuló. Él ya te amaba de antes, se debatía entre sus deseos y lo que él consideraba correcto. Le hiciste olvidarte y ahora está con otra mujer, pero tu fuiste la primera a quien amó y deberías darle la oportunidad de decidir por sí mismo tal y como yo hice con Chian cuando se reencontró con su primer amante. Al final, ella me escogió a mí. No tomes esa decisión por él, Lissa. Si lo haces estarás haciendo exactamente lo mismo que temías hacer. En el amor, como en la vida, deberíamos ser capaces de decidir libremente. Una vez te dije que me recordabas a mi hija, Allura... y éste es el mejor consejo que un padre puede darle a su hija -finalizó besándola en la frente.

- Perdóname -dijo, de nuevo en palabras-. Por haberte traído aquí a la fuerza y haberte retenido en contra de tu voluntad. Por abandonarte ahora como lo hizo tu padre. Por no poder cumplir mi promesa de ayudarte a encontrarle y por dejar tu entrenamiento inconcluso. Perdóname por todo, Elissa...

Apartándose de ella, avanzó hasta detenerse ante Constantine.

- Hemos tenido nuestras diferencias en el pasado, John, pero te agradezco lo que has hecho aquí hoy. Por favor, lleva a Lissa a casa.

Después se dirigió hacia el Ghost Rider.

- Johnny, hoy has demostrado ser el alma justa y noble que yo sabía que eras. Por favor, acepta mi mano -dijo ofreciéndole la diestra-, pues con ella tendrás por siempre mi estima y mi lealtad.

Finalmente se giró hacia los tres asgardianos. Loki... le había ayudado, pero su actitud había sido cruel desde el principio hasta el final. Sus acciones habían estado impulsadas por el interés propio, no por la bondad de su alma. Recordaba perfectamente lo que le había contado sobre Dalae y, en lo que a él respectaba, seguían siendo enemigos.

- Mi señora Brunilda... Habéis demostrado tesón y bravura en la batalla. Siempre he admirado a los guerreros fuertes y valerosos, y si las circunstancias hubieran sido diferentes, posiblemente podríamos haber sido amigos. Dalae...

Se detuvo, indeciso. ¿Qué podía decirle? Ella había demostrado no sentir interés alguno hacia él. No había sido más que una añagaza instigada por su maestro, nada más. Había intentado matarla varias veces y posiblemente estaría mucho mejor cuando él ya no estuviera, así que sólo tenía una cosa que decir... una sola.

- Yo ya te he perdonado -dijo con sencillez-. Espero que tú puedas perdonarme a mí algún día -tras decir ésto, se dirigió a la diosa-: Estoy listo.

Ella asintió, extendió los brazos hacia él y ambos desaparecieron.

- Usa esa gema para restablecer el tiempo, asgardiano -dijo el dios atlante mirando hacia Loki-. Yo me ocuparé de deshacer las aberraciones de Arión.

Hizo un gesto y todos los hombres-bestia volvieron a ser humanos, desatándose la alegría en la hasta entonces oprimida ciudad. Los guardias arrojaban las armas al suelo, se abrazaban unos a otros y bajaban corriendo de la muralla para ir a buscar a sus seres queridos. Unos pocos se dirigieron a las mazmorras para liberar a los prisioneros, a la esposa del rey muerto y a su protegido, Aqualad. La gente aclamaba a sus salvadores.

Se habían convertido en héroes.



----------------------------


Ésta es la última ronda de posteo. Cuando postee el último cerraré el tema. Podéis aprovechar ésta última ronda para resolver todo lo que tengáis pendiente, como, en el caso de Loki, restaurar el tiempo a su lugar y regresar a casa. Recordad que la Atlántida originalmente estaba bajo agua, así que tendréis que salir antes de allí antes o protegeros de algún modo.

Os doy las gracias a todos por haber participado en éste minievento. Ha habido un nivel muy alto durante todo el tiempo y, en general, me habéis sorprendido muy gratamente con vuestras interpretaciones y decisiones. Estoy muy contenta de que hayáis formado parte de ésta historia, así como de las relaciones que han surgido a raíz de la misma.

¡Un abrazo a todos!

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Faltaba poco. Faltaba muy poco para volver a casa. John ya podía oler la fragancia de un pub inglés, el gorgoteo del grifo de cerveza servida por el barman y los refinados comentarios y cánticos de los hinchas de algún equipo que salía en televisión. Su pequeño edén en medio del caos mundano del mundo, y después por la noche, cuando las luces de las farolas iluminen su camino de baldosas doradas hacia el ático, una bella mujer de cabellos rojizos le ayudará sosteniendo su cabeza mientras pota y ésta le suelte algún que otro comentario ácido e hiriente hacia su persona.

Un hombre no puede soñar con nada mejor sin despegar los pies del suelo.

La realidad y el cansancio le dieron de lleno al bajar la cabeza y observar por vez primera la cara del mago atlante. Él mismo lo había tachado como un cadáver, pero no se imaginaba hasta qué punto era cierto su comentario. Y Lissa a su lado parecía una aparición, atada al mago por algún lazo que no terminaba de comprender. No tenían pinta de ser amantes, no había ese amor y deseo en los gestos y mirada de la mujer. ¿Amigos u otra razón? ¿Y qué hacía ella allí? No terminaba de comprenderlo.
Sus pensamientos vacilaron cuando apareció una luz proveniente del otro lado de la muralla. Apareció una mano de piedra reconocible, pero el hombre que la seguía no era lo que se esperaba el mago inglés, ni su aspecto casi humano (pues esos músculos no eran creíbles para una persona nacida en la Tierra) ni sus alas flamígeras.

- Jesús Rojo, te has pasado a la otra acera de un tortazo.

Tras la llegada del demonio recién convertido apareció otro ser conocido y poco querido por el inglés: el dios de la balanza, Tynan. "Como de costumbre, llegando al final de todo y haciendo de juez, jurado y verdugo. Putos dioses y su puta mierda egocéntrica..." y no se iba de mucho: el dios no venía sólo, y al parecer, aunque él era el juez, quien sería su verdugo iba a ser otra diosa de otro panteón a quien al parecer, el mago le había tocado los ovarios a más no poder. Aunque le hirviera la sangre con toda aquella prepotencia el inglés no era idiota, y si se enfrentaba a ellos nadie le aseguraba que pudiera salir bien parado de la ira de Kali. Sólo le quedaba mirarles con sus ojos afilados y desearles un cáncer de hígado.
Ante su inminente descenso a la condenación, Arión quiso despedirse de quienes eran cercanos al mago. Al hablarle a Lissa el velo en su mirada por fin se apartó y pudo ver la relación que los ataba: maestro y alumna. Eso sí que no se lo esperaba y como de costumbre, un pensamiento relámpago le cruzó la mente. Una posibilidad de que la propia Lissa tuviera acceso a la "torre" del mago.
La costumbre. Una mierda de costumbre. Una costumbre que le dio y le quitó mucho. La maldición de los Constantine.

