¿Batman? Ha salido, lo siento. (Tania, Dick Grayson, Barbara Gordon) [DC, Pre-Omega]

- ¿Vas a dejarme sola una semana? - pregunté, incrédula, mientras Bruce se colocaba bien la corbata.

- Cinco días - corrigió él, en tono neutro.

Agité la mano; la diferencia me parecía irrelevante.

- Es mucho tiempo - insistí - ¿Y si pasa algo? Hace mucho que no me encargo de esto, ¿sabes?

Bruce me miró fijamente.

- Barbara, eres la única persona de confianza que tengo en Gotham ahora mismo. Robin está en una misión con los Titanes y yo tengo que coger un vuelo a Europa en dos horas. Siento haberte pedido que salgas de tu retiro, pero no tenía muchas alternativas. Sólo serán cinco días, y no sucederá nada que no puedas manejar. El Joker está en Arkham, Dos Caras sigue bajo llave... y Dick está en Blüdhaven, llámalo si lo necesitas.

Oh, sí, sobre todo porque hace casi seis meses que no sé nada de él. Desde lo de Wally apenas si lo he visto una o dos veces... No creo que pueda llamarlo tal cual y decirle: ¡felicidades, señor Grayson, Gotham lo necesita de nuevo!

Reprimí un suspiro. Hacía ya un año que había dejado de ser Batgirl. No sólo había sido culpa de los mismos eventos que habían llevado a Dick de vuelta a Blüdhaven, aunque aquello había sido la gota que colmaba el vaso. También había otra cosa. Hacía tiempo que quería cambiar la vida de superheroína por algo distinto. Pero, ¿por qué? Bueno, no parecía que Gotham fuera a mejor desde dentro, así que tal vez tenía que intentar cambiarla desde fuera... ¿qué tal sonaba "Congresista Gordon"? Hubiera preferido "Agente Gordon", claro, o incluso "Comisaria Gordon", pero aquello hubiera sido mucho pedir. Mi padre nunca hubiera permitido que fuera policía, ni siquiera ahora que ya era "mayorcita".

Al menos espero que el traje no se me haya quedado pequeño..., pensé, con ironía.

- ... Está bien. Nos mantendremos en contacto. - dije a Bruce. Con suerte, serían cinco días normales y corrientes, durante los cuales mi mayor preocupación sería asegurarme de que Tolkien y Tolstoi siguieran uno al lado del otro en la estantería.

- Gracias, Barbara - dijo Bruce, mostrando una de sus poco habituales sonrisas. Ésta parecía ser una de alivio. - Gracias, de verdad. - y, en uno de sus escasos gestos de efusividad, me dio un breve apretón en el hombro con la mano derecha. - Nos vemos en cinco días.  

- Claro. Cuídate.



La Biblioteca de Gotham estaba bastante desierta a aquellas horas. Al fin y al cabo, era día laborable: adultos en la oficina, niños en la escuela. Me esperaba una mañana de lo más aburrida, y no estaba de muy buen humor. Apenas había dormido la noche anterior por culpa de los ladrones de arte que operaban últimamente en la ciudad. La prensa había decidido llamarlos Atlantes. ¿Por qué? Bueno, no esperéis algo muy original. Simplemente era porque robaban piezas de colección que provenían de Atlantis; las cuales, por cierto, se habían puesto muy de moda en la alta sociedad de Gotham. Primero había sido una colección de monedas; después, una daga ceremonial. La noche pasada, una estatuilla. Empezaba a temer por la pareja de lanzas que adornaban el estudio de Bruce. Después de que los ladrones se me escabulleran el día anterior, lo único que me faltaba era un robo en la Mansión Wayne delante de mis narices. Podía imaginarme el cuadro: Oh, sí, Bruce, te dije que cuidaría de Gotham en tu ausencia, no dije nada de tu mansión, la cual, además, está técnicamente en las afueras...

Tal vez debería llamar a Dick, después de todo.

Sólo como último recurso, Babs, me dije. Desde la ruptura con Kory, Dick había estado aún menos comunicativo que de costumbre. No sabía muy bien cómo se tomaría una "llamada del deber" en aquel momento.

Unos pasos que se acercaban hacia el mostrador hicieron que retornara a la realidad de mi empleo diurno. Al parecer, la Biblioteca no estaba tan vacía como yo había creído. Era el momento de hacer algo más por la Humanidad que quedarme dormida sobre el escritorio...

- Buenos días, ¿puedo ayudarla en algo? - pregunté, con amabilidad, a la recién llegada.

Tania llevaba casi una semana entera en Gotham, habiendo sido llamada para un trabajo especial en calidad de restauradora y experta en diversas culturas, tanto perdidas como desconocidas por la gente normal. Las personas que le habían contratado tenían un aspecto de mafioso de libro y bueno, no era dada a los prejuicios, pero venían de Gotham y ella no era estúpida. No era Metrópolis, había muchos lugares donde una chica no podía pasear de noche, y por ello la ciudad había parido un héroe tan extraño como Batman. Aunque mejor no mencionar al infame Joker, un enemigo recurrente en la carrera del vigilante... Bueno, al final todos los "súpers", tuviesen poderes o no, eran raros de narices. Tania no comprendía la necesidad de hacer el bien por la justicia, sin llevarse ninguna remuneración económica. El caso de Batman era peor: la gente no solía aclamarlo ni alabarlo, por lo que la razón obvia de puro egocentrismo estaba descartada. Y aún por encima había tenido seguidores, como ese tal Robin cuyo traje le daba pena.

¿Y por qué pensaba tanto en Batman? Pues porque estaba en Gotham. Los periódicos siempre tenían espacio para una foto o una noticia del Caballero Negro, y como una ciudadana de otra ciudad su primera relación con Gotham era Batman. Y después estaba el hecho de que estaba casi segura en un 70% de que estaba haciendo algo ilegal, por lo que se lo podría encontrar, en plan colgado de una viga del techo y haciendo que se cagasen de miedo sus jefes. Eso no le gustaba, así no ganaría el sustancioso dinero que incluso podría pagar una modesta expedición arqueológica. En todo caso, los mafiosetes esos le habían proporcionado un billete de primera clase en avión, un adelanto y un estudio discreto donde trabajar. Ella pedía intimidad y a cambio no hacía preguntas y aseguraba un trabajo estupendo. La única pega es que los objetos eran de Atlantis...

Las monedas habían sido un juego de niños: una vez se sabía el metal y su método de fundición, sólo quedaba hacer su truco y limitarse a reproducir el trabajo. La daga había sido más complicada, claro, pero al final casi era lo mismo, ya que las ceremoniales no estaban forjadas para la guerra y por tanto no necesitaba de una forja de verdad (menos mal, odiaba el trabajo duro). La estatuilla era más puñetera. Por mucho que se devanó los sesos y buscó en sus libros habituales, no encontró de quién era, y normalmene su magia no funcionaba tan bien cuando iba a tientas. Suponía que un trabajo que no fuese por lo menos perfecto no sería aceptable por sus simpáticos jefes, así que decidió darle un intento a la biblioteca de Gotham. Así que se puso sus botas, sus pantalones vaqueros, un jersey grueso y una chaqueta calentita con capucha y se dirigió hacia allí. Salió de la habitación y anduvo un rato hasta que hizo algo que ninguna chica joven debería hacer en aquella ciudad: meterse en un callejón oscuro. Claro que ella no era una chica normal, como atestiguaron sus ojos verdes conviertiéndose en amarillos. En en el abrigo de las sombras, dos orbes brillantes y amarillos fueron lo último que quedaron de ella cuando dio un último paso.

Y la pierna aterrizó en el callejón contiguo a la biblioteca, con un claro sonido de tacón duro. Miró para todos lados, y penetró en el edificio antes de que se le helase el trasero al comprobar que no le hubiese visto nadie. En el último momento, su cerebro de genio decidió darle un pequeño toque de atención, y giró su cabeza bruscamente hacia arriba. No, nada, tan sólo las gárgolas del edificio, que eran feas como ellas solas. ¿Porqué en EEUU seguían copiando la arquitectura de un tiempo oscuro y estúpido? Estaban bien en su contexto temporal, pero ahora sólo eran estatuas de hormigón anacrónicas y de mal gusto. Se dijo a sí misma mentalmente que no estaba allí para discutir la pésima estética de la ciudad y entró finalmente por el umbral de la puerta. Mientras se acercó directamente a la bibliotecaria, echó para atrás su capucha y la miró. Aunque su rostro no cambió de un deje aburrido y desinteresado, desaprobó a la mujer casi instantáneamente, porque era una pelirroja de ojos claros que sí estaba buena. Su tono de voz un poco carente de sentimiento tampoco hizo notar nada.

