Llegando a la gran ciuOH DIOS! ¡¿QUÉ ES ESO?! ¡GENIAL! [Marvel/Pre-Omega] (Tema Libre)

La Gran Manzana. La bestia macro-cultural. El gigante de la economía. El Pozo sin Fondo o demasiado hondo para ver el fondo.

Sloan llegaba a la ciudad de Nueva York de la mejor manera posible: provocando un atasco de dos pares de cojones en medio de un cruce entre la Avenida X y la calle Y (prueba a tener el conocimiento interdimensional de un ser de recónditos lugares e intentar recordar cómo se llamaba tu tía abuela). Y es que no se pueden hacer las cosas así. Estaba claro. Cristalino, pero las cosas son... mejor empezamos por el principio, que dicho así uno se puede perder.

Una semana antes, entre los áridos desiertos de Asia, el bueno de Sloan se había perdido mientras hacía lo que más le gustaba: el vagabundo rascándose los huevos a dos manos. El problema fue el equivocarse de transporte al que subir, y en lugar de meterse en un camión de transporte, se encontró en uno del ejército (a saber cual) que se dirigió a su base a-saber-dónde. Al bajar del camión se encontró con una explanada cubierta por las fuerzas militares y un desierto al otro lado.
Meterse en una base militar implicaba que te silbaran las balas como los piropos a una rubia por debajo de unas obras, y meterse en un desierto era lo mismo que probar el reto de la canela con un cucharón de cocina: un suicidio. Pero puestos a elegir, prefería el desierto. Las balas nunca le han sentado nada bien.

Tras toparse con rocas, rocas y, oh si, más rocas, encontró un pueblecito donde pudo acallar su hambre y pedir indicaciones hasta la ciudad más cercana. Llegados a éste punto solo tuvo que esperar a que saliera el primer vuelo hacia otro continente y meterse de destrangis como equipaje. Sencillo, peligroso y sobretodo, gratis.

La buena fortuna lo llevó hacia Estados Unidos, pero la mala fortuna hizo que volviera a encontrarse con su vieja amiga, la moto estropeada. Dos veces que había visitado la ciudad de Nueva York y las dos veces se agenció una moto que no tiraba ni a la de tres. Y bueno, también estaba el asunto de Thor: en su última visita a la ciudad tuvo un encuentro existencial con su particular hambre que lo convirtió en una masa devoradora de vida durante varios minutos. Cosa que llamó la atención de muchos cosa que llamó la atención del dios del trueno. Chispas por aquí, martillazos y fauces por allá, Sloan tuvo un breve estado de lucidez que aprovechó para largarse a su espacio dimensional privado.

Y los hechos nos vuelven al punto de partida. ¿Cómo había quedado?

- ¡MOVE YOUR FUCKING SHIT, MOTHERFUCKER!

Ah si, el atasco.

- ¡Eh eh! Con calma, ¿vale amigo? - Era muy fácil criticar a alguien mientras intentaba arrancar una motocicleta del año del cataclismo mientras se ahogaba en su entrañas. Claro que si.

- ¡Hay algunos que tenemos que ir a trabajar!
- ¡Haber pillado otro camino!
- ¡Quita esa mierda tuya de ahí!
- Oh, ¿sabes qué? ¡¿Sabes qué?! Ésta mierda no es mía. ¡Ala! ¡Disfrutadla!

Cansado y casi histérico por los gritos de los conductores, Sloan se apeó de la moto entre pitidos y gritos con puños e insultos incluidos. Con toda la calma del mundo se apartó del medio del cruce, haciendo que tanto los que iban como los que venían se encontraran en medio de la calzada sin poder tirar adelante por una moto en mal estado y porque al otro lado de su camino había cotxes esperando. Pero eso, Sloan se largó del cruce, se acercó a una parada de perritos calientes, y mientras pedía uno podía escuchar como los insultos cambiaban para dirigirse unos a otros por no apartarse del camino, por no dejar pasar...

En fin, que se tomó también un refresco. Total...

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-Señorita Albidane, hay un obstáculo en el camino.
-¿Cómo dices, Memphis?
-… Es una moto, alguien la ha dejado ahí y por eso…
-¿Y no puedes dar la vuelta?