La sorpresa se la llevó el inglés cuando Arión le hizo una petición. A él. No, no se podía decir que eran amigos ni que compartieran los mismos ideales pero, joder, el inglés no era tan mierdas como para negarle la última voluntad a un moribundo. Le miró a los ojos. Unos pozos azules llenos de rabia y desprecio no hacia el mago, sino a la situación, y asintió sin más. Se quedó cerca de Lissa, por si a éste le daba por lanzarse sobre su maestro o impedir que se lo llevaran. Ya era tarde Lissa. Tarde para cambiar la decisión retrógrada de un dios y tarde para impedir que se lo llevaran. Lo único que conseguiría sería más daño para su persona. Las manos del inglés estaban dispuestas a cortarle el paso a la griega.

En un santiamén, todo terminó: Tynan devolvió a los atlantes a su forma normal, a Hellboy y Arión... se fue. Desapareció. Todo terminó.

- Ésto es una puta mierda... Salgamos de aquí.

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"La magia es engañar al universo y hacerle creer una mentira increíblemente escandalosa"

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Dalae Darkle
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-Le libraré de su sufrimiento y purificaré su alma.-Esa era la misión fundamental de las valkirias, llevarse consigo las almas de los guerreros caídos al Vallhalla para que pudieran descansar. Y eso era lo que Brunilda quería hacer, visto su tono de voz y su actitud: El hecho de que fuera a matarlo era tan sólo un primer paso para alcanzar el descanso eterno. Para ser… Feliz, para siempre. Dalae no pudo evitar preguntarse si… Realmente era lo mejor para Arión. Lo había perdido todo, y, aunque sabía que con el tiempo su conciencia se recuperaría… Seguramente, era el menos malo de los castigos que iba a recibir. Sus acciones habían alterado el curso del mismo tiempo y las leyes de la naturaleza al crear a los hombres bestia, y las deidades atlantes no estarían contentas con él. La balanza había dado poder a sus adversarios, quizás con la esperanza de que lo castigaran… Y eso por no hablar de Deedra, la diosa de la naturaleza cuya estatua había visto en la mansión de París. Los dioses podían ser crueles, y Arión ya había sufrido suficiente. Pero, por mucho que le doliera, Dalae no conseguía convencerse de dejarlo marchar. Y eso la hacía sentir la persona más egoísta del mundo.


-No sé vosotros pero yo quiero volver a la comodidad de mi sofá y tomarme una birra así que, ¿por qué no aceleramos el proceso? Arión es de la Liga de la Justicia. Que ellos decidan qué hacer con él.

-Déjalo vivir, al menos esta vez. Si lo quieres castigar, su culpa es demasiado castigo. Si lo quieres ayudar... Creo que necesita otra clase de ayuda.

La asgardiana nunca se había alegrado tanto de oír hablar a esos dos, a pesar del pequeño sobresalto que le causó la súbita aparición del inglés. Sinceramente, creía que Constantine se desentendería del asunto… O intentaría sacar partido de la precaria situación del atlante. Y lo previsible era que el Espíritu de Venganza hiciera su trabajo, al fin y al cabo. Pero no fue así. Ahora, Elissa no era la única que defendía a su maestro abiertamente. Al diablo, se dijo Dalae. Había fallado míseramente en ese intento de engañarse a sí misma, y tendría que vivir con ello. -Entiendo lo que quieres hacer, Brunilda… Pero no te corresponde a tí decidir si Arión vive o muere. Su alma no te pertenece para hacer con ella lo que creas justo.-Aún recordaba el día que había pasado en compañía de las valkirias, cuando era una niña. Aprendiendo de ellas, admirándolas. Soñando con ser elegida para cabalgar a su lado, para escribir su propia historia. El tiempo había pasado, y Dalae ya había dejado de lado la idea de ser aceptada sin reservas entre sus hermanos. Pero eso no significaba que hubiera dejado de comprender su visión del mundo. -Sólo le pertenece a él… Y ahora, no está en condiciones de tomar ninguna decisión. Así que guarda tu piedad y tu espada, y sácalas solo cuando te lo pidan.

La aprendiz de Loki no se molestó en suavizar sus palabras, había perdido la paciencia para cualquier sutileza y no le importaba si Brunilda decidía hacer extensiva su “misericordia” a todos ellos. Mientras la rubia se deshacía en argumentos, intentando defender lo indefendible, Dalae volvió su mirada hacia el Sumo Mago y la mujer de pelo castaño que había a su lado. La asgardiana aún no entendía cómo se podían comunicar con tan sólo una mirada: Primero, durante el combate con Deadpool, y en ese momento, tratando de reconfortar a Arión. No lo sabía, pero aún así, no podía dejar de sentir cierta gratitud hacia ella, la única que había parecido estar realmente en su bando durante toda la batalla.

Primero un paso, luego otro. Poco a poco, como si cada movimiento le costara una eternidad, Dalae se acercaba a ellos. Lo hacía con dudas, con miedo de empeorar todavía más las cosas. Constantine había llamado “cadáver” a Arión, y… No se alejaba tanto de la realidad. Todo lo que quedaba de uno de los más poderosos magos del mundo era un cuerpo, aún vivo en apariencia, pero roto por dentro. Y Dalae tenía miedo de hundirlo todavía más.

-Un... ángel... -Fue entonces cuando Raden ascendió y regresó al bastón, aún en forma de bruma. Pero su portadora ni siquiera lo vio. -¿...Hellboy?-A duras penas se podían reconocer los rasgos del demonio rojo en él, pero no cabía duda. La gema lo había enviado a un pasado tan remoto, que los demonios ni siquiera existían como tales. Pero era un problema que ninguno de los presentes tenía ánimos para resolver en aquel momento: La criatura alzó el vuelo con un grito, y nadie hizo nada más que seguirlo con la mirada hasta que se perdió en la distancia y una voz conocida reclamó su atención. Tynan había aparecido para impartir justicia, ahora que todo había acabado y sus involuntarias piezas habían rodeado al rey enemigo. No era mejor que Odín, que Loki o que Pesadilla, por mucho que tratara de hacerlo ver así. Dalae posó su mano derecha sobre el pomo de su espada, tensa. Sabía que el acero sería inútil contra el dios del equilibrio, pero era muy difícil abandonar ciertas costumbres.

-También se te acusa de haber robado el tridente de Shiva, Creador, Destructor y Regenerador, y haberlo utilizado para realizar un ritual de magia negra para devolver la vida a tu mujer, Chian, muerta 45.000 años atrás. Con la gema del tiempo rejuveneciste su cuerpo, pero su alma seguía siendo la de alguien muerto hace milenios. Sabes bien que no se debe arrancar un alma del Reino de los Muertos después de tanto tiempo. La mujer a la que trajiste... Ya no era tu esposa. Tuviste que volver a matarla para devolverle la paz. ¿Lo niegas?-Eso hizo que la asgardiana alzara las cejas con incredulidad, incapaz de creer que Arión hiciera algo así. Es decir, probablemente la nigromancia estuviera dentro de sus capacidades… Pero todo el mundo tiene un límite que no se puede sobrepasar. Y aquello… Estaba más allá de ese horizonte, con influencia demoníaca o sin ella. No podía justificarse por “el bien de la humanidad”, la razón que había conducido a Arión a todo lo demás. No, aquello era… Puro y simple egoísmo. Era tan contrario a su naturaleza, que resultaba imposible de imaginar. Pero era cierto.

