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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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 La Profecía (Matt Murdock) [03-07-2019]

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AutorMensaje
Raven
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Raven


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MensajeTema: La Profecía (Matt Murdock) [03-07-2019]   La Profecía (Matt Murdock) [03-07-2019] Icon_minitime8th Agosto 2022, 02:01

"Por favor... Basta, basta".

Los gritos desesperados resonaban en los recovecos de su mente.

Ayúdanos, sálvanos, cúranos.

No podía hacer nada... No podía escapar... Estaba... atada... inmovilizada... Asustada... Aquella gente... Querían algo de ella, podía intuirlo, y no les importaba tomarlo a la fuerza.

Ayúdanos, sálvanos, cúranos.

"Por favor, por favor... parad... por favor...".

Pero no paraban. No se detenían.

Y entonces... había aparecido algo. Algo familiar, pero no conseguía recordar qué. Destellos de rojo carmesí arañaban su mente. Una piel blanca como la nieve, una mirada triste y sabia... Un nombre, pronunciado como un doliente suspiro: "Raven". Aquél nombre había agitado algo dentro de ella, algo que había permanecido dormido durante dos meses. Aquél algo, fuera lo que fuese, empujó desde dentro hacia afuera, envolviéndola en una especie de pájaro luminoso y brillante que la abrazó con sus alas protectoras y, cuando el fulgor se apagó, habían desaparecido...

Ahora se encontraba en el interior de lo que parecía ser una especie de templo construido en piedra, en el pasillo central de una sala muy amplia con largas filas de bancos de madera a cada lado. El lugar era tranquilo y silencioso, fresco y acogedor a pesar del bochornoso calor que reinaba fuera. Podía sentir la calma y la paz penetrando a través de sus poros como un bálsamo sobre sus heridas. Los bancos estaban vacíos y las pesadas puertas, cerradas. Y, sin embargo, allí estaba.

No entendía qué había pasado, o cómo había pasado. La tarde anterior había estado cabalgando en el rancho como si no existiera ninguna preocupación en el mundo, disfrutando de las maravillas de la naturaleza, del bosque, los árboles, el arroyo y el cielo azul sobre su cabeza. Se la habían llevado de allí a la fuerza y ahora estaba en aquella iglesia y no tenía la más mínima idea de cómo lo había hecho... O qué había dejado atrás.

Confundida, avanzó por el pasillo central, pasando por entre las coloridas vidrieras que reflejaban apóstoles y santos, hasta llegar ante el sencillo crucificado que había al final y un nuevo recuerdo despertó en su interior. Más que un recuerdo, una sensación que hizo que se le erizaran los pelos de la nuca.

- Por favor, no tengas miedo.

Se giró rápidamente, asustada, pero no había nadie. Y, sin embargo, habría jurado que había un hombre allí, arrodillado junto a ella, un hombre...

Una imagen fugaz pasó ante sus ojos. Largos cabellos negros enmarcando un rostro de proporciones masculinas, muy agraciado. Una mirada roja prendida en la suya, taladrando hasta su alma...

- Sé que puedes sentir algo malo en mí. Como yo en tí. No me temas tú también...

"Y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal, amén..."

- ¿Quién eres? ¿Qué buscas?

- Vine en busca de sosiego para mi alma, y nada me dio más paz que descubrirte. Al fin y al cabo, uno siempre busca el calor de sus semejantes...

¿Sus semejantes? ¿Qué significa? ¿Qué soy yo? ¿Qué es él? ¿Quién...?

Un nuevo flashback la sacó de allí, transportándola hasta otro lugar, una especie de... ¿parque de atracciones abandonado? Era... un lugar espantoso, siniestro y aterrador. No le gustaba... No quería ir. Pero él, notando su vacilación, le había tendido la mano.

- Sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad?

Claro... Claro que podía... Lo había notado... Había podido experimentar perfectamente lo que él sentía por ella: Amor. Podía percibir las emociones, era algo que en aquél momento no entendía, pero en aquél entonces había tenido muy claro que el hombre que le ofrecía su mano no deseaba en modo alguno hacerle daño. ¿Cómo no iba a confiar?

