La máscara de la lluvia (libre, Pre-Omega, Marvel).

La B.P.R.D (asociación de investigación y defensa de lo paranormal traducido) se encarga de toda clase de eventos sobrenaturales de carácter maligno que suceden en el mundo. Sus miembros viajan al lugar donde han recibido un aviso o el satélite ha localizado un evento de este tipo y lo resuelven con la mayor discreción y brevedad posible. Y si pueden evitar muertes de inocentes mejor que mejor. Sus miembros más importantes son Hellboy, Abraham Sapiens "Abe", Elizabeth "Liz" Sherman, Johann Krauss, Kate Corrigan y el capitán Ben Daimio. Dependiendo de la amenaza del evento son unos u otros los que van. En esta ocasión, Hellboy y Abe se encontraban en la jungla del Congo en busca de una supuesta máscara tribal con el poder de controlar el tiempo.

El calor era insufrible. Los insectos acribillaban a nuestros héroes como si fuesen una especie de buffet libre. ¡Y tanto que lo eran! No había más que asquerosos mosquitos y moscas por ahí. Se supone que estaban en África, debería haber monos, serpientes, pájaros de mil colores... ¿Dónde se habían metido todos esos animales? Tan solo invertebrados de toda clase habían visto desde hacía casi dos horas que marchaban bordeando el río. Hellboy se pasó el brazo por la frente secándose el sudor que caía a borbotones desde la base de sus cuernos limados. Abe, a pesar de su amor por el agua se sentía asfixiado. La humedad del aire era tan palpable que incluso resultaba complicado respirar. Siendo sinceros prefería esto a las cinco horas de calor insufrible en la sabana que habían pasado el día anterior. Por desgracia la selva africana del Congo era un laberinto impenetrable, y habían tenido que aterrizar con el helicóptero a casi cien kilómetros de donde se encontraban debido a una fuerte tormenta. La información acerca de una máscara que controlaba el tiempo se había vuelto mucho más creíble con los eventos del día anterior, y con cada paso que daban. Ninguno recordaba que las selvas fuesen tan duras.

Hellboy paró en seco a descansar un poco. Le dolía el brazo izquierdo de cortar ramas y lianas con el enorme machete que llevaba. En cualquier otra situación podría haber estado horas haciéndolo, pero la humedad le estaba matando. Clavó el machete en el suelo apoyándose en él y respiró con fuerza. Abe se puso a su altura y esperó a que su compañero se pronunciase.

- Esta maldita selva me está empezando a tocar mucho las narices... ¿Cuánto se supone que falta para alcanzar el dichoso templo ese?- Hellboy miraba a su compañero que sacó una pequeña tablet. Esos aparatos electrónicos se le daban fatal. Había intentado escribir con un teclado especial para su mano derecha, pero en seguida perdía la paciencia. Esos cacharros no traían más que problemas. Además, la mitad de las veces no encontraban la red o se quedaban sin batería.

- Según el radar, deberíamos estar a menos de dos kilómetros de distancia. Pero tenemos un pequeño problema añadido... Hay que cruzar el río.- Abe sacó de su bolsillo un pequeño pergamino y lo extendió. En él aparecía el dibujo de un enorme templo de base cuadrada con una única entrada. Esta tenía la forma de la boca de un león. En las cuatro esquinas del pergamino había unos dibujos bastante borrosos, pero Abe alcanzó a deducir que se trataban de algún tipo de animales. Posiblemente algún tipo de guardianes o protectores del templo. Por regla general, la mayoría de los templos antiguos tenían al menos un guardián que se encargaba mantener a los intrusos fuera. Estos guardianes eran capaces de percibir las intenciones de aquellos que se acercaban, atacando a quienes pretendían profanar el templo, y ayudando a los que se habían extraviado a encontrar una salida. Si estos guardianes seguían con vida o no lo sabrían de un momento a otro. - Por cierto, es posible que tengamos compañía. El templo cuenta con cuatro guardianes, así que será mejor permanecer alerta.-

- Cruzar el río, ¿eh?- dijo Hellboy entrecortadamente. - ¡Y cuatro guardianes! Creía que estábamos en una misión, no en unas vacaciones de placer. Crucemos el río ahí adelante, parece que se estrecha ligeramente.- en realidad le gustaba la idea de que hubiese algo contra lo que pelearse. Las misiones que carecían de enemigos le resultaban aburridas. Unos pocos minutos después habían alcanzado la orilla. "Rojo" cogió una piedra y la lanzó a la mitad. No pasó nada. Arrancó una larga liana y la ató a una enorme flecha que llevaba en un carcaj. Tensó un enorme arco de metro y medio y la flecha cruzó silbando el río hasta quedar clavada en un árbol al otro lado. Hellboy tiró con fuerza de la liana hasta que estuvo tensa. La ató en un árbol en la orilla en la que se encontraban y comenzó a cruzar el río aferrándose a la liana para evitar ser arrastrado por la corriente. Abe hizo lo propio, y al cabo de medio minuto habían recorrido la tercera parte del río. En ese instante, oyeron un fuerte estallido de agua a su izquierda. Una enorme serpiente de más de diez metros se alzaba ante ellos con mirada hambrienta.

- Parece que tenemos al primer invitado de la noche Abe. Hellboy se soltó de la liana. El agua le llegaba por la cintura pero podía sentir la fuerza de la corriente. Sacó el "Samaritano" y apuntó a la cabeza de la serpiente. Tan ancha como el tronco de un árbol, tenía la piel de color verde plateado. El vientre estaba formado por grandes placas doradas que emitían un fuerte brillo. De los lados del cuerpo salían pequeñas protuberancias de piel parecidas a aletas atrofiada. Su hocico era alargado y estaba provisto de dientes. Dos largos cuernos amarillos salían hacia atrás y entre ellos una cresta parecida a una aleta dorsal de pez recorría todo su lomo. Sus ojos eran rojos y grandes, con un iris vertical que se movía a gran velocidad, alternando entre Hellboy y Abe. "Rojo" le pegó un grito, captando la atención de la enorme criatura. - ¡Eh, anguriña! ¡Estoy aquí! ¿Te apetece un poco de picante para comer hoy?

La palabra "vacaciones" era una de esas palabras que no solían escucharse en la base, pero cuando se dijo por primera vez, causó un gran revuelo entre los componentes de Abyss. Revuelo en el que ni Leo ni yo participamos. ¿Cuántos años habían pasado desde la última vez que me tomé un descanso? No lo recordaba.

Sin embargo, la idea de Lord Rick fue bien acogida por Planaria y Tom, el recién llegado. El entusiasmo de este último era conmovedor, por lo que no rechacé la idea. Tom decidió que quería irse a Estados Unidos y le daba igual que le acompañásemos. Cada uno había decidido un destino distinto, y no había manera de ponerse de acuerdo. ¡El avión no podía dividirse! Así que, al tratarse del nuevo, decidimos dejarle el transporte aéreo privado a Tom y a Planaria, que acabó insistiéndose para acompañarle. Les despedí y horas después, tomé un avión comercial para dirigirme a África.

¿Por qué África? Porque dicen que su cultura es mágica. No era un viaje de placer, por supuesto. Si iba era para hacerme con más aliados espirituales. Y disponía de menos de una semana. No tenía tiempo que perder ni me gustaba estar mucho rato lejos de "casa". Tenía lo que comúnmente se denomina como un mal presentimiento que no sabía dónde ubicar.

Mi búsqueda me llevó hasta un poblado colindante a la jungla. Era como vivir un documental. Al principio me costó entenderme con la población indígena, pero conseguí un guía bastante silencioso con el que me adentré en la selva.

Cada paso que daba me acercaba más a algo. Lo presentía. Era como una voz con cierta musicalidad, una cancioncilla que se te mete en la cabeza y que oía más clara según hacia donde me orientase, marcando la dirección correcta hasta llegar al punto en el que yo encabezaba la marcha. Mi guía cambiaba de color conforme más me acercaba al origen de mi "música" hasta que, tras alcanzar cierto punto que para mi era totalmente desconocido de la selva, dio un grito y se fue corriendo por donde había venido, aterrado. No tuve tiempo de seguirle antes de perderlo de vista.

Si, me había perdido en mitad de la jungla, sola. No recordaba el camino de vuelta ni podía orientarme. Pero las voces seguía allí, haciéndome compañía. Buscar su origen me pareció que era la mejor opción, visto lo visto. No volví la vista atrás ni una sola vez, ni siquiera cuando encontré el cadáver medio devorado de un animal, irreconocible. Me palpé los bolsillos para asegurarme de que mis cuchillas seguían ahí, tranquilizándome, y seguí adelante. Las voces se mezclaron con el sonido del agua al deslizarse por la tierra. Un río. Y un nuevo griterío, esta vez más humano. Procedí a acercarme, movida más por la curiosidad que por la precaución.

Entonces los vi. Tres individuos contra una serpiente gigante. Tardé un tiempo en asimilar la situación que tenía ante mis ojos, permaneciendo escondida entre la vegetación. En cuclillas, apoyé la mano sobre el tronco de un árbol que tenía al lado y contemplé la escena. Al menos, hasta que percibí algo que me acariciaba la mano. "Acariciaba" no era el término exacto. Más bien, me correteaba por la mano con escurridizas patitas diminutas. Un escalofrío me recorrió la espalda de arriba a abajo. Desvié la mirada... y me encontré con un bicho que no supe reconocer. Las oleadas de asco fueron superiores a mí y, con un grito, me alejé de un salto, saliendo a la luz... y dispuesta a tirarle una invocación encima si se acercaba a mi.

La cabeza de la serpiente calló a toda velocidad hacia mí, y de un salto me agarré a su cresta a la altura de los ojos. La levantó con una fuerza descomunal y por poco me manda volando por los aires. Disparé con "el Samaritano" a bocajarro, haciéndole un pequeño agujero del cual chisporrotearon unas luces verde fosforito. La enorme sierpe profirió un potente grito y siguió zarandeándome. No sabía cuánto tiempo más podría mantenerme en su cabeza así que decidí propinarle tres disparos más. Dos salieron volando y el tercero le dio de lleno en el ojo, reventándoselo con un estallido de color azul fosforito. Esta vez el grito fue mucho más fuerte y salí volando cincuenta metros hasta caer en el agua. Tardé un par de segundos antes de volver a estar de pié y sacar la cabeza del agua. Oí disparos provenientes de la pistola de Abe, quien esquivaba ágilmente los cabezazos y coletazos que le mandaba la enorme criatura. La punta de su cola tenía forma de rombo y era de un fuerte color morado. Posiblemente fuese venenosa. Me quedaban un par de tiros en el revolver, pero decidí guardarlo y pegarme con ella a puño limpio. Esto de ser diestro me mataba a la hora de disparar.

- ¡Abe! Cuidado con esa cola, me parece que nuestra amiguita es venenosa.- le grité mientras corría hacia él y la serpiente. En ese momento emitió un potente rugido, y acto seguido de su boca salió un enorme chorro de agua a presión bajo el cual Abe fue sepultado. Genial, uno de esos bichos que controlaban los elementos. - ¿Abe? ¡Abe! ¿EStás bien?- afortunadamente Abe era mitad pez, así que un poco de agua, aunque fuese a presión no iba a poder con él. Me hizo un gesto con la mano de que todo estaba en orden y alcancé por fin a la gigantesca criatura. Empecé a propinarle fuertes puñetazos en el vientre, pero parecía estar recubierto de algún tipo de metal o algo pues apenas se inmutó. Esas escamas eran duras como el acero. La sierpe me vió y todo el peso de su cola cayó sobre mí aplastándome contra el fondo.

- ¡Estoy aquí, horrible criatura! ¡Vamos, cógeme si puedes!- el modus operandi de estas situaciones donde nos enfrentábamos a una enorme criatura solía ser llamarla desde distintos ángulos para mantenerla distraída mientras los demás le pegábamos. Generalmente era yo quien la mantenía distraída, recibiendo golpes, mordiscos y toda clase de atentados contra mi persona como se puedan imaginar. Pero cuando yo me encontraba indispuesto, como en ese momento que yacía bajo una tonelada de carne de serpiente, Abe y Liz eran quienes captaban la atención del bicho para que pudiese atacar. La distracción salió a la perfección. La sierpe volvió a rociar a Abe con un potente chorro de agua y la presión que ejercía sobre mí disminuyó considerablemente. De un impulso me zafé de la prisión en la que me tenía y desenfundé el enorme machete. Dejé caer con todas mis fuerzas una y otra vez la hoja sobre la dura piel de la sierpe. De los cortes que conseguí hacerle salía a borbotones una sangre de color verde que olía a demonios. Sentí una fuerte punzada en el pecho con la fuerza de un camión. En un instante me encontraba en la boca de la enorme serpiente a unos diez metros sobre el suelo.

- Así que te gusta jugar, ¿eh "cara-picha"? Pues me vienes genial, porque yo soy un fan de los juegos.- le clavé con todas mis fuerzas el machete en el hocico, haciendo que abriese la boca de golpe. Me agarré a su lengua y comencé a abrirle la boca con todas mis fuerzas. Los disparos de la pistola de Abe silbaban cerca de mi cabeza e impactaban en el paladar de la sierpe. Se retorcía con una fuerza imparable y profería unos gritos y chillidos ensordecedores. Acabé colocando mi pié en la mandíbula inferior y con la mano derecha mantenía la boca abierta. - ¡Sonríe para la foto que siempre sales muy seria! Venga, ¡esta por papá! Cogí una enorme granada y quitándole la anilla la mandé directamente a la garganta. Un sonido como de tuberías provino de ella, y le cerré la boca a tiempo para frenar el nuevo torrente de agua que venía, abrazándome con fuerza al hocico. El agua salía de entre los dientes y se revolvía como una endemoniada. Me estrello un par de veces contra el suelo y ¡bum!. La serpiente se quedó rígida, y luego por mi peso y el de su cabeza caímos contra el agua. La fuerte corriente arrastró con dificultad el pesado cuerpo, que desapareció entre los árboles un par de decenas de metros más abajo. Respiré pesadamente mientras recobraba el aliento pero Abe no guardó la pistola.

- No ha... No ha estado mal, ¿no crees? Un poco de acción siempre viene bien para estirar los músculos.- sonreía por nuestra victoria. Uno siempre se sentía orgulloso de parar y matar a una serpiente de casi cuarenta metros y más de diez toneladas. Miré a mi compañero que hizo un gesto con la cabeza señalándome unos arbustos que había cerca de la orilla. Saqué mi revolver y me dirigí a su lado. Un pequeño grito y una chica apareció a pocos metros de nosotros. Tenía cara de miedo, como si acabase de ver una criatura del inframundo... Bueno, si había visto la serpiente entendía que tuviese esa cara. Pero parecía más bien que era algo que le había atacado en los arbustos. Nos miró y se quedó petrificada. Una no siempre se encontraba en medio de la selva del Congo con un enorme demonio rojo y una especie de hombre-pez apuntándole con una pistola y un revolver del tamaño de un lanzagranadas. - Parece que tenemos compañía por lo que veo. ¡Eh, personaje de anime! ¿Quién eres? ¿Nos estabas siguiendo o algo? ¿Qué haces en medio de la selva? Ya puedes ir contestando porque me quedan un par de disparos aquí y a mi compañero Abe el cargador entero... Y aunque tenga mala puntería a esta distancia no fallo, créeme.- de esto último no estaba tan seguro, pero prefería meterle miedo, al menos miedo a nosotros y no sólo a lo que hubiese visto antes. Podría ser una bruja o algo por el estilo que estuviese buscando una entrada al templo como nosotros, dejándonos irle limpiando el camino hasta lanzarnos un potente hechizo que nos dejase paralizados mientras cogía la máscara y se iba de rositas en nuestra cara.

Recogí los trozos de dignidad que me quedaban y los reuní como pude al incorporarme y ajustarme las gafas de sol. Levanté los brazos mostrando las palmas de las manos. Después de ver como el ser de rojo se había encargado de la serpiente gigante, no me apetecía ser su nuevo blanco de tiro. Su compañero tampoco era humano, y el excursionista que salió a mi vera... tenía pinta de estar bastante perdido, pero poco más. No creo en la casualidad, así que que todos nosotros hubiéramos coincidido ahí, en medio de la nada... Ese tipo de acontecimientos no pasan así porque sí. El rojo me apuntaba con el cañón de su arma sin miramientos, pero más miedo me dio la pregunta del excursionista recién llegado:

- ¿Sois... mutantes?

¿Que respondo a eso? Tenía a dos seres armados y peligrosos cuyas intenciones desconocía y que acababan de cargarse a una criatura antinatural. Ellos se veía a la legua que no eran humanos, pero yo daba bastante el pego.

