[Minievento WWD] La magia del corazón - Prólogo (Dalae, Loki) [18-04-2019]

-A veces, casi me da la sensación de que te preocupas por el destino de Midgard.-Musitó Raden, sin siquiera abrir los ojos. Estaba tumbado en el suelo de piedra, a los pies de la cama de sábanas verde oscuro que presidía la habitación. Su enorme cuerpo estaba ligeramente curvado, acomodando en su costado el de la asgardiana con la que hablaba. O con la que intentaba hablar, más bien. Dalae tardó unos segundos en responder, el tiempo necesario para acabar de leer los primeros párrafos del periódico que había tomado prestado en su última visita al Mundo Medio. -No me preocupo… Sólo quiero saber qué está pasando, nada más.-Era mentira, por supuesto. Había acabado cogiendo cierto cariño a esa esfera de barro y agua, a ese pequeño planeta al que pertenecían las pocas personas que le importaban y que no vivían en Niflheim. Y que, inexplicablemente, se había visto asediado sin previo aviso.

No lo entendía. No podía entender qué querían los demonios de la Tierra. ¿Almas? ¿Ampliar su influencia? Sonaba posible, pero… Eso no explicaba cómo habían logrado aliarse: Hasta donde ella sabía, prácticamente todos ellos se odiaban entre sí casi tanto como odiaban a los mortales. Y, además… ¿Por qué centrarse tanto en Midgard? A menos que estuvieran buscando algo en concreto, era absurdo tratar de conquistar un mundo lleno de héroes cuando había lugares infinitamente menos defendidos. ”-Aunque, por otra parte… No les han supuesto muchos problemas.”

Era esa la noticia que ocupaba la primera plana, y el motivo por el que había cogido ese periódico nada más verlo. La verdad, Dalae había esperado que la Liga de la Justicia pusiera un poco más de resistencia. Que hubieran logrado salvar Midgard, incluso. Pero no: En lugar de eso, habían caído a manos de Trigon, un demonio del que apenas había oído hablar hasta ese momento. Una decepción así… Casi parecía propia de un héroe asgardiano. Sigurd estaría orgulloso. ”-Espero que haya midgardianos que lo puedan hacer mejor.”-Pensó, pasando las páginas hasta toparse con una noticia en particular.  

-Te noto tensa, para no estar preocupada.-Dalae ni siquiera escuchó ese comentario, entretenida como estaba leyendo la información que los periodistas habían podido sacar a una de los testigos. Había pasado el suficiente tiempo involucrada con el submundo mágico de Midgard como para que un incendio en un museo de artefactos le llamara la atención… Pero no era eso lo que la había hecho parpadear varias veces, preguntándose si había leído bien. ”-... Vestido de azul oscuro, con el pelo largo...”-Solo se le venía una cosa a la cabeza, por muy imposible que fuera. Arión… ¿Realmente habría logrado escapar? ¿O sería otra trampa tendida por Garn? Desde luego, un incendio y un duelo contra dos de los magos más poderosos de Midgard sonaba como algo que haría él… Y no sería la primera vez que tomara la apariencia de Arión para hacer daño a otros, por desgracia. Sí, tenía sentido. Pero, a pesar de todo… ¿Y si era cierto? Una parte de ella quería creer que era cierto.

-La chica se mantiene informada… Bien. Eso facilita mucho las cosas.-Estaba a punto de decirle a Raden que iban a volver a Midgard para investigar, cuando una voz masculina intervino de improviso. Eso sobresaltó a Dalae, quien se giró en dirección a la puerta y tomó su báculo en el mismo movimiento. Porque esa voz… -... Doctor Strange.

El Hechicero Supremo en persona. Dalae no tenía ni la menor idea de qué querría, pero desde luego, su presencia no resultaba tranquilizadora en absoluto. No sólo por el hecho de que estuviera en Niflheim, un lugar en principio seguro; sino porque, de todas las salas que había en ese castillo, había elegido aparecer en su habitación en lugar de ir a hablar directamente con Loki o Hela, como sería lógico. Y ese detalle no le gustaba. - Dalae, ¿verdad? Te recuerdo de la reunión que tuvimos en enero. Si estás al día de las noticias en la Tierra ya sabrás que tenemos asuntos importantes que discutir.-Los ojos de la chica y el espíritu se estrecharon a la vez, cargados de sospecha. No era habitual que una figura tan importante en el mundo mágico se interesara por ella, al fin y al cabo. Y menos para discutir “asuntos importantes”. Eso sólo podía significar dos cosas: O bien quería que ayudara a resolver el problema, o bien creía que de alguna forma estaba involucrada. Puede que ambas.

