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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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 A Moment of Forgiveness (Eclipse) [10/05/2019]

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AutorMensaje
Elissa Stavridis
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Elissa Stavridis


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Empleo /Ocio : Psicóloga
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Ficha de Personaje
Alias: Psique
Nombre real: Elissa Stravridis
Universo: DC Universe

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MensajeTema: A Moment of Forgiveness (Eclipse) [10/05/2019]   A Moment of Forgiveness (Eclipse) [10/05/2019] Icon_minitime29th Abril 2022, 11:41



I'm sending the raven:

Manhattan General Hospital
10 de mayo de 2019
5:27PM


–¿Su nombre?

–Elissa Stavridis. No, es con dos eses. Y con... uve. Así, es correcto.

–¿Qué relación tiene con el detenido?

–Soy su...
¿Terapeuta? ¿Amante?Somos amigos.

–Necesito que firme aquí, Sra. Stavridis. Tendrá que dejar el bolso y ese... reloj o... ¿llave? aquí fuera. ¿Lleva con usted algún otro objeto metálico?

–No...

–También tendrá que quitarse los cordones de las botas.

–De acuerdo.

–Las visitas son de veinte minutos. Tendremos que registrarla antes y después. Lo siento, pero es el protocolo.

–Lo... comprendo.

–Si ocurre algo, avísenos. Estaremos justo aquí fuera.


Elissa asintió. Una mujer vestida con uniforme de policía se acercó a ella. La psicóloga levantó los brazos y se obligó a clavar la mirada en la pared blanca del pasillo. La agente la cacheó rápidamente antes de asentir con la cabeza hacia su compañero. Elissa sabía que había tratado de reducir el contacto al mínimo para no incomodarla, y lo agradeció de la mejor forma que pudo: tragando, con dificultad, el horror que subía por su garganta. Respiró hondo, tratando de apaciguar el pulso que batía en sus oídos como la sirena de una alarma. Se había sometido a los registros de forma rutinaria cuando se encontraba internada en Belle Reve, y aquella época de su vida no era fácil de olvidar.

Ni fácil de recordar.

–Adelante –dijo el agente que había hablado con ella en primer lugar.

Lissa se llevó la mano instintivamente al lugar donde solía colgar el reloj de su padre, cerrando los dedos en torno a la nada.

Tomó aire de nuevo en el instante de abrir la puerta.

Dragoslav estaba tumbado, vestido con el pijama del hospital. Habían ligado su tobillo al armazón de la cama para evitar que escapara. Un monitor mantenía vigiladas sus constantes vitales. Junto a él, un gotero conectado a la vía de su brazo parecía llevar la cuenta de los segundos. El bosnio tenía la pierna en alto, con un vendaje alrededor del pie y otro más arriba, rodeando el gemelo. Llevaba un dispositivo en el cuello... un collar cuyo diseño Elissa conocía bien.

El corazón de la griega se hundió hasta apretar con firmeza la base de sus pulmones y la boca del estómago. Sintió que la palma de las manos empezaba a cubrírsele de un sudor frío.

Elissa intentó centrarse en lo que quería decir, pero las palabras murieron en su garganta cuando los ojos imposibles del bosnio se volvieron hacia ella.

–Hola... –dijo, simplemente.

No parecía haber una forma sencilla de empezar aquella conversación. Pero nada entre ellos era sencillo, ¿cierto?

Elissa rememoró los últimos momentos en la Mansión X. Al recuperar el conocimiento, la psicóloga había visto cómo se llevaban a Drago... justo delante de sus ojos. Lo había oído confesar el asesinato de Cédric Valjean, su antiguo paciente; el artífice de la caída en espiral del bosnio. Elysia, en estado de shock y horror por lo que había presenciado, le contó después lo ocurrido.

Aunque no lo hubiera hecho, Elissa sabía perfectamente que Drago no podía ser el autor del homicidio. Había estado todo el tiempo atrapado en su propio subconsciente... con ella.

Pero aquello no era una coartada que cualquier tribunal hubiera aceptado, y más cuando el acusado se declaraba culpable incluso antes de empezar. Elissa compadecía a Matthew Murdock por el trabajo que tenía que desempeñar. Aunque, reconoció, ella no estaría allí sin la intervención del abogado.

En más de un sentido.

Murdock. El defensor de Drago había resultado ser la misma persona a la que Elektra amaba. El enemigo de Bullseye. Otra pieza más que los mantenía a todos conectados. Igual que Cédric. Igual que la misma Elissa.

Una tragedia griega de principio a fin.

Sin Matt, se repitió, sintiendo aún la pulsión de un estallido en los oídos, Elissa no estaría allí.

–¿Cómo estás? –preguntó finalmente, rompiendo el silencio. Se aproximó un paso a la cama, a él, pero no se atrevió a avanzar lo suficiente como para situarse a su lado– He hablado con... Matt Murdock. Me ha dicho que querías verme.

Omitió que, antes de eso, Elissa había estado llamando a varios hospitales de Nueva York, preguntando por el bosnio y recibiendo siempre la misma respuesta: "lo sentimos, no podemos darle información personal de nuestros pacientes". Omitió que, después de eso, había estado a punto de morir.  

–Yo... también quería verte. Supongo que... tenemos mucho de qué hablar.

