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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
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Mientras el mundo ardía en llamas envuelto en caos, una pequeña figura peluda de color negro corría con toda la velocidad que le permitían sus cuatro patitas a través de los conductos mágicos que comunicaban entre sí las dimensiones. Las diminutas garras se clavaban en la blanda superficie de unos túneles que recordaban demasiado a la textura de la carne humana, en su afán por avanzar lo más deprisa posible mientras el corazón golpeaba violentamente en su pecho. En su mente, una sola palabra se repetía de manera continuada, un nombre: Arión, Arión, Arión, Arión...
La criatura era un diablillo, una especie cuyos miembros, a pesar de ser demonios menores, no tenían por qué ser necesariamente malignos. Traviesos sí, indiscutiblemente, aficionados a las bromas, también, pero no eran malvados, ni sus bromas excesivamente perjudiciales, y de hecho, en el caso que nos ocupa, la criatura, que se llamaba Ghy, era el pequeño asistente de la Señora del Orden Jheryl, diosa de la Verdad y el Conocimiento del panteón atlante.
E incluso, durante una temporada nada desdeñable de unos cientos de miles de años había sido el espíritu familiar de un pequeño niño que había muerto sacrificándose por el bien de la humanidad. Su padre, Caculha, era por aquél entonces un renombrado Señor del Orden, y aunque había podido salvar el alma del niño, nada había podido hacer por su cuerpo, que había acabado destrozado. El alma del pequeño Homo Magi había sido salvaguardada en el interior de una gema en el corazón de una estrella, y Jheryl, apiadándose de su siervo y de la valerosa acción del niño, decidió enviarle a él para que pudiera hacerle compañía durante los largos milenios que transcurrieron hasta que su padre reunió el poder para traerlo de vuelta a la vida. Gracias a él, también, el tiempo había transcurrido de manera difusa para el joven mago, haciéndole creer que habían pasado menos de dos décadas cuando en realidad habían sido cien siglos Había sido la recompensa que la diosa había decidido otorgarles.
Después, Arión había sido devuelto a la tierra, perdiendo todos los recuerdos del tiempo que su alma había transcurrido en el limbo de aquella gema, y, ahora, 45.000 años después, se lo habían devuelto, pero en unas circunstancias infinitamente peores.
Lágrimas de verdadero dolor y tristeza corrían por las peludas mejillas ante el recuerdo de dichas circunstancias. Tenía que hacer algo. Arión y él habían estado muy unidos entonces, cuando era un alma sintiente en el corazón de una estrella, y habían pasado momentos muy buenos en el mágico entorno ilusorio que Jheryl había creado para su consciencia. Y ahora... ahora iba a perderlo en el mismo momento de encontrarlo. No podía ser... No... tenía que hacer algo. Podría tener el cuerpo de un hombre adulto y acumular varios siglos de experiencia a sus espaldas, pero para Ghy, Arión siempre sería un niño; el niño que jugaba con él y hacía de cómplice en sus travesuras. Tenía que haber algo que pudiera hacer, y aunque por sí mismo no tenía muchas opciones, sabía de alguien que, quizás, podría ayudarle. O eso deducía de los recuerdos del chico. No había llegado a verle, pues la sección del infierno en donde había sido encerrado quedaba muy lejos de su alcance, pero como su espíritu familiar, durante mucho tiempo habían compartido una misma consciencia, y ahora que el chico había llegado a su mismo plano de existencia, la conexión se había restaurado. Ghy tenía una idea bastante clara de lo que le estaban haciendo, y, también, conservaba sus recuerdos más recientes. En esos recuerdos recientes había una chica, su discípula: Elissa Stavridis.
Seguro que ella sabría qué hacer. Sí, seguro.
- Uhm... -se rascó la barbilla con una de sus patitas al llegar ante un cruce, meditando un momento antes de seguir por la derecha-. Éste camino... Creo que es éste camino. Por los dedos de Xhtal, el dichoso bar tiene que estar por alguna parte, pero cambia continuamente de localización y es jodidamente difícil de rastrear. Bueno, no importa, tengo que encontrarla, si no, tendremos que decirle adiosito a Arión, por no mencionar... el mundo tal y como lo conocemos... Y a mí me gusta mucho el mundo, sí señor, soy un gran fan del mundo, y de sus habitantes, y del jamón de Jabugo... ¡Xhtal! ¡Qué horrible sería la vida sin jamón de Jabugo! ¡Ajá! ¡Aquello parece la salida! -se regocijó al observar un pequeño círculo luminoso al final del túnel.
Rápidamente se arrojó a la sección iluminada sólo para acabar repentinamente cubierto de agua. Con agitadas brazadas subió y subió y subió hasta que sus pezuñas rasparon la superficie tersa y brillante de un inodoro.
- Cof, cof -tosió, escupiendo agua. Arañando y agarrándose donde podía, se incorporó hasta salir fuera y se inclinó, apoyando las manos sobre las rodillas para seguir tosiendo-: ¡Cof, cof, cof, cof! ¡Ag!
Como si fuera un perro, se sacudió de la cabeza a los pies para expulsar las gotitas brillantes de agua, quedándose momentáneamente con el pelo erizado. De ésta guisa estaba cuando reparó en la presencia de una mujer joven observándole a través de la puerta abierta del reservado del baño.
- ¡Hey! -exclamó, señalándola con una sonrisa de oreja a oreja que intentaba ser amigable y fracasaba estrepitosamente al dejar al descubierto una formidable hilera de afiladísimos y enormes colmillos-. ¡Yo te conozco! ¡Tú eres Elissa, la discípula de mi chico, Arión!
Por alguna razón que no alcanzaba a comprender del todo, aquel bar se había convertido en su refugio. Sus pies la conducían allí una y otra vez cuando necesitaba estar sola y pensar. Una decisión lógica, al fin y al cabo, teniendo en cuenta que el piso de las Stavridis nunca estaba vacío y que Elissa se negaba a encerrarse en su despacho, principalmente porque había un cartel con su nombre escrito en la puerta. La necesidad de estar sola era muy parecida a la necesidad de desaparecer y, tras sus últimos días en Arkham y el Helicarrier, lo que menos necesitaba era estar localizable.
Y había otra cosa. Esa sensación de quietud acentuada que se genera en un sitio que habitualmente hierve de actividad y bullicio. Tras un altercado que había tenido lugar en ausencia de Elissa y una llamada apresurada de John hablando de demonios, el Oblivion había quedado vacío y las puertas dimensionales se habían cerrado temporalmente. A Lissa le recordaba a la noche en la que había conocido a Arión. Se acodaba en la misma mesa en la que se había sentado en aquel momento, en un Oblivion igual de silencioso que en aquel momento, con la cabeza llena de preocupaciones... como en aquel momento.
Drago no había vuelto a llamar. No sabía nada de Elysia. Cédric estaba suelto y en paradero desconocido. Había una invasión demoníaca en curso, y John estaba ocupado. Aquello le iba grande. Se sentía muy, muy perdida. ¿Qué podía hacer ella para...?
Un golpe y el sonido de un zambullido la sacaron bruscamente de sus pensamientos, haciendo que sus latidos se dispararan y su corazón trepara hasta su garganta. ¿Qué diablos había sido eso? Nada, se dijo. Estás sobrerreaccionando. Se había creído sola y a salvo en aquel sitio, y se había puesto a pensar en demonios y en asesinos, y ahora se asustaba por cualquier tontería. Los portales estaban cerrados, el bar estaba cerrado, y ella estaba siendo una pusilánime.
Le pareció oír otro sonido, somo si alguien... tosiera. Desde luego, la ansiedad podía conjurar cosas muy raras en la mente de alguien. Claro que estaba sola. Afortunadamente para Elissa, su parte lógica había recobrado el control, y estaba alzando mucho la voz. No oyó la vocecita que la contradecía decir: También pensabas que estabas sola cuando un atlante de hace miles de años se apareció delante de ti, en este mismo bar, ¿recuerdas?.
Con el pulso aún en los oídos, Elissa se obligó a levantarse de la silla. El ruido había venido del baño. Lo más probable, insistió la parte lógica, era que fuera un problema de fontanería. Que se hubiera roto la cadena, o alguna cosa parecida. Cogió aliento y caminó hacia el lavabo y, por el camino, cogió una de las fregonas que descansaban tras la barra del Oblivion. Se dijo a ella misma que era para enfrentarse al charco que la esperaba al otro lado; pero lo cierto es que la aferró como si se tratara de un arma de asta.
La puerta estaba entreabierta. Contuvo la respiración, y la abrió con el pie.
Y contempló sacudirse al perro más raro que había visto en su vida (y podía decirlo, porque vivía con un perro de papel). Sólo que el perro no era un perro, porque tenía manos y pies y dos largas hileras de dientes, todos afilados. Y, porque por Zeus bendito, aquella cosa la señaló con el dedo, y habló.
- ¡Hey! -exclamó- ¡Yo te conozco!
Elissa se tenía por una persona tranquila y poco impresionable. Tendría que haber abordado la situación con calma. Con sangre fría. Pero lo que hizo fue emitir un agudo grito de pánico, retroceder y enarbolar la fregona como un guerrero hoplita. Bueno, a ella le hubiera gustado hacerlo como un guerrero hoplita.
Quiso responder que, al contrario que él, ella no tenía el gusto de conocer a aquel ser, y que quería continuar sin conocerlo, pero su voz había decidido abandonarla y, en cambio, la criatura que había salido del váter tenía algo más que decir.
-¡Tú eres Elissa, la discípula de mi chico, Arión!
La frase resultó igual de contundente que un golpe de fregona dado a tiempo. Elissa palideció aún más si cabe, y sus ojos se abrieron completamente de la impresión.
- ¿Cómo sabes que...? ¿¡Quién eres tú!? - respondió ella, con la voz temblorosa y sin bajar un ápice su arma improvisada.
Hasta donde ella sabía, Arión estaba cumpliendo condena en el infierno. Y nunca le había hablado de... eso, fuera lo que fuera. Por todos los dioses, ¿en qué la había metido ahora el atlante?
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El demonillo cerró la tapa del váter y se sentó encima como lo haría un mono, con las patas traseras flexionadas y la columna erguida.
- Oh, por favor, ¿puedes parar ya el drama y bajar la fregona? No creerás de verdad que un tipo majo y simpático como yo podría hacerte daño, ¿verdad? ¡Mira mi sonrisa! -señaló la ristra de amenazadores colmillos que tenía por sonrisa como si realmente creyera que podía contribuir en algo a paliar el temor de la hechicera-. Me llamo Ghy. ¡Hola! -dijo alzando el brazo a modo de saludo.
- Respecto a cómo lo sé, es una historia muy larga. Ésto es un bar, ¿no? -inquirió descendiendo del váter con la actitud olisqueante de un gato-. Ya podrías sacarme un platito de aceitunas, o unos frutos secos o algo, hija. Debes de ser la peor anfitriona del mundo. Tengo bastante sed, ¿sabes? Para tu información, no es que tengan barra libre de mojitos en el infierno, precisamente, y he tenido que correr mucho para encontrarte.
Mientras hablaba, fue saliendo del baño para adentrarse en el bar y trepó hasta subirse a uno de los taburetes de la barra, con el rabo enroscado en torno a las patas del mismo. Esperó hasta que Elissa le hubiera puesto algo de beber y de picar antes de proseguir con su explicación.
- Soy un diablillo -dijo llevándose una garrita minúscula al pecho peludo antes de pinchar una aceituna con la uña y llevársela a la boca-. Pero no tienes que preocuparte, no soy como esos demonios grandes y malos que están por ahí sueltos estos días. Yo soy más bien del tipo juguetón. Me gusta hacer bromas, eso es todo. Los magos poderosos suelen tenernos como espíritus familiares. Imagino que estás familiarizada con ése término considerando que tú misma eres maga, ¿no?
Adoptó pose de profesor antes de dar una clase magistral.
- Pues bien, yo era el asistente de la Señora del Orden Jheryl, diosa de la Verdad y el Conocimiento en el panteón atlante. Si Arión te ha contado su historia, recordarás que hace 145.000 años se sacrificó para salvar la Tierra de la hecatombe que estaba a punto de provocar su madre, Majistra. Su padre no pudo evitar la destrucción de su cuerpo, pero si la de su alma, que acabó encerrada en el interior de una gema en el corazón de una estrella. Mi señora, Jheryl, se apiadó del sacrificio realizado por su fiel siervo Caculha que acababa de perder a su hijo, y me envió a mí para que hiciera compañía a su espíritu durante el tiempo que tuviese que permanecer en esa gema. El pequeño Arión y yo fuimos amigos durante 100.000 años, y tuvimos tiempo de sobra para un millón de juegos y travesuras, aunque él no era consciente del tiempo que transcurría. Eso fue parte también del regalo de mi señora. Finalmente, su padre pudo reunir el poder mágico necesario para crearle un cuerpo nuevo y traerlo de regreso a la Tierra, y al hacerlo, perdió todos sus recuerdos del tiempo transcurrido en la gema, incluyéndome a mí -una pequeña lágrima se deslizó por su mejilla peluda y se la limpió con una garrita-. Sin embargo, durante cien siglos compartimos una misma consciencia, y la conexión se restableció en el momento en el que apareció en el mismo plano en el que yo estaba. Fue así como supe que había entrado en el infierno.
De improviso, saltó sobre la barra del bar y aferró a Elissa por los hombros con la primera expresión de verdadera angustia que le veía desde su esperpéntica aparición.
- Tengo acceso a sus memorias y sus recuerdos, por eso sé que eres su aprendiz. ¡Tienes que ayudarme a sacarle de allí! No te imaginas lo que le están haciendo, está sufriendo mucho, pero yo no sirvo para el combate, y los dioses no se inmiscuirán en ésto por no sé qué chorradas acerca de que mi chico ha quebrantado las normas y ha roto la balanza y ha traído el desequilibrio entre Orden y Caos y no sé qué más... ¡Por favor! -exclamó sacudiéndola. Entonces la soltó y se la quedó mirando con suspicacia-. Siempre que tus habilidades como maga sean mejores que las de barman, porque si no, ¡estamos apañados!
- Oh, por favor, ¿puedes parar ya el drama y bajar la fregona? No creerás de verdad que un tipo majo y simpático como yo podría hacerte daño, ¿verdad? ¡Mira mi sonrisa!
- Yo no estoy dramatiz... ¡¡¡iiih!!! - Elissa gimió, elevó su arma improvisada de nuevo, y se sintió profundamente ridícula al hacerlo.
-. Me llamo Ghy. ¡Hola! - continuó el ser, con toda naturalidad.
- Elissa - correspondió la griega, aunque no era necesario, puesto que ya la conocía. Tras un instante de duda, devolvió el extremo de la fregona al suelo y tendió su mano derecha. Y la dejó allí, quieta, sin atreverse a completar el gesto estrechando la de... Ghy. No sabía si era el saludo adecuado. Con los seres sobrenaturales, uno no está nunca seguro de nada.
- Respecto a cómo lo sé, es una historia muy larga. Ésto es un bar, ¿no? -Elissa asintió con la cabeza-. Ya podrías sacarme un platito de aceitunas, o unos frutos secos o algo, hija. Debes de ser la peor anfitriona del mundo. Tengo bastante sed, ¿sabes? Para tu información, no es que tengan barra libre de mojitos en el infierno, precisamente, y he tenido que correr mucho para encontrarte.
La griega parpadeó ante el desparpajo y la falta de educación del recién llegado. No sabía qué relación tenía con Arión, pero era lo opuesto al atlante en elegancia y modales. Se preguntó si debía ofrecerle algo, y decidió que era mejor respetar las leyes universales de la hospitalidad. Con un suspiro, lo condujo a la barra del bar, tratando de ignorar los charquitos de agua sucia que el ser iba dejando tras de sí.
- Soy un diablillo -le explicó-. Pero no tienes que preocuparte, no soy como esos demonios grandes y malos que están por ahí sueltos estos días. Yo soy más bien del tipo juguetón. Me gusta hacer bromas, eso es todo. Los magos poderosos suelen tenernos como espíritus familiares. Imagino que estás familiarizada con ése término considerando que tú misma eres maga, ¿no?
- Sí... he oído hablar de ellos. - dijo Elissa. Ella no tenía ningún familiar, y los magos a los que conocía tampoco... salvo que Elysia y su malamute contaran. Mientras Ghy narraba su historia, la mente de la griega la entretuvo con imágenes de John Constantine cuidando de un sapo, o del mismo Arión jugando con la bola peluda que tenía delante. Poco a poco, y a medida que avanzaba el relato del diablillo, la imagen de un Arión niño metiéndose en líos (con Ghy pegado a sus talones) se volvió más y más nítida, y el gesto atento de Elissa se suavizó en una sonrisa.
El atlante le había hablado de su pasado, pero desconocía aquella vertiente de sus aventuras. La última frase del familiar, acompañada de una lágrima, conmovió a la griega más de lo que esperaba. De alguna forma, sabía lo que significaba ser olvidada.
- Lo siento. - murmuró, mientras Ghy se enjugaba la lágrima y continuaba con su historia.
- Sin embargo, durante cien siglos compartimos una misma consciencia, y la conexión se restableció en el momento en el que apareció en el mismo plano en el que yo estaba. Fue así como supe que había entrado en el infierno.
Un vínculo mágico. Tenía lógica. Pero antes de que Elissa pudiera comentar nada al respecto, Ghy la cogió por los hombros, sobresaltándola.
- Tengo acceso a sus memorias y sus recuerdos, por eso sé que eres su aprendiz. ¡Tienes que ayudarme a sacarle de allí! No te imaginas lo que le están haciendo, está sufriendo mucho, pero yo no sirvo para el combate, y los dioses no se inmiscuirán en ésto por no sé qué chorradas acerca de que mi chico ha quebrantado las normas y ha roto la balanza y ha traído el desequilibrio entre Orden y Caos y no sé qué más... ¡Por favor!
Elissa trató de intervenir entre sacudida y sacudida, pero la verborrea del diablillo, junto con su inesperada fuerza, apenas la dejaron emitir un balbuceo. Ghy parecía francamente preocupado por Arión, y ella también lo estaba, pero ¿cómo diablos iba a sacar a alguien del infierno? Ella no era Orfeo, ni mucho menos Heracles. No tenía ni idea de cómo vencer a Kali; ni siquiera sabía dónde estaba el averno de aquella diosa. Lo que el diablillo proponía era una verdadera locura.
- Siempre que tus habilidades como maga sean mejores que las de barman, porque si no, ¡estamos apañados! - terminó él, mirándola con sospecha. Elissa aprovechó que se había detenido para recuperar el aliento.
- Sería mejor maga si no me hubieran dejado sin maestro al poco de conocerlo. - resopló - Y si has venido a buscarme sabiendo eso, es que no tienes nada mejor - la griega arqueó la ceja y se liberó elegantemente de las zarpas de Ghy - Lo que me estás pidiendo es imposible... - continuó, y su gesto adquirió cierta tristeza -Desconozco cómo viajar al Infierno. Y Arión… bueno, está allí cumpliendo una condena. Él la… aceptó. No creo que podamos sacarlo tan fácilmente. Estamos hablando de dioses, ¿sabes?
Su mente la traicionó: “está sufriendo mucho”, “no te imaginas qué le están haciendo”. No, y no quería imaginárselo. Pese a los atropellos que el mundo había sufrido por parte del atlante, la griega sentía afecto por él, y compadecía su situación. Sus últimos momentos juntos le habían mostrado a un Arión totalmente distinto, el de verdad. Una parte de ella quería conocerlo, aprender de él, y que ocupara el espacio que Patroklos había dejado vacío al marcharse.
Una parte de ella quería salvarlo del Infierno, y la otra se moría de miedo.
- Yo tampoco soy buena luchando - continuó. - No creo que te sea de ninguna ayuda...
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Última edición por Elissa Stavridis el 22nd Enero 2021, 23:48, editado 1 vez
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Por un momento la desazón se dibujó en el simpático rostro del diablillo.
- Desde luego no debes de haber pasado mucho tiempo con Arión, de lo contrario estarías más que habituada al rollo éste de los dioses. Con Arión es prácticamente el pan de cada día, ¿sabes? -se mesó la barbilla peluda con algo de desespero-. Y no, no tengo nada mejor. ¡Ojalá Jheryl estuviera aquí! Ella se involucraría seguro, Arión es prácticamente su hijo, pero desde todo el lío éste de la Colisión no he sido capaz de encontrarla. ¡Ah! ¿Y sabes por qué aceptó la condena? ¡Porque es tonto! ¡Tonto de remate! Ya sabes lo que dicen de los que son demasiado guapos... -hizo muecas con la cara simulando tener alguna clase de disfunción intelectual antes de alzar un dedo en ademán aleccionador-Mi chico no tuvo la culpa de lo que ocurrió. Como te dije, ahora tengo acceso a sus recuerdos. ¿Sabías que le violaron? Para hacer alguna clase de ritual demoníaco en el que le invirtieron la moralidad. Necesitaban que no se diera cuenta de lo que le estaban haciendo, así que le torturaron y le violaron. Tardó semanas en poder volver a levantarse, prácticamente lo desollaron vivo -su expresión se tornó sorprendentemente seria-. Y aún así, no consiguieron que se volviera malo. Hizo falta que le traicionaran y le destrozaran lo único que aún le quedaba intacto: su corazón. Por eso quiso resucitar a su mujer.
El diablillo se encaramó directamente encima de la barra para poder mirar a Elissa a los ojos.
- Arión dio su vida para salvar el mundo cuando no era más que un niño. Ya de adulto, sacrificó su magia para volverlo a salvar. Su vida entera no ha sido más que sacrificio. No he conocido en todos mis años de vida a nadie más bueno y noble que él. Yo sé que tú lo sabes, Lissa. Has estado con él, has vivido sus recuerdos. No puedes decirme que de verdad te crees toda esa mierda de villano megalómano de telenovela cutre. Mírame a los ojos y dime que de verdad piensas que se merece estar en donde está. Ya pueden venir todos esos moralistas de mierda a contar misa, que les puedo decir por dónde meterse sus Biblias. A veces, las reglas del universo apestan, y yo no las pienso aceptar.
Volvió a bajarse de la encimera, de vuelta al taburete.
- Deja que te de un consejo, de alguien que se ha pasado la existencia rodeado de dioses: si tienes problemas con un dios, lo que necesitas es otro dios. En concreto en éste caso necesitamos uno a quien el Equilibrio se la traiga al pairo. Un señor del Caos al que no le interese ver destruida la Tierra. Normalmente los señores del Caos no sólo no querrían liberar a Arión, sino que probablemente insistirían en participar de la tortura, pero debe de haber alguien a quien ésta invasión le suponga más perjuicio que beneficio, estoy seguro. ¿Por casualidad no conocerás a algún dios del Caos? ¿No? Mmmm... ¿Y no tendrás algún amigo que se codee con dioses y que de paso pueda ayudarnos con el asuntillo ese de, ya sabes... pelear y eso? -se encogió de hombros con aire inocente-. ¿Qué? No pretendo engañar a nadie aquí. La única manera en la que podría matar a alguien sería de risa. Ya sabes. Porque mis bromas son tan buenas. Y eso.
Dos semanas. Habían pasado dos semanas sin haber podido encontrar la manera de ayudar a Arión. Elissa había tratado infructuosamente de reunir al Shadowpact, pero todos sus integrantes parecían haberse esfumado con la WWD. Zatanna había muerto junto con varios miembros más de la Liga de la Justicia durante su lucha contra Trigón, Hellboy había desaparecido junto con el resto del BPRD tras el ataque de Rasputín, Elysia había caído en un portal a la dimensión del Rojo el mismo día que había recibido la visita de Ghy, y no había reaparecido hasta hacía dos días, demasiado debilitada como para poder servir de ayuda en la tarea titánica que debían afrontar. Su maestro, Aureole, había partido hacia una misión en Europa con John Constantine y Garnet al inicio de la WWD y no se había vuelto a saber nada de ellos. Elissa esperaba que, estuvieran donde estuvieran, se encontraran bien, pero todo apuntaba a que habrían tenido que ocultarse, lo cual sabiendo lo odiado que era Constantine en el infierno, no resultaba descabellado. Esperaba que fuera eso y no nada peor, pero con los dos magos ingleses habían desaparecido todas las esperanzas de Elissa de encontrar ayuda. Drago no quería saber nada de ella a juzgar por los escasos mensajes que habían ido intercalando y la griega ya no tenía nadie más a quien acudir salvo los dioses a los que en aquellos momentos dedicaba sus plegarias mientras Ghy, echado en el suelo junto a la pata de la mesa la observaba en silencio. Una desgarradora expresión de tristeza reemplazaba los últimos días la enorme (y algo intimidante) sonrisa que solía mostrar el demonillo, y Elissa no podía más que recordar que le había dicho que, a causa de su conexión con el mago, era capaz de experimentar en su propia carne su sufrimiento. Una vez más se preguntó qué estaría padeciendo ahora, cuántas indecibles torturas habría estado sufriendo durante aquellas interminables semanas mientras ella se ahogaba en la frustración y en la angustia de no poder hacer nada.
Dueña misma de la delicadeza de la primera pisada sobre nieve virginal...
Así brota sobre el suelo rocío de fresca mañana carmesí, miles de gotas centelleantes de un brillo rojizo que salpica de pecas de luz robada al atardecer la estancia, donde dos seres vivientes hacen vibrar de tristeza el arrullo que baila sobre los latidos de sus dos corazones...
Penan, sienten, lloran al unísono una pérdida que dormita sobre sus hombros creando un peso que, con la larga marcha del tiempo, se hace cada vez más sangrante...
Su dolor no puede verse en su carne, no abre sus cuerpos con flores de piel y sangre... mas les consume con su presencia cual animal hambriento mastica los restos más duros astillando sus mandíbulas escapando así de la llamada última hacia el silencio...
Donde púlsar se acaba...
Ha aprendido a responder sus llamamientos mudos...
Lee en las vibraciones que sólo Dama Nívea escucha, suspendida en el interior del amoroso cristal maternal que alivia con su presencia los pesares que navegan bajo el plumón que compone su blanca piel... Libre de quien la ambicionó para sí, apenas recompuesta de sus propias pérdidas...
"Púlsar... cómo reparar cuanto se quiebra... si mi ser no abarca... pues soy pequeña..."
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Invisible viento agrupa las gotas de fundido mineral, cobra fuerza cuando emerge con potencia desde el suelo la columna de cristal rojo en cuyo interior se adivina una figura que alarga su mano lánguida hacia su límite... Su superficie se fragmenta, sus esquirlas caen al suelo... Al golpear se deshacen con la fantasía de un sonido que no corresponde la expectativa, como el sutil navegar de unas alas contra el cielo... Se resquebraja dando a luz como en otras ocasiones la silueta desnuda de la Mujer Sin Sombra...
Sobre la cascada de hilos de sangre de su melena penden flores, brotan nuevas, abiertos sus finos pétalos blancos de luna nueva. Aletea la delicada mariposa de sus párpados, ojos de joya rosada salpicados de rubíes encendidos... Silba su aureola de perséidas sobre su rostro con un ritmo sosegado que así mismo marca sus pasos...
Recorta la distancia con quienes la han reclamado...
- ELissa...- su voz, la última palabra de un anciano... la primera de un niño...
La sigue el Olfateador que olfatea con la curiosidad de a quien aguardan misterios irresolubles, se aproxima al pesaroso diablillo inspirando la esencia picante que le envuelve... Estornuda con un peculiar sonido que en nada difiere del sutil piar de un ave y en un acontecimiento inesperado frota su cabeza con la de la criatura buscando para ella el alivio de un contacto...
- El sabio damnificado... espera... - inclina su cuerpo descarnado asomándose al rostro presa de la angustia al que en otra ocasión afloró, gracias al noble deseo de la Narina... - espera la absolución... solo... mas donde está no puede alcanzarnos... - la juventud de una dama nostálgica se hizo dueña del mensaje de su voz...- ¿Acudirás donde se encuentra... para poder perdonarlo?...
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Elissa Stavridis DC Universe
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Dicen que sobre el dintel de la Puerta del Infierno está escrito: ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza! Casi como si la Esperanza hubiera acompañado hasta allí, de la mano, al que osa cruzar ese umbral.
Para Elissa Stavridis, la esperanza había huido mucho antes de empezar el viaje. Pero, curiosamente, era aquella desesperación la que iba a abrirle la puerta que estaba buscando.
La griega había perdido la cuenta de los días que llevaba tratando de encontrar aliados. Sólo conocía a un Dios del Caos; no creía que él fuera a ayudarla, y tampoco es que tuviera un teléfono al que llamarle. Los miembros de Shadowpact se habían desperdigado tras la invasión demoníaca, no conocía a ningún amigo de Arión al que poder recurrir, y el tiempo seguía pasando.
Desasosiego. Inquietud. Desazón. Impotencia. Desesperanza. Así fue como Ella vino.
Dijo su nombre, "Elissa", con una voz que era a la vez joven y vieja, cercana y lejana, brillante y oscura.
Elissa había contemplado una vez aquel rostro que ahora le devolvía la mirada. Había hablado con ella cuando se hallaba bajo la forma de un busto de mármol. En la lejana Delfos la había embargado una emoción muy parecida a la que ahora sentía, y la mujer pálida la había reconfortado... No, tal vez reconfortar no era la palabra exacta. Tal vez lo correcto era que, de algún modo, había dado sentido a su sufrimiento. Había aliviado la carga. Había calmado el dolor.
No sabía quién era. Sólo que estaba allí de nuevo, y que, de nuevo, parecía saber qué la preocupaba, qué necesitaba. Igual que aquella vez...
- El sabio damnificado... espera... espera la absolución... solo... mas donde está no puede alcanzarnos... - Arión... Hablaba de Arión. ¿Lo conocía, entonces? - ¿Acudirás donde se encuentra... para poder perdonarlo?...
La griega asintió.
- Ése es… mi deseo - respondió - Pero no conozco el camino.
¿Acaso… podría ella mostrárselo?
Miró a Ghy, sintiendo un atisbo de esperanza renacer en ella.
- Necesito ayuda - reconoció, en voz baja - ... para poder ayudarlo a él.
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OmegaDust Omega Universe
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[FDP: Post redactado en conjunto, con aprobación de sus respectivos personajes]
Encarados sus rostros, como lo hicieran tiempo ha en la santidad del lugar en el que seres pasados buscaron alivio y consuelo, confirman sus palabras el secreto de un deseo tan fuerte como para haber quebrado la maternal joya que mantenía a la Dama Nívea en su salvaguarda protectora. Un instante antes la sensibilidad de Rompezabezas Quebrado había mesmerizado un reclamo cuyas notas constituían un tañido imposible de desoír para la Mujer Sin Sombra, arrancándola de su letargo...
Acudió como la vez primera y todas las futuras...
Hallándola marchita de desespero y sobrecogida por la idea de una posible insuficiencia propia, que le impediría cumplir cuanto anhelaba en ese instante...
La Dama Nívea era capaz de percibirlo en las innumerables melodías del ”Púlsar”...
Atenuado como lo haría un grito en la profundidad de una cueva insondable, así detectaba incluso desde tal lejanía la tortura a la que sometían al Sabio Damnificado y por razones que aún escapaban a su comprensión, su interacción le había sido negada hasta ese preciso instante...
”Porqué Púlsar... Por qué ahora, y no cuando él nos necesitaba...”
Aquello se agazapó en el interior de su delgado tórax con la inquina de una puñalada malintencionada. La duda nunca era bien recibida... A su pesar, La Dama Nívea no podía ignorarlas. Se agolpaban contra sus labios, reverberaban en su cabeza...
La comprensión comenzaba a convertirse en una interminable y desesperada búsqueda por aportar algo de sentido a sus invitaciones recurrentes a ese mundo en el que la gema la liberaba...
Mas no era capaz de hallar el verdadero propósito...
Elevó sus ojos de encendido rubí, ausente de iris. Los restos de la gema se desvanecieron, consumiéndose como ascuas al contacto con el aire... Livianas y danzarinas desaparecieron sin dejar rastro alguno...