Constanzie profirió un largo suspiro al mirar a su alrededor, todo lleno de coches y sin ruta de escape. Estaba muy cómoda en el asiento de atrás de su lujoso vehículo, pero Albidane odia esperar por esperar. Cerró su libro de autoayuda, se armó con sus gafas de sol (que casi le cubrían todo el rostro) y clavó sus tacones en el asfalto.

-¡Señora…!- Exclamó el chofer Memphis. -… ¿Y la reunión con los directivos de Londres?
-Tómate el día libre.- Contestó Constanzie sin responder a la pregunta, con su libro en la mano. -... Espero que disfrutes del aire acondicionado.

Y ahí dejó su coche, atascado junto al resto, y se dirigió a la acera sin entrar en disputas con los demás conductores, caminando con el aire de superioridad que la caracterizaba.

Pidió otro perrito caliente y se dirigió al hombre que había dejado ese trasto en la carretera.

-¿Has creado todo este caos por una comida grasienta… O se te ha estropeado?- Comentó mientras le servían su pedido. -… Porque tu cacharro está interfiriendo en mis negocios.

Viendo el desastre que había provocado, Sloan tan solo pudo hacer un simple comentario;

- Sluuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuurpp.....sluuuurrrrrp....groaumf...

Si. Impasible como él solo se quedó apoyado en el carrito de los hotdogs mientras observaba los conductores saliendo de los coches, peleándose entre ellos. Un con un sombrero de cowboy le tiró lo que parecía una silla (¿de dónde había salido la silla?) a otro tipo que tenía toda la pinta de camionero. Pero los que se llevaron la palma fueron un grupo de moteros que estaban esperando tranquilamente unas tres o cuatro hileras de coches más al fondo, con sus cascos y sus gafas de sol; sus chupas y sus harleys; sus caras de "no te metas con nosotros y no te haremos nada". Todo un espectáculo digno de ver.

Y otro de los conductores que se salió de su coche fue la mujer que se acercó con paso firme y seguro, pasando de todos los demás y ni levantando el dedo corazón siquiera cuando uno de esos le gritó porque fue la primera mujer que veía en la discusión y, seamos sinceros, les es más fácil sacar a relucir el "aparente" desastre de manejo del coche en una mujer que en un hombre. O al menos les es más fácil a los hombres de mediana edad, con medio cerebro y medios modales.

No contestó cuando le hizo la pregunta. O al menos, no inmediatamente. Seguía sorbiendo el refresco mientras tenía sus ojos fijos en la mujer y, pese a que pareciese que no hacía nada, en realidad se estaba escuchando a sí mismo. Una parte suya medio-dormida que solo salía cuando era requerida estaba vibrando como si fuera un perrete al lado de una boca de incendios. Aquellas vibraciones se las conocía, y no se preguntaba por qué se disparaba aquel sentido con la mujer: total, cosas más raras había visto.

- Sluuuuuuuuuurrrrp... En realidad no es mi cacharro, por tanto no estoy interfiriendo en tus negocios: será cosa del que se dejó birlar la moto con tanta facilidad. - En el momento que terminó de hablar, un coche envalentonado aceleró, arrollando la motocicleta y comiéndose de lleno el morro de otro conductor. Las chispas de las disputas de repente se convirtieron en el fuego candente de una pelea entre dos tipos grandotes y una negra que meneaba la cabeza de un lado a otro mientras insultaba. ¿Pero Sloan? Sloan seguía enfocado en la mujer. - Si fueran tan importantes esos negocios, no te habrías parado a tomarte un perrito caliente y a prenguntarme, ¿no crees? Así que me da que es una simple escusa para que me haga sentir culpable, lo cual, no ocurre.

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Ok, al parecer no había elegido el mejor día para llegar a esta ciudad. Nueva York era definitivamente diferente a Los Angeles, congestión a todas horas, peleas cada cinco minutos (en lo personal, Vincent ya se había peleado con dos o tres taxistas antes de tomar el vehículo en el que venía ahora desde el aeropuerto), y un laaargo etcétera. El taxista era muy ameno para charlar, lástima para él que Vincent no lo era en absoluto. El taxista le contaba una historia (muy interesante, por cierto), le hacía una pregunta y Vince contestaba de forma indiferente y lo más monosilábicamente posible. Pero el buen hombre sí que era persistente, y seguía con su táctica de amenizar el viaje. Cuando salieron de la autopista y entraron en el centro el auto se detuvo de inmediato, y Vincent preguntó qué pasaba, ya adivinando la respuesta.