_________________
A Moment of Forgiveness (Eclipse) [10/05/2019] Lissa_10


Última edición por Elissa Stavridis el 20th Mayo 2022, 08:30, editado 3 veces

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Eclipse
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MensajeTema: Re: A Moment of Forgiveness (Eclipse) [10/05/2019]   A Moment of Forgiveness (Eclipse) [10/05/2019] Icon_minitime13th Mayo 2022, 11:49


- Sé que mi reacción no fue la más madura del mundo, pero.... Elissa, lo que hiciste... ¿por qué lo hiciste?

Ecos pasados de una conversación mantenida en los pasillos de una zona de guerra, hacía justamente un mes.

Un mes... y parecía que hubiera transcurrido toda una vida... Al menos, Drago se sentía como si hubiera envejecido varios años.

- Porque lo que hicimos estuvo... mal. Creí... que te había influenciado con mi... magia. Que había proyectado mis sentimientos en ti... Lo he hecho antes -había admitido entonces-. Lo hice mal. Actué sin pensar. Dibujé una primera mentira, y después tuve que cubrirla con otra mentira... una tras otra, hasta que no hubo forma de... -se encogió de hombros y sacudió la cabeza.

- Creo que podría llegar a entenderlo, Lissa, pero... aún así, aún con todo... No tenías derecho a tomar esa decisión por ti misma. Deberías haber hablado conmigo. Yo tenía... tenía derecho a opinar. Te amaba. Y aún... aún siento algo por ti. Me siento utilizado, ¿lo entiendes?

- Ya lo sé. Claro que tenías derecho a opinar. Ni siquiera pensé. Sólo quería... en aquel momento, tenía sentido. Había cometido un error y pensaba que podía borrarlo. Corregirlo. Pensaba que hacía lo correcto, pero...

Drago negó con la cabeza.

- Hiciste que te olvidara y me enamoré de otra persona y ahora todo me parece un inmenso engaño, porque nada de eso habría pasado si tu no hubieras... si no... -la frustración y la impotencia eran palpables en su voz-. ¿Lo de aquella noche fue real, siquiera? ¿Alguna vez llegaste a sentir algo por mi? Porque me cuesta entender por qué... por que me obligarías a olvidarte si...

- Claro que fue real  -había asegurado ella-. Cada segundo fue real para mí. Pero después... dudé de ti. Pensé que te había inducido aquellos sentimientos. Que no sólo me había aprovechado de nuestro vínculo terapéutico, sino que te había influenciado con mi poder. ¿Cómo ibas a sentir lo mismo que yo...? ¿Cómo ibas a... quererme...?

La sorpresa le había hecho detenerse sobre sus pasos, alzando una mano de manera impulsiva para acariciarle la mejilla, buscando sus ojos.

- Elissa, que estás diciendo? ¿Cómo no iba a quererte? ¿Cómo podría alguien no hacerlo?


El repentino ataque les había obligado a interrumpir la conversación. La última frase que le había dedicado a la psicóloga antes de continuar llevaba retumbando sin descanso en su cabeza desde que había recuperado sus recuerdos por segunda vez:

- Dios... Tenemos que salir de aquí, ya seguiremos hablando de ésto cuando no estemos rodeados de gente intentando matarnos.

Pero, entonces, había escuchado aquél sonido que le impulsaba a acercarse... a investigar... Como si fuese el canto de una sirena. La trampa de Cédric. Elissa no había querido que se separara, que volviera a internarse en aquél infierno. Había intentado disuadirle, llena de preocupación.

- No te preocupes, solo será un segundo -le había asegurado, dándole un tierno beso en la frente-. El ruido ha sonado por aqui cerca, enseguida me reuniré con vosotros, ya lo verás.

Ya lo verás...


No podía ni empezar a cuantificar el tiempo que llevaba anhelando estar con ella, pero, una y otra vez, había surgido un obstáculo que les había mantenido separados. Primero había sido la propia Elissa, cuando le había borrado su recuerdo, y, tras recuperarlo, había tenido que debatirse entre el honor de mantener la palabra que le había dado a Cassandra y el deseo de su propio corazón. Cuando finalmente comprendió el camino que deseaba tomar, intervino Cédric para separarles de nuevo, y ahora... ahora que por fin la tenía ante él... había una cadena esposándole a la cama. La mujer se había detenido a cierta distancia. No demasiada, pero en su situación actual se le antojaba como si hubiera todo un abismo separándoles.

No podía más. Todo cuanto deseaba era alzar la mano hacia ella, tocarla, besarla y abrazarla hasta estar plenamente convencido de que era real... De que no era ningún sueño etéreo que volvería a deshacerse entre sus dedos antes de despertar. ¿Cuánto nivel de castigo es capaz de soportar un ser humano? Su presentación fue tan fría que sintió como algo se le destrozaba por dentro. Tenía la sensación de haber estado durante meses corriendo sin rumbo en un laberinto buscando la salida... únicamente para encontrar que, al otro lado, lo único que le aguardaba era un precipicio inclemente.

- He hablado con... Matt Murdock. Me ha dicho que querías verme.

¿Por qué estaba volviendo a levantar barreras entre los dos? Le recordaba al momento en el que Psique se había introducido en su mente en la mansión para ayudarle a escapar del control de Cédric, y, al verla, al tenerla ante él, había comenzado a revivir recuerdos que habían permanecido entre brumas:

- En mis sueños te veía... Tocando el piano -de nuevo su propia voz llegaba a él distante, como entre la niebla-. Tocando una melodía... El Para Elisa -había extendido entonces una mano vacilante para alcanzar la suya-. Eres... ¿Te llamas Elissa? -había preguntado, la luz del reconocimiento comenzando a alumbrar su mirada.