- Donde lo retienen... allí habrás de ir... Si lo que quieres es salvarlo...- cerró los ojos con pesadumbre, embebidos de una tristeza dolorosa que ni siquiera la ausencia de sus lágrimas podía subestimar...- Mas ya has considerado... ¿Qué sucederá una vez hallado?...- aquella pregunta llena por la anciana voz de la experiencia no parecía propia de la mística del millar de voces con las que se expresaba...
Pero tal vez necesitaba oírlo antes de determinar sus verdaderos deseos...
- ¿Qué sucederá...Elissa Stavridis...cuando no puedas huir?...
La Dama Nívea aguardó su respuesta...
Sólo su puro anhelo sería capaz de dotarla de lo necesario para ayudarla...
Como la desesperación la había atraído hasta ese instante en que todo se decidiría...
Aún más potente que su desamparo habría de ser su deseo de salvarlo...
La pregunta tenía todo el sentido. De algún modo, el eco de sus propios pensamientos regresaba a Elissa, convertido en una hermosa figura blanca y roja.
La psicóloga siempre había estado a medio camino entre una realidad de prisiones y consultas, y una... surrealidad... De paisajes oníricos, de reflejos ambiguos, de preguntas sin respuesta. El mundo de Elissa nunca había sido firme ni coherente, pero ella continuaba aferrándose al velo que lo recubría. A la seguridad de unas normas conocidas. A la firmeza de las leyes de la física. Y era todo por una razón, porque necesitaba tener algo de control.
Y aún así, la magia la llamaba con una fuerza que sacudía sus huesos y tironeaba de sus entrañas. No había servido de nada intentar bloquearla con aquel collar en Belle Rêve. Siempre regresaba el anhelo de crear, de viajar, de transportarse a los mundos donde podía hacer y deshacer a su antojo. Lo único que la frenaba era el miedo. Miedo a lo que podía hacer, a la persona en la que sabía que podía convertirse.
Arión era la respuesta al enigma. La red bajo la cuerda floja. Se había ofrecido para enseñarle cómo funcionaba aquel mundo que la llamaba sin descanso. Él podía explicarle las normas. Si Elissa las entendía, las aprendía...
Un motivo egoísta, en medio de muchos otros. En medio de los asuntos sin resolver con su propio padre. En medio de la compasión por el atlante, atrapado en el infierno por un pecado que había cometido su otro yo.
¿Qué sucedería cuando no pudiera huir?
- Que tendré que avanzar - respondió la griega, despacio, con un deje de duda en la voz, como si la dama blanca le estuviera planteando la cuestión en un examen.
Estaba segura de que aquella ley existía tanto en la Tierra como en el Infierno.
- Tengo miedo. Me encantaría... Desearía que fuera otro quien lo hiciera; un héroe, un dios - reconoció - Pero la responsabilidad es mía. Desde el momento en que sé que puedo ir, debo ir. Sé que sufre. Sé que... Si no lo intento... Me arrepentiré mucho más. - un instante de silencio reverencial se instauró entre ambas permitiendo la reflexión a la Mujer Sin Sombra...- Él me dio una oportunidad. Y yo quiero devolverle el favor.
En el aleteo de una mariposa rojiza, sus largas pestañas descendieron sobre sus orbes haciendo que la brillante gema de sus iris cambiara hasta volverse violeta...
Duró un sólo instante, pero Elissa juraría que esa mirada estaba llena de comprensiva nostalgia...
Tal vez no tuviera que afrontar eso sola en modo alguno...
- Su fuerza es quien te impulsa...- las lánguidas manos se alzaron hacia ella, aguardando un contacto que era primordial... Asociado al consuelo de dos cuerpos entrelazados a partir de ese momento...- ... mas serás tu... quien nos guíe...hasta donde se consume...
La Dama Nívea contempló sus manos... Tras un instante escaso de vacilación elevó su blanca expresión al encuentro de Rompecabezas Quebrado, extendiendo la lánguida fragilidad de sus dedos con la bella delicadeza con que una flor abría sus pétalos cuando la luz del sol se posaba sobre sus hermosos colores. Así ofreció su proximidad a la joven heroína que le devolvía un rostro inundado en una complicidad mutua que compartían siempre en el momento de mayor necesidad...
El Olfateador golpeó con suavidad al familiar de Ahrion, llamando su atención...
Con su caminar pausado comenzó a aproximarse hacia las dos mujeres que con inexorable parsimonia recortaban la distancia que las separaba hasta que sus manos hicieron contacto...
Elissa podría percibirlo entre sus turbadas emociones con extrema clarividencia...
Era su presencia como un bálsamo... Sutil cosquilleo de una pluma en sus descarnados dedos que no desprendían frío o calor... La diferencia en su altura se hizo patente mientras se detenían y su agarre se ceñía hasta crear ese pequeño reducto de paz en un contacto que sin ningún pesar parecía capaz de mantener hacia la infinidad...
Una frente a otra... Nunca enfrentadas...
Su mano libre se elevó con la gracia con que el viento desprendía las lágrimas del follaje de un sauce llorón cuando el otoño ejercía en él su natural magia... y como la hoja se posa sobre el suelo, así colocó la Mujer Sin Sombra su estilizada mano en su pecho... Donde el abrazo de hueso de su tórax protegía su dolido corazón...
Impelida por un instinto, devolvió esa atención a la pequeña criatura que un día compartiera sus lágrimas en aquel templo abandonado, al que había ido a pedir respuestas, y en el que sin embargo, acabara hallando consuelo...
Las dos criaturas se enroscaron sobre sus pies con reverencial silencio...
Y en el vacío, Elissa escuchó...
En el fondo de su oído, dos juegos de golpes... Uno intenso y conocido... otro tan tenue que apenas parecía un eco... El familiar sonido se identificó a sí mismo como su propio corazón...
Acaso el otro...
Los orbes de la Dama Nívea se cerraron y no volvieron a abrirse... y el eco comenzó a disgregarse. Bajo las manos de Elissa, como el grácil aleteo de un pájaro...
De alguna manera lo supo de inmediato... Su propio corazón ahora latía bajo el pecho de esa criatura... como una sola...
La delgada línea rosada de sus labios se abrió dejando escapar el plácido arrullo que las acompañaría durante su macha...
Bajo el pacífico hechizo de su voz los crujidos del cristal pasaron desapercibidos a medida que la Narina los bañaba bajo su protector abrazo...Un reposo sólo comparable a la seguridad inconsciente de un niño en el vientre de su madre...
Incluso si ya no cantaba, la mansa voz aún recorría los recovecos del sentir de Elissa Stavridis...
La roja estructura del Crómlech comenzó a quebrarse... sus resquicios se precipitaron contra el suelo convirtiéndose en polvo carmín...
Así se extinguieron... Ascuas flotando sobre el cielo...
Como si jamás hubieran estado allí...
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Ghy no podía recordar cuándo era la última vez que se había quedado sin palabras. Por lo general, tenía siempre una respuesta ocurrente para todo, pero cuando aquél cristal carmesí emergió repentinamente del suelo como una milagrosa respuesta a las plegarias de Elissa, resquebrajándose para revelar a aquella criatura que casi parecía una diosa se quedó, literalmente, boquiabierto, con los diminutos colmillitos resplandeciendo en la semipenumbra del lugar. Permaneció así, sin decir nada, mientras la diosa se acercaba a ellos acompañada de su peculiar mascota, que estornudó al olisquear su esencia demoníaca de una manera que le resultó bastante simpática.
Ghy había sido creado para ser el psicopompo de un niño, el compañero de un ser inocente que había abandonado el mundo demasiado pronto, y, como tal, compartía características propias del mundo infantil, como la alegría, el optimismo y una capacidad casi infinita para la esperanza que, en los últimos días se había visto puesta a prueba pero que ahora, ante aquella maravillosa visión, se sintió de nuevo florecer con energía y vigor renovados.
Cuando el extraño perrillo frotó su cabeza contra la suya, Ghy le abrazó por el cuello, prolongando el contacto.
- Bueno, no es nada fácil pero tengo que reconocértelo, amiga... has conseguido impresionarme -dijo, poniendo sus bracitos en jarras cuando la aparición enunció el motivo de su visita
Asistió con excitado nerviosismo a la mística interacción entre las dos mujeres, conteniendo como podía el millón de preguntas que parecían a punto de romper a hervir en su cabecita peluda. No entendió casi nada de lo que ambas compartieron, excepto la parte que más le interesaba, cuando la enigmática dama pareció dar a entender, de manera críptica, que iban a ir al fin junto a su amigo Ahri'ahn.
El extraño perrillo le dio un par de golpecitos con aquella trompetilla tan graciosa que tenía por nariz, y él sonrió de oreja a oreja, mostrando los inquietantes colmillitos.
- Está bien, está bien, lo admito: eres casi tan mono como yo. ¿Contento? -dijo, dándole unas suaves palmaditas en la cabeza.
El animalillo pareció indicarle que se acercara a las dos mujeres, cosa que hizo, enroscándose a los pies de Elissa cuando el otro animal hizo lo propio a los pies de su dueña, quedándose medio dormido cuando empezó a sonar aquél mágico arrullo, que les transportó plácidamente hacia el lugar de tormento eterno, una nana tranquilizadora que parecía querer protegerles contra lo que iban a encontrar allí... Mas no sería suficiente. Nunca sería suficiente.
Reino de los Narakas ardientes - Sañjīva
El cristal rojo emergió brotando como una flor sobre un suelo hecho de hierro al rojo vivo, calentado por gigantescos fuegos que ardían sin consumirse en fisuras que atravesaban los terrenos como inmensas heridas sangrantes. El etéreo cristal comenzó a desprenderse de la piel de Elissa y Ghy como hielo resquebrajado, chisporroteando al entrar en contacto con el ardiente suelo un instante antes de deshacerse en polvo carmesí, sin embargo, ni Omega ni su curiosa mascota fueron liberados de su particular prisión, una prisión que, al mismo tiempo, actuaba de salvaguarda contra el inclemente calor.
Los gritos agónicos de los moribundos que padecían mientras eran quemados vivos al caminar sobre el metal ardiente, al caerles encima repentinas explosiones de metal fundido que brotaban como géiseres bajo sus pies o descuartizados por otros condenados, obliteraron por completo el recuerdo de la tranquilizadora nana de Omegadust, inundando a Elissa de un terror atávico y prácticamente imposible de ignorar. Sospechas incontrolables asaltaron a la psicóloga al observar la figura de la mujer, intangible tras el cristal rojo traslúcido que le daba una apariencia casi fantasmal... ¿Por qué no se desprendía la narina también de su piel como había hecho con ella y Ghy? ¿Acaso se trataba de una trampa de aquella criatura incomprensible de la que apenas sabía nada? ¿La había dejado allí... para morir calcinada o destrozada a manos de los demás condenados?
Mientras ésta y otras dudas por el estilo bullían en el interior de su mente, una extraña daga oxidada con una curiosa sujección para el puño se materializó ante ella. Elissa la cogió, impelida por un impulso instintivo que no supo explicar, y, al hacerlo, la hoja se dividió automáticamente en tres.
"Con ésto seguro que podría romper el cristal". El pensamiento apareció en su mente sin haber sido reclamado. "Si no sale por su propia voluntad, yo la obligaré. No me abandonará aquí. No se lo permitiré".
Reino de los Narakas Helados - Aṭaṭa
Mientras tanto, en otra parte muy diferente del Reino de los Narakas, un portal de chisporroteante energía verde dibujó un círculo irregular en el aire en mitad de la ventisca de un valle árido bordeado de montañas heladas que habría de traer a su invocador recuerdos agridulces de otro lugar muy conocido para él en cuanto lo hubo traspasado.
Por desgracia, el hechicero vestido de verde era plenamente consciente de que no se encontraba en las familiares llanuras de Jötunheim, sino en un lugar que era, si cabe, aún más aterrador... No había luz que pudiera brindar la menor ilusión de calor en aquél páramo congelado permanentemente azotado por la ventisca, nada que pudiera reportar el menor alivio o consuelo a las innumerables almas que yacían desperdigadas hasta donde alcanzaba la vista, completamente desnudas y aisladas como si no pudieran distinguirse entre sí mientras que el frío lacerante les provocaba quemaduras y ampollas que se abrían, dejando las partes no congeladas de sus cuerpos cubiertas de sangre y pus.
Aquí no había, como en el Naraka ardiente donde habían ido a aterrizar Omegadust y Elissa, aullidos agónicos que llenaban el valle, sino una sinfonía macabra compuesta por el castañetear incesante de un sinfín de dientes.
Frente a él, levitando en el aire en la posición de la flor de loto, se encontraba el doctor Extraño, y Loki pudo notar que una vez más le embargaba aquél halo de impaciencia e irritación que tan inusual era viniendo del Hechicero Supremo, y, aunque podía deberse simplemente a la incomodidad propia de haberse visto obligado a buscar su ayuda, seguía teniendo la sensación de que había algo que no encajaba en todo aquello, aunque no habría sabido explicar con exactitud qué era o por qué...
- Espero que tengas medios para protegerte del frío, siendo el hijo de un gigante de hielo y todo eso -le dijo con sequedad señalando hacia una dirección-. Arión está al fondo del valle, al final del Mahāpadma. Nuestros aliados ya han comenzado la invocación a Kali en la Tierra, así que debemos apresurarnos, pues ignoro por cuánto tiempo serán capaces de retenerla y nos espera un largo camino a través de los Narakas helados...
La calma y quietud de su aprendiz contrastaba con su mirada intensa. A pesar de la inexpresividad de su rostro, Loki sabía leer las emociones escondidas bajo la máscara imperturbable de Dalae. La joven asgardiana se sentía inquieta, y su corazón palpitaba con fuerza, ahogándose en el sepulcral salón del trono de Niflheim.
El silencio se rompió cuando Loki dio dos pasos hacia ella y colocó su mano encima del hombro de la chica. Bastó una simple mirada para que la hechicera de hielo dejara escapar un largo suspiro y tranquilizara sus alterados y contradictorios pensamientos. Sabía cuál era su misión y lo que iban a hacer allí abajo. No podían fallar, porque la vida del hombre al que más amaba estaba en peligro. Y después de todo lo que le habían hecho… no podía permitirse abandonarlo de nuevo.
—Todo irá bien...— dijo el maestro con una voz pacífica y tranquilizadora. Y eso es lo que realmente creía, pues todavía no era consciente de las dificultades con las que se encontraría durante su viaje al infierno, y lo que vendría después.
El trato con Legba seguía en marcha, y la repentina ayuda del dios de huesos y calaveras seguía perturbándole. Aún así, estaba seguro de que su misión sería un éxito para poder así prescindir de sus servicios. Esperaba no estar lo suficiente desesperado como para realizar una llamada de auxilio al dios del vodoo. Era irónico que el dios del engaño no se fiara de los demás dioses, y había sido muy arriesgado por su parte firmar aquel pergamino sin haber estudiado antes al escritor. Pero últimamente se estaba arriesgando más de lo necesario, y todo por tener a su aprendiz protegida de otros demonios y dioses.
Las cosas que hacía por ella… Firmar un contrato con un dios que desconocía y aventurarse a las entrañas del infierno hindú para rescatar al joven al que secretamente amaba. Su aprendiz ni siquiera era consciente de que Loki había roto el contrato que unía de por vida a ambos asgardianos. Sólo para tenerla un día más a su lado, en su viaje infinito de eterna soledad. Y ahora, por culpa de su egoísmo, o quizás de su compasión, había dejado a su pupila más libre y vulnerable que nunca.
Pero mientras Dalae se mantuviera a su lado, ningún peligro podría acecharla. Tan sólo esperaba no perderla de vista en los momentos de máximo riesgo…
Con un leve movimiento de manos, un portal de color esmeralda apareció en mitad del salón de ébano y ambos magos fueron teletransportados al reino de los Narakas Helados.
Tanto Dalae como su maestro, estaban bien protegidos contra las temperaturas extremas. Aún así, no fue el tortuoso clima el que les arrancó un escalofrío de la columna hasta erizar sus cabellos. Fueron los lamentos y los aullidos de los castigados los que les estrangularon la garganta, privándoles de la voz. No había palabras para describir aquel dantesco escenario, desesperante y agónico. Ambos habían visto lugares horribles en sus largas vidas como asgardianos, y de todos los lugares a los que irían después de muertos, Hel seguía siendo su favorito. Al menos era calmado. Triste, pero silencioso.
Loki se plantó frente al Doctor Extraño cruzándose de brazos, mientras observaba con desagrado la postura equilibrada e irritante del hechicero supremo. No sabía que le molestaba más en aquellos momentos, si la inexpresividad de Strange o el aura demoniaca que desprendía el infierno hindú.
—Espero que tengas medios para protegerte del frío, siendo el hijo de un gigante de hielo y todo eso
— Yo ya no soy ese Loki — escupió las palabras con real disgusto. Él era el eco de un grito. La urraca que susurra. Nunca fue otra cosa. Aún así, recuerda al que fue su padre, Laufey, sosteniendo en sus brazos al gigante de hielo más débil de su reino… para después dejarlo morir. No fue digno para Laufey y ni siquiera lo fue para Odín, pero su debilidad fue también su fuerza. Loki había cambiado rabia y músculo por magia e inteligencia. Y ahora no quedaba nadie en Jotunheim que no le respetara y lo aclamara como su legítimo rey.
—Arión está al fondo del valle, al final del Mahāpadma. Nuestros aliados ya han comenzado la invocación a Kali en la Tierra, así que debemos apresurarnos, pues ignoro por cuánto tiempo serán capaces de retenerla y nos espera un largo camino a través de los Narakas helados...
Loki contaba con al menos veinte minutos para realizar la extracción. Al menos, ese era el tiempo que les había prometido a Aidan y a Edward. Ni uno más ni uno menos. Tan solo esperaba que usaran sabiamente ese tiempo de protección e inmunidad que les ofrecía contra los hechizos de la diosa destructora Kali.
—Nunca has sido hombre de grandes palabras, Strange, pero estás más silencioso de lo habitual. — comentó el dios de las mentiras, mientras se apresuraban para bajar al fondo de aquel sinuoso valle de lamentos.—¿Todavía me guardas rencor por haberle robado el puesto de hechicero supremo la última vez que nos vimos?
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Aunque no quería ver, el destello de las lenguas de fuego traspasaba las cortinas de sus párpados. Aunque no quería oír, los gritos agónicos se filtraban a través de las fisuras del cristal. El sufrimiento pesaba en el aire como una losa; eterno como los mismos dioses. Una penitencia vacía que nunca se tornaría en redención. Un castigo vacío de aprendizaje. Un sinsentido para su mente fatigada, todavía demasiado humana para comprender.
Haz que pare.
Un temor y un reconocimiento antiguos - más antiguos que ella, más antiguos que los mismos dioses - anidaban en el corazón de Elissa, privándola de aliento. A pesar de la protección que el cristal le brindaba, sentía el sabor de las cenizas en la boca; el olor de la carne quemada en las fosas nasales.
Allí terminaba la esperanza. Allí terminaban todas las cosas.
Haz que pare.
Era igual que en las leyendas que contaba su madre, donde los dioses arrojaban a sus enemigos a la condena del Tártaro, aquella prisión envuelta tres capas de noche y un muro de bronce.
¿Acaso no había dicho Zeus que el Tártaro estaba tan por debajo del Hades como la Tierra lo estaba del cielo? Un yunque que cayera del cielo tardaría nueve días hasta alcanzar la Tierra, y nueve días más en caer desde la Tierra al Tártaro.
Así de profundo era el Infierno.
Y ella no tenía que estar allí. Ella… ella se desharía. Moriría. No, no moriría; seguiría despierta, tratando de cumplir alguna tarea imposible. Como separar el grano de una habitación inmensa. Como obtener lana de los temibles carneros de oro. Como llevar una caja hasta el Inframundo para que Perséfone la llenara con su belleza.
Nunca tendría que haber cruzado esa puerta.
Se volvió a la joven pelirroja, sólo para verla convertida en un ser incorpóreo, escarlata como la sangre. El temor renació diez veces más fuerte.
Haz que pare.
Haz que termine.
Mátala. Mátala. Mátala...
El cuchillo apareció frente a ella, como respondiendo a sus deseos. Lo tomó entre sus manos y se dividió en tres, como los rostros de Hécate. Elissa creyó que se trataba de una señal.
Aproximándose a la pelirroja, alzó el arma, dispuesta a destrozar el caparazón rojo que la protegía.
Mátala. Mátala. Mátala...
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Sus corazones latían al unísono en una hermosa y frágil sintonía...
Convertía el marco rítmico de sus pulsaciones en el escenario perfecto para que su delicada voz timbrara la melodía pacífica con la que la transfirió a través de la Narina hacia el plano en el que Rompecabezas Quebrado necesitaba hacer su aparición con el objetivo de rescatar al Sabio Damnificado...
"Porqué... tras tanto sufrir... ¿Porqué ahora?..."
Reverberaba con aún mas insistencia el sutil eco de su incomprensión...
De nada servía el reconocimiento de su propia ignorancia, pues sus preocupaciones debían ir hacia otra dirección...
La Narina desengarzó del cuerpo de la joven su protector abrazo como nieve virgen al llegar los primeros calores de primavera. Se desprendió de su cuerpo con la gracilidad del plumón tras haberla dotado de renovadas fuerzas, pues las cargas que habían depositado los efectos de la guerra demoníaca en Elissa hacían mella mas allá de la carne y el espíritu...
La pequeña criatura con quien El Polynach había interactuado se liberó a su vez del rojo cristal, sacudiendo el negruzo pelaje erizado y haciendo que sus amarillentos orbes de palpitantes iris se obnubilaran en la presencia del fuego que hacía titilar sus pupilas. Percibía el virulento aroma y los gritos desgarradores con una claridad que parecía monstruosa, pues en el alivio de la matriz mineral no parecía posible que un mal de ese calibre pudiese existir. Ese amalgama grana lleno de misterio había conseguido pacificar durante su arrullo al familiar de Ahrión...
Un alivio que el infierno de los Narakas ardientes era capaz de erosionar con su vetusta infamia....
La Narina, sabedora y conocedora de las limitaciones de quien era parte de su ser, se negó como justa protectora a desprenderse de su cuerpo albar. La protegió como sólo podría hacerlo quien tiene el natural conocimiento al que la Mujer Sin Sombra aún no tenía acceso...
La exposición habría supuesto su inmediata destrucción...
Obligaría a su ser a replegarse bajo la Narina, dejando a Rompecabezas Quebrado a merced de los consternados horrores que ardían con la eterna llama flamígera de un fénix inextinguible... privada de consuelo, si es que en aquel lugar podía existir siquiera el mero concepto...
- Encuéntralo...- su voz se desdobló en cientos, como un rumor anciano de historias aún por contar...- Es a él a quien te debes... incluso si aún no alcanzo a comprender... porqué sólo algunos pueden salvarse... - en tal estamento su voz sonó tan triste que no necesitaba lágrimas en sus ojos para transmitir el profundo dolor de esa verdad ineludible...- Encuéntralo, Elissa...
La joven se giró para confrontarla. Nadó en el fondo de aquella mirada sobre la que habían compartido sus lágrimas...
El sabor a sangre inundó el interior de sus labios... Su cuerpo...
Incluso a través del cristal percibió la claridad de su dolor...
Avanzó hacia la Dama Nívea la sangrienta cuchillada asesina, mientras permanecía paralizada por el cruel impacto de las emociones de Elissa. Deseaba destruirla. Como si se hubiera adueñado de su ser el primigenio y antinatural instinto de cesar la vida por apetencia...
La cuchilla prometió hundirse en su carne con tal virulencia que la joven fue capaz de notar sus dedos contra el abdomen de la fantasmagórica criatura. Debía haberla atravesado, o habría sido imposible. ¿Verdad?
Se dobló entonces hacia adelante, perdidas sus fuerzas en la violencia del contacto...
Con la alarma que sólo la sangre es capaz de causar en los seres vivos, Elissa recibió la primera bocanada de líquido rojo contra su piel. Salpicó su pecho, su rostro, sus manos... y para su pesar la llenó de una cálida sensación que recordaba a la que había sentido cuando el cristal la había engullido. El raciocinio volvió a su mente bajo la presencia de la densa envoltura de líquido rojizo, que se extendía a lo largo de su cuerpo, instándola a ganar conciencia de su propiocepción...
Del peso de la cuchilla en su mano...
Pero por más que miró, no halló hendidura alguna en la carne de la Aparición Cristalina...
La criatura dejó caer su rostro contra el pecho de la mujer... Su contacto tan liviano como una suave brisa...
De las comisuras de sus labios se desprendían aún finas sedas de sangre residual...
- No... temas... - no había rencor o reproche alguno en sus palabras...- pues... tú guías mis pasos....
Sus livianas extremidades despegaron en el primer vuelo de un ave dirigiéndose hacia la mano que sostenía vehemente la emponzoñada cuchilla, estrechando su tacto con la delicadeza con que se agarra a un recién nacido...
Sus ojos se reencontraron...
- Caminaré contigo...
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La sangre de la Dama Nívea refulgía como un miríada de cegadores rubíes en la tenebrosa semipenumbra de aquél lugar infernal, capturando con su brillo místico y su calidez la atención de la hechicera y logrando que recuperara la cordura que le había sido momentáneamente arrebatada junto con una creciente sensación de horror. Y, sin embargo, a pesar de que la sangre era claramente visible sobre sus ropas, no había marca alguna de herida en la blanca piel de la extraña y mágica criatura con la que había llegado a establecer tan curioso vínculo. Como si fuera capaz de percibir (y en realidad así era) la clase de sentimiento que la embargaba, la doncella recostó la cabeza sobre su pecho en un intento por reafirmar en ella la tranquilidad y aliviar el peso de la culpa por la reacción que había estado fuera de su control.
- No... temas... -dijo con beatitud, mientras la sangre que emanaba de las comisuras de sus labios pugnaba por confrontar la realidad de lo que sus ojos veían- pues... tú guías mis pasos....
Y, mientras sus manos envolvían las que sostenían los instrumentos malditos que habían sido las artífices de su propio dolor, pronunció una última frase alentadora:
- Caminaré contigo...
Apenas pudo Elissa corresponder a la generosidad de aquél gesto cuando la súbita consciencia del atronador silencio que las envolvía de repente la hizo mirar a su alrededor. Ya no se oían los agónicos gritos de los moribundos, ni los repulsivos sonidos del metal al rebanar la carne. No se escuchaba nada... porque los condenados habían dejado de atacarse entre sí y ahora miraban todos en su dirección, como si la alarma más estruendosa les hubiera hecho despertar de su bucle demencial.
Entre las brumas que provocaba el calor de los géiseres, una infinidad de almas dolientes empezaron a avanzar en su dirección sin que pareciera importarles el acero al rojo que pisaban y que iba llevándose a su paso fragmentos de su piel, portando en sus manos palos, cuchillas, garras y todo tipo de armas que iban apareciendo conforme andaban. Sin embargo, no fue ésta visión, de por sí aterradora, la que más congoja provocó en el corazón de la hechicera, sino el aterrador despliegue de criaturas que caminaban tras los condenados, tan inmensas que eclipsaban la luz de las llamas, sumiendo el infierno en una antinatural oscuridad. Los monstruosos seres, los guardias de Iama, dios y guardián del inframundo hindú, encargados de proporcionar tormento eterno a las almas de los repudiados, se cernieron sobre ellos como un voraz séquito, lanzándose a devorarlos sin pausa. Zarpas contrahechas desmembraban los cuerpos para echárselos a la boca, mientras gigantescas fauces engullían directamente hombres enteros aplacando su apetito infernal. De nuevo el coro de gritos y aullidos se mezcló, en ésta ocasión, con el sonido de los huesos triturados por molares inmensos. Aún después de muertos, los ojos de los cadáveres seguían fijos en las mujeres mientras los devoraban. Volverían a resucitar en aquél lugar, eventualmente, y los tormentos comenzarían una vez más, pero, por el momento, lo único que quedaba eran los monstruos y el repulsivo sonido que hacían al devorar a los muertos. La pregunta era... ¿cuánto tardarían en darse cuenta de que Elissa y OmegaDust eran intrusas en su reino?
- Elissa... -dijo de repente una voz, una que la castaña había llegado a asociar con bienestar, calma y seguridad. Una voz que parecía fuera de lugar allí... Sin poder evitar un estremecimiento, se giró en la dirección del sonido y allí estaba él... alto, hermoso, y con una tranquilizadora expresión en el rostro, extendiendo la mano hacia ella-. Elissa... ven conmigo. Yo te protegeré...
* * * *
— Yo ya no soy ese Loki -le espetó el asgardiano en respuesta.
- Ya... claro -replicó con hastío el hechicero supremo, emprendiendo el camino hacia su destino a través del páramo helado. A diferencia de Loki y sus múltiples reencarnaciones, él era, simplemente, inmortal, pero muy pronto dejaría de serlo si no completaban la tarea que les había llevado allí-. Espero que tú y tu chiquilla podáis seguirme el ritmo, entonces.
—Nunca has sido hombre de grandes palabras, Strange, pero estás más silencioso de lo habitual. — comentó en respuesta el dios de las mentiras—¿Todavía me guardas rencor por haberle robado el puesto de hechicero supremo la última vez que nos vimos?
- Si estoy más silencioso es porque el mundo se encuentra al borde de la destrucción, y, a diferencia de ti, yo no lo veo todo como si fuera una gran broma. Me intriga, sin embargo, saber cómo hiciste para recuperar los ojos..
Loki ignoraba cómo discurría el tiempo en el infierno, pero sin duda no debía funcionar bajo las mismas normas que lo regulaban en el mundo exterior, pues, por más que avanzaban, era incapaz de suponer siquiera cuánto llevaban andando. ¿Habían pasado ya los 20 minutos? No tenía manera de saberlo, aunque una parte de él le decía que llevaban caminando mucho más, y otra era incapaz de distinguir si avanzaban o no en aquél lugar inmutable. Lo único verdaderamente tangible era la sensación de frío, que, a cada paso, se hacía más insoportable. Los cuerpos que se encontraban por el camino estaban cubiertos por una repulsiva mezcla de hielo, sangre y pus, hasta que, llegado un punto, la piel de los condenados se volvía tan azul como la de los gigantes de hielo, aunque por diferentes motivos... Las ventiscas también se hacían más fuertes, lacerando la carne de los pecadores, abriendo heridas de sangre y carne cruda, quebrando el cuerpo hasta dejar los órganos internos expuestos al mismo sino, tornando su transitar en un suplicio adicional al que ya experimentaban.
Tras lo que pareció una eternidad, alcanzaron el final del Mahāpadma, donde les aguardaba una densa jungla donde las hojas de los árboles estaban conformadas por cuchillas.
- Invoco los siete anillos de Raggadorr -musitó Extraño, y, al instante, unos aros de energía mágica azulada le rodearon. Con un gesto de la mano, los arrojó hacia adelante y los aros salieron despedidos, abriendo un camino entre la peligrosa vegetación como si se tratara de afiladas sierras, revelando ante ellos una especie de templo olvidado-. Kali no está aún en casa -informó a Loki y Dalae el hechicero-. No sé cómo lo ha hecho ese chico, pero parece que ha conseguido proporcionarnos más tiempo. Vamos.
Tras subir finalmente el último tramo de escaleras que les conduciría a su destino, se encontraron en una amplia sala circular, en cuyo centro se encontraba el mago atlante a quien habían ido a buscar, en condiciones deplorables. Bajo sus pies, que no eran más que muñones ennegrecidos, ardía un pozo de fuego, pero no se podía mover porque le habían clavado en el sitio con dos lanzas que atravesaban sus muñecas, impidiéndole cambiar de postura. Varias partes de su cuerpo aparecían calcinadas, y tenía cuchillas en lugar de uñas y marcas en el cuello que indicaban que había sido decapitado. Le faltaba un ojo, y la alimaña responsable se encontraba posada en su brazo, dando buena cuenta de la carne de su hombro.
- Parece que aún no le han resucitado tras la última tortura -comentó el hechicero-. Y sin Kali presente no tenemos modo de lograrlo... ¿Crees que podrías hacerlo tú, Dios del Engaño?
El olor a sangre era penetrante. Metálico. Un líquido espeso y caliente resbalaba sobre sus manos.