-Buenos días. Sí, creo que me puede ayudar. Busco un libro que me pueda contar leyendas atlantes poco conocidas. O incluso historia de sus reyes-añadió finalmente, recordando que la estatuilla tenía un estilo funerario clarísimo-. ¿Valdrá la tarjeta de la Biblioteca Nacional de Metropolis como seguro? No pasa nada si no me lo puedo llevar-porque una vez supiese donde estaba, no tenía intención de necesitar hacer más preguntas a la mujer.

-Buenos días. Sí, creo que me puede ayudar. Busco un libro que me pueda contar leyendas atlantes poco conocidas. O incluso historia de sus reyes.

La bibliotecaria podría haber abrazado a la desconocida. Alguien que enunciaba claramente lo que quería nada más entrar, por poco habitual que fuera lo que buscara, no se veía todos los días. La mitad de mí se alegró de no enzarzarse en una interminable conversación del estilo "pero, cuando me dice algo entretenido para leer, a qué se refiere exactamente?". Sin embargo, por suerte o por desgracia, yo no era sólo la bibliotecaria, y la detective... la detective tuvo que reprimir un gesto de sobresalto.

Dios, Bruce me había enseñado bien. A pesar del tiempo transcurrido desde que colgué la capa, aún era capaz de reaccionar como a él le gustaba. Capítulo uno: cómo aparentar ser un playboy millonario (bibliotecaria) inofensivo (inofensiva) y cabeza hueca: mantén esa sonrisa insulsa pegada en tu cara pase lo que pase. No dejes que sepan lo que te pasa por la cabeza, especialmente si es algo en la línea de: "¿Atlantis? ¿No es mucha casualidad? ¡Estaba pensando exactamente en eso hace unos segundos!"

Cálmate, Babs. Todo este asunto de los robos es de dominio público. Hay mucha gente que ha recordado de repente que la cultura atlante existe. Vale, puede que sólo sea por la publicidad que se le ha dado al asunto, tal vez sea curiosidad... Pero, de todos modos, serás una estúpida si lo pasas por alto.

- Se lo busco enseguida - repuse, tranquilamente, volviéndome hacia el ordenador. Aproveché el gesto para dedicar una breve mirada a la mujer, tratando de retener sus rasgos. Normalmente, me bastaba con una vez; volvería a reconocerla dondequiera que fuese. Ventajas de tener una memoria eidética, supongo. Por algo me habían dado este aburridísimo trabajo.

-. ¿Valdrá la tarjeta de la Biblioteca Nacional de Metropolis como seguro? No pasa nada si no me lo puedo llevar - preguntó ella, mientras ante mis ojos desfilaba toda una lista de libros dedicados al Imperio Perdido.

"Cien ceremonias atlantes en honor de sus Reyes"... Apuesto a que Arthur adoraría éste., me dije.

-No hay ningún problema, tenemos un convenio con Metropolis - respondí a la pregunta mientras memorizaba el número y localización de la estantería. Habían vuelto a cambiar de sitio la sección de Historia Antigua, y aún no me había acostumbrado del todo. Miré por última vez la pantalla y me levanté de la silla - Puede llevárselo si lo necesita. La acompañaré al lugar donde están los libros sobre Atlantis, para que pueda escoger usted misma. - añadí, iniciando el recorrido hacia la segunda planta. - Cuando lo tenga, pase por el mostrador y le tramitaré el préstamo.

Tania, por su parte, si tenía algún interés en la bibliotecaria lo disimulaba muy bien. No le importaba un bledo, hablando en plata, el destino de una mortal que se dedicaba a hacer listados de libros. Pero respondió a la profesionalidad de ella con una fría educación, lo justo y necesario como para que cualquiera no pudiese reprochárselo, pero tan distante que cualquiera se hubiese refugiado del hielo en su mirada. La sonrisa pasó por su mente, pero su rostro y sus ánimos pudieron mucho más que ella y ni lo intentó. Al menos la tarjeta le valdría para sacar los libros y así ahorrarse la incomodidad de buscar lo que quería en un lugar público.

-No debería tomarme mucho tiempo devolverlos-comentó entono conversacional.

Tania ya no miraba a la bibliotecaria, sino que miraba al frente, siguiendo por donde ella le seguía. Para alguien curioso de un tema tan polémico últimamente, la mujer parecía totalmente carente de emoción, incluso aburrida. Estaba claro que no era su capricho lo que la había llevado allí, y lo cierto es que era verdad. Tenía que conseguir más información, el nombre o la fecha en la que la estatuilla fue creada, para poder hacer su magia y ganar una gran suma de dinero. Todo esto era un trámite molesto y Atlantis no le parecía especialmente interesante. Si así fuese, ya hubiese intentado llegar a la ciudad submarina, justo donde la fuente del conocimiento se originaba in situ, en vez de rebuscar entre libros hechos por los habitantes de la superficie. Aunque para eso seguro que tendría que pasar por trámites peores, como petición de becas o incluso cosas peores. Cuanto menos pidiese del gobierno, menos notoria sería su existencia y menos probabilidades de ser descubierta.

-Deben ser libros muy raros-siguió, porque el silencio era placentero pero llevaba sin hablar con nadie durante muchos días-. Atlantis guarda muy bien sus secretos-y tanto, porque la estatuilla era un misterio total para ella.

-No debería tomarme mucho tiempo devolverlos-comentó la mujer mientras caminábamos hacia la sección correspondiente. -Deben ser libros muy raros- añadió -. Atlantis guarda muy bien sus secretos.

Curioso comentario. Bueno, parecía una entendida más que una simple curiosa. ¿Una arqueóloga, quizás? ¿Una licenciada en Historia? No había mencionado los robos hasta el momento, lo que, considerando el tema del que hablaban, hubiera sido casi obligado. Es decir, todo Gotham hablaba de aquello. Pero yo misma había conocido a varios historiadores, y algunos tenían más reciente la Segunda Guerra Púnica que lo sucedido la última semana en su propia ciudad. Quizá mi visitante pelirroja pertenecía a aquel tipo de... club.

- Sin duda, es una cultura muy poco conocida - respondí, tratando de no hacer ningún chiste del estilo de "y tan bien guardados, casi a diez mil metros de profundidad". ¿Se me estaría pegando el humor absurdo de Dick? Porque seguro que de Bruce no lo había aprendido. Y a papá se le daba mejor el humor negro que la comedia, así que suyo tampoco podía ser. Claro que también cabía la posibilidad de que el chiste fuera cosa mía, lo cual era todavía peor.

Al fin llegamos a la sección de Historia Antigua. Ocupaba una hilera entera de estanterías, con sus libros perfectamente alineados y ordenados cronológicamente. Indiqué a la mujer el lugar donde se encontraba Atlantis (tercera estantería a la derecha).

- Aquí tiene. La esperaré en el mostrador por si necesita llevarse alguno. - esbocé una sonrisa y me retiré para dejarla sola.

"Por favor, llévatelo", supliqué mentalmente, "y así tendré un nombre sin tener que recurrir a las cámaras de seguridad..."

-Porque no se toman el suficiente tiempo para buscar información-contestó a la respuesta de la bibliotecaria. Había sido un tono duro pero Tania no era el tipo de persona que expulsase paciencia por sus poros. Era difícil ser paciente cuando todo te parecía un aburrimiento.

Soltó un escueto "gracias" mientras sus ojos se posaban en los libros como un niño en una tienda de caramelos. Allí tenía, posiblemente, la respuesta al misterio de la estatuilla. En alguno de esos libros se encontraba la información, así que iba a sacársela de una forma o de otra. Empezó por mirar las cubiertas, viendo los temas a tratar. Casi todo era de estilo general, la gente, como Tania había señalado antes, no busca información de supuestas civilizaciones antiguas. Incluso si éstas eran en verdad más avanzadas que el resto del mundo. ¡Idiotas! No entendían que del pasado se podía aprender mucho. Ella lo había aprendido muy bien, pues no pensaba mostrar sus poderes a nadie más en toda su larga, larga vida. Con que una vez le sellasen le parecía más que suficiente, gracias.

Pasó con un dedo acariciando cada libro, como tanteándolos a ver si alguno le decía algo, mientras sus ojos verdes no paraban de descifrar los contenidos a base de los títulos. Al final su dedo se paró en uno en concreto, y dio un paso atrás para coger el anterior. "Reyes de Atlantis". Lo cogió y con un gesto reverenciar lo abrió, pasando cada página lentamente y observando la información. Suficientemente detallada y con algunas imágenes, valdrá. Lo colgó de su brazo flexionado, igual que se cogían a los bebés y siguió su selección. Los demás no eran nada prometedores, como ya se temía de la biblioteca de Gotham. Al menos eso no significaba tener que convencer a sus jefes que tenía que moverse a Metrópolis, lo cual veía difícil cuanto menos. Bueno, no había sido una mala "caza" de información, porque siempre podía inventarse un poco la estatuilla si el libro no valía al final. Lo bueno de seguir genealogías enteras de gobernantes era que estaban todos cortados por el mismo patrón.

