[Minievento] El tiempo en sus manos - Prólogo (Elissa Stavridis) [16/03/2019]

El bar Oblivion, un lugar más allá de la realidad convencional, llevaba años cerrado; los muebles cubiertos por sábanas encarnaban los fantasmas del ayer, y sobre las mesas y las sillas situadas sobre éstas se acumulaba el polvo de las largas noches de ausencia.

El lugar perfecto para olvidar y ser olvidado, o eso pensaba Elissa mientras avanzaba por entre las solitarias mesas, perseguida por las sombras de los errores del pasado.

Ella era la única que tenía la llave; nadie podría encontrarla allí, por eso se sorprendió tanto al escuchar la repentina voz junto al umbral:

- Ah, ahí estás... Me ha costado mucho encontrarte.

Un hombre increíblemente atractivo se encontraba ante la puerta de entrada al interior del bar. Era muy alto, más de metro noventa de estatura, esbelto y bien proporcionado, con un hermoso y sedoso cabello largo color marrón y unos intensos ojos verdes como esmeraldas. Vestía ropas que parecían sacadas de una película ambientada en el siglo XVIII: casaca carmesí, chaleco dorado,  calzón, botas altas hasta la mitad del muslo, camisa de manga larga con chorrera sujeta mediante un curioso prendido con la forma de una gema roja de intenso color, fajín azul y una fina daga prendida al cinto. La energía mágica que irradiaba era de un poder abrumador, pero no parecía agresivo... más bien curioso en el modo en el que la observaba mientras avanzaba por entre las mesas hasta llegar a su altura.


Con un simple gesto de su mano diestra, las sillas descendieron de una mesa cercana y el polvo desapareció como si jamás hubiera estado allí.

- ¿Puedo... sentarme contigo? -inquirió, apartándole caballerosamente una de las sillas.

Arión la miró fijamente un segundo, con la intensidad de sus ojos de esmeralda. Ella no se sentó, pero él sí lo hizo, apartando los faldones de la casaca a su espalda.

- Mi nombre es Arión, Sumo Mago de Atlantis, también conocido como "El Inmortal", uno de los Señores del Orden como mi padre Caculha antes que yo, y la respuesta a tus dos últimas preguntas es casi la misma... O al menos, van entrelazadas como los Hilos del Tejedor...

Flotando sobre su mano apareció una esfera que inicialmente era traslúcida pero que pronto empezó a resplandecer al tiempo que un cúmulo de energías anaranjadas comenzaban a arremolinarse en su interior. Y, de entre toda aquella niebla, surgió el rostro de un hombre, uno que Elissa había llegado a conocer muy bien en el transcurso de los últimos meses...

- Éste hombre acudió recientemente a mí aquejado de un extraño mal... Al parecer, se había sometido a una especie de tratamiento experimental capaz de restituir el adn de un organismo a su configuración original, con el objetivo de recuperar la vista perdida y, coincidiendo con la inoculación del suero, había empezado a tener extraños sueños que te involucraban a ti, Elissa... Inicialmente fue a visitar a la persona que le estaba tratando para averiguar si se trataba de algún efecto colateral del milagro, pero no pudieron encontrar ninguna anomalía en él a través de los medios científicos convencionales. Porque no se trataba de nada que esa nueva y reciente disciplina llamada "ciencia" pudiera explicar, sino de algo mucho más antiguo y arcano... Así que acudió a mí.

De la misma manera que había aparecido, la esfera desapareció, y el mago entrelazó los dedos de las manos sobre la superficie ya limpia de la mesa.

