Entre Luces y Sombras [Omega, Oliver Queen/Eclipse]

La vieja International Harvester del 76 traqueteaba ruidosamente por la oscura carretera que salía de Nueva York. No era el mejor de los coches, ni a buen seguro el más indicado para conducir por ciudad, pero Drago no lo usaba nunca en la ciudad. En Nueva York era una locura pretender coger el coche, en especial cuando disponía de una red de metro de increíbles proporciones que conectaba toda la ciudad y que ni siquiera cerraba durante la noche.

Cierto, a mucha gente le aterrorizaba la idea de coger el metro, especialmente en según qué barrios, y es que durante muchos años había ido cosechando una reputación bastante cuestionable. Precisamente la gran afluencia de trenes, la velocidad con la que abandonaban las estaciones y el hecho de que estuviera todo tan bien conectado facilitaba que pudiera producirse un atraco en cualquier momento y que los bandidos desaparecieran antes de que la policía tuviera siquiera noticia de lo que había sucedido. Especialmente por la noche, cuando menos gente había.

Sin embargo, no suponía ningún obstáculo para él. Solía utilizar su habilidad de crear ilusiones para cubrir su propio aspecto de manera que pudiera adaptarse a su entorno sin llamar la atención. Así, si se encontraba rodeado por individuos de dudosa catadura moral, adoptaba un aspecto similar al de ellos y además se aseguraba de parecer lo suficientemente peligroso como para que a nadie le apeteciera buscarse problemas. Eso cuando no decidía hacerse invisible directamente. De esta manera, además, podía mezclarse entre ellos, pasar desapercibido e intervenir si algún inocente llegaba a encontrarse realmente en peligro. No utilizaba sus poderes más letales en estas circunstancias (se lo había prometido a Xavier largo tiempo atrás), pero por lo general tampoco lo necesitaba para deshacerse de un puñado de hampones que en la mayoría de las ocasiones iban de droga hasta las cejas. Su entrenamiento físico y de combate solía ser más que suficiente.

La ranchera la reservaba, pues, para las no tan raras ocasiones en las que decidía hacer alguna escapadita al bosque con su perra, y para eso funcionaba magníficamente. Además, era un modelo con cambio de marchas manual, que era una de las razones por las que la había escogido en aquella tienda de vehículos de segunda mano. Drago había pasado la mayor parte de su vida en Europa, y aunque le hubiera dado igual conducir un coche automático, ver la palanca de cambios le había inspirado cierta nostalgia que finalmente le había inducido a quedarse con el vehículo.

Había llegado a cogerle cierto cariño; aquella vieja ranchera llevaba rodando por las carreteras de Estados Unidos desde mediados de la década de 1960, y sin embargo no le había dado ni un solo problema en siete años. Aún así, supuso que más tarde o más temprano tendría que comprarse un vehículo nuevo, pero no tenía prisa.

Las marchas estaban dibujadas en el pomo de la palanca y, sorprendentemente, todavía se podían leer, pero Drago no lo necesitaba. Tenía totalmente automatizado el proceso, así que no apartó la mirada de la carretera hasta que encontró lo que estaba buscando: un cartel que hacía tan sólo un mes no estaba allí indicaba el próximo desvío que conducía hasta Gotham a medio kilómetro de distancia.

Sobraba decir que había tomado aquella carretera cientos de veces antes y jamás había visto el cartel ni el desvío. El nombre de aquella ciudad había sido comentado, junto con tantas otras de exotismo similar (Blüdhaven, Star City, Metrópolis…) en el telediario cuando ocurrió la Colisión. Todos se habían mostrado muy interesados en la Mansión, como no podía ser menos (especialmente cuando el profesor había comentado su extraño encuentro con la patrulla zombie en Nueva York), pero a Drago le había intrigado lo que había escuchado acerca de esa ciudad en particular. Parecía ser especialmente oscura y sórdida incluso para una gran ciudad, y por su experiencia, la oscuridad atraía a la oscuridad. Por tanto, era prácticamente un deber el ir allí a investigar, aunque el profesor no se lo hubiera pedido específicamente. Aún así, llevaba puesto el uniforme. Le gustaba llevarlo. Le hacía sentirse parte de algo. Después de tantos años en soledad le resultaba reconfortante, aunque jamás lo admitiría.

Cambió a segunda y salió de la autopista en cuanto llegó al desvío, muy atento al camino, especialmente ahora que se había puesto a llover. Por muy fiel que se hubiera comportado hasta ahora la ranchera, tenía casi setenta años y las medidas de seguridad no eran muy buenas. Si se veía obligado a dar un volantazo la cosa podía acabar muy mal. La vieja International Harvester se encaró a la cuesta del camino dejando una estela de humo azul a su paso, y cuando se incorporó a la carretera que llevaba a Gotham metió la tercera y aceleró, provocando que las herramientas que iban en la parte trasera chocaran entre sí con un tintineo metálico.

Parecía como si el halo de oscuridad de la ciudad pudiera alcanzarlos incluso antes de llegar. El camino era inquietante y siniestro (¿eran rostros lo que veía en los troncos de los árboles que bordeaban la carretera?). Pisó a fondo el acelerador, abrumado por una inexplicable sensación de urgencia.