- No... temas... -murmuró ella, y no había condena en sus ojos- pues... tú guías mis pasos... Caminaré contigo...
La naúsea trepó por su garganta y Elissa se dobló, conteniendo la arcada. Sus manos temblaban. El cuchillo cayó al suelo con un tañido ominoso.
¿Qué estoy haciendo?
No se atrevió a mirar las manos que sentía húmedas. La mitad de su ser quiso restregarlas contra el suelo candente hasta que estuvieran limpias; la otra mitad, aquella parte animal que sólo quería sobrevivir, las envolvió con su falda y se centró en recuperar la respiración y controlar el vómito. Se estaba volviendo loca.
Frente a ella, la mujer de cabellos de fuego la miraba, con el gesto anegado por la comprensión. Elissa sintió un escalofrío al ver la sangre que aún se deslizaba de las comisuras de sus labios. Y, sin embargo, el resto de su cuerpo no mostraba herida alguna, como si...
Quiso hablar, pero algo la frenó. El silencio.
Las rodeaba el más completo y absoluto silencio.
Los condenados habían interrumpido su siniestro baile. Y las miraban; centenares de ojos que reflejaban el fuego. Tras ellos se erguían sombras inmensas dispuestas a devorarlos. Seres que se alimentaban no sólo de los condenados, sino también de un miedo primigenio, tan profundo, tan arraigado en su pecho... A Elissa se le antojaron casi familiares, sin que eso supusiera ningún alivio.
El olor... el ruido... ruido de dientes que masticaban, huesos que se quebraban. La psicóloga sintió que su estómago se daba la vuelta y tuvo que apartarse para vomitar. Ya no había forma de contener el horror dentro de su cuerpo.
Vendrán a por nosotras.
- Elissa... -oyó la voz del hombre a quien su corazón seguía aferrado, incluso allí, en el infierno-. Elissa... ven conmigo. Yo te protegeré...
Se volvió a mirarlo, y cada fibra de su ser le gritó que corriera hacia él. Que lo rodeara con sus brazos.
Como si pudiera, después de lo que había sucedido entre ellos.
Tal vez hubiera alguna esperanza en aquella última conversación... en Arkham...
Drago... ¿Dónde has estado? No sé nada de ti desde...
Cerró los ojos con fuerza. Su mente sabía que él no podía, no debía estar allí. Un espejismo... No podía ser otra cosa. Un espejismo conjurado por aquel lugar horrible, o tal vez por su propia mente, que trataba de aferrarse a alguna esperanza, a alguna seguridad.
Porque no soportaba aquel lugar. Y cada segundo que pasaba en él...
Volvió a abrir los ojos, con el corazón martilleándole en los oídos, intentando ver más allá de Drago... a los condenados. El terror la inmovilizaba contra el suelo. Su cuerpo quería huir, pero su mente estaba atrapada, intentando aprehender el significado de cuanto veía. El castigo sin final y sin sentido. Lo absurdo de la idea. Lo familiar del concepto. Como una historia leída una, dos, cien, mil veces; a la que sólo la repetición da sentido.
Y parecía que los griegos, los cristianos y los hindúes... Todos se contaban la misma historia. La historia de un lugar donde irás si rompes los preceptos. Un lugar donde te torturarán por toda la eternidad...
La comprensión la asaltó de súbito, como si la hubieran agarrado de los hombros y la hubieran zarandeado. El Infierno tenía muchos nombres. El Infierno no era un lugar. Era una miríada de lugares. Era un concepto, arraigado en la mente de los hombres, tan antiguo que se perdía en la noche de los tiempos. Naraka, el Tártaro, el Infierno cristiano. Lugares de castigo eterno cuyos dedos arañaban los márgenes de la existencia... advirtiendo a los mortales de qué ocurriría si no vivían según La Ley.
Como los Dioses, como el Cielo: el Infierno era un sueño compartido por toda la Humanidad.
Estaba allí... en aquella tierra que no era otra cosa que un fragmento de la psique compartida. Lo mismo que Jung había llamado inconsciente colectivo.
En otras palabras, Elissa y la mujer de cabellos pelirrojos estaban caminando... por la mente del mundo.
Y ella nunca había caminado por las mentes con la forma que vestía ahora.
Se estaba imaginando a sí misma como Elissa todo el tiempo. Y, haciéndolo, se estaba aprisionando a sí misma en aquel cuerpo débil, en aquella mente frágil. Encorsetada en carne, enjaulada en miedo.
Estaba permitiendo que las emociones humanas, el terror humano... la envolvieran como una mortaja.
Como en respuesta a aquella imagen, una capa de seda azul empezó a tejerse alrededor de Elissa, cerrándose sobre ella como una crisálida inexorable. Envolvió su cuerpo en oleadas, de abajo arriba. La griega trató de gritar, boqueó antes de que el tejido ascendiera y le cubriera los labios y las fosas nasales, privándola de movimiento, de voz, de aire…
Obligándola a morir, y renacer.
La crisálida flotó en el vacío, palpitando débilmente.
Y, al fin, la seda se desenrolló, dejándola caer.
La joven que se levantó del suelo vestía una túnica con capucha, del mismo azul egeo que la pupa que la había envuelto. Los pliegues de la tela se expandieron tras ella, asemejándose por un instante a las alas abiertas de una mariposa. Los ojos, vacíos de iris y pupila, adquirieron un brillo cerúleo tan pronto se abrieron.
Y, para aquellos ojos que ya no eran humanos, el Infierno resultó muchísimo más sencillo de comprender.
Arión. Habían venido a por Arión.
—Tenemos que irnos —dijo a su compañera y a Ghy; y su voz sonó lejana, como filtrada por su nueva forma— Si nos quedamos aquí, ellos nos verán...
Pero incluso mientras lo decía, aquellos ojos vacíos volvieron al lugar donde había estado la visión de él... anhelando verlo una vez más.
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Creación y destrucción. Eran los dos pilares que sostenían los principios del Ragnarok, el ciclo eterno de muerte y reencarnación del que tanto temían los Asgardianos. Loki conocía bien las leyendas, puesto que todas las profecías hablaban del mal que traería consigo en cada una de sus reencarnaciones. El bucle infinito entre la vida y la muerte.
En cambio, la paciencia de Loki si que era finita. Y Strange parecía estar dispuesta a agotarla rápidamente tirando de aquel hilo invisible que iba revelando poco a poco el rostro bajo una máscara rota y enmarañada. Nadie sabía de su pecado más que él mismo, pero el resto del mundo se empeñaba en sentarle en el trono de un rey destronado. Ikol era tan sólo una mera copia de lo que una vez fue… en otra vida. Pero nadie lo sabía. Pero la única que fue testigo de su crimen fue la urraca que susurra.
— Veo que el humor sigue sin ser lo tuyo… — protestó el dios de las mentiras con ironía, mientras se agarraba con fuerza de los brazos, intentando avanzar con la ventisca en su contra por el camino del valle helado. Por un instante, se preguntó por qué demonios había decidido aliarse con aquel egocéntrico y soberbio mago de tres al cuarto. Le hubiera encantado arrancarle esa cara insípida de un hechizo, o quizás convertirlo en rana hasta que sus ancas se congelaran como pequeños cubitos. Pero tenían una misión que cumplir y les quedaba muy poco tiempo. Quizás las bromas se las podría gastar a la vuelta…
Dalae seguía a los dos hombres en silencio, exhalando un cálido vapor que brotaba de sus labios cada vez que observaba a uno de esos pobres pecadores sepultados en la nieve. Desvió la mirada de los que estaban rotos y partidos en pedazos, rezando por que Arión no hubiese sufrido un destino similar.
El clima helado formaba parte de su vida desde hacía tantos años que ya ni recordaba, y quería creer que era incluso inmune al pedazo de hielo que empezaba a anidar en su corazón. Aún así, sus propios nervios la traicionaron, y sus hombros se sacudían de vez en cuando ante la inquietud de aquel extraño e inhóspito lugar.
Loki no se despegó de su aprendiz y conjuró una pequeña bola de fuego que brindó algo de consuelo. Luz para iluminar los resquicios de la oscuridad del infierno y calor para soportar mejor el clima extremo de Naraka. Al ver aquel dulce gesto, la muchacha lo agradeció con una caída de ojos, pero no dijo ni una sola palabra.
Al llegar a la linde del páramo, Extraño abrió unos portales que revelaron un atajo que les llevaría directos al templo maldito, evitando así la mortífera y afilada Selva de Kali. Loki sonrió aliviado, tras escuchar que el mago de pacotilla y el cantante del bar de Morgan se las habían ingeniado para distraer con éxito a la diosa. Pero cuando llegaron a los pies del tiempo, su sonrisa se esfumó tras ver al Atlante colgado como un mártir en mitad de la sala de tortura.
De pronto, se escuchó el tintineo de un carámbano de hielo salir despedido rápidamente en dirección a la criatura carroñera que devoraba la carne del hombro de Arión. La bestia lanzó un graznido y salió volando en otra dirección, bien lejos de su presa. Loki pudo ver por un instante, la rabia y el odio marcados en los ojos de su aprendiz.
— Parece que aún no le han resucitado tras la última tortura —comentó el hechicero—. Y sin Kali presente no tenemos modo de lograrlo... ¿Crees que podrías hacerlo tú, Dios del Engaño?
¿Era eso? ¿Arión estaba realmente muerto? Después de analizar la gravedad de sus heridas sería un necio si no lo creyera así. ¿Pero resucitarlo? Eso no formaba parte de su plan.
Antaño había sido capaz de recorrer el espacio y el tiempo a su antojo, de reescribir la historia a su voluntad. Pero ahora… Ni siquiera estaba seguro de tener semejante poder. El teseracto se lo había llevado todo con él…
— Dime… dime que puedes arreglarlo.—suplicó de pronto Dalae, con un temblor en la voz que hasta ahora no había demostrado.— Dime que puedes hacer algo…
— Yo… — el príncipe de las mentiras dio un paso atrás, abrumado por la responsabilidad que estaba cayendo de pronto sobre sus hombros. Necesitaba pensar en algo, necesitaba un plan...
— Loki… tienes que salvarlo. — dijo esta vez, algo más seria — Por favor… tenemos que hacer algo. A lo mejor si le doy parte de mi vitalidad, Hela podría…
— ¡Ni hablar!— le cortó antes de que terminara su frase. Y con furia en su mirada, se acercó con paso firme y decisivo a dónde estaba el cuerpo de Arión suspendido. Estaba furioso y dolido de ver como su aprendiz sacrificaba tan fácilmente parte de su vida por intentar salvar a aquel hombre. No podía permitir que ella saliera dañada de aquella misión, ya había sufrido bastante. De pronto, buscando algo en el interior de su gabardina, sus dedos rozaron la piedra roja que le robó a Arión meses atrás, y tuvo una idea...
—Primero hay que liberarlo.— Loki alzó el vuelo mientras hacía brotar de una de sus manos un alargado filo envuelto en rayos tan negros como el ébano. Se colocó detrás de Arión y lo agarró desde el abdomen, apretando su cuerpo contra el suyo para que no perdiera el equilibrio cuando cortara una de las lanzas con su hechizo de energía negativa— Ayudadme a sacarlo de aquí…
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[OOC: Post narrado con Elissa Stavridis. Todo lo que sucede tiene la autorización del usuario.]
Invertir cada fibra de su ser en comprender las motivaciones de la criatura a punto de fragmentarse que ahora se encontraba frente a sí le habría resultado imposible en el estado en que se encontraba…
La sangre no era sino el síntoma de lo que un instante de disociación había causado en la Dama Nívea. El cuchillo, mero objeto inanimado, era incapaz de penetrar en su carne causando daño alguno, pero eran las intenciones tras esos actos las que en verdad amenazaban su capacidad para proporcionar consuelo…
La pardina niebla retorcida que se ceñía sobre la sensibilidad de Rompecabezas Quebrado…
Lo que la había arrastrado hacia un arrebato que jamás le había pertenecido…
Sólo ese conocimiento sobre el impulso ajeno había impedido que la Mujer sin Sombra fuese expulsada de inmediato, como en otro tiempo lo fuera por aquel que ahora necesitaba socorro…
Se percibió a través del cristal, tan ajena como su acompañante, sabiendo que la Narina no se estaba desprendiendo por una razón superior que, en su aún virginal comprensión, sólo podía justificarse con la innegable obligación de proporcionarle protección…
Fué por segunda vez entonces consciente del terrorífico concepto que hasta entonces sólo había llegado a atisbar de una forma metafísica y abstracta en una ocasión…
La certeza de su propia destrucción…
Su piel se erizó bajo el cristal como se crispan las olas del mar bajo la influencia de un viento incontrolado, desconocedora del sentimiento propio, y no ajeno, que se removía en su interior…
Culpable de no poder hacer cuanto era necesario para proteger a Rompecabezas Quebrado…
… Miserable de su propia fragilidad…
Ante sus ojos de grana, ocurrió un milagro…
Los sueños se condensaron en un denso y liviano ectoplasma de seda azulada, sólo capaz de rivalizar con los tonos escondidos en el océano lejos de los ávidos ojos para los que estaban prohibidos. En aquel cascarón de tela estaban prendidos cada uno de los secretos y misterios…
El material sacro se abrazó sobre su cuerpo, llenándo a la Dama Nívea de reverencial asombro…
“Pulsar… ¿Acaso hay seres… que tienen su propia narina?...”
De aquel cascarón se desprendió una nueva criatura…
Su eco, modificado y cambiante, reverberó en el interior de su tórax expandiéndose como un hormigueo, antes de deslizarse entre sus labios con el sentido suspiro de un último aliento..
Psique…
La bienhallada… nueva sanadora de los espacios reservados sólo a aquellos sabios capaces de encontrar la luz bajo las pesadas vivencias del resto…
“...Alma…trashumante…”
Allá donde ella fuera, habría de seguirla…
[----]
Se filtraron entre las grietas, ocultas bajo los recodos. No podían permanecer a la vista. Así lo había expresado. No debían exponerse a las crueldades del infierno hasta que hallaran el modo de encontrar al Sabio Damnificado…
Había confiado en presentirlo… llegado el momento. Mas la Narina impedía el natural sentir con que estaba dotada en el instante en que su cuerpo se abría paso a través de la gema roja… atenuaba sus sentidos, e impedía el florecer de esa sensibilidad que en otros momentos no producía más que un asfixiante penar… y que ahora con creciente intensidad echaba en falta…
No puedo… encontrarlo…. - tinte de pesar destilado embebió cada una de sus palabras… - confiaba… poder hacerlo… como antes lo he hecho… con quienes padecen… - la suave pluma de un pestañeo descendió sobre sus orbes rojizos… - Lo siento en mis entrañas… pero no puedo verlo…
–Quizá sea porque hay demasiado dolor a nuestro alrededor… –musitó Psique, y sus ojos recorrieron el yermo que las rodeaba. A su alrededor, los gritos de torturadores y torturados se enlazaban, dando forma a una extraña y discordante melodía. Sonaba tan alto que no podía sino interferir con la brújula por la que la doncella pelirroja parecía guiarse.
Ella había dicho que sentía la conexión con Arión en sus entrañas. Un hilo que los unía, aún en la distancia. Tal vez… ¿el atlante hubiera dejado algún tipo de impronta en su alma?
–Si existe algún tipo de vínculo entre Arión y tú –dijo Psique– yo puedo tratar de encontrarlo. Sería como… separar los hilos enredados de una madeja. Y utilizar el hilo para hallar el… camino correcto.
No era la primera vez que un ovillo ayudaba a Psique a encontrar el camino.
Pero… ¿podían siquiera intentar eso? Aquella joven no parecía ser humana. ¿Tendría una… mente por la que caminar? ¿Una en la que Psique pudiera influir? ¿Cómo evitaría perderse una vez en su interior? Claro. La madeja.
–Y, si existe algún vínculo entre nosotras dos –la griega retomó la conversación justo donde la había dejado– podría acceder a tu inconsciente a través de él. Podría incluso… llevarte conmigo– ofreció.
-Te siento… Alma trashumante… - su voz se distorsionó alcanzando tonos sólo reservados para la fantasía…- Allá donde vayas… llévame…
Asintiendo, Psique tendió la mano, ofreciéndosela. Era la primera baldosa en el camino que las conduciría al interior de su mente. Con liviana delicadeza, su mano de piedra roja se posó sobre la ofrecida por Psique…
Cuando su compañera la tomó, a la griega la sorprendió ser capaz de tocarla, en lugar de atravesarla como si fuera un fantasma. A veces, la joven pelirroja le parecía ingrávida, intangible.
–Ασε με να μπω –pidió.
Y el aliento que daba vida a sus palabras pareció brotar de sus labios para tomar forma; una llave antigua, muy similar al broche que sostenía la túnica sobre su hombro. En lugar de estar hecha de metal, parecía fabricada con las mismas letras que la hechicera había pronunciado.
La cerradura apareció delante de ellas, flotando por encima de sus manos entrelazadas.
Cuando tuvo el permiso de su compañera, Psique abrió la puerta. Y, sin soltar la mano de la joven pelirroja, atravesó el umbral que las conduciría hacia el interior.
Y mientras sus almas cruzaban, sus cuerpos en el Naraka se recubrieron lentamente de cristal.
[---]
Psique creyó, primero, que se encontraba ante una pared de cristal rojizo. Pero, al rozar el muro con las manos, la hechicera se dio cuenta de que estaba equivocada.
Aquel lugar se asemejaba mucho más a la imagen congelada de un día de lluvia.
Lo que se alineaba frente a ella eran… cortinas superpuestas, todas ellas formadas por largos hilos cristalinos, translúcidos. Parecían colgar del cielo, y sus leves movimientos despertaban reflejos en ellos; gotas de luz que resbalaban por toda su longitud hasta que un nuevo movimiento hacía que destellaran y desaparecieran.
Reparó entonces que algunos hilos parecían estar… cortándose, partíendose; sólo para volver a descolgarse del techo invisible, como si nada hubiera ocurrido en realidad. Pasaba tan deprisa, de una forma tan continuada, que Psique no se había dado cuenta al entrar. Los miró un instante, hipnotizada y confusa, hasta que el significado de lo que veía flotó hasta ella.
–Las almas de Naraka –musitó. Los condenados, que morían y revivían continuamente.
Pero aquellos no eran todos los hilos. Había más. Muchos más. Los tapices se extendían más allá de lo que sus ojos podían limitar o definir. Aquella joven parecía estar conectada con… todo. Absolutamente todo cuanto vivía.
¿Era así como “percibía” a la gente? ¿Era así como había encontrado a Elissa, cuando ni ella misma sabía dónde estaba?
Psique se miró la mano. La llave con la que había entrado a aquel lugar tenía un cordón atado a la medalla; un hilo azul translúcido. Claro… ésa era ella. Así era como habían podido entrar. Ahora, tenía que encontrar el hilo que correspondía a Arión.
Imaginó que, siendo una persona a la que conocían ambas, era probable que su cordón no estuviera demasiado lejos. Psique soltó la llave y, levantando la mano derecha, dibujó en el aire las letras que componían el nombre del mago atlante.
Αρίων
La palabra flotó un momento frente a ellas, y después se desvaneció, como si el viento la hubiera arrastrado.
Y un hilo cerca de ellas empezó a relucir.
Ahí estaba… El camino que habían venido a buscar.
[---]
Psique seguía el hilo de Arión con los dedos, como había hecho Teseo para llegar a la salida del Laberinto. Se movía, sin saberlo, a través de la Narina.
Era… una extraña forma de ver el mundo. Todo estaba muy lejos, y a la vez muy cerca, como si sus ojos no terminaran de apreciar correctamente la distancia. La joven pelirroja caminaba a su lado. Psique no la veía, pero la sentía junto a ella.
Atravesaron varias cortinas hechas con los hilos que se cortaban y se alargaban en el lento recital del Naraka. A veces podía verlos a través del cristal; a las personas que sufrían al otro lado. Cuando había muchos de ellos, las paredes de vidrio parecían agrietarse.
El mundo aterrador, fuera del cristal…
Era el sufrimiento de los condenados, unos completos desconocidos… lo que provocaba aquel impacto en la mente de su compañera.
Transitaron el laberinto de cristal en silencio, a ratos con el hilo de Arión entre las manos, a ratos caminando sobre él, como si de una cuerda floja se tratara. No había nadie para verlas; nadie que se preguntara cómo un cordón tan fino podía sostener su peso. Como si fuera el cable de una telaraña. Psique se preguntó si aquella telaraña tendría un centro.
El hilo parecía pulsar ahora, alimentado por un dolor silencioso.
Estaban cerca del atlante.
[----]
Las grietas sobre el cristal rojo se reflejaban en su níveo cuerpo con la danza al calor de una flama titilante… Albar coloso brillante y espectral apresado bajo la seguridad de la Narina, donde los límites de su ser eran desconocidos…
Incuantificables en mesuras que pudieran aplicarse bajo el espectro de la comprensión humana… Donde moraba su esencia… Energía inagotable…
Pues como en el propio Naraka, su existencia consistía en constante resurrección… Un instante antes de encontrar el límite del hilo que hasta el Sabio Damnificado les había guiado, insertado sobre un punto de quiebre cuyas grietas se acentuaban a medida que sus dos silentes figuras se aproximaban, Psique desvió su rostro hacia la Mujer Sin Sombra…
Y vió la alejada verdad que escondía bajo su piel inmaculada…
Atrapada en un instante… Colapsa, se quiebra, se extingue… renace.
Presa de un bucle infinito tan veloz que apenas si es capaz de comprenderlo en toda su magnitud… Ante sus ojos contempla, convertida en supernova, el fin y principio del universo que le hizo tomar forma…
No le duele… ¿Cómo podría?...
Demasiado ocupada en el pesar de los demás para que el suyo, de tenerlo, cobre importancia alguna…
“...Cenizas a las cenizas…”
Anhelo hasta ahora insatisfecho, generando la más básica de las carencias…
Se graba en el interior de su conciencia dormida el espejismo vital…
“... Polvo al polvo…”
Su nombre vibra…El cristal se quiebra…
“OmegaDust”
…Polvo de estrellas…
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Mensajes : 349 Fecha de inscripción : 10/03/2014 Localización : En el último Universo Empleo /Ocio : Cronista Humor : Y, al final, todas las realidades son una...
Loki no llegó a terminar su petición. Rayos de energía mágica brotaron de repente en torno suyo y se produjo un gran estallido de luz que pareció envolverlo todo y le obligó a cubrirse los ojos para protegerse, sólo que medio segundo demasiado tarde.
- ¡No! ¿Qué estás...? -exclamó Dalae, tratando de arrojarse hacia delante, pero un cerco de lanzas de energía candente brotaron del suelo a su alrededor, dejándola atrapada.
Miró al hechicero con incredulidad y sus ojos se abrieron desorbitadamente, pues en aquellos momentos el mago ya ni siquiera se preocupaba por enmascarar su apariencia real, y el hombre que tenía delante de ella era... Arión. O, al menos, tenía su mismo aspecto, sólo que mucho más siniestro. Tenía una barba recortada y una malignidad en la mirada que jamás había visto antes en aquellos hermosos ojos verdes. Llevaba uno de los atuendos arcaicos que gustaba vestir el archimago, compuesto por pantalones y chaleco gris, botas doradas hasta la mitad del muslo y una vistosa capa carmesí con bordados en oro, sólo que la gema de sangre que solía llevar al pecho era ahora de un apagado color esmeralda. El pelo, largo y despeinado, le caía sobre la frente sin orden ni concierto, otorgándole una apariencia aún más desquiciada.
Dalae tuvo que mirar al cuerpo destrozado que aún yacía empalado en las lanzas para cerciorarse de que el mago que les estaba atacando y que se había hecho pasar por el Doctor Extraño se trataba, en efecto, de otra persona.
- Tú no eres Arión -musitó, alejándose lo más posible de los candentes barrotes de su jaula-. ¿Quién eres? -preguntó en tono cortante.
- Soy la última persona que verás en el curso de tu vida.
El mago con la apariencia de Arión dio un paso atrás y gesticuló rápidamente en dirección a Loki, que aún se estaba recuperando del fogonazo de luz. Repentinamente, poderosos vientos salidos de la nada empujaron al asgardiano violentamente hacia atrás, paso a paso, metro a metro, hacia los árboles de hojas de cuchillas que rodeaban el Templo, arrastrándole con la intención de convertirle en pulpa sanguinolenta.
Mientras Loki se debatía contra los implacables vientos, el mago avanzó hacia Dalae, observándola con expresión burlona desde el otro lado de su prisión.
- ¿Sabes? Cuando noté tus evidentes sentimientos por ése trozo de carne pensé que quizás podría aprovecharme, utilizarte para concebir el receptáculo perfecto utilizando ese cuerpo que tanto pareces ansiar, pero por desgracia no me sirves de nada. No hay ni una onza de orden o caos en tu ser. Habría esperado bastante más de la discípula del gran Loki. No sé qué pudo ver en ti, la verdad -afirmó con desdén mientras las lanzas candentes comenzaban a cerrarse más y más en torno a la asgardiana, haciéndole sentir el calor más intensamente en su piel-. Paradójicamente me habría servido mejor tu maestro... Según tengo entendido, puede transformarse en un organismo femenino plenamente funcional... Lamentablemente, en el estado en el que me encuentro no puedo arriesgarme a obligarle a nada... Es demasiado peligroso. Tendré que contentarme con una solución temporal hasta que encuentre algo más... definitivo...
Empezaba a divagar, hablando más para sí mismo que para la asgardiana, que pudo notar que, efectivamente, se le veía fatigado, aunque su voz continuaba siendo amenazante, y no había perdido ni un ápice de su energía. Por su parte, los esfuerzos de Loki por resistirse a los vientos apenas estaban dando fruto, y estaba siendo arrastrado como una hoja seca de manera inexorable contra las afiladas hojas de los árboles. Para su desgracia, aquello era algo más que simples vientos, y no se limitaban a empujar su cuerpo, sino que revolvían también sus pensamientos, haciendo que resultara más difícil pensar y contraconjurar...
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La traición llegó cuando Loki cortó la primera lanza que mantenía el cuerpo de Arión suspendido en el aire. Distraído con su propia misión, no se dio cuenta de los rayos de energía mágica que brotaron a su alrededor hasta que ya fue demasiado tarde.
Strange les había traicionado.
—¿Quién diablos eres?— gimió el hechicero asgardiano, soportando a duras penas la magia de su contrincante.
Dalae había quedado atrapada en el interior de un círculo de lanzas ardientes que empezaron a debilitar sus poderes, dejándola fuera del combate temporalmente. Quizás no podría ayudar a su maestro usando sus carámbanos de hielo, pero aún le quedaba un as en la manga.
— Tu no eres Arión… ¿Quién eres?— preguntó, fría e imperturbable como el hielo.
Estaba claro que no se trataba ni del insípido de Strange ni del buenazo de Arión… pero ¿entonces? ¿Quién era aquel falso Arión que había sido capaz de engañar al mismísimo dios del engaño?
— Soy la última persona que verás en el curso de tu vida.
Loki apenas tuvo tiempo para recuperarse del fogonazo de Luz, cuando su cuerpo fue enviado volando en dirección a los afilados árboles del Naraka. El hechicero aún estaba debilitado por la guerra de Asgard contra los demonios de Karnilla, por lo que se debatió con todas sus fuerzas para impedir que aquel viento le arrastrara consigo a una muerte segura. ¿Pero por qué le costaba tanto conjurar? ¿Acaso aquel viento tenía algún truco más que desconocía?
—¡No te burles de mí! — el rostro de Dalae se contrajo de dolor ante la exposición de sus sentimientos. Sus ojos regresaron junto a Loki, sintiendo la angustia crecer en su pecho. Él era su maestro después de todo, sabría apañárselas. Loki era el dios del caos, el hombre que traería consigo las profecías del Ragnarok. El asgardiano que había evitado la muerte incontables veces… —Eres repugnante…— Dalae escupió sus palabras mientras mantenía la mirada de su enemigo, feroz como un animal enjaulado que no dudaría en saltar a la yugular en cuanto fuera liberado.
La conversación se detuvo cuando un grito ensordecedor rompió la tensión de la escena. Las hojas en forma de cuchillas penetraron lenta y dolorosamente el cuerpo del Asgardiano, traspasando carne, tendón y huesos de su espalda, brazos y piernas, obligándole a gemir en un dolor que perturbaría a cualquiera que le escuchara.
—¡NOOOOO!— gritó desesperada. Los ojos de Dalae se abrieron de par al ver el cuerpo empalado de su maestro retorcerse en aquel alambre de espinas. La rabia invadió cada uno de los poros de su cuerpo y sus manos aferraron con fuerza su bastón, liberando una fuerte energía mágica. De pronto, un enorme lobo blanco salió del báculo, con unos feroces ojos del color de la sangre que bebían de la misma muerte. Raden se abalanzó en menos de un segundo sobre el falso Arión, dispuesto a arrancarle la cabeza con su poderosa mandíbula y sus afilados colmillos.
Las lágrimas de la aprendiz, resbalaron furiosas por su rostro blanco e inmaculado, esperando el momento más oportuno para deshacerse de las lanzas candentes que la rodeaban, cuando de pronto…unos rayos de energía negativa impactaron en la espalda del falso Arión en el momento de la confusión. Dalae buscó con su mirada al Loki que debía seguir empalado, para encontrarse con que su cuerpo había desaparecido sin dejar rastro…
— No pensarás que sería tan fácil acabar conmigo… ¿verdad? Como sabrás... tengo bastante experiencia con las traiciones… — El dios del caos apareció en la otra punta del templo maldito. Aparentemente, lucía su gabardina de un verde impecable sin ningún rastro de sangre. Loki esbozó una sonrisa socarrona mientras alzaba entre sus dedos lo que parecía una piedra de color naranja.— El dios del engaño nunca se fía de nadie…
La gema empezó a brillar, emanando una luz de un color puramente verdoso, que invadió el cuerpo de Loki, sacudiendo su gabardina y sus cabellos como si un fuerte vendaval hubiese inundado el templo, apagando a su paso las lanzas ardientes que mantenían prisionera a su aprendiz como si fueran meras velas.
— Loki… —susurró con alivio la hechicera de hielo, observando la escena con cautela.
La silueta de un reloj que marcaba las horas con números romanos apareció en el pecho del falso Arión. El minutero corría imparable hasta que lentamente, las agujas se detuvieron por completo, deteniendo así el tiempo de su cuerpo y de su mente.
—¿Qué harás ahora si no eres capaz ni de pensar ni de moverte?
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Ahri'ahn DC Universe
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El mago se echó a reír al ver el desprecio inicial y la desesperación posterior de la mujer cuando las plantas del Naraka atravesaron el cuerpo de su maestro.
- No te preocupes, cariño, me lo he pensado mejor. Quizá no te mate. Quizá te permita ayudarme a cargar el cuerpo de Arión y te encierre junto a él para que le des consuelo cuando le utilice para engendrar el hijo del destino. Después de todo, ése es el trabajo de las mujeres, ¿no? Y tú no supones la más mínima amenaza para... ¡Ah!
Como surgida de la nada, una enorme criatura, blanca y velluda, apareció ante él. Su cuerpo estaba cubierto de un tupido pelaje blanco, y antes de que pudiera moverse, lanzó un zarpazo contra él, arrojándole al suelo. Se irguió sobre él, rugiéndole al viento, y rayos de energía mágica brotaron de inmediato en torno suyo.
- No tengo tiempo para éstas menudencias -dijo justo antes de que relámpagos azules brotaran en la dirección de Raden, envolviéndolo en una especie de cápsula mágica que, cuando se disipó, reveló un reloj de arena gigante en cuyo interior se debatía el otrora gigante animal... convertido en un inofensivo gatito blanco que no tardaría en perecer en cuanto la arena completara su ciclo-. Kali llegará de un momento a otro...
De repente, un fuerte golpe impactó en su espalda y salió propulsado hacia adelante como si hubiese sido atropellado. Escuchó las burlonas palabras de Loki mientras se reponía, y trató de incorporarse, hasta que la nueva argucia se lo impidió.