- Sí...

- ¿Por qué soñaba contigo?

- No lo sé -había murmurado en respuesta, aplastando todas sus esperanzas, aquella tímida luminiscencia que había comenzado a aflorar.

- Oh -era tan raro... había estado tan convencido hacía un segundo...-. Lo siento... Por un momento... Por un momento pensé... Tuve la impresión de que...


Confundido, había tratado de apartarse, pero ella se lo había impedido, entrelazando sus dedos con los de él para mantenerle a su lado, reafirmando con las acciones de su cuerpo lo que sus palabras parecían negar.


Aquello había sucedido hacía tan sólo dos días. Dos días desde que habían compartido un momento de conexión física y espiritual como pocas personas alcanzan en toda su vida. Había estado tan seguro, tan convencido entonces de que el sentimiento era recíproco... Pero, entonces... ¿por qué otra vez se mantenía distante? ¿Qué era lo que había cambiado en aquellos dos días? No podía ser otra cosa más que la realización de su propia naturaleza oscura y perversa. Había estado en su mente, sin duda estaba al tanto de las atrocidades que había cometido.

A un nivel realista y racional sabía que lo mejor para ella era mantenerse apartada de él, pero aún así, sintió miedo. Un temor irracional a perderla antes de haberla encontrado.

- Sí... tenemos mucho de qué hablar y no demasiado tiempo, así que te voy a pedir que me dejes decir primero todo lo que necesito decirte, que es mucho, ya que no sé cuándo voy a volver a tener la oportunidad.

No lo dijo, pero quedaba implícita la certeza de la ordalía que tenían ante sí y de la que Matt le había advertido. Lo que iba a decirle era algo muy difícil de admitir, porque implicaba a Cédric y lo que había ocurrido entre los dos, y eso era algo que no estaba preparado para compartir con nadie. Pero Elissa había estado en su mente; Había visto los monstruos que acechaban en sus tinieblas. No tendría que pararse a explicar nada que no quisiera contar. Sabía que ella entendería.

- En el sanatorio me dijiste que no podías estar segura de si yo realmente te amaba, que temías haberme influenciado con tus poderes porque era imposible que nadie pudiera amarte -hizo una pausa para buscar su mirada del mismo modo que lo había hecho entonces-. Elissa, tienes el corazón más amable y el alma más hermosa que he visto jamás, y, si por un instante dudas que ésto sea lo que siento realmente por ti, ten por seguro, absolutamente seguro, que Cédric se habría ocupado de deshacer cualquier resto de influencia que hubieras podido ejercer artificialmente sobre mí. Se ocupó incluso de eliminar tu recuerdo, incluso... lo que sentía por ti. Cuando me libraste de él, lo que quedó... lo que quedó es lo que originalmente sentía, y nada más, sólo mi corazón. Y lo que sentí por ti entonces... lo que siento ahora... es tan poderoso que duele... Y es totalmente mío, Elissa. Siempre lo fue. Siempre fue... real.

Calló durante un segundo, únicamente para recoger las palabras más adecuadas para continuar. Sabía que, una vez que había empezado a hablar, ya no podría parar hasta haber terminado de confesarle lo que llevaba meses reprimiendo.

- Antes de conocerte pensaba que el amor era un lujo que jamás me podría permitir. Una felicidad que no estaba al alcance de los que hemos escogido éste tipo de vida. Había perdido a mi familia... a todos los que alguna vez habían significado algo para mí... y tenía miedo... No, pensaba... que no podría soportar volver a pasar de nuevo por otra experiencia semejante. Tú me enseñaste cómo abrirme... cómo volver a confiar en otra persona, en cuerpo y alma. Abriste una puerta que pensé que siempre permanecería cerrada. Es cierto que no fue inmediato; tardé un tiempo en darme cuenta. Es como... ¿sabes los colores del atardecer? Bermellón, naranja, rosa, púrpura... Están ahí a lo largo de todo el día, en el horizonte, sólo que no podemos verlos porque la luz que percibimos está conformada por un millón de colores diferentes ocultos uno dentro del otro. Tú eres igual... Cuando te conocí, me dejé cegar por tu luz, perdiéndome toda la gama de preciosos colores que encerrabas dentro. Quiero que sepas que ahora te estoy mirando y te veo. Quiero ver y conocer cada parte de ti. Todos y cada uno de los colores que quieras mostrarme durante el tiempo que nos quede.

>>Y sé que cuando nos conocimos yo no era precisamente el mejor candidato para una relación, por muchos motivos... A causa de lo que hago... a lo que me dedico... Veo cosas espantosas cada día, cosas horribles. Pero estar contigo me hizo ver que aún hay cosas por las que merece la pena luchar. Por las que merece la pena vivir. Cosas hermosas y maravillosas. Y sé que mereces algo mejor que yo. Y en otro momento, otra vida... sé que me habría marchado sin mirar atrás, sin consultarte siquiera, pensando que sería lo mejor para ti. Por eso no puedo juzgarte. No puedo juzgar... lo que hiciste. Y sé que estoy siendo egoísta, pero ya no puedo... Elissa...

Las palabras se le atragantaban y tenía la impresión de estar siendo extremadamente confuso, sin un hilo o coherencia lógica en su discurso, pero sabía que tenían muy poco tiempo, y tenía tantas cosas que contarle, tanto que necesitaba decirle... Tomó aire, tratando de ordenar sus pensamientos para que resultara más sencillo de entender. Lo que venía a continuación iba a ser lo más difícil, pero tenía que procurar mantenerse sereno.