* * * *

Una vez en la ciudad, encontró el camino hacia la zona más pobre sin apenas dificultad (cuando acostumbras a moverte por esa clase de zonas aprendes a reconocer las señales; los edificios abandonados y derruidos, la cercanía con el puerto, la basura por las calles, la ausencia de luz…), pisó el embrague y redujo a primera haciendo caso omiso de los quejidos del motor para poder fijarse bien en lo que le rodeaba. Encontró un lugar donde dejar la ranchera en la que posiblemente sería la peor zona de la ciudad (tampoco es que creyese que nadie pudiera estar interesado en robarle la vieja International) y decidió continuar explorando a pie, amparado en la invisibilidad.

A aquellas alturas estaba ya diluviando con una violencia tal que sorprendió al bosnio. En Nueva York eran habituales los chaparrones repentinos, pero aquello era incluso más exagerado; los súbitos relámpagos parecían rasgar la noche como dagas de luz. No le importó mojarse; había pasado por cosas considerablemente peores.

Se detuvo al llegar frente a una barrera de hormigón armado, intrigado por la extraña inscripción que en ella rezaba:

¿No era una cita de “Drácula”? ¿Quién colocaría una inscripción así a la entrada de un almacén? Seguramente con la intención de disuadir a los curiosos, como demostraba el hecho de aparecer en cinco idiomas más (uno de ellos el francés). Bueno, supuso que no perdería nada por investigar.

Llevaba algunos minutos caminando cuando le pareció percibir un súbito estallido de luz algo más adelante. Había podido “sentirla” con su cuerpo, lo cual significaba que no se trataba de un relámpago, sino de la clase de luz que él podía manipular. Había dejado de sentirla casi con la misma rapidez, pero aún así, la intensidad había sido muy alta, demasiado como para poder considerarla una fuente de iluminación normal, y no se había producido muy lejos.

Echó a correr para cubrir la distancia que le separaba del almacén y al poco comenzaron los disparos. Bien, aquello era serio. No tenía manera de saber lo que estaba ocurriendo, pero a juzgar por la cantidad de ráfagas que escuchó, allí adentro se estaba librando una verdadera batalla campal, quizás entre dos bandas rivales. Siete años atrás habría permitido que se matasen entre ellos y así hacerle un favor al mundo, pero le había hecho una promesa al profesor y no quería defraudarle, así que invocó la oscuridad que había dentro del almacén hasta hacerla más y más espesa, atrapando a todos los que se encontraban en la parte de abajo, cegándolos, asfixiándolos, envolviéndolos en su frío abrazo. Pronto comenzaron los gritos de horror. Estupendo. Esperaba que fueran lo suficientemente inteligentes como para dejar de disparar si no querían acabar matándose unos a otros por hacerlo a ciegas. Eso le daría algo de tiempo para encontrar la manera de entrar.

Rodeó corriendo el almacén hasta que localizó las puertas principales. Aquello le trajo desagradables recuerdos de su época en Colombia. Había sido en un almacén como aquél donde le habían tendido la emboscada. Un almacén como aquél donde lo habían tenido preso durante días. Donde lo habían torturado… No podía permitirse vacilar. Aquello había sucedido hacía mucho tiempo, y ahora era algo más que un simple cazarrecompensas. Ahora no podrían atraparlo con tanta facilidad.

Enfocó el cerrojo de la puerta con sus manos y proyectó un haz de luz bajo la ilusión de un grueso tentáculo que acababa en la cabeza de un demonio voraz que atravesó con sus mandíbulas el acero dejando un agujero de metal fundido tras él.

* * * *

Las puertas se abrieron de golpe y las sombras se deslizaron para confluir en una amalgama de oscuridad viva de proporciones colosales. Negros zarcillos de energía vibrante rodeaban la figura que poco a poco comenzaba a tomar forma sobre ellos, como un gigantesco demonio de ojos resplandecientes. El ser extendió sus brazos y una miríada de pequeñas luces rojas, los ojos de centenares de criaturas de pesadilla, destellaron a través de la puerta al infierno en que se había convertido su cuerpo cuando se cernió sobre los criminales.

Ah... el terror... La oscuridad que había dentro de él se regodeaba al ver cómo los impíos de corazón caían siempre ante sus demonios internos. Generalmente nunca fallaba, pues todo ser viviente, hasta los más impuros, gozaba de alma, y la existencia de un alma implicaba capacidad de arrepentimiento ante la propia depravación. ¡Cómo disfrutaba oyéndolos chillar como ratas, ahogándose en su propio miedo! En aquellos momentos le resultaba difícil contenerse y no hacer uso del fuego purificador que purgaría el mundo de semejante escoria. Pero entonces se obligaba a recordar quién era en realidad y a acallar las sombras que le instigaban a tomarse la justicia por su mano. Había encontrado algo bueno y puro en la Academia de Jóvenes Mutantes. Tenía a todos esos niños a su cargo y la confianza de un hombre bondadoso que había creído en él cuando nadie más lo hizo. Lo que hacía en la mansión era lo más parecido a "construir" que había hecho en una vida dedicada a la destrucción. Había encontrado una familia. No lo echaría por tierra por algo así. Aquellas ratas no lo merecían.

Así, se dedicó a ir incapacitándolos uno por uno; aprovechando que estaban distraídos con las ilusiones, se acercaba a ellos por detrás y, amparado por la invisibilidad y las sombras, los noqueaba. Un firme brazo en la garganta de uno, apretando hasta que perdía el conocimiento, una patada a las piernas desde atrás de otro para hacerlo caer y, una vez en el suelo dejarlo inconsciente de un certero golpe... A otro que estaba cerca del muro le cogió la cabeza y se la aplastó contra la pared dejándolo K.O.

