Wolf and Moon (Fiona) [Marvel, Pre-Omega]

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Era la segunda vez en su vida que le pasaba. Estaba empezando a pensar que su poder mutante tenía de efecto secundario ponerla en ese tipo de situaciones.

No estaba muy segura de cómo había comenzado aquello. Solo sabía que en un momento dado Kitty Pryde, una de los "veteranos" y una de las pocas personas con las que podía hablar de ordenadores sin sentirse un bicho raro, la había aferrado del brazo y a la voz de "necesitas salir más" la había arrastrado hasta una zona comercial de la Gran Manzana. Irene no las había tenido todas consigo, aunque tal vez fuera porque la idea de enfrentarse a una ciudad que contenía más del doble de población que su ciudad de origen la ponía nerviosa. Kitty se había reído a carcajadas y le había asegurado que no tenía que preocuparse. Dos tiendas de componentes electrónicos más tarde (puede que a Kitty le encantase la informática, pero los ordenadores no sentían el mismo aprecio hacia ella y sus poderes mutantes) Irene se había relajado y se había comportado... Bueno, como se podía comportar alguien como ella. Que no era demasiada mejora con respecto al carácter mostrado durante su trayecto, pero alguien debería haberse figurado a esas alturas de la feria que Irene era de todo menos abierta.

El caso es que, después de esa segunda tienda, las cosas se habían torcido irremediablemente. Y de la forma más estúpida.

No estaba muy segura de qué demonios era lo que había visto Kitty que había hecho que se lanzara a la carrera hacia el Hacedor sabía dónde, tras decirle que no se moviera de allí, "allí" siendo la entrada de un callejón con un aspecto igual de desagradable que los que había visto en todas esas películas y videojuegos. Casi podría decir que había estado pidiendo a gritos que algo así sucediera. Tal vez no debería haberle hecho caso y haber corrido detrás de ella, pero a los cinco segundos ya la había perdido de vista y, a diferencia de Kitty, ella no sabía ni dónde estaba la comisaría más próxima. Se acordaría de mencionárselo una vez volviera. Después de echarle la bronca... Bueno, de mirarla mal durante un rato, al menos.

Dos minutos después, un par de matones habían aparecido y comenzado la misma rutina, igualita, que la que había visto mil veces en películas y videojuegos cuando iban a atracar a alguien.

Irene habría tenido otro ataque de pánico, con consecuencias terribles, de no ser porque todo aquello parecía un cliché absurdo. Incluso habían sacado una navaja. Bueno, una navaja todavía podía matarte, desde luego, pero no imponía tanto como las pistolas, y ya le habían amenazado una vez con una. En cierto modo, más que aterrorizada, estaba preocupada, aunque seguramente alguien viéndolo desde fuera pensaría que se trataría más de lo primero que de lo segundo. No es que fuera muy buena peleando todavía, pero al menos había aprendido unos movimientos básicos de defensa personal y, eh, si querían navajas, tenía en la mente una albaceteña preciosa que había visto en una foto una vez y que era algo así como el doble de grande que la que habían sacado ellos. Pero le preocupaba la reacción que pudieran tener si hacía uso de sus poderes, por no hablar que no quería hacer daño a nadie. Pero tampoco quería ser atracada... otra vez. Los tipos seguían haciendo ademanes de que les diera el dinero, cada vez más amenazadores...

"De todas las personas, en serio, ¿por qué a mí?" se preguntó.

Definitivamente, no le iba a quedar más remedio que hacer algo. ¿Un bate de luz los intimidaría lo suficiente? Al menos sería lo suficientemente contundente como para noquearlos... esperaba.

El sonido de algo metálico rebotando por el suelo desvió la mirada de ambos rateros de su víctima, centrando su vista en algo que rodaba indolentemente entre sus pies. Era verde. Era del tamaño de una piña.

Era una jodida granada

¡JOOOOODEEEER!

¡MAMÁ!

los dos atracadores se giraron rápidamente con intención de salir corriendo, y entonces... se encontraron con que se estamparon contra lo que se les antojó como sendos camiones, dejándolos inconscientes en el acto, preguntándose aún cuál era la matrícula del vehículo que los había arrollado empezando por la cara.

Irene, sin embargo, había podido ver perfectamente a una gata negra con la granada en la boca, vestida con un pañuelo rojo al cuello y... ¿Eso eran unas gafas de buceador?

También vio como la felina tiraba el artefacto a los pies de los maleantes, y cómo cuando estos se giraban se convertía en un híbrido entre humano (más bien humana) y gorila, estampándoles tal golpe en la cara que sus narices se deformaron y sus cuerpos quedaron en el suelo, aún temblando tras el terrible batacazo contra las duras manazas.

El híbrido después se convirtió en una tía vestida de militar con unas gafas que recordaban a las de bucear o las de esquí, un pañuelo rojo al cuello y un pelo verde extremadamente llamativo. La irlandesa se agachó y recogió la granada, jugando con ella antes de metérsela en el bolsillo

Par de gilipollas... ¡Ponía Made in China! Y es más pequeña que una de verdad, mira que no darse cuenta... rezongó por lo bajo, sonriendo de lado antes de centrar su mirada en Irene. Casi se había olvidado que había hecho su buena acción del día para compensar el Karma y yadda yadda yadda

¡Oi! exclamó con un marcadísimo acento que alguien podría llegar a identificar como irlandés ¿Estás bien, pipiola? No tengo que rajar a estos dos, ¿verdad?

