La sangre de un héroe [Marvel, Pre-omega, Leo]

El motor de la moto resonó en el garaje de la mansión. Una vez más Planaria usó su nuevo poder y vio dibujadas las baterías de los coches que había a su alrededor, así como los cables de la luz. Sonrió para sí mismo. Aquello le iba a ahorrar una enorme cantidad de tiempo a la hora de buscar fuentes de electricidad para aumentar su potencial. Se desabrochó el casco y abandonó el garaje. Tenía muy claro lo que iba a hacer: hablar con Leo. Era un excelente químico, y tal vez pudiese ayudarle. Había absorbido el metal y conseguido un nuevo poder. Según la carta de Lord Rick aquel fue el metal que causó hacía ya tantos años que obtuviese mis poderes. Si conseguían descubrir cuál era ese metal tal vez pudiesen buscar más o sintetizarlo para que pudiese entender mis poderes de una manera más profunda y precisa. ¿Y quién mejor que Leo para descubrirlo? Era un auténtico genio de la química. Además, así estrecharían la relación. Leo era con quien menos se llevaba Planaria, a pesar de que ambos trabajaban y reían muchas veces en el laboratorio (al menos Plana se reía...).

Planaria llegó a su cuarto y se desvistió. Miró el reloj. Las 3:00. Ya era tarde para molestar a Leo. Mañana sería un nuevo día y podrían empezar al menos a plantear la situación e ir planeando el cómo iban a empezar con los experimentos. Lo mejor sería analizando algo de la sangre de Planaria en busca de algún metal o material que no estuviese en la sangre de un humano normal, y a partir de ahí buscar respuestas. Cerró los ojos y se sumió en sus pensamientos hasta caer totalmente dormido.

El desayuno fue como el de casi todas las mañanas: tostadas y cereales con chocolate, un "cola cao" bien fresquito y una divertida charla. Leo estaba sumido en sus pensamientos y escuchaba más que hablaba, como hacía siempre. Era muy buen tío, pero bastante tímido e introvertido. Tanith me indicó con un gesto que sabía que había estado trasnochando, pero no me llamó la atención ni me regañó. Escuché a Lord Rick cantando ópera por el pasillo mientras se dirigía dios sabe a qué, lo más seguro que a su despacho a hacer sus gestiones. Esperé tranquilamente a que Tanith abandonase la cocina y me incliné hacia Leo.

- ¡Psst! ¡Leo!- mi compañero me miró.- Oye, he descubierto algo increíble... Lord Rick me dejó un trozo de un metal desconocido que según me contaba fue el causante de mis poderes.- le di la carta a Leo para que la leyese.- El caso es que toqué ese pequeño trozo del metal y adivina, ¡lo absorbí y obtuve un nuevo poder! Bueno, no es exactamente un nuevo poder. Digamos que ahora puedo ver fuentes de alimentación. Sí, sí, tal cual lo oyes. Sólo tengo que concentrarme y aparecen iluminadas ante mis ojos, como si fuesen cajas o serpientes azules. Antes necesitaba tocar los objetos en cuestión para ver si estaban electrificados. Ahora no. ¿No es increíble?

Un día más, un día menos.

El chico, despertó en su dormitorio con cierto dolor de cabeza. Parecía que hoy iba a ser uno de esos días, lo intuía. Se reclinó en la cama, fijando la vista en la ventana mientras la luz se filtraba por la celosía. Se llevó una mano deslumbrado por uno de los hálitos de luz, mierda, se había quedado cegado.

Puso su pie desnudo en el suelo, notando el contacto frío de la madera, para luego poner el otro mientras se levantaba a duras penas. Era de despertares difíciles, pero hoy tenía cosas que hacer... Estaba su laboratorio esperándolo.

No tardó en ducharse en uno de los miles de baños que había por la casa, necesitaba asearse con agua fría para poder despejarse, y en una milésima de segundo estaba en la cocina. Al entrar por el umbral de dicha pieza, hizo un movimiento de cabeza saludando a Tanith y Planaria, que estaban allí ya.

Sus pasos fueron a por la maquina del café, sacando una taza de uno de los armarios ajados de madera, SU taza más bien, mientras servía en él un café, no tardando en sentarse en la mesa donde estaban allí.

Desde ese momento estuvo despistado, hasta que de repente Planaria captó su atención, lo más curioso es que Tanith se había ido y que podía escuchar la voz de Lord Rick cantando lo que venía siendo... ¿Nessum Dorma? No lo podía saber a ciencia cierta.

- ¡Psst! ¡Leo! Oye, he descubierto algo increíble... Lord Rick me dejó un trozo de un metal desconocido que según me contaba fue el causante de mis poderes.- le di la carta a Leo para que la leyese.- El caso es que toqué ese pequeño trozo del metal y adivina, ¡lo absorbí y obtuve un nuevo poder! Bueno, no es exactamente un nuevo poder. Digamos que ahora puedo ver fuentes de alimentación. Sí, sí, tal cual lo oyes. Sólo tengo que concentrarme y aparecen iluminadas ante mis ojos, como si fuesen cajas o serpientes azules. Antes necesitaba tocar los objetos en cuestión para ver si estaban electrificados. Ahora no. ¿No es increíble?

Me costó reaccionar, ya que estaba todavía estaba amodorrado. Pero a los pocos segundos, me bebí el café de un trago, dejando la taza encima de la mesa.

- Ven a mi laboratorio. Te voy a hacer unas pruebas.- Planaria sabía a lo que me refería, no era ni la primera ni la última vez que le hacía un examen médico. Era químico pero también se encargaba de esas cosas de los que había en esa casa. Esperó de pie, mirándolo fijamente intentando obtener una respuesta de los labios del contrario.

- Eso es precisamente lo que quería oír.

Excelente. Sabía que Leo no podría resistirse a un reto. Rebuscar en mi cuerpo alteraciones químicas, posibles metales extraños o cosas por el estilo era algo que podía con la templanza de mi callado compañero. Sonreí, recogimos los restos del desayuno y nos dirigimos al laboratorio.

No era la primera vez que trabajaba con Leo en "la sala de los juguetes" como nos gustaba llamarlo. Él y yo éramos científicos, y muchas veces pasábamos tiempo juntos comprobando y calculando cosas. Leo era mucho más callado que yo, lo cual no era muy difícil debido a que no me callaba ni debajo del agua. Solía ser tranquilo, meticuloso, muy profesional y no era un gran fan de las actividades de campo. Le gustaba más controlar y dirigir desde la base nuestras operaciones. Se sentía algo mal cuando usaba sus poderes contra otras personas. Nunca le pregunté tampoco el por qué, no quería presionarle con algo que era muy suyo, pero imaginé que el alterar y controlar a otras personas usando sus más profundos miedos no era algo de lo que se sintiese especialmente orgulloso. A mí no me parecía tan grave. Tenía ese poder, y mientras lo usase para el bien no tenía por qué ser algo malo. Muchas veces me había ofrecido como conejillo de indias para que se soltase con sus poderes, sufriendo en mis carnes los miedos y terrores más profundos de mi alma.