Así que se mantuvo en silencio, a la espera de una explicación que no parecía llegar nunca. En lugar de eso, el hombre de la capa roja le dio la espalda y empezó a moverse por su habitación, casi como si buscara algo. Era una situación incómoda, desde luego, pero ideal para hacer lo más razonable que se le ocurría en esa situación: Llamar a Loki a través del anillo, e incorporarse poco a poco, preparándose para reaccionar en cuanto el intruso dejara de deambular por ahí. No le gustaba su aspecto… Más allá de su desconfianza habitual por los magos más poderosos que ella misma, es decir. Las veces que había visto a Strange eran más bien escasas, pero sabía que era un hombre solemne y sereno, alguien a quien se le podía confiar el equilibrio del mundo mágico.

Sin embargo, lo que tenía delante era un apenas disimulado manojo de nervios.

Un manojo de nervios que se giró súbitamente, y con un gesto, arrancó el medallón de su cuello, haciéndolo volar hasta él a pesar de que la asgardiana intentó atraparlo con la mano antes. Separándolo de ella por primera vez en mucho tiempo, haciéndole daño en el cuello con un ademán casi casual. -Polvo de dragón. Arión. Esto era de él. Y percibo también otras muchas cosas cargadas con su energía en ésta habitación...-La sorpresa duró aproximadamente dos segundos, antes de dar paso a la ira. Porque Dalae sabía lo que iba a continuación. Se sabía la acusación de memoria, porque la escuchaba todos los días en su cabeza. Pero, aún así, no estaba dispuesta a oírla en labios de otra persona. -¿Qué le has hecho, mujer? ¿Dónde está?

-No...-El resto de sus palabras murieron antes de formarse, sofocadas en el fondo de su garganta por unas manos que ni siquiera estaban ahí. Dalae solo pudo componer un jadeo ahogado, llevándose las manos al cuello mientras su mente trabajaba a toda velocidad. Loki no tardaría en llegar… Pero eso no le servía de nada si Strange la mataba antes.

-Ung...-… Ni si era el Hechicero Supremo el que moría, bien pensado. No parecía faltar tanto para ese momento, a juzgar por lo débil que estaba. -Arión... ¿Dónde está? Es necesario que me digas lo que ha sido de él, ¡de lo contrario, el mundo perecerá!-Tan pronto como alzara la cabeza, Strange se encontraría la cabeza de dragón que coronaba el báculo de Raden a escasos centímetros de su cara. Dalae se había movido rápido, y había aprovechado esa bajada de guardia para recuperarse y ganar el control de la situación. -Creo que prefiero hacer yo las preguntas, Strange. ¿Era realmente Arión el mago al que te enfrentaste en el museo de Nueva York? ¿Y por qué el mundo depende de él ahora?

Había preguntado qué le había hecho… Eso prácticamente confirmaba que a quien habían visto era a Garn, ya que la maldición de cambio de alineamiento había sido disuelta hacía tiempo, y Arión nunca haría algo que creara esa reacción por parte de los héroes por su propia voluntad. Aunque, sin embargo… Era posible que Strange y Fate no lo hubieran visto hacer nada malvado, y que la causa del conflicto fuera otra cosa. Quizás solo estuviera investigando su desaparición súbita después de la pelea. ”-Eres demasiado optimista, niña. Concéntrate.”

El comentario de Raden recibió tan sólo un leve gruñido como respuesta. Tenía razón. -La última vez que vi a Arión, estaba siendo arrastrado al infierno por la diosa Kali. No tenía conocimiento de que hubiera logrado escapar, y no sé lo que ha ocurrido.-Su tono de voz casi logró convencerla de que no le importaba. Casi. Sin embargo, sus verdaderos sentimientos se vieron traicionados cuando, sin dejar de apuntar al midgardiano con su báculo, alargó la mano para recuperar de un tirón el collar. -Pierdes el tiempo aquí, Strange.