Volvió hasta la recepción, donde dejó el libro suavemente. Era un volumen grueso y pesado, lleno de letra pequeña y los dibujos eran grabados, no fotografías. Por lo visto, era un libro acerca de los reyes antiguos de Atlantis, no sobre el arte o ritos de la civilización. Tania entregó tranquilamente su tarjeta de la biblioteca de Metrópolis.

-Aqui tiene la tarjeta. Quiero llevarme este, me será muy útil.

La tarjeta decia claramente su nombre: Tania D. Schneider. A Bárbara no se le sería nada dificil encontrar en su ordenador cosas sobre su apellido, debido a que u padre había hecho grandes avances en la investigación médica. Además, su madre había sido una superheroína en el pasado, hasta que perdió sus poderes, por lo que era posible que en la red de información de Batman tendría muchos más datos. En todo caso, sobre ella misma, no encontraría nada serio, excepto su trabajo: arqueóloga y restauradora. Por supuesto, una persona paranoica podría empezar a atar cabos, pero no se podía construir una teoría que no sonase a lunático si no se tenían más pruebas.

Retuve el nombre, le tendí de nuevo el carnet con una sonrisa, y dejé que se fuera, ¿qué otra cosa podía hacer? Bruce se habría enfundado el traje y la hubiera seguido el resto del camino, sólo para asegurarse, pero yo no era Bruce. Además, debía quedarme en la Biblioteca. Aquélla podía ser la primera de muchas personas interesadas en Atlantis y, si iban a venir más, lo mejor sería que estuviera preparada para recibirlas.

Tania D. Schneider.

Suspiré. Aquella noche tendría trabajo de campo y trabajo de ordenador. Bruce pensaba que esta ciudad podía manejarse con una sola persona... ¡Ja! ¡Yo también necesitaba mi propio Robin!

Hablando de lo cual...

- Dick, si escuchas esto, llámame en cuanto puedas. - suspiré, colgando el auricular. Pantaloncitos (ex-pantaloncitos, supongo) estaba fuera de casa, probablemente pateando unos cuantos traseros como Nightwing. Nunca se lo diría, pero, en ciertas cosas, Dick se parecía mucho a Bruce. Si estaba destrozado por la pérdida de Wally, lo compensaría encerrando a la escoria de Blüdhaven.

Al menos, a él le había visto llorar. Bruce nunca lo hacía.

Era de noche. El resto del día en la biblioteca había transcurrido sin incidente alguno. Había salido a la hora, había cenado con papá y me había metido en la Batcueva para tomar prestado el ordenador de Bruce. Por suerte, mi traje estaba en perfectas condiciones, y aún recordaba cómo lanzar el gancho con una mano mientras disparaba dos Batarangs con la otra.

Bueno, al parecer, aún había Batgirl para rato...

El ordenador no me había dicho mucho. La chica era arqueóloga y restauradora, lo cuál me había hecho arquear las cejas, pero sólo un poco. Sus familiares habían tenido una trayectoria... interesante, pero nada con que montar una buena historia. Podía ser una pista, sí, pero no tenía mucho más. Tendría que empezar por otro lado y dejar a la tal Tania como recurso de emergencia.

Bueno, había otro lado por el que empezar, al menos. Podía intentar localizar la mercancía una vez pasara a disposición del público. Sospechaba que llegaba tarde para los primeros golpes, pero, ¿qué tal el último robo? Era reciente, y una restauración tardaba al menos un tiempo, me daba unos días de margen para poder investigar. Incluso era posible que diera tiempo a que Batman regresara.

- Bueno, Babs, vas a tener que preguntar amablemente a alguien del mercado negro. Cuando la estatuilla aparezca, vas a querer enterarte. Espero que no sea una subasta, o tendrás que tirar de la cuenta de Bruce.

De paso, podía investigar el resto de los objetos. No había tenido suerte la última vez, pero ya sabes, Batgirl nunca se da por vencida.

Busqué a mi contacto en el ordenador ("compraventa de antigüedades" +/- "historial delictivo"), y pronto su feo careto apareció multiplicado por seis en las pantallas. Hice una mueca de desagrado.

- John R. Lacey... necesitas un corte de pelo - suspiré, dándome la vuelta para abandonar la Cueva, camino de los bajos fondos de Gotham.

Hoy había tenido un día ajetreado en la comisaría. El jefe estaba tan exaltado con el tema de los traficantes de droga que revolucionó a todos los empleados. Debía de tener un mal día también, quizás se había pelado con su señora esposa. Algo que tampoco me extrañaba, teniendo en cuenta lo malhumorado que se pone todas las mañanas. Pero no voy a hablaros mucho de su vida, no creo que os interese, la verdad.

El caso es que, estaba seguro de que el rollo de los traficantes era tan solo otra tapadera de BlockBuster para disimular algo más gordo. Llevaba meses tras alguna pista de poder acusarle de una vez por todas, como Nightwing, claro, el jefe no quería darme aquel caso, seguía pensando que era un novatillo a pesar del historial que llevaba hasta ahora.

Es escurridizo, el cabrón, pero se que le pillaré algún día.

Aquella mañana solo atrapé a un ladrón de bolsos que actuaba con su moto y atacaba a las pobres ancianas del barrio rico cuando caminaban distraídas por la calle. Ese estúpido debió de pensar que no le alcanzaría si aceleraba con su Scooter 125. Pobre infeliz, no tenia ni idea de que se me daba estupendamente bien correr por la calles y escalar edificios. Pude rodear una manzana a tiempo para alcanzarle por el otro lado. Tuve suerte la verdad, pero no hay nada que se le resista a Nightwing, ni siquiera cuando va de uniforme y pistola.  

Poco más hice aquel día. Comí en la pizzeria Harrison, que estaba en la esquina del centro y me pasé la tarde de un lado para otro con mi compañero Harry. Nada especial ni interesante que pueda contaros.

Llegó el toque de queda y me fui corriendo a los vestuarios para cambiarme y ducharme a toda prisa. ¡Por fin llegaba lo interesante del día! Cenar un poco y meterse en el traje de Nightwing por fin. Estaba seguro que iba a ser todo mucho más emocionante ahora.

Pensaba seguirle la pista un poco más a BlockBuster cuando me dio por mirar el móvil antes de salir de casa. Al parecer tenía un mensaje de voz en el buzón. Era del móvil de Bárbara, así que le di al botón de "escuchar" lo más rápido que pude. ¿Qué quería? ¿Había decidido por fin invitarme a salir?

-Dick, si escuchas esto, llámame en cuanto puedas. -

Trabajo. Seguro. Eso suponía más trabajo, solo había que analizar su tono de voz. A demás, seguro que tenía relación con Bruce. Me apostaba todo mi salario del mes.

Suspiré en parte decepcionado y descolgué el teléfono, buscando el número de Barbara en la lista de contactos. Dos "Tuuut" y descolgó al instante.

-¿Barbara? Soy Dick. Acabo de ver tu llamada, ¿ha pasado algo? - Dije, mientras empecé a contar los segundos hasta que en una de sus frases apareciera el nombre de "Bruce" o, para el caso, de "Batman".

Y no hubo ningún problema. Tania cogió su libro y se fue de la biblioteca, ajena a lo cerca que había estado de ser descubierta por un miembro de la pandilla de murciélagos de Gotham. Volvió a meterse en un callejón cercano y simplemente, fundiéndose con las sombras, se teleportó. No tenía excusa para tardar tanto, así que prefería no tomar el autobus o un taxi. Al llegar al apartamento, uno de los matones (porque no podía llamar de otra forma a semejante guardaespaldas enorme que le había puesto) le miró un poco suspicaz, por el libro. Ella le miró de vuelta, esperando a que le abriese la puerta, porque obviamente era material de trabajo que había conseguido.

-¿Nunca habías visto un libro? ¿O te sabes tú todas las dinastías reales de Atlantis? Abre de una vez, me estás retrasando-soltó un poco borde, con el ceño fruncido.

-S...Sí, señorita Schneider-contestó el matón, más acostumbrado a ese tipo de trato de sus jefes que a la amabilidad.

Por supuesto, le pagaban por ser grande y fuerte, no por hacer preguntas o pensar demasiado, así que no pensó acerca de cómo había conseguido tan rápido semejante libro. De hecho, tampoco sabría si ese libro era raro o no, porque él prefería leer como mucho el periódico y eso el día que se sintiese intelectual. Tania entró en el apartamento con una ligera sonrisa y posó el libro en la mesa de trabajo. Abrió la caja de caudales con una combinación que sólo sabía ella y su jefe, y cogió la estatuilla con cuidado reverencial, hasta que la dejó también en la mesa. Encendió una lámpara de luz blanca de bajo voltaje para no deteriorar el material, y abrió el libro.