Lo siguiente que ocurrió se podría clasificar de surrealista, desde el punto de vista de la española.

Lo primero fue el gato. En realidad, no se habría fijado en el gato, dada la situación en la que estaba, de no ser porque el gato llevaba puesto un pañuelo rojo y lo que parecían unas gafas de buceo. Parecía recién salido de una serie o de un videojuego. Resultaba hasta cantoso, y probablemente los matones comenzaron a sospechar que algo pasaba cuando le vieron la cara de extrañeza a su "víctima", pero no tuvieron demasiado tiempo a reaccionar. El gato tiró algo que había estado llevando en la boca. Era de un color verde parduzco, con el tamaño y forma de una piña piñonera, y rebotó varias veces en el suelo con un sonido metálico antes de rodar lángidamente entre los matones y hacia Irene. La española tuvo un primer momento de sobresalto al ver la "granada" hasta que comprendió que no explotaría, por la simple razón de que esas cosas tenían anilla y, si esa cosa no la llevara, hacía rato que el pobre gato no estaría en el mundo de los vivos. Los matones, que no habían visto al animal, no podían seguir ese simple razonamiento lógico, y reaccionaron como reaccionaría cualquier persona normal, es decir, gritando como nenas e intentando huir.

Acto seguido, el gato dejó de ser un gato y se convirtió en algo que no era exactamente un gorila, porque tenía bastante de anatomía humana, pero que desde luego tenía un par de brazos de gorila que se aprestó a estrellar, puños delante, contra el careto de los atracadores. Los dos hombres, tan machos como habían parecido, cayeron al suelo redondos, las narices torcidas en ángulos bastante desagradables. Y la cosa rara dejó de ser una cosa rara y pasó a ser una chica de su edad, con ropa militar y el pelo teñido de verde, o eso le parecía a Irene, que musitaba algo sobre cosas hechas en Made in China.

-Empiezo a pensar que lo que llevaban esos cereales no era azúcar...- murmuró por su parte Irene, en su lengua materna.

La otra chica se dirigió a ella, y por un momento Irene se la quedó mirando, parpadeando en un gesto de desconcierto. Irene sabía hablar inglés, y lo entendía, por supuesto, pero el acento irlandés cerrado y la jerga la pillaron con la guardia bajada y, durante unos instantes no entendió qué demonios estaba diciendo la otra. Pero al cabo de un par de segundos se dio cuenta de que le estaba preguntando si estaba bien.

-¡Ah! Estoy bien. ¿Gracias?- la frase tenía un tono dubitativo, tal vez porque la chica más joven estaba intentando asimilar todo lo ocurrido en los últimos dos o tres minutos. Frunció ligeramente el ceño, mientras pensaba que cómo había visto al gato cambiar a la cosa que no era un gorila pero tenía brazos de gorila, y de ahí a una persona normal y corriente-. ¿Cómo has hecho eso?

No es que estuviera asustada, o sospechara nada. A fin de cuentas, ¿no le habían mencionado cerca de una veintena de tipos con poderes extraños que vivían en aquella ciudad o los alrededores? Una más, una menos, ¿quién lo iba a notar? Pero Irene sentía curiosidad, la curiosidad de aquel que está intentado digerir que le ha ocurrido una cosa fuera de lo normal, y está teniendo dificultades para hacerlo.

La española parecía confusa, y a la irlandesa eso le resultaba al menos divertido. La observó intentar entender lo que le había dicho, sonriendo de oreja a oreja ante los gestos tan monos que estaba poniendo. ¡Eh, esa flacucha era expresiva!

¿Cómo has hecho eso? Y entonces la pregunta le pilló desprevenida, lo que hizo que parpadease, se llevase una mano al mentón y se pusiese a pensar. ¿Que cómo lo había hecho? Pues...

Humm... En un viaje de fin de curso me mordió un zoólogo radioactivo... o me dieron un anillo que da poderes en los cereales. ¡Oh oh! ¡Una entidad cósmica me dio el poder del corazón y cuando me junto con cuatro pringados más soy la capitana planeta! O la vacuna de la gripe, que salió mal la irlandesa se encogió de hombros y se rió finalmente

Quédate con la que quieras, me puedo inventar más añadió, metiendo las manos en los bolsillos Simplemente puedo. ¿Necesito más razón para hacerlo? Si quieres puedo reanimarles y dejar que sigan haciéndote lo que fueran a hacerte, ¿eh? No se dirá que no soy comprensiva. añadió, antes de sonreír. Era una sonrisa tétrica, casi peligrosa

No serás una de esas anti-mutis, ¿verdad? preguntó, con una clarísima amenaza inherente en sus palabras mientras daba un paso adelante, acortando distancias con la joven española

¿Y tú qué hacías aquí?