El cielo se marchitó, invadido por la negrura de las nubes de tormenta que acompañaban a Kali. Y, con ella, el final de una historia que ya se había prolongado demasiado. Uno a uno, Arión se fue despidiendo de todos los presentes. Elissa, a la que trató como si fuera su propia hija; a John, al Ghost Rider, a Brunilda… Y, finalmente, a ella. El corazón de Dalae se saltó un latido cuando se dio cuenta de que el atlante se dirigía a ella.

-Yo ya te he perdonado. Espero que tú puedas perdonarme a mí algún día.-Dalae se obligó a sí misma a mirarle a los ojos. Se lo debía. Simplemente, no podía ignorar su dolor, sabiendo que en parte era culpa suya. No era justo darle la espalda, dejarlo a su suerte sin dedicarle un solo pensamiento para no sufrir. -No has hecho nada que tenga que perdonarte, Arión...-Susurró, como si no quisiera que nadie más que él oyera sus palabras. Querría cogerle de la muñeca, retenerlo en el mundo de los vivos, aunque eso supusiera enfrentarse a la mismísima diosa de la destrucción. Decirle que no se merecía ser castigado por un crimen que había sido obligado a cometer por una maldición. Querría decirle que lo sentía… Que no quería que nada de aquello pasara. Que no había sabido hasta ese momento todo el daño que había hecho. Pero ya era tarde.
-Estoy listo.

Y, entonces, desapareció entre los aplausos y los vítores de los hombres a los que había esclavizado. La alegría de unas criaturas que tan sólo habían recuperado la consciencia para morir inmediatamente después, a manos de la gema que Loki tenía en su poder. Era irónico… Pero Dalae no los escuchaba. Acababan de convertirse en héroes, todos ellos, pero la aprendiz de Loki no sentía paz alguna. No podía disfrutar de una gloria ganada sobre la desgracia de alguien que, hace mucho tiempo, logró ver un ángel en ella.

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Hasta el momento en que la espada de Loki había atravesado el pecho que Arion ella no había podido percibir el sufrimiento interno del mago atlante. No tenía una gran capacidad para la magia, su destreza en la materia era prácticamente inexistente tampoco se le daban bien las emociones. Desde muy joven a las Valquirias se las enseña a tener ese serio semblante, un temple de acero y lucir ese carácter impertérrito. Dejaban de lado sus emociones para poder cumplir su misión, proteger a los demás y al mismo tiempo, acababan perdiendo capacidades empáticas. Les era muy difícil conectar con los sentimientos de los demás porque los suyos se encontraban en un perpetuo estado de letargo.  No se las permitía tener el mismo arraigo que tenían los demás porque lo principal en su existencia debía ser proteger Asgard y a sus gentes. tampoco conocía de nada al atlante para saber si era un villano o no. En aquel viaje tan sólo había visto su peor cara. La destrucción, el asesinato y el caos que había producido. De primeras los hechos que ella había presenciado no contaban a su favor. Por eso desde el primer momento la preciosa valquiria había catalogado al mago como un enemigo en primer lugar de Asgard y luego de la humanidad.  Sabía de los poderes de la espada de la verdad y al ver su efecto en el castaño había sentido lástima.

- Το πέρασμα από τον ύπνο στον θάνατο είναι μικρό. Ο Θανάτος και ο Ίπνος είναι δίδυμοι αδελφοί. - dirigió a Elissia. Aquella mujer le recordaba en cierta medida a sus aprendices de antaño. Sin dudar diría que ella era la persona más digna de aquel lugar. Conocía perfectamente a los dioses Griegos gracias a su amigo Hércules.

Un suspiró de frustración y resignación salió de sus labios. Tenía esa sensación de estar rodeada de niños. Adorables todos pero que cargaban su paciencia muy rápidamente. Más a ella que tenía la mecha realmente corta. No entendió ni una sola palabra de lo que había dicho Constantine. Así que como no lograba descifrar sus referencias midgarianas hizo caso omiso de todo lo que decía. Era increíble para la asgardiana que no se diera cuenta en todo lo que llevaban de periplo que no entendía ninguno de sus chistes culturales terrestres. Estaba prácticamente muy sorprendida de que todos aquellas personas presentes pensasen que su oferta era una tortura.

-Intentaré explicarlo para personas no versadas en la senda de la muerte. No creo que se a dificil de entender pero por si acaso estad atentos.- Su mirada se centró especialmente en Jhon y en Blaze. Ya que ella, era a los que más consideraba, por la manera en que habían hablado, obtusos en este tema. - La muerte no es castigo, no es tortura y menos es el final del camino. Es sólo un estado de tránsito. La muerte para el alma es una liberación. La unión entre cuerpo y alma es efímera. A veces está forzada. El alma es un don inmortal y el cuerpo algo perecedero. Por eso, cuando sustentas pesadas cargas en el plano material tu alma se cansa y sigue con ese cansancio hasta que por fin es desligada del cuerpo. Cuando un alma necesita descansar y ese descanso que para el cuerpo sería el sueño, para el alma es la muerte. Es como una medicina cuando estamos enfermos.-Sentía en su propia piel  lo que era ese cansancio en el alma, ese que le había hecho en varias de sus vidas entregarse al abrazo cálido de la muerte.-La espada de la verdad revela que ha pasado por mucho. Le doy la posibilidad de descansar, de purificar el alma para aligerar esa carga que se enquista tras los años. Es como una medicina para el alma.-  No era muy buena con las palabras y no era su vocación ser docentes. Sin embargo, creía que se había explicado de un forma que todos habían podido comprender.

El mago midgariano escucho su alegato. No obstante, la dio el parabién con un “lo que tu digas rubia, pero guarda la puñetera espada". Réplica que expresaba su clara diferencia en puntos de vista. Para la valquiria esta actitud era fruto del analfabetismo midgariano sobre esa clase de temas. El gesto en sus caras era de sois unos lerdos totales. Aragorn resopló y coceo el suelo airoso. Daba la razón a su jinete. Un mago y un poseído por un demonio de la venganza no tenían aún el suficiente conocimiento ni experiencia para tener una comprensión profunda de las verdades cósmicas del universo. No obstante a ellos les daba a absolutamente igual las verdades en las palabras de la valquiria, era de ese tipo de personas que no daba su brazo a torcer. Era una actitud muy usual en ese planeta, la de solo hacer caso a la “verdad” personal y no tener en cuenta las “verdades” de otros. Una cerrazón muy humana la de no creer más de lo evidente. Solo teniendo la fe en aquello que está frente a sus ojos.

