Thirsty — (Libre) 13 de Junio de 2018

Encaramado invisible sobre la barandilla de la escalera de incendios de un bloque de viviendas, Eclipse aguardaba. Y observaba. Pequeñas gárgolas aladas sobrevolaban el centro de Manhattan haciendo las veces de sus ojos, pues a través de ellas podía ver todo cuanto sucedía.

En realidad lo que hacía no era más que crear distorsiones en el espectro lumínico en forma de espejos, de manera que los rayos de luz se reflejaban sobre ellos y después volvían hasta él, permitiéndole "ver" a mucha más distancia de lo que permitía el ojo humano, sin que los edificios ni demás barreras supusieran ningún obstáculo. Ésta era la explicación técnica de cómo funcionaba su poder, pero la manifestación física que adoptaba se veía influida por su subconsciente. Drago estaba convencido de ser una criatura de oscuridad; lo había estado desde que sus poderes habían despertado provocando una carnicería en aquél almacén olvidado de Colombia. Un ángel oscuro enviado por Dios a la Tierra para cobrarse venganza. Xavier le había hecho ver lo que era de verdad, pero eso no había borrado el peso de todas las muertes que cargaba sobre sus hombros, de las existencias que había segado cuando se creía con el derecho de juzgar sobre la vida y la muerte.

Y las sombras... las sombras le rodeaban, aún en esa barandilla mundana, adoptando en su mente la forma de aterradores demonios. Le hablaban de violencia, oscuridad... y muerte. Las muertes de adolescentes que se habían estado produciendo los últimos fines de semana por aquella zona y que constituían la causa de que estuviera realizando la patrulla nocturna allí en lugar de en su barrio habitual en el Bronx.

Cinco adolescentes habían muerto en el transcurso del último mes, todas encontradas en oscuros callejones traseros a la salida de locales famosos de marcha. Todas violadas.

Se podía decir que Eclipse era, en general, un hombre movido por turbulentas pasiones, un hombre cuyas emociones influían en su manera de percibir y reaccionar ante el mundo, pero había dos cosas que le ponían particularmente furioso: delitos que involucraban violaciones o niños. Y aquellos crímenes podrían considerarse parte de ambos campos.

Eclipse no hubiera podido decir la razón exacta que suscitaba una respuesta tan visceral en él ante éste tipo de delitos, puesto que su memoria había escogido olvidar una parte sustancial de los horrores que había tenido que vivir durante la guerra, pero a su madre la habían violado ante sus ojos, eso lo recordaba perfectamente, y, como huérfano de guerra, había experimentado en su propia piel lo que era ver cómo te arrebatan la inocencia y tus sueños de un plumazo, y no deseaba que otros niños tuvieran que pasar por lo mismo.

Había escogido aquél edificio por encontrarse en un punto más o menos céntrico con respecto a los locales de marcha en donde se habían producido los asesinatos, de manera que pudiera llegar con relativa rapidez a cualquiera de ellos de ser necesario. Fue por eso que cuando la furgoneta chocó por accidente contra uno de aquellos locales no tardó demasiado en llegar. Mientras corría hacia la ubicación, observaba la escena a través de los ojos de sus gárgolas/espejos y analizaba la situación: la salida del local había quedado obstruída y había heridos bajo los escombros.

- ¡Apártense! -gritó cuando hubo llegado al lugar, saliendo de la invisibilidad-. ¡Soy de la Patrulla X!

A pesar de la gran "X" que lucía en su pecho, consideró necesario dar dicha información porque durante años Drago había ido por su cuenta, independientemente del grupo y actuando desde las sombras, por lo que nunca había llegado a ser verdaderamente conocido. Tras la Colisión habían perdido a muchos de los suyos, otros habían tenido que trasladarse a otras partes del mundo para ayudar, y una gran parte se había trasladado a vivir a la isla de Utopía con Cíclope, dejando a la Patrulla muy mermada.