-Bien, empecemos por la primera dinastía conocida que hiciese ritos funerarios semejantes-comnetó para ella misma, y pasó varias páginas. No se comentaba en el libro cual fue la primera que hacía tal cosa, pero ella ya lo sabía y sólo tenía que buscar el nombre-. Ajá, ¿Bruce? Está traducido, qué mal-dijo con disgusto-. Bueno, no podría ser perfecto, al fin y al cabo. A trabajar.

Y se dispuso a ello toda la tarde y noche. Primero estudió el libro, y llegó a la conclusión de que debía ser Bruce IV o su hijo Hal III, porque con las traducciones de nombres uno nunca sabía si hablaban de uno u otro. Tania odiaba semejante simplismo, y consideraba un insulto sin duda a la cultura de Atlantis. Si alguien se llamaba N'Tarrg, no era culpa de los humanos que no supiesen pronunciarlo. Aunque empeaba a pensar que no era tanta culpa de la espcie como de EEUU, ya que al fin y al cabo los historiadores de otros países solían respetar más esas cosas (no todos, claro). En fin, orgullo americano... En todo caso, acabó por encontrar la efigie de ambos, gracias a otro libro de los que sí se había traído con ella, y ahora podría retroceder en el tiempo el objeto, en cuanto confirmase sus datos.

Era un mal momento. Pero la culpa era mía, por dejar el mensaje en el contestador.

¡THUMP!

- ¿Barbara? Soy Dick. Acabo de ver tu llamada, ¿ha pasado algo?

¡BONG!

- ¡Hola... Chico... Maravilla! - exclamé, entre jadeos.

¡CRASH!

- ¡Perdona... el... jaleo!

¡CLANG!

- ¡¡Ooooww!!

- ¿Te pillo muy... lejos? Me iría bien una ayudita en...

¡THUD!

- ... Gotham - terminé, mientras el último matón caía al suelo. Tenía que reconocer que el sistema de manos libres diseñado por Wayne Enterprises tenía una estupenda aplicación en el campo de la justicia.

- ¿Va a algún sitio, señor Lacey?

El "anticuario" había aprovechado mi pelea con sus guardaespaldas para intentar escabullirse hacia la puerta. Sin embargo, era demasiado voluminoso y aquello lo ralentizaba. Una pena. Miró el Batarang que acababa de clavarse en el panel de la puerta de atrás y cambió de idea de inmediato, volviéndose hacia mí con las manos alzadas.

- No me hagas daño... por favor... - suplicó - Sólo soy un intermediario, lo juro...

Esbocé una sonrisa.

- Claro... Venga aquí, quiero presentarle a alguien - comenté, mientras lo esposaba contra la pared. Desconecté el manos libres y saqué el móvil de uno de los bolsillos del cinturón de utilidades, poniéndoselo en la oreja sin ninguna ceremonia - John Lacey, Nightwing. Nightwing, John Lacey - dije, haciendo las presentaciones - ¿Por qué no le explica a mi amigo por qué me ha echado a sus matones encima?

- Yo...

- O, mejor aún, ¿por qué no le explica por qué tiene el almacén lleno de objetos robados...? A lo mejor tiene algo que le interese, como importaciones atlantes - continué. Estaba más que segura de que había dado en el blanco - Bien pensado, podría incluso darle una dirección...

El hombre estaba sudando.

- Yo... - murmuró - 26 de Adams Street... es donde las recogen mis chicos - balbuceó.

- Gracias, John - le dije, con mi mejor sonrisa, asegurándome de que quedara bien esposado a la tubería que había escogido antes de salir por una de las ventanas, llevándome al móvil al oído - ¿Quedamos allí, Dick, o pasas a recogerme? - bromeé, tratando de que sonara como en los viejos tiempos.

- ¡Hola... Chico... Maravilla! - escuché al otro lado del teléfono. Después de varios segundos de comunicación noté que algo no iba demasiado bien. Barbara no estaba muy "disponible" que digamos, para hablar. Entre jadeo y jadeo escuché los golpes y las réplicas de lo que parecían un par de matones. Batgirl ya se estaba metiendo en problemas y eso que me dijo que lo había dejado.

Mientras dejaba que Barbara buscara un momento para hablarme con tranquilidad, transmití la llamada al comunicador de mi casco y no perdí más el tiempo. Monté en la Wingcycle y aceleré al máximo para salir zumbando en dirección a Gotham. Cuando iba de calle no podía pasar de los 12km/h pero usando el traje de Nightwing y quitándole el camuflaje a la moto, la pasma ni siquiera se planteará hacerme el control de alcoholemia.

-Tardaré veinte minutos - le dije por el comunicador. Normalmente llegaba en hora y media, pero a la velocidad que llevaba era fácil llegar a Gotham y más habiendo entrado en la madrugada.

-Batgirl, ¿Qué ha...? - le pregunté sorprendido cuando me puso al teléfono a uno de los matones - Encantado señor Lacey, ¿cómo se siente cuando una chica guapa le patea el trasero?-

Escuché con atención a Batgirl, mientras esta hablaba de fondo. Así que de eso se trataba, pensaba que el rollo de los "Atlantes" ya lo habría solucionado Bruce y ahora quería termináramos el trabajo sucio nosotros.

-Muy bien, quedemos mejor directamente allí, no creo que me dé tiempo a pasar a recogerte - contesté con una sonrisa burlona en los labios y cerré el comunicador.

Giré hacia mí el mango de la Wingcycle, acelerando un poco más mientras realizaba la última curva en dirección al puente de Gotham.

Y era ya la hora. Tenía los datos y tenía la capacidad, así que no tenía sentido alguno seguir retrasándolo. Dejó el objeto sobre la mesa de trabajo, alejado de todo lo demás, y lo miró unos instantes antes de levantarse y extender sus manos. Cerró los ojos mientras éstos empezaron a brillar de color amarillo y abrió toda su mente a las corrientes del Tiempo. Desenredó poco a poco la maraña y después empezó a hilarla de nuevo sobre la estatuilla. Imágenes, sonidos e impresiones le venían e iban a una velocidad tan grande que un cerebro humano no podría retenerlo, pero ella sí. Una guerra... dos... sí, la tercera (más bien la primera de las dos, si uno seguíael orden cronológico nomal)... Tanta sangre, tanta muerte... Y era la muerte lo que buscaba. Un hombre apuesto como ninguno caía en el combate, abatido por el usurpador de su hermano, y una nueva dinastía surgía en Atlantis. Pero el traidor lo había hecho por el bien de la ciudad, pues su hermano era un rey loco, y el pueblo estaba de su parte. Entonces... sí... el entierro del anterior rey, justo después de la coronación...  ¿Y un hijo clamando venganza sobre la tumba de su padre? No, ése no era el hilo correcto, la historia se desenredaba mal, y el Tiempo empezaba a llevarla por una alternativa que no había sucedido pero que bien podría haberlo hecho. Pero el Tiempo no se daba cuenta de que el interés de Tania no era fácil de atraer, y enseguida insistió en el retazo que le llevaría hasta su meta.

Y allí estaba, ante ella, la estatuilla, justo mientras la ponían en su pedestal al lado de la tumba. Abrió de repente los ojos y ondas invisibles que distorsionaban la visión salieron de sus palmas, volando lentamente como humo hacia la estatuilla, ya en el tiempo actual. Murmuró cosas ininteligibles por cualquier ser vivo del universo y el objeto retrocedió, y retrocedió... La mesa tembló por el poder arcano, pero todo estaba perfectamente controlado. Con un efecto de reverso digno de una película de Hollywood, la estatua se reformó de la nada, y tuvo un aspecto impecable, como recién hecha. En cierta manera, estaba recién hecha. Al final, se permitió una sonrisa de superioridad, observando el arte de la pieza mientras sus ojos volvían a la normalidad.

-Con lo guapo que eras, podrían haberla hecha mejor-dijo Tania, la crítica de arte.

Le sacó unas fotos por todos lados, en cada ángulo, y finalmente volvió a dejarla encima de la mesa. Chasqueó los dedos y la estatuilla se desmoronó hasta quedar en su aspecto pobre y desvencijado que tenía en un principio. Con la cámara en las manos, Tania encendió entonces su portátil y conectó la misma a éste. Pasó las fotos y las observó, comprobando que estuviesen bien. Si alguien se hacía con ese material, sin duda fliparía con sólo comprobar que Tania poseía fotos sacadas aparentemente de una estatuilla ya restaurada, pero la chica era lo suficientemente precavida para eliminarlas de su ordenador una vez ya no las necesitaba más. Por suerte, el trabajo estaría hecho a lo largo de la tarde y noche, podría entregárselo a sus jefes, cobrar e irse a casita. Oh claro, tenía que devolver los libros, pero podía ir a hacerlo por la tarde, porque en algún momento tendría que dormir, suponía.

