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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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 Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]

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Matthew Murdock
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MensajeTema: Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]    Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]  Icon_minitime1st Marzo 2022, 02:59


Anagnórisis

Isla de Lesbos. Grecia.

Matt Murdock se acercó a la orilltratando de remojar un poco sus secas y apergaminadas manos en las aguas del Egeo. Se notaba áspero como una vieja cartera de cuero que ha pasado demasiado tiempo expuesta al sol. La brisa veraniega llevaba consigo la sal y el seco beso de Helios. En tan sólo unas horas el abogado ya había podido notar en su rostro aquella árida caricia que, durante generaciones, había curtido a las gentes de Lesbos. Dejó su bastón sobre unas rocas de buen tamaño, así como su americana color burdeos oscuro. Acto seguido, se arremangó la camisa hasta el codo e hizo lo mismo con sus pantalones color beige (o eso le había dicho la chica de la tienda) hasta un poco más arriba del tobillo, descalzándose con cuidado y dejando sus zapatos marineros en el mismo lugar que el resto de enseres.

El sonido de las olas batiéndose en la cercanía lo guió hasta la orilla, hasta que pudo sentir el abrazo templado de las aguas en sus pies. Con cuidado se agachó un poco y, tras remojarse bien las manos, se regó un poco la nuca y el rostro con ellas, con cuidado de no empapar también sus lentes rojizas. Apenas había tenido tiempo de descansar desde que había salido de casa camino al aeropuerto. Nueve horas de trayecto desde Nueva York hasta Atenas, gracias al viento de cola. Sin más que una modesta bolsa de viaje con muda limpia y  billetes. Abandonando sus obligaciones nocturnas por una vez para embarcar a las cinco de la mañana. En turista, por supuesto. Nada de lujos para Matt. Bastante tenía con pagar el billete a Atenas, y luego a Mitilene donde había reservado una única noche de hotel para, de nuevo, salir de madrugada de nuevo a Atenas y de ahí… otra vez en Nueva York. Su ciudad, o eso le gustaba pensar. Pero Nueva York cada vez era menos suya, o los EEUU si le apuraban. En cualquier caso, tampoco estaba de vacaciones. No podía permitirse abandonar a Drago más de un día o dos, menos con su juicio a la vuelta de la esquina. Pero tenía que hablar con Elektra. No sólo acerca de todo lo relacionado con el juicio. Tenía… que hablar con ella, simplemente.

Por tanto, una ducha rápida en el hotel, un cambio de ropa y de vuelta al camino, en busca de la villa de la familia Natchios. Al menos, el taxista había sido lo bastante amable como para abandonarlo en lugar habitado cuando el abogado constató que no había cambiado suficientes dólares por euros. Supuso que le había dado pena por ser ciego, aunque no dejaba de pensar que podría haber hecho el trayecto entero con un poquito de voluntad del taxista. Ojalá hubiese sido capaz de hacerle entender en griego si “aceptaba American Express”. Por lo poco que sabía del idioma la respuesta del hombre había sido “Esto es un taxi ¿Dónde quiere que meta una máquina de expreso?"

Matt se preguntó por qué estaba haciendo aquello ¿De verdad quería arrastras a Elektra a un juzgado, delante de todo el mundo, para hablar de las ignominias a las que le había sometido Cédric? No, no podía pedirle aquello ¿Lo estaba haciendo por Drago o por él? Puede que, simplemente, necesitase escapar un momento. Un día o dos… Sin ruedas de prensa, sin delincuentes, sin vistas… Escapar… Y había pensado en ella…



Una agradable canción llamó entonces la atención del abogado. Una voz femenina, dulce pero algo avejentada. Era extraño, pues provenía de las rocas, cerca de donde había dejado su ropa… Pero él no había percibido ningún latido cuando llegó. Como Odiseo, siguió el canto de sirena hasta su origen. Pertenecía a una mujer madura, ni muy anciana ni muy joven. Vestía un caftán azul marino con motivos vegetales y, por encima de los hombros, una fina estola del mismo color. Sus cabellos lucían ya las primeras canas y las tenues arrugas de su rostro eran las marcas de una interesante historia. Por el sonido que manaba de sus manos, parecía estar haciendo un collar de conchas.

- Kalispéra (Buenas tardes)- chapurreó Matt.

- Kalispéra, nearé (Buenas tardes, joven) Irlandés ¿No es cierto?- siguió ella en inglés, advirtiendo que, obviamente, Matt no era de por allí y no estaba muy ducho en el uso del idioma. Su gramática era perfecta, pero su acento se resistía a irse. No por falta de conocimiento, sino como una especie de orgullo. Una firma de identidad.

- Americano- contestó Matt- De Nueva York.

- Puede- siguió la mujer sin perder vista de su labor- Pero su sangre es más antigua, lo noto. De una isla vieja y orgullosa, como la nuestra.

- Como si los neoyorquinos no fuésemos lo bastante orgullosos- se rió Matt- Perdone que la moleste pero ¿Sabe dónde está la villa de los Natchios?

- Claro que lo sé ¿Es que no puede verla?

- Pe… Perdone- dijo Matt algo extrañado- Soy ciego.

- Puede- sonrió ella aún inmersa en su collar de conchas. Matt hizo ademán de contestar, pero la mujer pronto alzó el sonriente rostro al abogado- Solo tiene que seguir el camino de la playa, subir por la colina y continuar andando unos cuantos metros más allá. Es una villa enorme, no tiene pérdida, hasta para un ciego.

- Efcharistó polý (Muchas gracias).

- Parakaló (De nada). Suerte con su nóstos.

Matt conocía esa palabra. Era griego, pero antiguo. Hacía referencia al “regreso”. Utilizado habitualmente en su plural “nostoi”, como figura retórica, haciendo referencia al ciclo de “regresos” de los héroes de Troya a su patria.

- Gracias de nuevo, pero se equivoca. Es la primera vez que vengo.

- No siempre se vuelve a un “dónde”. Hay veces que regresamos a un “quién”, y suele ser un regreso mucho más peligroso y difícil. Pero todo el mundo quiere volver a la patria, joven ¿No es así? Que se lo pregunten a Odiseo. Y nuestra auténtica patria son las personas que amamos.

- Vaya- se rió Matt- No sabía que a los griegos les gustase tanto hablar en enigmas.

- Oh- acompañó su risa- Siempre lo hacemos. Desde el principio- La mujer tendió a Matt el collar de conchas- Tome. Era para mi hija, pero ella ya tiene muchos. Lléveselo usted e intente disfrutar del día. Ahora es verano, y a Helios aún le quedan muchas horas para irse a dormir. No siempre será así. Cuando llegue el otoño, Bóreas precipitará estas mismas olas contra los acantilados, como si quisiera tragarse la tierra y el siempre iracundo Poseidón batirá los mares con su tridente. Los marinos aún así, seguirán su labor y algunos perecerán en él.  Tendrán en las negras aguas su última morada. Y estas rocas- palmeó su asiento- se bañarán, como siempre ha sido, con la sangre de los héroes del Egeo, manteniéndose firmes para que sean otros héroes los que, con suerte, puedan pisarlas. Luego el invierno llegará. Desolando la tierra, matando los cultivos y marchitando la vida. Así ha sido y así será siempre. Así que, mientras dure el calor… aproveche el día.

- Un pensamiento poco alentador- susurró Matt recogiendo el collar que le tendía aquella extrañísima mujer.

- Al contrario. El invierno es al tiempo un recordatorio y una promesa. Su llegada nos recuerda que, hasta alguien como el propio Señor del Inframundo, pudo amar, al menos, en una ocasión. Y, a la vez, al arribar nos promete que pasará. Que, en algún momento no muy lejano, los días serán jóvenes de nuevo y Helios tardará mucho más en morir. Recuerda siempre eso, Matthew Murdock.

- Lo que no recuerdo- replicó Matt a la defensiva- es haberle dicho mi nombre.

- Porque no lo ha hecho.

- Entiendo- se guardó el collar en el pantalón y trató de relajarse. Estaba realmente cansado- ¿Y qué es usted? ¿Una especie de bruja?

La mujer le devolvió, de nuevo, su enigmática sonrisa. Una sonrisa que emanaba una fuerza tal que casi podía hacerse visible para el ciego.

- La brujería no es más que sabiduría, señor Murdock. Una que ya pocos se esfuerzan en entender. Y, si equiparamos la brujería a la sabiduría, de eso último hay pocas mujeres que no tengan algo. Así que sí, podría decirse que todas tenemos algo de brujas- se apoyó en el abogado para incorporarse y comenzó a alejarse- Mucho más aquí, en Lesbos.

- Lo tendré presente.

- Sí, por favor. Y dele recuerdos a la pequeña Elektra cuando le entregue eso ¿Quiere?

- ¿De parte de quién?

- De los que siempre hemos velado por ella. Al igual que usted.- dijo en voz alta mientras se alejaba más y más- Puede que por eso le guardemos tanta simpatía, Matthew Murdock.


Matt no se apresuró demasiado en el camino. Con cada corto paso ensayaba qué iba a decirle a Elektra. Un simple “hola”, puede que fuese demasiado frío, por mucho que ayudase al efecto dramático. En eso meditaba y, también, en las extrañas palabras de aquella mujer, mientras avanzaba lentamente por el camino perlado de ancianos olivos. El viento zarandeaba sus hojas, acompañando a Matt con su canción. El sol había bajado un poco y la temperatura era algo más agradable. Era un bello lugar. Podía saberse incluso sin mirarlo.

Al final del camino Matt dio finalmente con el alto enrejado de hierro. Tras él, una imponente edificación, blanca como los dientes de un niño, se erguía en un privilegiado alto. A medio camino entre la costa y la montaña. En su día, Hugo Natchios debió de sentirse como uno de los viejos reyes de la antigüedad, observando al mundo desde su palacio. El abogado buscó alguna señal eléctrica que le indicase un timbre al que llamar. Un tono. Dos tonos. Tres tonos. Y a esperar. Probablemente tuviese que esperar una semana a que le contestasen, dada la amplitud del lugar.

Al poco tiempo, aunque no parecía que advertido por el timbre, un viejo latido se aproximó a la verja. Un corazón firme pero gastado. Uno que seguramente había latido mucho y, como era de esperar en cualquier vida que mereciese la pena, se había roto al menos un par de veces. Un hombre anciano, con la frente tiznada por el sol y un amplio bigote, se limpió las manos en lo que, por el sonido, parecía un pantalón de faena.

- Kalispéra (Buenas tardes)

- Kalispéra (Buenas tardes)- devolvió el saludo una voz áspera.

- Busco a Elektra Natchios.

- Pues ya somos dos- siguió el trabajador en un inglés tosco pero plenamente comprensible.

- Tal vez podríamos buscarla juntos- sonrió el abogado.

- ¿Ah sí? ¿Y a quién debería anunciar si la encontrásemos?

- Matt Murdock- El anciano se quedó un rato en silencio, gruñendo por lo bajo. El discurrir de sus pensamientos casi era audible. Matt extrajo el collar de conchas del bolsillo y se lo mostró- Una amiga me envía a darle esto.

- Está bien…

- Y dígame ¿Quién me estaría anunciando si la encontrásemos?