-El alma y la vida no pertenecen a nadie. Son regalos de los dioses del destino. Corresponde a ellos decidir su camino. Son ellos quien decretan su principio y su fin. Tan sólo a sus paladines se les concede el poder y el designio para poder acortar o alargar la longitud de un hilo. Creo no equivocarme al decir que la única que se relaciona con los dioses que manejan esos lares soy yo.-

Ciertamente la hacía gracia que Dalae apelase a la libre elección. - Supongo que al entendimiento se llega tarde o temprano.[ñ- La muerte era un visitante que nunca faltaba a su cita.

Repentinamente aparecieron en escena otras divinidades. No le gustaba un pelo de la gente que se reunió para ese juicio público. No era muy partidaria de los dioses de otros panteones. acarició suavemente a Colmillo de Dragón, barajando siempre la posibilidad de volver a blandirla. Había enemigos por doquier y cualquier precaución era poca. No obstante, dio un paso atrás, quedándose al margen. Desde hacía eones que los dioses de las diferentes religiones habían llegado a un pacto de no interferencia. Ella no podía involucrarse en asuntos de otros dioses de otros panteones. Si aquel mago había afrentado a Kali, le correspondía a ella ser su juez, jurado y verdugo.

-En otra vida quizá ...- Respondió a la despedida de Arion. Miró a Dalae y a Loki. A JC también le miró de soslayo.  - Si eliges bien tus amistades en esa ocasión- Lo dijo con un tono bastante neutro. Era algo que frecuentemente decía y esperaba poder rencontarse con aquellos a quien dejaba atrás en su prolongada existencia. Pero en esa ocasión estaba bastante segura que la   posibilidad era bastante reducida. Estaba segura de que esa era su última vida, que ya había cumplido suficiente su labor de protectora de Asgard y una vez que sus ojos se cerrasen dando fin a esa vida, no volvería a reencarnarse. Era la última de su casta. Estaba bastante satisfecha con cómo había usado sus años en el plano de la existencia física, no le generaba ningún tipo de pesar abandonar esa vida material y volver a reencontrarse con sus allegados que la esperaban en el Walhalla: su madre a la que nunca conoció, su padre, sus hermanas de batalla, sus amigos perecidos en la lucha ...

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Johnny Blaze

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Todavía no puedo creer que ganáramos...quizás por que realmente nadie sentía como que hubiésemos ganado nada, salvo quizás Loki, pero que se pudra esa serpiente. Después de todo el viaje, de las batallas, de la amnesia colectiva, los horrores, los hombres bestia y un sin fin de cosas que muy posiblemente me este dejando atrás (o eso creo, no es que recuerde demasiado del viaje a decir verdad, como que me desperté a medio a camión). Todo para librar esa batalla final con Arion y sus hordas (las cuales de hecho sirvieron mas que nada para propósitos de escenario: solo saco dos monstruos). No es que la coa hubiese sido fácil, solo que estaba muy seguro de que, si hubiese usado realmente todos sus poderes, hubiese sido mucho mas difícil. Posiblemente ahora estaríamos contando nuestros muertos en lugar de nuestros heridos. Pero no fue así, y todo termino en victoria. No bien, solo en victoria. Arion fue vencido por la fuerza de su conciencia, implantada como un enema de magia pura a través del filo de la espada de Loki (el Dos de las mentiras con una espada mágica que te hace ver la verdad, no puedo ser el único que encuentra eso irónico). Y lo peor era que esa seria nada mas la segunda o tercera cosa mas rara que vería en ese viaje. Rojo definitivamente se llevo la primera ¿Como? Simple, cuando la gema del tiempo le dio de lleno, al principio, parecía que lo había noqueado. Luego nos dimos cuenta de que lo había convertido en un ángel. Si, yo tampoco me lo creo, pero mis ojos (cuencas) no me engañaron. El demonio de la mano de piedra se elevo hacia los cielos con una mueca de armonía digna de todo buen ángel. Creo que hasta escuche el coro de Aleluya mientras las nubes se movían y los cielos se iluminaban para la llegada de Rojo, aunque eso ultimo bien puede haber sido mi imaginación.

Al menos pudimos convencer a la rubia de que no se llevara el alma de Arion. Fue difícil la verdad. No por que tuviésemos que pelear ni nada (y eso la verdad me sorprendió ¿Acaso nuestra vikinga cabeza de espada había adquirido un momentáneo sentido común? Quizás fuese un milagro del recientemente angelificado Rojo) sino por que hubo que escuchar su discurso pre grabado de Valquiria Oficial, y la verdad era lo que menos tenia ganas de escuchar. Es como, cuando alguien que realmente no capta el contexto de la situación te tira EL discurso, explicándote sobre todo lo que cree que esta pasando, y te da perita por que realmente se esfuerza, y sabe de lo que habla, solo que no sabe como hubicarlo en la situación actual. Bueno, mas o menos así, solo que era tres veces mas molesto por que estaba escuchando lecciones de sabiduría de la persona mas impulsiva y cabeza dura de todo el grupo. Ni siquiera creo que haya tenido malas intenciones en realidad, solo que no me gustaba ese aire de superioridad (en retrospectiva tal vez tampoco se sentía muy superior, pero a esas alturas mi temperamento no estaba en su mejor momento, precisamente). -La muerte es un descanso, entiendo, muy lindo, casi lloro lava, te lo juro.- Sarcasmo puro, seco, y duro.- Solo que me pregunto donde esa alma seria liberada, no crees? Digo, estoy seguro de que debe ser genial que tu alma en descanso sea liberada directo hacia el Cielo Vikingo, pero por lo que Arion ha hecho hasta ahora, realmente crees que su alma "descansara" allí, cuando abandone su cuerpo? No es por ofender, señora cartera del mas allá, pero yo estuve en el lugar donde van las almas de todos los que mato, y no es bonito. Y si hay una posibilidad ínfima de que Arion acabe en un lugar la mitad de malo, no te dejare mandarlo ¡Y mira! - Dije, extendiendo la mano hacia el manubrio de mi moto y moviendolo de arriba abajo- ¡Mi montura esta de acuerdo conmigo también, que casualidad!- Dije, mirando al pony volador. Yo también soy un agente en la Tierra de un Dios mayor, se mas que una par de cosas las "formas misteriosas de obrar" que tiene. Al menos en mi religión, por mas mierdera que sea, los inocentes no reciben la muerte para que luego les digan "de nada por el regalo" (y si, teniendo en cuenta la comprobada posesión demoníaca, podría decir que era inocente). No había caso en argumentar, la mujer era terca como su mula alada o mas; me juego la no-vida a que aun a día de hoy sigue pensando que tiene razón. Pero no hizo falta decir mucho; ya fuera por cansancio, superioridad numérica, o los tres, la valquiria no procedió.