- El tráfico a esta hora es malísimo, hijo. Además, creo que hubo un accidente y ahora alguien se está peleando en medio de la calle...

El castaño rodó los ojos con molestia al tiempo que chasqueaba la lengua, le entregó un billete de cien al taxista y se bajó con un bolso deportivo, su único equipaje. En él llevaba un poco de ropa, su chaqueta de cuero y su ropa de trabajo. Ya en la acera, caminó lentamente, a paso firme y con su cara de "no me jodas" que más que evitarle problemas lo que hace es atraerlos. Caminó unas cuantas calles más, donde vio una pintoresca escena: dos tipejos peleando y una chica insultando, no se sabe a quién, pero insultaba. Ahí cerca había un intento de moto ya destruido (al parecer la fuente del problema) y un poco más adelante un puesto de hot dogs, lo que le hizo recordar que no había comido nada desde que se había subido al avión y no sabía hasta cuándo comería nuevamente. Cuando llegó ordenó y mientras esperaba su pedido vio a un tipo aparentemente normal charlando con una mujer de porte tan elegante que a Vincent le pareció arrogante. No pudo evitar escuchar que estaban hablando de lo que pasaba justo ahora y que aparentemente el responsable era el hombre. Su hot dog ya estaba listo, así que de momento seguiría escuchando.

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Constanzie sonrió a Sloan, ocultando todavía su mirada tras esas gafas de sol. No pudo reprimir una sonrisa traviesa. “Este hombre es interesante…” Pensó, con cierta fascinación. Quien sabe qué más pasó por su cabeza.

-Nunca dije que fueran importantes…

La mujer se apoyó en el puesto de comida con descaro, y empezó a comer su perrito caliente mientras disfrutaba del teatro improvisado que se había formado. Puede que no lo expresara con emociones, pero aquel caos le hacía poner de punta todo el vello de su cuerpo, así que se mantuvo sin desviar la mirada ante el espectáculo.

-… ¿No sientes ningún reparo? Yo quizás no corra prisa, pero hay gente que puede tener problemas…

De pronto, empezaron a sonar a lo lejos varias sirenas. No se sabe si de ambulancias, o policiacas, puesto que en aquel jaleo de gritos y cláxones no parecía escucharse apenas nada. Nueva York no se paraba por una moto, pero sí podía ser una gran molestia para muchas personas.

-¡Piénsalo! Gente a la que despedirán, Enamorados que llegarán tarde a su cita… Incluso alguna vida se perderá por algo tan pequeño.

Constanzie terminó de comerse su perrito. Aunque cuidara su higiene y no se dejase manchar, no pudo evitar la tentación de relamerse los dedos. Verdaderamente estaba disfrutando de su comida.

-…Tú.

Ésta vez tenía la mirada pegada en otra cosa: su refresco. Hacía un buen rato que estaba sorbiendo tan solo los restos del hielo casi deshecho del culo de cartón-plástico. Dejó el vaso un poco asqueado por haberse terminado su refrigerio cuando las sirenas al fondo llamaron su atención.
Su primer impulso habría sido salir por patas, porque normalmente cuando escuchaba las sirenas acercarse siempre era por su culpa (no como ahora, sino en su otra forma). Pero al comprender que no había sido su culpa (no en ésta forma, como ya he dicho) se quedó donde estaba, apoyando ambas manos y culo sobre el carrito de perritos. El "jefe" dijo algo en un idioma que, como no escuchó, no lo entendió, pero estaba claro que le estaba insultando.

- Hmmm... - Se rascó la mejilla mientras pensaba y se acercaban las sirenas (o al menos lo intentaban). - Para empezar si alguien se estuviera muriendo habría salido del coche no para insultar, sino para pedir ayuda. Los enamorados a menos que sean amantes fortuitos que engañan a sus parejas tendrán otro momento para encontrarse y perdonar. Y si alguien será despedido puede enseñar que estuvo en éste atasco. ¡Puede que esos dos que se están peleando sean jefe y empleado! ¡Uff! Eso ha tenido que doler. - Levantó ambas cejas al darse cuenta que había llegado a una conclusión y le sonrió a la mujer que tenía a su lado. - No. Ningún reparo. Me es bastante indiferente la vida de los demás. No me meto en sus vidas, ellos no se meten en la mía. Cada uno es responsable de lo que hace o lo que deja de hacer, y si lo que hace o no hace repercute en su supervivencia, en ese caso es problema suyo, no mío. ¡Jefe! ¿Me pones otro refresco?
- ¡Tu piagar! ¡Tu piagar il otro!
- Oh, es verdad... - Rebuscó entre los bolsillos por si tenía algo pero... teniendo en cuenta su última parada... y que si llevaba algo no eran dólares sino posiblemente euros... - "Amigo, ésta mujer pagará por los dos. Cóbraselo a ella." - Aprovechó que los coches de la policía habían conseguido abrirse paso al igual que los miembros del cuerpo para, ésta vez si, salir por patas como si se hubiera dejado el horno encendido y al niño jugando con cerillas.

