[Minievento WWD] Cuervo de Sangre - Flegetonte (Omegadust, Artemis, Wally, Roy, Elysia, Jason) [18/04/2019]

El silencio le rodeaba... Sólo sentía.

Sentía la euforia... la emoción y la intriga, ocasionalmente el terror de sus acólitos fuera del lago. La cálida sangre lo envolvía mientras sus hechiceras preparaban la fase inicial del ritual. Aquél que, finalmente, iba a conducirle al Rojo, a esa promesa de poder que llevaba años persiguiendo...

Desconocía qué le esperaba allí, con una salvedad... un aliado. Aquél que años atrás le reveló la verdad del reino del Rojo, y su conexión con toda forma de vida... su conexión con él. Esa entidad le hablaba ocasionalmente en sus sueños, le instaba a encontrar el modo de llegar a su plano, le necesitaba... y en cierto modo, ahora él también. Su curiosidad se había acrecentado con los recientes acontecimientos, y afortunadamente, su prometida había decidido ceder a sus caprichos, entregándole lo único que le faltaba. La sangre de Garfield... la verdadera llave al Rojo. Una vez obtuviese el vínculo de su guardián, nada impediría que cruzase la puerta entre ambos mundos.

Al notar un incremento en el ambiente emocional, ascendió a la superficie. Su largo cabello goteaba el vital líquido sobre su espalda, cuya piel  lacerada mostraba las señales de un pasado tormentoso y cruel. Abrió los ojos y observó a la bruja con el cáliz. Su mirada carmesí brillaba ligeramente. La euforia también brotaba de su ser.

Tomó en sus manos el cáliz, y se dirigió a sus acólitos, con un gesto de triunfo.

- Hermanos míos... Frente a vosotros tenéis a aquél que llamáis maestro, aquél que como un dios benevolente os muestra los milagros y sombras de esta vida, y sin embargo... sólo soy un hombre. Habéis contemplado mis heridas, mi alzamiento desde la sombría insignificancia, mi ascenso hasta el liderazgo que hoy ostento. Vosotros, desde la desesperación y la miseria, habéis adorado mis dones y seguido mi estela como un camino de luz hacia un destino que antes os era incierto, y sin embargo, seguía siendo un mero mortal... pero hoy más que nunca justificaréis vuestra pleitesía, vuestro espíritu humilde y servil, pues hoy ascenderé... ¡finalmente, dejaré atrás las patéticas limitaciones de mi poder, de mi condición! Hoy entraré al Rojo como hombre... -Observó a la multitud y sonrió. Su gesto era de satisfacción en muchos sentidos- Y volveré como un dios.

Alzó el cáliz para mostrarlo a los acólitos. Después, lo llevó a sus labios, y mientras el cálido líquido resbalaba por su garganta, un pensamiento inundaba su mente "Al que nadie podrá detener". Al terminar de ingerir la sangre de Beast boy, devolvió el cáliz a su hechicera, y esperó. La inquietud se adueñaba de los acólitos mientras su líder permanecía con los ojos cerrados, inmóvil en el lago, sin que nada sucediera. Hasta que la incertidumbre, se volvió asombro.

Lágrimas de sangre comenzaron a caer de los ojos del sectario, pero no eran simples gotas solitarias, sino que empezó a rezumar sangre a borbotones de sus párpados, y al abrirlos, éstos brillaban como llamas. Blood se retorció en medio de un grito de dolor espantoso, replegándose sobre sí mismo, sólo para estirarse de nuevo sosteniendo su cabeza, revelando que las hileras de sangre que brotaban de sus ojos no se desprendían de su cuerpo, y dibujaban sobre su torso desnudo símbolos desconocidos. La visión del hombre rugiendo de dolor en mitad de esa extraña posesión, convulsionando y mostrando sus bestiales fauces daba a todo el conjunto un aire perturbador. Cuando todos temían que el ritual había fallado, de pronto el pontífice gritó:

- ¡Lo... LO NOTO! ¡¡LO SIENTO!! ¡¡Lo... VEO!!

El cuerpo del sectario empezó a emanar rayos místicos de forma descontrolada, que saltaban de su cuerpo al lago, y hacia las altas bóvedas de la cueva, partiendo algunas estalactitas que comenzaron a caer al lago y sobre el altar, poniendo en peligro a algunos acólitos que empezaron a huir asustados, agolpándose. Pronto empezaron a surgir rayos del propio lago, formando una especie de vórtice, y la sangre se revolvió frente a Blood, alzándose en un enorme remolino que parecía encerrado en los rojizos haces de energía. El extraño torbellino rojo relampagueaba, y en cada estallido de luz, a través del mismo se podían divisar visiones borrosas de un mundo al otro lado del mismo, como si fuese una brecha a otro lugar. Era un espectáculo extraño, peligroso y fascinante.

- Ahí estás...

"Ven a mí, mi guerrero, es la hora..."

Aquélla voz... aquél misterioso guía que le condujo a tan glorioso momento, por fin le conocería...

Sin apartar la vista del fenómeno, Sebastian alargó un brazo hacia una de las hechiceras, que le entregó el resto de su atuendo, y la extraña espada que se llevó del templo de asgard, de la que ahora rara vez se separaba. El silencio era roto solamente por los restallidos del portal, y de forma lenta y ceremoniosa, el sectario se preparó para traspasar la grieta.

Por fin tomaría las riendas de su destino.

Y allí estaban 5 personas contra el mismísimo infierno. Jason no pudo evitar empezar a sudar un poco debajo de su nueva armadura,se había metido en muchas situaciones chungas a lo largo de su vida, pero ninguna como esta. Si toda la información que el topo les había pasado era correcta, iban a tener que combatir ya desde la primera sala. Aunque ¿Y si ese capullo les estaba mintiendo desde un principio y se estaban metiendo en una emboscada? Siendo sincero, ese plan era solamente un poco más suicida que el original, así que iban a tener que jugársela Cada segundo que pasaba era una agonía sin fin para los prisioneros, por lo que había que actuar cuanto antes.
-Ejem, no se me dan bien las charlas motivacionales y esa mierda, siempre fui más un lobo solitario, pero ya que es el fin del mundo habrá que cambiar un poco las costumbres ¿no?-el joven esperó un segundo a ver si alguien mínimamente esbozaba una sonrisa. También había elegido el momento idóneo para ponerse a bromear, quizás su inteligencia emocional se quedó atrofiada desde que fue adoptado por el murciélago.
Posteriomente sacó el plano que habían hecho de la catedral,reposándolo en la mesa del piso franco cercano a la catedral donde estaban teniendo esta última reunión antes del ataque.
-Aunque tenemos información sobre el terreno tampoco podemos fiarnos, no sabemos que horrores va a haber allí así que intentemos mantenernos juntos. Si ese Blood está rodeado de su club de fans yo diría de desde el principio darles con todo lo que tengamos, toda la munición pesada que haya la podemos utilizar para llevarnos por delante al máximo número de acólitos que haya y generar el caos. En el momento que el jefe esté al descubierto, vamos con todo a por él. Si sus poderes son semejantes a los otros generales demoníacos no creo que sea moco de pavo. ¿Alguna objeción o vamos ya a partiles la cara a esos hijos de puta? - dijo mientras levantaba la mirada del mapa para observar a los ojos a cada participante del equipo de asalto.

Elysia al instante pensó en la suerte que tenía de llevar puesto el casco de Chroma y que nadie pudiese ver su careto cuando Jason empezó las explicaciones. Estaba acojonada, y es que los héroes que la rodeaban tenían mucha más experiencia en combates de este tipo y llevaban toda una vida pateando criminales.  Ella seguía considerándose como una novata, y por ello pensaba que tenía muchas más probabilidades de cagarla durante la misión. Pensó que lo mejor para todos sería que se quedara en la retaguardia, apoyándoles con sus hechizos y observando los movimientos de sus compañeros para aprender de ellos.
-¡Vayamos a machacarles!- declaró la artista, intentando animar un poco el ambiente con una frase motivacional. A su parecer,Jason hacía bien el papel de líder, y prefería que el resto de héroes que tenían más experiencia trazando planes, terminaran de decidir la estrategia.

Durante toda la reunión,Artemis optó por estar  apoyada en la pared, con los brazos cruzados sobre el pecho y los ojos oscuros fijos en los planos. Su postura denotaba lo suficiente de chica dura como para que nadie le preguntara por los moratones cada vez más nítidos en sus brazos.

Se había preparado para la batalla en el refugio de su mentor. Ahora vestía el verde esmeralda de Green Arrow. Había escondido sus cortos cabellos rubios (junto con el corte y las contusiones que le había dejado su encuentro con Inercia) bajo la característica capucha de su mentor, escudando su rostro con un antifaz. Aquel traje había sido diseñado para un Oliver mucho más joven y desnutrido, tras su regreso de la isla. Estaba reforzado con kevlar, aunque sólo lo justo para seguir siendo ligero, y dejaba los hombros libres para no ofrecer resistencia al tensado del arco. Las protecciones de los brazos trepaban hasta el codo, y las botas de cordones hacían lo propio hasta la rodilla. El amplio carcaj contenía flechas de humo y flechas explosivas del arsenal de Green Arrow, junto con un buen puñado de flechas de toda la vida. El arco de Artemis aguardaba que llegara el momento de cantar su elegía por los muertos.

La rubia no habló demasiado, pero devolvió a Jason una mirada cargada de determinación. Sus dedos ardían en deseos de tensar la cuerda y hacer caer una lluvia afilada sobre aquellos bastardos.No sabía cuánto tiempo le duraría el efecto de los analgésicos endovenosos, pero esperaba que la adrenalina los supliría lo suficiente como para sostener la batalla.

Mientras Jason recitaba el plan,la mente de Canario Negro no pudo evitar pensar en  que  había mucho y nada de Bruce en él, si es que decir esto tiene algún sentido,pero era incapaz de decírselo. Sabía que la relación entre Batman y su segundo Robin era de todo menos sencilla,y también desconocía como se había tomado la reciente noticia del fallecimiento de su progenitor.

Escuchaba el plan por encima del ruido sordo que reinaba en su interior, algo que le  parecía lógico. El ex petirrojo tenía razón; lo mejor era mantenernos muy atentos y juntos. Hermano Sangre y su gente servían a un demonio que había reducido a los hombres y mujeres más valientes que  había conocido a cenizas y polvo. No podía decir que no estaba asustada... salvo porque ya había cruzado la línea del pánico, y ahora sólo sentía desesperación, y el vacío que había dejado la Liga tras de sí.


La rubia se había colocado al lado de Artemis deliberadamente; de esta forma, no podía mirarla directamente. Ver su traje hacía que algo doloroso se removiera en so interior. Sabía que no era culpa suya; sino de Ollie. Le hubiera dado una buena patada en el estómago a aquel idiota liberal de haberlo tenido delante. Ojalá tenerlo delante hubiera sido aún una posibilidad,pensó melancólicamente.

-Una vez dentro, tenemos que localizar a Hermano Sangre lo antes posible, y neutralizarlo- Ofreció una descripción breve y concisa de lo que sabía de él. Era fundamental eliminar de la ecuación al enemigo más peligroso. -Nos comunicaremos por los transmisores. Vais a necesitar protegeros los oídos- Dejó sobre la mesa los auriculares especiales que había podido reunir con tan poco tiempo. Afortunadamente, Ollie tenía unos cuantos; estaba acostumbrado a luchar codo con codo con ella.

-Todos tenemos motivos para perder el control ahí dentro- continuó, seria -Pero no conseguiremos nada si perdemos nuestras vidas. Os necesito a todos y cada uno de vosotros, enteros. No tenemos un equipo de reemplazo.- los miró a todos. A los que conocía desde que eran niños, y a los que no. Trató de esbozar una sonrisa que transmitiera confianza,saliéndole un poco más tensa y salvaje de lo que pretendía para luego crujir sus nudillos. - Lo que no es impedimento para demostrar a la Iglesia de Sangre que aún seguimos en pie. Y que vamos a recuperar lo que es nuestro.- su voz sonó mucho más firme de lo que esperaba - A nuestros compañeros... y la Tierra.

El discurso dejó boquiabierto a Jason, el cual solo pudo quitarse el casco para ponerse los auriculares y dar un asentimiento de cabeza en reconocimiento a Canario Negro.

-Solo queda decir que va a hacer el eslabón débil de la cadena,es decir,tú-dijo señalando a Shawn, quien reaccionó tragando nerviosamente la saliva y moviendo un poco los hombros para ajustarse a la ropa que le habían proporcionado. Tras el incidente en Nueva York, Shawn volvió a contactar con la Young Justice para intentar ayudar en lo máximo posible y recuperar a Gwen y Savage,aunque a escasos minutos de comenzar el plan,reconoció la mala idea que estaba siendo.Tal como había destacado Red Hood,él no pertenecía al grupo,sin Savage no era más que un estorbo,pero si querían recuperar al simbionte,nadie mejor que su anfitrión para vencerlo;el joven mantenía un vínculo especial con el alien y sabía todos sus secretos y debilidades.

Jason volvió a echarle una ojeada de la cabeza a los pies a Shawn,le habían proporcionado un traje de cuero negro de la etapa en la que Jason había entrenado con la Liga de Asesinos,suficientemente resistente para que no lo aniquilasen de un plumazo pero ligera para que pudiese echar pies en polvorosa a la primera señal de amenaza.Le quedaba un poco grande, pero tampoco tenían tiempo suficiente como para apañar algo mejor. A nivel de armamento llevaba un carcaj con un par de flechas explosivas y sónicas que no había utilizado durante su desventura en el Monte Justicia, acompañado de un cinturón con varias granadas,tanto sónicas como explosivas.

-No se muy bien como quieres hacer que ese moco devorahombres vuelva en si,pero asegúrate de tener una ruta abierta en medio del caos antes de aventurarte a por nuestro topo,lo que menos necesitamos es tener que preocuparnos de otro rehén. Supongo que sabes como funciona,por si acaso,se dispara por aquí-dijo en tono de burla mientras sacaba una pistola del cinturón y la cargaba delante de los ojos de Shawn,para luego dársela. Shawn dudó un momento en cogerla,pero tras un segundo se la quitó a Jason de la mano y la guardó nervioso en el cinturón.

-Intentaré molestar lo menos posible-comentó cortado mientras se rascaba nervioso la nuca.Pero sorprendido levantó la mirada cuando Jason le tocó el hombro en señal de ánimo.

-Bueno,pues menos charla y más disparos-declaró Jason mientras daba un par de aplausos al aire a modo de señalizar el inicio del salto,para luego colocarse el casco. Mientras todos abandonaban el piso franco,Jason tocó suavemente el hombro de Canario Negro antes de que pasase el marco de la puerta.

-Ey,sé que suena a dejarte caer el muerto,pero creo que todos sabemos que yo para líder no sirvo,y la que más experiencia y pelotas tiene de todo el equipo eres tú;así que por favor lidéranos.Ya estamos suficientemente jodidos como para que intente hacerme el chulo dando órdenes cuando no soy competente-dijo un poco avergonzado.

Tras eso abandonó junto al resto la base, les iba a llevar aproximadamente 10 minutos llegar a la iglesia, por lo que Jason aprovechó el tiempo para dirigirse a Liz,tocando suavemente su brazo para llamar su atención y que detuviese su marcha,distanciándose levemente de los demás.

-Pase lo que pase,dispara primero y pregunta después,llevo haciendo eso 19 años y por ahora no me fue mal-intentó bromear aunque no le salió nada natural.-Sé que estás preparada,tú intenta estar lo más concentrada que puedas,antes de que te des cuenta vamos a estar tomándonos otra birra con el desgraciado de Roy.Así que por favor cuídate-declaró mientras le daba un rápido abrazo y volvía a acelerar el ritmo,colocándose entre los primeros del equipo.

Finalmente llegaron al objetivo,la intimidante Iglesia de Sangre.Todos sabían lo que hacer,así que sin más dilación Jason sacó un  par de granadas de su cinturón,una de humo y una explosiva, y abrió con cuidado las puertas. Siguiendo las instrucciones del topo, se acercó al altar para localizar las escaleras que se suponía que llevaban a la verdadera base del enemigo. Jason entonces cogió las granadas y con fuerza las tiró hacia las escaleras, provocando que estas comenzasen a descender hasta explotar al terminar el recorrido por las escaleras. Aprovechando el caos que suponía que había generado,Jason repitió el mismo proceso mientras aprovechaba  las explosiones originales para llegar finalmente a la zona subterránea
-Toc toc hijos de puta-

Me mordí el labio, tratando de calmar los nervios. Por suerte, nadie podía ver mi rostro debajo del visor del casco, que ahora era de un color gris azulado. Y es que había rediseñado el traje clásico de Chroma para aquella reunión.

Después de crear una nueva armadura para Jason, me había pasado los días siguientes dibujando mi nuevo traje a conciencia, proyectando la magia en cada trazo, para que fuera lo más efectivo posible. Por suerte, mis habilidades habían mejorado bastante tras el primer prototipo que dibujé en Febrero, y para esta misión necesitaba algo más que un traje de super-heroína mágica de televisión. Ésta era una batalla importante, no una lucha callejera contra simples matones y carteristas.

Había optado por colores más oscuros dada la naturaleza de aquella misión. El traje era ahora una armadura completa, sin florituras, pero ligera y cómoda de llevar gracias a su naturaleza mágica. La camisa con chorreras y la minifalda habían sido sustituidas por un mono negro ajustado, forrado de placas de color azul grisáceo que protegerían mi cuerpo de los posibles ataques con super-fuerza de los demonios. Y sin darme cuenta, parecía una versión femenina de la que había preparado para Jason cuatro días atrás. Eso sí, la capa le daba un último toque, mi toque. Un héroe siempre lleva puesta su super-capa, y la mía no era un adorno inútil que te fastidiaba la visión o se te enganchaba en algún sitio incómodo hasta asfixiarte. Con esta capa de azul oscuro podía planear y evitar los pequeños proyectiles, al buen estilo de Batman, pero con magia.