No estaba muy segura de qué contestación había esperado Irene escuchar de su salvadora, pero desde luego no era la que había recibido. Su única respuesta a los chistes fáciles y a su comentario sobre espabilar a los matones fue poner cara de póker. Sin embargo, cuando la chica le preguntó si era una de esas "anti-muti", su postura agresiva habló mucho más, al menos desde el punto de vista de Irene, que sus propias palabras. No conocía a más gente allí que a los habitantes de la Mansión X, así que no podía saber las reacciones de los demás tíos con poderes raros de la ciudad con respecto a las turbas anti-mutantes, pero desde luego no creía que ningún mutante se sintiera contento ante gente de ese tipo.

-Por supuesto que no. Juntarme con ese tipo de gente sería- como tirarse piedras a su propio tejado-estúpido.

Y no es que no hubiera hecho cosas verdaderamente estúpidas, pero una cosa era hacer cosas estúpidas y otra cosa muy distinta era ponerse de parte de gente que querría verte muerta solo por haber nacido con un gen con ganas de tocarle las narices al universo. Irene podía ser muchas cosas, pero no suicida. No todavía, al menos.

-¿Y tú qué hacías aquí?

-Bueno, había venido con otra persona a hacer compras, pero ha tenido que irse un rato. Me ha dicho que la esperara aquí y... bueno, ha pasado esto- Irene puso cara de circunstancias-. La verdad es que debería haberla seguido, pero ha sido más rápida que yo, y hace poco que llegué, así que no tengo ni la más mínima idea de hacia donde ha ido.

Lanzó una mirada a los matones, inconscientes y con sus narices rotas. Una parte de ella se preguntaba cuándo despertarían y si Kitty llegaría allí antes de que recuperaran el conocimiento. La otra pensaba que debería al menos buscarles atención médica, porque aquello debía doler horrores y si a ella le pasara, le gustaría que alguien se preocupara en buscarle atención médica. Tal vez, se dijo, se estaba pasando de buena con aquellos tipos. Tal vez era mejor llamar a la policía. Pero, por otro lado, no quería que la interrogaran respecto al tema, incluso si esta vez no había sido ella la que hiciera nada raro. Claro que, ¿por dónde empezar a explicar aquello? Ni siquiera sabía cómo empezar a explicárselo a sí misma para empezar.

-¿Tal vez sepas un sitio más seguro donde pueda esperarla? Ya le enviará yo a mi amiga un mensaje para decirle dónde estoy.

A ser posible, pensó, un lugar donde no intentaran atracarla DE NUEVO. En serio, ¿es que acaso tenía cara de millonaria o qué?

Un lugar tranquilo, ¿eh? Hay un Ben and Jerry's cerca donde solía ir a tomarme helados cuando hacía alguna escapada a escasos metros, o un Tommy Mel's si prefieres un buen batido o alguna tarta comentó la peliverde dandole un golpecito en el estómago con el índice a la española porque nena, está claro que necesitas más chicha, de lo delgada que estás no te va a salir ni culo. También había un salads and co cerca, si te van esas cosas de la comida sana y esas mierdas

La irlandesa entonces se metió las manos en los bolsillos, ladeando la cabeza, antes de sonreír de oreja a oreja. La española le parecía una de esas mosquitas muertas que eran tan divertidas de vacilar pero también que solían despertar su instinto menos cafre. Ese que algunos llamaban protector, y tal. La próxima vez que volase un edificio se aseguraría de que no estuviese dentro, así, como un favorcillo personal.

Puedes llamarme Fauna, es un mote que me dieron hace unos añitos, y me viene bien, siendo tan bicho. ¿Cómo quieres que te llame? añadió, dando la media vuelta y comenzando a andar. No parecía dispuesta a esperarla, pero tampoco a salir corriendo y dejarla en la estacada. Más bien parecía confiar en que la seguiría porque sí o algo así ¿De dónde eres? No tienes acento de americana, ni pintas de mejicana ni nada así. ¿Eres del viejo también?

Irene lanzó una risa nerviosa ante la mención de que necesitaba más chicha. No se atrevía a decirle que, a pesar de ese aspecto, era una tragaldabas de cuidado. En la Mansión todavía se estaban acostumbrando a su prodigioso estómago, a pesar de que tras el primer chequeo ya habían averiguado el origen de su necesidad de comer como si no hubiera un mañana. Si se quedaba para verla, la chica frente a ella se iba a llevar el susto de su vida. Pero bueno, como decían, una imagen era mejor que mil palabras. No tenía por qué andar explicando el funcionamiento de su organismo cuando podían verlo en primera persona.

-El Tommy Mel's suena bien. Me vendría bien un buen pedazo de tarta- dijo finalmente.

Se presentó como "Fauna", mientras comenzaba la marcha. Irene se apresuró a seguirla, porque no pensaba repetir el maravilloso momento de quedarse embobada mientras perdía de vista a su acompañante. Le preguntó cómo quería que la llamara, y durante unos instantes la española dudó. No es que tuviera problema en dar su verdadero nombre, porque no era peligroso para ella darlo, al menos de momento. Pero por otro lado ella también quería molar, porque desde su punto de vista Fauna molaba: había tumbado con extrema sencillez a aquellos dos tipos. Y tenía un nick, ¿verdad? Lo había empezado a usar hacía un año o así, pensando en lo que era capaz de usar, y como "nombre clave", o como quiera que los otros en la Mansión lo llamaran, no quedaba ni medio mal. Hasta que se dio cuenta de que era ELLA la que tenía el nick, con sus pintas de friki que tiraban para atrás. Daba igual lo bonito que fuera, no iba a molar nunca.