Pero entonces... entonces...

Se llevó las manos a las sienes aquejada por un dolor que no era físico. Una sonrisa ensangrentada, una locura abrumadora, tan densa que era prácticamente tangible, dejándola indefensa. Nunca antes había experimentado algo así.

"Hazlo a mi manera, Raven, y te dolerá a ti mas que a ellos...".

Los demás recuerdos acudieron a ella como la caída de una cascada; Andrew, Garfield, Shawn... Azarath... Happy Harbor... Conner y Dolphin... Lorenzo... Wallace y Roy... Cassandra... Richard....

Gruesas lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas al tiempo que dedos temblorosos se enterraban entre su pelo y sus piernas, incapaces de mantenerla en pie, cedían hasta derribarla en los escalones que llevaban hasta el altar. El grito de angustia que brotó de su garganta era como el aullido de un animal herido de muerte. Se quedó allí, sollozando, hasta que notó una mano cálida en su hombro, y, al volverse, pudo ver a una mujer anciana ataviada con los hábitos de una monja.

- ¿Necesitas ayuda, niña?

Por supuesto, no la había reconocido. Si lo hubiera hecho, si supiera quién era, qué había hecho, no le estaría ofreciendo aquello.

- Lo siento... -musitó, enjuagándose las lágrimas-. No... no debería estar aquí. Lamento haber perturbado...

- Tonterías -la interrumpió la mujer-. Todo el mundo es bienvenido aquí. Si tienes algún problema, quizá pueda ayudar.

Negó con la cabeza tratando de recomponerse en la medida de lo posible.

- No... Nada ni nadie me puede ayudar... Pero quizá yo pueda ayudarte a ti... -la observó con la intensidad de sus ojos grises-. Siento... soledad en ti... y bondad... Hay un gran dolor en tu corazón por una relación rota... Preocupación por alguien cercano... -se concentró. Podía notar que su influencia empática era mayor ahora que se había librado de la influencia demoníaca de Trigon-. Tu hijo...

De manera inconsciente, su diestra se posó sobre el cinturón de sus vaqueros desgarrados, como tantas veces había hecho en el transcurso de los dos últimos meses... Sólo que ahora podía recordar quién era el padre de la criatura que portaba en su interior, y una inmensa náusea se apoderó de ella. Sintió que sus piernas flaqueaban de nuevo, pero ésta vez la mujer la sostuvo para que no cayera. La azariana la miró una vez más a los ojos.

- Tu hijo está en alguna clase de peligro, ¿no es así?. Llévame con él. Puedo ayudarle.

_________________
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Matthew Murdock
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MensajeTema: Re: La Profecía (Matt Murdock) [03-07-2019]   La Profecía (Matt Murdock) [03-07-2019] Icon_minitime12th Octubre 2022, 00:01

Como una de tantas noches, el diablo salió a pasear. Recorrió ciudades y poblados. Recorrió yermos y sembrados. Silencioso como un muerto, ligero como el viento, invisible como una sombra. Siempre ajeno a ojos curiosos, el diablo veía todo y a todos. Escuchaba todas las conversaciones, el arrullo de las madres, los secretos de los lechos, los quejidos de los árboles y los maullidos de los gatos.

La Profecía (Matt Murdock) [03-07-2019] Daredevil_by_ramonn90_d8poqjr-fullview.jpg?token=eyJ0eXAiOiJKV1QiLCJhbGciOiJIUzI1NiJ9.eyJzdWIiOiJ1cm46YXBwOjdlMGQxODg5ODIyNjQzNzNhNWYwZDQxNWVhMGQyNmUwIiwiaXNzIjoidXJuOmFwcDo3ZTBkMTg4OTgyMjY0MzczYTVmMGQ0MTVlYTBkMjZlMCIsIm9iaiI6W1t7ImhlaWdodCI6Ijw9MTQxMSIsInBhdGgiOiJcL2ZcLzY3ZTI5OTMyLWM4NDctNDZhMy04MTc2LTI2NjZlNTEzNjg4OFwvZDhwb3Fqci1hYTg2ZTllYS0wODc3LTRkODEtODA4Yi05MTc4Yzk5YzQ5MTEuanBnIiwid2lkdGgiOiI8PTEwMjQifV1dLCJhdWQiOlsidXJuOnNlcnZpY2U6aW1hZ2Uub3BlcmF0aW9ucyJdfQ

