Bichos raros (Rifen) [27/junio/2018]

Son las 23:15 del 27 de junio de 2018. Jean-Luc se ha tomado un descanso por "asuntos propios" de los Vigilantes, informando debidamente a Rorschach. Desde su entrada en el grupo dejó a un lado las investigaciones que había iniciado con la Colisión, es decir, buscar y rastrear escombros u objetos salidos a través de los diversos portales espacio-temporales de aquel fatídico día, para obtener de ellos toda la información posible acerca del universo o dimensión del que proceden, así como de los seres y criaturas que hayan podido pasar también por dichos portales, y que se mantendrían, presumiblemente, ocultos de la mirada pública. Aún conservaba recortes de periódicos y anotaciones en un mapa de Nueva York en el que se podía observar mediante puntos rojos los lugares donde se habían contemplado la aparición de portales durante aquellos días.

Uno de los lugares que aún no había rastreado era el condado de Orange en Hudson, Nueva York, donde según varios periódicos locales había aparecido el 14 de marzo un portal espacio-temporal que habría absorbido parte del Complejo Hospitalario St. Anthony.

Jean-Luc había llegado hasta el lugar en taxi. Vestía como casi siempre: jersey de cuello alto de lana de color gris oscuro, pantalones negros y zapatos del mismo color. Llevaba además un par de guantes de cuero negro en las manos. En cuanto a su actitud, tranquila, como siempre. Su rostro inexpresivo raramente se veía alterado por nada. Caminaba lentamente, con la mirada fija en el suelo, analizando cada escombro, cada objeto polvoriento. Lamentablemente, las labores de demolición ya habían terminado hace semanas, por lo que poco quedaba de lo que antaño fue un gran complejo hospitalario. Ahora tan solo quedaban escombros, algunos grandes pilares tumbados, muros, cristales, marcos de ventana y equipamiento y utensilios médicos. Aún no había comenzado la limpieza de toda la porquería, por suerte, pero algunos muros derruidos habían sido aprovechados por vagabundos y personas sin techo como refugios improvisados, que les protegían de las inclemencias del clima y les evitaba dormir a la intemperie.

De vez en cuando el peliazul se agachaba con total tranquilidad y se quitaba uno de los guantes para rozar con las yemas de sus dedos alguna roca u objeto que le pareciese extraño, buscando por entre la historia pasada de dichos materiales. A ojos de los sin techo que deambulaban por allí a estas horas de la noche, pareciese que simplemente estuviera buscando algo perdido o recordando con nostalgia hechos pasados. Algunos se acurrucaban ya entre sus sacos de dormir o mantas prestadas, otros se reunían en torno a cubos metálicos con fuego al que echaban periódicos viejos o ramas caídas de los árboles, y charlaban entre ellos mientras llegaba la medianoche. De cualquier modo, Jean-Luc aparentaba ignorar cualquier forma de vida humana a su alrededor, aunque realmente no era ajeno a lo sucedía. Iba a llevarle varias horas completar la búsqueda en aquel lugar, por lo que Jean-Luc se lo tomaba con calma, tan solo esperaba no entrar en conflicto con ninguno de los "habitantes" del antiguo hospital.

Jean-Luc continuaba recorriendo cada palmo del lugar, evitando toparse con alguno de los indigentes. Sus movimientos eran lentos y precisos, como si pretendiese no mancharse demasiado de polvo o que los escombros no rasgasen algo de su vestimenta, siempre con la misma expresión calmada en el rostro.

En un momento dado de la noche el peliazul escuchó a duras penas lo que parecía una amenaza hacia alguien, seguido de un golpe seco contra el suelo. Jean dejó en su sitio un maletín de primeros auxilios vacío que sostenía entre sus manos y se levantó despacio, acercándose con sigilo hacia el lugar de donde provino el sonido. Escondido tras unos escombros, con una mano apoyada sobre las rocas y apartándose el pelo de la cara con la otra, observó la escena esperando no encontrarse con una pelea callejera. Lo que encontró le parecía confuso: una enorme figura humana, agachada, con una gabardina negra y el cabello recogido en una coleta. Se encontraba de espaldas con respecto a Jean-Luc, por lo que este solo pudo apreciar cómo se encontraba agachado frente al cuerpo de lo que parecía un sin-techo, insconsciente o muerto, y los movimientos de la cabeza del gran desconocido parecía significar solo una cosa. Estaba mordiendo el cuerpo del indigente. Se escuchaba levemente cómo la carne era rasgada y cómo la sangr salpicaba. Parecía una escena de una película de terror de zombies, lo cual resultaba bastante inusual, incluso para Jean-Luc. Por un momento pensó en retroceder y hacer como si no hubiese visto nada, pero por algún motivo aquello le parecía curioso cuanto menos. Le gustaría observar más de cerca, ver cómo concluía, de quién o qué se trataba aquella enorme figura.

