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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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 Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]

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MensajeTema: Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]   Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019] Icon_minitime23rd Abril 2021, 01:03

OJOS BIEN CERRADOS




- Mal asunto Willie… mal asunto- mascullaba una voz estropajosa en medio de aquella galería de sombras que era el despacho de Wilson Fisk. La estancia, únicamente iluminada por la luz proveniente de los amplios ventanales del despacho, contribuía a dar a la conversación un encantador toque acogedor y privado. Los arrugados rasgos de Leo Stracci se acentuaban aún más por la acción de la escasa luz sobre su rostro. El mapa de surcos y marcadas arrugas, fruto de la edad y los sobresaltos de una vida peligrosa, se dibujaba con total claridad debido al claroscuro. Una faz marcada por el contraste. A opinión de Fisk, una imagen muy adecuada para resumir la experiencia vital de aquel hombre- Cuantos más años pasan más me acuerdo de cómo eran las cosas en nuestros tiempos, amigo. Sí, todo era más sencillo en aquella época…- Stracci detuvo unos segundos su discurso para acercarse la mascarilla de oxígeno a la boca. El cáncer estaba haciendo estragos en aquel anciano, cobrando con la impiedad del peor de los prestamistas los intereses de una vida exenta de privaciones. No, Leo Stracci jamás había contenido ninguno de sus apetitos y ahora, al final de su vida, tenía que negárselos todos-… había orden Willie, orden. Todo el mundo sabía quién estaba al mando, a quien acudir cuando había un problema y con quien tratar para resolver una disputa… La gente nos respetaba y nos apoyaba porque cuidábamos de ellos… Pero ¿Ahora? Cientos de impresentables vienen de cualquier lugar a nuestro hogar y se pelean por sus pedazos como dos perros sarnosos tirando de un hueso… No hay res…*hheee*… respeto Willie, no hay una estructura… No importa el orden, solo la violencia… *cof, cof*… Y todo empeoró cuando empezaron a brotar como setas esos tan cacareados “superhéroes”. Vuelan y se balancean por ahí creyéndose dioses sin saber que lo desestabilizan todo, que mover el gallinero solo provoca que los gallos se peleen más… Tiempos más sencillos Willie, tiempos mejores.

- No podría estar más de acuerdo contigo Leo. Muchas veces, mirando por estos ventanales, apenas soy capaz de reconocer las calles por las que caminé de niño, las calles que me forjaron como hombre. Pero hay que seguir remando Leo, no queda otra- Fisk mentía, por supuesto. Aquel carcamal debía estar más senil de lo que parecía para atreverse a insinuar que habían pertenecido a la misma época. Stracci era un anciano de ochenta y dos años que estaba más cerca de la muerte que de verse cumpliendo uno más. Fisk odiaba a los nostálgicos y a los quejicas y, más que nada, odiaba a quienes osaban compararse con él, más si eran de la calaña de aquel hombre. Todos aquellos mafiosetes de medio pelo vivían añorando una supuesta “edad dorada” que, a su juicio, no había sido más que una época de mediocridad y conformismo. Por mucho que aquellas reliquias se negasen a aceptarlo el tiempo de las cinco familias había pasado y, a opinión de Fisk, para bien. No habían sido más que un grupo de hombrecillos patéticos, reyezuelos de un reino minúsculo y ordenado, demasiado cobardes para el cambio o el desafío. Ratas pegándose por las migajas y ciegas por un ideal arcaico y pasado de moda. No había ambición, no había iniciativa y… por mucho que dijese Stracci, jamás había habido orden. La hipotética existencia de un código de honor, suponía Fisk, ayudaba a dormir por las noches a lo que no era más que un grupo de rateros venidos a más. Gente sin educación, refinamiento o valía real más allá de la fuerza. La violencia que tanto parecía desagradar a su invitado se ejerció sin ambages durante años y sólo empezaron a preocuparse por ella cuando empezaron a ejercerla desde fuera. No, aquellos no habían sido sus tiempos, y no sólo por la brecha generacional que les separaba. Los tiempos de Wilson Fisk eran todos los que ocurriesen hasta que la muerte le arrebatase el aliento y el cambio no le asustaba. Para los hombres inteligentes el cambio era una oportunidad de medrar, de volverse mejores y si Fisk creía conocer alguna verdad es que siempre hay margen para la mejora. No había que, simplemente, “adaptarse o morir”. Había que tener lo que era necesario para impulsar uno mismo el cambio y, si podían, que fuesen los demás lo que se adaptasen o murieran.