—Por cierto, podéis llamarme Chroma.— finalmente me presenté, ya que no habíamos tenido la ocasión de hacerlo durante la reunión. De los allí presentes, el único que conocía a Elysia Stavridis era Jason, y ahora también sabía de mi identidad como heroína. Era un intercambio justo, puesto que yo también conocía al chico bajo la máscara de Red Hood.

Tenía delante mío a la jodida Canario Negro. Esa habilidosa mujer capaz de dejarte sordo a la vez que te partía el cráneo con una de sus patadas. A la otra rubia no la conocía, pero sí logré distinguir el logo de la flecha verde en su pecho. Quizás fuera la hija de Green Arrow, su aprendiz o algo parecido. Ya la preguntaría a Roy sobre ella más tarde, si es que seguía vivo, claro.

Vale, Lyz, no empieces con eso. Le vamos a encontrar. Debe estar vivo. TIENE que estar vivo. O la paliza que le iba a dar a su cadáver iba a ser monumental. 

No tenía ni idea de quién era el quinto miembro en cuestión de aquella expedición suicida. Su misión era encontrarse con alguien allí dentro, y creo que tenía algo que ver con el misterioso topo del que todo el mundo habla pero que nadie sabe quién es.

Sentí algo de lástima por él al ver como se disculpaba por su torpeza. Supongo que me vi reflejada en su nerviosismo. Yo no era más que otro peón en aquel lugar, alguien totalmente ajeno al universo que compartían todos ellos; Roy, Jason, Canario, Nightwing, Batman… pero estaba dispuesta a darlo todo por salvar a mi amigo.

No quería ser una carga. Esta vez no, esta vez iba a demostrarles a todos lo que podía hacer con mi magia. Había estado entrenando duramente con Aureole después de la batalla contra el Adversario de Villa Fábula. Y Roy se había mostrado muy amable dándome clases de combate, explicándome con paciencia cómo debería moverme en una batalla real. Quería ser alguien mejor, alguien capaz de salvar vidas con sus increíbles poderes, y no una heroína en apuros. Ya estaba cansada de tropezar. No más caídas. No más muertes de inocentes. Nunca más bajo la nieve...

Estaba tan metida en mis pensamientos, que cuando tocaron mi brazo no pude evitar sentir un escalofrío y estremecerme. Dios, Jason, que susto.

—Sé que estás preparada— No estoy segura —Tú intenta estar lo más concentrada que puedas— Vale, lo intentaré— Antes de que te des cuenta vamos a estar tomándonos otra birra con el desgraciado de Roy. Así que por favor cuídate...

—Lo estoy deseando...— sonreí debajo del casco. De pronto Jason me abrazó, y me di cuenta de lo mucho que necesitaba aquello en esos momentos. Mi cuerpo tembló bajo sus brazos, a causa de los nervios y el miedo, así que le devolví el abrazo con fuerza, hasta sentirme mejor. —Gracias...— le susurré, con un ligero temblor en la voz, y vi como rápidamente se colocaba a la cabeza del equipo. Estaba preocupado por mi, era un tío que se preocupaba de verdad por los demás. Jason también me importaba, me importaba mucho más que otra gente que había conocido en menos tiempo, y eso era raro. Supongo que el echo de enfrascarnos juntos en una misión suicida une más a la gente de lo esperado. Así que no pensaba decepcionarle.

No más decepciones. Esta vez no.

Nos adentramos en la Iglesia de Sangre. Estábamos todos en nuestros puestos cuando se inició el ataque. Las explosiones y el humo bloquearon mi visión, pero eso no me preocupó. Yo estaba en la retaguardia mientras observaba los movimientos de mis compañeros. Mi misión era mantenerlos a salvo, mientras apalizaba a los sectarios con mi magia desde la distancia. Desenvainé mi espada-lápiz, con la intención de realizar el primer conjuro.

—δέκα σπαθιά —Apunté hacia el techo con el estoque. De la punta del mismo empezó a emerger una energía de color azul que pronto dejó paso a diez espadas afiladas, suspendidas en el aire sobre mi cabeza. Agité mi arma en dirección a los sectarios, y las diez espadas creadas a partir de mi imaginación sobrevolaron nuestras cabezas hasta ensartarse en los cuerpos de diez sectarios.

Sólo llevaba allí unos minutos, pero ya odiaba cada centímetro de aquel lugar.
El olor metálico de la sangre flotaba en todas partes. Mi nariz estaba impregnada de él. Una náusea permanente se había instalado en la boca de mi estómago. Y, por una vez, agradecí el nudo provocado por la ansiedad, porque mantuvo su contenido en su sitio.
¿Habría muerto Ollie en un lugar así? ¿Habían caído Bruce y Zeta mientras luchaban, espalda con espalda con sus amigos? No quería pensarlo. No quería saberlo. Agradecí no haber estado en aquella batalla contra Trigon, no haberla visto: no quería las imágenes irrumpiendo en mi mente.
Y, aún así, las palabras de Diana se repetían en mi cabeza: un bucle eterno.
Y yo sabía... sabía que debería haber estado allí.
Haber caído con ellos.
Cobarde.
Ah, la tentación era fuerte... sólo tenía que exponerme más de lo necesario. Ser más imprudente de lo necesario. Sacrificar más de lo necesario.
Pero aquellos chicos, a mi alrededor, sólo querían vivir.
Jason y Chroma querían volver a ver a Roy; Lian necesitaba a su padre. Artemis quería recuperar a Wally y al padre de su sobrina. Shawn también estaba allí por alguien.    
Sí, ellos querían vivir. Y mi deber era asegurarme de que lo hicieran.
Tragué con fuerza, comprobando que el estómago siguiera en su sitio. No me gustaban los portales, y ahora tenía dos en la misma habitación.
Los sectarios avanzaban, y mis compañeros se prepararon para recibirlos con una lluvia de acero y plomo.
Magia, pensé, fascinada, al ver las espadas que conjuraba Chroma. Pensé en Zeta.
Miré a Jason y a Shawn, y pensé en Bruce.
Y no miré a Artemis, porque aún era difícil. Y, de todos modos, Oliver estaba presente, allí, a mi lado... como siempre. Todo el tiempo.
Apreté los puños.
Eché a correr.
Tomé aire.
Y grité con todas mis fuerzas.



Artemis ya veía rojo antes de entrar en aquella caverna. Así que no fue del todo consciente del cambio en el color... pero sí en la atmósfera.
Los gritos habían empezado. Las espadas de Chroma, las balas de Red Hood, habían encontrado objetivos.  
Para ella, todo avanzaba a cámara lenta. La atmósfera era tan densa, tan espesa... Quería cortarla en mil pedazos con el silbido de sus flechas.  
La rubia plantó una rodilla en el suelo. Llevó la mano al carcaj. Sacó un manojo de flechas explosivas y lo plantó a su lado. Tomó la primera.
La cuerda se tensó y se tensó bajo sus dedos, mientras su mirada señalaba al primer grupo de sectarios y calculaba, medía, contaba la distancia hasta ella y entre ellos con extraña precisión.
Fue un instante de absoluto control.
El tiempo se detuvo, como si contuviera el aliento.
Y entonces, Artemis dejo escapar el aire retenido en sus pulmones.
Aflojó los dedos. La cuerda cantó, y la flecha voló.
Se hundió en el suelo, justo en medio de un grupo de acólitos.
Y sobrevino el caos.
Vio, más que oyó, el estallido; aquello significaba que los auriculares de Canario funcionaban bien.
Alargó la mano y tomó otro proyectil. Tensó, soltó, tensó, soltó... en una reconfortante y conocida cadencia.
Cubrió a Jason y a Dinah, que luchaban cuerpo a cuerpo, con una rapsodia de flechas.
No reparó en que la otra rubia palidecía al ver el primer mástil verde pasar a su lado.
Artemis disparó de nuevo. Se sentía orgullosa de los colores que vestía, y de lo que significaban.
Green Arrow había llegado para impartir justicia.



Me hubiera gustado entregarme al furor guerrero de un Berserker. Convertirme en una fuerza de la naturaleza que arrasara con aquella cueva, con toda la secta que se alojaba en su interior. Me hubiera encantado vengar a mis compañeros caídos a manos de Trigon.
Pero las artes marciales no son caos. Son un baile preciso, son estrategia.
Y yo tenía un objetivo. Blood.
Había que neutralizar a Blood.
Hubo algo poético en que las flechas de Artemis... no, las flechas de Ollie, me abrieran camino al interior.
Hubo algo poético en que Jason me flanqueara, su expresión oculta por la capucha roja, tan impenetrable como su mentor.
Lancé mis ondas y mis golpes contra los sectarios, pero reservé la mayor parte de mis fuerzas para su líder. Detrás de él ondeaba la superficie de un portal, que llevaba a... ¿Qué diablos era aquello?
Nunca había visto un paisaje parecido.
Me pregunté si sería el infierno.
Empujé a un acólito fuera de mi camino. Blood estaba allí, cerca, chorreando sangre.
Lo vi coger una espada y volverse hacia mí.
Grité, con toda la fuerza de mis pulmones, y el aire vibró a mi alrededor, restallando como un látigo.  
El portal era una boca abierta detrás de Blood, frente a mí.
Una fina lluvia de arena cayó sobre mis hombros, y alcé la mirada al techo.
Esta vez, grité a través del transmisor, y lo hice con palabras.
- ¡El techo está colapsando! - advertí a mis compañeros - ¡Replegáos!

Todo pasó demasiado rápido. En un parpadeo estábamos avanzando escaleras abajo por la Iglesia de Sangre. Otro parpadeo, y el humo de las granadas de Jason trajo consigo la confusión. Después, fueron solo gritos y dolor. No recuerdo demasiado bien esa parte, solo que estaba muy concentrada en mi magia. Y enfadada, muy enfadada. Me había dejado llevar por el ruido explosivo de las balas de Jason, el silbido de las flechas de Artemis y el canto de Canario Negro. El grito de advertencia de la ex-miembro de la Liga de la Justicia hizo que saltaran todas mis alarmas y sentí que me despertaba de pronto ante la realidad. Blood había caído por aquel extraño portal, y el techo de la caverna parecía que iba a derrumbarse sobre nosotros en cualquier momento.

Por suerte, yo estaba luchando desde la retaguardia, y todavía no me habían alcanzado las grandes rocas que caían frente a nosotras. Jason no tuvo tanta suerte. Un sectario retuvo su huida, y cuando quise darme cuenta, vi la enorme estalactita caer sobre él. Mi imaginación voló en aquel instante, creyendo que había quedado aplastado bajo la piedra.

— ¡No!— Grité desesperada, en un impulso de ir a socorrer a mi amigo, a pesar de que mi inconsciente me decía que ya era demasiado tarde. Y de pronto, vi rodar una mancha roja y negra que acabó engullida por el mismo portal por el que había desaparecido Artemis segundos antes.

Pero aquella mancha roja me trajo de nuevo la esperanza. Hubiera jurado ver aquella melena rebelde pelirroja micro-segundos antes de desaparecer. Roy estaba vivo. Y parecía que no era el único que se había liberado de su prisión. Seguí con los ojos el camino de sangre y muerte hasta el fondo de la caverna, donde esperaban inquietos figuras de todo tipo de personas con aspecto demacrado, que observaban horrorizados la escena. Eran inocentes, seguramente prisioneros de aquella locura que había organizado el líder sectario.

Intercambié entonces una mirada con Canario, la única persona que quedaba en pie de nuestro pequeño escuadrón suicida, y supe enseguida lo que debía hacer.

— Yo me ocupo—dije, con confianza fingida.— Les sacaré de ahí.

Y dicho esto, me arrojé al portal justo antes de que se desvaneciera, con la esperanza de toparme con aquellos a los que había perdido. Pero la realidad me dio un golpe fuerte en la cabeza, literal.

Esperaba algo firme en lo que caer, pero cuando cuando me lancé al vacío me encontré tropezando en una masa líquida contra algo que parecía un músculo de fibras humanas, gigantesco como una montaña. Por un momento me dio la impresión de que palpitaba, de que por aquellas venas de color azul y rojo, bajaba y subía la sangre que acababa de pringarme toda la armadura, y que ya de paso, había arruinado mi libreta de conjuros rápidos.

—¿Jason? ¿Roy? … — supliqué entre jadeos. buscando con la mirada a los posibles desaparecidos. Pero parecía que yo era la única desaparecida en aquel lugar. No había nadie a mi alrededor, solo el mar infinito de lo que parecía ser sangre…

No fui consciente hasta ese momento del profundo olor metálico que me rodeaba. Una gran sensación de ahogo empezó a devorar mis pulmones y traté de salir cuanto antes de aquel lago y pisar suelo firme. Abrí el visor del casco en busca de aire, pero al sentir la repentina subida de la náusea, eché todo lo que había desayunado esa mañana por el borde de la montaña.

La visión de la sangre me hizo recordar detalles de la batalla que había olvidado. Visiones de las que no había sido consciente mientras la rabia y el miedo tomaban control de mi cuerpo. Tenía las manos manchadas de sangre, sangre de nuestros enemigos, muy parecida a la sangre que me rodeaba. Y aquel océano de sangre me devolvió la mirada, con unos ojos horrorizados que se retorcían de dolor. La misma mirada de aquellos sectarios que había atravesado con mis espadas mágicas.

Una parte de mi había obviado esa información hasta ahora. Me había dejado llevar por mi parte más primitiva, impulsiva, alterada por todo lo que estaba enfrentando. Me sentía tan rabiosa por lo que le habían hecho los demonios al mundo, por todo lo que le habían hecho a Roy y al resto de sus amigos… que no me había dado cuenta de que no estaba luchando contra demonios. Eran otro tipo de demonios, sí, pero también eran personas, seres humanos, hechos de carne, hueso y sentimientos. Probablemente muchos de esos sectarios ni siquiera sabían en donde se habían metido al seguir a Blood…

Y yo...

No. Aquellos no eran muñecos de madera como los del Adversario, ni villanos robots mal programados. Eran seres vivos. Igual de vivos que los alienígenas que pasearon pacíficamente por Gotham y que fueron masacrados por el ejército, por el simple hecho de existir.

¿Dónde había quedado mi discurso de aquel día?

La violencia generaba odio y el odio generaba más violencia. Un círculo sin fin de muerte y destrucción.

Y yo…

Y yo había caído de cabeza en ese círculo

Había matado.

— Por...favor… A-ayu...da...— la sensación de ahogo aumentó, y sin poder evitarlo, solté un grito de gran angustia, que rápidamente se convirtió en sollozo. Pensé por un momento que mi corazón iba a estallar en mil pedazos. Las lágrimas empezaron a recorrer con prisa mis mejillas, calentando con fuerza la piel a su paso, y yo me cubrí el rostro, manchándomelo de sangre al intentar detener aquel remolino de emociones.

Acababa de romper la primera norma del Superhéroe, y con ella, había matado a Chroma también.

El mundo estaba resquebrajándose. Artemis vio caer pesadamente las estalactitas y sintió, más que oyó, cómo retumbaban las entrañas de la tierra bajo su peso. Las grietas abrieron caminos en el suelo, haciendo que la arquera perdiera pie. Retrocedió, buscando frenéticamente con la mirada una ruta a través de los escombros.

Y sus ojos grises se encontraron con los ojos verdes del velocista, justo en el instante en el que el mundo se hundía.

- ¡El techo está colapsando! ¡Replegáos! - oyó la voz de Canario, a través del transmisor.

Dicen que, en las situaciones límite, hay personas que sienten que el tiempo se congela. Artemis no lo sintió esta vez. Tal vez aquélla fue la prerrogativa de Wally.

Para ella, todo ocurrió en un mismo y borroso instante: la familiar sensación de ser alzada del suelo y conducida a toda velocidad, la voz distorsionada del pelirrojo, el crujido de la cueva hundíendose, la caída vertiginosa... Su mente fue incapaz de separar una cosa de otra. Se oyó gritar; el vértigo anidando en la boca de su estómago. A su alrededor flotaban colores, objetos... Se sentía exactamente como en aquella ilustración de Alicia, cayendo y cayendo túnel abajo.

Un crujido como de huesos rotos la recibió cuando Wally y ella golpearon el tronco. Tosió, su nariz y garganta llenas de aquel repugnante polvo blanco. Sus ojos lagrimeaban cuando logró volver a encuadrar al velocista, que tosía cerca de ella. Un hábito de antes de la Colisión: comprobar que siguiera cerca, que no desapareciera de su vista.

Wally tenía mal aspecto. Iba vestido únicamente con el pijama, y éste se encontraba en un estado lamentable, lleno de roturas y desgarrones, salpicado de sangre. Artemis sintió un peso en el estómago. La Fuerza de la Velocidad había hecho su trabajo, pero las heridas que debían de haber acompañado a aquellas marcas...

Se acercó a él. Correr sin el traje le había llenado la piel de abrasiones, aunque su curación acelerada empezaba a hacerlas desaparecer. Aún así, no eran las lesiones físicas lo que preocupaba a Artemis. Lo que la aterrorizaba eran las heridas invisibles que podía haber detrás.

Waly llevaba días desaparecido. Días que, para un velocista, debían de sentirse como meses enteros. ¿Qué habría hecho Thaddeus con él? ¿Qué cosas horribles le habría susurrado al oído? Ella todavía recordaba…

Sacudió la cabeza.

- Hey - musitó, poniendo la mano sobre el hombro de Wally. La alianza apenas relucía, cubierta con aquel enfermizo polvo blanco. Incluso ahora, los ojos oscuros de Artemis recorrían el cuerpo de Wally con ansiedad. ¿Estás bien?, quería preguntar. Una pregunta absurda, que lo obligaría a preocuparla o a mentir. - Me alegro de verte - susurró.

Pasó los brazos por encima de los hombros del velocista, tomando su rostro entre las manos y aproximándolo a ella para poder besarlo.

- Tenemos que dejar de hacer esto- dijo, contra sus labios. Y “esto” englobaba el hecho de separarse, de ser secuestrados, de caer por portales a lugares como aquél. Pero supuso que no podía englobar el salvar el mundo. Al fin y al cabo, ya habían intentado retirarse una vez.

No había funcionado.

