Servicios financieros... O no. (John Constantine) [DC, Pre-Omega]

Era una mañana como otra cualquiera para Alatariel, se había levantado, había ido a trabajar y antes de su almuerzo de media mañana ya había firmado un pelotazo en bolsa que le reportaba una más que jugosa comisión. Estaba claro que el dinero no era lo más importante, pero hacia tu vida mucho más sencilla, y aquel tipo le caía bien, para ser humano. Había heredado de su abuelo, un tiburón de Wall Street ya difunto que aparentemente había jodido a sus hijos hasta el hartazgo, una más que generosa cartera de inversiones, Charles, así se llamaba su cliente, nunca había vivido con grandes lujos hasta el momento, y no tenía intenciones de convertirse en un ricachón desalmado, invertía sabiamente y era generoso con lo que tenía con su familia y el barrio en el que se había criado. Algo loable que muchos de los acaudalados inversores de Nueva York se olvidaban de hacer en cuanto abandonaban Brooklyn; así que ella se encargaba de que sus cuentas siguieran saneadas y sus proyectos recibieran el dinero necesario para seguir en marcha y a cambio recibía una generosa paga y la satisfacción de haber encontrado una rareza en la raza humana.

Un día normal, sin sobresaltos, podría irse pronto a casa, pasear con Ariel y Uriel y quizás relajarse en aquella terraza frente a Central Park con una copa de vino entre sus manos. De pronto recordó que pronto debían llegarle aquellas cajas de vino que había pedido, un vino especial, no uno cualquiera, el mejor para su receta de vino especiado. Tal y como lo hacían los fenicios, una receta conseguida en el mismísimo palacio de Cartago, y que nada tenía que ver con esa basura que hacían los romanos que solo valía para curar resfriados. Seguramente el conserje del edificio lo subiría a su casa, siempre había tenido bastante confianza con él, quizás por el hecho de que fuera un nephilim; ambos sabían lo que eran eso creaba una confianza y complicidad a tener en cuenta.

En cualquier caso, el arcángel no esperaba más visitas en su despacho, y había informado a su secretaria que no quería que la molestaran, pondría música y simplemente seguiría con su trabajo hasta que le entrara hambre o se aburriera, lo que sucediera antes...

Las cosas en la ciudad habían estado movidas últimamente, cosas de tipos con máscaras y capas, lo de siempre, John Constantine no se había mezclado con ellos, había estado ocupado en sus propios asuntos, plantándole cara a la llama fría, ahora usaban el cuerpo de humanos para transmutar demonios al mundo humano, tema peliagudo que casi le costó la vida al inglés, ahora que conocía que clase de poder manejaba la secta de sus colegas, los magos psicóticos, necesitaba saber exactamente, como defenderse de ellos, y, si podía, como asestarles un golpe definitivo, y solo había una mujer que pudiese ayudarle, bueno, mujer, cosa, como sea, un ser vivo que pudiese ayudarle.

Así que aquel día, John se enfundó con su gabardina con una sonrisa en el rostro, se ajustó su corbata y con un cigarrillo en los labios salió a pasear, dirigiéndose a un lugar que le desagradaba y le atraía a la vez, esos seres le daban cierto pudor, es decir, servían ciegamente a su señor sin discutir ¿Qué clase de idiota hacía eso?

John caminó un buen rato hasta llegar a un edificio, el lugar donde residía Alatariel, el arcángel, que decir, su relación era complicada, no se llevaban especialmente bien, pero se necesitaban, y puede que ahora mismo, más que nunca, mientras encendía su segundo cigarro se dirigió al ascensor, al tiempo que este se abría y de ahí salía el conserje del edificio, este le echó una mirada de desprecio a John, no le caía demasiado bien el inglés:

- No está, si quieres verla, ve a su oficina. – Dijo tajantemente mientras desaparecía por la entrada principal del edificio, John levantó los hombros en signo de resignación y exhaló una pequeña cantidad de humo junto con un suspiro profundo:

- Que le vamos a hacer...- Salió del edificio y continuó caminando mientras se perdía en sus pensamientos, hasta que finalmente llegó a la oficina donde ella trabajaba, entró sin ningún reparo, encendiendo el tercer cigarro del día con calma y cuando llegó a la oficina, picó en la puerta un par de veces.