Y entonces intervino....un tipo. Tenia un aura de pomposo y poderoso, voz severa como quien no puede concebir la realidad de un mundo donde nadie le haga caso, porte estirado y una pequeña parte de mi me instaba a bufar con fastidio. Sep, definitivamente un Dios. No se bien cual, ni de que (posiblemente atlante) pero lo era ¿Que pasa con las deidades y mierdas mitológicas? ¿No hay al menos uno que no sea malvado, cabezo, engreído, gilipollas o los cuatro juntos? Aunque debo confesar, lo que dijo de Arion si me preocupo un poco. Crímenes de los que no creo que nadie allí presente supiera nada. Mentiría si dijera que no puedo empatizar con la tragedia del amor perdido, pero...traerla de vuelta de entre los muertos...hasta para mi, hay algo macabro en eso. Al menos lo acepto sin rechistar, puntos para el Sumo Sacerdote. Pero claro, eso ya no servia, aun hay crímenes por los cuales pagar, y aparentemente ya había reservas respecto a quien administraría la justicia. Y como si fuese señal del cielo (juego de palabras, no tenia la intención de hacerlo) una criatura que solo podría describirse como deidad, aunque no precisamente una relacionada al encanto, apareció. Debió ser la primera vez en mi vida que la vista de una mujer así, desnuda, me causo rechazo; al menos que yo recuerde. Lo cual era irónico teniendo en cuenta que era la diosa de la venganza y el castigo; prácticamente mi camarada de otro panteón. Le hubiese pedido el numero en una situación diferente y si no se hubiese estado llevando a mi amigo (algo me dice que podría haber sido considerado ofensa).

Al menos le darían al condenado una oportunidad para despedirse, supongo que era mas de lo que esperaba. No preste demasiada atención a lo que estaba haciendo con los demás. Estaba ensimismado en mis pensamientos. Parte de mi quería montarse en la motocicleta y salir disparado. Llevarme conmigo al mago y salir huyendo a toda velocidad, o luchar contra los dioses para darle una oportunidad de escapar. Claramente, la totalidad de mi ser me decía que seria una idea estúpida y jamas funcionaria, y lo sabia. Solo que quedarme parado sin hacer nada mientras veía eso me daba demasiada rabia. Aun así, por mucho que me cayera bien, no podía negar lo objetivamente cierto: cometió crímenes, y tiene que pagar por ello, aunque no le agrade a nadie. Todo quedo olvidado cuando el hombre en cuestión se encontró parado frente a mi. Levante levemente la mirada, y nuestros ojos se cruzaron. Me gustan los halagos tanto como a cualquiera, pero viniendo de él, se escuchaban diferentes. Mas puros, como si valieran mas. Mentiría si dijera que, escucharlo de ese tipo, aun tenia bastante valor. Claro que le di la mano, hasta la apague y todo por si aun podía quemarlo.-Se fuerte ahí, pescado.- Le dije.- No les des a esos maricotas remilgados el gusto de oírte gritar.- Y con eso paso al siguiente. Y yo me quede ahí parado, viendo como se llevaban a mi amigo, y maldiciéndome por ser tan inútil. No había mucho que hacer, solo ver si tenia ganas de despedir a alguien, montarme en la moto e irme de allí antes de que me pusiera mas sentimental.

Se supone que todos nos habíamos convertido en héroes.

¿Entonces por que me sentía tan para el culo?
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OOC:





-- El paso del sueño a la muerte es pequeño. Thanatos e Hypnos son hermanos gemelos.- dijo la valquiria en la lengua natal de Elissa.
La sorprendió oír aquellas palabras de labios de una desconocida y, en cierto modo, la reconfortó que mencionara a Thanatos. El gemelo de Hypnos era el dios de la muerte sin violencia; cumplía los designios de las Moiras, sí, pero el roce de su mano era suave. ¿Era eso lo que prometía a Arión? ¿Una muerte rápida, sin dolor?
No tuvo tiempo de considerarlo. Al tocar al atlante, la visión la arrolló como una ola, sumergiéndola en lo profundo de un océano de recuerdos.
***
Paz. La embargaba una curiosa serenidad, a pesar de la tristeza profunda que le desgarraba el alma, como si el suave movimiento del mar conformase una balsa en la que mecer su dolor. Se encontraba en la proa de uno de los barcos de la flota de Atlantis, contemplando las olas. Era de noche y la calma lo embargaba todo, permitiéndola reconocer el familiar sonido de las livianas pisadas de Chian sobre los tablones de madera de la cubierta.


Habló con la voz de Arión, triste y fatigada.  

- Tanta paz... tanta belleza... -musitó, sin apartar la mirada de la inmensidad del océano-. Es... extraño que haya sido el causante de tanta devastación... tanta muerte... Es... parece... irreal... -sacudió la cabeza, todavía en un estado de confusión, y sus cabellos castaños siguieron su movimiento como una estela-. Aún no puedo creer lo que ha sucedido. Toda una cultura... floreciente... Y ahora se ha ido, y todo su recuerdo... un millón de años de historia... tantas y tantas vidas... todo sepultado bajo el agua... -sintió un nudo en la garganta que la hizo enmudecer. Las lágrimas empezaban a arderle en los ojos-. Yo provoqué esto, Chian -la humedad comenzó a resbalar por sus mejillas-. Chaon... Su guerra contra mí le llevó a Atlantis... y así pudo destruirla...

Ella la miraba con tristeza, pasando un brazo afectuoso y amable alrededor de su cintura.

- No podías saber que Chaon elegiría atacar Atlantis en éste preciso momento, cuando nos encontrábamos en mitad de una invasión y estábamos más vulnerables. No ha sido culpa tuya, Arión. Tú nos has salvado.

- He salvado... a los que estaban en la ciudad. ¿Qué hay de los cientos de personas que vivían a lo largo del continente, en las otras ciudades?

- Esas ciudades tenían sus propios magos, sus guardianes...

- No puedo dejar de pensar en los muertos, Chian... ¿Cómo podré expiar mi culpa?

- El único que pide expiación eres tú, Arión -replicó ella, forzándola a volverse para mirarla a los ojos-. No puedes culparte por lo sucedido. No fuiste responsable del ataque ni de las acciones de Chaon. No eres un dios, Arión. No podías haber hecho más de lo que hiciste. Tenemos que asumirlo: Atlantis ya no está. Hemos perdido.

Chian… las raíces de la relación, la parte realista y práctica, los cimientos. Ella le permitía no hundirse y continuar. Ella era la mitad firme; su mitad, en cambio, era la de la sensibilidad, la emoción. Se enraizaba en ella para sostenerse. En otras ocasiones, habría sido ella la que lo hubiera ayudado a levantarse. Pero no aquella vez. Aquella vez, algo en las palabras de Chian, algo en su tono de voz, avivó en su interior una fuerza y una convicción que creía haber perdido junto con su amada ciudad.

