Un día de perros (Libre) [Marvel, Pre-Omega)

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Fiona odiaba los bancos. En serio, los detestaba con todo su alma y los repudiaba con todo su ser. Después de todo, no eran más que chupasangres, meros parásitos que se aprovechaban de una sociedad corrupta para exprimir a los pobres y obtener su dinero. Y encima legalmente.

Si la preguntasen, Fi hubiera estado encantada de explicar cómo volar por los aires todos los jodidos bancos de la gran manzana de forma simultánea, con música de Wagner para acompañar.

Mira, eso sí que le gustaba, Wagner molaba con todos esos coros y esa fuerza, y no había nada que hiciera más redonda una demolición que la cabalgata de las valkirias.

Fiona sonrió de lado con esa expresión desquiciada mientras miraba al infinito, escuchando en su interior la cancincilla de marras mientras se imaginaba el banco en el que estaba volando por los aires. Oh, la primera bomba justo ahí, entre las cajas... Explosiones y cascotes por los aires. ¡La segunda al fondo, en las escaleras, junto con la entrada de las trompetas! Glorioso.

Estaba tan ensimismada que prácticamente no se dio cuenta de que acababan de entrar cuatro tíos encapuchados, que rápidamente sacaron pistolas y empezaron a abrir fuego al techo. En ese momento sí que la peliverde reaccionó, dando un respingo y apretando con fuerza las granadas de humo que llevaba en los bolsillos del pantalón, mirando hacia atrás con curiosidad. Lo que los maleantes pudieron ver era una chica, la única de pie, con las manos en los bolsillos y vestida de militar, con unas gafas como de esquí en los ojos que los miraba con más curiosidad que miedo, mientras el resto de los ciudadanos se tiraban al suelo.

Sin comerlo ni beberlo, uno de los tipos le pasó la mano por el cuello y le puso la pistola en la sien

¡Las manos arriba, joder! ¡O me la cargo!

Tío, estate quieto, coño rezongó la chica, sin sacar las manos de los bolsillos. Los otros tres tipos estaban ya dándole unos sacos a las cajeras, y parecían visiblemente nerviosos. El tipo que la estaba apuntando gruñó y apretó el cuello de la chica con el brazo, lo que hizo que la irlandesa pusiese los ojos en blanco de molestia ¡Joder, coño! ¿Quieres parar? ¡Me vas a dejar marca, gilipollas!

¡Que te calles, joder! ¡Y saca las manos de los bolsillos o te vuelo la cabeza, cojones!

¿Seguro?

¡Me cago en la hostia! el hombre amartilló el arma y la peliverde obedeció, levantando ambas manos con gesto de fastidio. En ambos índices había dos anillas sin granadas ¿Pero qué coj-?

En cuestión de segundos, el asaltante se vio comiéndose una nube de humo negro y espeso, que le hizo recular de la sorpresa mientras la mutante giraba sobre sí mismo. Con un rápido movimiento, sacó un espolón de su tobillo (un espolón de Ornitorrinco, de hecho), y le clavó dicho arma natural en plena entrepierna con un potente patadón hacia atrás

La neurotoxina que segregan los Ornitorrincos macho, compuesta principalmente por proteínas similares a defensinas (DLP) no es letal para el ser humano, pero produce un excruciante dolor mientras genera edemas en la región afectada, siendo capaz de incapacitar a un ser humano en cuestión de décimas de segundo

El tipo soltó un aullido de dolor que heló la sangre a medio banco, mientras los ladrones miraban con sorpresa en dirección del humo negro, no sabiendo muy bien qué demonios había pasado, hasta que vieron caer el cuerpo de su compañero con los ojos en blanco, la cara pálida y soltando baba por la comisura de la boca, inconsciente. Los ladrones se miraron sorprendidos y empezaron a disparar en dirección a la columna de humo... que empezó a correr a toda velocidad mientras el suelo retumbaba

¡Joder, joder joder! ¿Qué coño es eso?

¡Corre por tu puta madre!

Los dos más avispados salieron corriendo mientras toda la sala terminaba llenándose de un humo espeso en dirección a lo que pensaban que era la puerta, mientras el tercero, que se había quedado helado en el sitio, era engullido por la niebla. Segundos después se oyó un horrible chasquido, y uno de los ladrones podría jurar que un cuerpo desmadejado acababa de caer al lado suyo

¡NO QUIERO MORIIIR! exclamó el tipo chillando con la voz aguda por la histeria, mientras su compañero llegaba a la puerta del banco y escapaba, corriendo como alma que lleva el diablo con la mirada desorbitada y la pistola aún bien aferrada en la mano, aún sin darse cuenta de que ni si quiera se había quitado el pasamontañas

Si había alguien que pudiese odiar tanto y más a los bancos como Fiona, sin duda ése era Bryndar, que debido a ciertos problemillas con respecto a su anterior vida de ladrón de ídems, acababa totalmente harto de ellos. Normalmente el dinero lo sacaba de una pequeña reserva que se había quedado de su vida criminal, de la cual nadie excepto él sabía nada y no pensaba mencionar en la vida. Por eso se elevó la solapa de la gabardina y se embozó un poco más el sombrero cuando pasó por delante, como evitando que alguna especie de radiación bancaria se le pudiese absorber por la cara y acabase contando billetes de otras personas y perdiendo visión y pelo en un pequeño, o incluso mintiéndole a ancianitas diciéndoles que su dinero estaría seguro y que podrían saarlo cuando quisiesen. La gabardina tapaba todo su enorme cuerpo y sólo las botas negras estaban a lavista, mientras el sombrero proyectaba una sombra su cara que esperaba fuese suficiente. No tenía problema por los cabellos rubios que se le pudiesen ver, porque eso era un color normal en un ser humano.