- Elissa, Cédric... se metió en mi mente, eso ya lo sabes. Buscó cada recuerdo que tenía sobre ti y lo eliminó, pero no fue lo único que hizo... Tomó cada emoción asociada a cada vivencia contigo y se apropió de ella... La hizo suya... Fue algo mucho peor que una violación... Porque no fue únicamente físico... Profanó mis recuerdos, los sentimientos más sagrados que compartí contigo -cerró los ojos, asediado por vivencias que sólo deseaba olvidar a pesar de saber que nunca conseguiría desprenderse de ellas-. Me decía... que era la única persona que me veía tal como era en realidad. Que por mucho... que me ocultara bajo la máscara de oscuridad... él siempre me vería a mí. No al ángel. No al mutante. Simplemente a mí.

Cerró de nuevo los ojos para contener el escozor de unas lágrimas que no debían salir, y se recostó sobre la almohada, mirando al techo. Sería más sencillo continuar si no la miraba directamente.

- Durante todos éstos años... me he esforzado tanto por construir una imagen falsa, una identidad aterradora que mantuviera alejados a todos... porque estaba convencido... de ser un monstruo. Hubo varias personas que consiguieron vislumbrar un atisbo de mi verdadero yo sin dejarse engañar por las apariencias, pero la inmensa mayoría lo único que veía era la ilusión... Incluida Cassandra -hizo un gesto de negación con la cabeza, apesadumbrado-. Con Cassandra, todo fue una ilusión, un espejismo, tanto por su parte como por la mía. Yo me enamoré del misterio, de lo desconocido, y ella se enamoró del ideal utópico romantizado y perfecto, el "ángel de luz". Tú fuiste la primera persona que conoció de verdad a Dragoslav Katich. No a la ilusión ni al mutante; sólo a mí, tal como soy de verdad: un hombre roto e imperfecto. Viste... un rostro horrible y desfigurado, y navegaste por las cicatrices de mi cuerpo, mi mente y mi alma sin echarte atrás. Estuviste en mi mente y conociste todos mis defectos, todas mis vulnerabilidades. Y, a pesar de todo aquél horror, de tanta oscuridad... tuviste la valentía de amarme. Lo que tuve con Cassandra fue como un incendio que con la misma intensidad que se inicia se apaga. Lo que siento por ti... es otra cosa completamente diferente. No algo voluble como el fuego, sino firme e inquebrantable como una roca en mitad de un océano. Cédric tomó esos sentimientos y los hizo suyos. Me hacía sentir que podía ser yo mismo a su lado, sin necesidad de fingir o satisfacer las expectativas de nadie. Cuando me liberaste y me devolviste mis recuerdos me di cuenta... comprendí que esos sentimientos que creí que me inspiraba él... siempre habían sido tuyos. Y me sentí... doblemente utilizado. Doblemente enfermo. Porque no se limitó a manipular mis emociones y deseos para hacer que me sintiera atraído hacia él... sino que tomó algo que ya existía, algo hermoso y puro, y lo pervirtió, retorciéndolo y mancillándolo. Y sé que es culpa mía -se cubrió los ojos con la mano, aún mirando al techo y sin saber si sería finalmente capaz de contener las lágrimas-. Debería habértelo dicho antes, en cuanto Arión me devolvió los recuerdos. Debería habértelo dicho un millón de veces en las semanas que pasaron, pero dejé que se adueñara de mí el resentimiento por haber sido traicionado. Te amo. Estoy enamorado de ti. Amo tenerte entre mis brazos, y cómo todo mi mundo parece iluminarse cuando te veo aparecer. Y si te lo hubiera dicho entonces, si te lo hubiera dicho cualquiera de las cientos de ocasiones que pensé hacerlo, nada de ésto habría sucedido. Porque estar contigo no me hace débil, Lissa... sino todo lo contrario. Juntos somos más fuertes. Quiero ser tu roca, y que tú seas la mía. He vivido siempre en una miasma de oscuridad perpetua, y ya me he cansado de vivir entre tinieblas. Necesito luz. Te necesito a ti. Y sé que es egoísta... sé que debería dejarte ir... Se suponía que tenía que protegerte, pero te he fallado de tantas formas... En toda mi vida adulta no he pasado nunca tanto miedo como cuando comprendí que había intentado matarte, y no sé si eso es algo que podrás perdonarme algún día...

_________________
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MensajeTema: Re: A Moment of Forgiveness (Eclipse) [10/05/2019]   A Moment of Forgiveness (Eclipse) [10/05/2019] Icon_minitime14th Mayo 2022, 11:00



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Fue tal y como debía ser.

Él pronunció las palabras que ella no podía pronunciar; ella derramó las lágrimas que él no podía derramar.

Cada sílaba de Drago pareció impactar en la compuesta expresión de la psicóloga, dañando irreparablemente el armazón que la sostenía. Elissa intuía que algunas grietas ya habían estado allí antes de cruzar el umbral; otras (nuevas, inclementes) empezaban a surcar sus mejillas, haciéndose profundas, ramificándose como el curso de un río.

Las piezas se deslizaron unas sobre otras.

Las esquirlas se desprendieron.

Y la máscara cayó al suelo.