- Te he traído algo- anunció, separándose un poco del velocista para poder abrir la cremallera de la bolsa de deporte que aún llevaba colgada al hombro. La dejó en el suelo, permitiendo que su compañero viera todo el contenido. Barritas energéticas, dos bolsas de papel arrugado de la hamburguesería, varias latas de Monster. También se sacó el otro anillo, en la mano contraria a la alianza, y se lo tendió. Una sortija adornada con un pequeño rayo dorado. - Me parece que no vas vestido para la ocasión...

Le dejó espacio para que comiera y se vistiera, inspeccionando el estado de su arco y sus flechas - las de Ollie - tras la caída. Afortunadamente, nada se había roto.

Pero aquello trajo otras preguntas a sus labios.

- ¿Has visto a Roy? ¿Está bien?- se volvió para mirar a Wally. Artemis no había logrado localizar al segundo pelirrojo entre todo aquel caos, y seguía preocupada por él. - Me va a matar cuando vea esto - continuó, mirando su propio traje verde, con la flecha sobre el pecho y la capucha sobre el cabello.

Y entonces, pensó en Canario. En Jason. En Elysia. En Shawn. Se volvió… ¿dónde…?

- ¿Dónde estamos...? - no pudo evitar preguntarse, en voz alta. Y, entonces, recordando la sensación de vértigo, los colores que giraban, comprendió - Hemos… ¿hemos cruzado el portal de Blood? - se puso automáticamente en guardia. Qué estúpida. Por un instante, había olvidado a su enemigo. De haber estado allí, Hermano Sangre hubiera podido matarlos una decena de veces.

Pero no había rastro de Blood, aunque era evidente que el lugar en que estaban tenía que ver con él. Aunque sólo fuera por aquel océano nauseabundo que veían en la distancia, rojo como… como la sangre.

Artemis se volvió para fijarse bien en el lugar en que estaban.

Blanco como…

- Hueso - dijo, comprendiendo al fin, mientras las formas familiares se registraban en su mente - ¿Qué diablos...? - continuó.

Era repugnante. Absurdo. Incomprensible. Aquel lugar estaba hecho de sangre y de huesos, como si de algún modo se hubieran trasladado al interior vivo de un gigante, sólo que eso al menos hubiera tenido… ¿estructura?

- Mierda. Tenemos que encontrar a Blood- susurró. Porque el acceso por el que habían llegado estaba cerrado, y ninguno de los dos sabía hacer un portal de vuelta.

Hasta donde Artemis sabía, Hermano Sangre había cruzado el portal antes que ellos. Y, salvo que encontraran un camino de regreso por su cuenta, su enemigo era la única opción.

Siendo sincero conmigo mismo, pensaba que iba a morir escasos minutos después de lanzar esa gilipollez de grito de guerra. Solo a mi se me ocurría avisar de mi llegada antes de dar el golpe de gracia al enemigo, pero si moría, al menos que fuese de forma épica ¿no?

Dentro de lo que cabía la situación no iba tan mal, muchos pirados con túnicas rojas habían caído fruto de las explosiones, y poco después de mi ataque inicial, el resto del equipo apareció para apoyarme en la ofensiva.

El caos reinaba en la iglesia cuando por el rabillo del ojo divisé la inconfundible melena pelirroja de mi macarra favorito, el mismísimo Roy Harper. Hubiese saltado en su dirección si no fuese por todos esos colgados que nos intentaban arrancar los ojos, teniendo que masacrarlos uno por uno en un intento desesperado de avanzar hacia mi amigo.

Estaba tan centrado en volver a su lado que no me fijé en el techo, siendo víctima del mítico cliché de la estalactita descendente, pero por suerte para mi, Roy fue más rápido que ese trozo de roca y saltó en mi ayuda cayendo ambos en aquel extraño portal que el tal Blood estaba convocando.

-La práctica hace al maestro-me burlé jocoso sobre mi experiencia en el otro mundo. Eso de estar apenas unos segundos reunidos era una putada, pero me alegraba que los últimos momentos de esta mierda de vida los pudiese pasar con mi mejor amigo.

Cerré los ojos esperando el duro impacto con el suelo, o con peor suerte, un último golpe fatal de alguna estalactita o munición perdida, pero en vez de eso, caí en una superficie viscosa semejante al agua pero mucho más densa.

Extrañado abrí los ojos para ver como Roy y yo nos encontrábamos rodeados de un mar de sangre, parecía que eso de llamarse Blood se lo tomaba en serio.

-Diría lo mismo, pero eso de nadar entre sangre de inocentes me corta un poco el rollo-dije burlándome mientras le daba un suave golpe en el hombro a modo de saludo. Tenía mil y una preguntas que hacerle, pero tanto él como yo sabíamos que lo prioritario en este momento era buscar un lugar seguro.

Tras dar un cabeceo a modo de afirmación seguí la dirección del arquero hacia la orilla, estaba sorprendido de lo ligera que estaba siendo la armadura, apenas limitándome el movimiento a la hora de nadar a la vez que era muy liviana.

Tras un par de minutos de braceo, por fin habíamos alcanzado la orilla. Tras tocar tierra firme, asqueado me quité el casco y lo dejé reposar en la arena mientras imitaba a un perro agitándome con la intención de extraer la máxima cantidad posible de sangre de mi armadura y pelo.

-Parece que tu superpoder es el de invocarme cada vez que tu gordo culo está en problemas Harper-me reí mientras me giraba en dirección al arquero.

Tras la broma dirigí mi atención hacia la repulsiva isla en la que nos encontrábamos, en particular hacia esa extraña sustancia amarillenta que recubría el centro de la superficie. Al final el lago de sangre no iba a ser lo más asqueroso que iba a ver hoy...

Wally West se lamentó por una vez de ser el hombre más rápido en el mundo. Sí, había salvado instintivamente a su mujer del derrumbe de la Iglesia de Blood, pero también les había condenado. No tuvo tiempo de ayudar al resto de sus compañeros, pues el portal de Hermano Sangre los devoró con ferocidad cual depredador, arrastrándolos vertiginosamente hacia el desolado bosque de polvo y hueso. Comprendieron, horrorizados, lo que podía significar aquel espantoso y sangriento lugar...

— Nena…— susurró, apretando el cuerpo de la vietnamita fuertemente contra el suyo, tras dejar de toser. Tenía demasiadas preguntas que hacerle, pero en aquel momento necesitaba sentir su calor, su cercanía… la había echado tanto de menos... Las torturas de Inercia y de Raven le habían parecido eternas, y ya casi había perdido la esperanza de volver a ver a su esposa de nuevo.

— Yo también me alegro de verte…— la estrechó con sus brazos, como si se la fueran a volver a quitar en cualquier momento y la besó con toda la dulzura del mundo. La amaba… la amaba tanto que...— Te quiero… Li-Artemis…

Había sido instintivo, fruto de los recientes acontecimientos. Tenía grabado el nombre de Linda en el corazón, pero aquellos no eran sus sentimientos. El Wally que había amado a Linda Park era otro, él tan sólo había accedido a sus recuerdos de forma involuntaria. Sólo fue una fracción de segundo que su boca corrigió a gran velocidad, antes de que la mujer se diera cuenta del error que había estado a punto de cometer.

— Desde que he vuelto de la Speed Force… siento que el mundo está tratando de separarnos… pero no voy a consentirlo. Nada ni nadie va impedir que te siga queriendo hasta que me muera… —sollozó el pelirrojo, golpeado por los recientes recuerdos de su otra esposa y sus dos hijos. Tuvo que tragarse las lágrimas y contener los temblores. No era el mejor momento para explicarle a su mujer todo lo que esos bastardos demonios le habían hecho. En cómo habían quebrado su cuerpo y su mente…

—Tú sí que me conoces bien… — sus ojos del color de la esmeralda brillaron al contemplar todos los víveres que la arquera le había traído para que recargara sus energías. No perdió ni un solo segundo, y se zampó todo lo que pudo hasta sentirse satisfecho. Se guardó unas cuantas barritas energéticas y un par de latas de Monster por si se veía en algún apuro, pero el resto se lo comió de una sentada. Después, tendió su mano para recoger el anillo que le había regalado Barry antes de desaparecer, y se enfundó su traje de Flash en un parpadeo.  

— Roy está bien, Raven fue tan tonta como para ponerlo de compañero de celda...— le explicó, esbozando una sonrisa traviesa. Artemis sabía lo inseparables que habían sido los dos pelirrojos durante su adolescencia, y nada ni nadie podía hacerles frente mientras se mantuvieran juntos. — Por cierto, te queda bien… — le dijo, mientras  observaba con curiosidad su nuevo traje de Flecha Verde. — ¿Ha sido idea de Ollie?

Tras tomarse unos minutos para reponerse y trazar un plan, Wallace le pidió a Artemis que usara los comunicadores para tratar de contactar con Canario, Jason y los otros dos héroes con los que había venido para rescatarles. Tenían que comprobar si desde aquella dimensión sangrienta conseguían enviar algún mensaje o detectar alguna señal.

— Arty, puede que seamos los únicos que hayamos cruzado el portal…  —explicó seriamente, acariciando los hombros de la joven.— Si es así, eso significa que sólo estamos tu y yo contra Blood... Puede que parezca una misión suicida, pero tenemos que intentarlo… —tragó saliva, pensando entonces en el peor de los casos.— Y si… y si no salimos vivos de esta… quiero, quiero que sepas que… eres lo mejor que me ha pasado en la vida, y te quiero más que a nada en este mundo.

Tras un último y fuerte abrazo a su mujer, Wally cogió en volandas a Artemis, dispuesto a usar su supervelocidad para registrar la isla de hueso, en busca de algún signo de vida. En el caso de que no encontraran nada interesante, se dispondría a correr a toda velocidad por encima del mar de sangre, buscando otros islotes como en el que habían aterrizado...

Tenía que pensar deprisa, antes de que el mundo se hundiera.

Dinah Lance titubeaba, aún frente al portal, mientras el suelo temblaba bajo sus pies. Blood y Roy estaban al otro lado de aquel umbral reluciente. Y, de este lado, los prisioneros de la Iglesia de Sangre gritaban, viendo como el techo se desmoronaba sobre su ruta de escape.

¿Qué tenía que hacer? Había llegado hasta allí porque quería vengar a Ollie, porque quería salvar a Roy. ¿Iba a abandonar ahora al pelirrojo? ¿Iba a permitir que Hermano Sangre escapara indemne? No quería hacerlo. Pero detrás de ella había personas inocentes. La destrucción que había desencadenado su combate con Blood seguía y seguía, amenazando con bloquear la ruta hacia la libertad de los prisioneros, si es que no acababa con sus vidas antes. Y Dinah no podía dejarlos morir. No podía dejar que hubiera más víctimas.

Miró a su alrededor. Wally y Artemis... Roy y Jason... los había visto caer al otro lado. ¿Qué pasaría si se quedaban atrapados allí? ¿Con Blood? Dio un paso hacia el portal. Y entonces oyó el chillido de terror de un prisionero cuando una estalactita se hundió en el suelo, a pocos pasos de él. Se detuvo. Se volvió.

Y vio a Chroma detrás de ella, mirándola con expresión de determinación.

- Yo me ocupo. Les sacaré de ahí. - prometió.

Dinah la miró, sin saber qué responder. Otro grito. No tenían tiempo... Asintió con la cabeza, y la maga saltó, cruzando el portal antes de que se cerrara por completo.

Canario Negro se volvió hacia los prisioneros fugados, decidida a prestarles su ayuda. Y entonces lo vio. Vio la cosa monstruosa en la que se había convertido Garfield Logan.

- ¡Vas a pagar por lo que habéis hecho! - gritó.

Dinah tragó con firmeza para hacer descender el nudo que se había cerrado en su garganta. Necesitaba sus cuerdas vocales operativas. No podía permitir que el Titán destrozara a los prisioneros. No, no le dejaría hacer eso. Por el bien de ambos.

Dinah hizo crujir los nudillos, flexionó las rodillas y gritó con todas sus fuerzas, dirigiendo las ondas sonoras al centro de aquella masa en que se había convertido Beast Boy. Y entonces, echó a correr en aquella misma dirección, dispuesta a acompañar el Grito con una patada voladora.

Blood vio a la mujer rubia abalanzarse contra él mientras el caos se apoderaba de su iglesia en la forma de una brutal batalla campal. Se volvió veloz hacia la hechicera que estaba a su lado, tomando la espada que tomó del templo de Asgard para hacerle frente, pero su ataque no fue físico... No llegó a su alcance, cuando de pronto una fuerza colosal lo empujó hacia el portal. Por acto reflejo se aferró al manto y sus otras prendas, aún enbrazos de la hechicera, quien asustada, las dejó ir para no ser arrastrada junto a su señor, y todo desapareció envuelto en bruma y rayos rojos.

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El viaje parecía corto al otro lado del portal... un siple paso y llegar a ese reino estrafalario al otro lado del vórtice, y sin embargo, se hizo eterno al cruzar el umbral del mismo. Violentas sacudidas y fuerzas arrastraron el cuerpo del líder sectario a través de consuctos que ardían como el infierno, y sonaban como un mar de gritos, truenos y latidos cardíacos... Era una locura. Todo lo que podía hacer era apretar los puños entorno a sus pertenencias y gritar ante lo desconocido, hasta que al fin, el vórtice se abrió, y lo dejó caer, casi como un esputo, en una superficie estable. Magullado y algo mareado, Blood trató de recmponerse, algo que logró de forma sorpresivamente veloz. Entonces lo sintió... Ese lugar, esa esencia... Podía sentir que le llenaba de una energía que nunca antes había experimentado. Sentía una fuerza arrolladora, casi divina, recorrer su cuerpo. Al alzar la vista al panorama frente a sí, sus ojos brillaban como dos centellas. Sangre... Ríos, lagos de sangre...

Su aliado le había contado que las fuerzas vivas confluían en ese universo, y la sangre era la misma esencia de la vida. Su elemento representaba todo lo que ese lugar era...

Era parte de él.

"Esto es sólo una pequeña parte de lo que podrías tener, mi guerrero... Ven a mí... Ven a verme y al fin cumplirás con tu destino, tomando aquéllo de lo que siempre fuiste merecedor... "

- El destino... -Pensó en la aparición del monje. El causante de los males de toda su estirpe le anunció que Omega le había elegido como único superviviente de entre todas las dimensiones por ser el único Hermano sangre capaz de reescribir su historia. Sí, debía referirse a esto, a este momento, a lo que iba a conseguir... Con una calma serena, se vistió y enfundó su querida nueva arma. Ella también parecía susurrarle excitada en ese lugar sangriento. El sentimiento era mutuo, como tantas otras veces había sucedido. Realmente estaba en sintonía con ese artefacto.

"Pronto romperás tus cadenas, mi guerrero... y yo también"

Esa promesa guiaba la voluntad del sectario como un farol en la niebla, llenaba su cabeza como una melodía hermosa, y alentaba su espíritu. Al parecer, su aliado también ansiaba librarse de quienes le imponían su voluntad. Tal vez por esa razón decidió escucharle, confiar en él. Quizá en cierto modo se veía reflejado en ese ser que le había brindado una nueva expectativa más allá de la servidumbre ciega...

La imponente figura del paladín de Trigon dio sus primeros pasos por el carnoso sendero hacia el espectacular castillo orgánico. Poco imaginaban los habitantes del Rojo la pesadilla que se cernía sobre su mundo, oculta tras la silenciosa y macabra sonrisa del extraño que vino del otro lado del portal.

No existía una fuerza más inquebrantable y arrolladora que la fe de Sebastian Blood. Era algo que sabían los que le conocieron como siervo de Trigon, pero el sectario había decidido creer en un nuevo señor...

...él mismo.

PD: El orden de respuesta será igual al que he especificado yo en éste post: Elysia, Jason, Roy, Artemis, Wally, Blood y Dinah.

No recuerdo cuanto tiempo estuve agachada en ese suelo palpitante, llorando sobre la sangre mientras me abrazaba a mí misma como único consuelo. Aquel espantoso lugar me asfixiaba, y no fue suficiente con levantar el visor, así que tuve que quitarme el casco para librarme de la brutal sensación de ahogo. Había sido bastante útil en la batalla de la iglesia de sangre, pero no iba a servirme de nada en un lugar como aquel. Así que lo abandoné a mi paso, con la vaga esperanza de que alguien lo encontrara y supiera que Elysia Stavridis, o más bien, Chroma había estado allí. Había muerto allí... mi identidad como heroína.

Vagué por el valle de escarpados músculos con la inquietud anclada a mis huesos. Un sonido inhóspito activó mi instinto de supervivencia y me recordó que no estaría segura si me quedaba sola en aquel lugar. Me llevé la mano a la libreta de conjuros rápidos, para darme cuenta de que seguía empapada de la sangre espesa del lago.

—Joder… la próxima vez, recuerda hacer la libreta impermeable… — me dije a mi misma como en un susurro. Escuchar mi propia voz era lo más reconfortante que podría encontrar en aquel espantoso lugar.

Cuando quise darme cuenta, había caminado tanto que me topé con un precipicio. Un callejón sin salida. Y cuando me di la vuelta para volver por mis pasos, me encontré con lo inesperado. Seis extrañas criaturas me devolvieron la mirada con sus intensos glóbulos negros. Caminaban a cuatro patas, y se podría decir que tenían una constitución y una formación muscular muy parecida a los grandes primates. Pero era como… como si les hubieran arrancado la piel. Criaturas hechas del mismo material que todo lo que me rodeaba en aquella isla repugnante. Un amasijo de músculos, tendones y venas…

Desvié la mirada en dirección al precipicio y tragué saliva. Tuve una idea.

Las criaturas de pronto aullaron, feroces, y empezaron a acercarse a mi con ojos hambrientos. Eran seis contra uno, y yo tenía las de perder. Mi instinto me decía que saliera corriendo, que no podía enfrentarme a esos monstruos. No era lo mismo que luchar contra humanos, serían impredecibles, y si se parecían en algo a sus hermanos los babuinos, serían más rápidos que yo y me despedazarían antes de que pudiera siquiera empezar a conjurar...