¿Veinticinco? Tío, no puedes subirlo todas las semanas… Y le dije “chaval, no me acercaría a eso ni con el coño de otra”. ¡¡Estoy harto Lisa!! ¡¡Harto de esa puta cara mustia!! La oferta y la demanda, colega, si no te gusta píllale a otro ¡¡Me paso el día comiendo mierda!! Vomitando sangre en el suelo, te lo juro por mi madre. ¡¿Es tanto pedir un poco de alegría?!  Y mira que yo voté a ese cabrón, pero se está pasando de listo… ¡¿No puedes hacer que se calle cinco minutos?! Venga, guapo… con esos ojazos te lo dejo a la mitad.  ¡¡Estoy intentando trabajar!! Llevo cuatro días sin pegar un ojo… siempre vuelve… ¡¡A la cama!! … toda esa mierda que hicimos allí… ¡¡No lo pienso repetir!!

Como una de tantas noches, el diablo aguarda. Sentado en lo más profundo de las cavernas, en las copas de los árboles, en las mesas de las tabernas. Nadie puede verlo, nadie se percata de su presencia, pues no desea ser visto. Sólo por aquellos que le buscan. Sólo por aquellos que lo llaman. Y, como todo el mundo sabe, el lugar idóneo para hablar con el diablo… es un cruce de caminos.

Un chillido. Alto, terrible, desgarrador… En el cruce de la décima con la cuarenta y uno. Parece un lamento de mujer. Los reflejos de Matt se activan. La adrenalina se dispara, fluye a chorros desde su cerebro hasta cada una de sus extremidades. La carrera comienza y los edificios desaparecen a sus pies. Los neones, de llamativos colores que él jamás podrá ver, pasan junto a su cabeza a gran velocidad, como veloces luciérnagas gigantes. Finalmente llega al lugar y, al parecer, no es demasiado tarde. Los gritos continúan mientras ella corre. El volumen de sus chillidos apenas permite a Matt escuchar el tap, tap, de sus tacones, o el latido de su corazón. Así que baja, baja y la detiene en plena fuga. Ella se asusta, al principio. Es lógico. Pero una extraña expresión de alivio, una que Matt no puede percibir, se dibuja en su rostro en cuanto reconoce la máscara roja. Se echa sobre él, ahogada en lágrimas. Y Matt… tuerce el gesto.

- ¿Qué le ocurre?

- Unos… unos hombres. Me interceptaron en el callejón. Antes de… antes de que me diese cuenta ya me… habían rodeado. Se reían. Yo… apreté el paso pero… pero me agarraron, me tiraron de la ropa. Querían derribarme y yo… No sabía qué hacer no… No pensaba… Sólo podía correr y gritar…

Y, a todo aquel que lo busca, el diablo le ofrece un trato. Hay que tener mucho cuidado, cuando se habla con él. Tiene fama de traicionero. Maquina, urde, engaña y trama. Eso piensa la gente, pero no es cierto. Pues por príncipe que sea, no deja de ser un esclavo. Y, más que de nadie, un esclavo de la verdad. Eso busca siempre el diablo. La verdad. No debe hacerse un trato con él a la ligera. Debe sopesarse cada condición, cada clausula. Porque, él mejor que nadie, sabe que la palabra obliga. Mejor que nadie conoce la pena por incumplir la ley, pues fue su primer infractor. Como primer traidor, conoce la traición. Como primer mentiroso, conoce la mentira. Siempre sabe la verdad. Y no es amable con quien trata de engañarle.