La situación del cruce era aun más caótica: los que se estaban peleando ahora se peleaban con los policías. Los policías intentaban dialogar con los afectados e intentar ordenar un poco el tráfico. Cosa imposible debido a que ya habían tres coches en medio del cruce y uno estampado en un cuarto. Y para colmo estaba esa mujer afroamericana que no dejaba de lanzar insultos con su voz de pito-tenor.

Y luego Sloan, que ya había saltado el primer capot para que no se le viera nunca más en la escena del crimen.

Y por otro lado...

- ¡Señora! ¡Iusted piagar! ¡Iusted piagar por los dios!

Y el tercero en discordia seguía allí. ¿Qué haría ante la situación?

(NOTA: Lo que Sloan dice entre comillas lo dice en indú.)

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(Me salto un turno para hace una mini-reflexión >.<)

Albidane no se movió ni un centímetro ante la escapada de Sloan, sino que lo siguió con la mirada hasta verle desaparecer. Reflexionó sobre sus palabras, sobre su punto de vista… Puede que él fuera un perdido, como ella. Alguien que se sintió desligado de esta existencia en algún momento del destino.

Pero, detrás de los coches de policía, detrás de aquel atasco, se iba haciendo más grande el tapón, y advirtió varios problemas adicionales: el llanto de los niños, más personas que se dejaban llevar por la rabia, e incluso varias ambulancias tras todo aquello… De ellas quemados, heridos, y también paramédicos que soltaban maldiciones por sus pacientes perdidos. Por culpa de ese atasco, la diferencia entre vivir o morir cobraría importancia para muchas personas.

Así que Constanzie lo comprendió. Sin duda esa persona se preocupaba por aquella situación, en cierta manera, o si no lo suficiente para no reconocer la verdad y aventurarse a realizar aquellas suposiciones tan… afortunadas. La gente como él no era muy diferente a los demás, que ponen la otra mejilla con la expectativa de que sus errores no iban a tener consecuencias graves. Quizás hizo un juicio muy prematuro al principio, pensó.

... O puede que mintiese, lo cual sería interesante, y a la vez, vulgar y común.

A pesar de que aquel tendero hindú siguiese reclamando su dinero, la mujer se tomó su tiempo en sopesar aquellas ideas. Con una sonrisa, pago su parte y la de aquel tipo… Y además de un extra.

-Esto también por unas clases de inglés. Non è difficile, miele.- Añadió con amabilidad. Entonces dirigió su atención en el otro cliente. Otra persona que se había permitido el lujo de detenerse en aquella acera, así que le dedicó una sonrisa al espectador.

-¿Quieres que te invite a ti también? Tengo efectivo de sobra.

Y ahí estaba él, en silencio, escuchando la filosofía del hombre, a la vez que terminaba su hot dog. Le parecía, de un modo, tan profundo y a la vez tan superficial. Hasta observó divertido (aunque no lo demostrara) cómo el tipo salió corriendo como condenado hasta perderse, dejando ahí a la mujer para que pagase por los dos. Ese hombre ya había captado su interés, tal vez más adelante se volvería a topar con él, y no en una situación precisamente "tranquila" como ésta. De pronto algo lo sacó de sus pensamientos.

-¿Quieres que te invite a ti también? Tengo efectivo de sobra.

Entonces observó bien a la mujer. Le devolvió la sonrisa con una un poco más sutil. Y eso ya era un gran esfuerzo de parte del castaño, tomando en cuenta que sonreír no era precisamente su estilo.