- Stavros- contestó secamente. Al rato, extrajo un manojo de llaves del cinturón y se acercó a la cerradura- Vamos, entre. No se quede ahí mirando todo el día.

- Créame- se sonrió Matt- No podría aunque quisiera.



Última edición por Matthew Murdock el 1st Febrero 2023, 02:18, editado 1 vez

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MensajeTema: Re: Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]    Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]  Icon_minitime8th Marzo 2022, 00:35

La historia del país heleno había estado siempre plagada de grandes gestas, pero, también, de grandes conflictos, y el último siglo no había sido una excepción. Las Guerras balcánicas, la Primera y la Segunda Guerra Mundial y una guerra civil que había sacudido los cimientos de una nación muy malherida y cuyas consecuencias terminarían derivando en una dictadura que se prolongaría durante siete largos años  

Sí, los sufridos habitantes de aquél país permanentemente bañado por sol y las olas eran tan curtidos como la propia tierra que les proporcionaba su sustento, y Stavros no era la excepción. El jardinero de la villa de los Natchios había nacido en los tumultuosos años de la Guerra Civil, y cuando había empezado la dictadura no llegaba siquiera a los veinte años, pero se había visto obligado a empuñar la ametralladora cuando un grupo de soldados del régimen se habían plantado en la casa de sus padres y les habían acribillado en la puerta acusándoles de ser simpatizantes comunistas.

Stavros era bien conocido dentro de su comunidad, y no tardó en liderar un movimiento insurgente que tenía como objetivo provocar un levantamiento popular que concluyera con la disolución de la Junta Militar con la ayuda de la Marina, que se mantuvo leal al Rey. La revuelta fracasó, pero Stavros permaneció como líder del movimiento en la sombra ganándose diferentes sobrenombres: Stavros el asesino, Stavros el Ángel Vengador, o, el más conocido de todos: el Exterminador de Creta.

Fue durante éstas circunstancias que había conocido a Christina, la madre de Elektra. Entre 1967 y 1972 los estudiantes universitarios se estuvieron manifestando ante los abusos del gobierno, siendo sistemáticamente silenciados, lo cual provocaba una tensión creciente que culminó con la toma de la facultad de Derecho de Atenas en 1973.

Ante ésta situación cada vez más preocupante, Christina y el que después se convertiría en su marido, Hugo, estudiantes ambos, fundaron la célula de la resistencia de Atenas, y, habiendo oído hablar del famoso Ángel Vengador, la mujer había viajado hasta Creta para ponerse en contacto con él. Haciendo uso de contactos y recursos, logró localizar el lugar donde se ocultaba su base de operaciones y le ordenó luchar bajo el estandarte de su comandante. El hombre rompió a reír, pero su risa quedó bruscamente interrumpida cuando vio la parabellum apuntándole directamente a la cabeza y la fría determinación en los ojos de la mujer.

Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]  Pistola

Stavros supo al instante que aquella no era la mirada de una asesina. Había enfrentado demasiados como para no saber reconocerlos. Pero vio la fuerza de voluntad que se escondía tras aquella mirada y entendió que la suya no era nada en comparación. No había nada que la adolescente no estuviera dispuesta a hacer para alcanzar sus objetivos. Nada que no estuviera dispuesta a sacrificar en pro de sus ideales. Stavros lo supo, y entendió entonces que, desde aquél momento, su vida estaría ineludiblemente ligada a la de aquella mujer... y a la de su familia...

Sí... el hombre que estrechó la mano de Matt Murdock junto a la verja de la colina era un hombre curtido y recio, que había visto y vivido demasiado. Aquella mano había empuñado armas y había segado vidas de la misma forma que había cuidado de sembrar y alimentar la tierra. Era una mano áspera, callosa y fuerte, pero también lo era la del pelirrojo que correspondió a su saludo. A pesar de los años transcurridos, y de las gafas que ocultaban la mirada del desconocido, el jardinero que una vez había sido combatiente seguía siendo igual de bueno a la hora de juzgar el alma de las personas, y supo al instante que aquél no era el típico señorito pijo de ciudad que nunca ha tenido que realizar ningún esfuerzo físico. Pero era ciego, y eso reducía mucho las posibilidades.

- Tiene usted un buen agarre -observó de manera apreciativa cuando le invitó a pasar, mientras cerraba la verja a su espalda-. ¿Practica alguna clase de deporte? Venga por aquí.

Mientras le conducía hacia la inmensa villa de paredes blancas que se alzaba sobre la colina, fue dándole vueltas al nombre en su cabeza. Un tipo ciego que se apellidaba Murdock... De algo le quería sonar, y tenía la sensación de que se trataba de algo importante...

- Y dígame... ¿de qué conoce a la pequeña Elektra? Cuidado... aquí hay escaleras. ¿Necesita que le ayude para subir? Son diez escalones...

Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]  Sal-n-lujo-amplio

La villa era antigua, pero el interior había sido remodelado para resultar más confortable. Matt pudo percibir el característico sonido de la madera bajo los zapatos, así como el olor inconfundible del cuero en los asientos. Había una chimenea de ladrillo visto que reconoció por el casi imperceptible vestigio de olor a madera quemada en el hogar, y pudo percibir el cálido beso del sol sobre su piel desde prácticamente todos los ángulos, señal de que la estancia se encontraba rodeada de grandes ventanales desde los que posiblemente se apreciarían maravillosas vistas de las montañas y la costa. Identificó también el agradable y familiar olor del papel señalando la presencia de numerosos libros, y, también, de plantas, todas ellas en macetas, como indicaba el olor de la tierra húmeda. Con la excepción de un ramo que se encontraba en un jarrón en una mesa más apartada. Matt sabía que a Elektra no le gustaban las flores cortadas, ya que no podía evitar asociarlas a un cadáver en descomposición, pero la griega apenas pasaba una o dos semanas al año en aquella casa, por lo que muy posiblemente habría sido un toque de la persona que se ocupara de mantenerla durante su ausencia.

- Por favor, siéntese -dijo el hombre mayor, guiándole hasta el sofá de cuero por encima de una mullida alfombra-. Traeré algo de beber.

Regresó al cabo, portando en su mano una botella de algo que desprendía un poderoso olor a resina de pino.

- Espero que le guste el vino blanco -dijo el hombre, sentándose a su lado y ofreciéndole una copa-. Ésto es algo típico de mi país.

Stavros hablaba un inglés bastante bueno, aunque con un acento considerablemente más marcado que el de Elektra. Tomó un largo sorbo, pensativo, antes de dirigir la mirada hacia uno de los ventanales.

- Estoy muy preocupado por ella, ¿sabe? Siempre le gustó bajar a la playa, pero desde que ha venido se pasa ausente la mayor parte del tiempo. Apenas pisa la casa. Sé que le ha pasado algo... pero no ha querido decir qué. No es ella misma, y yo lo sé... La conozco bien... -se volvió a mirar al pelirrojo-. ¿Sabía ella que iba a venir? Me extraña que no me haya mencionado nada...

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MensajeTema: Re: Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]    Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]  Icon_minitime22nd Agosto 2022, 02:27



Matt siguió dócil a aquel hombre al que, por lo visto, le gustaba mucho hablar pese a su talante serio y adusto. Una cosa era clara, bajo aquella apariencia de simple curiosidad y espontaneidad campestre se escondía un verdadero interrogatorio. Uno motivado, sin duda, por su lealtad a su patrona. El abogado sonrió durante todo el trayecto, divertido, sintiendo una simpatía inmediata por el buen Stavros. Era obvio por qué Elektra lo mantenía a su lado. En sus preguntas traslucía, no sólo la lealtad de un empleado agradecido sino también un evidente instinto de protección paternal.

- Boxeo un poco- apuntó, contestando a la cuestión acerca del deporte, y a la vez se señaló las gafas divertido- Sí, me suelen dar bastante

- Boxeo, ¿eh? -se echó a reír con una carcajada campechana-. Bueno, sin duda tienes agallas. Respeto a un zagal que es capaz de sobreponerse a sus propios límites. Duro como un roble, ¿eh?

No tan duro como te piensas

La conversación discurrió posteriormente por otros derroteros, haciendo ya explícita la preocupación del guardés por Elektra. El vino, según pudo notar Matt sólo con que Stavros abriese la botella, era excelente. Si ese era el vino “de trámite” que Stavros se atrevía a ofrecer a las visitas, ni se imaginaba la calidad de los caldos que debían guardarse en aquella casa. Matt respondió con cortesía a un espontáneo brindis del griego y degustó con detenimiento la copa. Le había preguntado por su relación con Elektra y, aunque Murdock no tenía intención de mentir, tampoco iba a entrar demasiado pronto en detalles innecesarios.

- Soy un amigo de Nueva York. De la universidad.

Tras el brindis, Stavros reflexionó unos instantes hasta que, finalmente, cayó.

- Ah. Eres "ese" Matt... -le miró intrigado. Hasta privado de visión Matt pudo advertirlo-. Tengo que decirlo, chico... hacía mucho tiempo que no me hablaba de ti. Creía que habíais terminado.

- Y así fue. Pero nunca es tarde para visitar a una buena amiga ¿No cree?

- Ya veo... -por un instante, una sombra enturbió la mirada de Stavros. Matt jugó con la copa inquieto, preguntándose cuánto sabía exactamente aquél hombre tan peculiar-. Siempre me pregunté qué había pasado... Parecía muy feliz cuando me hablaba de su chico americano -se quedó mirando el interior de su copa, perdido en los recuerdos-. ¿Sabe? Hugo era un buen padre, de verdad que lo era. Pero estaba la mayor parte del tiempo ausente, así que Elektra pasaba mucho tiempo conmigo, ayudándome en el jardín, cuando era pequeña. Solíamos hablar de todo e  incluso cuando creció, solía contarme a mí las cosas que nunca le hubiera contado a su padre. Los dioses saben que Hugo sólo quería lo mejor para su hija, pero en su empecinamiento nunca se le ocurrió preguntarle qué es lo que quería ella.

- Vaya, así que hablaba con usted sobre mí... - esbozó una media sonrisa, aunque la expresión de su rostro mutó rápidamente- El señor Natchios podía ser... un hombre complicado. Pero coincido con usted, nadie puede negar que amaba a su hija. Una desgracia lo que le ocurrió.

- Sí. Algo se murió dentro de ella entonces. Creo que no he vuelto a verla feliz. Aunque ahora me pregunto si fue sólo por eso -añadió mirándole a él- Dígame... cuál es la verdadera razón de que haya venido a verla? No se llega a ser tan viejo como yo sin ganar uno o dos puntos en sabiduría...

- Señor Stavros...- bajó la cabeza- Soy, consciente del estado de su protegida- levantó la mano- No se alarme. Ella también está al tanto de que lo sé. Nos encontramos por última vez en los EEUU. Antes de viajar aquí. Simplemente quiero visitarla y saber cómo está. Nada más.

Matt notó al instante que la había cagado. El pulso de Stavros se aceleró de repente y su respiración, aunque regular, lo hizo también.

Mierda, he hablado de más…

- ¿Su... estado? ¿A qué se refiere exactamente? No nos ha dicho apenas nada desde que ha llegado, pasa la mayor parte del tiempo fuera de casa... ¿le ha ocurrido algo malo?