Eclipse nunca se había considerado a sí mismo bueno para cuestiones sociales, prefiriendo mantenerse siempre al margen, pero cuando a Tormenta le había entrado un ataque claustrofóbico cuando se encontraban a punto de iniciar negociaciones con la Young Justice y había delegado en él la responsabilidad de entrevistarse con su líder, las cosas habían salido tan bien, que Xavier había vuelto a contar con él para representar a la Patrulla y la Escuela cuando habían iniciado relaciones diplomáticas con Villa Fábula. Lo cierto era que, a pesar de todos sus esfuerzos por mantenerse alejado de la gente y transmitir una impresión de oscuridad y temor en los demás, Eclipse era una persona altamente observadora y empática, y esa clase de personas normalmente suelen ser buenos líderes, razón por la cual el Profesor había acabado confiándole aquél puesto.

Aún así, la gente no estaba acostumbrada a verle, y el aspecto físico que adoptaba su mutación no era, precisamente, tranquilizador. Se trataba de una apariencia que tenía como objetivo infundir el temor en los corazones de los impuros, pero por desgracia también solía suscitar las mismas reacciones en los inocentes. Eclipse no deseaba asustarlos, razón por la cual solía ir invisible, pero no podía usar la invisibilidad y sus poderes ofensivos al mismo tiempo, y tenía muy claro lo que necesitaba hacer.

Ya los viandantes  que se encontraban allí reunidos habían sacado al aturdido conductor del vehículo, pero aún había gente atrapada en el colapso de la entrada, y hacia allí dirigió sus manos. Al momento, lo que parecían ser monstruosas serpientes demoníacas emergieron disparadas desde sus palmas y se estrellaron contra el derrumbe, devorando piedras, cascotes y partes del vehículo con unas voraces fauces que literalmente desintegraban cuanto se encontraban a su paso, liberando el acceso hasta las personas apresadas. Lo que acababa de pasar era que Eclipse había volatilizado las piedras utilizando descargas de rayos láser, pero una vez más los procesos de su subconsciente disfrazaban las manifestaciones externas de su poder con aterradoras ilusiones de oscuridad de las que él no era realmente consciente.  

En cuanto el camino a los heridos se hubo despejado, se adelantó junto con las personas que se habían acercado para ayudar y se dispuso a apartar los cascotes para sacarlos de allí.

Drago miró a Daika con la misma gratitud que había dirigido al resto de los civiles que se habían acercado a ayudarle a liberar a los heridos. La aterradora ilusión que cubría su rostro no permitía mostrar una expresión afable, pero ésta se adivinaba en las palabras de agradecimiento que entregaba a cuantos se aproximaban y en las instrucciones que daba para dirigir la operación y asegurar que una extracción desafortunada no propiciara un derrumbamiento fatal sobre las personas que aún estaban atrapadas bajo las piedras.

No llevaba mucho tiempo como líder de la Patrulla X, apenas dos meses, y, sin embargo, la facilidad que tenía para evaluar a la gente junto con su entrenamiento militar hacían que le resultara natural dirigir grupos de personas como las que se habían congregado a su alrededor.

Estaba tan concentrado en la tarea que, de no haber sido por sus pequeñas gárgolas espías, que aún flotaban ubicadas en los puntos estratégicos en los que las había colocado para que reflejaran la luz directamente hacia él, no habría reparado en el ataque de Mallory.

Mientras se mantuvo agazapada en las sombras la amenaza que representaba permaneció oculta... hasta que, repentinamente, rompió a correr hacia uno de los civiles que se habían aproximado a ayudar.

Lo primero que captó su cerebro fue un movimiento repentino e inesperado, a demasiada velocidad como para no ser tenido en cuenta, lo cual ya de por sí habría bastado para hacer sonar todas sus alarmas, pero además, la refracción ampliada de la imagen de Mallory le transmitió la visión de unas amenazadoras garras y reaccionó como habría hecho cualquier soldado en su situación, girando sobre su propio eje al tiempo que se llevaba una mano a una de las tonfas que mantenía sujetas a los muslos y la arrojaba directamente hacia el objetivo con la intención de golpearla en la cabeza y dejarla incapacitada.

- ¡Cuidado! -le gritó acto seguido al civil al que la mujer parecía haber designado como objetivo.