-Me llamo Irene- dijo al fin, con un encogimiento de hombros.

-¿De dónde eres? No tienes acento de americana, ni pintas de mejicana ni nada así. ¿Eres del viejo también?

Parpadeó de nuevo, sorprendida ante la última pregunta, más porque no acababa de comprender qué tenía que ver un viejo con su lugar de procedencia, hasta que cayó que se refería al "viejo continente".

-¡Ah! Sí, soy europea. De España- respondió al final-. ¿Tu también eres de Europa?

Desde luego, dada la soltura con el inglés y la jerga, sabía al menos dos cosas: que era de un país angloparlante, y que desde luego no era inglesa. No sonaba como un Imperial. ¿Tal vez escocesa? ¿O irlandesa? No se atrevía a preguntar porque de alguna manera siempre había tenido la idea de que escoceses y irlandeses no se llevaban bien. Aunque si se paraba a pensarlo, aquello era estúpido, ¿por qué se iban a llevar mal? Entonces recordó las rivalidades en su propio país y se recordó que el mundo estaba lleno de esas estupideces. Pero bueno, era mejor que fuera ella la que dijera su origen, si es que quería decirlo.

Cuando llegaron a la puerta del establecimiento, Irene se paró un momento.

-Espera un momento, voy a enviar ese mensaje.

El móvil que sacó no era precisamente la octava maravilla del mundo, pero era suficiente para lo que necesitaba. Tecleó rápidamente un mensaje para Kitty indicándole el establecimiento y dónde estaba con respecto al sitio donde ella le había dejado. Tras apenas unos segundos escribiendo, envió el mensaje y sonrió a Fauna.

-Ya está. Venga, te invito a algo. Es lo mínimo, después de ayudarme ahí detrás.

Afortunadamente, sus padres mandaban dinero para su manutención, aunque solo fuera por un cierto sentido de culpabilidad, pero le daba para permitirse cosas. Como lo que iba a hacer en aquellos momentos: pedirse el trozo de tarta más grande que pudiera pillar, y un buen batido. Suficiente para quitarse el disgusto, y para aguantar el ritmo. Y tampoco tendría que aterrorizar a su nueva conocida. No demasiado.

Ambas entraron en el restaurante mientras las irlandesa demostraba cierto desinterés por las personas que se encontraban dentro. No le importaban lo más mínimo, especialmente ahora que tenía en mente el pimplarse una buena tarta. Sonrió de lado, mientras se daba un par de golpecitos en el pecho cuando Irene le preguntó si era europea también

¡Irlandesa y a mucha honra! Y al Bobby que diga algo, le pateo el culo exclamó con cierto ahínco la peliverde mientras se dirigía a una de las mesas del fondo. Después de todo, no le gustaba que la mirasen demasiado, o sin demasiada lascivia. Y no quería montar una pelea de tasca en un sitio donde le gustaba la comida...

Espera un momento, voy a enviar ese mensaje.

claro la mutante se sentó delante de la española, recostándose en la silla y plantando una bota bien llena de barro sobre la mesa ante la mirada reprobatoria de uno de los camareros.

Ya está. Venga, te invito a algo. Es lo mínimo, después de ayudarme ahí detrás.

Guapa... yo no invitaría a una tía que puede tener tres estómagos respondió la peliverde, riendo mientras le guiñaba un ojo. No le caía mal la española, tenía que reconocerlo. De hecho, si fuera a volar algo, se aseguraría de que no estuviese dentro. Pero claro, ¿En cuántos objetivos tácticos iba a estar esa pobre mujer?

Pues mira, yo me tomaré unas tortitas y uno de esos batidos de fresa, que tienen buena pinta. ¿Y estudias o trabajas por aquí? ¿O andas de turisteo? Ya sabes, ver monumentos, ser atracada... lo normal por la Gran Plasta

Así que irlandesa... bueno, tampoco había errado tanto el tiro, pensó, mientras observaba como su nueva conocida ponía los pies encima de la mesa.

-Guapa... yo no invitaría a una tía que puede tener tres estómagos.

"Pues más vale que nunca me invites a comer," pensó Irene con una sonrisa de circunstancias.

La joven española escaneó la carta, mientras ignoraba las pocas miradas que estaban recibiendo de la clientela. Probablemente porque debían ser lo más raro en todo el local: la tía con pinta de macarra, el pelo teñido y la ropa de militar, sentada en la misma mesa con la rata de biblioteca con gafitas y aspecto de friki. Teniendo en cuenta con quién estaba compartiendo la mesa desde que había llegado al país, se habría reído de ellos en su cara. ESO era raro. Y desde el punto de vista de Irene, allá cada uno con lo que llevara, si a Fauna le gustaba vestirse como si acabara de salir de una jungla colombiana, no le iba a decir nada al respecto. ¿Quién era ella para echárselo en cara? Ella siempre vestía con pintas desastradas de friki, no le iba a ir dando consejos de moda a nadie, para empezar. Alejando esos pensamientos de su cabeza con un shoryuken mental, por fin decidió lo que pediría, justo antes de que su interlocutora le preguntara si había ido allí a estudiar, a trabajar, o a apreciar la hospitalidad de los lugareños.