Parecía que iba a poder pasar por delante del banco sin problemas hasta que escuchó disparos dentro, lo que le hizo pararse. La calle empezó a vaciarse con rapide, sabiendo los transeúntes de lo que solía ir el asunto. Uno de los atracadores acabó por salir de la puerta justo cuando Bryndar había subido los peldaños, así que se chocó con la torre inamovible que era el mutante. El atracador, que a estas alturas se esperaba cualquier cosa, se separó como pudo y miró lentamente hacia arriba, con una ligera cara de resignación que casi hizo dudar al islandés de lo que iba a hacer a continuación. Y fe la duda lo que le dio tiempo de hacerle gritar al ladrón, apuntarle y descargarle el arma sobre el pecho. Numerosas balas rebotaron, estropeando la gabardina y rompiendo los cristales de las puertas del banco. Los disparos cesaron justo cuando la enorme mano anaranjada de Bryndar apretó la muñeca del atracador, totalmente imperturbable a los tiros, y le hizo soltar el arma.

-Mira que tienes mala suerte, tío-le comentó, en tono tranquilo, y se encogió de hombros. Después le soltó un cabezazo que lo dejó completamente KO, y podía dar gracias a que el Profe le había enseñado a controlar su hercúlea fuerza.

Entró en el banco apartando vaharadas de humo con la mano y con el ladrón arrastrando de su muñeca, aún sin soltársela. No entendía a qué venía tanto humo, pero pudo divisar alguna cosa moviéndolo de un lado a otro, así que soltó a su presa inconsciente e hizo crugir su cuello. Afirmó los dos pies y separó los brazos, como si fuese a abrazar a alguna cosa. Entonces los juntó todo lo rápido que pudo y una bestial palmada se sintió en todo el banco. Las ondas de sonido provocaron destrozos en los cristales más cercanos que aún estuviesen en pie y el humo se retiró hacia atrás para dejar paso tanto a las vibraciones como el aire que había levantado momentáneamente. Bryndar entornó los ojos porque no se creyó lo que había visto justo antes de que el humo se lo volviese a ocultar, mientras los demás presentes estaban más ocupados en intentar hacer que sus oídos se destaponasen.

-¡No puede ser!-exclamó, y aún no sabía si estaba enfadado, alegre o simplemente sorprendido- La mato-el enfado era un viejo amigo suyo-. ¡Tú, irlandesa chalada!-el ladrón que había surido un ataque de histeria miró hacia Bryndar- Tú no, la del humo-soltó sin más, para propinarle un puñetazo seco y firme que lo dejó inconsciente en el suelo.

Aunque aún mantenía su gabardina más o menos entera, la parte del pecho estaba destrozada y se adivina la negrura del traje contenedor de Sunbreath, así como un pedazo de una "X" amarilla en el lado izquierdo. Su cuello era del color anaranjado amarillento de Bryndar y el sombrero proyectaba una sombra más tenue, debido a que las luces blancas del banco no podían competir con el sol de fuera, incluso si no hacía un tiempo excelente. Para cualquiera, reconocerlo sería tarea difícil. Para Fiona, era tan fácil como si le hubiesen puesto un cartel de neones. Eso si podía deshacerse del maldito humo.

-Te echan humo los pantalones-acabó por soltar Bryndar, con una ligera sonrisa incluso si seguía molesto, porque una broma semejante sólo se presentaba una vez en la vida.

Fiona se lo estaba pasando en grande ahora. Iba a tener que salir corriendo antes de que llegase la pasma, pero por ahora eso de machacar capullos era muy divertido, y no le costaba nada ecolocalizarles gracias a su hibridación con un ornitorrinco. Estaba ridícula con el pico de los cojones y piel de rinoceronte, pero no veas lo bien que venía para luchar dentro de lugares sin ninguna visibilidad y con mucho ruido y olores.

Tras haber apachurrado al ladrón con sus enormes manazas y haberlo arrojado contra los dos que huían, Fiona empezó a cargar contra el único que no había salido del banco, al menos hasta que un golpe de aire la hizo recular más por la sorpresa que porque le hubiera hecho daño. Le pitaban los oídos, y Bryndar había podido ver durante unas décimas de segundo una grotesca mezcla entre un rinoceronte y alguna suerte de pato peludo, antes de que el humo la ocultase de nuevo.

Sin embargo, el manotazo le sirvió para que parase en seco, aturdida por dos cosas. Se concentró, percibiendo claramente la figura enorme en la puerta mientras el ladrón seguía corriendo hacia la puerta. ¿Era...? . ¡Tú, irlandesa chalada! Sí, era.