- Non è necessario, signorina... - dijo mientras sacaba dinero de su bolsillo y se lo extendía al dueño del carrito - Aunque, si quieres podrías ayudarme de otra forma. - añadió con un acento sutilmente británico para dar a entender que no era de aquí, y antes de que ella preguntase algo más comenzó con su explicación: - Acabo de llegar y ando un poco perdido...

En cierta forma, quería escapar de ahí; el ruido de las sirenas y lo que ya se estaba convirtiendo en un disturbio ya lo estaban empezando a irritar, y no quería verse envuelto en un problema en su primer día en la ciudad, más que nada por una cuestión de cansancio (momentáneo, culpa del viaje). Además, no quería que la mujer se viese envuelta en eso, en cierta forma quería sacarla de ahí también; y no se le ocurrió nada mejor que pedirle que le diera un pequeño tour por el centro de la ciudad (falta de ideas, culpa del maldito viaje). Sí, siempre haciéndose el héroe y tratando de proteger a todos, aunque no lo necesitasen.

- ¿Un dormido?
- Un durmiente.
- No le veo la diferencia.
- La notarás cuando se despierte.
- Pero no es uno de los tuyos. No es como tú.
- Siento que su existencia es tan antigua como la mía, pero no tiene nada que ver con mis orígenes ni mi naturaleza. Siento que en estos momentos permanece en estado de reposo.
- Ahora entiendo qué fue esa sensación que tuve cuando la vi.
- Me parece de sumo interés que en éste mundo existan otros seres que han visto el comienzo y verán el fin de los ebos.
- Montad un club y organizaros fiestas del té.

A Sloan no le hacía ninguna gracia que pudiera existir otro ser como el suyo. Sabía lo que era capaz él y él mismo desde que se unieron en uno, y pensar que otro ser como aquel podría estar rondando por la tierra, incluso dormido... Pero "él" dijo que no era como él. Era un ser diferente. ¿Tal vez existieran otros recodos del universo que no aun no tuviera metido en la cabeza? Eso le preocupaba aun más, porque sin información, no hay forma de ser previsor.
Dio un paso desde el escalón de su mundo en el cual se encontraba y se materializó en la azotea del edificio que tenía justo en frente el puesto de perritos calientes. Bajo sus pies estaba la mujer del perrito, el puesto, el hindú y un tipo con cara de pocos amigos. En mitad del cruce las cosas parecía que se estuvieran apaciguando tras sacar los policías su artillería pesada y reducir a los más problemáticos. En cinco minutos terminarían de despejar el tránsito seguramente, pero eso a Sloan no le importaba. Tenía la mirada fija en la mujer y en su acompañante. Había decidido seguirla y ver si podía averiguar algo sobre los orígenes de aquel ser "durmiente" que había detectado.

Por una vez en mucho tiempo, y siendo su forma física, sintió que tal vez no estuviera tan solo en aquel mundo.

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-¡Vaya dominio del idioma! No insistiré, entonces.- Exclamó Constanzie con efusividad, sonriendo con sorpresa con su talento natural para actuar. Echó un vistazo breve a aquel viandante extranjero. A primera vista no sentía ninguna atracción por lo que parecía ser un usual viajero extraviado, así que mostro su cara más social.

-¿Andas perdido, dices? Debes de ser extranjero, como yo. ¡Tienes que tener cuidado con esta ciudad! Es normal apabullarse por edificios tan altos y por toda esta densidad de gente.

Se retiró las gafas de sol y las colocó en su estilizada chaqueta de traje sin mangas, reflexionando. Como el desconocido Sloan advirtió, le importaba poco en ese momento los gajes que le aguardaban, y estaba claro que su chofer iba a estar esperando largo y tendido en el asfalto… Para eso le servía.

-… Está claro que me he quedado barada aquí, normalmente no suelo caminar por la calzada.- Dijo suspirando, atusándose el pelo con elegancia. -… Esta no es la mejor zona para hacer turismo y yo también necesito un guia… ¡Señor agente! ¡Aquí, por favor!

Constanzie alzó la mano a uno de los policías distraidos que intentaba contener el caos que había generado aquel atasco. El policía se acercó en un sobresfuerzo por servir al civil, pero estaba claro que no era lo más conveniente para la operación que se estaba realizando.

