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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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 [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]

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[Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  3dcb759df5df7ca78dc650ee40d48273_zpsu4qfwvvy

El sol que se filtraba a través de los enormes ventanales acarició con suavidad las mejillas de Elissa, haciéndole abrir los ojos.

Su primera sensación, fue la de estar flotando en una nube. Y es que yacía sobre una enorme cama redonda con dosel, extremadamente cómoda, y alguien le había puesto un holgado y suave camisón de seda transparente con estampado de flores en color rosa.

Se encontraba completamente sola en la habitación más suntuosa que había visto jamás, con altísimas columnas, tinajas de oro puro, cojines y alfombras de seda, esculturas de mármol, largos cortinajes y hasta un pequeño estanque. Había una librería a la derecha, y las restantes paredes no eran sino una extensa balconada que permitía pasar la luz del sol.

Intrigada, la psicóloga avanzó hasta la balaustrada y lo que vio la dejó sin habla:

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Enormes palacios con forma de pirámides escalonadas se alzaban hasta donde alcanzaba la vista, irguiéndose majestuosamente en medio de jardines tan hermosos que cortaban la respiración. Un río serpenteaba entre la ciudad y se precipitaba por una cascada a los pies del palacio en el que se encontraba.

¿Qué había pasado? ¿Y Arión? ¿Y su hermana? ¿Estaría soñando? ¿Dónde diablos estaba?

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime26th Junio 2016, 15:44

Había soñado algo.

Los ojos de Elissa parpadearon bajo la caricia del sol, y su mente se balanceó un instante entre el sueño y la conciencia.

¿Un mago? ¿Una piedra roja? El recuerdo titubeó por un momento y después fue arrastrado por la luz dorada.

¿Qué hora era? Su primer pensamiento fue que se habría quedado dormida. El segundo fue que no quería moverse de allí. No recordaba que su cama fuera tan cómoda. Dio una vuelta sobre sí misma, tumbándose boca abajo mientras musitaba algo incoherente. Sus cabellos sueltos se derramaron sobre las sábanas, y sintió la agradable caricia de la seda del camisón sobre su piel.

Parpadeó de nuevo, y esta vez abrió los ojos del todo. ¿Seda? Aquello sí que no le cuadraba.

Se incorporó lentamente y miró a su alrededor, dándose cuenta, al fin, de que nada cuadraba. No estaba en su piso de Nueva York, sino en una habitación inmensa y que traslucía antigüedad. ¿Otro sueño? Salió de la cama, despacio. El suelo grabado tenía un tacto demasiado real bajo sus pies descalzos.

¿Cómo había llegado allí, entonces? ¿Y dónde era "allí"? Elissa tendió una mano hacia una de las columnas de la habitación, deslizó los dedos sobre una de las tinajas, sumergió las palmas en el agua. Los libros estaban escritos en una lengua que no comprendía, y el balcón daba al paisaje más sobrecogedor que había contemplado jamás. No podía ser más distinto a Nueva York.

Entonces, el recuerdo regresó. El Bar Oblivion. El Mago Atlante. El pentagrama de fuego. Su impulsivo (y estúpido) intento de enfrentarse a aquel hombre en la plenitud de su poder.

- Así que te atreves a atacarme, mortal... ¡Soy Arión, Sumo Mago de Atlantis! Ignoro a qué oscuro infierno me has traído... Pero lo que tu magia ha creado, ¡la mía lo puede destruir!

Después de aquello, sólo silencio. ¿Había perdido la conciencia? O, peor aún... ¿estaba muerta? ¿Había logrado el atlante someter a la raza humana, como deseaba? El temor se adueñó de Elissa. ¿Dónde estaría Elysia? ¿Planaria? ¿Sasha? ¿Sloan? ¿Dragoslav?

¿Y Arión? ¿Dónde estaba Arión?

Se volvió hacia la habitación, buscando algo parecido a una entrada. Había una puerta, pero algo la detuvo a medio camino. Su imagen, reflejada en uno de los espejos de bronce pulido. Aún llevaba aquellas ropas prestadas, y el reflejo le hizo darse cuenta de lo reveladoras que eran. Se mordió el labio, contrariada. No era únicamente el pudor; aquel aspecto delicado, aquella semidesnudez... la hacían sentirse vulnerable. Como si el simple hecho de no saber dónde estaba no la violentara bastante.

Para su alivio, en el armario encontró varias túnicas de su talla. Su corte era parecido al de las vestiduras griegas que tantas veces había visto en frisos, cerámicas o libros de leyendas. Escogió inconscientemente la de color azul para sustituir al camisón de seda. No encontró su camisa y su falda por ninguna parte. Y, en lugar de sus botines, tuvo que calzarse unas sandalias.

Inquieta, se dirigió a la salida de la habitación y, al empujar la puerta, no encontró ninguna oposición.

Aquello tenía que tener alguna relación con el atlante. Pero, si era una prisionera, ¿por qué no estaba su cuarto cerrado con llave? Y, si era una invitada, ¿por qué los sirvientes que se cruzó por el pasillo parecían tan atemorizados? Ninguno se atrevió a responder a sus preguntas; ni en inglés, ni en griego. Ni siquiera estaba segura de que la hubieran comprendido.

Elissa deambuló por los pasillos unos minutos más, tratando de dar con el único que podría responder a aquellas preguntas.

Ahri'ahn de Atlantis...

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime30th Junio 2016, 00:25

Los pasillos del palacio eran amplios y luminosos, con suelos de mármol veteado y columnas que se alzaban hasta los altos e imponentes techos. El lugar era tan grande que posiblemente en el pasado habría albergado gran cantidad de nobles y sirvientes, pero actualmente se encontraba prácticamente desierto, y lo único que se escuchaba era el eco de los pasos de Elissa por los extensos corredores. De vez en cuando se cruzaba con algún sirviente, pero en su mayoría agachaban la mirada al verla, ignoraban sus demandas y apretaban el paso, claramente atemorizados. Consiguió detener a uno acorralándolo contra una esquina, y cuando le habló en inglés, la miró con nerviosismo.

- No... no puedo... Si el amo me pilla hablando con vos...

Un grito estremecedor hendió el aire, provocando que el sirviente palideciera hasta prácticamente fundirse con el mármol que tenía detrás.

- Tengo que irme -musitó antes de sortear a Elissa y desaparecer corriendo por el pasillo.

Elissa todavía deambuló por el inmenso palacio durante algún tiempo, completamente perdida, hasta que vio a Arión salir de una habitación y acudir a su encuentro.

- ¡Ah, Elissa! -la saludó con una expresión amigable que desmentía la trifulca que habían mantenido los dioses sabían hacía cuánto-. Me alegra verte recuperada. Imagino que tendrás muchas preguntas que hacerme... Ven, por favor. Trasladémonos a un entorno más propicio.

El mago la invitó a pasar, señalando el camino hasta una serie de arcos que conducían a los jardines del palacio.

[Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Jardines-colgantes-babilonia-siete-maravillas-mundo-2

Elissa no pudo menos que contener la respiración ante el cautivador escenario que se mostró ante ella una vez hubieron traspasado la arcada. Si ya la visión de la ciudad desde la balconada de la habitación le había resultado hermosa, no existían palabras en el diccionario que pudieran describir la belleza que ahora se desplegaba para su deleite.

Gigantescos árboles se alzaban hasta donde alcanzaba la vista, y todo el terreno estaba cubierto por infinidad de flores exóticas que Elissa no había visto en la vida y que alegraban el espíritu con su gran colorido.

Un manantial de aguas cristalinas brotaba de entre las rocas que tenían a su izquierda y se vertía sobre una cascada creando un efecto multicolor merced a la luz y las flores. Aquí y allí había pequeños gazebos que permitían disfrutar de la belleza de los jardines a la sombra, y, al fondo, la majestuosa silueta del palacio se recortaba contra las nubes.

Era un espectáculo arrebatador, y, durante un instante, Elissa se planteó si no se encontrarían realmente en otro mundo.

- Bien... -comenzó el mago con una agradable sonrisa-. Espero que hayas descansado bien. ¿Resultó todo, en la habitación, de tu agrado? Francamente albergo la esperanza de que hayas abandonado las hostilidades hacia mí... Te he escogido, de entre todos los humanos, porque creo que eres la única persona que puede entenderme, y la única con el potencial de convertirse en mi aprendiz y compañera.

Repentinamente su actitud agradable se disipó para dar paso a otra, ligeramente inquietante. Su gesto se ensombreció al tiempo que le dirigía una mirada de advertencia:

- Realmente deseo que estés cómoda y bien atendida, Elissa, lo deseo de verdad... Mas, si persistes en mantener una actitud agresiva no tendré más remedio que tomar medidas.

Y, aunque no especificó a qué medidas se refería, Elissa pudo sentir un escalofrío ascendiendo por su columna vertebral al recordar el grito que había escuchado cuando se encontraba en el palacio. Y de repente aquél idílico jardín ya no le pareció tan hermoso.

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime19th Julio 2016, 18:20

"Si el amo me pilla hablando con vos...". La huida precipitada del sirviente. Aquellas palabras. Aquel grito. Era suficiente para empañar la belleza del lugar y para poner a Elissa en alerta.

Por eso, cuando Arión apareció al fin, saludándola con naturalidad, sólo pudo sentir que las piezas del rompecabezas no acababan de encajar.

- ¡Ah, Elissa! - dijo el atlante -. Me alegra verte recuperada. Imagino que tendrás muchas preguntas que hacerme... Ven, por favor. Trasladémonos a un entorno más propicio.

¿Recuperada? ¿De qué? Él mismo la había dejado... ¿impedida? ¿inconsciente? No lo recordaba bien. Aunque, siendo justos, ella lo había atacado primero. Un absurdo e impulsivo ataque directo, nada propio de ella, fruto del miedo y la desesperación.

Tenía que ser más cuidadosa. Observar, esperar, preguntar. Entender. Y, entonces, tomar una decisión.

- Claro... - respondió. No tenía ninguna objeción a seguirlo, puesto que ni siquiera sabía dónde estaba. De hecho, aquella sería su primera pregunta.

Y entonces, vio el jardín, hermoso y exótico hasta decir basta. ¿Cómo era posible que existiera algo así? ¿Seguía en el subconsciente de Arión? ¿Estaba atrapada en un sueño? La voz del atlante reclamó de nuevo su atención, y Elissa se volvió hacia él.

- Bien... - dijo el mago, con naturalidad, como si fueran dos amigos compartiendo una taza de té -. Espero que hayas descansado bien. ¿Resultó todo, en la habitación, de tu agrado? Francamente albergo la esperanza de que hayas abandonado las hostilidades hacia mí... Te he escogido, de entre todos los humanos, porque creo que eres la única persona que puede entenderme, y la única con el potencial de convertirse en mi aprendiz y compañera.

Otra vez hacía referencia a aquella oferta; la que le había hecho tras encontrarla en el Oblivion, sola. Aprendiz. Escogida. Si algo podía ver con claridad, era que Arión era un hombre insistente. ¿Era un ofrecimiento, o una imposición?

- Realmente deseo que estés cómoda y bien atendida, Elissa, lo deseo de verdad... Mas, si persistes en mantener una actitud agresiva no tendré más remedio que tomar medidas.

Ya tenía su respuesta a la pregunta "¿invitada o prisionera?". Invitada forzosa. Un escalofrío recorrió su columna. Ahí estaba de nuevo, tras aquella fachada elegante y relajada. Había algo oscuro y frío en el alma de Arión.

Elissa escogió con cuidado su respuesta.

- No está en mi naturaleza ser agresiva. Actué impulsivamente; y no esperaba que mostraras clemencia. No volveré a hacer algo así. - mantuvo la mirada del atlante, serena; no era ninguna mentira - En ese momento... Había personas que me importaban allí abajo. Personas a las que temí que pudieras hacer daño. No me detuve a pensar. - evitó usar un tono culpabilizador y se limitó a narrar los hechos, como si le hubieran sucedido a otra persona - ¿Qué ha ocurrido mientras he estado inconsciente? Este lugar no es Nueva York...

Por el origen de Arión, por la forma en que se movía por aquellas estancias, donde le llamaban "amo", intuía dónde podían estar, pero le resultaba difícil de creer. Además, ¿no debería estar aquel lugar hundido bajo las aguas...? ¿Por qué brillaba el sol sobre ellos, si era así?

- Toda esa gente que me mostraste... ¿están bien? - un mal presentimiento se debatía en su interior, tratando de tomar forma. La imagen, los humanos retrocediendo en el tiempo, convirtiéndose en los seres primitivos que un día fueron. ¿Había sucedido en realidad? No, no podía ser, los sirvientes con los que se había cruzado no eran simios, ni ella tampoco... - Los has cambiado, ¿verdad...? - susurró, sabiendo que no tenía ningún sentido pensar lo contrario.

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- Comprendo -la expresión de Arión se tornó comprensiva y casi beatífica ante las palabras de la psicóloga, como un padre que se muestra complaciente ante la travesura de un hijo díscolo-. Eso puedo entenderlo -su mirada sonriente se alzó hacia un cielo azul de una pureza inmaculada, libre de los nefandos vestigios de la contaminación que hasta hacía poco había invadido el planeta-. Es natural preocuparse por aquellos a los que se ama. Tienes sangre Homo Magi, pero haber pasado tanto tiempo entre seres inferiores te ha hecho olvidar el glorioso linaje del que desciendes, confundiendo tu mente hasta el punto de hacerte creer que eras una de ellos... Pero no lo eres.

El mago la tomó de la mano y se alzó con ella por el aire, sobrevolando los bellos jardines y los opulentos muros del palacio hasta observar la esplendorosa ciudad desde arriba. Las altas murallas arrojaban reflejos de oro sobre las aguas del río y la cascada.

A pesar de ser una ciudad perteneciente a la antiguedad, estaba provista de carreteras regulares, calles y caminos bien planificados junto con parques y jardines repletos de plantas desconocidas y exóticas. Había grandes pirámides escalonadas de un aspecto similar a las de la cultura maya y esculturas enormes de piedra. Todo el lugar irradiaba opulencia y belleza.

- Te encuentras en Atlantis, la Ciudad de la Puerta Dorada -dijo el mago abarcando cuanto podía verse con un gesto de la mano que tenía libre-. Permitir que se hundiera bajo las aguas fue mi mayor fracaso. Se suponía que yo tenía que ser el Salvador de la Humanidad, y poseía un poder parejo al de los dioses, pero me vi obligado a renunciar a él para detener una glaciación que habría acabado con la vida en la tierra. Así, cuando llegó Chaon, el pérfido y demente dios del caos, me vi incapaz de frenar el rayo de poder que provocó el cataclismo que acabó con la gloria de Atlantis. ¿Y para qué? Los humanos han tardado milenios, pero al final han terminado provocando la destrucción que con tanto sacrificio pugné por impedir, invadiendo el planeta con sus gases tóxicos y sus nocivos humos, horadando las entrañas de la tierra en busca del vil metal, agotando los recursos naturales que con tanta generosidad se nos entregaba, renunciando a las cosas que de verdad importan y sacrificándolo todo en los altares de sus falsos dioses de neón.

>>Sin embargo, hete aquí que hace tiempo cayó en mis manos una gema de gran poder que permitía a su poseedor obtener control total sobre el tiempo. Y di con la solución: así como antaño salvé el planeta de su destrucción ante el implacable avance del hielo, ahora debía salvaguardarlo de los perniciosos afanes del hombre, y, ¿qué mejor manera de hacerlo que borrar de un plumazo todo rastro de su infame proceder sobre la tierra? Así, hice que todo retrocediera 45.000 años en el tiempo, consiguiendo que mi perdida ciudad volviera a ocupar el lugar que le correspondía sobre las aguas y recobrando el poder ilimitado que poseía antes de sacrificarlo todo en aras de una causa perdida. No hay nada que escape a mi control ahora, vuelvo a ser todopoderoso. ¡Ah! ¡Cómo he añorado la sensación de la magia fluyendo libre por mis venas, sin tener que depender de viles objetos y amuletos para ejecutar mi voluntad!

>>Pero los hombres... ¡Ah, los hombres! 45.000 años no eran suficientes, no, pues su naturaleza es insidiosa y volverían a repetir los mismos errores que les han llevado al desastre. Necesitaba hacerlos regresar a una época anterior, donde pudieran ser completamente maleables, arcilla en mis manos para que yo, como paciente pastor que acompaña a su rebaño pudiera guiarlos y reconducirlos en el buen camino para convertirlos en una especie mejor. Se acabaron las guerras, Elissa. Adiós a la pobreza, a la discriminación, a las injusticias. Conmigo como justo soberano y señor, los humanos aprenderán a convivir en armonía en un mundo idílico y feliz. ¿Acaso no soñabas tú también con tal utopía? Llevará tiempo, lo sé, pero, ¿qué es el tiempo para un inmortal? Y tranquila, no estarás sola dentro de los muros de ésta ciudad, pues he hecho regresar a los atlantes a la época en la que aún eran habitantes de la superficie, como tú y como yo, de manera que la Ciudad de la Puerta Dorada pueda medrar en su gloria. Pero, si aún con todo ésto no fuera suficiente, estoy dispuesto a hacerte un regalo, pues lo único que deseo es tu bienestar.

Mientras hablaba había ido descendiendo de regreso al floreciente jardín, y, una vez sobre el césped, tomó las manos de Elissa entre las suyas y la miró a los ojos con genuino entusiasmo.

>>Verás, tengo un proyecto entre manos: seleccionaré un pequeño grupo de esos Homo Erectus y los mantendré en un entorno controlado con el objetivo de poder vigilar desde cerca su evolución. Así, mediante modificaciones genéticas y emparejamientos selectivos, iré poco a poco depurando la raza para conseguir mejorar la especie humana. La testosterona, germen de la ira y la violencia, la lujuria, el orgullo y la ambición, todo quedará erradicado hasta conseguir un grupo futuro de humanos que no anhelarán conseguir los bienes del prójimo, que no iniciarán guerras para satisfacer intereses personales, que no sentirán el impulso de matar o perjudicar a los demás. Una sociedad perfecta. Y, entre ese grupo de humanos escogidos estarán aquellos que tú desees. Te permitiré seleccionarlos, aquellos que tanto te importan, y así ya no tendrás que temer por ellos. ¿No estás contenta?

Arión sonrió y Elissa pudo darse cuenta de una cosa: que, por aterrador e increíble que pudiera parecer, el mago realmente parecía pensar que ella debía sentirse agradecida por aquél "regalo", y que aquello era, verdaderamente, lo mejor para la humanidad.

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime26th Julio 2016, 19:55

- Comprendo.

¿De veras? Elissa no podía más que alegrarse. De algún modo, temía que a ella no le resultaría tan sencillo entenderlo a él. Pero la inesperada calidez de Arión, aquel tono paternal, tuvo un extraño efecto en ella. Mientras él le hablaba como a una oveja descarriada, un anhelo que parecía proceder de lo más profundo de su ser se adueñó de Elissa.

Quería su aprobación. Quería que estuviera orgulloso de ella.

Darse cuenta de ello le revolvió el estómago.

¿Qué estás pensando?, se reprendió, aterrorizada y decepcionada por su propia reacción. Apenas conocía al atlante. La fascinación que podía sentir por él, inspirada por su belleza sobrenatural y el latido de la magia en su ser, competía ferozmente con el horror que le habían causado sus actos casi desde el principio. Aquella emoción tan intensa no podía provenir de allí. Era algo más.

No era el hombre. Era la figura. Lo que él representaba. Algo que a Elissa le había faltado siempre.

- Es natural preocuparse por aquellos a los que se ama. Tienes sangre Homo Magi, pero haber pasado tanto tiempo entre seres inferiores te ha hecho olvidar el glorioso linaje del que desciendes, confundiendo tu mente hasta el punto de hacerte creer que eras una de ellos... Pero no lo eres.

Luchando por enterrar aquella sensación, la joven perdió, por un instante, el hilo de lo que él decía. Cuando lo recuperó, su mirada se enturbió; el discurso megalomaníaco de Arión había regresado. Seres superiores, seres inferiores. Él parecía creer que Elissa pertenecía a aquel primer grupo y, como expresión evidente de aquella idea, cogió su mano y la elevó por encima de los jardines, con él.

La psicóloga se aferró algo más fuerte a la mano que la sostenía, casi por reflejo. La belleza del paisaje era avasalladora, pero tenía miedo a las alturas. Un sudor frío se instaló en su frente y su nuca, y sus dedos temblaron ligeramente. Mordiéndose el labio en un viejo hábito, Elissa se obligó a concentrarse en la ciudad, en su hermoso aspecto, en los templos que se asemejaban a escaleras que ascendían para besar el cielo.

Sí, estaban en Atlantis. Arión lo anunció con evidente orgullo, y entonces, por primera vez, habló largo y tendido de su pasado.

El salvador de la Humanidad... De modo que de allí venía. ¿Podía ser cierto que los dioses habían escogido al joven atlante, o su mente divagaba, en pleno delirio de grandeza? Si Elissa había oído algo de Arión antes de conocerlo, sólo eran cosas buenas. Las historias no parecían corresponder a la misma persona que ahora se lamentaba de haberse sacrificado por el ser humano.

No se atrevió a interrumpirlo. ¿Qué podía decir? ¿Que no tenía derecho a juzgar a la Humanidad? No sólo sonaría como una intervención de heroína de Hollywood, algo que no encajaba con ella; también volvería a ponerlo en su contra. Y Elissa tenía miedo de Arión. Ya había visto lo que podía hacer.

Muy bien. Haría lo que se le daba mejor hacer. Escuchar. Esperar.

Dioses, cuánto odiaba ser tan cobarde.

Y entonces, él mencionó algo que llamó su atención. "Una gema de gran poder"... el control sobre el tiempo. La piedra roja que había alzado sobre Nueva York, arrastrando al ser humano de vuelta a la cueva. La joya que ella le había intentado quitar de las manos al ver que canalizaba a través de ella. Claro que... se había equivocado. Arión no empleaba en aquel momento su propia magia; usaba la de la gema.

¿Qué era aquella cosa? Un poder así no estaba al alcance de un objeto mágico de tres al cuarto. La piedra probablemente hasta tuviera nombre propio. ¿Cómo...?

- ¿... cómo la encontraste? - preguntó, poniendo en palabras la pregunta que había asaltado su mente. ¿Habría llegado a él por azar? ¿Habría sido un regalo? Arión podía estar descontento con la Humanidad, pero hablaba como si se le hubiera ocurrido la solución perfecta al tener la gema entre sus manos. ¿Lo había guiado la casualidad hasta el instrumento perfecto? Y, en ese caso, ¿podía hablarse siquiera de casualidad?

Y entonces, descendieron, y él le hizo una oferta. Pese a su intención de mostrarse serena, los ojos de Elissa se abrieron súbitamente ante la propuesta de Arión, mientras sentía que el estómago se le retorcía. Un proyecto. Un experimento. Una granja.

Que Atenea la asistiera... Eugenesia. ¿Hasta dónde iba a llegar la locura del Rey Atlante?

No... no. Cálmate. Calma, Elissa..., se repitió, una y otra vez, en griego. Casi le dolía la aparente inocencia, el evidente entusiasmo, con el que Arión le ofrecía el "regalo". ¿Cómo se lo había ofrecido? ¿Diciendo que ella podía...?

Seleccionarlos.

Su corazón se saltó un latido. El rostro de Lyz, el de Drago... acudieron a su mente con tanta facilidad que la psicóloga se odió por ello. Claro que los quería vivos y bien. Claro que los necesitaba a su lado. La tentación la recorrió con un escalofrío, como si unos dedos helados acariciaran su espalda. Era muy fácil; decía sus nombres, los que ella escogiera, y él se los regalaría. Los salvaría. Los traería de vuelta. Y podría volver a verlos.

Y... ¿por qué no?

No tenía que ser una buena chica. Nadie la iba a juzgar. Esta vez no estaba Batman para meterla en una celda. No habría nadie a quien dar explicaciones; nadie que la hiciera sentir como una niña asustada. Tal vez nunca conocería a su padre, pero Arión ocuparía ese lugar. La enseñaría, la ayudaría a desarrollar su potencial, haría que dejara de tener miedo de ella misma. Y alguien, al fin, estaría orgulloso de ella.

Su estómago se contrajo de nuevo. Dioses... sentía que iba a vomitar.

- Yo... no sé qué decir... - su voz sonó ahogada, pero esperaba que Arión lo atribuyera a la sorpresa y la confusión. Se sentía demasiado débil como para enfrentarse a él - Si tan importante es... no debería decidir a la ligera. Y aún estoy... conmocionada por todo lo sucedido. Aún así, antes de eso hay... hay otra cosa que quisiera pedirte.

Contuvo involuntariamente el aliento. ¿Se ofendería con ella? ¿Sentiría curiosidad por lo que tenía que decir?

- Acerca de la oferta que me hiciste cuando nos conocimos... - empezó, despacio - Sí... me gustaría ser tu aprendiz.

Su instinto se lo decía a gritos. No podía rechazar dos regalos sin ofender a su anfitrión.

- Nunca he tenido una formación reglada. Lo más parecido fue la instrucción informal de una amiga... June. Algunos la llaman Encantadora. - evitó mirar al atlante a los ojos - En aquella época, yo tenía mucho miedo a lo que mi magia podía hacer. Se ofreció a enseñarme un poco, para que dejara de pensar que mi poder iba a morderme la mano. - sus ojos se clavaron en la verde hierba que tapizaba el jardín - Aún ahora, lo sigo pensando. Por eso...