Matt la escucha. Su voz y su latido. Siente su calor. Aspira su aroma. Los gritos son de verdad. Las lágrimas son reales. Probablemente no quiera estar ahí. Probablemente la han obligado. Pero miente… Y la aparta, con cuidado pero con firmeza. Pues, a los sollozos, se han unido otros sonidos. El click de una navaja automática. La canción de unas cadenas. Y, a los sonidos, se unen los aromas. Póvlora... Tabaco rancio… cerveza, tanto la que ha entrado como la que ha salido. Gasolina y aceite de motor. Son nueve. Todos armados, sólo dos con arma de fuego. Y hay uno… al fondo. Lleva algo… bajo una prenda larga. Probablemente una gabardina. Emite una señal extraña. Sabe a metal y a electicidad. La trampa se cierra y Matt hace un último intento por desactivarla.

- Os doy una oportunidad de largaros.

Aún así hay quien lo intenta. Hay quien busca engañar al diablo. Él siempre se da cuenta. Y, una vez ocurre, también hay quien busca huir de las consecuencias. Porque algunos saben que hay tres cosas que dañan al diablo; El hierro, el fuego y el nombre de Dios.

No hacen caso. El bastón vuela y un revólver se dispara al aire justo antes de caer al suelo. Matt rechina los dientes por el petardazo, pero se mueve. No hay tiempo. La navaja silba a escaso centímetros de su cuello y el puño vuela, casi tan rápido como el bastón. Matt siente los dientes romperse, en las manos y en las orejas. El bastón regresa y, al reunirse con su hermano, el cable se dispara contra el segundo tirador. El primero trata de recuperar su arma, pero la goma de una suela roja se lo impide. Se escucha un crujido. Un cristal se rompe y con él nace el calor. No le impacta, pero está cerca. El calor nubla los sentidos de Matt. Debe concentrarse, pronto, en menos de un segundo. Porque no tiene un segundo. La cadena se lanza contra él y consigue detenerla con una mano. Ahora están unidos. Su agresor es fuerte. Matt lo es aún más, y con un tirón repentino lo atrae hacia sí. Su antebrazo se encuentra con la nariz del matón. Cae con estrépito, a escasos metros del suelo. Y el noveno… el hombre que sabe a metal y electricidad, aún no se ha movido. Matt dirige el rostro hacia él. Se concentra en él. Sabe que será el más peligroso. Y deja de estar en el presente. Torpe, distraído… Desprevenido por cauto. Demasiado cauto.

Los cuatro restantes tratan de agarrarlo. Uno recibe un codazo justo antes de tocarlo. Otro una patada en una tibia que cruje como una ramita. Pero los otros dos lo consiguen. Son fuertes, como el de la cadena, pero Matt lo es más. El forcejeo dura poco. O lo habría hecho si el último, el noveno, no hubiese mostrado lo que se escondía bajo su gabardina. Apenas puede escuchar su latido. Lleva algo puesto, un traje. Acolchado, grueso. Entonces el radar le da la última prueba. Sus manos se encienden como antorchas. Y los oídos de Matt arden con ellas. Aunque imperceptible para otros, el mundo se agita a su alrededor. Un pequeño terremoto. Vibraciones… sonido…

- ¡¡NO TÍO NO!! ¡¡NO DIS…!!

La Profecía (Matt Murdock) [03-07-2019] Depox1w-c591ba97-3719-4c6e-96c6-82088933f516.png?token=eyJ0eXAiOiJKV1QiLCJhbGciOiJIUzI1NiJ9.eyJzdWIiOiJ1cm46YXBwOjdlMGQxODg5ODIyNjQzNzNhNWYwZDQxNWVhMGQyNmUwIiwiaXNzIjoidXJuOmFwcDo3ZTBkMTg4OTgyMjY0MzczYTVmMGQ0MTVlYTBkMjZlMCIsIm9iaiI6W1t7InBhdGgiOiJcL2ZcLzFkYjg4YjNkLTZhZjUtNGQ0ZS1iMGU0LTY4OGM5NTdlMDdlMlwvZGVwb3gxdy1jNTkxYmE5Ny0zNzE5LTRjNmUtOTZjNi04MjA4ODkzM2Y1MTYucG5nIn1dXSwiYXVkIjpbInVybjpzZXJ2aWNlOmZpbGUuZG93bmxvYWQiXX0