- Bueno... supongo que aún puedo hablar... Y, si no me equivoco, eres la clase de Dios que disfruta de escuchar una buena proposición -contestó con una astuta sonrisa, sin perder la calma-. Voy a... rectificar mi manera de enfocar ésto, dadas las circunstancias... Mi nombre es Mordru, y, al igual que tú, soy un uno de los Señores del Caos. Mi existencia no tiene principio ni fin; soy eterno, y ya estaba aquí antes de que éste universo fuera creado. Antes de la chispa que tu gente llama Big Bang. Y continuaré existiendo después de que el universo y el tiempo terminen, así que, hagas lo que hagas, no podrás destruirme. Sin embargo, ésto mismo constituye un arma de doble filo, ya que realmente no existo como una entidad corpórea; soy energía sintiente, pero sin forma ni masa. Y la magia necesita masa para estar enfocada. Necesita un corazón. Necesita un alma. Así que busco un alma digna de ser robada. Y ahí es donde entras tú, mi querido amigo... Porque no puedo arraigar en cualquier cuerpo; ha de ser uno habituado a las tensiones de la magia, como el que ahora ocupo, y que le robé a Arión antes de la Colisión. Pero ni siquiera alguien tan poderoso como el Señor de la Atlántida sería capaz de contenerme a largo plazo. Sin embargo, un niño nacido de la unión entre el caos y el orden se convertiría, de facto, en el hechicero más poderoso de todo el universo. Y ése cuerpo, sería capaz de albergar mi esencia por toda la eternidad sin degradarse.
>>En condiciones normales habría sido capaz de mantener éste cuerpo hasta conseguir las circunstancias propicias para engendrar ese bebé, pero Arión tuvo una visión mostrándole su propia muerte hace siglos, y lo dejó todo preparado para cuando éso sucediera, dejando instrucciones a sus discípulos para que trajeran al momento presente una versión suya más joven, antes de su asesinato. Ésto ha provocado una inestabilidad en Omega, que tiene que lidiar con la existencia de dos Ariones en simultáneo, y como mi cuerpo es el que está incompleto, al carecer de su alma, las fuerzas que rigen éste universo han concluido que se trata de un error. Como resultado, éste cuerpo se está degradando con mayor rapidez de la esperada. Necesitaría traspasar mi esencia a ése nuevo cuerpo que acabamos de rescatar... mas eso sólo me proporcionaría una solución temporal. La realidad es que necesito ése bebé. Escúchame bien, señor de los tratos... Ahora mismo no tengo el poder para destruirte o romper tus hechizos... pero como ya te he dicho, soy eterno; hagas lo que hagas no podrás acabar conmigo. Lo máximo que podrás conseguir será terminar de destruir éste cuerpo inservible, lo cual no me supondrá más que un molesto obstáculo hasta que encuentre otro recipiente válido en el que arraigar, que podría incluso ser el de tu estimada aprendiz. En cambio, si consiguiera ese bebé, el hijo del destino, alcanzaría el poder de un dios y no habría nada... literalmente nada, que no pudiera hacer o construir para ti y tu pupila. Podría darte cualquier cosa que me pidiérais; El trono de Asgard, la cabeza de tu hermano en una bandeja... Podría hacer que todos los que alguna vez te repudiaron o despreciaron te amen como ahora adoran a su dios del Trueno. Podría devolver la vida a los muertos, hacer realidad cualquier deseo que anide en tu corazón o en el de esa niña que tanto pareces apreciar. Podría hacer que Arion la amase sin reservas, podría hacer que la aceptaran en Asgard, o que su hermana la acogiese para siempre con los brazos abiertos. Y para eso sólo necesitaría que me ayudaras a conseguir ese niño, Loki. El señor del Orden ya lo tenemos... Sólo nos haría falta una señora del Caos para concebir la progenie perfecta... Si tanto aprecias a ése hombre podrías hacerlo tú mismo cambiando de forma, ya que, según tengo entendido, eres capaz de generar una fisionomía femenina perfectamente funcional, y con ése maravilloso juguete tuyo podríamos adelantar los nueve meses de embarazo en unos segundos... Pero, si prefieres no rebajarte, podríamos negociar con Tala. Según creo recordar, albergaba un cierto encaprichamiento hacia el hechicero atlante, que la rechazó en más de una ocasión, así que creo que estaría más que encantada de cooperar... Y, una vez yo tuviera lo que ansío, ya no os volvería a molestar y no tendría la necesidad de poseer su cuerpo, con lo que os lo podríais quedar, si tanto lo deseáis, y todos saldríamos ganando. Te aconsejo que medites bien mi oferta, Loki, pues en mi mano puede estar la llave para conseguir lo que tanto anheláis, tanto tú como tu pupila. ¿Qué me dices? Será mejor que decidáis rápido, pues Kali no tardará en regresar.
—Los tipos como tu son mi manjar favorito…— rugió el orgulloso e imponente lobo blanco, que rápidamente volvió a arremeter contra el falso Arión, clavando sus afilados colmillos en la pantorrilla del Atlante.
Retrocedió con gracilidad al primer signo de amenaza, esquivando los hechizos de su contrincante hasta colocarse frente a su dueña, quién rápidamente se agarró a su pelaje y se impulsó para colocarse encima de él de un solo salto. A lomos de su lobo, Dalae voló por encima de las cabezas de los dos magos, que se habían enfrascado en una danza de conjuros y maldiciones, y esperó, pacientemente…al mejor momento para atacar…
Pero antes de que Mordu cayera preso de la gema del tiempo, consiguió alcanzar al lobo con un hechizo, y convirtió a Raden en un inofensivo gatito blanco. Dalae cayó de su montura, levitando en el último momento para evitar un duro golpe contra el suelo, y se lanzó a socorrer al antiguo Jotun, que yacía en el interior de lo que parecía ser un reloj de arena.
— Tus trucos baratos no te servirán de nada frente a la gema del tiempo…— gruñó el hijo de Odín, molesto por haber permitido que hechizaran a Raden bajo su guardia. Ahora no podía encargarse de revertir el hechizo, primero tenía que deshacerse de la amenaza que suponía aquel loco y después ya pensaría en cómo ayudar a su pupila. — ¿Mordu, dices? Jamás había escuchado ese nombre… seguro que no eres para tanto...
Sonrío, burlón. Herir el orgullo del enemigo era su parte favorita en una pelea. Pero aquella sonrisa socarrona enmascaraba en realidad una preocupación. Loki se preguntaba cómo era posible... que aquel ser fuera capaz de hablar incluso cuando todo su tiempo debería haberse detenido. ¿Acaso Mordu era un dios entre dioses?
El príncipe embaucador dejó que su enemigo hablara, quizás el otro dios del caos cometiera algún fallo entre tanta verborrea. O quizás le diera una idea de cómo terminar con todo aquello.
— Entiendo… así que eres un error en este universo… —se mofó el asgardiano.— ¿Y por qué no simplemente lo aceptas y desapareces tranquilamente? — preguntó con ironía, haciendo rodar los ojos cansado de escuchar su larga y tediosa palabrería ¿Cómo podía hablar tanto?
Pero cuando Mordu nombró Asgard y al dios del trueno, el corazón de Loki se detuvo en aquel instante. ¿Cómo sabía todo aquello? ¿Es que acaso había entrado en sus cabezas? ¿Leído sus mentes? Conocía sus ambiciones, sus metas y sus sueños… todo... Incluso los de Dalae, que en aquellos momentos, su rostro estaba conteniendo unas lágrimas llenas de ira y frustración. Sin lugar a dudas, Mordu parecía un verdadero dios entre los dioses. Inmortal… Imparable…Invencible...
— Está bien. Supongamos que yo decido ayudarte y concibo ese niño del destino que tanto deseas… ¿Qué me garantiza que mantendrás tu palabra? — preguntó, relajando ligeramente la postura, como si realmente se estuviera tomando en serio aquel acuerdo.— Tu mismo has dicho que te convertirías en el hechicero más poderoso del universo… Y una vez tengas lo que quieres… ¿Qué te impedirá arrasar con nosotros…? Con todo…— “con mi pueblo”, pensó para sus adentros.
Mientras debatían los términos de un posible contrato, la cabeza de Loki trabajaba lo más rápido posible para idear un plan de emergencia. Se le acababa el tiempo, y el reloj que había anclado en el pecho del falso Arión vaciló un instante…
Los ojos del dios de las mentiras se abrieron de par en par al darse cuenta de que el segundero estaba luchando por seguir adelante. No podía creerlo… ¿Qué clase de magia era aquella, capaz de competir con una de las gemas del infinito? Tenía que hacer algo. Y lo tenía que hacer ya.
— Eres un necio, Mordu… ¿De verdad creías que iba a ayudarte después de todo lo que has hecho?
El aura mágica de Loki se acrecentó, liberando toda su energía para después canalizarse en dirección a la gema del tiempo. El reloj dibujado en el pecho del falso Arión empezó a avanzar hacia adelante, pero esta vez, lo hizo a un ritmo frenético.
— El cuerpo de Ahri'Ahn no te pertenece. Pienso degradar tu carcasa hasta convertirla en polvo y cenizas…
Si no podía ponerle punto y final, al menos retrasaría la amenaza todo lo posible hasta que estuvieran preparados para volver a enfrentarse a él. Si es que existía alguien capaz de enfrentarse a Mordu...
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- ¿La gema del tiempo? Impresionante -el hechicero esbozó una sonrisa aviesa desde su posición en el suelo-. No me conoces porque pertenecemos a distintos universos, necio. Yo soy aquél cuya historia no tiene principio ni fin. Nunca he nacido y nunca moriré. Yo en cambio lo sé todo de ti, Loki... Existías también en mi universo, bajo una forma diferente, y como señor del Caos, me preocupé por investigar todo sobre ti cuando Omega acaeció. Matar a los que son como tú resultaría tedioso sin un poco de contexto, ¿sabes? Tan sólo una hormiga más bajo mi zapato.
Loki podía pensar que estaba consiguiendo humillarle de alguna manera, pero cuando se es tan arrogante como el Señor Oscuro y se tiene una confianza tan absoluta en su superioridad, resulta muy difícil hacer mella en alguien. Más bien al contrario, Mordru disfrutaba sabiendo que poseía un as en la manga (literalmente) que el asgardiano no podía llegar a sospechar... Así que se rió cuando le llamó "error".
- Oh, no te das cuenta de la verdadera naturaleza de mi poder, de mi propósito último. Mi destino no es desaparecer. No podría aunque quisiera. Mi destino es el de asolar este mundo para recrearlo a mi imagen. Mi destino es convertirme en Dios.
Loki siguió hablando, dejando claro que tenía bien merecida su fama de astuto. Mordru no había tenido la intención de mantener su palabra en ningún momento, por eso se había permitido hablar tanto, porque su verdadero propósito había sido ganar tiempo para que la gema de hambre de ónice que le había sustraído a Arión cuando le mató absorbiera la magia de la piedra del infinito. En previsión de posibles dificultades dado su debilitado estado, la había activado justo antes de empezar el combate, dado que tenía la facultad de absorber el poder del adversario durante la batalla, y ahora era mucho más fuerte que al inicio, lo suficiente para derrotar al poderoso Loki.
Como no podía ser menos, el asgardiano lo notó, pero para cuando quiso reaccionar, ya era demasiado tarde. Mordru aguardó a que liberara todo su poder, a sabiendas de que éso sólo le haría más fuerte. El reloj de su pecho empezó a avanzar a un ritmo frenético, cada vez más rápido pero sin control, de manera desordenada, caótica, marchando a veces hacia atrás, a veces hacia adelante, hasta que, finalmente, estalló en una amalgama de números y engranajes ilusorios al tiempo que Mordru se ponía majestuosamente en pie.
- No, realmente no lo pensaba. Habría estado bien, no obstante... Hay muy pocas señoras del Caos en éste universo. Ahora tendré que buscar a Tala y obligarla a cooperar, si es que aún sigue viva... No es más que una leve molestia más, pero prefiero tratar con alguien más dócil que tú.
Extendió una mano hacia el Señor de las Mentiras, y un humo verdoso emanó de él en su dirección, transfigurándose en tentáculos y zarpas de horrores indescriptibles de otra dimensión, que se proyectaron para atraparle entre sus zarcillos, atrayéndole hacia el Señor del Caos.
- No puedes darle lecciones de moral a alguien para quien la ética ni siquiera existe, aunque no deja de ser irónico que seas precisamente tú el que lo intente conmigo. ¡Quieta! -exclamó, volviendo su otra mano hacia Dalae, quien había intentado atacarle por la espalda. De inmediato, una cárcel elaborada con barrotes de relampagueante energía eléctrica se alzó a su alrededor, haciéndole daño si los rozaba siquiera-. Verás cómo destruyo a tu maestro y después morirás -Se volvió de nuevo a observar al inmovilizado Loki-. Bueno... He disfrutado del baile, del dueto que hemos cantado en éste infierno, pero, como has podido comprobar, además de hablar, también puedo actuar. Si te preguntas cómo he podido derrotar tu gema del infinito, dale las gracias a tu adorado Arión... El hechizo que he utilizado en tu contra lo creó él mismo. O, más bien, la versión menos inútil que maté yo -añadió, mirando con desprecio el cuerpo inerte del mago atlante, que aún se encontraba empalado-. Y a propósito de la gema... Es hora de darle un buen uso-extendió la mano y el asgardiano notó cómo el poderoso artefacto tiraba de él para obedecer al llamado del Señor del Caos.
[OOC: Post narrado con Elissa Stavridis. Todo lo que sucede tiene la autorización del usuario.]
“OmegaDust”
Psique cerró los ojos, tratando de retener la imagen. Pero el dibujo impreso en su córnea cambiaba a cada instante, con cada parpadeo.
La silueta de la joven era el contorno de un bosque visto desde el cielo; la perspectiva lo cambiaba todo. Y, así como el bosque no era sino el conjunto de árboles, de flores, de matorrales… OmegaDust era una nube de átomos. Era el corazón de una estrella, un Universo que se expandía y se contraía con cada latido de su pulso.
Era… la remanencia de los fuegos artificiales en el cielo; estallido de pólvora, lluvia de luz.
Era todo eso.
En aquel instante compartido por ambas, en el umbral, su forma se grabó en su retina. Su nombre se grabó en su corazón.
Quiso compartir la palabra con ella. Pero el momento se fragmentó, igual que el alma de su compañera, igual que la Narina.
Con el estallido de un géiser de gema roja que se evaporó al contacto mismo con el aire viciado del Naraka, emergieron envueltas en la neblina brillante de miles de estrellas de rojo grana, suspendidas como ascuas hasta extinguirse en el único instante de belleza que ese lugar de tormento llegaría a vislumbrar jamás.
La gema retuvo con la fuerza de aquel impulso natural protector la silueta de la Mujer Sin Sombra, dejando escapar sin embargo la figura íntegra de su compañera…
Los pies de Psique volvieron a hundirse en el suelo árido.
De nuevo en el Infierno…
Y, por vez primera, frente a Arión.
El nombre de su antiguo captor, de su nuevo maestro, escapó de los labios de la hechicera en una voz que era más Elissa que Psique.
El cuerpo del atlante colgaba… ¿Muerto…?
Es tarde. Habéis llegado tarde.
No…
–¡NO! –gritó Psique, y quiso correr hacia él. Pero el restallido cercano de la magia (caliente, peligrosa) la hizo dar un paso atrás.
Y los vio por primera vez, entrelazados en un combate mágico que quebraba la realidad a su alrededor. Una muchacha, un animal, dos hombres. Reconoció al último de ellos; el mago de cabello oscuro y vestiduras esmeralda. El eterno villano. El Dios de los Engaños. Loki.
Enzarzado en un duelo con otro… Al otro no lo reconoció de inmediato, pero vestía un rostro muy parecido al de Arión… sólo que lo deformaba la expresión más cruel que Psique había visto jamás. La Mártir contempló la escena incrédula, ajena por vez primera al sufrimiento constante que solía acompañar a la batalla, mientras los contendientes se lanzaban inacabables envites uno contra el otro.
Paralizada, para su sorpresa, por el terror que la atenazaba incluso bajo el influjo de la tranquilizadora Narina que la cubría.
“Púlsar…” contempló su propio cuerpo, cubierto del rojo reflejo de estrellas… ”No siento… Nada…”
Durante largo tiempo deseó permanecer en el estado en que se encontraba en ese mismo instante, como si se tratara de una bendición. Sólo bajo la Narina podía estar a salvo. Lejos del sufrimiento. Lejos del dolor. Cuando se quebraba suponía el inicio de un tormento… y sin embargo en ese preciso momento…
El desasosiego reptó bajo la cubierta del cristal…
Ahri´ahn perecía… Loki y Mordru luchaban… se herían el uno al otro… pero no podía hacer nada por ninguno de ellos…
Bajo su protección, no podía sentirlos. Desconocía quién la necesitaba más, a quién debía ayudar… o cómo hacerlo.
Presa de un instante de desesperación, su rostro se quebró en una doliente mueca. Comenzó a frotarse las manos con fuerza, tratando de arrebatar la cobertura que dejaría paso a la blancura de una piel frágil, pero llena de un novedoso deseo de prestar su ayuda…
Psyque, por el contrario, obró.
El escenario que la rodeaba carecía de sentido para la griega, y no disponía de tiempo suficiente como para entender quién iba con quién. ¿Eran aliados o enemigos? ¿Cuál era el propósito de su lucha? ¿Cuál de ellos había herido a Arión? ¿Y por qué combatían ahora? ¿Respiraba aún su maestro? ¿Qué pasaría si lo alcanzaba alguno de aquellos hechizos?
Y, por encima de todo… ¿Qué podía hacer ella?
Presa de la indecisión, Psique tendió una mano hacia el cuerpo exánime del atlante.
–Κουκούλι –dijo, y esta vez la palabra aleteó desde sus labios, multiplicada, en forma de un enjambre de frágiles Leptosia nina que salieron de su boca.
Aquel instante de magia detuvo el compulsivo proceder de la Dama Nívea, que siguió con la mirada la hermosa bandada viva que llenó el aire de esperanza, esta vez congelada por un sentimiento de absoluta reverencia…
Las mariposas volaron hacia el cuerpo de Arión, cubriéndolo en un bivaque blanquecino. Cuando se retiraron de él, ya no poseían alas. Como si el tiempo hubiera retrocedido para ellas, eran de nuevo orugas diminutas, de color verde pálido. Se dispersaron por el suelo justo antes de desvanecerse en el aire, crepitante de magia.
El cuerpo del atlante estaba envuelto ahora en el capullo translúcido que los insectos habían tejido para él. Sobre su superficie aún resbalaban, como gotas de lluvia, las sílabas que la hechicera había pronunciado.
Psique se obligó a creer que no era un sudario.
Era una barrera mágica destinada a protegerlo… si es que quedaba algún atisbo de vida en él.
[---]
La aureola desprendió un suave timbre silbante en el mismo instante en que se deshizo de su cobertura iridisada. Cuando atravesó la protectora barrera que la separaba del Naraka, se escuchó el tañido de una diminuta campana de cristal…
Un impulso visceral hizo presa de la Mártir, que comenzó a distanciarse con pasos tan leves de la griega y el atlante, que casi podría aparentar ingravidez en aquel terreno tórrido…
- Mordru…- pronunció su nombre, cuyos sonidos eran como el abrazo de un alambre de espino en la garganta… Su susurro cobró fuerza y se extendió por el Naraka en un eco cada vez más claro…
Y su llamada llegó a oídos del Imparable Desorden…
Sus ojos se encontraron…
Él lo supo de inmediato…
Ella se resignó… Como en el Rojo cuando el Hermano Sangre había amenazado con quebrarla en millones de pedazos…
Sin saber si en esta ocasión la casualidad y la suerte podrían de nuevo obrar el milagro…
_________________ "Ashes to Ashes... Dust to Dust..."
Sanctum Sanctorum. Nueva York (y varias dimensiones más)
Por fin en casa… Su casa destartalada, cambiante, llena de puertas que dirigen cada día a un lugar distinto o a ninguno en absoluto. Pero casa, al fin al cabo. Con todo, en aquella ocasión el caos del interior no era nada comparado con el del exterior. Por mucho que agradeciera la calidez de su insólito hogar, Stephen Strange sabía que no había tiempo para el descanso. No sabía exactamente cuánto había transcurrido desde que fue hecho preso por Mordru y el periplo hasta llegar al Sancta Sanctorum… Bueno, esa es una historia que mejor contar por separado…
La capa de levitación dibujaba lentas ondas en el aire mientras Strange se dirigía con presteza hacia la principal sala de meditación, con un sentido de la orientación sólo posible para quien llevase años viviendo en aquel lugar. Una figura emprendió la marcha en paralelo al Maestro de las Artes Místicas. Strange giró la cabeza y sonrió, permitiendo a la misma acompañarle en su viaje.
- ¿Qué demonios está ocurriendo?- preguntó algo malhumorado Wong, quien tenía la túnica manchada de sangre de prácticamente todos los colores del arcoíris, aunque, afortunadamente, poca era roja.
- Precisamente eso. Demonios- afirmó Strange al tiempo que seguía la marcha.
- Eso ya lo he visto, pero… ¿De qué tipo?
- De todo tipo, amigo mío. Esta noche han salido todos los actores a hacer su cameo final. Aunque de momento lo que más me preocupa es cierto “Señor del Caos” que parece tener un interés especial en… destruir la realidad, hacerse el amo del multiverso, bajar a los dioses de su reino… No lo recuerdo bien. Escoge la que más te guste, siempre es difícil de saber con estos tipos.
- ¿Hay peligro?
- De que el mismo tejido del cosmos se desgaje hasta que esta bola azul a la que llamamos mundo acabe convertida en un gran lago de fuego…
- Vamos. Lo que podríamos llamar un martes.
- Efectivamente- Strange se detuvo frente a una enorme puerta de madera tallada y, tras un leve movimiento con las manos, una miríada de glifos incandescentes tomaron forma para, después, abrirse- Voy a intentar buscar a esa cosa con el Orbe de Agamotto, pero puede que me lleve un tiempo. No estoy, precisamente, en mi mejor momento.
- ¿Cómo cuánto?
- ¿Recuerdas la fiesta en el plano de los Bernüjh?
- Vaya…- Wong se echó las manos a la base del cráneo y se hizo crujir el cuello- Te daré todo el que pueda.
- No te pido más. Buena suerte compañero.
- Buena suerte.
Strange se introdujo con lentitud en la estancia. Tras ello, las enormes puertas de madera se cerraron a su espalda y, en el mismo instante en que se inclinó frente al orbe, una multitud de velas se encendió al unísono. Stephen respiró hondo, buscando fuerzas de flaqueza. Debía esforzarse por domeñar el ansia que lo corroía, que su deseo de venganza contra Mordru no nublara su juicio. Infravalorar al autoproclamado “Amo del Caos” sería un error fatal. Fate era, al menos, tan poderoso como el Hechicero Supremo, si es que no lo era más y Mordru no había tenido ningún problema en vencerlos a ambos. Así que Stephen, tras una nueva inspiración, se centró en recordar la esencia de aquel malévolo ser.
Sagrados Vishanti, vuestro siervo os reclama de nuevo. Guiad a estos ojos mortales más allá de los límites de esta humilde envoltura de carne.
Strange, con los ojos completamente cerrados, alzó la mano y con un gesto de los dedos meñique y corazón, dibujó en el cielo una línea continua de runas incandescentes a medida que la estancia comenzaba a llenarse de una niebla espesa y brillante.
Hoggoth, anciano, poderoso tigre ancestral. Tú mejor que nadie conoces la esencia del mal. Rastrea con tu divino olfato la ponzoña de ese que se hace llamar Mordru.
Un tercer ojo se abrió en la frente de Strange, aún mientras los otros dos se mantenían cerrados. Su fulgor iluminó la habitación, haciendo que, al mismo tiempo, el orbe de Agamotto se llenase de extraños glifos e inscripciones semejantes al hierro fundido. El Orbe fue perdiendo paulatinamente su forma física hasta proyectarse frente al Hechicero Supremo, como una irregular pantalla de cine. Fue entonces cuando los vio. Reconoció inmediatamente a Mordru, combatiendo. La furia de la batalla hacía difícil al principio saber contra quién se batía el Señor del Caos. Sin embargo, pronto pudo reconocer a su principal oponente. Sus ropas color esmeralda y el tipo de magia empleada daban poco lugar a la duda.
El que faltaba…
Sin embargo, el Señor de las Mentiras parecía estar dando batalla a Mordru. Por mucho que Strange lo despreciara, dadas las circunstancias no podía rechazar su ayuda. Del resto, Stephen sólo reconoció a Arión, el atlante, aunque con la cantidad de eventos transcurriendo al mismo tiempo era muy difícil distinguir si vivía o ya había perecido. A las otras tres, no las recordaba, pero en mayor o menor medida podía detectar en ellas un considerable poder mágico. Y más que en ninguna, en la criatura de aspecto mutable en la que Mordru acababa de posar la vista. Algo ocurrió entre ellos, una comunicación inconsciente que llenó a Strange de alarma e incertidumbre. Desconocía de qué se trataba, pero un profundo sentimiento de angustia se alojó en el corazón de Strange. Cruzó los brazos frente al Ojo de Agamotto que colgaba en su cuello, el cual se abrió al instante.
No podía esperar más.
…
Naraka
La joven amiga de Loki se hallaba aún retenida en su cárcel voltaica. El Señor de las mentiras daba batalla al villano quien, sin embargo, parecía más centrado en la criatura a la que se había llegado a conocer como Omegadust. Arión, el atlante, reposaba cubierto de un leve capullo blanquecino, bajo la atenta y doliente mirada de Psique.
Fue entonces cuando ocurrió.
La voz de Stephen Strange precedió a su cuerpo. El portal, como chispas surgidas al golpear un yunque, no se materializó hasta que el Hechicero Supremo dio su primera sentencia.
¡¡MORDRU!! ¡¡UNA VEZ ME DIJISTE QUE EL HECHICERO SUPREMO NO ERA MÁS QUE UN INSECTO PARA TÍ!!
El portal se abrió al fin, pero era difícil ver a Stephen Strange surgiendo de él. Una luz cegadora y parpadeante irradiaba del Ojo de Agamotto, bañando al Señor del Caos, engulléndolo con su fulgor. La Luz de Agamotto, un último recurso que, por lo desesperado de la batalla, debía ser usado como una mera distracción. Un resplandor que debilitaba a todo ser místico malvado y, si algo había aprendido Stephen era que el mal era el mal, daba igual de qué plano o universo procediera.
Protegido por la luz del amuleto, Strange consiguió tomar tierra y, colocando su mano derecha bajo la joya, capturó en su palma el poderoso resplandor, en la forma de un orbe incandescente. Acto seguido, como quien deja volar un diente de león, sopló sobre la mano enguantada, y la esfera de energía flotó graciosamente hasta colocarse a escasos centímetros del Amo del Caos.
- A mi parecer, tú eres el insecto. Y todos sabemos qué les ocurre cuando se acercan demasiado a la luz.
Pero no había tiempo que perder. Con un nuevo gesto de sus manos, los barrotes eléctricos que aprisionaban a Dalae se enterraron en el suelo, como un grupo de serpientes que cavan su madriguera en la tierra. Al tiempo que esto ocurría, la Capa de Levitación ya había abandonado a Stephen, colocándose sobre la muchacha y haciéndola volar rauda detrás del Hechicero Supremo. Sin embargo, en caso de que Mordru tuviese alguna opinión acerca del rescate, Stephen alzó la mano y los relámpagos, que ahora tenían un intenso color rojizo, emergieron aprisionando al villano.
- Las Bandas Carmesí de Cyttorak- sonrió Strange al tiempo que la capa volvía a sus hombros- Descubrirás que son bastante difíciles de romper, más para alguien en tu situación.
El Maestro de las Artes Místicas se giró entonces. Echó un vistazo, asegurándose de que el resto de aquel improvisado grupo estuviese fuera de peligro y entonces… un nuevo gesto con la mano.
La realidad comenzó a deformarse alrededor de los presentes. Las rocas del Naraka, los espinos y demás elementos de la geografía infernal se concentraron en grupúsculos arbitrarios pero que, al final, acabaron por crear cierta armonía. Bailaban, girando sobre sí mismos o sobre otros, dibujando pequeñas órbitas privadas o generándose a sí mismos en un bucle infinito similar a la vista tras un caleidoscopio. Todos estaban allí, incluido el maltrecho Arión, pero de quien no parecía haber rastro era de Mordru.
Strange se dejó llevar por la capa de levitación, tratando de disimular la considerable fatiga que le había provocado aquella exhibición y, tras colocarse sobre una roca, habló a los presentes.
- Para quienes no me conozcan, soy el Dr. Stephen Strange. Por lo apurado de nuestra situación, baste con decir que sé algo de magia. Ahora mismo nos encontramos en la Dimensión Espejo, un plano paralelo al nuestro que puede hacernos ganar unos segundos contra ese de ahí fuera. Sin embargo, desconozco cuánto tiempo tenemos antes de que entre o nos haga salir. Así que presumamos que no mucho. Según lo poco que he podido ver, me encuentro frente a varios practicantes de las Artes Místicas de considerable talento… y Loki.
Así que… sugiero que pensemos juntos una forma de deshacernos de esa cosa.
Loki Laufeyson Marvel Universe
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Era irónico como Loki detestaba más que nada en el mundo a aquellos que se creían dioses entre los dioses, seres superiores capaces de cambiar el destino con un pensamiento, moldear la misma realidad con un chasquido y caminar sobre la línea del tiempo. Como el mejor y más grande hechicero de Asgard, Loki había estudiado miles de conjuros y había librado cientos de batallas para no tener que soportar nunca más la humillación de aquellos que se creían por encima de él. Necesitaba tener un control absoluto de sí mismo. Pero muchas veces olvidaba que el universo era infinito... y las consecuencias que esa realidad conllevaba consigo eran que siempre... siempre existiría alguien mucho más poderoso que él…
— Serías un dios penoso…— jadeó cansado el asgardiano, esbozando una mueca de dolor al intentar soportar la demanda de magia y energía que le requería seguir manteniendo activa la gema del tiempo.
Pero la magia del tiempo no podía sostenerse por más… tiempo.
La explosión arrastró a Loki a uno de los extremos de la estancia. Agazapado en el suelo, el dios de las mentiras sintió la humillación de la derrota cuando levantó la cabeza y vio cómo su enemigo, a pesar de la batalla, se alzaba victorioso sobre él sin apenas un rasguño.
— Buena suerte con eso…— se burló Loki con malicia, mientras se retiraba con la manga de la gabardina la sangre que salpicaba sus labios.— Lo último que sé de la diosa Tala… es que ha pasado a estar… digamos… al “servicio” de la diosa de los muertos… no sé si sabes lo que eso significa.
El dios embaucador esbozó una sonrisa socarrona. En situaciones de límite como aquella, al asgardiano le gustaba jugar con fuego y continuar burlándose de su enemigo. Como si su macabro sentido del humor fuera a protegerlo de lo que Mordu pretendía hacerle en aquel estado.
El príncipe de las mentiras intentó zafarse de los tentáculos del señor del Caos, pero cuánto más se sacudía, más se aferraban a su estilizado cuerpo, constriñéndole con fuerza. Los ojos del hijo de Odín reflejaron un miedo real cuando Mordu creó una nueva cárcel hecha a medida, donde encerró a su querida pupila. No quería imaginarse los horrores que sufriría Dalae si no la liberaba pronto de aquellos barrotes eléctricos.
Con la hechicera de hielo fuera de juego, ya nadie podía ayudarle a escapar. Arión seguía semi-empalado en su tumba y la gema del infinito empezaba a sentirse irremediablemente atraída por su nuevo amo…
¿De verdad era aquel el final? ¿No podría hacer nada para detener al dios entre dioses?
— Si hubieses aceptado ser yo… no estaríamos en este aprieto.
— No le escuches.
— Yo podría reescribir esta historia por ti. Un final feliz para todos. Tan sólo deja que…
Otro estallido, y de pronto, unos extraños atrajeron la atención de Mordu. La mujer de la túnica azulada protegió el cuerpo de Arión con su magia, mientras que la pelirroja, mantenía un duelo de miradas con el dios del caos.
Al fin... alguien había venido a ayudarle.