Tras una pausa, Elissa volvió a hablar. Y esta vez sí buscó su mirada, deliberadamente.

- Arión de Atlantis... ¿Qué puedes enseñarme? - preguntó.

No iba a engañarse; su petición no era sólo una distracción. En ella había mucha... no, demasiada verdad.

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Al notar su miedo, Arión se situó a su espalda y la sujetó por la cintura, acercándola a su cuerpo para transmitirle seguridad. La psicóloga ya no flotaba sola en el vacío, sostenida únicamente por la precaria sujeción de su mano. Podía notar la firmeza de su agarre y sabía que no caería, aunque la visión de la ciudad desde las alturas le siguiera inspirando vértigo.

Durante un instante, Arión pensó en la última mujer a la que había sostenido tan cerca de sí y le embargó la tristeza. ¿Qué habría sido de ella? ¿Le habría afectado el influjo de la gema? Se obligó a no pensar en ello. Si los dioses eran justos habría obtenido su merecido.

- Soy uno de los Guardianes del Orden -le explicó en respuesta a su pregunta-. Me la entregaron para que la custodiara, y eso hice. La oculté en lo más profundo de mi ciudadela en la Atlántida, dividí la llave que la custodiaba en cuatro fragmentos y los escondí en diferentes localizaciones, resguardándolos bajo poderosas protecciones con el objeto de que nadie pudiera nunca acceder a tal nivel de poder. Nunca imaginé que al final sería yo quien la utilizaría, pero resultó ser la única salida viable que encontré para sacar a éste mundo de la espiral de decadencia y destrucción a la que los humanos lo habían sometido.

Pudo ver cómo el conflicto y la duda se daban cita en su semblante ante su propuesta, pero era normal. La muchacha estaba teniendo que lidiar con demasiados cambios de golpe: su ciudad, su trabajo, sus relaciones, su modo de vida... No podía exigirle demasiado.

- Pues claro... -asintió, comprensivo-. Tómate el tiempo que necesites. Quiero que consideres éste palacio como un hogar, y no una prisión. Sus puertas estarán siempre abiertas para ti. Puedes salir cuando quieras a pasear por la ciudad, despejarte... lo que quieras. Incluso puedes marcharte de Atlantis si así lo deseas, aunque éste es el único vestigio de civilización en todo el planeta, así que no te lo recomiendo.

La miró con curiosidad ante su última petición.

- Lo que sea, si está en mi mano. Dime.

Esbozó una amplia sonrisa ante su aceptación y entrelazó sus largos dedos con los de ella sin tratar de ocultar su alegría.

- No te arrepentirás, Elissa. Te haré florecer. Verás brillar tu magia. ¿Qué puedo enseñarte? En el pasado, los Homo Magi podíamos canalizar las energías estelares para realizar prácticamente cualquier cosa; Magia elemental, espiritual, cuántica, nigromántica... La imaginación era el único límite. Cuando tuve que sacrificar mi poder al sol moribundo para detener la glaciación me quedé vacío, y por alguna razón perdí mi capacidad de canalización. Creí que había perdido para siempre mi magia. Fueron tiempos oscuros -rememoró con el semblante ensombrecido-. Fui a visitar a una especialista en magia espiritual de la tribu de mi amigo Wyynde. Se llamaba Moonstalker. Me dijo una frase que jamás olvidaría: "Donde una vez ardió un gran poder mágico, siempre hay una chispa que permanece". En mi caso, esa chispa era la magia mental. Puede que ya no pudiera canalizar las energías cósmicas para obrar grandes prodigios, pero mi mente seguía siendo la mente de un mago. Podía comunicarme telepáticamente a grandes distancias, detectar fuentes de magia, anticipar peligros y catástrofes, realizar ilusiones, detectar lo invisible, expandir mi mente más allá de los límites establecidos, ver a través de ilusiones, mover objetos con el poder de mi voluntad, teleportarme y resistir los influjos mentales de otros magos.

Se detuvo a mirar con detenimiento a la joven hechicera, buscando el azul de sus ojos con sus mares esmeralda, que de repente parecían teñidos por la más profunda tristeza.

- En cierto modo fue lo que me hizo pensar cuando te vi que, quizás, podías ser parte de mi linaje. Tuve dos hijos, ¿sabes? Caculha y Allura. Allura tuvo a su vez dos hijos, Kara, la más pequeña, y Kather, el mayor. Cuando murieron mi mujer y mis hijos me desvinculé de mi familia, no quise saber nada de ellos. Un padre nunca debería sobrevivir a sus hijos. Mucho menos a sus nietos.

Se dio la vuelta evitando mirarla y se apoyó en el tronco de un árbol mientras una lágrima silenciosa se deslizaba por su mejilla.

- No deseaba seguir viendo perecer a más miembros de mi familia. Encariñarme con ellos, formar parte de sus vidas para luego verlas truncarse y marchitarse como un árbol roto...

Los dedos que apoyaba sobre la corteza se crisparon y temblaron ligeramente.

- Así que no sé hasta dónde alcanzó mi linaje, pero imagino que, en 45.000 años, es posible que haya descendientes míos repartidos a lo largo y ancho del globo.

Cuando se volvió de nuevo hacia ella parecía mucho más sereno.

- Elissa, he estudiado tu magia. Lo que haces va más allá de la mera telepatía. Es una forma de proyección astral. Puedo enseñarte a perfeccionarlo, y a ampliar tu poder ofreciéndote nuevas vías de desarrollo. No sé si podrías realizar ilusiones externas dado tu nivel de especialización, pero con el entrenamiento adecuado, podrías sugestionar a un enemigo para que sienta que el cuchillo que sostiene en su mano está candente y lo deje caer, o para que piense que se ha convertido en un simio y se comporte como tal. Podría enseñarte a proyectar tu ser astral en el espacio físico, telekinesis, telepatía, entrenar tu mente para que seas capaz de resistir el control mental, y todo cuanto seas capaz de conseguir, explorando y superando tus límites. Lo único que te pido es que te quedes en Atlantis -volvió a sostener su mano con la suya-. Estoy solo. Todos aquellos a los que una vez consideré mis amigos me han abandonado, la mujer a la que amaba me ha traicionado y ésta gente -hizo un gesto con la mano que le quedaba libre para indicar que se refería a los habitantes de la ciudad- no me comprende. Me tienen miedo, algunos incluso me odian por haber matado a su rey, no entienden lo que he hecho por ellos. Pero tú sí me entiendes, ¿verdad, Elissa?

¿Estaba soñando la psicóloga o de verdad había captado un matiz de desesperación en aquella última pregunta?

Todavía luchaba. A pesar del ritual, del demonio y de la traición de Dalae, una pequeña, diminuta parte de él albergaba la sospecha de que algo iba mal, y dudaba.

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El amable, comprensivo Arión. Con una mano, sostenía la lámpara; con la otra, presionaba la mecha, ahogando el fuego de las velas encendidas. No, no estaba encerrada; no habría verjas, ni muros, ni celdas, ni cadenas. Pero tampoco había ningún otro lugar al que ir. Si creía en las palabras del atlante, aquél era el único sitio donde aún se podía conversar con otro ser humano.

En resumen, tenía en sus manos una llave, pero no había ninguna puerta. Atlantis era una prisión sin barrotes. La mera idea hubiera llenado de desesperación a cualquiera.

No pasaría mucho tiempo hasta que la soledad fuera insoportable para ella.

Arión le habló de la magia; sus dedos se entrelazaron con los suyos, su mirada buscó la de ella. ¿Por qué era tan amable? Acababa de amenazarla de cien formas; algunas veladas, otras no. Pero ahora... ahora parecía cercano, como si todo lo anterior no hubiera sido más que una reprimenda, un padre severo amenazando con un castigo a un niño travieso.

- En cierto modo fue lo que me hizo pensar cuando te vi que, quizás, podías ser parte de mi linaje. Tuve dos hijos, ¿sabes? Caculha y Allura. Allura tuvo a su vez dos hijos, Kara, la más pequeña, y Kather, el mayor. Cuando murieron mi mujer y mis hijos me desvinculé de mi familia, no quise saber nada de ellos. Un padre nunca debería sobrevivir a sus hijos. Mucho menos a sus nietos.

Linaje. Familia. Cada palabra que Arión escogía, consciente o no, caía un poco más cerca del vórtice que Patroklos Sarantos había abierto en su hija. El atlante no tenía forma de conocer el patrón, pero allí estaba; un hombre que se alejaba de los suyos, que los abandonaba. La figura ausente. La incógnita.

Una parte de ella quiso gritarle y abofetearlo, echarle en cara su egoísmo. La intensidad de su reacción la sobresaltó. Pero aquel impulso súbito se desvaneció tan rápido como había llegado. Ahora él se había apartado, y su voz sonaba más débil. Como si se encontrara al borde de las lágrimas.

- No deseaba seguir viendo perecer a más miembros de mi familia. Encariñarme con ellos, formar parte de sus vidas para luego verlas truncarse y marchitarse como un árbol roto...

Elissa no hizo el gesto de confortarlo. Aún se sentía enferma. Los últimos eventos habían agitado todas sus emociones, habitualmente tan vigiladas y bajo control; pasaba con terrorífica facilidad del miedo a la tristeza, del afecto a la rabia, y la fatigaba tratar de mantener firmes las riendas. Estaba segura de que, de haber podido caminar sobre su propio subconsciente, lo hubiera encontrado revuelto, confuso y cambiante, como el mar en una tormenta, poblado de los restos de decenas de naufragios, que no dejaban de chocar entre ellos llevados por la inestable corriente.

- Así que no sé hasta dónde alcanzó mi linaje, pero imagino que, en 45.000 años, es posible que haya descendientes míos repartidos a lo largo y ancho del globo.

Otra palabra. Descendiente.

Pese al estado de sus emociones, el término penetró en ella y se unió con facilidad a los otros dos, configurando lentamente un bonito dechado de sinónimos que la conducían, suavemente y de la mano, a la única palabra que quería oír.

Hija.

Arión se había vuelto hacia ella, y la muchacha se forzó a componer su expresión, deseando que nada de lo que aún sentía trasluciera en sus emociones. Sabía muy bien que estaba proyectando en él la sombra del padre al que no conoció... al que temía, al que odiaba, al que jamás perdonaría, pero cuyas huellas deseaba seguir, aún ahora... después de tanto tiempo.

Pero no era su progenitor. Era Arión, se obligó a recordar. Un sabio atlante, antaño protector de la Humanidad... quien, contra todo pronóstico, parecía haber perdido el juicio...

... y, sin embargo, hablaba con tanta lucidez que dudaba que la locura pudiera explicar sus actos.

- Elissa, he estudiado tu magia. Lo que haces va más allá de la mera telepatía. Es una forma de proyección astral. Puedo enseñarte a perfeccionarlo, y a ampliar tu poder ofreciéndote nuevas vías de desarrollo. No sé si podrías realizar ilusiones externas dado tu nivel de especialización, pero con el entrenamiento adecuado, podrías sugestionar a un enemigo para que sienta que el cuchillo que sostiene en su mano está candente y lo deje caer, o para que piense que se ha convertido en un simio y se comporte como tal. Podría enseñarte a proyectar tu ser astral en el espacio físico, telekinesis, telepatía, entrenar tu mente para que seas capaz de resistir el control mental, y todo cuanto seas capaz de conseguir, explorando y superando tus límites. Lo único que te pido es que te quedes en Atlantis - él tomó su mano de nuevo, y Elissa se encontró asintiendo, como hipnotizada por sus palabras.

Era una especie de promesa... Mentor. Profesor. Maestro.

Padre.

-Estoy solo. Todos aquellos a los que una vez consideré mis amigos me han abandonado, la mujer a la que amaba me ha traicionado y ésta gente no me comprende. Me tienen miedo, algunos incluso me odian por haber matado a su rey, no entienden lo que he hecho por ellos. Pero tú sí me entiendes, ¿verdad, Elissa?

No pudo responder de inmediato.

¿Tenía que ser sincera?

No quiero decepcionarle.

¿Tenía que mentir?

Tengo miedo.

- Entiendo... cómo te sientes - respondió, finalmente, con un hilo de voz - pero... esto... ¿es lo que quieres de verdad? ¿Te ayuda a calmar el dolor?

Ella no había plantado la duda. Estaba allí, en la pregunta de Arión, en la mirada ansiosa que le dirigía. No se atrevía a contrariarlo, pero tampoco podía darle la razón. En silencio, deseó que sus palabras fueran el riego y el abono que aquella vacilación necesitaba para crecer y florecer.

Elissa no era una guerrera, como su hermana. No era una heroína, como Dragoslav, Sasha o Planaria; ni siquiera una antiheroína. Debía abrazar la verdad que tan bien conocía, en lugar de intentar negarla. Aquello era lo único que sabía hacer.

Tan solo era una manipuladora, en continua lucha con la lamentable necesidad de llenar el vacío dejado por su padre.

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Fue, sin duda, un enfoque inteligente. El Arión ante el cual se encontraba difícilmente habría podido preocuparse por el bienestar individual de aquellas personas. Lo único que era capaz de ver eran los efectos de mejora a largo plazo para la especie humana. La maldición le había vuelto egoísta e insensible ante el dolor ajeno. Él, que durante siglos había antepuesto la felicidad de los demás a la suya propia, se preocupaba ahora únicamente por sí mismo, y fue por eso que la pregunta de Elisa estuvo tan bien pensada, y consiguió hacerle replantear algunas cosas.

¿Le ayudaba a calmar el dolor? Una parte oscura de sí mismo se alegraba de estar haciéndoles pagar todo el daño que le habían causado. Imaginarlos como poco más que simios evolucionados le procuraba una suerte de retorcida satisfacción, pero era amarga, porque en realidad no le procuraba lo que verdaderamente anhelaba: compañía y amor. Llevaba solo mucho tiempo, desde que habían muerto su familia y sus amigos. Wyynde había sido el primero en caer en aquella maldita expedición. Después, Chian. La joven Mara había sido la última, pero al final, hasta a ella le había llegado la hora. Aquél nuevo mundo se había mostrado hostil para él desde un principio; No entendía su funcionamiento y todos los falsos amigos que creía haber hecho le habían traicionado. Añoraba... lo que añoraba no lo podría tener... ¿o quizás sí?

- Me preguntas lo que realmente deseo...  -dijo reanudando el camino a través del jardín-. Acompáñame.

El jardín de por sí ya era exuberante y frondoso, pero el sendero por el que la estaba conduciendo el mago se internaba cada vez más en la espesura, y poco a poco se iba haciendo más denso e infranqueable. Las pasarelas bajo las que discurría el agua se fueron volviendo más finas y elevadas, a modo de puentes, y Elissa, familiarizada como estaba con los mitos griegos, no tardó en comprender que aquél aparente desorden en el trazado obedecía a un deseo intencional de confundir y perder a quien osara adentrarse en aquella sección de los jardines.

Lo que quizá Elissa no sabía era que los laberintos no concernían únicamente a Grecia; Los primeros se utilizaban ya en las tumbas del antiguo Egipto, y la madre de Arión había sido Egipcia, así que no debería resultar una sorpresa lo que aguardaba al final del camino:

[Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  4399d1379563186-share-your-wallpapers-17875-ancient-temple-1920x1080-fantasy-wallpaper

En una explanada circular a la que se accedía cruzando dos de aquellas pasarelas se alzaba una tumba, resguardada por un aura azulada de inconfundible naturaleza mágica. Detrás de la tumba partían las escaleras que conducían hasta un enorme mausoleo. Arión suspiró al contemplarlo.

- Aquí se encuentran enterrados los miembros de mi familia y mis amigos fallecidos -le explicó a Elissa antes de detenerse junto a la tumba que yacía fuera y contemplarla con gesto triste.

Elissa pudo notar al acercarse que no había una sola mota de polvo sobre su superficie, como si la magia la protegiera hasta de eso. Arión pasó la mano por su superficie; la luz azulada se apagó y la cubierta del sarcófago se desplazó revelando las hermosas facciones de una mujer de rasgos asiáticos. Llevaba puesta una armadura ligera blanca y verde y sostenía una afilada katana entre sus manos. Una diadema de oro mantenía el oscuro cabello trenzado lejos de la frente.

- Ésta es Chian, mi esposa -explicó Arión con la voz preñada de tristeza-. Era tan vital y amaba tanto la luz que no fui capaz de relegarla a las tinieblas eternas del panteón. Tengo que admitir que, cuando realicé el conjuro, tenía la esperanza de que, quizás, pudiera devolverle la vida. Pero no, la gema pudo arreglar los estragos que la descomposición había realizado sobre su cuerpo, pero su alma aún sigue en poder de Mammon. Yo no puedo arrebatársela. Aunque haya recuperado mi poder, y aunque quienes me conocieron entonces me consideraban prácticamente un dios... No lo soy. Ni siquiera ahora, y mi poder no es ilimitado. Lo máximo que podría hacer sería arrancar su alma de los dominios de los muertos por un breve lapso de tiempo, pero cada segundo que la mantuviera conmigo sería a costa de un terrible dolor para ella...

Se dejó caer de rodillas junto al féretro, acariciando la piedra con veneración.

- Pero existe un modo... uno que me reveló una hechicera que había vendido su alma al diablo, justo antes de morir -se volvió para mirar a Elissa-. Me has preguntado por lo que realmente deseo; lo único que podría calmar mi dolor... Dime, Elissa: ¿estarías dispuesta a ayudarme a recuperarla? Si ella estuviera de nuevo a mi lado ya no me importaría nada más...

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime21st Septiembre 2016, 18:56

Arión le indicó que lo acompañara. A los oídos de Elissa, aquella frase tuvo tanto de petición como de orden, pero se guardó mucho de expresarlo en voz alta. Siguió al atlante a través del jardín... que difícilmente podía seguir siendo considerado jardín, a medida que se adentraban en él. Parecía más bien un bosque, como si el jardinero hubiera descuidado más aquella parte del palacio... Pero era un descuido deliberado. Arión parecía saber con certeza adónde se dirigían.

La psicóloga no pudo evitar sentir una fuerte curiosidad al aproximarse al monumento. Saltaba a la vista que se trataba de una tumba, rodeada por una energía mágica tan intensa que incluso ella podía percibirla con total claridad.

- Aquí se encuentran enterrados los miembros de mi familia y mis amigos fallecidos - dijo Arión, y sus gestos y voz delataron una tristeza antigua y profunda.

En sobrecogido silencio, Elissa contempló cómo el atlante retiraba la losa y exponía a la luz el contenido del sepulcro. La hermosa mujer parecía dormida, pero la naturaleza de su lecho y la posición en la que habían dispuesto su cuerpo no dejaban lugar a dudas. Estaba muerta, tal vez desde hacía siglos. La magia que la envolvía y conservaba no permitía decirlo.

- Ésta es Chian, mi esposa - la voz de Arión pareció llegar de muy lejos; la mirada de Elissa se había perdido en el rostro sereno de la mujer -. Era tan vital y amaba tanto la luz que no fui capaz de relegarla a las tinieblas eternas del panteón. Tengo que admitir que, cuando realicé el conjuro, tenía la esperanza de que, quizás, pudiera devolverle la vida. Pero no, la gema pudo arreglar los estragos que la descomposición había realizado sobre su cuerpo, pero su alma aún sigue en poder de Mammon. Yo no puedo arrebatársela. Aunque haya recuperado mi poder, y aunque quienes me conocieron entonces me consideraban prácticamente un dios... No lo soy. Ni siquiera ahora, y mi poder no es ilimitado. Lo máximo que podría hacer sería arrancar su alma de los dominios de los muertos por un breve lapso de tiempo, pero cada segundo que la mantuviera conmigo sería a costa de un terrible dolor para ella...

- Lo lamento mucho... - susurró Elissa. Arión se dejó caer de rodillas, y el gesto hizo que la psicóloga apartara, por fin, la mirada del rostro de Chian.

- Pero existe un modo... uno que me reveló una hechicera que había vendido su alma al diablo, justo antes de morir. Me has preguntado por lo que realmente deseo; lo único que podría calmar mi dolor... Dime, Elissa: ¿estarías dispuesta a ayudarme a recuperarla? Si ella estuviera de nuevo a mi lado ya no me importaría nada más...

Había tanto dolor en el rostro de Arión y tanta angustia en sus palabras, que Elissa sintió que la inundaba una profunda compasión por él. Tendió la mano en su dirección y la detuvo un instante en el aire, vacilando. ¿Merecía aquel hombre la muestra de afecto? La lástima que ella sentía... ¿estaba bien?

Flexionó un instante los dedos, sus ojos buscando los del atlante y conectando, al instante, con la pena que aguardaba tras ellos. La mano de la muchacha se posó con levedad sobre su hombro; sucedió casi antes de que se diera, racionalmente, el permiso para ello.

- ¿Puedes creer a esa hechicera? ¿Confiar en sus palabras? A veces, la desesperación nos hace creer que hay caminos cuando no los hay. - dijo, despacio - Cuéntame quién era, qué te dijo... - se acuclilló junto a él, sin retirar la mano que había tendido entre los dos - Si realmente hubiera una forma de hacer regresar a Chian sin que ella sufriera... ni tú tampoco... Una forma que no significara para ella un castigo mayor que la muerte, entonces sí, te ayudaría, sin dudarlo. - dijo - Pero, en todas las historias que han llegado a mí, la muerte difícilmente tiene retorno.

Pensaba en Orfeo y Eurídice, una de las leyendas que más había amado de niña. Pensaba en el testimonio de uno de sus pacientes, que había perdido a sus seres queridos y los había visto devueltos a la vida (una retorcida parodia de la vida) por uno de sus enemigos. Pensaba en Dante y su descenso a los infiernos.

Esperó a que él le respondiera a sus preguntas, si era su deseo hacerlo, antes de añadir:

- Aunque no está en mi poder devolver a nadie a la vida... sí que podría... ayudarte a verla una vez más, si quisieras hacerlo. No sería verdad, sería sólo un recuerdo, pero... tal vez eso te traería algo de paz.

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime4th Octubre 2016, 00:28

- Se llamaba Rip, era una súcubo... -comenzó a relatar el atlante-. En sus últimos días se arrepintió de todo el mal que había causado y me visitó para enmendarse. Anhelaba la redención, lo sé, pude verlo en su mirada y sé que no mentía. Me entregó todas las claves para realizar el conjuro.

Al oír su último ofrecimiento se puso en pie, contemplando a su dama pensativo.

- Quizá... como último recurso -respondió-. No estoy preparado para renunciar a ella tan pronto. Además... después de lo que pasó la última vez habría de estar loco si te permitiese volver a entrar en mi mente, ¿no crees? Aún no sé qué es lo que hiciste, por qué estaba todo tan distorsionado... No... -extendió la mano para rozar en una última caricia la mano de su amada y en ese preciso instante fue como si una corriente eléctrica recorriese el brazo de la hechicera, que aún continuaba en contacto con él.

Arión, la tumba, el mausoleo... Todo cuanto la rodeaba se desvaneció, y de repente ya no se encontraba en el jardín...

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Estás en una habitación enorme, hecha de piedra. Las paredes están forradas de estanterías repletas de libros, y encima de la puerta de madera ovalada hay un ornamento con la forma de un escarabajo alado gigante, el mismo símbolo que decora la cabecera de tu cama.

Era el símbolo de tu madre. La misma que se volvió loca y trató de destruir el mundo aliándose con un demonio cuando no eras más que un niño. La misma a la que tuviste que destruir sacrificándote a ti mismo en el proceso. La misma cuya alma, esencia o espíritu inmortal te ha inflingido recientemente las heridas que ahora observas en el espejo.

Y lo que ves te desconcierta, pues el cuerpo que tienes ante ti es el de un hombre hermoso y joven, pletórico en su lozanía. Los músculos, perfectamente delineados se dibujan sobre tu estómago, pecho y brazos como si de una escultura se tratase, perfección únicamente empañada por la miríada de cortes y cardenales que recubren la práctica totalidad de tu torso y rostro.

Un rostro de delicados aunque varoniles rasgos, con la mandíbula cuadrada, sedoso cabello castaño y unos ojos de un verde resplandeciente que has llegado a conocer muy bien.

Es el rostro de Arión.

[Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  B831937f-4f69-4b07-b3bd-7d6478bb004b_zps3ej6u4jz


"Desgarrad su tierna carne con vuestras afiladas garras, arrancadle los miembros, atormentadle... pero dejadle vivo. Por diez veces diez siglos he esperado para tenerle a mi merced y hacerle sufrir como yo sufrí por su intromisión... Sólo a mí corresponde darle muerte".


Esas fueron las palabras que pronunció tu madre (aunque en el fondo, muy en el fondo, sabes que no lo es) justo antes de arrojarte a su caterva de demonios, indefenso, sin tu magia o tus armas para poder hacerles frente. Intentaste plantarles cara, pero eran demasiados y te sobrepasaron con rapidez. Majistra les había dejado jugar contigo a placer, tu propia madre. Y después, ella misma te había torturado, usando su magia para taladrar directamente tu alma, allí donde nadie podía oírte gritar más que tú mismo.

Te preguntas una vez más... ¿por qué conservas su símbolo en tu dormitorio? ¿Por qué mantener la marca de quien había sido capaz de hacerle algo así a su propio hijo?

Quizá porque la perdiste siendo un bebé, y creciste teniendo el anhelo de afecto materno inherente a todo niño. Qué estupidez, ¿verdad? Las máscaras que decoran los muros te observan desde las alturas y parecen reírse de tí.