- Yo me he perdido... Mi guía se ha ido y me ha dejado tirada aquí -las mejores mentiras eran las que estaban empapadas de verdades -No sé cómo volver al campamento y... no soy una amenaza para vosotros... -realmente no sabía si podía llegar a representar una amenaza para ellos. ¿Que hacían dos seres como aquellos allí? ¿Qué buscaban? Estos no tenían pinta de estar tomándose unas vacaciones. Puse mi mejor cara de chiquilla desamparada. Hacía tiempo que no lo hacia, pero nunca se me ha dado mal.

- ¿Pero esto qué es, una puñetera excursión de domingo al campo? ¿Nos estábais siguiendo?- encontrar a los típicos cotillas que te siguen para ver que haces en la ciudad era normal... pero, ¿en medio de la jungla africana? Eso no se lo creía nadie. Y no sólo una, sino dos. Dos personas en menos de diez metros cuadrados, aparentemente sin tener nada que ver el uno con el otro. ¿Estaban de coña? ¿Qué era eso, una especie de cámara oculta?

- ¿Sois... mutantes?- el tío que había aparecido en segundo lugar nos hizo esa pregunta. Ambos estaban asustados con las manos levantadas como si fuésemos algún tipo de criminales o algo por el estilo. Decidí bajar el arma pero no la guardia. No parecían muy peligrosos, y desde luego no creía que me fuesen a dar más problemas que la serpiente.

- ¿Mutantes? ¿Acaso tengo pinta de mutante? Bien, hagamos un rápido repaso: mido dos metros y medio; soy totalmente rojo; tengo lo que parecen dos grandes corchos que salen de mi cabeza que en realidad son mis cuernos limados, y ni se os ocurra mirarlos si no queréis cabrearme; tengo un rabo como de mono y esta mano gigante de piedra... ¿y me preguntas si soy un mutante? Macho, no sé de qué agujero vienes, pero en mi pueblo a los tíos como yo los llamamos otra cosa, y desde luego no mutantes... Entiendo que a mi amigo le confundáis con un mutante, ya que es muy parecido a un humano; puede respirar bajo el agua y es de color azul... Pero, ¿de verdad creéis que soy un mutante? Deberíais revisaros la vista, aunque creo que os corre más prisa revisaros el sentido de la orientación.-

Le hice una señal con la cabeza a Abe diciéndole que ya habíamos acabado con esta pareja y que nos poníamos en movimiento antes de que cayese la noche. Abe sin embargo guardó la pistola y se acercó a los nuevos. Apenas había tocado el agua cuando la extraña chica habló.

- Yo me he perdido... Mi guía se ha ido y me ha dejado tirada aquí. No sé cómo volver al campamento y... no soy una amenaza para vosotros... - paré en seco y me dí la vuelta.

- Rojo, no podemos dejarles aquí. Como mínimo creo que deberíamos indicarles cómo se sale de esta jungla...- Abe empezó a hacer de "Pepito Grillo" intentado alcanzar mi lado sensible y hacerme entrar en razón.

- Claro, ¿por qué no? Oye, ¿no tendréis hambre no? También podemos ofreceros nuestras provisiones contadas al dedillo y nuestras camas. Nosotros dormiremos al raso no os preocupéis, estamos acostumbrados. O, qué demonios, ¡ni dormiremos! Nos quedaremos toda la noche vigilando que los bichitos no os piquen, ¿qué me decís?- tras decir todo esto con una enorme sonrisa mi cara cambió por completo y me puse totalmente serio. - ¿Qué somos ahora Abe, las hermanitas descalzas de la caridad? Andando antes de que se nos eche la noche encima.

- Pero "Rojo", no podemos dejarles aquí. Están asustados. Podrían acompañarnos aunque sólo sea hasta un camino o una zona segura de la selva y desde ahí proseguir su marcha. ¿Cómo os llamais? Mi nombre es Abraham Sapien, aunque podéis llamarme Abe, y el grandullón rojo este que veis es Hellboy. Somos cazadores de demonios y entes malvados...- pero, ¿qué estaba haciendo Abe? ¡Que se dejase de historias y se pusiese en marcha! Pegué un fuerte resoplido. Odiaba cuando Abe encontraba a criaturas más débiles que nosotros perdidas. No podía evitar pararse para ayudarles.

- Abe, déjalo. Lo digo en serio. Abe. ¡Abe! ¡ABE!- con el grito final Abe cesó su charla y me miró con ojos acusativos. Ya podía mirarme con la cara que le diese la gana porque no pensaba llevar a esos dos con nosotros como si fuésemos sus niñeras. - Primero no somos mutantes, ¿entendido? No somos nada que se les parezca siquiera. Segundo, habéis visto la serpiente gigante del río, ¿verdad? Pues esa clase de cosas que os tienen acojonados es lo que nosotros desayunamos cada día. Y tercero, y espero que esto quede bien clarito, no vais a venir con nosotros, ¿estamos? Y eso va por ti también Abe.- le dirigí la mirada más amenazante que pude. Dio igual, él no iba a dejar abandonados a esos dos.

- "Rojo", vamos... tienen potencial, lo he sentido. Pueden ayudarnos. De hecho este de aquí tiene un poder parecido al nuestro. Algo inestable, pero podría servirnos de ayuda. Y la chica posee un don innato bastante útil.- Abe era capaz de sentir la naturaleza de todo aquello que tocaba. Con discreción había rozado con las yemas de sus dedos a ambos visitantes. La idea de que el chaval encerrase algún tipo de demonio o algo por el estilo en su interior no me gustó demasiado. Los demonios solían ser criaturas muy inestables y se aprovechaban de chicos y chicas con pinta de pringaos para no levantar sospechas. En cualquier caso Abe no se equivocaba nunca, y si no había visto un ente maligno en el muchacho podría tratarse de uno de los raros casos de jóvenes capaces de controlar su demonio interior. - Además, aún a malas siempre pueden quedarse más atrás cuando nos enfrentemos a un enemigo.-

Daba igual lo que dijese, cómo me pusiese o lo que hiciese, para Abe ellos ya estaban con nosotros. No quería perder más el tiempo de manera que decidí resignarme y aceptar a la estúpida pareja de "mutantes" con nosotros. Siempre lo conseguía. Durante el combate con la sierpe la liana se había partido, de manera que volví a cargar el arco y llevé a cabo el proceso anterior otra vez.

- Abe, cuando volvamos a casa vamos a tener una larga charla...- y así, cruzamos los cuatro el río, con Abe charlando animadamente con los dos recién llegados mientras yo despejaba el camino a machetazo limpio en dirección al templo.

Hellboy, Abe y Sloan. Que bien. Y la tapadera a la basura. ¿Podía salir algo más mal? Mejor no decirlo en alto, que luego pasa lo que pasa... Debería estar ya curada en salud. He trabado contacto con aberraciones a las que he tenido que mantener en este mundo el tiempo suficiente para que causaran estragos, pero nunca es agradable saber que tienes un demonio pululando a mi alrededor.

- Yo... me llamo Tanith -dudé por un segundo si decir mi nombre real era una buena idea, pero tampoco era un detalle que pudieran perjudicarme -Encantada, supongo...

Era absurdo que siguiera aparentando ser una chica más. El maldito Abe había sido capaz de averiguar, aunque algo vagamente, que no lo era. Eso si, dentro del grupo, era la más normalita, por lo que había visto y oído. Proseguimos la marcha, ahora en grupo.

Las voces de mi cabeza volvieron a la carga, convirtiendo la charla animada de Abe en un apagado zumbido. El encuentro no tenía pinta de que fuera a acabar pronto: el lugar al que se dirigían era el mismo lugar del que procedían las voces. Sloan cerraba la marcha y Abe caminaba entre ambos, buscando nuestra simpatía. Justo delante de mi tenía al grandullón rojo, cuya anodina cola se movía de un lado a otro como si de un gato se tratase. Era hipnótico. Incluso las voces de Sloan y Abe sonaban lejanas:

- Abe, ante todo, gracias por aceptarnos. Si no te importa, tengo unas preguntas que hacerte. Claro está, si no te molesta. Dices que sois cazadores de monstruos. ¿Habéis venido hasta África por alguno en especial? ¿O por alguna otra cosa? Es que, verás... mi expedición y mis compañeros captamos algo. Somos cazadores de tesoros, y llegamos al continente en busca de cierto mito enterrado bajo ésta selva. Pero cuando llegamos, el radar que llevaba uno de nuestros compañeros empezó a emitir una señal muy extraña. No conseguimos encontrarla y ahora estamos dispersos por culpa de los peligros de ésta selvAAAH!

Junto al grito que emitió Sloan hubo un estruendo a nuestras espaldas. Hellboy y yo nos volvimos. Sloan había hecho muestra de una fuerza inusitada y un pobre árbol selvático había sufrido las consecuencias.

¿Eso era lo que hacía el demonio que Abe dijo que estaba dentro de él? Aquel concepto me dió una idea que pondría e práctica más adelante.

...Es más, me interesaba muchísimo ese mito enterrado del que hablaba Sloan. ¿Expedición? Si, claro. Este había venido a buscar lo mismo que yo seguro, y con la fuerza que acababa de demostrar, podría resultar ser un peligro.

Chicos una cosa, Abe es un personaje que podéis usar ¿ok? Podéis hacer que hable en vuestros posts y demás siempre y cuando mantengáis su espíritu y modo de ser: Abe es una criatura extremadamente inteligente, valiente y servicial, cuyo fuerte es el agua y su debilidad el fuego. A diferencia de Hellboy no posee factor de curación ni fuerza sobrehumana. Sus armas son su agilidad, una pistola normal y sus puños. Sabe golpear, dar patadas y puñetazos pero evitará un combate directo dejándoselo a Hellboy. En cualquier caso, si queréis usarlo y tenéis alguna duda no dudéis en preguntármela. Y dicho esto, ¡que continúe la juerga!

- "Rojo" no es mal tío en el fondo, pero le gusta hacer las cosas a su manera. ¿Vosotros de dónde habéis salido? ¿Y qué hacíais aquí en medio de la jungla? Un extraño lugar para estar de vacaciones desde luego... A menos que estuvieseis de safari. ¿Sabíais que la supuesta leyenda de la memoria de los elefantes es cierta? Veréis, estos pesados mamíferos...- menudo coñazo estaba soltando ya el "profesor sardina". Cuando se ponía a contarme estas cosas la mayoría de veces desconectaba a menos que estuviese relacionada con el demonio, brujo o cualquier cosa por el estilo a la que se fuesen a enfrentar. Seguí moviendo con fuerza el machete ante mí, salpicándome de savia y agua la cara con cada tajada. De vez en cuando una nube de mosquitos y bichos aparecía en medio del camino. Al rato de estar hablando Abe escuché al muchacho demonio hablar.

- Abe, ante todo, gracias por aceptarnos. Si no te importa, tengo unas preguntas que hacerte. Claro está, si no te molesta. Dices que sois cazadores de monstruos. ¿Habéis venido hasta África por alguno en especial? ¿O por alguna otra cosa? Es que, verás... mi expedición y mis compañeros captamos algo. Somos cazadores de tesoros, y llegamos al continente en busca de cierto mito enterrado bajo ésta selva. Pero cuando llegamos, el radar que llevaba uno de nuestros compañeros empezó a emitir una señal muy extraña. No conseguimos encontrarla y ahora estamos dispersos por culpa de los peligros de ésta selvAAAH! - escuché un fuerte sonido, como un árbol al partirse. Me dí la vuelta y el chaval estaba allí, con medio cuerpo colgando pero aferrado a un tronco. La superficie donde tenía la mano estaba totalmente aplastada. Me acerqué con paso pesado y le subí al camino de un tirón. Le miré directamente a los ojos muy serio.

- Mira chaval, no sé quién eres ni qué haces aquí. Me importa una mierda si venías con tu grupito de "boy scouts" buscando la "gran manzana del poder" o el anillo único. Si fuese cierto que venías con unos amiguitos ya te habrían encontrado o tú nos habrías pedido que te ayudásemos a buscarles. A mí no me engañas demonio. Llevo casi setenta años luchando contra toda clase de monstruos del abismo. He peleado contra cosas que sólo existen en las pesadillas o en los cuentos de miedo del "tío Alberto". Sólo he accedido a llevarte con nosotros porque Abe ya me ha avisado de que tienes algo ahí dentro bastante impredecible pero que pareces poder controlarlo. En cualquier caso, ¿ves esta pistolita? Verás, las balas que disparo con ella no son balas convencionales. Están hechas de lo mejorcito de la casa. ¡La especialidad del chef! Un souvenir venido directamente del Vaticano. Me da bastante igual si tienes al "demonio-comedor-de-mundos-y-mil-bocas", estas balas duelen que te cagas. Y sino, siempre me queda mi querido amigo "puño del destino" como me gusta llamarlo, y le encanta dar besitos a los demonios que me tocan los huevos... Así que, ¿qué tal si te limitas a portarte bien y así no tengo que sacarte el demonio a puños?- en ese momento escuché un fuerte sonido a mi espalda. Era el sonido de algo grande. Muy grande. Grande y pesado. Lentamente me di la vuelta. Delante de mis narices, a menos de dos metros, la cara de un gigantesco león me miraba con unos enormes ojos amarillos. Lo miré rápidamente: unos siete metros de tamaño (sin contar la cola, la cual por cierto era una enorme cola de escorpión acabada en un aguijón de un metro de largo); dos grandes cuernos muy parecidos a los de la serpiente del lago salían de su cabeza y se arqueaban a lo largo del lomo; una gigantesca melena de color blanco que cubría unas anchas patas armadas con largas y curvadas garras; la parte trasera del cuerpo era de caballo; y cuatro gigantescas alas blancas de águila salían del lomo.

- ¡Oh! "Rojo", eso es...- comenzó a decir Abe sobresaltado ante el gigantesco animal que más silencioso que un gato se nos había acercado como el mejor de los depredadores.

- Sí, una quimera...- la gigantesca criatura profirió un rugido que bien podría haber sido escuchado a kilómetros de distancia.- ¡Qué cagarro...!

(FDI: ¡Oído cocina! XD)

Sloan se había lucido. Corroboró la teoría de Abe mostrando parte de su ser y reduciendo a la Quimera en un mero charco de sangre. Siguieron discutiendo, pero yo ya no escuchaba. No era la visión de tanta sangre la que me daba escalofríos. Era la imagen de aquel pobre felino...

Tragué saliva y meneé la cabeza intentando apartar así aquella imagen de mi mente. Pobre gatito... ¿no podía haberse esperado un poco? El animalito no había llegado a hacernos nada...

Y ese pensamiento me dio una idea. Mi aspecto juvenil me hacía pasar desapercibida, y esos dos estaban demasiado entretenidos discutiendo como niños de colegio para darse cuenta. Fuera del campo de visión de ambos, materialicé a la criatura de nuevo. Su muerte repentina y brusca había dejado una estela legible que pude seguir perfectamente hasta unir sus partes de alma en una entidad etérea... que hice desaparecer cuando noté el contacto de una mano sobre mi hombro. Me aparté de un salto, pegándome al borde del precipicio. Abe si me había visto. Con el sato se me había deslizado las gafas e incluso pudo ver durante una milésima de segundo mis ojos. Su expresión de estupefacción brillaba en la oscuridad. Con todo el disimulo del que fui capaz, me llevé un dedo a los labios pidiéndole que guardase silencio. Asintió casi imperceptiblemente con la cabeza y volvió su atención hacia Sloan y Hellboy, intentando que los ánimos se calmasen.

Había conseguido agregar a la Quimera a mi repertorio de invocaciones. Estaba deseando tener una ocasión idónea para entrar en acción... y que aquello no me convirtiera en el nuevo objetivo del arma de Hellboy. Podía aprender bastante de él. Y si las cosas se torcían mucho, sería una buena invocación...

Aquel espectáculo fue brutal. Hacía mucho tiempo que no veía algo así. No había visto semejante despliegue mortífero y sangriento desde mis enfrentamientos con Karl Ruprecht Kroenen. En unos pocos segundos, el segundo guardián desapareció ante nuestros ojos en forma de un amasijo rojo de carne y vísceras.