-Muy bien, quedemos mejor directamente allí, no creo que me dé tiempo a pasar a recogerte - contestó Dick. Casi podía oírle sonreír.

-No tardes. No está bien hacer esperar a una chica... - repliqué, saltando de un tejado a otro con la inestimable ayuda de la Batgarra.

Me detuve para colgar y echar un vistazo a mi alrededor. La dirección que me acababa de dar aquel tipo estaba al este, cerca de los Muelles. Me pregunté qué habría allí; ¿un almacén, un piso franco, un simple punto de intercambio...? Me llevaría unos quince minutos desplazarme hacia el lugar por "las alturas". El inconveniente de llevar puesto el traje era que no podía coger el metro como una ciudadana normal y corriente. Siempre podía viajar subida al techo del tren, claro, pero tenía que esperar a Dick de todos modos, así que no tenía prisa.

- Lacey va a estar muy ocupado como para ponerlos sobre aviso - me dije, divertida.

Durante el viaje, tuve tiempo de ayudar a una mujer a quien habían robado el bolso, a un chico al que intentaban atracar en los alrededores de Park Row y a un tipo que había bebido demasiado y había decidido perder el conocimiento en medio de un cruce. Nada que la desentrenada Batgirl no pudiera solucionar.

- Bueno, aquí estamos... - me dije, cuando me deslicé, al fin, entre las sombras que rodeaban el 26 de Adam Street.

Estudié el terreno desde el tejado del edificio de enfrente. Se trataba de un bloque de apartamentos bastante discreto, por no decir soso. No parecía tener nada en particular, si descontabas al gorila que montaba guardia, semioculto en las sombras, en la parte de atrás.

- Armado - murmuré, para mí misma - y tal vez dentro haya alguien más...

Las calles de Gotham estaban casi vacías, y al no haber mucho tráfico pude conducir sin miedo hasta llegar cerca de Park Row, donde escondí la Wingcycle.

-Bueno bonita, nos vemos en unas horas - hablé con mi moto como si estuviera loco y lancé mis cables en dirección al edificio más alto, impulsándome para llegar a uno de los tejados. Realicé una acrobacia y aterricé sin problemas.

Una vez allí, salté de tejado en tejado hasta llegar al edificio de enfrente de la calle Adam Street. Allí estaba Barbara, medio agachada y asomándose para ver mejor el edificio que tenía delante. Por su cabeza seguro que ya estaba trazando un plan para atacar e infiltrarnos. Me acerqué sigilosamente a ella y cuando estuve justo detrás le susurré:

-Hola preciosa, ¿me pones al día? - comenté con una sonrisa, esperando que la chica se sobresaltara, y en el caso de que reaccionara mal, prepararme para esquivar algún golpe. - ¿Qué es eso de los "atlantes"?

- Hola preciosa, ¿me pones al día?

El sobresalto me hizo reaccionar bruscamente. Para mi propia sorpresa (pensaba que mis artes marciales se habrían oxidado un poco más, pero no, realmente era como ir en bicicleta) me encontré girando sobre mí misma para dar una patada en el estómago al desconocido. Por suerte, al tiempo que caía en la cuenta de a quién pertenecía la voz, Dick ya había parado mi golpe (una mano en mi tobillo, la otra en la rodilla) con una sonrisa divertida.

- ¡Dick! - resoplé, algo molesta, pero aliviada por no haber llegado a darle. - No vuelvas a hacer eso.

Quería enfadarme con él, pero nunca funcionaba. Y su sonrisa era contagiosa.

- ¿Qué es eso de los "atlantes"? - me preguntó, colocándose a mi lado en el saliente.

- El nuevo club de fans de Aquaman - repliqué, con ironía, mientras le tendía mis prismáticos para que pudiera inspeccionar el edificio.

No tardé demasiado en ponerle en antecedentes. Decidimos que lo primero sería derribar al gorila de la puerta (tarea de Dick) y, a continuación, irrumpir en el edificio por la ventana (tarea mía). La lámpara de la habitación que daba a Jordan street estaba encendida, por lo que era de esperar que hubiera alguien en el interior. Y, si las extrañas luces que había visto a través de la ventana servían de presagio, pronto iba a desear estar atizándole al guardián de la puerta.

- Cuando lo tengas, será mejor que entre enseguida - le dije a Dick, mientras él se preparaba para saltar sobre el gorila y yo me ataba el gancho de la batgarra al cinturón - Creo que te voy a necesitar ahí dentro.

Ajena al mundo exterior y los planes de los dos héroes que iban a irrumpir en su estudio, Tania avanzaba a pasos agigantados en su tarea. El material del que estaba hecha la estatuilla era una piedra más que común en los ritos funerarios de muchas culturas, incluyendo las de la superficie, y Tania tenía suficiente material para arreglarla. Sus instrumentos eran manejados con precisión siguiendo la inestimable ayuda de las fotos que se mostraban en la pantalla de su ordenador portátil, y probablemente podría acabar antes de la medianoche. Era un tiempo mejor del esperado y le dejaría dormir con tranquilidad el suficiente tiempo. Había algo en la forma de ser de sus jefes que le indicaba que no serían muy madrugadores, así que podría dormir hasta tarde con el gustazo de un trabajo bien hecho. Tomándose un descanso, se dirigió hacia la cocina y se preparó un buen chocolate caliente. Tania no era muy de dulces, pero el estudio venía con una máquina que hacía el chocolate ella solita y pensaba aprovecharla a gusto. Se estiró mientras esperaba los pocos minutos que tardaba y bostezó.

-Supongo que el trabajo es más emocionante sin mi truco-comentó al aire.

Vertió el chocolate caliente sobre la taza, y lo olió. Como se dijo antes, no era de dulces, pero recordó cuando su madre le hacía ese tipo de cosas cuando era muy pequeña. La pobre no había podido resistir el conocimiento profundo del nacimiento del universo y se había quedado en coma, y hacía algunos años habían acabado por desenchufarla. Tania no se sentía culpable por lo sucedido, porque desde aquel incidene sentía que no pertenecía a una familia o siquiera al planeta, pero dejó volar su mente hacia la idea de que su madre siguiese con vida. Probablemente no aprobaría el uso de sus poderes para enriquecerse, pero tampoco sesentía culpable por ello. Le gustaba la buena vida. Tomó un sorbo, con la taza entre sus manos, y después se dio la vuelta para volver al trabajo.

-Entendido, pelirroja - dije antes de que la chica pudiera continuar hablándome y me lancé rápidamente en dirección al gorila de la puerta. Babs ya estaba acostumbrada a que hiciera esas cosas, y los Young Titans se desesperaban cada vez que desaparecía y aparecía sin más. Algo malo se me tenía que haber pegado de Batman.

Una vez en el suelo, cerca del tío de dos metros de alto y seguramente dos metros de ancho, me acerqué a él medio agachado mientras desanclaba los dos bastones de mi espalda y con un giro de dedos los colocaba firmemente en mis manos.

-¡Dulces sueños! - susurré antes de golpear al matón en el cuello con mis dos sticks a la vez. Uno por la izquierda y otro por la derecha, sin usar la electricidad, claro, eso hubiera hecho mucho ruido y hubiera alertado al resto de matones. Me moderé también con la velocidad del golpe, tampoco quería romperle el cuello, pero no quería darle tiempo a reaccionar. Así que solo pudo girarse en el último momento para ver como Nightwing le iba a dejar inconsciente.

-Buen trabajo, chico - me contesté a mi mismo y entonces miré hacia arriba, justo a tiempo para ver saltar a Batgirl en dirección a la ventana.

-Hora de las acrobacias - Seguí a Barbara y escalé el edificio lo más rápido que pude (con una o dos volteretas) hasta llegar a dónde se encontraba ella.

- La de los planes, ¿Ahora qué?

"Vale, a ver si recuerdo cómo se hacía esto", me dije, mientras preparaba la Batgarra.

¡Zas!, el cable se desenrolló tan pronto como apreté el gatillo, el gancho del extremo se clavó con fuerza en la pared, unos pisos más arriba y, milésimas de segundo después, mi cuerpo pendía del cable, en pleno movimiento pendular hacia la ventana.

"Pies por delante...", me recordé, y sentí el impacto de mis talones contra el cristal, y cómo éste empezaba a resquebrajarse.

"Protegerse la cara...", proseguí, soltando el cabo para cubrirme el rostro con los antebrazos mientras atravesaba el vidrio.

"Y... aterrizaje", terminé. Esa parte no me quedó tan bien; mi contacto con el suelo resultó un tanto inestable, y tuve que corregir mi postura para no perder el equilibrio. Pero, hey, estaba bastante satisfecha con el resultado en general.

- Como ir en bici - concluí, en voz alta, con una amplia sonrisa.

Y entonces vi a la mujer, de pie en el umbral de la puerta, con una taza en la mano.