Elissa había entrelazado los dedos, tratando de frenar el temblor que ahora ascendía libremente por sus brazos, que sacudía sus hombros. De entre sus labios escapó un sollozo, silenciado a medias por el nudo que se había cerrado en su garganta. Las lágrimas corrieron libremente por su rostro.

”Tenemos mucho de qué hablar y no demasiado tiempo”, había dicho él. Le había pedido que le dejara decir cuanto tenía que decir, y ella había asentido. Y ahora hablaba deprisa, como si sintiera que se les agotaba el plazo. Aún sin el tic-tac del reloj de su padre sobre el pecho, Elissa también podía sentirlo. La carrera frenética del segundero; la arena que se deslizaba de una esfera a otra, escapándose de entre sus dedos.

”Las visitas son de veinte minutos.”

¿Cuántos habían pasado ya? ¿Por qué había perdido aquellos valiosos segundos en la puerta, vacilando?

En aquel sueño, hacía tiempo, también los había separado un reloj. Bañado por la luz de la luna. Parado por siempre a las doce en punto. ¿Por qué lo estaba recordando ahora?

Ojalá pudiera detener el tiempo.

”Y lo que sentí por ti entonces... lo que siento ahora... es tan poderoso que duele... Y es totalmente mío, Elissa. Siempre lo fue. Siempre fue... real.”

No fue consciente de haber dado un paso hacia él, abandonando la seguridad de la entrada, arrastrada hacia el centro de la habitación por la fuerza invisible de la gravedad. Atraída por su luz vacilante, por el calor que prometía. Como una mariposa a una llama.

”Quiero que sepas que ahora te estoy mirando y te veo. Quiero ver y conocer cada parte de ti. Todos y cada uno de los colores que quieras mostrarme durante el tiempo que nos quede.”

”Tengo la sensación, incluso con la terapia, de que ésta es realmente la primera vez que te veo de verdad... Al verdadero tú…”

Un paso más. La cercanía a su luz arrojaba sombras temblorosas sobre la pared de su mente. Recuerdos que aleteaban detrás de sus párpados. Un abrazo que se había prolongado demasiado en el aula de música. La calidez de su piel y la caricia de su respiración. Sus cabellos oscuros enredados en sus dedos.

”Por eso no puedo juzgarte. No puedo juzgar... lo que hiciste. Y sé que estoy siendo egoísta, pero ya no puedo... Elissa…”

Yo… tampoco puedo.

El nombre de Cédric pronunciado en voz alta fue como un conjuro. Se detuvo, congelada por un horror que nada tenía que ver con sus propias experiencias. No; era el miedo que le provocaba el pensar siquiera en lo que el francés le había hecho a Dragoslav. Por primera vez, deseó que el bosnio dejara de hablar. No quería oírlo. No quería confirmar lo que aquel maldito monstruo había...

Su mente se llenó de los ecos de aquella habitación vacía, donde el cuidadoso trabajo de Cédric había retirado los cuadros de las paredes, sustituyéndolos por sus propios retratos. El olor a pintura llenó las fosas nasales de Elissa, como si todavía estuviera allí.

La griega creía que el nudo en su garganta se había deshecho, pero no era cierto. Sólo estaba un poco más abajo, atenazando su corazón.

“Profanó mis recuerdos, los sentimientos más sagrados que compartí contigo. Me decía... que era la única persona que me veía tal como era en realidad. Que por mucho... que me ocultara bajo la máscara de oscuridad... él siempre me vería a mí. No al ángel. No al mutante. Simplemente a mí.”

Elissa se llevó la mano al cuello, a los labios, como si tratara de palpar el hueco que habían dejado sus propias palabras, sus propios sentimientos, al ser sustraídos de ella.

“Tú fuiste la primera persona que conoció de verdad a Dragoslav Katich. No a la ilusión ni al mutante; sólo a mí, tal como soy de verdad: un hombre roto e imperfecto. Viste... un rostro horrible y desfigurado, y navegaste por las cicatrices de mi cuerpo, mi mente y mi alma sin echarte atrás. Estuviste en mi mente y conociste todos mis defectos, todas mis vulnerabilidades. Y, a pesar de todo aquél horror, de tanta oscuridad... tuviste la valentía de amarme.”

Y aún lo hacía, con cada pedazo de su ser.

Sus siguientes frases quebraron el hechizo que había desatado el nombre del francés. Sólo era una palabra. La sombra de un hombre muerto. No podía hacerles daño.

Dragoslav intentaba decirle que no estaba mal. Que ellos no eran un error. Que podían ser, que quería que fueran. Estaba gritándoselo por encima del precipicio que ambos se habían empeñado en excavar. Estaba desesperado porque ella comprendiera el maldito mensaje.

Elissa cruzó el abismo. Y, cuando él terminó de hablar y la miró de nuevo, estaba allí. Junto a la cama. Con los ojos enrojecidos y las mejillas surcadas de lágrimas, y rota en todas las piezas correctas.  

Y, entonces, él calló. Y ella supo que era su turno.

Negó con la cabeza, despacio.

- No digas eso. Si tú me has fallado, yo también. Al menos, cuando intentaste matarme, no eras tú mismo. No, no me digas que Cédric no te estaba manipulando directamente en aquel momento -se adelantó-; ya lo sé. Pero estuviste ahí dentro, conmigo. Viste lo que yo vi. Acabas de contarme lo que te hizo.

Elissa rodeó su propio torso con los brazos, como si intentara mantener los fragmentos en su sitio.