Habían fracasado. Karnilla se había hecho con el control del planeta Asgard y lo había arrasado todo. Los pueblos, los campos, los bosques… el fuego de los demonios había engullido cualquier atisbo de vida de aquel que había sido su hogar, hacía mucho mucho tiempo atrás…

Sólo había quedado en pie la ciudad de Asgard, que pese a los intentos de destrozarla con el poder del Mijolnir de Thor, seguía rodeada por la impenetrable barrera mágica de Odín. El hogar de los Asgardianos era como una jaula dorada en cuyo centro se encontraba el Padre de Todos, el mismo que había dejado morir a su pueblo y le negaba su protección. Observando desde su trono de oro y con su único ojo, el fracaso de sus hijos. Balder, Thor y Loki fueron los verdaderos testigos de su crueldad, y ahora, la llama de la venganza se había encendido en lo más profundo de sus corazones. Era una verdad innegable: su padre les había abandonado.

Miles de civiles habían muerto durante la masacre demoníaca, y también habían perdido a Brunilda por el camino, su gran amiga y la más valerosa de las Valquirias. Su muerte había significado un duro golpe para todos ellos. Una brecha en la conciencia de los que fueron espectadores de su muerte. Un recordatorio de que ni siquiera los Asgardianos eran invencibles. Eran débiles y falibles, como el resto de mortales. Y aquella guerra les venía muy grande.

Y de pronto, recordó aquella voz familiar, como un susurro, que llamaba una y otra vez su nombre.

...Loki...Loki...Loki...

Una voz que no tenía ningún sentido para él que estuviera en aquel lugar y en aquel tiempo.

Exaltado por los recientes acontecimientos, Loki lanzó de pronto el tablero de ajedrez al suelo en un arrebato de rabia. Las figuras blancas y negras cayeron por el borde de la mesa y repiquetearon en las baldosas de mármol, provocando un pequeño estruendo que hubiera alertado a cualquiera que rondara por el castillo de Hela. No entendía nada. No lo entendía. Ya no le encontraba sentido a su guerra.  

De nuevo, la situación de hacía un año se había vuelto a repetir, pero con un desenlace totalmente diferente. Había dejado vivir a Thor. La vida de aquel vulnerable chiquillo había caído en sus garras y en vez de aplastarlo, lo había protegido de Karnilla y sus demonios. Podía haberle dejado morir allí mismo, podía haber propiciado un desagradable destino para el tronador, y habérselo quitado de encima para siempre. Un problema menos en el que pensar cuando invadiera Asgard con su ejército de muertos.

Pero una sensación de pánico y culpabilidad le había paralizado. “Cuida a Thor” le dijo la Valquiria antes de morir. ¿Desde cuándo le importaban las vidas de los demás? ¿Desde cuándo se había vuelto tan débil? Loki era de los que pensaban que el fin justificaba los medios, y que no importaba a cuántos debía sacrificar por el camino con tal de sentarse en el trono de Asgard. Pero sus pensamientos se contradecían continuamente con sus actos. Una y otra vez. Desde que había aterrizado en Omega, sentía que algo había cambiado en su interior. Su venganza había ido perdiendo fuelle poco a poco, a medida que se frustraban sus planes y se acostumbraba a su nueva vida en el palacio de la reina de los muertos. Ya no estaba solo, había compartido recuerdos con sus allegados; Dalae, Clint, Leah… y ahora iba a formar una alianza con Thor, Balder y el resto de héroes Asgardianos para invadir Asgard y derrocar a Odín. ¿Es que aquello tenía algún sentido? ¿Cómo iba a unir fuerzas con los que siempre habían sido sus enemigos? Con el hermano que había intentado destruir tantas veces dentro del bucle vertiginoso de muerte y resurrección del que eran esclavos.