Estaba tan absorto en su tarea que no percibió el sutil movimiento en la planta superior del almacén hasta que el responsable del mismo atrajo voluntariamente la atención sobre él:

- ¡Abre grande esa fea boquita!

¿Qué demon...? pensó Drago, pero antes de que pudiera completar el pensamiento, una flecha (¿¿una flecha??) de luz atravesó la ilusión y explotó disipando las sombras. El estallido no duró más de una fracción de segundo antes de que el mutante absorbiera aquella nueva fuente de luz, ahogándola como si de un eclipse se tratara y volviendo a cubrirlo todo de oscuridad, pero el vigilante había conseguido "deshacer" al demonio y posiblemente había descubierto que no había sido más que una ilusión. Desde su posición en el suelo del almacén, oculto a las miradas humanas, el mutante observó curioso la nueva aparición.

Era un tipo raro vestido de verde que parecía emular a Robin Hood, arco incluido. Usaba antifaz y capucha para disfrazar su identidad, lo cual podía convertirlo tanto en amigo como en enemigo. Sin embargo, la flecha que había utilizado para atacar a una criatura que parecía salida del mismo infierno, difícilmente podría haber resultado mortal de haberse tratado de un verdadero demonio. Sus efectos, más bien inofensivos, parecían más orientados a despistar y confundir que a hacer verdadero daño. Y tampoco había visto que ninguno de aquellos hombres tuviera alguna herida de flecha. Por otro lado... ¿se había estado escondiendo en la planta superior? Quizás se había confundido y los criminales a los que acababa de neutralizar no estaban atacándose entre sí como miembros de dos bandas rivales (en realidad no había visto ningún cadáver, y semejante fuego cruzado por fuerza tendría que haber dejado un rastro de sangre) sino que estaban tratando de eliminar a aquél encapuchado. Visto así, nada más que por la aplastante desigualdad de la situación (un montón de tíos armados con ametralladoras contra un único tipo que sólo llevaba flechas no letales) habría sido lógico posicionarse a su favor, pero Eclipse era desconfiado y aún no las tenía todas consigo.

Con cierta sorpresa vio como guardaba el arco a su espalda y se apoyaba en la baranda tratando de localizarle.

- Dondequiera que estes, gracias, no se si habria podido salir de esta por mi cuenta...

Aquellas palabras confirmaban sus sospechas, pero aún había algo más a favor de aquél extraño desconocido... No había mostrado temor. Había disparado contra su criatura sin la menor vacilación, e incluso se había permitido bromear. Aquello sólo podía significar una cosa: que la luz de su interior brillaba con tanta fuerza que mantenía alejadas las sombras. Si no había oscuridad en su corazón, entonces no tenía demonios a los que temer.

- Soy Green Arrow, de la Liga de la Justicia, y estaba aqui buscando pistas sobre el paradero de alguien...¿Que tanto te ha traido a ti a Gotham?

Eclipse le observó mientras se apoyaba con aparente despreocupación contra la baranda. Realmente no tenía miedo, comprendió con asombro. La prueba definitiva de una conciencia tranquila. Está diciendo la verdad, susurraron las sombras. Él no es tu enemigo. No pierdas más tiempo aquí. Márchate (¡márchate, márchate!). Esta ciudad es oscura, está llena de oscuridad (sí). Debes marcharte y purificar (purificar...).

No, musitó en su interior, acallando a las sombras. Algo de lo que el hombre había dicho había llamado su atención. ¿La Liga de la Justicia? ¿Eran como los héroes que había en Nueva York? ¿Como los Vengadores? Tenía que averiguar más sobre eso. ¿Habría mutantes en la Liga? Seguro que al Profesor le interesaba saberlo.

Mostró una ilusión de sí mismo a varios metros de distancia, llevando el característico uniforme de "Hombre X". Después de todo, aquél tipo era un arquero, no iba a arriesgarse a mostrar su verdadero cuerpo hasta estar completamente seguro de que era de fiar, por mucho que susurrasen las sombras.

Eclipse no usaba antifaz. No le hacía falta, ya que sólo dentro de la mansión conocían su verdadero aspecto. Siempre que salía lo hacía camuflado con una ilusión, y era bajo otra ilusión que entraba y salía cada día de su casa. Paradójicamente, sólo como Eclipse se mostraba tal cual era en realidad, aunque, eso sí, rellenando siempre el vacío de sus ojos. No le gustaba que los demás vieran sus cicatrices, y de todos modos no era algo que resultase agradable de ver.

- Me llaman Eclipse -dijo en respuesta a la presentación del llamado Green Arrow-. Vengo de Nueva York -"vengo", no "soy". Tenía un acento tan marcado que resultaba evidente para cualquiera que no era americano, y por desgracia sus ilusiones eran únicamente visuales; no podía modificar su voz-. Estoy aquí porque hace tan sólo un mes esta ciudad no existía en los mapas de mi mundo. Antes de... "la Colisión". Quería... explorar el lugar. ¿Por qué te atacaban estos hombres?

De momento se mostraba cauteloso. Respondía a las preguntas que le había planteado el hombre correspondiendo con el mismo nivel de información que él mismo había proporcionado, sin aportar nada más. Cuando averiguara más cosas sobre él decidiría si era prudente hablarle o no de los "X-Men".