Esta vez era algo distinto. Yo suponía que me haría algunos análisis de sangre y luego nos tiraríamos horas con el microscopio y los ordenadores comparando con mi sangre de hacía un par de meses. Leo era el encargado de este tipo de cosas en nuestro pequeño grupo. Guardaba muestras de cada uno. Tal vez al comparar una extracción reciente con una anterior pudiésemos encontrar mayor concentración de metales o "células eléctricas", como las llamaba yo. Mis glóbulos blancos, rojos y plaquetas eran mucho más potentes y fuertes que las de un ser humano corriente. Poseían una altísima concentración electromagnética y cuando cerraban heridas, se unían como si fuesen millones de pequeños imanes. Gracias a esto poseía un factor de curación capaz de sanar toda clase de heridas y enfermedades, así como de bacterias y virus. Esta curación acelerada tenía un límite naturalmente. Algunas heridas se cerraban rápido pero necesitaban algo de tratamiento a posteriori para terminar de cicatrizar del todo. Lo máximo que había sido capaz de curar hasta la fecha fue ser atravesado por varios hierros en la pierna y el abdomen, y las heridas estaban en perfecto estado pasados unos pocos minutos. Esta aceleradísima cicatrización sin embargo tenía una cara B: gastaba una enorme parte de mi energía en el proceso de curación, y tras sanar heridas tan graves solía quedar algo débil o empanado hasta que me recargase pasados unos minutos. Con el paso del tiempo mi cuerpo había perfeccionado esta curación y cada vez era menor el cansancio que sufría, a pesar de usar la misma cantidad de energía. Lo único que esperaba era no encontrar nunca una herida o enfermedad tan grave que no fuese capaz de curar.

Seguí a Leo mientras le contaba resumidamente lo que había pasado en la montaña, el cómo abrí el paquete y tras absorber el elemento mi cuerpo sufrió una pequeña transformación y adopté esta nueva capacidad en cuestión de segundos. Estaba realmente emocionado. Aquello podía resolver un montón de dudas que me carcomían por dentro, como el por qué de mis poderes o algo sobre mis padres. Si mal no recordaba el resto de mis compañeros habían obtenido sus poderes de nacimiento. Sin embargo, yo era algo así como un mutante. Conseguí mis poderes tras una explosión eléctrica que alteró mis moléculas sin acabar conmigo. Esperaba poder encontrar algo que respondiese a algunas de mis preguntas.

Luego pensé en lo que me había pasado de camino a la colina. Hubo un momento, donde al recordar la escena que encontramos al volver a la casa, toda en llamas y con Lord Rick muerto, donde me sentí mucho más poderoso que normalmente, pero también algo más inestable. La electricidad que me recorría el brazo no era azul como siempre, sino de un tono morado-rojizo. No sabía muy bien el por qué había sucedido eso. Tal vez se lo comentaría a Tanith más adelante. Pero ahora no era el momento de pensar en ello. Ahora era el momento de adentrarme en el laboratorio y dios sabe a cuántas pruebas médicas me sometería Leo. "Espero que no me pinche mucho", pensé. No le tenía miedo a las agujas, pero tampoco era plato de buen gusto que te atravesasen cientos de veces la piel con una aguja para extraerte toda clase de líquidos del cuerpo.

Caminaba mientras Planaria me iba a explicando lo sucedido, mientras sus palabras se mezclaban con los pasos aminorados de ambos por la charla, haciendo crujir la vieja madera del suelo. Iba atendiendo a la pequeña historia, aunque mirase al frente y su cara de poker reflejase lo contrario. Las ventanas dejaban pasar la luz al umbral del pasillo, cegando de vez en cuando los ojos de este. Tenía que cerrarlos con fuerza ya que hoy sentía que la claridad podía matarlo. Aquella noche le estaba dando estragos, su dolor de cabeza no cesaba aunque al menos podía controlarlo.

De repente, llegaron a una pequeña escalerilla de metal, que al poner el pie en ella sentía como si llegara a casa. Y no tardaron mucho en entrar por la puerta de seguridad. Al pasar por ella, la frase "Bienvenido a casa" se le pasó por la cabeza, y mostró una pequeña sonrisa amontonada en el rostro por las pequeñas emociones que sentía al estar allí. Era su hogar, al fin y al cabo. Su patio de recreo como le gustaba llamarlo cariñosamente a si mismo.

Zigzaguearon por varias mesas llenas de bártulos, otras con varios artefactos inventados por él aunque estaban a pruebas. No mentiría si dijese que le apetecía más ponerse a cabo con todas esas cosas y terminar algo decente de una puñetera vez, pero tampoco descartaba que lo que iba a analizar en el compañero llamaría su atención plenamente. A los pocos minutos llegaron a una pequeña sala, más compacta con una mesa y una camilla, sin decoración alguna. Simple, como a él le gustaba el trabajo, y además ordenado pues sus ojos pasearon por el mueble donde dejaba en fila todos sus artilugios para el estudio y estaban tal cual los dejó la última vez de su utilización.

Tras llegar a la camilla, miró a Planaria y entreabrió los labios, aunque no hiciera falta decirle lo que tenía que hacer ya que esta no era la primera vez, pero le gustaba recordarlo. No se fiaba del cerebro, y del suyo propio menos.

- Quítate la camiseta. - Indicó. Si nadie lo conociera pensaría que lo había dicho con un tono indecente, mientras se dirigió a una percha que había al lado de la mesa, para ponerse una bata de trabajo la cual, estaba impregnada con toques de sangre. No había tenido tiempo de limpiarla.

No miró si la orden fue captada por el chico, ya que lo primero que hizo tras vestirse apropiadamente para lo que debía hacer, fue ir a un carrito metálico, el típico que podías ver en una sala de operaciones de hospital. Y con una mano agarró el estetoscopio y lo llevó al cuello, colgándolo en este mientras volvía a él. Iba a estudiarlo a fondo.

- Quítate la camiseta.- Leo se dio la vuelta y se puso una bata de trabajo. Estaba algo sucia de sangre desde la última vez. Sin embargo no me importó. Leo era un profesional, y si él creía que podía trabajar con esa bata es que no había peligro de contagio ni nada por el estilo. Se colgó un estetoscopio y se acercó con un carrito lleno de objetos médicos. Decidí romper un poco el hielo.

- Oig, ¡qué pillo! Al menos invítame a cenar primero, ¿no Sr Leonardo?- Leo levantó una ceja y sonrió. Era serio, pero no carente de sentido del humor. Suspiró mientras negaba con la cabeza con una pequeña sonrisa. Apoyó el estetoscopio en mi pecho. Estaba frío. Me dio un pequeño escalofrío.- Siempre he odiado los estetoscopios... De pequeño tenía muchas revisiones médicas después de la explosión de la central. Supongo que los médicos buscaban alguna alteración que pudiese tener. ¡Qué sé yo!- Leo continuaba con su trabajo mientras yo hablaba. Pasados unos segundos se separó de mí y se quitó el estetoscopio de los oídos.