¿Cómo empezó todo?

Hace un par de semanas tu más fiel y querido amigo, Wyynde, había sido víctima de la tecnología de los antiguos reyes atlantes y había sido transformado en un ser que era mitad hombre y mitad animal.

Tiempo atrás habías renunciado con gusto a tu magia para poder salvar el planeta de la glaciación, pero ese momento, junto con aquella vez en la que no fuiste capaz de salvar al pueblo de Wyynde de la destrucción a manos de Garn, fue cuando más sentiste la impotencia de no poder hacer nada para ayudar.

Lo primero que hiciste fue acudir a los cristales que contenían el alma de tu padre. Cuando tu hermano Garn lo asesinó, fue capaz de abandonar su cuerpo en forma astral y vincular su esencia a una bola de cristal mágica.

Al detener la glaciación habías perdido la capacidad de absorber y transformar las energías estelares de las que se alimentaba tu magia, pero seguías siendo capaz de absorber la magia ya existente en amuletos y pergaminos, y cuando Garn atacó la Ciudad de la Puerta Dorada la única manera que tuviste de derrotarle fue destruir aquella esfera para absorber la magia que contenía.

Entonces creíste que habías perdido a tu padre, pero no tardaste en realizar un maravilloso descubrimiento. Y era que el alma de Caculha aún permanecía vinculada a los fragmentos del cristal, y podías invocarla para hablar con él simplemente colocando uno de los pedazos al fuego. La conversación duraría lo que tardara en consumirse el cristal. Se trataba de un regalo inesperado que debía ser reservado para momentos de verdadera desesperación, ya que el número de cristales de los que disponías era finito.

El mal que afectaba a Wyynde te había parecido lo suficientemente importante como para buscar el consejo y la ayuda de Caculha, mas cuando fuiste a abrir el cofre que contenía los fragmentos encontraste, para tu inmensa desolación que, por alguna razón desconocida, habían sido reducidos a polvo, privándote de la posibilidad de volver a hablar con tu padre nunca más.

La desesperación más absoluta se había apoderado de ti. Ya había sido bastante duro perder tu magia, pero perder a tu padre y afrontar que quizás habías perdido también a Wyynde para siempre habría sido más de lo que podías soportar.

Chian había tratado de ayudar sugiriendo ir a su país de origen: Hoshan. Allí se encontraba su antiguo maestro, Yoshiro, un sabio anciano que podría ayudarte a reencontrar el acceso hacia esa parte de tu ser que había sido bloqueada. Pero las cosas no habían salido como esperábais...

Lágrimas amargas resbalan por tus mejillas al recordar a tu padre muerto al que ya no verás jamás, las palabras de odio de tu madre, la pérdida de tu magia y algo más...

La puerta de la habitación se abrió y pudiste ver a Chian reflejada en el espejo. Llevaba un vaporoso y hermoso vestido de gasa verde con estrellas doradas que realzaba la gracilidad de su figura.

- ¿Arión?

No había llamado a la puerta, por supuesto. Ella nunca lo hacía. Estaba acostumbrada a conseguir lo que quería y no habría admitido un no por respuesta, tú bien lo sabías.

No respondes ni te vuelves a mirarla. La has perdonado, por supuesto, pero aún duele y vas a necesitar un poco más de tiempo hasta que las cosas vuelvan a ser como antes.

La ausencia de respuesta no la frena. Avanza, decidida y resuelta como siempre, y te arrebata el paño húmedo de la mano.

- Deja que te ayude -musita. Busca tu mirada en el espejo, tú la evitas, pero no rechazas su ofrecimiento. Ella sumerge el paño en el agua ensangrentada de la tina y comienza a limpiar suavemente las heridas de tu espalda-. No hemos hablado aún de lo que pasó con Tomokata...

Era cierto. Ella había intentado explicarse, pedirte disculpas, pero tú no la habías dejado. Había sido doloroso, pero no tenía nada de que disculparse porque ella no te pertenecía. Era libre, y como tal, podía hacer cuanto quisiera, para lo bueno y para lo malo.

- No hay nada de que hablar, ya te lo dije. No me importa lo que hayas hecho, Chian. Ahora estamos juntos y es lo único que cuenta.

- No es verdad -deja el paño en el borde de la tina y te coge por los hombros para obligarte a mirarla. Se fija en tus ojos. Posiblemente note que has llorado-. Te he hecho daño -afirma en tono serio-. No podemos simplemente continuar y hacer como que nunca ocurrió. Porque pasó, Arión. Yo lo sé y tú lo sabes, y a menos que lo hablemos ahora es algo que nos estará persiguiendo toda la vida.

Agachas la mirada, presa de una tristeza que llevas arrastrando desde que descubriste que los cristales que contenían el alma de tu padre habían sido reducidos a polvo.

- No hay nada que disculpar, Chian. Tomokata te sedujo para poder llegar hasta mí, y yo fui lo suficientemente estúpido y confiado como para caer en su trampa. Te entretuvo para que Majistra pudiera atraparme. Te utilizó.

Chian busca tu mirada. El hecho de saber que es ella quien lo ha hecho mal no la achanta en lo más mínimo. Así es ella, toda una guerrera.

- Y yo me dejé utilizar, Arión, no tengo excusa. Ven -tomándote de la mano te guía hacia la cama, tan amplia que podrían dormir cómodamente en ella hasta tres personas, y tomáis asiento entre los grifos de oro que custodian el lecho.

[Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Arion%202_zps1o0zefvs

- Lo que voy a contarte no es excusa, pero necesito que entiendas... -dice con dulzura, apartándote un mechón de pelo de la cara-. Como ya sabes, tuve una infancia difícil. Siglos atrás, uno de mis ancestros se rebeló contra su maestro, un poderoso señor de la guerra, y, como castigo, tuvo que jurar que una vez cada cien años enviaría a uno de los niños de su familia para servirle. Yo fui uno de esos niños. Me apartaron de mi casa y de mi padre para introducirme en el brutal mundo de la guerra. El entrenamiento fue duro y cruel, muchos de los niños no sobrevivieron.

Tu mano se desliza suavemente entre la suya a modo de apoyo. Conoces bien su historia; las marcas del látigo todavía permanecen grabadas a fuego sobre la pálida piel de su espalda, las has recorrido con tus dedos cientos de veces mientras hacíais el amor, y la imagen es tan vívida que a la parte de Elissa que aún sigue consciente en ti le resulta turbador.

- Tomokata estaba allí también -prosigue la mujer-. Él fue mi único apoyo. Mi amigo, mi compañero, mi amante... Mi primer amor. Se preocupaba por mí. Me salvó la vida -su mirada se nubló por un instante-. Se lo debía todo...

- Y, sin embargo, lo mataste -musitas, sin comprender.

La mirada que ella te dirige es seria.

- Podría haberle perdonado muchas cosas, Arión... Que se volviera un adepto a la magia negra, a Majistra... Que me utilizara... Pero hay algo que nunca, nunca le podré perdonar... -su mano se desliza hacia tu mejilla con increíble ternura y su mirada se pierde en la tuya-. Lo que te hizo a ti.

Acarició con cuidado las heridas que recorren tu pecho, brazos y estómago, volviendo a mirarte a continuación.

- Te entregó a Majistra para que te torturara. Para que te matara. Y por eso merecía la muerte -su voz se tornó fría como el hielo, y sus ojos adquirieron la dureza del acero-. No permitiré que nadie te haga daño, Arión. Porque te quiero más que a nada en éste mundo.

- Pero también le querías a él -lentamente, con suavidad, apartas su mano de ti-. Lo sé, lo vi. Pude notarlo en el modo en el que reaccionaste cuando te besó. Te conozco bien.

Chian te mira con atención.

- ¿Por eso te marchaste? Por todos los dioses, Arión, ¿era eso? ¿Realmente pensabas que le escogería a él por encima de ti? ¿Así, de repente? ¿Después de todo lo que hemos pasado?

Apartas la mirada, incómodo, y poco a poco la incredulidad se apodera de ella.

- ¿Cómo puedes tenerte en tan escasa valía? Eres quizá la persona más maravillosa y buena que he conocido, y sin embargo no pareces darte cuenta. ¡Yo pensaba que eran celos! Por la cadena de Deedra, fue él quien me besó a mí, y tú apareciste en aquél justo instante. Le dije que ya no le amaba, que era feliz a tu lado, pero tú ya te habías ido. ¡Te marchaste sin mí! Creí que me habías abandonado por estúpidos celos, y cuando Tomokata apareció aquella noche, yo... -agacha la mirada, avergonzada-. Aún sentía algo por él, lo admito, y era un guerrero, como yo. Hablaba un lenguaje que podía entender a la perfección: el del acero. Contigo, en cambio, a veces es tan complicado... A menudo me cuesta entender lo que para ti es importante. Desde que perdiste tu magia has estado más taciturno de lo normal, y tras la pérdida de los cristales me dio la impresión de que te habías distanciado de mí. Cuando te marchaste en Hoshan dejándome atrás por aquél simple beso que no me dejaste explicar, yo... me sentí enfadada, dolida, traicionada. Tomokata estaba allí, dispuesto a brindarme consuelo como antaño, y era algo simple, sencillo... fácil. Sin complicaciones. Pero cuando después me enteré de que habías desaparecido, no puedes ni imaginar el infierno por el que pasé. Sin saber si estarías herido, o muerto, o algo peor... -la voz se le rompe en ése momento, sorprendiéndote. La dura guerrera está a punto de echarse a llorar... No recuerdas haberla visto nunca tan alterada-. Y pensar que Majistra te torturaba mientras Tomokata y yo... -niega con la cabeza y oculta su rostro en la mano mientras las lágrimas comienzan a descender por sus mejillas-. Creo que nunca podré llegar a perdonármelo...

- Shhh... Mi amor... Ya está... -dices abrazándola con fuerza contra tu pecho-. No merece la pena darle más vueltas... Estoy vivo y estoy de nuevo a tu lado... Para siempre...

Para siempre... Las palabras permanecen flotando en su mente cuando la consciencia de Elissa regresa al jardín. La tumba nuevamente sellada de Chian es lo primero que se ofrece ante sus ojos y, al lado, la expresión preocupada de Arión, que la sujeta por los hombros zarandeándola suavemente.

- ¿Elissa? ¿Te encuentras bien? ¿Qué ha pasado?

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime25th Octubre 2016, 14:17

A Elissa no le gustaba nada el hecho de que un súcubo, por arrepentido que estuviera, compartiera su magia con Arión. Los demonios conocían y practicaban magia demoníaca, por definición. Era algo así como... ¿usar magia negra para buenos fines? ¿Por qué tenía la sensación de que tenía que haber algo de letra pequeña en todo aquello? Por todos los dioses, si incluso desconfiaba de la magia blanca. Incluso una magia gris, como era la suya, había tenido consecuencias muy, muy peligrosas en el pasado.

En cuanto a su oferta, Arión fue claro, directo y conciso. No quería que entrara en su mente. Elissa no supo si debía sentirse preocupada... había albergado la esperanza de realizar algún cambio sutil, o de tirar con suavidad de la cuerda del ancla que Chian suponía. Tal vez algo así pudiera disuadir a Arión de sus planes para la Humanidad. Pero aquella puerta permanecería cerrada para Elissa, al menos de momento, y aquello despertaba otra emoción distinta. Alivio. Porque, por alguna molesta e innecesaria razón, se sentía culpable por querer manipularlo. ¡Era un peligro para todos, pero ella tenía que ponerse moralista en el peor momento! ¿Qué era lo que estaba bien, y qué lo que estaba mal? Si lo hacía de aquella manera, nadie sufriría daño... ¿no?

Aunque algo tenía que aclararle al atlante. Ella no había causado aquel desorden que reinaba en su interior. O, al menos, eso creía.

- Yo no toqué... - empezó, pero las palabras murieron en sus labios en el momento en que el escenario que la rodeaba cambió.

Las preguntas más obvias, como dónde se encontraba o cómo había llegado allí, fueron sepultadas por la tranquila y lúcida sensación de conocer aquel lugar. Sabía de dónde venía cada objeto, cada ornamento, y hubiera podido narrar en voz alta su historia. Igual que la de las heridas que ahora recorrían su cuerpo.

El cuerpo de Arión.

Los recuerdos la inundaban como si formaran parte de ella. Majistra. Caculha. Wyynde. Nombres que nunca antes había oído, ni mucho menos pronunciado.

Y Chian.

La guerrera no era ya un cuerpo descansando en una tumba silenciosa. Se adentró en la estancia, la llamó con el nombre de Arión y empezó a ayudarla a tratar sus heridas. De nuevo, la confusión de Elissa se disolvió en el profundo sentimiento de dolor que anidaba en su cuerpo, un dolor que era mucho más profundo que el que provocaban las heridas físicas. Sabía de dónde venía. Chian quería hablar de ello. Y ella no.

Pero lo hizo. Le respondió con la voz de Arión. La rodeó con los brazos de Arión. Le juró que estaría a su lado, y...

... volvió a la realidad, con los sentimientos de Arión aún a flor de piel; la angustia en el pecho, la mirada borrosa, la necesidad de abrazarla, de consolarla y de prometerle...

- ¿Elissa? ¿Te encuentras bien? ¿Qué ha pasado? - oyó la voz del atlante como un eco y, dominada aún por unas emociones que no eran suyas, lo abrazó como había abrazado a Chian, luchando contra las lágrimas.

¿Qué estaba ocurriendo? El nombre... él había dicho un nombre, "Elissa". La palabra removió algo en su subconsciente, despertó un reconocimiento en ella. Y entonces, una oleada de emociones, distintas a las que acababa de sentir, la barrió como una marejada, arrastrando a la orilla los restos del naufragio de su propia identidad.

Lo soltó, más abruptamente de lo que hubiera debido. Sentía vergüenza, y una confusión difícil de describir. Aún estaba insegura de qué había ocurrido... y de quién era ella. Elissa Stavridis, se repitió. Arión era el hombre que había delante de ella. Y Chian, la mujer que descansaba en la tumba.

- No... no estoy bien. Lo siento. - musitó, con un hilo de voz. La serenidad estaba regresando, pero hacía que se sintiera aún más azorada. No estaba habituada al contacto físico, menos aún con alguien a quien conocía tan poco. Bueno, tal vez hubiera que matizar eso último; ahora sabía muchas cosas de él, sin que Arión las hubiera contado. ¿Qué se suponía que debía decirle? Su comportamiento había sido tan extraño que era obvio que ocurría algo. - He tenido... una visión. He visto a Chian y... nunca me había ocurrido algo así, de golpe. Estoy un poco confundida. - reconoció.

¿De dónde había venido aquella especie de recuerdo? Era evidente que procedía de Arión, pero... ¿cómo había llegado a ella? Su mano estaba en contacto con él cuando ocurrió, pero llevaban así más de un minuto, y Elissa estaba segura de no haber empleado sus poderes conscientemente. Además, eso no solía ocurrir así. ¿Qué otra explicación podría haber?

- ¿Puede ser que... sea la magia de este lugar? - se llevó una mano a la cabeza; le latían las sienes - Ya ha terminado... Ha sido sólo un momento, como un destello. Siento haberte asustado.

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Y Elissa le abrazó. De repente. Sin previo aviso. Considerando que la noche anterior había intentado atacarle, aquella era posiblemente una de las últimas cosas que habría esperado de ella. Y no era falso, una añagaza propiciada por el miedo para ganarse su favor y su perdón. No. Había lágrimas en sus ojos, y empatía y comprensión en su mirada. No odio, miedo o rechazo, como le mostraban todos los demás. Ella... le entendía. Y se... ¿compadecía de él?

Algo se quebró dentro de él. Sólo un poco, pero fue un principio. Quizá un abrazo era algo que llevaba necesitando desde hacía mucho tiempo. Demasiado. De hecho no recordaba cuándo había sido la última vez que le habían abrazado.

¿Qué estás haciendo? se dijo a sí mismo una parte de su mente. Le estás haciendo daño. La has separado de todo cuanto conocía; su familia, sus amigos... para crear tu mundo perfecto. ¿Con qué derecho?

Pero no duró demasiado aquella vacilación. Pronto, la duda fue aplastada por la certera convicción que había conducido sus actos hasta aquél preciso momento.

No, lo que estoy haciendo es lo mejor. Quizá no para ella como individuo, pero sí lo mejor para la raza humana a largo plazo. Su raza saldrá revitalizada de ésta experiencia. Mejorada. Y todo será gracias a mí. Ella lo acabará viendo tarde o temprano. Además, le he ofrecido traer con ella a sus seres queridos, y aquí en Atlantis podrá tener todo cuanto alguna vez habría podido desear... Incluso podría conseguir que él la amase. Ese hombre, Drago... Un poco de manipulación mental bastaría. Le haría olvidar a la otra mujer, y Elissa sería feliz. Todo gracias a mí. Sí, terminará por darse cuenta de todo lo que he hecho por ella, por la humanidad. De todo cuanto llevo haciendo desde hace milenios...

Le soltó de golpe, avergonzada y confundida. Él apartó la mirada, incómodo, deseando que no hubiera notado aquél mínimo instante de debilidad. Sin embargo, sus siguientes palabras no pudieron menos que despertar su interés.

- ¿Una visión? Sorprendente. Estoy bastante seguro de que no has penetrado las defensas de mi mente, y a buen seguro no te he ofrecido voluntariamente mis recuerdos. Cuéntame, ¿cómo ha sido? -de repente estaba otra vez en el papel del maestro-. ¿Era como cuando usas tus poderes como Psique?

Elissa le contó cómo había sido la experiencia y, en lugar de contemplar los acontecimientos como una simple espectadora, a menudo influenciados por el propio mundo simbólico de la persona (como en el caso de los soldados escorpión del inconsciente de Drago), ella lo había vivenciado directamente a través de sus ojos, algo que nunca antes le había ocurrido.

- ¿Puede ser que... sea la magia de este lugar? -inquirió ella. Él negó con la cabeza.

- No... La magia de éste lugar es meramente protectora, lo que sea que ha sucedido ha actuado como un catalizador para tu magia -la miró con intensidad-. Sucedió en el momento en el que toqué directamente a mi esposa. Tú tenías la mano en mi hombro. Puede que... Sí, podría ser... -completó para sí, con aire absorto, como quien se encuentra ante algo fascinante y complejo antes de volver a mirarla de nuevo-. Elissa, cuando trataste de irrumpir en mi mente, yo te expulsé de manera violenta. No sé si alguna vez te había sucedido algo así. ¿Podría ser que, de alguna manera, una parte de ti se haya quedado dentro de mí? Como cuando se produce un desgarro en lugar de un corte limpio. Si es así, significa que, para bien o para mal, estamos vinculados -su mirada se tornó ahora preocupada-. No sé qué puede significar, o en qué medida puede llegar a afectarte, pero albergo recuerdos muy poco agradables de experiencias que podrían llegar a hacerte mucho daño. Si lo que ha desencadenado ésto ha sido que me tocaras en el momento en el que yo estaba tocando a Chian, casí será preferible que no vuelva a haber contacto entre nosotros. Por tu seguridad... hasta que averigue el modo de deshacer ese vínculo.

Se alejó unos pasos, rodeando el féretro.

- Elissa, entiendo que éste día debe haber sido muy intenso para ti, repleto de emociones y noticias que asimilar... Te diría que descansases, pero creo que te haría más bien un poco de aire fresco antes que volver a encerrarte en palacio. ¿Por qué no sales, paseas por la ciudad y te relajas un poco? La cena será a la puesta del sol. Lo único que te pido es que no salgas más allá de las murallas, es peligroso ahí fuera. En mis tiempos usábamos unos vehículos aéreos que funcionaban por medio de magia. He entregado los planos a los ingenieros pero, obviamente, aún no han podido acabar el prototipo. En cuanto lo tenga listo podrás salir fuera, pero por tierra prefiero que no vayas sola. Si no tienes ninguna otra cosa que comentarme, te veo a la noche.

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime14th Diciembre 2016, 17:31

Nunca había tenido una visión de aquellas características. Nunca tan real, tan completa. El subconsciente era un reino de metáforas. Funcionaba como un lienzo pintado, no como un condenado espejo. No como una especie de cinta de vídeo.

Elissa luchaba por congraciar, de algún modo, las dos caras del hombre al que tenía delante. ¿Qué tenía en común aquel proyecto de dictador mundial con el joven torturado por su propia madre? Nada, salvo el aspecto y el nombre. Durante un lo que a ella le parecía un lapso de media hora, o tal vez más, había hablado con la voz de Arión, sentido con el alma de Arión, llorado con los ojos de Arión. Y estaba segura de que no era el mismo atlante que hablaba alegremente de crear su propia raza de seres humanos.

- ¿Una visión? Sorprendente. Estoy bastante seguro de que no has penetrado las defensas de mi mente, y a buen seguro no te he ofrecido voluntariamente mis recuerdos. Cuéntame, ¿cómo ha sido? - no estaba enfadado, simplemente mostraba... ¿curiosidad? -. ¿Era como cuando usas tus poderes como Psique?

- No. No se parecía en absoluto. - reconoció. Y le explicó lo sucedido, instigada, en parte, por su propio deseo de comprenderlo.

Arión parecía tener una explicación para ello. La griega no se había dado cuenta del contacto que había precipitado la visión, pero el atlante sí: había sido al tocar él a Chian. Por alguna razón, el descubrimiento pareció entretenerlo y fascinarlo.

-. Elissa, cuando trataste de irrumpir en mi mente, yo te expulsé de manera violenta. No sé si alguna vez te había sucedido algo así. ¿Podría ser que, de alguna manera, una parte de ti se haya quedado dentro de mí? Como cuando se produce un desgarro en lugar de un corte limpio. Si es así, significa que, para bien o para mal, estamos vinculados.

¿Para bien? ¿Es que había un para bien? Elissa sintió un escalofrío. Si él tenía razón, quería decir que una parte de ella, una parte de su alma, se había quedado atrapada, ligada al subconsciente de Arión. Eso significaba que ahora existía un vínculo psíquico entre ambos, uno que ni siquiera sabía cómo funcionaba. ¿Iría en ambas direcciones? ¿Cuánto podría llegar a saber él de ella, de sus secretos, de sus anhelos, de sus verdaderas intenciones? ¿Y cuánto querría ella saber de él? ¿Es que volvería a desencadenarse una visión así... tan intensa, tan dolorosa... sin avisar?

-No sé qué puede significar, o en qué medida puede llegar a afectarte, pero albergo recuerdos muy poco agradables de experiencias que podrían llegar a hacerte mucho daño. Si lo que ha desencadenado ésto ha sido que me tocaras en el momento en el que yo estaba tocando a Chian, casí será preferible que no vuelva a haber contacto entre nosotros. Por tu seguridad... hasta que averigue el modo de deshacer ese vínculo.

- Estoy de acuerdo - convino, en voz baja, mientras él se alejaba. Si realmente tenía todas aquellas experiencias dolorosas, no quería saberlo. No quería experimentarlas. Tenía miedo de comprender a aquel hombre. De dejarse arrastrar por su locura. De llegar a creer que lo que estaba haciendo era correcto.

Y si tenía miedo de ello, era porque creía conocerse lo suficiente... Y sabía que aquél era, sin lugar a dudas, su punto débil.

- Elissa, entiendo que éste día debe haber sido muy intenso para ti, repleto de emociones y noticias que asimilar... Te diría que descansases, pero creo que te haría más bien un poco de aire fresco antes que volver a encerrarte en palacio. ¿Por qué no sales, paseas por la ciudad y te relajas un poco? La cena será a la puesta del sol. Lo único que te pido es que no salgas más allá de las murallas, es peligroso ahí fuera. En mis tiempos usábamos unos vehículos aéreos que funcionaban por medio de magia. He entregado los planos a los ingenieros pero, obviamente, aún no han podido acabar el prototipo. En cuanto lo tenga listo podrás salir fuera, pero por tierra prefiero que no vayas sola. Si no tienes ninguna otra cosa que comentarme, te veo a la noche.

- Es una buena idea, yo... pasearé un poco.

Se despidió de él y vagó un rato por los jardines, preguntándose adónde ir. Trató de distraerse observando las exóticas plantas que la rodeaban, pero su cabeza estaba en otro lugar. El vívido recuerdo de la visión se fue apagando lentamente, pero su inquietud no se desvaneció. Aún recordaba los gritos que le había parecido oír antes de visitar la tumba de Chian.

Trató de apartarlos, sin resultado. ¿Qué estaba ocurriendo en aquella maldita ciudad? Comprendió que le sería imposible calmarse si no lo averiguaba. Decidió aproximarse de nuevo al palacio, con el corazón latiendo en sus oídos. Miró varias veces a su alrededor, conteniendo el aliento, por si veía a Arión en las cercanías. No quería que la sorprendiera husmeando y decidiera que, después de todo, no había sido una buena idea mantenerla con vida.

Trató de recordar la dirección de la que provenían los gritos y se encaminó hacia allí, preguntándose durante todo el trayecto si no sería mucho más sabio detenerse y volver sobre sus pasos.

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime5th Enero 2017, 01:25

Al igual que la vez anterior, el palacio seguía transmitiendo una fuerte sensación de soledad. Se trataba de una estructura enorme, y había muy pocos sirvientes deambulando por los pasillos, los cuales, como ya venía siendo costumbre, agachaban la mirada al ver a Elissa y pasaban de largo sin dirigirle la palabra.