- Ignoro cómo pudo ese suero llegar a afectar, aunque fuera mínimamente, un trabajo que había sido fruto de las artes místicas. Lo único que se me ocurre es que, si bien resultó un trabajo admirable, distaba mucho de ser perfecto y presentaba algunas flaquezas o puntos de vulnerabilidad que dicho experimento fue capaz de socavar. Quién sabe... La cuestión es, Elissa, que has atraído mi interés. La vida en soledad y sin motivo para un inmortal suele ser tediosa y aburrida y hace tiempo que me planteo la posibilidad de acoger a un aprendiz, alguien a quien transmitir en la medida de lo posible mis conocimientos y ayudarle a perfeccionar sus habilidades y alcanzar su verdadero potencial. Tuve a uno hace unos meses pero no resultó bien. Su espíritu era demasiado inquieto y no soportaba verse recluido en un lugar específico para estudiar, prefería vagar libre por el mundo, así que le dejé ir, pero su partida me afectó más de lo que esperaba y de repente la soledad, y esa falta de motivo o propósito se han vuelto más presentes en mí. En todos mis años de experiencia con el mundo de lo oculto y las artes arcanas, jamás había visto una utilización tan simbólica de la magia. Me resultó fascinante, y me gustaría ayudarte a perfeccionarla, si tú estás de acuerdo. Ése es el por qué, y el cómo... simplemente rastreando tu esencia mágica hasta éste lugar... Pero estaba muy oculto. Me pregunto: ¿por qué te escondes, Elissa Stavridis? ¿Acaso crees que has hecho algo mal?

No había juicio alguno en sus palabras, únicamente sincera curiosidad.

Arión escuchó lo que la psicóloga decía con una expresión de profundo interés. Parecía que, por una vez, se había dado la vuelta a la situación; Ahora, Elissa era la que hablaba mientras otro la escuchaba.

- "Lo que hiciste" -repitió al cabo, pensativo-. Analicemos eso; ¿Qué es lo que hiciste? Te apiadaste de un hombre que estaba sufriendo. Le ayudaste, poniendo en ello tu alma y tu corazón. Le ofreciste amor y consuelo, y, cuando creíste que no sería capaz de soportarlo, decidiste salvaguardarle de la agonía del recuerdo aunque sabías que, haciéndolo, le alejarías de ti. Renunciaste a él, el hombre al que amabas... porque sólo pensabas en su bienestar, olvidando el tuyo propio. Si no lo hubieras hecho, él nunca habría terminado con esa otra mujer. Estaría contigo. Renunciaste a eso porque le amabas y sólo querías lo mejor para él. ¿Acaso es eso algo malvado?

Cuando Elissa tendió las manos, él extendió las suyas para tomarlas con suavidad, mirándola a los ojos con una expresión que se asemejaba bastante a la dulzura.

- Elissa... lo que hiciste con tu magia no fue malo. Al contrario... la empleaste para hacer el bien. Tus intenciones cuando desbloqueaste sus recuerdos eran buenas, y también lo eran cuando decidiste volver a tapar lo que había salido a la luz. Si acaso hiciste algo malo, sería avergonzarte de lo que hicisteis juntos esa noche. El sexo, el deseo, la pasión, el amor... No son nada de lo que avergonzarse, Elissa. Al contrario, es algo hermoso, especialmente cuando se hace con la persona a la que amas.

>>Me hablas de mentiras... me dices que no eres digna... Ven, deja que te muestre algo.

Liberó una de sus manos, pero siguió sosteniendo la otra con delicadeza para ayudarla a levantarse de la mesa. Cuando la muchacha estuvo a su lado, sacó una daga corta del cinto y trazó un pentagrama en el aire que se iluminó como si estuviera hecho de fuego, haciéndolos desaparecer en un estallido de luz.


Cuando la luz se apagó, se encontraban en lo alto de la azotea de un rascacielos en pleno Times Square, y, como cada noche, la zona bullía de actividad.

- Míralos... agolpándose como hormigas en un hormiguero, cientos, miles... Y, sin embargo, están solos. La gente habla sin hablar, y escucha sin escuchar. ¿Sabes? Las ciudades en mi época eran muchísimo más pequeñas. No alcanzaban a tener ni una centésima parte del tamaño que tiene ésta, y, sin embargo, nunca me he sentido más sólo que desde que llegué a ésta era.

Llegado a éste punto, su voz quedó teñida de melancolía y tristeza.