-Estudio. Podría decirse que me captaron para una beca.- respondió-. Tú parece que llevas tiempo aquí, ¿también estás estudiando?

Era la mejor descripción que podía hacer de toda la situación. Y tampoco quería airear a los cuatro vientos todo lo que había conllevado, incluso si la persona delante de ella podría comprenderlo mejor que cualquiera de sus compañeros de vuelta en el instituto en casa. La carga emocional durante aquellos días había sido bastante alta, e Irene no era muy dada a contar cosas con alta carga emocional. No solía salir nada bueno de eso.

En ese momento, un camarero, un chico joven con pinta de ser el nuevo, y al que probablemente le habían largado el papelón de encargarse de la mesa de las raritas, se acercó. Irene le sonrió e hizo su pedido.

-Querría una tarta de manzana con extra de helado y un batido deluxe de chocolate.

Tú parece que llevas tiempo aquí, ¿también estás estudiando?

Naah, yo trabajo para un viejales que acojona bastante. No es mal tipo, pero el tío impone de cojones con esa mirada tan fija y tal. Pero bah, ¿Qué sabré yo de jefes? La muchacha del pelo verde se encogió de hombros mientras seguía revisando la carta. Estaba muy segura de lo que pediría, pero por mirar, que no quedase

Querría una tarta de manzana con extra de helado y un batido deluxe de chocolate.

Ooh, eso suena muy bien... ponme lo mismo a mí también. comentó, dándole la carta al chaval. Este la miró a los pies sobre la mesa y carraspeó, pero Fiona simplemente le dedicó una de esas miradas gélidas que le hizo encogerse y marcharse. La mutante entonces centró su mirada de nuevo en Irene, observándola entre sus pies.

La chica era... bueno, tenía unas pintas de friki que no podía con ellas, pero eso le daba cierta gracia. No sé, no había tantas chicas que lo fuesen demostrando en público, eso requería o coraje o muy poca autoestima, y al ser una española que estudiaba en los Estados Unidos, lo primero que se le pasaba por la cabeza a Fauna es que posiblemente tuviese bastante de lo primero

Así que estudiando en el Nuevo, ¿eh? Tiene que ser difícil con eso del idioma y tal. Hay que tener cojones, chica, yo no podría estudiar en un país con otro idioma. ¿Ya tienes pensada en la carrera? Aquí en los Estados hay muchas más que en otros lados, a lo mejor puedes encontrar sitio en... yo qué sé, ¿Arte dramático? ¿Programadora de cosas frikis? Ya sabes, esas cosas. ¿En qué instituto andas? Si no te molesta que meta el hocico en tus cosas, vaya...

Fauna pidió lo mismo que ella, y cuando el pobre camarero intentó que quitara los pies de la mesa, le mandó de vuelta a la barra con una mirada gélida. Irene se figuraba que aquello iba a acabar apareciendo en una de esas páginas web que hablaban de clientes tocapelotas y/o estúpidos. Afortunadamente, de salir, nadie sabría que era ella, salvo ella misma. La verdad es que podía entender al camarero, porque el barro estaba poniendo la mesa perdida, y cada vez caía más tierra según esta se iba secando. Ahora podía entender a su madre cuando le decía que no pusiera los pies encima de la mesa, incluso si los tenía limpios.

Volvió a atender a la otra chica, que le dijo que estaba trabajando, aunque no le dijo de qué, sino para quién... Más o menos. Era algo raro, pensó Irene, pero decidió no meterse demasiado en el tema. No consideraba que estuviera en lugar de hacerle ese tipo de preguntas. Se encogió de hombros cuando dijo que debía ser difícil estudiar en un país con otro idioma, porque realmente no lo encontraba tan difícil. Por fortuna, siempre se le habían dado bien los idiomas, así que hablar en inglés, que lo había estudiado desde que era pequeña, no le resultaba complicado. Y tampoco es que hacer el viaje hubiera implicado "tener cojones". Tal vez en otra situación, si ella no fuera lo que era, sí hubiera necesitado de eso para hacer el viaje. Pero tal y como ella lo veía, no había más solución si quería que su vida fuera, si no normal, al menos adecuada a su propia situación.

No pudo evitar torcer un poco el gesto cuando le preguntó qué carrera quería estudiar. En parte porque lo que había dicho sonaba a topicazo de lo que querría estudiar una friki como ella. Y en parte porque, aunque tenía idea de lo que quería estudiar, o más bien lo que había querido estudiar, no sabía hasta que punto su nueva vida destruiría sus viejos sueños. Ella había querido ser ingeniera de algún tipo. Se le daba bien recordar esquemas, y entendía bastante bien cómo funcionaban distintos mecanismos. En cierta medida, era algo que podía combinar con "la luz". Pero ni siquiera estaba segura de que pudiera hacer eso allí, y ya no solo por sus poderes, sino también porque el sistema era completamente distinto al de su país, y ni siquiera sabía por dónde agarrarlo. Pero esto no lo diría, porque, una vez más, era algo personal que quería guardar para sí.