Loki podría haber sido perfectamente el dios de la suerte. ¿Cuántas veces había eludido a la muerte en situaciones donde todo parecía perdido? Pues esta historia no tenía intención de ser diferente…
Un segundo estallido trajo desde la nueva dimensión a otro Doctor Extraño. Esta vez, esperando que fuese el verdadero.
Sin perder ni un instante, la luz cegadora del ojo de Agamotto bañó a todos los presentes, incluido al dios nórdico del caos y la oscuridad… Loki, príncipe heredero de Asgard… estaba deshaciéndose también bajo esa poderosa luz. La traviesa sonrisa del hijo de Odín se disolvió en el aire, y los tentáculos de Mordu terminaron por abrazarse a sí mismos, entre polvo y cenizas.
Tras ser liberada por el Doctor Extraño, la hechicera de hielo había aprovechado el sobrevuelo para atrapar la codiciada gema del tiempo. Una vez en tierra, corrió hacia uno de los extremos de la habitación, y se la entregó a una figura que estaba apoyada en la pared de espinos. Fue desagradable para ella escuchar como la sangre se derramaba a borbotones por la agujereada gabardina esmeralda. Las hojas de las enredaderas que adornaban el muro exterior de la estancia, tenían forma de afiladas cuchillas. Nadie, ni siquiera la propia Dalae se había dado cuenta de la doble ilusión de su maestro. El Loki que había luchado contra Mordu, había sido una distracción, una copia perfecta igual de poderosa que la original.
Cuando el falso Doctor Extraño atacó a Loki por sorpresa y lo lanzó a la pared de espinos, el hechicero asgardiano usó la invisibilidad para pasar completamente desapercibido. Entregó la gema del tiempo a su copia, para que esta pudiera luchar contra el dios del caos en igualdad de condiciones. Pero el verdadero Loki había permanecido allí desde el inicio del combate, inmóvil, atrapado en las espinas que traspasaban su carne, sus tendones y sus huesos sin piedad.
Se recuperaría, oh...sin duda… pero sus heridas eran lo bastante graves como para preocuparse.
— Lo siento, maestro… es culpa mía… — dijo la joven con lágrimas en los ojos. Su voz se quebró tras analizar las heridas del hombre que consideraba como un padre— Todavía te estabas recuperando de la batalla en Asgard con los demonios y Karnilla… y yo te incité a venir hasta aquí a rescatar a Arión… si no fuera porqué mi…
Los dedos temblorosos del dios de las mentiras se acercaron a los labios de la muchacha sin rozarlos, para acallar sus palabras.
— Sácame de aquí… — susurró moribundo, mientras un hilo de sangre lograba escapar por la comisura de sus labios. Dalae ayudó a su maestro a desclavar su espalda de la mortal enrededadera. Su factor de curación estaba trabajando a límites insospechados. Su fisonomía asgardiana había impedido que el dios se desangrara mientras tuviera las espinas clavadas en su carne, pero una vez se desenganchó de la pared, empezaría a trabajar a pleno rendimiento.
Cuando Loki sintió que podía volver a caminar, ambos asgardianos se dirigieron entonces a socorrer al señor de Atlantis, mientras Strange y las nuevas visitantes seguían entreteniendo a Mordu. El hechicero supremo volvió a conjurar y Dalae estrechó el cadáver del joven atlante entre sus brazos en el momento en que la realidad empezó a distorsionarse. Loki, en cambio, sabía perfectamente lo que venía a continuación.
Soy el Dr. Stephen Strange… bla bla bla. Lo mismo de siempre, pensó para sus adentros. En su condición, ni siquiera el dios del engaño tenía ganas de protestar. Tan sólo fue capaz de articular una frase en voz alta.
— Llegas tarde. — protestó, conteniendo el aliento para no dejar escapar otro gemido de dolor. Su gabardina esmeralda chorreaba sangre, e iba dejando a su paso un hilo escarlata que salpicaba con furia el suelo de la dimensión espejo. Usando las pocas energías que le quedaban, consiguió agazaparse al lado del Atlante. Extrajo lentamente de su bolsillo la gema del tiempo, y la colocó en el hueco dorado del cinturón de Arión, donde una vez, hace mucho tiempo… ocupó ese mismo lugar.
— Qué irónico… yo te la quité… y ahora te la devuelvo…— susurró al cadáver que sostenía Dalae entre sus brazos. La joven hechicera seguía conteniendo las lágrimas como podía.
El gran hechicero de Asgard cerró los ojos y conjuró en rúnico, usando los últimos restos de su magia para hacer funcionar la gema del tiempo. La imagen de un reloj apareció sobre el cinturón dorado de Arión, y sus manecillas empezaron a girar en sentido contrario. Primero de forma muy lenta... cogiendo fuerzas para después ir cada vez más y más rápido. A medida que retrocedía el tiempo del cuerpo de Ahri'Ahn, las heridas del señor de la Atlántida empezaron a a sanar y muy pronto... le devolverían incluso la vida.
— Buenos días, bella dumierte. — saludó, al notar un mínimo movimiento en los ojos del castaño. A pesar del cansancio, el príncipe embaucador logró esbozar una traviesa sonrisa llena de complicidad.
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Ahri'ahn DC Universe
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Ficha de Personaje Alias: Arion Nombre real: Ahri'ahn Universo: DC Universe
La expresión de Mordru se torció cuando el príncipe asgardiano reveló el destino de Tala. Aquello suponía toda una contrariedad a sus propósitos. El señor Oscuro funcionaba como un detector de las energías de caos y orden que controlaban el universo, y la última vez que había realizado una búsqueda activa, Tala era la única señora del caos que había sido capaz de percibir. Si ella estaba muerta, significaba que no iba a poder generar el receptáculo que tan desesperadamente necesitaba.
Los tentáculos de energía atrayeron hacia él el cuerpo moribundo de Loki, debatiéndose entre los zarcillos con las últimas fuerzas que le quedaban, y su garra de acero atrapó entre sus dedos la esbelta garganta del asgardiano, mirándole amenazadoramente a los ojos.
- En ese caso, pequeño dios de las mentiras, tendrás que quedarte conmigo y hacer lo que te diga si no quieres que exprima la vida del cuerpo de esa lobita tuya a la que tanto pareces apreciar.
Cerró la mano libre en un puño y los relámpagos que conformaban la prisión de Dalae comenzaron a cerrarse sobre ella más y más, obligándola a encogerse lo máximo posible en el suelo para evitar su roce abrasador.
- Habría preferido que todo fuera más sencillo, pero si es así como hemos de hacerlo...
Su amenaza quedó interrumpida por un grito repleto de vibrante desesperación, una voz muchísimo más clara y cálida que la de la asgardiana que se encogía en su celda. Otra mujer que también irradiaba poder mágico corría hacia donde Arión yacía atravesado por las lanzas. Mordru extendió una mano hacia ella y un muro de fuego se impuso entre los dos. No sabía quién era aquella hechicera ni de dónde había salido, pero no podía arriesgarse a que se llevara al único Señor del Orden que había conseguido subsistir entre los despojos de aquél universo. Su presencia inesperada le irritaba. No podía hacer lo que tenía que hacer con ella allí obrando su ridícula magia de orugas, y, a diferencia del dios de las mentiras y su discípula, a ella no la necesitaba para nada, así que extendió un brazo y un rayo de energía azulada voló en su dirección, impactando en la caminante de mentes y transformándola en una de aquellas inútiles mariposas que tanto le parecían gustar. Fue lo primero que le pasó por la mente, pero sin duda era adecuado, y si intentaba volver a acercarse a él o al atlante la aplastaría como el insecto que era.
- Mordru…
La voz, a diferencia de la anterior, era tranquila, doliente, calmada, y, a pesar de no ser más que un susurro, el hechicero la sintió con cada fibra de su ser, haciendo que cada poro de su piel se erizara. Era ella... El hijo del destino había resultado no ser un niño... sino una mujer ya crecida, una mujer que contenía en su interior la misma vorágine de orden y caos que el hechicero necesitaba para subsistir. Un alma digna de ser robada.
Loki ya no le hacía falta, ni, por supuesto, aquella lombriz a la que había adoptado como discípula, y ni siquiera era necesario Arion. Podía matarlos a todos, podía...
- ¡¡MORDRU!! ¡¡UNA VEZ ME DIJISTE QUE EL HECHICERO SUPREMO NO ERA MÁS QUE UN INSECTO PARA TÍ!!
Un intenso y resplandeciente fulgor le cegó, devorando su magia de caos y deshaciendo los tentáculos que habían apresado a Loki, haciendo que el propio dios se desintegrara en sus manos hasta que sólo hubo polvo y cenizas escurriéndose entre sus dedos ante su absoluta perplejidad. Aún estaba tratando de procesar lo que había ocurrido cuando escuchó a la asgardiana pedir disculpas a su maestro. Pugnó por recuperar la visión de sus ojos cegados, y cuando al fin lo consiguió pudo ver que la gema del tiempo había desaparecido y que el Loki contra el que había estado combatiendo no había sido más que...
- ¡Una ilusión! -rugió, furioso, sintiendo cómo las Bandas Carmesí de Cyttorak le constreñían. Era un hechizo poderoso, sin duda, una fuerza anclada con la propia naturaleza del universo, pero mientras tuviera activada la gema de hambre de ónice ningún hechizo que le lanzaran podría afectarle. Se echó a reír ante las arrogantes palabras del hechicero supremo-. Quizá habría sido así antes... Pero poseo la capacidad de absorber cada hechizo que me lanzan, así que ahora... soy más fuerte -manifestó, haciendo estallar las bandas carmesí-. Fui capaz de vencerte una vez, mago... Y puedo volver a hacerlo ahora...
Pero antes de que pudiera llevar a cabo su amenaza, todos los presentes desaparecieron... Todos... excepto...
El universo entero se plegó a la voluntad del Sumo Equilibrista al planificar su huida, tan acostumbrado a conocer los misterios que formaban parte de la existencia misma que no llegó a valorar ni por un instante que algo pudiera escapar a su comprensión, trastocando sus objetivos y con ellos el resultado de todos sus cálculos metafísicos...
Así, cuando las energías místicas les trasladaron más allá de los límites del Naraka, el hechicero supremo no se percató de que la Mujer Sin Sombra apresada tras el cristal quedaba suspendida aún sobre el territorio infernal, incapaz de impregnarse del hechizo que había ayudado al resto a ponerse a salvo. Ni la más poderosa magia era capaz de afectarla... con la única salvedad de la que Elissa había hecho gala y resultó de una sutileza tan inmensa que era natural que generara incomprensión en quien fuese capaz de percibirla...
Las hechicerías que Rompecabezas Quebrado había ejercido no eran sobre ella... Si no a través...
Como un diamante salpicado por la luz disemina los brillos en todas direcciones sin recibir efecto alguno que altere su composición esencial, Elissa había surcado los confines de su ser en una travesía que le conducía a la persona que deseaba salvar... Y en el trayecto en lo recóndito del púlsar mismo, había robado algo que había sido una incógnita por siempre presente en la constante de la existencia de La Mártir...
Su nombre...
Un secreto lleno de un poder inconmensurable, del que aún no sabía que era dueña...
Una densa y apremiante sensación de alivio repentino llenó a Omegadust cuando contempló que el resto de las criaturas desaparecían del Naraka, erial inmisericorde...
En la soledad de tales instantes, su rostro de joya roja se dirigió de nuevo hacia Mordru. El Imparable Desorden le devolvía una mirada llena de avidez y necesidad. Lo supo al instante, con una muda certeza compartida. Aquel, y no otro, sería el cuerpo que le salvaría, proporcionándole el receptáculo tan largo tiempo ansiado. Que los demás hubieran desaparecido sólo le simplificaba el trabajo de someterla. Sus vidas bien merecían su victoria. Para él resultaba un precio que estaba dispuesto a pagar.
- ¿Qué es esto? -inquirió el hechicero, atónito, avanzando lentamente hacia la Mujer Sin Sombra-. ¿Una criatura viviente capaz de canalizar los poderes del caos y el orden? -ladeo la cabeza, con la curiosidad de un depredador tratando de analizar si la presa que tiene delante es comestible-. Ahora me perteneces, pequeña... Tu poder... tu cuerpo... y tu alma... Como todo cuanto existe en éste universo.
- Mordru...- volvió a pronunciar aquel sonido, como dentelladas en la carne...- En ti sólo permuta el medio... Nunca el fin... - dejó que él la contemplara con la vulnerabilidad de una frágil cría de cervatillo que apenas si se tiene sobre sus delicadas patas... - Tamaña seguridad no habla si no de tu experiencia vital... Te reconoces poseedor de la victoria, pues formas parte de la gran verdad universal... - en el interior de aquella pupa cristalina titilaba la llama blanca de su anhelo, protegida tras la Narina - Siempre existe Mordru...- sus palabras surcaron los oídos del hechicero con la dulzura que la ambrosía habría proporcionado a sus labios.- y esta realidad imperecedera te ha traído hasta este instante... Y no será distinto el fin... Tan solo... El medio…
Se aproximó a ella, más divertido que intrigado.
- Eso son grandes palabras, pequeña. Y dime... ¿Tienes acciones que las sostengan o no hay nada más allá de ese extraño cristal carmesí tuyo? Palabras vacías detrás de una cáscara vacía... Pues escúchame bien, niña -continuó acercándose amenazadoramente a ella-... Yo... no le temo a nada... Y tu.... no eres nada…
-Y sin embargo… para ti… lo seré todo… - extendió su mano hacia él, en un gesto de desinteresada sumisión…
Parece sellado el destino...
Se dispone a hacer el sacrificio último, si así ha de ser. Tras su experiencia en el Rojo, las dudas que alberga son ahora diferentes, exorbitantes de curiosidad y no de reticencia...
Desea saber dónde la llevarán las antojadizas pulsaciones de esa energía que dictamina todo cuando puede influirla, que la dirige y guía, incluso a pesar de que La Dama Nívea no vislumbre el fin último...
Ante su extremidad alzada en una frágil renuncia Mordru corresponde de igual modo, su debilitado cuerpo tembloroso a punto de materializar entre sus dedos la manifestación física de sus anhelantes deseos. Está tan cerca que puede alcanzarla en cualquier momento...
y entonces...
"...Púlsar..."
Como un iridisado humo se deshace ante su expresión desencajada, sabedor de que su triunfo se encontraba tras la levedad de un parpadeo, de un instante finito como el prender de una cerilla... ahora marchita y ennegrecida a causa de la combustión…
Y sólo queda el horror vacui que antes ocupaba…
La Narina la llama, como siempre que el dolor la reclama...
En la dimensión espejo, las múltiples heridas del Dios de las Mentiras lagrimean carmín sobre los confines de un infinito caleidoscopio en constante movimiento. En su último esfuerzo, devuelve la gema del tiempo a su otrora dueño, otorgándole mediante su intervención el aliento que le faltaba a su cuerpo exánime...
Su propio dolor se convierte en una carga insoportable amenazando con hacerle caer...
La densa sangre del Dios de las Mentiras se conforma en estalagmitas de Narina... Con la imponente presencia con que las ballenas desafían a la gravedad saltando sobre su medio natural de agua y sal, La Mártir materializa de nuevo su silueta, a tiempo de impedir que La Perpetua Farsa desfallezca…
Su diferencia de altura no impide una demostración de resistencia sorprendente para quien posee una figura de apariencia tan quebradiza. Sus manos lánguidas de estilizados dedos se perfilan contra su espalda, mientras le otorga unos breves segundos de asueto en su rescatador abrazo, para que recobre aliento…
Luego, como si su mero tacto de plumón bastara para imbuir al herido de una fortaleza capaz de desafiar los límites de lo sobrenatural, se desprende con suavidad de ese enigmático contacto. Le recorre una inexplicable energía suficiente para mantenerse erguido sobre sus dos pies, desafiando al desmayo…
Desliza una de sus manos enguantadas de Narina hacia su mejilla, secando de la comisura los restos de sangre fresca que abandonan de manera virulenta sus labios…
Su metamorfosis comienza…
Su figura blanquecina se adivina al traslúz de la cubierta de joya roja, mas en la dimensión espejo, lejos del Naraka donde su protectora matriz habría sido incapaz de renunciar a su frágil ser sin correr el riesgo de destruirla para siempre, nada retiene su vulnerable sentir…
La gema se desgaja de su cuerpo con la magnificencia con que un iceberg se hace pedazos ante la llegada de la calidez, liberando la pura imagen de la nieve argenta de su piel casi translúcida, la delicada aureola de estrellas orbitando con suavidad sobre su cabeza, su desnudez de un recato tan incuestionable como el plumaje de un pájaro, la larga melena de fibras de rubí salpicada por la viva naturaleza de las flores de Mathaêr, y entre ella, asoma la cabeza la diminuta criatura de nariz bulbosa que curiosea con su extraño apéndice al resto de los presentes…
Sus iris grana plagados de lluvia de estrellas se encuentran con los de Loki, presa de un dolor terrible… y por primera vez en toda su vida percibe esa punzante sensación como un consuelo… pues para su asombro, cualquier cosa era mejor que ese inacabable vacío que había experimentado en el infierno…
- Al fin… Puedo sentiros…- susurró con su juego de voces en un eco que parecía abarcar cada edad y género. La mano en su mejilla se desprendió con la debilidad de una hoja otoñal arrastrada por el viento, y encontró cobijo entre los restos desgarrados de la coraza de cuero sobre su pecho, en el mismo instante en que los últimos resquicios de la gema se desprendían de los lánguidos dedos. - Te… siento…- Una sensación sobrecogedora recorrió a Loki, mientras el rostro de la Mártir se deformaba en una sufriente mueca. Sus cejas se fruncieron, ojos ocultos tras un intenso parpadeo, la firme mordida se adivinó entre sus labios cuando el trémulo estertor recorrió su cuerpo diminuto…
El gemido prolongado de un llanto exento de lágrimas, pues eran un consuelo que le estaba vetado salvo si eran compartidas, abandonó sus labios rosados... Sobre su piel florecieron las hendiduras que el ataque de Mordru había perforado en el Dios del Engaño, en exacto número, tamaño y posición… La pacífica caricia balsámica se abrió paso a través de las fibras reconstruidas, proporcionando alivio a su incapacitante dolor…
En un puro instante de comunión con su propio cometido natural, drenó de su ser cada una de sus heridas, reconstituyendo el cuerpo de la Deidad que había hecho uno de los mayores sacrificios de entre todos los presentes… La tarea se convirtió en hercúlea cuando afrontó la necesidad de cerrar cada una de las mellas que se replicó en su cuerpo argento, cuya resistencia demostró ser capaz de superar los límites de toda imaginación conocida…
Su rostro se venció hacia delante hasta encontrar el torso de Loki, presa de un repentino agotamiento, tal vez reflejo del suyo… Salvo que en ese caso, el Dios del Engaño no sintió sensación de peso alguno. Tan sólo aquel suave tacto, acaso un hormigueo cálido, de la criatura que ahora parecía casi próxima al colapso…
En un ceremonial silencio se llenó su propia piel, hasta tornarse sin mácula…
Sólo entonces un suave suspiro, promesa de un último aliento, abandonó su exiguo torso prolongándose hacia lo imposible cuando más aire del que podría haber retenido fue exhalado entre sus labios…
Alzó de nuevo su rostro, tras el agónico periodo de tiempo que requirió su proceso de sanación, tan complicado de calcular por las circunstancias y el cambiante mundo que los envolvía, y devolvió la misericordia que le había sido concedida. Contempló, con fascinación reverencial, a la criatura que la había arrebatado del destino que Mordru había augurado para ella…
Incluso aunque no fuese intencional…
Era el dolor de la Perpetua Farsa por lo que había sido salvada…
”Púlsar… Son enigmáticos tus designios… y eternos tus misterios…”
Sus ojos se cerraron con un último aleteo… y sintió…
Sintió sus dudas… Su urgencia… Su inquietud… Su maravilla…
Cada uno de sus nombres…
Elissa Stavridis, Dalae Darkle, Loki Laufeyson, Stephen Strange…
La belleza de un pálpito renovado captó su atención, haciendo que su rostro se inclinara hacia el recién nacido…
Ahri´Ahn…
La Aureola estelar destelló cuando su órbita comenzó a cambiar, girando con un bamboleo que se inclinaba en la vertical, dibujando la suerte de una suave oleada capaz de cautivar la vista y apresarla en su hipnótica serenidad…
Y todos ellos compartieron un instante de ilusoria fantasía, en el que habrían jurado que en las neutras comisuras de OmegaDust se posaba el espejismo de un atisbo de sonrisa…
_________________ "Ashes to Ashes... Dust to Dust..."
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Decisiones... Al final, todo en la vida se reduce a eso.
¿Saltar sabiendo que tal acción te acarreará la muerte o permitir que una hechicera desquiciada destruya el universo? ¿Renunciar a un poder cuasi divino para salvar el sol o permitir que el abrazo helado de la glaciación se extendiera por la superficie de la tierra? ¿Consentir el sacrificio de una desgraciada mujer que con su última lágrima entendió lo que era el amor... o permitir que una criatura monstruosa campara a sus anchas tras librarse de su eterna prisión? ¿Aceptar el castigo por un pecado del que no era realmente responsable o exigir justa retribución de sus enemigos?
El rostro de Loki había quedado grabado en su mente. El hechicero artero que había sido capaz de conseguir lo que su malévolo hermano no había logrado en el transcurso de milenios... Década tras década, siglo tras siglo, había podido siempre desbaratar todos sus retorcidos planes contra él. Hijo de un demonio y una Homo Magi, nada le habría gustado más a Garn Daanuth que corromper a su perfecto hermano agraciado por los dioses, pero una y otra vez había fracasado en todos sus empeños. El alma de Arion siempre había permanecido intachable... hasta que Loki le había hecho ir en contra de todos sus principios utilizando el recurso más antiguo del mundo... La traición de una mujer.
Y, ahora, se enfrentaba a otra decisión: ¿morir o no morir? ¿Despertar... o no despertar jamás?
- Vos podríais... permitirme morir, ¿no es cierto? Morir... de verdad. Sin volver a despertar. Si éste es vuestro reino, presupongo que tendréis pleno control sobre él y sobre sus reglas. ¿Podríais... concederme esa dádiva? -había suplicado al maestro de los sueños.
- Me pides un don que no me gusta conceder, Ahri’ahn de Atlantis. Supongo que apelarás a mi piedad. Pero me temo que no es suficiente para convencerme.
- No apelo a nada -había replicado él-. No merezco piedad. Me dejé engañar por un demonio y permití que la traición de una mujer empañara mi juicio. Es curioso... como esa clase de traición puede hacerte perder la razón hasta ese punto, pero no es más que una pobre excusa para justificar haber traicionado todos los ideales que me inculcó mi padre... todo cuanto luché por defender durante tantos años. No, no merezco piedad.
- Bien. En ese caso, no mereces la muerte -había contestado el señor de aquél reino, como si "piedad" y "muerte" tuvieran el mismo significado para él-. Tu camino te ha conducido a mi Reino, eso es innegable. Pero no sé si has venido aquí a morir. Y creo, Mago, que tú tampoco lo sabes.
Sus ojos sin iris ni pupila se volvieron hacia el mago.
- Disponemos de un tiempo hasta que despiertes. Descubrámoslo.
* * * *
De manera progresiva, no sólo las heridas del castaño se iban cerrando mágicamente, sino que la propia tela de su uniforme destrozado se iba restaurando, apareciendo brillantes hilos multicolor que se entretejían por sí solos envolviendo el cuerpo del mago en destellos arcoiris hasta que el manto del salvador hubo recuperado su antigua gloria. Cuando el mágico espectáculo se hubo apagado, Dalae pudo notar con profundo alivio cómo el pecho del hombre que sostenía entre sus brazos se elevaba y bajaba de manera acompasada al ritmo de su respiración. El corazón latía de nuevo, y la belleza de sus rasgos era tan serena que parecía que estuviera durmiendo... Sin embargo, por alguna razón, no se despertaba, y, por más que la hechicera asgardiana lo intentó, no logró hacer que el atlante abriera los ojos. A nivel físico todo parecía ir bien, así que, sucediera lo que sucediera con el castaño parecía que se encontraba más allá del alcance de cualquier magia...
O de cualquiera que no fuese el Señor de los Sueños.
* * * *
El Eterno caminaba junto a Arión por los peldaños de mármol de una antigua mansión.
- Tío, ¿cómo terminaste tan jodido? -había preguntado el cuervo negro que reposaba sobre uno de sus hombros, cual magnánimo espejismo de la versión mucho menos amable que había devorado sus ojos en el mundo de la Vigilia.
- Mi padre encerró a un terrible demonio durante cien mil años en una prisión mágica. Cuando al fin logró escapar, Caculha había muerto, pero yo había vuelto a la vida, así que decidió que tendría que pagar no sólo por la muerte de mi madre sino por sus milenios de cautiverio. Al parecer, yo estaba destinado a derrotarle, pero mis seguidores me invocaron desde el pasado para que pudiera hacer frente a alguna supuesta amenaza que está por venir, y, al hacerlo, impidieron que pudiera llegar a matar al demonio. Éste no pudo encontrarme y pasó los últimos 45.000 años urdiendo su venganza. Me sometieron a un ritual que invertiría mi código moral, pervirtiendo todo cuanto alguna vez creí o juré defender. El demonio se instaló en mi gema corazón, y utilizó a una mujer llamada Viper para que se asegurara de que yo no me daba cuenta de nada. Ella... me torturó. Me violó. Embotó mis sentidos a través del dolor, la humillación y las drogas para que no pudiera notar los efectos del ritual en mi ser. Dalae... no fue más que el último clavo en mi ataúd.
Estaba atardeciendo en el sueño. Su paseo a través de los jardines de la mansión les había llevado hasta la estatua de un hermoso ángel.
- Fingió sentirse atraída por mí, y yo llevaba tanto tiempo solo... También era maga, podía comprenderme. Era inteligente y hermosa, creí percibir... una conexión entre los dos. Empecé a abrigar la esperanza de que... podría haber algo en mi vida. Un nuevo sentido. Pero me traicionó. Sólo quería utilizarme. Hasta entonces me había estado resistiendo a los efectos del ritual y la gema, pero en ese preciso momento fue cuando me rompí del todo. Como un espejo ya quebrado que termina estrellándose contra el suelo. No sólo cedí a mis más bajos instintos, sino que traté de resucitar a mi mujer contradiciendo todas las reglas del Equilibrio y la naturaleza. Con el paso de los años pensé que había llegado a aceptar su muerte, pero cuando Dalae apareció... volví a recordar lo que era estar enamorado. Lo que era volver a formar parte de la vida de otra persona. Me sentí vivo otra vez, me sentí... completo. Y cuando comprendí que todo había sido una mentira... ya no podía volver a la vida triste y deprimente que había llevado hasta entonces. No después de haber recordado lo que era amar. Así que intenté traerla de vuelta... y eso me trajo hasta aquí -avanzó un par de pasos hasta apoyar la mano sobre el frío mármol de la estatua-. Patético, ¿verdad?
- Muchos han quebrantado esa ley antes que tú -fue la imperturbable respuesta-. No me parece patético. Está en vuestra naturaleza tratar de engañar a mi hermana.
- No debería haber estado en la mía -replicó él-. Soy un Señor del Orden; sirvo a mi señora Gemimn como mi padre antes que yo, y a Deedra, diosa de la Naturaleza. Lo que hice es un crimen que atenta directamente contra ambas, así que, en mi caso, se trata de un pecado imperdonable, y es la principal razón de que me hayan condenado en éste infierno.
- Pero no aceptas tu condena, ¿no es cierto?. Porque si te creyeras merecedor de ella, este sueño, este refugio, no existiría. Tal vez... -sugirió, y sus ojos se apartaron de Arión para contemplar la estatua del ángel, que se había transformado en la silueta de Dalae-...una parte de ti crea que éste no ha de ser tu final. Tal vez… te hayas dejado algo por hacer.
- Algo... por hacer... -musitó, tratando de recuperar los recuerdos que había dejado atrás. Cada vez costaba más recomponer los pedazos de su vida en la Vigilia, pero tenía la sensación de que un peligro terrible acechaba allí. Quizá la razón misma por la que había sido convocado en primer lugar-. No creo que mi misión sea salvarla a ella. El manto del Salvador me fue otorgado por un propósito mucho mayor. Salvé a la humanidad dos veces, pero ninguna de ellas resultó ser la que dictaban las profecías. No... salvar a Dalae sería... una elección totalmente... personal -musitó, dándose cuenta él mismo de lo mucho que la hechicera había llegado a significar para él-. Creo... creo que la quiero. Ni siquiera pude llegar a matarla cuando... cuando no era yo mismo.
Los dos inmortales se detuvieron frente a un precipicio. Al fondo había un valle nevado, y un tenue brillo rojizo parpadeaba de vez en cuando, como llamándolos. Aparentemente habían llegado a un camino sin salida... ¿O no? Después de todo... era su sueño.
Arión podía sentir el familiar cosquilleo de la energía mágica crepitando en torno a sus dedos. Como si supiera exactamente lo que tenía que hacer, alzó las manos por encima de su cabeza, extendiendo los dedos para alcanzar los hilos multicolor que conformaban la magia. Con ágiles y rápidos movimientos, tejió el conjuro al tiempo que un pentagrama resplandeciente del color de la aguamarina se formaba en el aire. Del pentagrama se extendieron suaves aros etéreos que descendieron, atrayendo esquirlas de hielo que se iba desprendiendo de las paredes a su paso, arrancando resplandecientes destellos a la luz del sol y conjurando un glorioso arcoiris de color a medida que las lascas se unían, conformando una escalera de hielo que descendía hasta el final del valle. Los dos hombres y el cuervo emprendieron el descenso sin decir nada más, siguiendo el camino de la luz hasta llegar a...
- Por los dioses... -musitó.
Sueño le miró y, entonces, notó la luminosidad que se había encendido en su pecho... latiendo al ritmo de la estrella.
En ese momento, un estremecimiento sacudió la tierra, y una profunda grieta se abrió en el cielo.
- Nuestro tiempo se acaba -la afirmación se vio acompañada de un temblor de tierra; primero suave, después cada vez más y más intenso. El camino se sacudió y se fragmentó, convirtiéndose en los peldaños de una escalera de piedra que ascendía hacia las alturas-. Tu presencia es requerida en la Vigilia, Ahri’ahn.
Sueño se apartó para franquearle el paso a la escalera. En lo profundo de los ojos del Eterno, Arión pudo ver que brillaban, de nuevo, las estrellas. Matthew graznó, sacudiéndose una nueva andanada de nieve. Y entonces lo vio.
Algo aguardaba en el primer peldaño, arrugado y cubierto de nieve. Al aproximarse, Arión reconoció el Manto del Salvador y contuvo el aliento al acariciar el sagrado tejido. Casi podía escuchar una vez más las palabras de su padre, como si hubieran sido pronunciadas el día anterior, y no hacía más de 145.000 años... "Tu destino, Ahri'ahn... y la salvación del mundo".
Aquél era el punto de no retorno. La decisión final. Si se ponía ese traje, regresaría a la vida, el dolor y el sufrimiento. A sus deberes y responsabilidades. A la soledad de una vida sin Chian. Si no lo hacía, permanecería en aquél limbo que ya empezaba a descomponerse, y el mundo de arriba posiblemente perecería.
Decisiones.
Aunque algunas decisiones ni siquiera pueden ser consideradas como tal.
Sueño esperó a que se vistiera con las familiares prendas que le habían resultado ajenas durante el tiempo que había dejado de ser él mismo. A diferencia de entonces, algo en aquél sencillo ritual se sintió como correcto. Terminó de ceñir los broches de la capa sobre sus hombros, y, entonces, la gema roja se materializó como por arte de magia en el hueco reservado para ello en su pecho. Y Arión supo que estaba justo donde tenía que estar.
Ahri´Ahn…
El sonido de una voz increíblemente dulce reverberó desde el cielo, en el punto en el que las escaleras se perdían entre las nubes. El atlante alzó la mirada hacia las alturas al tiempo que fragmentos de recuerdos olvidados comenzaban a recomponerse en su mente al eco de aquella voz. Le estaban llamando... y, sin saber por qué, una sonrisa se dibujó en su rostro.