- Abe, deja que te corrija, por favor: no hay ningún demonio dentro de mí. De hecho yo soy él y él es yo. No somos demonios y dudo mucho que sepáis de dónde venimos. Además, apostaría lo que quieras a que esas balas de tu amigo no me afecten más que las balas normales. Y por lo que a mí respecta, si llevas casi setenta años peleando contra estas cosas, para mí sigues siendo un niño. Un niño grande, eso si que te lo concedo. Y lo que os he dicho no es del todo mentida: vengo buscando algo pero no sé que es. Tal vez sea lo mismo que lo que buscáis vosotros por lo que no os haría ningún mal que os acompañemos. Total, si quisiera haceros daño, ya lo habría intentado, ¿no? - se rascó la cara cubierta por la sangre de la enorme criatura. Su aspecto era el de un chaval cualquiera, a simple vista pasaría por completo inadvertido. Esa era la especialidad de los demonios: ocultarse bajo una apariencia totalmente normal para poder infiltrarse entre los humanos y demás con total tranquilidad. Era muy difícil distinguirlos o reconocerlos sin tratarlos o hablar con ellos. Algunos eran débiles o sentían miedo hacia animales o símbolos religiosos. En general Abe usaba sus yemas para discretamente entender la naturaleza del individuo en cuestión. Sin embargo, con la entrada del señor Krauss a la B.P.R.D disponíamos de unas gafas bastante cantosas pero gracias a las cuales podíamos ver la auténtica forma de aquellos que nos rodeaban. Sonreí a Abe y luego miré a Sloan.

- ¿Chulito y confiado, eh? Me caes bien chaval. Ven, mi compañero Abe te explicará la razón de nuestra expedición.- le dije haciéndole una seña a Abe con la cabeza. Al pasar a su lado le di una palmada de aprobación al demonio y le guiñé un ojo. Eso ya era otra cosa. Un demonio cambiante capaz de comerse a una Quimera como si fuese un muslo de pollo. Esa clase de gente sí me gustaba que nos acompañase. Además, prefería que masticase a los bichos que nos atacasen antes que ser yo el que sufriese el ataque de esos tentáculos. Ya me había pasado antes y siempre acababa lleno de moco, babas y tripas.

Abe descubrió a Tanith concentrada mirando a los restos de la Quimera. Apoyó su mano sobre ella para ver qué estaba haciendo. Ella dio un pequeño respingo y pudo ver sus ojos durante una milésima de segundo antes de volver a ser tapados con sus gafas. Se llevó el dedo a los labios pidiendo silencio, y Abe aceptó. Se volvió a los otros dos. - ¡Claro Sloan! Estaremos encantados de que nos eches una mano, y tal vez tengas algo de información que nos sea útil a todos. Eres una invocadora, ¿verdad? Estabas absorbiendo los rastros ectoplasmáticos de la Quimera para poder usar su fuerza en otra ocasión, ¿cierto?-

- Abe, dejaos de cháchara y poneos en marcha. Ya tendrás tiempo de hablar con los chicos cuando encontremos el maldito templo.- Abe charlaba o le decía algo a la otra chica. Quién sabe lo que podía ser. Tranquilizarla para que no tuviese miedo, preguntarle si se encontraba bien... Fuera lo que fuese podía hacerlo mientras andaban. La noche estaba a punto de caer y ya había visto a un par de "vampiros demonio" colgados de unos árboles durmiendo. No eran difíciles de matar, pero podían llegar a resultar extremadamente molestos si atacaban en grandes bandadas.

- Bien chicos, veréis... "Rojo" y yo trabajamos para la B.P.R.D (asociación de investigación y defensa de lo paranormal si lo tradujésemos). Nuestra misión es encontrar y matar o ayudar a entes sobrenaturales que vagan por el mundo. Sloan lo sabrá, pero hay muchos humanos y animales que no son lo que parecen. A simple vista podríamos decir que se trata de un simple perro, o de un vendedor de helados. Pero en ocasiones estos seres son demonios, trolls, brujos, cambiantes... cualquier cosa que intenta llevar una vida normal. Muchos lo hacen, pero también los hay que quieren doblegar a los más débiles o aprovecharse de poderes que sólo pueden encontrarse aquí en la tierra. Nuestra organización se dedica al estudio de estos eventos que suceden constantemente día a día. Si son dignos de estudio trasladamos el equipo al lugar en concreto e investigamos acerca de ello. Un ejemplo claro serían portales a otras dimensiones, criaturas creadas a partir de una colisión de fuerzas, como la magia o la radiación o armas y artefactos con un alto potencial destructivo o constructivo.- la voz de Abe venía desde mis espaldas. Yo no veía que hacían los dos chavales ya que mi atención estaba casi en su totalidad puesta en la apertura de un camino y alerta por un posible ataque. La Quimera les había sorprendido, y de no haber sido por la rápida acción de Sloan posiblemente me habría llevado una fuerte cornada, una dolorosa picadura venenosa o un mordisco en el pecho. El próximo guardián o criatura que les esperase no les iba a coger por sorpresa. De ningún modo.

"En la ausencia de luz, prevalece la oscuridad. Hay cosas que golpean en la noche. Nosotros somos quienes golpeamos de vuelta". Repetí el lema de la organización en mi cabeza cuando Abe se lo dijo a los chicos. El profesor siempre había hecho fuerte incapie en que a pesar de mi naturaleza demoníaca y que estuviese destinado a provocar el Apocalipsis, siempre podíamos elegir nuestro destino. Por eso la B.P.R.D aceptaba no sólo a entes buenos por naturaleza, sino a cualquiera que desease luchar y frenar a aquellos cuya naturaleza o deseo fuesen crueles y malvados. La razón por la cual Sloan estaba en la jungla ya la sabíamos: al igual que nosotros había detectado algo y lo andaba buscando. Nosotros sabíamos lo que era: la "Máscara de la lluvia", una antigua máscara tribal capaz de controlar el tiempo a antojo de aquel que la llevaba puesta. Esta clase de objetos mágicos solían permanecer sepultados y protegidos por toda clase de trampas y runas mágicas para evitar que nadie pudiese usar su poder sin permiso de los dioses. Sin embargo, de vez en cuando alguien conseguía superar o burlar esas trampas y usaba estos objetos sin control alguno. Habíamos registrado una alta concentración de lluvia, granizo, ventiscas y altas temperaturas en el pasado mes por esta zona. Tras una meticulosa investigación por parte de Krauss y Abe descubrieron que era la ubicación de la máscara maldita. Alguien había conseguido burlar a los guardianes y a las trampas del templo. ¿Quién era? No tenía ni idea, sólo sabía que deseaba patearle el culo y darle una lección de urbanidad. Lo más probable es que fuese alguna criatura mágica como un brujo, un vampiro o un hada demoníaca. Eran los que más atraídos por estos artefactos mágicos se sentían. Bueno, llevaba una ristra de balas suficientemente grande como para reventar a un ejército cabreado de trolls. Y si eso fallaba, siempre quedaba la opción de probar el rojo y pesado brazo de la justicia. La mía para ser exactos. "Podemos hacerlo esto por las malas o a mi manera, que es exactamente la misma, pero te vas con los dos ojos morados..."

Por un breve instante, por un fugaz instante, fue como estar en casa. Después de las pullitas, así, sin ton ni son, los dos "supermachos" del grupo eran super amiguitos de toda la vida. Y luego estaba Abe. A pesar de mi silencioso ruego de discreción, intentó sacarme información... sacando sus propias conclusiones:

- Eres una invocadora, ¿verdad? Estabas absorbiendo los rastros ectoplasmáticos de la Quimera para poder usar su fuerza en otra ocasión, ¿cierto?

Era como oír a Leo después de acudir a preguntarle el porqué había oído una explosión en su laboratorio. De pronto, la nostalgia me golpeó con fuerza. Llevaba arrepintiéndome de aquellas vacaciones desde antes de coger el avión, pero en ese momento me arrepentí más que nunca. El sentimiento de melancolía que me embargaba me humedeció los ojos. Abe no debió de interpretarlo como tal, sino que musitó unas disculpas y no volvió a mencionar el tema. Al menos, no directamente.

La noche se nos echaba encima, y con ella, las voces se desvanecían para materializarse en el mundo terrenal en forma de mitológicas criaturas que el ser humano era incapaz de interpretar. Abe nos explicó para quién trabajaban y un escalofrío me recorrió de pies a cabeza: otra organización. Tuve que morderme la lengua (dolorosamente) y envenenarme a mi misma para no soltar una palabra de más. Ya conocía como funcionaban suficientes organizaciones. Ponles una meta o un propósito a gente que no entiende en qué situación está y que vive en la desesperación, y tendrás un ejercito a disposición de un líder cuyos fines son mucho más... "oscuros". Eso fue lo que le pasó a Sloan, que no dudó en ofrecer su ayuda. Acto seguido, me tendió un tupper:

- Un tupper por tus pensamientos.

No tuve una madre que me dijera: "no aceptes regalos de desconocidos". Tampoco la necesitaba. La imagen era, cuanto menos, inquietante: un tipo que acababa de encontrarme en plena selva, manchado de sangre de una criatura mágica, me estaba ofreciendo comida. Por supuesto que la voy a coger. Si. Mañana.

Antes de que respondiera, una tromba de agua empezó a diluviar sobre nuestras cabezas. Así, de repente. Gruesos goterones pesados que nos calaban hasta los huesos en cuestión de segundos. No me molesta mojarme bajo la lluvia. Si me molesta que me dificulte el paso en una zona peligrosa, llena de bichos y otros peligros, con un grupo de gente armada y no humana. El suelo se convirtió en una trampa pegajosa que le había cogido especial cariño a nuestros pies y no quería dejarnos dar un paso. No iba a ser yo la que pidiera un refugio. He pasado por peores situaciones que esa. Bueno, peores no, distintas. Pero igualmente peligrosas. La vegetación cada vez era más espesa y no había más ruidos a nuestro alrededor que la de las gotas al martillear el suelo. No pensaba quitarme las gafas por nada del mundo. Ya era cuestión de orgullo.

Ese fue mi error, como la mayoría de las veces que me metía en problemas. No pude ver aquel desnivel y perdí el equilibrio. Vi la mano de Abe intentando asirme, pero no pude cogerla a tiempo. Reaccioné lo más rápido que pude con lo primero que tenía a mano: me ví obligada a sacar las cuchillas y clavarlas en el muro de roca y arena, en un hueco de aquella masa que con la lluvia se volvía tan traicionera. Las gafas seguía en su sitio. Uff...

Oí a Abe gritar algo. Me atreví a mirar hacia abajo: tres metros de pared natural me separaban del suelo de una cuenca sin río, una hondanada que tampoco había sido excavada por manos humanas y donde la vegetación se partía como los campos de trigo donde dejaban los famosos círculos de las cosechas.

- Estoy bien -grité con firmeza, sin dejar entrever ni pizca de miedo -No estoy tan lejos del suelo. Parece un claro, podríamos acampar si es necesario...

Me interrumpí a mitad de frase. Una sombra más oscura que las demás se movía allá abajo. Demasiado rápido para saber qué era. Demasiado hambriento como para seguir oculto.

Si el resto del grupo me advirtió de algo, no me enteré ni quise enterarme. He sobrevivido en las selvas de las ciudades más importantes de Europa con las manos desnudas. Allí, ¿qué no podía hacer con mis armas? Además tenía ganas de probar a mi nuevo aliado. Si Sloan había sido capaz de acabar con la Mantícora con tanta rapidez, quizás yo podría hacer algo similar. No tan sangriento ni tan rápido, pero si eficaz y sin que me vieran.

Descendí usando las cuchillas como punto de apoyo, sin perder de vista cualquier señal de la misteriosa criatura que me esperaba abajo. Cuando me quedaba metro y medio de distancia, la lluvía ya estaba empezando a hacer estragos sobre el terreno. La superficie vertical cedía y se desprendía, al principio con pequeños terrones, luego con grandes trozos de tierra del tamaño de mi cabeza. Salté a la par que convocaba a la Mantícora. El ente se materializó delante de mi, ya no como un ser etéreo, sino como una criatura tan real como cualquiera de nosotros. Se puso en guardia, oliendo igual que yo el hedor del cazador.

Al principio fueron dos o tres gotas. Siempre era así con las grandes tormentas. Unos ligeros chasquidos del agua golpeando contra las hojas, y en menos de un minuto aquello parecía una auténtica ducha gigante. El agua caía como un torrente, implacable, asfixiante. Algún trueno se escuchó a lo lejos. Nos estábamos acercando al templo, y fuera quien fuese el que había cogido la máscara lo sabía. Sabía que habíamos acabado con dos guardianes ya, y que los dos que nos quedaban no iban a suponer un problema mayor. Descargó una tormenta tan fuerte como pudo. La lluvia comenzó a caer con más violencia, convirtiéndose casi en granizo. Las gotas eran como pequeñas agujas que repiqueteaban en la mano de piedra del demonio.

- ¡¿Una tormenta tropical?! ¡¿Aquí?! ¡¿Quién nos ha teleportado que no me he dado cuenta?!

- Nos acercamos a nuestro destino querido Sloan. Y una vez más, el querido y amado señor del tiempo se ha vuelto a equivocar. Otro fin de semana de playa al garete por una tormenta. Cómo me gusta cuando pasan estas cosas... Tened cuidado con los pies, este terreno es bastante traicionero. No querréis caeros por una loma o algo por el estilo.- no había terminado de decir eso cuando la chica resbaló por una. Hellboy puso los ojos en blanco al escuchar a Abe intentado cogerla. Esta gente de ciudad creía que la selva era como la de las películas: animales que se dejan ver pero no atacan, caminos ya preparados, tribus que te recibían con los brazos abiertos, ofreciéndote manjares y matando el mejor cordero que tenían... Arranqué una liana y me la enrosqué en el brazo. Abe estaba asomado al terraplén preguntado a la chica si se encontraba bien.

- Estoy bien. No estoy tan lejos del suelo. Parece un claro, podríamos acampar si es necesario...-

- ¡Qué buena idea! Ya que estamos podríamos untarnos con mostaza y pimienta para ponérselo todavía más fácil a los depredadores. Anda, agárrate a esto y deja de decir tonterías.- todos lo vimos. Algo se movió ahí abajo. ¿El tercer guardián? Podría ser, desgraciadamente la noche era muy oscura como para distinguirlo. Hellboy sacó el revolver y se quedó apuntando, buscando otro movimiento para disparar. Entonces vieron como la chica comenzó a descender lentamente. - ¡Eh! ¿Se puede saber qué haces? Sabes que lo de la mostaza era sarcasmo, ¿verdad? ¿Qué, ya más contento Abe?- la mirada acusatoria de Hellboy hacia su compañero le mostraba su enfado por aceptar a gente inexperta en estos campos. Sloan al menos había parado a la dichosa quimera, y parecía desenvolverse bien en la jungla. Pero la chica esa... ¿quién llevaba gafas de sol en medio de una tormenta y en la jungla? Turistas...

Pasó algo que nadie esperaba. En la base del barranco apareció de repente de nuevo la quimera. ¿No la habían matado ya? Un momento... ¿La había creado la chica? Hellboy había oído hablar de esta clase de poderes. Las invocaciones. Un poder muy antiguo y mágico. Existían brujos y criaturas con poderes lo suficientemente fuertes como para crear y materializar a criaturas o seres de los cuales habían podido recoger la información suficiente como para reproducir con fidelidad su apariencia y poder. Era la primera vez que veía una, pero según había leído las invocaciones eran de humanos, invocar a otro humano o en su defecto a alguna criatura mágica poderosa, pero siempre del tamaño de un humano... ¿Existían algunos que podían invocar algo tan grande y poderoso como una quimera? Desde luego esa excursión al centro de África estaba siendo más provechosa y educativa de lo que podría haber imaginado. Primero un demonio cambiante de esos, ahora una invocadora con el suficiente poder como para traer de vuelta una quimera... No tenía ninguna duda. Si conseguían salir todos de allí vivos (al menos él y Abe lo conseguirían, y lo más seguro es que Sloan también, la chica estaba a punto de hacer su casting para entrar en el "grupo de los guays") invitaría a todos a una ronda de cervezas.

Oía las voces del grupo por encima de mi cabeza, pero con el ruido de la lluvia y el zumbido de la tensión, eran ininteligibles. A mi alrededor, de manera caí regular, la vegetación se removía inquieta ante el paso de la criatura, que aún no había querido salir a la luz. Me estaba rodeando, estaba estudiándome. Ese comportamiento ponía nerviosa a la quimera, que no estaba acostumbrada a ser la presa en lo que seguramente seguía reconociendo como su hogar.

Nuestro cazador salió por fin a la vista. Erguida de manera casi señorial, la mitad humana con forma de mujer de voluptuosas formas sonreía y se relamía los labios con su lengua viperina. Su parte inferior era de serpiente, al igual que sus cabellos. Se deslizaba sin hacer ruido y había decidido aparecer de frente. Su expresión se volvió adusta cuando reconoció a su compañero y cuando vio que éste no se daba la vuelta para matarme de un zarpazo. Se había pasado al bando "enemigo" y eso a la gorgona no le gustaba un pelo. Así nos lo hizo saber gorjeando amenazadoramente y enseñando los colmillos.