Por un segundo el corazón de la irlandesa se paró en seco mientras Bryndar terminaba de dejar KO al tipo que posiblemente se acababa de hacer algo en los pantalones. Fiona se acercó a la puerta, en forma humana ya, mientras se cruzaba los brazos, con el humo de sus bombas ya remitiendo, parecía emerger de la humareda cual aparición... bueno, cual aparición

Te echan humo los pantalones

No me quieras ver las bragas

Ambos mutantes se miraron unos segundos en silencio después del pequeño sarcasmo de la peliverde, como si se estuviesen estudiando. Algunos presentes se sintieron intimidados del aura de ambos mutantes y prefirieron no intervenir. Al menos, no hasta que Fiona directamente se echó encima del de pelo naranja, pasando sus brazos por su cuello y plantándole uno de esos morreos de película que uno jamás pensaría que podría ver en la vida real

¡Dios, te he echado de menos, Halitosis solar! exclamó, aún con los bolsillos echando humo (eso sí, cada vez mucho menos, y todo apuntaba a que en unos segundos dejarían de hacerlo, dejando los bolsillos tan manchados que los pantalones podrían considerarse como una zona catastrófica

No me quieras ver las bragas

En otro tiempo, Bryndar le hubiese replicado algo como "¡Si ya te las he visto!" delante de todo el mundo. Pero en aquellos momento se limitó a mirarla, viendo ya su aspecto humano. Sólo Fiona era capaz de convertirse en cosas tan grotescas y conservar una mata de pelo verde encima de la cabeza de lo que fuese que se estuviese convirtiendo en ese momento, por lo que la había reconocido a pesar del humo. En todo caso, no se esperó que se le lanzase encima... no después de casi un año entero sin saber absolutamente nada de ella. Respondió al beso y la rodeó con sus fuertes brazos, más por la fuera de la costumbre que otra cosa, pero se dio cuenta de que no podían hacer o decir nada en una situación semejante. Casi podía oír las sirenas de policía acercarse, y normalmente Nueva York tenía la suficiente cantidad de super-héroes como para preferir largarse cuanto antes.

¡Dios, te he echado de menos, Halitosis solar!

-Eh... Y yo a ti. Vámonos de aquí-le soltó, un poco seco. Y quítate eso-acabó por añadir, refiriéndose a las bombas de humo.

Como estarían calientes, Bryndar se limitó a meterle las manos en los bolsillos y cogerlas él mismo, para tirarlas a un lado. Acto seguido, sin decir nada, le rodeó la cintura con un brazo y dio media vuelta. En un par de zancadas largas se plantó fuera del banco y miró hacia arriba. Como Fiona querría competir con él, no le dejó opción pasándole un brazo justo por las rodillas, para alzarla del suelo. Hizo un paso largo y, en un alarde fuerza descomunal, despegó del suelo con un salto que les hicieron atravesar la calle y aterrizar en el tejado de un edificio bajo cercano. No contento con ello, el joven mutante dio varias zancadas a la carrera y saltó sobre un edificio algo más alto. Para cuando dio el tercer salto, estaban a dos calles de distancia, sobre un terraza de un edificio de una altura de cinco o seis pisos más o menos. Fue allí donde la soltó y la dejó posarse en el suelo, sintiéndose a salvo tanto de policías como de miradas indiscretas. Su sombrero había volado, pero no pudo cogerlo por tener las manos ocupadas.

-Hace una eternidad que no te veo, Fiona-empezó por decir, sin saber qué tono poner. Aún no sabía si estar enfadado o contento-. ¿Cuánto hace que estás en Nueva York? No, mejor, ¿no podías llamar?-bueno, como se había dicho anteriormente, el estado enfadado era más natural en él.

Fiona se resistió, en serio. Con toooodas sus fuerzas mientras pataleaba y... Bah, ¿A quién pretendemos engañar? No le importaba en absoluto que Bryndar la cogiese en brazos en ese momento, así que simplemente se dejó hacer mientras sonreía de oreja a oreja. El tipo siempre le había caído bien, así que no había motivos para molestarse porque le tratasen como una mujer de cuando en cuando.

Tras un par de enorme saltos, ambos llegaron al tejado de un edificio, momento en el que la irlandesa tomó pie y se limpió los pantalones con tranquilidad. De hecho, metió las manos en los bolsillos, las sacó negras y gruñó por lo bajo.

¡Le gustaban esos pantalones, joder! Putos atracadores de los cojones...

Hace una eternidad que no te veo, Fiona Bryndar empezó a hablar, por lo que la chica giró sobre sí misma y le clavó su mirada verde con cierta intensidad . ¿Cuánto hace que estás en Nueva York? No, mejor, ¿no podías llamar?