- El ritmo cardíaco es normal y estable. No parece haber nada raro.- Cogió un pequeño martillo de goma del carrito y me golpeó firmemente en las rodillas. Inevitablemente mis piernas reaccionaron como si acabase de presionar un resorte.- Los reflejos también está bien... Por el momento pareces estable. Voy a conectarte al electrocardiograma ahora para que el resto de pruebas me mantengan informado de que todo está en orden.

Se alejó de la camilla y vino con una máquina grande con varias pantallas. Me pegó en el pecho varias pegatinas y encendió el enorme cacharro. Con un par de pitidos las pantallas dibujaron con unas líneas azules los latidos de mi corazón y aparecieron varios números a su lado que debían ser las pulsaciones por minuto. Leo miró durante unos segundos estas pantallas y luego se dirigió a la mesa en busca de alguna otra herramienta. Yo suspiré i me quedé mirando al techo. Un enorme flexo me cegó repentinamente y me llevé la mano a los ojos. Leo se disculpó y le dije que no tenía importancia. Él sabía lo que hacía. Además, yo se lo había pedido, así que no tenía derecho a quejarme de nada. O eso esperaba desde luego.

Cuando se dio la vuelta, volviendo a él, vio como le miraba. Iba a soltar algunas de las suyas y él solo esperó. A ver que salía por esa boca, y esa mente algo agarrotada de malos pensamientos.

- Oig, ¡qué pillo! Al menos invítame a cenar primero, ¿no Sr Leonardo? - Arqué una ceja instantáneamente, y sonreí. Mejor no contestarle a eso y seguir a mi trabajo. Me puse el binatural en ambos oídos y con la punta del diafragma sintonizable comenzó a palpar el pecho de este, intentando encontrar algún sonido extraño en los latidos del corazón. De repente, empezó a hablar, aunque no hice caso puesto que estaba concentrado en lo que debía hacer: Su trabajo.

Nada, su latido era normal. Ningún soplo cardíaco. Se apartó, a la par que me quitaba el estetoscopio de encima y lo dejaba en la mesita de metal que estaba cerca, observándole directamente a los ojos.

-El ritmo cardíaco es normal y estable. No parece haber nada raro. - Comentó mientras sus manos buscaban por la mesa lo que venía siendo el segundo instrumento que iba a utilizar. El martillo de plástico.

No faltó decir para que era, simplemente golpeé con cuidado su rodilla, la cual respondió con total normalidad, advirtiendo que no había daños nerviosos, además que sus reflejos no andaban tan mal.

-Los reflejos también está bien... Por el momento pareces estable. Voy a conectarte al electrocardiograma ahora para que el resto de pruebas me mantengan informado de que todo está en orden.

No tardé ni un minuto en tener mi electrocardiograma al lado, y conectándole con cuidado los electrodos a las diez partes del cuerpo suficientes. No era trabajo de su campo, pero sabía como iba la cosa, para algo le habían asignado la tarea de controlar la salud.

Empecé a mirar las pantallas, todas aquellas luces parpadeaban relativamente frente su cara, y cada resplandor cegaba sus ojos. Todo aquello estaba normal, y ladeé la cabeza, mirándolo de soslayo apretando los labios.

- Muy bien, calambres. Todo está como debe estar. Así que me puedo decirte que el nuevo metal que ha ingerido tu cuerpo no es nocivo. - Explicó, para que tuviera en cuenta el porqué de tanta prueba. - Voy a hacerte dos pruebas: Sangre y saliva. - Desconecté la maquina, haciendo una breve pausa, empezando a quitar electrodos desde su torso hasta su brazo derecho. - ¿Estás de acuerdo?

Aparté la maquina con el pie, mientras me cruzaba de brazos esperando una respuesta de Planaria. Sabía que iba a estar de acuerdo, y era lo que esperaba. Simplemente quería su autorización, puesto no iba a invadir el cuerpo de una persona sin su consentimiento.

Bueno, por ahora las cosas iban bien. El metal no era nocivo. Lo había imaginado ya que llevaba diecisiete años con ese metal corriendo por mis venas. Aunque siempre era bueno comprobar que una dosis extra no fuese a matarme. Leo apagó la máquina y colocó el resto de utensilios encima del carrito.

- Voy a hacerte dos purebas: sangre y saliva. ¿Estás de acuerdo?- Leo sabía de sobra que no necesitaba pedirme permiso ni mi consentimiento para hacerlo, pero su profesionalidad le obligaba a hacerlo. Asentí tranquilamente y le pedí que fuese el brazo izquierdo. ¿Ya he dicho que las agujas no me dan miedo? Es cierto, no me dan miedo. Y de no haber sido por mi sangre mutante seguramente sería donante de sangre… ¡En serio, no me dan miedo! Sólo un poco de "yuyu" cuando atraviesa la piel. Leo untó la aguja con un anticoagulante especial que tenía para mí. Lo malo de tener un sistema de curación tan fuerte era que podía llegar a cerrarse con la aguja dentro, algo que sí que no me apetecía nada. El anticoagulante era un líquido incoloro invención de Leo formado a partir de microscópicas partículas imantadas que alejaban a mis plaquetas magnéticas y evitaba que se cerrase el agujero de la vena. Me dio un bastoncillo y rasqué el interior de mi boca para que quedas bien empapado de mi saliva.

Apenas un minuto después Leo ya tenía lo que necesitaba (al menos por el momento): 200 ml de mi sangre separada en cuatro pequeñas probetas y un pequeño bote con el bastoncillo. Leo llevaría a cabo varias pruebas con la sangre además de un análisis con el microscopio. Seguramente electrificaría uno de los botes para comprobar si las células se alteraban de alguna manera distinta a como lo hacían siempre. Por lo que otras veces me había enseñado, cuando electrocutábamos mi sangre las células entraban en una especie de éxtasis. Se movían mucho más rápido y tenían un pequeño brillo azulado. Eso era lo que me proporcionaba la agilidad extra gracias a la cual podía escalar muros o edificios agarrándome a tuberías o cornisas sin peligro. Mis células eran mucho más fuertes y resistentes que las de un humano normal, y su velocidad era también mucho mayor. Pero cuando intervenía algo de electricidad aquello era un espectáculo de fuegos artificiales. La raíz de mi poder residía en mi sangre, y el corazón era el motor principal. El vacío de los pequeños botes donde estaba mi sangre permitía que esta energía se mantuviese sin pérdidas, gracias a lo cual Leo podía investigarla sin problema. Sin embargo, en cuanto se cogía una pequeña muestra y se dejaba en un cristal de observación la mutación eléctrica desaparecía en cuestión de segundos.

Leo tomó las pequeñas probetas y salió de la sala con la camilla. Me puse la camiseta mientras él se dirigía a una enorme mesa con varias pantallas encima de ella y un montón de microscopios, vasos de precipitación, bandejas y botes con sustancias dentro de ellos. Lo que sucediese a partir de ahí ya era cosa de Leo ya que yo era un genio en física, pero de química andaba bastante verde. Con suerte recordaba los elementos de la tabla periódica y alguna cosilla más.