El muchacho reaccionó con rapidez apartándose del camino del extraño ser, que no tuvo dificultad alguna en esquivar la tonfa que él le arrojaba, que se perdió inocuamente al otro lado de la calle. La criatura era rápida, muy rápida, y también muy fuerte, como demostró cuando sus garras negras como la obsidiana se empotraron en la pared de hormigón en donde un segundo antes se había encontrado el moreno para acto seguido soltarse, liberando una lluvia de cemento y grava, y dirigirse hacia donde las víctimas del derrumbamiento aún permanecían sepultadas. Ante la atónita mirada de Drago y los demás espectadores que aún no habían reunido el buen juicio o la suficiente presencia de ánimo para alejarse, el ser levantó con sus manos desnudas uno de los pilares de hormigón que mantenía a los heridos atrapados y se volvió hacia el mutante como si lo que sostenía no pesara más que una cesta de frutas.

En el momento en el que los resplandecientes ojos dorados del moreno se encontraron con aquellos pozos de sangre y horror, sintió cómo la sangre se congelaba en sus venas. No sólo por el aspecto claramente antinatural de quien así le confrontaba, sino porque, a pesar de todo, había sido capaz de reconocerla como la adorable jovencita francesa que había visitado la mansión X en compañía del líder de los inhumanos en busca de una alianza hacía prácticamente dos meses. Sólo que poco quedaba ya de la encantadora muchacha que él había conocido; en su lugar se alzaba un monstruo de ojos inyectados en sangre y aterradores colmillos que respondía a la descripción del término que escapó en un susurro ahogado de entre sus labios temblorosos: "Al-Ghūl*".

Los guls, según la mitología árabe, eran demonios necrófagos que se alimentaban habitualmente de cadáveres para después adoptar su apariencia, pero también podían comer seres humanos vivos si el hambre arreciaba, y saciar su sed con su sangre, como parecía ser el caso. Por qué se encontraba allí, en el corazón de Manhattan, en lugar de rondando algún viejo cementerio para roer los huesos de sepulcros abandonados representaba un enigma cuya respuesta no podía saber, pero si algo dejaba claro su presencia era que Mallory Debonnaire había perecido a sus manos, su carne y su sangre devoradas con el atroz fin de emular su aspecto en un dantesco remedo de vida. Hacía ocho años había realizado la promesa de no volver a tomar jamás una vida, pero el ser que se alzaba ante él no estaba realmente vivo, no era humano, y ni siquiera era particularmente inteligente, animado simplemente por un primitivo y voraz apetito hacia la carne humana, por lo que para Drago, como héroe que había jurado proteger las vidas de los inocentes, y como musulmán practicante, sólo había una cosa que podía hacer: destruir a aquella criatura del mal.

El no-muerto (pues sabido era que los guls no tenían género más allá de la apariencia que adoptaban como un disfraz al devorar a sus víctimas) arrojó en su dirección la pesada columna de hormigón con la intención de aplastarle. Drago no se arriesgó a esquivarlo, sino que directamente lanzó uno de sus rayos (camuflado bajo el aspecto de una serpiente de oscuridad) hacia el proyectil, destrozándolo en mil pedazos que se esparcieron inofensivamente a su alrededor, y cuando el monstruo le dio la espalda y abrió las fauces para dejar escapar su rugido estremecedor, apuntó entre sus omóplatos y disparó antes de que pudiera llegar a abalanzarse sobre su víctima.


*«el que se apodera», en árabe.

- ¡No, chico!

Quiso gritarle que no debía ser estúpido, que la mujer no era humana, que se trataba de un monstruo no-muerto, de un demonio, de una aberración contra la naturaleza que debía ser destruida y que desde luego no merecía que nadie arriesgara su vida por ella.

Quiso advertirle del peligro que implicaba acercarse a una criatura cuyos actos estaban claramente impulsados por la sed de sangre y que no iba a ser capaz de distinguir entre amigo o enemigo.

Pero no pudo hacer ninguna de las dos cosas porque el moreno saltó para desviar el cuerpo de la rubia de la trayectoria de su rayo y lo único que fue capaz de hacer fue gritar su advertencia vana sintiendo que la sangre se le helaba en las venas al imaginar, durante un instante, que la imprudente acción situaría a Daika en la posición que había ocupado la mujer un segundo antes, recibiendo la descarga letal en su lugar.