Los pasos de la psicóloga la llevaron hacia unas escaleras que parecían descender hasta las entrañas del palacio, y tampoco encontró oposición alguna mientras las franqueaba. Abajo, las paredes pasaban a ser de piedra maciza, y mientras deambulaba por los fríos corredores, Elissa se percató de que había llegado hasta las mazmorras.

Los gritos, cada vez más claros y fuertes, parecían proceder de una enorme puerta de arco oval, y el hecho de que montando guardia fuera encontrara el primer signo de vigilancia reforzaba esta teoría. La naturaleza en sí de los guardias resultó tan sorprendente que, por un pequeño instante, Elissa se olvidó de los gritos.

[Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  IMG_20170103_235132_zps4vkvinm0

El cuerpo era normal y corriente, pero la cabeza... la cabeza era de algún tipo de cánido, perro o chacal, más posiblemente, y la griega no pudo evitar pensar sin pretenderlo en el dios egipcio de la muerte. ¿Sería una mala señal? Armándose de valor, se adelantó, y los guardias cruzaron las alabardas que portaban ante ella para impedirle el paso.

- No está permitido entrar aquí -le dijeron-. Órdenes del amo.

Por un momento Elissa se planteó la posibilidad de tratar de convencerles de que le permitieran pasar, pero no parecían demasiado dispuestos a entablar una conversación amistosa, de modo que se introdujo en sus mentes para inducirles un estado de somnolencia. Para su sorpresa, la resistencia que encontró fue prácticamente nula; la mente de aquellos seres parecía mucho más básica que la de un humano normal, y sin poderlo evitar experimentó una profunda oleada de compasión hacia las pobres bestias.

Jamás en su vida habría podido estar preparada para lo que la esperaba al otro lado.

Al cruzar la puerta se encontró en una sala inmensa con las paredes jalonadas de jaulas atiborradas de prisioneros suplicantes. Por toda la estancia se movían más hombres-bestia como los que había visto en la puerta (había un poco de todo, depredadores en su mayoría, pero lo que más había eran chacales), y en el centro se alzaba una especie de máquina con forma de "Y" en donde había encadenado un hombre. Sobre su cabeza pendía un cristal que irradiaba un fuerte poder mágico. Uno de los hombres-bestia accionó una palanca y un resplandor de color verdoso emergió del cristal, bañando al hombre que se encontraba debajo, el cual empezó a retorcerse y a gritar. Horrorizada, Elissa vio cómo poco a poco los gritos del pobre desgraciado se iban haciendo más bestiales hasta ser poco más que gruñidos guturales, al tiempo que su piel se volvía más dura y resistente y las facciones de su rostro se alargaban y deformaban de manera grotesca hasta dar lugar a...

[Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  IMG_20170103_235505_zpsnozmuwii

- ¿Sorprendida? -dijo una voz conocida, traspasando el horror que amenazaba con engullirla. Arión se encontraba sobre una plataforma a cierta distancia del suelo, observándola desde lo alto con la mano apoyada en la barandilla-. Se trata de una tecnología que viene de Mu, el reino de mi hermano, Garn Daanuth. Mi hermano, que siempre mostró una especial predilección hacia las prácticas más depravadas, decidió utilizar los conocimientos que los brujos utilizábamos para fusionar animales entre sí y obtener las mejores cualidades para nuestras monturas y bestias de carga, para crear los sirvientes perfectos.

Comenzó a bajar lentamente las escaleras, dirigiéndose hacia ella.

- ¿Por qué chacales?, me preguntaba una y otra vez al ver que eran el animal escogido para formar sus ejércitos. ¿Por qué no lobos, o perros? Son igual de cobardes pero con la ventaja de ser animales de manada que se someten ante un alfa. Pues a base de experimentar por mí mismo, creo haber averiguado por qué...  Los chacales son sigilosos, muy resistentes, poco inteligentes pero extremadamente astutos, y, por encima de todo, muy adaptables. Pueden trabajar en manada si la situación así lo exige, y su cobardía les vuelve leales, ya que jamás se atreverían a traicionarme.

Terminó de acercarse a Elissa, abriendo los brazos para englobar toda la sala.

- Estos son los antiguos soldados del ejército de Arthur. Se negaron a servirme de propia voluntad cuando se enteraron de lo que le hice a su rey. Se negaron a aceptarme como su nuevo soberano. Pero todo reino necesita un ejército, ¿no es así? Así que me acordé de los experimentos de Garn. Por fortuna, el continente es rico en minerales mágicos como éste -explicó señalando la enorme piedra verde. Dos soldados chacales habían desatado al recién transformado y se lo llevaban a mientras otros dos traían a rastras un nuevo prisionero-. A los sirvientes que me han jurado lealtad les he perdonado. Después de todo, no suponen ninguna amenaza para mí. Los demás están aquí también. Sé que ahora mismo está todo muy vacío, pero dame un poco de tiempo y pronto habré creado mi propia corte.

Parecía muy tranquilo de que ella estuviese allí, y una terrible duda se instaló en la mente de la psicóloga... Sabía que Arión era capaz de crear protecciones mágicas que impidieran el acceso a un lugar determinado, lo acababa de ver fuera, en la tumba de Chian. Si únicamente había dejado dos guardias sabiendo que ella los podría inutilizar sin problema... ¿era porque realmente quería que llegara hasta allí? ¿Querría ver su reacción?

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime6th Febrero 2017, 23:37

Manipular a los guardias para que dejaran de ser un impedimento no fue muy distinto a palpar la mente de un perro guardián. Sencillo. Rápido. Casi un pasatiempo. La idea hizo que sintiera náuseas y, aunque no se detuvo a analizar de dónde procedía aquella repulsión, supo que no nacía de las criaturas que dejaba atrás.

Y, al entrar en la sección prohibida, una nueva emoción se sumó al asco y la lástima, asentándose con firmeza en su pecho y aspirando cualquier otra sensación que yaciera allí.

Congoja.

Elissa contempló las jaulas que se alineaban en aquella sala infinita. De allí procedían los gritos; de los prisioneros que había tras los barrotes. Algunos aún los sacudían, desesperadamente, ciegos a la caída que los separaba del suelo, en el improbable caso de que las jaulas se abrieran... o tal vez prefiriendo la muerte a la alternativa.

La griega era perfectamente capaz de entender esto último.

En la sala había una máquina, concebida por el mismísimo diablo. Elissa fue testigo de cómo se activaba. Ante sus ojos, el prisionero encadenado a ella se transformó en uno de los híbridos de hombre y bestia, idéntico a los que guardaban... a los que ella había...

La náusea regresó, con tanta fuerza que le flaquearon las rodillas. Y entonces, una voz familiar se dirigió a ella, arrancándola parcialmente de su horror. Cuando alzó la cabeza para contemplar a Arión, su pulso aún aleteaba, siseante e irregular, como el vuelo de una polilla que se estrellaba una y otra vez contra el cristal de la lámpara. Un peso se había instalado en la boca de su estómago.

- ¿Sorprendida? Se trata de una tecnología que viene de Mu, el reino de mi hermano, Garn Daanuth. Mi hermano, que siempre mostró una especial predilección hacia las prácticas más depravadas, decidió utilizar los conocimientos que los brujos utilizábamos para fusionar animales entre sí y obtener las mejores cualidades para nuestras monturas y bestias de carga, para crear los sirvientes perfectos.

¿Sorprendida? No. Repugnada. Aterrorizada. Algo había salido terriblemente mal con Arión. ¿No era consciente de las palabras que él mismo usaba? Depravadas. ¿Cómo podía decirlo y no verlo? Una depravación; eso era, exactamente, lo que él hacía, lo que estaba ocurriendo en aquella maldita habitación.

- ¿Por qué chacales?, me preguntaba una y otra vez al ver que eran el animal escogido para formar sus ejércitos. ¿Por qué no lobos, o perros? Son igual de cobardes pero con la ventaja de ser animales de manada que se someten ante un alfa. Pues a base de experimentar por mí mismo, creo haber averiguado por qué...  Los chacales son sigilosos, muy resistentes, poco inteligentes pero extremadamente astutos, y, por encima de todo, muy adaptables. Pueden trabajar en manada si la situación así lo exige, y su cobardía les vuelve leales, ya que jamás se atreverían a traicionarme.

Él se aproximaba. Elissa, inconscientemente, dio dos pasos atrás.

- Estos son los antiguos soldados del ejército de Arthur. Se negaron a servirme de propia voluntad cuando se enteraron de lo que le hice a su rey. Se negaron a aceptarme como su nuevo soberano. Pero todo reino necesita un ejército, ¿no es así? Así que me acordé de los experimentos de Garn. Por fortuna, el continente es rico en minerales mágicos como éste - la máquina en forma de "Y" quedó temporalmente vacía; segundos después, los guardias traían a un nuevo prisionero -. A los sirvientes que me han jurado lealtad les he perdonado. Después de todo, no suponen ninguna amenaza para mí. Los demás están aquí también. Sé que ahora mismo está todo muy vacío, pero dame un poco de tiempo y pronto habré creado mi propia corte.

Si el alma de Elissa hubiera podido desgarrarse, lo hubiera hecho en aquel mismo instante. Necesitaba controlar la repulsión. Necesitaba controlar el miedo. Y aquella necesidad imperiosa de abofetearlo hasta hacerlo entrar en razón.

- ¿Una corte de animales? - dijo, con la voz rota - La muerte sería un destino más compasivo para ellos... - Tum. Tum. Tum. Tum. El pulso le latía con fuerza en los oídos. - No quedan amenazas para ti, Maestro. Tus enemigos están muertos. Has convertido a los hombres en simios. ¿Para qué un ejército? ¿Por qué mancharte las manos con la tecnología de tu hermano...?

Que los dioses la asistieran, no podía detener las palabras que fluían de sus labios. Los ojos le escocían y su garganta estaba reseca.

- Por favor... Revierte el proceso. - O mátalos. La laceraba el recuerdo de aquellas mentes tullidas, podadas, mutiladas; mentes que una vez fueron humanas. Mátalos o lo haré yo.

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime7th Febrero 2017, 12:00

Que Elissa estaba a punto de tener una crisis de ansiedad resultó evidente incluso para él. Rápidamente se abalanzó hacia ella al ver que las piernas le flaqueaban, temeroso de que pudiera caer y hacerse daño, pero la psicóloga se apartó de él, mirándole con asco y disgusto, a punto de vomitar.

- ¿Una corte de animales? -le espetó, furiosa- La muerte sería un destino más compasivo para ellos.

Sus soldados chacales se acercaron a ella con las lanzas en ristre, pensando que se trataba de alguna amenaza para su señor, pero Arión alzó una mano imperiosa para indicarles que debían detenerse, y volvió a mirar a su pupila con preocupación.

- No quedan amenazas para ti, Maestro. Tus enemigos están muertos. Has convertido a los hombres en simios. ¿Para qué un ejército? ¿Por qué mancharte las manos con la tecnología de tu hermano...?

- ¿Que no me quedan enemigos? -replicó, sin poder contener una mueca de amargura-. Elissa, ¿crees que disfruto con ésto? ¿Crees que lo hago porque me entretiene la crueldad sin sentido? Sé lo que estoy haciendo, y también sé que todos éstos hombres me matarían si pudiesen. Piensa lo que dices, Elissa. No todos los habitantes de Atlantis están encerrados en éstas jaulas, sólo los que se opusieron directamente a mí y se negaron a servirme. ¿Crees que puedo confiar en ellos? ¿De verdad lo crees? ¡Elissa, he asesinado a su rey! ¡A ellos no les importa que fuese un inútil impulsivo y descerebrado ni que la guerra contra Namor estuviese a punto de irse al traste por su imprudencia! No les importa que fuese un obtuso y un cabezota, ni que se pasara los días vagando por palacio rumiando sus propias desgracias sin pensar en lo que era mejor para su pueblo. No comprenden que he hecho todo ésto por su bien. Piénsalo, Elissa. Has tenido ocasión de contemplar lo que he hecho al devolver ésta ciudad a donde legítimamente le pertenecía, el lugar que nunca debió abandonar en la superficie. ¡Le he devuelto a Atlantis su antigua gloria! -exclamó.

Estaba indignado por su reacción, dolido por sus acusaciones y furioso porque había pensado que ella sería capaz de entenderle cuando nadie más lo había hecho.

- ¿Crees que soy malvado? ¿Crees que soy un monstruo? ¡Toda mi vida la he entregado al servicio de la humanidad! Los antiguos dioses me consideraban a su mismo nivel a causa de mi poder, me decían que no entendían que me preocupara tanto por los humanos. Les llamaban monos. Monos, sí -alcanzando a Elissa la sujetó con rudeza por los hombros-. Me acusas de haberlos revertido a un estado primitivo, pero no entiendes que lo he hecho por su bien. Ahora, gracias a mi guía, podrán evolucionar de una manera más civilizada y mejor. Sin todos los problemas que han empañado su progreso. Sin la sombra de la avaricia, la corrupción o la guerra.

La soltó de nuevo, dando un paso hacia atrás.

- La reina Mera es posiblemente la persona que más me odia en ésta ciudad. ¿La ves aquí? No. Consideré innecesario someterla a tal crueldad porque no iba a serme útil si la transformaba en uno de mis chacales, así que la tengo encerrada en otro lugar. Si fuera malvado como pareces pensar, si hiciera ésto por diversión, también ella estaría aquí, ¿no te parece? Pero no, Elissa. Hay una verdad muy cruda y dura que debes entender: el fin justifica los medios. Estoy harto de ir por las buenas. El camino recto y noble nunca me ha llevado a ningún sitio. Ésta es la única manera, ¿no lo ves? Todos los que aceptaron de buen grado mi dominio vagan libres por la metrópolis. Sólo los que se me opusieron están aquí, porque es la única manera de garantizar que no intentarán asesinarme en cuanto me descuide.

>>Y no son la única amenaza que hay que neutralizar:

Extendió la mano izquierda y una distorsión de color anaranjado se formó en el aire, como un espejo circular. A través de él, Elissa pudo ver a un grupo de personas desplazándose dificultosamente a través de unas montañas; A tres de ellos los reconoció sin problemas: Hellboy, Deadpool y Constantine. Los demás eran una chica morena con un cayado que viajaba junto a un gigante de hielo, una robusta mujer rubia que vigilaba los pasos de un niño vestido de verde que le resultaba vagamente familiar, un muchacho albino con un parche en el ojo y una calavera con la cabeza envuelta en llamas.

- De alguna manera han conseguido escapar al efecto de la gema del tiempo -le informó-: Uno de ellos tiene una piedra que le permite neutralizar la magia, otro es un dios, y les acompañan dos demonios y dos magos... Diría que sí necesito ese ejército.

Hizo un gesto y la imagen se desvaneció.

- He confiado en la gente toda mi vida, Elissa. En mi hermano confié una y otra vez, creyéndome sus absurdas promesas y patrañas, y una y otra vez caí en sus manipulaciones y engaños. ¿Recuerdas la visión que tuviste acerca de mí? ¿Quieres saber cómo llegué a esa situación? Confié en un hombre que resultó ser un acólito de mi madre, Majistra, y un practicante de la magia negra que me condujo hasta una trampa. De las personas que te he mostrado ahora, confié en todas y cada una de ellas; Constantine me abandonó en un subterráneo repleto de muertos vivientes para robarme un libro de magia; Hellboy me abandonó cuando más le necesitaba; Y Dalae...

Se detuvo, como si las palabras se le atragantaran al decir su nombre. Parecía un nombre de mujer, pero Elissa no podía saber si se refería a la rubia o a la morena.

- También confié en ella -dijo, apretando los dientes con rabia-. Le entregué mi corazón, y ella lo cogió y lo apuñaló. Me utilizó con el único objeto de robarme. El albino y la calavera llameante se decían también amigos míos, pero, ¿sabes qué? Todos vienen hacia aquí, y estoy convencido de que lo único que les mueve es el afán de darme muerte.

>>Así pues, ¿en quiénes quieres que confíe? ¿En el ejército del hombre al cual maté? ¿En su mujer? ¿En el hombre que me abandonó a mi suerte para ser devorado vivo? ¿En el supuesto amigo al que no le importó que me torturaran y violaran? ¿En el otro amigo que trae consigo una piedra mística capaz de dejarme indefenso? ¿En la mujer que me utilizó para robarme mis secretos?

Las lágrimas asomaron a sus ojos, lágrimas de frustración, impotencia y rabia. Tan furioso estaba que no se dio cuenta de la cantidad de información que revelaba de golpe, como lo que le había ocurrido en Asia, pero tampoco le importaba. Había albergado la esperanza de que al menos ella le entendería.

- Márchate si quieres, Elissa. Como te dije en su día, no pretendo retenerte contra tu voluntad. No soy el monstruo que al parecer crees que soy -finalizó con tono amargo antes de darse la vuelta para continuar supervisando las transformaciones.

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Un paso adelante. Dos pasos atrás. Tres pasos adelante. Cuatro atrás.

Así se sentía. Pasos reales, pasos metafóricos; no estaba segura. Dividida entre la compasión y la repugnancia; ambos sentimientos tiraban de ella con tanta intensidad que terminarían por seccionarla en dos mitades. Sabía que Arión sufría. Pero no podía salvarlo. Descendía cada vez más en la espiral de su propia condenación, y ella no tenía forma de impedirlo. Si agarraba su mano, caería con él.

- Yo... - susurró.

¿Ella, qué? ¿Lo sentía? Se obligó a pensar en esos seres; una vez hombres, ahora carcasas. Las palabras de Arión no podían confundirla, había visto lo que era capaz de hacer, y...

... lo comprendía. Lo entendía tan bien...

Él la aferró con fuerza por los hombros y, por un momento, Elissa creyó que iba a abofetearla. Lo vio tan alterado, tan fuera de sí... Desde el momento en que había entrado en el Bar Oblivion, se había mostrado como el hombre poderoso que era, manteniéndolo todo bajo un férreo control. Nunca lo había visto de aquella manera.

Ella no había pronunciado la palabra "malvado" directamente, pero ahí estaba, en los labios de Arión. ¿Sabía entonces, intuía al menos, que había traspasado líneas que ni siquiera los dioses deberían traspasar? Arión la soltó y habló de Mera, con fuego en los ojos, mientras Elissa se frotaba los hombros doloridos.

Cinco palabras más. "El fin justifica los medios".

- Y no son la única amenaza que hay que neutralizar.

Arión conjuró entonces un espejo, una ventana abierta en el aire. Los ojos de Elissa se abrieron de par en par por la sorpresa. ¿Hellboy? ¿John Constantine? ¿Deadpool? ¿Qué estaban haciendo allí? ¿Quiénes eran los demás?

- De alguna manera han conseguido escapar al efecto de la gema del tiempo -dijo Arión-: Uno de ellos tiene una piedra que le permite neutralizar la magia, otro es un dios, y les acompañan dos demonios y dos magos... Diría que sí necesito ese ejército.

Con un gesto del atlante, la ventana se cerró. Elissa aún contenía el aliento, pero apenas se dio cuenta de ello. La llenaban, a la vez, una extraña esperanza y un temor renovado. No estaba sola. Allí había gente a la que conocía. Gente con la que había luchado, a la que había ayudado, o que incluso la habían ayudado a ella. Pero... ¿realmente iban a enfrentarse a Arión? ¡Eran demasiado pocos, incluso habiendo dioses entre ellos! El mismo atlante había mencionado que los dioses lo consideraban su igual. Y, si le vencían, ¿qué harían con él?

- He confiado en la gente toda mi vida, Elissa. En mi hermano confié una y otra vez, creyéndome sus absurdas promesas y patrañas, y una y otra vez caí en sus manipulaciones y engaños. ¿Recuerdas la visión que tuviste acerca de mí? ¿Quieres saber cómo llegué a esa situación? Confié en un hombre que resultó ser un acólito de mi madre, Majistra, y un practicante de la magia negra que me condujo hasta una trampa. De las personas que te he mostrado ahora, confié en todas y cada una de ellas; Constantine me abandonó en un subterráneo repleto de muertos vivientes para robarme un libro de magia; Hellboy me abandonó cuando más le necesitaba; Y Dalae... También confié en ella

Elissa apartó los ojos del lugar donde había flotado la imagen, devolviendo su mirada al rostro de Arión. Había rabia y dolor en su voz, una rabia y un dolor primitivos, sin pulir, al rojo vivo.

-Le entregué mi corazón, y ella lo cogió y lo apuñaló. Me utilizó con el único objeto de robarme. El albino y la calavera llameante se decían también amigos míos, pero, ¿sabes qué? Todos vienen hacia aquí, y estoy convencido de que lo único que les mueve es el afán de darme muerte.

No. Muerte no. Tal vez la mereciera, pero, si todo aquello era cierto, ¿no merecía al menos otros verdugos? ¿No lo habían hecho sufrir bastante?

No puedo salvarte.

¿Podrían ellos poner fin a aquella locura? ¿A los hombres mono, los hombres bestia, el dios convertido en demonio?

Nadie puede.

- Así pues, ¿en quiénes quieres que confíe? ¿En el ejército del hombre al cual maté? ¿En su mujer? ¿En el hombre que me abandonó a mi suerte para ser devorado vivo? ¿En el supuesto amigo al que no le importó que me torturaran y violaran? ¿En el otro amigo que trae consigo una piedra mística capaz de dejarme indefenso? ¿En la mujer que me utilizó para robarme mis secretos?

- Basta... - musitó, llevándose las manos a los oídos. No quería oír más.

El fin justifica los medios.

¿Qué le habría ocurrido a ella, de haber pasado por todo aquello? ¿No hubiera deseado lo mismo? ¿¡No hubiera querido hacérselo pagar!?

No lo entendéis, él sólo quiere salvaros.

Arión había perdido la razón. Su dolor lo cegaba.

Los dioses no pueden permitirse enloquecer.

Salvadlo a él.

- Márchate si quieres, Elissa. Como te dije en su día, no pretendo retenerte contra tu voluntad. No soy el monstruo que al parecer crees que soy.

Ella se quedó quieta, como clavada al suelo. Su parte racional aún ansiaba huir, tomar la palabra de Arión y escapar de aquella ciudad, bella y decadente; el cadáver en descomposición de una hermosa reina.

Él se volvió, dispuesto a continuar con la creación de aquel nauseabundo ejército, leal a él por la fuerza, como perros que permiten las palizas de su amo, siempre y cuando les dé de comer.

- Lo sé. - murmuró, a su espalda, y su voz se ahogó antes de poder decir nada más.

Un hombre, anclado a la máquina, gritó. Y Elissa pareció recuperar la voluntad.

Sus piernas le respondieron y, tambaleantes, la arrastraron al otro lado de la sala. El fogonazo de la máquina sonó tras ella, despertando de nuevo las náuseas.

Ojalá aquella magia que hacía retroceder el tiempo funcionara con él, deseó. Ojalá pudiera traer de vuelta al Arión de su visión. Ojalá nada de aquello le hubiera ocurrido. Ni la violación, ni las traiciones, ni las torturas. Ojalá no hubiera sufrido jamás.

Porque los perseguidos eran los peores perseguidores.

Salvadlo, por favor.

La griega abandonó el ala prohibida, avanzando a trompicones, y después corrió, atravesando corredor tras corredor, apartando de su camino cortinas y criados. Cayó de rodillas en algún momento, fuera del palacio, y rompió a llorar, de pura desesperación.

Aquello era demasiado grande para ella. Arión la había recogido cuando la culpa la consumía; le había mostrado su afecto, había querido enseñarle. Era lo más parecido a un padre que conocería jamás. Pero la locura del Rey Atlante la arrastraba con él, como un navío tragado por la siempre hambrienta boca de Caribdis.

Salvadlo de él mismo...

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime21st Febrero 2017, 00:47

Una mano amiga se posó cálidamente en su hombro.

- Hola, ¿estás bien? -inquirió una voz de mujer.

Tranquila, dijo la misma voz en su mente.

La mano, de tacto suave, la ayudó a levantarse y Elissa pudo ver el rostro de una mujer hermosa de largos cabellos castaños. Iba prácticamente desnuda, con una especie de túnica morada vaporosa muy corta que apenas cubría lo justo, dejando destapado uno de sus pechos, cubierto éste tan sólo por un collar ancho de coral.

- Me llamo Lori Lemaris, pertenezo... o pertenecía a la Liga de la Justicia de Atlantis. Tú debes de ser la pupila de Lord Arión.

Actúa con naturalidad.

- Pobrecilla, estás temblando... -sus manos envolvieron a la psicóloga, frotando sus brazos en un intento por tranquilizarla y transmitirle calor-. Ven, acompáñame hasta mi casa, te serviré algo caliente.

Sígueme, no tengas miedo.

[Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  8a93b698-160a-49f7-a672-c79c60db6375_zps3swrwr5p

La mujer la guió a través de una especie de mercado que exponía sus productos en tenderetes. Arión se había tomado grandes molestias para hacer que la Ciudad de la Puerta Dorada continuase funcionando como si nada hubiera sucedido, y los propios atlantes estaban haciendo su mejor esfuerzo por aparentar normalidad.

La gente tiene miedo -transmitió la mujer en su mente-. Hacen lo posible por complacerle.

Pasaron junto a un puesto de pescados y, al lado, sobre una tarima, descansaban varios dragones en miniatura en jaulas de mimbre. Un poco más adelante, una artesana tallaba cuencos en coral y le ofreció uno a Elissa diciéndole algo en el idioma desconocido de Atlantis. Lori lo rechazó en el mismo idioma y continuó hasta detenerse frente a unas escaleras que conducían hasta un amplio portalón de madera. Flanqueando la puerta, en lo alto de la escalera, había dos esculturas de bronce representando un toro con un disco solar entre los cuernos, como el dios Apis egipcio.