No sé, Bryndar, ¿cuánto crees que cuesta hacer una llamada desde África? Así, a ojo, ¿eh? Además, en Genosha no tenía teléfono... Y los Palurdos-X jamás dejarían que cogieses una llamada hecha desde ahí, ¿no? añadió, cruzándose de brazos y dedicando una mirada socarrona al islandés. Así que quería hacerse el ofendido, ¿eh? Bueno, que tuviese su momento de chica despechada, seguro que lo disfrutaba

Hace poco, no más de un año. Primero he tenido que infiltrarme y luego prepararme unas identidades secretas y tal... Ya sabes, por eso de que los mutantes de Genosha somos terroristas y el mal encarnado yadda yadda yadda la chica puso los ojos en blanco mientras que hacía como si su mano derecha hablase, encogiéndose de hombros finalmente Y antes de que preguntes, si me pusiese en contacto contigo en la Prisión-X sabes perfectamente que el tapón maloliente y su panda de hippies besaniños se me habrían echado al cuello. ¡Pero bueno! ¡Al final te he encontrado, guapetón! O mejor dicho, me has encontrado. ¿No te apetece más recuperar el tiempo perdido que ponerte a refunfuñar como una chica a la que dejan plantada en la fiesta de fin de curso? Porque no te van los vestiditos rosas, Bryndar...

No sé, Bryndar, ¿cuánto crees que cuesta hacer una llamada desde África? Así, a ojo, ¿eh? Además, en Genosha no tenía teléfono... Y los Palurdos-X jamás dejarían que cogieses una llamada hecha desde ahí, ¿no?

África, Genosha. Llevaba mucho tiempo pensando si realmente se había unido a Magneto y la Hermandad de Mutantes o había sido algún engaño de la irlandesa... deseando con todo su corazón que fuese lo segundo. Frunció el ceño, balbuceando un "supongo" mientras se rascaba una mejilla con el dedo índice, mirando dubidativo a un lado, justo antes de conectar su mirada con la de ella. Fiona siempre le miraba intensamente, con un anhelo que Bryndar había aprendido a tomarse con confianza. Él era una persona enérgica y que no se podía estar quieta mucho tiempo, y Fiona prácticamente era su contrapartida femenina. Tenía una conexión con ella que no compartía con nadie más, algo que el mutante era capaz de decirse a sí mismo que no era amor pero que se le parecía muchísimo. Ser la única mujer que no sólo le repudiaba sino que le enconraba atractivo ayudaba, claro, pero Bryndar no le quitaba méritos por ello. Fiona era única para él, de la misma forma que creía que pasaría al revés con la irlandesa. Y por todo era incapaz de mantenerse mucho tiempo enfadado con ella.

Hace poco, no más de un año. Primero he tenido que infiltrarme y luego prepararme unas identidades secretas y tal... Ya sabes, por eso de que los mutantes de Genosha somos terroristas y el mal encarnado yadda yadda yadda

Aunque siguió con el ceño fruncido, Bryndar esbozó una ligerísima mueca de sonrisa en una comisura de sus labios, convirtiendo su rostro poco a poco en algo más agradable de ver. La chica tendía a hablar mucho pero nada de lo que decia solía carecer de cosas divertidas o provocadoras, otra faceta que le encantaba de ella.

Y antes de que preguntes, si me pusiese en contacto contigo en la Prisión-X sabes perfectamente que el tapón maloliente y su panda de hippies besaniños se me habrían echado al cuello. ¡Pero bueno! ¡Al final te he encontrado, guapetón! O mejor dicho, me has encontrado. ¿No te apetece más recuperar el tiempo perdido que ponerte a refunfuñar como una chica a la que dejan plantada en la fiesta de fin de curso? Porque no te van los vestiditos rosas, Bryndar...

-Mmm...-consideró inmediatamente la proposición, porque recuperar el tiempo perdido podía significar una cantidad de diversión enorme, de muchos tipos. Su rostro ya se había cambiado a una sonrisa total al escuchar cómo llamó a la Patrulla X y su fundador. Si había alguien más irreverente que él, sin duda era Fiona. Prácticamente ya había caído en sus "encantos", aunque la irlandesa sabía que Bryndar era un hueso duro de roer si se ponía tozudo.

-El negro es mi color-comentó, señalándose al traje, que estaba hecho de un tejido sintético de color invariablemente negro, pero mostró con su gesto la "X" amarilla de su pecho, en la lado izquierdo, sobre su corazón-. ¿Sabes? Técnicamente debería detenerte y entregarte a las autoridades-entonces dio un paso adelante y le cogió de la barbilla, con una delicadeza que no parecía concordar con su aspecto de musculitos-. Claro que para eso tendría que haber visto a la peligrosa Fauna, la malvada mutante. Y yo sólo veo a una vieja amiga cuyo nombre parece que se me va a olvidar cuando llegue a la Mansión X, pobre de mí-y entonces la soltó con una sonrisa-. No me habías preocupado en absoluto-acabó por mentir, poniéndose una mano sobre la cintura y tomando una postura más relajada.