- Yo te arranqué tu… nuestro recuerdo… sólo porque podía. Sin consultarte. Sin compartir antes contigo mis miedos. En realidad, ni siquiera eran “miedos”. Estaba tan segura de lo que había ocurrido… Pero tú tenías razón: incluso aunque te hubiera manipulado, no estaba en mi derecho de manipularte de nuevo.

Los ojos de Elissa se quedaron fijos en las esposas que ataban a Drago a la camilla, sin mirarlas realmente. Sencillamente, no se sentía capaz de sostener la mirada del bosnio.  

- Me sentía culpable por mis propios sentimientos. Por mis propios deseos. Tú… venías a verme porque querías estar con otra mujer. Se suponía que yo tenía que ayudarte a conseguirlo. No al revés. Me sentía… como una ladrona en medio de la noche. Codiciaba cada segundo contigo, y sabía… que eran momentos que le estaba robando a ella. Quería para mí cada palabra que decías sobre ella. Quería que sonrieras así cuando me mencionaras a mí.

El temblor se acentuó y Lissa se mordió el labio, sintiendo el sabor metálico de la sangre contra la lengua.

- Y, cuando empezó a ocurrir… Era demasiado conveniente, ¿verdad? Yo… manipulé a alguien para que me quisiera, una vez. Con mi poder. ¿Y si lo estaba haciendo de nuevo? Teníamos un vínculo. Y yo quería que me vieras. Cada sesión. Cada clase de piano. Quería que me vieras. Así que... estaba segura de que yo... de que Psique había tenido una mano en todo aquello -Elissa tomó una temblorosa bocanada de aire- ¿Y sabes qué es lo mejor? Yo... incluso sin usar la magia, lo sigo haciendo… sigo intentando gustar a todo el mundo. -sacudió de nuevo la cabeza, como intentando expulsar aquellos pensamientos- No soy la persona altruista que crees. La que yo siempre he intentado mostrarte. Siempre he querido que vieras mi mejor cara. Incluso cuando lo descubriste todo, quise ser la pobre Elissa… la que sacrificó su propio recuerdo para que pudieras ser feliz. -dioses, se daba tanto asco- La verdad es… que no soportaba mirarme al espejo. La verdad es que no quería que vieras esa parte de mí. La verdad es que odio mi oscuridad.

“Pero conozco tu oscuridad. Y andaría cien veces sola por tu oscuridad... Antes que poner un sólo pie en la suya”.

- Y Cédric… Cédric es exactamente mi oscuridad. Lo que yo podría haber sido. Él y yo somos lo mismo. Te hicimos exactamente lo mismo -tuvo que arrancar cada palabra de lo más profundo de su garganta. Odiaba cómo sonaban en voz alta- Dragoslav, tú eres un superviviente. Estás lidiando con el trauma cada día de tu vida. Y a veces eso te ha llevado a cometer errores. Pero… ¿cuál es mi excusa? Yo no vi morir a mi familia. A mí no me arrancaron los ojos. ¿Cuál es mi justificación?

- No tengo un “corazón amable”. Ni un alma luminosa. No de verdad. Pero me gustaría tenerlos. Me gustaría ser esa Elissa que tú ves, a la que tú quieres. Ser esa luz que necesitas. No lo soy. Siento no serlo. Y también… siento mucho lo que te hice. Todo lo que hice… -una disculpa que había anhelado pronunciar durante demasiado tiempo, y que le parecía vacía, insuficiente.

Especialmente por lo que quería pedirle.

Una expresión no demasiado alejada de la vergüenza se adueñó de su rostro. Y, esta vez, sí lo miró a los ojos, y tragó saliva.  

- Y, aún así, quiero quedarme con tus sentimientos. Si tú sigues queriendo dármelos, yo… quiero estar contigo. A estas alturas ya es evidente lo que siento por ti, pero… tú le has puesto palabras… y yo debería…

“Quédate conmigo... Por favor... No quiero volver a perderte…”

“Estaré aquí”.

“Me quedaré de todos modos. Siempre y cuando quieras que lo haga.”

Tragó de nuevo, pero su voz sonó ronca igualmente.

- Te amo, Dragoslav Katich. Quiero caminar contigo en la oscuridad. Y, si hay alguna luz al final del sendero, yo… quiero encontrarla contigo.


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MensajeTema: Re: A Moment of Forgiveness (Eclipse) [10/05/2019]   A Moment of Forgiveness (Eclipse) [10/05/2019] Icon_minitime15th Mayo 2022, 01:42

Absorto en aquél descarnado ejercicio de apertura emocional, no fue capaz de discernir en qué momento sus palabras la animaron a salvar la distancia que les separaba. Sólo supo que, una vez el torrente de sus emociones terminó de fluir y apartó las manos que cubrían sus ojos, vio que ella estaba allí, a su lado. Ahora le tocaba a ella sincerarse, y, de la misma manera que había hecho la psicóloga, él simplemente la escuchó mientras desnudaba su alma ante él, revelando las diminutas fisuras que mantenía ocultas bajo aquél estoico manto de compostura.

El único momento en el que se permitió romper su respetuosa inmovilidad fue cuando la notó temblar, presa del dolor de sus propias confesiones. Simplemente alzó una mano que, ahora sí, podía llegar hasta su rostro, para acariciar suavemente su mejilla en aras de apaciguarla, desviando suavemente la mirada perdida en las esposas para obligarla a ir al encuentro de sus tranquilizadores orbes azules, como si pensara que ver dibujado en sus ojos el reflejo de cómo la veía podría ayudar a desmentir aquella falsa concepción de sí misma.