Eclipse esbozó una inquietante sonrisa cuando el arquero le habló acerca de los peligros de Gotham.

- La razón de que esta ciudad sea como es, es la razón de que me haya decidido a venir aquí. La oscuridad atrae a la oscuridad... No le tengo miedo a sus habitantes, y tampoco a ese héroe tuyo.

- Asi que puedes hacer distintas clases de ilusiones, ¿No es asi? Y me imagino que trabajas con la luz...

Esa era la pregunta clave. Sus poderes tenían una manera muy particular de expresarse, a pesar de que Xavier le había dicho en varias ocasiones que poseía la habilidad de manipular y controlar la luz y no a la inversa.

- Soy un mutante -explicó mirando de frente al enmascarado-. No sé si sabes lo que es, pero hasta hace unos años ni yo mismo lo sabía. Hay muchos como yo en la dimensión de la que procedo. Se supone que somos algo así como un "salto" en la evolución; nacemos con un gen que nos facilita la capacidad de hacer cosas que para cualquier humano resultarían sorprendentes, e incluso amenazadoras. Es por ello que muchos nos temen, aunque una gran parte de los míos dedica esa "habilidad" o "capacidad" que los humanos no tienen para hacer el bien. Nos hacemos llamar "Patrulla X". En mi caso, se supone que tengo la capacidad de... "manipular" la luz. Puedo absorber energía tal y como has visto, proyectarla y generar ilusiones. También puedo hacerme invisible, como al parecer ya has descubierto.

La imagen del espejismo sonrió, rieló un instante y desapareció al tiempo que el verdadero Eclipse emergía de entre las sombras, con exactamente el mismo aspecto que había presentado la ilusión.

- Te ruego me disculpes, pero esto debe de resultar tan extraño para ti como para mí. Ciudades brotando de la nada, nuevos enemigos, nuevos aliados... Todo es desconocido. No podía arriesgarme hasta estar seguro, pero he visto tu luz y sé que no mientes -le tendió la mano para estrechar la suya. Su agarre era firme y fuerte, y los músculos se marcaban claramente debajo del uniforme. Estaba claro que, independientemente del gen x, estaba bien entrenado-. Tienes mucho valor por dedicarte a esto contando sólo con tu habilidad y con tus flechas, por especiales que sean, y por eso tienes mi respeto.

No en vano él había sido cazarrecompensas una vez, antes de que el gen x se activara. Se había dedicado a ello con la única finalidad de hacer justicia contra los criminales que habían ayudado en el exterminio de su pueblo, y había sido un almacén no muy distinto a aquél donde al final lo habían apresado. Ése era un riesgo al que Green Arrow se enfrentaba a diario, y, a diferencia de él, no le motivaba el afán de venganza, sino algo tan desinteresado como el deseo de ayudar a la gente. Era encomiable. Sí, sin duda el alma de aquél hombre era mucho menos oscura que la suya.

- Te ayudaré. Además, tengo curiosidad por conocer a ese "héroe" del que hablas...  

Observó curioso el rastreador cuando comenzó a pitar y después miró de nuevo al arquero.

- Puedo ir yo primero, invisible, y así asegurar la zona para cerciorarme de que no se trata de otra emboscada -propuso-. ¿Te parece bien?

- Entonces, dejame ver si entiendo...En el lugar de donde vienes, algunas personas nacen con este...¿"Gen X", podriamos decirle? Y si lo tienes, adquieres alguna especie de poder que te pone por sobre las personas comunes, ¿Verdad? Suena a que si necesitan una Patrulla...No me cuesta imaginarme a algun demente diciendo que son la raza superior y que la era del hombre comun tiene que llegar a su fin...

Eclipse sonrió con amargura. Ahí radicaba la cuestión, ¿verdad? Sí, claro que sí, el hecho de poseer poderes podía dar pie con terrible facilidad a que algunos mutantes, los que tenían motivos para odiar, decidieran tomarse la justicia por su mano, o aprovecharse de sus dones para incurrir en las facilidades que proporcionaba el crimen. Su habilidad para volverse invisible y generar ilusiones, por no hablar del intenso calor de sus rayos que podrían reventar cualquier cerradura, habrían hecho que robar bancos no fuese más que un juego de niños. Eso, claro está, si alguna vez el dinero le hubiera importado algo y si hubiera carecido de sus férreos principios morales, lo cual no era el caso. Pero sí que había cedido a la tentación de utilizarlos para tomarse la justicia por su mano, y fue precisamente el argumento de Xavier, uno muy parecido al que acababa de usar Green Arrow, el que le había hecho recapacitar. ¿Cuánto daño habría podido hacer alguien como Hitler de haber sido un mutante? Seguramente nada, ni la fuerza conjunta del eje aliado, le habría hecho caer. Era terrible pensarlo.

- Por desgracia así es, y existen mutantes que deciden utilizar sus poderes para fines no tan nobles, pero también nos enfrentamos a ellos. Pero además hay humanos que, asustados por lo que implica nuestra naturaleza, han decidido unir fuerzas contra nosotros. No creas que ser mutante es tan maravilloso como pudiera parecer... De acuerdo -dijo, y se permitió sonreír en respuesta al guiño-, veamos pues esas flechas en acción.