Spoiler:

Se abalanzó sobre mi, entendiéndome como la culpable de la decisión de su antiguamente compañero de cacerías. La quimera se interpuso frustrando su ataque e intentó engancharla con la cola de escorpión. Supuse que no había conseguido unir suficientes recuerdos durante la invocación, y aunque la reconocía, no sabía de qué, con lo cual, no tenía ningún impedimento en atacarla. Menos aún viendo que ella tampoco vacilaba para devolverle los golpes. Se lanzó directa al cuello con una agilidad asombrosa. Sus colmillos atravesaron la piel y la sangre emanó de la herida como si mi invocación aún estuviese viva. Sin embargo, a la quimera la importó poco. No sentía dolor... porque ya lo estaba sufriendo yo por ella. Me llevé instintivamente la mano al cuello, donde notaba los dos desagradables pinchazos y decidí saltar a la acción, aprovechando que ambas criaturas estaban demasiado enfrascadas en su batalla como para darse cuenta de que yo seguía por allí.

Los rodeé con todo el sigilo con el que fui capaz, cuchillas en mano, hasta situarme en su espalda. La quimera se le había lanzado buscando un hueco por el que colar la zarpa y darle una buena gañafada. La gorgona mordía a diestro y siniestro, tanto ella como las serpientes de su cabello. Tampoco se cortaba en pegarle con las manos desnudas, y cada golpe hacía retroceder a mi invocación hasta que finalmente acabó chocando contra el muro por el que había caído. La quimera atacaba con todo, y la gorgona la imitaba. Era el momento.

Apuñalé a la gorgona por detrás, sorteando su larga cola de serpiente que se removía inquieta, con ambas dagas. Su sangre me salpicó la cara y se revolvió lo justo para que la quimera le clavase el aguijón en el pecho. La criatura emitió un alarido agónico que resonó por todo el valle, por encima de la tormenta, antes de caer al suelo. Desclavé las dagas lo más rápido que pude mientras la piel de la mujer serpiente se cuarteaba y solidificaba hasta convertirse en pedacitos de piedra. Las heridas de mi quimera también se estaban transmutando. Allí donde la gorgona le había rozado, lo había convertido en roca. Desconvoqué a la criatura antes de que fuera demasiado tarde. Volví a guardarme las cuchillas y, usando mis manos de bocina, grité hacia donde pensaba que estaban mis compañeros:

- ¡Ahora si! ¡Todo despejado! ¿Bajáis?

Un desgarrador grito cruzó el cielo. El repiqueteo de la lluvia y los fuertes truenos quedaron enmudecidos ante este aberrante chillido. La sangre se heló y un gélido frío surcó el aire. Aquel sonido, aquel chillido...

- Gorgonas...- Hellboy apretó los dientes. Esos bichos eran de lo más duro que se había cruzado en su camino nunca. Capaces de convertir a cualquier ser vivo en piedra, eran silenciosas y astutas. Su cuerpo tenía dos partes: de cintura para arriba eran mujeres, generalmente con una belleza incomparable para atraer a los incautos. Su pelo eran cientos de serpientes que se movían constantemente y lanzaban dentelladas al aire. Las garras que poseían eran afiladas como cuchillas, y su piel dura como una piedra. La mejor manera de matarlas era cortar su cabeza, la cual aún después de separada del cuerpo seguía con vida, pudiéndose usar sus poderes petrificantes contra otros enemigos. La otra mitad del cuerpo era una enorme cola de serpiente, generalmente de varios metros de largo, con la cual podía golpear y azotar a sus enemigos. Una de las cosas que más peligrosas volvían a las gorgonas era lo silenciosas que podían llegar a ser a pesar de su gran tamaño.

Hellboy pegó un salto y cayó por el barranco. Nunca había visto una quimera luchar contra una gorgona, pero en el momento en que esta le mirase a los ojos se habría acabado el juego. Lo que el demonio encontró en la base de este fue algo que no se esperaba ni de lejos. La gorgona había sido sometida y sólo quedaban unos trozos de piedra de su sinuoso cuerpo. No había ni rastro de la quimera, y la chica gritaba al grupo para que bajase. Otra sorpresa y en menos de cinco horas. Ya se había sorprendido con la actuación del otro muchacho, pero esta chica había acabado con una gorgona en cuestión de segundos. Ni siquiera él lo habría hecho mejor. Sloan y Abe les alcanzaron, y Hellboy se encendió un enorme puro.

- Muy bien, parece ser que aquí todos tenemos algún tipo de secreto...- dio una profunda calada al puro y expulsó el humo echando la cabeza hacia atrás.- Bien, sabemos que Sloan está aquí porque él y sus compañeros habían identificado algún tipo de señal extraña. Lo que no sabemos es lo que haces tú... Has acabado con una gorgona en cuestión de segundos, algo que realmente me ha sorprendido ya que jamás había visto semejante despliegue de potencial... Sin embargo, no os creáis que esto son unas vacaciones de verano o algo por el estilo.- Hellboy sujetaba el puro con los dientes mientras el índice de su mano de piedra alternaba entre el chico y la chica. Lo mejor sería advertirles de lo que venía después. Les veía muy confiados y no quería que alguno palmase contra el último guardián ni contra lo que fuese que estuviese toqueteando la dichosa máscara. Tenían potencial, de eso no había ninguna duda, pero lo que venía después no podía ser matado tan fácilmente.- He de reconocer que en mi vida hemos visto cosas muy muy raras. Monstruos que os helarían la sangre y criaturas que sólo podrían existir en los cuentos. Estoy realmente impresionado con la manera en que habéis acabado con dos guardianes como si fuesen simples insectos... Pero el último guardián es harina de otro costal. ¿"Azul"?

Abe todavía seguía sorprendido por el potencial mostrado por aquellos chicos. A pesar de las lecturas que había hecho con sus manos habían sido capaces de mostrar un poder mayor que el que había sido capaz de visualizar. Se dio cuenta en el primer momento de que en el interior de Sloan habitaba un demonio ancestral, una criatura muy parecida a su compañero "Rojo". Más poderosa incluso ya que era casi imposible de matar. Desgraciadamente no recordaba su nombre. Pensó en ofrecerle a Sloan pasarse por la B.P.R.D si no le importaba para que pudiesen determinar la verdadera naturaleza del ser que era uno con él y, quién sabe, tal vez ofrecerle formar parte de la agencia. Desde luego cumplía todos los requisitos. Y si no aceptaba, siempre podían mantener el contacto para eventos futuros.

La chica no tenía ninguna clase de demonio ni ente sobrenatural en ella viviendo, pero era capaz de invocar casi cualquier tipo de criatura. No era la primera vez que Abe se había encontrado con seres capaces de invocar a otros, pero no recordaba haber visto uno tan fuerte. La invocación de la quimera le sorprendió enormemente, sobre todo tratándose de esa quimera en cuestión. Era un guardián mágico, y por tanto su poder era mucho mayor que el de una quimera convencional. Seguramente le ofrecería pasarse por la agencia también por si quería encontrar la raíz de su poder o para comprobar las distintas criaturas que podía invocar y cómo aprovechar su potencial más (si eso se podía).

La llamada de Hellboy devolvió a la tierra a Abe. Era cierto lo que decía "Rojo", el último guardián no iba a ser tan sencillo de matar como los otros tres, principalmente por el hecho de que no estaba muerto.

- ¿Qué? ¡Oh, sí! Veréis chicos, acercaos.- Abe hizo un gesto con los brazos para que los dos muchachos se acercasen hacia él. Sacó el mapa donde aparecían dibujados los guardianes y el templo. Encendió una pequeña linterna que tenía colocada en el traje a la altura de la clavícula izquierda.- Hasta ahora hemos acabado con Siarne, la sierpe gigante; Mum-Al Bar, la quimera alada; y con Icacin, la gorgona. Sin embargo, aún nos queda el último guardián, Grumbar, el golem de piedra. A diferencia de los otros tres guardianes, este no es un ser vivo, de manera que no podremos matarlo de una manera convencional. Sloan, no podrás devorarlo. Y Tanith, los venenos y otra clase de elementos como el fuego que serían mortales para otra criatura no tendrán efecto sobre este último guardián. Sólo hay una manera de acabar con él. hay que destruir su núcleo. Grumbar es un enorme gólem de piedra de unos veinte metros de alto, largos brazos que llegan casi hasta el suelo y una coraza prácticamente inquebrantable. Ha sido encantado por una antigua magia que le permite usar partes de su cuerpo a modo de proyectil y que estas vuelvan. Básicamente puede usar trozos de piedras con los que él está formado para lanzarlos y luego los recupera. La fuente de su poder reside en el interior de su pecho. Una pequeña bola de luz amarilla. Esa es la que tenemos que destruir para acabar con el gólem.

- Si, si, todo eso está muy bien e incluso parecería fácil, pero no lo es.- Hellboy se había acercado hasta donde el resto del grupo se encontraba.- El problema es que los gólems son unos cabronazos con una mala leche que te cagas. Son duros de matar como ellos solos. ¿Nuestra ventaja? Su lentitud. Es pesado como un edificio, y sus movimientos son lentos y algo torpes. Pero que no os engañe su apariencia estúpida. Si os golpea con uno de esos puños, más os vale tener un buen seguro médico porque os van a temblar hasta los huesos del oído. La mejor forma de enfrentarse a un bicho como este es separarnos, distraerle y yo me encargo del resto. Puedo romper su pecho con mi mano y luego disparar. Sobre todo intentad no morir, ¿vale? No me gusta cuando nuestras misiones acaban con algún fiambre por parte de los buenos.... ¿Nos ponemos en marcha?

La gente de hoy en día no sabe hacer las preguntas adecuadas y no iba a ser yo quien desvelase la sorpresa. Si el grandullón no pregunta, yo no voy a irme de la lengua porque si. Acepté de buena gana la comida que me dió Sloan. Su contenido era, cuanto menos, misterioso. Toqué con el dedo ambas comidas y, al ver que no salia nada de ellas que me lo arrancase de cuajo, no dudé ni un segundo en zamparme su contenido. Casi me atraganto cuando escuché a Sloan:

- En ese caso, propongo que Tanith sea la distracción. Una vez llame su atención yo lo amarro y Hellboy junto a Tanith os encargáis de él. Mientras pueda sujetarlo no será problema... o eso espero.

¡¿Por qué narices tengo que ser yo la maldita distracción?! De entre todos los presentes, Hellboy era el que tenía pinta de soportar mejor las ostias. ¡Y mandan a la adolescente! A una pobre chica indefensa que...

...Nah. Ni yo me lo creo. Y aunque me quejase, estos dos ya habían tomado una decisión. Entonces empezó a nevar.

- ¡Oh, VENGA YA!

El tiempo se había vuelto loco.

- Es intencionado, ¿verdad? El tiempo no cambia así como así -le devolví los envases a Sloan, limpios como la patena -Gracias. ¿Le habéis preguntado a los lugareños si esto es normal? ¿Desde cuando se producen estos cambios repentinos de temporal? Porque si vamos a llegar juntos hasta el final, deberíais informarnos.

Me cruce de brazos mientras esperaba una respuesta.

- Guapita, no sé en qué mundo vivirás tú, pero desde luego en el mío nieve en medio de la selva del congo no es lo que yo llamaría normal.- Hellboy estaba de espaldas al resto mientras terminaba de fumarse el enorme habano. Más allá de los árboles, a lo lejos se divisaba la parte superior del templo: unas pocas piedras cuadradas apiladas. Estarían a poco más de un par de horas de la entrada. Por ahora los guardianes no les habían dado muchos problemas, pero lo que se iban a encontrar ahora era muy distinto. Dio una fuerte calada a su puro.- Como ya os hemos explicado trabajamos para una organización que investiga cosas y sucesos paranormales, como por ejemplo que nieve tan cerca del Ecuador al nivel del mar prácticamente. Esta no es una nieve corriente, está claro que algo la está provocando.

- Lo que "Rojo" quiere decir es que creemos que hay algún tipo de ser que está alterando el tiempo en esta zona. Nuestros satélites detectaron variaciones en la meteorología del lugar y mandamos a un equipo de investigación hace dos semanas. Desgraciadamente perdimos la conexión poco después, y tras darlos por muertos vinimos para encargarnos del asunto nosotros mismos.- Abe había guardado ya el mapa y apagado la linterna. Estaba anocheciendo pero todavía se podía ver. Entonces sintió una extraña presencia a su alrededor. Los árboles se agitaron silenciosamente, totalmente imperceptibles al ojo humano. Pero él no era un humano. Sacó lentamente su pistola y la agarró con ambas manos.- "Rojo", creo que tenemos compañía...

Hellboy ya había sacado su enorme revolver y miraba a los árboles que había a su alrededor.- Sí, ya me había dado cuenta... ¿qué crees que son "Azul"? ¿Vampiros? ¿Monos rojos asesinos? ¿Mandriles mutantes?- comparados con los guardianes cualquiera de esos posibles enemigos no eran más que un entretenimiento... A menos claro está que fuesen un grupo grande (cosa habitual).- Bien muchachos, comenzamos la clase de hoy... Lo más importante al enfrentarse a un grupo grande de enemigos es colocar todas las espaldas en el centro, de manera que no puedan sorprendernos. Si son vampiros, armas benditas. Desgraciadamente para vosotros creo que soy el único que lleva de esas encima a parte de "Azul". Pero no os preocupéis, si les cortáis la cabeza también palman. Los monos rojos asesinos son menos resistentes pero atacaran varios a la vez. Que no os muerdan u os inyectarán un veneno paralizante que terminará por dejaros inconscientes mientras os devoran vivos (sí, una auténtica maravilla del inframundo). Si son mandriles, lo cual espero que no, intentad ante todo no palmar, ¿entendido? Esos cabronazos son más duros que una piedra y sus uñas y dientes tan afilados como cuchillas. Si consiguen inmovilizaros os arrancarán el corazón del pecho aún latente. ¿Preparados?

Hellboy sacó con su mano derecha una pistola de vengalas y disparó al cielo. En ese momento el claro quedó totalmente iluminado de rojo y pudieron ver perfectamente a sus enemigos. "Comienza el baile" pensó Hellboy.

- ¡¡SLOAN!!

Tardé unos segundos preciosos en reaccionar. Salté y mi mano rozó el pie de Sloan cuando la bestia se lo llevó con él, mas no pude alcanzarle y caí de rodillas al suelo, donde ya había unos cuantos centímetros de nieve. La sangre me ardía y me hacía olvidar el frío invernal repentino. Me quité las gafas de sol y el mundo se reveló ante mí de forma menos opaca. Ya me daba igual que los otros me mirasen a los ojos. Con lo anodinos que eran, no les sorprendería. Miré a Hellboy furibunda mientras me incorporaba y, de un manotazo, me armaba con ambas cuchillas y pegaba mi espalda a la de Abe:

- ¡Mira lo que has hecho! ¡Si el gallito del corral no llama la atención no es feliz, ¿verdad?!

- No creo que este sea el mejor momento de discutir... -empezó a decir Abe.

Las sombras volaban de un matorral a otro, saltaban de un árbol a otro. O eran demasiado rápidas y eso hacía que no pudiera contarlas, o realmente eran demasiadas.

- Tiene razón, Abe. Privarnos de la diversión que supone ser destripado a oscuras ha sido un feo gesto por mi parte - a sus palabras le siguió el sonido de varios golpes secos en cadena y un par de aullidos guturales - ¡Grrrr! ¡Seréis cabronazos! ¡Estoy empezando a cansarme ya de esta mierda de selva!

Antes de responder, antes incluso de que dos de esas espantosas criaturas se me echasen encima, alcé el brazo y convoqué:

- ¡Scathach!

Spoiler:

La aparición estiró los brazos hacia mí, traspasando limpiamente en su forma etérea pero perfectamente visible a Hellboy y a Abe antes de desaparecer en mi propio cuerpo. Dejó a su paso una hilera de escalofríos cálidos, mezclados con  el aumento de segregación de adrenalina a todos aquellos que había atravesado. Ahora, eran dos corazones los que me palpitaban en las sienes: el de Scathach y el mío, y mientras ambos latieran, Scathach seguiría invocada, y por tanto, nuestras fuerzas seguirían aumentadas.

Con una agilidad asombrosa incluso para mí, di un paso al frente. Con esa zancada me planté ante la primera de las sombras vampíricas y la corté en dos limpiamente. Lo mismo le pasó a su compañera. Y a la siguiente, y a la siguiente. Detrás de mí se sucedían puñetazos y disparos. Un par de cadáveres de bestias volaron por encima de mi cabeza, amontonándose unos sobre otros hasta formar un montículo medio cubierto por la nieve que no cesaba de caer. Las criaturas más cobardes que no habían entrado al combate en primera instancia se percataron de su desventaja, de cuánto nos habían subestimado, y decidieron emprender la huida.