La onda de choque dispara a los tres en una dirección distinta. Pero Matt no puede escuchar cómo crujen los huesos de los matones. Cómo la cabeza de uno de ellos se estrella contra un edificio cercano. Ni siquiera puede escuchar cómo estallan sus propios huesos. Sólo ese sonido, inabarcable… ensordecedor. Cae al suelo seminconsciente y el hombre se acerca con cautela. Matt vomita lo poco que tiene en el cuerpo. Mientras trata de alzarse, a medida que recupera el sentido, deduce de quién se trata. Shocker… es uno de los de Peter ¿Qué demonios quiere de él? El mercenario prepara una nueva descarga y Matt saca fuerzas sin saber muy bien de dónde para saltar. El impacto no es directo, pero todo vibra en su interior. Los dientes le rechinan, los miembros se le agitan. Se pregunta cuánto daño le ha hecho realmente ¿Cuánto de su dolor es real o se debe a sus sentidos aumentados? ¿Cuántos daños ha podido mitigar su propio traje? Pero no hay tiempo para responder a esas preguntas. No, de momento. Sólo para responder. Y lo hace. Salta contra Shocker. Se encarama con las piernas a sus hombros. Presiona su cuello con todas las fuerzas que le quedan y, al tiempo, golpea su cabeza sin cesar con los bastones. Pero el blindaje de su enemigo es demasiado grueso. Si no lo llevase, sus propios guanteletes le destrozaría el cuerpo. Ha podido aguantar los golpes de Peter. Y Peter es más fuerte que él. Mucho más fuerte.

Los huesos de Matt le avisan de que se avecina una nueva descarga, así que salta de nuevo, esta vez hacia atrás. Las ondas de choque se pierden en el cielo nocturno de Nueva York. Una hilera de ventanas se rompe a su paso y Matt decide improvisar. Busca entre los cuerpos inconscientes la navaja de unos matones y, antes de que Shocker pueda lanzar una nueva descarga, la hinca en el traje. Es grueso, muy, muy grueso. Pero hace uso de todas sus fuerzas, trata de traspasar todo el blindaje. Herman le agarra de las muñecas. Lo ha pillado desprevenido y, cuando el mercenario quiere darse cuenta, ya hay una raja en su armadura, de la clavícula a la ingle. Y Matt tira. Tira con todas sus fuerzas. Desgarra hasta dejar al descubierto una simple camiseta de licra bajo el chaleco. Shocker prepara una nueva descarga, pero el Demonio de la Cocina del Infierno no da tregua. Los puñetazos se suceden. En el pectoral, en el abdomen, en el hígado. Sin duda, el hijo del boxeador. Una última patada frontal hace creer al justiciero que el trabajo ha terminado. Shocker sale despedido un par de metros, doliéndose del golpe, gimoteando en el suelo. Matt se acerca y lo agarra de la pechera. Ese tipo no es un sádico, un asesino despiadado que disfrute matando. No es uno de esos psicópatas, como Bullseye, que está obsesionado con él. Es un mercenario. Está trabajando.

- ¿Quién Herman?

- ¿Quién… qué…?- se hace el tonto.

- ¿Quién te paga? ¿Quién te ha convencido para montar esta pantomima?

Silencio.

Un nuevo golpe en la boca del estómago. Herman se queja, aunque parte del sonido se asemeja bastante a una risa.

- ¡Responde! ¡¿Quién me quiere muerto?!

- ¿Es que no lo sabes, diablo?- de nuevo la sensación. Los huesos de Matt vibran como los pilares de un edificio a punto de derrumbarse. Cuando se quiere dar cuenta… el guantelete ya está en contacto con su estómago…

Todo el mundo…



Pero… ¿Y si alguien lo consiguiera? Si alguien fuese capaz de dañar al diablo… ¿Qué ocurriría? ¿Dónde iría el más réprobo de los hijos a curarse? ¿A lamerse las heridas? No se ocultaría en las simas del infierno. No acudiría a sus huestes de condenados, o sus yermos congelados. No… Acudiría, como todos, a la casa de su padre. Pues, al fin y al cabo, sigue siendo su hijo. Y sigue cumpliendo con su plan.