No hubo respuesta, pero le dio bastante igual, entró en el cuarto y sonrió con cierto tono de burla al ver a la mujer:

- Vaya, cuánto tiempo, aunque demasiado poco, veo que no te va mal por la Tierra, bonito despacho...- Dijo mientras cerraba la puerta y tocando el pomo susurraba unas palabras, no quería que nadie entrase en la sala ni oyese lo que se hablaba en el cuarto: -...Tenemos que hablar. – Dijo John de forma tajante, sentándose en una silla, frente al escritorio del arcángel.

Alatariel supo que no tendría una tarde tranquila en cuanto vio aparecer a Constantine en su despacho, aquel tio era peor que un grano en el culo; siempre pidiendo favores, pidiendo información. Joder, parecía que le había hecho la boca un fraile... Y eso que había dicho expresamente que no la molestaran... Esto le pasaba por confiar en humanos, ni siquiera eran capaces de hacer con efectividad un trabajo que habían diseñado para ellos mismos; por eso, antes de que su no-invitado se sentara en la silla ella había descolgado el teléfono de su despacho.

- Sophie, recoge tus cosas, estás despedida.

Nunca había tratado mal a su secretaria, había sido bastante considerada, pero cuando pedía una cosa razonable, esperaba que se cumpliera con ella. Si su secretaria no era capaz de evitar que un zarrapastroso como John Constantine no atravesara las puertas de su despacho, mejor que se buscara otro trabajo...

Y después de apuntar en su agenda que tendría que buscar otra secretaria, centró toda su atención en el humano sentado frente a ella, misma gabardina, mismo gesto, mismo tabaco... Con delicadeza y sin pronunciar una palabra se levantó de su silla para alargar la mano sobre su mesa hasta el cigarrillo de John que apagó entre sus dedos antes de tirar a la papelera y limpiarse la mano con una toallita húmeda que sacó de un cajón.

- Estamos en un piso 43 John, enciende otro cigarrillo y saldrás por la ventana. Y sea lo que sea que vengas a pedirme... NO.

Ese muchacho no se cansaba  nunca de pedir, como si a ella le importara una mierda lo que le pasara a él, o a la humanidad. No era una hermanita de la caridad que hubiera llegado al mundo para librarlo de las multiples cagadas de los seres humanos y hacer milagros uno detras de otro; por varios motivos. El principal, ella estaba exiliada, no de vacaciones ni de misionera, eso se lo dejaba a los aduladores amaestrados que los humanos llamaban sacerdotes, y segundo... los ángeles no hacían milagros. Tenían poderes increíbles, por supuesto, nadie podia despreciar el poder que la magia celestial tenía. La pluma es más poderosa que la espada, y la palabra acertada bien escrita en el lenguaje de los ángeles, podía hacer más daño que una poderosa estocada, pero eso no contaba como milagros.

- Ya puedes irte, y cierra la puerta cuando salgas.

Le dedicó una gran sonrisa de esas cargadas de malicia, mala leche y cinismo. La sonrisa que un tiburón dedica a una sardina antes de zampársela. Por ella, el mundo podía estar acabándose en ese preciso momento, que no movería ni un sólo dedo. La humanidad se encaminaba a la extinción, por fin, y ella no pensaba hacer nada para evitarlo, se merecían extinguirse...