El Eterno esperó a que ascendiera los primeros peldaños y entonces dijo algo que se grabó en la mente de Arión. Tal vez porque estuviera a punto de despertar. Tal vez porque no fueran palabras que Sueño de los Eternos empleara muy a menudo. O tal vez porque fuera algo que debía recordar.
- Ahri’ahn de Atlantis, cuando tu mundo haya sido salvado… Regresa aquí. Quizá aún quede algo que salvar.
* * * *
"Incluso en el Infierno hay esperanza", había dicho Morfeo. Quizás aquello fuese cierto, pero sin duda lo que no había eran sonrisas. El hombre que abrió los ojos en aquél instante llevaba tanto tiempo sin ver una que pudo reconocer al momento la suave curvatura que iluminaba los rasgos de Omegadust.
- Te alegras de verme -susurró, alargando una mano hasta acariciar su mejilla-. Y sin embargo, fui quien te causó el mayor dolor... Pero grande es, en verdad, tu sabiduría, Vástago de Anuleous. "Cuando estés solo, ven, yo te perdono", fue lo último que me dijiste al partir. Ya entonces sabías más de lo que me ocurría que yo mismo, ¿no es así? Te doy las gracias, Hija de las Estrellas. Fue tu voz la que me animó a ascender los últimos peldaños que me quedaban...
Fue entonces cuando reparó en la presencia de la mujer de oscuros cabellos que aguardaba a su lado con lágrimas en los ojos, así como en el hombre de aguzados rasgos que se encontraba tras ella, con las ropas destrozadas y cubiertas de sangre.
- ¿Dalae? ¿Loki? -inquirió, su mente un hervidero de confusión. ¿Qué hacían ellos allí? ¿Por qué sus enemigos habían acudido en su rescate?-. No... no comprendo...
El repentino beso interrumpió sus palabras, seccionando sus dudas. Un beso que resultó infinitamente más apasionado que aquél que había sellado su traición, un beso que sabía a lágrimas, arrepentimiento y palabras nunca pronunciadas. Cuando el beso finalmente terminó, el atlante permaneció mirando aquellos ojos azul profundo que durante un breve período de tiempo habían supuesto todo su mundo, sin saber qué decir o qué sentir. Ella simplemente sonrió entre las lágrimas, acariciándole como si necesitara comprobar que se encontraba realmente allí.
- Te dije que te debía un beso, Arión de Atlantis. Uno de verdad.
Permitió que la mujer le ayudara a incorporarse, aún confundido, sin dejar de mirar al peligroso hechicero asgardiano y a la conocida figura que se encontraba más atrás.
- Extraño... Has venido -musitó. Entonces fue cuando la vio, y avanzó hasta ella sin poder creer lo que sus ojos le decían-. Y tú también... -susurró, conmovido más allá de lo imaginable, apartando un mechón de cabello castaño de la frente de la griega-. ¿Cómo has podido...? Después de lo que te hice... Tu nobleza y tu lealtad son más de lo que merezco, Elissa... Me siento profundamente orgulloso de haber sido... de ser... tu maestro... Si aún quieres aceptarme...
Volvió a mirar a su alrededor, procesando todo cuanto estaba ocurriendo. Portaba el Manto del Salvador, a pesar de no llevarlo encima cuando se había entregado a Kali, y se encontraban en una extraña dimensión caleidoscópica. No conseguía percibir peligro alguno allí, aunque intuía que algo muy malo estaba sucediendo en el mundo, y algo más... Había recuperado todo su poder. Podía sentirlo, fluyendo y vibrando por sus venas con la fuerza de mil soles. Estaba completo de nuevo... y era fácil deducir por qué. La gema del tiempo. La misma que Loki le había arrebatado. La misma que sólo Loki le podía haber otorgado.
El atlante se detuvo ante él.
- Y tú... -empezó, desconcertado a la par que receloso-. La última vez que nos vimos me dijiste que mi tormento no duraría para siempre. Estaba muerto... lo sé. Y tú me has devuelto a la vida. Y claramente has tenido que arriesgarte mucho para lograrlo. ¿Por qué? Cuando fueron tus arteras argucias las que me enviaron al infierno en primer lugar...
Además, había tenido extraños sueños mientras estaba en aquél limbo, sueños que involucraban al moreno y a una esperpéntica situación en una prisión turca...
Una distorsión en la dimensión espejo rasgó la realidad de aquél particular microcosmos, y una miríada de rayos emergieron de la brecha, afectando a todos los presentes sin excepción.
- Yo te diré por qué, mago: Porque parece tenerle tanto aprecio a tu vida como escaso es el que siente por la suya -rugió un enfurecido Mordru-. ¡Entregadme a la Hija del Destino o pereced!
La realidad de Psique mutó entre un latido y el siguiente.
Un rayo brillante la alcanzó. Dio un último paso hacia Arión, y perdió pie. Sintió que caía. A su alrededor, todo crecía. Todo se desenfocaba. El paisaje perdía su profundidad; o tal vez ella era incapaz de percibirla. ¿Estaba más cerca del atlante? ¿Más lejos? Ya no lo sabía.
Su campo visual se expandió. Podía ver a ambos lados sin necesidad de volver la cabeza. Se sintió mareada. A su alrededor, el mundo se llenaba de colores… colores infinitos, sin un patrón; al menos, no uno que ella pudiera descifrar.
Como una fotografía desenfocada. Como pintura derramada.
Nunca había sido capaz de ver tantas tonalidades de azul. Nunca había podido contemplar los rayos de luz como lo hacía ahora, quebrados en un espectro que iba más allá del arco iris.
Un soplo de aire la empujó bruscamente. Su cuerpo, casi ingrávido, no podía luchar contra el viento. No, tenía que dejarse llevar por él. Un zumbido indistinto llenó sus oídos. El batir de sus alas.
Su mente se deshacía. Cuanto más intentaba aferrarse a un pensamiento coherente, más rápido se le escabullía entre los dedos. ¿Quién… era ella? ¿Y qué era lo que estaba buscando…?
Algo se movió a su derecha. Había… había depredadores cerca. ¿Pájaros? Tenía… tenía que alejarse de los pájaros.
Y tenía que llegar a…
¿Adónde…?
* * *
Para Elissa, lo siguiente fue una sucesión de imágenes borrosas y pensamientos fugaces, demasiado imprecisos para dar lugar a recuerdos.
Una figura alta, envuelta en una amalgama de azules, rojos y naranjas, se aproximó a ella. El cuerpo de Elissa se bañó en luz, una luz cálida.
Primero, batió las alas.
Después, parpadeó.
Y sus ojos azules se abrieron de nuevo al mundo.
La griega se miró las manos. Se tocó el rostro. Sentía el cuerpo terriblemente... pesado.
Al mirar a su alrededor, descubrió que ya no se encontraba en el último lugar que recordaba. La tierra infértil del Naraka había cambiado, sustituida por un paisaje caleidoscópico que no le era familiar.
Y, junto con el Infierno, había desaparecido algo más: su forma de hechicera. La griega ya no llevaba la túnica azul Egeo de Psique. Al fin y al cabo, las vestiduras habían sido forjadas con la materia del inconsciente colectivo. No podía existir fuera del Naraka.
La magia ya no palpitaba en la punta de sus dedos. Psique se había ido, y sólo quedaba Elissa, desnuda y asustada.
–¿Dónde...? –preguntó, y sus ojos se posaron en el hombre de la barba recortada y las sienes plateadas– ¿Quién...?
–Doctor Stephen Strange –respondió él, sin volver la mirada, al tiempo que la capa de levitación se apresuraba a cubrir el cuerpo de la chica–. Estamos en la Dimensión Espejo, a salvo de Mordru, por el momento. Te has perdido algunos capítulos, pero seguro que no tantos como yo…
–Strange… –repitió Elissa, claramente sorprendida por el apellido.
¿Un nombre artístico, tal vez? Le costaba creer que "Extraño" fuera un apellido real. Y, respecto al título… ¿Doctor... en qué? ¿En Medicina? ¿Física? ¿Acaso existían los doctorados en magia? Porque era evidente que aquel hombre era un hechicero. Y acababa de devolverla a su verdadera forma, deshaciendo una maldición que, según le explicó, la había transformado en mariposa.
–Yo... gracias por… –empezó. Y, entonces, algo acudió a su mente, haciendo que sus ojos se abrieran de par en par. Se incorporó de golpe, sintiendo una oleada de mareo y náuseas– ¿Y Arión? –logró preguntar. Un halo de evidente ansiedad envolvía las palabras–. ¿Está...?
Strange respondió en tono calmado.
–Salvo que Mordru me haya dado más fuerte de lo que recuerdo... parece que Loki está tratando de salvarle la vida –dijo, torciendo el gesto–. Vivir para ver, ¿eh?
Elissa estiró un poco el cuello, tentativamente. Esta vez, las náuseas no acudieron a su encuentro. Por encima del hombro de Strange, logró atisbar a Arión. El atlante estaba en el suelo, aparentemente inconsciente. Una muchacha de cabellos oscuros lo sostenía entre sus brazos mientras una figura vestida de verde se inclinaba sobre él. Los conocía. Los había visto antes de Naraka. A ambos.
La joven de hielo de Atlantis. Y el Dios de las Mentiras… Loki.
Elissa se arrebujó en la capa y volvió a mirar a Strange.
–¿Cómo está? –murmuró.
–Vivo... de momento –repuso él–. O eso parece. La Gema del Tiempo es un artefacto de gran poder, aunque estamos lejos de estar fuera de peligro.
Vivo, de momento. Aún era posible que Arión muriera, claro. Al fin y al cabo, las palabras exactas de Strange habían sido "tratando de salvarle la vida".
No, las palabras exactas de Strange habían sido: "parece que Loki está tratando de salvarle la vida".
Loki…
La psicóloga se mordió el labio. Era evidente que el Doctor Strange también conocía a Loki. Y no parecía que tuvieran una relación de médico y paciente, precisamente. Ni siquiera parecía que estuvieran en buenos términos. Pero, si estaban juntos allí… significaba que, al menos de momento, estaban en el mismo bando.
Y, si Loki trataba de salvar a Arión, entonces era el otro mago quien trataba de matarlo.
–El otro Arión… –dijo Elissa– El que luchaba contra Loki cuando llegamos… ¿Quién es?
Strange dibujó una media sonrisa enigmática.
–Ése de ahí fuera, "el otro Arión", es una criatura interdimensional que ha tomado prestado el cuerpo de tu amigo. Bueno, "otro cuerpo" de tu amigo. Es complicado.
Elissa hizo una mueca. "Gema del Tiempo", "criatura interdimensional". Sí, sonaba complicado. Demasiado complicado. Ella aún era... Demasiado nueva en aquel campo. Apenas una iniciada en la magia que de verdad, la que se hacía fuera de la mente.
Mientras aquellos pensamientos la asaltaban, Strange hizo un gesto de la mano en su dirección, y el cuerpo de Elissa quedó cubierto con ropajes similares a los de Arión. La griega murmuró un nuevo agradecimiento.
–Puedes quedarte la capa –dijo el hechicero–. Además, parece que le caes bien.
–Le… caigo bien... A la capa –repitió Elissa, despacio, con evidente asombro. Había visto a la prenda moverse en el aire, claro, pero había pensado que acudía a ella por algún truco de telequinesis de Strange. No se le había ocurrido en ningún momento que la tela podía estar… ¿Viva?–. Entonces… la capa tiene... ¿Mente? Conciencia –Strange asintió–. Es... –Elissa sacudió la cabeza, sin lograr dar con la palabra adecuada– Gracias –repitió, al final, alisando con suavidad las arrugas de la prenda en su hombro.
La capa onduló, y el gesto le recordó a un gato satisfecho al ronronear.
Elissa volvió la mirada hacia el lugar donde yacía Arión. Algo de lo que Strange había dicho aún la inquietaba. El Hechicero Supremo permanecía en silencio, aguardando.
–Creo que esto me va grande... –murmuró la griega, al fin. La capa aleteó de inmediato en torno a ella– ¡Me refiero a la situación! –aclaró, rápidamente, temiendo haber ofendido a la prenda. Ésta pareció apaciguarse, volviendo a colgar sobre sus hombros. Su peso era protector, reconfortante. Elissa miró a Strange–. Sólo tengo poder en el subconsciente... No creo que os sirva de mucho en este lugar. La... "dimensión espejo", como la has llamado. Pero tú... Eres amigo de Arión, ¿verdad? Has venido a ayudarlo –continuó–. Porque… Si ese Mordru es... "interdimensional"... quiere decir que puede llegar hasta aquí en cualquier momento y, si lo hace, yo no voy a poder... no voy a ser demasiado útil.
–¿Aquí? –repitió Strange, rascándose la barbilla–. Sí, más pronto que tarde. Sólo hemos ganado un poco de tiempo, me temo –su mirada siguió la misma dirección que la de Elissa unos segundos atrás–. En cuanto a Arión, creo que es demasiado pronto para decir que somos amigos. "Colegas", más bien. Ya sabes, cortesía profesional. Pero sí, he venido a ayudar.
El Hechicero hizo un nuevo gesto con las manos, y un resplandor anaranjado iluminó el cuerpo de la psicóloga. Al tiempo, un kopis griego se materializó en la mano derecha de Elissa. Sobre el brazo izquierdo conjuró un gran hoplon con una mariposa en su centro. Ambos, espada y escudo, eran incandescentes, como hechos de energía sólida, y no pesaban en absoluto. Elissa se sintió aliviada. Sería capaz de blandirlos con facilidad.
–Hay situaciones que nos vienen grandes a todos –continuó Strange–. Pero vamos a intentar no morir... y que, con nosotros, no lo haga la realidad...
La Realidad. La mano de Elissa apretó la empuñadura del kopis hasta que sus nudillos palidecieron.
Y, entonces, hizo su última pregunta. Una que llevaba preocupándola desde que habían vuelto sus recuerdos.
–Mi compañera... La chica pelirroja... ¿Dónde está?
Strange pareció despertar de un sueño.
–Oh, sí... ella... –Aquel ser tan extraño. Un escalofrío había recorrido la espalda de Strange cuando el Orbe de Agamotto se la mostró, intercambiando miradas con Mordru–. Debería estar... –Strange miró en todas direcciones–. No... –se había asegurado de que todos menos Mordru fueran trasladados a la Dimensión Espejo. ¿Dónde demonios estaba ella?– Esto no es bueno… –Strange se dejó caer, llevado por la ingravidez de aquel lugar ajeno a la física convencional, buscando sin descanso a aquella criatura misteriosa–. No está aquí... no... no me lo explico…
–¡Allí! –exclamó Elissa, al tiempo que la joven se materializaba frente a Loki.
Corrió hacia ellos, mientras Strange se aproximaba, flotando. El Embaucador, ahora podía verlo, estaba herido de gravedad. Hasta que la doncella pelirroja, aquélla cuyo nombre acariciaba las orillas de su mente –OmegaDust, OmegaDust…– reflejó sus heridas como si de un estigma sagrado se tratara.
Loki se curó. Y ella… Elissa contempló, con muda reverencia, cómo los cortes sanaban, cómo las heridas se cerraban, una a una. OmegaDust… estaba… ¿bien?
La joven volvió el rostro y llamó a Arión…
Y los ojos del atlante se abrieron.
El alivio inundó a Elissa, anegando al fin la angustia que se le había instalado en la boca del estómago desde que lo había visto inerte, empalado en las profundidades del Naraka. Arión estaba vivo, y ninguno de los sacrificios había sido en vano.
Cuando se aproximó a ellos, Elissa contuvo la respiración. Recordaba sus últimas palabras en Atlantis como si acabara de escucharlas. Recordaba cómo había soplado con suavidad, levantando su culpa por lo sucedido con Drago como si se tratara de una ligera pluma. Y recordaba cómo se había despedido de ella, afrontando su condena en el Infierno.
"Una vez te dije que me recordabas a mi hija, Allura... y éste es el mejor consejo que un padre puede darle a su hija…", había murmurado, antes de besarla en la frente. "Perdóname... Por haberte traído aquí a la fuerza y haberte retenido en contra de tu voluntad. Por abandonarte ahora como lo hizo tu padre. Por no poder cumplir mi promesa de ayudarte a encontrarle y por dejar tu entrenamiento inconcluso. Perdóname por todo, Elissa..."
"Podría perdonar todo… salvo que te marches.", había respondido ella.
"Adiós, Arión…"
Bienvenido de vuelta, Arión.
–Extraño... Has venido –dijo el atlante, saludando al Hechicero Supremo. Y entonces vio a Elissa–. Y tú también... –susurró, y tendió la mano hacia la griega para recolocar un mechón de cabello. Un gesto dulce, paternal, que desbordó el estanque de añoranza que se había acumulado en su pecho. Una lágrima resbaló por su mejilla, mientras él continuaba hablando–. ¿Cómo has podido...? Después de lo que te hice... Tu nobleza y tu lealtad son más de lo que merezco, Elissa... Me siento profundamente orgulloso de haber sido... de ser... tu maestro... Si aún quieres aceptarme...
–No hay ninguna otra decisión que tomar, Κύριος –musitó, sonriendo levemente al pronunciar el término “maestro”.
Arión se volvió. Era el turno de Loki.
– Y tú… La última vez que nos vimos me dijiste que mi tormento no duraría para siempre. Estaba muerto... lo sé. Y tú me has devuelto a la vida. Y claramente has tenido que arriesgarte mucho para lograrlo. ¿Por qué? Cuando fueron tus arteras argucias las que me enviaron al infierno en primer lugar...
Entonces, la realidad se resquebrajó, y una voz airada cayó sobre ellos como una maldición.
–Yo te diré por qué, mago: Porque parece tenerle tanto aprecio a tu vida como escaso es el que siente por la suya –Mordru. Mordru los había encontrado–. ¡Entregadme a la Hija del Destino o pereced!
Strange observó con detenimiento cada uno de los insólitos espectáculos privados que se iban sucediendo en la Dimensión Espejo.
- Llegas tarde.- había murmurado un malherido Loki al tiempo que se acercaba a trompicones a la destrozada figura de Arión de Atlantis. Lo que sólo podía significar una cosa. La versión del Dios del Engaño que se había batido el cobre con Mordru cuando Strange hizo su entrada era tan sólo una ilusión. Una copia, sí, pero lo bastante poderosa como para mantener el tipo contra alguien tan peligroso como ese supuesto “Señor del Caos”. Stephen también poseía dicha habilidad, pero ni tal hecho ni sus rencillas pasadas con el asgardiano le impidieron admirarse de su destreza en las Artes Místicas. Fue entonces cuando el germen de una idea se implantó en el cerebro del Hechicero Supremo.
Mordru… Una criatura de naturaleza complicada. A simple vista un hechicero de gran poder. Sin embargo, él se había definido como algo más, como una entidad eterna: “Sin principio o final”. Como tal, no sería fácil de destruir, si es que existía alguna manera de hacerlo. Pero tenía una envoltura física. Si la tenía, era que la necesitaba, fuese cual fuese su propósito. Una envoltura que Strange había visto deteriorarse cada vez más conforme se iban sucediendo sus distintos enfrentamientos. La primera vez, cuando fue a visitarlo, en su cautiverio, tras haber acabado con la vida de Fate. Y su aspecto parecía aún peor hacía sólo unos instantes, al recibir la Luz de Agamotto. Algo drenaba el recipiente mortal del monstruo, y el Maestro de las Artes Místicas empezaba a sospechar qué era ese “algo”. Un cuerpo prestado, pero no cualquier cuerpo. El cuerpo de Arión de Atlantis.
Stephen trató de hacer memoria. Desde la Colisión, jamás había visto coexistir en aquel nuevo mundo a dos versiones distintas del mismo ser: Un Peter Parker, un Steve Rogers, un Loki (tenían más que suficiente con uno…). Afortunadamente, tampoco había conocido ningún otro Stephen Strange. Parecía que aquel universo sólo podía albergar una misma variante de la misma persona. Arión, “su” Arión, era el titular y Mordru un mero suplente. Una circunstancia que podían explotar. El Señor de las Mentiras le había dado la clave: Copias. Pero no meras ilusiones.
Sí, “eso” podía servir. Era un conjuro muy complicado, no tenía práctica con él y, además, necesitaría tiempo. Pero era una baza. Necesitaban una con urgencia. Y… hablando de tiempo… En aquel instante, el desastrado Loki acercaba a Arión un objeto que Stephen conocía demasiado bien.
- Tarde… ¿Eso crees hijo de Laufey? Depende para qué, o para quién. El tiempo es un concepto muy relativo, como creo que ya sabes- Stephen clavó los ojos en la piedra- Ya hablaremos más tarde acerca de cómo te has hecho con una Gema del Infinito.
Thanos, Doom, Dormmamu, Mordo, Magneto. Fin. Esas eran las personas en cuyas manos más le inquietaba que estuviese la Gema del Tiempo. Después, ya era el turno de Loki. Era una lista corta. Pero, por el momento, el Gran Embustero parecía estar haciendo un buen uso de ella, devolviendo la vitalidad al Atlante, así que no protestó.
Tampoco parecía poder aportar nada a la curación de Arión, de modo que se centró en poner a punto al resto del equipo para la batalla que se avecinaba. Buscó con la mirada a la chica-mariposa y, una vez la localizó, con un gesto de sus manos enguantadas, ésta recuperó su forma original. El Hechicero apartó la mirada al advertir que la joven había vuelto a su ser tal y como los dioses la habían traído al mundo y, rápidamente, la Capa de Levitación se descolgó de sus hombros para cubrirla a ella. Tras una breve pero reveladora conversación con aquella insólita mujer, Stephen se cercioró de que, si carecían del poder necesario, al menos contaban con voluntad más que suficiente. Pero la charla había sacado a la luz un hecho del todo inquietante. La otra chica, su compañera, aquella a la que Mordru se estaba comiendo con los ojos segundos antes de la entrada del Hechicero Supremo, no estaba entre ellos.
Strange escrutó aquél cambiante escenario infernal por todos lados en su busca. Dobló parte de la realidad a fin de obtener una visión más clara del espacio, pero… nada. Stephen estaba visiblemente nervioso ¿Qué podía haber fallado? ¿Acaso estaba más quebrantado por el cautiverio de lo que creía? ¿Tanto como para conjurar erróneamente un hechizo que había realizado cientos de veces? Era posible, pero lo que era seguro es que poco o nada sabía de aquella extraña muchacha. Su naturaleza era un misterio más grande que el propio Mordru ¿Y si su magia no tenía ningún efecto en ella? De ser así, Strange había cometido un gravísimo error de cálculo. Si se había decidido a actuar en aquel instante concreto era, en gran parte, por el cruce de miradas entre la chica y el Señor del Caos. No sabía qué consecuencias podía acarrear que dos seres tan singulares entrasen en contacto. Y a Mordru parecía interesarle mucho ella… Y nada que impulsase los intereses de Mordru sería beneficioso para los de los demás.
Sí, un gravísimo error de cálculo. En vez de defenderla la había dejado a merced de aquel monstruo, completamente aislada de la ayuda. Strange se planteó crear una apertura en la Dimensión Espejo, pero todos estaban demasiado débiles como para aguantar un nuevo asalto contra la criatura del caos. Tenía que sopesar los riesgos… y rápido.
La angustia del Hechicero Supremo se disipó al poco. “¡Allí!”, exclamó la joven-mariposa y, al tiempo, una presencia embriagadora se materializó en la Dimensión Espejo, abarcando todo el lugar con su abrumadora pero extrañamente calma atmósfera. Primero pensó en Mordru… pero no… su poder era infinitamente más opresivo y retorcido. Era ella… Stephen observó el espectáculo desde lo alto de una montaña. Bueno… eso de “lo alto” era un decir. Lo cierto era que, en aquel momento, se encontraba boca abajo, lo que dificultaba aún más discernir qué ocurría realmente. La escena continuó, hasta que un lento escalofrío recorrió la columna de Strange al escuchar la voz de la criatura…
Al fin… Puedo sentiros… Te siento…
Un ciento de voces que al tiempo eran una. Aquel extraño mineral, las flores que parecían nacer de una forma natural en su pelo. Su voz, su aura…
¿Qué… qué demonios eres tú?
Stephen no pudo más que observar el espectáculo desde la distancia. Ver cómo la frágil muchacha recomponía a Loki, como si estuviese haciendo suyo su dolor. Una entidad fascinante… Al poco tiempo, el segundo Bello Durmiente del grupo despertó. Arión de Atlantis avanzó hacia la joven de cabello floreciente. Acarició su rostro, justo en la comisura de los labios, unos en los que parecía nacer un asomo de… sonrisa. El antaño cirujano descendió, reuniéndose con el resto y, por alguna razón, también se permitió sonreír. Por mucho que hubiese estudiado las Artes Místicas, aún le sorprendía que sus problemas se solucionasen… bueno… Por arte de magia.
Al poco del despertar del Atlante, la joven de cabello negro se lanzó a besarlo. Arión parecía casi tan sorprendido como Strange, quien arqueó una ceja.
- Extraño... Has venido
- ¿Cómo iba a perdérmelo? Bienvenido a la vida de nuevo. Vamos a intentar que sea por un buen tiempo…- murmuró Stephen casi en un suspiro. Pero decidió no intervenir más en la escena. La atención de Arión se centraba ahora en la chica-mariposa. Elissa, ese era su nombre. Y aquel reencuentro parecía hacer tanto bien a ambos como cualquier curación mágica. Todo iba bien y… a la vez, todo iba rematadamante mal. Algo… empezaba a agitarse en la Dimensión Espejo. Una presencia oscura, terrible. Un aura semejante a un ejército bárbaro que lo arrasa todo a su paso. El Hechicero miró al resto, y una voz desgarradora interrumpió al atlante antes de que Stephen pudiera articular palabra.
Strange trató de cubrir al resto del grupo con el Escudo de los Seraphim, pero el ataque fue demasiado repentino. Éstos se quebraron como una hilera de cristales que reciben un cañonazo. El hechicero se incorporó a duras penas por el ataque. Sabía que Loki, Arión y la muchacha a quien llamaban Dalae podían arreglárselas solos. Pero temía por la chica-mariposa… Elissa. Y por lo que Mordru quisiera hacer con la otra…
- Yo te diré por qué, mago: Porque parece tenerle tanto aprecio a tu vida como escaso es el que siente por la suya –no podía estar pendiente de todos. Había que centrarse -. ¡Entregadme a la Hija del Destino o pereced!
- Hija del Destino…- murmuró Strange manteniéndose en pié con dificultad para luego dirigir la mirada a la, sólo en apariencia, frágil muchacha que había efectuado la curación de Loki- Creo que eso va por ti…
Acto seguido, Strange dirigió la palma de la mano en dirección a la chica. Giró ésta con delicadeza y la Dimensión Espejo hizo honor a su nombre. El espacio entorno a Omegadust se retorció, mostrando mil caras distintas de aquel infierno, el Naraka. Las imágenes fueron superponiéndose, unas con otras, hasta hacer casi indistinguible una figura humana en el entorno. El Hechicero Supremo se abstuvo de intentar mover con su magia a la joven, pues era probable que la maniobra no tuviese efecto alguno. Pero iba a dificultar que la encontrasen lo máximo posible. Así, cuando el infinito caleidoscopio comenzó a girar sobre el espacio y sobre sí mismo, pudo observar como el rostro de Omega desaparecía, dejando tras de sí una estela de sus peculiares flores rojas. Aquellas que era imposible determinar si eran un adorno o formaban parte de su propio ser. Strange no supo distinguir si el camuflaje se debía a sus acciones o a la única voluntad de la chica. En aquel momento, lo cierto es que le daba igual.
El Hechicero Supremo alzó las manos y con él se alzó también la plataforma sobre la que se encontraba. Sabía que el espectáculo era parte indispensable de cualquier enfrentamiento con esa clase de seres. Hacerte ver más poderoso e imponente de lo que eres en realidad. Hacerles dudar de su supuesta omnipotencia. En definitiva, el trabajo de un mago real no se diferenciaba mucho del de uno de salón. Trucos, ases en la manga.
Humo y espejos.
Los brazos de Strange comenzaron a moverse en todas direcciones, como un director de orquesta que tenía por músicos a las rocas, zarzales, ríos de sangre y demás accidentes de la geografía infernal. Todo el espacio se doblegaba a las órdenes del Hechicero Supremo, creando un dédalo opresivo y aberrante, uno donde era imposible distinguir cuándo un escenario terminaba y empezaba otro. Un enorme tablero de ajedrez de un solo movimiento donde la derrota significaba la muerte.
- ¿Te gusta el caos?- espetó Stephen a su enemigo- Bienvenido a mi caos.
Es sólo geometría- se burló una voz juvenil en la mente de Strange.
Cállate Peter…- la silenció el hechicero.
Ríos de sangre discurrían por el nuevo Naraka especular, ascendiendo y descendiendo en corrientes imposibles. Strange hizo un ademán con la mano, alejando un tanto al resto de compañeros. Buscaba que, por el momento, la atención de Mordru se centrara sólo en él. Necesitaba a los demás para culminar su plan. Uno que no tenía ninguna garantía de que funcionase pero ¿Cuándo la tenía? Strange alzó ambas manos de nuevo, lentamente, con parsimonia. Las pequeñas gotitas de sangre se elevaban ingrávidas a su alrededor, juntándose en el vacío, formando irregulares esferas líquidas que pronto comenzaron a girar con lentitud alrededor del hechicero, como pequeños planetitas dejándose llevar por una órbita cambiante que lo tenía a él como centro de un mini-sistema solar.
- No eres un ser superior. No eres un dios- le increpó Strange- Da igual los poderes que creas poseer. A mis ojos, tan sólo eres un vulgar asesino. Y la sangre que has derramado te pesará aunque no quieras. Así cómo el lamento ensordecedor de aquellos que has tratado de acallar.
Las esferas de sangre, cada vez más grandes, empezaron a tomar nueva forma. Rostros, manos, piernas… Emergían de estas como una miríada de insectos rompiendo sus crisálidas. Hombres, mujeres… niños. Se retorcían, aullaban furibundos ante la presencia de su asesino. De entre ellos, destacaba la figura quebrada del Dr. Fate. Todos ellos se arremolinaron a espaldas de Strange, destrozados, rotos, deshaciéndose en un mar rojo, como figuras de cera que se estuviesen derritiendo. El Hechicero Supremo alzó el brazo y, tras un chasquido de dedos, todos ellos se lanzaron contra Mordru, ansiando cobrarse todos un pedazo del causante de su penitencia.
Mientras el mar de condenados se lanzaba contra Mordru, Strange aprovechó para retrasar la plataforma sobre la que se hallaba erguido hasta colocarse en paralelo con Arión y Loki. El movimiento previo había tenido más de espectáculo que de ofensiva real. Miró a ambos lados, buscando la atención de ambos hechiceros y suspiró.
- ¿Sabes Arión? Son cosas como estas las que me hacen ver la brillantez de esa idea tuya del cónclave de magos.
Pero las palabras eran mera distracción. La auténtica conversación se desarrolló en las mentes del grupo. Strange creó un enlace telepático con todos los presentes a excepción de Mordru. Confiaba en que el enemigo no fuera capaz de escucharlos tanto como deseaba que Omegadust sí pudiera captarlos.
Tengo un plan para debilitar a esta cosa. Pero voy a necesitar tiempo. Lo lamento, tengo que pediros que lo entretengáis mientras tanto. Aunque no estaréis solos en esta batalla.
Acto seguido, Strange movió con lentitud el brazo derecho, en dirección a Loki. El espacio comenzó a enrarecerse en torno al Señor de las Mentiras. Tras él se dobló la Dimensión Espejo, mostrando una serie de superficies cristalinas de las que, en un instante, comenzaron a emerger una decena de criaturas lupinas de considerable tamaño. Algunas parecidas a los lobos del mundo ordinario, aunque de mayores dimensiones, otras vagamente parecidas pero de un extraño aspecto alienígena. Todas ellas formaron tras el Dios del Engaño como un pequeño batallón, una manada de lobos cuyo líder y comandante sería el propio Loki. Al tiempo que un gran lobo blanco de pelaje atigrado acercaba el morro al hermano de Thor, buscando sus caricias como un perrillo que ansía la aprobación de su amo, Strange sonrió.