Lori subió las escaleras, abrió las puertas de madera y la invitó a pasar. El interior no era muy grande, pero resultaba acogedor. Le indicó que se sentara a una mesa y empezó a preparar una mezcla de hierbas en agua caliente.

- Con ésto te sentirás mejor.

Estoy segura de que nos está escuchando ahora, pero no puede leer nuestras mentes a ésta distancia. Disimula.

La chica se sentó también a la mesa y dejó un tazón de hierbas humeantes ante la psicóloga. Le sonrió y se quedó observándola (en apariencia) mientras se tomaba el té.

Algo le ha pasado a Arión. En el último mes ha estado cambiado. Su mayordomo nos lo trajo en febrero, muy malherido. Le habían torturado con un látigo, había perdido mucha sangre. Recuperarse le llevó tres semanas, y ya no era el mismo. Le han hecho daño otras veces y nunca había sido así. Le ha ocurrido algo. Aquél día, en China, le ocurrió algo, pero no sabemos qué. No sé si le han reemplazado por un clon, si le controlan mentalmente o si le han corrompido de alguna forma, pero ya no es él. Los demás miembros de la Liga de la Justicia de Atlantis (Aqualad, Mera, Aslan) están encerrados en el palacio. A mí me perdonó porque éramos amigos y a diferencia de los demás no estaba directamente emparentada o relacionada con el rey, así que no me consideró una amenaza inmediata.

- Y dime, háblame de ti -le preguntó una vez se hubo terminado el té, con una sonrisa amigable-. ¿Cómo te llamas? ¿Cómo conociste a lord Arión?  

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime28th Febrero 2017, 18:51

El sobresalto de Elissa al sentir que la tocaban se manifestó en un violento respingo. Se volvió, aterrada, esperando encontrar a uno de los guardias-chacal, tal vez al mismo Arión, aferrando su hombro. Pero se equivocaba.

- Hola, ¿estás bien? - preguntó una mujer, con el rostro lleno de preocupación.

Tranquila, añadió, sin que sus labios se movieran.

Tardó un instante en comprender que era ella quien hablaba de nuevo; esta vez en su cabeza. Su vacilación pasó desapercibida; una duda más en medio de la confusión que sentía. Aún temblaba, dominada por los últimos coletazos de la descarga emocional, y agradeció que ella la ayudara a incorporarse; así no tendía que depender de sus propias rodillas, en las que ahora mismo no confiaba.

La mujer iba vestida con una túnica tan reveladora como favorecedora, y tenía una expresión calmada. Parecía amable; pero, de nuevo, Arión también se lo había parecido en su momento. La griega se escudó en algo parecido al recelo. ¿Quién sería ella? ¿Otra esclava leal al atlante? Peor aún: ¿su reina?

- Me llamo Lori Lemaris, pertenezco... o pertenecía a la Liga de la Justicia de Atlantis. Tú debes de ser la pupila de Lord Arión. - dijo ella, como si le hubiera leído la mente.

Elissa no fue capaz de responder con su propio nombre. Creyó que aquello confirmaba sus sospechas. Tenía delante a alguien leal a él, ¿y cómo iba a ser de otro modo? Ella sabía muy bien qué les ocurría a los que no lo seguían. No estaban allí, caminando libremente por las calles de Atlantis; se pudrían en celdas profundas o se convertían en soldados monstruosos.

Pero... ¿no debía alegrarse de que Lori Lemaris estuviera en el lado de Arión? ¿No era también su lado? ¿O había cruzado, al huír, la delgada línea que separaba a los rebeldes de los esclavos?

Actúa con naturalidad.

De nuevo, la voz sonó, y lo hizo sólo en su cabeza. La sensación era horrible para ella, de una forma imposible de describir. Para alguien como Elissa, que se escudaba siempre tras su hermética fortaleza, a salvo con sus pensamientos, era como tener a un desconocido paseando y danzando alegremente en el interior de su casa. ¿Sabía Lori lo que ella sentía? ¿Lo que pensaba? ¿Iría a contarle a Arión las ridículas conspiraciones que intentaba hilar su mente? ¿Sería juzgada como una traidora, atada a una máquina, convertida en una...?

- Pobrecilla, estás temblando... - la voz de la mujer sonó fuera esta vez; dulce, apaciguadora. El gesto que la acompañaba logró romper el bloqueo y transmitir parte del mensaje a la aterrorizada Elissa. “Cálmate”, parecían querer decir aquellas manos. Elissa obedeció mecánicamente y dejó de resistirse a la invitación que la acompañaba -. Ven, acompáñame hasta mi casa, te serviré algo caliente.

Sígueme, no tengas miedo.

La griega lo hizo. Echó a andar, como si realmente se hubiera convertido en uno de aquellos chacales sin mente y obedeciera, ciegamente, cualquier consigna que le lanzaran. A pesar de sus palabras tranquilizadoras, Elissa no sabía todavía si Lori era amiga o enemiga. Para ser francos, aún no sabía con certeza si el propio Arión era lo uno o lo otro.

Su acompañante la condujo por las calles de Atlantis con paso seguro.

La gente tiene miedo. Hacen lo posible por complacerle.

Igual que yo.

No dijo nada en voz alta. Como si las palabras nunca pronunciadas de Lori le hubieran abierto los ojos, Elissa empezó a mirar a los atlantes como si los viera por primera vez. ¿Era eso cierto? ¿Fingían normalidad, como lo estaba haciendo ella en aquel momento? Sus sentidos se veían atrapados por el bullicioso y exótico mercado, por la miríada de productos extraños que se amontonaban en las paradas. Pero pocos de aquellos abigarrados colores y formas lograron llegar más allá de su retina. Su mente seguía dominada por la duda y el miedo y, en aquel momento, no le permitía centrarse en nada más.

Su inesperada salvadora la guió a la casa de la que había hablado. La siguió a su interior, y el cambio de ambiente le sentó bien. La habitación era silenciosa, y olía a mar y hierbas aromáticas.

- Con ésto te sentirás mejor. - dijo Lori, preparando una infusión para ella.

- Gracias...

Estoy segura de que nos está escuchando ahora, pero no puede leer nuestras mentes a ésta distancia. Disimula.

¿Cómo? ¿Podía haber leído sus mentes, si estuvieran más cerca? ¿Lo habría hecho durante su estancia en el palacio, sin que ella se diera cuenta? La superficie del té que sostenía Elissa se llenó de pequeñas ondas, reflejando el temblor de las manos de la psicóloga. ¿Las estaba escuchando ahora? ¿Podía verla?

“Disimula”, había dicho Lori. Ojalá le resultara tan fácil como a ella.

Algo le ha pasado a Arión. En el último mes ha estado cambiado. Su mayordomo nos lo trajo en febrero, muy malherido. Le habían torturado con un látigo, había perdido mucha sangre. Recuperarse le llevó tres semanas, y ya no era el mismo. Le han hecho daño otras veces y nunca había sido así. Le ha ocurrido algo. Aquél día, en China, le ocurrió algo, pero no sabemos qué. No sé si le han reemplazado por un clon, si le controlan mentalmente o si le han corrompido de alguna forma, pero ya no es él. Los demás miembros de la Liga de la Justicia de Atlantis (Aqualad, Mera, Aslan) están encerrados en el palacio. A mí me perdonó porque éramos amigos y a diferencia de los demás no estaba directamente emparentada o relacionada con el rey, así que no me consideró una amenaza inmediata.

Elissa asintió, o al menos inclinó la cabeza en dirección a la taza, como para tomar un largo trago de té. No sabía cómo reaccionar a las revelaciones de Lori; su cabeza bullía de preguntas acerca de Arión. ¿Cómo podía comunicarse con ella sin que él lo supiera? ¿Bastaría con pensar? La simple idea de que la conexión mental pudiera funcionar en ambas direcciones le producía escalofríos. Atenea no lo quisiera. Ya ni siquiera estaba a salvo en su propia cabeza…

El cambio había tenido lugar en China. ¿Cuál? ¿Qué había ocurrido allí? ¿Cuál de los enemigos que ahora avanzaban hacia Atlantis había logrado torcerlo? Arión les atribuía torturas, abandonos, traiciones. ¿Era simple paranoia? ¿O tenía que ver con la gema que tanto poder le había otorgado? No tenía ni idea de cómo averiguarlo.

- Y dime, háblame de ti - dijo entonces Lori -. ¿Cómo te llamas? ¿Cómo conociste a lord Arión?

- Soy Elissa Stavridis. - respondió, despacio - Él… me vino a buscar. Me trajo aquí desde Nueva York, y me ofreció convertirme en su aprendiz. - mientras hablaba, su mente trabajaba a toda velocidad. ¿Habría más gente como Lori? ¿Gente que estuviera realmente preocupada por Arión? ¿Que pudiera intentar salvarlo, en lugar de darle muerte? - Yo acepté. - continuó, mirando la taza. - Nunca he recibido una enseñanza formal.

Se preguntó qué más podría añadir sin que resultara sospechoso. Tal vez más tarde, con la excusa de irse a dormir, podía intentar acceder al subconsciente de Lori. Él no podría seguirlas allí.

- ¿Puedo preguntarte por ti? ¿Hace mucho que conoces a Arión? No he tenido la oportunidad de conocer a sus amigos aún.

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime1st Marzo 2017, 00:10

Los miedos y temores de Elissa eran los miedos y temores de una persona normal, los miedos y temores que cualquiera tendría en su situación actual. Por eso, en cuanto las terribles imágenes de lo que había visto en la sala de las transformaciones asaltaron su mente sin control, Lori se apresuró a deshacerlas y reemplazarlas por pensamientos de calma y serenidad.

Tranquilízate, nadie va a hacerte daño, le aseguró, y parecía muy sincera.

Inicialmente había pensado que quizás podría utilizarla para llegar hasta los demás miembros de la Liga de la Justicia de Atlantis y liberarlos aprovechando la cercanía que la muchacha tenía con Arión, pero ahora se daba cuenta de que se había equivocado. Elissa era una civil. Una civil con poderes mágicos pero una civil después de todo, y se encontraba totalmente sobrepasada por motivos más que justificados. No tenía ningún derecho a pedirle que se arriesgara por ellos.

, le dijo en respuesta a sus pensamientos. Arión es un mago muy poderoso. En el pasado perdió casi todo su poder pero al volver atrás el tiempo biológico ha regresado a la época en la que aún conservaba su fuerza de manera plena. Leer las mentes es como un juego de niños para él, pero necesita estar físicamente a alcance visual. Y sí, tiene maneras de "ver" lo que acontece en diferentes lugares e incluso en diferentes épocas.

Al decir ésto, Elissa recordó cuando le había mostrado la imagen que mostraba al grupo que avanzaba a través de las montañas.

Pero no te preocupes, puedo leer tus pensamientos. Disculpa que lo haga de ésta forma, pero no tenemos más remedio que hacerlo así mientras hablamos de otras cosas para que él no sospeche.

- Oh, no le conozco desde hace mucho, en realidad... Desde hace aproximadamente un año, cuando apareció con la Colisión. Antes había conocido al anterior Arión, su versión más vieja, ¿conocías esa historia? -dijo mientras se servía a sí misma otra taza de aquél té-. Arión es inmortal y existe desde mucho antes del surgimiento de la primera ciudad. Se dice que nació hace 145.000 años, y la versión de él que había sobrevivido hasta nuestros días era muy diferente del hombre que fue antaño... La eternidad le había vuelto cínico y amargado. Un Señor del Caos llamado Mordru le asesinó, pero sus seguidores, que se hacen llamar a sí mismos "Hijos de Arión" realizaron un ritual para traer a una versión más joven de él, desde el pasado, porque según las Crónicas de Choloh él estaba destinado a ser el salvador de la humanidad y creían que el mundo no podría sobrevivir sin él. Ése es el Arión que tú has conocido -hizo una pausa para beber un sorbo de su taza-. Me daba un poco de lástima. Parecía tan fuera de lugar, tan perdido... Era muy tierno cuando me hablaba de su antigua esposa, bastante más agradable que su versión más vieja. Aún conserva su espíritu, ¿sabes? El del anterior Arión. Mordru robó el cuerpo y encerró el espíritu dentro de una gema roja. Es la gema que lleva en el pecho, aunque desde que volvió de China hace un mes no he vuelto a verle llevarla.

Quizá si pudiéramos encontrar esa gema y hablar con el otro Arión podríamos averiguar lo que le ha pasado a su álter-ego... Porque el hombre que tú has conocido no es él. El Arión que yo conocí era bondadoso, desinteresado, amable, capaz de sacrificarse a sí mismo para proteger a la humanidad, no éste tirano despótico que nos tiene aterrorizados a todos. Lamento decirte... que no tiene muchos amigos. No pudo encajar demasiado bien en el siglo XXI. Había un muchacho tuerto albino... Razor se llamaba. Parecía tenerle en gran estima cuando nos encontramos en México.

¿Un tuerto albino? En la visión que le había mostrado Arión había un chico así. ¿Cuántos hombres podían existir que encajaran con esa descripción?

Después estaba aquél místico del otro universo... el doctor Extraño. Estuvo tratándole de sus heridas cuando le trajeron de China. También se llevaba bien con la Mujer Maravilla. Pero a Arthur... Bueno, le ha asesinado, y su mujer, Mera, contrató a un grupo de mercenarios para que le mataran. No estuvo bien... pero puedo entender su dolor.

- Entonces... ¿vas a aceptar dar lecciones con él?

No negaría que le vendría bien tener a la psicóloga cerca de él para poder averiguar en dónde ocultaba la piedra, o en dónde tenía encerrados a los demás miembros de la Liga, pero no la obligaría a correr tal riesgo en contra de su voluntad. Bastante asustada estaba ya.

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime3rd Marzo 2017, 17:36

Lori Lemaris le daba paz.

No sabía si se debía a su tono dulce, a las palabras tranquilizadoras que conjuraba en su mente, o a lo que fuera que llevaba aquella infusión que le había preparado, pero Elissa se fue calmando lentamente. El ritmo de su corazón perdió el matiz de spiccato y las imágenes de la tortura se emborronaron ligeramente, concediéndole un breve y bienvenido respiro.

Lori respondió a sus pensamientos, confirmando así lo que la psicóloga había temido: la telepatía no funcionaba en un único sentido. La sensación de vulnerabilidad seguía allí, aunque apaciguada por el hecho de que la atlante no se mostrara hostil, ni contra ella... ni contra Arión. Elissa no comprendía muy bien el porqué, pero no quería hacer daño al atlante, ni soportaba la idea de traicionarlo, pese a las atrocidades que había podido contemplar. Una parte de ella se repetía que él nunca la había tratado mal; la misma parte que creía que no merecía otro cuchillo clavado por la espalda. La que no quería darle la razón en su visión tergiversada del mundo con un: ¿ves como tenía razón? tú también me has traicionado.

- Oh, no le conozco desde hace mucho, en realidad... Desde hace aproximadamente un año, cuando apareció con la Colisión. Antes había conocido al anterior Arión, su versión más vieja, ¿conocías esa historia? - se la narró, mientras bebía una taza de té. No dejaba de sorprenderla la cantidad de facetas que el atlante parecía poseer. El joven idealista, el inmortal de carácter agrio, el rey loco que convertía hombres libres en esclavos.

- Visité con él la tumba de su esposa... Me habló de ella, era una mujer admirable. - dijo.

El detalle de la gema, con el otro Arión atrapado dentro, había llamado su atención.

Quizá si pudiéramos encontrar esa gema y hablar con el otro Arión podríamos averiguar lo que le ha pasado a su álter-ego...

Ah. Pero lleva una gema consigo. Él me la mostró. Le ha otorgado el poder para hacer todo esto. ¿No se trata de la misma?

Ella también se sirvió una segunda taza de té, justificando así el largo silencio que se había acomodado entre ellas.

No puedo creer que el Arión que yo he conocido sea el mismo del que me hablas, pensó, con sinceridad.

Porque el hombre que tú has conocido no es él. El Arión que yo conocí era bondadoso, desinteresado, amable, capaz de sacrificarse a sí mismo para proteger a la humanidad, no éste tirano despótico que nos tiene aterrorizados a todos. Lamento decirte... que no tiene muchos amigos. No pudo encajar demasiado bien en el siglo XXI. Había un muchacho tuerto albino... Razor se llamaba. Parecía tenerle en gran estima cuando nos encontramos en México.

He visto al hombre que describes. Arión me lo mostró. Viene hacia aquí. Viene a enfrentarse a él, y no está solo.

Después estaba aquél místico del otro universo... el doctor Extraño. Estuvo tratándole de sus heridas cuando le trajeron de China. También se llevaba bien con la Mujer Maravilla. Pero a Arthur... Bueno, le ha asesinado, y su mujer, Mera, contrató a un grupo de mercenarios para que le mataran. No estuvo bien... pero puedo entender su dolor.

Elissa también podía.

... El albino y sus acompañantes... Arión cree que vienen a matarlo., le transmitió a Lori, mediante sus pensamientos, Pero, ¿y si el Arión que tú conociste aún está allí dentro? Los ojos azules de la griega buscaron los de la atlante en un mudo gesto de súplica. Sí, hay que parar esta locura antes de que vaya a más. Sí, alguien tiene que detenerlo. Pero... si de verdad eres su amiga, por favor, no permitas que lo maten.

- Entonces... ¿vas a aceptar dar lecciones con él?

- Sí. De hecho, empieza a ser tarde, y debería regresar. - respondió, con suavidad. Y, con tan solo decirlo, sintió un escalofrío pensando en volver al palacio y verlo otra vez.

Es más, él sabría, sin duda, que Elissa no había salido del ala prohibida siendo la misma. Tal vez sospechara de ella. Y, aunque no lo hiciera, podía leerle la mente en cualquier instante, de la misma forma en que lo hacía aquella mujer.  

Pero había una esperanza implícita en las palabras de Lori; Arión no era el mismo, de acuerdo, pero tal vez aquel cambio se pudiera revertir. ¿Se atrevía a correr el riesgo?

¿Tienes alguna idea de dónde puede estar la gema de Arión?, preguntó.

Y después, otra pregunta, casi más apremiante que la primera, dado lo que pensaba intentar.

¿Existe alguna forma de proteger mi mente de él?

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime4th Marzo 2017, 00:16

Lori puso cara de extrañeza cuando Elissa le habló de la otra gema.

No, la gema de la que yo hablo no contiene ninguna clase de poder. No fue más que el recipiente que su padre usó para preservar su esencia vital cuando su cuerpo fue destruido siendo un niño. Caculha enterró la gema en el corazón de una estrella hasta que tuvo el poder suficiente para moldearle un cuerpo nuevo con magia y traerle de vuelta. No es más que un recuerdo, algo simbólico.

- ¿No te parece que está demasiado fuerte este té? -comentó en voz alta para justificar su sorpresa anterior-. Creo que me he pasado con la mezcla de hierbas... Dame, te traeré algo de agua.

Se levantó para recoger los vasos, y en ese momento Elissa recibió una imagen mental de la piedra a la que se había referido Lori. Era como un huevo de color rojo intenso, bastante más grande que la gema que le había visto usar a Arión y que le cabía perfectamente dentro de la mano. El color también era distinto. Estaba claro que no se trataba de la misma piedra, lo cual era un alivio, porque no creía probable que Arión se separara de un objeto tan poderoso, pero si la piedra que buscaban no era más que un simple recuerdo sin valor era más probable que la mantuviera desatendida o que tardara en descubrir su pérdida.

Mientras utilizaba una jarra para llenar dos vasos de agua, Lori pensó en la información que acababa de darle Elissa. Había más gente que había conseguido resistir la maldición y se dirigían hacia allí para enfrentarse a él. Bien, eso significaba que no debían precipitarse. Era mejor esperar y atacar cuando las circunstancias les fueran más favorables. Pero si podían averiguar mientras tanto el paradero de la gema corazón y por tanto descubrir lo que le había pasado a Arión, quizá tuvieran más oportunidades de detenerle, o de impedir que los otros le matasen.

Cuando volvió con los dos vasos de agua evitó intencionadamente la mirada de Elissa, manteniéndola fija en los vasos para que no se derramasen, que era lo que cualquiera habría hecho. Así evitaba sospechas.

Si de verdad está allí haré lo que pueda, pero no prometo nada. Por eso necesito llegar hasta la gema y las respuestas que contiene.

Sí que la miró a los ojos cuando la psicóloga manifestó su intención de regresar, y la tomó de las manos, acariciándolas levemente en un mudo gesto de agradecimiento.

- Haces bien. Él... no es malvado y se siente muy solo. Estoy segura de que agradecerá tu compañía.

Te lo agradezco... Estás siendo muy valiente. La gema forma parte del Manto del Salvador a modo de adorno. Lo guarda en su Ciudadela. No podrás ir allí sola; es su Sancta Sanctórum y estará repleto de protecciones mágicas, pero lo más probable es que las lecciones sean allí. Averigua lo que puedas y no te arriesgues más de lo necesario.

Cuando retiró las manos de las de Elissa, ésta pudo notar un objeto entre ellas, una especie de colgante con la forma de una lágrima.

No lo mires aún, no hasta que estés segura de que estás sola. Es un antiguo amuleto de mi pueblo. Te protegerá contra intrusiones mentales no deseadas.

Cuando formabas parte de una raza de telépatas era inevitable que surgieran medidas para preservar tu intimidad.

Es mágico, pero pasará desapercibido gracias a tu propia esencia mágica. Yo lo he estado usando hasta ahora y he podido ocultarle mi disidencia. A partir de ahora será mejor que no me cruce con él, pero a ti te va a hacer más falta.

En su caso, Lori también había podido enmascararlo con magia, aquella perteneciente al conjuro que transformaba su cola en piernas humanas cuando se encontraba en la superficie. La magia que emanaba del amuleto era demasiado sutil y leve como para remarcarse por sí misma.

Llévalo siempre en torno al cuello y procura ocultarlo bien bajo la ropa, pues se iluminará cada vez que alguien intente acceder a tu mente.

Tomando su cabeza entre sus manos, depositó un suave beso sobre su frente.

- Ahora vete, antes de que se haga más tarde. Mucha suerte.

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- ¿No te parece que está demasiado fuerte este té?

Elissa asintió vagamente, distraída. Pensaba en la gema de Arión. Era imposible que se tratara de la misma joya que ella había visto. Lo intuyó tan pronto como vio la reacción de la atlante, y la imagen que Lori proyectó en su mente no hizo más que confirmar sus sospechas.

Es cierto. Él lleva una joya más pequeña. Se incorporó para ayudar a Lori con la bandeja, e hizo una mueca. No me basta… Necesito esa promesa. Quiero que se detenga, pero no quiero hacerle daño. Él no me ha hecho daño. Necesito que estemos en paz.

Se conocía lo suficiente como para saber que no podría añadir otra culpa a su larga lista. La balanza ya estaba lo bastante desequilibrada en aquel sentido. Una parte de ella, la que se aferraba a “lo correcto”, creía que no podía pagar así al atlante. Al fin y al cabo, él le había perdonado la vida y le había ofrecido la oportunidad de aprender. La otra parte de ella, la que luchaba por sobrevivir y mantener la cordura, pensaba parecido: Si le hacían daño a Arión, no quería estar allí para verlo.

No soy valiente. Estoy asustada. Ante el cumplido de Lori, Elissa se sentía incómoda. Como si fuera una niña a quien su madre acabara de elogiar por su entereza ante el dentista. La Ciudadela sonaba como un sitio aterrador; mucho más que una docena de visitas al dentista. No, no quería arriesgarse más de lo necesario. No quería convertirse en una psicóloga con cabeza de chacal.

Notó como Lori depositaba algo entre sus manos. Las sentía frías y pegajosas por culpa del sudor. Ni siquiera se había dado cuenta de que estuviera tan nerviosa.

Gracias, respondió, despacio, mientras pronunciaba unas palabras similares en voz alta.

- Gracias por el té. Espero que volvamos a vernos pronto.

Escuchó sus recomendaciones con los oídos de su mente. Era consciente de que Lori acababa de ponerse en peligro por ella. Su miedo se acentuó ligeramente, cobrando un matiz distinto, revestido de anticipación. ¿Y si la descubrían? Probablemente fuera su única aliada en aquella ciudad. Y Arión… los dioses sabían qué le haría si averiguaba que conspiraba contra él.

Los dioses lo sabían, sí. Y Elissa también. Intentó apartar de su mente el recuerdo de la máquina y cerró los ojos cuando Lori le besó la frente.

Gracias, repitió, sintiendo un extraño desasosiego.

- Ahora vete, antes de que se haga más tarde. Mucha suerte.

Asintió, agradecida, y se despidió de la atlante. Sus pasos la condujeron de regreso al palacio, lentos, inseguros. ¿Cómo la recibiría él?

Avanzó todo el camino con la sensación de que podían observarla. No tenía ni idea de cuándo estaría “sola”. Apretó el colgante contra la palma de su mano. Al llegar al palacio, buscaría un momento de intimidad. Supuso que a Arión no le extrañaría que quisiera darse un baño y cambiarse de túnica.

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Al llegar al palacio la estaban esperando unos sirvientes que, sin decir palabra, la acompañaron hasta los baños, una espaciosa y luminosa sala con una bañera tan grande como una piscina flanqueada por columnas. Cuando Elissa tocó el agua la sintió cálida, perfecta para el baño. Los sirvientes dejaron una túnica limpia (verde con estrellas doradas) sobre un diván cercano y se marcharon, dejándola sola para que pudiera relajarse en la intimidad.

