1. Yo.
Llevaba dos días buscando sin éxito. Félix, siempre tan amable y educado, había desaparecido. Y temía que pudiera haberle pasado algo. Al principio estuvieron friéndome a llamadas desde el trabajo, pero dejaron de hacerlo cuando por fin les cogí el teléfono. Dicen que soy una borde, pero al fin y al cabo yo soy la jefa, así que si tienen que solucionar algo que lo hagan ellos. Para eso les pago. Yo tenía que buscarle a él.
Mientras sobrevolaba por décima vez los alrededores, recordaba la última vez que le vi. Disfrutamos de esa película de Julia Roberts y Hugh Grant, no me acuerdo como se llamaba, tumbados en el sillón y cenando comida china. Él es ese amigo que siempre está ahí cuando le necesito. Nunca, jamás me falla. Y yo le estaba fallando, y eso me ponía de muy mal humor.
2. Ellos.
Por primera vez en su vida, Mike tenía suerte. Era un ladrón competente, pero no había conseguido destacar hasta descubrir su mutación. Comenzó con un cosquilleo, pero se fue afinando hasta manifestarse claramente: un día se dio cuenta de que podía localizar cosas caras a su alrededor. Sin más. De un vistazo, sabía si un paseante llevaba un par de dólares en el bolsillo, o escondía un collar de diamantes. Si una casa estaba vacía o llena de dinero escondido.
Y claro, empezó a robar donde debía y a hacerse rico. La gente hablaba de él, y un grupo de antiguos miembros de una mara latina se le unieron buscando más botín. Finalmente, consiguió el dinero suficiente como para contratar a Otomo, un ninja, como guardaespaldas. Alguien le dijo que, una vez comprabas la lealtad de esa gente, podías dejar de preocuparte. Si Mike estaba gordo, el asiático era delgado como una vara. Si Mike era viejo, su ninja tenía una joventud ágil y afilada. Si Mike era feo, barbudo y colorado, Otomo tenía esa belleza oriental de rasgos marcados, fuertes, debajo de la capucha de su disfraz.
3. Yo.
Mientras volaba repetía insultos y maldiciones para mí misma. Ni siquiera con mi vista de rayos X conseguía localizar a Félix, y estaba empezando a pensar que se lo habían llevado. ¡¿Por qué no conseguía encontrarlo?!. ¡La desaparición había tenido lugar en esta zona de la ciudad!.
Estaba empezando a echar chispas por los ojos de lo enfadada que estaba. Literalmente. Además veía doble de tanto enfocar mi súper-visión. Realmente cabreada, aterricé en una azotea abandonada y cubierta de polvo. "¡Mierda!", dije dándole una patada a una chimenea metálica y ennegrecida. Sonó como un gong, y perdí de vista el chisme aplastado y deformado cuando llegó a la estratosfera, llevándose algunos de los ladrillos que lo rodeaban. Alcé la ceja observando la vivienda abandonada que asomaba a través del agujero que había dejado en el techo. "Joder, tengo que tener más cuidado...", suspiré.
Y en ese momento, mi súper-oído detectó un atraco no muy lejos de allí. La voz de un par de adolescentes asustados se mezclaba con la de varios asaltantes, en un callejón cercano. No parecía que tuviera nada que ver con Félix, pero me estaban dando unas ganas locas de atizar a alguien, así que volé hacia allí a toda velocidad.
4. Ellos.
Mike había detectado un portátil último modelo, recién comprado y empaquetado en su caja, dentro de la mochila de un chaval que volvía a su casa. El cosquilleo en su cabeza le decía que con lo que valía podía pagar el sueldo mensual de Otomo como guardaespaldas, así que él y sus bandidos siguieron discretamente a la pareja de adolescentes que lo llevaban. El ninja no se veía por ninguna parte, pero él sabía que estaba por ahí, vigilante como siempre.
La pareja de amigos se metieron en un callejón, y esa era la oportunidad que Mike estaba esperando. Agarrándose la prominente barriga, corrió detrás de sus sicarios hasta alcanzar a los chavales. "¡Eh, vosotros!", les gritó intentando tomar aliento, mientras sus bandidos los rodeaban. "Dadme esa mochila ya, y no os pasará nada". Los chavales empezaron a rogar, como siempre. Que si trabajaban esclavizados en un Mc Donalds, que si habían ahorrado tres años para comprar el ordenador, que si tal que si cual. Con un gesto, Mike lanzó a sus matones contra ellos. Le encantaba tener ese tipo de poder.
Y entonces sucedió. Cuando los seis pandilleros se preparaban para darles una paliza a sus víctimas, un huracán blanco y azul descendió del cielo y aterrizó con fuerza agrietando el pavimento del callejón. Cuando el polvo empezó a aposentarse, Mike pudo ver a esa heroína, Power girl, con los brazos cruzados bajo aquel ridículo pecho, tan alta como él y con un montón de músculos asomando por todas partes.
5. Yo.
O sea, qué horror. Vale que cada cual tiene la estética que le da la gana. Muchas heroínas me llaman a mí cosas que riman con "fruta" por mi uniforme, sé que no soy quién para hablar. Pero es que detesto esas gorras del revés. Y los abrigos llenos de plumas, de colores chillones. ¡Es agosto, por el amor de dios!. ¿Y cómo demonios corren con esos pantalones?. ¡Si tienen las perneras a la altura de la rodilla!.
