La máscara de Masauwu (Pre-Omega, John Constantine)

Según las creencias de algunos nativos americanos, Masauwu es la deidad del fuego y la muerte y gobierna tanto la superficie de la Tierra como el mundo subterráneo. Es terrorífico y fuerte, lleva una máscara sencilla y manchada de sangre en la cabeza y va vestido con pieles sin curtir de animales. Todas las noches pasea por el filo del mundo sosteniendo una antorcha llameante. Los hombres no pueden mirarle pues si lo hacen es probable que mueran de miedo ya que tiene el rostro de la muerte.

Una historia Hopi más reciente cuenta cómo Masauwu visitó al doctor Fewkws arqueólogo y etnógrafo Smithsoniano.  Estaba estudiando ceremonias en la aldea de Walpi en 1898 y durante la parte sagrada de la Ceremonia Wuwuchim se le advirtió que se marchara y se quedara en su casa porque Masauwu iba a llegar.  Allí fue aterrorizado por el dios, que se había convertido en una paja y había entrado a través de la cerradura. Según los Hopi esta fue la razón de la partida del doctor Fewkwes de vuelta a Nueva York, no por la viruela que se le había declarado... oficialmente, fue la viruela. Pero para los estudiosos de lo arcano, aquellos que ha desentrañado los  misterios del universo y han descubierto que la magia no sólo es real, sino muy importante, es diferente.

Y Tania se encontraba entre aquellas personas. En pleno desierto de Arizona, en la reserva federl de los indios Hopi, la imagen de una mujer caucásica y pelirroja era poco común, pero sus maneras absolutamente educadas y su comprensión de la cultura indoamericana hizo que los nativos le diesen una cálida bienvenida. El chamán de la tribu la puso a prueba, para ver si realmente creía en lo mismo que ellos, y de hecho se sorprendió cuando descubrió que Tania tenía la misma información y punto de vista que ellos, lo cual era absolutamente insólito. Por supuesto, ver en el futuro que iba a ser interrogada le preparó muy bien para fingir su afinidad con aquellos estúpidos que no se daban cuenta de que lo que le llamaba Masauwu no era ni más ni menos que un demonio peligroso que había dejado su máscara en algún lugar del desierto de Arizona, y que ella deseaba el poder arcano que ésta contenía.

Los rastro demoníacos aún se podían notar en la reserva. Tania olfateó el aire árido y caliente, pero fueron sus ojos los que podían ver la magia. Masauwu había influenciado este lugar del reino físico muchas veces a través de su máscara y ahora Tania podía hacerse con ella, si era inteligente y paciente. El gasto monetario de llegar hasta allí y pasarse algunos días con los indios era grave para su bolsillo, pero si conseguía la máscara todo habría valido la pena. Ahora los indios estaban en uno de sus rituales extraños y como había sido tan comprensiva con ellos, había sido invitada a observar. Observar, no participar. Ya sabía porqué. A pesar de la simpatía ganada con el chamán, no podía culparle. Tendría que por lo menos casarse con uno de los indios para empezar a ser considerada del clan y ni así sería aceptada del todo. Tampoco le importaba, porque en el momento en el que encontrase la máscara, Tania desaparecería sin ella.

El ritual en cuestión purificaba la tierra y se tenía que hacer en pleno mediodía, así que Tania vestía con un sombrero de ala un poco ancha para protegerse del sol, una camisa blanca por fuera de unos vaqueros azules y botas robustas listas para soportar el desierto. Se moría un poco de calor, pero aguantaba bien y se había puesto crema en la cara para evitar las quemaduras. Estaba razonando la causa de la purificación: si el suelo necesitaba purificarse con el sol, entonces la noche traería la impureza. Incluso los Hopi sabían a medias que Masauwu no era algo bueno, aunque probablemente insistirían en su neutralidad. Se preguntó si el origen de la impureza era su propia presencia, pero probablemente no era así. El chamán era quien decidía si algo era puro o impuro, y al caerle bien probablemente la hubiese determinado más pura que otra cosa. El jefe de la tribu era otra cosa, pero en estos días modernos los jefes de tribu eran más diplomáticos, porque estaban acostumbrados a discutir con políticos del "hombre blanco", y le dejaba estar. No era una amenaza, venía por curiosidad científica y la muchacha parecía mostrar todo el respeto que nunca le daban los blancos, así que estaba bien.