- ¿Buenas noches? - probé, algo tensa. Acababa de reconocer a la pelirroja de la Biblioteca Nacional de Gotham.

Y Dick eligió aquel preciso instante para materializarse tras de mí.

- La de los planes, ¿Ahora qué? - preguntó, como si nada, mientras yo miraba a la señorita Schneider.

Hubo un instante de silencio.

- Ahora vamos a preguntar qué relación tiene nuestra anfitriona con los ladrones atlantes. - logré decir al final, frunciendo ligeramente el ceño.

Justo cuando se dio la vuelta, una superheroína aún sin identificar atravesó el cristal de la ventana y Tania examinó la caída con ojo crítico, antes de darse cuenta de que debía sorprenderse, no sentirse curiosa. Intentó dar un paso atrás y sentirse asustada, pero simplemente no le salía bien, así que se puso las manos por delante de la cara como si la taza de chocolate fuese a salvarla de esa asaltante... corrección, de esos DOS asaltantes, ahora que se daba cuenta. Vaya, eran como ninjas de película. Especialmente el otro, al cual le dedicó una mirada de arriba a abajo porque, bueno, su traje sólo podía vencer a la imaginación si directamente se lo quitaba. ¿No era molesto ir con una cosa tan apretada? Pero al final se fijó en el símbolo del pecho de la mujer, y acabó por bajar la taza y suspirar. ¿Porqué los superheroes nunca llamaban a la maldita puerta? Seguro que estaba en problemas, y no podía cambiar a su aspecto de Mirror y usar sus poderes para salir huyendo.

-Tú eres una de esos que van con Batman, ¿no?-dijo, no haciendo un esfuerzo real por recordar el nombre de la mujer que era ayudante del Caballero Negro de Gotham- ¿Por qué los superhéroes nunca llamáis antes de entrar? Mira que estropicio-con la punta del pie, removió un pedacito de cristal que había llegado hasta ella-. ¿Y a quien le toca recoger esto? A mí, claro.

Entonces se empezó a encaminar hacia su mesa de trabajo. En el ordenador seguía estando la foto de la estatuilla aparentemente reparada, y de día, que era una de las fotos que había sacado cuando había usado su poder. En un principio pensó en hacerse la desvalida pero estaba segura de que sólo le funcionaría los primeros minutos, antes de que fuese evidente que no era precisamente una mujer que se dejase dominar por las emociones. También pensó en darles una reprimenda, pero quería pensar que tenía aspecto de ser muchísimo más lista que eso. Así que el final se les quejó para recuperar un poco del control de la situación, y mientras tanto ya se iba acercando hacia su ordenador. Tenía que borrar las fotos como primera prioridad, pero si se enteraban de cual era su propósito iba a estar en una situación comprometida.

-No sé de qué me estáis hablando, a mí sólo me han encargado restaurar esta estatuilla funeraria-dijo, señalando al objeto sobre la mesa-. Si queréis os puedo enseñar los papeles, están en regla-y seguramente eran más falsos que un duro de cartón, pero eso a Tania no le importaba y las falsificaciones de documentos eran muy difíciles de discernir. Bien podía ser ella la engañada, ¿verdad? No haber hecho ninguna pregunta le iba a venir bien para el interrogatorio que iba a sufrir de esos dos. Si hubiese sido Batman igual se hubiese puesto nerviosa pero tener miedo de dos de sus mocosos ayudantes no era de recibo, ni siquiera manteniendo la fachada de Tania D. Schneider, inocente restauradora.

Una de esos que va con Batman, vale, bien. Yo no tenía nada que ver con Batman, claro. Bueno, quizás era mejor así.

La pelirroja (¡cuantas pelirrojas en la misma sala)! no parecía muy sorprendida por nuestra entrada, y pareció reaccionar algo más tarde de lo normal. Solo hubiera faltado que nos ofreciera chocolate y todo.

-Si fuera así, la vida de superhéroe sería muy poco emocionante

Me crucé de brazos y miré por la ventana, buscando indicios de más matones. Me extrañaba que solo hubiera un hombre vigilando el edificio.

Dejé que hablara Barbara, que para eso era su misión y sabía más del tema.

Bueno, el traje de Batgirl no pareció impresionarla demasiado, aunque le dedicó un buen repaso al de Nightwing. No podía culparla por aquello, claro. Dick seguía siendo un chico de circo: showman hasta el día en que muriera.

"Bueno, agradece que no vaya vestido de Robin, o la restauradora inexpresiva ya estaría riéndose en nuestra cara"

¿Cómo conseguía Bruce impresionar a la gente vestido de murciélago gigante? Yo llevaba años con el símbolo en el pecho, y lo único que conseguía eran comentarios en la línea de "ayudante de Batman" o, peor aún, acerca de lo ajustado que me quedaba el traje. ¡Por favor, si iba tapada de la cabeza a los pies! Podía pasarles una lista entera de superheroínas que tenían algo mejor que enseñar, empezando por Star Sapphire y terminando por Starfire... Dios mío, si casi se llamaban igual. ¿El diseñador de los trajes sería el mismo? ¿Y les puso el nombre también?

"Céntrate, Babs", me dije.

Bruce era intimidante de por sí. Ésa era la respuesta. Daba igual que fuera en traje de murciélago o en traje de Armani. Simplemente, era capaz de hacerlo.

Y yo no, o no mucho, por desgracia. Al menos, no cuando no estaba lo bastante cabreada.

- Y tú eres Tania Schneider - respondí a su suposición. Tenía que hacerle ver que estaba en control de la situación: sabía quién era ella, y ella no sabía quién era yo - Y hubiéramos llamado, pero el matón en la puerta no se hubiera alegrado de vernos. - añadí.

Tania se alejaba en dirección a su mesa de trabajo. Estaba a punto de decirle que se estuviera quieta, pero entonces señaló la estatuilla que descansaba sobre su escritorio, haciéndome parpadear.

¿En serio? ¿Tan fácil?

- Esa estatuilla es un objeto robado - la informé. ¿Se estaba haciendo la tonta? ¿O es que realmente no sabía nada del objeto? Que yo supiera, pedir un libro en la Biblioteca de Gotham no era ningún delito. Libro que, por cierto, estaba en aquella misma habitación, cosa que un vistazo rápido me había permitido comprobar. - ¿Vas a decirnos que no sabes nada de eso?

La miré fijamente desde detrás de la máscara, frunciendo el ceño.

- No es una buena idea dedicarse al crimen en Gotham. Hay quien no se lo toma bien.

Mi mano enguantada se posó en el murciélago amarillo que decoraba mi traje. Por supuesto, no me refería a mí. Aquel símbolo representaba a otro. Podía considerarme algo así como su... portaestandarte.

- Será mejor que nos digas lo que sabes de los robos - concluí, mirándola aún.

Aunque fuera una restauradora contratada únicamente con aquel propósito, algo tenía que haber oído mientras trabajaba para sus jefes. Y yo no pensaba irme de aquel apartamento con las manos vacías.

Si Tania se puso nerviosa, no lo mostró para nada cuando la mujer dio a conocer que sabía su nombre. Obviamente, si era una detective mínimamente decente, ya sabría quién era ella. Probablemente con poner su nombre saldría ya en internet, porque era de las mejores restauradoras del mundo. Pero sí que fingió sorpresa, alzando una ceja y mirando a la estatuilla unos segundos antes de de fruncir el ceño. Cuando la super le acusó directamente de saber algo al respecto, Tania la miró con dureza, posando la taza de chocolate sobre la mesa.

-Yo no sé nada sobre un robo. Soy una respetada restauradora que está trabajando en esta estatuilla. ¿O arreglar objetos antiguos es un crimen, Bat...? ¿Cómo te llamas? ¿Batanimadora? ¿Batniña?

Manteniendo la actitud pasivo-agresiva, Tania se sentó sobre la silla y tomó un pequeño sorbo de chocolate. Pensó en hacerse la tonta pero era mejor hacerse la ofendida. Al fin y al cabo, tenía una carrera exitosa y libre de antecedentes, mientras que ellos acababan de agredir con violencia a una persona y atravesar una ventana de un domicilio privado.

-En todo caso, ¿por qué iba a creeros? Hasta donde yo sé, sois vosotros los que han entrado a la fuerza y no sé qué me vais a hacer. Hasta podríais ser un par de locos que han pasado demasiado tiempo en una tienda de disfraces.

-Eh, pelirroja, basta de chacharas - dije sin pensar muy bien que había en realidad dos pelirrojas en la sala. Dejé de apoyarme en la pared y me acerqué a la restauradora. No parecía tener mucho miedo de nosotros a pesar de que habíamos noqueado a su "guardaespaldas" en un santiamén y habíamos roto su ventana. ¡Ni siquiera vestir de negro servía!

Seguro que trataba con más gente como nosotros, quizás por eso parecía sentirse bastante más tranquila que otros criminales que nos solíamos encontrar.