El tiempo se detuvo durante la fracción de segundo que tardó la pareja en caer al suelo y el rayo pasaba muy cerca de ellos, casi rozándolos, hasta impactar en la pared que estaba a unos metros de distancia, dejando un boquete negro humeante como escalofriante recordatorio de lo que podría haber pasado de haber llegado a morder la carne tierna de Daika en lugar del hormigón.

Pero Daika no estaba, ni mucho menos, fuera de peligro, pues su irreflexivo movimiento le había empujado directamente a los brazos del monstruo, que no tardó en clavar los colmillos en la carne expuesta y sangrante.

Sin embargo no fue eso lo que dejó helado al mutante, que ya había tenido que afrontar algún que otro escarceo con lo sobrenatural, no. Fue el momentáneo brillo de reconocimiento que había vislumbrado durante un instante en los ojos de la mujer.

Durante una fracción de segundo, fue como si Mallory le reconociera, como si la luz de la razón alumbrara de nuevo sus sentidos, despojándola del manto salvaje y bestial que la recubría. No tardó en volver a ceder a sus instintos, pero para Drago había quedado claro que el ser que tenía ante sí no era un simple gul que hubiera usurpado la identidad de la francesa; Mallory Debonnaire seguía allí dentro, cautiva en algún lugar en el interior del monstruo.

Inicialmente había pensado que Daika era inocente e ingenuo por pretender salvar a un demonio, pero ahora comprendía lo equivocado que había estado. El error que había estado a punto de cometer. Hacía muchos años había jurado proteger a los inocentes, y si Mallory seguía allí en algún lugar, su obligación era salvarla... Si es que conseguía hacerlo sin que la bestia les matara a ambos.

Aún no tenía control sobre la potencia de sus rayos, por lo que si volvía a disparar corría el riesgo de llevarse por delante no sólo a Mallory, sino también a Daika, así que, aprovechando que el demonio estaba absorto en su alimentación, avanzó con paso resuelto hacia las ruinas y, cogiendo una barra de acero del forjado que sobresalía entre los restos partidos de hormigón, fue directo hacia la vampira y la golpeó en la cabeza con todas sus fuerzas con la intención de apartarla de Daika.

No tenía ni idea de lo que era realmente la rubia, ni de si podría detenerla sin hacer uso de fuerza letal, pero al menos le debía el intentarlo.

Había volcado en aquél golpe toda su fuerza y, por un instante, pensó que habría funcionado. Aquél ser... cosa... o lo que fuera, estaba en el suelo, aparentemente inerte, con una brecha abierta en la cabeza y sin respiración, y había conseguido apartarla del muchacho. Incluso se le pasó por la cabeza la idea de que podía haberla matado, que quizás había calculado mal su resistencia en base a la fuerza extraordinaria de la que había hecho gala...

Pero, entonces, una mano se alzó débilmente para pinzarse la nariz y la boca para... ¿dejar de respirar? ¿Respirar el qué? Drago no tenía mucha idea de mitología occidental, y tampoco era un gran aficionado al cine o la literatura, pero, incluso así, una inquietante idea surgió fruto de los terrores más atávicos del ser humano, de los rincones más oscuros de su subconsciente, susurrando en su mente una única palabra que encontró su eco en los colmillos que sobresalían por entre los labios tintados de carmesí de la criatura, unos colmillos que, segundos antes, habían bebido con ávidez el fluido vital que corría por las venas del chico moreno: "Sangre".

La idea en sí era espantosa, aterradora, y le dejó petrificado en el sitio mientras la mujer pugnaba por volver a incorporarse sin conseguirlo por completo. Las frases que pronunció a continuación, confidencia compartida en el común conocimiento de un idioma, sirvieron para eliminar, en parte, la desazón que le había embargado hacía un instante. Si le quedaba alguna duda sobre si Mallory seguía ahí, en algún lado, desapareció al momento. Estaba haciendo claros esfuerzos para controlarse mientras les rogaba que se marcharan si querían conservar la vida. Estaba claro que lo que fuera que la poseía quedaba fuera de su control, pero también estaba claro que no podían matarla, no mientras restara un ápice de humanidad en su interior.