Esta vez no tardé tanto en reaccionar. Usando la pila de cadáveres como trampolín, salté, agarré la cola de una de ellas al vuelo y la clavé en el suelo usando una de mis cuchillas. La bestia chilló y tiró en un vano intento de zafarse y huir. Me volví hacia Hellboy y Abe, que ya habían terminado su parte del trabajo:

- ¡Si las seguimos nos llevarán hasta Sloan! -supe por la expresión de Abe que estaba de acuerdo conmigo. Fui dejando escapar a Scathach antes de que su mantenimiento en este mundo me pasase factura -Me da igual como te pongas -añadí enfrentándome a Hellboy con la mirada -, pero si quieres llegar de una pieza a casa, mejor será que vayamos en grupo.

Me limpié la sangre que me había salpicado la cara con el dorso de la mano y empuñé la cuchilla que mantenía al monstruo agarrado al suelo. Mi presa me lanzaba dentelladas y parecía darle igual automutilarse si con eso conseguía escapar. No podría mantenerle mucho más tiempo, y sus compañeros ya se habían perdido de vista. Era nuestra única oportunidad de encontrar el nido de esas cosas y salvar a Sloan. Esperé a la respuesta de Hellboy con el corazón en un puño.

Hacía tiempo que Hellboy no se había sentido tan bien. Aquella invocación de la chica le había dado unas gigantescas fuerzas como nunca había sentido. En ese momento, habría sido capaz de levantar un edificio él solo. Tras un par de puñetazos y varios disparos los vampiros se alejaron, llevándose consigo a Sloan, quien de repente se había quedado quieto e inconsciente en medio de la pelea. La muchacha tenía a un vampiro apresado con sus cuchillas y pedía al grupo que lo usasen para encontrar al compañero perdido. Hellboy se acercó hasta donde estaba la chica y cogió a la criatura por el cuello con su mano de piedra, levantándolo hasta su altura.

- Muy bien "cara de rata", ¿a dónde se han llevado al otro chaval?- Hellboy se encendía de nuevo el puro que había dejado a medias antes. Aquella criatura era bastante aterradora. Llena totalmente de pelo, y con unos enormes ojos rojos, sonreía con una enorme boca plagada de dientes. Dos enormes alas de murciélago salían de su espalda y sus brazos eran fuertes y musculosos, aunque no lo suficiente como para medirse con el demonio.

- Anung-Un-Rama, la "llave del apocalipsis"...- sus dientes dejaron escapar un siseo que helaba la sangre. Sus ojos estaban hinchados y no apartaban la vista del demonio.- Qué decepcionante... Trabajando con criaturas débiles como los humanos, mortales y tan fácilmente corrompibles.

Hellboy apretó sin inmutarse el cuello de la criatura, quien llevó las garras a la mano de piedra.- Verás, creo que no has entendido la pregunta "gremlin con alas" así que volveré a hacerla, ¿dónde está el otro tío al que se han llevado tus "amigos"?

- Nunca encontrarás la "máscara de la lluvia", demonio. La bruja se apoderará del mundo y lo sumirá en una eterna noche nevada. No podrás hacer nada por evitarlo, y todos moriréis.- aquellos siseos, ahora más estridentes, denotaban miedo y dolor por parte del vampiro. La presión que Hellboy ejercía en su cuello empezaba a pasarle factura. No eran fáciles de matar ni mucho menos, lo cual no significaba que no pudiesen sentir dolor.

Hellboy bajó la cabeza. Se urgó en el bolsillo de la gabardina con la mano izquierda y sacó algo.- Tal vez esto te suelte un poquillo la lengua.- le puso una cruz justo a la altura de la cara. El vampiro profirió un estruendoso y horrible chillido mientras  cerraba los ojos y daba manotazos en dirección al demonio.- De por sí tengo bastante mala leche, pero si le añades que me lleváis encabronando todo el día con vuestras serpientes acuáticas y gorgonas venenosas empiezo a perder la paciencia. Por cierto, a los vampiros os gustan las cruces, ¿verdad? Lo repetiré una última vez, ¿DÓNDE ESTÁ?

Los ojos del vampiro se abrieron poco a poco sin quitar la vista del crucifijo. Su anterior cara de satisfacción y regodeo ahora era un gesto de miedo y pavor ante el objeto purificado del demonio. Jadeó un poco y siseo. Apretó los dientes y los ojos y habló casi ininteligiblemente.

- "La gruta de los lamentos"... Está cerca del río...

- ¿Lo ves? Con amabilidad se consigue todo.- actos seguido lo lanzó varios metros volando, chocando contra un árbol y huyendo chillando en la noche. Hellboy dio la última calada a su puro antes de apagarlo por completo y se dirigió hacia el templo.

- "Rojo"... ¿qué haces? ¿No vamos a ir a rescatar a Sloan?- Abe parecía convencido de que debían ir a por el otro muchacho. Era un demonio muy poderoso y lo más probable es que los vampiros no supusiesen nigún problema, pero ya habían formado el pequeño grupo y no le gustaba dejar a otros miembros detrás, especialmente si estos les habían ayudado.

Hellboy suspiró y se dio la vuelta.- Abe, no hemos venido para salvar a demonios, sino para matarlos... Ya has oído al vampiro. Su cueva está cerca del río. Tardaríamos una eternidad en ir hasta allí y luego llegar al templo. Eso contando con que encontremos a Sloan y con que para cuando alcancemos la dichosa máscara la bruja esa no haya convertido la tierra en un cubito de hielo gigante. El tono de Hellboy era serio. Para él perder a alguien como Abe, Liz, incluso Johann no era aceptable, ya que los consideraba sus amigos. Pero arriesgar una misión por salvar a alguien que apenas conocían de unas horas le parecía una pérdida de tiempo.- Ya viste lo que hizo con la quimera, sabrá cuidarse por sí mismo.

- No podemos dejarle a su suerte... Él nos ha ayudado antes, creo que como mínimo se lo debemos.- La cara de Abe era seria. Miró a Tanith y asintió con la cabeza, dándole a entender que, al menos él, la acompañaría a salvar al otro tipo.

- "Azul" no vamos a tener esta discusión, ¿entendido? Vamos a ir a hacer nuestro trabajo, vamos a patearle el culo a esa dichosa bruja y luego nos vamos a ir a casa todos contentos sabiendo que otro trabajo ha sido hecho a la perfección.- Hellboy miraba a la pareja muy serio. Sabía lo que iba a pasar. Sabía que Abe iba a querer ir a buscar al otro. No les quedaba más remedio que separarse en ese punto. Ya le buscaría después. En el fondo entendía a su compañero. Era mucho más compasivo que él, y por eso de vez en cuando debía meterle en cintura. Pero lo peor ya había pasado. Confiaba en él para salvar al otro tipo.- Ten cuidado, ¿vale "Azul"? Mantendremos la comunicación por el intercomunicador. y con esto Hellboy continuó dirección al templo, dejando a los otros dos en el claro donde minutos antes, una gigantesca bandada de vampiros les había atacado y secuestrado a uno de los suyos.

Crunch.... crunch... crunch.... crunch.... crunch.... crunch.... crunch... rrrrrrrrssssh... crunch... ¡Hmpf!

Era el único sonido que rompía el silencio de aquella cueva. El río estaba lo suficientemente lejos para ser un mero rumor. La quietud y el eco de aquel pedazo de tierra escavada, rodeada de roca y raíces, hacía que aquel ligero sonido se escuchara rebotando por toda la cavidad. Ni aleteos. Ni siseos. Ni siquiera una piedra desprendiéndose de la pared.

La cena estaba servida.

Los innumerables dientes destripaban y arrancaban la carne de los huesos de aquellas pobres criaturas que pensaron en llevarse un tentempié a su guarida. La sangre llegaba hasta el río. El chillido de la última de sus víctimas resonó por la cueva, muriendo en la entrada de la misma. Los pájaros salieron volando aun con la tormenta en ciernes. Y la criatura seguía alimentándose.
Sloan había perdido la conciencia, o lo que es lo mismo, se había refugiado en lo más profundo de una mente durmiente. Lo que hizo mover a la bestia y cambiar su aspecto fue el instinto de supervivencia. El "ser" era una criatura instintiva al fin y al cabo, y retirada su forma pensante, tan solo quedaba un cuerpo que se moría por sobrevivir. Se había desprendido de la ropa ajada y la mochila, perdidas entre los cuerpos de los vampiros. Había tomado una forma mayor, de cuerpo bípedo casi humanoide, de piel grisácea y en constante movimiento. Su cabeza, sin embargo, había perdido la forma original del cuerpo humano. Cubierta por la sangre de sus víctimas, aquella boca profirió un tremendo rugido, saciado.

Pocos minutos después la criatura abandonaba la cueva y se internaba de nuevo hacia la selva, siguiendo el río. Los peces saltan a su alrededor intentando esquivarlo. Era lo suficientemente profundo para que sus garras rozaran el agua y ésta se llevara la sangre aun caliente.

Abrió varios ojos, parpadeando dos y cerrando los demás cuando vio delante de él una esencia extraña y familiar. Cruzaba por encima del río y se dirigía hacia el interior de la selva. La nieve había dejado de caer para ser sustituida por una niebla gélida y espesa. Pero aun así, aquel destello purpúreo y verdoso era claramente visible. Sintiéndose atraído aquella criatura siguió el rastro hasta pararse en frente de unos pilares de piedra y madera que formaban un camino. Éste camino estaba marcado por más pilares iguales a los primeros, hasta una entrada rocosa rodeada de símbolos esculpidos en las rocas. Aquellos símbolos eran meras inscripciones para los ojos humanos, pero para la la criatura resplandecían con la misma fuerza y los mismos colores del rastro. Un silbido en ultrasonido captó su atención, procedente de aquella entrada.

Pero no siguió adelante.

Se paró, frente a las primeras columnas.

Alguien venía por su espalda.

Volvía a sentir el hambre mover sus tripas.

Se abrió una segunda boca. Parecía sonreír.

Su aspecto actual:

- Lo tienes muy consentido, Abe -le dije después de quedarnos a solas en el claro. Suspiré -Pongámonos en marcha. Cada segundo que pasa corre en contra de Sloan.

Vi a Abe dudar por el rabillo del ojo. Miró por última vez en la dirección en la que se había marchado su compañero antes de seguirme. Caminamos un trecho en silencio, levantando mucho los pies para poder avanzar entre toda aquella nieve que, igual que como vino, se fue. De buenas a primeras, dejó de nevar. Parecía que el temporal nos iba a conceder una tregua. No nos detuvimos a contemplar el cielo nocturno en busca de una pista que nos adelantase que nos caería a continuación. Pero hubo un momento en el que ya no pude más:

- Puedo oír los engranajes de tu cerebro, Abe -me volví -¿Te arrepientes de haberme seguido, verdad?

- No es eso -se frotó las manos. La temperatura se recuperaba muy lentamente, y nuestros alientos se convertían en vaho.

- ¿Entonces qué es?

- Esto se esta complicando más de lo normal. Que vosotros estéis aquí, por ejemplo.

- Yo tampoco creo en las casualidades, pero es lo que hay. Centrémonos y todo saldrá bien.

La filosofía de mi vida. Sondeé la oscuridad que se extendía ante nosotros. Los árboles se me antojaban iguales, y el terreno empezaba a hacerse escurridizo por culpa de la nieve que empezaba a fundirse. Ir por la jungla en plena noche era peligroso, si encima esa jungla estaba atiborrada de seres sobrenaturales, lo era más. ¡Pero de algún modo teníamos que encontrar a Sloan!

- A lo mejor si lo observamos todo desde fuera... -pensé en voz alta.

Con paso resuelto me adelanté a Abe, me guardé las gafas de sol en un bolsillo del pantalón como quien enfunda un arma y extendí el brazo frente a mí:

- ¡Suzaku!

Spoiler:

Las plumas de Suzaku refulgían en la oscuridad. El ave se posó en el suelo e inclinó su cuello hacia mi, esperando una caricia. Invité a Abe a que hiciera lo mismo, y, reticente, le pasó la mano por la cabeza. Suzaku no graznó, pero tampoco le entusiasmó el contacto.

- ¡Increíble! ¿Has sido capaz de invocar al pájaro vermellón, una de las cuatro personificaciones de la constelación china, símbolo del fuego, del verano y del sur en la filosofía taoista?! Por eso le llamas Suzaku. Es como le conocen en Japón y Jujak en Corea. Se le suele confundir con Feng Huang...

En cuanto Abe sintió mis dos ojos rojos clavados en él, entendió que hacía un buen rato que su explicación sobraba.

- Perdón.

- Tienes que elevarnos un momento, Suzaku -susurré dirigiéndome de nuevo a mi convocación -Estamos buscando un río, pero hay muchas criaturas hostiles. Te retiraré en caso de peligro. ¿Vale?

En señal de asentimiento, Suzaku desplegó las alas, invitándonos a subir. Había aprovechado el tiempo que duró nuestro saludo en afianzar fuerzas para la invocación. Respiré hondo en cuanto me aposenté. Estaba a punto de ordenarle el despegue cuando me di cuenta de que estaba sola. Abe se había quedado paralizado dónde estaba, contemplando al ave de hito en hito.

- Abe... -le llamé la atención - No tenemos todo el día. Sube.

- ¡Es impresionante!

Me sonrojé.

- ¡Que subas!

Obedeció. Suzaku percibió mi incomodidad y no se lo puso fácil. Se movió un par de veces haciéndole perder el equilibrio, y cuando por fin subió, el pájaro se revolvió un poco. Sofoqué la risa y, con el tono más neutro posible, le advertí a mi acompañante:

- No le tires de las plumas. Te quemará vivo si le arrancas sólo una.

Abe dijo algo más, pero no pude oirle. Suzaku alzó el vuelo. Sólo entonces pude calcular lo que aguantaría con la convocación activa con nuestro peso adicional. Era un momento crucial: si me desconcentraba, acabaríamos precipitándonos sin remedio. Suzaku esquivó troncos y lianas con gran agilidad y elegancia, sin que los pasajeros se vieran afectados por el ascenso. La vista desde el cielo, iluminada por el brillo tenue e hipnótico de sus plumas, era mágica y le daba a aquella selva el toque encantador que le faltaba. Lo único que nos faltaba era una brizna de aire fresco, enrarecido por aquella magia extraña que jugaba con el tiempo como un niño con un juguete nuevo.

Suzaku se deslizó por el aire, meciéndonos suavemente. Fue Abe quien, al cabo de un rato, localizó el río. El descenso fue muy distinto al ascenso, porque Suzaku se había cansado de los saltitos de Abe, que para nada estaba acostumbrado a montar pájaros gigantes. En venganza, la invocación bajó en picado los primeros metros hasta que se cansó de los gritos y luego tocó tierra con todo el cuidado del mundo, en un claro cerca de la orilla del río. Desconvoqué a Suzaku y pude volver a respirar, tomando una gran bocanada de aire como quien ha estado bajo el agua a punto de ahogarse.

Recordando las señas que el vampiro le había facilitado a Hellboy durante su particular interrogatorio, buscamos el nido. No fue muy complicado encontrarlo: una senda de cadáveres de esas criaturas adornaban la entrada como si fuera un felpudo. Preparándonos para lo peor, nos adentramos en el nido. No tuvimos que dar más de dos pasos en su interior para corroborar que el sangriento espectáculo que había tenido lugar fuera también se había dado dentro. Entre algunos cadáveres encontramos algunas de las pertenencias de Sloan, pero no a él. Aunque claro, entre toda aquella carne picada... No quería ni pensarlo. Salí apresurádamente con el sabor de la bilis en el paladar. Abe me siguió.

- ¿Pero que narices ha pasado aquí... ?

No habíamos terminado de decirlo cuando del mismo río se alzó una espesa niebla que empezó a rodearnos como si tuviera consciencia propia y curiosidad por nuestra presencia.

- Deberíamos marcharnos. Aquí no está.

- Sus cosas están aquí. No puede haber ido muy lejos.

- Pero con esta niebla es peligroso moverse. Tenemos el río aquí mismo, criaturas acechándonos...

Lo medité. Tanto como cuando Tom me pide que piense en las posibilidades de reamueblar su habitación.

- Y un compañero perdido -zanjé la discusión con un tono y una mirada que no admitías replica -Seguiremos el río. Con precaución.

Le tendí la mano, que no tardó mucho en estrechar. Iríamos a paso lento y apoyándonos el uno en el otro, pero tenía que encontrar a Sloan. Si en lugar de él hubiera sido uno de los míos... no, no quería pensar en eso.