- Justo a eso me refería. A su estado emocional. Yo también la vi algo... distinta en América- tanta experiencia detectando mentiras habían convertido a Murdock en un mentiroso bastante competente. Una cualidad de la que no se sentía especialmente orgulloso, y menos haciendo uso de su talento en un buen hombre como Stavros. Pero lo contrario, sería traicionar la confianza de Elektra- Me dijo que necesitaba venir aquí, a su casa, a despejarse. También me invitó a venir y... aquí estoy. Perdone si le he asustado sin razón.

- Bueno, entonces quizá usted pueda llegar donde yo no pude. Supongo que el trabajo de diplomática puede llegar a ser estresante. Si me acompaña, le conduciré a la habitación de invitados, allí podrá ponerse cómodo y esperarla, porque seguro que querrá que pase la noche aquí. Hay mucho camino desde la villa a la ciudad y no le daría tiempo a llegar antes del anochecer...

- No... No es necesario, de verdad. Es tan sólo una breve visita. Tengo alquilada una habitación de hotel, no se moleste.

-  ¡Una habitación de hotel! ¡Paparruchas! -se indignó el hombre- Ningún invitado de la familia Natchios dormirá en un hotel mientras yo esté al cargo de ésta casa, y mientras no se me diga lo contrario, sigo estando al cargo de la casa. Vamos, venga conmigo, le proporcionaré un teléfono para que pueda llamar y anular la reserva. Una habitación de hotel, dice -masculló por lo bajo, alejándose-. ¿Qué clase de hospitalidad sería esa?

Matt escupió una risita y caminó con él. Ya se disculparía después con Elektra. Ella conocería mejor que nadie el carácter de su amigo.

Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]  Dormitorio

Stavros hizo a Matt un recorrido básico por la habitación, teniendo gran consideración con su condición ignorante, como no podía ser de otra forma, de las capacidades especiales de Matt. “Aquí hay una mesa, la cama está aquí ¡¡Y mucho cuidado con la terraza!!” Si no le indicó diez veces su posición, no lo hizo ninguna. “Sí, Stavros, la baranda. Me ha quedado claro, muchas gracias”.

- Stavros. Está todo bien. Muchas gracias- Matt recorre con lentitud algunos elementos de la habitación hasta que su mano topa con un libro. Acarició la portada con detenimiento y leyó el título con los dedos

Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada

- Ah, ése era uno de los libros favoritos de Elektra cuando estaba en la universidad, ¿quiere que me lo lleve o lo dejo?

- No, no... Déjelo... - siguió acariciando el libro y sonrió- Creo que sé cuál es...

- De acuerdo, si necesita cualquier cosa, me avisa a mí o a cualquiera de los chicos. El baño lo tiene a la izquierda de la cama en línea recta. Y…

- Sí, la terraza.

- Eso…- refunfuñó Stavros sin poder resistirse a cerrar la puerta en su salida.

Matt se centró de nuevo en el libro. El lejano fantasma de un aroma guió al abogado por sus páginas hasta topar con una flor disecada que, en un momento instintivo, se acercó a la nariz. Un olor muy, muy débil, lejano… Tanto como el pasado que evocaba.

Uno que se disipó en el mismo momento que, al otro lado, pudo distinguir la voz de Elektra junto a la de su guardés.

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MensajeTema: Re: Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]    Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]  Icon_minitime25th Agosto 2022, 13:34

La griega entró a la habitación deshaciendo el lazo de la pamela con movimientos torpes y rígidos de los dedos. Llevaba un vestido largo de encaje cuidadosamente escogido para cubrir estratégicamente las zonas mutiladas de su cuerpo sin dejar de ser fiel a su estilo. Las mangas de gasa eran lo suficientemente largas como para disimular la hinchazón de sus dedos, pero dejaba toda la morena espalda al descubierto, y el generoso escote cubría toda la parte del hombro que había tenido que ser sustituida por la prótesis.

Estaba genuinamente sorprendida de ver allí a Matt. A pesar de lo que habían hablado en el Helicarrier no había llegado a creer realmente que cumpliría su palabra. Aún así, tenía el suficiente control sobre su cuerpo y sus emociones como para que no se traslucieran, manteniendo una actitud perfectamente natural, casi indiferente, a pesar de los esfuerzos que hacía su corazón por latir mucho más rápido de lo que ella le permitía.

- Matthew... Qué sorpresa -le saludó en tono calmado, luchando por mantenerse neutral, aunque le resultó aún más difícil después de ver el libro que sostenía entre sus manos-. Espero que Stavros no te haya aburrido... O asustado -añadió con picardía, avanzando hacia la mesilla de noche para recuperarlo de la manera más natural posible, sin darle importancia.

Matt titubeó un poco mientras devolvía el libro a la mesita. Sus manos parecieron rozarse un instante entre que él lo soltó y ella lo recogió. Escuchó con detenimiento su latido. No lo hacía a propósito, era algo a lo que estaba acostumbrado. Juraría que su pulso se había acelerado algo, pero con Elektra siempre era difícil saberlo.

- Es un buen hombre -respondió en un quedo susurro.

- Se me hace raro verte aquí... en la casa de mi padre -comentó ella, dirigiéndose hacia un pequeño estante de la pared para dejar allí el libro, y, sin volverse, para reforzar aún más la falsa idea de que no le importaba, preguntó-. ¿Qué puede ser tan importante como para sacar al diablo de la Cocina del Infierno?

Por mucho que quisiera creerlo, se le hacía muy difícil que hubiera abandonado todas aquellas obligaciones a las que se entregaba en cuerpo y alma únicamente para venir a visitarla a ella.

- Yo... He venido por más de una razón. Pero, por el momento, ninguna más importante que saber cómo estás.

- Estoy bien -mintió la mujer, con la naturalidad de quién está acostumbrado a hacerlo-. ¿Cómo estás tú? Me enteré de que el líder de la Mano era... bueno, tú.

Matt no insistió más de momento. Tal vez quería pensar que era cierto. Que realmente estaba bien. Tal vez quería no avasallarla de primeras. Así que se limitó a sonreír con la siguiente pregunta.

- Eso decía Nat, y no creo que estuviese bromeando en tales circunstancias. Pero sí... por lo que pude percibir parece que era yo. Terapéutico, ¿no crees? Pelearte contigo mismo...

Ella sonrió, recreándose en la ilusión de aquél momento, que tanto le recordaba a los viejos tiempos juntos, cuando estaban bien.

- Oh, el sueño de todo Murdock -bromeó-. Para mí también fue terapéutico derrotar a Bullseye en...

Guardó silencio, apagado el momentáneo buen humor. "En mi estado actual", había querido decir, pero no sirvió más que para recordarle lo que había perdido. Matt pareció darse cuenta, porque se echó a reír, y esta vez fue más que una media sonrisa de lado. El aire se escapó de sus pulmones con una naturalidad que a él mismo le sorprendió.

- Bueno, si mi padre hubiese tenido que pegarse consigo mismo su carrera habría sido bastante más sencilla. Y pegarle a Bullseye siempre es terapéutico. Te lo digo yo, que tengo que hacerlo una vez al mes como mínimo.

Intentaba quitarle hierro al asunto. Sabía lo que Bullseye significaba para Elektra, para ambos. Lo que les había hecho y lo que les había robado, aunque en aquellos momentos era la menor de las preocupaciones de la mujer.

- ¿Qué tal le va a Natasha? -inquirió, con una actitud fingidamente casual.

No se le escapaba la familiaridad con la que Matt se había referido a ella, y aunque era consciente de la relación tan cercana que mantenían, no se le olvidaba tampoco que Bullseye había dicho que volvían a estar juntos de nuevo. No sabía cuánto de verdad había en esa afirmación, pero lo que más le molestaba era que, a pesar del tiempo transcurrido, aún le siguiera importando.

Sin embargo, el justiciero no estaba dispuesto a dar demasiados detalles para aplacar su curiosidad. Kingpin, Cédric, el juicio de Drago. Eran temas que debían tocar pero no necesariamente en ese momento.

- Es difícil saberlo -fue su respuesta-. Creo que está bien, o lo que eso signifique en la escala Romanoff. No es la persona más comunicativa del mundo, aunque ¿quién soy yo para criticar eso?

Elektra fue hacia un pequeño mueble bar y sacó dos copas y una botella del whisky favorito de Matt. Trató de abrir el tapón con dificultad y vertió el contenido en ambas copas, pero cuando quiso cogerlas, una de ellas se escurrió de entre sus dedos abotargados y cayó al suelo. La griega ahogo una maldición para, acto seguido, echarse a reír con amargura.

- Francamente,me parece absurdo que estemos tratando de hacer como si todo fuese como antes cuando es obvio que nada lo es. Han pasado demasiadas cosas -a pesar de todo su autocontrol estaba tensa ahora-. ¿A qué has venido realmente, Matthew? ¿A comprobar que ya no voy a volver a ser una amenaza para nadie?

No pretendía hacerlo, pero lo cierto es que sonó más cortante de lo que habría deseado, y el pequeño momento de complicidad se rompió con la misma facilidad que el cristal contra el suelo. Matt simplemente se quedó allí, de pie. Sin saber qué decir. Sintiendo como el olor del Whisky derramado se extendía por la habitación. Luego, simplemente, echó mano de un pañuelo y se dedicó a recoger y envolver con él los fragmentos de cristal roto.

- Sí, han pasado muchas cosas -se mantuvo un tiempo en silencio. Recogiendo-. He... He hablado con Elissa Stavridis. No entró en detalles escabrosos. Al fin y al cabo es una profesional, y tú fuiste su paciente pero... ya sabes que estoy al corriente de quién era Cédric Valjean. Qué era... A lo que me refiero es... -bajó la cabeza-. Puedo hacerme una idea de por lo que has tenido que pasar...

Elektra negó con la cabeza, restándole importancia. Sí... no iba a negar que había sido uno de los peores momentos de su vida... pero su vida en sí era un océano de sufrimiento y dolor, y no estaba dispuesta a permitir que aquella experiencia le arrebatara más de lo que ya había hecho. Estaba firmemente decidida a dejarlo atrás.

- No he pasado por nada que no hayamos pasado ya mil veces, tú y yo -fue su simple y directa respuesta-. Ésta es nuestra vida, y cada día que salimos ahí fuera sabemos que algo como ésto puede llegar a ocurrir. Así son las cosas.

Lo que más lamentaba en realidad había sido su torpeza al permitir que aquél sádico llegara hasta Matt. Su vida era peligrosa, pero nunca había querido que le afectara a él. Todo su afán había sido siempre mantenerle apartado de todo aquello, pero, al parecer, se le daba bastante mal últimamente, entre lo de Nina y Cédric...

- Escuché que murió -cogió la copa restante y se la llevó a los labios. Después buscaría otra para Matt, pero ahora mismo necesitaba ese trago-. Dices que sabes quién era él, pero....¿lo sabes de verdad? -inquirió, enigmáticamente.

A la pregunta le siguió un tenso silencio. Había venido a su casa, a su santuario, a arrancarle su calma. Se merecía la verdad.