El arcángel no parecía demasiado abierto al dialogo, de forma tajante le dijo a John que se marchara de allí, no sin antes quitarle el cigarrillo de la boca, advirtiéndole de que si encendía alguno ahí dentro, saldría despedido por la ventana, el inglés suspiró y dijo:

-Que susceptibles sois algunos de los de allí arriba, no se puede venir a hablar con vosotros…- Dijo con chulería, sin levantarse de la silla, reclinando la espalda en la misma y poniendo las manos en la cabeza, indicando con esa posición corporal que no tenía pensado marcharse a no ser que le sacaran a rastras del despacho, cosa que, debido al mal genio de la mujer, era posible que ocurriese.

Suspiró ante la invitación a marcharse, su rostro se tornó serio, se puso en pie y dio un par de vueltas por el despacho, mirando por la ventana:

-Bonitas vistas, supongo que estar en un sitio alto, te hace sentirte más cerca de casa ¿No? Últimamente, tu nombre suena con fuerza por ahí arriba, o eso se rumorea, ya sabes, yo me acabo enterando de todo y hasta en el Cielo están dispuestos a hablar si sabes que ofrecer…Se rumorea que algo gordo se está montando, quién sabe, igual te hacen una llamada…- Se giró y miró al arcángel a los ojos, a pesar de su tono de chulería, John estaba algo acojonado, al fin y al cabo, si a esa mujer se le cruzaban los cables, podía acabar con él en un santiamén, nunca mejor dicho, tosió un poco y continuó:

-…El otro día me atacó un demonio transmutado, era de clase inferior, obviamente, pero la cuestión es que hay un grupo de psicópatas que están utilizando magia muy peligrosa, tú sabes perfectamente que tus vecinos de abajo acabarán aprovechándose de esa ruta de entrada que les están proporcionando y al final, acabará entrando algo mucho peor en la Tierra, y eso, es asunto tuyo, mío y de todos, quien sabe, igual si te portas bien y me dices lo que necesito, papi te perdone. -

Mientras hablaba, John se fue acercando al escritorio, había papeles y papeles, cosas poco interesantes, se apoyó en este y rebuscó rápidamente con la mirada, encontró lo que buscaba, un pelo rubio y largo, con disimulo lo cogió y se lo guardó en el abrigo mientras decía:

- Quiero que me digas como exorcitarlos, un rito normal parece que no funciona y no me dejaron más remedio que matar al huésped, ya llevo mucha sangre en mi cuenta, no quiero que mueran más inocentes por mi culpa, Alatariel, se que eres bondadosa en el fondo, y si me ayudas, estarás más cerca del perdón, ya sabes, tú me rascas la espalda y yo a ti. – Finalmente cruzó sus brazos y miró fijamente a la mujer a los ojos, con aquella mirada que John sabía que era irresistible para la gente, luego miró el reloj y terminó diciendo: - Deberías darte prisa, no tardará…-

Alatariel escuchó el discurso del mago sin abrir la boca, le molestaba su chulería. Que un insignificante humano se comportara así ante ella era inaceptable, pero debía reconocer que John Constantine tenia los huevos cuadrados, aunque eso no solía ser un sinónimo de salir con vida. Pero le dejó hablar, tenía que reconocer que estaba bien informado, ponía la oreja y sabía donde ponerla, tenía que reconocerle al menos eso, pero que supiera donde acercarse a escuchar, no significaba que fuera el primero en enterarse. Para bien o para mal, Alatariel seguía siendo un arcángel, y no había sido desconectada de los canales habituales de comunicación, a los que vulgarmente muchos magos conocían como "Radio Angel". Los seres celestiales usaban una manera muy curiosa para comunicarse, una especie de telepatía, la única pega es que no era "exclusiva" lo que un ángel dijera de esa manera, lo escuchaban todos o casi todos. Rezar es una buena forma de comunicación de circulares, pero no si lo que querías era contar un secreto, pero no era algo demasiado frecuente entre ángeles.