Aquél reflejo que él le devolvía repleto de amor y aceptación no se alteró en lo más mínimo a pesar de sus crudas revelaciones, siendo la única reacción observable un ligero tensionado en los dedos que recorrían las suaves líneas de su mejilla cuando mencionó a Cédric.

- No tengo un “corazón amable”. Ni un alma luminosa. No de verdad. Pero me gustaría tenerlos. Me gustaría ser esa Elissa que tú ves, a la que tú quieres. Ser esa luz que necesitas. No lo soy. Siento no serlo. Y también… siento mucho lo que te hice. Todo lo que hice…

Negó con la cabeza, y, aunque lo intentó, no pudo evitar que su voz sonara tensa ante aquella comparación.

- No eres como él -afirmó, con la voz ronca y algo temblorosa; Elissa no supo si por los recuerdos asociados a la mención de aquél nombre, por un miedo atávico consecuencia del estrés postraumático, frustración por ver que ella tenía una concepción tan negativa de sí misma o ira por no poder cambiarlo-. No se te ocurra, ni por un momento, pensar que me hiciste lo mismo -experimentó una súbita sensación de ahogo que le obligó a guardar silencio un par de segundos para recomponerse-. Cédric quería a un asesino, así que me despojó de la capacidad para ser nada más. Diciéndolo de esa manera lo haces parecer muy simple. Me hicísteis lo mismo... ¿refiriéndote a qué? ¿El borrado de memoria? ¿Sexo? -ahí estaba. La escabrosa implicación que había tratado de evitar especificar a toda costa con la esperanza de que nadie se atreviera a dibujar con palabras lo que debería resultar dolorosamente evidente para todo el mundo. Pero no pudo evitarlo, y la pregunta resultó amarga en sus labios-. Ojalá hubiera sido sólo eso, Elissa... Tú actuaste movida por una errónea concepción de lo que estaba bien, y lo hiciste por impulso, sin pensar. Desde el principio ayudarme fue tu única motivación. Cédric... elaboró una complicadísima estratagema para capturarme, inventándose un elaborado ardid para ganarse mi confianza mientras poco a poco iba socavando y manipulando mis emociones y mis recuerdos. Hizo todo lo posible por avivar mis impulsos más bajos, haciendo que me hundiera más y más en el pozo de la depravación más absoluta, desprendiéndome con cada acto espantoso de cada lasca de humanidad hasta convertirme en una bestia despiadada, un monstruo que disfrutaba torturando y matando. Jamás... jamás... tuvo el menor interés porque me contuviera -apretó los labios, tenso ante los recuerdos-. Hice... tantas cosas terribles, Lissa... Y la que me salvó de todo aquello fuiste tú. Así que no vuelvas... nunca jamás vuelvas... a compararte con él.

La tensión de sus dedos se relajó un poco, y su expresión se dulcificó mientras reanudaba sus caricias.

- He visto suficiente sufrimiento en mi vida como para saber que cada uno lo sobrelleva de manera diferente. Por lo general, las personas o bien se quiebran bajo la tensión de sus problemas, o se levantan y los enfrentan de frente. Yo me he quebrado ya demasiadas veces... No pienso permitir que Cédric me rompa -tomó aire antes de continuar-. Los japoneses poseen una antigua técnica de reparación de cerámica conocida como Kintsugi. Significa "ebanistería dorada". Básicamente consiste en coger una pieza de cerámica que alguien rompió, y sellar las grietas con barniz de resina mezclado con polvo de oro. Porque hay belleza en la recuperación. Hay belleza en la oscuridad, en la historia que cuentan nuestras cicatrices. Es un proceso de sanación que podemos hacer juntos, cuando ésta pesadilla termine. Sabes que las palabras no se me dan tan bien como a ti, pero si es lo que necesitas, sería capaz de encontrarlas para ti. Pero, primero, debes mostrarme tus lugares rotos, como tú conoces los míos. Ahora sería tu turno de dejarme entrar para que pueda ayudarte. ¿Crees que podrías hacerlo?

Entonces ella expresó su declaración final y él volvió a tomar aire, sólo que ésta vez no era por angustia, sino por alegría e incredulidad. La felicidad asomó a sus ojos azules por primera vez en meses.

- La hay... La oscuridad no puede existir si no hay luz. Quiero dejar atrás todo mi pasado, contigo -afirmó, tomando el rostro de la psicóloga entre sus manos-. Empezar de nuevo -la miró fijamente, azul contra azul-. En ti encuentro felicidad. En ti encuentro paz. En ti encuentro verdadera aceptación acerca de quién soy en realidad. Te amo, Elissa Stavridis, y quiero compartir el resto de mi vida contigo.

Y, tras decir ésto, la atrajo hacia sí deslizando una de las manos que sostenían la mejilla femenina por detrás de la oreja hasta apoyarla en su nuca para imprimir una mayor intensidad en aquél beso que representaba todo el anhelo contenido desde hacía meses. Sin embargo, contrariamente a lo que podría parecer, no había lujuria en aquél gesto, tan sólo un profundo deseo por ella y la belleza de su corazón y su alma.

A Moment of Forgiveness (Eclipse) [10/05/2019] Beso

No sabía cuánto tiempo les quedaba, pero pensaba aprovechar hasta el último segundo en aquél beso, y no lo interrumpió ni siquiera cuando los guardias llamaron a la puerta y se quedaron junto a la entrada, carraspeando ligeramente. Cuando sus labios finalmente se separaron, su mano se demoró varios segundos más sobre su nuca, resistiéndose a dejarla ir.