- En mi hogar era querido y venerado por todos. Tenía familia, amigos... En cambio, lo único que he encontrado aquí ha sido soledad y traición -su tono se endureció, al igual que su expresión-. Ésta es la hipocresía de la modernidad, las grandes ciudades que acogen a miles de personas que conviven juntas pero que pasan una al lado de la otra sin percatarse siquiera de la existencia del vecino, preocupadas únicamente por su propio bienestar. Es una sociedad vacía, abrumada por el egoísmo y la autocomplacencia, donde la gente se preocupa por cosas tan banales como conseguir el dinero para comprar un nuevo televisor con el que seguir atrofiando día tras día sus neuronas. Hoy en día ya nadie se preocupa por conceptos como la espiritualidad o la trascendencia. Todo es inmediato, rápido, y han vendido sus almas a esos dioses de neón que han construido -explicó, abarcando con sus manos las luminosas pantallas gigantes de Times Square, que mostraban anuncios y publicidad de todo tipo-. El consumismo, el capitalismo y la superficialidad, esos son los dioses de ahora.

Se giró para mirar a Elissa.

- Pero tú... tú aún respetas las tradiciones, y honras el recuerdo de los antiguos dioses. Tú estás por encima de todo ésto. Eres una de las pocas afortunadas que han sabido entender la verdad de lo que realmente importa. ¿Y dices que no eres digna?

El mago sacó entonces del interior de uno de los bolsillos de la casaca una pequeña gema que resplandecía con un intenso color anaranjado y se la quedó mirando con expresión pensativa.

-  Dices que no puedes ayudar, pero ahora tienes la opción de ayudarme a hacerles ver sus errores... Juntos podemos enseñarles y hacer de ésta una sociedad mejor... un mundo mejor... Libre de la corrupción, la tiranía, el consumismo y la opresión... Un mundo... en el que dos personas puedan amarse libremente sin temor al qué dirán o a las consecuencias. Un mundo donde no sería necesario eliminar los recuerdos... porque no habría nada que ocultar... ¿Te interesaría un mundo así, Elissa?

El mago dirigió su mirada, en apariencia comprensiva y benévola, hacia la psicóloga.

- Tienes razón... tienes toda la razón... Porque el ser humano es una especie dañina que sólo busca la destrucción. He presenciado su devenir a lo largo de los milenios y no han sabido hacer otra cosa más que guerrear y matarse entre ellos, destruyendo el planeta en el proceso por motivaciones tan viles como la ambición o la sed de poder. Ha sido así en todas las grandes civilizaciones: el Imperio de Alejandro Magno, el Imperio Asirio, el Imperio Romano, Grecia, Camelot, el Imperio Inca, el Imperio Bizantino...

>>¿Sabes? En cierta manera las culturas funcionan como organismos vivos, pasando por la infancia, la edad madura y la muerte, siendo la decadencia un paso obligado e inevitable, decadencia que, por lo general, viene acompañada de un período de despotismo y corrupción como el que atravesaron Roma justo antes de su final, la Francia del siglo XVIII y tantas otras civilizaciones. La ambición, el egoísmo, la autocomplacencia, el hedonismo, la pereza y el consumismo que nos hacen olvidar los valores que de verdad son importantes, como el amor desinteresado o el valor de algo en apariencia tan insignificante como una flor.

>>Ahora mismo estamos atravesando por ese período de corrupción y decadencia que precede a la caída y destrucción de la civilización. Lo sé. Lo he visto en cientos de ocasiones y reconozco los síntomas. No pasará demasiado hasta que todo este... -abarcó los rascacielos con las manos-, "paraíso" de cristal se desmorone a causa de la crisis y la recesión económica, y para entonces será tarde para salvar el planeta que los ricos y poderosos han estado destruyendo para aumentar su riqueza y su poder. Todo se hundirá... y habrá que empezar de nuevo. Pero será para nada, porque el ciclo se repetirá, una y otra vez, como ha venido siendo desde el principio de los tiempos. Y de nuevo llegarán las tinieblas, porque esa es la naturaleza del ser humano, sólo que éste cada vez dispone de armas y herramientas más peligrosas y su potencialidad para la destrucción y la devastación es cada vez mayor...

>>Sí, Elissa... No hay brotes sin cenizas que los alimenten. No hay primavera sin invierno. La caída forma parte de la naturaleza, pero llegará el momento, un momento ya no muy lejano, en que la propia humanidad habrá alcanzado la capacidad de erradicarse a sí misma de la existencia, y no tengo intención alguna de permitir que eso pase.


Volvió a mirar atentamente la piedra que sostenía entre sus dedos.