¿Cuándo se ha visto que un príncipe de Asgard marche sin su hueste a la guerra? Cuídalos bien. Y en cuanto a ti, Arión…
Los brazos de Stephen se cruzaron frente al Ojo de Agamotto, que volvió a emitir (con menor intensidad) su característico fulgor dorado. Segundos más tarde, el amuleto colgaba del cuello del Hechicero Atlante, completamente abierto, bañándolo con su luz divina.
Sé que harás buen uso de esto. Mordru ha intentado antes hacerse con él, así que imagina su cara cuando lo vea colgando de tu cuello- Strange guiñó el ojo izquierdo, aunque ninguna palabra salía ahora de su boca- Dale una buena por Fate. Y…- antes de alejarse del resto, los dedos índice y corazón del doctor se iluminaron como brasas. Éste los acercó a la cabellera de Arión y cortó un mechón de la misma-… gracias por esto.
Al fin pudo Strange alejarse para preparar el ritual. Cerró los ojos durante unos instantes para hacer memoria y con presteza extendió en el suelo los cabellos de Arión. Estos se iluminaron, como un conjunto de pequeños hilos dorados, hasta proyectar la imagen de un tridente espectral en el vacío.
Sagrados Vishanti, concededme las fuerzas necesarias en esta hora de tribulaciones.
El acto de entregar el Ojo de Agamotto al atlante no sólo había sido una forma de incrementar sus posibilidades contra Mordru. También favorecía establecer un enlace mágico entre Arión y Strange. Aquel conjuro, de funcionar, crearía nuevas vidas, semejantes en todo al inmortal. A la dificultad de replicar no una, sino varias veces, un cuerpo, mente y alma humanas se sumaba… que en este caso no eran precisamente humanas. Una conciencia increíble, una que había vivido cientos de años de experiencias y pensamientos. Strange torció el gesto a medida que murmuraba el conjuro… Y esta vez no compartió sus pensamientos…
Espero que no noten que es la primera vez que hago esto…
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Loki Laufeyson Marvel Universe
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— Despierta de una vez, maldito idiota. No te hagas tanto de rogar…—le dijo al hombre que yacía dormido en brazos de su pupila. Por alguna razón que desconocía, se estaba resistiendo a despertar, a pesar de que la resurrección se había completado con éxito—Es tu némesis… ¿no es así..? Ma…machácalo de mi p-parte…
Loki exhaló un aliento débil y moribundo. El líquido carmesí salpicaba con descaro el suelo cristalino del mundo espejo. Su cuerpo asgardiano, aunque era más resistente de lo normal, tenía sus límites. La batalla previa contra Karnilla le había pasado factura, y en aquellos momentos, estaba demasiado debilitado como para seguir luchando en igualdad de condiciones contra Mordu.
Si estaba en el mismísimo infierno hindú, era principalmente porqué quería devolverle la vida al señor atlante. Por tanto…Su misión había terminado con él. Ya no tenía porqué continuar luchando contra la gravedad...
El cuerpo del hechicero se tambaleó a la vez que su embotada cabeza distorsionaba las voces de su alrededor. Nada le importaba, ni siquiera haberse quedado sin fuerzas para mantenerse en pie. Incluso agradeció su incapacidad para seguir despierto al notar cómo se extinguía lentamente la verborrea del excéntrico doctor en su cabeza.
Toda esa gente… Strange, la pelirroja, la chica de la capucha azul, Dalae… todos estaban allí por Arión. Expectantes a su gran y glorioso regreso como salvador del universo. Por eso… no importaba demasiado si cerraba los ojos tan sólo un momento…¿verdad?
— Es humillante… —dijo el viejo, con la misma voz de la urraca— Al final te has librado de la muerte… por muy poco… — Es lo que tiene ser nosotros. —respondió el niño. — ¿Crees que vas a poder evitarlo por siempre? —rió el Loki original— Algún día me necesitarás… y no tendrás más remedio que dejarme salir… — Sería peor que la muerte, y lo sabes. — No podrás evitar por siempre tu destino, Ikol…
— Pero puedo jugar con él un poco más… — balbuceó entre delirios, ante la sorpresa de su aprendiz y el resto de los presentes, que no supieron encontrar el significado de aquella frase ni a quién iba dirigida.
Cuando el dios de las mentiras creyó que desfallecería en aquel mismo instante, unos cristales de narina se posaron en sus heridas cual mariposas en flor, deteniendo el basto sangrado de su gabardina. El dios de las mentiras sintió la calidez de un ángel de mármol abrazando su lastimado cuerpo. Unas manos tan frágiles y níveas como la nieve acariciaron su espalda con una gentileza que jamás había experimentado. El recuerdo de su madre Frigga sosteniéndolo en sus brazos despertaba de pronto en sus recuerdos más enterrados. La criatura acarició su mejilla con afecto, y una pequeña lágrima resbaló con ternura sobre la faz del mentiroso, arrastrando consigo el dolor y la sangre salpicada sobre su rostro.
Los labios de Loki se despegaron para recoger desesperadamente el aliento que antes había escapado de sus pulmones, mientras que sus brazos se cernieron alrededor de la cintura de la muchacha, en un inconsciente impulso para alargar más tiempo aquel abrazo placentero y reparador. Sus manos todavía magulladas y ensangrentadas, acariciaron con exquisita delicadeza las largas fibras de rubí del cabello de la mujer, mientras se hacía una pregunta…
—¿Qué…eres…?— jadeó el príncipe de forma entrecortada, sintiendo como su fuerza vital regresaba de pronto junto a su potencia mágica. La mirada esmeralda del asgardiano quedó anclada a las dos hermosas joyas estrelladas que actuaban como los ojos de la Narina.
El dios se mostró genuinamente sorprendido al encontrarse cara a cara con el rostro compungido de la doncella que destilaba inocencia y pureza por cada fragmento de su ser. El corazón helado del mentiroso se resquebrajó ante una criatura tan luminosa, y finalmente se rindió ante el reflejo de su propio dolor.
El cuerpo de Loki se estremeció, a tiempo de ver cómo las mismas heridas que le habían infringido las afiladas enredaderas de Mordu, aparecían ahora en el cuerpo de la mártir. El hechicero entendió por fin lo que estaba ocurriendo, y fue incapaz de comprender cómo alguien como ella querría intercambiarse por él.
Era… cómo si la luz estuviera entregándose a la oscuridad en un dulce abrazo.
- Te… siento…—cuando la joven parecía desfallecer entre sus brazos, el príncipe se dejó arrastrar al suelo apoyándose con sus rodillas, sin dejar de sostenerla.
Ni Thor, ni Arión, ni Strange… Fue Loki, que de forma inconsciente, había impedido que Mordu se hiciera con el poder de la Narina. Pero como todas las historias que llevaban el nombre del dios de las mentiras… nadie sería consciente de que con su sacrificio había salvado el universo… otra vez.
Frustrado por no poder ayudarla a recomponerse, el embaucador se aferró aún más a la joven, como si su cálido abrazo pudiera protegerla del enorme dolor que sentía.
— G-gracias…— susurró, cuando la mujer cayó agotada sobre su pecho, tratando de recuperar el aliento de tal ardua tarea.— Gracias…
Cuando todas las heridas de su inmaculado cuerpo se cerraron, Loki dejó libre al pájaro enjaulado y se irguió con una fortaleza inimaginable. Ya no había dolor ni peso en su cuerpo… ni siquiera en su corazón. Se sentía cómo si acabara de renacer…
— La última vez que nos vimos me dijiste que mi tormento no duraría para siempre. — dijo Arión cuando despertó por fin. —Estaba muerto... lo sé. Y tú me has devuelto a la vida. Y claramente has tenido que arriesgarte mucho para lograrlo. ¿Por qué? Cuando fueron tus arteras argucias las que me enviaron al infierno en primer lugar...
— Por una vez… Quería saber lo que se sentía al ser un héroe…—bromeó el hijo de Odín, dibujando una sonrisa traviesa con sus finos labios. Pero de momento, la esperada conversación entre el Atlante y el Asgardiano tendría que posponerse…
— ¡Entregadme a la Hija del Destino o pereced!
El hermano de Thor dio un paso al frente con una seguridad y confianza inquebrantables, y tapó con su cuerpo a la joven de la corona orbital, bloqueando así la visión de Mordu.
— ¿No te cansas de ser siempre tan insoportable?— se burló del dios, tras interponerse en el camino del Señor del Caos para proteger a la niña.
Strange también estaba haciendo todo lo posible para evitar que el falso Arión encontrara su objeto de deseo en el interior de la dimensión espejo, distorsionando todavía más la realidad de su alrededor. El dios del engaño caminó con determinación sobre el caleidoscopio de colores, conjurando una ráfaga de mortíferos rayos que no dudó en lanzar contra su enemigo con la potencia de mil soles. Ahora que Mordu estaba distraído con la habitación siempre-cambiante, Loki aprovechó para moverse grácilmente por sus espacios retorcidos e infinitos, saltando por las paredes y caminando por el techo de rectas y diagonales imposibles.
El embaucador fabricó ilusiones perfectas de la mujer de mármol, que bailaban distorsionadas al son de la incesante música de los eternos gritos de agonía de los que habían sido asesinados por Mordu y el repiquetear de una lluvia sangrienta. La magia del hijo de Odín se entremezcló con soltura junto al resto de espejismos fabricados con los poderosos encantamientos del hechicero supremo
— Entretener es mi segundo nombre…—bromeó, haciendo uso de su enlace telepático. No podía creerse todavía que fuera a trabajar codo con codo junto a dos magos que habían sido antiguamente sus enemigos.
El doctor volvió a hacer uso de su exuberante magia para distorsionar nuevamente el espacio de la dimensión espejo y traer consigo a una hueste de enormes y enfurecidos lobos, dispuestos a todo con tal de despedazar al otro señor del caos. Loki esbozó una sonrisa llena de satisfacción tras acariciar el morro peludo de su gigantesco lobo blanco. El asgardiano saltó hacia su montura con la gracilidad digna de un rey, y animó al resto de la manada a seguirle.
— Lo siento, Mordu… Sólo puede haber un dios del caos…
Los lobos aullaron al unísono, antes de lanzarse contra su enemigo al ritmo de una melodía que proclamaba la muerte.
Tenía que reconocer que Strange sabía cómo hacer un buen espectáculo…
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Ahri'ahn DC Universe
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Ficha de Personaje Alias: Arion Nombre real: Ahri'ahn Universo: DC Universe
Arión asintió ante la respuesta de Extraño, compartiendo con él una mirada de reconocimiento sincero.
- Con ésta ya son dos las ocasiones en las que me has salvado la vida, amigo -dijo ofreciéndole su mano para que la estrechara-. Veo la nobleza de tu alma y te entrego mi agradecimiento y mi lealtad. De ahora en adelante puedes contar conmigo para cualquier cosa que necesites.
Después se volvió hacia Elissa, y una cálida emoción embargó su pecho al oír su decisión. No sabía el significado de la palabra que había usado porque no había lanzado el hechizo de comprensión idiomática, pero no le hizo falta.
Algunas palabras no se traducen con el cerebro, sino con el corazón.
Había estado sólo tanto tiempo... La soledad es una carga pesada cuando se es inmortal. Chian y Wyynde habían muerto décadas antes de que le transportaran a aquella época, junto con sus hijos e incluso sus nietos, y durante todo ése tiempo había vivido solo, recluido en la ciudadela de su padre. A su llegada a Omega había tratado de relacionarse con otras mujeres por insistencia del pobre Trykhun, pero ninguna había sido capaz de llenar el vacío de su alma, angustia que el demonio del Mundo Oscuro había sabido utilizar al corromperle.
Paradójicamente sentía más calidez allí, entre los brazos de la que no era más que una hija para él, que entre los de cualquiera de las mujeres con las que había intentado entablar alguna clase de conexión después de Chian. Especialmente si considerábamos el último beso que le había dado Dalae antes de caer en el conjuro del demonio, un beso que había llenado de hielo sus venas.
Ahora parecía distinta... cambiada. Y era cierto que parecía haber corrido un gran riesgo para venir a rescatarle, pero, aunque Arión era conocido por su ingenuidad, no era tan estúpido como para caer dos veces en la misma trampa cuando ya había sido traicionado una vez. Estaba dispuesto a darle una oportunidad a Dalae, la escucharía... y hasta podría perdonarla si su arrepentimiento era sincero, pero lo que había ocurrido era demasiado grave como para olvidarlo sin haber hablado antes con ella.
En cuanto a Loki, no tenía muy claro qué pensar. Durante su enfrentamiento anterior le había confesado ser el causante de todo cuanto le había ocurrido, y sin embargo, ahora había venido en su busca. En su universo tenía fama de ser un mentiroso y un manipulador, y dudaba que ésta versión suya fuese muy diferente. La cuestión era a quién estaba tratando de engañar... ¿al atlante, o a sí mismo?
- ¿Deseabas saber lo que se siente al ser un héroe... o al ser venerado? -cuestionó con suavidad-. A los héroes se les venera, pero ése no fue nunca mi deseo -continuó, con un matiz de tristeza en la mirada al recordar la pesada carga que le fue impuesta-. Si tu voluntad es fuerte puedes hacer mucho bien, Loki. Pero debes tener cuidado. Sentirse adorado es seductor... y lo es más aún el señuelo del poder.
Iba a seguir hablando pero se detuvo, tenso, sus sentidos advirtiéndole de la inminencia de un ataque místico de... ¿Mordru?
Verle aparecer portando su cuerpo desgastado supuso una sensación extraña, ya que el hombre cuya alma había sido expulsada de su legítimo lugar había compartido con él los recuerdos de su propia muerte. No era la primera vez que el atlante fallecía, pero aquella experiencia había sido particularmente angustiosa por el factor añadido de tener que presenciar con impotencia cómo una entidad extraña y malvada tomaba posesión de lo que hasta entonces le había definido como persona, arrebatándoselo todo de una manera íntima y repulsiva y utilizándolo para obrar el mal y asesinar a otros. Además, aquella había sido su muerte definitiva, y el pensamiento también se le hacía extraño acostumbrado como estaba a la inmortalidad.
Su repentina irrupción suscitó un sinfín de preguntas, incluida su enigmática afirmación acerca del interés de Loki, pero la más importante era... ¿qué estaba haciendo allí? Inicialmente pensó que podría haber venido a por él, pues, por lo que sabía, su cuerpo era de los pocos con la capacidad de contener su esencia y, por lo que veía, el receptáculo que ocupaba se estaba degradando con rapidez, pero a juzgar por lo que dijo, su objetivo era otro... Uno que no estaba dispuesto a permitirle tomar.
Tampoco sus compañeros, al parecer. A Arión no le pasó inadvertido el modo en el que Loki se cruzó en el camino del Señor del Caos para proteger a la Hija de Anuleous. ¿Podía ser que realmente hubiera cambiado? ¿Que de verdad estuviese dispuesto a cambiar el pesado lastre de su destino? Por su parte, al Hechicero Supremo le bastó apenas un gesto para distorsionar la realidad en torno a la mujer sin sombra, haciéndola imposible de detectar. La transformación del entorno no terminó ahí, sino que siguió extendiéndose como un maremoto por toda la dimensión espejo, afectando la geografía de un modo que le recordó mucho al funcionamiento de la Torre del Destino; un lugar eterno sin una realidad tangible que existía más allá del tiempo y el espacio. Por su parte, Arión se movió por instinto, colocándose a su vez protectoramente ante Elissa al tiempo que utilizaba sus sentidos místicos para evaluar al agresor.
- No lo pillas, mago... No se trata de que a mí me guste; ¡la naturaleza prefiere el caos! -replicó Mordru, haciendo suyo el conjuro del doctor Extraño para retorcer la realidad de la dimensión Espejo de la misma manera que estaba haciendo el Hechicero Supremo, creando elevaciones donde él generaba abismos, y simas insondables donde él hacía que la tierra se elevase, haciéndole perder el control y caer al ir a subir un peldaño que desaparecía repentinamente bajo sus pies-. ¡El desorden es la norma! ¡Mi norma! ¡No puedes derrotarme en mi terreno!
Uno tras otro, los conjuros estallaban a su alrededor entrelazándose en un espectáculo que Arión, acostumbrado a ser el único Homo Magi de su reino, llevaba milenios sin contemplar. Pero lo que más le asombró no fue eso... sino el hecho de constatar que, una vez más, era capaz de percibir las energías místicas que fluían a su alrededor. Las sentía con tanta claridad que habría podido tocarlas y hacerlas suyas con tan sólo extender los dedos. Rayos de energía azulada brotaron de las manos del Señor del Caos, encontrándose con los de Loki y disolviéndolos en el proceso. Cuando el mar de condenados se arrojó a por él, simplemente alzó una mano, doblando los dedos en un signo cabalístico, y una muralla especular se extendió entre él y las criaturas, haciendo que se estrellasen de manera inocua contra el escudo, explotando y salpicando sangre en todas direcciones.
Los hilos del Tejedor que controlaban los innumerables conjuros llegaban incluso allí desde el Mundo Oscuro, formando un entramado multicolor que se extendía hasta donde alcanzaba el horizonte, invisibles para todos los que no gozaran de la segunda vista de los bendecidos por el Dios de la Magia Atlante. Acababa de recuperar su poder, e iba a necesitar algo de tiempo para volver a aclimatarse a la energía cruda que palpitaba por sus venas, pero había algo que sí podía hacer, algo que era instintivo para cualquier Homo Magi: conjurar los hilos que constituían la base de la antigua magia.
Arión extendió una mano hacia Mordru, y un sinfín de mágicas hebras comenzaron a gotear sobre el Señor del Caos, pegándose a su cuerpo y enrollándose en torno a su cuerpo y extremidades cual telaraña tornasolada.
- ¿Qué? ¿Hilos Multicolor? -exclamó atónito, impotente mientras las místicas ataduras le elevaban en el aire, enrollándose más y más en torno a él, formando un capullo cada vez más grueso-. ¡Pero la magia prescinde de ellos desde hace eones!
- La actual, tal vez, pero yo no pertenezco a ésta época -replicó el Atlante.
El sudario mágico no podría retener a Mordru por siempre, pero les proporcionaría el tiempo suficiente para poner en pie una estrategia, ya que al no ser un ataque dirigido contra el mago sino meramente una prisión detinada a contenerle, la Gema de Hambre de Ónice no podría absorberlo.
- ¿Sabes Arión? Son cosas como estas las que me hacen ver la brillantez de esa idea tuya del cónclave de magos.
El aludido asintió.
- Mientras pervivan las fuerzas del Orden y el Caos debe existir una alianza de magos que se ocupen de mantener la estática de equilibrio que mantiene seguro nuestro mundo. Si algo debería enseñarnos ésta amenaza es que debemos apresurarnos a convocar una asamblea con los maestros magos del mundo cuando todo ésto haya concluido -se llevó una mano al corazón ante la petición del hechicero supremo-. No lo lamentes. Cumpliré con mi deber -aseguró.
— Entretener es mi segundo nombre… -bromeó alegremente el asgardiano, mientras las imágenes especulares de la Mujer sin Sombra parecían multiplicarse hasta el infinito.
¡Era tan extraña aquella efervescencia de hechicería! Hacía milenios que Arión no experimentaba nada igual. Era como si cada célula de su cuerpo estuviera en ebullición. Dirigió la mirada al espacio que se desdibujaba en torno a Loki, observando las curiosas criaturas que aparecieron a través del portal, algunas de las cuales guardaban cierta remembranza con los hombres lobo de la antigua Atlántida. Y el Hechicero Supremo, entonces, se volvió hacia él.
Una calidez semejante a la que uno experimenta una fría tarde de invierno al salir el sol se extendió por el cuerpo del atlante, irradiando desde el místico amuleto que se materializó mágicamente sobre su pecho. Arión pudo sentir el poder arrollador recorriendo sus huesos al tiempo que un brillo sobrenatural comenzaba a emanar de su cuerpo, cubriéndolo de un resplandor dorado. Unos ojos verde esmeralda de los que había desaparecido la pupila se abrieron desmesuradamente cuando la terrorífica sensación de estar a punto de estallar se apoderó de todo su ser. Y, mientras se elevaba de manera involuntaria sobre la superficie con aquél resplandor dorado palpitando en oleadas con cada latido de su corazón, Extraño comprendió cuál era la verdadera naturaleza del atlante, que Arión era algo más que un Homo Magi corriente, un ser que había sido forjado de la misma magia que circulaba como fuego por sus venas, con la capacidad de absorber y canalizar el poder de cualquier artilugio místico, sumándolo al propio, y en aquellos momentos, el Ojo de Agamotto insuflaba en su corazón la fuerza de mil soles, llenándolo de luz y de vida. Se trataba de un espectáculo aterrador... pero también increíblemente hermoso; La imagen del poder encarnado.
- Así que has recuperado tu magia -saludó la voz de Mordru, que había conseguido finalmente liberarse de su prisiónr-. Bien, eso lo hará todo más interesante.
Arión volvió hacia él su mirada sin pupila antes de dictaminar:
- Tu fuerza es grande, Señor del Caos, pero ésta vez no te resultará tan sencillo derrotarme.
- Éso lo veremos. Yo personalmente me ocuparé de segar tu vida como ya hice una vez. Pero antes... -se fijó en Extraño, que se había apartado para conjurar, y realizó un rapidísimo movimiento con las manos destinado a hilar un conjuro que no pudiese ser detenido. Antes de que Arión pudiese impedirlo, el Hechicero Supremo notó un agudísimo dolor en el oído que pareció taladrarle el cerebro, interrumpiendo su concentración-. Te he infravalorado, Stephen... Eres en verdad un mago poderoso, pero a veces lo único que hace falta para detener al mago más poderoso es el hechizo más débil y aparentemente inocuo simplemente creando una resonancia vibratoria en el oído interno para así evitar lo que sea que estuvieras a punto de hacer... Buena suerte con eso.
Los lobos de Dalae y Loki aullaron salvajemente y se lanzaron al ataque. Mordru se volvió rápidamente hacia ellos y trazó un círculo en el aire con la mano que abrió un portal justo delante de la manada, quienes, incapaces de detener su impulso, pasaron a través, yendo a parar a algún punto indeterminado de la dimensión espejo.
- Bien... ¿por dónde íbamos, Arión? Creo que disponemos de unos momentos de intimidad para nosotros solos... Mejor será no desaprovecharlos...
- Solos, sí -asintió el atlante-. Así es como ha de ser. Conmigo empezó todo y conmigo ha de acabar, pero antes... permite que me asegure de que en verdad queda todo entre tú y yo... y nadie más -sus ojos sin pupila resplandecieron con mayor intensidad cuando empezó a murmurar-: Escudo de Attatak, mano de Coathe, en tu nombre alzo este ruego: ¡en tu poder te invoco!
La mano que con discrección había colocado a su espalda realizó un sutil giro y una esfera de energía mágica verdosa envolvió a Elissa, alzándola en el aire para alejarla de allí. Se trataba de un hechizo de protección, un escudo intraspasable que bloquearía cualquier daño que Mordru intentara enviarle.
- Ahora sí, solos... Tu cuerpo se debilita, pero tu corrupción y tu maldad no han menguado. Aquí termina, Mordru. No pienso permitir que tu oscuridad regrese a la Tierra.
La luz que emanaba del cuerpo del mago se hizo más y más intensa hasta semejar la energía cruda de un sol naciente que tenía como centro los pentagramas dorados que palpitaban en torno a sus manos, forzando al Señor del Caos a apartar la mirada.
- Tu poder... es más fuerte que nunca... ¿Cómo es posible?
- Te llamas a ti mismo Príncipe de las Tinieblas... Pero la luz siempre disipa la oscuridad.
Innumerables rayos de energía dorada salieron despedidos de su cuerpo, como lanzas, atravesando al Señor del Caos, enganchándose en su carne y tirando de él con la intención de descuartizarle, y lo habrían conseguido de no ser por la Gema de Hambre de Ónice, que absorbió las cualidades perniciosas del poderoso conjuro, no sin antes hacerle lanzar un lamento desgarrador.
- Nnnnngggggg.... No... No ganarás, chico... Lo que se contiene... Se puede devolver...
Como en un espejo, el hechizo le fue devuelto a Arión, sólo que ennegrecido y corrupto después de pasar por la retorcida esencia del mago. En lugar de ser una fuerza de luz pura, lo que emergió del cuerpo de Mordru no era sino la misma naturaleza del mal que conformaba su alma. Arión alzó el brazo, como quien se cubre con una capa, y una cúpula de cristal mágico se alzó sobre él, protegiéndole de las nocivas energías, las cuales, al chocar contra el escudo, se transformaron en miles de cristales afilados como cuchillas que rebotaron y regresaron de vuelta contra el señor del Caos, pillándole por sorpresa e infringiéndole un millar de cortes.
- Lo que se contiene se puede devolver, en efecto -repitió con calma Arión dejando caer el escudo.
Mordru se incorporó vacilante, con el cuerpo plagado de fisuras sangrantes, y lanzó al atlante una mirada de odio puro.
- No te será tan fácil vencerme... Puedo ser obstinado.
Una masa de oscuridad densa se abatió sobre Arión, sumiéndolo en la negrura más espesa, mas no transcurrió mucho tiempo antes de que la explosión de luz más resplandeciente la disipara por completo.
- No hay nada más obstinado que el poder de la luz, Mordru... La luz siempre podrá atravesar tu asfixiante oscuridad. Y de la misma manera que devora tus sombras te devorará a ti.
Extendió un brazo y una esfera de energía salió despedida hacia Mordru, pero lo único que hizo al parecer fue sanar los cortes del hechicero, quien rompió a reír.
- ¡Cuán considerado, Arión! ¿Quizá has olvidado que cualquier conjuro que me arrojes me vuelve más fuerte? ¡Bastante lamentable considerando que el amuleto lo creaste tú!
- Lo conozco bien -asintió el mago-. Pero no me hace falta dirigir mis conjuros contra ti.
Alzó un brazo y una lanza de cristal emergió del suelo de espejos justo bajo los pies de Mordru, golpeándolo con brutalidad y arrojándolo contra el cielo.
- Me decepcionas, señor de la Atlántida... -replicó desde el aire el hechicero con una sonrisa ensangrentada-. Si ésto es lo mejor que tienes para ofrecer, la Tierra no tiene la menor oportunidad...
Un rayo de energía negativa impactó de lleno contra el atlante, que gimió de dolor al quedar inmovilizado en el suelo.
- Y he aquí que me preguntaba... ¿cómo podría afectar la nigromancia al gran señor de la luz?
El torrente de magia oscura fluía incesantemente sobre él, impidiéndole moverse y drenándole de energía. Reuniendo toda la fuerza de que fue capaz, Arión invocó su conexión mística con el Mundo Oscuro, y dos diminutos ojos se abrieron en las palmas de sus manos mientras se concentraba para extraer el poder que necesitaba para contrarrestar la hechicería de su adversario de la fuente misma de la magia. De ésta manera consiguió redirigir el ataque contra su origen, y al proceder del propio Mordru no pudo absorberla, y el inesperado impacto le hizo caer a plomo al suelo, aturdido.
Arión se incorporó como pudo, sintiendo dolor en cada fibra de su ser. Sabía que no podría mantener aquello mucho tiempo más; incluso con su recién recuperadas habilidades podía ser derrotado... mientras que Mordru, no. Era tan sólo cuestión de tiempo, y no disponía más que de unos pocos minutos antes de que su enemigo se incorporara de nuevo, así que aprovechó aquél tiempo al máximo para realizar un conjuro de invocación interdimensional que trajo de algún lugar de pesadilla una gigantesca criatura sin ojos a través de una brecha en el cielo. La inmensa sierpe se arrojó sobre el Señor del Caos, engulléndolo con sus inmensas fauces para después ser teletransportado de vuelta a su oscura dimensión de origen. Pero Arión sabía que no sería definitivo. Por todo lo que sabía de Mordru dudaba que existiera algo capaz de retenerle durante mucho tiempo. La cuestión era... ¿cuánto tardaría en regresar?
El hechizo era muchísimo más complejo de lo que Stephen recordaba. No era para menos, estaban hablando de crear seres de la nada. Bueno… no de la nada. Por mucho que llevase ejerciendo como Hechicero Supremo, la mente científica del antaño cirujano se imponía con frecuencia. El proceso que estaba llevando a cabo, a través de los cabellos del atlante como enlace, haría que las criaturas resultantes fuesen algo así como sus “hijos”… No, debían ser idénticos en lo esencial. Puede que no tuvieran todo su poder mágico o habilidades, pero debían “ser” Arión. Más que “hijos”, eran algo así como “clones”.
El cuerpo, pese a la peculiar fisionomía atlante, era algo sencillo. Pero el estudio de las Artes Místicas había llevado a Strange a conocer la respuesta de muchas preguntas que la humanidad se había hecho desde los tiempos de oscuridad más remota. No es sólo el cuerpo lo que compone al ser, o su mente. Hay algo más, una chispa. Un alma, un corazón… Eso era lo más difícil de replicar. El enlace místico que se había creado entre Stephen y Arión facilitaba algo las cosas. Sentía sus fuerzas algo renovadas al tiempo que las del inmortal explotaban. Sabía que entregar el Ojo de Agamotto a un ser como Arión lo dotaría de un poder inconmensurable y, con todo, jamás llegó a imaginar cuán impresionante sería dicho despliegue.
Strange había conocido a dioses, seres interdimensionales, había intercambiado palabras (y hasta golpes) con entidades como el Tribunal Viviente, seres que escapaban en todo a la escala de comprensión humana. Y en raras ocasiones había sentido tan claramente un escalofrío en el espinazo como en aquel instante lo hacía frente a Arión de Atlantis.
Los conocimientos mágicos del Hechicero Supremo no se limitaban a su propio universo. Los viajes entre dimensiones y realidades alternativas eran algo común para él. Y, aún así, cuando envolvió a Mordru con aquel sudario tornasolado, llegó a la conclusión de que en raras ocasiones había presenciado un despliegue de magia tan antigua. Era como si Arión hubiese desentrañado el lenguaje secreto de la realidad. Uno tiempo ha olvidado.
Pero no podía entretenerse en admirar el poder de su compañero. Por muy poderoso que fuera el Atlante, aunque lo fuese más que Mordru, éste no sería vencido por métodos convencionales. Así que debía seguir centrado en su misión, en su improbable y quebradizo plan basado en una conclusión que, más que fruto de la deducción, lo era de la conjetura. Fue entonces, cuando escuchó la voz del Señor del Caos. De hecho, fue lo último que escuchó en un largo tiempo.
- Te he infravalorado, Stephen... Eres en verdad un mago poderoso, pero a veces lo único que hace falta para detener al mago más poderoso es el hechizo más débil y aparentemente inocuo simplemente creando una resonancia vibratoria en el oído interno para así evitar lo que sea que estuvieras a punto de hacer... Buena suerte con eso.
El chirrido era absolutamente insoportable. Strange sentía una agonía sólo comparable a que hubiesen colocado su cerebro en una fragua. El Hechicero Supremo conocía muchos hechizos para paliar el dolor, pero no uno como ese. Era de origen mágico, pero provocaba en él una reacción física. Al instante en que Mordru lo conjuró Strange hincó las manos enguantadas en el suelo y contuvo una arcada. No por pudor, sino porque la adición de más elementos a su ritual podrían truncarlo. Algo que, de por sí, ya estaba ocurriendo. El tridente incandescente frente a Stephen comenzó a parpadear, los cabellos, ahora de un dorado resplandeciente, dibujaron formas azarosas en el aire y la pared de espejos tras el conjurador comenzó a mostrar grietas.
A su frente, el combate seguía adelante, pero ni con toda su violencia Strange era capaz de escucharlo. Tampoco de verlo. Había cerrado los ojos de puro dolor y toda su concentración se mantenía en hacer perdurar el ritual. Sabía de sobra que, aún con la pequeña ayuda que su enlace místico con Arión le proporcionaba, no tendría fuerzas para un segundo intento.