Spoiler:

Era lo de siempre ¿No? Es decir, aparecía un artefacto místico y mágico y miles de imbéciles se lanzaban a buscarlo pensando que poseyéndolo serían algo importante, algo terrible y de respetar, lo cierto es que solo eran otros imbéciles más en el tablero, y puede que él, John Constantine, fuese el imbécil mayor de todos, adelantándose siempre a todos, arrebatándoles de las manos aquellas fuentes de poder para que nadie pudiera usar su poder, esa era su aspiración en la vida, pasarle la mano por la cara a sus enemigos para sentirse superior a ellos y alimentar su ego...Su ego era lo que le había llevado al desierto de Arizona, en busca de una maldita máscara que había pertenecido a no sé qué demonio...

John se encendió un cigarro mientras caminaba en medio de la nada, a pesar de aquel sol abrasador, su aspecto era el de siempre, una camisa de manga larga blanca, una corbata negra, unos pantalones marrones que parecía que llevaban mucho tiempo sin ser planchados y unos zapatos cómodos, de esos que compras por 5 pavos para salir de un apuro, llevaba puesta su gabardina que no se ondeaba ni una pizca debido a la ausencia de viento por la zona, mientras aspiraba el humo del cigarro que reposaba entre sus labios, el inglés observó el amuleto que reposaba en su mano zurda, brillaba cada vez con más intensidad, así pues, estaba cerca, la dichosa máscara de Masauwu, según John había averiguado, esta se encontraba cerca de un poblado indio, probablemente, el que Constantine veía a 500 metros de él:

- Estúpidos indígenas...- Susurró John para sí mientras continuaba avanzando, el brillo purpura del amuleto se incrementaba mientras el mago se acercaba cada vez más, no es que se llevase mal con los indígenas americanos y todo eso, pero eran unos estúpidos, adoraban a espíritus sagrados que no eran más que estúpidos demonios que iban con aires de superioridad por la vida, bueno, era lo normal si un grupo de tíos en taparrabo te ofrecen sacrificios y te adoran, ahora, por culpa de esa estúpida costumbre que tenían, un poderoso objeto mágico estaba perdido por el desierto y si los enemigos de Constantine lo encontraban, todo se habría acabado, le habrían vencido, y a él no le gustaba perder.

Se llevó la mano a la frente, estaba empapada en sudor...Cuando llegó a la entrada del poblado volvió a observar el amuleto, nada, la señal no había incrementado, así pues la máscara estaba cerca, pero no dentro, se quitó la gabardina, se arremangó la camisa y mientras retiraba el cigarrillo de sus labios y exhalaba humo, escudriñó con la mirada, no había nada significativo por allí, es decir, arena, arena y más arena, John tendría tierra en los zapatos durante meses...Entonces, encontró algo, a 30 metros a su izquierda, una especie de altar, no era un altar propiamente dicho, eran cuatro piedras amontonadas, pero lo curioso era su posición, John se acercó a la estructura mientras pensaba, por suerte, esos indios andaban haciendo algún ritual de los suyos, ya se había asegurado de llegar en el momento apropiado, nadie le molestaría.