- ¿Sabes? Admito que, en un primer momento, me planteé acabar con todos ellos. Acelerar un proceso de destrucción que iba a ser inevitable de todas formas. De esa manera, al menos, podría salvar el planeta y a todos los seres y especies inocentes que habitan en él. Pero una conversación que tuve hace poco con una interesante entidad me hizo darme cuenta de que, haciendo eso, no estaría siendo digno de la misión que me encomendaron los dioses. Yo debía ser el Salvador de la especie humana, no su destructor. Si los aniquilaba... ¿no estaría comportándome igual que lo que en ellos recrimino? No... tenía que hacer honor a mi título. Y entonces comprendí lo que tenía que hacer; Tenía que enseñarles, sí... pero no me es posible hacerlo al nivel de corrupción en el que ahora se encuentran, pues, por más que les tendiera mis brazos, mis palabras no serían más que gotas de lluvia para ellos. No me escucharían. Pero... si empiezo desde el principio...

Elissa miró al atlante con los ojos muy abiertos. El temor había ido creciendo en ella con cada palabra, se había convertido en verdadero horror al oírlo hablar de aniquilación, y ahora distaba mucho de calmarse con el nuevo giro de su discurso. Arión se creía el Salvador, el que debía cumplir la misión asignada por los dioses. Elissa había oído palabras similares antes; en los informes psiquiátricos solían aparecer bajo el nombre de delirio mesiánico. Aquellos que lo padecían se creían los elegidos, los destinados a guiar al resto de la Humanidad, a salvar el mundo. Pero oírlo de los labios de un lunático encerrado en su celda era muy distinto a escucharlo del atlante, cuyo potencial mágico podía llegar incluso a moldear el mundo...

Y entonces, apoyando una bota en el antepecho de la terraza, Arión alzó la gema por encima de su cabeza y ésta comenzó a brillar intensificando su fulgor anaranjado. Y... algo increíble, imposible de asimilar, empezó a suceder...

Elissa pudo ver cómo los rascacielos comenzaban a menguar en forma y tamaño, como si estuvieran retrocediendo en el tiempo a una velocidad de vértigo, mientras los humanos gritaban y se llevaban las manos a las sienes, que comenzaban a achatarse y aplastarse, la mandíbula se hacía más grande, el mentón desaparecía, su tamaño y constitución aumentaba, rasgando y destrozando las ropas a medida que largos cabellos ásperos comenzaban a brotar entre las costuras. El suelo comenzó a resquebrajarse para permitir a la naturaleza abrirse paso y recuperar lo que antaño había sido su dominio mientras los automóviles y demás vehículos empezaban a colisionar y a chocar entre sí, creando un espectáculo mucho más terrorífico y dantesco que el que se había producido el día de la Colisión. Ante Elissa, los seres humanos se estaban convirtiendo en una versión primitiva de sí mismos, se estaban convirtiendo... ¡en cavernícolas! La psicóloga se llevó las manos al rostro, ahogando un grito.

- ¡¡¡No!!! ¡Detén esto! ¡Es una locura! - exclamó, aunque sus palabras no alcanzaron a Arión.

- Desde el principio, sí -repetía el mago, cuya expresión ahora había cambiado, transformándose en la de un fanático trastornado-. Les enseñaré, les guiaré, como el rebaño perdido y desorientado que en realidad son, para evitar que vuelvan a cometer los mismos errores. Salvaré el planeta tal y como hice en el pasado y les enseñaré a coexistir en paz y armonía, erradicando sus tendencias destructivas de raíz. Sí, les enseñaré a caminar, ya que han demostrado no ser capaces de hacerlo sin ayuda. Y, a cambio, ellos me tratarán con la consideración y el respeto que siempre merecí pero nunca obtuve, y también a ti, como mi pupila y mi aprendiz. Ya verás, Elissa... construiremos un mundo nuevo... un mundo mejor... Sin guerras, sin genocidios... No hay otra manera... -repetía, como en un mantra-. No la hay...

- Gaµ?t?... - gimió la psicóloga, llevada por la desesperación. Sus ojos azules se clavaron en la gema que el mago aún sostenía, si pudiera...

Elissa trató de arrebatar la piedra al atlante, pero éste se dio cuenta inmediatamente de sus intenciones, girándose para  rechazarla con una mezcla de sorpresa y decepción en su hermoso rostro. En un último acto de desesperación, la muchacha buscó la mirada de Arión, sabiendo que se estaba condenando. Pero era su último recurso contra él.