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Cuando Elissa terminó y salió los vio fuera, esperando para llevarla con Arión. Él aguardaba en un enorme salón, en el extremo de una larga mesa de banquetes en donde sólo había dos servicios completos. Sin embargo, no estaban solos; una hermosa mujer cantaba de fondo de manera embriagadora, acompañada por los melodiosos acordes de un harpa y un violín que otorgaban a la música una cualidad onírica. Arión la contempló hasta que hubo tomado asiento en la mesa y, después, llevándose la copa de vino a los labios, comentó:

- Te sienta bien ese vestido...

Dejó de nuevo la copa sobre la mesa y aguardó hasta que los criados hubieron servido el primer plato: una deliciosa crema de verduras y champiñones.

- Hum, y dime... ¿qué tal te ha ido en la ciudad? -inquirió al cabo de un rato, dubitativo y a todas luces inseguro, o quizás extrañado porque algo bloqueaba sus intentos por acceder a su mente-. Me... alegra que hayas decidido volver. Si he de serte sincero, no pensaba que lo harías. ¿Puedo preguntar a qué se ha debido el cambio de opinión?

Unos suaves toques de percusión entraron en escena, confiriendo el toque justo de realidad para recordarles que aún estaban despiertos, y, acompañando al ritmo, varios muchachos y doncellas jóvenes comenzaron a danzar hipnóticamente.

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime23rd Marzo 2017, 19:55

Como si hubieran leído sus pensamientos, el baño la esperaba a su llegada al Palacio. Por un momento, la paranoia la golpeó en el pecho y la desazón cayó sobre ella como una jarra de agua fría. ¿Podía Arión realmente leerle la mente? ¿Era posible que lo supiera todo? ¿Era aquella su manera retorcida de demostrarle que no podía huir de él? Aferró el colgante de Lori, como si aquello fuera a protegerla de algún modo, y no dijo ni una palabra a los criados que la acompañaban, ni un simple agradecimiento.

Cuando se encerró en los baños, tenía la ansiedad a flor de piel. No podía ser, tenía que ser una coincidencia, una casualidad. Su mente intentó aferrarse a ello, convencerse de que sólo era azar. Pero su subconsciente rechazaba la hipótesis con violencia. Fue allí, en aquellas lujosas termas, justo cuando salía del agua, cuando tuvo la primera crisis de angustia.

No sabía qué había empezado primero, si la opresión, o aquella sensación de ahogo, como si lo hubiera oxígeno suficiente en aquella habitación caldeada; o tal vez fuera ella la que era incapaz de aspirar el aire por el que clamaban sus sedientos pulmones. En respuesta, el corazón empezó a galoparle en el pecho, como si tratara de abrirse camino hacia el exterior, y su estómago se revolvió con la misma determinación. Sintió que le fallaban las piernas, y un sudor frío le cubrió el rostro y las manos, que temblaban sin control. Estuvo segura de que moriría, o de que se volvería loca; o tal vez ambas cosas, una detrás de la otra, si es que aquello le estaba ocurriendo a ella y no a otra persona. Creyó que se caía, y se aferró a una de las columnas, boqueando y llevándose la mano al pecho.

La verdadera explicación no acudió a su mente hasta que empezaron a dormírsele los dedos. Entonces, la letanía de síntomas se ordenó en su cabeza, adquiriendo sentido. Ansiedad. Era ansiedad. Se iría… tenía que irse, no podía durar mucho más. Por todos los dioses, ¿cuántos minutos llevaba así?

Le pareció que el instante se dilataba para convertirse en eternidad, y pensó en huir, en correr, en pedir ayuda a los guardias, a Arión. Cuando, al fin, la crisis terminó, Elissa estaba tan empapada de sudor que tuvo que llenar un cubo de agua y volver a lavarse la piel. Sus brazos protestaron por el esfuerzo, drenados como estaban de adrenalina. Deseó irse a la cama, dormir, desaparecer. Agotada, miró la túnica que la aguardaba y supuso que era una elección de Arión.

El verde no era el color de Elissa; sino el de su esposa muerta, Chian. Mientras se la ponía y ocultaba el colgante de Lori entre sus pliegues, la psicóloga se preguntó si la túnica le había pertenecido a ella. Fue la primera de decenas de cuestiones que se arremolinaron en su mente abotargada. ¿Era aquello una buena o una mala señal? ¿Qué venía ahora? ¿Querría verla Arión? ¿Sabría lo sucedido aquella tarde con Lori Lemaris? ¿La castigaría a ella? Descubrió que no había nada que le apeteciera menos en aquel momento que reencontrarse con su anfitrión. Le tenía demasiado miedo.

Pero no tuvo demasiada elección. Los criados la esperaban fuera y, si alguno de ellos había encontrado el baño demasiado prolongado, no lo mencionó. La escoltaron por el bello palacio, mientras ella trataba de no estremecerse bajo la túnica prestada. En otras circunstancias, el colgante de Lori le hubiera dado más seguridad. Ahora, sólo podía temer lo que Arión le diría o le haría en cuanto la viera.

No esperaba una cena.

Elissa se quedó perpleja al entrar en el salón; el ambiente cálido y acogedor, la dulce música y la cortesía de Arión… nada de aquello encajaba en su agitado estado de ánimo. Por un momento no supo qué hacer, pese a ser evidente que aquel segundo juego de platos y cubiertos la aguardaba a ella. Murmuró un "buenas noches" y se sentó, de nuevo en tensión, evitando expresamente los ojos verdes del atlante, pero sintiéndolos fijos en ella de todos modos.

- Te sienta bien ese vestido... - comentó.

Nunca la había halagado físicamente. Elissa sintió que se ruborizaba, y no fue agradable en absoluto. ¿Debía darle las gracias? ¿Devolverle el cumplido? El miedo aún paralizaba su lengua, y sólo pudo hacer una inclinación de cabeza, deseando que fuera lo suficientemente cortés.

¿Cuándo le hablaría de lo que sabía? ¿Cuándo la confrontaría por su traición? Elissa esperaba el momento con temor, un miedo que no era tan distinto del que habría albergado de niña ante la amenaza de un castigo. La cadena de la lágrima de Lori pesaba, el colgante le quemaba contra la piel. Pensó en arrodillarse ante Arión y suplicarle perdón, confesarlo todo entre balbuceos. Pero no lo hizo, porque su aprensión era aún mayor.

Se llevó una cucharada a la boca, aunque no tenía hambre. Fue él quien volvió a hablar, rompiendo el silencio que se había acomodado entre los dos.

- Hum, y dime... ¿qué tal te ha ido en la ciudad? -preguntó, y fue la primera vez que Elissa percibió duda en él-. Me... alegra que hayas decidido volver. Si he de serte sincero, no pensaba que lo harías. ¿Puedo preguntar a qué se ha debido el cambio de opinión?

Se atrevió a mirarlo por encima del borde de su vaso de vino, buscando trazas de aquella misma inseguridad en su rostro. ¿Podía ser verdad que no lo supiera? ¿Había sido demasiado desconfiada? ¿Y si no sospechaba nada? ¿Y si el miedo la estaba volviendo paranoica?

- Ha ido… bien. He conocido a alguien. Lori Lemaris. - respondió, y estudió el fondo de su copa, como si allí se ocultaran las respuestas a todas aquellas preguntas. O tal vez las mentiras con las que iba a sustituir a aquellas respuestas. Si el colgante de Lori no la protegía ahora, nunca más volvería a hacerlo - Yo…Estuve hablando con ella. Se dirigió a mí como tu aprendiz. Me hizo recordar tu oferta.

Un grupo de bailarines empezó a danzar en el salón, capturando por un instante la atención de la griega.

- Sería una inconsciente si la rechazara. - prosiguió, despacio, dejando el vaso sobre la mesa - Puede que nunca tenga otra oportunidad de aprender.

Le hubiera gustado preguntarle algo. ¿Por qué aquella cena, vestidos con sus mejores galas, acompañados de música? La situación era confusa para ella, una mezcla de sensaciones agradables y desagradables, recuerdos que quería enterrar, emociones encontradas. Le pareció que aquella situación era una inquietante parodia de otra muy parecida, vivida muchos meses atrás; comida francesa en lugar de atlante, un violín y un piano en lugar del arpa; y, sentado al otro lado de la mesa… Dragoslav, en lugar de Arión. O tal vez era que los recuerdos sumergidos y reprimidos empezaban a aflorar en ella también.

Había una diferencia. Eclipse le había enseñado música. Arión podía enseñarle magia.

- Quiero dejar de temer la magia. Ser yo quien la controle. - explicó. Hizo otra pausa. Y volvió a hablar. - Y hay otra cosa. No soy una desagradecida. Sé muy bien que me has salvado la vida.

Una vida que, por otra parte, se había visto amenazada por él.

Arión de Atlantis era un enigma para ella. Atractivo, magnético, pero que también le causaba repulsión. Un hombre al que quería acercarse y del que no podía alejarse. Padre, demente, maestro, torturador, amigo, carcelero. Sentía por él respeto, lástima, afecto...

Miedo.


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Elissa no andaba demasiado errada en sus suposiciones. Por supuesto, era imposible recuperar las verdaderas prendas y objetos que habían existido 45.000 años atrás, así que Arión lo estaba recreando todo con magia a partir de sus recuerdos, pues ahora que había restablecido todo su poder con ayuda de la gema del tiempo era capaz de crear objetos de la nada y de tejer utilizando los hilos multicolor. Y la mayoría de sus recuerdos en cuanto a vestuario femenino procedían efectivamente de la mujer con la que más se había relacionado: su esposa, Chian.

Podía resultar extraño, y posiblemente perturbador, pero Arión no era precisamente un experto en moda femenina y no conocía prácticamente nada en la materia. Tampoco había tenido muchas amigas, y de las que tenía, la única que había suscitado en él el interés como para fijarse en lo que llevaba puesto había sido Chian, así que era su única referencia.

- Lori... -musitó, contemplando el fondo de su copa de vino como quien visualiza un océano imaginario-. Es una sirena... ¿lo sabías? Estaba enamorada de Supermán, y llegó hasta el punto de buscar la manera de que la alteraran mágicamente para poder vivir en la superficie y estar con él. La imbuyeron con un conjuro que hace que cuando su cola se seca se transforme en piernas, y cuando se moja, vuelve a convertirse en sirena. Sin embargo, a pesar de todos su sacrificios y esfuerzos, él la dejó para irse con otra... Igual que te pasó a ti con Drago -al mencionar el nombre alzó la mirada para encontrar una vez más la de la muchacha-. Tenéis mucho en común y me consta que es buena persona. Seguro que os llevaréis bien. Podría incluso invitarla a vivir en el palacio si eso te haría sentirte mejor, más... acompañada.

Con un suspiro, se levantó y salvó la distancia que le separaba de ella a través de la larga mesa para ir a sentarse a su lado.

- Mi pobre Elissa... No te he salvado la vida, tan sólo evité que corrieras el mismo destino que los demás porque no lo merecías -musitó acariciándole levemente la mejilla-. Sé que sólo lo dices porque me tienes miedo -al decir ésto, Elissa pudo ver una sombra de dolor atravesando sus ojos esmeralda, por lo general tan hermosos, pero que ahora se veían afligidos-. Es duro de aceptar, de reconocer... -añadió, mordiéndose levemente el labio inferior-. Pero todos en ésta ciudad me tienen miedo. Creo que incluso Lori, que una vez fue mi amiga cuando estaba en la Liga. Ellos... no lo comprenden. No tendría por qué ser así.

De un gesto, despachó a los músicos y bailarines, que se marcharon de la sala en silencio. Arión se puso de pie y empezó a vagar sin un destino determinado, con aire meditabundo.

- No consigo entenderlo. Les he librado de un rey irresponsable e inútil que estuvo a punto de hacer fracasar la misión de rescate de Atlantis durante la guerra contra Namor, y le he devuelto a su ciudad su antiguo esplendor, permitiéndoles una vez más caminar por la superficie. Han recuperado todo lo que les fue negado a causa de mi fracaso como Salvador y protector. Deberían estarme agradecidos pero en lugar de eso me tienen miedo. Y tú también... -dijo volviéndose de nuevo hacia ella-. Elissa, me duele verte así. ¿Qué tengo que hacer para que entiendas que no quiero hacerte daño? Eres parte de mí, de mis descendientes, y puede que seas una de las pocas personas que ahora mismo no me odia. Quiero que seas mi aprendiz, pero quiero que vivas aquí por tu propia voluntad, porque realmente quieras hacerlo, no por temor hacia mí. ¿Qué tengo que hacer para que seas feliz? ¿Quieres que te traiga de vuelta a tu hermana? ¿A ese hombre? ¿Que invite a Lori a vivir en el palacio? Dímelo y, si me es posible, lo haré.

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La sorprendió la revelación de Arión acerca de Lori. Sí, podía parecer evidente que había sirenas en Atlantis, pero no se le hubiera ocurrido que su recién descubierta aliada pudiera ser una de ellas. Cuando el atlante mencionó su cola, Elissa supuso que se trataría de una mujer pez, más similar a las nereidas que cabalgaban sobre delfines que a las aterradoras mujeres con cuerpo de ave que poblaban los cuentos de su infancia. Se preguntó si Lori sería capaz de hechizar a los mortales con su canto, de atraerlos hacia la orilla hasta hacerlos naufragar, y aquello la condujo a la parte de la revelación que más la extrañaba. ¿Una sirena enamorada de Superman? ¿Y el Hombre de Acero la había abandonado, pese al sacrificio que hizo por él...? Elissa sintió una honda simpatía por la mujer, seguida de una profunda desazón, motivada por la comparación del atlante. Él pudo verla en sus ojos cuando la miró; una reacción muda al nombre pronunciado en voz alta, el dolor de una herida no cerrada todavía. Elissa no hizo ningún comentario al respecto de la oferta de Arión, simplemente devolvió la mirada a su plato, y trató de seguir comiendo, de no pensar.

Él recorrió la distancia que los separaba, sentándose a su lado, como si pudiera percibir su dolor. Su cercanía, su inesperada amabilidad, frenaron un poco la zozobra que sentía Elissa; pero la caricia en su mejilla estuvo a punto de hacerla prorrumpir en llanto. ¿Cómo era posible? ¿Cómo podía un simple nombre tener tanto poder sobre ella? ¿Lo sabía Arión cuando lo pronunciaba? ¿Era intencionado? ¿Utilizaba el recuerdo del bosnio como un conjuro, sabiendo que la hería y la desarmaba, ahogándola en culpa? ¿La estaba utilizando? ¿O se preocupaba de verdad por ella, ofreciéndole consuelo de la única forma que conocía?

- Mi pobre Elissa... No te he salvado la vida, tan sólo evité que corrieras el mismo destino que los demás porque no lo merecías. Sé que sólo lo dices porque me tienes miedo -buscó su mirada de nuevo, y la griega creyó leer en ella verdadedo dolor-. Es duro de aceptar, de reconocer... Pero todos en ésta ciudad me tienen miedo. Creo que incluso Lori, que una vez fue mi amiga cuando estaba en la Liga. Ellos... no lo comprenden. No tendría por qué ser así.

Arión indicó a los músicos que se retiraran. La sala quedó envuelta en un silencio que era ausencia de música, y también algo más. Elissa dejó a un lado los cubiertos. Era incapaz de seguir comiendo.

- No consigo entenderlo. Les he librado de un rey irresponsable e inútil que estuvo a punto de hacer fracasar la misión de rescate de Atlantis durante la guerra contra Namor, y le he devuelto a su ciudad su antiguo esplendor, permitiéndoles una vez más caminar por la superficie. Han recuperado todo lo que les fue negado a causa de mi fracaso como Salvador y protector. Deberían estarme agradecidos pero en lugar de eso me tienen miedo. Y tú también...

Él tenía razón, por supuesto, pero Elissa luchó por no apartar la mirada cuando sus ojos volvieron a encontrarse.

-. Elissa, me duele verte así. ¿Qué tengo que hacer para que entiendas que no quiero hacerte daño? Eres parte de mí, de mis descendientes, y puede que seas una de las pocas personas que ahora mismo no me odia. Quiero que seas mi aprendiz, pero quiero que vivas aquí por tu propia voluntad, porque realmente quieras hacerlo, no por temor hacia mí. ¿Qué tengo que hacer para que seas feliz? ¿Quieres que te traiga de vuelta a tu hermana? ¿A ese hombre? ¿Que invite a Lori a vivir en el palacio? Dímelo y, si me es posible, lo haré.

La griega bajó la mirada hasta posarla en sus manos, que descansaban sobre su regazo. Fue consciente del sutil temblor en ellas, y recordó su crisis de pánico en el baño, una hora antes. No estaba bien. Necesitaba estar sola, descansar. Pensó en responder con una evasiva, disculparse y huir a la seguridad de su habitación.

Pero, en lugar de eso, le contestó.

- Te pediría que libraras a mi hermana y a mi madre de tu maldición. Te pediría que detuvieras tu cruzada, que devolvieras su humanidad a los hombres chacal. Te pediría que me hablaras de mi padre. Te pediría que me arrebataras toda traza de magia, y que te quedaras con todos mis recuerdos acerca de Dragoslav Katich. Te pediría que destruyeras todos los que él guarda de mí, o que los vuelvas a enterrar en lo más profundo de su subconsciente, de donde nunca deberían haber salido. Te pediría que perdonaras al mundo que te ha traicionado, y que volvieras a ser el héroe de quien tanto he oído hablar. Pero… ¿cuántas de esas cosas podrías concederme? - si su voz sonó triste o amarga, Elissa no se percató de ello. Sus ojos regresaron a Arión; su tensa e inestable apariencia de serenidad haciéndose pedazos. - Tienes razón… Te tengo miedo. Pero te creo cuando dices que no quieres hacerme daño. Sé que lo dices de verdad.

Enmudeció de nuevo, llevada por la incerteza. Un peso sordo e inmóvil se había acomodado en su pecho, y las palabras que pugnaban por salir de ella componían el retrato más descarnado de su realidad, lo que nunca se había atrevido a contarle a nadie; ni a su madre, ni a June, ni siquiera a Lyz.

- Pero me haces daño, o tal vez me lo hago yo misma, no lo sé. Nunca me he sentido tan frágil como ahora. No sé quién soy. Nunca he sabido quién soy. - su voz temblaba ligeramente, como ondas en la superficie de un estanque - He pasado tanto tiempo en la mente de otros que soy incapaz de separar lo que sienten de lo que siento yo. Ahogo mis emociones en el torrente de las suyas, y así las olvido, como si sumergiera la cabeza en la Laguna Estigia. Pongo nombre a sus emociones: tristeza, miedo, alegría, dolor. Pero yo no sé lo que siento, ni me detengo a intentarlo, porque no quiero saber, no quiero mirar dentro de mí.

¿Por qué aquella catarsis, allí y ahora? Las palabras fluían sin que pudiera detenerlas, sin que quisiera o supiera frenarlas. En realidad, aquel derrumbamiento llevaba días, meses, años gestándose, pero ella no había sido consciente de su gravedad; no había sabido medir la fragilidad del suelo, ni la profundidad de la fosa que se abría bajo sus pies.

- ¿Y si no me gusta lo que veo? O, peor aún, ¿y si no veo nada? - en aquellas palabras había un atisbo de urgencia, de terror - La mayor parte del tiempo es como si fuera dos personas distintas… No, no dos, tal vez más, muchas más, como si el espejo en que intento mirarme estuviera roto en mil pedazos. Y no sé si son ellos, o soy yo...

Sus manos se aferraron al borde de la mesa; sentía un hormigueo en la punta de los dedos, y comprendió que estaba hiperventilando. La llenó una sensación de irrealidad.

- ¿Cómo puedo detener esto?- suplicó- Ayúdame, Arión...

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Le dejó hablar sin interrumpirle, y sólo cuando hubo cesado le llegó su turno, y una vez que empezó ya no hubo forma de parar, como el río que se desborda por encima de una presa derruida.

Arión escuchó cada una de las peticiones que seguían en ordenada sucesión, una detrás de otra, y volvió a sentarse, sintiéndose abrumado al comprobar que la infelicidad de su involuntaria invitada era aún mayor de lo que había sospechado.

Podría haber respondido aprovechando el instante de silencio que siguió después, pero no lo hizo. Ella le había permitido hablar hasta el final y deseaba corresponderle de igual manera.

Y entonces llegó la peor parte, la que daba origen a todas sus ansiedades y preocupaciones. La suma de sus miedos era tal que resultaba sorprendente que la muchacha hubiera tardado tanto en estallar.

Arión no era médico, no sabía lo que era el dióxido de carbono y no conocía las características técnicas de la hiperventilación, pero sabía reconocer un ataque de pánico cuando lo veía, y sabía también cómo debía tratarlo... a su manera.

Desde el asiento en el que se encontraba cerró sus ojos físicos y abrió su tercer ojo, el ojo de Ra, que se dibujó de manera estilizada en la palma de su mano abierta, permitiéndole ver más allá de hasta donde podría llegar un simple mortal. A través de las nieblas de su segunda vista, fue capaz de alcanzar y acariciar la mente de Elissa, inundándola con una gratificante sensación de calma, relajación y paz. Bajo su cálido roce, la psicóloga sintió cómo la ansiedad y el miedo desaparecían como una burbuja de jabón al estallar, dejándola sumida en un agradable y tranquilizador estado de bienestar.

Una vez hecho ésto, Arión abrió de nuevo los ojos, y el que se había dibujado en su mano se cerró como si nunca hubiera estado allí. Avanzó hacia Elissa y apoyó una rodilla en el suelo ante ella, tomándola de las manos. Sus límpidos y hermosos ojos verdes se sumieron en los de ella al contestar.

- Elissa, vayamos paso por paso:

>>No puedo detener mi cruzada ni perdonar al mundo. Durante 45.000 años he tratado de mantener mi fe y mi esperanza en la humanidad, pero siempre ha sido en vano. Han demostrado que no pueden mejorar por sí mismos, y sabes sin necesidad de que yo te lo diga que el camino que estaban llevando no les hubiera conducido más que a su propia destrucción. Yo evitaré eso. Sé que para ti ahora mismo es difícil de ver, pero lo acabarás comprendiendo, con el tiempo.

>>No puedo devolver su humanidad a los hombres chacal. Ya te lo he explicado: esos hombres me odian y harían cuanto estuviera en su mano por destruirme. Ésta es la única manera que tengo de garantizar su lealtad, mi única alternativa. Ya te he hablado también de los enemigos que se dirigen hacia aquí para destruirme.

>>Tengo la facultad de absorber la energía tanto de objetos místicos como de magos que me la cedan de manera voluntaria. Podría por tanto privarte de tu poder si lo desearas realmente, pero te pediría, por favor, que lo reconsideraras. Ahora mismo estás muy alterada. Tómate unos días para pensar acerca de ello, dale una oportunidad al entrenamiento conmigo. Entiendo que le tengas miedo a tu poder, pero yo puedo ayudarte a controlarlo, para que no tengas que tenerle miedo nunca más. Si cuando haya pasado algún tiempo ves que no estás avanzando en el entrenamiento, o a pesar de todo sigues queriendo librarte de tu don, yo lo tomaré. El mismo consejo te doy para Dragoslav -agachó un instante la mirada, contemplando las manos que sostenía entre las suyas antes de volver a alzarla hacia ella-. Él ahora mismo es un hombre involucionado. Ya no te recuerda y no puede hacerte daño. Si es tu deseo, te arrebataré su recuerdo también, pero te pido que lo reconsideres... Yo he amado, más de lo que se puede amar a una mujer. Y he perdido. Y sólo los dioses conocen el dolor que atenaza mis entrañas -un dolor que era fácilmente visible en el océano esmeralda de sus ojos-. Sería muy sencillo acabar con él ahogando su recuerdo y el de nuestros hijos... pero no deseo hacerlo. Duele, sí... pero es un dolor hermoso. Su recuerdo... el tacto de su piel bajo mis manos... el sabor de sus labios... la suavidad de su pelo... el sonido alegre y musical de su risa... el brillo pícaro de sus ojos... -negó con la cabeza, apesadumbrado-. Atesoro todos esos recuerdos como mi bien más preciado y por nada del mundo querría perderlos, a pesar de lo mucho que me duele cada vez que pienso en ella y constato todo lo que he perdido... lo que ya nunca podré volver a tener... Prefiero mil veces haberlo vivido y haber sufrido antes que perder el recuerdo de haberla amado. Piénsalo bien, por favor, y si después de que hayan pasado unos días aún sigues queriendo olvidarle... me llevaré su recuerdo -afirmó, pero había tristeza en su voz y en su mirada. No pudo evitar pensar en Dalae, en aquél beso robado en las entrañas de las catacumbas de París. El tacto de sus labios era frío, y aún así él había sentido calor... un calor intenso y ardiente como hacía décadas que no experimentaba. Ella le había traicionado... pero, a pesar de todo, y por alguna extraña razón, no deseaba olvidarla.

>>Respecto a tu última demanda... -Arión se puso en pie y tiró suavemente de las manos de ella para hacer que también se incorporara-. Yo no conocí personalmente a tu padre, Patroklos. Pero sé de alguien que sí lo hizo. Acompáñame.