El corazón de la hermana Maggie se saltó un latido cuando escuchó romperse el cristal. La vela que sostenía en su mano, aquella con la que estaba dando fuego a todas las restantes bajo la imagen de Santa Lucía, cayó al suelo, derramando sobre el mismo un pequeño mar de cera derretida. El sonido, sin duda, provenía de la sacristía. Y un cristal roto no solía significar nada bueno allí, en la Cocina del Infierno. Así que se armó de valor… y también con el cirio más grande y pesado que fue capaz de encontrar.

Anduvo a pasos cortos, cautos… todo el camino desde el altar hasta la sacristía. Comprobó que la puerta seguía aún cerrada, así que con las manos un tanto temblorosas buscó la llave entre su hábito y la abrió tratando de hacer el menor ruido posible. Asomó la cabeza, cirio en mano y escrutó cada rincón de la habitación hasta que sus ojos se posaron sobre una imagen poco común en una iglesia.

- Dios santo… ¡¡Matthew!!

El diablo tendido en un charco de su propia sangre.


La Profecía (Matt Murdock) [03-07-2019] Sbqmts4tndk7hqcgypb5


La hermana Maggie guió a aquella extraña joven a través de la nave. Cruzaron el templo desierto, como una silenciosa procesión de tan solo dos personas. Maggie, siempre reservada, siempre impasible. Guardiana de tantos secretos, propios y ajenos. La vida la había convertido en una imperturbable estatua de mármol, tan sólida como las que se hallaban en los muros de la Iglesia y, en ocasiones, también igual de fría. Maggie, una puerta sellada con siete cerrojos. Y, sin embargo, ahí estaba. Guiando a una extraña al interior de la sacristía. Poniendo en peligro todos esos secretos que tan celosamente guardaba. Los suyos y los de Matthew… su hijo. Un hecho que ambos habían comenzado a aceptar hacía poco.

Uno que aquella extraña joven había conseguido desvelar en tan sólo un instante. Una mera conversación y había descubierto todos los misterios ocultos en su corazón. Ella, que se había ofrecido a prestar ayuda y que, en cambio, se estaba consintiendo recibirla ¿Cómo podía saberlo? Nunca la había visto antes. Había cientos de motivos para la desconfianza. Maggie lo sabía, pues su mente se los susurraba ¿Y si era una de las muchas enemigas de su hijo? ¿Una enviada de Fisk o de cualquiera que conociese su secreto y estuviese dispuesta a hacerle daño? ¿Qué le aseguraba que esa misma muchacha no era la misma que había puesto a Matthew en aquel estado que, bajo la apariencia de una mano amable, buscaba terminar el trabajo?

Sí, todo aquello era lo que le decía su mente, pero su corazón la impelía a actuar de otro modo. Y eso era algo peligroso o, al menos, la experiencia le había enseñado a Maggie que sólo había tragedia cuando se dejaba guiar por él. Por seguir a su corazón se enamoró de Jack Murdock, dando la espalda a su fe y su vocación, rechazando la llamada del Señor. “El amor es la muerte del deber”, decían algunos, pero ella no lo consideraba así. Porque es imposible matar el deber o, al menos, al remordimiento, la conciencia que te muerde y te destruye por dentro. El deber llevó a Maggie a abandonar a su marido y su hijo. Pensaba que eso haría callar las voces. No lo hizo. El amor reclamó durante todos los años siguientes su derecho, y unas voces fueron sustituidas por otras. De nuevo, el remordimiento. De dejar atrás al hombre que amaba y a su hijo… su niño, su Mattie. Sangre de su sangre.

El amor la hizo cuidarlo en secreto cuando tan sólo era un muchacho. El amor la hizo confesar cuando la verdad se hizo más que evidente hasta para los ojos de un ciego. El amor la había llevado a mantener el contacto con aquel hombre, ya un adulto, que era su hijo pero al que apenas había criado. El amor la hizo recogerlo decenas de veces e intentar alzarlo de nuevo. El amor la había llevado, de nuevo, a acogerlo aquella noche. A remendar su cuerpo roto, a mantener a salvo aquel secreto que parecía importarle más que su propia vida. Y, por último, el amor le hizo abrir la puerta de la sacristía e invitar a entrar a aquella completa desconocida que, en una cortísima conversación, la hizo creer que sentía su propio dolor como suyo.