- No lo sé, Elektra. Lo vi. Él... me lo enseñó. Y casi... casi le quito la vida por ello...

- No, no -le interrumpió, rápidamente. No deseaba hablar de eso. No deseaba recordar lo que había ocurrido, ni revivir el dolor que le había provocado. Volver a experimentar, de nuevo, el sentimiento de culpabilidad. No quería pensar en eso. En lo que aquél monstruo le habría mostrado... En lo que él había estado a punto de hacer. De perder-. Sigues hablando de Cédric Valjean, pero Cédric Valjean ya no importa. No era nadie. Lo que te pregunto es si sabes quién era en realidad.

- No... -el vigilante estaba visiblemente confuso-. No sé a qué te refieres...

Ella asintió, guiándole a la cama para que estuviera más cómodo, y se sentó a su lado.

- Cédric Valjean era un asesino y un miserable, pero también era Gabriel Leblanc. Y Gabriel Leblanc era... mi amigo. Fue la razón por la que pudo capturarme en primer lugar.

Consciente de que aún era demasiado confuso, le apretó levemente la mano para indicarle que iba a desarrollar la explicación.

- No me lo explicó con detalle, así que no sé muy bien quiénes eran los implicados, pero es fácil deducir que se trataba de científicos de alguna organización secreta del gobierno de su país. El caso es que le capturaron y decidieron experimentar con él. Al parecer, consiguieron anular la personalidad del asesino sublimándola bajo otra personalidad insertada mediante un microchip. Algo muy parecido a los señuelos dotados de vida de SHIELD pero peor... porque lo insertaron en un ser humano real. El objetivo era poder aprovechar sus dones telepáticos para el gobierno consiguiéndole una personalidad dócil, fácil de manejar. Gabriel era... todo lo contrario a Cédric. Era un buen hombre. Valeroso, entregado, con ideales... De alguna manera que tampoco conozco con exactitud, terminó trabajando para SHIELD. Furia estaba al tanto de todo lo que te he contado, pero no se lo dijo a nadie porque sabía que era moralmente cuestionable utilizar a un asesino en serie reprogramado. En teoría era extremadamente difícil que la personalidad original pudiera resurgir de nuevo, así que lo ocultó. En el pasado hice varias misiones para SHIELD en compañía de Gabriel. Confiaba en él. La noche que... que discutimos.... recibí una llamada de Furia diciéndome que Gabriel había desaparecido y que debía ayudarle a encontrarle. Era algo no oficial y prefería no implicar a nadie de manera formal, así que contactó conmigo. Y aquí está la cuestión, Matt: Furia sabía que era muy poco probable que Cédric hubiera tomado el control... Pero sabía que la posibilidad estaba ahí. Por eso me llamo a mí. Porque pensó que era más... prescindible, y que era preferible sacrificarme a mí, llegado el caso, antes que la reputación de su valiosa organización.

Lo peor era que tampoco podía culparle. Después de todo, ella había sido la responsable de la muerte de cientos de sus hombres cuando había ayudado a derribar el Helicarrier para acabar con La Mano desde dentro. Así era la vida que habían escogido.

- Así que cuando finalmente le encontré pensaba que estaba tratando con Gabriel.... Pero no lo era. Por esa razón debes alejarte de Furia. Es un hijo de puta y un manipulador y no le importa a cuántos tenga que arrojar bajo las ruedas del camión con tal de conseguir lo que se propone.

- Elektra... -Matt bajó la cabeza-, Furia es el menor de mis problemas ahora mismo. Sé que es un monstruo manipulador. Es su trabajo, por mucho que hayamos querido mirar para otro lado. Creo que debería responder por lo qur hizo pero... Cédric... -tomó aire-. Sí, has escuchado bien. Está muerto. Y, si te soy sincero, está perfectamente donde está. Pero su muerte ha traído consecuencias. Consecuencias terribles y... -Matt agarró las sábanas con fuerza, apoyado sobre ellas. Los nudillos se le pusieron blancos-. Elektra... ¿estarías dispuesta a declarar ésto mismo que me  acabas de contar ante un tribunal?

Elektra se puso de pie y deambuló por la estancia, sumida en sus pensamientos.

- ¿Te parece extraño... que lamente la muerte de Gabriel? No se merecía terminar así. Sé que debería odiar a Cédric, pero... ¿qué es lo que define a una persona? ¿El alma? Una vez conocí a un señuelo dotado de vida y, cuando le dije que no era real... se suicidó. ¿Habría hecho eso alguien que no tiene alma?

Se quedó en silencio un tiempo.

- Perdona, estoy divagando... O quizá sea que no quiero responder. Furia se merece que le expongan, pero no sé si quiero, Matt -respondio al fin, cansada-. ¿Crees que alguien en éste universo otorgaría validez alguna a mí palabra? Además... por si lo has olvidado, soy una criminal buscada. Si voy a declarar es posible que me detengan. No sé si la influencia del general Ross llegaría a tanto.

Matt escuchó a Elektra. Trataba de hacerlo con paciencia, pero su respiración se hacía cada vez mas acelerada. Trataba de ser comprensivo. De colocarse en todos los puntos de vista. Eso fue lo que evitó el exabrupto. Pero no pudo evitar que el rencor se filtrara en sus palabras.

- Elektra... con todo el respeto hacia tí y lo que te ocurrió... me trae totalmente sin cuidado que experimentasen con él, que lo manipulasen, que le infiltrasen una maldita enzima alienígena. No me importa si su padre le pegaba, su madre bebía o su tío intentó envenenarlo. Me da igual si se merecía o no lo que le pasó. Sólo sé que el destino que sufrió estuvo a punto de recibirlo a mis manos si... si Fisk no me hubiese detenido. Mi peor enemigo, Elektra. Y de no ser por él le habría arrancado la vida del pecho. Y sí, Furia es culpable. Pero no sé dónde está. Ni siquiera creo ya que esté al mando de SHIELD. Y aunque lo estuviera no creo que tuviese oportunidad de arrastrarlo a un estrado. Y eso me daría igual, como también me daría igual la muerte de Cédric... Pero hace un rato me dijiste que así es "nuestra vida". Pero eso no lo hace justo. Ni hace que nos lo merezcamos. Puede que Cédric no se... -Matt apretó los dientes-. No se mereciese lo que le pasó. Pero un hombre... un buen hombre. Mi amigo... ha sido inculpado de su asesinato. Dragoslav Katich. Otro de los muchos a los que Cédric arruinó la vida, o Furia, o SHIELD o quién sea. El caso es que no lo hizo. No es que confíe en él. Es que lo sé. Y tú sabes que lo sé. Pero está solo, Elektra. Y los dos sabemos qué es eso. Como tú frente a la Mano, o frente a Cédric o yo mismo cuando  Fisk arruinó mi vida. Sin nadie que nos tienda una mano, nos comprenda o quiera escuchar nuestra versión. Apestado, marcado, sucio. Y los dos sabemos qué es... esa... impotencia. Somos guerreros, Elektra. Stick, con todo lo que tenía, nos enseñó a serlo. Y mi padre, y el tuyo también a su forma. Pero, ¿y si no podemos luchar? ¿Qué pasa cuando la pelea no es justa? ¿Cuando no podemos devolver los golpes? Yo... solo... quiero que sienta que alguien lucha por él -Matt dejó reposar el rostro sobre las palmas de sus manos-. Y para ello... para ello tengo que enseñarle al mundo qué era Cédric Valjean. Y eso sólo para tener una oportunidad. Quiero ayudarle, Elektra. Creo que... creo que podemos ayudarle -hubo unos segundos de silencio-. Sabes que no te pediría ésto si tuviera alternativa...

Elektra le escuchó, y un recuerdo afloró a su mente al verle tan vulnerable. Una de las veces en las que había acudido a buscarle a la salida de una de las clases más aburridas, justo antes del comienzo de una de las más complicadas. Siempre recordaría la sonrisa que había aparecido en su rostro al percibirla esperándole en su poderoso deportivo rojo, y cómo todas sus preocupaciones habían parecido esfumarse al instante al saltar a su interior. La carretera por la que le había llevado era tranquila y silenciosa, muy poco transitada. La había escogido así a propósito para poder ir a máxima velocidad. Su deportivo podía alcanzar fácilmente los ochenta kilómetros por hora en cinco segundos, así que, agarrando el volante con ambas manos, había pisado el acelerador a fondo. Había llovido recientemente, pero el Lamborghini se agarraba al pavimento mojado sin problemas, incluso en las curvas, atravesando los charcos de agua estancada como si nada. A pesar de la velocidad, Matt viajaba cómodamente recostado en su asiento, disfrutando de las sensaciones. Un verdadero hombre sin miedo. El unico que podía llegar a encajar realmente con ella. No habían intercambiado palabras en todo el camino hasta el bar de carretera. En aquella época no les hacían falta para comunicarse. Elektra se preguntó si todavía podrían hacerlo.  

Una vez dentro, habían conversado animadamente, de las cosas triviales que les preocupaban entonces mientras comían, y, en un momento dado, Elektra había notado una mancha de salsa en el cuello de su camisa. Los olores dentro del bar eran tan intensos que posiblemente habrían saturado aquellos prodigiosos sentidos suyos, impidiéndole notarlo. Elektra se lo había señalado, utilizando una toallita anti manchas que había sacado del bolso para hacerla desaparecer.

- Gracias, Elektra -había respondido él-. Ya son dos las veces que me has salvado hoy.

Ella había esbozado una sonrisa genuina, de esas que cada vez costaba más encontrar, y le había contestado inclinándose sobre la mesa para besarle:

- Hey, no pasa nada. Aquí estaré siempre que me necesites.

*     *     *     *

- Siempre que me necesites -repitió para sí, en voz baja, como un eco. Él alzó la mirada hacia ella. ¿Lo había recordado? Era imposible saberlo. Se arrodilló ante él-. Oh, Matt. Lamento mucho todo lo que ha ocurrido. Parece que siempre terminas sufriendo por mi culpa. Ésto no debería haberte afectado a ti.

Matt negó con la cabeza de forma inconsciente. Podía sentir en su tono que era sincera. Y estaba solo a un palmo, arrodillada.

- No es culpa tuya... Ni de Drago... Eso es lo que tenemos que hacerles entender, y... No... No quiero obligarte a hacer ésto, lo siento -apartó la mirada-. No tenía derecho a pedírtelo.

Dragoslav Katich. Le conocía, era amigo de Lobezno. Guardo silencio unos segundos, en conflicto consigo misma hasta que tomo una decisión.

- Matt... Si es lo que necesitas, lo haré -afirmó, resuelta-. Sé que no me he portado de la mejor de las maneras... Sé que no he sido la mejor de las aliadas... Diablos, a veces ni siquiera lo he sido. Pero hay una cosa que debes saber, igual que lo que me dijiste en el Helicarrier....lo de que jamás permitirias que nadie me hiciera daño... Debes saber que, pase lo que pase, parezca lo que parezca... Yo siempre estaré de tu lado.