A juzgar por su expresión, no les quedaba mucho tiempo, y Drago sopesó a toda prisa sus opciones. Había quedado demostrado que la mujer era más fuerte y resistente que él, por lo que trabarse en un combate cuerpo a cuerpo quedaba fuera de consideración. Por supuesto, tampoco pensaba marcharse dejando a aquella bestia suelta y fuera de control. Había visto que se regeneraba pero no sabía hasta qué punto, no era capaz de controlar la intensidad de sus descargas, y no tenía nada que pudiera utilizar para inmovilizarla, a menos... Dirigió la mirada a la barra de acero de la obra que aún sostenía en la mano derecha e hizo brotar del puño izquierdo un katar de negra oscuridad hecho de ardiente láser.

- ¡Aleja a la gente de aquí! ¡Alejaos todo lo posible! -le gritó al chico mientras iba utilizando la oscura llama a modo de soplete para templar el acero en la esperanza de volverlo flexible y así poder envolver a Mallory con él.

Iba a ser un proceso engorroso y lento, y le habría gustado poder pedirle a Daika que entretuviera mientras tanto a la vampira, pero Drago desconocía que el moreno tuviera alguna clase de entrenamiento o capacidad especial, y no podía pedirle a un civil que arriesgara su vida, menos aún después de ver cómo había resultado su último intento heroico. Tampoco podía usar sus ilusiones mientras su control lumínico se encontraba focalizado en generar y mantener el láser, por lo que no podía volverse invisible o crear alguna añagaza que ocultase a la gente de Mallory o les hiciera correr más rápido (aunque después de lo que habían visto no debería ser necesario ésto último si tenían dos dedos de frente). Iba, en resumen, a quedar expuesto y vulnerable, pero era la única opción que tenía por el momento, y si Mallory le atacaba siempre podía ganar tiempo con una explosión de luz o descargar sus rayos sobre ella, aunque iba a hacer todo lo posible para que ése fuese el último recurso.

La petición de Daika resultaba innecesaria. Lejos habían quedado los días del Ángel de Venganza, y aunque no fuera así, la furia del bosnio sólo se había desatado sobre los criminales de guerra que habían sido responsables del genocidio de Srebrenica. Puede que Mallory fuera un monstruo en apariencia, pero sus palabras dejaban claro que, en algún lugar, había también una inocente que no era responsable de sus actos. Hace mucho tiempo Drago había permitido que la filosofía del fin justifica los medios condonase los daños colaterales de su cruzada, como la vida de aquél joven soldado que se había suicidado después de su visita, incapaz de soportar la culpa por lo sucedido en aquella matanza de la cual no era realmente responsable. Dejó de pensar en aquellos términos cuando Xavier le hizo ver que no era un enviado de Dios para llevar a cabo su justicia en la Tierra, sino un simple mutante que no poseía potestad alguna para decidir sobre la vida y la muerte.

- Personne ne va tuer personne -masculló, sudando tanto por el intenso calor que estaba aplicando sobre la barra como por el esfuerzo realizado al generar el láser en la potencia necesaria como para lograr su objetivo en el menor tiempo posible.

Tuvo suerte de que la vampira errara el tiro, pues, en su concentración le habría sido imposible esquivarlo a tiempo. Por la misma razón deseó que Daika hubiera logrado apartar a los civiles antes de que la segunda roca impactara, pues él no podía hacer nada más que terminar de ablandar el metal para cuando la vampira se arrojara sobre él, cosa que ocurrió aproximadamente tres segundos después.

- ¡¡Unnff! -el aire se le escapó de entre los dientes cuando el impacto contra la mujer, impulsada por las enormes alas, le hizo golpear la espalda contra el suelo.

Mallory tenía los colmillos fuera, y él interpuso la barra de metal, ahora más flexible, entre los dos, tensando los músculos al máximo de lo que le permitieron sus fuerzas para doblar el acero en torno al torso de la mujer, atrapando los brazos y tratando de mantenerla el tiempo necesario hasta que recuperara la firmeza inicial.