-Por favor, muéva…- En cuanto el agente avistó a la mujer, pareció que un nudo en la lengua se le formó de pronto, tragando saliva. Se acercó hacia ellos, y en menos de una milésima de segundo se pudo percibir que cambiaba de una expresión de respeto hacia una cara amable. -… ¡S-señora Albidane! ¡Qué sorpresa encontrarla aquí! ¿Ha tenido algún percance con las retenciones?

Constanzie sonrió con jactancia. No parecía sorprenderse de que el policía le conociese.

-Nada grave, no se preocupe. ¡No es el primer atasco que sufre el pueblo de Nueva York!- Respondió entre risas. -… Verá, estoy un poco perdida, y da la casualidad que mi amigo… ¿Cuál es tu nombre, cielo?

Su expresión cambió: ya ceño ya no estaba fruncido y le sonrió a aquella mujer de forma sutil pero encantadora, como agradecimiento por el cumplido. Mas debido a su naturaleza recelosa y desconfiada su guardia jamás bajaba y estaba alerta a cualquier movimiento que ella hiciera, o del tipo del puesto de hot dogs, o incluso a los del policía con quien hablaba ahora aquella mujer. Albidane, tendría que recordar ese apellido para investigarlo con detención...

-Nada grave, no se preocupe. ¡No es el primer atasco que sufre el pueblo de Nueva York!- risas -… Verá, estoy un poco perdida, y da la casualidad que mi amigo… ¿Cuál es tu nombre, cielo?

- Cooper. Matt Cooper. - respondió. ¿Por qué dar un nombre falso? Pues, porque hacía años que había "desaparecido" del mapa. No podía darse el lujo de dar su verdadero nombre.

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Off: ¡Perdón, perdón, perdón! Estoy a full, por eso no me puedo pasar más seguido. ^^U

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-Matt Cooper…- Asintió, mesándose su barbilla.- ¡Ni que se lo acabase de inventar!

Constanzie se rio con una carcajada estridente, a la cual no tardó mucho en unirse aquel policía después de unos cuantos gestos dubitativos. Estaba claro que aquel agente sentía mucho respeto hacia ella.

-¡Mi amigo Matt también está perdido! Me preguntaba si podría prestar sus generosos servicios para orientarnos en esta jungla.- Consultó muy cariñosa al policía.
-¡Faltaría más! Despues de todo, no tengo nada que hacer.- Contestó el policía, abandonando así el caos a sus espaldas y señalando hacia la calle. –Les puedo guiar hasta donde quieran, ¿a dónde van?

-Aun no me lo ha mencionado… ¿Qué busca exactamente, Señor Cooper?- Dijo centrando su atención en el extranjero, al igual que el policía. Llegaba al punto de ser intimidante, pero el olfato de Constanzie pocas veces le había hecho fallar. El mentirosillo tenía un olor especial, y no desperdiciaría esta jugada del destino para escudriñar algo de información.

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Off: Nada nada, y pido perdón ahora yo, que tambien he tenido retraso >.<

Aquella risotada le llegó hasta la azotea del edificio. ¡Menuda voz! ¿Y qué le había hecho tanta gracia? Eso si que no llegaba a entenderlo.

Sentado en el borde del edificio, Sloan observaba (o mejor dicho, vigilaba y aprendía) de aquella mujer tan extraña. Cuando la miraba sentía esa sensación tan extraña de compartir experiencias que otros no tenían, pero se disolvía entre un mar de mera curiosidad. No era como él, eso lo tenía más que seguro. No era siquiera parecida pero, igualmente, seguía teniendo ese origen tan distinto con un final casi parecido.

La puerta de la azotea se abrió de par en par. Sloan estaba tan absorto en intentar escuchar de qué hablaban aquel par que ni se dio cuenta de que un hombre de orígenes asiáticos y de la tercera edad le estaba señalando. Detrás de él apareció un policía que se acercó poco a poco al hombre, enseñando las manos.

- Señor. Señor, escuche mi voz. Por favor, aléjese del borde. Venga a mí, le ayudaré. Le escucharé. Por favor, venga conmigo.

Sloan al escuchar la voz del policía se giró con cara de no entender qué estaba haciendo. ¿Por qué andaba tan despacio y con cara de estar estreñido? No tenía sentido lo que estaba haciendo. Pero paso a paso se le iba acercando, bajo la atenta mirada del asiático a cuyas espaldas empezó a acumularse curiosos del edificio.