Matt escuchó las palabras de Elektra, guardando cada una de ellas en su mente. Una sonrisa triste se dibujó en sus labios. Y una palabra de origen griego se alojó en su corazón. Qué apropiado... Nostalgia. "Dolor de una herida pasada". Alargó la mano con cuidado, buscando las mejillas de Elektra. Sus dedos buscaron cada una de sus facciones. Leyeron su rostro como hacía unos minutos habían hecho con el libro. "Allí se estira y arde en la más alta hoguera la soledad que da vueltas los brazos como un naúfrago..." Los dedos se habían alejado, discurriendo ahora por su cabello ensortijado.

- ¿Sabes? Hoy... aquí... Sí me recuerdas a aquella chica de la que me enamoré una vez...

Ella sonrió a su vez, atesorando aquel contacto que ella no podía emular. No con aquellas prótesis artificiales y carentes de vida.

- Me habría gustado seguir siendo esa chica. Me arrepiento de muchas cosas, Matt. He cometido muchas equivocaciones en mi vida, pero creo que la más grande de todas fue abandonarte. Algunas cosas ya no tienen remedio... ¿Verdad?

- Yo también he cometido muchos errores. El mayor de ellos fue no comprenderte. A tí y tus circunstancias. Puede que ya no seamos esos chicos de la universidad. Porque, entre otras cosas, ya no somos unos chicos. Somos dos adultos que han pasado cada uno por su infierno. No hace falta poner remedio. Tal vez sólo haga falta que perdonemos a esos dos críos de una vez. Ambos... ¿No te parece?

- No tengo nada que perdonarte, Matt... -se mordió el labio, avergonzada -. Nunca te dije cuáles eran mis circunstancias. Quería que fueras feliz y pensaba que sólo podrías serlo si te alejabas de mí.

- Querías protegerme. Lo entiendo. Pero tú misma lo has dicho. Ésta es nuestra vida. Puede que no fuera así en aquella época pero... Elektra. Me visto de diablo por las noches a pegarle a traficantes, proxenetas, asesinos... Hay una secta secreta de ninjas asesinos que está obsesionada contigo... -Matt sonrió-. Nuestra vida va a ser una puta locura estemos juntos o separados. ¿Por qué nos obligamos entonces a estar separados?

¿Por qué? Ésa era la pregunta del millón. Ni siquiera podía creerse que estuvieran teniendo ésa conversación. Después de todo lo que había pasado... de las mil formas que habían encontrado para hacerse daño mutuamente... parecía un sueño que aún pudieran tener una oportunidad.

- Cuando la mano me resucitó, se quedaron una parte de mi alma -explicó-. La sensación era como si hubiera perdido una parte de mí. Había un... vacío, como si algo hubiera sido arrancado. Y la Bestia rellenó ése vacío con su oscuridad. Era la razón de mi... sed de sangre. No podía evitar la compulsión y sabía que tú nunca lo aceptarías. Cada vez que trataba de reprimirlo, el impulso se acumulaba dentro de mí, haciéndose más y más fuerte hasta que explotaba, y, entonces, nadie estaría a salvo porque no lo podía controlar. Traté de superarlo varias veces pero siempre era inútil, así que lo acepté, pero redirigiéndolo, enfocándolo en criminales para que nunca llegara a ése punto. Era más seguro. Para todo el mundo. Incluso aunque eso significara... no poder estar contigo.

Había sido difícil... ver cómo, sistemáticamente, el hombre al que amaba rehacía su vida una y otra vez mientras ella permanecía fuera, en las sombras, condenada a estar sola, obligándose siempre a no interferir. Matt tenía derecho a ser feliz, y durante mucho tiempo pensó que esa felicidad no la encontraría con ella.

- Lo siento -musitó él-. Debería haberme dado cuenta de que luchabas contra tus propios demonios.

- Ya no importa -negó ella-. Desde que desperté en el Helicarrier no he vuelto a sentir esa compulsión. Es como... si se hubiera ido. Como si estuviera limpia. Tengo la impresión de haber recuperado mi alma... Pero ha sido a cambio de sacrificar mi cuerpo.

Matt buscó las manos de Elektra, queriendo entrelazarlas. El tacto era extraño, frío, artificial. Pero aún así las agarró con fuerza.

- Nunca ha sido tu cuerpo lo que me ha interesado. Y nadie podrá volver a arrancarte tu alma. Y si así fuera, iríamos a buscarla a la sima más profunda si hiciera falta.

Ella le miró con esperanza.

- Haces que todo suene tan fácil... -musitó, incorporándose de nuevo para sentarse en su regazo-. Es una de las cosas que más me gusta de ti, tu hermoso idealismo -le tomó dulcemente por el mentón para dirigir su rostro hacia ella-. Alguien me dijo una vez que la vida no es una batalla para ganar... sino una melodía en la que danzar. Quizá podamos aprender a escuchar... esa melodía -buscó con la mirada aquellos ojos azules, que resultaban bonitos incluso sin la luz del reconocimiento para alumbrarlos, y, de ahí, descendió a sus labios, con los que llevaba soñando tanto tiempo-. Entonces.... ¿Esto es...? ¿Estamos...?

Lo único que necesitaba era una confirmación tangible a la que aferrarse, algo que le indicara que lo que estaba sucediendo no era una imaginación suya. ¿De verdad aún no era demasiado tarde? Y, sorprendentemente, en él encontró la misma inseguridad. El mismo anhelo.

- ¿Tú... querrías?

Ante la ingenuidad de aquella pregunta habría querido reír. Habría querido llorar. Habría querido gritar. Pero logró condensarlo todo en un beso que a pesar de ser suave y fugaz la llenó de una calidez que hacía años que no experimentaba. Todas las relaciones que había tenido después de Matt se habían sentido vacías, carentes de significado, pero aquello... aquello se sentía bien. Sentía que estaba donde tenía que estar. Al fin estaba completa. Y se dio cuenta de que no era suficiente... necesitaba más.

El siguiente beso fue tierno y suave, sus labios deslizándose sobre los de él en la oscuridad que conformaba su mundo, iluminándola aunque sólo fuera un segundo, y, en el proceso, le fue empujando hacia atrás en la cama casi sin percatarse, inmovilizándolo firmemente con unos dedos artificiales que tenían mucha más fuerza de la que deberían tener. La respiración del hombre se entrecortó al notar cómo la otra mano se deslizaba hacia la hebilla de sus pantalones, y su mano libre se cerró en torno a su muñeca, suave pero con firmeza.

- Elektra... -susurró, y fue como si su voz la sacara de aquél súbito trance, obligándola a mirarle-. Elektra... Creo que deberíamos tomárnoslo con calma ésta vez.

Ella se detuvo, confundida, antes de apartarse con suavidad.

- Lo siento -musitó, avergonzada-. No sé qué me ha pasado. Creo... creo que necesitaba volver a sentirme en control después de... después...

De haber sido utilizada. Usada como una muñeca rota para la diversión de un psicópata. Atada, inmovilizada... Indefensa. Aún no estaba preparada para que nadie viera o tocara sus prótesis, unas prótesis que ni siquiera ella misma había terminado de aceptar aún, pero especialmente no estaba preparada para que lo hiciera Matt. Él le había dicho que no era su cuerpo lo que le interesaba, pero aún así... El vigilante tenía que dormir en sábanas de seda porque no soportaba el roce de cualquier otra tela sobre su piel, especialmente sensitiva. No quería ni imaginar lo que podría ser para él tocar los implantes en su cuerpo. No, no estaba preparada para que nadie la tocara, pero llevaba tanto tiempo deseando sentirle, y aquél beso había sido tan cálido...

Se puso en pie, alisándose el vestido.

- Se ha hecho muy tarde, y supongo que estarás cansado después de un viaje tan largo... Imagino también que no querrás pasar mucho tiempo alejado de tus obligaciones... Le diré a Stavros que te suba algo para cenar y mañana te llevaré al aeropuerto -dijo con una sonrisa, tratando de recuperar la normalidad, y se apartó hacia la puerta, recogiendo su sombrero. Antes de salir, se volvió a mirarle-. Kalinychta, Matt...




Sure, love can turn you inside out, but it makes you feel alive, you know? And love is stubborn as hell.


Un delicioso aroma a especias y tomates frescos despertó al vigilante bastante antes de que la griega llamara a su puerta. Entró, sonriente, llevando en sus manos una bandeja de comida que dejó junto a él en la cama, recostándose a su lado.

- Buenos días, Matthew -le saludó, dándole un suave beso en la mejilla-. Espero que hayas dormido bien. Esto es strapatsada, un desayuno típico griego compuesto de huevos, aceite de oliva, queso feta y tomates. Como es tan poco frecuente verte fuera de Nueva York he pensado que era lo suyo hacerte vivir la experiencia griega más auténtica para aprovechar el viaje -bromeó, riendo-. He recogido los tomates yo misma. Tenemos un huerto en la parte de atrás e imaginé que me vendría bien para entrenar los dedos. ¿A qué hora sale tu avión? ¿Tendríamos tiempo para un paseo por la playa?

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MensajeTema: Re: Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]    Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]  Icon_minitime8th Diciembre 2022, 15:51




Matt no tenía recuerdo de haberse quedado dormido. Aunque nadie lo tiene nunca ¿No? Pero tampoco recordaba haber dejado su ropa doblada delicadamente sobre una silla junto a la cama, o haberse acurrucado bajo las sábanas en ropa interior. El cansancio del viaje, y el acumulado por las cosas que estaban ocurriendo en su ciudad debía ser mayor del que imaginaba. Los agradables aromas, la suave voz de Elektra y el delicado beso en la mejilla le hicieron preguntarse si aún dormía. Entonces, abrió los ojos, y descubrió que no.

De ser aquello un sueño… podría ver.

Se incorporó con lentitud en el lecho, cayendo las sábanas con lentitud, mostrando su cuerpo plagado de cicatrices. Se llevó las manos al cabello. No estaba sudando… pese a que el calor en el exterior era considerable. Hacía tiempo que no dormía tan profunda y plácidamente, así que tardó un poco más de la cuenta en hablar. Simplemente acarició el rostro de Elektra, como si quisiera asegurarse de que realmente era ella quien hablaba. Habían pasado muchos años desde que escuchó aquella… paz, en sus palabras.

Sí… los rasgos eran los mismos.

Estaba ocurriendo de verdad.

Tras un leve carraspeo, su garganta emitió las primeras palabras del día.

- No… no sé qué hora es- sonrió- Igual hasta ya lo he perdido- y comenzó a dar cuenta del desayuno como si esa posibilidad no le provocase ni un poco de ansiedad. Comenzó a dar cuenta del desayuno, tan distinto a sus rápidos cafés matutinos antes de salir pitando al juzgado. Eso, cuando su primera comida del día no se limitaba a un puñado de calmantes, empujados con un agua que sabía a sangre. No supo el hambre que tenía hasta que empezó a comer- Está muy bueno…- pudo decir tras limpiarse las comisuras- Muchas gracias, no tendrías que haberte molestado… yo… espera...

La mención al paseo por la playa trajo a Matt el recuerdo de aquella extraña mujer a la que había conocido el día anterior y, posando la bandeja en la mesita con cuidado, se acercó a la silla donde se encontraba su ropa y buscó en los bolsillos del pantalón, hasta extraer el delicado collar de conchas. Lo dejó con cuidado sobre la cama, acariciando las sábanas aún calientes.