- Es… es él- dijo señalando el cuerpo roto de Matt Murdock- Yo… he hecho lo que he podido. Es sólo un remiendo pero… no sé… no puedo hacer más. Ahora está en manos de Dios.


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Raven
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MensajeTema: Re: La Profecía (Matt Murdock) [03-07-2019]   La Profecía (Matt Murdock) [03-07-2019] Icon_minitime23rd Octubre 2022, 18:01

A medida que se aproximaban al lugar donde se encontraba el herido, la azariana comenzó a percibir su dolor, embotado y adormecido por los analgésicos y el sueño, pero persistente como un molesto zumbido que se iba haciendo más y más fuerte a cada paso. Cuando la puerta de la sacristía se abrió, su mirada se fijó en el cuerpo febril que se agitaba en sueños. Era un hombre joven, en buena forma física, y, a pesar del estado en el que se encontraba, la muchacha no pudo evitar que el corazón le latiera un poco más rápido de lo normal al darse cuenta de lo atractivo que era.

- No... en manos de Dios no... -musitó, antes de arrodillarse a su lado. Con suma dulzura, le apartó de los ojos el cabello rojizo pegado a la frente por el sudor, colocando después sus manos a ambos lados de su rostro. La frescura de su piel contrastaba con el ardor de la de él-. Soy una émpata -le explicó a la mujer para tranquilizarla-. Poseo el poder de arrancar el dolor de otros y absorberlo dentro de mí. Veas lo que veas... te ruego que no te asustes. Por favor... confía... Confía en mí.

Sabía que era mucho pedir, considerando de quién era hija y todo el mal que había causado, pero necesitaba que la dejara terminar hasta el final sin interrumpirla. Tomó aire; aún sentía el dolor y el estrés experimentado como una losa sobre ella, pero debía esforzarse para salvar a aquél hombre, pues era capaz de percibir la bondad desinteresada que refulgía en su interior. Cerró los ojos y se concentró. Una especie de pájaro blanco resplandeciente que parecía hecho de luz emergió de ella, envolviendo al herido al tiempo que su dolor empezaba a fluir hacia la émpata, apoderándose de su frágil cuerpo, que empezó a quebrarse y retorcerse en extraños ángulos al tiempo que las fracturas del justiciero comenzaban a reproducirse en su interior.

La azariana dejó escapar un grito rasgado, pero no soltó su agarre en ningún momento, a pesar de las lágrimas que fluían abundantemente por sus mejillas.

- Azar... -imploró, para sí-. Azar, ayúdame...

El proceso de curación, especialmente para heridas muy graves, siempre resultaba agónico, ya que se reproducían en su cuerpo todas a la vez, y como no llevaba puesta su capa para ocultarse, pudo verse perfectamente reflejado en sus facciones. Sin embargo, afortunadamente, nunca duraba demasiado, y, a los pocos segundos, el dolor comenzó a remitir y todo el tormento desapareció para ser sustituido una vez más por su habitual expresión calmada y sosegada. Abrió los ojos sólo para encontrarse con la mirada sin vida del hombre. Era ciego... y ése era un mal que quedaba más allá del alcance de sus habilidades, pero todo lo demás... se había ido.

Apartó lentamente sus manos del rostro del hombre que ahora miraba sin ver en su dirección, sentado en el improvisado lecho. La sorpresa era tan visible en sus facciones como en las de la mujer, pero fue ella quien la manifestó en voz alta.

- ¡Le... le has curado!

- No... -musitó ella, lamentando una vez más la ausencia de la capucha para sentirse segura, a salvo-. Ha sido su propia fuerza... junto con los cuidados de su madre... los que le han salvado.

Sintió una punzada de tristeza al percibir el amor que aquella mujer sentía hacia su hijo, un amor que le hizo recordar a su propia madre perdida. Arella...

- Yo no he hecho más que ayudar en el proceso.

Con timidez se apartó hacia la puerta.

- Yo... os dejaré solos. No quiero molestar. Ya debo... debo irme.

Aunque no supiera muy bien a dónde.

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