Así que salté. Salté por el precipicio mientras cerraba los ojos, tratando de concentrarme para conjurar una plataforma. Y de pronto me vino la imagen de Elissa, mi hermana, mi otro yo… Quería verla, tenía tantas cosas que contarle de estos últimos días… y tenía miedo, mucho miedo de lo que podría pasar. ¿Y si ya no podría volver a casa?

Mis pies aterrizaron de pronto en una plataforma maciza blanca y negra. Juré que por un momento había escuchado el sonido de un Do sostenido mientras la pisaba. Seguí corriendo por el aire, plataforma por plataforma, hasta darme cuenta de que había invocado las teclas de un piano sobre el aire. Las notas, junto con su respectiva plataforma, iban desapareciendo a medida que corría sobre ellas. Cuando estuve lo suficientemente lejos del acantilado, busqué con la mirada a los primates sangrientos. Esperaba haberlos dejado atrás...

Me concentré entonces en una salida, y busqué un trozo de "tierra" firme en aquel islote donde poder aterrizar sin peligro.

La situación empeoraba por momentos, sabía que no iba a ser fácil salir literalmente del infierno, pero a medida que profundizaba más en este extraño paisaje, parecía más lúgrube y peligroso. Tras llegar a la orilla, intenté secarme a duras penas la sangre de mi cuerpo. Ya tenía demasiado rojo para mi gusto, pero tras bromear con Roy noté extrañado como una sombra parecía seguirnos. No le di importancia, asociándolo a todo el estrés y adrenalina que se me había acumulado en tan pocas horas, provocando que se me fuese la olla.

Pero esa sensación no paraba de atormentarme a cada paso que daba, mirando a todos lados como el entorno se volvía más oscuro, como si de repente apareciese la noche en puntos concretos del terreno. Mis suposiciones parecieron ser correctas, cuando de repente una de esas sombras saltó al pie de Roy sorprendiéndole, pero por suerte fui más rápido que ese bicho y le pegué un tiro antes de que pudiese atacar al arquero.

Preocupado por si todas las oscuras resultaban ser el refugio de bichos tan asquerosos como esos, me giré con el tiempo justo de apartar de un manotazo a otro de esos insectos, rematándolo con un fuerte pisotón. Con un sudor frío goteándome la nuca, comencé a dislumbrar los numerosos apéndices de los monstruos entre las supuestas sombras, que resultaron ser una colosal colmena de insectos con intención de devorarnos.

Daba igual a donde mirase, tenían todos los ángulos cubiertos, y eran demasiados como para pensar en cargármelos a base de balazos.

-Dime que tienes alguna de tus famosas flechas con un insecticida instalado-dije irónicamente mientras me ponía espalda contra espalda con el arquero con el fin de evitar que nos pillasen desprevenidos.

Sus ojos estaban anclados en el castillo. Era como si el resto del extraño mundo que le rodeaba, como si el mismo universo, hubiera desaparecido. Su destino estaba frente a él, cada vez más cerca...

¿Qué ocurriría cuándo llegase? ¿Qué iba a suceder? El misterio... Una de aquéllas cosas que fascinaban de forma ilógica a los humanos, ahora llenaba su propia mente. Era capaz de hacer que alguien, de forma totalmente imprudente, decidiera aproximarse a lo que pudiera llevarlo a una muerte segura, la perdición o... la gloria.

¿Cuándo había nacido este extraño deseo en él? ¿Cuándo la infinita gratitud hacia el que le dio suficiente valor e ira para dejar atrás la miseria y el dolor, se había convertido en hastío y aborrecimiento?

Había pasado mucho tiempo creyendo que era libre, que todo ese poder, dominio y riquezas eran la verdadera libertad. Pero cada acción que tomaba para mantener su iglesia, era para mantener su poder, un poder que ponía al servicio de Trigon. Una pleitesía que le recordaba tiempos más oscuros…  Su infancia. Su padre, el último Hermano Sangre, dominaba a todos en la Iglesia, todos le debían adoración y obediencia incluso a sus más crueles ordenanzas, porque él lo era todo; el hogar, la familia, el bienestar de todas esas almas perdidas… Y esa sensación era la que le daba poder sobre las mismas. Al menos hasta que su pequeño y débil hijo Kaloyan, al que decidió convertir en el objetivo de la crueldad de sus hermanos en pos de que alguno de ellos resultase en un líder digno de sucederle, se cuestionase dicha realidad por puro desespero, y lo asesinase junto al resto de sus hijos.

La historia volvía a repetirse… Cuando destrozó el cuerpo de su padre a puñaladas, agradeció a Trigon por darle fuerzas para al fin librarse de sus agresores, y la gratitud se alargó muchos más años conforme su fortuna y su dominio crecían. Creía de veras que su demoníaco dios le guiaba y le daba toda su gloria. Pero en algún punto comparó el presente con el pasado… Se dio cuenta de que su señor se había convertido en ese hogar, en esa familia, en ese bienestar envenenados… Era de nuevo un esclavo. Primero de su padre, y ahora de su dios. Y todo en nombre de la maldita gratitud. Pero él era quien había llevado la Iglesia de la Sangre a la gloria, quien había expandido sus horizontes, quien manejaba la voluntad de los fieles, quien regía ese imperio y luchaba contra todo rival… Él podía hacer todo eso, del mismo modo que siempre pudo matar a su familia. Sólo necesitaba verlo. Necesitaba…  dudar.

Sumido en sus cavilaciones e inquietudes, vio su emocionante viaje interrumpido por un extraño ser híbrido, imponente, armado con un tridente. Se mostraba amenazante, prohibiéndole el paso. Debía ser una especie de guardián del castillo. Blood le miró con los ojos centelleantes, en silencio, durante un instante que pareció eterno, hasta que sus labios dibujaron una media sonrisa aterradora.

Con un movimiento casi felino, sin que la pobre bestia pudiera verlo venir, el sectario hundió una de sus garras metálicas tan fuerte en su garganta, que la atravesó, y tomando la cabeza desde debajo, la arrancó de cuajo. El cuerpo inerte del guardián cayó al suelo, así como su tridente. Blood contempló la escena unos instantes, y decidió llevarse el arma. Pese a que ya iba armado con la espada del templo, no sabía qué podía encontrar más adelante.

Después, simplemente prosiguió su caminar, como si jamás hubiera estado allí.

— Por cierto, te queda bien… — dijo Wally, mirando el traje — ¿Ha sido idea de Ollie?

Artemis despegó los labios. Las palabras no salieron al principio. De modo que negó con la cabeza.

“Nadie impedirá que siga queriéndote hasta que me muera”, había dicho Wally. Y la arquera tenía muy presente la muerte, muy cercana. Aún le resultaba difícil mencionarla sin sentir sus dedos esqueléticos alrededor de la garganta.

Lo intentó de nuevo.

- Ollie ha…- empujó las palabras a través de sus labios, tensa - Está muerto, Wally. Trigon acabó con la Liga de la Justicia en la India. Sólo se salvaron Diana, J’onn, Hal y… Barry. Barry está bien.- lo remarcó. La mente de Wally siempre iba deprisa, y sabía que ya había empezado a esbozar la pregunta. - Por eso, yo… - Pensó de nuevo en Roy. Si Wally no lo sabía, era probable que su compañero de celda tampoco. ¿Cómo reaccionaría a la muerte de su mentor? ¿A que ella hubiera tomado sus armas?

Probó el comunicador, como sugería el pelirrojo. Nada. No estaba segura de si se había roto por completo, o simplemente había dejado de funcionar al cruzar la frontera entre ambos mundos.

- Bueno. Parece que sólo estamos tú y yo.- dijo.

Sin más. No había tiempo para charlas. Estaba de acuerdo con Wally. Si nadie los había seguido a través del portal, ellos dos tendrían que ser los que se enfrentaran a Blood. Codo con codo. Hombro con hombro. Como siempre. No tenía miedo.

- Yo también te quiero – le dijo. Nada más que añadir. Todo estaba implícito en aquellas cuatro palabras.

Y, así, Wally echó a correr sobre el mar de sangre, llevándola con él.

El olor penetrante a hierro hizo que las náuseas treparan por la garganta de Artemis. Se obligó a respirar por la boca. No vomites, se repitió. Acabar echando el desayuno o la cena del día anterior no quedaría muy bien en su historial de tipa dura. Y no quería estropear el uniforme de Ollie.

Así que intentó centrarse en el paisaje; algo difícil cuando a tu alrededor el aire silba y el entorno se transforma en borrones de colores que se desplazan a toda velocidad. La náusea se renovó. Pero los ojos grises de Artemis se quedaron fijos en la única mancha que permanecía en su campo visual y que iba haciéndose cada vez más grande.

Tierra.

Notó el cambio en la velocidad cuando Wally alcanzó la orilla. El velocista aminoró el paso, permitiendo que analizara el entorno y preparara el arco. Dieron un rodeo, buscando señales de Blood. No había rastro de su enemigo, pero, sin embargo, sí había...

- Arañas.

Sabía que su compañero ya las había visto. Estaban por todas partes; trepando por las piedras, crujiendo bajo los pies del velocista. No era la primera vez que Artemis pensaba que Blood estaba loco; simplemente acababa de reforzar su opinión viendo su resort de vacaciones.

Cómo odiaba aquel maldito sitio.

Se dio cuenta de que las arañas se movían en una determinada dirección. Wally también parecía haberlo notado. Cambiaron de rumbo, siguiéndolas. Tal vez las llevaran a…

Roy.

Jason.

La sorpresa se dibujó en las facciones de Artemis. Sus compañeros estaban allí, en pleno epicentro de los problemas… Bueno, tal vez lo segundo no fuera la parte sorprendente.

El alivio la inundó al tiempo que escogía una flecha ultrasónica y la colocaba en la cuerda del arco.

Apuntó más allá de Jason y Roy, al punto en que una columna de arañas se apresuraba hacia ellos.

Y soltó la cuerda.

El poco trozo de piel que se escapaba por la máscara de Flash, palideció en el instante que escuchó las graves noticias. Tuvo que apoyarse en una roca de músculo y mucosa pringosa para no tambalearse, y asimilar con dolor la muerte de media Liga de la Justicia de un solo plumazo. No podía creérselo.

Cuando Artemis empezó a enumerar a los supervivientes, su cerebro funcionó tan rápido que en menos de un segundo ya había dado con el nombre de los miembros que habían muerto en aquella batalla. Entre ellos se encontraba el invencible de Batman… algo totalmente impensable e inesperado para muchos héroes. ¿Cómo habían podido ir tan mal las cosas en su ausencia?

Se recompuso igual de rápido que siempre, y el abrazo de su mujer le reconfortó parcialmente antes de salir corriendo, cargándola en sus brazos.

—¿Pero qué demonios...?— protestó al sentir la inestabilidad de la superficie acuática, a tiempo de esquivar una de esas enormes ballenas que saltaban y se sumergían en el mar de sangre. — Espero que esas bestias hayan desayunado...— comentó el pelirrojo, tratando de contener su nerviosismo al tragar algo de saliva. Apretó el paso, y rápidamente llegaron a un islote muy parecido al anterior, igual de decadente y desprovisto de vida natural.

—¡Agh! Odio las arañas… ¡Qué asco de bichos!— expresó el pelirrojo con suma repugnancia en la voz. Fue entonces cuando se dio cuenta del verdadero objetivo de esas tenebrosas y negruzcas criaturas.

Cuando Artemis lanzó su flecha, le siguió una estela de color rojo y amarillo, que se plantó delante de Jason y Roy para después saludarles.

— Veo que vosotros también habéis acabado en esta mierda de sitio, ¿eh? — comentó el velocista, aliviado de que Arty y él no fueran los únicos en tener que enfrentarse al maníaco de Blood.

Dicho esto, el velocista hizo lo que mejor se le daba: correr. 

La energía que envolvía a Wally West le protegía de los golpes de las arañas, que al chocar contra su cuerpo acelerado, salían despedidas del lugar a toda velocidad, creando así un camino libre por el que sus dos amigos pudieran escapar.

Dado 1: Cuántas arañas consiguen subirse encima de Jason.

Dado 2: Cuántas arañas consiguen subirse encima de Roy.

El miembro 'Raven' ha efectuado la acción siguiente: Tirada de dados

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#1 'Dado de 10' : 7

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#2 'Dado de 10' : 6

Ataque. Sólo 6 o más.

El miembro 'Raven' ha efectuado la acción siguiente: Tirada de dados

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#1 'Dado de 10' : 3, 6, 2, 3, 10, 6, 4

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#2 'Dado de 10' : 4, 7, 2, 5, 10, 5

Las teclas del piano fueron desvaneciéndose en cada salto, hasta que finalmente, encontré tierra firme bajo mis pies. Escuché el desagradable aullido de aquellas criaturas de músculo y hueso, en lo alto del acantilado por el que acababa de saltar. Pero no fui capaz de echar la vista hacia atrás. El corazón me palpitaba muy deprisa a causa del miedo. Golpeaba tan fuerte mi pecho que el dolor llegó a alcanzar también a los oídos, y puso en alerta al resto de mis sentidos.

Corrí dejándome llevar por mi instinto de supervivencia, hasta encontrar una fisura en la montaña por la que esconderme. Tenía la forma de una penetrante herida, como un corte vertical que partía el trozo de músculo, por el que decidí adentrarme hasta perderme. 

Ahora entendía perfectamente a los claustrofóbicos. La falta de luz y de espacio no ayudaban a que me sintiera más tranquila. El olor metálico de la sangre impregnó mis pulmones hasta provocarme de nuevo las náuseas. Aparté las paredes de la pegajosa carne, moviéndome con violencia, como si dos bistecs de carne cruda  trataran de aplastarme en un intento de hacer un bocadillo de Elysia Stavridis. Era repugnante, pero por suerte, abandoné la estrecha galería hasta salir a un espacio un poco más grande que me dejara respirar.

La sensación de ahogo había disminuido ahora que no llevaba el casco, pero el hedor seguía siendo igual de insoportable. Parecía que nadie me había seguido hasta allí, así que tragué saliva y traté de calmarme un poco. Tomarme mi tiempo para pensar, recapacitar. Mis amigos tendrían que estar por alguna parte… pero aquel era un laberinto de pintura roja, y parecía intacto, como si nadie hubiera pisado aquel lugar desde hacía siglos. Dejé escapar un largo suspiro, y me decidí por el camino que llevaba al noroeste. Al menos, tuve la intuición de que no me toparía con alguna criatura horrible si seguía por el camino más estrecho y oscuro, aunque me aterrorizara.

—Dios mío, si salgo viva de esta… no pienso comer carne nunca más… — protesté, al volver a presionar una de las paredes de materia orgánica para poder pasar por el minúsculo túnel.

Finalmente, mis pasos me llevaron a otra galería, una especie de catacumbas macabras y llenas de mal gusto. Si aquel portal me había arrastrado al mismísimo infierno... no me lo habría imaginado así. Arrugué la nariz ante la desagradable visión y continué caminando hasta que la habitación se ensanchó, abriéndose en una enorme caverna.

Quería largarme de allí cuanto antes, y maldije en voz alta la formación de huesos y tejidos que, casualmente, obstruía el camino hacia la salida.

—¿Quién ha diseñado esta mierda de sitio?— bufé, cansada de seguir encontrándome con las mismas estructuras de huesos y músculos, una y otra vez. Nunca había odiado tanto la anatomía humana hasta aquel momento. Ni siquiera durante los exámenes de la universidad de bellas artes.

Entonces me acerqué a la enorme estructura de huesos para analizarla con detenimiento. Por suerte, la caja torácica no tenía un corazón palpitante en su interior. Hubiese sido doblemente desagradable.

—ξίφος — susurré como un conjuro. Aureole siempre decía que las palabras tenían poder, y le daban más fuerza y duración a mi magia. Y ahora necesitaba confiar en ella más que nunca si quería salir de allí con vida.

De mis manos aparecieron dos espadas afiladas, con las que empecé a serrar una de las costillas flotantes de la gigantesca caja torácica. Serían mucho más fáciles de partir que si lo intentaba primero con la columna vertebral.

-Siempre tengo a mano una petaca con vodka, más si vamos al infierno, pero no creo que sea hora de relajarse-solté irónico para luego darme cuenta de su plan. ¿Quería usar el alcohol para propagar fuego y librarnos de los molestos arácnidos? Como había echado de menos la brillante mente de mi colega pelirrojo.

Sin perder tiempo intenté coger rápidamente la petaca del bolsillo dentro de la armadura, momento que esas hijas de puta de 8 patas aprovecharon para abalanzarse contra mi. A duras penas intenté librarme de ellas a base de puñetazos, dejando caer el alcohol al suelo en el proceso. Aún así no pude evitar que tres de ellas se colasen en mi interior, era asqueroso notar cada una de sus extremidades desplazándose por la capa interna de mi armadura. Mentalmente agradecí haber decidido ponerme mi ropa normal por debajo en vez de ir como Dios me trajo al mundo, pero de poco me sirvió la ropa cuando noté como sus picaduras comenzaban a dañarme.

Era un dolor agudo que casi me dejaba sin aliento, notaba como no paraban de cebarse con mi torso, pero no podía hacer nada más que apretar los dientes para evitar gritar de dolor. Si intentaba quitármelas de dentro dejaba vía libre al resto de sus congéneres para atacarme desde fuera, y Roy estaba en una situación peor que yo.

Parecía que todo había acabado, al menos la muerte por arañas parecía un poco mejor que el resto de posibilidades que podía ofertar el infierno, no es que fuese bonita pero algo era algo. Estaba a punto de decirle alguna última gilipollez a Roy cuando un destello rojo apartó la muchedumbre que se encontraba en frente de mí, seguido de una flecha sónica que explotó acabando con otro tanto de esas jodidas alimañas.

-Veo que vosotros también habéis acabado en esta mierda de sitio, ¿eh?-dijo Wally fucking West en mi cara mientras que en un abrir y cerrar de ojos creaba una vía de escape de ese infierno de patas peludas.

-Joder West, te besaría aquí mismo si no fuese una ofensa a tu señora-dije jadeando mientras llegaba sano y salvo a la cueva gracias a que Roy y yo nos apoyábamos el uno al otro al caminar. Ya dentro de ella, no pude aguantar el dolor y mandando todo a la mierda activé el táser de mi traje provocando una descarga eléctrica que iluminó mi armadura. Tras acabar el zumbido de activación de la armadura, pude ver como las 3 arañas dentro de mí caían chamuscadas de las rendijas de mi armadura mientras que me agitaba.