- No se preocupe señor agente. No iba a quedarme mucho tiempo más sentado aquí.
- Reconsidérelo. Tiene mucho por lo que vivir.
- Ya... pero igualmente no iba a quedarme aquí sentado eternamente, ¿no?
- ¿Tiene hijos, señor? Mire, yo tengo dos. ¿No son preciosos? Tener hijos. Cuidarlos.

Sloan frunció el entrecejo sin entender a qué venía aquello cuando el policía cogió la radio y pidió refuerzos para una situación con un número. Desde el otro lado le respondieron afirmativamente. Sloan siguió observando a la mujer y su acompañante. Desde la puerta de la azotea, una mujer llamaba a sus amigas cotillas para que no se perdieran lo que estaba pasando.

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- No lo había pensado bien, pero... Supongo que primero me gustaría ir al centro. - respondió - Necesito un lugar donde dormir mientras busco a mi amigo.

Eso era verdad. Si iba a quedarse necesitaría un lugar donde vivir, al menos hasta que diera con Charles Xavier; y de todos modos si algo salía mal el piso que se decidiera a rentar al menos sería una buena fachada. Tampoco iba a tan estúpido como para decirle a todo el mundo que quería saber dónde vivían los X-Men; sabía perfectamente que en esta ciudad habían tantos mutantes como movimientos anti-mutantes.

Ahora bien, analizando un poco más la situación, aquella mujer debía ser demasiado poderosa como para que sólo unas palabras bastaran para que el oficial dejase todo ese caos. Asumió que era una empresaria por el sólo hecho de que su aire era demasiado sofisticado para ser traficante o pertencer a alguna mafia, pero estaría pendiente de ella.

- Por cierto, ¿cuál es su nombre, señorita? - preguntó con honesta curiosidad. Era increíble lo mucho que un simple nombre puede decir de una persona.

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(De nuevo, sorry el retraso >.<)

-Si es al centro a dónde quieres ir, ¡puedo llevarte a la estación de metro!- Dijo el agente en un excesivo tono animoso. A pesar de que parecía todo un correcto sirviente a la ley muy serio, de alguna manera parecía que sobreactuaba.

-Es usted un hombre muy atento, agente. ¿Acepta alguna propina?
-¡N-no podemos, señoria Albidane! Además, usted ya hace suficiente con los donativos al departamento policial.
-¡Oh, por favor agente!- Exclamó Albidane sonriente. –No diga esas cosas en público, ¿Acaso no es nuestro derecho como ciudadanos, velar por nuestra propia seguridad?
-… ¡Lo que usted diga, Señora Albidane!- Contestó el policía con una sonrisa temblorosa.

Constanzie se rió y miró a Matt, posando sus ojos en él de manera incómoda. No estaba agena a aquellos ojos que sentía en su espalda. Aquel curioso espécimen todavía andaba buscando carroña, pero a Constanzie no le gustaba compartir ciertos aspectos de su vida… y menos con alguien con un olor tan… peculiar.

-Soy Constanzie.- Dijo mientras estrechaba su mano, manteniendo un brillo especial en sus ojos- Soy escritora y bueno, a veces conoces a algún seguidor.
-La señora Albidane ha cambiado mi vida.- Comentó el agente con vehemencia y sinceridad.
-¡Hace usted demasiados alagos!- Respondió Constanzie con gentileza.
-¡Es usted muy humilde!

La mujer rebuscó en su bolso de piel. Con mucha facilidad, recogió una tarjeta con un diseño blanco bastante minimalista y se la entregó al desconocido. En ella ponía:

“Albidane Corporation”

Detrás de ella, había un número de teléfono.

-Ahora, agente, ¿podría acercarme a la sucursal de Wells Fargo más cercana?- Preguntó Constanzie al policía.
-¡Faltaría más!
-Pues entonces ha sido un placer, señor Matt...- Concluyó la mujer mientras se acercaba al extranjero con una voz casi susurrante. -Y tenga cuidado... Hay muchas cosas ocultas en las sombras de este país, joven, que jamás querrás conocer.

La señora Albidane se alejó junto al policía, que no dio señal alguna de haber escuchado las últimas palabras de la mujer. Sus pasos eran orgullosos pero calmados, y mantenía una sonrisa prepotente en sus labios. Volvió a colocarse sus gafas de sol y ambos siguieron la calle.