En un intento de rodear el montón de escombros para mirar desde otra perspectiva, una de las rocas sobre las que caminaba estaba más suelta de lo que él pensaba, y se escurrió al pisar encima, provocando el ruido de una piedra chasqueando varias veces contra el resto de escombros. "Mierda..." pensó. Jean perdió el equilibrio por un momento hasta que consiguió reponerse y evitar caer, tras lo cual se quedó inmóvil, esperando que nada ni nadie le hubiese escuchado, intentando oir las pisadas de alguien que se acercase a él para husmear. Después de veinte segundos aproximadamente, continuó caminando, esta vez con más cuidado y casi conteniendo la respiración. A punto de llegar al otro lado del montón, se inclinó ligeramente apoyándose de nuevo sobre las rocas que veía más seguras, dispuesto a seguir observando en silencio.

Lo que quiera que fuese aquella figura tan alta, le había hecho distraerse y olvidarse de su objetivo principal para el cual se encontraba allí, y estaba dispuesto a averiguar si su naturaleza era humana o no.

El peliazul finalmente asomó su cabeza lo suficiente para poder observar desde su nueva ubicación la escena, sin llamar la atención, pero para cuando su curiosidad se encontraba en el momento más álgido la enorme figura desconocida ya no se encontraba allí. Lo único que pudo ver fue el cadáver tendido en el suelo, cubierto de sangre y desfigurado. Jean-Luc echó una rápida ojeada hacia los alrededores intentando captar algún rastro del extraño, pero sin éxito. Desconcertado, se reincorporó tras los escombros, algo nervioso. Lo que fuera aquella cosa ya no se encontraba allí, y empezaba a sospechar que se había percatado de su presencia. En seguida comenzó a analizar la situación y empezó a pensar sobre su siguiente acción. ¿Debía simplemente marcharse por donde había llegado y hacer como que no había visto nada? ¿O por el contrario debía continuar con lo que había comenzado, procurando satisfacer su curiosidad? Continuaba reflexionando sobre la mejor opción cuando fue interrumpido por una advertencia que provenía de alguna parte.

-Aléjate, no quiero seguir haciendo esto. . . -la mente de Jean-Luc se quedó en blanco por un momento. Luego no sabía si pensar si se trataba de una amenaza, una súplica, o se trataba simplemente de una trampa, una distracción para poder atacar en cualquier momento. "No quiero seguir haciendo esto... no quiero seguir haciendo esto..." pensaba una y otra vez. ¿A qué se refería con eso? ¿Se refería a seguir matando o a seguir ocultándose? ¿Lo estaba diciendo en serio?

-Tranquilo. No quiero hacerte daño... -dijo, alzando la voz. Desconocía dónde se encontraba el extraño dueño de aquella voz, y desconocía sus intenciones. No obstante, no podía arriesgarse simplemente a salir corriendo y pretender que la enorme figura no lo siguiera para detenerlo y evitar dar parte a las autoridades, por lo que eligió arriesgarse de otro modo.

Despacio y con las manos levantadas a la altura de su cabeza, Jean-Luc empezó a caminar saliendo de detrás de los escombros, acercándose hacia el cuerpo inerte del indigente, esperando que el desconocido pudiera verle. Y desarmado. -No tienes por qué esconderte de mi. Solo... -se detuvo un instante, dirigiendo la mirada hacia el cadáver ensangrentado. -... solo quiero saber el por qué. -Entonces dirigió su mirada a su alrededor, esperando cualquier reacción, cualquier respuesta, o cualquier silencio. Sabía que se estaba exponiendo demasiado, pero en ese momento, y bajo esas circunstancias, esa opción le pareció la más óptima.