El negro es mi color. ¿Sabes? Técnicamente debería detenerte y entregarte a las autoridades Él sonrió, cogiéndola de la barbilla mientras ella le dedicaba una sonrisa burlona. Ante semejante frase de cualquier otro mutante, Fi le hubiera arreado algún guantazo o hubiera intentado convertirlo en una pulpa sanguinolienta, pero con Bryndar sabía que no había peligro: Era un tío legal, era de fiar, y no la iba a arrear un guantazo así como así

. Claro que para eso tendría que haber visto a la peligrosa Fauna, la malvada mutante. Y yo sólo veo a una vieja amiga cuyo nombre parece que se me va a olvidar cuando llegue a la Mansión X, pobre de mí. No me habías preocupado en absoluto

Claro que no, nadie asusta al gran Bryndar la chica sonrió aún más, comenzando a pasar su mano por el pecho del hombre. Joder, había mejorado mucho... ¡Menudo tipazo que se había echado en un año! Bueno, vale, ya lo tenía de antes, pero joder, Bryndar era el tipo de hombre que la volvían loca: Fuerte, seguro de sí mismo y ante todo, musculoso.

Y el tipo, pese a sus limitaciones mentales, le caía bien. Quizás era algo simple, y algo tozudo, pero eso no le quitaba encanto a ojos de la irlandesa, que se mordió el labio inferior mientras acariciaba aún los pectorales del hombretón. No iba a decirlo en voz alta, pero lo había echado de menos, era el que mejor le caía de toda la puñetera mansión, y con diferencia.

Es una pena que se supone que yo debiera dejar inconsciente al temible Solarbreath y capturarlo para reclutarlo... una pena que esté con un amigote al que hacía siglos que no veía y de quien no recuerdo su nombre... ¡Ah, la dura vida de la olvidadiza! exclamó, riendo levemente, mientras le daba un abrazo, esta vez más amistoso, enterrando su cara en el pecho del hombre

Dios, tenía miedo de que me fueses a dar un bofetón en cuanto nos viésemos sin que me dieras la oportunidad de decirte que te echaba de menos... Menos mal que esos remilgados no te han malcriado y sigues siendo un caballero

Había un cierto morbo en el hecho de que Fiona fuese ahora en teoría una enemiga. Cuando empezó a acariciarle el pecho, no pudo impedir que una sonrisa se esbozase en la boca y se pusiese recto, como una torre inamovible. Como desde que Fiona se había ido no había recibido una muestra de cariño tan obvia como lo era un abrazo, tampoco pudo hacer nada por evitar que su brazo la rodease y le acariciase la espalda suavemente. Bryndar sabía que era una persona intimidante no sólo pro su comportamiento sino por su aspecto enorme y su piel naranja que le marcaba para siempre como un mutante, un ser diferente. Incluso otros mutantes de la escuela solían rehuirle y, aunque el islandés no era demasiado inteligente, sí que era lo suficientemente experimentado para notar las señales de que era temido por la mayoría de la Mansión. Al principio, cuando había llegado, había reforzado y disfrutado de esa sensación, pero desde que había perdido a quien era su mejor amiga, había sufrido una soledad incluso peor que la que sentía cuando estaba obligado a robar. No hay peor manera de sentirse solo como cuando estás rodeado de gente.

Dios, tenía miedo de que me fueses a dar un bofetón en cuanto nos viésemos sin que me dieras la oportunidad de decirte que te echaba de menos... Menos mal que esos remilgados no te han malcriado y sigues siendo un caballero

-La verdad es que fue lo primero que pensé-soltó sin más, para cogerla de la barbilla y hacerle alzar la mirada, a sus ojos. Igual que ella, no iba a admitir que la echaba de menos-. Qué simpática coincidencia que te encuentre parando un atraco a un banco. Es casi como si el destino nos hubiese vuelto a unir. Sólo que yo no creo en el destino-acabó por comentar, ahogando palabras no dichas en algo más mundano.

Bryndar no creía en el destino, de verdad. Pensaba que aquellos quele echaban la culpa al destino o a un ser que controlase sus vidas eran pusilánimes que no querían admitir la verdad: que sus actos tenían repercusiones. Cada vez que Bryndar robaba un banco, sabía que se irían acumulando sus problemas, y que no sería cosa del destino si acababa apresado por alguno de los muchos superhéroes que Nueva York albergaba en su seno. Por supuesto, el azar existía y a veces daba coincidencias interesantes que algunos llamarían destino, pero a su modo de ver, la suerte no parecía regirse por ninguna pauta, ni tampoco producía ninguna acción imposible. Quizás fuese demasiado estúpido para ver los patrones, quizás era demasiado tozudo para admitir que una fuerza invisible movía sus hilos, pero fuese como fuese, odiaba la gente se que lamentaba del destino. Decidió pensar en otra cosa.

-¿Qué...? ¿Cómo es Genosha?-acabó por preguntar. No estaba del todo convencido de la descripción que se daba en la Mansión... porque tenía que ser subjetiva a la fuerza. Quizás si escuchase cómo era desde la perspectiva del enemigo, se acabase por formar una opinión propia.

La verdad es que fue lo primero que pensé La cara de Fiona era un poema, principalmente porque acababa de imaginarse con el cuello partido de un bofetón de ese pedazo de animal. Y agradeció internamente que su amigo hubiera decidido no golpearla, teniendo en cuenta los problemas que tenía para controlar su fuerza. ¿O ya no los tenía?