- Bueno, ¿quieres que haga algo mientras analizas mi sangre? ¿Necesitas mi ayuda con alguna medida o lo que sea?- no pensaba irme muy lejos. Si mi compañero no me necesitaba lo más probable es que me pusiese con el sistema de comunicación que estaba diseñando para el equipo. Pequeños intercomunicadores resistentes al agua, presión, frío y calor y que además funcionasen a través de un satélite que teníamos propio. Con ello, podríamos aumentar enormemente la distancia cubierta en las misiones. Calculé que aproximadamente tendríamos unos 500 km de cobertura, lo cual no estaba nada mal para unos vulgares "walkie talkies".

No tardó mucho en hacer las pruebas, había sido rápido y efectivo. La saliva la dejaría para más tarde ya que sabía que no precisaba mucho de ella, simplemente era para observar como iba la mutación de ADN por aquella parte. Ahora lo que interesaba era la sangre, y al tener las muestras de Positrón no tardó en ir a la mesa de metal que tenía con todos los aparatos necesarios para un análisis rápido.

No le hacía falta mirar para rebuscar lo que necesitaba en los cajones cercanos, lo abrió secamente y sacó un cuentagotas, con él facilitaría el extraer un poco de la sangre y así hizo sin tardar mucho.

Estaba centrado en su trabajo, era lo típico que solía pasar al chico, que se distraía con nada y desaparecía del mundo, aunque una voz lo retuvo a la realidad, su compañero estaba allí aún.

-Bueno, ¿quieres que haga algo mientras analizas mi sangre? ¿Necesitas mi ayuda con alguna medida o lo que sea? - Su reacción fue mirar a Planaria de reojo, con los labios entreabiertos tras ver su disposición.

Volvió la cabeza a la mesa y mientras dejaba caer una gota de sangre en uno de los muchos portaobjetos que tenía en una cajita de plástico cercana.

- Sí quieres acercarte y dame algo de compañía. - Le propuso, si estaba cerca sería mas fácil localizarlo para si encontraba algo raro o especial y avisarle.

Tras responder, puso el portaobjetos en la platina del microscópico y acercó su vista a los oculares, y deslizó sus dedos hasta el tornillo macromético, empezando a girarlo con suavidad buscando un enfoque agudo. Todo estaba normal, tal y como era la sangre de Planaria, así que necesitaría hacer la prueba de ''la chispa'' en la sangre del chico. Quitó la vista de los oculares para mirarle con una sonrisa. Siempre que se pedía un favor había que ser amable.

- ¿Podrías electrificar uno de los botes, por favor? Por ahora todo lo veo bien, no hay ningún movimiento extraño fuera de lo común de un ser humano. - Además quiso informar lo que había visto, ya que se había tomado la molestia de estar a su lado.

- Si quieres acércate y dame algo de compañía.- Claro, no había problema. Leo era un profesional, de manera que lo mejor era no molestarle mucho. Si me había pedido que me quedase a su lado seguramente fuese por que me necesitase para algo. Electrificar uno de los botes por ejemplo, o cualquier otra cosa. Continuó mirando el microscopio y regulando la vista. Estaría buscando alguna variación de mi sangre. Me quedé allí tranquilamente esperando mientras recorría el laboratorio con la vista. La verdad Lord Rick no había reparado en gastos. Allí teníamos todo lo que un científico pudiese desear. Desde cientos de probetas y tubos para química hasta súper ordenadores con los que diseñar programas y artilugios. Para nosotros dos era como el paraíso.

Pasados un par de minutos Leo se volvió a mí con uno de los botes de sangre.- ¿Podrías electrificar uno de los botes, por favor? Por ahora todo lo veo bien, no hay ningún movimiento extraño fuera de lo común de un ser humano.- Su mirada lo decía todo. Parecía haber encontrado algo, aunque quería cerciorarse del todo. Él no era de los que sacaban una conclusión o idea así como así. Hasta que no tenía todos los cabos atados prefería seguir investigando y experimentando. Cogí con cuidado el bote.

- ¡Claro! No hay problema.- Unos pequeños rayos azules salieron de mi pecho y recorrieron mi brazo hasta alcanzar el pequeño bote. No emití una descarga muy potente. Después de todo Leo sólo necesitaba una pequeña carga, no que el bote estallase en mil pedazos. Tuve la sensación de que la sangre se movía. Le devolví con cuidado el bote a mi compañero.- Ten cuidado. No te electrocutarás, pero posiblemente te lleves un pequeño chispazo por la electricidad estática.

-¡Claro! No hay problema - Mientras se dedicaba a electrificar aquella muestra con sus chispas caseras, no tardó en ponerse unos guantes de goma para cuando le diera el bote, poder aislar algún que otro calambrazo. - Ten cuidado. No te electrocutarás, pero posiblemente te lleves un pequeño chispazo por la electricidad estática.

Se echó a reír, alzando un poco sus cejas mientras cogía con cuidado el bote que le ofrecía Positrón.

- Tranquilo, estoy preparado para todo. - Comentó, alejando el bote hacia la mesa en donde estaba trabajando.

Agarró el cuentagotas, y nuevamente con aquel instrumento tomó una pequeña parte del bote, para exponerla en un nuevo portaobjetos. Con la otra mano deslizó el portaobjetos que ya había utilizado y se lo entregó a Positrón.

- En el cajón hay un permanente, escribe en la esquina "Nº 1" - Pidió en un tono cordial, mientras encajaba la nueva muestra en la plantina.

Acercó sus ojos a los oculares, y... Se le desencajó la mandíbula.

- Mira esto. - Se apartó rápido, para que el chico se acercara y observara aquello antes de que se le pasara el efecto eléctrico a la sangre. Sacó un bloc de notas y un bolígrafo del cajón con velocidad, comenzando a redactar lo que había visto tras el microscopio. Era magnifico.

Cogí el pequeño portaobjetos y escribí lo que me pidió Leo. Lo que hallaríamos en mi sangre era un misterio, y comencé a ponerme algo nervioso. Podíamos estar encontrando el origen de mis poderes, la raíz de lo que había provocado mi control sobre la electricidad. No negaría que aquello me producía cierto vértigo, a la par que emoción. ¿Le habría pasado lo mismo a otra persona o yo tenía algún tipo de inmunidad o poder anterior al accidente? Esperaba que pudiésemos resolver algunas de mis preguntas tras el análisis.

Los otros mutantes o personas con poderes que conocía eran muy distintos a mí. Por el momento era el único que conocía capaz de controlar y manejar a mi antojo un elemento. Pero si yo existía podrían haber otras personas capaces de manipular otros elementos, como el fuego o el agua. Incluso la vida. ¿Podría ser que hubiese alguien capaz de manipularla? En el sentido de darla o quitarla. Desde luego, si existía alguien así más nos valía que estuviese de nuestro bando. La simple idea de alguien capaz de controlar la vida a su antojo y que se dedicase al mal era aterradora. Otros elementos como el fuego no me daban tanto miedo. Mi factor de curación podía ayudarme a curar las quemaduras, además de que mi escudo podía parar llamas. Alguien que controlase el agua ya me daba más respeto. Si era capaz de controlarla, podía lanzar sobre mí un enorme chorro o torrente de esta, pudiendo matarme si permanecía sumergido demasiado tiempo. Preferí no pensar más en ello.