Las heridas me habían pasado factura, notaba como sangraba por diversos puntos debajo de mi ropa, nada excesivamente grave, pero aún así me dejé caer del cansancio chocando mi espalda con la pared de piedra de la cueva.

-¿Ninguno de vosotros tendrá un matamoscas para mi colega no? El mío ha vuelto a quedarse sin batería-dije irónico mientras me dirigía hacia la pareja pidiéndoles ayuda para librar a Roy de sus dos atacantes.

-Veo que vosotros también habéis acabado en esta mierda de sitio, ¿eh?

-Joder West, te besaría aquí mismo si no fuese una ofensa a tu señora.

- Prometo no ofenderme demasiado - exclamó Artemis, para que pudieran oírla por encima del silbido de las flechas. - Puedo cerrar los ojos - ofreció.

Aunque aquel no era un buen momento para hacerlo. Demasiados blancos a los que disparar.

-¿Ninguno de vosotros tendrá un matamoscas para mi colega no? El mío ha vuelto a quedarse sin batería-dijo Jason, tras descargar su armadura.

Artemis arqueó las cejas.

- Hablas con la experta en erradicar plagas - señaló, dirigiendo sus últimas flechas a los atacantes de Roy.

Cuando la lucha hubo terminado y todos hubieron intercambiado saludos, abrazos e insultos amistosos, Artemis recogió las flechas que había disparado y guardó en su carcaj las que aún eran funcionales. Jason, agotado por sus heridas, se había dejado caer al suelo. Roy estaba echando un vistazo a la bolsa de Artemis; con aquel material podría hacerse un arco improvisado. Wally volvió con su informe tras inspeccionar el lugar: ni rastro de otros enemigos, y tenían dos caminos por delante.

Una encrucijada. Dos senderos que los conducirían a dos lugares distintos, pero probablemente igual de maravillosos. Llenos de sangre, huesos y vísceras.

Necesitaba unas vacaciones.

- ¿Puedes adelantarte y explorarlos? No quiero ir a ciegas. - le pidió a Wally.

Jason y Roy estaban heridos, y no quería arriesgarse más de lo necesario.

Off Rol: La última parte del post ha sido redactada en conjunto con la user de Raven para el avance del tema.


—Joder West, te besaría aquí mismo si no fuese una ofensa a tu señora

— Prometo no ofenderme demasiado, puedo cerrar los ojos.

— Mientras a tu otro novio pelirrojo le parezca bien.—comentó con ironía, guiñándole un ojo a su compañero de celda.

La pareja había llegado en el momento preciso para salvar la situación. Y a pesar de que el ambiente sangriento del lugar no les entusiasmaba demasiado, al menos aún les quedaba algo de sentido del humor para aliviar la tensión.

En un abrir y cerrar de ojos, Wally ya se encontraba al inicio de una misteriosa cueva, que parecía pertenecer a la extraña y retorcida formación rocosa que tenían delante. Las arañas se habían desplegado, y no parecían tener ganas de volver a incordiarles, así que aprovecharon ese momento para descansar, mientras Flash se adelantaba un poco con intención de explorar la misteriosa cueva. En menos de tres segundos, Wallace había vuelto con las noticias.

—He registrado la cueva y está completamente vacía. Nada de monstruos— explicó, con el rostro serio — Pero he encontrado dos túneles profundos de techo elevado. No he ido más allá, pero parecen llevar a algún sitio...— terminó, y los hilos de electricidad que rodeaban su cuerpo desaparecieron en un parpadeo.

—¿Puedes adelantarte y explorarlos? No quiero ir a ciegas.—sugirió la Vietnamita.

— Claro. A tus órdenes, nena.— dijo esbozando una sonrisa traviesa. Haciendo uso de su característica super-velocidad, se deslizó al interior de la cueva, para luego retroceder, y volver a donde se encontraba el grupo. Fueron micras de segundo, pero es que se había olvidado de hacer algo antes de marchar. Se acercó a su esposa para darle un beso rápido en la mejilla, y después volvió a desaparecer por el umbral de la cueva.

El túnel descendía durante casi cien metros hasta concluir en una pequeña cueva en cuyo centro se encontraba la que parecía ser la madre de los engendros que les habían atacado fuera: una enorme y retorcida araña repleta de bulbos con unas espantosas fauces y un sinfín de apéndices brotándole de la cabeza y el tórax como pequeñas patas repulsivas. La criatura, al ver aparecer al velocista, se incorporó sobre su hinchado abdomen disponiéndose a atacarle, pero, de repente, apareció, quién sabe de dónde una primitiva flecha que se clavó, certera, en el vientre de aquél ser. Al girarse, Wally pudo distinguir a un animal peludo de aspecto humanoide bastante parecido a un zorro que, corriendo a gran velocidad, atacó a la araña monstruosa con sus zarpas delanteras, girando sobre una de sus patas posteriores para volver a atacar con sus garras el cuello de la criatura, desgarrándolo por completo hasta separar la cabeza del tronco.

- Odio a las arañas -musitó el zorro con un acento extraño mientras se sacudía el polvo-. ¿Tú no, amigo?

— No tienes ni idea de cuanto...— parpadeó sorprendido varias veces, tratando de asimilar lo que tenía delante.— Eso ha sido impresionante, colega... —su aspecto medio humano medio zorro le llamó mucho la atención. — ¿Eres de por aquí?

Después cayo en la cuenta de algo.

—Dame un segundo, ahora estoy contigo— En un parpadeo, Wally volvió por los túneles hasta la salida de la cueva para avisar a sus compañeros de que había encontrado a alguien que podía ayudarles, y en otro abrir y cerrar de ojos, llevó consigo a todo el mundo hasta donde se encontraba el hombre zorro.

—Yo soy Wally por cierto, estos son mis amigos, Arty, Jason y Roy.— se presentó, ofreciéndole su mano a la criatura que había terminado con la vida de la gigantesca araña.

Sebastian vio aparecer tras los árboles el castillo. Ya quedaba poco para encontrarse con su mentor en aquél lugar. Podía sentir su fuerza, podía sentir el inmenso poder de ese plano fluir a su alrededor. Era una auténtica tortura tener todo ese poder al alcance de la mano, notarlo como un perfume tentador y no poder tomarlo todavía.

Todavía...

Una fina sonrisa se dibujó en su rostro. Esa era una promesa tentadora en muchos aspectos. Era una tortura asumible. Pronto conocería su destino...

De ronto, una roca rojiza cayó a su paso, casi aplastándole. Saltó hacia atrás y se puso en guardia con el tridente de su última víctima frente a él. La roca se pronto se resquebrajó liberando litros y litros de algo similar a sangre, pero no lo era... Blood conocía el olor de la misma, su fragancia siempre excitaba sus sentidos, aquéllo era diferente... Desvió su atención del rojizo íquido justo para ver aparecer ante él a una herosa y casi etérea doncella del interior del cristal. Ladeó la cabeza confuso, esperando un ataque, una mirada, algo... pero ella sólo estaba inmóvil. Bajó el tridente, y tras unos instantes, se acercó a ver. La rodeó como un depredador estudiando a su presa. Su exterior no era muy comunicativo, pero su interior...

Sobrecogimiento ¿Tal vez miedo? Blood era un intruso en su mundo, pero no era muy distinto a ella... ¿Qué tenía a este pobre ser tan agustiado?¿Por qué había venido a su encuentro si le causaba esa sensación? A no ser...

Sebastian alzó su brazo y acarició el lánguido rostro de la muchacha, sólo para unos segundos después agarrar su cuello firmemente.

- ¿Puedes ver en mí, como yo en tí? Viniste a conocerme... Y has encontrado un océano de horrores en mi alma. Eso te disgusta... Y aún no has visto nada.

La soltó y viendo que no reaccionaba más allá de un breve quejido y dirigirle la mirada, Blood determinó que no se trataba de ninguna amenaza. No valía la pena perder su valioso tiempo luchando contra quien no se iba a defender.

- Pero dejaré que lo veas, y lo lamentes. Todos vais a lamentar el error de vuestros líderes al despreciarme. Pero ese dolor será pasajero, y cuando pase, mi mentor os guiará y yo os guardaré. Tal vez entonces dejes de acongojarte en mi presencia, y veas en mí la paz que estoy buscando...

Se alejó de la extraña mujer, y continuó su camino. Ese encuentro había sido realmente inquietante, pero tenía una misión que cumplir.

Su viaje pronto se vio interrumpido por nuevas criaturas que salían a su paso. Esta vez una suerte de monstruos animalescos, como el guardia que abatió al comienzo, pero más grandes, desarmados, y grotescos, se enfrentaban a él. Uno era una especie de ave de aspecto pútrido, un par de ellos se asemejaban a gigantes, unos completamente cubierto de pelo, y el otro sin pelaje. También les acompañaba una especie de hombre amfibio y un ser con rostro caprino y grandes cuernos. El gigante calvo alzó su atronadora voz contra el intruso:

- ¡Detente Hermano Sangre! Sea como sea que has llegado a este lugar, no debes permanecer en él. No eres el elegido. ¡Tu presencia supone un desequilibrio para las fuerzas de los tres reinos!

- ¡Sabéis que merezco ser el elegido! ¿Dónde estaba él cuando he acabado con vuestro compañero más abajo? ¿Y dónde estará cuándo acabe con vosotros si no me permitís pasar?- Su voz sonó desafiante. No pensaba echarse atrás. Nada en el mundo, ni siquiera un ejército de monstruos le detendría. Tras ellos, en la lejanía, vio acercarse a un gran grupo de guardias alados y otros animales humanoides a pie. Tal vez éstos gigantes eran miembros de élite de la defensa del Rojo.

Poco le importaba... Avanzó algunos pasos más.

- ¡Sangre, márchate!

- Soy el dueño de vuestros miedos... Vosotros sois los que deberíais marchar.

- ¡No vamos a dejarte entrar!- Vociferó el gigante peludo.

- No... Sólo vais a distraerme -Se detuvo a los pies de sus rivales- Voy a cumplir mi propósito y lo sabéis. Podéis uniros a mí, o simplemente convertiros en una sangrienta piedra en mi camino.

- ¡Cállate!- El amfibio dirigió un zarpazo hacia Blood, que alzó el tridente a tiempo de que éste atravesara la mano palmeada. Con un grito de dolor, apartó el miembro herido, y Blood recuperó su arma. El gigante peludo intentó aplastarle de un pisotón, pero Sebastian esquivaba con suma velocidad cada tentativa, mientras el ave pútrida daba pasadas rasantes tratando de derribarle.

Finalmente rodó hacia un costado esquivando uno de los ataques de los gigantes, y el ave le pasó cerca. Saltó sobre ella, y amarrado a su lomo, esperó a estar a una altura apropiada para atravesar su esquelético cuerpo con el tridente. Mientras ave y arma caían, saltó hacia el gigante calvo y se encaramó a su rostro. Éste bramaba furioso y trataba de sacárselo de encima, pero antes Blood desenvainó a Colmillo de Dragón, quien clamaba enfurecida participar en la batalla, y la hundió en el ojo izquierdo del monstruo, apuñalándolo hasta hacerlo trizas. Colmillo transmitía al sectario algo similar a la euforia mientras el horrible acto tenía lugar, lo que entusiasmaba más al sectario en la violencia del ataque. Su víctima comenzó a dar alaridos de dolor, y a golpearse para tratar de abatirle, pero Blood saltó hacia el gigante peludo y se agarró de su pelaje. Llegados a aquél punto, vio cómo el gigante con cara de cabra abría sus enormes fauces para devorarle. Blood trató de enfundar la espada para atacar con sus rayos místicos aún aferrado al pelaje, pero tod indicaba que no iba a darle tiempo, y dejarse caer desde esa altura sólo rometía graves lesiones si no la muerte. Gruñó de ira intentando elaborar un plan de ataque alternativo al verlo todo perdido, pero de pronto, el monstruo cornudo torció su cabeza de forma antinatural con un gran crujido. Unas enormes y delgadas garras soltaron su cabeza y éste cayó inerte con un gran estruendo. El gigante calvo, aún lamentando sus heridas, sufrió el mismo destino, y el peludo, en el cual se encontraba, aparentemente trató de defenderse, pero su ataque fue bloqueado, y vio su cuerpo atravesado por las finas garras de su rival, liberando un puñado de vísceras.

Blood se mantuvo sujeto a la bestia, hasta que empezó a caer pesadamente. Sin saber qué hacer, saltó al vacío al creer que había una menor distancia con el suelo, pero una gran mano lo frenó. Cuando se repuso del impacto con la extremidad, se alzó para contemplar la gigantesca figura de su inesperado salvador. Su cuerpo estaba cubierto por una densa melena de largo cabello que parecía una túnica, de la que sus delgados brazos sin pelaje sobresalían, dando paso a una finas y delgadas manos con garras como agujas. Su rostro carecía de ojos, y era más una extensa cornamenta de 4 piezas enmarcando un pequeño hocico. Blood sintió su energía... y lo supo. Estaba al fin ante su maestro, aquél que le había guiado hasta el Rojo, el que le había revelado la injusta verdad, y dado la oportunidad de vengarse. Se inclinó para mostrarle sus respetos.

- Mi señor... Al fin os encuentro.

- No hay tiempo que perder, Sangre... Aún se interpone un ejército entre nosotros, pero te has manejado bien con sus generales, no será problema... Cuando lleguemos al palacio, acabaremos con esos débiles y estúpidos soberanos, me alzaré sobre ellos, y te brindaré todo el poder que mereces. Por ahora... tendrás que conformarte con el que poseían estos miserables serviles... - Hizo un extraño gesto con su mano libre, pasándola extendida a cierta distancia de los cuerpos, y después cerrando su puño. En ese instante, Blood sintió una energía inmensa invadirle, como si de pronto pudiese hacer cualquier cosa... Observó a su aliado con cierta veneración. Si él podía darle el poder de todas sus víctimas, serían imparables- Vamos, mi guerrero.

Ambos partieron hacia el palacio. Los pobres soldados no imaginaban que se dirigían hacia una muerte segura, propiciada por uno de esos íderes en los que tanto confiaban. Pero el destino era caprichoso en cualquier plano...

"...púlsar..."

Vibra en el subconsciente etéreo que percibe a través de la Narina protectora, matriz de brillo sangrante que la cubre con su maternal abrazo. Como un dulce rumor la arrulla durante el duermevela prolongado tras su rescate, necesario ante una muestra de inteligencia que comprendió no sólo la esencia de su naturaleza si no también una dolorosa verdad que en su corta inexperiencia aún no está capacitada para entender...

Una verdad apta de fragmentar su frágil espíritu, aún por desarrollar...

Sus tonalidades ronronean, lejanas... casi como ecos que enmudecen...

Se estremece con el pulso momentáneo de un recién nacido. El ceño se frunce en su confusión inconsciente.

"...¿Por qué?...púlsar..."

Lo escucha en la distancia, como jamás lo ha experimentado... tan lejano que le perturba su ausencia. Ignorante de que se debe a una necesidad superior a sí misma. El mundo no puede permitirse su despertar ahora... pues la Dama Nívea sería incapaz de soportarla. Bajo el peso del horror indiscriminado fragmentaría su ser en pedazos tan minúsculos que no quedaría ni el polvo mismo que la engendró...

"...¿Por qué?...te desvaneces..."

De su natural sinfonía, detecta una sola nota. Discordante, desafía el orden natural de las vibraciones que componen el todo... Se tensa con avidez mas allá de todo límite tratando de cubrir con su solo sonido el de todos los demás, acallando al resto bajo su influencia... Su peso es demasiado grande, su timbre imposible de ser desoído...

Con el mismo desagradable sonido de una cuerda que se rompe ante la tensión del apasionado intérprete que la timbra, así siente que la desgajan de la seguridad de su sueño...

La lanza al vacío del encuentro con el máximo ejecutor...

El Intérprete Consumido...



Se quiebra ante ÉL el cristal, alimentado del color de la sangre. Las partículas flotan a su alrededor llenándola de un instante de mística maravilla antes de que sus resquicios se desvanezcan por completo... Su cuerpo entero se tensa imbuido de hostil poderío, palpita bajo su piel y arde en su esencia el peligro mismo...

Se aproxima con sus estudiados pasos, su distancia se recorta... Parece hacerla menguar ante la imponente diferencia de sus tamaños e intenciones. La Dama Sin Sombra lo contempla con sus ojos plagados de estrellas moradas precipitándose hacia el fondo de sus Iris...

Sus dedos recorrieron su rostro, aferraron su garganta... a pesar de ello, sintió el etéreo cosquilleo de un tacto que apenas si parecía el de una pluma contra sus manos asesinas... tan frágil y delicada que parecía tentarle...

Mas no encontraría placer en ello. De algún modo lo supo... y decidió continuar el camino destructivo que había decidido recorrer cuando, en el mas pecaminoso acto cometido por ser alguno desde que La Mujer Sin Sombra había cobrado consciencia, decidió que su voz se elevase sobre el mismo púlsar tratando de desafiar sus múltiples tonos...

Con el único objetivo de un eterno silencio...



Su silueta blanca se desvaneció como si de un espejismo se tratara, polvo de estrellas rojizo flotando sobre la tierra de músculos, tendones y sangre. Reapareció en el interior del gran castillo donde los guardianes aguardaban presintiendo el inminente peligro que avanzaba gracias a su instinto encendido, pues sentían el rojo con la misma intensidad que habrían sido capaces de percibir el fuego sobre sus pieles desnudas...

Su emoción concentrada amenazó con confundirla bajo su embriagante disparidad. Había deseos de huída, de refugio, de protección...

Garras y manos sostenían con fuerza pomos de espadas, lanzas y dagas ansiando en lo profundo de su sed la sangre...

En el fondo de su virginal mente, se alzó una pregunta para la que nunca había necesitado respuesta hasta ese instante...

”¿Qué hacen los predadores... cuando no quedan más presas...?”