Terminó de hablar, como si a ella le importara algo de todo ese monologo que habia soltado. Sabía que arriba estaban dispuestos a negociar, siempre lo habian estado, menos Miguel, por supuesto, pero ella no quería negociar, no iba a arrastrarse y humillarse. Había luchado por lo que había creído y había perdido la guerra, punto. No había más que decir al respecto. No esperaba piedad ni iba a pedirla, asi que antes de que siguiera soltando chorradas por esa boca humana le agarre de la corbata y tiré hasta que su cara pegó contra el escritorio, y seguí tirando de ella para asegurarme que no movía la cabeza y su atención estaba centrada en mí.

- Deberías saber varias cosas Johhny, cuando tu te enteras de algo, yo ya lo se desde hace tiempo. Se lo que suena en el cielo y se a lo que estan dispuestos desde hace mucho tiempo. Si me llaman o no, no creo que sea cosa tuya, nadie te ha nombrado responsable de todos los asuntos celestiales. Y todavía no entiendo porque debería ser asunto mío que te haya atacado un demonio. Que van a hacer ¿Destruir la humanidad? quizás hasta les de la enhorabuena. No me vengas con esa carita de niño bueno... ¿Mucha sangre inocente en tu cuenta?

Alatariel pegó un tirón aún más fuerte de su corbata

- Tu no tienes ni puta idea de lo que es tener mucha sangre en tu cuenta. Me importa una mierda quien muera por tu culpa, los humanos me importais un bledo. Todos. No soy bondadosa y no pienso rascarte nada. Ahora desaparece si no quieres volar...

Lo que me faltaba, ayudar a un humano con sus problemas de demonios, no tenía otra cosa mejor que hacer. Lo que hubiera entre los humanos y mi hermano no era algo que me interesara, por mi se podían ir todos al cuerno.

Tal y como pensaba, el arcángel no se tomó del todo bien sus comentarios, de forma violenta empotró la espalda de Constantine contra el escritorio cogiéndole de la corbata mientras le decía cosas sobre ‘’me la suda todo, soy una rebelde’', el inglés sonrió y miró a Alatariel a los ojos, luego al reloj que colgaba en la pared, luego de nuevo a Alatariel:

- No eres muy lista para ser un ángel...Los magos sabemos invocar demonios, traerlos aquí, pero solo de forma momentánea, si no tienen un cuerpo humano que poseer, desaparecen, en este caso nena, es algo distinto...- Se zafó con elegancia de las manos que le oprimían la corbata y se la ajustó mientras de nuevo caminaba por el cuarto: -...Ahora están transmutando, es decir, toman su forma infernal en la Tierra, no hay nadie que posea una magia tan potente, no al menos nadie humano, no sé si sabes por dónde quiero lanzar la piedra amiga ¿Cómo ha llegado información así a los humanos? Solo se me ocurre una forma de que un humano pueda transmutar a un demonio, y es con la ayuda, voluntaria o no, de alguien que posea un poder superior, oído que las cosas están revueltas allí arriba, quién sabe, tal vez se han cansado de jugar con las normas de papi y han decidido divertirse un poco....- Se sacó un cigarro del bolsillo y se lo llevó a la boca mientras volvía a mirar el reloj, sonrió mientras negaba con la cabeza y sacaba un mechero de su bolsillo, acercándolo encendido al cigarro:

- Ya no importa que fume o no, el edificio va a airearse bastante en unos segundos...- El arcángel le miró con cara de curiosidad y enfado, parecía que no le gustaba repetirse e iba a decir algo cuando de pronto, de unos cuantos metros fuera del despacho, llegó un ensordecedor ruido, un chillido fue el primero, luego una explosión y por último un grito, un grito de una voz grave y desgarradora que apenas se entendía, como cuando un animal ‘’intenta hablar’’, solo que este animal se le oía bastante violento:

-CONSTANTINE! SAL DE DONDE TE ESCONDAS! – Chilló la voz con fuerza mientras John exhalaba humo de su cigarro por la boca y sacaba un frasco de agua de su bolsillo, lo observaba y luego lo volvía a guardar: - No parece muy contento, me ha estado siguiendo todo el día en forma humana, estaba programado para transmutarse a esta hora, han perdido mi rastro cuándo he entrado en el edificio, pero no tardará en llegar a este cuarto, tal vez deberíamos hacer algo, dudo que te hiciese gracia que nuestro amigo derrumbe el edificio. – Dijo de forma tajante, tras eso le dio otra calada al cigarro y miró fijamente al arcángel esperando una respuesta, mientras al otro lado de la puerta, aquel ser destrozaba todo a su paso y la gente huía despavorida, incrédulos ante lo que sus ojos veían.