Leo y Tanith no eran como yo. Ellos no eran lo que yo consideraría mutantes ya que a mi parecer un mutante es aquel cuyo poder proviene enteramente de su sangre o alteración corpórea. Tanith tenía cierto aspecto mutante debido a su eterna juventud, pero la capacidad de invocar otros seres no provenía ni de su sangre ni sus células. Leo más de lo mismo. Controlar los miedos era algo más bien de la mente, pero no la mente física, sino en el plano sobrenatural. Aunque, después de todo, ¿quién era yo para decidir quién era un mutante y quien no? El viaje a Nueva York con Tom me hizo darme cuenta de que había más gente como nosotros. Aquellos parecían también mutantes. ¿Habrían obtenido sus poderes de manera natural o tras un accidente como yo? Tal vez hubiese alguien que fuese un experto en esta clase de mutaciones. Si lo había quería hablar con él para que me ayudase a resolver todas las dudas que me asaltaban cada día la cabeza.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por Leo, quien me llamó emocionado y sorprendido.- Mira esto.- Me acerqué al microscopio para ver mi sangre. Me quedé totalmente de piedra. Aquello era espectacular, maravilloso, como mirar el firmamento en movimiento.

- Eso.. ¿Eso es mi sangre ahora mismo?

Tras escribir con la fluidez más precisa que obtenía de su mano, dio un punto con un golpe seco en la libreta, y observó de reojo al chico que estaba encandilado por tal descubrimiento.

- Eso.. ¿Eso es mi sangre ahora mismo?

Se le veía extasiado tras la pregunta, a lo cual se permitió unos pequeños segundos para reflexionar algunas palabras coherentes.

- No se como explicarlo, ya que es la primera vez que veo algo así. - Intentó explicar en voz baja, para que su tono de efusividad no sea molestía para el oido de Positrón - Necesito más investigación sobre esto, para poder darte una respuesta compleja. Por ahora puedo decir que... Sí, eso es tu sangre, y tiene algo muy bonito corriendo a través de ellas... Que por lógica debe ser el nuevo metal absorbido por tus poderes.

Emitió una pequeña risita, apartándose de la mesa para no ir demasiado lejos. Llegó a un apartado lleno de electrónica de última mano, la cual se permitió el lujo de poder descubrir como funcionaban aquellos cachibaches. Era amateur, pero al fin y al cabo, y en un término coloquial... Era un lumbreras.

Empezó a teclear un ordenador, concretando unos parámetros para poder hacer un análisis avanzado de la sangre. Con suerte, aquella máquina podría desvelar cada milímetro de elementos químicos que había producido aquel metal.

- Si eres tan amable, acércame la muestra que has dado el chispazo. Si no es esa no podremos analizar nada en concreto. - Puntuó el chico, esperando que el compañero se pusiera manos a la obra y ayudara un poco a la labor que tenían ambos en manos.

- No se como explicarlo, ya que es la primera vez que veo algo así. Necesito más investigación sobre esto, para poder darte una respuesta compleja. Por ahora puedo decir que... Sí, eso es tu sangre, y tiene algo muy bonito corriendo a través de ellas... Que por lógica debe ser el nuevo metal absorbido por tus poderes.

Volví a mirar al microscopio. Aquello era casi mágico. Miles de pequeñas células se movían a toda velocidad. Plaquetas, glóbulos rojos y blancos, y un sinfín de pequeñas partículas flotaban en la sangre. Pero lo que realmente impactaba era sus colores. Brillantes como el sol al amanecer, todas las células tenían una pequeña cubierta de color metálico que dibujaba mapas y manchas imposibles. No como algo feo y malo, sino de una preciosidad infinita. Cada célula tenía su propio brillo, su propio reflejo de color. Como cientos de lentes que refractaban la luz, produciendo un espectáculo de color únicamente comparable al de las auroras boreales. Casi se me saltaban las lágrimas. Era como ver una parte de mi alma.

- Si eres tan amable, acércame la muestra que has dado el chispazo. Si no es esa no podremos analizar nada en concreto.- por curiosidad, electrifiqué con una mínima carga lo que estaba viendo.

Lo que ocurrió entonces fue una de las cosas más increíbles y maravillosas que había visto nunca. Las pequeñas manchas metalizadas de las células brillaron, y de ellas comenzaron a salir pequeños rayos azules que se unían con otras células. Toda clase de destellos y colores iluminaron la muestra como si fuese un caleidoscopio. Empezaron a moverse más rápido, girando sobre sí mismas en una danza imnotizante. "Vaya, qué preciosidad...". Nunca imaginé que ver cómo somos por dentro fuese tan espectacular ni impactante. En las clases de biología todas las células y demás lo veíamos en fotos y alguna diapositiva. Pero nunca lo había visto así. Realmente era increíble, mágico, como sacado de una película de ciencia ficción.

No quise demorarme demasiado ya que Leo me esperaba así que cogí la muestra y se la alcancé a Leo. No sabía qué iba a hacer ahora. Tal vez tratase de despegar alguna de esas marcas de las células, pero a mí me parecía una tarea casi imposible. Supongo que Leo me explicaría qué debía hacer ahora. Mi compañero cogió la muestra y me dio las gracias.

Plasmar aquella muestra de sangre de Positrón en un monitor de análisis no tenía pérdida. Solo fue configurar y, apretar un botón de la máquina. De esta salió una ranura, óptima para meter un portaobjetos y con sin vacilar la insertó. Aquel artilugio se tragó la ranura y de repente, empezó a pensar.

Sin saber muy bien por qué, se situó detrás del chico y puso sus manos en los hombros, haciendo que anduviera hasta estar delante del monitor, pero sin presionar demasiado a que lo hiciera.

- Mira muy bien ahora, vas a ver lo que has visto en el microscopio pero en 3D. - Le susurró con ahínco, y después se dirigió a la impresora la cual empezó a hacer ruido.

En la pantalla empezó a hacer formas, hasta llegar a hacer un baile de luces y brillos en la pantalla. Todas aquellas partículas de la pantalla giraban al mismo tiempo, haciendo de aquello una sincronización aguda. De vez en cuando, alguna partícula chispeaba con otra, haciendo que cambiaran de color. Lo observaba desde la impresora con una sonrisa, mientras esta empezaba a escupir papeles llenos de códigos.

No tardó mucho en acercarse a él con los papeles en mano, pero fijando su vista en estos leyendo los componentes que había obtenido tras el análisis de sangre. Su cara solo reflejaba seriedad ya que estaba trabajando. Prefería dejar al chico que disfrutara de aquel momento.