El silencio subsiguiente la llenó de angustia... Hacía poco que había comenzado a darse cuenta de que existía una barrera invisible entre su natural cometido y la experiencia misma de su existencia...

“No a todos... No siempre... ¿Cómo he de saber entonces... a quién... y cuándo...?

La bulbosa nariz acarició su mano atrayendo su atención hacia la pequeña criatura a la que sentía tan propia como lo eran las flores que brotaban de su melena carmín, o la aureola de estrellas que orbitaba con suma lentitud coronando su sentir...

Contempló sus pequeños ojos curiosos, y entonces, por vez primera, se erizó su melena arqueando el lomo, su cola se abrió dejando entrever unos suaves tentáculos de color rojizo violáceo...

Peligro...

Peligro.

su morro se abrió y se cerró en torno a dos de sus alargados dedos, transmitiendo su urgente necesidad...

Dejó que el ardor se extendiera a través de su cuerpo, cerró los ojos y la aureola comenzó a girar cada vez con más velocidad. Los tótems contemplaron entonces con silenciosa reverencia su frágil cuerpo elevarse hasta que tan sólo las puntas de sus dedos la sostuvieron de una manera antinatural, muy lejos de estar supeditada por la gravedad...

Sus manos reposaron sobre su pecho al tiempo que percibía el más horroroso de los vacíos, mientras la vida se extinguía con cada uno de sus pasos...

- El intérprete consumido...

Los guardines se revolvieron en un murmullo atroz que no podía acallar la angustia producida por su presencia en el Rojo...

- ¡Destruyámoslo! ¡Tenemos que acabar con Él!- su necesidad estaba enaltecida sólo por el miedo.

- ¿Acaso quieres dañarla? ¡Sabes que el equilibrio se mantiene sólo por el curso natural! ¡Esto no lo ha hecho la naturaleza, si no el mismísimo abismo!

- ¿¡QUE SUGIERES ENTONCES?! ¡QUEDARNOS DE BRAZOS CRUZADOS?!

La estancia del palacio reverberó... gruñidos, bramidos y rugidos inundaron sus salas, el eco ensordecedor de sus vivas paredes resonó a través de las múltiples estancias de hueso y músculo. Harían las delicias del hombre que avanzaba de manera inexorable en su dirección aproximando a cada paso su ansia destructora...

Sus miles de voces hablaron como una sola, ni hombre, ni mujer, ni joven ni vieja... Como el mismo tiempo que todo lo sana y todo lo agota...

- Haced... cuanto sea necesario hacer...- en el aleteo de sus pestañas quedaron cubiertos sus ojos... de ellos pendían lágrimas de sangre precipitándose por su argento rostro lleno de insondable tristeza...-  Cumplid con vuestra naturaleza... Tomad vuestra decisión.



Aparecieron bajo el gran arco de la puerta...

- Hermano Sangre...- su nombre le supo extraño... Metálico...Oxidado... Invertía todos y cada uno de sus esfuerzos por aferrarse a sí mismo...- ¿A qué has venido?...- su respuesta no era más que una confirmación...

Conocía sus íntimos deseos como había reconocido en el Totem, el Traidor Teratológico, la intención de instaurarlo sobre el resto, ambos unidos en el común objetivo de un renacer que requería la completa aniquilación de toda la creación...

- La satisfacción de tus ansias... No es natural... No eres presa... Ni depredador... Tus urgencias no se verán satisfechas... Nunca...- tintineó la aureola con la etérea suavidad de una campanilla de cristal, su hipnótico movimiento se volvió oscilante a medida que continuaba acelerando...- No has venido a alimentarte... Has venido... a consumirnos...

Sus ojos volvieron a abrirse, en sus iris danzaban órbitas y nebulosas... brillos excéntricos se precipitaban en su interior... La aureola giró frenética de tal modo que al final se detuvo. Un sonido intenso e imparable resonó transmitiéndose a través del inabarcable Reino de la Sangre. Los tótems, guardianes, seres y criaturas alzaron sus rostros, redirigieron sus orejas, abrieron sus fauces y aullaron ante esa llamada de auxilio de la creación...

Pues no se transmitía por el aire... si no a través de su sangre, sus huesos, su piel...

Su decisión...

Todos los dispuestos a luchar sintieron su fuerza renovada bajo la influencia de La Mujer Sin Sombra con la seguridad con que conocían sus propios instintos...

Les protegería hasta extinguirse... como ellos lo harían para proteger El Rojo...

[FDP: En este punto y de cara al combate. Tened en cuenta que a partir de este momento, el daño recibido, tanto por Blood como por los Tótems presentes será sanado de inmediato, daños mortales incluidos. Puede demorarse unos instantes con propósitos dramáticos, pero no más. Todo aquel que esté en el Rojo ha “oído” esa llamada. Es algo que hace que las criaturas se sientan amenazadas, que lo que hace es detonar el instinto de supervivencia.]

Por muchos años que pasaran, nunca se acostumbraría a la velocidad de su compañero. No sólo a la velocidad a la que se movía (aquello parecía bastante obvio), sino también a la que veía el mundo, a la que pensaba, reaccionaba y...

Bueno, los movía al resto.

Un parpadeo, y estaba en el exterior de la cueva, mientras Wally decía no-sé-qué sobre un zorro; otro parpadeo, y estaba delante del susodicho, mientras el pelirrojo los presentaba como si aquello fuera una de las fiestas de beneficiencia del padre de Grayson. Todo súper normal.

- Encantado -estaba diciendo el zorro cuando la mente de Artemis fue capaz, finalmente, de aprehender la situación-. Yo soy Gopi Krishna, a vuestro servicio. Una vez fui, también, un ser vivo en vuestro mundo. Después de morir, renací aquí con un nuevo propósito. Algunos tienen la función de guiar a los Avatares, otros de mantener el orden. Yo sólo soy un guerrero encargado de luchar contra la Putrefacción, un sirviente menor. El lugar en el que nos encontramos es Una isla de decadencia, un pequeño reducto de la Putrefacción que apareció de la nada cuando ese hombre, Hermano Sangre, invadió el Rojo.

La criatura pareció interrumpirse, como si oyera algo que ellos no.

- Oh, no... -dijo, asustado-. Se está extendiendo... Ella... ella nos necesita...

- ¿Quién es "ella"? - logró decir Artemis, al final.

El zorro no respondió, y no hacía falta ver la expresión de perplejidad de sus compañeros para deducir que ellos no tenían ni idea. Su guía los acompañó al exterior de la cueva, y entonces dijo algo a lo que Artemis sí podía responder.

- Espero que estéis listos para pelear, Wally, Arty, Jason y Roy...

- Siempre - replicó la arquera.

Sí se había fijado el el arma que el zorro antropomórfico llevaba consigo, un equivalente a las que portaban Roy y ella. Siempre era un placer combatir junto a otros tiradores de flechas... Aunque fueran peludos...

En fin, si algo se le daba bien era coleccionar compañeros pelirrojos.

Mientras Artemis comprobaba la tensión de la cuerda del arco, llegaron los refuerzos.

- ¿Quiénes son? -preguntó Roy, hablando por todos.

- Oh, pierde cuidado, amigo. Son algo así como el sistema inmunitario del Rojo. Guerreros, como yo.

Aquello quería decir... Más animales parlantes...

- La Dadora de Vida nos necesita, Gopi. ¿Quiénes son éstos seres de carne vivientes que están contigo? -dijo el que parecía el líder.

- Guerreros - respondió Artemis, dando un paso al frente - Y enemigos del tipo que os está causando problemas. Hemos venido a detenerlo.

Si la arquera había podido luchar al lado de alienígenas, cambiaformas y hombres pez, podría hacerlo también junto a perros alados.

—Puedes apostar a que soy de por aquí, amigo. Pero tú claramente no lo eres, ¿verdad? No es habitual encontrar criaturas de carne vivas en el Rojo.

— Pero tú estás vivo, ¿no? ¿Qué haces aquí?— le preguntó al zorro de pelaje rojizo, mientras sus compañeros se recuperaban del viajecito rápido que les había dado para traerlos del exterior al interior de la caverna.

—¿Qué sabes de hermano sangre?— el velocista escuchó con atención el relato de su compañero peludo, y aunque apenas entendió a lo que se refería con la putrefacción, los avatares y el rojo… sí que reaccionó ante el nombre de Hermano sangre. — Tenemos que encontrarle… antes de que sea demasiado tarde…

De pronto, el animal antropomórfico se detuvo para prestar atención a algo que al resto de presentes se les escapaba. Habló de una mujer que estaba en apuros, pero tampoco dio tiempo a más explicaciones, pues aparecieron de pronto otras criaturas de curiosa morfología que llamaron su atención.

- Espero que estéis listos para pelear, Wally, Arty, Jason y Roy...

- Siempre - afirmó la vietnamita. Una sonrisa se dibujó en el rostro de su marido, que rápidamente colocó su mano en el hombro de ella como muestra de apoyo.

—¿Vosotros dos estáis bien? Espero que aún os queden energías para lo que está por venir… — comentó Wallace al resto del equipo. Jason parecía bastante recuperado del ataque de las arañas, pero el que le preocupaba realmente era Roy. El arquero necesitaba recuperarse, todavía se sentía fatigado por las torturas a las que Raven les había sometido a ambos pelirrojos estos últimos días. Tampoco tenía un metabolismo acelerado como el de Wally para suprimir el cansancio y curarse las heridas con rapidez, por lo que tendrían que estar atentos de que no se desmayara o se lastimara demasiado durante la batalla.

El sonido de los huesos quebrados no fue muy agradable de escuchar. No se me daba bien el trabajo de carnicera. Yo era dibujante. Creaba cosas, no las destruía. Y aquella larga visita al interior del Rojo me demostraba que, a veces, necesitaba hacer cosas horribles si quería sobrevivir.

Para hacer una tortilla hay que romper un huevo, decían. Pero ahora mismo… yo sólo quería ser vegana.

El olor de la carne y sus palpitantes paredes me devolvieron la sensación de náusea. Me sentía como si un gigante me hubiese devorado y para salir tuviera que pasearme por todo su sistema digestivo. El miedo seguía anidando en mi corazón, la angustia acrecentaba y se aferraba a mi pecho, privándome del aire que respiraba. Un aire que necesitaba pero que tuve que contener para poder cruzar el pequeño túnel que se había formado detrás de la gigantesca caja torácica. Logré encontrar la salida siguiendo la luz del exterior que iluminaba el final del estrecho pasillo y aliviaba la sensación de claustrofobia. 

Respiré hondo, buscando el aire fresco del exterior, pero me encontré con el olor a putrefacción que arrastraba el viento que golpeaba con fuerza el mar ensangrentado. Dejé escapar una maldición entre dientes cuando me di cuenta de que aquel camino me había llevado a un callejón sin salida. Por suerte no tardé en fijarme en el sinuoso borde exterior que llevaba al otro lado de la isla.

— Vale… con cuidado. Con cuidado… — las piernas me temblaban a medida que avanzaba por la estrecha cornisa del acantilado, temiendo que sucediera lo típico de las películas, y que el suelo de mis pies se desprendieran de golpe hasta precipitarme contra las rocas afiladas del acantilado. La caída al vacío no iba a ser bonita, y mi miedo a las grandes alturas no ayudaba a sentirme menos nerviosa.

Contuve la respiración. El último tramo lo hice casi con los ojos cerrados. Por suerte, llegué sana y salva a la orilla, y aproveché para descansar un poco sobre la arena de la playa. Había llegado al otro extremo de la isla… y todo lo que me rodeaba seguía siendo el mar de sangre. ¿Es que iba a quedarme varada allí para siempre? ¿Y si el resto de mis compañeros habían aterrizado en la otra punta de aquel mundo de sangre y huesos? ¿Cómo pensaba encontrarlos si no paraba de dar vueltas al mismo sitio?

—¿Qué estás haciendo aquí, pequeña alma?

La voz de la criatura me sobresalto sobremanera. Reaccioné bruscamente, y me coloqué rápidamente en una postura defensiva. Estaba sujetando con tanta fuerza las dos espadas, que mis puños se volvieron amarillos por la presión. Jadeé, fatigada, y el corazón me latía tan rápido que temí vomitarlo también. Sostuve la mirada de mi contrincante para poder analizar sus movimientos, y me quedé tan estupefacta con la impresionante criatura que no me di cuenta al principio que hablaba mi idioma.

— Yo… eh… — tragué saliva. El esqueleto del cuervo graznó en su hombro, y su chirrido volvió a alertarme. Por suerte para mi, aquel extraño ser salido del laberinto del fauno no parecía tener intenciones hostiles.  

—Esto...Estoy buscando a mis amigos… — dije, reuniendo la voz suficiente para contestar a sus preguntas.

Un reguero de cadáveres de los antaño nobles soldados del ejército protector del castillo era todo lo que quedaba tras el paso de Hermano sangre y su maestro en el Rojo. Sentía el poder de cada una de sus víctimas crecer en su interior, acumularse de forma avariciosa en su alma, en su cuerpo, brindándole fuerza, una que jamás había imaginado. Se sentía imparable.

En sus garras ensangrentadas, su espada también parecía loca de júbilo. Sonrió y se relamió la sangre que empapaba su rostro. Era diferente... diferente a todo lo que había probado... Los seres de ese mundo precían tener una sangre pura, una sangre con más esencia vital que la de ninguna otra criatura... Era incluso placentero degustarla.

De pronto el tótem se detuvo y alzó su rostro al aire. Al parecer era el momento de enfrentarse a un rival mayor según sus palabras, pero para su sorpresa, tan sólo se trataba de la muchacha pálida que vio en el camino. Blood no podía creerlo, y miró socarronamente a su maestro.

- Será fácil, mi señor...

Observó a la joven acercarse a los agonizantes para sanar sus heridas, ignorándoles a ellos, como si no estuvieran allí. Blood la dejó hacer. Dejó que la joven, que se deslazaba entre los caídos de una forma casi ingrávida, devolviese la vitalidad a quienes la estaban perdiendo. Apoyó la espada, que clamaba por más víctimas, en el suelo, y posó sus manos en el mango. Quien no hubiese contemplado su salvaje masacre, podría incluso haberlo confundido con un noble caballero...

Cuando algunos de los soldados empezaron a levantarse de nuevo, Blood dio un feroz salto al frente. Ahora sus capacidades estaban ampliadas, y podía moverse más velozmente, podía hacer lo que quisiera, casi como un dios... Cuando alcanzó la espalda de uno de los reanimados, hundió la espada en ella, atravesándolo, haciendo que sus vísceras brotasen por el vientre. El monstruo híbrido no pudo siquiera gemir por el dolor, y contemplando con horror a su salvadora, cayó de nuevo al suelo, con la mirada perdida, tratando de sostener sus entrañas. Tras tan cruel telón, se perfiló la aún más cruel sonrisa del sectario. Sus ojos brillando como el mismo infierno, no prometán sino más violencia. Sacudió los restos de su arma, y se quedó allí, sosteniendo la mirada a la muchacha, mientras ésta torcía el gesto como si la herida fuese propia, pero pronto se repuso para ayudar al híbrido, luchando contra su propio sufrimiento.

Blood la dejó acercarse, mirándola con delirio psicópata. Poco a poco una pequeña porción del ejército se disponía a tomar las armas de nuevo, pero las dejaron caer al sentir los desgarros de arañazos y mandobles en sus cuerpos. Aquejados por el dolor, contemplaron con furia a su atacante, quién lucía una expresión de verdadero júbilo. Confusos, vieron cómo el extraño alzaba lentamente su mano hacia la pelirroja, como si la invitase a un baile, pero al cerrar el puño, la sangre brotó de sus cuerpos como si algo la extrajera de sus heridas furiosamente. Los colmillos de Blood relucieron decorando su horrible sonrisa, mientras los soldados gritaban sintiendo la vida marcharse de sus cuerpos, y el inmenso dolor de sus venas, forzadas hasta el desgarro. Se retorcían suplicantes, cuando el sectario los abandonó para ir a torturar al resto del ejército.

La risa triunfal del tótem se convirtió en una banda sonora macabra para la escena, y pronto él también empezó a dar zarpazos a los heridos, volando sus extremidades por los aires. Los aullidos de agonía y sufrimiento fueron en aumento y la risa enloquecida de Blood se unió a un coro culminado por los gritos de la propia Omegadust, quien cada vez tenía que esforzarse más por poder resistir el dolor y salvar a los caídos.

Jamás el Rojo había sido herido de aquélla forma, con sus habitantes sufriendo una tortura entre la vida y la muerte en un bucle sin fin.

-¿Cuándo cojones me acostumbraré a esto?-suprimí una arcada cuando volví a ser arrastrado por el velocista para conocer a su nuevo amigo/mascota, un jodido zorro bípedo con un arco. Mi yo más escéptico estaría apuntándole a la cabeza y cuestionando cada palabra que dijese, pero después de ver todo lo que había visto estas últimas semanas me contentaba con que el bicho no me intentase morder la cara.

-¿En serio vamos a acabar como bichos peludos una vez muertos?-mis pequeñas fanfarronerías quedando a un lado tras escuchar como el zorro mencionaba a Blood. Parece que ese capullo también le había tocado los huevos a los autóctonos de la zona, "el enemigo de mi enemigo es mi amigo". Al menos con su guía esperaba que el grupo dejase de encontrarse con amenazas de muerta a cada paso que daban, suponía que el arquero conocería como la palma de su pata todos los peligros que la flora y fauna local podían tener.

-Yo siempre me apunto a una buena pelea, aunque me gustaría que nos dieses un par de explicaciones antes de que nos juguemos el pellejo. Para empezar, ¿a quién demonios tenemos que salvar?-simplemente levanté un pulgar en señal de OK al velocista. Estaba acostumbrado a que los tíos con poderes me tomasen por un blando, pero conocía lo suficiente a West para saber que su pregunta era genuina preocupación. Roy lo estaba pasando un poco peor que yo, siempre le dije que un traje tan expuesto era demasiado arriesgado pero esa fashion victim sudó de mis consejos, por lo que cada una de esas picaduras eran totalmente merecidas.