-No me gusta tener que amenazar a chicas bonitas, pero vas a decirnos ahora mismo para quien es esa estatua que restauras. - dije poniendo de golpe las palmas de las manos sobre la mesa y mirando fijamente a Tania con aire amenazador.

Había que empezar a ponerse serio o esa chica nos tomaría como a una broma. A veces había que ser un poco más... "Batman".

-Yo no sé nada sobre un robo. Soy una respetada restauradora que está trabajando en esta estatuilla. ¿O arreglar objetos antiguos es un crimen, Bat...? ¿Cómo te llamas? ¿Batanimadora? ¿Batniña?

"Ja. Ja. Ja. Muy graciosa. ¿Y a ti te ha entrenado el primo humorista del Joker?"

La restauradora se sentó, como si nada, con su chocolate. Al parecer, tenía la conciencia tranquila. Bien por ella. Aunque no supiera nada del origen de la estatuilla, no se libraría de una investigación, y desconocer las leyes no eximía de cumplirlas. Si no tenía ganas de que la policía echara un largo y detenido vistazo a esos papeles suyos tan en regla, lo mejor sería que nos dijera lo que sabía. Además, me jugaba lo que quisiera a que el matón no tenía el expediente tan limpio como ella. Relacionarlos sería un juego de niños para la GCPD.

Pero la mujer aún no había terminado de hablar.

-En todo caso, ¿por qué iba a creeros? Hasta donde yo sé, sois vosotros los que han entrado a la fuerza y no sé qué me vais a hacer. Hasta podríais ser un par de locos que han pasado demasiado tiempo en una tienda de disfraces.

Si realmente la habíamos asustado, no lo parecía.

- Eh, pelirroja, basta de chácharas - intervino entonces Dick. Yo no había vuelto a abrir la boca, así que supuse que lo de "pelirroja" no iba por mí.

Nightwing se adelantó, moviéndose con aquella fluidez suya, más de gato que de humano. Desde que tenía nombre y uniforme propio, Dick había ganado mucha seguridad a la hora de encarar delincuentes. Decían que Blüdhaven era la hermana fea de Gotham: la misma cantidad de criminales, pero en un espacio más pequeño. Aquello le habría dado práctica a mi antiguo Chico Maravilla.

Contuve una sonrisa y le observé actuar.

- No me gusta tener que amenazar a chicas bonitas, pero vas a decirnos ahora mismo para quién es esa estatua que restauras. - dijo, poniendo súbitamente sus manos sobre la mesa, en un gesto que me recordó poderosamente a Bruce.

"Chicas bonitas, ¿eh? Muy propio de Dick...", pensé, mientras arqueaba una ceja.

Así que él se pedía el poli malo. Muy bien, eso me dejaba con el poli bueno, o el poli muy malo. Aún no había decidido cuál.

- No tenemos toda la noche - añadí a sus palabras - Puedes decírnoslo a nosotros, o esperar a la policía. Y te aseguro que se olvidarán de la ventana rota cuando vean eso - dije, haciendo un gesto en dirección a la estatuilla.

Tania alzó un poco las cejas y también la mirada para ver la cara de Nightwing, a pesar de que tenía su perfectísimo abdomen justo a la altura de los ojos. A veces le daba la impresión que para ser un superhéroe había que tirarse media vida en el gimnasio. Obviamente, a Tania era difícil intimidarla, porque en su propia visión de las cosas quien tenía la sartén por el mango era ella, sólo dejaba que se creyesen que era al revés. No sabía realmente qué cualidades especiales podrían tener pero no sentía magia en ellos y de todas formas, ¿qué le iban a poder hacer? Oh bueno, suponía que podían hacerle daño si la cogían desprevenida, pero ambos habían decidido entrar rompiendo cristales y haciendo preguntas, así que ya no había muchas más sorpresas... O eso creía, hasta que Nightwing le llamó "chica bonita".

Pestañeó un par de veces sin creérselo y acabó por esbozar una muy ligera curvatura en una de las comisuras de sus labios. ¿Así que bonita, eh? Sería para agradarla, pero bueno, lo había conseguido. Estaba bien, podía ayudarles... un poco. Si les daba una pista vaga (o falsa), a lo mejor se podía divertir. Quién sabe, a lo mejor la próxima vez él vendría solo. Su sonrisa se borró cuando habló la otra, rompiendo la magia del momento, y recordándole con su aspecto que obviamente Nightwing tenía mujeres mucho mejores donde elegir, incluso en la variedad de pelirroja. Seguro que la muy zorra se teñía... En fin, tenía que recordar que estos dos personajes eran serios detectives entrenados posiblemente por Batman, y ése sí que era el mejor. Que ella supiese, el Doctor Destino estaba en la Liga de la Justicia y por tanto Batman podía limitarse a preguntarle. A lo mejor el buen doctor se había olvidado de ella... ¡Ja! Estúpido.

-Todos los papeles están en regla, pero sólo para que no me acusen de no colaborar, os diré un nombre. En teoría nunca me han dicho el nombre del ricachón que quería la efigie impecable, pero en un descanso oí hablar a dos de sus... ¿Matones? Le llamaban Falcone. Lo recuerdo porque pensé que era un bonito nombre italiano. Puedo haceros una impresión de su pago, pero es todo legal, en serio.

Y entonces acercó su manos hacia el ordenador. Empezó a teclear como si buscase el pago, pero en vez de eso se fue directamente a la carpeta donde estaban las fotos de la estatua y las eliminó de golpe, para luego entones empezar a buscar el pago de verdad sin esperar a que la dichosa barrita terminase de llenarse, para que así la ventana de la transacción la ocultase si se iban a acercar a vigilar lo que estuviese haciendo. Era todo muy incómodo para ella, pero creía que lo estaba haciendo bien. Tampoco es que estuviese nerviosa, claro. Cuando finalizó de comprobar el pago, que sí que era legal, le dio a la tecla de imprimir y dejó que alguno de ellos cogiese el papel. Cuantos menos movimientos hiciese, menos nervios habría por parte de todos.

-Todos los papeles están en regla, pero sólo para que no me acusen de no colaborar, os diré un nombre. En teoría nunca me han dicho el nombre del ricachón que quería la efigie impecable, pero en un descanso oí hablar a dos de sus... ¿Matones? Le llamaban Falcone. Lo recuerdo porque pensé que era un bonito nombre italiano. Puedo haceros una impresión de su pago, pero es todo legal, en serio.

Falcone. 

Ya conocía ese nombre, y la verdad es que no me sorprendía nada verle metido en estas cosas. Un hombre de la familia Falcone no iba a ser difícil de poner contra la pared. 

Pero algo no iba bien, la restauradora seguía demasiado tranquila desde que habíamos llegado. Su comportamiento no era nada normal. Cuando intentó imprimir la hoja me di cuenta de que había hecho algo más, parecía haber borrado algo de su ordenador.

Una persona que esta metida en algo que parece ilegal pero que realmente es inocente se pondría nerviosa ante un grupo de super-héroes que acabaran de asaltar su área de trabajo. Trataría de demostrar su inocencia, pero no así, no de este modo. Había escuchado cantar a más de un criminal y había interrogado a cientos de víctimas en Blüdhaven. Tania sabía algo más del caso, algo que pretendía esconder y desde el principio parecía demostrar que tenía la situación controlada.

Pero yo era el rey de la improvisación.

-Así que Falcone, ¿eh? - dije cogiendo la hoja que había imprimido la pelirroja y la empecé a leer. Una vez terminé se la pasé a Barbara para que la echara un vistazo.

-Bueno, si es todo tan legal, no te importará que hagamos nuestro trabajo - sonreí divertido a Tania, de alguna manera intentaba ponerla nerviosa, en algún momento conseguiría que esa cara impasible mostrara alguna emoción.

Saqué de mi compartimento del guante un pendrive y lo coloqué en una de las ranuras de su ordenador mientras con dos toques encendí mi ordenador holográfico. Tecleé varios de los botones de mi pantalla que marcaban textos cifrados para que la gente que los leyera no entendiera nada y el usb escaneó el ordenador entero, almacenando en su interior toda la información de un hacía un mes hasta la fecha de hoy. Si Tania había hecho algo raro durante su encargo de restauración yo iba a saberlo. 

-Gracias -le dediqué una sonrisa a la restauradora y extraje el Pendrive para devolverlo al interior del guante.

Tenía que dejar claro que era un excelente hacker, y tenía que hacerlo con un foco encima de su cabeza, claro. Tuve que reprimir la sonrisa, ocultándola tras el papel que Tania había imprimido y que Nightwing me había tendido para que leyera. Dick Grayson había nacido en un circo, había crecido en una carpa y había terminado de pulirse en la alta sociedad de Gotham. Le encantaba ser el centro de atención. A veces me sorprendía que hubiese acabando vistiendo de negro. El traje de Robin, o incluso aquella primera versión del de Nightwing (sí, el traje hortera de los volantes y las lentejuelas) hacían más justicia a su forma de actuar. Claro que el negro ajustado hacía más justicia a... otras cosas.