Lo que vimos en aquella pantalla fue algo único. Ahora que lo podíamos ver en 3-D, no tenía ni la menor duda de que por dentro somos como pequeños universos andantes. Las células de la sangre flotaban en el plasma como gigantescas galaxias y planetas. Brillaban y centelleaban como una ciudad en la noche. Los minúsculos rayos que había visto antes en el microscopio ahora eran relámpagos de todos los colores imaginables, que cruzaban el plasma con fuerza, produciendo enormes chispazos y recorriendo las células como pequeñas serpientes luminosas. Las plaquetas, las más pequeñas de mis células, viajaban entre sus hermanas mayores los glóbulos a toda prisa, como pequeñas motos en una ciudad. El brillo que emitían estas era algo más metalizado, y los rayos que salían de ellas de color rojizo.

Los glóbulos rojos, redondos y aplanados como discos, giraban y rodaban como pequeñas galaxias, cubiertos por ese halo fantasmagórico que imaginé sería el oxígeno que transportaban. En ellos las manchas del metal eran mucho más notables que en las demás. Los hacían ser más parduzcos que los glóbulos rojos normales. Los rayos que salían de ellos formaban pequeñas redes mágicas de colores azules y violetas. Giraban sobre sí mismos, y eran los más numerosos que se podían ver. Habría jurado que eran planetas llenos de vida. En ellos, en cada una de mis células, todo mi código genético vivía, como si fuesen pequeñas fichas sobre mi persona.

Por último, los enormes glóbulos blancos se movían entre los rojos y las plaquetas, buscando cualquier alteración de mi sangre, o cualquier bacteria que se hubiese colado por allí. Tenían un brillo eléctrico que provenía de su núcleo. Parecían grandes globos aerostáticos con una bombilla en su interior, de la cual salían pequeños rayos que alcanzaban los bordes interiores de las células y se movían lentamente.

No dejaba de maravillarme. Podría haberme tirado horas mirando aquello. El milagro de la vida. Y eso existía en cada uno de nosotros. Mi sangre era espectacular, con un montón de rayos y colores distintos. Pero, ¿cómo sería la de Leo? ¿O la de Tom? Seguramente parecida a la mía, solo que con haces de energía en vez de rayos de electricidad. Quién sabe, puede que la sangre de Tanith tuviese las células de sus invocaciones por ahí flotando. Aunque luego pensé en que realmente el único que se podía considerar un mutante era yo. Los demás tenían poderes que no tenían que ver con la sangre o el cuerpo en sí, sino más bien la mente. Podría estar equivocándome lógicamente. Si Leo disponía de tiempo, me habría gustado ver la sangre del resto para maravillarme con semejante espectáculo.

Leo se aclaró la garganta a mi lado. No sabía cuánto tiempo debía llevar allí esperando a que me decidiese a hablarle. Me sentí algo avergonzado.- Lo siento Leo, me he dejado llevar por la maravilla esta... ¿Llevas mucho tiempo esperándome?- Sabía que aunque Leo hubiese estado horas allí a mi lado nunca me lo habría dicho. No era su estilo. Para él ver cosas así era normal, hasta tedioso incluso. Pero supuse que entendía que los demás nos maravillásemos y nos quedásemos obnubilados con estas cosas. Sólo se limitó a sonreír. Tenía en su mano unos papeles. No tenía ni idea de dónde los había sacado, pero imaginé que tenían algo que ver con los análisis que me acababa de hacer. Me giré hacia él.- Bueno, cuéntame. Soy todo oídos. ¿Has encontrado algo interesante?

Al alzar la cabeza, solo pudo contemplar al compañero presenciando aquel número de luces y bailes que obtenía por la imagen de su sangre. Solo le hizo falta echarle un vistazo para ver que realmente eso era maravilloso, pero no quería perder el control de su trabajo, y miró al chico mientras recitaba cada uno de los metales encontrados en su cabeza, con una sonrisa en los labios esperando que terminara su momento, él no sería el que se lo chafaría, claro está.

No tardó muchos minutos en girarse boquiabierto, y no dijo nada, esperó que sus palabras salieran de sus propios labios.

- Lo siento Leo, me he dejado llevar por la maravilla esta... ¿Llevas mucho tiempo esperándome? - Le respondió negando con mi cabeza, sin decir nada tras la pausa que hizo para girarse y prestarle algo de su atención. - Bueno, cuéntame. Soy todo oídos. ¿Has encontrado algo interesante?

Un extraño sentimiento salió de él, así como acto inconsciente el morderse el labio inferior. La verdad que el análisis estaba todo bien, todos los componentes químicos que obtuvo la última vez que le hicieron tal examen estaba ahí, solo que había uno nuevo que era desconocido hasta para la máquina. Buscó concienzudamente en su mente las palabras para poder explicarselo con detenimiento.

- Pues verás. - Comenzó a hablar, aunque hizo una pausa haciendo una vista rápida a los papeles que tenía en la mano y carraspear la voz. - Todo está en orden, solo que hay un elemento desconocido en tu sangre. Me llevará un tiempo para saber que componentes químicos lleva, ¿tienes algo de tiempo para que lo pueda hacer ahora mismo?

Mientras le iba explicando, le tendió los papeles para que lo viera él mismo, era su sangre al fin y al cabo y aunque no entendiera mucho de química era algo suyo, debía revisarlo al menos.

- Parece que hoy voy algo lento, hoy no es mi día. - Dijo una vez más, en seco. - Lo siento.

Eran unas disculpas amargas, pero necesitaba retractarse por no saber hacer bien su trabajo, el dolor de cabeza aún estaba abusando de su cabeza. Se llevó una mano a la sien y con un par de dedos la masajeó con fuerza, esperando la respuesta de Planaria.

Bueno, al menos Leo había demostrado mis sospechas: que nos encontrábamos ante un nuevo elemento. ¿Cuál? ¡Pues cómo íbamos a saberlo! Se trataba de un nuevo elemento. La cuestión ahora era saber si se trataba de un elemento puro o algún tipo de aleación o sintetización. Si se trataba de un elemento puro, lo buscaría allí donde se pudiese encontrar. Si era una aleación o sintetización tal vez me diese un garbeo por el CERN en busca de información y para tal vez conseguir fabricar un poco más de ese nuevo elemento.

Se disculpó alegando que hoy estaba algo lento o distraído. ¿Disculparse? Me estaba ayudando un montón, no entendía sus disculpas. Aunque claro, Leo era muy profesional. Tal vez se estuviese tomando mi ayuda casi como un tema personal, en el sentido de que si no lo encontraba sería un fracaso en su expediente. Sonreí y asentí con la cabeza.

- Leo, no debes disculparte. Lo que estás haciendo es impresionante. Sin ti no habría sido capaz ni de sacarme sangre, al menos no sin poner el laboratorio como el taller de Jack "el destripador". Tómate el tiempo que necesites para hacerlo en serio, no tengo ninguna prisa.- Leo asintió y volvió a su mega ordenador. Yo ahora disponía de algo de tiempo. Podría continuar con mis pequeños artilugios. O tal vez...