- ... y lo único que pido al llegar a casa es un poco de cariño. Un abrazo... un "¿cómo te ha ido en el trabajo?". Es frustrante...

Sloan no entendía a qué venía toda esa perorata sobre sus hijos, su familia y el poco aprecio que parecen tenerle. Tampoco entendía por qué se había puesto a llorar allí mismo, siendo los vecinos quienes lo cogieran del hombro y los brazos y lo llevaran de nuevo a dentro del edificio mientras él continuaba observando a la extraña mujer. El otro , el hombre, no le parecía diferente de los demás. El olor que desprendía era el mismo, y sus instintos no se pusieron como un gato al meterse en una bañera.
Vio que la mujer le daba una tarjeta al susodicho, y que el guardia que tenía al lado... ¿qué estaba haciendo? No dejaba de sonreír de una manera que hasta a él le parecía forzada. ¿Era otra forma de socializar en el mundo moderno que él desconocía? Si era así, resultaba bastante perturbador, y que lo dijera él...

- Señor - Ésta vez era una mujer mayor, que llevaba un bastón para poder andar. - Por favor, no se tire.
- No iba a tirarme. ¿Qué motivos tendría para tirarme? Ninguno.
- Entonces, ¿por qué está sentado ahí?
- Observo la calle.

Al escuchar eso los demás vecinos decidieron volver a dentro del edificio, así como la mujer del bastón. Se acabó la función, y por lo visto también en la calle. La mujer parecía que se marchaba. Creía que observándola tal vez descubriese algo más de la susodicha, pero al parecer era tiempo perdido. ¿El otro? Algo le decía que lo volvería a ver.

Así pues, se levantó de su asiento, dio dos pasos hacia la puerta y desapareció de repente.

De vuelta al hogar.

(FDI: Por mí podemos ir cerrando ^^ Y tranqui Consty Wink

)

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Después siguió una escena que, si bien no entra como soborno, bien pudo haberse tomado como tal en otras circunstancias. La mujer era demasiado generosa y el policía demasiado halagador como para ser reales... Y encima ella lo mira de manera incómoda. ¿Tal vez supo que el nombre que é estaba usando era falso? Esa idea desapareció de inmediato de su cabeza. Aunque lo descubrieran debía seguir consecuente a lo ya dicho.

-Soy Constanzie.- se presentó la mujer mientras le estrechaba la mano, con un brillo peculiar en sus ojos- Soy escritora y bueno, a veces conoces a algún seguidor.
-La señora Albidane ha cambiado mi vida.- comentó el oficial con sinceridad. Al menos ya no sonaba como un completo lambiscón.
-¡Hace usted demasiados halagos!- respondió Constanzie gentilmente.
-¡Es usted muy humilde!- y volvió a lo de antes...

La mujer metió una mano en su bolso de piel, del cual sacó una tarjeta blanca con un diseño bastante simple y se la entregó. La leyó:

“Albidane Corporation”

-Ahora, agente, ¿podría acercarme a la sucursal de Wells Fargo más cercana?- preguntó Constanzie al policía.
-¡Faltaría más! – le respondió el hombre. Menos mal que ya se estaba yendo, porque ese hombre ya le estaba colmando la paciencia.
-Pues entonces ha sido un placer, señor Matt...- se despidió la mujer mientras se le acercaba, ya casi susurrándole -Y tenga cuidado... Hay muchas cosas ocultas en las sombras de este país, joven, que jamás querrá conocer.

Después de esa extraña advertencia, la mujer se alejó junto al policía, aparentemente ignorante de las últimas palabras que ésta le dio. Ella iba a paso tranquilo pero firme y orgulloso, dibujando una sonrisa arrogante en sus labios. Volvió a colocarse sus gafas de sol y ambos siguieron la calle. Él, por su parte, volvió a echarle un vistazo a la tarjeta. Cuando la giró vio un número de teléfono impreso. Decidió conservar la tarjeta en caso de alguna emergencia, aunque creía que si volvía a ver a Constanzie Albidane no “disfrutaría” de su compañía como acababa de hacerlo. Tomó sus cosas y comenzó a caminar en la dirección opuesta a la que la mujer y el oficial habían tomado, con un aire de arrogancia similar al de la mujer, aunque un poco más hosco.

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Off: ¡Siento el retraso! >.< Btw, yo creo que ya deberíamos cerrar este post. ^-^

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