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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
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El descapotable rojo recorría a toda velocidad las carreteras de montaña que bordeaban la costa griega, dando la impresión en las curvas de que en cualquier momento iban a despeñarse por el acantilado hasta las rugientes olas que se estrellaban contra las rocas. Sin embargo, Elektra conducía con una seguridad apabullante, sin el menor asomo de miedo o vacilación. El viento agitaba su exhuberante melena a su espalda haciéndole parecer aún más salvaje, amenazando con deshacer la trenza de Elissa, que tenía que apartar de vez en cuando algún cabello suelto de la cara.
De hecho, la asesina parecía incluso... relajada. No había rastro alguno de tensión en la despreocupada sonrisa de su cara, o en la manera en la que sujetaba el volante. Parecía una locura, pero a pesar de la velocidad, Elissa se sentía extrañamente segura. Quizá más segura de lo que se había sentido en todo el último mes.
Elektra llevaba un veraniego vestido blusón de color borgoña con el largo justo para cubrir las heridas de su muslo, y había dispuesto estratégicamente las mangas para que cubrieran el hombro mutilado al tiempo que caían para mostrar la morena y tersa piel del izquierdo de una manera que parecía completamente casual, aunque Elissa sabía que no lo era.
La griega había permanecido en silencio la mayor parte del trayecto, pero el ambiente en el coche era distendido. Simplemente parecía disfrutar sobremanera de la sensación del viento sobre la cara y la música rock que sonaba de fondo en la radio del coche. De todos modos Elissa dudaba que hubieran podido hablar mucho con el ruido que el viento generaba en el descapotable. El trayecto desde el aeropuerto hasta la mansión de los Natchios fue largo, y para Elissa resultó imposible evitar que su mirada se desviase de tanto en cuanto hacia los dedos que sujetaban el volante. Cuando las dos mujeres se habían conocido, Elektra llevaba puesta una camisa de fuerza para impedir que golpeara las férulas y garantizar la recuperación de las extremidades amputadas. El período de recuperación para heridas así normalmente oscilaba entre cuatro y seis meses. Hacía menos de tres desde que la asesina había sido operada, pero había contado con la mejor tecnología y los mejores profesionales que S.H.I.E.L.D. había podido encontrar, y, aunque los dedos se notaban aún algo hinchados y adormecidos, parecía ser capaz de utilizarlos de manera funcional. Al menos para algo relativamente simple como sostener un volante. Elissa sabía que era más que probable que nunca pudiera recuperar la destreza necesaria como para volver a luchar utilizando sus manos de nuevo.
Y, sin embargo, la morena parecía de buen humor...
Elektra aparcó el coche al llegar ante la impresionante mansión situada en la cima del acantilado y rodeó el vehículo para ir al encuentro de Elissa, tomándola de la mano. El tacto de sus dedos era antinaturalmente frío para la época del año en la que se encontraban, pero Elektra sonreía.
- Ven. Quiero enseñarte las vistas antes de entrar en la casa.
La mujer la condujo hasta un robusto roble que se alzaba sobre el acantilado, sentándose con ella a su sombra. El mar rugía y agitaba sus olas a sus pies. La mirada metalizada se perdió en las aguas durante un instante, como rememorando.
- Éste es el árbol del que te hablé, el que planté junto a Stavros cuando era pequeña. ¿Pudiste imaginar entonces que terminaríamos las dos sentadas a su sombra? -se rio-. Tendrás que perdonarme... No recuerdo mucho de esas primeras sesiones de terapia. Estaba... en otro estado mental entonces. No sé si te lo llegué a contar todo... El motivo de por qué lo plantamos -aclaró poniendo su mano mutilada sobre el rugoso tronco-. Stavros siempre fue como un segundo padre para mí porque mi padre estaba casi siempre fuera por su trabajo, y yo me aburría y pasaba mucho tiempo con él. Me gustaba ver cómo trabajaba con las plantas y le ayudaba siempre que podía. Una vez, jugando con la azada, fui descuidada y maté sin querer un plantón, y Stavros se disgustó mucho. "Sólo es una planta, Stavros", le dije, sin poder entender por qué le afectaba tanto. Y él me dijo: "Era un ser vivo, pequeña. Y estaba bajo nuestro cuidado". "Pero matamos a las malas hierbas, ¿no es así?", volví a preguntar yo -suspiró-. Su silencio fue como una aguja al rojo vivo traspasando mi alma. Plantamos el nuevo plantón a la mañana siguiente. Qué irónico es el destino, ¿verdad? Stavros no quería que matara. Mi padre tampoco habría querido que lo hiciera -continuó, recordando cómo había expulsado a Orestez de la familia-. Matt... Matt tampoco quería que matara.
Se recogió las rodillas al pecho, rodeándolas con sus brazos con aire ausente.
- Y, sin embargo... Y, sin embargo, he matado. "¡Oh, cómo he matado! Y así, las furias de la venganza y la culpa me persiguieron y acosaron" -comenzó a declamar, recordando las líneas de la obra Agamenón que había interpretado cuando trabajaba en el teatro de danza clásica la primera vez que había tratado de redimirse. Dejó escapar una risa casual para disipar cualquier clase de mal ambiente que pudiera haberse generado y comenzó a trenzarse el despeinado cabello en un recogido informal que tenía como único objetivo mantenerlo apartado de la cara-. En fin... no hay mucho que te pueda contar, ¿verdad? Después de todo, has estado en mi mente. Probablemente seas la persona que más sabe de mí ahora mismo.