De pronto, una de las figuras de ajedrez que descansaba en el suelo, empezó a deshacerse en cenizas. Antes de que se convirtiera en polvo, Loki logró reconocer de quién se trataba. Era Tala, la hechicera que había firmado un contrato con él para ayudarle a enfrentarse a sus enemigos, y que había huido despavorida durante el combate contra Karnilla. Esa mujer, acababa de encontrar su propio destino en manos de Hela. Tenía que haberlo pensado antes, pues la muerte era la consecuencia de romper un contrato con Loki…

Los ojos esmeralda del embaucador se abrieron de par en par cuando escuchó la llamada de Dalae. No era normal que usara los poderes del anillo cuando ambos Asgardianos se encontraban en Niflheim, así que se teletransportó al instante en cuando percibió que algo no andaba bien. En efecto, no esperaba encontrarse al Doctor Extraño siendo apuntado por la vara de su aprendiz. Loki se colocó detrás de Stephen, y justo en el lado opuesto de Dalae. En sus manos aparecieron automáticamente dos dagas de origen mágico. Estaba dispuesto a lanzarlas contra el Hechicero Supremo si daba tan solo un paso en falso.

—¿Cómo nos has encontrado, Extraño? ¿Qué es lo que quieres?—  Loki frunció el ceño, estaba muy enfadado. Las alarmas de su preciado castillo de almas en pena no habían dado la voz de alarma en cuanto el intruso puso un pie en Niflheim — No eres bienvenido aquí. Dame un motivo para cabrearme y te recordaré por qué fui una vez el Hechicero Supremo...

Quizás en otro momento eso le hubiera resultado satisfactorio. Enfrentarse a un enemigo superior, y aún así vencerlo, era uno de los muchos ideales que había aprendido desde pequeña. La habían educado para eso, al fin y al cabo: Para no tener miedo, y buscar su victoria y la de los suyos por encima de todas las cosas. Pero, a pesar de todo… No había más que aguda desconfianza en sus ojos azules cuando el Hechicero Supremo empezó a explicarse. -No sé cuánto sabes de la historia del mago atlante, pero deduzco que no la sabes toda. El hombre de azul era Mordru, el hechicero que actualmente posee su cuerpo.

”-Lo suficiente para engañarle a él mismo.”-Pensó la bruja de hielo, amarga. No sabía quién era Mordru, pero fuera quien fuera, no podía estar haciendo nada bueno. ¿Tendría que ocuparse también de eso? No le gustaba tener tantos frentes abiertos, pero últimamente, parecía que no tenía más remedio. -El infierno... Entonces estamos perdidos. O quizás no...-La mano de la chica se cerró con algo más de fuerza en torno al amuleto. A pesar de que en principio el mago estaba completamente sometido, se sentía observada por él, y no le gustaba. ¿Qué estaba maquinando? ¿Y quién era Mordru?

Sus preguntas tuvieron que esperar, sin embargo. Antes de que pudiera abrir la boca siquiera, una figura muy familiar se materializó en la habitación. A pesar de que ya no se sentía amenazada, Dalae se alegró de ver aparecer a su maestro: El mero hecho de saber que la escuchaba y que estaba dispuesto a aparecer en cuestión de segundos de ser necesario la reconfortaba, a pesar de que su presencia también la inquietaba a menudo. -¿Cómo nos has encontrado, Extraño? ¿Qué es lo que quieres?-Loki solía dejar ver su ira a menudo. Ya fuera contra sus enemigos o contra sus aliados, era una de las pocas emociones que no se molestaba en ocultar… Y, de hecho, Dalae pensaba a veces que la utilizaba para enmascarar otras. La muerte de Brunilda y la destrucción del reino de Asgard a manos de los demonios no habían hecho más que confirmar su teoría.

Lejos de molestarse por la intervención del dios, el doctor Extraño pareció aceptar la derrota con deportividad, y comenzó a hablar. A hablar y a mirarla de reojo, como si Dalae fuera una parte importante del asunto que tenían entre manos… A pesar de que la mayor parte de su narración sucedía en otro mundo y en otro tiempo, con el que nada tenía que ver.