-Es una escuela privada, en Salem Center- respondió. Era una respuesta un tanto vaga, pero teniendo en cuenta que el lugar no era demasiado grande, cualquiera que estuviera informado sabría a qué escuela se estaba refiriendo. Suponía. No creía que hubiera muchas escuelas privadas en aquel lugar, no al menos que dieran "becas" a estudiantes extranjeros.

Tras unos segundos de pausa, observó que el camarero ya tenía preparados los trozos de pastel que habían pedido, así que carraspeó ligeramente.

-¿Podrías quitar los pies de encima de la mesa, por favor? No sé tú, pero yo no he comido tarta de barro desde que tenía tres años y preferiría no volver a empezar.

Por no hablar que estaba segura de que el barro de Madrid era mil veces más saludable que el de New York, y no es que el de su ciudad fuera muy saludable, precisamente.

OOC:

Es una escuela privada, en Salem Center

Huuuy, Salem Center. Había algún instituto por ahí, sí, pero ¿escuelas privadas? Sólo le venía una a la mente, y era para gente MUY MUY Friki. Y no friki de los tipos esos raritos que juegan a videojuegos todo el rato o babean con tipas en dos dimensiones, no, si no los Frikis con mayúscula. Los que pueden convertir un coche en un cenicero con el poder de su mente, los que pueden destriparte de un patadón o violarte con una sola mirada.

¿Podrías quitar los pies de encima de la mesa, por favor? No sé tú, pero yo no he comido tarta de barro desde que tenía tres años y preferiría no volver a empezar.

¿Oh? ¡Oh! la irlandesa pronto volvió de nuevo a la tierra cuando Irene le comentó que bajase los pies de la mesa, por lo que carraspeó y... obedeció sumisa. Estaba demasiado interesada por saber qué poder podría tener esa chica, y si merecería la pena esforzarse en intentar reclutarla para la Hermandad. Pero para eso primero se la tendría que ganar...

Con un rápido movimiento de mano, limpió la silla con una expresión seria, mirando fijamente a Irene mientras el barro caía a uno de los lados. Casi parecía como si acabase de intentar darle un tajo a la española, pero no había verdadera violencia en la expresión de la peliverde

Así que Salem Center, ¿eh? ¿Con un tipo tapón que huele mal y se dedica a filetear cosas? ¿Con la Geek esa del culo de espanto? ¿Con el calvorotas en silla de ruedas? ¡Qué casualidad! Yo también estudié allí y entonces Fiona sonrió alegremente, echándose hacia atrás en la silla

Mira tú qué suerte, a lo mejor me paso a visitarte entonces si estás por ahí. Quién sabe, puede que incluso aún me recuerden y tengan la orla por ahí. ¿Conoces a un tal Bryndar? También estudia por ahí. Un tío de puta madre, que no te engañe su mala hostia perpetua... aunque recuerda no enfurecerle demasiado. Los únicos que le hemos aguantado una torta fuimos el tapón ese, el ruso y yo. Y el ruso hace trampas, ¡Palabra!

Fauna hizo al final caso de la petición de Irene, que se sintió más aliviada de no tener que discutir con la otra por la necesidad de no comer tierra, aunque no pudo evitar seguir mostrando aquella sonrisa nerviosa suya cuando vio la expresión de la otra chica. Casi pareciera que la estuviera taladrando con la mirada. No pudo evitar mostrarse confusa ante las descripciones que fue dando, al menos hasta que llegó a la tercera, que era obviamente el Profesor Xavier. La segunda... bueno, la única que había mostrado algo de tendencia a ser una "geek" era Kitty, pero no es que se hubiera fijado en su culo, particularmente, porque los culos no es que le interesaran demasiado. Y lo del tapón que fileteaba cosas la dejó fuera de juego durante unos segundos, hasta que pensó que probablemente se estuviera refiriendo a Logan. No es que hubiera coincidido con él, y la verdad es que no tenía intención de hacerlo en un futuro próximo, por más que Kitty le hubiera jurado y perjurado que en el fondo era un cachito de pan. Irene sospechaba que, de serlo, lo era MUY en el fondo, y prefería no probar suerte en la vida real.

Bueno, lo que estaba claro es que al menos Fauna delante de ella sabía de lo que estaba hablando, así que debía dar por sentado que decía la verdad cuando aseguraba que había estudiado allí. O que, al menos, era muy plausible.

Cuando preguntó por alguien llamado Bryndar, Irene miró durante un segundo pensativa. Hacía poco que había llegado, y a veces le resultaba difícil asociar los nombres con las caras, incluso cuando había varios de ellos con características un tanto singulares. Pero no tardó mucho en recordar al chaval algo mayor que ella, con la piel de color amarillo y siempre vestido con una especie de armadura. Asintió con la cabeza, antes de ofrecerle una sonrisa al camarero, que acababa de servirles los dos trozos de tarta y los batidos.

-Conocerle, no es que le conozca demasiado. He llegado hace poco y he coincidido con él sólo en un par de ocasiones- se encogió de hombros mientras se llevaba un trozo de tarta a la boca. Tragó antes de continuar-. Pero lo tendré en cuenta.