- Una mujer me dio ayer esto para ti. En la playa. Dijo que se lo estaba haciendo a su hija, pero que ella ya tenía muchos, así que prefería que lo tuvieses tú. Te llamó por tu nombre... y a mí también, lo que me sorprende bastante más. Parece que tienes muy buenos amigos aquí, Elektra- el gesto de Matt se torció un instante, y la lejana realidad le golpeó en el estómago sin previo aviso- Lo que… me recuerda… En América he conocido a una persona bastante cercana a ti: Elissa Stavridis.

Matt tomó asiento al borde de la cama y se peinó el cabello pelirrojo con las manos, girándose ocasionalmente hacia el lugar donde se hallaba Elektra.

- Creo que nos habíamos encontrado antes. En el Helitransporte de SHIELD, durante el ataque de la Mano. Sé que ella te trató, y que no es una psicóloga normal y corriente. Pero no fui a visitarla por eso, no te preocupes. No me contó nada de tu terapia. Es una buena profesional. Jamás traicionaría tu confianza. Pero está relacionada con Dragoslav Katich, mi cliente. Creí que tendría información útil en la investigación, y así es, en parte- Matt discurrió distintas formas de contarle lo ocurrido, concluyendo que lo mejor era contárselo todo a Elektra a sin paliativos. Jamás le había gustado que la trataran como una víctima e, imaginaba, que ahora mucho menos que nunca- Bullseye voló su casa. Afortunadamente, pude ponerla a salvo. Pero no fue más que una feliz coincidencia. Ignoraba que fuese detrás de ella. Fui a interrogarla y la casualidad quiso que Bullseye lanzara su ataque en ese instante. El caso es que… no está segura en Nueva York. No sé si Lester tiene algo personal contra ella, lo hace por ti o, de alguna forma, todo esto tiene que ver con Drago. Pero yo tengo muchas cosas encima. No puedo vigilarla siempre. Lo más seguro, sería sacarla del país… Creí que deberías saberlo...

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MensajeTema: Re: Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]    Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]  Icon_minitime21st Enero 2023, 00:53

Elektra sonrió con dulzura.

- Bueno... Sabes que aquí puedes quedarte el tiempo que necesites, y si no, siempre puedo encargar a alguien que te lleve a donde sea -le respondió con su habitual tono tranquilo mientras le observaba comer con sensación de plenitud y dicha como hacía mucho que no experimentaba-. En América habéis perdido la costumbre de disfrutar apropiadamente de la comida más importante del día. Vais siempre con prisa a todas partes -se rió, satisfecha ante el éxito del plato-. Antes de irte tienes que probar un café griego de verdad... Ya verás que diferencia.

No iba a mentir, estaba disfrutando de tenerle allí, en su patria natal. Le observó con curiosidad e intriga mientras rebuscaba en los bolsillos del pantalón y recogió con cuidado el delicado collar, admirando la belleza de su cuidada composición.

- Mi padre... era muy querido aquí -musitó con tristeza-. Todos se compadecían de él por las continuas infidelidades de mi madre. También se apiadaban de mí, la niña que nació de un cadáver -se mordió levemente el labio inferior antes de continuar-. A mi madre la asesinaron unos sicarios contratados por mi hermano mayor cuando estaba embarazada de mí. De resultas, mi padre expulsó a mi hermano -hizo una breve pausa, pensativa-. Ahora que lo pienso me resulta sorprendente que no te hubiera hablado nunca de ésto. Supongo que cuando éramos novios no quería asustarte. Irónico, ¿verdad?

A pesar de la gravedad de lo que contaba, no parecía especialmente afectada por ello, o, como mínimo, ni su tono ni su lenguaje corporal se alteraron en lo más mínimo.

- En cualquier caso, me crié completamente sola con un padre que estaba la mayor parte del tiempo ausente, así que estaba medio adoptada por las gentes del pueblo. Era una niña muy activa y aventurera y solía alejarme de la casa a investigar.

Comprobó un instante el enganche del collar y se lo extendió al pelirrojo.

- Me temo... que no voy a poder ponérmelo sola... ¿Podrías...? -le pidió, apartándose el cabello del cuello. Asintió cuando le habló de Elissa-. Sí, estaba conmigo en el Helicarrier. Me ayudó a derrotar a Bullseye. Shhhh... ¡Matthew! -se echó a reír ante su apuro, poniéndole un dedo en los labios para que dejara de asegurarle las cosas que ella ya sabía-. No te esfuerces tanto en demostrarme tu integridad, tonto. ¿Por qué crees que me enamoré de ti? También confío sobradamente en ella.

Guardó silencio, dejando que le contara la parte que necesitaba contarle, ensombreciéndose paulatinamente su rostro a medida que se descubría la verdad. No dijo nada inicialmente, manteniéndose pensativa y serena, hasta que, finalmente, hizo su declaración:

- Es culpa mía -manifestó con la tranquila certeza de quien sabe que lo que dice es la realidad-. Bullseye quería pelear conmigo, pero yo aún no me había recuperado de las operaciones y sabía que no podría hacer nada contra él. Amenazó con matarla si no luchaba, así que le pedí que se metiera en su cabeza. Es una psíquica -le aclaró-. Imagino que no le hizo ninguna gracia y ahora busca venganza, pero en ese momento no tenía más opciones...

¿...O sí? Volvió a morderse el labio mientras la duda iba poco a poco haciendo mella en su autoconfianza.

- Matt... -musitó-. ¿Alguna vez te has preguntado...? -negó con la cabeza-. Sé que en aquél momento te pareció lo correcto, pero... Si pudieras volver atrás... Quiero decir... -se miró las manos, como si pudiera ver la sangre en ellas-. ¿Hice lo correcto al dejarle vivir? Le tenía a mi merced... La puerta estaba bloqueada... Podría haberlo hecho... Haber terminado de una vez por todas... Mientras ese loco esté suelto... Mientras siga existiendo... Nunca parará de ir a por nosotros, Matthew... Nunca dejará de hacer daño. Y yo sé que tú nunca lo harías, pero... quizá... ¿quizá debería haberlo hecho yo? He matado a mucha gente, y, en su mayoría, eran criminales que lo merecían. Pero creo que nadie lo ha merecido nunca tanto como él. Pero quizá... precisamente por eso... Decidí no hacerlo. Lo que me dijiste en el gimnasio de tu padre me impactó... -tomó aire-. Cuando me comparaste con él. Pensé que, si era capaz de perdonar la vida de la persona a la que más odiaba en el mundo sería capaz de demostrarme a mí misma que no tenías razón. Que no era como él. Pero quizás fue un acto egoísta. ¿Cuánto tiempo ha durado preso? ¿Menos de un mes? A ese hombre no se le puede contener. Ahora va a por Elissa. Dices que voló su casa, y posiblemente hubo heridos. ¿No habría sido mejor... terminar con él? -inquirió, buscando la respuesta en sus hermosos ojos pálidos-. A Elissa dile que no se preocupe. Puede venirse a vivir aquí conmigo. Tengo habitaciones de sobra y estará bien protegida. Yo misma me encagaré de pagar las reparaciones del inmueble, si es que tiene reparación.

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MensajeTema: Re: Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]    Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]  Icon_minitime1st Febrero 2023, 14:00



Todo estaba teñido de una extraña cotidianeidad que, a Matt, se le antojó del todo inverosímil. No dudaba de Elektra, de su sinceridad, de sus sentimientos… De hecho aquél reconocimiento tácito; “¿Por qué crees que me enamoré de ti?"... era casi una confesión. O una declaración. Sus dedos se agarrotaron un tanto al escucharlo, mientras colocaba con toda la delicadeza de la que era capaz el extraño regalo de la mujer de la playa. La verdadera razón por la que aquella escena tan mundana y, al tiempo, entrañable, le provocaba extrañeza… era porque era infrecuente.

Todo ardía a su alrededor. Nueva York, el país, el mundo entero… era un polvorín. Se acercaba viento del este, sin duda. Uno que amenazaba con arrasarlo todo a su paso. Y, aún así, ahí estaban ellos. Con el sol calentando sus cuerpos tras la ventana. La isla real era, casi, como una isla metafórica, en la que se habían quedado varados tras la tormenta.

No hizo ningún comentario mientras Elektra le confesaba aquel episodio de su vida que, como ella había señalado, jamás le había contado. Era extraño saber que, después de tantos años, Elektra Natchios guardaba, aún, secretos sin desvelar. Sin duda, la muerte había marcado su vida desde el mismo inicio.

La niña que nació de un cadáver”

Un pensamiento aterrador. En el que prefería no hurgar. Ni con ella, ni en soledad. Los pasajes que le relató a continuación, los de la niña aventurera que se metía en líos y era casi la pequeña princesa (y sin el casi) del pueblo, le parecían bastante más dignos de ser recordados. Nada le costó imaginar a esa Elektra en miniatura correteando, preguntando curiosa, subiéndose a los olivos o importunando a algún agricultor local. Era normal que el Egeo se hubiese quedado impregnado en su pelo. No nació de un cadáver. Nació de esa tierra. Una que la adoptó. Que la acogió como suya. Si lo que las leyendas decían era cierto, los dioses griegos siempre habían sentido debilidad por los príncipes desheredados. Y sus historia, como no podía ser de otra forma, estaban teñidas de sangre. Y, las más de las veces, acababan en tragedia.

Pero ellos serían distintos. Serían como Odiseo. La mujer de la playa tenía razón. Aquello, era su nóstos. Solo que, en su caso, ambos habían interpretado alternativamente los papeles de Odiseo y Penélope. Tejiendo y destejiendo tapices de recuerdos, a la espera del otro. O perdidos a la deriva, sin encontrar el camino a casa.

Algo en el corazón le decía a Matt que, por fin, la nave había tomado tierra en su particular Ítaca. Repleta de pretendientes celosos: Fisk, Bullseye, Luthor, la Mano… Pero los enfrentarían juntos y, tal vez, aquella paz momentánea pudiera ser más habitual. Y juntos, podrían descansar en un lecho de madera fijado al suelo. Tan sólido que hundía sus raíces en lo más profundo de la propia tierra.

Antes de ello, había cuestiones que discutir. Dejó un suave beso en el hombro de Elektra antes de hablar de "trabajo".

- Nada es culpa tuya. Elissa cumplía con su deber. He llegado a conocerla un poco, ya sabía que es una psíquica. Y, hasta donde yo he llegado, una buena persona. Soy el menos indicado para dar este consejo, pero debemos empezar a dejar de culparnos por el mal que hacen otros. Bullseye es nuestro enemigo. Una fuerza a la que detener. Pero no es nuestra responsabilidad. Ya sabes mi opinión... hiciste lo correcto. Le venciste. Le vencisteis, juntas. Y Elissa sigue viva. Y Elissa sigue luchando. Lucha por Drago. Porque tiene una razón para ello. Y te mentiría si te dijese que no está aterrada pero... eso hace su esfuerzo más valioso. De momento está viviendo en el apartamento de Foggy pero…- no recordaba si le había contado alguna vez la identidad secreta de Peter a Elektra. Prefirió ser precavido-… Spider-Man le echa un ojo. Y, ahora, dado que no pareces tener inconveniente, podréis gozar juntas de este refugio. No tengo duda de que aún podéis aprender mucho la una de la otra. Compartís algo... Sois fuertes. Disfrutad de vosotras... hasta que vuelva la lucha.