- A mí ya me queda poco que remar Willie…*Cof, Cof*… Estoy bien jodido…. Cada… Cada aliento que dé puede ser el último. No sabes lo que es esto… luchar por respirar… sentir como si tus pulmones fuesen un globo demasiado pequeño, que cada bocanada de aire te queme la espalda y las costillas por dentro como un hierro candente… Levantarte hinchado y cansado… Hace mucho tiempo que no tengo un sueño reparador… uno de esos que te limpian la mente y el alma.

Fisk sí que lo sabía y aquel tema ya estaba empezando a aburrirle. Tenía asuntos de mucha mayor importancia que tratar y tenía planes más que sobrados para la inminente eventualidad del fallecimiento del señor Stracci ¿A caso pensaba que un hombre como él no estaría al tanto del estado de uno de los capos más importantes de la ciudad? ¿Qué no había dispuesto todo para el momento del relevo de poder? Los informes del oncólogo de Stacci le llegaban a Fisk incluso antes de que el propio paciente los conociera. Pero debía aguantar aquel trago, si algo apreciaba ese tipo de gente era el respeto y, aunque no soportase ni su mera presencia, debía respetar a Stacci para mantener esa línea bajo control.

- El…*Cof, Cof*… Único consuelo que me queda es que todo está dispuesto para mi muerte… Mi chico sabrá apañárselas… Tiene la sangre caliente, como todos los jóvenes, pero sabe lo que tiene que hacer y conoce su función… Tú también tienes un chaval ¿No Willie?

- Richard- dijo rápidamente Fisk.

- ¿Te hace…*Cof Cof*… caso?

- ¿Lo hace algún hijo?

Stacci comenzó a reírse sonoramente, aspirando bocanadas de su respirador con cada carcajada, apenas podía distinguirse cuando se trataba de una risa o una tos.

- Los hijos son todos unos ingratos Willie… tiene que ser así… saben que son el futuro…. Pero mi chico sabe cuál es su sitio… Mi famiglia seguirá apoyándote como todos estos años, como yo lo hice cuando ocurrió lo de Don Rigoletto… Lo sabía en aquel momento y lo sé ahora, chico… Tú eras el único con los coglioni para hacer lo que debe hacerse…

- Me halagan tus amables palabras Leo y tu amistad, tras todos estos años, me honra- dijo Fisk con fingida amabilidad mientras se levantaba de su asiento- Me encantaría pasar toda la noche hablando contigo sobre los viejos tiempos, pero lamento decir que aún tengo asuntos de importancia que atender. Espero volver a verte pronto amigo.

- Lo mismo digo… *Cof, Cof*… caro amico… *Cof, Cof*… Y espero también que sea pronto- dijo Stacci con una amarga sonrisa- A mí ya no me quedan más que una pequeña sucesión de “prontos”.


Wesley acompañó a Don Stacci a la puerta, arrastrando con delicadeza su silla de ruedas hasta depositarlo en manos de sus fornidos guardaespaldas. Fisk esperaba que el cáncer no se llevase al carcamal antes de que llegase a su casa, prefería ahorrarse el inconveniente de tener que explicar por qué se había citado con un mafioso muerto.

Fisk se sentó en su sillón con parsimonia y extrajo del cajón los documentos que habían ocupado su mente durante todo el día. Examinó de nuevo las fotografías y dio una pasada rápida a los informes, repasando los aspectos más relevantes. Por lo que parecía, el juez Stevenson se había ahorcado en su domicilio usando su propia toga como soga. La policía había hecho una somera investigación y había determinado, sin lugar a dudas, que se trataba de un suicidio. En contra de la opinión general el NYPD era un cuerpo bastante competente. Desbordado, sí, pero competente. Fisk sabía que aquel hombre había sido asesinado simulando un suicidio. Lo sabía porque él había organizado varios centenares de esos montajes durante su carrera. Si la policía no había indagado más y habían cerrado el caso con tanta premura era porque así habían querido hacerlo. Habían comprado a los policías para echar tierra sobre el asunto… Lo que pasaba es que él no había comprado a nadie para que se echase tierra sobre ese asunto. De hecho, el juez Stevenson era un activo importante para Wilson Fisk, uno de los muchos miembros de la judicatura que él mismo tenía en su bolsillo. A Fisk le irritaba en demasía no estar al tanto de todo lo que ocurría en su ciudad.