No tenía intención de pelearse con nadie si podía evitarlo, para empezar, así que sí, lo tendría en cuenta.

Durante unos segundos siguió comiendo en silencio, pensando en las palabras de la otra chica. Así que ella también había estado en la escuela... Se preguntaba por qué la habría dejado. Porque estaba claro que lo había hecho. Pero tampoco es que fuera a preguntar, porque los asuntos de Fauna eran suyos, de la misma manera que Irene tenía sus problemas en los que no quería que nadie metiera las narices. ¿Tal vez debería intentar cambiar de tema?

-¿Llevas mucho tiempo aquí? En Estados Unidos, quiero decir.

Bueno, lo suficiente como para haber estado en la escuela y haberse marchado, pero eso no quería decir que fuera TANTO tiempo. Más que ella, desde luego. Pero sí, era un mejor tema del que hablar.

Tras quedar más o menos claro que efectivamente Irene estudiaba con los besaniños de los X-Men, Fiona sonrió suavemente mientras se recostaba en la silla. Nunca estaba de más conocer a los estudiantes de Xavier... primero, porque todos estaban unidos en eso de ser mutantes y perseguidos por la humanidad, y lo segundo porque para poder reclutar a alguien, primero debías conocerlo, ¿verdad?

¿Llevas mucho tiempo aquí? En Estados Unidos, quiero decir.

Hummm... esa es difícil. Estuve un tiempo por aquí, pero viajo mucho, entre áfrica, europa, asia... ya te imaginas. Pero si te refieres a cuándo me uní a la comunidad americana... diría que ¿hará unos tres años? No sé, no me acuerdo bien, mi vida es muy caótica con tanta vuelta parriba y vuelta pabajo. Pero bueno, es lo que tiene eso de estar trabajando, ¿no? aprovechó que no tenía mucho más que decir al respecto para darle un largo trago a su bebida, mirando fijamente a Irene como quien mira un jugoso filete de ternera

Bueno, guapa, ¿y cuál es tu habilidad? Si no te importa hablarlo, vaya. Ya has visto la mía, estaría bien saber qué puedes hacer. Ya sabes, por si alguna vez tenemos que trabajar juntas y tal. la miró unos segundos de arriba a abajo con cierto interés, y después se centró en su tarta con tranquilidad.

La pregunta sobre el poder de Irene tuvo un efecto que probablemente su interlocutora no esperaba, y ese fue que casi de inmediato la española se puso a la defensiva. Hasta el momento había mantenido la conversación sin problemas y con tranquilidad, pero en ese momento su actitud cambió. No era que Irene tuviera miedo a que la escucharan, aunque estaba claro que prefería que nadie lo hiciera si podía evitarlo, por si las moscas. Pero tampoco era muy dada en confiar en el primero que pasara y, aunque sin ninguna duda Fauna le había ayudado, estaba alcanzando a toda velocidad el límite al que estaba dispuesta a llegar. Su poder había sido su secreto mejor guardado durante dos años, solo descubierto por un desliz, y aunque el Profesor Xavier había dicho que era un don y que no debía considerarlo una carga, Irene seguía viéndolo como... bueno, como algo suyo y personal de lo que no quería hablar.

El caso es que se removió en la silla, incómoda, y lo más seguro que dando una sensación equivocada sobre su silencio.

-Hago... cosas con la luz- dijo por fin, en un tono de voz bajo y que daba a entender que de ahí no iba a pasar.

De hecho, no dijo nada más y volvió a su merienda. Para ella, aquel tema seguía siendo delicado. Y aunque todo el mundo en la escuela, o al menos los que más trato directo tenían con ella, sabía qué era lo que podía hacer exactamente, seguía prefiriendo no hablar con ello. Años de timidez y de guardarse las cosas para sí misma no se desvanecían de un plumazo. Menos cuando había visto demostrado que su cautela era en la mayoría de los casos la mejor manera de no salir escaldada. Esperaba no ser demasiado maleducada, pero no diría más de lo que había dicho.

Tal vez más adelante. Tal vez cuando fuera más confiada. Pero desde luego, no hoy.

Haces... cosas con luz la irlandesa se quedó mirando a la otra mujer, como si buscase una confirmación a lo que acababa de oír, o como si no se lo terminase de creer.

Sin embargo, Irene estaba mortalmente seria en ese aspecto, por lo que con un quedo "oh" y un leve asentimiento volvió a centrarse en su tarta. No merecía la pena volverse loca preguntando, y... bueno, tenía que haber de todo por el mundo, después de todo. Por un momento, se pensaba que lo que hacía era algo muy similar a Júbilo, y francamente, los poderes de esa mutante le parecían una mierda.