En fin, da igual. Miré hacia atrás, y vi a dos chicos asustados. Miré hacia adelante, y vi a seis latin kings o algo así, dos de ellos con nudilleras de metal y otro con una navaja. Estaba claro lo que tenía que hacer, y tardé exactamente dos segundos y medio en hacerlo; puñetazo en el estómago, bofetón en la cara, mazazo en la parte de arriba de la cabeza, revés en toda la nariz, y choque de cráneos para ocuparme de los otros dos. ¿Resultado?, seis atracadores inconscientes y dos adolescentes a salvo mirándome el culo. Suspiré; ¿qué os dije de mi traje?. Miré al que parecía el jefe, un hombre sucio, gordo, grande y barbudo, que ahora parecía bastante nervioso.
6. Ellos.
Mike trazó un plan maestro. Mientras la heroína acababa con sus matones, él huiría hacia el refugio que había construído en las alcantarillas. Desgraciadamente, el tiempo que su mente tardó en trazar el plan fue el tiempo que Power girl tardó en acabar con ellos. La mujer empezó a caminar hacia él con lentitud, mirándole torvamente y acariciándose el puño. Parecía enfadada. Temblando, el mutante llevó a cabo su último plan; se arrodilló y empezó a suplicar: "Eh... eh... vamos... no es necesario pegarme... no me gusta la violencia...".
Una media sonrisa apareció en la cara de Power girl; "Pues qué lástima, porque yo he tenido un día muy duro y estoy deseando desahogarme. ¿No podrías mostrar un poco de resistencia?". Mike se entristeció; estaba claro que hoy volvería a la cárcel. O quizás no. De repente, dos estrellas de metal llenas de filos salieron desde una sombra y rebotaron en la cabeza de la musculosa heroína. "Au!", dijo ella echándosel a mano a la cabeza y dándose la vuelta.
El jefe sabía que era su oportunidad: su ninja estaba con él. Aunque claro, en otra ocasión había visto como aquellas estrellas se clavaban en la cabeza de un policía, y en la de la joven heroína rubia rebotaban como si fueran pelotas de goma. Retomando su plan original, el gordo mutante se dirigió a cuatro patas hacia la boca de alcantarilla más próxima.
7. Yo.
Pero cómo odio a los ninjas. De verdad. O sea, van de negro, se esconden en las sombras, y se creen que tiene mérito que no les vean. El mérito sería si fueran vestidos de blanco, como yo. En todo caso no le había visto hasta ahora; estaba sostenido por una especie de arnés entre dos paredes, a unos seis metros del suelo, y tras hacerme el chichón con sus armas saltó al suelo dando vueltas acrobáticas. "Pffff...", soplé. "Tú no sabes quién soy yo, ¿verdad?".
Estaba claro que no lo sabía. Sacó dos cuchillos raros en forma de tridente, y empezó a pegar chillidos saltando a mi alrededor e intentando clavármelos. ¿Habéis tenido alguna vez a uno de esos imbéciles que intentan haceros cosquillas con un dedo?. Pues para mí, esto es igual. No me va a matar, pero es molesto que te cagas.
Me quedé quieta como una estatua, canalizando mi ira, mientras mi enemigo me metía el cuchillo en el cuello, saltaba detrás de mí, lanzaba varios ataques en mi espalda, volvía a saltar, me lanzaba una bomba de pimienta en la cara y me pringaba toda de un polvo verde y maloliente. La madre que...
De la nube verde salió mi puño enguantado en azul, y noté cómo crugía el esternon de mi atacante antes de que volara media docena de metros hasta un contenedor cercano. Le hubiera pegado en la cara, pero lo cierto es que debajo de aquella capucha era un chico bastante atractivo, y no quería estropear aquel perfil. Ya sabéis, tengo visión de rayos X. Después, me di cuenta de que el jefe había huído. Afortunadamente olía muy mal, y pude seguirle a través de mi súper-olfato hasta las alcantarillas.
8. Ellos.
Mike llegó a su base secreta; un antiguo refugio nuclear construído por un ricachón paranoico durante la guerra fría. Su dueño había muerto de viejo hacía muchos años, y el lugar contenía muchas cosas valiosas, así que al mutante no le había costado encontrarlo con su súper-poder. Resollando, se metió dentro y cerró la puerta, que estaba camuflada como parte del túnel de la alcantarilla. La cámara estaba llena con todo lo que el criminal había estado robando las últimas semanas.
Derrumbándose sobre una silla antigua de estilo rococó, jadeó y jadeó mirando hacia la puerta. Estaba a salvo. O mejor dicho no, porque la puerta estalló hacia adentro mientras Power girl entraba como si nada. "Mira tú por dónde", le dijo, "Que te he escuchado a través de la puerta. Cosas de mi super-oído", sonrió. Mike estaba perdido. O mejor dicho no.
De repente, la heroína fijó la vista en un gato persa, bastante valioso según sus poderes, que el jefe criminal había encontrado perdido en la calle. "¡Felix!", gritó la joven, perdiendo de repente el interés en él. Con sus manos, destrozó la jaula en la que estaba encerrado y lo abrazó tiernamente. "Oh, Félix... pensé que ya no te encontraría...", dijo sollozando emocionada.
Mike salió por piernas de allí dejando a la heroína llorando como una magdalena, y consiguió huir perdiéndose por los túneles, felicitándose a sí mismo por su inmensa suerte. No sabía muy bien lo que había pasado, pero aunque hubiera perdido todo su botín había conservado la libertad. Y sus dientes. Aquello había sido el último aviso, y lo sabía. Decidió dejar el crimen, buscó un trabajo como tasador de antiguedades, y gracias a su poder se convirtió en el mejor en su área. Adelgazó, se afeitó la barba y consiguió una estupenda novia de origen afroamericano. Olvidó sus fantasías de poder, y recientemente ha celebrado el nacimiento de su primer hijo.