Era un conjuro sencillo, como Mordru había aseverado, pero imposible de romper sin conocer el contrahechizo. Strange hizo memoria de todas las malditas fórmulas, oraciones, letanías, encantamientos… No había nada. Y el insoportable chirrido no le hacía especialmente fácil pensar… Hasta que…
“De… deja de pensar como un mago, idiota… Pi… Piensa como un médico…”
Strange abrió los ojos, debido a la revelación, a tiempo de ver a Mordru engullido por aquel rarísimo ser interdimensional. Una buena jugada, pero todos sabían que no serviría. Al menos, no por mucho tiempo. Y ni alejado… quién sabe si a universos de distancia, el hechizo de Mordru se rompía. Pero Arión le había regalado algo… tiempo. Strange consiguió esbozar una media sonrisa. Y susurró unas palabras…
- In.... Insanus… Chorus…
Y el mundo comenzó a vibrar ante los ojos de Stephen… pero no era el exterior quien lo hacía. Sino él mismo. De origen mágico… pero simple física. Sólo tenía que hacer vibrar su cuerpo a la misma frecuencia que el zumbido de Mordru para anularlo. Y así, el Hechicero supremo, se elevó unos metros del suelo, mientras su cuerpo aparecía y desaparecía en nanosegundos. Difuminado. Como un espectro o la imagen de una emisión interrumpida.
Mordru seguía sin volver, debía continuar con el ritual. Repararlo ahora que había recuperado la concentración. Pero… ¿Qué ocurriría cuándo volviese? ¿Cuál sería la nueva jugada? No… debía… debía encontrar una nueva distracción. No tenía fuerzas suficientes para un hechizo de gran calibre. Pero, la distracción no debería ser puramente física. Tenían más que probado que ese ser… lo aguantaba todo. Y por mucho que Arión lo aventajara en poder… por renovadas que estuvieran las fuerzas de un mago tan diestro como Loki… Mordru no pararía. No se cansaba…
“De nuevo… humo y espejos…”
Pero más distorsiones de la Dimensión Espejo no funcionarían. De hecho, Stephen había podido ver con sus propios ojos que Mordru podía adueñarse de ella también a voluntad ¿Qué había? ¿Qué podía servir para desconcertar a esa criatura? Stephen no lo conocía demasiado. No conocía sus miedos, sus inquietudes, sus temores… si es que tenía alguno. Sus experiencias. Pero… Pero Arión... Sí…
Stephen alargó la mano en dirección al atlante y cerró los ojos. Aprovechando su enlace mágico buscó algo… lo que fuese… No tenían mucho tiempo. Mordru regresaría y lo más prudente era asumir que pronto. Algo… cualquier cosa. Algo capaz de desconcertarle, que le permitiese llevar a término su descabellada estrategia… una pequeña esperanza…
Esperanza…
Esperanza… Una imagen clara se formó en la mente de Stephen al pensar en esa palabra. Mientras rebuscaba en los sentimientos de Arión.
“Humo y espejos…”
Uno de los espejos tras Strange se acercó al Hechicero Supremo hasta casi rozar su espalda. Pero el reflejo que emitía no era la imagen vibrante de Stephen Strange, sino una mucho más nítida. Y, al poco… volvió a cambiar de formar. Una que no se asemejaba en nada al Maestro de las Artes Místicas pero que, rápidamente, se esforzó en ocultar muy al fondo de su dédalo personal.
Fue en ese instante cuando Mordru reapareció. El espacio se resquebrajó a su alrededor y volvió exultante sobre la criatura que Arión había conjurado para engullirlo. Dócil como un perrito. Rodeando al mago de Atlantis con su retorcido cuerpo serpentino. La sonrisa de Mordru, era de absoluta victoria, aunque Arión, si bien quebrantado, estaba preparado para el segundo asalto.
- No me gusta repetirme pero, a lo que parece, tu patético grupo y tú sois tanto o más obstinados que yo. No hay nada que podáis hacer pare vencerme. Lucharéis hasta la extenuación, hasta la última gota de sudor y sangre… Y yo seguiré aquí- La impresionante sierpe se abalanzó contra Arión con sus irregulares fauces abiertas y babeantes- Soy el Señor del Caos. No tengo inicio ni fin. Soy eterno. Soy…
“¡Ahora!”
Una lluvia de cristal se interpuso entre Arión y la criatura serpentina que, de inmediato, detuvo su avance, pero no voluntariamente. Había algo sosteniéndola. Una mano extendida. Un brazo revestido de azul que, acto seguido, dio un imponente puñetazo a la criatura haciéndola caer.
- Eres un simple matón. Y no me gustan los matones.
- Qu… ¿Qué…? Es… imposible… ¿Cómo has llegado tú hasta aquí? Tú… te conozco no… no deberías…
El Hombre de Acero se lanzó contra Mordru y lo arrastró por el informe suelo de Naraka a medida que iba dispensando puñetazos contra el Señor del Caos. Bueno… no “El Hombre de Acero”… sino el hombrecillo de acero particular de Stephen. Eso era lo que había encontrado en los recuerdos de Arión. Así que, antes de la aparición de Mordru, cuando el espejo se colocó tras Strange, este había hecho una copia de sí mismo y conjurado una ilusión para darle la apariencia de Superman. Aunque la copia tan sólo tenía una fracción del poder de Stephen, serviría para conjurar los hechizos necesarios que dieran a su kriptoniano falso una pobre imitación de los poderes del real. Pero Strange no buscaba vencer físicamente a Mordru. Buscaba distraerlo. Desconcertarlo.
Mordru dispensaba Hechizos a diestra y siniestra mientras el falso Superman los esquivaba al vuelo. Sólo rezaba porque la charada durase lo bastante para poder completar el plan de verdad. Así que Stephen se puso manos a la obra.
- Me… me da exactamente igual cuántos seáis, ya lo he dicho. Soy el único que tiene el tiempo de su parte… Y tú… kryptoniano… no eras más que un mero moscardón… Acabaré contigo, igual que con los otros… Te... tengo el tiempo de mi parte...
“Yo no diría tanto Mordru”
Las hebras del cabello de Arión perdieron su forma de tridente y se separando. Tejiendo en el aire cinco figuras humanoides que refulgían como soles. Flotando en el vacío en posición fetal, a medida que crecían hasta adoptar una forma adulta.
Al tiempo, Mordru seguía batiéndose el cobre contra el falso hijo de Krypton.
Strange había conseguido replicar de forma más o menos sencilla la mente de Arión. El enlace mágico lo favorecía y, a fin de cuentas, había sido un neurocirujano “más que competente”. Pero todavía faltaba algo. Su corazón… su alma… Sólo los dioses tenían ese poder. Al instante un Ankh dorado se dibujó en la frente del Hechicero Supremo. Mala señal. Era signo inequívoco de que se quedaba sin fuerzas. De que había posibilidades más que reales de que muriese tras aquello. Pero… valía la pena intentarlo. Sólo necesitaba un poco más de tiempo… sólo necesitaba el corazón de Arión. Sencillo de decir…
“Su corazón…”
Strange hizo un movimiento con la mano hasta atraer a Elissa Stavridis junto a él sirviéndose de la Dimensión Espejo. Alargó la mano con cuidado, tratando de asegurarse de que el Hechizo de Protección del atlante fuese clemente con los aliados. Así lo hizo, y sin daño pudo acercar su mano al hombro de la joven-mariposa.
“El corazón todo hombre que valga la pena no se haya en una sola persona…”
Las figuras humanoides comenzaron a brillar con aún más intensidad. Tomando al fin la apariencia de Arión, aunque no todas eran… perfectas. Cinco figuras idénticas a Arión… o casi. Uno de ellos, por razones que escapaban a la comprensión de Strange, había adoptado rasgos lupinos. El color del pelaje era el mismo, y se sostenía sobre dos patas. Era una suerte de Arión cánido antropomorfo. Otro de ellos había surgido completamente calvo, cosa que era casi más extraordinaria que su hermano licántropo. Otro de ellos, tenía dos brazos de más, lo que le hizo pensar en Peter caprichosamente. Los otros dos, en cambio. Eran réplicas perfectas.
Mientras eso ocurría, Mordru había sido capaz de agarrar por el cuello a “Superman”. El desconcierto había desaparecido de su rostro. La duda se había disipado. La charada, había terminado. A medida que lo apretaba, con sus manos incandescentes, Kal-El perdía su forma, recuperando la de Stephen Strange hasta, finalmente, quedar consumido por completo por las llamas.
- Ese… va a ser el último de tus truquitos, mago- dijo con voz envenenada, dirigiendo sus ojos ardientes contra Strange.
- No, Mordru- dijo abriendo las manos y mostrando a los extraños “hermanos” de Arión- Es este.
Mordru miró confundido a aquellas nuevas criaturas para, finalmente, extender la mano contra Strange. Pero algo le detuvo. El Señor del Caos observo la piel de su cuerpo prestado que, con suma rapidez, comenzó a apergaminarse y perder color. Llevó la mirada a la otra y observó que, exactamente el mismo proceso, se estaba produciendo en ella.
Stephen se permitió un último acto de rebeldía antes de desfalleces, girando los dedos índice y corazón para acercar una enorme superficie especular al enemigo. Mordru observó su propia imagen, su reflejo. Y pudo ver su rostro completamente demacrado. Sus cabellos emblanquecer hasta adoptar el aspecto de la nieve pura.
Stephen cayó al suelo seminconsciente, con el Ankh aún dibujado en su frente. No sabía si el esfuerzo lo mataría esta vez. Sólo había un pensamiento que pasase por su cabeza antes de perder el sentido.
“No… me creo que haya funcionado…”
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La urgencia del apetito voraz de Mordru impidió que el reencuentro con el recién nacido se alargase todo cuanto los presentes hubieran deseado. A pesar de lo cual, la Dama Nívea presenció algunos de los gestos de amor más profundos que había tenido la suerte de compartir, aunque tan sólo pudiese permitírselos a través de la sencilla expectación…
Un nuevo sentir se apoderó de su ser…
¿Que era esa calidez… que casi parecía capaz de acallar la constancia del dolor en el que siempre se había visto inmersa?...
Le habría cortado la respiración, si acaso la necesitara…
Una acuciante sensación de imposición le hizo presa en el instante en que Caos Imparable se vertió a través de las grietas de la dimensión espejo. Los contendientes adoptaron sus posiciones en combate, al tiempo que todo un despliegue de medios se volcaba en el único objetivo común que parecía mantenerla en su epicentro...
Querían hacer cuanto estuviese en sus manos para protegerla…
Sin saber que para lograrlo, La Mujer Sin Sombra debía encarar su propia guerra…
Las arteras magias de Strange plegaron todo a su alrededor, difuminando su silueta a los ojos de la amenaza, que cargó contra ellos lleno de una rabia furibunda. Paralizada por un instante del más asfixiante terror, observó como todos y cada uno de ellos rompía ante sus ojos de grana el orden natural…
Ellos no debían sacrificarse. No era lo que se suponía, debía suceder. Como un oso comprende la hibernación, o un ave la migración, su primordial cometido era el contrario. Compartir el dolor con aquellos que necesitaban de su alivio…
Aquel grupo… parecía dispuesto a hacer justo lo contrario…
”Púlsar… ¿Qué están haciendo?...” Se lanzaban unos contra otros en una vorágine destructiva… Recuerdo remoto de una vivencia teñida de Rojo… “Púlsar por favor… no…” si las lágrimas no fueran si no un reflejo ajeno, habría vertido todas y cada una de las que le hubieran sido concedidas. “Detenlo… No lo repitas…” El sonido era ensordecedor. El dolor tan ardiente que amenazó con abrasarla. “Páralo… ¡Páralo!”...
Mas ya sabía… Que no existía nada capaz de detenerlo.
El inmenso maremoto de figuras se estampó contra el escudo de Mordru, mientras algunos salían despedidos por los constantes envites del mago, que tan sólo ambicionaba una cosa.
La Mujer Sin Sombra, hierática a causa del primigenio miedo que la acuciaba, contemplaba aquel retorcido milagro con reverencia… Miles de preguntas se agolparon en su sentir virginal… Algo en lo que jamás había pensado hasta entonces…
"¿Lo que es impuesto… puede detenerse?..."
Púlsar timbró con fuerza…
La necesidad comenzó a abrirse paso a través de su argenta carne. Uno de los presentes…
Y por primera vez… OmegaDust no respondió a su sonido…
“¿Acaso puedo también… Desafiar tus designios?...”
Ahri´ahn y Mordru se enzarzaron en un enfrentamiento más anciano que el tiempo mismo…
”¿Tengo elección?...”
Dotada de una renovada fuerza desconocida, sintió en su propia carne todos y cada uno de sus dolores, pero no acudió a su llamada. Plegada en la seguridad ficticia de algún recoveco de la dimensión espejo, percibió cada golpe, cada corte, cada impacto… El desconcierto, la duda y el horror… el miedo al fracaso…
Y cuanto más se resistía a responder… Más ardía su cuerpo, tratando de obligarla…
Se plegó sobre sí misma, ahogando un grito contra sus rodillas, que reverberó en la fantasiosa geometría que les servía como escenario…
Alzó las manos sólo para contemplar la carne viva en sus falanges… Su cuerpo, una herida abierta cada vez más y más grande…
”Púlsar… No permitiré que se vuelva a repetir… Esta vez… ¡No los salvaré!... tal vez no era si no una súplica… Su ausencia… ¿Haría eso que se detuvieran?... Si era necesaria su pérdida… Estaba dispuesta a aceptarla. Cualquier cosa antes que volver a pasar por el traumático suceso que había estado a punto de consumirla en el Rojo…
Todo… menos eso…
A medida que avanzaba la lucha de los guerreros, su cuerpo enjuto se carcomía… Su piel desapareció en varias zonas de su cuerpo, dejando tras de sí la quemazón del músculo expuesto, su rostro se rompió sumido en un padecimiento consternado…
Se extinguía…
Y entonces, anteponiéndose a su infantil resistencia, obró de nuevo el milagro…
El espejo flotó ante los ojos de Mordru, devolviéndole su envejecido reflejo… y también, más allá de él, al otro lado, el espejismo de un cuerpo consumido…
Los ojos del Caos Imparable se abrieron en sus cuencas hasta casi salirse de las órbitas. Ahí estaba… en lo más profundo de su perspectiva sesgada. Con el desespero de quien se sabe dueño de las últimas fuerzas antes de la muerte, el mago conjuró un encantamiento, haciendo uso de aquel cristal como si de un portal se tratase. Alargó su huesuda mano hacia la silueta de su receptáculo, sabedor de que, de alcanzarla, salvaría su vida y condenaría con ella a todos los que se habían interpuesto en su camino…
Su mano se hundió a través del espejo, sujetando a la criatura por el cuello, sacándola del interior de aquella ilusión de cristal, que ahora obraba como el sésamo capaz de satisfacer el deseo que le había llevado allí. Su rostro se desencajó en una mueca de victoria.
OmegaDust desvió su mirada cargada de lástima, en busca de una piedad que no estaba segura de merecer…
- Lo… intenté…- sus manos se dirigieron hacia el rostro de Mordru… - Lo… siento…- hizo contacto con el consumido mago, dispuesta a ceder a su primal deseo de sanarlo… al que había tratado por todos los medios de resistir…- Siempre… Existe… Mordru…
En el mismo instante en que aquellas palabras salieron de sus delicados labios, todos los presentes compartieron una súbita clarividencia aterradora. Se hizo un denso silencio, tan pesado que ni era posible respirar en él. El vértigo les hizo presa, y pronto les sobrevino el vacío…
Y se confirmaron sus sospechas…
La realidad entera se quebró…
Las grietas se propagaron a través del cuerpo de la Mártir, alargándose más allá de donde alcanzaba la vista. Se expandieron a través de la dimensión espejo… del Naraka… y aún más…
La existencia misma se rompía…
Justo cuando la certeza de su derrota amenazaba con devorarlos, la aureola estelar resonó sobre la cabeza de la Mártir, deteniéndose por completo…
Y Mordru comenzó a gritar con ella, al unísono…
Las esquirlas de la dimensión espejo se desprendieron apuñalando todo a su paso, en dirección a la vorágine que se había generado entre el hechicero y La Dama Nívea. Traspasaron a los presentes, abriéndoles la carne y los huesos, haciéndoles sufrir el intenso dolor del mordiente en sus cuerpos. Nada podían hacer para detener los fragmentos o desviarlos. Sin embargo, para su sorpresa, ninguno de ellos sangraba. Sólo tras los primeros segundos de absoluta tortura se percataron de que aquellas esquirlas de realidad se habían transformado en Narina, que ahora volaba directa hacia Mordru.
-¡AAARGH! ¿QUÉ ES ESTO? ¿¡QUE ESTAS HACIENDO?!
- Tu ya lo sabías…- Su cuerpo blanco se había recompuesto, pero aún mostraba en su superficie las inmensas grietas cubiertas de Joya roja. - No cambia el fin… sino el medio…- Su cuerpo plagado de vetas como una sanguinolenta malaquita comenzó a compactarse con el del hechicero, enterrando a ambos bajo el mineral. - Siempre existe Mordru… y así será…En el único lugar en que la realidad lo permitiría…
-¡NO!¡NOOOOOOO! - la piedra fragmentada trepó hasta su cabeza, donde silenció sus gritos haciendo desaparecer su rostro.
- En el mundo más allá… de la Narina…- la Mártir cerró los ojos, mientras la piedra la envolvía. La gema se cerró con un último crujido, como el de un iceberg al desprenderse un gran pedazo, y luego, todo quedó de nuevo en silencio.
Permaneció allí, sujeta por una gravidez antinatural, mientras las últimas grietas de la dimensión espejo se atenuaban, y los restos de los cortes de sus aliados desaparecían.
Sus cuerpos parecían haber sanado incluso las heridas de la última batalla con Mordru. Sus fuerzas eran renovadas, y sin embargo… ninguno de ellos podía deshacerse de esa terrible sensación. Una tensión de la que no encontraban explicación… ni tampoco alivio.
El daño que habían sufrido no podrían olvidarlo… Ahora estaba integrado en su cuerpo, lejos de su vista…
Donde sólo podían sentirlo…
[---]
“Púlsar…”
Palpita tan fuerte que puede detectar cada fibra de su piel argenta…
Pues ya eran dos las ocasiones en las que la extinción había estado a punto de devorar su existencia…
“Púlsar… ahora comprendo…”
Las lágrimas que aún se desprendían de sus ojos no eran si no los últimos resquicios de aquellas reflejas de quienes, en un acto de voluntad superior al que La Mujer Sin Sombra hubiese conocido, se habían quebrado para el renacer de un ser nuevo que sólo así podría encontrar su salvación…
“No existe dolor… en vano…”
Sus palabras eran tan ciertas en ese instante, como en el primer momento…
Pues siempre existe Mordru…
La sublime ilusión del descanso se hizo añicos, tal como lo había hecho la Narina que la envolvía…
Pues aún era necesaria su presencia donde se auguraba el largo tiempo esperado suceso que le permitiera por fin, pagar su deuda…
Lo que desconocía es que aún subsanada, otra aún mayor ocupaba su lugar…
Una que el universo mismo había impuesto a cada uno de los valientes que habían batallado contra Mordru…
El Rojo se llenó de su esplendor carmesí, al tiempo que los Tótems sostenían entre sus manos los restos óseos de sus hermanos, a la espera del hálito que les confiara de nuevo la vida. Ahri´ahn, Elissa, Loki, Stephen Strange, Dalae, Raden… Cada uno de ellos había demostrado con creces su pertenencia al reino más esencial de la vida. Así, la Dama Nívea abrió sus manos, colocándolas sobre los cráneos, mientras el Olfateador permanecía unido a ella por su baja espalda, a través de la cola, transmitiendo todo cuanto era necesario para conformar la restauración de un equilibrio total a aquel reino aún incompleto.
- Dos mundos en constante movimiento… Ideas confrontadas en un exquisito equilibrio… Utilizad el amplio espectro de vuestros valores para mantenerlo más allá de vosotros…- La forma del lobo y la cordera se distinguieron nítidas a sus ojos, más allá de las volutas heladas que parecían haber construido su figura. - Vosotros sois “La guardia”
Del mismo hálito de neblina rojiza que había dotado de forma a los recién llegados se alimentó OmegaDust para cobrar las fuerzas necesarias para dirigirse a la siguiente criatura. Mostraba entre sus zarpas de gesto reverencial una pluma blanca, capaz de rivalizar con la pureza de su propia piel. Alargó sus delicadas manos hacia el Tótem que la sostenía, y sujetándola por el cálamo, exhaló sobre ella haciéndola flotar. Su caída se detuvo con la miriada de réplicas que aparecieron formando una nueva figura esbelta y señorial, con unos ojos profundos cargados de sabiduría sin límite…
- Cuanto carece de intención, lo hace también de intereses… En la neutralidad reside la sabiduría de la propia naturaleza… Este mundo hará buen servicio de tan atípica cualidad…- La cornamenta flotante de la espigada criatura descendió acompañando su enorme cabeza sin expresión, al tiempo que el luminoso tercer ojo de su frente brillaba en un irisado resplandor blanco. - Tu eres “El Consejero”...
Construyó la siguiente figura sobre piel de fantasía, la ilusión de una criatura que se le antojó única entre todas… Pues si bien todo ser en el Reino estaba dotado de un aspecto antropomorfo ninguno había conservado la humanidad como el siguiente bendecido por el Rojo. Tal vez hablaba de sus múltiples cualidades para materializar su voluntad… o tal vez no fuese si no la muestra de una inmensa humanidad dormida…
- Tu propósito, tan sólo tú puedes llegar a imaginarlo… Mas quien ha imaginado todo cuanto existe, por fuerza reconoce también la diferencia entre lo ficticio y lo que es cierto…- La brillante criatura dejaba estelas de su cuerpo al inclinarse y le remitió una sibilina sonrisa a pesar del profundo gesto de respeto. - De ti dependerá en gran parte el futuro del Rojo, pues en tus juicios confiaremos. Tú eres “El Magistrado”
Brota de las alas de una mariposa aquella que ocupa un lugar especial en su sentir, pues ha sido hermanada a ella sin saberlo. Irradia una fosforescencia irreal, fantasmagórica, que la dota de una clarividencia que sólo ella posee. Una sombra estilizada envuelta en su crisálida azul Morpho la abraza, protegiéndola de una fragilidad ficticia. El alcance de su fortaleza reside lejos de su propia vista.
- Por muy sencillo que parezca nuestro paso, al final de manera irremediable acabaremos por desprendernos del sendero correcto…- Cuando libera de entre las delicadas manos blancas su cráneo, su cornamenta se extiende desde la máscara ósea de su rostro, llenando su frágil aspecto de una elegante fiereza. - En el laberinto de nuestras lamentaciones, devuélvenos de nuevo sanos y salvos al hogar. Tu eres “La Guía”.
Corona la sala liviano, como no podría ser de otro modo, la magnífica criatura de una silueta tan especial que sólo el milagro de la magia podría justificar su aspecto. Sobrevuela sobre los presentes como el espejismo de un cometa en la bóveda celestial. El pelaje que recubre su cuerpo brilla bajo las opacas luces del Rojo con la calidez que sólo podría desprender el sol. Ronronea con un tronar grave que sacude cada eco del corazón del Rojo, al entrar en contacto con las delicadas manos de la Mujer Sin Sombra.
- Nacido del sacrificio continuo… a él te entregas por la promesa de la mejoría. El puro deseo de corazón de quien persigue no sólo su enmienda, si no la de todos aquellos que le hacen mantener la esperanza encendida… Tu serás mejor… como ellos lo serán…- Sus frentes se unen en el silencio de la reverencia, antes de liberarlo como quien devuelve sus favores a la mismísima naturaleza. - Cuidarás siempre de todos nosotros… pues eres “La providencia”.
Con la última palabra queda sellada la despedida…
Cruje la gema enderredores, buscando abrazarla en los confines de su protectora cubierta…
Necesita más el descanso de lo que lo anhela…
Y allí, en el infierno de Naraka, más allá de donde La Dama Nívea puede ofrecerles el alivio que necesitan para el que no le quedan fuerzas, los luchadores se alzan triunfantes… una parte de sí mismos palpitando en ella…
Abierto su ser en pedazos…
Cicatrices de Narina…
_________________ "Ashes to Ashes... Dust to Dust..."
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Ficha de Personaje Alias: Arion Nombre real: Ahri'ahn Universo: DC Universe
Arión extendió la mano para formar un escudo de energía que se interpusiera entre la criatura y él, pero una lluvia de cristal se abatió desde el cielo, desconcertando al hechicero y haciendo que tardara un par de segundos en notar que el esperado embite del ser interdimensional no se había producido... porque algo... o alguien... lo había frenado...
Los ojos de Arión se abrieron desmesuradamente al reconocer a su salvador.
- ¿Superman? -inquirió, atónito, sin poder comprender qué hacía él allí.
Sin embargo, aquella no iba a ser la única sorpresa. Mientras observaba cómo su asesino y el hombre que había sido al mismo tiempo amigo, aliado y enemigo batallaban entre sí en el cielo, notó una poderosa concentración de energía mágica tras él, y, al volverse, pudo ver cómo las cinco creaciones de Extraño iban madurando y creciendo hasta conformar lo que pudo reconocer (aún con cierta dificultad en algunos casos) como peculiares versiones de él mismo.
Recordó el mechón de pelo que le había sustraído Extraño y le vio concentrado en el hechizo, con la mano en el hombro de Elissa. ¿Quizá buscaba una suerte de conexión con él? No le costó demasiado entender lo que el mago pretendía, y el plan en sí mismo le resultó una genialidad.
Mordru no podía morir. No se le podía destruir; pero el cuerpo que habitaba se degradaba rápidamente a causa de la coexistencia de dos versiones distintas de diferentes momentos temporales del mismo ser. Lo que estaba haciendo era precipitar dicha degradación mediante la fabricación artificial de más copias de él mismo basadas en su ADN.
En el cielo, Mordru parecía haber ganado la batalla, pero, en el momento en el que logró agarrar a Superman del cuello, la forma de éste se desvaneció para revelar la forma de Extraño, descubriendo así otro truco del mago. El último, según el Señor del Caos.
No podía estar más equivocado.
A la vista de las diferentes copias, el proceso de deterioro de su cuerpo se aceleró más y más, haciendo que su piel se apergaminara y el cabello se volviera blanco como la nieve.
- ¡Noooo! -gritó. Cuando Extraño le acercó el espejo se cubrió los ojos con las manos, negándose a aceptar su destino, y, con furia, se abalanzó sobre uno de los clones con la intención de destruirlo, pero estaba demasiado débil y cayó al suelo antes de alcanzarlo.
Aquél no era un hechizo dirigido hacia él, por lo que la gema de Hambre de Ónice nada podía hacer para absorberlo.
- No puede terminar así -musitó, y, con una expresión cuasi animal, conjuró un encantamiento que le hizo atravesar el espejo como si de un portal se tratase, teletransportándose al lado de OmegaDust y sujetándola del cuello con la avidez de a quien le ha sido otorgado un atisbo de su final.
Arión empezó a correr al instante, viendo en la lejanía cómo ella dirigía sus manos al rostro de su asesino.
- ¡No! -exclamó, trenzando rápidamente los hilos multicolor para formar un conjuro-. ¡Mordru!
Pero algo le hizo detenerse, una súbita sensación de revelación seguida de un silencio tan pesado como la misma muerte... El suelo pareció desvanecerse bajo sus pies y, coincidiendo con el momento en el que el cuerpo de la Mujer sin Sombra se resquebrajaba, la realidad entera se rompió con ella. Y la aureola... aquél cerco de estrellas que jamás había dejado de girar... se detuvo...
Y Mordru gritó... Los dos lo hicieron.
Las esquirlas fracturadas de la dimensión espejo se desplomaron sobre ellos sin darles el tiempo necesario para preparar un hechizo defensivo, y lo último que pensó Arión antes de que le atravesaran fue que ojalá el Escudo de Attatak que protegía a Elissa aguantara...
El dolor que siguió fue muy parecido al de los tormentos que había padecido en el infierno, donde había sido destrozado y recompuesto de un sinfín de formas distintas, pero, para su sorpresa, las heridas que deberían haber desgarrado su carne no sangraban, y, de no haber sido por lo tangible del sufrimiento habría podido pensar que lo había soñado...
Sólo entonces descubrió que los fragmentos se habían convertido en Narina y ahora volaban hacia Mordru, recubriéndole a una velocidad abrumadora, enterrándole en vida hasta que no quedó rastro alguno de él, y ni tan siquiera le era posible percibir su esencia... Había... desaparecido. Como cuando había hecho que la tierra se tragara a su hermano, enterrándolo durante milenios en el Mundo Oscuro.
Contenido.
Para siempre...
La Dama Nívea había desaparecido también dentro de la Narina. Arión se puso en pie con dificultad. Todas sus heridas habían sanado de nuevo, pero aún así se sentía extrañamente fatigado, un cansancio que parecía nacer de su alma más que de su cuerpo...
Hasta que...
- ¡Arión! -una alegre bola peluda saltó repentinamente sobre él, casi tirándole al suelo.
- ¿Q...qué?
Un confuso Arión apartó de sí la masa de pelo oscuro para revelar...
- ¡Ghy! -exclamó a su vez, abrazándolo de vuelta-. ¡Te he echado de menos, pequeñajo! ¿Qué estás haciendo aquí?
- ¿Cómo que qué estoy haciendo aquí? Yo las guié aquí, a ellas -explicó, señalando a Omega y a Elissa-. Pude notar tu esencia en ella. No sabía a quién más acudir... -las lágrimas empezaron a amontonarse en sus enormes ojos verdes-. Sin embargo, a mitad de camino la señora blanca las teletransportó hasta donde estabas y yo me quedé atrás. Está bien, no me importa, lo importante era que te salvaran... He tardado un poco más en llegar, éste es un lugar muy raro, pero he podido colarme a través de las grietas.
Arión asintió. Ghy era su psicopompo, el pequeño diablillo que había acompañado su alma infantil en el limbo de Jheryl tras su muerte, y, como tal, compartían un vínculo especial y místico que hacía que siempre supiera dónde y cómo encontrarle.
- Podía notar todo lo que te estaban haciendo, y yo...
- Shhhh -el hechicero acarició con mimo su suave cabeza peluda, dirigiéndose hacia donde estaban los demás para cerciorarse de que se encontraban bien-. Ya ha pasado todo...
- Oh, no, Arión... Está lejos de acabar -replicó el demonillo, y, acto seguido, comenzó a explicarle todo cuanto estaba sucediendo en la tierra. El terror que los demonios habían desatado en su ausencia.
Y el mago lo entendió.
El Manto de Muchos Hilos... Su destino... La profecía que le había sido vaticinada 145.000 años atrás, aquella para la que Caculha le había preparado, y la razón por la que sus discípulos le habían traído desde el pasado tras su muerte a manos de Mordru.
Aquél era el apocalipsis que fue pronosticado en las Crónicas de Choloh. Por eso el Demonio del Mundo Oscuro había conspirado para sacarle de escena y que no pudiera impedir lo que había de ocurrir...
Era imposible detener a los demonios. Eran miles, millones... A aquellas alturas habían conquistado prácticamente el mundo entero... Las puertas seguían abiertas y no paraban de salir... Por cada uno que era erradicado, diez más aparecían.
No... Aquella no era una gesta de la que pudiera ocuparse sólo... Ni siquiera entre varios.
Aquella había de ser, por fuerza una tarea de todos... Un esfuerzo conjunto.
Y Arión comprendió por fin por qué, habiendo tantos magos poderosos en el mundo, tenía que ser él el predestinado. Porque, a causa de su propia naturaleza al haber sido generado de la magia, era de las pocas criaturas capaces de absorber, canalizar, transformar y redistribuir la energía mágica. La hazaña que se planteaba ante él era de tales proporciones que le habría resultado imposible de no contar con algún objeto de capacidades mágicas inigualables, y, aún así, posiblemente no habría sido suficiente. Pero ahora, gracias a la gema del tiempo, había recuperado su capacidad de absorber las energías estelares de las propias estrellas. Y, por si eso fuera poco, portaba aún el Ojo de Agamotto...
- No te preocupes, Ghy... Sé lo que tengo que hacer.
En un abrir y cerrar de ojos, Arión había desaparecido.