Eclipse se hizo invisible y siguió al arquero en su carrera bajo la lluvia. Tenía que tener cuidado con eso, en especial bajo una lluvia tan intensa, pues un observador atento podría ver cómo las gotas dibujaban perfectamente su contorno al rebotar contra su cuerpo. Por fortuna las calles estaban desiertas, y había poca luz, así que por el momento no tenía por qué preocuparse. Se reunió con Green Arrow en el callejón y escuchó lo que le decía sin dejar de observar a los tipos que custodiaban la puerta. Vio cómo su compañero tensaba su arco y creó dos ilusiones perfectas de los dos tipos justo encima de ellos, de manera que, cuando el arquero disparó, en un principio nada ocurrió, dejando perplejo al vigilante, ya que además el sonido de los cuerpos al caer había sido disimulado por la intensa lluvia.

- Todo va bien -le dijo en un susurro-. No lo verás, pero voy a entrar. Aguarda mi señal.

Con un chapoteo de sus botas invisibles sobre los charcos, fue corriendo junto a la puerta y la abrió, manteniendo la ilusión de que continuaba cerrada por si había alguien al otro lado observando. Podría mantener el espejismo siempre que no se alejara demasiado. Fue una suerte que Eclipse le hubiera advertido, pues de lo contrario Green Arrow no se habría dado cuenta de nada. Ante sus ojos, la situación continuaba exactamente igual; los hombres no se habían movido, y ninguna puerta se había abierto.

Tocaba esperar...

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Dentro del edificio hacía calor, y a pesar de su aspecto ruinoso no había polvo en el suelo, lo que confirmaba la teoría del arquero de que había alguien viviendo allí o que como mínimo se trataba de un lugar muy transitado. A su izquierda había una puerta que colgaba torcida sobre sus goznes. Al otro lado no había nada más que oscuridad. Justo enfrente había una escalera que subía, y un poco más allá se había derrumbado parte del techo, dejando un montón de escombros de baldosas, cristales rotos, enganches de cables y polvo. Comenzó a subir la escalera, procurando hacer el menor ruido posible, y comprobando siempre la estabilidad de cada peldaño antes de poner el pie en él. Arriba, unos brillantes círculos de luz parpadeantes pendían del techo y le daban la bienvenida. En un momento dado le llegó el sonido de un golpe fuerte y seco. Parecía una pisada, pero si un hombre era capaz de pisar así, tenía que ser un gigante. Y eso no era posible... ¿verdad?

La escalera no era muy larga; llegó al final y se encontró frente a un corto pasillo con varias bombillas desnudas que colgaban de cualquier manera del techo. Algunas brillaban intensamente mientras que otras parecían fundidas, aunque cuando pasó bajo ellas pudo percibir que en realidad no lo estaban, ya que podía notar el núcleo iluminado que ardía débilmente en su interior.

Finalmente llegó frente a una puerta que había sido arrancada. La bombilla del interior estaba quemada, y el aire estaba muy cargado. El olor que salía del interior era añejo y húmedo a causa de las goteras que salpicaban el desvencijado edificio. Estaba a punto de entrar cuando volvió a oírse ese sonido sordo, esta vez más fuerte. Más cerca. Pero no podía ver nada. No a menos que incrementara el nivel de la luz, y no podría hacerlo sin descubrir su presencia. Entró, y sintió como se movía el aire que le rodeaba. Se produjo un tremendo ruido. Fuera lo que fuese que había ahí dentro era enorme. Gigantesco. No podía verlo, pero podía oírlo, y con demasiada claridad. Su pesada respiración, el ruido que hacía al moverse de un lado al otro... Parecía irritado. Furioso. Las baldosas crujían a su paso, y una de ellas, evidentemente deteriorada, se resquebrajó. Una cosa estaba clara: no podría luchar cuerpo a cuerpo contra una persona tan obviamente grande y fuerte, y tampoco podía usar sus rayos sin miedo a matarlo, así que por el momento se limitó a retroceder y a continuar subiendo hasta el siguiente piso.

Arriba encontró varios matones más, sentados en torno a una mesa y jugando a las cartas. Aquí las luces sí estaban encendidas. De estos sí que podría ocuparse sin mucho problema, pero cualquier cosa que hiciera atraería la atención del que estaba abajo, y no sabía si era prudente. Por lo que sabía, podía ser incluso un mutante, y había aprendido la lección desde la última vez que había intentado salir de una situación así a solas, así que retrocedió sobre sus pasos con la intención de reunirse con el arquero. En ese momento, la escalera cedió y se le quedó el pie atrapado en un amasijo de madera astillada. Ahogó un gemido de dolor; uno de los trozos de madera le había atravesado el gemelo. Los esbirros se levantaron echando mano a sus rifles en cuanto escucharon el ruido. Desde abajo no podía escuchar nada, y aquello fue incluso peor. Permaneció invisible y en silencio mientras trataba de liberar su pierna y rezaba porque aquellos tipos clasificaran el sonido como una falsa alarma. Mientras no se movieran no pasaría nada, pero si trataban de bajar chocarían inevitablemente con él y prefería estar lejos del tipo de abajo cuando eso ocurriera. Había pasado ya algún tiempo desde que había entrado. ¿Qué haría el arquero? ¿Se limitaría a esperar, como le había pedido?