La llevó al exterior del palacio, y desde allí hacia la monumental figura de una esfinge maya tan colosal que empeñecía incluso el lugar que acababan de abandonar. Después de subir las escaleras que conducían hasta su interior, el mago la guió por largos pasillos bordeados de vigilantes estatuas con aspecto de aves o de antiguos guerreros olvidados, descendiendo interminables escaleras hasta llegar a un santuario. Frente a ellos, sobre un altar bordeado por dos incensarios extinguidos, se alzaba una especie de cápsula dorada con intrincados dibujos y runas que parecían también de origen maya. Arión avanzó hacia el receptáculo dorado y apoyó la mano en la pequeña abertura situada a la izquierda. Su mano comenzó a resplandecer irradiando una energía de color rosado que se filtró por la abertura y provocó la apertura de la cápsula, revelando lo que albergaba en su interior: un impresionante traje de color azul que irradiaba magia por cada una de sus hebras. Pero sin duda, lo más llamativo era la ovalada gema carmesí que resplandecía sobre su pecho como si tuviera vida propia. Y, en cierto sentido, así era...

La tomó con respeto, desprendiéndola de las cintas que cruzaban el torso, y se la mostró a la otra mística.

- Creo que Lori te contó parte de mi historia... 145.000 años atrás tuve que morir para evitar que mi madre completara un ritual que habría destruido el mundo -tomó las manos de Elissa para entregarle la gema y, al hacerlo, la psicóloga tuvo de nuevo una visión.


En ella te viste a ti misma como un niño desvalido y asustado, asomado desde lo más alto de una pirámide escalonada mientras una terrible tormenta desgarraba el cielo. El viento te golpeaba el rostro, agitando tus cabellos y la tierra temblaba desde sus entrañas, presenciando como una mujer de tez oscura a la que reconociste como tu madre martirizaba a un hombre arrodillado al que identificaste como tu padre. La magia de la mujer era demasiado poderosa como para que el hombre pudiera defenderse. Doce cristales místicos giraban vertiginosamente por encima de su cabeza y sabes que es el origen de su poder. Sabes también que, de llegar a completarse el ritual por el que la mujer se estaba nutriendo de la energía de los cristales, el mundo entero perecería. Y, en ese momento, la voz de Caculha resonó en tu cabeza:

Escucha, Ahri'ahn... Escucha el pensamiento de un padre atormentado...

Te escucho, padre... ¿puedo aliviar tu dolor?

No, Ahri'ahn... sólo puedes aumentarlo si me obedeces.

Pero... no comprendo, padre...

Debo pedir el sacrificio supremo, hijo mío... ¡Tu vida para salvar al mundo! Majistra me vence con el poder de los cristales; tú romperás ese poder.

Por un momento, la confusión y la sorpresa te impidieron formular pensamiento alguno.

Pero el destino del que me hablaste... El Manto de Muchos Hilos...

Debe negarse, hijo mío. Pero, aunque jamás uses el Manto, tu sacrificio te convertirá en Salvador.

Tal era la fe ciega que tenías en tu padre, tal tu convicción, tal tu pureza y la nobleza de tu corazón, que no dudaste en ponerte en pie y acercarte hasta el borde del abismo.

Entonces, padre mío... si así se cumple el destino que me reservabas... ¡Pagaré gustoso con la vida!

Y, sin que tuvieras el menor control sobre las acciones del cuerpo en el que ahora te encontrabas, te precipitaste al vacío y, con tu caída, interfiriste la transferencia de energía de los cristales, sobrecargando el cuerpo de Majistra, que estalló al instante.

Cesaron los temblores, la tormenta se apaciguó, el cataclismo se detuvo, pero tú estabas a punto de pagar las consecuencias de tu valerosa acción, pues tu cuerpo no podía tampoco contener la increíble cantidad de energía que había absorbido de los cristales.

Resiste, hijo mío. ¡Sé fuerte... sé fuerte! -rogaba tu padre, con los ojos anegados en lágrimas y su mente vinculada a la tuya.

Lo intentaré, padre, pero... no creo... poder... -respondiste, sintiendo el agónico dolor de cada partícula de tu cuerpo a punto de estallar.

Y te hiciste pedazos...

Y volviste a la realidad, donde no habían transcurrido más que unos pocos segundos...

- Mi padre condensó mi energía vital en ésta piedra -estaba explicando Arión, que, absorto en el recuerdo y en la contemplación de la gema no se había dado cuenta de tu momentánea ausencia-, y la enterró en el corazón de una estrella hasta que tuvo el poder para crearme un cuerpo nuevo a partir de magia, cien mil años después. Entonces, arrancó la gema de su amarradura en los cielos y la devolvió de vuelta a la tierra, donde nací por segunda vez. La he conservado durante todos éstos milenios como un recuerdo... o un símbolo. Un señor del Caos llamado Mordru mató a la versión de mí mismo que había sobrevivido hasta ésta era, le robó su cuerpo y aprisionó su alma en su interior. A mí me trajeron desde el pasado, pero él vivió en tu época y conoció a Patroklos... Lo único que sé es que le ayudó a fundar un grupo de místicos conocido como Shadowpact. Quizá puedas hablar con él directamente y averiguar más cosas... Lo único que has de hacer es vincular tu mente a la suya.

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La calmó, de una forma que escapaba a su entendimiento, de una forma tan antinatural que sólo el efecto de la magia impidió que naciera una nueva zozobra. Fue como si la adrenalina se disolviera al punto, como si acabara de recibir una sobredosis de benzodiacepinas, como si su angustia fuera una fina capa de polvo que Arión acabara de soplar. Fue desagradable en toda su serenidad, terrorífico en toda su paz. Falso, le repetía su mente. Incongruente con su yo de hacía un instante.

Era justo lo que necesitaba.

Artificial o no, Elissa dio la bienvenida a la sensación de calma y, si hubiera sido un brebaje, hubiera bebido gustosamente hasta la última gota. Se refugió en su serenidad comprada, dirigiendo una apagada mirada a Arión con los mismos ojos en los que, hacía tan sólo un momento, se desataba la peor de las tormentas.

Se arrodilló frente a ella y la cogió de las manos, como aquel padre que nunca había tenido. Pensó, traicionada por el extraño éxtasis mágico en que estaba sumida, que hubiera preferido las manos de Patroklos Sarantos, o el consuelo de Dragoslav Katich. ¿Por qué no era él? ¿Por qué no estaba allí? ¿Por qué había elegido a otra persona?

Conocía la respuesta a aquella pregunta, pero la descartó, como un objeto demasiado usado. ¿Por qué pensaba en dos hombres que la habían abandonado? Arión era el único que estaba allí, preocupándose por ella. El único al que parecía importarle si sufría o no. Por una vez, alguien trataba de calmarla, de consolarla, y no al revés.

Él le negó todos y cada uno de sus caprichos, con infinita dulzura y palabras amables. No se detendría. No devolvería su mente humana a su espantoso ejército. No le quitaría su magia… todavía. Era reacio a ello, por alguna razón que ella no comprendía. ¿Pondrías una daga en manos de un desequilibrado? No, claro que no. Pero Arión le ofrecía una y otra vez convivir con su talento, convertirlo en un aliado en lugar de en su enemigo. Le pedía que lo reconsiderara.

Decidió que lo haría. ¿Por qué no? En el fondo, Elissa sabía que la culpa no era de la magia, sino de ella misma. Su don no tenía voluntad, era sólo una herramienta, una que ella detestaba, como un cuchillo con el que uno se ha cortado demasiadas veces. Pero hubo un tiempo en que soñaba con usarlo, como hacían los magos en sus historias. Había sido una fantasía infantil, pero poderosa, durante una época… hasta que el miedo la había desfigurado, como sucedía siempre, dándole el aspecto de una pesadilla.

Asintió, sus manos lánguidas en las de Arión. Lo intentaría. Y si todo salía mal, se la regalaría para que hiciera con ella lo que quisiera, si tanto le gustaba. Y haría lo mismo, exactamente lo mismo, con Dragoslav.

Pensó en lo que sería ahora: un homínido, como el resto, reducido a los vestigios más primarios de su naturaleza. No deseaba aquello para él, aunque lo odiara por haberse ido… Y, de nuevo, Eclipse era un espejo que le devolvía su rabia. ¿Qué había hecho mal él? ¿Confiar en ella? ¿Abrirle las puertas de su subconsciente?

¿Cómo podía un dolor así ser hermoso?, se preguntó, mientras Arión hablaba con aquel tono lleno de pérdida. No, comprendió, no era lo mismo. Ella no tenía tantos recuerdos que atesorar; había ahogado la emoción antes de que respirara, apagado la llama antes de que prendiera. Y aún así, casi adivinaba lo que podría haber sido, suponiendo que aquella noche en el aula de música hubiera sido de verdad. Detestaba haberlo perdido, odiaba que la duda (o la certeza) la hubieran impulsado a apartarlo de su lado. Pensaba todo el tiempo en Alec Grant, en sus ojos vacíos y los “te quiero” huecos. ¿Había hecho mal?

- Respecto a tu última demanda... – dijo Arión, mientras la incorporaba - Yo no conocí personalmente a tu padre, Patroklos. Pero sé de alguien que sí lo hizo. Acompáñame.

Lo obedeció. Los últimos vestigios de su calma forzada se desvanecían, sustituidos por el agotamiento que sigue a una tormenta de emociones. Él la condujo, de la mano, a un lugar antiguo, cargado de historia y reverencia. La guió por corredores vigilados por bellas estatuas y la acompañó hasta el pie de un altar. Allí, hizo eclosionar el recipiente dorado que contenía, engarzada en un traje azul y dorado, la gema de la que Lori Lemaris le había hablado.

Elissa contuvo el aliento cuando vio que él se la tendía. ¿Estaba allí el antiguo Arión? ¿Hablaría con ella? ¿Le contaría quién había sido su padre? ¿Por qué se había marchado? ¿Le diría…?

La visión irrumpió en su mente, desnudándola de nuevo de su identidad, como había sucedido la primera vez. Elissa… no, Arión, un Arión pequeño y asustado, saltó al vacío para detener a su madre. El dolor al fin de la caída, el miedo, la nada, se apoderaron de ella durante el agónico final, devolviéndola jadeante y temblorosa a la realidad. Estaba de pie junto al mago atlante, con la gema roja entre las manos.

- Mi padre condensó mi energía vital en ésta piedra y la enterró en el corazón de una estrella hasta que tuvo el poder para crearme un cuerpo nuevo a partir de magia, cien mil años después. Entonces, arrancó la gema de su amarradura en los cielos y la devolvió de vuelta a la tierra, donde nací por segunda vez. La he conservado durante todos éstos milenios como un recuerdo... o un símbolo. Un señor del Caos llamado Mordru mató a la versión de mí mismo que había sobrevivido hasta ésta era, le robó su cuerpo y aprisionó su alma en su interior. A mí me trajeron desde el pasado, pero él vivió en tu época y conoció a Patroklos... Lo único que sé es que le ayudó a fundar un grupo de místicos conocido como Shadowpact. Quizá puedas hablar con él directamente y averiguar más cosas... Lo único que has de hacer es vincular tu mente a la suya.

Patroklos. ¡Shadowpact! Si Elissa hubiera podido aferrar aquellas palabras, examinarlas y exprimirlas hasta que le hubieran dado una respuesta, lo hubiera hecho. Pero aquel Arión no era el que podía despejar sus dudas. Contempló la refulgente gema como si su mirada pudiera penetrar sus secretos. Así pues, era cierto, su padre y el Arión de su era habían cruzado sus caminos… ¡El atlante le ayudó a fundar Shadowpact!

Su pulso se aceleró. Lanzó una mirada nerviosa al mago que ella conocía, y después devolvió la mirada a la piedra.

- ¿Vincular mi mente…? – repitió, sin saber exactamente lo que se esperaba que hiciera.

Deslizó los dedos por la lisa superficie de la gema, y cerró los ojos, aproximando su conciencia a la de aquel objeto que, en ese instante, ocultaba los secretos más preciosos para ella.

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- Sí... Haz lo que haces siempre cuando entras al interior del subconsciente de los demás -recordó la manera simbólica en la que funcionaban los poderes de Psique y añadió-: Visualiza un túnel entre tu mente y la piedra. Abre el camino, yo te ayudaré -añadió, sujetando su mano diestra entre las suyas-. Cierra los ojos, relájate...

Elissa hizo lo que le indicaban y lo primero que sintió fue una corriente de aire que la impulsaba hacia delante flotando en un abismo de oscuridad.

La maga no lo sabía, pero al escudriñar dentro del cristal había abierto un portal a la mente y el alma de un demonio, y, mientras flotaba a través de sus recuerdos, pudo vislumbrar un sinfín de trémulas y vertiginosas visiones, imágenes que, como impresiones, habían quedado congeladas para siempre en la memoria de aquél ser.

Muchas de aquellas imágenes eran tan inquietantes que le infundieron un reverencial temor, otras eran demasiado vagas como para poder identificarlas, y otras no eran más que runas mágicas y símbolos desconocidos que transmitían un gran poder arcano, pero, entre todas aquellas figuras, había una que se repetía de manera constante: Majistra.

Majistra abrazando a Caculha; Majistra sosteniendo a un bebé entre sus brazos; Majistra danzando de manera sensual; Majistra yaciendo desnuda en una cama de oscuridad; Majistra muriendo a causa de Arión.

Arión era otra constante en aquellos recuerdos, pero casi siempre aparecía siendo torturado de mil y una maneras diferentes; Con el cuerpo desgarrado por la mordedura del látigo, encadenado a la pared, siendo descuartizado o devorado vivo...

Al final de aquella galería había otra estatua de Oscura Majistra, destacando en el centro de una enorme sala blanca, excepcionalmente ordenada y pulcra, en la que no había nada más con la excepción de un altar de sacrificios vacío a sus pies.

Y unos ojos, unos terribles ojos rojos que la observaban llenos de malignidad y astucia. Elissa había tenido la impresión de que la observaban durante todo su camino, apareciendo y desapareciendo a traves de los recuerdos, brillando en medio de la oscuridad.

Y ahora, una neblina verde se formó ante ella, y un horrible rostro, con orejas como aletas de pez, una boca que semejaba la mandíbula de un esqueleto y una corona de cuernos rodeándole la cabeza, apareció entre la bruma. Sus ojos eran los mismos que la habían acosado durante su viaje hasta allí.

- Alto, pequeña maga -pronunció con voz tenebrosa-. No deberías estar aquí.

Su voz era en apariencia tranquila y calmada, pero Elissa podía notar la terrible malignidad y el inmenso odio que rezumaban de él.

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La piedra se abrió para ella del mismo modo en que lo habían hecho las puertas de Atlantis.

Elissa notó la demasiado familiar sensación de ingravidez, como si la gema albergara en su interior un vasto subconsciente, un alma, una presencia. Había entrado, a ciegas, probablemente sin haber sido invitada. Sintió un breve pero punzante temor. No había esperado encontrarse dentro. ¿Sabría encontrar el camino de vuelta?

¿Éste es... Arión...?, pensó, confusa.

El paisaje que la rodeaba era caótico, salvaje, poblado de pensamientos que escapaban a su comprensión. No se parecía en absoluto a las ruinas que había contemplado en el subconsciente del atlante. ¿Podía ser su yo de la piedra tan distinto a él? ¿Tanto cambiaba una persona con el paso del tiempo?

Caminó entre los retazos, procurando no tocarlos, tratando de situarse en aquella oscuridad. No pudo sino reparar en las muchas veces en que los ojos de una bella mujer le devolvían la mirada. Sabía quién era; también estaba en los recuerdos del Arión que ella conocía. Majistra, su madre, tan bonita como venenosa... La misma que había ordenado torturarlo.

Y, como respondiendo a aquel pensamiento, también empezó a ver imágenes del atlante, todas crueles y teñidas de sangre. La incertidumbre que ya aleteaba en los márgenes de su mente se hizo más corpórea y tangible. ¿Por qué guardaría el propio Arión aquel tipo de recuerdos, de deseos, hacia sí mismo?

No puede ser él..., se dijo. Pero entonces, ¿quién?

Caminó, titubeante, en la única dirección posible, y entonces encontró la estatua y el altar.

- Ο ευγενικός Απόλλων - musitó, como si el dios del sol y la música pudiera protegerla.

No estaba sola. Alguien la seguía con la mirada, y llevaba mucho rato haciéndolo. Sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando sus ojos se encontraron con los de aquel ser, y dio un paso atrás cuando el demonio tomó forma ante ella.

- Alto, pequeña maga -dijo, autoritario-. No deberías estar aquí.

El temor se afianzó en la boca de su estómago. Se sintió pequeña y desprotegida, sin ninguna posibilidad de sobrevivir a su encuentro con aquel ser deforme. Su poder latía en la oscuridad, como un corazón hecho de tinieblas.

- Aceptad mis disculpas - Psique habló con aquella tonalidad etérea y que acompañaba a su proyección astral, mientras se inclinaba en señal de respeto. Reconocía a aquel ser como algo más fuerte y antiguo que ella. - Debo de haberme extraviado. Esperaba encontrar aquí a... - recordó las imágenes de Arión siendo torturado: aquel ser lo conocía, sin duda, y no lo apreciaba. En cambio, si aquella estatua era indicativa de algo, sentía veneración por su madre. - ... un antiguo atlante, a quien tal vez conozcáis.

Se aseguró de decirlo con la debida humildad. No quería ser atacada ni expulsada hasta saber qué estaba ocurriendo allí.

- Me llaman Psique... - se presentó, con suavidad. Era el nombre de su máscara, no el verdadero. Si algo sabía de las historias, es que no podía ir por ahí diciendo su nombre verdadero a entes tan poderosos como aquél. Y, sin embargo, aquella palabra era la que mejor definía a su yo de ahora. A veces, Elissa tenía la sensación de que ella y Psique eran dos personas diferentes - He llegado hasta aquí mientras buscaba respuestas.

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El demonio la observó con una mirada tranquila, escalofriantemente calculadora y calmada. Habría sido imposible saber qué se le pasaba por la cabeza.

- ¿Y qué respuestas son esas, niña? -inquirió con suavidad, manteniendo las distancias con respecto a Elissa.

- Sin duda sabéis que Arión me trajo aquí sin que yo lo pidiera -respondió la muchacha sin achantarse-. ¿Sois su aliado o su enemigo?

Durante un instante la miró con aquellos ojos rojos penetrantes que parecía que pudieran traspasarla hasta el alma, como si la estuviera evaluando.

- Sin duda ya conoces la respuesta a esa pregunta, pequeña maga -replicó entonces, en el mismo tono calmado. Elissa había sido testigo de sus deseos de venganza, no tenía sentido negarlo-. Pero quizá no conozcas el por qué. Oh, sin duda Arión te habrá contado su versión de la historia... Deja que yo te cuente la mía: Majistra era una mujer maravillosa, muy pocos llegaron a conocerla en profundidad. Yo lo hice, y me enamoré de ella. Juntos concebimos un hijo, Garn. Cuando Caculha lo descubrió, a ella la apartó de su lado y a mí me encerró en una prisión mágica durante 100.000 años, por el único delito de amar a su mujer. Años más tarde, Arión la mató, cuando yo no podía hacer nada para evitarlo. La mató. A su propia madre -enfatizó, con el odio ardiendo en sus ojos color sangre-. Y yo no pude hacer más que contemplarlo con impotencia desde mi prisión.

El demonio había optado por decir la verdad... a medias. Sí, había amado a Majistra, pero lo que no le estaba contando a Elissa era que había sido él quien la había corrompido, apartándola del sendero de la luz para adentrarla en las tinieblas. Él había llenado su cabeza con deseos de poder y gloria, convenciéndola de que podía tener cuanto quisiera. Había sido por su causa que Majistra había llevado a cabo el ritual que le permitiría encumbrarse a sí misma como diosa a costa de la destrucción del planeta, y había sido por tanto la causa indirecta de su muerte, pues aquella había sido la única manera que Arión había tenido de detenerla. Pero aquello no suponía diferencia alguna para él; Siempre culparía a Arión por lo sucedido.

- ¿Por qué estáis trabajando con él entonces, si tanto le odiáis? -inquirió entonces la hechicera en un tono completamente neutral, sin mostrar un posicionamiento claro hacia ninguno de los dos.

- No estoy trabajando con él -fue la respuesta-. Vine aquí para matar al Arión que estaba aquí atrapado, y después mi esencia quedó vinculada a la gema y ahora no me es posible abandonarla.

- ¿Y por qué no habéis matado entonces al Arión que aún sigue ahí, al otro lado de la piedra?

Muchas preguntas. Demasiadas para ser una simple mortal. Por fortuna para Elissa, el Demonio del Mundo Oscuro era un demonio paciente. Había permanecido cautivo durante 100.000 años; después de eso, bien podía soportar unos minutos de interrogatorio de alguien que no suponía ninguna amenaza para él. Además, era un manipulador; hablar se le daba bien. Y, por supuesto, también mentir.

- Porque no puedo -mintió-. Mi consciencia ha quedado vinculada a ésta gema. No me es posible influir en el exterior.

Al demonio le convenía que Elissa pensara que lo que estaba haciendo Arión era lo correcto, pues ésa era exactamente su venganza. Matarlo no habría sido suficiente, no. Él quería detruir toda la pureza y la bondad de aquél maldito corazón bendecido por los dioses. Quería hacerle daño a Caculha, que le había confinado en aquella prisión durante 100.000 años, pero Caculha estaba muerto. ¿Qué mejor forma de vengarse de él que destrozando todo cuanto se había esforzado tanto en construir? Su hijo había sido lo que más amaba, y su labor como Salvador había sido profetizada por él. Ahora, todo aquello sería destruido. Su legado. Y no quedaría nada. Nada.

Pero para que su vendetta pudiera culminarse, Elissa tenía que apoyar lo que Arión estaba haciendo. Evidentemente no podría convencerla de ser su aliado, pues había visto el odio que albergaba su corazón, pero podía conseguirlo indirectamente, de otra manera...

- Por favor, no le digas nada o me destruirá. No puedo suponer ninguna amenaza para él desde aquí, y yo a cambio podría proporcionarte aquello que más deseas...

El demonio señaló hacia su espalda y, cuando Lissa miró, lo que vio la dejó sin habla. Nunca había llegado realmente a conocer a su padre, pues las había abandonado a su madre y a ella cuando era muy pequeña. Y, sin embargo, supo sin ningún género de duda que el hombre alto, castaño y de ojos claros que la contemplaba con ternura y cariño era él.

- μικρό μου -dijo abriendo los brazos hacia ella-. Έχω περίμενε τόσο καιρό για αυτή τη στιγμή ... *




*Mi pequeña... He esperado tanto tiempo para éste momento...

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime24th Junio 2017, 14:53


El ser no trató de ocultar el odio que sentía hacia Arión. En lugar de eso, pareció abrirse a Elissa. Le habló de la madre del atlante, la bella Majistra, cuya solemne estatua se erguía sobre ellos y los cubría con su sombra. Sus palabras estaban cargadas de un dolor y de una pasión auténticas, y Psique sintió lástima por él.

Pero aún recordaba el escozor de los latigazos en su propia espalda. Un hijo no debe matar a su propia madre… Y una madre no debe torturar a su propio hijo.

-Lamento oír eso... -dijo, y era cierto. No podía ni empezar a imaginar cómo se sentiría ella encerrada cien mil años en una prisión. Su experiencia en Belle Rêve podía servirle de guía, pero era como comparar la llama de una cerilla con el corazón del Sol.

El ser reconoció entonces que era prisionero de la gema, y que no podía hacer nada contra el Arión que estaba en el exterior.

- Por favor, no le digas nada o me destruirá. No puedo suponer ninguna amenaza para él desde aquí, y yo a cambio podría proporcionarte aquello que más deseas...

¿Le estaba pidiendo que guardara su secreto? No, estaba comerciando, pactando, ofreciendo algo a cambio de permanecer oculto a los ojos de Arión. ¿Por qué, si lo que su subconsciente gritaba a las claras era su deseo de venganza? ¿De qué le servía aquella posición sumisa e impotente, con su enemigo tan cerca? ¿No debería haberle pedido algo distinto, tal vez que lo liberara? Las piezas no encajaban, y Psique supo que debía tener mucho cuidado. No debía mover más fichas a ciegas en aquel tablero desconocido, porque no sabía dónde se estaba metiendo. Decidió que no aceptaría el regalo.

-No hay nada que... -empezó, pero entonces, el prisionero de la gema señaló a su espalda, y ella se volvió.

- μικρό μου -dijo el hombre, en fluido griego-. Έχω περίμενε τόσο καιρό για αυτή τη στιγμή...

-Πατέρας -susurró, con un hilo de voz.

Había entrado en aquella gema para encontrarlo a él, y allí estaba. Su rostro le recordaba a la fotografía que Elysia le había mostrado de su propio padre: tenía la misma sonrisa, y se le formaban las mismas arrugas alrededor de los ojos cuando la esbozaba. Parecía joven y era muy alto, como si aún lo viera desde el punto de vista de una niña.

Una parte de ella quiso correr a abrazarlo, y la otra se quedó enraizada al suelo, como Dafne al convertirse en laurel.

Tal vez fue la presión a la que había sido sometida los últimos días; tal vez fue el hecho de encontrarse en aquel mundo con reglas distintas… los deseos contradictorios tiraron de ella en una y en otra dirección, hasta que la desgarraron de forma literal, o eso creyó. Sentía un dolor sordo en el cuerpo, un dolor que mudó el rostro siempre impasible de Psique en una mueca de sufrimiento.

-Ψεύτης - “Mentiroso”. La acusación brotó de lo más profundo de ella, y fue pronunciada por la voz de su adolescencia. - Πού ήσασταν όλοι αυτή τη φορά; - “¿Dónde estuviste todo este tiempo?”