A decir verdad, se estaba empezando a impacientar. No porque lo que contaba Strange no fuera interesante, lo habría leído encantada en un libro, sino porque… Simplemente, no tenía ganas de quedarse hablando. De haber sido por ella, habría ido al infierno a buscar a Arión nada más cerrarse el portal que los había traído de Asgard. Pero estaba herida, y Loki apenas tenía energía para mantenerse en pie… Mucho menos para sanarla de manera que pudiera enfrentarse a lo que quiera que le esperara en el reino de Kali. Así que se habían visto obligados a permanecer en Niflheim, recuperándose poco a poco. Sin embargo, no había sido un secreto para nadie que la espera se estaba haciendo demasiado larga para Dalae, por mucho que procurara disimular. -¿Cómo acabó en el infierno y por qué?-En esa ocasión, Strange sí que esperaba una respuesta… Pero no la recibió. No por parte de la chica que le apuntaba con su bastón, por lo menos. Pero eso, en sí mismo, ya era una respuesta. A veces, un silencio podía valer más que mil palabras… Y esa era una de ellas. -A ti te importa, ¿verdad? Quizá no está todo perdido... Mis fuerzas han quedado mermadas después de la batalla, pero Loki es un hechicero poderoso. Con tu ayuda podríamos abrir un portal al infierno... Si estáis dispuestos a ayudarme a recuperarle.-Eso no ayudó. De hecho, casi podría decirse que empeoró las cosas para Dalae: No necesitaba amabilidad, no la merecía. Y menos de parte de alguien que acababa de intentar estrangularla. Así que, como la última vez que alguien le había ofrecido reunirse con Arión después de hacerle daño… La asgardiana no pudo evitar morder la mano que le ofrecía su ayuda. -El único interés que mi maestro tiene en Arión es que él quizás sea capaz de romper la barrera que rodea Asgard… Nada más.-Si Verity hubiera estado presente, le habrían entrado náuseas. -El hecho de que de él dependa la existencia de Midgard sólo hace su recuperación algo más urgente.-Musitó, mientras se ponía el collar de nuevo. El colgante se perdió debajo de los pliegues de su ropa, quedando encima del corazón. A pesar de que sonaba convincente, eran esos pequeños gestos los que la delataban, especialmente a ojos de alguien que la conocía bien. Alguien como Loki.

-Strange, no te puedes mantener en pie apenas. Debes de saber que, probablemente, morirás si entras en el infierno así. Aunque es cierto que a los héroes midgardianos esas cosas no les importan, al menos en mi experiencia.-Su expresión se endureció un poco. Quizás aún pudiera usarlo de distracción para salir de una situación complicada. Pero Loki… Era obvio que tenía que ir con él. Dalae sabía que no era lo suficientemente poderosa como para enfrentarse a todo un panteón, pero aún así, no podía evitar sentir cierta reticencia. No sólo porque no le gustara pedir ayuda, sino porque, además… Una parte de ella había empezado a ver a su maestro como una persona mucho más frágil de lo que creía hasta entonces. No le gustaba involucrarlo en un problema que ella había generado, no cuando él aún estaba recuperándose de sus propias heridas tanto físicas como emocionales. Lo justo sería que fuera sola… ”-... Pero lo justo no es siempre lo más inteligente, ¿verdad?”-El lobo bostezó, con un deje de diversión en sus pensamientos. No, no lo era. Pero Dalae estaba cansada de pensar solo en “lo más inteligente”.

”-Maestro.”-La voz de Dalae resonaría en la mente del dios, algo más baja que de costumbre. ”-No es necesario que te involucres… Arión y lo que sucedió con él es responsabilidad mía."-Realmente, no era cierto. El plan original para manipularlo había sido invención del dios de las mentiras… Pero Dalae había sido la que lo había aceptado y llevado a cabo. A pesar de que no lo hubiera planeado en primer lugar… Podría haberse negado en cualquier momento, y haber asumido las consecuencias sin que afectara a nadie más. Sin embargo, no se había dado cuenta de lo que realmente le estaba haciendo hasta que había sido demasiado tarde… Y eso sí que era culpa suya.

-Si estás dispuesto a guiarnos… Raden y yo viajaremos al infierno para encontrar a Arión.-El espectro alzó la cabeza al oír su nombre, molesto. Por supuesto, nadie le había preguntado su opinión en el asunto. -Pero realmente espero que no sea una trampa por tu parte, Strange… Ahora mismo, tienes enemigos mucho mayores que nosotros.

El hechicero supremo suspiró el nombre de Loki, y los ojos del embaucador se estrecharon, llenos de desprecio y antiguo rencor. Era típico del Doctor el hecho de poner en voz alta sus pensamientos, confundiendo al resto de oyentes con frases que solo tenían sentido en su cabeza. Pero aún era todavía más típico de él lo de ignorar totalmente a la gente de su alrededor y hacer siempre lo que le venía en gana. En este caso, invadir la base secreta del dios del caos y esperar que después le recibiera con los brazos abiertos y una taza de té.