Cuando estuvo cerca de la estructura la palpó con las manos, buscando algo, finalmente encontró unas marcas en la piedra, runas demoniacas, hacía tiempo que no leía unas, pero no hacía falta, sabía que eso era un nexo de entrada, y si ahí estaba la entrada, entonces...Escarbó en la arena con calma durante un buen rato, alrededor de la estructura, hasta que finalmente encontró lo que buscaba, no era como se la esperaba, era algo muy simple y grotesco:

- Supongo que allí abajo no te han enseñado carpintería, capullo...- Susurró mientras recogía la máscara, sin embargo, al tocarla, algo extraño ocurrió, el día se oscureció de repente y de la estructura de piedra empezó a salir una luz anaranjada, algo tenue, pero fácil de distinguir en contraste con el cielo azul, Constantine ya sabía que venía después, así que cogió la máscara y la guardó entre su gabardina y se empezó a alejar del lugar cuándo el dueño de aquel objeto apareció por una grieta:

- Mi máscara....Tú....¿Quién me ha llamado? – De la grieta salió un ser totalmente amorfo, era humanoide y eso era lo único que servía para describirlo, era una figura negra, totalmente y sus ojos brillaban con un fulgor rojo, aunque, al parecer, no veía con ellos, pues se guiaba un poco a ciegas, tenía extremidades fuertes y una cola, el ser no tenía boca, pero hablaba con una voz potente: - Lleva muchos....Años perdida...Devuélvemela, mi máscara...- Mientras el ser se movía con dificultades, John se alejó hasta el poblado, el ser le seguiría, y con la confusión que este causaría, le permitiría a Constantine huir.

Tania fue la primera en notarlo, incluso dirigió su mirada del ritual y observó al horizonte. Una grieta dimensional se había abierto, un portal a otro mundo que, en teoría, no debería abrirse de una forma tan... simple. Frunció el ceño con incomprensión y dio varios pasos hasta situarse sobre un montículo cercano, y el jefe de la tribu se dio cuenta de que algo pasaba. Se acercó hasta ella y puso una mano encima de sus ojos para crear sombra y poder ver más lejos, hacia el desierto. Tania llevaba sombrero, así que se limitó a frotarse unos momentos la barbilla y usar sus poderes de control temporal para retroceder varios segundos su visión. Había... un demonio... libre. Algo había liberado a un ser infernal... La grieta y la esencia mágica del demonio impedía ver con normalidad las corrientes del tiempo. Y no sólo eso: el desierto estaba lleno de su esencia. Más de un siglo de influencia le había dado a Masauwu la capacidad de influir en el mundo terrenal de una forma más directa.

-Nuestra amiga blanca tiene un don maravilloso, sin duda-empezó a decir el chamán, que había dejado de lado el ritual de purificación y ahora observaba a Tania directamente-. No me extraña que haya venido a aprender de nosotros. Masauwu está enfadado.

El jefe de la tribu, que desdeñó con una mano las tonterías de su chamán, intentó tranquilizar con palabras a Tania, pero vio en ella la seriedad que mostró en su rostro y dejó que hablasen ellos dos solos. Aunque en realidad no hubo ningún diálogo, sólo se miraron los dos a los ojos y el chamán sonrió.

-Masauwu está enfadado-repitió, con una sonrisa macabra-. Tienes un regalo que me puede ser útil. ¿Me ayudarás, mujer blanca? A cambio te ayudaré a desarrollar tu don, te tomaré como mi pupila.

-Eso es un gran honor, Gran Chamán de los Hopi. Acepto encantada-contestó Tania, siguiéndole el juego.

-Entonces intérnate conmigo en el desierto, verás las maravillas que este mundo puede ofrecer... y las que pueden ofrecer los otros mundos.

Y entonces se encaminaron hacia el desierto. El chamán creía que el poder de Tania estaba latente y desentrenado, pues apenas había notado la magia que en ella se emanaba. Esto era debido a que el campo mágico de Tania se parecía al de un agujero negro que tragaba la "luz" que los demás magos usaban para "ver" las energías mágicas. Por lo tanto, el pequeño trozo de energía que había usado y liberado al ambiente para usar su poder de visión temporal era todo lo que el chamán había podido percibir. Tania decidió actuar como si fuese normal y no quisiese ocultarlo, porque en aquella tribu perdida de la mano de Dios nadie conocería a Mirror ni al Doctor Destino. Estaría a salvo, por ahora.