"Centrémonos y todo saldrá bien"

Spoiler:

La niebla rodeaba a Tanith y a Abe. Era espesa, fría, fantasmagórica. Abe ya había visto antes esta clase de nieblas, y nunca presagiaban nada bueno. Muchas criaturas se aprovechaban de su naturaleza reptante y escurridiza para acercarse a viajeros o personas extraviadas y atraparlas ocultos por ella. Abe no había sacado su pistola, pero permanecía alerta. Dudaba que fuesen a encontrar vampiros otra vez. Pero había algo más. Algo más allí cerca de ellos que no conseguía ver. Parecía el aura de Sloan. Pero era distinta. Mucho más poderosa e implacable. Había notado en el interior de Sloan una fuerza, pero la que sentía en el aire ahora era mucho mayor. La misma naturaleza pero aumentada. No sabía muy bien qué hacer. ¿Debían llamar a Sloan? Un par de gritos revelarían al instante su localización y podrían ser atacados.

Entonces lo vio. Un rastro. En la entrada de la cueva con toda la sangre y restos de pelea había sido imposible diferenciar nada. Ahí en cambio estaba claro. Un camino formado por sangre y un extraño aura abandonaba la cueva y se adentraba en la niebla. Seguramente fuese Sloan, o lo que quedaba de él. Si querían encontrarlo esa pista era lo mejor que tenían.

- Tanith, por aquí. He encontrado algo. Parece ser que nuestro querido Sloan sobrevivió al ataque de los vampiros. Pero está cambiado, hay algo en él que es distinto. Es más fuerte... Y está ¿hambriento?.- tras tocar los rastros del suelo sintió eso. Hambre. Un hambre casi insaciable. Aquella criatura parecía estar buscando algo que llevarse a la boca. Según parece el festín de vampiros de la cueva no había sido suficiente para él. Aunque en parte tenía cierto sentido. Los vampiros eran casi todo fibra y cartílago, al menos ese tipo de vampiros. Los vampiros de las películas y relatos, aquellos que tenían apariencia humana eran distintos. Pero estos no eran más que murciélagos grandes.- Debemos permanecer alerta, no sé a qué nos enfrentamos, pero puede ser peligroso.

Abe sacó la pistola y avanzó con cautela siguiendo el camino invisible. Se adentraba en la selva, bordeando el río. Afortunadamente la cueva de los vampiros se encontraba en el lado del río donde estaba también el templo. No tendrían que volver a cruzarlo. Aquello fue un alivio. A pesar de ser un excelente nadador y que el agua fuese su elemento, allí podía haber cualquier cosa. Él se protegía con un amuleto sagrado, pero dudaba que Tanith tuviese algo así. Ni siquiera parecía creer en el poder divino. Avanzaron hasta encontrar un camino con varias columnas de piedra y madera a los lados. Más allá se podía ver una pequeña entrada con símbolos grabados en piedra. Sintió una nueva presencia. Ambas entraban en aquella cueva rocosa. Se acercó a la entrada y tocó las piedras. Sintió un enorme poder y quitó la mano a toda velocidad.

- ¡Oh! Estas piedras... Están marcadas con una magia o poder antiguos. Hacía mucho que no veía algo así. Tanith, será mejor que permanezcamos juntos. Estas piedras que ves aquí no son unas piedras cualquiera, están grabadas. Tienen mensajes, advierten de lo que hay en el interior de la cueva...- Abe movía las manos por encima de la entrada pero sin llegar a tocarla, a unos pocos centímetros de las piedras. Analizaba todos los mensajes que allí había. No le gustaba nada lo que ponía. No sabía si era buena idea entrar allí sin "Rojo". Él no tenía el aguante, la fuerza ni el factor de curación de su compañero. Lo único que poseía era una agilidad pasmosa, gran inteligencia y una pequeña pistola. Generalmente él solía actuar de distracción mientras su enorme amigo reventaba a puños y golpes a la criatura en cuestión. Ya se había enfrentado a otra clase de seres antes, pero lo que había en el interior de aquella gruta era algo que escapaba a su poder.

- ¿Y qué es lo que ponen esas piedras?- la pregunta de Tanith sacó a "Azul" de su análisis y se volvió hacia ella.

Abe me miró como quién ve a un fantasma. Di un paso hacia él para señalarle las piedras grabadas y despertarle de su ensimismamiento cuando yo también lo oí. Abe no me estaba mirando a mi, sino detrás de mi. El gruñido gutural precedía a la tormenta. Me giré lentamente hasta que pude tenerlo en mi campo de visión. Un hombre hecho de tentáculos y dientes fue lo único que distinguí antes de que saltase de manera casi ingrávida en nuestra dirección. Hice caso a mi vasto instinto de supervivencia, rodando por el suelo, que tembló cuando la criatura cayó ruidosamente en el sitio exacto donde había estado yo milésimas de segundo antes.

Ante la amenaza, Abe disparó sin pararse a preguntar, pero los impactos no le hacían retroceder. Sus protuberancias, que tenían vida propia e independiente del cuerpo y de las demás, se desgajaron del cuerpo principal y serpentearon buscándonos. Aún en el suelo, apuñalé a las primeras que se acercaban y me incorporé lo antes que pude. La niebla dificultaba muchísimo la visión, así que no podía saber cuantas más venían. Lo que si podía distinguir era su silueta, amorfa y amenazante, acercándose a una velocidad pasmosa. Me la jugué y esperé al último instante antes de convocar:

- ¡OSE!

Spoiler:

Medio guepardo medio humano, Ose se materializó rápidamente entre mi atacante y yo, con las espadas alzadas. La criatura se ensartó ella sola. Por un momento parecía que iba a detenerse, pero la criatura pareció partirse en dos, una grieta de la cual surgieron una oleada de tentáculos que ató a Ose y que atraía irremisiblemente, como si fuera a comérselo. Me vi obligada a retirarle del campo de batalla antes de que hiciera frente a aquel destino cruel. Tras él quedó la criatura, con dos agujeros a la altura del pecho allá donde las espadas se habían clavado. ¿Le importaba? No. Estaba en pleno frenesí salvaje. Era un cazador cuya capacidad de regeneración era asombrosa. Retrocedí un par de pasos viendo como se le cerraban las heridas delante de mis ojos. Me temblaron las manos. ¿Qué le iba a hacer con dos cuchillas mundanas?

Un grito llamó nuestra atención cuando intentó agarrarme igual que había hecho con Ose. Abe salió de su espalda, descargando un cargador entero de su arma en su espalda. Estaba tan aterrorizado como yo y sabía perfectamente que eso no le iba a hacer absolutamente nada. La criatura se giró. Me fije en su brazo, que ya había visto antes. Con un fogonazo recordé dónde: la quimera.

- ¡Es Sloan! –le grité a Abe.

- ¡Ya lo sé! –con dos zancadas se plantó delante de Abe, que, sin balas, estaba desarmado y completamente vulnerable.

 Por mucho que me costase creerlo, lo que tenía delante no dejaba lugar a dudas. No parecía tener ni consciencia, ni recuerdo de nosotros. Era, simplemente, implacable. Dejé a un lado el orgullo e ideé un plan repentino y sin pensarlo demasiado que tenía más pinta de hacernos perder el tiempo antes de morir que otra cosa:

- ¡Yo lo distraigo y tu buscas a Hellboy! ¡Suzaku!

Spoiler:

Una vez más, mi fiel Suzaku apareció ante mí. Subí a su lomo lo más rápido que pude y alzó el vuelo. Al percibir movimiento detrás de él, Sloan, o lo que era ahora Sloan, volvió a buscarme y se topó de lleno con una oleada de fuego que escupió el pájaro y que procuré que no le diera directamente. Era una provocación. Desde los cielos tenía menos posibilidades de que me alcanzase con los tentáculos, ¿no?

Pues no. Tenía árboles de sobra para acudir a mi encuentro. Los troncos se agrietaban a su paso, como si su sólo contacto pudriese la realidad. Al menos, así Abe podía escapar. Saltaba de copa en copa, de rama en rama, acercándose peligrosamente a Suzaku. Si le dejaba ascender más, podría perder su atención.

- Tenemos que volver a casa, Suzaku. No lo olvides: nos están esperando –por un momento Sloan nos alcanzó, rozando el plumaje que ardió al contacto -¡Y también puede que le estén esperando a él! ¡Así que no le hagas daño!

El sonido de un poderoso disparo cruzó el cielo nocturno. La criatura que volaba a punto de alcanzar a Tanith y su gigantesco pájaro de fuego salió disparada un par de metros hacia atrás, chocando contra varias ramas y precipitándose contra el suelo. Calló y se revolvió en una maraña de tentáculos y bocas mientras rugía. Una sombra aterrizó pesadamente varios metros más allá. Esta se irguió y miró al ser de las mil bocas. Un enorme revolver humeante descansaba al lado de él.

- He visto mierdas feas de cojones, pero tú macho te llevas la palma de calle.- Hellboy miraba sonriente a la criatura de los tentáculos, la cual le rugió fuertemente. Abe apareció entre la niebla y se puso a la altura de su compañero.- Abe, te dejo cinco minutos a solas y mira la que se arma...

- Me alegro de verte "Rojo". Ten cuidado, esa criatura es nuestro querido Sloan. Nos gustaría no matarlo a ser posible...- Abe sabía que el potencial de Sloan era enorme, aunque sinceramente no fue capaz de ver su auténtica forma. Ahí estaba, en toda su belleza. Realmente era una bella criatura, a pesar de su naturaleza devoradora de absolutamente todo.

- Sí, lo sé... Y ya sé qué es. Se trata de algún tipo de demonio portal, uno de los gordos. Las armas convencionales no le hacen ni cosquillas. Ni siquiera mi preciosidad puede hacerle daño suficiente como para dejarlo fuera de combate. Sólo hay una manera de pararlo: hay que darle de comer.- Hellboy sabía cómo tratar a esos bichos. Había luchado un par de veces con criaturas parecidas, y la única manera de frenarlos era saciar su enorme apetito y luego intentar de alguna manera destruirlos o mandarlos a otra dimensión. Para destruirlos necesitaban algo mucho más poderoso que lo que llevaban encima. Un conjuro santo o reliquia hecha en el paraíso. El demonio miró a lo alto del árbol buscando a la muchacha.- ¡Eh, chica invocadora! ¿Te encuentras bien?- Tanith le gritó algo sobre lo inmaduro de su decisión al dejarles solos y del por qué había tardado tanto en aparecer sólo para llevarse la gloria.- Sí, yo también me alegro de verte. Y de nada por salvar su real culo... Abe, id a buscar cualquier cosa con la que alimentar a Sloan. Jabalís, ciervos, búfalos... cualquier cosa grande traedla, este bicho tiene mucha hambre y vamos a ofrecerle el menú del día. Os daré algo de tiempo, pero no tardéis demasiado. No me gustaría convertirme en el primer plato.

Abe esperó a que Tanith bajase del árbol antes de irse. Sloan rugió fuertemente a Hellboy y cargó contra el demonio. "Rojo" guardó el revolver y aceleró contra la criatura. Su enorme puño de piedra voló por encima de su cabeza aplastando a la criatura contra el suelo. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos varios tentáculos enroscaron al demonio y se levantó como un resorte. Los poderosos puños de Hellboy retumbaban en la noche cada vez que alcanzaban a Sloan, y fuerte chillidos y rugidos de la criatura helaban la sangre.

- ¡Vamos, "cara picha"! ¡He luchado contra cabronazos más duros que tú! ¿Qué pasa, soy duro de masticar? ¡Abre bien la boquita!- un par de disparos seguidos de unos chillidos de Sloan resonaron en la distancia. Abe y Tanith corrían buscando cualquier cosa que llevar a Sloan. Hellboy aguantaría, pero no eternamente. Tarde o temprano Sloan acabaría rompiendo las fuertes defensas del demonio. Pero la noche y la niebla eran impenetrables. ¿Dónde iban a encontrar algo para saciar el apetito de la terrible criatura?

¿En qué narices pensaba Hellboy? ¿No habíamos encontrado ni un alma durante todo el trayecto por la maldita selva y ahora quería que le buscásemos piezas de caza? ¡El monstruo en el que se había convertido Sloan había dado cuenta de los vampiros como quien termina con el paquete de mantequilla! ¿Qué íbamos a encontrar que saciase su hambre?

Si Abe pensaba lo mismo que yo, fingió no hacerlo, porque siguió las ordenes de su compañero rojo a rajatabla, dando media vuelta para irse de cacería. Bueno, pues ya que nos tocaba cazar, lo íbamos a hacer bien. Golpeé el suelo con la planta del pie afianzandome:

- ¡Cybele!

Spoiler:

Tirada en el suelo como si fuera el catre más cómodo del mundo, Cybele hizo acto de presencia. Chasqueó los dedos y la selva a nuestro alrededor cobró vida, se sumió en el escándalo: gritos de criaturas que jamás habíamos oído intentaban escapar de la vegetación, cuyas redes y lianas asían todo lo que se encontraban. Algunos de esos chillidos se apagaban bruscamente tras el chasquido de los huesos al caer al suelo, o después de morir con el cuello roto. Las lianas trajeron a las presas como si se tratase de un menú de comida rápida para ganado: arrojando las piezas entre los dos contendientes y nosotros hasta formar una pila de cadáveres. Cybele rió. Aquellas criaturas habían estado estorbando su querida tierra y no tenía miramientos ni remordimientos a la hora de acabar con ellas. La retiré antes de que convirtiera aquel lugar en un paraíso desolado incluso para los demonios que ahora lo habitaban.

La criatura había vuelto a mutar, y tenía a Hellboy contra las cuerdas. Le doblaba en velocidad y estaban en tablas en cuanto a corpulencia.

¿Y si nos estábamos equivocando? Miré la pila de muertos. Puede que si alimentábamos a esa cosa sólo la hiciéramos más fuerte. ¿Realmente estaba Sloan allí dentro? Aunque fuera su consciencia... porque la criatura no reconocía amigos o enemigos. Le conocíamos de muy poco, no sabíamos como funcionaban sus poderes... Y no quería que acabase así, por muy poco que le conociera. Nadie debería acabar así.

Armándome de valor, y asegurándome de invocar a Scathach para que mejorase mis habilidades de combate, decidí dar un paso, para asombro y terror de Abe:

- ¡SLOAN! -llamé con toda la fuerza de mis pulmones.

Quizás si consiguiéramos despertarle. Si eran dos mentes, dos consciencias, quizás no podrían convivir las dos despiertas en el mismo cuerpo. Era una teoría suicida, porque si me equivocaba...

El último puño de Hellboy hizo rodar a la criatura, la cual se estrelló contra una roca. Comenzó a agitarse, a convulsionar mientras rugía y siseaba. Se irguió y su cuerpo cambió. Los tentáculos fueron sustituidos por poderosos músculos; los dientes se convirtieron en unas largas y fuertes garras; y los miles de ojos desaparecieron. Un halo sombrío flotaba alrededor de la criatura, la cual permaneció inmóvil, sin emitir el más mínimo sonido. Hellboy arqueó una ceja.

- No sabía que estábamos en una fiesta de disfraces… ¿De qué vas, de una mierda de esas del señor de los anillos? Déjate de tanta historia, que todavía no he acabado contigo.- el golpe fue visto y no visto. La criatura se abalanzó sobre Hellboy y le propinó un poderoso puñetazo que lo mandó varios metros por el aire hasta chocar contra un enorme árbol. El demonio agitó la cabeza y se levantó.- Vaya, vaya, parece que el señorito tiene malas pulgas. Venga, vamos a bailar.

"Rojo" levantó los puños preparándose para la pelea. Le había pillado por sorpresa una vez, no lo haría una segunda. La criatura le miró de lado, y volvió a cargar a toda velocidad. La tierra se resquebrajaba a su paso. Hellboy cargó su puño de piedra. Pero la criatura lo esquivó con total gracilidad, y golpeó al demonio con todas sus fuerzas en el pecho. Puños y arañazos recorrieron el cuerpo de Hellboy en cuestión de segundos, y un último gancho lo elevó un par de metros antes de que cayese pesadamente contra el suelo. Rugió de forma triunfal ante su rival caído.

- Muy bien listillo, ahora sí que me has cabreado.- Hellboy dio un puño en el suelo y se levantó. Al darse la vuelta vio que estaba solo. No había ni rastro de la extraña criatura.- ¿Pero qué co…?