No podía funcionar: combatir magia con magia, cuando tu enemigo es más poderoso en las artes místicas de lo que tú serás jamás. Cuando te ha estudiado. Cuando te conoce, aunque tú no lo conozcas a él...

La mente de Arión era poderosa, demasiado. Entre otras cosas era invulnerable al control mental, pero no era eso lo que la psicóloga estaba intentando, no... Psique intentaba atacarle desde el interior de su subconsciente, razón por la cual logró pillarle desprevenido, enviando al mago más allá del mundo terrenal y la realidad, arrojándole repentinamente en un reino en el que ella era la dueña y señora, precipitándole hacia un lugar que sólo podía existir en el rincón más oscuro de la nueva mente del mago, un lugar en el que se reflejaban a la perfección las raíces de su incipiente locura, aquella de la que aún no era consciente, pues todo estaba distorsionado y deformado, como si se encontrara del revés, perdida cualquier esperanza de sentido o razón.

- ¿P... pero qué? -inquirió el mago, asombrado-. ¡Choloh! ¿Qué clase de locura es ésta?

Y entonces la vio, ante él, flotando en aquella dimensión de pesadilla, la misma mujer a la que había visto en el subconsciente de Drago arrojando la caja de cadenas al mar, aquella que era Elissa pero a la vez no lo era...

- Psique -gruñó, sintiéndose traicionado por aquella en la que había escogido confiar-. Debí haberlo imaginado. Pensé que la sangre Homo magi que corría por tus venas te haría afín a mí, pero olvidé que tu sangre no es pura, sino que se encuentra contaminada, diluida, por la mezcla con los humanos. Te sientes más humana que Homo magi, ¿no es así? Sientes que debes protegerlos. Chiquilla estúpida... ¿no ves que lo que intento es lo mejor para ellos? ¿Su única oportunidad para sobrevivir y librarse de la extinción? Te daré una oportunidad... Deshaz el hechizo o no me dejarás más salida que liberar mi poder.

Los ojos del Atlante se tornaron rojos mientras hacía un llamado a la magia que latía en su interior; en aquella representación de su subconsciente, la gema que contenía al demonio parecía haberse incrustrado en su pecho hasta pasar a formar parte de él, de la misma manera que el demonio se había adueñado de su mente. Y Psique fue consciente de ello, vio la piedra latir y palpitar y comprendió que allí había algo, algo que controlaba y dominaba al mago...

Fútilmente pugnó por iniciar un combate místico entre los dos, mas sólo obtuvo de él una risa despiadada que en nada tenía que ver con el hombre bondadoso y gentil que había sido unos meses antes.

- Así que te atreves a atacarme, mortal... -comentó, casi con hastío mientras rechazaba sin aparente esfuerzo el ataque de la mujer-. ¡Soy Arión, Sumo Mago de Atlantis! Ignoro a qué oscuro infierno me has traído... Pero lo que tu magia ha creado, ¡la mía lo puede destruir!

Todo cuanto había a su alrededor desapareció en un estallido de luz que deshizo el conjuro que Elissa había hilado, expulsándola de regreso a su propio cuerpo y devolviéndole a él el control sobre su propia consciencia.

Los ojos azules de la psicóloga se apagaron y su cuerpo cayó de rodillas, exánime, pero un lazo de energía verde que brotó de las manos cruzadas del hechicero impidió que la mujer se desplomara contra el suelo. Podría haberla dejado morir allí, o sumarla al destino que correrían todos los demás, mas, por alguna razón, no fue capaz de hacerlo. Iba a quedarse solo después de lo que estaba a punto de hacer, y la perspectiva de una nueva vida de soledad resultaba demasiado insoportable. Ella era como él, tenían cosas en común, y sangre Homo magi corría por sus venas. Sólo necesitaba tiempo, tiempo para hacerle entender... Y tiempo era justo lo que más le sobraba ahora.

Con una retorcida sonrisa recuperó la gema que había caído a sus pies y, sin soltar el lazo, se volvió para contemplar su obra inacabada.

- Y ahora... ¿por dónde íbamos...?