Y.... no hay nada raro en la pregunta que te haces, ahora lo sé por fin. Me ha rondado la cabeza durante semanas. Casi mato a Cédric, por lo que te hizo. Y la noche en que el apartamento de Elissa voló en pedazos, estuve a punto de seguir a Bullseye para poner fin a su miserable existencia de una vez por todas. Y… entonces, escuché algo… La voz de un anciano, impedido, atrapado en el incendio. Y me recordó la auténtica razón por la que hago esto ¿Bullseye no va a detenerse? Bien…- sonrió- nosotros tampoco. Por cada vida que arrebate, nosotros salvaremos otra y, de momento, para mí eso es suficiente. Siempre habrá Bullseyes, Elektra. Y Fisks, y puede que incluso cosas peores. Y- la empujó con complicidad, con el hombro- ni siquiera nosotros somos tan buenos como para matarlos a todos. Usaré el folclore de tu tierra, Elektra, ya que estamos en ella. No somos Sísifo. No estamos condenados. Somos Heracles. Y si algo demostró ese tío es que no hay trabajo imposible.



Se acercó algo más. Acarició su hombro con el rostro. La noche parecía haber disipado una gran nube sobre su cabeza. Seguía queriendo cautela. Seguía queriendo tiempo. Pero aquello no haría mal a nadie.

Tomó delicadamente su barbilla con los dedos, sintiendo el calor de su respiración en su rostro.

- Antes de irme, Elektra... me encantaría probar ese “café griego de verdad- sonrió tímido. Se percató de que, hasta el momento, ella había sido quien había dado los primero pasos. Quien había iniciado el acercamiento. Deslizó la mano por su hombro hasta llegar a la mano. Tocó las prótesis sin darles ninguna importancia. Como si no hubiera ninguna diferencia con sus dedos de nacimiento. Y después, acercándole la barbilla aún más, la besó. Con suavidad. Pero seguro. Como si no hubiera ocurrido nada desde la última vez que estuvieron juntos en la universidad y aquel momento pero, a la vez, completamente consciente de todo ello. No podía olvidarse. Pero el beso sellaba un pacto. Concedía y pedía perdón. Sin reticencias. Sin reproches...- No tiene por qué ser necesariamente en una taza.

Sin miedo.




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MensajeTema: Re: Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]    Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]  Icon_minitime21st Febrero 2023, 00:20

"Nada es culpa tuya". Qué extraño sonaba eso. Sin duda era algo que nunca habría esperado escuchar referido a ella. Y que fuera Matt quien lo hiciera le otorgaba un gran valor añadido al implicar que, en efecto, la había perdonado. Y no había nada en el mundo que la hiciera más feliz.

Le miró por encima del hombro donde acababa de besarla, el que aún era de carne, y esbozó una sonrisa triste.

- Oh, Matthew... Eres maravillosamente ingenuo, pero te adoro por eso -dijo, acariciándole el cabello-. He hecho muchas cosas malas en mi vida, he tomado muchas malas decisiones... y, definitivamente, creo que podría afirmarse que hay muchas... muchas cosas... que han sido culpa mía -concluyó antes de depositar un leve beso en la comisura de sus labios-. Me sorprende oírte decir eso, tenía entendido que la culpa era uno de los principales aspectos de tu fe -añadió en tono de broma-. Pero me alegra que hayas decidido adoptar una perspectiva más optimista, aunque en estos momentos no pueda serte de mucha ayuda...

Su rostro se ensombreció cuando le recordó que había estado a punto de matar a Cédric... y al descubrir que había pasado por un trance similar por Bullseye, al igual que había sucedido la noche que la había matado. Sabía que Matthew tenía un lado oscuro, una parte de él que posiblemente podría haberla comprendido y perdonado mucho antes... pero no era ése el lado que amaba de él. No era el hombre de quien se había enamorado y no deseaba ese camino para él. El camino que había recorrido ella.

- Me gusta más pensar que somos como Eros y Psique... -musitó cuando él se acercó más, cerrando los ojos para perderse en sus caricias-. Es algo osado, en verdad...  ¿Sabías que son... los únicos amantes de la mitología griega... que tienen un final verdaderamente feliz? Psique traicionó la confianza de Eros y éste la abandonó... Así que ella descendió a los infiernos para recuperarle, quedando profundamente dormida a causa de los vapores del sueño estigio, para no despertar jamás... Pero Eros, que la había perdonado, descendió al Inframundo a por ella y la despertó, limpiando el sueño de sus ojos. Después, voló hasta el Olimpo para rogar a los dioses que le permitieran casarse con ella... y así lo hicieron...

Su mirada descendió momentáneamente hacia sus labios, ahora tan cercanos, antes de regresar nuevamente a sus ojos.

- Yo también descendí al Inframundo... también morí... y, Matthew... fuiste tú quien me despertó al interrumpir el ritual de resurrección. ¿Crees que... podría funcionar realmente ésta vez? ¿Que podremos al fin estar juntos?

Dio un respingo involuntario cuando tocó sus prótesis, sin haber sido realmente consciente hasta ahora del recorrido de su mano por su cuerpo. Quiso apartarse por instinto, pero él, tomándola de la barbilla, la besó. Y cualquier otra cosa o preocupación, abandonó de inmediato su mente.

Fue un beso extraño. Lento. Suave. Calmado. Muy diferente a los vigorosos y apasionados encuentros que solían mantener. En verdad, Elektra no recordaba nunca un beso así de dulce, ni con él, ni con nadie. Era verdad que nunca se lo habían tomado con calma antes. No era su estilo, como tampoco lo era dejarse llevar por la otra persona, pero lo cierto fue... que le gustó. Y que habría dado cualquier cosa porque no terminara nunca.

- Ven -asintió ante su propuesta, tan total e irremisiblemente perdida en él que todo lo demás había dejado de tener importancia.

Pronto estuvieron en la amplia y espaciosa cocina, y Elektra sacó un estilizado aunque antiguo recipiente de cobre de un armario junto con un par de tazas, un azucarero y un pequeño saco que olía a café, aunque no era el olor al que Matt estaba acostumbrado; tenía un aroma dulzón muy particular que, inicialmente, le causó cierto rechazo, pero no tardó en acostumbrarse a él. Elektra sonrió al observar su reacción.

- Huele diferente, lo sé. Es por el modo de elaboración del grano. A mi padre le encantaba éste café, y viví toda mi niñez con su aroma en casa -su voz se entristeció ligeramente a la luz de los recuerdos-. Tengo asociado el olor a los momentos agradables que pasaba con él.

Puso el recipiente de cobre en el hornillo y le agregó agua, una minúscula cantidad de azúcar y dos cucharadas de café. Ella, por lo general, lo tomaba solo, pero aunque a Matt le gustaba dulce, era tan poca la cantidad de azúcar que necesitaba que ella ni lo percibiría.

Hecho ésto, encendió el fuego, manteniendo la llama baja, y se sentó sobre la encimera, mirándole con intensidad.

- Ahora hay que esperar a que el café esté en ebullición... -descalzándose, extendió sus bien torneadas piernas hacia él, atrapándole y atrayéndole hacia ella entre el vuelo de la vaporosa falda-. Cuantas más veces lo retiremos y lo volvamos a poner en el fuego, más densa quedará la espuma y mejor sabor tendrá -se mordió el labio inferior, sin dejar de mirarle, y extendió una mano para seguir los contornos de su camisa-. Seguro que estarás de acuerdo conmigo en que casi todo sabe mejor cuando se cocina a fuego lento...  

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MensajeTema: Re: Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]    Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]  Icon_minitime31st Mayo 2023, 11:44

Durante el breve trayecto a la cocina Matt reflexionó acerca de las palabras de Elektra, en especial sobre el mito de Eros y Psique. Lejos de considerarlo una narrativa idealizada, una analogía que hiciera más digerible su difícil pasado, Matt se sorprendió de las similitudes entre ambas historias. Puede que su encuentro con la mujer de la playa lo hubiese predispuesto a aceptar mejor ese tipo de analogías. Las leyendas de aquella tierra eran antiguas, su conocimiento extendido por todo el mundo, relatos que apelaban a la condición humana sin desgastarse por el pasar de los siglos. Era posible que ellos no tuviesen un final feliz. Pero no era tiempo de pensar en el final. De momento, fuese cual fuese, sólo tenía claro que lo encararían juntos. Tal vez, como ella había dicho, era "maravillosamente ingenuo". De lo que claramente estaba harto, era de la culpa. La que él mismo se cargaba y la que, consciente o inconscientemente, había cargado sobre ella.

El aroma del café pronto inundó las fosas nasales del abogado neoyorquino. Tenía que tener mucho cuidado con el café. Con el sabor, con la temperatura... Sus sentidos aumentados regalaban tantas ventajas como zancadillas. Ella parecía divertida. Cómoda en su papel de anfitriona griega que enseña al paleto yanqui las cosas buenas de la vida. Que había más mundo fuera de los espressos, las pizzas recalentadas y Mcdonalds.

- Huele diferente, lo sé. Es por el modo de elaboración del grano. A mi padre le encantaba éste café, y viví toda mi niñez con su aroma en casa -su voz se entristeció ligeramente a la luz de los recuerdos-. Tengo asociado el olor a los momentos agradables que pasaba con él.

- Entonces, es un aroma adecuado para crear nuevos momentos agradables- se limitó a apuntar Matt. No quería hurgar demasiado en el pasado. Al menos en el que no era agradable. Bastantes les guardaba ya el presente.

Hecho ésto, encendió el hornillo, manteniendo la llama baja, y se sentó sobre la encimera, dedicándole una mirada que, pese a no poder ver, pudo sentir. Era como si la calidez del fuego se transmitira a ella, por una suerte de vínculo invisible.

- Ahora hay que esperar a que el café esté en ebullición... -Matt sintió el tacto de su pié descalzo, de sus piernas "atrapándole", acercándolo a ella. Acompañó el movimiento divertido, quedando a menos de un palmo. Disfrutando del olor del vapor que venía del hornillo pero, en especial, del que procedía de ella-. Cuantas más veces lo retiremos y lo volvamos a poner en el fuego, más densa quedará la espuma y mejor sabor tendrá -ella extendió una mano para seguir los contornos de su camisa. -. Seguro que estarás de acuerdo conmigo en que casi todo sabe mejor cuando se cocina a fuego lento...  

Matt hundió el rostro en los negros bucles de Elektra sin apenas cambiar la postura. Al estar ella sobre la encimera, su cuello le quedaba a la altura de la cara. Suspiró, efecto de sus caricias, y depositó el aire caliente sobre la piel de Elektra. Rodeó con los brazos su cadera, en un gesto gemelo al que ella había hecho con las piernas, en un enlace perfecto. Al abogado casi se le había olvidado lo bien que se sentía a tan poca distancia de ella. De lo bien que encajaban sus cuerpos.