Eclipse aguardó en tensión durante unos minutos, pero no tardó en oír cómo los hombres reanudaban distendidamente la conversación y las chanzas en la habitación superior. No habían oído nada, así que se agachó y tanteó la trampa improvisada en que se había convertido la vieja escalera. La estaca de madera le había atravesado la pierna; la única manera de salir que tendría sería si la partía, pero eso significaría volver a hacer ruido, y no tenía muy claro si sería capaz de enfrentarse a los bandidos en aquella situación. Entonces vio al arquero aparecer, como si le hubiera leído el pensamiento. No había escuchado ruido de pelea proveniente de abajo, por lo que dedujo que no habría entrado en la habitación donde se encontraba la mole que había arrancado la puerta. Al parecer, el agujero de la escalera junto con la estaca que flotaba ensangrentada en el aire debieron ser suficientemente explicativos, ya que se llevó el dedo a los labios para indicarle que guardara silencio y se agachó junto a él. En una situación normal no le habría costado incluir la estaca dentro del área afectada por la percepción humana para hacerla desaparecer también, pero por el momento dicha área únicamente cubría su cuerpo, y el intenso dolor junto con la tensión posterior le habían impedido concentrarse para cambiarlo. De hecho creía que había perdido el control sobre la ilusión de fuera. Eso debía de ser lo que había impulsado al arquero a entrar.

- Voy a sacar tu pierna del escalon y nos vamos a ir bien calladitos y bonitos...

Arrow trató de liberarle, pero el no poder ver bien la situación exacta en la que se encontraba atrapado lo volvía más difícil. Eclipse pensó en incluirle dentro de la zona de invisibilidad; podría hacerlo siempre y cuando no se movieran del sitio. Pero antes de que pudiera hacerlo se escuchó el claro sonido de un vaso cayendo al suelo. El tiempo se detuvo mientras el resistente vidrio rodaba hasta detenerse en posición precaria justo al borde del primer escalón... Arrow suspiró, resignado, y cargó una flecha en su arco.  

- No respires hasta estar fuera de la escalera -musitó en el mismo instante en el que el vaso cedía por fin a la atracción de la gravedad y comenzaba a caer, rebotando escalón a escalón. Arrow miró al hombre que se había levantado para recogerlo, le sonrió con descaro y soltó el proyectil-. ¡Atrápalo!

El caos y la confusión se desataron arriba junto con el gas adormecedor al tiempo que el justiciero le liberaba la pierna de un tirón brusco que le desgarró aún más la herida. Eclipse apretó los dientes para no emitir ningún sonido, más por reflejo que porque realmente importara ya, con el estrépito que habían ocasionado la mesa, las sillas y los hombres al caer, y se apoyó en el enmascarado para bajar a toda prisa, ignorando el dolor. Entonces, de nuevo aquella fuerte pisada, justo a su espalda... Los dos héroes se giraron lentamente y allí estaba, el hombre más grande que Eclipse había visto en su vida.

Por lo visto, él y Green Arrow se conocían, ya que empezaron a intercambiar pullas, pero algo pudo sacar en claro, y era que por lo visto aquél tipo también estaba buscando al tal Batman. Diablos, debía de ser un tipo muy popular en aquella ciudad. Parecía que Arrow prefería evitar una confrontación, lo cual se revelaba rápidamente como la acción más sensata a seguir, sobretodo considerando el tamaño y los músculos de aquél hombre. Dudaba que él mismo fuera capaz de tumbarlo en combate directo sin recurrir a sus demonios, pero si hacía esto último podría matarlo, y hacía siete años que le había prometido a Xavier no volver a hacerlo. Sin embargo, el gigante no parecía dispuesto a dejarles marchar tan fácilmente. Tras soltar una enigmática frase, apretó un botón que llevaba en el guante; se escuchó un borboteo escalofriante y los músculos del gigante comenzaron a crecer de manera antinatural con aterradora rapidez. Eclipse no podía dar crédito a lo que veía. Recuerdos del gigante rubio que lo había torturado años atrás, imbuidos de dolor y miedo, lo asaltaron, dejándole petrificado y amenazando con privarle de cualquier capacidad de reacción, pero la frase de su compañero le hizo volver a la realidad:

- Tápate los ojos, Eclipse...

Vio que se llevaba la mano al bolsillo interior de su chaqueta y supuso por su advertencia que se disponía a utilizar uno de aquellos dispositivos explosivos de luz, como el que le había visto emplear justo antes en el almacén. Bueno, él no lo sabía, pero no tenía ojos que pudieran resultar deslumbrados, así que directamente se concentró en potenciar el estallido con la súbita violencia de un sol en el mismo instante en que el arquero se volvió. El gigante gritó, llevándose las manos a los ojos, trastabilló hacia atrás y tropezó con los escalones de la escalera, derrumbándose con estrépito. Le iba a costar bastante recuperarse; como mínimo tendrían el tiempo suficiente para salir a toda prisa del edificio, pero el monstruo hizo entonces algo que no se esperaban: salir de un poderoso salto atravesando la pared de la planta superior, quedando frente a ellos y acorralándolos de nuevo. ¿De qué estaba hecho aquél tipo? ¿Sería un mutante?

La herida de la pierna unida a la impresión que le había producido el rememorar los traumáticos acontecimientos que había vivido años atrás habían hecho mella en sus reflejos; de no ser por el arquero, que lo empujó a un lado en el momento justo, seguramente habría terminado siendo arrollado por la inmensa y furiosa mole que ahora patinaba sobre una película de hielo provocada por otro de los curiosos juguetitos del arquero. El gigante había quedado atascado en la puerta, ocasión que Arrow aprovechó para dejarle en el asiento de un coche abierto y atenderle la herida.

- Respira hondo...Esto va a doler...