Patroklos no respondió de inmediato. Seguía sonriendo, como en aquella fotografía gastada que hablaba de la vida de Elysia, no de la suya.

No de la suya.

Algo iba mal. Algo no funcionaba en aquel rostro desconocido, vacío de nitidez, desdibujado e impreciso. Elissa se volvió hacia el ser que le había mostrado a su padre; confusa, asustada; luego, sus ojos regresaron a Patroklos. Una sospecha había anidado en su pecho, pero no quería que se reflejara en su expresión; todavía no.

-Πες μου τι συνεβη - “Cuéntame qué ocurrió”, suplicó.

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime26th Junio 2017, 12:54

La sonrisa del rostro de su padre no se borró a pesar de la reacción de la muchacha. Puesto que ésta no avanzó para abrazarle, lo hizo él, atrayéndola hacia su cuerpo con calidez, un cuerpo que parecía sólido y real como el dolor que atenazaba el corazón de la psíquica.

- Shhh... -la acalló con dulzura, hablando en griego-. No malgastemos el poco tiempo del que disponemos en recriminaciones... Elissa, he sido invocado hasta aquí, pero las reglas que rigen éste lugar no me permiten quedarme demasiado, así que, simplemente, disfrutémoslo...

- Éste hombre está muerto, Elissa -dijo entonces el demonio, y al decirlo, las lágrimas afloraron a los ojos de Patroklos al contemplar a su hija, lágrimas que expresaban lo mucho que lamentaba no haber podido regresar a su lado-. Uno de los muchos poderes que poseo es la habilidad de traer a los espíritus de más allá de la tumba por un tiempo limitado. Disfrútalo, pues no se trata de una ilusión. Lo invocaré para ti una hora cada semana si no le cuentas a Arión nada de lo que has descubierto aquí. No puedo hacer más.

Decirle que estaba muerto era intencionado, pues si la muchacha veía que la única manera de contactar con su padre era a través de él la estaría vinculando más a su merced, reduciendo las probabilidades de que le traicionara.

Podría haberle pedido que matara a Arión también, pero no deseaba que su muerte fuera tan rápida. Quería ver cómo se degradaba poco a poco hasta no ser más que una burla de los principios que durante tanto tiempo juró defender. Cuando se cansara de aquél juego le arrancaría los ojos para entregárselos a en ofrenda a Majistra, para que la mujer supiera que la había vengado por fin, pero aún faltaba para ese momento.

- Medita sobre mi oferta... pues con la misma facilidad con la que le he traído puedo llevarlo de vuelta -el demonio hizo un gesto y Elissa se encontró abrazando humo gris-. Y ahora... regresa.

Abrió los ojos y se encontraba de nuevo con Arión en la Ciudadela de su padre. Llevarla de regreso con tanta rapidez también había sido parte de la estrategia, pues si la dejaba con la miel en los labios, con tantas preguntas pendientes, con tanto de lo que hablar con su padre perdido, era más probable que le obedeciera con la esperanza de poder disfrutar de un rato más largo con él la siguiente semana. Y además, cuanto menos tiempo pasara con él, menos probabilidades había de que se diera cuenta de que todo había sido falso, una mascarada montada para poder servir a sus planes de venganza. De ésta forma tendría una semana para informarse bien acerca del tal Patroklos y que la charada fuera más realista la próxima vez... si es que llegaba.

- ¿Y bien? ¿Encontraste las respuestas que buscabas? -le preguntó el mago.

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MensajeTema: Re: [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]    [Minievento] El tiempo en sus manos - La Ciudad de la Puerta Dorada (Elissa Stavridis) [17/03/2019]  Icon_minitime24th Julio 2017, 18:33

Le hubiera gustado abandonarse al abrazo. Pero algo la mantuvo rígida, tensa, mientras Patroklos la sostenía como si fuera una niña. Tal vez fue eso, aquella sensación de que su afecto le llegaba con veinte años de retraso. O el miedo a enfrentarse a aquella figura a la que amaba y odiaba con una intensidad de la que no se creía capaz.

Permaneció quieta, casi sin respirar, mientras él le pedía que olvidara el rencor. ¿Era normal querer abrazar y estrangular a alguien a la vez? ¿Era normal anhelar tanto la presencia una persona, y al tiempo despreciarla con toda el alma?

- Éste hombre está muerto, Elissa.

La psicóloga no dio muestra de haber escuchado aquellas palabras, pero dos lágrimas se deslizaron silenciosamente por su rostro en respuesta. De nuevo, se debían a una mezcla de sensaciones; esta vez, dolor y alivio. Una parte de Elissa siempre había querido creer que su padre estaba muerto. Era la mejor explicación, la menos dolorosa, para su ausencia sostenida. No era que no quisiera verlas, era que no podía.

Era exactamente lo que ella quería escuchar.

- Uno de los muchos poderes que poseo es la habilidad de traer a los espíritus de más allá de la tumba por un tiempo limitado. Disfrútalo, pues no se trata de una ilusión. Lo invocaré para ti una hora cada semana si no le cuentas a Arión nada de lo que has descubierto aquí. No puedo hacer más.

¿No era una ilusión? ¿Podía hacerlo más veces? Elissa buscó la mirada de Patroklos, intentando que la sensación de irrealidad la abandonara, buscando algo a lo que aferrarse para confirmar que era él. Pero, ¿qué? No tenían una vida compartida que rememorar, y ella no tenía un recuerdo con el cual compararlo. Sólo le servía aquella foto de Elysia, la de un hombre que no era exactamente su padre.

- Medita sobre mi oferta... pues con la misma facilidad con la que le he traído puedo llevarlo de vuelta -con un gesto del demonio, Patroklos se desvaneció. Elissa sintió que su ensueño se rompía súbitamente ante la pérdida; sus manos se cerraron sobre el vacío-. Y ahora... regresa. -sentenció el ser, mientras la expulsaba del interior de la gema.

Apenas duró un parpadeo. Y, cuando abrió los ojos, Arión estaba allí.

- ¿Y bien? ¿Encontraste las respuestas que buscabas? -le preguntó.

-No… sólo… más preguntas. - respondió ella, aún aturdida por lo sucedido.

Le hubiera gustado ser más precisa, pero aún no sabía cómo. Necesitaba detenerse un momento. Necesitaba pensar. Ahora que no tenía delante al demonio, ni a Patroklos, sabía que las piezas no encajaban, pero era incapaz de decir cuáles, o por qué. Algo, algo en toda aquella historia estaba mal. ¿El qué?

Había una cosa que sí tenía decidida: no podía aceptar el trato, y las razones para ello eran varias. En primer lugar, porque se lo decían su sentido común, todas las leyendas que conocía e incluso la experiencia del inconsciente colectivo. Fausto, de Goethe; la leyenda de Paganini… Todas aquellas historias transmitían el mismo mensaje: “No se hacen pactos con entidades”. Especialmente cuando dichas entidades eran más malvadas y poderosas que uno mismo. Y, además, había un segundo tabú en juego: “No se juega con la Muerte”. Si Patroklos Sarantos estaba muerto y su hija le guardaba algún tipo de respeto, ¿por qué trataría de vincularlo a aquella parodia de existencia? Y, aunque no lo hiciera por él, sino por ella, bajar al Hades siempre tiene un precio. ¿Estaba dispuesta a pagarlo por un hombre al que ni siquiera conocía? ¿Se condenaría, repitiendo los errores de Orfeo, de Dante, de Inanna…?

No regresaría a la gema. Sabía que pensaría en ello más adelante, que acariciaría la idea. Que le rondaría la cabeza día y noche, por un tiempo. Pero no podía volver allí, o la tentación se anclaría más profundamente, echaría raíces, germinaría.

-¿Podemos hablar más tarde? - le pidió a Arión.

Pese a todo lo sucedido desde que se la había llevado del Bar Oblivion, pese a la advertencia del ser que habitaba en la gema, una parte de ella quería contárselo todo al atlante. Tal vez él le aclarara las dudas. Pero antes de poder hacerlo, Elissa necesitaba poner en orden sus pensamientos y desenredar aquella maraña, descubrir qué era lo que fallaba, cuál era la contradicción.

Cuando él le permitió regresar a sus aposentos, la griega descubrió que la aguardaba otra sorpresa. Chloé Stavridis estaba allí, sentada en la cama. Se volvió, sobresaltada, al oírla entrar. Y su hija la contempló con la misma sorpresa, deteniéndose en el arco de la puerta.

-¿Mαμά? - dijo, abrumada.

¿Qué estaba ocurriendo? ¿Por qué estaba ella allí? Elissa tardó unos instantes en comprender, y entonces lo recordó. Tenía que ser por la petición que había hecho a Arión, llena de desesperación. Pero… ¿y Lyz? ¿Por qué no la había traído a ella también?

-Elissa... - mientras ella dudaba en el umbral, Chloé se incorporó y, sin saberlo, hizo exactamente lo mismo que Patroklos. Corrió hacia su hija y la abrazó.

Esta vez, la psicóloga devolvió el gesto. La quería, pese a los secretos. Pese a que nunca pudieran hablar de su padre. Pese a la distancia que había reptado entre ellas los últimos años, estableciéndose cómodamente entre la niña huérfana y la esposa abandonada. Elissa podía percibir el leve temblor que emanaba del cuerpo de su madre. Tenía una marca rojiza en uno de los antebrazos; el lugar donde se habría pellizcado. Elissa le acarició el pelo. Se daba cuenta de lo terriblemente inverosímil que era todo aquello para ella. No sabía lo que le habría explicado Arión, pero, por muy elocuente que hubiera sido, no cambiaría el hecho de que Chloé se encontraba, de repente, en una ciudad surgida de sus leyendas... sin la bendita ignorancia de un homínido para ayudarla a sobrellevarlo mejor.

-No pasa nada, mamá... - musitó, en griego. -Aquí no corres ningún peligro. - añadió, deseando que fuera verdad.

Un súbito temor le atenazó el pecho. Con su aparentemente inocente petición, acababa de darle a Arión un nuevo rehén. ¿Cómo podía ser tan estúpida?

-La Ciudad Hundida - susurró entonces Chloé, en respuesta a sus palabras -No puede ser verdad. - su madre se separó ligeramente del abrazo, y entonces la miró, con la duda latente en sus ojos castaños. -¿Esto es un sueño? Tú… ¿estás bien…?

-Estoy bien, mamá. Y no estás soñando. Es Atlantis de verdad. - no supo qué más explicarle. ¿Cuánto de todo aquello iba a poder asumir sin volverse loca?

Se separó de ella con suavidad. Él había cumplido con su parte del trato. Suponía que había llegado el momento de que ella cumpliera con la suya.

-El Señor de la Ciudad es mi maestro. - le dijo a su madre. Era la primera vez que lo decía en voz alta, y le resultó extraño y algo perturbador - Desde ahora, estás bajo su protección.

O eso quería creer. Con Arión de Atlantis, Elissa nunca sabía qué pensar.

***


-Κύριος - saludó, respetuosamente, cuando finalmente dio con él en la biblioteca.

“Kýrios” era la palabra griega para “Maestro”. Para Elissa, pronunciarla suponía una aceptación. No confiaba en el atlante, pero era más real que aquel padre hecho de humo que la había abrazado en la gema, y ya no sabía a qué aferrarse.

-Cumpliste tu promesa - dijo, despacio - Al menos, dos de ellas. No creí que fueras a hacerlo. Lo siento.

Se miró las manos, indecisa.

-¿No… pudiste traer a Lyz?

Tras calmar a su madre, Elissa había tenido el tiempo que necesitaba para comprender. Ya sabía qué era lo que no le había cuadrado de la historia del demonio. Si no tenía ninguna influencia en el exterior de la joya, ¿cómo había traído a su padre de entre los muertos? Una de las dos cosas, o ambas, era mentira. La contradicción era evidente. O bien tenía poder fuera de su “prisión”, o bien su Patroklos Sarantos no era más que una ilusión. Incluso podía ser que no hubiera dicho la verdad en ninguna de las dos ocasiones.

-Hay algo que debes saber - dijo - No encontré a la persona que esperaba en el interior de la gema. Había alguien distinto allí… Un demonio. Un demonio que me habló de tu madre.

Contuvo el aliento ante el silencio que siguió a sus palabras. Por un instante, tuvo miedo a las represalias por parte de aquel ser rebosante de oscuridad, aquél cuya mente había tenido el dudoso honor de contemplar. Pero no podía, ni quería, convertirse en la guardiana de sus secretos.

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La biblioteca principal estaba en la torre de Arión, el lugar en donde se encontraban las estancias del mago en el antiguo palacio del rey D'Tilluh. Aunque el atlante había tomado posesión de la ciudad y del palacio, seguía residiendo en sus antiguos dominios en lugar de en el dormitorio real.

A medida que se aproximaba a la torre, Elissa comprendió lo mucho que el antiguo rey debía haber valorado y apreciado a su Sumo Mago y consejero, así como lo importante que había sido para la ciudad, pues no sólo había dispuesto de una ciudadela del tamaño de un palacio únicamente para él, sino que además tenía su propia torre en el palacio real, donde le había dicho que podría encontrarle la noche anterior.

Las paredes de la torre estaban cubiertas de estanterías que seguían la estructura circular del edificio a medida que la psicóloga subía por la escalera de caracol que parecía no terminar nunca.

El estudio del mago estaba en la parte más alta, y al alzar la mirada era posible distinguir los hermosos relieves de la cúpula del techo. Las estanterías con libros cubrían las paredes al igual que en el resto del edificio salvo en la pared en la que se encontraba la ventana, debajo de la cual habían dispuesto la mesa del escritorio.

Arión estaba sentado en él, estudiando un pergamino que parecía muy antiguo, con extraños símbolos y runas. A su lado, sobre la mesa, había una pluma de plata repujada y una pequeña caja de madera, y, apoyado contra una de las estanterías, había un tridente de apariencia extraña. Al oírla entrar se reclinó en la silla para mirar en su dirección. Iba vestido con unos pantalones azules y una túnica corta del mismo color con mangas anchas y una abertura con forma de V en el pecho que le llegaba hasta el fajín de la cintura, con una cenefa dorada en los bordes y en los extremos de las mangas. A través de dicha abertura resultaba evidente una fea cicatriz que le surcaba el torso, muy parecida a la que habría dejado un látigo. El pelo, como casi siempre, iba suelto sobre los hombros y tenía aspecto de no haber descansado muy bien. Cuando ella planteó su pregunta, suspiró con gesto cansado.

- Elissa... quiero que te sientas cómoda. Quiero que te sientas bien, y me gustaría que algún día pudieras llegar a aceptar éste lugar como tu nuevo hogar. Ya te expliqué por qué no podía... detener lo que estaba haciendo, las cosas que estaban en juego. También te expliqué por qué necesitaba mi ejército; Te dije que estaba dispuesto a arrebatarte tu magia si después de haber probado a ser mi discípula durante algún tiempo seguías sin sentirte cómoda con ella, porque quería que te dieses a ti misma al menos esa oportunidad; He hecho cuanto estaba en mi mano para que pudieras saber más de tu padre; El hombre que te hizo daño... ya no te recuerda, y si aún sigue siendo tu deseo puedo borrar de tu memoria cualquier rastro de él, aunque siempre he pensado que era mejor haber amado y haber perdido que no haberlo hecho nunca... -durante un instante su mirada se desvió hacia los elementos que descansaban sobre su mesa-. Yo no querría perder mis recuerdos de Chian...

Pareció que se había olvidado de la presencia de Elissa mientras su mirada vagaba más allá de aquellos objetos durante lo que pareció una eternidad hasta que, finalmente, la bajó antes de volver a mirar a su aprendiz.

- Te he traído a tu madre, como querías, pero tu hermana... Tu hermana posee poderes mágicos. Por sí sola no supondría ningún problema, pero...

No terminó la frase, pero para Elissa quedó claro lo que había querido decir. Aún no sabía si podía fiarse por completo de ella, y si las dos hermanas combinaban sus poderes podrían llegar a darle demasiados problemas. Ni siquiera tenían que atacarle directamente para sembrar el caos en su ciudad, liberar a los prisioneros, invertir el hechizo que había transformado a los hombres chacal... A una podía tenerla controlada fácilmente, pero a dos...

- No estoy diciendo que no lo vaya a hacer... Pero preferiría... esperar más tiempo.

El tiempo suficiente hasta estar seguro de que se había ganado su lealtad y que podía confiar plenamente en ella.

Finalmente Elissa hizo su revelación final y el mago se llevó una mano a la sien, como si le doliera. Durante varios minutos no hizo ni dijo nada, hasta que, de repente, se incorporó de golpe haciendo que se cayera la silla y de un manotazo envió al suelo varios de los libros que tenía en el escritorio en un alarde de ira muy poco común en él.

Apoyó los puños en la superficie de madera y respiró hondo antes de volverse hacia Elissa, haciendo un esfuerzo por parecer más calmado.

- Anoche, cuando te fuiste, traté de hablar con mi otro yo, para saber qué había podido decirte que pudiera haberte suscitado más preguntas, pero... no encontré nada. La gema... estaba hueca. Vacía. No había rastro del alma de mi álter ego, y ni siquiera era la misma que contuvo mi esencia cuando se destruyó mi cuerpo. Aquella piedra era mágica, pero ésta... era cristal sin valor. Debieron sustituirla por una copia que imagino serviría como un transmisor para quien quiera que estuviera al otro lado, pero... ¿cuándo? Antes de confinarla en el receptáculo mágico de mi ciudadela siempre la llevaba encima, aunque no vistiera el Manto del Salvador. Esa piedra era mi símbolo, el óvulo que me mantuvo con vida durante los milenios que pasé enterrado en aquella estrella. Siempre la he llevado para no olvidar jamás de donde procedía, nunca me la he quitado, nunca salvo...

Palideció de repente. Había habido tres ocasiones en las que se la podían haber cambiado por la copia. Una era cuando se había acostado con Rip, pero no había perdido de vista a la hechicera ni un sólo instante durante su encuentro sexual, y había tenido mucho cuidado de no quedarse dormido. Antes de eso había caído en la trampa del sirviente de un demonio que había pretendido arrojarlo a las fauces de su señor y le había quitado toda la ropa, pero entre él, Dalae y Razor habían asesinado a la criatura y su lacayo y habían podido recuperar todas sus pertenencias.

Antes de eso...

- El 31 de enero estuve en China investigando el rastro demoníaco de un ritual que se estaba llevando a cabo en una montaña cercana. Fui allí a investigar junto con Wonder Woman y Hellboy. Por el camino nos separamos; ellos se quedaron creando una distracción y yo me colé para averiguar lo que estaba ocurriendo. Caí... en una emboscada. Al parecer me estaban esperando.

Las piezas empezaban a encajar en su cabeza y a medida que el enigma se aclaraba todo se volvía más y más terrorífico.

- Sabían que yo aparecería. El sello que estaba dibujado en la habitación estaba diseñado para contener mi magia, de manera que no pudiera defenderme, y el látigo... El látigo que empuñaba la mujer... Madame Hydra... estaba hecho de Orachulum, un tipo de metal invulnerable a encantamientos. Con él pudo atravesar mis hechizos protectores como si fueran de mantequilla. Me arrancó la ropa a tiras... incluida la gema, y... me tuvo entretenido... mientras alguien la cambiaba por otra -comprendió en un susurro. Tenía toda la expresión de quien al fin ha comprendido algo que se le había escapado durante meses-. Tuvieron que poner algún hechizo en la piedra para que no me diera cuenta del cambio. ¿Cómo he podido ser tan estúpido? Me dijo... me dijo que aquello había sido todo orquestado por Garn, y yo la creí porque quien fuera que lo había organizado conocía exactamente cuáles eran mis puntos débiles y la manera de atacarlos, pero cuando más tarde fui al Mundo Oscuro a revisar la prisión de mi hermano, los sellos que le aprisionaban seguían intactos. Él no había sido... por supuesto que no. Mi hermano es incapaz de una venganza tan elaborada...

¿Por qué había abandonado la investigación? No lo tenía muy claro, pero poco después de su visita al Mundo Oscuro había reencontrado a Dalae... y ésta le había hecho creer que era su protectora investida desde el pasado. Dos días después había aparecido Rip, y la posibilidad de poder traer de regreso a su esposa le había absorbido por completo, dedicándose en cuerpo y alma a localizar y conseguir los objetos que necesitaba para llevar a cabo el ritual. Sus experimentos con Superpredador le habían tenido entretenido también. Después había ocurrido lo del Mercado Troll, Rip había ido a visitarle para tratar asuntos más salaces, y Dalae le había traicionado... y ya sólo había tenido ojos para la venganza.

Y ahora, por fin, todo quedaba claro ante él, como la última pieza de un puzzle complicado que permite finalmente contemplar el dibujo al completo... y no era un panorama alentador.

- Vete, por favor -dijo, dándole la espalda para apoyarse una vez más sobre el escritorio-. Necesito pensar. Iré a buscarte cuando esté listo para dar comienzo a las lecciones.

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Elissa Stavridis
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Elissa Stavridis


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Cuando Arión le dio a entender el motivo para no haber traído a Elysia a Atlantis, Elissa pareció sorprendida. Por supuesto, Lyz era indomable. No sería capaz de permanecer de brazos cruzados mientras el atlante hibridaba hombres y bestias, torturaba inocentes o amenazaba a sus criados. Pero le costaba creer que él las viera como una amenaza estando juntas. ¿Sobreestimaba sus capacidades? ¿O era ella quien las infravaloraba?

-Muy bien. Lo comprendo -respondió. Al menos, se planteaba hacerlo más adelante.

Sus palabras acerca del demonio tuvieron un efecto mucho más devastador. Arión hizo un gesto de dolor y se quedó paralizado. Elissa corrió junto a él, asustada.

-¿Κύριος? ¿¡Qué ocurre!?

Retrocedió por instinto cuando él volvió súbitamente en sí, evitando por pocos centímetros que la golpeara la silla al caer. El corazón latía con fuerza en su garganta. Nunca lo había visto tan furioso, y temió que lo pagara con ella. En lugar de eso, el atlante descargó su rabia contra los libros que lo rodeaban, arrojándolos al suelo de un manotazo.

Esta vez, ella no se aproximó. Permaneció donde estaba, mientras Arión hacía un esfuerzo por dominarse. Cuando habló, su voz sonó tensa.

- Anoche, cuando te fuiste, traté de hablar con mi otro yo, para saber qué había podido decirte que pudiera haberte suscitado más preguntas, pero... no encontré nada. La gema... estaba hueca. Vacía. No había rastro del alma de mi álter ego, y ni siquiera era la misma que contuvo mi esencia cuando se destruyó mi cuerpo. Aquella piedra era mágica, pero ésta... era cristal sin valor. Debieron sustituirla por una copia que imagino serviría como un transmisor para quien quiera que estuviera al otro lado, pero... ¿cuándo? Antes de confinarla en el receptáculo mágico de mi ciudadela siempre la llevaba encima, aunque no vistiera el Manto del Salvador. Esa piedra era mi símbolo, el óvulo que me mantuvo con vida durante los milenios que pasé enterrado en aquella estrella. Siempre la he llevado para no olvidar jamás de donde procedía, nunca me la he quitado, nunca salvo...

Su rostro se convirtió en una pálida máscara, como si hubiera recordado algo más. Su tortura a manos de Madame Hydra. El momento en que habían sustituido la gema.

- ¿Cómo he podido ser tan estúpido? Me dijo... me dijo que aquello había sido todo orquestado por Garn, y yo la creí porque quien fuera que lo había organizado conocía exactamente cuáles eran mis puntos débiles y la manera de atacarlos, pero cuando más tarde fui al Mundo Oscuro a revisar la prisión de mi hermano, los sellos que le aprisionaban seguían intactos. Él no había sido... por supuesto que no. Mi hermano es incapaz de una venganza tan elaborada...

Elissa no habló, ni preguntó. Arión le daba retazos de sus pensamientos, pero no eran más que eso. Piezas sueltas. Su mente tejía un entramado mucho más completo, uno que no compartía con ella, y que la griega sólo podía seguir a duras penas. Le resultó evidente que tenía un sospechoso, probablemente el demonio del que ella le había hablado. Ella había estado en su mente y había comprobado que sí, que era capaz de orquestar aquella venganza elaborada de la que Arión hablaba. Un ser inmortal, con una paciencia ejercitada durante milenios.

Pero la trama no se detenía en la tortura de Madame Hydra. Sus tentáculos llegaban hasta el día previo, cuando ella se había adentrado en la gema, descubriendo su secreto. Había hecho algo más que torturar físicamente a Arión. ¿Hasta qué punto estaba contemplando el resultado de sus maquinaciones?

- Vete, por favor -musitó Arión-. Necesito pensar. Iré a buscarte cuando esté listo para dar comienzo a las lecciones.

-... De acuerdo. - dijo.

Era lo mejor para ella. En el estado en el que se encontraba el atlante, era imprevisible. Aún así, Elissa le dirigió una última mirada desde la puerta antes de marcharse, insegura de lo que iba a ocurrir. Después de aquella reacción, creyó que no vería a su maestro durante semanas. De hecho, era probable que relegara su instrucción a un segundo plano para poder centrarse en la búsqueda del ser que lo había amenazado.

Sin embargo, fiel a su promesa, acudió a buscarla. Las lecciones, que se prolongarían durante varios meses, dieron comienzo poco después.

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Continúa en: El Tiempo en sus Manos Pt. 2, Atlantis.

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