[WWD] La caída de Atlantis (Autoconclusivo) [04-04-2019]

Aquél había sido un año terrible para los ciudadanos de la Atlántida; Primero, la Colisión había provocado que las dos ciudades de los dos universos se fusionaran entre sí, generando caos y una guerra civil en la que había fallecido el hijo del rey, entre otras muchas víctimas, provocando la ruptura entre éste y la reina Mera. Habían pasado meses en los que el pueblo de Atlantis había tenido que trabajar mucho para reconstruir las zonas destruidas por el sinsentido de la guerra, cazar y exterminar las bestias demoníacas que habían sobrevivido y recuperarse por el dolor emocional ante la pérdida de sus seres queridos, caídos en una absurda disputa fratricida orquestada por un demonio a quien no habían podido atrapar. Su rey estaba destrozado después de la pérdida de su hijo y el divorcio de su mujer, y durante el ataque del robot conocido como Ultrón había perdido, también, la mano diestra, un añadido más a la larga serie de desdichas que parecían haberse cebado en el rey atlante, desdichas que vieron llegar su fin cuando el consejero del rey, el mago Arión, pareció volverse loco y acabó con su vida el pasado marzo, sometiendo la ciudad bajo un gobierno despótico en el que sólo se contemplaba la opción de obedecer, ya fuese voluntariamente o después de pasar por un terrible proceso que transformaba a las personas en híbridos de animal completamente leales a su señor.

La corriente temporal había sido restablecida después de que Arión la trastocara, y ninguno de ellos guardaba recuerdo de lo sucedido, pero su rey seguía muerto y su Sumo Mago había sido enviado al infierno como castigo a sus pecados, por lo que, sin la ayuda de sus dos principales (y más poderosos) defensores, constituían un blanco fácil para cualquier ataque, por eso habían reforzado las defensas, mas todo fue en vano. Nada ni nadie podría haberles preparado para lo que llegó aquél día.

Rodunn, el capitán de las tropas del rey, sobrenadaba la ciudad sin perder de vista el océano circundante, en compañía de dos soldados.

- ¿Qué ocurre, señor? Parecéis preocupado -hizo notar uno de ellos.

- No estoy seguro, pero tengo la impresión... de que hay algo ahí fuera.

Los dos soldados dirigieron la mirada a la vastedad azul que se extendía ante ellos. No parecía haber nada de lo que preocuparse, nada...

- Lo notáis, ¿verdad? -inquirió Rodunn-. Está todo demasiado silencioso, demasiado calmado... Fijaos bien en la explanada que hay frente a la ciudad.

Los hombres lo hicieron, y al poco se dieron cuenta de lo que quería decir su superior; Había un gran vacío; allí donde normalmente habría habido peces y animales marinos de todo tipo, no había absolutamente nada. Era como si la fauna evitara intencionadamente los alrededores de la ciudad en varios kilómetros a la redonda.

- No es normal, no puede serlo. Maldición, ojalá estuviera aquí Arión -masculló el hombre-. Tenemos que...

Empezó a volverse para dar una orden, pero entonces, el segundo soldado abrió desmesuradamente los ojos, le cogió por el brazo y señaló detrás de él con el rostro congestionado por el terror. Rodunn se volvió de inmediato y lo que vio le dejó sin habla;  un ejército infernal había aparecido de la nada ante las puertas de la ciudad; criaturas de pesadilla moldeadas como la arcilla a partir del coral de las profundidades y animadas con el hálito de vida del infierno:


Un enorme e imponente ser de piel roja como la lava y una corona de cuernos en torno a la cabeza se encontraba al frente.

- ¡Tú! -bramó Rodunn apuntándole con la lanza- ¡Tú fuiste el que orquestó la guerra de hace unos meses, bastardo! ¡Por tu culpa murió el hijo del rey!

El demonio le miró con hastío, alzándose por encima de sus hambrientas hordas hasta quedar a la vista de los ciudadanos aterrorizados.

- ¡Hombres y mujeres de Atlantis, rendíos! ¡Vuestros protectores no están y mi ejército es infinito, pues se alimenta y nutre del mismo océano, y ahora, también las almas de Atlantis me pertenecen!

El demonio hizo un gesto y las huestes se apartaron, permitiendo que los horrorizados atlantes contemplaran el peor de los sacrilegios; los soldados y civiles que habían perecido durante la guerra civil habían salido de sus tumbas en el fondo oceánico para unirse a las tropas infernales como muertos vivientes, privados de cualquier recuerdo o conciencia de sus vidas anteriores. Si ya de por sí la visión de aquél ejército de pesadilla resultaba pavorosa, contemplar de aquella forma a sus seres queridos como cadáveres putrefactos sin apenas carne sobre los huesos fue el golpe necesario para terminar de minar su resistencia y su moral. Los abatidos y descorazonados habitantes de Atlantis rindieron aquél aciago día su ciudad sin prestar resistencia alguna. El mal había vencido una vez más.