Me centré en la factura mientras Dick se hacía cargo del ordenador. Ya le valía, sabía que aquella era mi parte favorita... En fin, tendría que conformarme con aquel documento de pago (todo en regla, pero no estaría de más contrastarlo en la Batcueva) y el nombre que la restauradora se había dignado a darnos.

Falcone.

Bueno, realmente no era un nombre, era un apellido. Sin embargo, era más que suficiente. Los Falcone seguían funcionando como sus antepasados habrían hecho en Sicilia; si alguien de la familia estaba implicado, Carmine Falcone estaba detrás. No eran de los que iban de por libre.

Me preguntaba si Tania era consciente de que acababa de darnos la clave para acabar de un plumazo con el problema de los atlantes. Cuando Bruce volviera, podríamos darle el caso de los objetos robados en bandeja. Sólo había un problema.

¿Qué hacíamos con la restauradora?

Para no saber nada del asunto, se comportaba como si todos los días le entraran superhéroes por la ventana. Tal vez fuera campeona de póker (y, si no lo era, estaba claro que tenía que probarlo), pero me hubiera apostado todo mi triste sueldo de becaria en la Biblioteca de Gotham a que sabía mucho más. Y, aún así, ¿se estaba arriesgando a vender a sus jefes? La Mafia de Gotham no era especialmente agradable. A Falcone no le gustaría una visita del Murciélago.

"Puede que pretenda huir a Metropolis", me dije, recordando el origen de su carnet, "o a algún otro sitio"

Ponerse fuera del alcance de los Falcone no sería fácil... pero probablemente sabía lo que se hacía.

- Nos quedaremos con esto - anuncié, cogiendo la estatuilla robada - Y ahora, tendremos que decidir qué hacer contigo...

La miré, pensativa, mientras Dick terminaba de extraer información de su ordenador y hacía desaparecer el pendrive.

Tania guardó la compostura pero le desagradó enormemente que Nightwing le trastease en el ordenador. No tenía nada técnicamente ilegal y había borrado las fotos sistemáticamente siempre que las hacía a sus trabajos, pero se olía que por lo menos las más recientes igual sí había un truco de esos de hacker que le permitirían verlas. No estaba preocupada por sus jefes mafiosos, que no eran más que unos mortales de los que podía defendere solita, pero sí que lo estaba por mantener la tapadera común y corriente que tenía. Mirror no debía ser descubierto por varias razones, y aunque aguantó muy bien esa intrusión, lo cierto es que no estaba segura de cómo reaccionar. Oh, sí, por supuesto podía simplemente corroer el usb metiéndle unas décadas de tiempo encima y el ordenador ese futurístico que tenía Nightwing para asegurarse, pero entonces sería peor. Tendría que atenerse a interrogatorio directo, y no era una experta, por algo aquellos dos habían notado que se comportaba de manera poco normal. Lo cierto es que era una negada social.

-Ningún problema-contestó a Nightwing dejándole hacer, sin reaccionar especialmente.

Pero todo cambió cuando Batgirl cogió la estatuilla. ¡Eso era inaceptable! Tania puso inmediatamente cara de preocupación y soltó un ligero balbuceo, antes de claramente derrumbarse por la presión.

-¡Esperad! Si es robada mis jefes son criminales, ¿no? ¿Qué me van a hacer si descubren que os la habéis llevado? ¡No podéis dejarme sola!

Obviamente no era la mejor idea pero le daba tiempo. Intentó mostrarse un poco preocupada, porque realmente lo estaba, pero estaba claro que no era una mujer de grandes pasiones, o directamente tendría un "plan B" preparado si se daba el caso. Aún así, eran héroes, ¿verdad? Tenían un código moral elevado que no podían quebrar y ella era una pobre muchacha desvalida que quién sabe lo que le podría hacer la familia Falcone. No podían llevarse la estatua y largarse sin más, dejándole todo el marrón. Apeló a sus sentimientos echando una mirada directa a los ojos de Nightwing, y añadió un gesto nervioso de tocarse una mano con la otra frente suya.

-¿No lo haréis, verdad?

Barbara cogió la estatuilla y la restauradora por fin se decidió a reaccionar. Se había metido en un marrón, si señor, ¿a quién se le ocurre trabajar para los Falcone si tanto miedo les tiene...?

-¿y qué hacemos? - miré a Batgirl para después echar un vistazo de nuevo a la otra pelirroja - ¿nos la llevamos?

Quizás si Tania hiciera la entrega de la estatua con normalidad y nosotros apareciéramos por sorpresa, la restauradora quedaría libre de culpa y detendríamos a los malechores en pleno acto de intercambio. Mataríamos dos pájaros de un tiro.

Me sorprendió la reacción de la restauradora en el momento en que toqué la estatuilla. Para alguien que había estado tranquilo tanto rato, lo cierto es que parecía preocupada de verdad. ¿Tenía miedo de que los Falcone tomaran represalias? Podría ser así, desde luego... y lo cierto es que no quería exponerla a ese peligro. La mujer imploró a Dick, y vi al instante como mi compañero dudaba.

-¿Y qué hacemos? - me preguntó - ¿nos la llevamos?

- ¿A la chica, o a la estatuilla? - bromeé yo.

Lo cierto es que llevarme la reliquia, sin más, podía ser una mala idea. La alternativa era dejar que Tania nos condujera a sus jefes como quien no quería la cosa. Y, por la forma en que Batman nos había entrenado a ambos, supe que Dick habría pensado lo mismo.

- ¿Podrías hacer una entrega en mano? - le pregunté a la mujer, mientras miraba la estatua, pensativa - Podrías ayudarnos a coger a tus jefes, llevarnos hasta ellos sin que lo sepan - ofrecí - Podríamos seguirte de cerca cuando fueras a llevarles la estatuilla. Sería una bonita forma de poder salir de este lío.

Lo cierto es que aquello solucionaría el problema de los atlantes, y dejaría a la restauradora fuera de peligro.

- ¿Qué te parece...? ¿Nos ayudarás?

Esperé con paciencia. La mujer se había quedado callada, como si sopesara los pros y los contras de poner a dos justicieros enmascarados sobre la pista de sus jefes. La acusarían de traidora si se enteraban de que nos había ayudado, pero, sin embargo, nuestra oferta acabaría con sus superiores en la cárcel... y ella sería libre. Por mi parte, no pondría la mano en el fuego por la inocencia de la restauradora; cualquiera que recibiera aquél tipo de mercancía podría sospechar que no venía del museo de al lado, al menos no legalmente. Batman habría optado por encarcelarla a ella también, sin duda. Pero Tania tenía la suerte de no haber topado con él.

Finalmente, la restauradora aceptó nuestra oferta y Dick y yo la seguimos hasta el punto de encuentro. Los mafiosos no esperaban nuestra intervención y la operación salió bien, mejor de lo que yo me había atrevido a esperar. Antes de que acabara la noche, mi padre tenía a los principales integrantes de Los Atlantes entre rejas.

- Ha estado bien, ¿sabes? Volver a trabajar juntos - le dije a Dick, mientras mirábamos desde una azotea cómo se alejaban los coches patrulla.

La cosa salió mejor de lo que esperábamos. La restauradora nos ayudó a pillar a las mafiosos y detuvimos el golpe "Atlante". Tania se marchó después a su apartamento y nos agradeció su ayuda, aunque seguía viendo a la pelirroja muy tranquila, había algo en ella que no me convencía, pero tampoco iba a ponerme a vigilarla ahora, de eso ya se encargaría papi murciélago. 

- Sí, sí lo ha estado - susurré y miré de reojo a Batgirl. Su cabello rojo ondeaba al viento y su mirada firme brillaba con las luces de las sirenas de policía. Había estado bien volver a Gotham aunque fuera para un trabajito sencillo, pero ahora debía volver a la realidad. Mañana tenía que madrugar e irme a trabajar a la comisaría de Blüdhaven, tenía un largo camino antes de llegar a casa.

-Espero que nos veamos pronto... - dije, antes de desaparecer en las sombras e ir en busca del Wingcycle. En el fondo sabía que tardaríamos en volver a vernos. Yo tenía una vida en Blüdhaven, y luchaba cada día por no tener que volver y enfrentarme al pasado. La presencia de Barbara hacía que me acordara todos mis errores cómo líder y cómo amigo. Había estado bien volver a verla, pero no podía quedarme.

Lo que no sabía era que pronto volveríamos ponernos nuestros trajes de héroe y a enfrentarnos a la secta de hermanos de sangre. ¿Tenía que ser justamente en el aniversario de la muerte de mis padres?