Que sí, que los usaba muy bien, pero hacer fuegos artificiales servía más bien para limpiarte el culo con ellos, y gracias. Pero bueno, Fiona no era de las que juzgaban por eso, y seguía siendo una mutante. Sería perseguida pro ser ella misma, aunque no lo hubiera escogido, y con esa mierda de poder poco iba a poder hacer para defenderse

Mira, apunta. Mi teléfono es el 555-789354. Si alguna vez algún capullo te toca los ovarios, o si vas a necesitar artillería pesada, llámame, ¿Ok? En la mansión se es muy tolerante y tal, pero aquí fuera es una jungla, y un paso mal dado equivale a palmarla de forma horrible. le sonrió de lado, encogiéndose de hombros

No estás sola, ¿Ok? Debemos ser una piña

Hubo una larga pausa. Mientras Fauna pensaba sobre los poderes que podía tener la chica de acuerdo a lo que ella había dicho, Irene intentaba directamente no pensar en ellos. Y de pronto, Fauna le indicó que apuntara y le dio un número de teléfono. Irene se apresuró a sacar un bolígrafo a punto de quedarse sin tinta y apuntó el número en una servilleta de papel, todavía sorprendida por la reacción. Todavía parpadeó cuando la chica le dijo que la llamara si necesitaba "artillería pesada", y que debian ser una piña, pero al menos pudo ofrecer una sonrisa sincera, si bien algo retraida.

-Gracias. Aunque espero que no sea necesario llamarte por ese tipo de cosas.

No porque no considerara buena la ayuda de Fauna, sino porque su vida sería mucho más feliz sin tener el tipo de problemas que requirieran pedir refuerzos, más allá de quien pudiera estar acompañándola.

Y hablando de compañía, en ese momento se abrió la puerta para dar paso a una mujer joven y de pelo castaño a la que Irene reconoció de inmediato, haciendo que la sonrisa tímida se ampliara y adquiriera firmenza.

-Ah, ahí está mi amiga. ¡Kitty, estoy aquí!

Comenzó a saludar con el brazo, pero se detuvo a medio gesto cuando vio la expresión de la mujer. Al principio había visto alivio cuando la encontró con la mirada, y había dado un paso hacia ella, pero se había frenado de repente, y se había puesto seria como nunca le había visto antes. En su confusión, Irene apenas si se dio cuenta de que la mirada de Kitty estaba clavada en la cabeza de su compañera de mesa.

Gracias. Aunque espero que no sea necesario llamarte por ese tipo de cosas.

Pues llámame entonces para ir a ver una peli o algo replicó la peliverde, sonriendo de lado mientras le guiñaba un ojo.

Y entonces hizo su acto de presencia Kitty Pride, lo que hizo que la sonrisa de Fiona se ensanchase enormemente. Le lanzó una mirada de desafío a la otra mutante en cuanto la recién llegada se quedó mirando a la acompañante de Irene, y se incorporó con lentitud. Posó la mano en la cabeza de Irene, la despeinó un poco y comenzó a andar en dirección a la puerta

Call me maybe, baby comentó con un cierto tono jocoso, hasta acercarse a Kitty, parándose al lado de ella. Sonrió suavemente y después se encogió de hombros

Deberías cuidar a tus polluelos más, culito respingón. Casi la atracan en un callejón. comentó, introduciendo las manos en los bolsillos pero no te preocupes, está bien, sólo fue un susto para ella. Ah, por cierto... la mano zurda de la peliverde salió de su bolsillo, le dió un cachete en el culo a la otra mutante. Se acercó rápidamente a la puerta y entonces se giró hacia Kitty, sonriendo

saluda a la patrulla de mi parte añadió, para desaparecer en la poblada calle en cuestión de segundos

Si la tensión era ya más que evidente cuando Kitty puso un pie en el local, cuando Fauna se volvió hacia ella esta pareció aumentar exponencialmente, y a Irene no le cupo duda de que era a la peliverde a la que su amiga estaba mirando con aquel rostro tan serio. Fauna se levantó, le revolvió el pelo y se marchó con una despedida sacada directamente de una canción. Irene solo pudo mostrar una sonrisa de circunstancias.

-Hasta la vista- respondió.

No escuchó las palabras que intercambiaron las dos chicas, aunque si vio el cachete en el trasero que le propinó a Kitty. Estaba claro que el gesto a su amiga le había sentado como un tiro, pero, ya fuera por no montar una escena, o porque de verdad tenía una paciencia de santo, no reaccionó demasiado. Finalmente, Fauna salió del local y se perdió entre la multitud, y Kitty se acercó a ella.

-¿Estás bien?

-Sí. Fue bastante cliché hasta que apareció el gato salido de un videojuego.

Aquello consiguió arrancar una sonrisa del rostro de Kitty.

-Vámonos a casa. Creo que ya hemos tenido suficientes emociones por hoy.

Irene no podía negar la verdad de esa afirmación. Pagó por las consumiciones, dejando una buena propina para el pobre y sufrido camarero que las había atendido, y siguió a Kitty a través de las calles y en busca del autobús que las devolvería a la Mansión. Durante un rato, Irene permaneció en silencio, hasta que por fin consiguió reunir el valor necesario para preguntar.

-Uhm... Kitty... ¿Por qué has reaccionado antes así? Con Fauna, quiero decir.

Su amiga la miró durante un rato y luego soltó un suspiro, como si le tocara una tarea que hubiera preferido no tener que hacer.

-Supongo que va siendo hora... Ven, es mejor que no hablemos muy alto de esto. ¿Sabes algo de la Hermandad de Mutantes?