. Qué simpática coincidencia que te encuentre parando un atraco a un banco. Es casi como si el destino nos hubiese vuelto a unir. Sólo que yo no creo en el destino

Bueno... Ella no iba a entrar en ese tema. Sí que creía en el detino, o al menos en un ente superior que parecía disfrutar jugando con los humanos como si fueran marionetas o peones desechables. Tenía bien claro que si existía algún dios que controlaba el destino, ese era un jodido malnacido. Y precisamente por eso, prefería no pensar en ese tema.

Así, se quedaron varios segundos mirándose atentamente el uno al otro, casi como si Fiona se hubiese perdido en los ojos del hombretón que la mantenía apresada suavemente con sus brazos. No podía negar que era su tipo, y encima se llevaban bien. Era una pena que estuviesen en bandos distintos, pero eso le daba mucho más morbo a esa relación

¿Qué...? ¿Cómo es Genosha?

Humm... ahora está muy humeante. Nos atacó hace poco un ejército de centinelas, pero pudimos expulsarlos. Las zonas menos golpeadas siguen siendo bonitas, y en general es un buen país para vivir. Ya sabes, sin persecuciones, sin rechazos por ser diferente... incluso hay Morlocks por ahí sin necesitar ocultarse. Ya sabes, esos que claramente no son humanos.

Es cierto que las políticas externas no son muy buenas, pero Magneto mantiene el orden y nos permite ser nosotros mismos. Cada uno tiene un lugar perfecto en la sociedad, incluso los más destructivos... Ya conoces a Dientes de Sable, después de todo. Y Mística es una mujer admirable, aunque reconozco que da algo de miedo. Pero en general es un buen lugar, donde no está mal visto ir volando de un lado a otro y esas cosas. Te gustaría, ya lo verás.

Bryndar se permitió creerse un poco de lo que contaba Fiona, y se imaginaba a sí mismo volviendo a caminar por la calle sin ocultarse detrás de una gabardina y un sombrero. Cuando aún no se había producido su mutación, ya era un chico problemático más interesado en el parkour que en estudiar y había escapado de los pitufos muchas veces, y también despreciado por los vecinos que molestaba. El impacto verdadero había sido el rechazo sistemático de sus amigos y su familia, que habían demostrado ser muy poco tolerantes con su piel amarilla y su super-fuerza. Tenían miedo de él y lo entendía, porque la definición de su poder se acercaba bastante a una bomba atómica que necesitaba descargarse para no explotar. ¿Acaso en Genosha los mutantes iban a tratarlo bien? Pues claro que no, se dijo, nadie es amigo de una bomba. Excepto Fiona, que casi era una fetichista de lo explosivos, claro.

-Suena bien... Pasear por la calle y poder saludar con tu rostro al descubierto a tus vecinos mutantes. Oh, con una casita y un jardincito-el tono, inicialmente melancólico, empeó a tornarse ácido y resignado-. Y un perro mutante, Toby, con una mancha en el ojo derecho y un cuerno en el culo. Y un día llego a casita, mi mujercita mutante me recibe con sus poderes hornea-pasteles y de la emoción estallo y mando millones de vidas al garete de un plumazo. ¡El Sueño Americano!-entonces, con un poco de tristeza en sus ojos, tapó la boca de Fiona para que no le replicase- Nadie acepta a una bomba andante.

Una persona más lista hubiese intentado saber más cosas de Genosha desde la perspectiva de Fiona, para sacar sus propias conclusiones, pero Bryndar se había sentido tan enormemente rechazado por el mundo en general durante años que jamás se creería que en Genosha le iban a aceptar. Incluso si era Fiona la que se lo decía, él ya había aceptado hacía tiempo que su destino había sido mucho peor que la mayoría de los mutantes. Cierto, algunos eran unas armas incluso más poderosas que él mismo, pero por lo menos podían pasar por humanos la mayor parte de ellos. Su cuerpo enorme y naranja le recordaba que algún, en algún momento, explotaría. Si tenía cuidado, no sería hoy, ni tampoco mañana, pero algún día. Y entonces no importaría cualquier nivel de aceptación que hubiese alcanzado, porque un mutante habría borrado una ciudad de la faz de la Tierra.

Suena bien... Pasear por la calle y poder saludar con tu rostro al descubierto a tus vecinos mutantes. Fiona empezó a arrugar la nariz, conocedora de por dónde iban a ir los tiros Oh, con una casita y un jardincito De hecho, la mutante ya empezó a abrir la boca para replicar, pero el otro mutante la cortó con su enorme manaza al taparle los morros.

La irlandesa refunfuñó, pero no le impidió seguir hablando. Y un perro mutante, Toby, con una mancha en el ojo derecho y un cuerno en el culo. Y un día llego a casita, mi mujercita mutante me recibe con sus poderes hornea-pasteles y de la emoción estallo y mando millones de vidas al garete de un plumazo. ¡El Sueño Americano!