- No, mi amor... -la voz de Arión volvió a emerger de sus labios, y esta vez sonó más firme. Sus ojos contemplaron las aguas con esperanza renovada y, por primera vez en horas, fue capaz de pensar en el océano como algo distinto a una tumba -. Lo que se ha perdido puede ser restituido. La ciudad... no eran más que posesiones y edificios... Pero lo que verdaderamente conforma una nación es su gente, sus recuerdos y memorias. Sí, hemos sufrido una gran pérdida, y tendremos que llorar por los que ya no están. Pero no hemos terminado, mi amor. Atlantis todavía tiene un futuro. Y algún día se lo devolveremos... y lo haremos juntos. Eso te lo prometo, Chian... lo haremos juntos.

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***
Sólo sabía una cosa. Había fallado.
Había intentado cumplir su promesa. Había reflotado la ciudad. Había hecho que el sol se alzara sobre Atlantis una vez más; sobre sus murallas, sobre sus cúpulas, sobre el jardín del palacio. Le había devuelto la gloria y el esplendor de antaño; había convocado a los sirvientes y había llenado de música los salones.
Y entonces, había llamado a Chian para que la contemplara con él, a su lado. Quería que compartiera su victoria. Su reino vivía y respiraba de nuevo... ¿por qué no también su esposa? Ardía en deseos de mostrarle lo que había hecho, quería cumplir aquella promesa que le había hecho en la cubierta del barco, tanto tiempo atrás.
La culpa aún se retorcía en sus entrañas.
Elissa sintió que su identidad se desmoronaba a su alrededor, como un muro erosionado por los años. Durante un instante, breve para cualquiera salvo para ella, no supo quién era, ni dónde estaba. Parpadeaba, vacía de identidad, llena de emociones; recuperando lentamente el azul de sus iris, hasta entonces disuelto en el blanco de la visión. Sus oídos le traían el eco de una voz lejana. No alcanzó a ver a Hellboy alzarse en el cielo y desaparecer.
Cuando Elissa se recobró a sí misma, el ángel había desaparecido, y sólo quedaba el juez.
-...se te acusa de haber robado el tridente de Shiva, Creador, Destructor y Regenerador, y haberlo utilizado para realizar un ritual de magia negra para devolver la vida a tu mujer, Chian, muerta 45.000 años atrás...
La griega no conocía el nombre de quien hablaba, pero su rostro le resultaba familiar. No supo ubicarlo; es difícil conciliar una figura viva con una escultura de piedra. Mientras la voz profunda de la entidad enumeraba un delito tras otro, Arión escuchaba. A Elissa, los crímenes le parecían familiares, cercanos; los sentía como parte suyos… tal vez como efecto colateral de la visión. Chian... Lo que le había hecho a Chian era imperdonable…
La aprendiz del atlante se llevó las manos a las sienes, tratando de amortiguar el doloroso pulso que allí latía. Parecían tambores de guerra.
- Con la gema del tiempo rejuveneciste su cuerpo, pero su alma seguía siendo la de alguien muerto hace milenios. Sabes bien que no se debe arrancar un alma del Reino de los Muertos después de tanto tiempo. La mujer a la que trajiste... ya no era tu esposa. Tuviste que volver a matarla para devolverle la paz. ¿Lo niegas?
“Pero no hemos terminado, mi amor. Atlantis todavía tiene un futuro.”
- No, no lo niego.
“Y algún día se lo devolveremos... y lo haremos juntos.”
- De haber estado aquí, Gemimn me diría que hay atenuantes... que no eras tú mismo... pero éste asunto ya no sólo nos incumbe a nosotros, o al mundo de los humanos; has ofendido a los dioses devas, y ellos han solicitado encargarse de tu castigo. La Trinidad no puede interceder, y los mortales tampoco.
“Eso te lo prometo, Chian... lo haremos juntos.”
Las palabras tomaban forma y se deshacían; a Elissa le costaba separar el presente del recuerdo. Pero entonces, el cielo se oscureció, y la presión que la griega sentía se acentuó, casi aplastándola contra el suelo. Un temor reverencial se asentó en ella al contemplar al monstruoso ser que se recortaba sobre el horizonte. Kali, la diosa de la muerte, a quien Arión había robado. La que ahora se encargaría de su castigo.
No sabía qué decir… ¿podía objetar siquiera? ¿Opinar en asuntos de dioses? Se sentía como una niña que escuchaba a hurtadillas las conversaciones de los adultos. ¿Qué argumentos tenía para oponerse a una decisión que el mismo Arión acataba? Lo miró a él, miró a la joven de hielo, miró a la valquiria… Había una súplica muda en los ojos de la griega, pero todos lucían expresiones impenetrables para ella.
Su maestro solicitó entonces permiso para despedirse, volviéndose hacia ella.
- Elissa... mi discípula. Después de todo lo que te hice... lo que le he hecho a tu familia, a tu mundo... y aún así has permanecido a mi lado - Tenía razón… ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué ya no estaba furiosa con él? -. La espada de Loki me hizo ver la verdad... deja que yo te muestre la tuya.
Ella era consciente de su verdad, al menos en parte. Sabía que había proyectado en él su búsqueda, el vacío que había dejado Patroklos tras de sí. Albergaba por Arión los mismos sentimientos contradictorios que por su padre: deseo de reconocimiento, necesidad de afecto, temor al abandono... y rabia por todo ello.  
Pero el atlante no hablaba de sí mismo. Hablando con una voz que sólo ella podía escuchar, Arión rescató el recuerdo de Drago. Con él, como restos de un naufragio, emergieron más emociones: culpa, alivio, miedo, añoranza. Pasaron una detrás de otra, en rápida sucesión, dejándola confusa y vacía. Agradecía a su maestro que levantara el peso de la culpabilidad de sus hombros, que la consolara acerca de la veracidad de los sentimientos compartidos. Pero era tarde para cambiar las cosas. Elissa no sabía deshacer lo que había hecho, ni tenía forma de cambiar el pasado. Ah, cómo comprendía la tentación de usar la magia para volver atrás en el tiempo...
Una vez te dije que me recordabas a mi hija, Allura... y éste es el mejor consejo que un padre puede darle a su hija - las últimas palabras abrieron un abismo insondable en su pecho, hundiéndose en aquella parte de ella que seguía rota. Cuando Arión la besó en la frente, sus mejillas estaban surcadas de lágrimas.
- Perdóname... Por haberte traído aquí a la fuerza y haberte retenido en contra de tu voluntad. Por abandonarte ahora como lo hizo tu padre. Por no poder cumplir mi promesa de ayudarte a encontrarle y por dejar tu entrenamiento inconcluso. Perdóname por todo, Elissa...
- Podría perdonar todo… salvo que te marches -susurró. No sabía si decía la verdad. Aún no había pasado todo; aún no estaba segura de qué secuelas dejaría todo aquello en ella- Adiós, Arión. - añadió, con infinita tristeza.
Y entonces, él se alejó para despedirse de los demás. Elissa oyó cómo el atlante le encargaba a Constantine su seguridad, y quiso reírse… pero sólo pudo llorar. Mientras Arión se despedía de los demás, el inglés se quedó a su lado. La griega se preguntó si era porque se tomaba en serio la petición del atlante, o porque temía que ella hiciera alguna tontería.
No le quedaba demasiado aliento para hacer tonterías, y era incapaz de oponerse más al desarrollo de la tragedia. De nuevo, sus raíces egeas la instaban a comprender la inexorabilidad del destino. No dijo nada en voz alta; John se hubiera reído de ella.
Sus últimas palabras fueron para Dalae. El intercambio fue breve, y ninguno dijo demasiado. Elissa quiso gritar. Lo recordaba todo; la nieve fundida, la gema ardiente, el calor enmedio de la ventisca. Quiso decírselo a Arión. Quiso que se llevara aquella verdad dondequiera que fuese. Pero, de nuevo, era tarde.
-Estoy listo. - dijo su maestro.
Y Kali se lo llevó. Donde hacía un instante estaba el atlante, ahora no quedaba nada.
- ¿Adónde se lo han llevado…? - quiso preguntar al otro dios, el que lo había juzgado.
-Adondequiera que Kali lleve a los pecadores a los que castiga - respondió él.
Aquello no era ninguna respuesta. No para ella. Aunque hubiera sabido dónde estaba, no creía que se tratara de la clase de lugar al que pudiese llegar.
- Ésto es una puta mierda... Salgamos de aquí.
Tal vez Elissa hubiera escogido palabras distintas, pero el sentimiento era el mismo. Quería que aquella pesadilla terminase. Quería volver a casa. Quería estar sola. Quería llorar a su segundo padre como él merecía, y después sentirse estúpida y odiarse por haber llegado a apreciar así a un hombre que la había arrancado de su hogar.
No se molestó en enjugarse los ojos mientras Tynan devolvía a los guardias chacal a la normalidad. Sentía algo demasiado cercano al resentimiento. Ella hubiera podido hacer lo mismo, en nombre de Arión. El atlante le había revelado la manera de invertir el cambio poco antes de acudir al encuentro de su destino. Pero Tynan había juzgado a su maestro usando una medida que sólo admitía los agravantes, no los atenuantes. Las dudas, los momentos de vacilación; nada de aquello había alcanzado la balanza. Le habían exigido la perfección y, para Elissa, ni siquiera los dioses eran perfectos.
Cuando llegara el momento, se despediría de Atlantis, sabiendo que pronto volvería a su sepultura bajo las aguas. No pudo evitar preguntarse si podría olvidar lo sucedido allí con la misma facilidad.