Deslizó la nariz del hombro a detrás de la oreja, dejando algún tenue beso; arbitrario, caprichoso. Para Murdock, cuya piel sentía el peso de una mosca como la presión de un dedo humano, en aquel abrazo, era como si estuvieran piel con piel.

- Lo mejor de hacer las cosas a fuego lento...- comenzó a decir, con un golpe de aire, algo azorado- es saber que tienes el tiempo para hacerlas. Que nada ajeno te reclama.- una de las manos de Matt se soltó, buscando el rostro de Elektra. Repasándolo delicadamente con sus dedos. Pasando por la frente, los ojos, la nariz. Los labios... Necesitaba "verla- Nada ajeno me reclama, Elektra. Ahora. En este instante. En este momento. Solo existimos tú y yo...

Besó sus labios con ternura. Con delicadeza, al principio, pero su cercanía le invitó a alargarlo. A buscarla con más ansia. La mano que no estaba en la cadera de ella se desplazó a su pelo, tras la nuca. Como si le pidiese que no se alejase. Que no se separasen.

No de nuevo...

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MensajeTema: Re: Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]    Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]  Icon_minitime12th Junio 2023, 01:15

- Entonces, es un aroma adecuado para crear nuevos momentos agradables.

Elektra no lo había pensado cuando había dicho aquello, pero la respuesta de Matt le hizo darse cuenta de lo que implicaba salir con alguien como él. Los recuerdos de Matt nunca estarían asociados a lo visual, y, aunque él le había explicado muchas veces cómo funcionaba su percepción, no pudo evitar volver a preguntarse una vez más cómo sería estar en su piel.

Cómo sería vivir permanentemente en un "mundo en llamas".

- Cuando empezamos a salir, en la universidad, por pura curiosidad leí un artículo de psicología donde se explicaba que el olfato es el sentido capaz de evocar los recuerdos más vivos -comentó-, porque es el sentido que se encuentra más cerca del hipocampo y a su vez está conectado con el sistema límbico. Recuerdo algo así como que recordamos el 35% de lo que olemos, y sólo el 5% de lo que vemos... Y además esos recuerdos se registran asociados a la emoción que estuviéramos experimentando en ése momento.

Se colocó un mechón de cabello suelto tras la oreja con cierto nerviosismo. No estaba acostumbrada a compartir detalles de su vida porque no lo había hecho nunca con nadie, ni siquiera con él. Pero si querían que aquello funcionase, si querían ser una pareja de verdad, los secretos tenían que terminar. Después de todo, era un secreto enorme y terrible el que les había mantenido separados durante tantos años.

- Yo solía... solía ponerme siempre el perfume que sabía que te gustaba cada vez que sabía que podía cruzarme contigo. Nunca te lo dije... quería que pensaras que era algo casual, que no lo hacía a propósito, pero la verdad es que sí lo hacía -esbozó una sonrisa traviesa al recordarlo-. Me gustaba ver cómo reaccionabas al percibir el olor cuando entraba en algún sitio donde tú estabas. Me encontraba siempre tan sola, encerrada en la mansión de mi padre sin poder salir... Siempre me sentía pequeña e insignificante cuando estaba en sus misiones diplomáticas. Nadie nunca reparaba en mí. Jamás. En cambio tú... Para tí era como si el resto del mundo desapareciera y sólo existiera yo. Como si fueras el único capaz de verme... De verme de verdad. A la Elektra auténtica. Me hacías sentir tan bien... Nunca decías nada, claro, no podías. Para todos los demás no eras más que un chico ciego que no podía saber que yo acababa de llegar, así que tenías que disimular y actuar como si no te hubieras dado cuenta, pero yo lo sabía, y tú también... Era... nuestro secreto. Un secreto compartido. Y disfrutaba sabiendo que existía esa conexión entre nosotros. Ese vínculo. Y disfrutaba también haciéndote sufrir, claro. Cuando pasaba de largo sin decirte nada y tú sabías perfectamente que yo estaba allí pero no podías mostrarlo... Y veía cómo te las ingeniabas para buscar una excusa para salir... Y luego tenías que perseguirme fuera, por los tejados... Me hacían sentirme viva, esos juegos entre tú y yo. Y... creo que a ti también.

Le miró, dubitativa sobre si debía continuar sincerándose o no.

- ¿Sabes, Matthew? Tengo muy pocos recuerdos de momentos agradables, y la mayoría son contigo.

Empezó a evocar aquellos recuerdos mientras él la acariciaba y depositaba dulces besos por su cuello y su hombro. Sabía lo que estaba haciendo cuando recorrió su rostro con las sensitivas yemas de sus dedos. Sabía que, a pesar de ser la persona que mejor había podido ver quién era ella en realidad, no podía verla. No con sus ojos. Y ella se sintió frustrada porque, cuando finalmente la besó, cuando sintió la familiar calidez invadiendo su boca, sintió que le ocurría al contrario. Porque podía verle, pero no podía sentirle como realmente desearía. Porque había perdido casi todos sus dedos, y, con ellos, el sentido del tacto. Y a medida que aquél beso iba encendiendo un reguero de pólvora dentro de ella, lo único en que podía pensar era en quitarle la camisa y acariciarle, reseguir cada una de sus cicatrices, las antiguas y las nuevas, besarlas y sentir su calor. Pero sabía que no percibiría nada, y a él, en cambio, le haría experimentar la desagradable frialdad de sus implantes. Lo único que quería era hacerle sentir bien, devolverle el placer que le estaba proporcionando, así que se limitó a acariciarle por encima de la camisa, empezando por sus hombros y descendiendo por su espalda hasta la cintura. El beso terminó, pero sus cuerpos no se separaron, dando pie a aquél callado ruego que Elektra pudo escuchar como si hubiera sido formulado con palabras.

- ¿Te acuerdas de aquellas vacaciones en la nieve? ¿De la cabaña? Hace no tanto me dijiste que desearías no haber salido nunca de aquella habitación. Entonces no podía contestarte. Aquí tienes mi respuesta ahora... -volvió a besarle de nuevo, poniendo en el beso la misma pasión que irradiaba del fuego del hornillo, o de aquella chimenea que les había mantenido a salvo del frío del exterior hacía tantos años. Siempre se le habían dado mejor las acciones que las palabras. Con la respiración entrecortada y las mejillas sonrosadas volvió a recorrer los contornos de sus hombros y su pecho antes de susurrar, mirándole a los ojos-: Llévame de nuevo allí, Matthew. Llévame de nuevo a aquella cabaña.

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MensajeTema: Re: Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]    Anagnórisis (Elektra Natchios) [06-06-2019]  Icon_minitime24th Agosto 2023, 20:38





El latido de Elektra se aceleraba, a medida que lo hacía el de Matt. El olor del café ya no era el único que podía percibir con claridad en la habitación. Perdido entre el vapor del hornillo, su propio olor, también el de ella. Aquel que había percibido decenas de veces. Cuando eran más jóvenes. En la intimidad de un dormitorio; en el ajetreo de una fiesta, entre las copas, el tabaco y cientos de perfumes; en los tejados. Podía imaginarlo… casi verlo, si hacía un esfuerzo. Como el rocío sobre las hojas en una mañana fría. Salado, por su sudor. Una sal que era la del Egeo. Que eran las olas embravecidas a las que había hecho referencia la mujer de la playa. Que pueden hacerte encallar. Que también son el lecho y el impulso de la nave que te lleva a casa. Y el de él… como un vapor que salía de su nuca… Como las cientos de grietas de su Cocina del Infierno. Como si alguien hubiese echado agua en lo más profundo de las entrañas de la tierra y así templar un universo de fuego.

- Siempre fuiste una experta en hacerte notar disimuladamente. Aunque yo lo percibía todo… En el fondo, lo sabía. Escuchaba el latido de todos los hombres en cada habitación en la que entrabas. Casi podía escuchar cómo te seguían con la vista. Y, sin embargo, tú aparecías siempre. Con ese mismo perfume. Buscando la mirada del único hombre que no podía verte.

Acarició su pelo negro con cada beso. Al igual que en su representación imaginaria, vertió agua sobre la fragua de su interior. Era un momento efímero. Era un momento perfecto. Era la promesa de una infinidad de momentos perfectos. Y ninguno de los dos podría estropearlo aunque quisiese. Sintió en sus dedos la leve humedad del sudor de la mañana, tal vez también de una ducha reciente. Siguió sonriendo.

Matt Murdock tenía muchas sonrisas; de ironía, de compasión, de resignación. Sonrisas atónitas y clarividentes, cuando la muerte parecía llamar de nuevo a su puerta, y él no sabía si era una nueva broma y pasaría de largo. Sonrisas terribles, cubiertas de sangre, que aceleraban y detenían durante un segundo los corazones.

Matt Murdock sólo exhibía con ella esa sonrisa en particular. Nunca podría vérsela, pero sabía cómo le tiraba de las comisuras. Porque se tocó un instante el rostro. Y, como hacía con todo, la leyó con los dedos. Y esa sonrisa, llevaba escrito su nombre.

- Cuando regresaste… Cuando hicimos el ritual… Cuando "te purificaste"-Matt tragó saliva- Eso fue lo único que me hizo mantener la esperanza. El único indicio de que todo había salido bien. Lo que encendió la llama, en mi mente y mi corazón. Lo que me hizo pensar durante un segundo que no estábamos malditos… Que, algún día, quizá… todo podría volver a ser como antes- enterró su rostro en el pelo de ella- Volvió… Elektra… Tu olor volvió…

Y allí, hundido en ella… Matt Murdock sintió caer algo por sus mejillas. Y la misma sal de aquel mar antiguo brotó de sus ojos. Y todos los recuerdos vinieron a su mente. Pues el ser humano sólo recuerda un cinco por ciento de lo que ve. Pero Matt Murdock era ciego. Su mundo eran sonidos, olores y sensaciones al tacto. Así que pensó en el perfume de Elektra. En el olor cálido del asfalto en las mañanas soleadas en la facultad. En el frío cortante cuando se despidieron. En los truenos ensordecedores de las balas. En el chirrido lacerante de las hojas. Pensó en las heridas y la sangre derramada. En la sal escarlata regando los callejones y las azoteas. Pensó en el frío de la muerte. Pensó en el olor de la vida. En el mismo que estaba percibiendo.

Y, entonces… la apretó aún más fuerte.

Imaginó su postura y, aunque fuese ciego, agradeció que no pudiese ver su rostro lleno de lágrimas.

No, por vergüenza… sino porque era… era como aquella vez…

- No nos hace…-balbuceó- No nos hace falta movernos para volver a esa cabaña…- inspiró. Se llenó de nuevo del olor de la vida. Estaba viva. Estaban vivos…- Cierra los ojos. Finge que te abandonas a un sueño plácido… Finge que el beso del sol es la caricia de una hoguera. Finge que duermes y… y podré decirte lo mismo que aquella noche… Podré decirte…

Un segundo que era una eternidad. Unas palabras que eran una vida. Una historia. Su historia… En realidad… un viaje…

Porque “no siempre se vuelve a un dónde. Hay veces que regresamos a un quién”

- Te quiero, Elektra.

Y Matt Murdock, había regresado a casa.

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