Spoiler:

Ignoró los insultos del humano de su despacho, él si que había demostrado muy poca inteligencia llevando a un demonio hasta la puerta de su despacho. Había dicho que era poco lista para ser un ángel, pero ¿Que podría saber él? Como si le aparecía uno de los sargentos de Lucifer bailando la lambada en su cara, tendría los mismos problemas para matarle que si le avisaban que venía. Pero lo que si que la ponía de mal humor era que no la hicieran caso cuando avisaba de algo. Le quitó el cigarrillo de nuevo, que apagó entre sus dedos antes de soltarle un puñetazo directo a su cara. No iba a tirarle por la ventana, al parecer no estaba muy bien eso de matar humanos, aunque aquel se lo estaba ganando a pulso. Y en el tiempo que le quedaba hasta que el demonio apareciera frente a las puertas de su despacho, se quitó la chaqueta, cogió su abrecartas y se alisó los puños de la camisa antes de deshacer la cerradura de John y abrir las puertas. Siempre le habían dicho que había que recibir educadamente a las visitas.

No muy lejos, a unos pocos metros de distancia, un enorme demonio de pinta horrible y olor asqueroso se dirigía a ella a toda prisa, no era un soldado, no, un rango un poco más elevado... ¡Soldado de primera o cabo como mínimo! Que derroche de medios, de personal... Estaba impresionada... No, en realidad no, la verdad es que si el humano que todavía seguía en su despacho estaba preocupado había esperado algo más.... Serio. Pero claro, un demonio transmutado para un humano siempre era algo serio. Que flojos eran, joder...

- ¿Sabes? No es muy educado entrar de esa manera en una oficina. Pero supongo que papá Lucifer no te ha enseñado modales. Demasiado tiempo en el infierno... ¡Pero que descortesía! Permíteme que me presente... Soy Alatariel, y de todos los despachos en los que podías haber acabado... Estás en el único equivocado...

No se lo pensó dos veces, podía matarle, pero era un demonio transmutado y eso sólo dejaría un apestoso cadáver en su oficina que luego sería muy difícil justificar. O no... Porque con la cantidad de tarados que había haciendo experimentos quizás colara por uno de ellos. Pero John Constantine quería saber como deshacerse de un demonio transmutado, y se sentía generosa...

Clavó la punta del abrecartas en la frente de aquel asqueroso engendro.... ¿Cuando su hermano había adquirido tan mal gusto para sus secuaces? Estaba claro que aunque era el Rey del Infierno, los odiaba a todos... Su potencial creador no era equiparable al de Dios, y lo único que le salía eran aquellos cagarros feos a rabiar. Con rapidez y soltura dibujó un complejo y a la vez sencillo diseño en su frente, que ahora chorreaba icor demoníaco, y mientras el soldado la agarraba de las solapas de su camisa para apartarla, seguramente con intenciones de troncharla por el camino, colocó su mano sobre la runa. Mientras pronunciaba una palabra, una sola palabra en un idioma desconocido por los humanos, demasiado complejo para ellos, demasiado poderoso. Había visto lo que su idioma podía hacer en algunos de ellos, había visto tímpanos reventados, cerebros hechos pulpa... Ninguno era capaz de entenderlo, pocos eran capaces de escucharlo y sobrevivir.