Nadie acepta a una bomba andante. Finalmente, con un movimiento se zafó de la mano del muchacho, a lo que le propinó un suave puntapié en la espinilla (suave para los estándares de alguien son superconstitución, por supuesto)

¡Serás capullo! ¡Yo te acepto, gilipollas! Además, si empezamos con esas, ¿cuántos crees que aceptan a una tía que usa maquinillas de afeitar como si fueran Cleenex, eh? O a una tía azul, o a un tío feo de cojones con una lengua kilométrica... y todos tenemos sitio en Genosha. ¿Por qué tú no? se quedó unos segundos en silencio, antes de suspirar

Además, tenemos una tecnología bastante superior a los Estados Unidos, seguro que encontramos algo para mejorar tu traje, o solucionar tu condición. No sería inmediato, pero... seguro que Magneto te echa una mano. Fijo. Al menos... ¿te lo pensarás?

Bryndar recibió el puntapié fingiendo molestia, cuando en verdad el golpe más duro fue emocional. Sabía perfetamente que Fiona le aceptaba, había sido la única que lo había hecho sin reservas pero... Seguía siendo una bomba andante. ¿Cómo iban a aceptarle? Era un peligro constante, la última cosa que uno quisiese tener delante. Si no fuese por el traje, ya habría matado a miles o incluso cientos de miles. Fiona era demasiado buena con él, no se daba cuenta de lo que significaba ser así. No era lo mismo, pero no quería quitarle de su ilusión, porque él mismo quería creer en ella. Genosha, un lugar donde le podrían aceptar. ¿Podría ser capaz de dejar de lado la Mansión y unirse a sus rivales, sólo por una pequeña posibilidad de ser aceptado? Le parecía un poco ruin, incluso si su sentido de la moralidad estaba distorsionado por una vida criminal.

-No recordaba que hablases tanto-le espetó el islandés, con cierto descaro-. Sí, Fiona, me lo pensaré.

"Por ti". No fue dicho. Bryndar simplemente no era esa clase de tío, ni Fiona la clase de chica que aceptaría semejante cursilería. De alguna forma, la irlandesa siempre parecía animarle incluso hablando de temas tan depresivos como lo era su condición de proscrito en la sociedad humana. Incluso le hacía querer creer que existía esa Utopía extraña donde los mutantes podían convivir en paz. No se la creía, pero Fiona parecía contenta con Genosha. Por lo menos merecía el esfuerzo pensarse seriamente aquello, incluso si le parecía un fraude.

-¿Sabes? Algunos dicen que lo que está haciendo Magneto es preparar un ejército para combatir a la humanidad. Y con "algunos" me refiero a la televisión. Hablan muy mal de Genosha.

¿Sabes? Algunos dicen que lo que está haciendo Magneto es preparar un ejército para combatir a la humanidad. Y con "algunos" me refiero a la televisión. Hablan muy mal de Genosha.

También dicen que todos los mutantes deberíamos ser lapidados y que Charles Xavier es un pervertido pederasta... Y ambos sabemos que no es verdad. No, no está reuniendo un ejército para combatir a la humanidad, si quisiera destruirla él solito se basta para destrozar una ciudad entera y despedazar a un ejército casi al completo. la chica se encogió de hombros

¡Pero basta de contarnos gilipolleces! ¿Qué te parece si vamos a algún sitio? No sé, a tomar algo, ver una peli... ¡O a unas recreativas! Seguro que sigues siendo tan malo al Tekken añadió, dándole un leve golpecito en el hombro ¿O prefieres que vayamos a algún sitio más íntimo...?

-Eso he oído, sí-contestó Sunbreath al razonamiento de que Magneto podría bastarse solito para destruir una ciudad, obviamente no del todo convencido.

Nadie era tan poderoso como para no ser posible vencerlo y Bryndar además creía que el pdoer de Magneto había sido exagerado varias veces hasta alcanzar esas proporciones titánicas que le atribuían. Él mismo era capaz de reducir una ciudad a cenizas y lo único que tenía que hacer era buscar un lugar alto, un día soleado, quitarse el traje y empezar a descargar la energía. Pero eso no quitaba que no pudiese venirle cualquier superhéroe a pararle los pies, como los increíbles Cuatro Fantásticos, una cuadrilla entera de X-Men o el puñetero Juggernaut, qué sabía él. Lo cierto es que estaba celoso de esa maldita adoración que parecía Fiona darle a un hombre magnificado, pero no iba a admitirlo jamás, ni aunque le matasen.

-Mi gabardina está un poco rota-se señaló al pecho, donde las balas habían dado buena cuenta de su ropa-. Y mi sombrero ha volado. Aunque... podemos colarnos en el cine.

Obivamente Fiona era una mala influencia para él, pero el islandés le daba exactamente igual. Con su súperfuerza podía romper la cerradura de atrás de cualquier cine y colarse por la zona de empleados, sin mencionar que Fiona era mejor en infiltrarse y que simplemente podía dejar que fuese delante allanando terreno. Una vez dentro de una película en la que ya apagaran las luces, estarían a salvo de las miradas de los humanos y podían dedicarse a disfrutar de la película y... uno del otro, claro. Aquello tenía morbo, añadía mucho más peligro a simplemente colarse en un cine. Si les encontraban, verían la obvia mutación de Bryndar y probablemente tendrían una muy mala reacción. ¡Que les jodiesen a los humanos! Quería hacer eso. ¿Qué habían hecho ellos por él? Despreciarle, incluso ahora que los salvaba de amenaza terribles que los aplastarían como insectos. Pues que se jodan, se merecía un cine gratis, por lo menos.