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Arion había sido derrotado. Su mente estaba abatida y confusa por lo sucedido, y su cuerpo se había quedado sin fuerzas, ni siquiera podía levantarse del suelo. La oscuridad y la corrupción de su alma seguían saliendo de su pecho hasta dejarle completamente puro y liberado. Pero ahora, esa pureza y esa bondad de corazón con la que había nacido, no le iba a servir de nada para cambiar su infortunado destino.

Al lado de su maestro, Dalae contemplaba con dolor el desastroso estado en el que se encontraba el hombre al que amaba, pero sin dejar apenas que sus propios sentimientos la delataran, como si llevara puesta una máscara fina y dura como el hielo. Loki se sorprendió cuando su aprendiz le apremió para marcharse de allí, seguramente para no terminar de desmoronarse delante del resto de espectadores.

¿No quieres despedirte?— preguntó Loki con cierta travesura en la voz. Sabía que algo sucedía entre la hechicera de hielo y el mago Atlante, pero necesitaba escucharlo de sus labios. Que su misión no fue tan solo un encuentro casual. Que aquellos días que pasaron juntos significaron algo más… pero no quería creerlo, al menos no todavía. Pero si que admitía la existencia de una pequeña posibilidad de que Dalae sintiera un cierto afecto por Arión… y a Loki le ponía muy nervioso no ser capaz de controlar las marionetas que danzaban a su alrededor. Sobretodo si se trataba de su preciada aprendiz, un peón importante en su larga partida de ajedrez.

Brunilda pareció tener otra idea diferente a la del resto. Para la Valquiria, acostumbrada a viajar entre los mundos contrapuestos que eran la vida y la muerte, era natural brindar la paz del alma ensartando la espada en cuerpos ajenos, en este caso el del mago. Loki no pensaba impedirlo, ni siquiera se le pasó por la cabeza. Él ya había cumplido con su cometido y dejaría que el resto se encargara de detener a la mujer si se daba el caso. Además, era una buena manera de observar la reacción de Dalae frente al intento de asesinato de Ahri’ Ahn. Quizás así, la hechicera le diera alguna pista más sobre sus verdaderos sentimientos con el Atlante…

Pero John y el Ghost Rider aparecieron de improvisto para detener a la guerrera Asgardiana. A pesar de su discurso, Brunilda no logró transmitir al resto de sus compañeros lo que significaba para ella la liberación del alma, que sufría por estar atada al mundo material. Y es que aunque ella sintiera que la muerte era una amiga más, el resto de los presenten la temían con todas sus fuerzas. El mismo Loki luchaba día y noche para atrasar lo máximo posible el momento de su muerte y alargar hasta el infinito el hilo de su destino. Incluso cuando había dejado atrás a su antiguo cuerpo de Jotun, Loki había sido capaz de reencarnarse y recuperar sus recuerdos para continuar con su misión y coronarse en un mundo de caos y oscuridad.  

El inglés aprovechó aquel momento para acercarse discretamente al dios de las mentiras y susurrarle en voz baja:

- Me importa una mierda para qué la quieres. Tan solo pon el tiempo en su sitio y a nosotros en él, y todos tan contentos.

Mide tus palabras, John Constantine. Dudo que alguien como tu comprenda lo que es una gema del infinito, y menos aún que sepa usarla. —dijo acentuando su sonrisa—. Soy el único de los presentes con el suficiente poder mágico para controlarla… así que no te conviene convertirte en mi enemigo…

Interrumpió la conversación la gran aparición de Hellboy, que llegó convertido en un hermoso y esplendoroso ángel. Su aura hacía tanto daño a la vista, que Loki simplemente apartó la mirada para dirigirla de nuevo al abatido Ari’Ahn que luchaba por ponerse de pie, ayudado por la misteriosa griega del vestido azul.

De pronto, el espléndido regreso de Hellboy quedó anulado por la divina presencia de Tynan, el dios del equilibrio al que habían liberado horas atrás, y que había permitido a Loki recuperar su cuerpo y su magia para poder derrotar a Arión. Como era de esperar, los dioses de los dioses se creían poseedores del conocimiento verdadero y jueces de los demás seres vivos. Empezó a enumerar uno por uno los delitos cometidos por el mago Atlante y rápidamente dictó una sentencia que el joven Arión aceptó sin más dilación.

El cielo se oscureció dando paso a la figura azulada de la diosa Khali, deseosa de tomar al mago como prisionero y saciar sus ansias de venganza. Tras conocer cual era su inevitable destino, los dioses permitieron a Arión dirigir unas últimas palabras a los testigos de su condena.