Una cosa tenía que reconocerle al moreno... Para ser un civil sin poderes tenía valor y la capacidad de sacrificio personal que definía a un héroe, como demostró cuando echó a correr, sin vacilar ni prestar atención a sus heridas, para apartar al tipo que no había sido lo suficientemente inteligente como para alejarse del peligro, aún a riesgo de su propia seguridad, pues de haber llegado tan sólo una milésima de segundo más tarde podría haber terminado aplastado por la enorme roca junto con aquél a quien había pretendido salvar. Como antiguo soldado, Drago admiraba eso, y, aunque inicialmente su arriesgado plan de ofrecerle su sangre una vez más al demonio para apaciguarlo le resultó una locura demencial que de haber tenido los brazos libres habría intentado evitar a toda costa, lo cierto es que surtió efecto. Durante una fracción de segundo muy loca se había imaginado todo tipo de consecuencias espantosas de aquél acto imprudente, todas ellas implicando pérdidas ingentes de sangre y miembros amputados en el mejor de los casos, pero, para su absoluta sorpresa, la bestia se amansó, como un gatito bebiendo pacíficamente la leche de su cuenco. El brillo animal desapareció de sus ojos para ser reemplazado por una chispa de lucidez que se fue haciendo cada vez más humana hasta que la prodigiosa transformación se revirtió y de nuevo tuvieron a Mallory ante sí, o, al menos, a algo que se parecía mucho a ella, si bien adolecía de todos aquellos rasgos que caracterizaban a un ser vivo, como la respiración, y había algo raro en ella, algo que a priori no fue capaz de identificar pero que le causaba desasosiego. Drago no daba crédito, a pesar de lo cual no pudo contener una mirada hacia Daika que parecía decir "ya hablaremos más tarde" a viva voz. Por el momento, lo más importante era Mallory.

- Está bien, tranquila... -susurró en tono apaciguador. No era el más indicado para hablar de pérdidas de control, y entendía que la francesa había sido poseída por algo, lo cual no quitaba que, por el momento, se mantuviera en guardia por si volvía a suceder otra vez. Aquella noche había quedado de manifiesto que no compartía muchas de las numerosas virtudes de Daika, y una de las que no tenía era precisamente su ingenuidad y facilidad de confianza-. Soy Eclipse, de los X-Men, ¿me recuerdas? -mientras hablaba, las sombras se retiraron parcialmente de su cara, dejando al descubierto los rasgos. No le preocupaba que Daika lo viera porque su identidad secreta era la ilusión que usaba durante su vida cotidiana; su rostro de superhéroe era el suyo-. Nos conocimos hace dos meses, cuando viniste con tu jefe a la mansión.

En aquel momento había acudido de intérprete, o facilitadora, por lo que parecía lógico asumir que era una trabajadora contratada y no quería dar demasiados datos delante de Daika. Puede que ella sí tuviese una identidad secreta que guardar y no le gustase que se hiciese pública su vinculación con el líder de los Inhumanos. Por eso tampoco dijo su nombre.

- ¿Qué... eres?

Ahora se daba cuenta del origen de su malestar: Mallory no sólo no respiraba; no pestañeaba, no sonreía, su tono de voz era monocorde, sin inflexiones, y carecía del rubor de lozanía que caracterizaba a los seres vivos. Cada vez estaba más convencido de que la francesa no estaba realmente viva... y eso le aterrorizaba profundamente, pues era la primera vez que se las tenía que ver con una criatura sobrenatural, y el mutante era un hombre muy religioso.

- En la mansión podríamos ayudarte, quizás -no tenía ni idea de si eso era cierto, pero lo que sí tenía claro era que no pensaba dejarla suelta después de ver lo peligrosa que podía llegar a ser si perdía el control-. O contactar con tu "jefe". De todas formas no podría quitarte la barra sin hacerte daño, porque tendría que ponerla al rojo de nuevo, y como seguramente se te habrá pegado a la piel si intentamos arrancarla por la fuerza será hasta peor. Habría que cortar el metal, o mejor aún, congelarlo para poder romperlo. En la mansión tenemos la tecnología y las personas para conseguirlo sin hacerte más daño. Lo siento por eso, pero las alternativas que tenía a mi alcance habrían sido aún peores.

>>Y tú deberías acompañarnos -añadió mirando a Daika-. No tenemos ni idea de si su mordisco es contagioso o infeccioso, y en la mansión tenemos los medios para descartarlo -estaba pensando en la rabia y otras enfermedades similares, o incluso sobrenaturales-. Has sido muy valiente, pero también extraordinariamente imprudente con la poca información de la que disponíamos. En el futuro deberías pararte a pensar en posibles soluciones alternativas antes de exponerte tan inconscientemente. Esto podría haber terminado muchísimo peor para todos.