El arquero sujetó entonces la estaca y dio un tirón brusco, arrancándola por completo y provocando una explosión de dolor que le hizo perder el control sobre la invisibilidad que le cubría, disipándola por completo junto con la ilusión que cubría sus ojos.

- ¡Dios! -masculló clavando los dedos en el asiento del coche mientras Arrow le cauterizaba la herida con una flecha al rojo-. ¡Arg!

Una cicatriz más para la colección... Arrow comenzó ahora a vendarle la pierna atando con fuerza los extremos de la venda, y Eclipse recuperó lo suficiente el aliento como para preguntar:

- ¿Quién demonios es ese tío?

- Se hace llamar Bane. La unica forma de detenerle es cortar los cables que estan en su nuca, pero yo solo no voy a poder hacerlo, y el debe saber que corrimos hacia aca...ese mastodonte es ademas un genio... -el llamado Bane se estaba recuperando y había conseguido incorporarse-. Si tienes una idea, mas vale que me la vayas diciendo ahora, o seremos papilla...

Eclipse se limitó a sonreír de manera enigmática. Los cubrió a él y a su compañero de nuevo con la ilusión de invisibilidad y proyectó dos dobles exactamente iguales en otro coche a unos metros de distancia. Bane se dio la vuelta y, al verlos, cargó hacia ellos como un rinoceronte, pero no consiguió más que estrellarse contra el vehículo vacío. Eclipse aprovechó entonces para descargar un haz de luz que, con la forma de un tentáculo de oscuridad terminado en una afilada boca cubierta de colmillos, segó limpiamente los cables que conectaban con su máscara. Bane gritó de frustración y de rabia al tiempo que los músculos iban volviendo poco a poco a su tamaño original.

- Todo tuyo -dijo Eclipse haciendo un gesto de invitación mientras por todas partes comenzaban a brotar réplicas exactas de su compañero. Le hubiera gustado ayudarle con algo más, pero no podía moverse mucho con la pierna herida, por lo que tendría que limitarse a las ilusiones. Por el momento, el verdadero Arrow estaba aún invisible, y sus réplicas estaban empezando a rodear al gigante, que las estudiaba con detenimiento tratando de averiguar cuál sería el auténtico...

Eclipse presenció cómo Arrow se preparaba con interés. Se lo había dejado, tal como el propio arquero había dicho, "servido en bandeja". Sin el veneno que le confería su energía sobrehumana no era más que un tipo algo más fuerte de lo normal. Eclipse, que había visto cómo se las manejaba el arquero con sus curiosas artimañas, pensó que no debería tener mayor problema para ocuparse de aquél Bane, especialmente con la ayuda de las ilusiones...

Pero... espera, algo no iba bien... ¿No parecía demasiado concentrado, demasiado atento? No, imposible... ¿Puede ser que...? Antes de que acertara a reaccionar, Bane había golpeado a Green Arrow, estrellándolo contra uno de los coches. Eclipse trató de ponerse en pie, pero el súbito estallido de dolor en la pierna se lo impidió, haciéndole perder el control sobre sus ilusiones. ¿Cómo había...? Era la primera vez que alguien lograba superar los efectos de sus poderes. Pero claro, hasta ahora sólo se había enfrentado contra matones y delincuentes comunes; por lo que se veía, Bane era mucho más inteligente que la típica escoria que plagaba las calles de Nueva York.

Vio con horror cómo el criminal sacaba una pistola de su chaleco y encañonaba con ella a Green Arrow, y pequeñas chispas de luz negra comenzaron a brotar en respuesta de sus dedos, como diminutos tentáculos de oscuridad. Tenía toda la intención de reventar la pistola antes de que pudiera hacerle daño al enmascarado, pero una voz que parecía provenir del interior del coche le detuvo:

- No es necesario -dijo la voz, susurrando junto a su oído-. El arquero lo tiene todo controlado.

Se quedó petrificado. No se giró para ver quién le hablaba, pues sabía que no encontraría a nadie, sólo oscuridad.

- Puede hacerse cargo solito -insistió una segunda voz a su otro lado-. Piénsalo, se lo has dejado en bandeja, ¿cómo se sentiría si ahora tuvieras que sacarle las castañas del fuego?

- Sí, déjale, déjale. Puede ocuparse sólo. Lo sabes.

Sí, lo sabía, aunque no podría explicar exactamente por qué. A veces tenía esos presentimientos, esas intuiciones, y las sombras les daban voz en su cabeza. En realidad no era más que una buena capacidad perceptiva combinada con una alta empatía que le permitía predecir los movimientos del contrario, pero él no era consciente de eso. El sutil movimiento de la mano del arquero a su espalda, el extremo emplumado de una flecha de color verde, el repentino brillo en su mirada... Eclipse bajó los brazos en el mismo instante en que Green Arrow apoyaba la punta de la flecha sobre la pistola de Bane.

- Fuego -dijo antes de que el súbito chispazo prendiese fuego al líquido inflamable que cubría al gigante.

A Eclipse no le sorprendió especialmente, porque no conocía a la Liga de la Justicia ni tampoco sus medios. Él mismo consideraba que el mundo estaría mejor sin determinadas personas; lo único que le contenía era la promesa que le había hecho en su día a Xavier. Por fortuna para Bane (que no para el mundo), la lluvia era tan intensa que apagó en poco tiempo las llamas. Sorprendentemente, y a pesar de las quemaduras, el gigante aún tenía ganas de gresca. Eclipse se acomodó en el asiento, ya más relajado. A aquellas alturas estaba más que convencido de que el arquero se las sabía apañar sin ayuda, y sabía que no tenía que preocuparse. No se equivocó. En pocos instantes la inmensa mole estaba empotrándose contra el lateral del coche en el que él se encontraba sentado.