Loki tuvo que contener durante varios segundos su primer impulso, para no lanzar sus dos cuchillos mágicos directamente al semblante imperturbable del humano. Le reventaba aquella actitud relajada, no lo soportaba. Le ponía de los nervios. Pero entablar una pelea en medio de la habitación de su pupila no hubiese sido una mejor idea. Tenía que tratar de relajarse a pesar de la intrusión, y reconsiderar la situación. Sería peligroso enfrentarse al hechicero supremo aún sabiendo que tenían las de ganar, además, debía preocuparse del estado de su base de operaciones. Tenía más miedo de la posible reacción pasivo-agresiva de Hela en cuanto descubriera que su castillo había quedado en ruinas por culpa de su ego, que cualquier otra cosa.

— No tenemos mucho tiempo, y es mucho lo que tengo que contar. Por lo general no habría pensado ni por un instante que podría contar con vosotros como aliados, pero situaciones desesperadas inducen a tomar medidas desesperadas, y algo me dice que puede ser la decisión correcta — comentó Extraño, como si se le acabara de ocurrir la idea más brillante del mundo.

— ¿Y quién te dice que queramos ayudarte? No has aparecido en el mejor momento, que digamos, ni siquiera te has presentado de la manera correcta como para que ahora creas que tienes pleno derecho para pedirnos ayuda...— chasqueó la lengua, todavía molesto con el comportamiento del humano.

— No sé quién es ese estúpido hechicero Mordru, ni me importa. — espetó el Asgardiano al ver que Extraño seguía con su discurso incansable. ¿Más poderoso señor del Caos? Ese título le pertenecía a él y no a ese extraño desconocido.

Pero como toda persona que quieren favores de Loki, sabe qué teclas tienen que usar para captar el interés del embaucador. Se trataba de la invasión demoníaca, que había resultado ser un evento molesto que le impedía alcanzar su camino de vuelta a Asgard. Ahora que Karnilla se había apoderado de su planeta natal, no iba a ser fácil volver a la ciudad dorada y reclamar el trono. Tampoco es que antes fuera más fácil, puesto que Odín seguía manteniendo en pie la barrera que impedía que sus hijos entraran y salieran de la ciudad. Pero ahora, todo se le había complicado y tenía más cosas de las que preocuparse. Lo que estaba ocurriendo en Midgard en aquellos momentos, la aparición de los poderosos reyes demonios, era sin duda una terrible pesadilla para todos. En especial, la de su odiado enemigo Mephisto, a quién todavía le tenía una jurada.

— Así que se trataba de eso… — susurró el dios, mientras su postura se relajaba y los cuchillos negros desaparecían, como por arte de magia. — Por eso parecían tan invencibles. No quieren mover su sucio trasero de sus preciados tronos para que los héroes se dividan y fracasen en un enfrentamiento individual.... — dedujo, y se llevó la mano izquierda al mentón. Estaba analizando, una a una, las palabras del Dr. Extraño, mientras su mente, ávida como una serpiente, iba trazando tantos planes como las ramas de un roble.

Loki recordaba a la perfección aquella curiosa reunión mágica en enero. Fue testigo de la batalla de egos mientras pasaba desapercibido bajo la apariencia del anciano Lygiherr. Su intención de aquel día fue la de analizar a cualquier posible futuro enemigo. Alguien que fuera lo suficientemente poderoso como para interponerse en sus planes. Ya que apenas conocía a los místicos del nuevo universo en colisión en el que acababa de aterrizar, y lo mejor era tener en cuenta todas las piezas del tablero con las que podía jugar antes de hacer un movimiento arriesgado. Prefería trabajar lento pero seguro. De mientras, se iría recuperando de sus heridas e iría realizando contratos para obtener más aliados de la tierra. Pero sus temores fueron desapareciendo cuando aquellos pretenciosos magos abrieron la boca, uno tras otro. Y el único que quizá podía haberle puesto entre la espada y la pared era Fate, que por suerte para el asgardiano, ahora ya estaba muerto.