Me dirigí al ordenador que solía utilizar yo y busqué las últimas noticias de América, más en concreto las del "New York Times". Tras navegar un poco por la página encontré lo que andaba buscando. "Asalto al centro comercial Grand Place de Nueva York en la mañana de ayer [la noticia ya tenía un par de semanas de antiguedad ]". Comencé a leer la noticia. Habían encontrado inconsciente al famoso criminal "Rhyno" y había sido trasladado de inmediato a una prisión de alta vigilancia y seguridad aquella misma tarde. El preso contaba que fue atacado por un puñado de chavales con poderes que terminaron por frenarlo tras un fuerte enfrentamiento que estuvo a punto de acabar con la estructura del edificio. Afortunadamente sólo había habido un par de heridos leves. Algunos testimonios de personas hablaban acerca de un chaval rubio que era capaz de hacer pequeños saltos como teleportaciones que sacó a un puñado de civiles del edificio.

Seguí leyendo en busca de alguna posible pista de quiénes eran estos chavales con los que Tom y yo nos habíamos encontrado, en vano. Habíamos sido muy discretos para la que se armó. Seguí navegando por la página hasta que encontré algo que captó mi atención. Algunas personas habían cargado contra un tal Charles Xavier en referente al acontecimiento del centro comercial. Decían que a pesar de lo que decía, algunos de sus supuestos pupilos habían escapado y causado un fuerte revuelo por la ciudad. Leí con más atención y busqué información acerca de este tal Xavier. Era un mutante. Y lo decía así, abiertamente. Sin miedos ni tapujos. Promovía la coexistencia entre humanos y mutantes y defendía los derechos de ambos en pos de un mundo mejor y con menos prejuicios para con los mutantes. Había fundado la "Escuela Xavier para Jóvenes Talentos", una especie de centro educativo para mutantes que se encontraba en la propia Nueva York.

Me dejé caer contra el respaldo tras leer acerca de este hombre. Mutantes o seres con poderes que convivían en una casa o escuela. Me sentí totalmente identificado. Eran muy parecidos a nosotros. Tenían un líder y juntos seguramente llevasen a cabo tareas de salvamento o algo por el estilo. Podía ser... ¿Podía ser que los chicos con los que estuvimos en el centro comercial fuesen estudiantes de esta escuela especial? Debía comentarle esto a Tanith cuanto antes. Si existían más como nosotros, congregados en algún tipo de organización o grupo igual que el nuestro debíamos unir fuerzas con ellos, y ofrecerles nuestro apoyo y ayuda desde aquí. Yo mismo iría a hablar con el tal Charles Xavier si era necesario, a modo de representante de los "Abyss Knights". Tal vez así podríamos enfrentarnos por fin sin miedo ni tapujos a peligros mayores y desconocidos para nosotros. Habíamos sobrevivido a toda clase de peligros y amenazas, no éramos unos novatos ni mucho menos. Siempre podíamos aprender algo nuevo, estaba claro, pero Europa estaba a salvo (por el momento) de peligros como la maldita orden que no hacía más que darnos problemas.

Sonreí para mí mismo. Aquello era muy grande, y podía resultar de gran ayuda para los "Abyss". No éramos muchos. Con la muerte de Lord Rick habíamos sido reducidos a cuatro, sin contar a nuestro querido George. Pero George era nuestro agente en la base. Nunca iría al campo de batalla a enfrentarse a otros como nosotros o militares expertos en el combate y la infiltración. Eso sí, pocos le superaban cuando se trataba de informarnos de nuestra posición o del camino más corto para llegar a nuestro destino. Cogí un pequeño papel y apunté dos nombres: "Charles Xavier, Mansión X". Lo pequé en el ordenador y me dejé caer en el respaldo. Suspiré y mi cabeza cayó hacia atrás. Hablaría de todo esto primero con Tanith. A Leo y Tom tal vez se lo comentase más alante. Por ahora, quería mantenerlo lo más discretamente posible. Acababa de encontrar algo muy importante, y preferí andar con pies de plomo.

- ¿Qué tal vas Leo?

- Leo, no debes disculparte. Lo que estás haciendo es impresionante. Sin ti no habría sido capaz ni de sacarme sangre, al menos no sin poner el laboratorio como el taller de Jack "el destripador". Tómate el tiempo que necesites para hacerlo en serio, no tengo ninguna prisa.

Asintió tras las palabras del chico, y caminó hacia una de las mesas más distantes de la sala y al estar cerca de una pequeña silla con ruedas, dejó caer su peso en ella mientras se llevaba una mano a la barbilla. Empezó a masajearse a si mismo la zona mientras observaba el papel con detenimiento. Se le pasaba algo por alto y no sabía lo que era. Pasaron unos minutos y volví en si, buscando con la mirada a Planaria, la cual encontró en un ordenador haciendo sus trapicheos. Se levantó con pesadumbre y se dirigió nuevamente al ordenador, empezando a analizar uno a uno los componentes que había encontrado en esa muestra, cosa que ayudaba más a la jaqueca que tenía entonces.

Al llegar al componente desconocido, empezó a repetirse mentalmente cada uno de los que formaba. Agachó la cabeza y dejó salir un bufido de sus labios, no era posible que no pudiera hacer bien su trabajo por el cansancio, odiaba estar cansado, odiaba muchas cosas.

Cerró los ojos con fuerza, y empezó a vislumbrar las pequeñas luces formadas por la miodesopsias. Algo común sabiendo que sus ojos estaban en perfecto estado, o al menos él no había sentido ningún síntoma de desprendimiento de retina.

- ¿Qué tal vas Leo?

Aquella frase hizo que el chico volviera a la tierra, y le miró de reojo con una sonrisa, amarga, pero para los demás simplemente era un acto de simpatía.

- Pues verás, por mucho que repase los componentes químicos que lleva la materia desconocida, no me suena a nada de haber visto antes. - Dijo mientras comenzó a caminar a paso lento hacia él. - ¿Qué te has ''comido'' ahora, chispas? Parece ser que algo de este mundo no es.

Sus últimas palabras salieron solas, no forzando la intención de ser gracioso. Giró su cabeza y observó la nada por un instante. ¡Ah! Le habría encantando poder descifrar el enigma, pero no quería mostrar su ira delante de él.

- ¿Cómo?- Me quedé perplejo. Leo era uno de los tíos más listos que había conocido nunca, únicamente superado por Lord Rick. Si había alguien que yo conociese capaz de descubrir la naturaleza o el origen de aquel extraño elemento era Leo, y ni siquiera él era capaz de saber exactamente qué era. No me esperaba para nada esa reacción la verdad. Sí que debía ser algo extraño.

Entonces me fijé en la cara de Leo. Era un auténtico poema. Parecía que tuviese la mayor resaca de su vida. Creía recordar que Leo padecía de migrañas, pero con lo reservado que era ya no sabía si era así o me estaba confundiendo con otro.