Por supuesto, encontraron a Jhon Constantine a medio camino, en medio del desierto. El poblado se podía ver en la distancia, pero el chamán tenía todo lo que necesitaba en sus manos. Saludó al hombre rubio con su mano y después le señaló directamente a su espalda. No se veía nada aún, pero pronto el demonio llegaría y estaría muy, muy enfadado. Tania observó con tranquilidad los acontecimientos, pero acabó por apartar la vista al suelo. Se agachó y cogió un pequeño puñado de arena. La olió y acabó por mirar al chamán.

-Así es, mujer blanca. Todo el desierto es territorio del Gran Espíritu Masauwu-dijo el indio, sin perder su vista de Constantine-. Y éste hombre ha molestado al espíritu. ¿Qué has hecho, estúpido hombre? ¿Crees que podrás ofender a Masauwu e irte de su territorio sin más?

Tania se sacudió la arena de las manos y esbozó una ligera sonrisa. El poder del demonio era menor al suyo propio, incluso si había extendido su presencia al plano físico. La única razón que se le ocurría por la cual Masauwu se hubise enfadado tanto era que su máscara había sido comprometida de alguna forma. Miró a Constantine con una mezcla de curiosidad y certeza.

-¿Dónde está la máscara?

El chamán comprendió al instante y su rostro se enrojeció por la ira. ¡El hombre blanco había hecho algo a la máscara! Se agachó y cogió un puñado de arena, como si eso fuese a provocar algún efecto a sus palabras.

-Éste es el territorio sagrado de Masauwu. Por favor, te imploro que devuelvas la máscara a su legítimo lugar. Masauwu nos matará a todos para recuperarla y nos comerá nuestras caras. ¡Manitú no nos aceptará en el Otro Mundo!

Decepcionante. Tania se esperaba algún tipo de magia proveniente del chamán, no los lloriqueos de un indio superticioso. Torció el gesto y caminó hasta Constantine, manteniéndose a dos metros a su lado, y lo pasó de largo, mirando a la lejanía, a su espalda. Obviamente la rotura dimensional estabaen esa dirección y, lo que era peor, seguía abierta. ¿Seguiría abierta para siempre? ¿Se convertiría este desierto en la cabeza de playa para una invasión demoníaca? Eso era... molesto.

-La puerta sigue abierta...-comenzó- Masauwu ha sido el primero. Si no se cierra, pronto el infierno entero empezará a salir por ella. Interesante.

Todo iba bien, es decir, excluyendo al demonio carbonizado, medio ciego y estúpido que le perseguía, pero claro, esos indios se enteran de todo lo que ocurre en sus tierras, y que demonios, tierras literalmente porque en aquel dichoso lugar, no había nada más, cuando había conseguido alejarse un poco y despistar al demonio, un viejo estúpido que decía sandeces y una mujer, curiosa mujer, por cierto, se cruzaron en su camino. El anciano decía que había molestado a su espíritu sagrado y tonterías varias, como siempre, esos tontos con tocado y hacha no sabían ni a que adoraban, el inglés se lo tomó con calma y sacó la máscara de la gabardina, al fin y al cabo, estaba rodeado y no quería montar mas follón, también saco un cigarro y lo encendió con su mechero, con calma, inhaló el humo con suavidad y lo exhaló, entonces despegó sus labios y dijo:

- Esto no es una deidad, no es Dios protector, amigo...Lo que viene hacia aquí es un demonio, y por su estado, probablemente os coma a todos para intentar recuperar su vista y verse las pelotas...- Retiró el cigarro de sus labios con la mano libre y echó una mirada a la mujer, no encajaba con el lugar, era como ver a un maldito tigre en un zoo de Manhattan, es agradable y bello, pero no es lo que debería verse, así pues, esta mujer solo podía haber llegado a aquel estercolero por un motivo, mucha gente andaría detrás de un objeto así, aunque muchos no comprenden lo peligroso que puede llegar a ser...Jugar con magia demoníaca puede ser peligroso...John sonrió, precisamente él, juzgando el jugar con magia, solo faltaba que empezase a nevar en el jodido desierto...Dio un par de pasos hacia el chamán y dijo:

- Yo de ti, alertaría en tu pueblo para que la gente se refugie tío, esto puede ponerse peliagudo. – Pero el chamán parecía no quería atender a razones, así que John levantó los hombros en signo de despreocupación, le importaba un carajo toda esa gente, si morían por culpa de un viejo que no quería hacerle caso, allá ellos con sus problemas, John tenía los suyos, casi estaba a punto de quedarse sin tabaco.