- Uuuuhhh, eso ha tenido que doler -dijeron las sombras, riendo y cuchicheando entre ellas cuando el arquero le asestó el golpe final en el rostro.

Arrow activó la baliza radioeléctrica y le ofreció su mano para ayudarle a levantarse.

- Vamos, la policia estara aqui en no mas de 20 minutos, y no tengo ganas de hacer papeleo...

No era el mejor momento para ponerse orgullosos, así que aceptó la ayuda que le ofrecían y se puso de pie.

- Realmente haces las cosas bien, Eclipse...Ese que acabas de ver ahi era uno de los villanos mas terribles de esta ciudad...Lo que se metia por la nuca era una droga llamada "Venom", la que le da su fuerza sobrehumana...

- He podido deducirlo -contestó con un amago de sonrisa-. Tú tampoco has estado mal.

Durante el camino de regreso a su vehículo le fue hablando de la ciudad y sus habitantes, poniéndole al día de todo. Eclipse le escuchaba con atención e interés, pero una parte de él se preguntaba por qué no le había hecho ningún comentario al respecto de sus cicatrices. Sabía que había perdido el control sobre la ilusión a causa del dolor cuando le había aplicado la flecha ardiendo sobre la herida, y sabía también que no era una visión agradable. Xavier, Ororo, Bobby y la doctora McTaggert eran los únicos que le habían visto las cicatrices, y sólo porque le habían dejado inconsciente siete años atrás. Él jamás permitía que nadie las viera; se sentía muy violento con el tema y realmente agradecía que Arrow no lo hubiera sacado a colación, aunque le resultaba extraño. No todos los días encuentras a alguien con lesiones como las suyas, y el ser humano era curioso por naturaleza. Bueno, le agradecía la prudencia que estaba mostrando y desde luego no iba a ser él quien se quejara.

- ¡No me digas que eso es lo que te trajo a Gotham!

La súbita exclamación del arquero le hizo volver a la realidad. Por lo visto habían llegado a su destino.

- Eso me temo -contestó, divertido, pero antes de que pudiera añadir nada más, una furibunda voz de mujer harto conocida para él se dejó oír en la noche:

- Sueltalo inmediatamente, extraño...

Venga ya, tenía que ser una broma.

- Haz lo que dijo, "Gorrito"...

¿Ella también? Había que joderse... Mientras él se reponía de la sorpresa, sus compañeras habían empezado a discutir entre ellas, y antes de que pudiera decir nada para tranquilizar la situación, el arquero intervino para tratar de explicarse, aunque por lo que parecía las dos damas no parecían muy dispuestas a dejarse convencer.

- Entregalo, Green Arrow, ahora mismo, o lo rescataremos por la fuerza...

¿Pero qué demonios...? ¿Cómo habían llegado a aquella situación tan absurda? ¿Y por qué nadie le dejaba hablar a él? ¿Se había quedado mudo además de ciego?

- Si pertenece a algo llamado "Liga de la Justicia", entonces no creo que venga buscando pleitos...

- Eso no puedes saberlo...

- Es muy sencillo...Eclipse, ¿Es este tipo un aliado? ¿El te rescato?

Ah, por fin un poco de sentido común.

- Gracias por acordaros al fin de que estoy aquí también -dijo, sin poder contener el sarcasmo-. Antes que nada relajémonos todos un poquito. Este hombre es un amigo. Esa organización a la que pertenece es algo parecido a Los Vengadores según he podido deducir. Estaba buscando a un compañero suyo que ha desaparecido y yo le he ayudado en su misión. Por el camino he resultado herido y no estaría aquí de no ser por él, así que calmemos los ánimos. Por cierto, Tormenta, gracias por hacer que parara la lluvia, se agradece un poco de sol. Me estoy volviendo viejo -masculló, apartándose del justiciero para apoyarse en su ranchera-. ¿Qué estáis haciendo vosotras aquí? ¿Os ha enviado el profesor? Creía que habíamos superado ya esa parte.

No pudo evitar que el enfado se dejara traslucir en su voz. No le gustaba que le controlaran. Al principio Xavier lo había mantenido vigilado para asegurarse de que no se descontrolaba, pero se suponía que ya no era necesario.

- Estás siendo injusto -respondió Tormenta cruzándose de brazos en actitud reprobatoria, como si se tratara de uno de sus alumnos-. Simplemente se preocupa por ti. Por todos nosotros. Lo sabes de sobra.

- Te marchaste sin decir nada -hizo notar Júbilo-. Sabes que no le gusta que iniciemos acciones por nuestra cuenta sin avisar a la Patrulla.

- Ya, bueno. Por favor, ahorradme el sermón -replicó con fastidio-. Algo me dice que voy a tener que escucharlo de nuevo en la mansión y prefiero que no sea por partida doble -se volvió en ese instante hacia Green Arrow y le tendió la mano-. Voy a tener que marcharme -dijo con una sonrisa de disculpa-. Como ves, la situación está un poco tensa ahora, pero me gustaría mantener el contacto. ¿Qué tendría que hacer si quisiera volver a verte?