Antes de poder interrogar a nuestro nuevo aliado, sus compañeros alados aparecieron...y bueno, ya no iba a soltar más comentarios irónicos al respecto, se suponía que era el fin del mundo y nos lo teníamos que tomar en serio.

-Esto parece la patrulla canina...-este era el último, prometido. Pero ¿cómo demonios iba a aguantarse al ver como un jodido bulldog descendía del cielo?

-Somos los que van a dar la paliza de su vida al capullo que os está amargando, y ya de paso salvar el culo a esa tal Dadora de vida. Así que ten más respeto hacia estos "seres de carne vivientes" si no quieres tener problemas, amigo.-puede que el resto del grupo fuera happy friendly con todo el mundo, pero teníamos que marcar nuestro territorio. Nadie nos decía que estos bichos no era un truco más de Blood, por lo que iba a mantenerme alerta en todo momento.

Dos se abren paso a través del rojo...

Surcan en su superficie la distancia que los separa de su último objetivo, convirtiendo cada una de sus huellas en una laceración incurable para el universo mismo que han mancillado...

Con la implacable beligerancia de quienes ostentan un poderío con los que otros sólo podrían fantasear, extienden su debilitante enfermedad alimentándose de los restos informes de los que se alejan sin que la marca de su impío pecado sea capaz de hacer mella alguna en su conciencia o su culpa...

Impávidos...

Desconocedores de cuanto la piedad significa para la vida...

Su plaga se extiende hasta la catedral de huesos...

En ella sus contrincantes les aguardan con la ciega furia que todo ser vivo alberga latente en su interior... El mas básico de sus instintos les da caza convirtiéndoles en criaturas dispuestas a dar la vida, pues eso es cuanto defienden. Su perdurabilidad durante un nuevo amanecer. Su propia existencia cuyo derecho pelearan con uñas, garras o dientes hasta dar el último de los estertores...

Hasta dejar escapar el terminal suspiro que da paso a la negra paz del vacío...

No son los tótems los que desean pelear. Al menos no todos ellos. Sólo el Traidor Teratológico y su campeón...

Ellos deseaban saciar un apetito incombustible hasta la náusea...

Las lágrimas sangrantes surcaron el rostro de la Mujer sin sombra. Sobre la porcelana de su piel como una brecha abierta... Incurable, como lo parecía el Rojo mismo ante la influencia de la calamidad a la que llamaba la Sangre...

El campeón, con retorcimiento inimaginable, blandió su espada hacia los Tótems. Los bramidos hicieron temblar los tendones que sostenían la estancia. Sus tensiones reverberaban en el rojo como los taquicárdicos latidos de una criatura estresada hasta el límite...

Una bestia acorralada contra su agresor... su antinatural predador...

Su consabido verdugo...

La sangre salpicó el suelo de la estancia hasta que no quedó superficie sin cubrir. Cuanto no salía despedida de los cuerpos que el Hermano Sangre y su protector desgarraban con la salvaje precisión que sólo los mas aptos para privar de la vida han adquirido en su deshonrosa práctica continuada, sobresalía cual torrente a través de los labios de la Dama Nívea. Cada estocada una oleada de náusea a la que se sucedía una arcada... Su sangre tan pura y deliciosa para el Intérprete Consumido como extraída de un corazón aún palpitante...

Fue consciente entonces de que el interior de aquella frágil criatura blanquecina no parecía mostrar límite alguno a la cantidad de vigorosa sangre que podía expeler. Cuanto más masacraba a los Tótems en su desenfreno de horrores, más y más sangre necesitaba para levantarlos... Parecían alimentarse como lo hacía él de sus numerosas víctimas, utilizando el vital humor con el que empapaba sus cuerpos...

Sus ojos se encontraron durante un instante para su placer. Él era el receptor universal y ante su majestuosa figura que había alcanzado un poder digno de lo que los meros mortales alcanzaban a concebir como Dioses, se hallaba la universal donante...

Su cuerpo se quebraba por los tórridos horrores de la batalla...

La Inmaculada blancura ostentada al principio había comenzado a resquebrajarse...

Sus manos mostraban estigmas abiertos de los que perlas rojizas habían comenzado a desprenderse. Donde sus descarnadas costillas recorrían su torso, habían aparecido cuchilladas hendidas a diferentes alturas. Como el mártir asaeteado por sus descreídos semejantes, sus heridas habrían bastado para matar a un ser humano sin dudarlo...

El pesar se abrió paso en su mirada... y afrontó el deleite que había en su rostro con sus ojos llenos de algo desconocido para el sectario... pues incluso en ese momento había misericordia en su delicada expresión...

- Detente... Debes detenerte... - Acaso era una súplica...

O alguna otra cosa que quien se contemplaba victorioso sería incapaz de apreciar...

- Será lo único... que aún pueda salvarte...

Sus palabras fueron desoídas... y como si para él fuera un reto destrozar todo a su paso de un modo inhumano e inconcebible volvió a la carga...

Sus gritos la enmudecieron...

Sus risas triunfantes componían una enloquecedora psicofonía en la que por vez primera tuvo una extraña melancolía nostálgica que la paralizó de miedo...

La sensación de que la fragmentarían en pedazos tan pequeños que ni su maternal cristal sanador podría recomponerla jamás...

-0 sea, ¿me estás diciendo en serio que todas esas chorradas del karma y el cielo y el infierno son totalmente mentira? ¿Qué dependiendo del juicio de una chavala que adoráis como una diosa puede ser que cuando estire la pata acabé volviéndome una cucaracha o algo por el estilo? No sé si alegrarme de saber que no voy a ir ahí abajo o deprimirme-pero este no era el momento de una de mis muchas crisis existenciales, algo que me recordó la propia Artemis. Habíamos venido aquí para acabar con Blood y su séquito de lameculos, y todo apuntaba a que habían partido rumbo a la jefa de los perritos que teníamos como aliados.

-Menos charla y más disparos, señoritos alados, si queréis que le salvemos el culo a vuestra jefa será mejor que nos pongamos en marcha-como las mascotas fieles que resultaron ser, los guardianes no dudaron en coger a cada uno de nosotros de los hombros y llevarnos a través de un agujero extraño rumbo a un castillo que parecía haber salido de un plató de los años 80 de una peli de terror gore; una descripción que se podría aplicar perfectamente a todo el Rojo.

Había visto muchas cosas a lo largo de mi vida, de las dos técnicamente, pero contadas veces me había encontrado con una escena que fuese capaz de helarme la sangre; siendo una de ellas la visión de los centenares de cadáveres apilados en medio del castillo. Tanta muerte y dolor, todas causadas por...el capullo de mierda que seguía jactándose de sus víctimas en medio de esa masacre. Al lado de él se encontraba un bicho enorme de aspecto demoníaco que me hubiese hecho cagar los pantalones si no hubiese sido porque horas antes ya había vivido un pequeño apocalipsis personal, y una dama pelirroja que suponía que era la dueña del lugar...o lo que quedaba de ella. No es que fuese médico, pero hasta yo sabía que con esas heridas tenía las horas contadas.

Había que actuar ya de ya, por lo que esperé a que mi peculiar transporte sobrevolase la zona antes de dejarme caer en picado, ya con las All blade convocadas, sobre el colosal monstruo, asegurándome de clavar cada una de las hojas en los dos cuernos que sustituían a los ojos. No sabía si eso serviría de mucho, pero al menos había sido una buena entrada.

-Hola Blood, creo que tú y yo aún tenemos una cuenta pendiente-intenté seguir presionando con las espadas en un desesperado intento por partir en dos los duros cuernos del demonio mientras me dirigía al causante de todo este infierno. Había llegado demasiado lejos como para dejar que ese capullo se saliese de rositas, iba a ponerle punto y final a esto, y me daba igual que la moral del resto de mis aliados me lo impidiese; Blood no iba a salir de aquí vivo.

Wally West nunca se había encontrado antes en semejante situación. Era como haber viajado a un mundo salido de las páginas de un libro de fantasía, con fábulas de animales antropomórficos que se integraban en gran armonía con un ambiente de terror extremadamente sangriento.

Era confuso, y algunos conceptos como la misma existencia del “Rojo” le parecían inimaginables. Seguía sin entender muchas cosas, y se sintió algo abrumado con la aparición de esas nuevas criaturas que perfectamente podrían haber salido de un capítulo de “Érase una vez el cuerpo humano.” Entre las referencias al sistema inmunitario y los símiles de las islas que parecían órganos con paredes de huesos y tejidos celulares. Era simplemente asqueroso.

El pelirrojo se cruzó de brazos ante la respuesta del “honorable guerrero” y siguió a su esposa sin más dilación, comprobando que sus dos compañeros les seguían el paso y accedían al improvisado vuelo con perros alados. Por un instante, miró al Rottweiler con cierta desconfianza, y protestó de pronto cuando le agarró por las axilas antes de alzar el vuelo. Él y las alturas nunca se habían llevado bien.  

— ¿Sabes? Yo tengo un pitbull en mi casa de Palo-Alto. Se llama Brucely. Se parece un poco a ti, creo que le gustarías… Yo soy Wally, por cierto. ¿Tú cómo te llamas?— el velocista empezó a hablar con cierto nerviosismo en la voz, tratando de mantener el cerebro ocupado con una conversación trivial para evitar mirar la altura bajo sus pies.

Y es que no era nada agradable la visión del ventrículo gigante desde las alturas. Sangriento y palpitante, así era el lugar donde pensaban aterrizar, y aunque a Wally West no le entusiasmaba demasiado las alturas, por una vez, le hubiera gustado quedarse un rato más rondando por el cielo.

En cuanto llegaron al Castillo, Jason fue el primero en lanzarse al vacío, directo a hacer un versus contra el gigantesco demonio de los cuernos. A veces, Wally no sabía qué palabra definía mejor las acciones de Jason. Había una fina línea entre lo valiente y lo temerario, pero ya que se había ofrecido a hacer de carnaza (lo cual no le sorprendía lo más mínimo), Wallace decidió soltarse a tiempo para alcanzar a la dama roja que gimoteaba de dolor en aquella infinita y gigantesca pila de cadáveres.

—¡Ey! ¿Estás bien? Hemos venido a ayudar. ¿Cómo puedo sacarte de aquí? —preguntó el pelirrojo, estudiando rápidamente la situación de su alrededor y esperando a que la muchacha le diera su consentimiento para sacarla de aquel horripilante lugar que enfrentaba a la vida contra la muerte.

— Entonces, realmente te has perdido

— ¡No! — exclamé.— Bueno… sí.

El fauno era más consciente de mis problemas que yo misma. Había cruzado ese portal en busca de mis amigos perdidos y no hacía hecho más que dar vueltas en la misma isla. Estaba perdiendo el tiempo, pero es que ni siquiera era capaz de interpretar el tiempo en aquella nueva dimensión. ¿Cuánto había pasado desde la última vez que respiré aire fresco? ¿Una hora? ¿Dos?

A estas alturas, mis compañeros encontrarían antes a Hermano Sangre que yo a ellos…

— Gracias…— las espadas desaparecieron por arte de magia y agarré la peluda mano de mi acompañante hasta subir en su improvisada balsa de huesos. Aquel lugar me seguía pareciendo espeluznante, pero sentía que podía confiar en aquella misteriosa criatura de grandes cuernos. Su mirada era cristalina, y sus intenciones eran buenas. Quizás lo único que me molestaba era aquel pajarraco huesudo que me metía sustos cada vez que graznaba.

— ¿Cuál dijiste que era tu nombre?— preguntó el fauno con una reverberante voz grave.

— No lo dije… pero me puede llamar Lyz.

El Pastor me explicó muy por encima la geografía del lugar y en qué partes se componía lo que llamaban “el Rojo”. Mientras iba remando, haciendo uso de su bastón de hueso, no pude evitar comparar las similitudes de aquella dimensión con la mitología de la tierra que me vio nacer. El Pastor, como buen Barquero de Caronte, me estaba ayudando a cruzar el mar de almas que desembocaba en las profundidades del Inframundo, el reino de Hades.

El Rojo… ¿Era de verdad el lugar en el que acabábamos todos una vez terminaba nuestra historia? No era así como me había imaginado el más allá. Demasiado sangriento para mi gusto, pero supongo que era también lo más lógico. La sangre era vida, y nuestros órganos y huesos eran el pilar que nos mantenía firmes al otro lado del charco. Sólo que no necesitaba verlo con mis propios ojos.  

Por algún motivo nos detuvimos, y cuando quisimos darnos cuenta, de la bruma apareció el mascarón de hueso de un enorme barco pirata que rápidamente nos socorrió al avistarnos.

Desde que había llegado a esta nueva dimensión, no me había sentido tan aliviada de estar con criaturas que no fueran a devorarme. Aunque fueran animales antropomórficos disfrazados de piratas, no importaba. Si no fuera por la situación tan dramática en la que me había visto envuelta estos últimos días, diría que me hubiera divertido mucho más haciendo de bucanera y surcando el mar del rojo como parte de la tripulación del capitán Longneck. Un buen nombre para una jirafa, por cierto.

Saludé a mis nuevos compañeros de viaje y les agradecí amablemente cuando se mostraron abiertos a llevarme a la caja torácica, donde supuestamente iba a encontrarme con mis amigos.

—¡A sus órdenes, señor! — exclamé, mostrando mi total disponibilidad para ayudarles en lo que hiciera falta. Seguí al loro del garfio hasta la cofa (malditas alturas, otra vez no) y evité mirar hacia abajo. Una vez en la cesta, admiré la dramática vista desde lo alto del barco pirata. A lo lejos, se podían distinguir los huesos de la caja torácica, rodeada de miles de otros animales que se acercaban a ella nadando por el inmenso mar de rojo. 

De pronto, el clima cambió y nos atrapó una inesperada tormenta. Ni siquiera sabía que en este lugar podría llover… y como no, las gotas que salpicaban mi rostro estaban compuestas de viscosa sangre. Maldecí en silencio haber tirado el casco de Chroma al mar.

— ¡Debe de ser Hermano Sangre! ¡Hay que detenerle! — ese maldito sectario era el culpable de todo lo malo que le sucedía a ese mundo. Teníamos que llegar lo antes posible a tierra firme y salvar a quien fuera que estuviera gimiendo con tan intenso dolor.

Tema de fondo, por si lo queréis poner

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Blood podía sentir el infnito dolor a su alrededor, pero al contrario que la mayoría de émpatas, para él esa sensación era sinónimo de gozo y satisfacción, pues el sufrimiento ajeno siempre resultaba provechoso para él, y éste era sin duda alguna el mayor exponente de tal verdad; Los agonizantes habitantes del rojo se retorcían, así como la única barrera que le separaba del poder absoluto de dicho plano. La mujer pelirroja se consumía, mientras heridas descarnaban su nívea piel sin piedad.

Era maravilloso.

Estaban a punto de lograrlo.Estaba seguro de que su señor también podía percibir las fuerzas de su rival apagarse poco a poco, mientras una impotencia y tristeza infinita llenaban su alma. El ciclo de muerte y resurrección de los soldados era tan tormentoso que muchos de ellos pedían a la mujer que no les sanara, presos de un miedo atroz a revivir el fin de otra forma más cruel que la anterior.

Allá donde ella iba, Blood se manifestaba, como una siniestra sombra de muerte. El poder que retenía era cada vez mayor, deshumanizando incluso los que algun vez fueron sus atractivos rasgos, que ahora se veían ferales. Ya no tan sólo sus colmillos eran afilados, sino que toda su dentadura estaba hecha para inferir dolor y muerte, y sus ojos rojizos brillaban con un aura depredadora. Sebastian ya era más parte de aquél mundo que del mortal, y pronto, se erigiría como el nuevo señor de ambos...

Sin embargo, su celebración interna se vio interrumpida por el gimoteo de su señor, quien estaba siendo atacado por un héroe salido de la nada, que desafió a Blood de forma descarada. Sebastian, lejos de sentirse intimidado, sujetó firmemente su espada, que clamaba de forma jocosa. casi con histeria, por aquélla batalla, y con su otra mano indicó al muchacho con su índice que viniera, acompañando la invitación con una sonrisa inquietante. No era un problema real para él...

Tampoco lo sería el velocista que acudió a salvar a la mujer pelirroja...

Ni mucho menos la rubia que malgastaba sus flechas lanzándolas contra los cuernos de su gigantesco maestro.

Nada, ni nadie, iba a detenerle.

Se concentró y de su cuerpo entero empezó a fluir energía mística, en forma de rayos rojizos. Analizó las emociones a su alrededor y descubrió algo dulce... muy dulce... Posó su mirada en la arquera y su sonrisa maligna se acentuó. Hacia ella proyectó su ampliada capacidad de manipulación emocional para que le amase, para que le adorase por encima de cualquier ser, incluyendo al velocista... la mujer de pronto se vio invadida por una sensación de incertidumbre, y por instinto miró al sectario. Algo cálido la inundó, se sintió atrapada por su mirada carmesí, como si en esos ojos estuviese todo lo que realmente importase. Entonces recordó que Jason le había desafiado, y la rabia floreció en su pecho. Apuntó de nuevo con su arco, esta vez hacia el moreno...

Blood rió de forma casi salvaje y gritó hacia el confundido Jason- Lo siento, chico... No puedo evitar ser irresistible.

Mientras, el tótem, viendo su defensa cubierta por las flechas de la muchacha, que de pronto atacaba a su compañero, enfocó sus ataques en el velocista, tratando de alejarle a zarpazos de Omegadust, a la que finalmente, decidió tomar presa en una de sus zarpas.

- Es el fin, avatar... tu era termina, y empieza la suya - La volteó para que viese a Blood, quién alzó a Colmillo de Dragón, concentrando sus rayos en ella, y lanzándolos contra los que se alzaban, causando aún más tormento a la muchacha, y al Rojo- Ríndete, o cae junto a ellos....

¡AVISO!:

Los cadáveres de las criaturas defensoras del Rojo comenzaron a yacer sin remedio sobre el reconvertido campo de batalla, en otros tiempos lugar donde el entendimiento, la concordia y las decisiones que hacían primar la vida se llevaron a cabo con la colaboración de aquellos cuya fuerza vital era impulsada por el latido mismo del reino que ocupaban...