- Ahora que te he encontrado no pienso volver a perderte, ¿me oyes? -susurró, apremiante, cuando ya los guardias se acercaban para acompañarla-. Pase lo que pase no pienso volver a perderte, Elissa.

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MensajeTema: Re: A Moment of Forgiveness (Eclipse) [10/05/2019]   A Moment of Forgiveness (Eclipse) [10/05/2019] Icon_minitime17th Mayo 2022, 17:32

Él la escuchó en silencio. Cada palabra. Cada confesión.

No apartó la mirada de ella. No se retiró.

El rechazo, el juicio... Nunca llegaron.

Una mano de pianista acogió con dulzura su mejilla.

Sólo una palabra pareció perturbar el respetuoso silencio de Drago. La misma que ella había escupido más de una vez al intentar pronunciarla, como si le quemara en la lengua.  

Cédric.

- No eres como él -dijo el bosnio, tenso.  

Y, con la precisión de un afilado bisturí, Drago pasó a trazar los límites entre ella y el francés. Cortó a través de los hilos que los unían, poniendo en relieve todas las diferencias. Todo lo que Cédric sí había hecho.

Sus palabras descarnadas apretaron el puño en torno al corazón de Elissa. La griega quiso gritar de rabia, de dolor, de impotencia. No podía soportar la certeza de que Cédric había forzado a Drago de todas las formas posibles. El francés había repetido punto por punto la pesadilla de Srevenica, con la perversidad añadida de hacer que el bosnio disfrutara del viaje.

Le hizo creer que lo hacía porque quería.

Dioses. Cómo lo odiaba. Lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba. Odiaba a aquel maldito monstruo. Y, por un momento, deseó haber estado consciente en la Mansión para poder contemplar su muerte. Quizá incluso para poder participar en ella, asegurándose de que aquel asesino no volvía a hacer daño a nadie, nunca.

Ni a Drago. Ni a Elektra. Ni a… Gabriel.

Quiso decir algo en voz alta, pero no fue capaz de despegar los labios. Las palabras no pronunciadas se convirtieron en lágrimas nuevas, que se deslizaron por su mejilla para caer en la mano del bosnio.

- Hice... tantas cosas terribles, Lissa... Y la que me salvó de todo aquello fuiste tú. Así que no vuelvas... nunca jamás vuelvas... a compararte con él.

“Vale”, quería decirle. En lugar de eso, Elissa negó débilmente. Sentía la garganta seca, en carne viva, desgarrada por un grito de agonía que nunca había llegado a emitir. Su mente tardó unos segundos más en emerger del París infernal que había atravesado hacía no tanto. De la habitación de los cuadros recién pintados. De la Mansión X y el olor a carne quemada.

Cuando logró regresar, Drago estaba hablando del kintsugi. La griega asintió, reconociendo la técnica de la que hablaba. Siempre había apreciado su belleza, su significado. En cierto modo, así era como ella concebía la terapia.  

- Es un proceso de sanación que podemos hacer juntos, cuando ésta pesadilla termine. Sabes que las palabras no se me dan tan bien como a ti, pero si es lo que necesitas, sería capaz de encontrarlas para ti. Pero, primero, debes mostrarme tus lugares rotos, como tú conoces los míos. Ahora sería tu turno de dejarme entrar para que pueda ayudarte. ¿Crees que podrías hacerlo?

Una débil sonrisa tironeó de los labios de Elissa.

- Para no ser bueno con las palabras -dijo, con un hilo de voz- ha sonado increíble. -sus ojos se encontraron con los de él y pensó en la pregunta que Drago había formulado… ¿Podía hacerlo?- Creo que... voy a intentarlo -prometió.

Y él, a cambio, le prometió luz; principios, futuro… Le prometió un beso en los labios que Lissa había creído imposible, extinto. Y la griega se lo devolvió con cada fibra de su ser, mientras acariciaba sus cabellos oscuros y el contorno de su rostro, como si necesitara memorizar sus rasgos.  

A diferencia de Drago, ella no se dio cuenta de la presencia de los guardias hasta que uno de ellos tosió. Lissa dio un respingo, sintiendo que las mejillas le ardían. El vigilante alzó ligeramente las cejas, y la psicóloga se sintió mortificada al recordar sus propias palabras antes de cruzar la puerta. Somos amigos.

“Su amiga. Ya, claro. Ahora lo llaman así”, le reprochó su mente, que por algún motivo había decidido hablar con la voz de Lyz.

- Ahora que te he encontrado no pienso volver a perderte, ¿me oyes? -dijo Drago, arañando los últimos segundos de tiempo antes de que ella se marchara-. Pase lo que pase no pienso volver a perderte, Elissa.

- Te prometí que me quedaría contigo -murmuró ella, entrelazando sus dedos con los de él, alargando el contacto un instante más- y lo haré. Si nos separan, encontraré el camino hasta ti. Cada vez. Siempre.

Con aquella última promesa, Elissa soltó la mano de Drago, sintiendo al instante su ausencia sobre la piel. Qué irónico le parecía ahora que le hubiera costado tanto acercarse al bosnio. Alejarse de él era tan lento y difícil como caminar por el agua.

Se volvió una última vez, junto al umbral, y buscó los ojos de Drago con los suyos.

- Siempre -le recordó, antes de que los guardias cerraran la puerta tras ella.

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