— Arión es, posiblemente, la única persona en ésta dimensión que es capaz de crear éste prodigio, como ya hizo con el sol. Sin él, no podremos enfrentar el poder de los demonios.

Ya estábamos otra vez. Arión, Arión, Arión. Todo giraba entorno a Arión.

El orgullo del príncipe de la mentiras había sido herido. Las palabras del midgardiano hicieron que sus entrañas se retorcieran de la envidia. Loki, quién se creía el hechicero más poderoso de su universo, y que creía haber demostrado a todos su amplia superioridad frente Arión en la batalla de Atlantis, volvía a sentirse en segundo lugar. Como si de alguna forma, Arión fuera un invisible rival, otra especie de Thor, bueno y maravilloso, amigo de todos, al que todo el mundo ama.. pero que además domina las artes místicas.

Estaba cansado de que nadie le tomara en serio. De que los místicos de aquel estúpido mundo fusionado no se dieran cuenta de su enorme poder mágico y su gran dominio de hechizos. Estaba cansado de ser el segundo en todo. Cansado de escuchar la misma historia de siempre. Thor es el más poderoso, Arión es único en el mundo… ya comenzaba a hartarse del discurso repetitivo .

—¿Quieres que te explique lo que le ocurrió a Arión? —comentó con cierto rencor en su voz, pero rápidamente sus labios se torcieron en una sonrisa inquietante. — Pues verás, no fue difícil engañar a ese bobalicón. Presumía demasiado de tener un bondadoso corazón, pero que irónica es la vida… luego fue el más rápido en entregárselo al odio y la oscuridad. Fue realmente divertido ver cómo caída en picado. Se hubiera convertido en un villano excelente… si no hubiera tenido la estúpida idea de retroceder el estado del mundo a la época glacial. Así que tuve que pararle los pies. Y como no, se lo llevaron los demonios para castigarlo. Ahora está pagando por todos sus pecados...— Dada la poca información que parecía tener Extraño sobre lo ocurrido con Arión, a Loki le pareció que debía usar esa oportunidad para engañarle y sacar algo de provecho de la situación. Después de todo, el Hechicero Supremo no tenía ni la más remota idea de que Dalae y Loki ya planeaban una manera de rescatar al Atlante.

— Puedo hacer un portal al infierno cuando me apetezca… — dijo esta vez, destilando soberbia. Un ligero brillo travieso apareció en sus ojos cuando escuchó a Strange decir su nombre y la palabra “poderoso”, detrás de él. — Sin duda alguna os falta uno de los pilares para salvaguardar el equilibrio de la magia en el universo, la Mente, en concreto. Y ahora que ese Doctor Fate está muerto... yo soy vuestra mejor baza ahora mismo. — concluyó, como si verdaderamente estuviera dispuesto a ayudar en su labor. Después de todo, si se desequilibraba la magia del universo, sus hechizos también se verían afectados.

De pronto, Loki alzó la mano, interrumpiendo el discurso de Dalae, indicando a la joven que no se apresurara y le dejara terminar de hablar. No quería que Extraño notara la desesperación por salvar a Arión en los ojos de su pupila. El amor hacia ese hombre empezaba a cegarla, y eso le molestaba...

—”¡Silencio!”— ordenó el maestro a su aprendiz, en el momento en el que se comunicaron telepáticamente— “No voy a permitir que te marches sola con el Dr. Extraño.”

Entonces, el señor del caos y la oscuridad bajó de nuevo el brazo y esbozó una leve sonrisa, esta vez algo más amable. .

— ¿Pero por qué debería ayudarte a rescatar a Arión? — preguntó, con ironía, como si aquella arriesgada misión no fuera con él. — Poco me importa lo que hagan los demonios con él y lo que le pase a Midgard … — mintió otra vez, con intención de poner al debilitado mago del orden en un aprieto.— Así, pues... ¿Qué estarías dispuesto a ofrecerme a cambio de nuestra ayuda...?

Y por fin llegó la pregunta que tanto deseaba formular. Después de haber tanteado el terreno y llevado a Extraño a que tomara conclusiones equivocadas de la situación, esperaba que su talento como embaucador diera sus frutos. Si algo caracterizaba a Loki, es que nunca iba a hacer nada por nadie sin sacar antes provecho.