Y es que los buenos líderes no sólo elogian las virtudes y el trabajo bien hecho, sino que también están en la obligación de hacer notar los errores o lo que se podría haber hecho de manera diferente, pues muchas veces en esa clase de cosas se encontraba la diferencia entre la vida y la muerte, y sería irresponsable no decirlo por el mero hecho de no conocer a Daika.

Había luchado a su lado y eso ya lo convertía en un soldado.

Ooook... La falta de sangre había afectado bastante al muchacho. Drago no habría podido asegurar al cien por cien la connivencia del chico porque la respuesta que le dio estaba en japonés, idioma del que él, por desgracia, no dominaba absolutamente nada, pero podía hacerse una idea bastante aproximada partiendo del número de afirmaciones que estaba haciendo con la cabeza. Lo que no tenía ya tan claro era si había entendido lo que le estaba proponiendo o no.

Para culminar su extravagante cadena de actuaciones, se acercó a él para darle unas palmaditas en el brazo, soltar una chocante afirmación y recostar la frente sobre su cuerpo.

De nuevo: ok; Aparentemente había conseguido su objetivo de no resultar completamente aterrador con quien no lo merecía... Bien, el Profesor estaría orgulloso.

O eso o la pérdida de sangre le había afectado aún más de lo imaginado.

Independientemente de ello, la cercanía del contacto físico con un perfecto desconocido le ponía nervioso, así que le apartó con delicadeza y lo dejó apoyado sobre un trozo grande de concreto.

Mallory le respondió, y aunque se notaba por la expresión límpida y clara de sus ojos que había recuperado la cordura, casi deseó que no lo hubiera hecho.

Un vampiro. Un... vampiro.

Vale... Vale, ok. Hacía tres meses había descubierto que los personajes de los cuentos realmente existían, su mejor amigo era un jodido hombre lobo, el mes pasado había conocido a un ángel y el mundo aún se estaba recuperando de la fusión de dos universos. Viéndolo así, afrontar la existencia de un vampiro no debería ser tan difícil, ¿verdad? Pero no era lo mismo descubrir que Cenicienta o Blancanieves eran reales a descubrir que lo era una criatura del plano sobrenatural, especialmente para un hombre de fe como él.

A causa de la manera en que le habían educado le resultaba extremadamente difícil ignorar el tono de súplica de una mujer, pero el temor reverencial que le inspiraba Mallory era aún más grande. Después de todo había visto lo que era capaz de hacer.

- No puedo -musitó, avergonzado-. No aquí. Te liberaré, lo prometo, pero hay dos horas de camino hasta la Mansión, yo tengo que estar pendiente de la carretera y no creo que él esté en condiciones de detenerte si intentas... -se pasó la mano por la nuca y desvió la mirada, incómodo-. No sé, arrancarme la cabeza o algo mientras estoy conduciendo. Escucha... no te lo tomes a mal... Quiero ayudarte, y estoy seguro de que el Profesor encontrará la manera, pero... no creo que nadie pudiera estar tranquilo junto a un vampiro al que acaba de conocer mientras intentaba matarle. Es... eres muy poderosa, y no sé si yo sólo podría volver a detenerte.

Se le veía realmente apurado y en conflicto. Por una parte, simpatizaba con el lado humano de Mallory que había sido sometida a una maldición y no podía evitar verse sobrepasada por la naturaleza de la misma. Él mismo se había visto superado en demasiadas ocasiones por su lado más oscuro y no tenía como ella una bestia sedienta de sangre en su interior. Pero, por otra, hacía muchos años que la vida le había enseñado a ser desconfiado y a estar siempre en alerta desde que había cometido el fatal error en Colombia. Mallory podía volver a perder el control mientras estaban en la carretera (lo cual llevaría inevitablemente a un desenlace trágico), y tampoco podía perder de vista la posibilidad, por desagradable que fuese, de que la rubia les estuviera mintiendo, que la pérdida de control fuese fingida y que realmente estuviese sólo esperando a que la liberara de la barra de hierro para lanzarse por su garganta y escapar. No, no volvería a cometer aquella clase de fallos. No la liberaría hasta estar en el entorno seguro y controlado de la mansión.