No hubo ninguna despedida para Loki. Ni palabras buenas ni palabras malas, nada. Únicamente un intenso contacto visual que duró escasos segundos. ¿Así es cómo le agradecía lo que había hecho por él? Pensó Loki. Después de haber tenido que aguantar la mitad del tortuoso viaje siendo un estúpido niño para luego volver a pasar por segunda vez la dolorosa experiencia de extinguir a esa inocente alma dentro de sí mismo.

Podría haber terminado con la vida de Ahri’ Ahn si se lo hubiera propuesto, en vez de traspasarle únicamente con la Espada de la Verdad. Le hubiera gustado deleitarse mirando el cuerpo de Arión retorcerse ante uno de sus rayos negativos. Pero también se hubiera ganado la enemistad (aún más) del resto de sus compañeros. Posiblemente, Hellboy, Brunilda y el Ghost Rider se hubieran abalanzado sobre él para detenerle. Ya conocía muy bien sus miradas de desprecio, y podría apostar a que más de una vez, habrían imaginado en el interior de esas cabecitas huecas suyas mil maneras diferentes de estrangularle. Y quizás lo que más temía era la reacción de su aprendiz Dalae si cometía aquella atrocidad. Como mínimo dejaría de hablarle para siempre.

De la manera en la que Loki veía las situación, Arión tenía que haberle agradecido su ayuda. Y es que la indiferencia era algo que el embaucador no soportaba, y pensó que al menos se merecía una dedicatoria. Así pues, para provocar que el mago, el príncipe Asgardiano decidió despedirse de él.

A pesar de todo has tenido suerte, Atlante. Mientras sigas vivo, los castigos no durarán para siempre...— explicó, pensando inevitablemente en las diferentes torturas a las que fue sometido por su padre, de las cuales conseguía escapar de una manera u otra tarde o temprano. Un escalofrío le recorrió cuando recordó la sensación del veneno de la víbora quemando su rostro lentamente, una y otra vez, y otra vez, y otra vez...

Pero a pesar de mostrarse molesto por la actitud del Atlante, Loki no se divirtió viendo su desgraciado destino. Por primera y única vez sintió lástima. Quizás fuera tan solo un pensamiento fugaz, pero en aquel instante, el dios de las mentiras se había visto a sí mismo en la piel de Arión. Algún día, él también sería juzgado por los dioses de los dioses Asgardianos, y quizás no tuviera la misma suerte. Quizás esa vez no podría engañarlos y escapar como hacía siempre. Y es que a pesar de las incontables veces que había conseguido escapar a la muerte, algún día esta le alcanzaría, y para él no habría lugar alguno en el Valhala…

- Usa esa gema para restablecer el tiempo, asgardiano -dijo Tynan con su voz profunda-. Yo me ocuparé de deshacer las aberraciones de Arión.

El dios Atlante terminó con el sufrimiento de los hombres con cabeza de animal devolviéndolos rápidamente a la normalidad. El cuento parecía terminar con un final feliz para todos, a pesar de que no había ninguno para el pobre y desdichado Ahri’ Ahn, que debía pagar por sus pecados haciendo penitencia en un tortuoso infierno Deva.

En cuanto Tynan, Kali y Arión desaparecieron sin dejar rastro, Loki esbozó una sonrisa traviesa que no auguraba nada bueno. Escuchó los gritos de entusiasmo de los siervos de la ciudadela, los vítores y bendiciones de todos aquellos a los que habían salvado... y no sintió nada. No había nada en este mundo que consiguiera agitar su podrido corazón. Él no era ningún héroe y nunca lo sería. Sabía por experiencia que por mucho que intentara luchar contra su destino como villano, sus buenas acciones se volverían en su contra y terminaría siendo el malo de la película de todas formas.

¿Por qué llevarles a todos a casa, entonces? Disfrutó con la idea de usar la poderosa gema del infinito en su propio beneficio. Hacer y deshacer como quisiera los hilos del tiempo que tejían un enorme e infinito tapiz... Era una gran oportunidad que aprovecharía para terminar con la vida de sus enemigos. Hellboy y Constantine le eran muy molestos, y se ahorraría muchos problemas en el futuro si conseguía deshacerse de ellos ahora. Pero el que más le preocupaba era el Ghost Rider. La sola idea de pensar en que era una marioneta de Mephisto le revolvía las entrañas. Odiaba profundamente a ese repugnante demonio, podria decirse que igualaba en odio y rencor a lo que sentía por Thor y Odín. Le encantaba la idea de poder darle una lección allí mismo… ¿Quién se lo iba a impedir?

Hazlo.

Y la gema del tiempo empezó a brillar con una intensa luz naranja. Sus finos dedos la acariciaron mientras se relamía pensando intensamente en su deseo.

No lo hagas.

La ciudadela tembló. La hermosa construcción Atlante se tambaleó hasta que las columnas, las cúpulas y las paredes de mármol empezaron a desmoronarse estrepitosamente. Los jardines y el resto de la vegetación se hundían lentamente en las turbulentas aguas... Atlantis empezó a hundirse bajo el mar.

Loki aprovechó ese instante de confusión en el que sus compañeros luchaban por mantenerse derechos ante el temblor del suelo, para lanzar un rayo de energía negativa que catapultó a Johnny Blaze hasta el otro lado de la muralla.

Antes de que nadie más pudiera reaccionar, el cuerpo del dios de las mentiras se dividió en tres Lokis exactamente iguales, que corrieron en dirección a Brunilda, Dalae y el moribundo Arturo que yacía en la base de la muralla. Cuando una de las perfectas copias del embaucador tocó a la valquiria, ésta la envió de vuelta a Nueva York y la colocó concrétamente en mitad de la quinta avenida. La segunda copia tocó a Arturo, y la teletransportó al sofá de su despacho de la agencia X Files New York, de casos paranormales. Y por último, el verdadero Loki agarró la mano de Dalae y en un parpadeo aparecieron en mitad de la nieve francesa, en el Mont Blanc, justo el mismo lugar donde habían empezado su aventura.

Allí les esperaba un Clint Barton inconsciente, que no se había enterado ni de la mitad de lo que había pasado, porqué posiblemente se había convertido en un homo sapiens sin conciencia.

El embaucador cargó el cuerpo del arquero sobre su espalda y miró a Dalae con suma seriedad.

Nos vamos a casa.

El destino de Johnny Blaze y su compañero Deadpool fue incierto. Pero al menos, Hellboy y Elissa consiguieron escapar con vida gracias a la magia de su compañero Constantine, que creó un portal directo a Nueva York.

Y lo que había sido una ciudad de paz y ensueño… ahora no era más que otro reino perdido en ruinas por el inevitable curso del tiempo...

FIN DEL TEMA

FDI: ¡Siento mucho el retraso! Aquí tenéis el final. Me lo he pasado genial en este tema, muchas gracias a todos y a la super user de Arión que se lo ha currado un montón Very Happy

He visto que este es el último tema en la cronología de Johnny Blaze y de Deadpool, así que podría interpretarse que no se les vuelve a ver desde entonces.

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