Apareció de la nada. Garras y puños. Golpe tras golpe. La criatura era extremadamente rápida y silenciosa. Hellboy no había visto nunca un ser que fuese tan rápido y fuerte al mismo tiempo. Se había enfrentado a guerreros de metal rápidos como una centella, pero sus golpes no eran algo que no se pudiese soportar. O gigantescas criaturas cuyos puños aplastarían a cualquiera, pero lentas y pesadas. Sin embargo, aquel ser era algo insólito. Cada puño era devastador, y su velocidad le hacían volverse casi invisible. Finalmente, un poderoso arañazo profirió un corte en el pecho al demonio, quien se llevó la mano instintivamente mientras apretaba los dientes. La sangre había llegado al río. La criatura saltó por encima del demonio y lo levantó sobre él, agarrándole por la cintura y la espalda.

- ¡Qué cagarro!- y el ser estrelló al demonio contra su rodilla con fuerza. Los riñones le ardían, al igual que el pecho. Se levantó lentamente y miró de lado a la criatura. Allí estaba. Impasible, espectante, relajada. No mostraba ni medio ápice de cansancio. Hellboy sonrió para sí. Por fin un auténtico reto. La cosa hacía tiempo que no se ponía tan interesante. Sólo había una manera de parar a aquella criatura. Era demasiado rápida como para intentar golpearla directamente. Si conseguía agarrarla con la mano izquierda descargaría toda su fuerza sobre él con la mano de piedra. A ver si entonces se ponía tan chulito.- Muy bien listillo, me ha encantado el baile. ¡Pero ya estoy muy cansado de esta mierda así que esto se acaba aquí y ahora! ¡Vamos "picha-corta", enséñame lo que vales!

El plan de Hellboy funcionó. La criatura se vio atraída hacia la montaña de cadáveres como polillas hacia la luz. Procurando no hacer movimientos bruscos, me alejé de él, dando un rodeo, para llegar a Hellboy. Le había dado una buena paliza. Escondido entre la niebla que empezaba a disiparse, la criatura emitía desagradables sonidos al masticar de una tacada las presas que le habíamos traído. Abe también acudió en auxilio de su amigo, cuyo orgullo le impedía recibir nuestra ayuda.

- Eres un inmaduro... ¡Titania!

Spoiler:

La reina de las hadas se inclinó sobre Hellboy. Rozó cada herida que asomaba entre los jirones de tela y las sanaba, haciendo oídos sordos a cualquier queja. Estaba tan concentrada manteniéndola invocada que no me di cuenta de que la niebla se desvanecía. La velocidad a la que Hellboy se recuperaba era vertiginosa, y no se debía solamente a la actuación de Titania. Pronto estuvo recuperado y listo para un segundo asalto que no iba a suceder:

- ¿Me he perdido algo?

En cuanto me volví, desconvoqué a Titania. Lo habíamos conseguido, habíamos recuperado a Sloan. No quedaban ni rastros de tentáculos, bocas adicionales o colmillos. Ni de ropa tampoco. Le di con el reverso de la mano a Hellboy en el brazo, tapándome los ojos con la otra mano:

- El abrigo. Ya -dije en un tono que no admitía discusión.

- ¿Por que? ¿No te gusta más ahora? -arqueó las cejas y sonrió con picardía.

Sería por la adrenalina que aún recorría mis venas, porque de lo contrario, no habría hecho lo que hice. Sin pensármelo dos veces, le di un bofetón que resonó por toda la selva. Si quedasen pájaros habrían salido todos volando. Eso si, después del enfrentamiento contra la criatura, solo le supuso una caricia. Con risitas entre dientes, Hellboy se levantó y fue él mismo al encuentro de Sloan, tendiéndole el abrigo.

Sloan estaba totalmente desorientado. Su consciencia había dormitado durante toda su transformación., así que recuperándome de la indignación que me produjo el comentario de “Rojo”,  procedí a explicárselo de la mejor manera que supe, yendo a su encuentro:

- Nos atacaron unos vampiros, ¿recuerdas? En el claro en el que caí. Uno de ellos te llevó a su guarida, así que fuimos a buscarte, pero te habías convertido en... en... -busqué la mejor palabra que lo expresase y que no hiriese sus sentimientos -en esa criatura. ¿Te encuentras bien? Aún puedo invocar a Titania para que te cure, si es necesario.

No, no podía invocarla. Bueno, no debía. Aquel remanso de paz había eliminado la adrenalina que me mantenía en pie y ajena al cansancio que, invocación tras invocación, había estado acumulando. De golpe, todo a mi alrededor empezó a girar y se volvió blanco. Sentí que perdía el equilibrio, pero por suerte, tenía a Sloan cerca. Le apreté el brazo, señal que esperaba que no interpretase como debilidad y que, por supuesto, no denotase mi agotamiento. Incluso sonreí a pesar de que estaba a punto de caer al suelo. Me mantuve así un instante, lo suficiente para recuperar la visión.

La criatura se preparó para atacar, para asestar a Hellboy una última paliza que podría resultar mortal. Profirió un rugido ensordecedor, de otro mundo. Había llegado el momento. Era todo o nada. Y apareció la caballería. Bueno, más bien el ejército de salvación, con un millón de animales dispuestos a servir de comida a la criatura. Barra libre. Imposible resistirse a eso. La criatura se abalanzó sobre esa montaña y comenzó a engullir como si no hubiese comido en su vida. Hellboy bajó los brazos y suspiró. La adrenalina desapareció de su cuerpo, y los golpes y arañazos comenzaron a escocer. La curación del demonio comenzó a hacer su función, cerrando los cortes y sanando los moratones. Tanith invocó a una criatura que ayudó a sanar al demonio.

Tras unos segundos demasiado asquerosos como para ser descritos, la criatura terminó con su festín, dejando al pobre Sloan desnudo y desorientado.

- ¿Me he perdido algo?-

- Os dije que funcionaría, el pobre bichejo tenía hambre.- Vi como Tanith se tapaba la cara e indicaba al demonio que le diese la ropa para tapar su cuerpo desnudo.- ¿Por qué? ¿No te gusta más ahora?- me golpeó con fuerza en el brazo, pero tras los golpes de Sloan aquello no fue más que unas cosquillas. "Rojo" se rió y le acercó la gabardina al muchacho.

Mientras Tanith le explicaba a Sloan lo que había ocurrido desde el ataque de los vampiros, Hellboy se acercó a Abe, quien observaba la situación a unos pocos metros.- Me alegro de que estéis bien... No debí haberos abandonado. Este tipo era bastante más duro de lo que me esperaba... ¿Tú sabías que era tan poderoso?- Hellboy miraba a su compañero, con un ojo hinchado y morado por la pelea con la criatura.

- No te preocupes, sólo querías lo mejor para la misión... Además, como bien has dicho no sabíamos que Sloan fuese tan poderoso. Estoy realmente sorprendido, jamás había visto semejante muestra de potencial y adaptabilidad en una criatura.- Abe no mentía. Lo que habían visto aquella noche era algo que ni siquiera imaginaban que pudiese existir. Habían luchado contra demonios y seres realmente peligrosos y agresivos. Sin embargo, Sloan se acababa de poner en el número uno de su lista de "cabronazos peligrosos". Era la primera vez que Hellboy lo pasaba mal en años, desde que se enfrentó a Karl Ruprecht Kroenen.

[Karl Rupecht Kroenen]:

El grupo volvía a estar unido de nuevo, y las bromas acerca del poder se Sloan, su ansia devoradora o sobre el hecho de que bajo esa gabardina no llevaba nada fueron la tónica de los cuatro extraños seres mientras se dirigían al templo. "Tal vez ayudarnos mutuamente sería más productivo", pensó Hellboy. No había avanzado mucho en dirección a su destino antes de dar media vuelta e ir en busca de su compañero y la chica. El cargo de conciencia le pudo. Y la verdad, no sabía hasta qué punto ellos habrían sobrevivido si no hubiese estado allí. Si quería que le viesen como el líder de la expedición, debía comportarse como tal, aunque eso supusiese tener que cooperar con los otros. A él le gustaba hacer las cosas a su manera y a solas. Pero Abe estaba empeñado en que podían ser de gran ayuda, y generalmente "Azul" no solía equivocarse con estas cosas.

Un repentino y fuerte rugido resonó en la noche. No era un rugido como los de Sloan, sino más bien un sonido profundo, grave, y con eco, como si proveniese del interior de una cueva. "Rojo" levantó la mano para que el grupo se parase. Se volvió y sonrió a los presentes.

- Muy bien chicos, ¿a quién le apetece montarse en el "Golem loco"?-

El nulo sentido de la vergüenza de Sloan me dejaba de piedra. De hecho, estuve a punto de desmayarme de nuevo y no por agotamiento. No estaba acostumbrada a ese tipo de visiones, y esperaba no tener que acostumbrarme. Aún así, en un acto de caballerosidad que no me esperaba, cargó conmigo un trecho. El sólo contacto me puso la piel de gallina y aunque quería bajar al suelo y caminar por mi propio pie, no me quedaban suficientes fuerzas, y no podía desperdiciar las pocas que me quedaban por si nos encontrabamos con el golem que Abe y Hellboy andaban buscando.

Cosa que acabó ocurriendo.

Acomodada y libre de tener que dar un paso, todas las emociones vividas estaban consiguiendo que el sueño se apoderase de mí. Una cabezadita, pensé, que me repondría en un abrir y cerrar de ojos. Pero ¡noooooo! ¡¿Para qué?! La jungla tenía mucha fauna que ofrecernos y, muestra de ello, fue el potente rugido que surgió de entre los árboles y que me hizo dar un brinco. Otee entre la flora sin mucho éxito. Hellboy ya estaba pidiendo voluntarios.

- Hmmmmm... No lo sé. Creo que Tanith necesitaría descansar un poco. Creo que ya es un milagro que pueda abrir los ojos. ¿Tú cómo lo ves?

- Bájame, por favor.

Me deslicé por su espalda hasta ponerme de pie en el suelo. Ya no se movía y mi visión estaba intacta. Musité un "gracias" que sólo llegó a oídos de Sloan. No estaba recuperada, pero tampoco me estaba muriendo. Es más, ¡soy Tanith Blackwood, más conocida como Paradox, de los Abyss Knights! No podía mostrar debilidad alguna ante algo tan nimio como un golem. ¿Qué tenía que hacer? ¿Distraerle? Encantada. No dependía de las invocaciones para algo así. Si, podía hacerlo. Respiré hondo y le hice una señal a Hellboy.

Ya iba siendo hora de acabar con aquello.

- Bueno, pues entonces manos a la obra.- dijo Hellboy mientras levantaba las manos. Sacó su enorme revolver y lo cargó por completo. Tras la pelea con la criatura no había tenido tiempo de hacerlo, así que aprovechó mientras los demás se preparaban también.- Bien, repasemos de nuevo la situación. Este tío es algo más durillo que los anteriores. Además, nuestro querido Sloan ya ha comido. Su cuerpo está hecho de pura piedra, así que las armas de fuego y blancas rebotarán en él. Sin embargo, tiene un pequeño núcleo mágico en el pecho, bajo una fuerte coraza. Si consigo escalar hasta él puedo agujerearlo con mi puño y después disparar dentro de ese hueco. Si hubiese traído un lanzagranadas habría sido más sencillo. Pero desgraciadamente no lo tengo, así que habrá que hacerlo a la vieja usanza.

Abe se acercó al demonio y le hizo señas con la cabeza de negación.- "Rojo", deberíamos esperar a que Tanith se encuentre en perfectas condiciones. No creo que le lleve mucho tiempo y sería mejor tener a todo el equipo al completo antes de entrar al templo... Quién sabe lo que podemos encontrar allí.- luego dirigió una mirada compasiva a la chica. Conocía de sobra aquella mirada. Era la que su compañero ponía siempre a pesar de estar totalmente magullado y destrozado cuando por encima de todo quería seguir pegándose con los enemigos. Pero Hellboy tenía un factor de curación acelerado, el cual le daba cierta ventaja sobre Tanith ya qu eel tiempo de recuperación que este necesitaba era algo menor. Sabía que la muchacha querría luchar, querría demostrar que era capaz de defenderse sin importarle la situación. Sin embargo, "Azul" era un científico y conocía los límites. Si la chica se esforzaba demasiado podía caer rendida. Las invocaciones eran algo que requería de un altísimo poder y una concentración igual de fuerte, y tras haber hecho varias un descansito era lo mejor que podían hacer.

- Abe, deja de ser un cortarollos, en serio. Pareces "Papá" cuando te pones así. Ella ha dicho que se encuentra bien. Así que si ella se ve con fuerzas para luchar, ¿qué necesidad hay de retrasarlo más?- el profesor Broom era quien había juntado a todos los miembros del B.P.R.D. Para ellos era lo más parecido a un padre que habían tenido. Era cariñoso, atento, sabio, prudente... Y de vez en cuando regañaba a "Rojo" por sus temeridades y actuaciones peligrosas. Para él también eran lo más parecido a unos hijos. Pero unos hijos más difíciles de educar que uno normal, al menos el demonio. Una de las cosas que más echaba en cara a Hellboy era su constante menosprecio hacia sus enemigos, lo cual le había acarreado más de una paliza. Todas las criaturas tienen un poder y una razón de existir. Algunas son pura maldad y destrucción. Otras simplemente intentan llevar una vida normal, aunque de vez en cuando atacaban a gente, y por ello la B.P.R.D existía. Alguien tenía que frenar a estos individuos.- Como iba diciendo, este tipo es lo más complicado que tenemos delante, dejando de lado la cabronada que pueda haber dentro del templo. "Chica de la cara de niña", tú puedes correr y distraerle, ¿no? No hace falta que invoques nada, con tal de que lo mantengas ocupado será más que suficiente. Lo mismo va para ti Sloan, y para ti Abe. En cualquier caso si encontráis alguna manera de tirarlo al suelo o de dejarlo atado contra unos árboles o algo por el estilo será más sencillo acabar con él. Pero no os creáis que esto va a ser un paseillo. Este bicho es muy cabrón y tiene muy malas pulgas también... ¿Nos ponemos en marcha? ¿O hay alguien que quiera hacer pis antes de salir?

Nos dividimos. El primero en llamarle la atención al Golem fue Sloan. Cual velocista, preparé mi salida, contando con el factor sorpresa que la espalda del Golem me daba. Confiando en la fortaleza de mis hojas, me encaramé con ellas. Las rendijas de la roca oxidada por el tiempo ayudaron a mi escalada, y aproveche los recovecos para comprobar si el pinchazo de mis cuchillas le hacían reaccionar. El golem se revolvió como si hubiese notado un mosquito acercarse y picotearle. Sus enormes manazas gatearon buscándome. El musgo que le crecía lo convertía en una superficie adherente, por lo que corretear por su mano fue relativamente fácil.

Las cuchillas lanzaban chispas cuando se topaban con su piel robliza, dejándole nimias muescas. No le haría ningún daño, pero al menos, lo mantenía distraido, que ya es algo. Ocupada como estaba esquivando gigantescos guantazos, no podía saber lo qué mis compañeros hacían. Me deslicé por sus manos hasta caer al suelo cuando vi que lo que venía a ser su rostro estaba girando hacia mi.

Cada palmada provocaba un terremoto, y cada vez estaban más cerca. Le importaba bien poco la estructura que lo rodeaba. Le había sentado mal que trepase por su espalda. Corrí en zigzag. Cascotes llovían y se unían a la persecución. Las piernas me cedieron justo cuando la criatura decidió que tenía asuntos más urgentes que atender que cazarme. Alguien me relevó y me dió los segundos de descanso que necesitaba. Recuperé el aliento lo más rápido que pude para poder seguir y esperé el mejor momento para volver a la carga.

Abe salió como una exhalación tras la carrera de Tanith. Ella se había encaramado a la espalda del enorme gólem y le había propinado varias cuchilladas y puñaladas, todas en vano. La durísima piel del gigante de piedra era imposible de penetrar, al menos con unas hojas tan pequeñas. Comenzó a gritarle y a disparar contra la enorme mole. Esta se giró y profirió un grito, tras el cual intentó dar caza al hombre pez. Todo estaba saliendo a pedir de boca: el gólem era incapaz de centrarse en un solo objetivo. Si conseguían unir todos sus fuerzas la victoria sería más sencilla.

Le tocó el turno a Hellboy. Con una rápida carrera alcanzó a la criatura, la cual se volvió hacia él. Dejó caer su gigantesco brazo sobre el demonio, quien se cubrió con su mano de piedra, deteniendo el impacto con un ruido sordo. "Rojo" sonrió.