-No. VAMOS a colarnos-dijo al final con una sonrisa maliciosa.

Mi gabardina está un poco rota. Y mi sombrero ha volado. Aunque... podemos colarnos en el cine.

Fiona sonrió suavemente, contenta con la idea. Oh, sí, colarse en el cine le traía buenos recuerdos, recuerdos del poco tiempo que estuvo en la mansión. Bueno, no eran buenos del todo, pero al menos había conocido a gente de puta madre ahí, como Bryndar. Mejor que los orfanatos de mierda o las putas calles, era.

No. VAMOS a colarnos

Oh, BABY, ahora hablamos el mismo idioma ronroneó la mutante mientras mantenía una enorme sonrisa en su rostro. Eso de colarse le gustaba cómo sonaba, y estaba segura de que se lo iba a pasar bomba en el cine, aunque sólo fuera por estar con él. Espantar a los moscones, descojonarse con la película y escaquearse tal y como habían entrado

Oh, sí, apuntaba a que iba a ser una tarde de esas dignas de recordar

¿Alguna película en especial? Ya sabes, puestos a colarnos, que sea de las buenas...

Bryndar, que no tenía ni idea de la cartelera porque no esperaba meterse en el cine en los próximos días, se rascó el mentón pensando en la reacción esperada de Fiona. Pues claro que le gustaba colarse, igual que a él. El cine se disfrutaba más cuando era gratis y robado.

-No sé, una con grandes explosiones y efectos especiales-dijo el crítico de arte reconocido, pensando que sería suficiente para la chica-. ¡A volar!

Como Fiona era realmente más ágil que él si le daba la gana gracias a sus poderes, Bryndar se limitó a pegar un buen salto hasta el edificio siguiente, y después ya empezó con el parkour normal de toda la vida. Una pequeña carrera, aunque no fuese gran cosa, daba esa sensación de libertad que el mutante nunca sentía cuando estaba en la mansión. El Profesor no hubiese aprobado su conducta actual pero eso le daba incluso más ganas de hacerlo y, estando Fiona a su lado, tenía que demostrar que seguía siendo un rebelde aunque siguiese en aquella casa.

Fiona sonrió de lado al ver a Bryndar salir corriendo, por lo que rápidamente permitió que la ardilla voladora interna tomase el control, adquiriendo un aspecto híbrido entre dicho animal y un humano. Con una velocidad enorme, la ardilla-humana saltó al nuevo edificio, planeando la poca distancia que su prodigioso salto no le había permitido dar, rodando en el suelo a pocos metros detrás de Bryndar.

Corriendo a cuatro patas, la criatura se movía con una soltura muy similar a la del enorme mutante, saltando, escurriéndose y reptando rápidamente por los obstáculos.

Después de todo... ¿Cuántos animales eran más ágiles trepando que una ardilla?

Fina sonrió, mostrando los enormes incisivos en una expresión de felicidad especialmente peculiar (aunque al menos, no amenazadora ni agresiva), mientras mantenía el ritmo que su compañero iba marcando.

¡Eh, amarillo! ¿Este coche puede ir algo más rápido? añadió, lanzándole un pequeño reto.

Fiona le siguió e incluso llegó a ponerse a su altura por fin. Mucho parkour que él supiese, ella podía simplemente convertirse en un animal muy ágil y acabar igualándole. Y si él disparaba explosiones, ella ponía explosivos. Si él era un "chico malo", ella era peor. No estaba seguro de si le molestaba o le gustaba esa similitud entre ellos, pero ambos se habían comprendido el uno al otro en un momentos de sus vidas en las que no tenían a nadie más con el que poder hablar con franqueza. Habían sido amigos e incluso amantes, hasta que ella se había ido sin avisar. Pero ahora, de nuevo corriendo por Nueva York y con la adrenalina acumulándose, Bryndar casi podía paladear aquellos momentos del pasado como si hubiesen sido ayer mismo. Nunca debería haberse ido, pensó, pero no dijo nada porque esos sentimentalismos no cadaban con ninguno de los dos. Sonrió ante el "pique" de la irlandesa, y la miró con una sonrisa picarona.

-Sabes perfectamente que sí.

Y aunque era peligroso para una persona normal, Sunbreath era un mutante con un cuerpo hecho para aguantar golpes mortales, así que aceleró a un nivel de velocidad en el cual un sólo error podía costarle la vida. El parkour había sido su deporte favorito y tampoco quería ser superado por la peliverde, así que por qué no sacar ventaja de sus músculos de acero y hacer saltos más largos y altos, agarres más fuertes y velocidades más diabólicas. El viento en su cara era refrescante y aún quedaba un trecho hasta el cine, así que decidió que era no de competir, sino de ganar.

-¡Si es que puedes seguirme, claro!-comentó jocoso cuando aceleró en un sprint que no tenía fin.