Ahora, presos de una mortal desesperación capaz de enfrentar el último y primario instinto compartido por todas y cada una de las criaturas vivas existentes, renunciaban a sobrevivir, a su existencia y a la lucha... y con ello a cuanto significaba pertenecer al ciclo mismo de la vida...

“Púlsar... porqué... nos abandonas...”

Aquella duda implantada por la falta de esperanza resultaba lo más doloroso para la virginal experiencia de la Dama Nívea.  Reverberaba en cada rincón de su esencia angustiada hasta un límite inconcebible...

La situación escapaba a su entendimiento con la crueldad con que a un infante le sobrepasan los misterios de la fe... a tal modo que obligó a su sentir inocente a someterse...

A atentar contra su propia naturaleza...

Deseó en cada una de sus hendiduras refrenar de cualquier modo las penurias de los sacrificados que suplicaban clemencia...

Con ello, La victoria del Hermano Sangre se convertía en una cuestión inminente...

No podía condenar el comportamiento de los luchadores, tributos de hueso, piel, músculo y sangre... Quebrados irreparables... Condenados a una existencia finita engullida en un agónico bucle perpetuo causado por las abominables torturas de su adversario. No se satisfacía con maltratar sus cuerpos, abrasaba sus mentes y arrancaba de sus almas todo lo que les convertía en sintientes...

“Donde alcanza... no queda... si no la nada...”

Rogaban a la Dama Nívea en pos de un descanso eterno que desafiara las penurias que el Intérprete Consumido les imponía, preso del ansia de poder sin límite que ostentaba y enaltecía cada uno de sus brutales asesinatos... Ávido de más, objetor de cuanto La Mujer Sin Sombra pudiera hacer para tratar de conseguir que el equilibrio prevaleciera sobre sus apetitos destructores...

Consumía sus vidas, haciéndose uno con el Rojo... y en su mano no cabía posibilidad alguna de detenerlo...

Y en su soledad, en el punto en que la promesa de quebrarse parecía mas próxima...

Nuevos latidos... la última esperanza...

Recreo infinito se aproximó hasta ella, tratando de ofrecer su ayuda...

Mas la Dama Nívea sabía que fuese cual fuese el rumbo de las circunstancias, había perdido...

“...Todo acabará en muerte...”

Malherida de un modo que ningún mortal habría podido tolerar, alzó una de sus trémulas manos hacia el rostro del velocista, llenos sus ojos de un agradecimiento capaz de forzar el llanto a quien lo percibiera...

- Sálvalos... – su mano volvió a descender, ofreciendo esa bendición a modo de un contacto tan ligero como el de la última brisa estival antes de ser consumida por el helador invierno... – Salva a todos cuantos puedas... mientras aún nos queden fuerzas...- suplicó, no por su vida... si no por todas...

Todas y cada una de ellas... sin excepción.

Consciente de la abominable realidad que la atajó en forma de garra, rodeándola con íntimo regodeo, el Traidor teratológico la envolvió en un agarre cuyo objeto no era producirle dolor alguno. Sabía que no era posible atacar de forma directa al Avatar del Rojo, motivo por el cual muchos de los caídos habían optado por convertirla en su representante. Ninguno de ellos habría sido capaz de prever que se cometería una afrenta semejante a la que esa criatura maquinaba...

Su cuerpo puro como la nieve recién caída se desgastó sobre la capa semitranslúcida de su piel, dejando ver, a medida que los nudillos se ceñían en torno a su fragilidad, la crudeza de la agonía a la que estaba sometida. Cuando el Tótem pronunció su sentencia de muerte, tanto él como su campeón se percataron de inmediato de la respuesta...

La única que la Mujer Sin Sombra estaba capacitada para dar...

Blood sintió una oleada de placentero dolor condensado, sabedor sin embargo de que algo estaba conteniendo la posibilidad de experimentarlo en toda su gloria... ¿Acaso podría existir un nivel de esa sensación que fuese capaz de destruirle? Y si era así...

¿Porqué lo impedía?...

La iluminación llegó con la misma claridad con que veía su ascenso al terreno sólo reservado a los Dioses... y comprendió...

No conseguiría que renunciara... porque aquella criatura, sin importar lo que era, no podía resistirse a cuanto hacía. Había protegido no sólo a los Tótems que luchaban por su defensa, sino también a él y a su maestro. Si hubiese percibido por entero el dolor que estaba inflingiendo contra ella, le habría destruido. Lo impedía, porque su naturaleza dictaba que ese era su natural cometido. Como en la suya estaba alzarse sobre aquellos infelices que se habían cruzado en el camino a su ascenso hacia la divinidad.

“Sea... pues...”

De la Dama Nívea se vertió un último grito atronador, en él la potencia de millones de voces al unísono... desde la infancia a la ancianidad... Primer llanto... Último suspiro... En su voz cabían los ecos de todas las épocas...

Y sanaron...

Todas sus heridas... su cansancio... su pesar...

El tótem ciñó su agarre, cuando percibió que se escapaba entre sus dedos...

Y con el tañido del cristal roto en mil pedazos, su cuerpo fragmentado quedó suspendido en el aire...

Tratando de alimentar con su sacrificio la última esperanza agonizante...



[FDP: Omega os ha sanado a todos, sin tocaros, si es que teníais necesidad. Vuestras fuerzas son renovadas, vuestras cualidades físicas estarán en su máximo rendimiento. Dadnos una épica pelea que quede para el recuerdo.]

El barco se zarandeaba furioso contra el oleaje. Las gotas de la lluvia carmesí resbalaban sin piedad sobre mi níveo rostro y tiñeron mis cabellos, opacando todas aquellas mechas que antes se veían azules. A lo lejos, pude distinguir el clamor del combate. La batalla ya había empezado y Blood no iba a ser clemente con sus enemigos. Mi corazón galopaba nervioso ante la anticipación de la batalla, que cada vez estaba más próxima. Debía apresurarme.

—¡Esta es mi parada! ¡Gracias por el viaje, chicos!

Mágicamente me sentí con las energías renovadas y salté por la borda seguida de un hilo musical. Mis pies aterrizaron en lo que parecían teclas de piano que dejaban un leve rastro de una melodía que me era muy conocida. Las plataformas voladoras me llevaron directamente al castillo donde se alzaba aquella poderosa e imponente criatura demoníaca de mirada ausente y exuberante cornada. Bajo sus pies, Blood bailaba al son del horror y la desesperación que les estaba causando a mis compañeros…

Había llegado justo a tiempo para la batalla.

Sin previo aviso, invoqué diez espadas de energía luminosa que cruzaron el cielo a toda velocidad con la intención de penetrar en el cuerpo del malvado hechicero. A sus espaldas, vi como Jason y Artemis luchaban con todas sus fuerzas para detener aquel sufrimiento. La mujer que descansaba en el regazo del velocista, parecía estar hecha trizas y su rostro se veía compungido por el más cruel de los dolores. Cerré mis puños con fuerza ante la impotencia que me causaba esa imagen.

Tenía miedo, y aquel viaje por el Rojo había sido oscuro y solitario. Pero mi corazón, a pesar de seguir inquieto, se había tranquilizado un poco al ver como todos mis compañeros seguían en pie, sanos y salvos. No iba a permitir que volvieran a separarme de ellos, y menos que ese sectario les hiciera daño. Era la única hechicera capaz de crear un portal para volver a casa. Se lo había prometido a Dinah. Iba a llevármelos a todos. Cumpliría mi promesa…

De pronto, la rubia apuntó con su arco en dirección a Jason y dejó escapar cuatro de sus flechas. En un acto reflejo, volé en su dirección y convertí las flechas en cuatro hermosas flores blancas que impactaron suavemente en la armadura carmesí del murciélago, y se deshicieron en pétalos al caer al suelo.

—¿Me echabas de menos?— esbocé una ligera sonrisa en dirección a Jason, colocando mi espalda contra la de él mientras conjuraba un escudo de protección a nuestro alrededor que evitaría los siguientes ataques directos. — Acabemos con esto y volvamos a casa…

—¡Deja en paz a Artemis! — El velocista no parecía haberse tomado demasiado bien qué Blood manipulara las emociones de su esposa, por lo que vi como empezaba a correr alrededor del hechicero, envolviéndolo en un vertiginoso torbellino creado con la Fuerza de la Velocidad.

Aproveché esa distracción para centrarme en la espada mística que sostenía Blood con su mano hábil. Dragonfang emanaba una fuerza mágica de otro mundo, que la hacía prácticamente indestructible. Pero mi intención no era hacerla pedazos, sino dejarla incapacitada durante el tiempo suficiente como para que el resto de mis compañeros rompieran la defensa del sectario.

Concentré toda mi energía mágica, y noté como la sangre empezaba a resbalar por mi nariz debido el intenso esfuerzo. En un parpadeo, el colmillo de dragón cambió de forma hasta convertirse… en la rama seca y quebrada de un árbol.

Todo esto se estaba saliendo de madre, y eso que estábamos en medio del "infierno" así que como para imaginar el panorama. El grandullón no parecía haberse casi inmutado por mis bonitas espadas clavadas en sus cuernos, por lo que decidí bajarme de él dejando tras de mí un pequeño regalito a modo de granada que esperaba que al detonar al menos le hiciese cosquillas.

-Para ser un velocista parece que me he adelantado en la fiesta-comenté irónico pero aliviado de ver como Wally se ocupaba de la mujer, a él se le daban mejor esas heroicidades de los rehenes, así podría centrarme en lo que mejor se me daba: hacer daño.

Una voz que reconocería en cualquier lado me hizo girarme para ver como se desviaba una flecha de Artemis que tenía mis iniciales grabadas, sacando las pistolas para apuntarle en caso de que intentase volver a hacerse la graciosilla.

-No te aconsejaría buscarme las cosquillas, no soy tan blando como tu novio-había algo raro en todo esto, algo que quizás tuviese que ver con esa sonrisa de petulante de mierda que adornaba el demoníaco rostro de Blood, pero no podía dudar llegado este momento, teníamos que acabar con esto ahora mismo.

Pero a la hora de la verdad, la rubia no dudó y disparó otra oleada de proyectiles mientras que yo fui incapaz de apretar el gatillo, no pudiendo evitar pensar en toda la Arrowfamilia enterrando a una joven prometedora, a la pandilla de Dick buscando justicia, a Bruce si viviese con una mirada de decepción aún más grande que las anteriores... Todos estos pensamientos fueron apenas un segundo, lo suficiente como para darme cuenta que intentar esquivarlas era una pérdida de tiempo, simplemente cerrando los ojos y apretando los dientes preparado para recibir el impacto y rezando por sobrevivir.

-¿Qué cojones?-algo chocó contra la pechera de mi armadura, pero algo blandito e inofensivo, teniendo que abrir los ojos para ver sorprendido como unas flores blancas caían en mis pies.

-Mi caballera de brillante armadura-miré embobado a Elysia, pareciendo más mi ángel de la guarda que la artista que apenas acababa de conocer. Me puse espalda contra espalda con ella, ya de nuevo con las pistolas en alza mientras una especie de escudo nos envolvía.-Tienes más de un as en la manga, sin duda eres una chica llena de sorpresas-tenía que centrarme: Artemis ya estaba ocupada con Roy, quedaban el grandullón y Blood que estaba en medio de un baile con Wally. ¿Pero de que me servía centrarme en el grande si apenas parecía sentir los golpes? Iba a cortar de raíz el problema.

-Batman siempre habló maravillas de vuestros reflejos chico relámpago, espero que no defraudes-y sin más miramientos, con las energías renovadas, dejé caer sobre Blood un mar de balas directas al cuerpo que intuía que se escondía tras el torbellino carmesí que era el velocista. O bien su advertencia le hacía dejar de acosar al sacerdote o bien estaba lo suficientemente loco para seguir con su peculiar paliza sumándole el hándicap de esquivar mis balas; algo que le haría ganarse un buen par de puntos  en mi peculiar tabla de respeto.

Blood sintió que tras el estallido del avatar, buena parte de su fuerza tomada de los totems asesinados había desaparecido y lanzó una mirada llena de odio a la pelirroja. Alzó con furia su espada contra ella, cuando una decena de espadas voladoras aparecieron de la nada contra él. Afortunadamente, logró zafarse de ellas saltando a tiempo hacia atrás, lo que hizo que varias se clavasen en el carnoso suelo,  y dando un hábil giro con su arma, desvió el rumbo de las restantes. Era más débil que antes, cierto, pero su espíritu seguía tan decidido a cobrar la victoria como antes.

Buscó entonces el origen de este nuevo ataque, y vio venir a una nueva heroína acompañada de un grupo de piratas del Rojo. Sonrió desafiante, presto para una nueva batalla, pero cuando se encaminaba hacia ellos, sintió a Colmillo de dragón estremecerse. Volvió la vista hacia su compañera de batalla, sólo para verla transformarse en un palo inútil, sin embargo, aún podía sentir su furia y su poder. Estaba realmente iracunda, deseosa de venganza por aquélla afrenta, tal como él... Por esa razón, continuó avanzando, dispuesto a destripar a todos los recién llegados. Al pasar junto a un soldado que se abalanzó contra él, blandió la vara y en una danza de estoques que casi ni vio venir, acabó con el cráneo roto en el suelo. Un palo seguía siendo un arma si estaba en manos de un buen guerrero...

Artemis seguía combatiendo de su lado, hasta que fue interceptada por el pelirrojo. Maldita inútil... Mientras contemplaba la derrota de su aliada, la molesta voz del velocista se hizo presente, pero antes de poder localizarle, un fuerte tornado rojizo le rodeó como una cárcel. No podía arriesgarse a interceptarlo, pero podría intentar saltar por encima de alguna manera. Sí... era lo más aceptable.

Lamentablemente, cuando se dispuso a hacerlo, sintió el dolor intenso de unos cuantos disparos atravesando el tornado y su piel. Su costado estaba herido y sangrante. Podía acelerar la curación usando sus poderes, eso no iba a ser un problema, pero si una nueva oleada llegaba justo en ese momento...

Por su parte, el tótem sintió el descenso de poder de su campeón, pero el hecho de que su ímpetu siguiese intacto le hacía enorgullecerse. Verle aún desafiante, imbatible, indómito... Había elegido bien. Ésa y no otra debía ser la imagen que los enemigos del Rojo tuviesen antes de caer fulminados por el poder del reino de la vida. Por su parte, el molesto humano que le atacaba decidió centrarse en objetivos más plausibles... como su protegido. Un rugido de ira escapó de entre sus colmillos cuando los hechos se sucedieron velozmente ante él; La llegada de refuerzos, la pérdida del arma de Sebastian, su aprisionamiento y los disparos. Le habían dado... podía sentirlo. El tótem entonces corrió hasta Blood, y rugió para que le escuchase:

- ¡¡Mi campeón, no permitas que estos gusanos acaben con nuestra misión!!- El monstruo entonces procedió a clavar sus garras en su propio pecho, y entre gritos desgarradores y bestiales, prosiguió- ¡Ella está débil, todos ellos son débiles, los tótems soberanos han vuelto... ¡¡PERO LOS ANIQUILARÁS!! ¡¡TOMA MI FUERZA, BEBE MI SANGRE, Y HAZTE CON EL PODER DEL ROJO, MI CAMPEÓN, HAZ QUE MI SACRIFICIO TRAIGA A ESTE REINO UNA ERA DE GLORIA Y SÁCALO DE LOS TIEMPOS VERGONZANTES, AAAARGHHHHH!!! - En una escena horrorosa, extrajo una víscera oscura, rebosante de una sangre increíblemente carmesí, y la lanzó contra el huracán rojo con sus últimas fuerzas, antes de caer pesadamente sobre el campo de batalla. La víscera impactó contra el velocista, y arrolló tanto a Blood como al héroe.

- Lo haré, maestro... ¡¡TOMARÉ LO QUE ME PERTENECE!!- Sin perder tiempo, Blood se abalanzó sobre el corazón del tótem, y lo mordió. Con su muerte, había llegado un nuevo incremento de poder, tal vez no tan grande como el de los tres soberanos, pero hizo que sintiera su cuerpo entero arder al succionar aquélla sangre sagrada, sus ojos se incendiaron perdiendo la pupila, y sus dientes puntiagudos regresaron, incluso se desprendió de sus guanteletes, pues sus manos se habían convertido en unas feroces garras. Todo su rostro, cuello y pecho se impregnaron de los fluidos vitales de su señor, dándole el aspecto de un carnívoro que acababa de darse un festín. Sentía el flujo de un poder bestial, una fuerza salvaje adueñarse de su ser; sus rayos místicos le envolvían como una especie de armadura energética, y entre ese caos, escuchó a alguien llamarle...

Sonrió y tomó en sus manos el palo que alguna vez fue Colmillo de dragón, y lo imbuyó con su nuevo poder. La espada fue recuperando su aspecto, pero ahora su dueño era distinto, y su filo reflejó su brutal nueva naturaleza, tornándose en una amalgama de filos y puntas que parecían luchar entre sí por destacar en el arma, tomando una apariencia tan caótica como amenazante...

Ahora que ambos estaban reunidos de nuevo, Blood se acercó al molesto velocista, quien empezaba a levantarse del suelo, aún aturdido, y sin piedad alguna, alzó la pesada arma, y la dejó caer sobre las piernas del mismo, cercenándolas de la rodilla hacia abajo. Sus compañeros, aún asumiendo qué acababa de ocurrir con el enorme tótem, no reaccionaron a tiempo, y el grito de dolor de Wally inundó el valle, y llenó de satisfacción a un Sebastian que ya no guardaba un atisbo de humanidad en su ser. Por sus venas corrían la ambición, la desesperación y la sangre envenenada de un dios caído. Observó al resto de héroes, a los soldados, y a los restos del avatar, aún flotantes.

Cualquier hombre que se enfrenta solo a un ejército deja ver su inseguridad, su miedo, su derrota en un momento como aquél. Pero ante ellos se alzaba un hombre que no les miraba como a rivales... porque eran presas.


(NOTA: Como siempre digo, he escrito intentando darle dramatismo y epicidad al asunto, pero si alguien cree que debo modificar algo, que lo diga, y lo cambio)