- ¿Qué pasa cerebro de granito, no te esperabas gente tan fuerte?- Con un rápido movimiento, se deshizo de la presión del gigante y se agarró con la mano izquierda a su pecho. Con una fuerza descomunal comenzó a golpear con fiereza el pecho del gigante. Los golpes resonaban por toda la jungla. El gólem gritó, e intentó golpear al demonio. Con un ágil movimiento, consiguió evitar el golpe. Esto enfureció más a la criatura, la cual agarró a Hellboy y lo elevó hasta su cara.- ¡Grrr! ¡Serás cabronazo!- El monstruo rugió con fuerza en la cara del demonio, obligándole a cerrar los ojos por el viento.- Joder, ¿te has tragado algo y luego se te ha muerto dentro? ¡Menudo pestazo!

Hellboy sacó su enorme revolver y disparó a la criatura en uno de sus brillantes ojos rojos. Un sonido metálico resonó en el claro y el gólem gritó con fuerza mientras se tambaleaba. Furioso, mandó al demonio varios metros por el aire, perdiéndose en la oscuridad.

- ¡"Rojo"! ¿Te encuentras bien?- Una pequeña maldición de Hellboy se escuchó entre la oscuridad y Abe supo que no había problema. Esquivó un brazo del enorme gólem de milagro. Parecía mucho más furioso con la actuación de Hellboy. Después de su fallido intento de aplastar a "Azul" volvió a levantar su gigantesco brazo por encima dispuesto a asestar un nuevo golpe mortal. La luz de la luna dejó entrever unas pequeñas grietas en el pecho de la criatura.- ¡Está dando resultado! ¡Su pecho tiene una pequeña grieta!

Hellboy se incorporó y volvió la vista al centro del claro. Allí, los otros tres miembros de la expedición distraían a la enorme mole de piedra que no dejaba de rugir y dar manotazos. Decidió darle un poco más de acción al asunto y se armó con una granada. Corrió a toda velocidad hacia el monstruo mientras quitaba la anilla al explosivo.

- ¡Apartaos! ¡Empiezan los fuegos artificiales!- De un salto se encaramó a la espalda musgosa del guardián y trepó hasta su cabeza. El gólem giró la cabeza y abrió las fauces. Hellboy lo aprovechó para colarle la granada y cerrarle la boca con fuerza.- Espero que te guste la comida picante.

Una fuerte explosión voló la cabeza del gólem y volvió a mandar a un humeante Hellboy un par de metros por los aires. Los brazos de la criatura tocaron donde debía estar la cabeza y se escuchó un sonido grave, como cuando alguien grita contra un cojín. Sus brazos comenzaron a dar manotazos en todas direcciones. No estaba muerto, pero hasta que consiguiese regenerar su cabeza sólo daría tumbos y palos de ciego. Era el momento perfecto para intentar una maniobra final y acabar con él.

Atado y descabezado, totalmente vulnerable. Me incorporé. La adrenalina me mantenía despierta, me mantenía viva. Me propulsé hacia el golem y me enganché a la altura de su pecho. Las muescas que tenía horadadas en la roca me venían de maravilla, y usando las hojas de palanca, descubrí el tesoro que la criatura guardaba. Su corazón. Su punto débil. ¡Qué ironía! Le hacía tan humano...

...que le tenía envidia. La gema destelló delante de mí y las voces regresaron. Más fuertes, más cerca. Aunadas para expresar un sólo mensaje:

Yo lo protejo

Tras de mí, las ataduras rechinaron. No podía saber si estaban cediendo, ni tampoco notaba si el golem se movía. Apreté más la empuñadura de la cuchilla que tenía alzada, dispuesta a descender y acabar con la "vida" del guardián de roca, hasta hacerme daño. Eché la vista atrás para comprobar el estado del equipo. Hellboy vivía a base de palizas, Abe había sido victima de la persecución del Golem durante un rato y Sloan... empalado. La visión me reafirmo y acallé las voces con dureza.

La cosa se reducía a mi grupo o él.

Y si hubieran sido los Abyss los que hubieran estado ahí conmigo... No habría tenido ni sombra de duda.

Apuñalé el núcleo repetidas veces. La primera vez la cuchilla resbaló. Las cuatro o cinco siguientes, las hojas dejaron muescas que se fueron agrietando con cada golpe. De cada una de las grietas se escapaba el brillo que antes envolvía al núcleo. El golem tembló violentamente, pero estaba demasiado ocupada acabando con él. Hice añicos la gema hasta que la criatura dejó de moverse y su "corazón" se convirtió en simples piedras sin valor.

Me dejé caer al suelo y me aparté del cadáver del golem con la vista puesta en algún punto intrascendende más allá de la selva, alrededor del cual todo se fue volviendo blanco hasta que caí. Game over por el momento.

La chica había escalado al pecho del gólem y había conseguido abrirlo usando sus cuchillos. Pero se quedó allí quieta, sin moverse. Sloan tenía atado al gigante, pero la fuerza de este empezaba a estirar los tentáculos de Sloan peligrosamente. Un poco más y se liberaría de las ataduras. Tanith tenía que acabar con el monstruo ya, o tendrían que volver a empezar.

- ¡Eh! ¿A qué estás esperando? ¡Vamos!- Hellboy miraba a la chica y le gritaba. No parecía escucharle. Había entrado en una especie de trance o algo por el estilo. Luego pensó en que tal vez la chica estuviese preocupada por acabar con el gólem. Había gente que se quedaba impactada ante las criaturas más extrañas y horribles que habían visto. Sin embargo, algunas como ese gigante de piedra eran majestuosas, impresionantes, y algún que otro ayudante que le habían mandado sentía hasta lástima por ellos. Aquellas criaturas, al igual que Hellboy y Abe no pertenecían a ese mundo, y podían resultar impresionantes y bellas para algunas personas. Era cierto que aquel gólem no merecía morir, pero alguien se había adentrado en el templo buscando la "Máscara de la lluvia" y la estaba usando sin ningún tipo de tapujo. Había conseguido superar todas las defensas y a los cuatro guardianes sin siquiera pestañear. Sin embargo, a diferencia del pintoresco grupo que esperaba en la puerta, fuese quien fuese lo había hecho valiéndose del sigilo o de algún tipo de conjuro de invisibilidad o engaño.

Finalmente, Tanith descargó varias puñaladas contra el núcleo del monstruo, y tras un destello amarillo, cayó sin vida. Los trozos de piedra que formaban su cuerpo rodaron pesadamente y se amontonaron alrededor del enorme torax. Sloan se relajó y recogió sus tentáculos. Tanith bajó lentamente del montón de piedras. Abe se acercó y posó su mano sobre el hombro de la chica en señal de aprobación. Hellboy guardó el revolver y asintió a la chica. Era duro, pero tenía corazón. Su compañera Liz era para él algo más que una amiga. Tenía una admiración cercana al amor por ella y su poder, aunque no era del todo correspondido. Recordaba las veces que ella había sentido pena o remordimiento por la muerte de criaturas.

"Rojo" se volvió hacia donde estaba el enorme gólem tumbado. Allí un gran agujero había quedado a la vista. Hellboy hizo un gesto con la cabeza para que se acercasen. Unas espaleras de piedra, viejas como el tiempo y llenas de lianas, bajaban hasta perderse en la oscuridad. El demonio arrancó un gran trozo de madera de una raíz del suelo. Se acercó a Sloan y sacó del bolsillo de su gabardina un pañuelo viejo y lo ató al palo. Se acercó a los árboles colindantes y de un puñetazo hizo un agujero en uno de los troncos. Untó el pañuelo en la resina de este y volvió donde estaban el resto.

- Bueno, espero que os hayan gustado los entrantes, porque ahora viene el plato fuerte... Espero que no os hayáis puesto morados a pan.- Encendió la antorcha improvisada tras un par de intentos y sacó su enorme revolver.- Vayamos a felicitar al dueño de la fiesta.

Hellboy se encendió un puro con la enorme antorcha y miró a Abe. Quería saber exactamente qué opinaba acerca de quedarse fuera con la chica sola. Realmente, lo más peligroso se encontraba dentro de las propias ruinas, ahí fuera no creía que pudiese haber nada. Pero era mejor no arriesgar. La noche africana era mucho peor que el día. La gente cree que lo malo está durante el día, que los leones y demás cazan en las horas de sol. Nada más lejos de la realidad. La noche africana es de los momentos más peligrosos y peliagudos que puede haber en el mundo.

- ¿Crees que podéis sobrevivir aquí fuera "Azul"?- Daba algunas caladas mientras esperaba la respuesta de su compañero acuático.

- Bueno, en teoría no tendríamos que tener ningún problema. A menos que seamos atacados de nuevo por criaturas vampíricas.- Abe no parecía preocupado, al menos no por sí mismo. Era capaz de convertirse en una sombra en caso de que fuese necesario, y sus dotes de combate eran bastante buenas. No tenía la fuerza bruta ni el potencial de "Rojo" pero era más rápido y ágil. Además de tener un sexto sentido innato para las peleas. Básicamente, sabía cuando era mejor luchar o huir ante un adversario en concreto.

"Rojo" apiló varios troncos al lado de la chica y los encendió con la antorcha. En seguida, el pequeño grupo se iluminó con unas pequeñas llamas amarillentas y el repiqueteo de la madera resonó por el claro.

- No son como mis balas, pero mantendrán alejados a más de un bichejo.- Se acercó a su compañero y le dio un pequeño bote del que salía un brillo verdoso.- Si se tuercen mucho las cosas saca esto. Un relicario de San Bartolomé. Mantendrá a raya a los más valientes que se atreva a acercarse a pesar del fuego. Iremos despacio para que en cuanto se encuentre mejor la chica podáis alcanzarnos. Y aprovecharemos para ir quitando las trampas. Sloan, ¿te vienes?

Ambos personajes se adentraron en las ruinas. La escalera de caracol era antigua como los cimientos de la tierra. Algunas piedras se movían al pisarlas y el viento emitía un sinuoso siseo a la vez que meneaba ligeramente algunas lianas que colgaban de la entrada. La antorcha iluminaba el camino y más allá, aproximadamente en un radio de unos tres metros. La mano izquierda del demonio oscilaba al lado del cuerpo con el revolver apuntando al suelo. Sloan seguía de cerca al demonio.

Tras varios minutos de pesados escalones llegaron a un pasillo largo y estrecho. Muchos metros más arriba, la entrada al templo había sido reducida a un pequeño círculo azulado en la lejanía. "Rojo" miró con cuidado el suelo y las paredes. Había que andarse con ojo, aquello podía estar infestado de toda clase de trampas, desde lanzas y pinchos que salen de las paredes hasta suelos falsos que desaparecen bajo tus pies. Hellboy enfundó su arma y sacó un pequeño bote parecido al que había dado a "Azul". Lo abrió con cuidado y vertió su contenido por la antorcha. Un fuerte chisporroteo resonó por el pasillo y, con unas palabras en un idioma incomprensible para su compañero, la llama se tornó verde.

- Un pequeño conjuro para ver trampas mágicas. Esto nos ayudará para evitar perder la cabeza o los pies, o quien sabe si el cuerpo entero.- El demonio se volvió a su acompañante quien lo miraba expectante, casi emocionado se habría atrevido a decir el demonio.- Bueno chaval, a partir de aquí no es como con los guardianes, ¿entendido? Aquí no podemos pasarnos de listos ni empezar a pegar mamporros como si se tratase del patio del colegio. Este templo tiene más años que andar a pie, y me sorprende que aún no se haya derrumbado con el paso de los años. Lo mejor será que nos quedemos juntos y…-

Las palabras de Hellboy fueron silenciadas por una bocanada del viento más helador que se pueda imaginar. Frío como el hielo, cruzó el pasillo proveniente de las entrañas de aquel lugar, y una voz sisean resonó.

- Ssssssssalid de esssssssste lugar, mortalessssssss. Ssssssssalid ahora, y osssssss dejaré vivir…-

"Rojo" sonrió y miró a su compañero.

- Bueno, parece que han decidido esperarnos antes de empezar la fiesta. ¿Vamos?

Las invocaciones no necesitan dormir o comer. Son entidades sobrenaturales, origen de mitos. No sé dónde permanecen mientras yo no las traigo a este mundo. Me gusta pensar que permanecen en el limbo, en una dimensión entre la nuestra y la suya. Están pero no están. Lo ven todo, lo oyen todo, y de vez en cuando consiguen contactar con alguien. Conmigo más a menudo y con más facilidad que con otros. Todas quieren hablar, todas quieren pedirme algo. Saben que las escucho, aunque en realidad, de todo lo que me dicen, solo pueda entender una quincuagésima parte. Creo que esto ocurre porque no se entienden entre ellos. Cada voz se superpone a las demás sin gritar, sin alzarse. Durante el día, podía dejarlas apartadas, olvidarme de ellas. Estaban ahí siempre, por supuesto, pero los ruidos de la vida diaria requieren mi atención. Al menos, mientras estoy despierta.

El problema viene cuando duermo. Cuando no hay más ruidos que sus voces. Incluso aprovechan para mandarme imágenes, sus pensamientos, sus deseos. Todas quieren algo, y para lo que quiere cada una tengo que traerlas a este mundo. Y no puedo hacer eso. Ni despierta, ni dormida. Pero tampoco puedo mantenerlas en el limbo indefinidamente.

Por eso, de vez en cuando, hay alguna que se pasa de lista. Hay que tener en cuenta que no son sirvientes, que no sirven mis órdenes por que si. Yo solo soy el canal que las trae de vuelta al mundo que las convirtió en divinidades. Ellas hacen algo por mi como agradecimiento, y yo también. Sin embargo, siguen siendo demasiadas. No puedo traerlas a todas, ni durante tanto tiempo como quieren. De ahí que algunas de esas invocaciones decidan “salir” por su cuenta aprovechándose de mi inconsciencia. Mientras yo no lo impida y tenga fuerzas, pueden hacerlo.

Había una convocación en concreto a la que le encantaba hacer eso. Un pequeño duende travieso que adoraba nuestro mundo, viéndolo todo con los ojos de un niño.

Se llama Jack Frost y se materializó ante los ojos de Abe. Cuando fue totalmente corpóreo, dió una vuelta sobre sí mismo haciendo sonar sus cascabeles y alzó una de sus rechonchas manitas, como diciendo: “¡Presente!” cuando pronuncian su nombre en clase.

Spoiler:

Abe se quedó petrificado al principio. No entendía el proceso de invocación, sólo veía que un ser, una especie de hombre de nieve con collar y gorro de bufón apareció de la nada y me tocaba el hombro, queriendo comprobar que permanecía dormida. Con “mamá” fuera de juego, el pequeño Jack podía hacer, literalmente, lo que le viniera en gana… echando mano de la energía que iba recuperando con el sueño.

- Hola, pequeño. ¿Tienes nombre? -Abe se acercó lentamente, con la impresión de que podía huir en cualquier momento, asustarse.

Eso hizo. Jack Frost le saludó con la mano con su eterna sonrisa de oreja a oreja y salió corriendo en la dirección hacia donde se habían marchado Sloan y Hellboy, haciendo oídos sordos de las advertencias de Abe.

A los ojos de Jack, no había selva, solo un paisaje nevado sacado de una de esas bolas de navidad de cristal que dejan los abuelos encima de las chimeneas. Podía seguir fácilmente el rastro de huellas de nieve que Hellboy y Sloan habían dejado. Sabía que no estaba sólo, las criaturas oscuras que habitaban aquellos lares le observaban, esperaban su oportunidad. Él caminaba a saltitos, alegremente, como si el peligro no fuera con él. Casi cantaba, pero una vez que estan fuera del limbo, sus voces se quedan atrás. En este mundo, las convocaciones no tienen voz. Como mucho, pueden hacer algún ruido, emitir algún gruñido, pero nada más. Así que Jack Frost cantaba sin voz, moviendo la boca y tarareando en su mente infantil.

De pronto, escuchó un ruido ensordecedor. ¿El arrastrar de un trineo? No. Más fuerte. ¿Papa Noel cayendo por la chimenea? Tampoco, no era el roce de la tela de su saco de juguetes, sino de roca contra roca. Correteo la distancia que le faltaba para llegar a la sala redonda, a la trampa mortal en la que estaban atrapados Hellboy y Sloan. En cuanto les vió, el pequeño Jack les saludó con la mano, sin dejar de sonreir. Nunca dejaba de sonreír. La pared se movía, tapiando la entrada. Pero Jack Frost ya les había visto, y no descansaría hasta que ellos le viesen a él y le saludasen.

De hecho, fue la visión de Hellboy la que le hizo tomar la decisión de quedarse allí. Cuando la figura de Jack volvió a aparecer por la entrada, sus ojos negros brillaban con más ilusión aún si cabía, cuyo objetivo era el demonio rojo. Consiguió sacar fuerzas (robarmelas, más bien) para decir una única palabra. Dos sílabas que consiguió arrancar de su garganta en tono cómico:

- ¡Papi!

El pequeño Jack no descansaría hasta abrazarle.