Fue en ese momento cuando algo golpeó a John por la espalda, algo fuerte y apestoso, el demonio...John salió volando un par de metros y rodó por la arena, la máscara, cayó de las manos del mago y fue a parar a unos centímetros del chamán, que observaba atónito la máscara y como el inglés había salido disparado, claro, un viejo estúpido que arrojaba arena no era capaz de ver a un demonio, así pues, no podía ver la figura enorme y oscura que se retorcía impaciente, golpeando al suelo con sus pies mientras chillaba:

- Maldito mago!!!!! Devuélveme lo que es mío!!! –Tras esas palabras, el demonio abrió su boca y exhaló una llama por esta, John apenas tuvo tiempo de conjurar un escudo mágico que le cubrió del ataque, por suerte, el demonio, era débil, en toda esa confusión, el inglés perdió de vista al chamán, a la mujer y la máscara, no tenía ni idea de que pasaba, todavía estaba algo atontado por el golpe, se le había caído el cigarro en su vuelo sin escala hasta el suelo, y lo que era peor, cómo si no hiciese ya suficiente calor, las llamas que ese memo le disparaba, no ayudaban a mejorar la situación.

Decepcionante. Esa era su conclusión acerca del chamán. Quería ver magia de verdad, pero todo aquel potencial de ese indio no se había explotado aún, por lo que todo el poder que había notado en él era aboslutamente inútil. ¡Ni siquiera tenía la visión correcta! No veía al demonio, el cual fue directamente a por Constantine y por tanto pasó de largo de la pelirroja. Oh bueno, pero la máscara estaba allí para cogerla, lástima que el imbécil del chamán ya se estaba agachando. Pues eso no lo iba a permitir, seguro que se le ocurría hacer algo con ella que sí funcionase. Extendió una mano hacia la máscara y sus ojos despidieron un ligero y mortecino resplandor amarillo, muy tenue y casi invisible en la luz del desierto, la luz de una estrella muerta hace incontables eras. El espacio se curvó y para cuando el nativo americano se enteró de lo que pasaba Tania ya había teleportado el objeto a su mano.

-¡Perra mentirosa! ¡Mujer blanca con lengua de serpiente! ¡Masauwu te castigará como al hombre blanco!

-Ah es verdad, el tío ese-dijo en tono conversacional acordándose de Constantine.

Sonrió ligeramente y apuntó con su dedo de la mano libre al chamán, que dio un paso atrás con miedo. Después dirigió el dedo lentamene al demonio y sus llamas de repente cambiaron de dirección. De hecho, despidieron una bella curva en el aire y acabaron por meterse por las cuencas vacías del demonio, que chilló todo lo que pudo, sintiendo el fuego del infierno quemar sus ojos una vez más. Mientras el demonio se retorcía de dolor, Tania se limitó a mirar la máscara y admirar su simpleza. El poder arcano que acumulaba era de nivel más bien regular, por no decir bajo, pero tenía que admitir que alguien había hecho un muy buen trabajo con aquella basura primitiva. Alguno de los ancestros del chamán había sido un verdadero mago, sin duda alguna. Oh bueno, estaba empezando a pensar que la máscara estaba tan corrupta que no podría ni robarle su esencia mágica sin correr riesgos estúpidos.

-Oye, si vas a hacer algo con tus hechizos date prisa, porque creo que va a venir uno mucho peor del portal ese-le comunicó al hombre, haciendo un gesto con el pulgar que señalaba la dirección del portal. Notaba que los demonios se arremolinaban ya en la grieta dimensional, y pronto la cosa iba a ponerse seria.