- Leo… ¿te encuentras bien? No tienes buena cara…- Él se limitó a asentir y a continuar mirando a la pantalla, pero no podía engañarme. Se estaba "muriendo" pero no quería decírmelo.- Dame un momento anda.-

Salí del laboratorio y me dirigí al baño de arriba. Por el camino me crucé con Tanith y le dije que después tenía que hablar con ella. Quería comentarle todo el tema de los mutantes de Nueva York para explicarle que quería ir a hablar con ellos para ver cuál era su modus operandi. Tal vez pudiésemos aprender algo nuevo o podrían ayudarnos llegado el momento. Alcancé el baño y abrí un pequeño armario. Allí había toda clase de pastillas medicamentos para todo. Yo nunca había tomado nada de eso. Gracias a mi factor de curación, jamás había tenido ni una enfermedad, al menos hasta donde alcanzaba mi memoria. Supuse que de pequeño pasaría la varicela como todos los niños. Pero ni gripe, ni hepatitis, ni siquiera dolores de cabeza. Nunca había tenido ni una sola resaca, y eso que para que yo me pusiese borracho tenía que beber una cantidad ingente de alcohol, alrededor de un litro y medio más o menos. Sólo había probado hacer eso una vez, para comprobar dónde estaba mi límite. Por regla general acostumbraba a beber una cerveza o un par de copas y a correr.

Encontré lo que andaba buscando. Toda clase de anti inflamatorios, anti piréticos y calmantes del dolor. Cogí un par de botes de esos y un botellín de agua de la cocina. Esperaba que con eso Leo se encontrase algo mejor. Desde luego el careto que tenía era un auténtico poema.

Bajé al laboratorio y allí Leo continuaba mirando la pantalla y los resultados a papel que había impreso de mi sangre. Se frotó los ojos y continuó leyendo por todos lados. Me acerqué a su lado y le puse el botellín y las pastillas delante.

- Si te duele la cabeza, tal vez deberías tomar algo de esto antes de continuar. No me gustaría que te estallase el cerebro conmigo delante, me pondría perdido y justo hoy llevo esta camiseta nueva.- Le sonreí. La camiseta que llevaba era una más vieja que andar a pie, y Leo lo sabía. Pero quería que se sintiese relajado y calmado. Estábamos en familia después de todo, y unos cuidamos de los otros.

- ¿Cómo? - Fueron las palabras que pronunció chispas al quedarse perplejo por su respuesta. Sí, no sabía lo que era por muy asombroso que se tratase. Aún no había llegado al nivel de Dios Todopoderoso, y tampoco entraba en sus planes creerse uno de ellos.

Seguía adormilado y encuadrando cada detalle que se asomaba en su mente sobre el compuesto, intentando hacer miles de uniones pero era imposible que aquello fuese perteneciente de la Tierra, pues nunca había visto algo igual. Se le desencajaba poco a poco la mandíbula aunque intentara mantener la compostura.

-Leo… ¿te encuentras bien? No tienes buena cara… - Volvió a la tierra, abriendo los ojos de par en par y negó con la cabeza. No quería preocupar a su compañero. - Dame un momento anda.

Lo miró de recelo, viendo cómo se escabullía del laboratorio, y se dio la vuelta bufando entre malas palabras que murmuraba. No aceptaba la derrota, no le gustaba. Pero siempre prefería quejarse en silencio.  La migraña me empezaba a afectar, y se llevó una mano en la frente sintiendo que derrumbaban su cabeza como un rascacielos que necesita ser remodelado completamente. Frotó con fuerza, aunque a los pocos minutos escuchó unos pasos acercándose al sitio y mantuvo la compostura, esperando que entrara esa persona disimulando en el ordenador con una pequeña sonrisa. ¿Por qué no se dedicó a actor en su momento?
Le llovió un botellín de agua y un bote de cápsulas. Parecían antiflamatorios. No pudo evitar mirarlo perplejo, clavando los ojos en los de este que estaba totalmente serio.

-Si te duele la cabeza, tal vez deberías tomar algo de esto antes de continuar. No me gustaría que te estallase el cerebro conmigo delante, me pondría perdido y justo hoy llevo esta camiseta nueva. – No era muy amigo de las bromas, pero eso tuvo su gracia a lo que hizo que su sonrisa se transformarse en una carcajada. Bastante real.
Al terminar de reír, negué con la cabeza suavemente apartando a un lado con sutileza ambas cosas que me había traído. – Lo que necesito es encontrar lo que es esto y poder quedarme tranquilo. No es que sea muy seguro tener algo desconocido corriendo por tu cuerpo por muy mutante que seas. ¿No crees?

Alcé una ceja tras el comentario que salió solo de su boca. ¿Debería haber comentado aquello?

Leo parecía algo más relajado, incluso se rió con mi broma. Pero en parte tenía razón. Llevar algo desconocido por mis venas podría resultar peligroso, así que hice lo único que podía hacer en ese momento.

- Pues ahora que lo dices Leo… me siento mal. Creo… creo que… yo… yo…- Y me tiré al suelo mientras me llevaba la mano izquierda al cuello y estiraba la derecha hacia él.- ¡Leo! ¡Me muero! ¡Sálvate tú! ¡Recordadme como aun héroe!- Y con una mueca final fingí que moría. Al cabo de un par de segundos, con la lengua sacada abrí el ojo derecho y miré a Leo. Me levanté mientras me reía.- No deberías preocuparte Leo. Recuerda que mi factor de curación me ha salvado más de una vez, incluso de cosas peores. Mi récord todavía sigue en un disparo a la cabeza. Tardé bastante en recuperarme de eso, pero dudo que este nuevo metal sea mucho peor que el hecho de que te vuelen los sesos, ¿no crees?-

En el fondo entendía a Leo. Para él era difícil entender que puedes curarte de casi cualquier herida o enfermedad. Además, puede que el nuevo elemento no fuese dañino ni peligroso para mí. Pero a saber las radiaciones que podía emitir hacia el resto de miembros de la casa. Tenía que tener mucho cuidado cuando estaba con ellos y usaba mis rayos. Demasiada potencia o poder y se llenaba todo de ozono. A mí no me afectaba, pero para el resto era venenoso y bastante peligroso.

- No te preocupes Leo, creo que lo tengo controlado… Desde luego no me siento distinto. Algo más fuerte tal vez, pero no en una medida excepcional. Pero me intriga eso que dices. ¿Insinuas que mi padre trabajaba con un metal proveniente del espacio? ¿Cómo lo pudo haber conseguido?- Mis poderes habían surgido de mi choque con el núcleo principal de la empresa eléctrica de mi padre. Según la carta de Lord Rick, el fragmento que obtuve era del mismo material que el que me dio los poderes, y a juzgar por la manera en que lo absorbí parecía tener razón. El doctor rara vez se había equivocado. Pensar que mi padre había tenido acceso a un material totalmente desconocido para la humanidad era algo que no me esperaba de ninguna manera. ¿Significaba eso que mis poderes eran alienígenas?- ¿Qué puedo hacer para ayudarte entonces Leo? ¿Hay algo más que pueda hacer?-