Jean-Luc mantuvo su expresión neutra aún cuando el desconocido salió de su escondite para dar la cara, a pesar de que su enorme fisonomía imponía, cuanto menos. Y más debido al rostro que mostraba. Desde la distancia el peliazul no pudo corroborar si se trataba de una máscara o de si era su verdadera cara: una gran sonrisa dibujada casi de oreja a oreja, sin ojos, sin mirada. Jean sostuvo sus brazos en alto mientras el extraño hablaba. Por el tono de su voz y las pausas que hacía en su monólogo parecía decir la verdad, pero eso producía en el vidente más confusión todavía.

Todo su discurso fue bastante enigmático, y hubo varias frases que llamaron bastante la atención de Jean-Luc, y creaban en él más preguntas que respuestas. Hablaba del hambre como de algo incontrolable... como de un impulso o un instinto que le obligaba a comer carne humana, como si no lo pudiera evitar. ¿Sería una especie de psicópata caníbal? ¿Un "zombie" con cierta voluntad y cierta consciencia? También hablaba de los humanos como si para él fuesen una especie diferente a la suya. ¿Significaba eso que él no era humano? Mencionó también algo sobre que ellos le hicieron esto, que le borraron la memoria, y a continuación se refirió a su hábito de alimentarse de otros como un acto pecaminoso. ¿Quiénes eran ellos? ¿Sus padres? ¿Científicos locos que experimentan con humanos? ¿Alguna especie de terapia de reconducción de la conducta pertrechada por psiquiatras curiosos? ¿Creía él en Dios? Cada vez parecía más y más furioso. El tono de su voz aumentaba y preguntaba a su interlocutor si estaba haciendo algo malo con tan solo querer sobrevivir.

Parecía arrepentido por sus actos, arrepentido por matar para poder alimentarse. Parecía mostrar también miedo: tanto de quienes le rodean como de sí mismo. Mencionó acto seguido algo de un dolor ligado al hambre, y también que le costaba mucho no perder la cabeza, metafóricamente hablando. Justo antes de que el extraño parase de hablar, Jean-Luc no sabía si intervenir para intentar mostrarle empatía u ofrecerle su ayuda. No obstante, no pudo hacer ninguna de las dos cosas, pues el desconocido comenzó a sentir, al parecer, un fortísimo dolor que le obligó a arrodillarse en el suelo, entre gritos de dolor.

Jean-Luc frunció el ceño casi sin darse cuenta, ante la visión de aquella hilarante escena. Tras vislumbrar cómo algo parecido a cuatro apéndices brotaban de la espalda del desconocido, el peliazul dio varios pasos marcha atrás, temiendo que en cualquier momento perdiera el control y que el descomunal extraño se abalanzara sobre él sin poder controlar su hambre o su ira. Quedando con la espalda apoyada frente a un montón de escombros, Jean-Luc bajó finalmente sus brazos y los apoyó igualmente a los escombros, intentando sostener cualquier trozo de roca o metal que pudiera utilizar en su defensa en caso de que el otro se descontrolara.

Para su sorpresa, en lugar de atacar el extraño comenzó a correr en dirección contraria, como huyendo de algo, o de sí mismo. Dicha situación fue aprovechada por el peliazul, que dejó caer su cuerpo lentamente sobre el suelo, manteniendo su espalda recta apoyada sobre los escombros, quedándose sentado. Cerró los ojos y respiró hondo. De pronto su cabeza se inclinó hacia adelante como si de un cuerpo muerto se tratase: su consciencia había abandonado su cuerpo físico, y ahora viajaba por el plano terrenal en forma astral. Rápidamente llegó hasta el extraño que corría a gran velocidad. Sin dudarlo, entró dentro del plano de su consciencia para intentar dialogar racionalmente con él. Dentro tan solo había dolor, miedo, ira... pero sobre todo dolor.

-Escúchame... puedo ayudarte... si tan solo me-- "dejaras..." La comunicación telepática se cortó debido a que el extraño pareció desaparecer, su cuerpo se había esfumado, dejando tras de sí tan solo un rastro de niebla o humo, por lo que la forma astral de Jean-Luc se vio obligada a "salir" de su plano consciente. Sin saber cómo continuar, qué hacer o hacia dónde ir para encontrar al desconocido, la figura astral volvió hacia donde se encontraba su cuerpo y regresó en sí. Jean-Luc empezó a abrir los ojos muy despacio. Lo había perdido.