Tras un fogonazo de luz blanca acompañado de lo que parecía una tormenta eléctrica, el demonio había desaparecido, y Alatariel cayó de bruces al suelo. No debía dejar que la agarraran así, era irrespetuoso, se hacía daño y su camisa apestaba a zarpas de demonio. Cerrando las puertas de su despacho, se volvió hacia Constantine de nuevo.

- Como te iba diciendo, no me gusta que fumes en mi despacho. Y la próxima vez que traigas un demonio a mi oficina, dejaré que te coma las entrañas. Y vas a pagar la tintorería de mi camisa, apesta a mierda por tu culpa.

Cuándo John recibió el puñetazo del arcángel en plena cara, cayó al suelo de espaldas con la nariz sangrando, se llevó las manos a esta mientras rodaba por el suelo, dolía, era como si un culturista le hubiese pegado un tortazo, se había olvidado que a pesar de su aspecto, aquella tipa tenía una fuerza comparable a la de los memos con capas, por suerte no le había roto la nariz, así que el flujo de sangre dejó de fluir al poco tiempo, en ese tiempo que John estaba en el suelo, Alatariel ya se había lanzado sobre el demonio, Constantine fijo la mirada, muy atento, en silencio, observando fijamente como el arcángel realizaba aquel grabado en el cuerpo del demonio, y cuándo empezó a pronunciar aquellas palabras, el inglés tuvo el tiempo justo para cerrar los ojos, por poco, aquel destello de luz, vete a saber lo que podría haberle hecho, los humanos como él no estaban listos para el idioma de los ángeles:

-Me la ha jugado….- John sabía que el idioma de los ángeles era muy poderoso, pero usarlo tenía un precio muy alto para los humanos, y para un humano cómo él, que no caía demasiado bien por ahí arriba, a saber cómo le afectaría, mientras Alatariel se le acercaba, John se puso en pie y se limpió la sangre con la mano diestra, le dedicó una sonrisa al arcángel y dijo:

- Claro cariño ¿Quieres también un masaje en los pies? Nadie te ha obligado a matar a ese demonio, podrías haber dejado que me matara, como bien has dicho….- Susurró John dirigiéndose hacia ella, rebuscó en los bolsillos de su pantalón y sacó una especie de moneda plateada, tenía unos grabados en los bordes y parecía muy antigua: - Toma, úsala, es una forma de contacto directo entre tú y yo, supongo que sabes su funcionamiento, así que guárdala…- Se la lanzó hacía la altura del pecho para que la recogiera y cuándo se cruzaron susurró: - Se rumorea que por ahí arriba, no están tan felices como quieren aparentar, que la casa de la pradera se ha derrumbado…Ten cuidado, puede que intenten convencerte para unirte a ellos…- Tras eso, John siguió hasta la puerta mientras se colocaba un cigarro en los labios sin encenderlo, volteó la cara para mirar a la mujer mientras colocaba la mano en el pomo y finalizó: - Esto es más grande que un simple hechicero jugando con brujería prohibida…- Tras eso, simplemente abrió la puerta del despacho y se marchó mientras encendía el cigarrillo.

Cogió la moneda al vuelo... ¿Para que coño quería ella comunicarse con Constantine? Ella no se metía en asuntos de magos psicópatas y a él parecía que le encantaba ese rollo. Y si necesitaba alguna vez ayuda de alguien estaba claro que no era la suya. ¿Para que iba a necesitar ella la ayuda de un mago que ni siquiera era capaz de acabar con un demonio menor por muy transmutado que estuviera?

Guardó la moneda en su escritorio mientras pensaba, él no era el único que había notado que no todos estaban demasiado felices por allí arriba, no le había querido dar mucha importancia, desde que la exiliaron nunca se había preocupado demasiado por el futuro del cielo, pero era cierto que eran señales a tener en cuenta. La última vez que pasó algo así, hubo una guerra cuyas consecuencias todavía siguen resonando...

Pero no podía hacer nada, y tampoco quería, así que salió de su despacho después del mago, y se dirigió a su casa, lo mejor que podía hacer era esperar...