Había dado muchas vueltas al tema. Tampoco es que la pérdida de Stevenson, aunque de cierta relevancia, fuese algo irreparable. Lo que sobraban en aquella ciudad eran jueces ambiciosos dispuestos a comer de su mano. Tampoco estaba movido por algún tipo de sentimiento absurdo de venganza. Quien hubiese matado al juez seguro que tenía sus razones para hacerlo y no dejaría que sus planes se viesen afectados por una inútil demostración de fuerza. Él era Wilson Fisk y no necesitaba sacar pecho para enseñar a nadie que con su gente no se jugaba. Sin embargo, sí le inquietaba el hecho de que en su ciudad existiese alguien con la influencia suficiente como para tapar el asesinato de un juez. No, eso no podía tolerarse, tenía que llegar al fondo de este asunto. En su ciudad se movían fuerzas de considerable alcance y, aunque Fisk empezaba a tener sus sospechas de qué podía estar ocurriendo, era necesario sacar a las ratas de sus escondrijos.

Wesley se adentró en la habitación y se colocó diligentemente a la vera de su jefe.

- ¿Sabía Wesley?- dijo Fisk entre susurros- Durante el gobierno de los Borgia hubo un gran problema debido a la superpoblación de palomas. Las ratas voladoras crecieron y se multiplicaron expandiendo su inmundicia por la ciudad eterna y se hizo necesario acabar con su insalubre presencia ¿Sabe cómo lo hicieron?

- He de confesar que no, señor Fisk- contestó Wesley sin mudar la expresión. Wilson Fisk nunca lanzaba una anécdota por mero entretenimiento.

- Liberaron halcones para cazarlas.

Sí, Fisk necesitaba a su propio halcón para limpiar el palomar. Se trataba de una misión delicada en la que se requería precisión, mas no sutileza. La operación debía llevarse a cabo al modo de un bombardeo. Debía hostigar a las ratas para que se expusiesen, atosigarlas hasta obligarlas a revelarse ante él. Necesitaba confirmar sus sospechas, pero el bombardeo debía ejecutarse sobre los puntos precisos, en los lugares exactos.

Y, al fin y al cabo, el hombre con que FIsk se había citado tenía fama de no fallar nunca un blanco.

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MensajeTema: Re: Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]   Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019] Icon_minitime26th Abril 2021, 01:19

El Kingpin... ¿qué puedo decir de él? El tipo lleva reinando sobre las mafias de Nueva York desde antes de que le volara los sesos a mi primera víctima. Bueno, eso si no contamos el tiempo en el que su mujercita, Vanessa, le convenció para retirarse y mudarse a Japón, claro. Y probablemente no hubiéramos vuelto a ver su feo careto si eso hubiera sido todo cuanto hizo, ya sabéis... Dicen que las damas tienen una manera particular de revolverle el cerebro a un hombre. No es que yo pueda hablar mucho de eso, claro... La única mujer de mi vida fue mi madre, y la maté cuando estaba en el instituto... Bueno, no es del todo cierto. Hubo una chica en cierta ocasión, una belleza griega... Fue muy apasionado, pero no duró. Ella no tenía el corazón puesto en nuestra relación, así que tuve que atravesárselo. En fin...

El caso es que la Vanessa le convenció para que entregara a los maderos pruebas que implicaban a los peces gordos después de él (Heh... os juro que éste chiste no fue a propósito). Y claro, daba la casualidad de que éstos eran los que habían aposentado sus reales posaderas en su trono mientras aún estaba calentito, y, como es natural, no les hizo la más mínima gracia... Así que secuestraron a la mujercita del jefe para obligarle a regresar a América y me contrataron a mí, Bullseye, porque, por supuesto, cuando se trata de matar a alguien, yo soy el mejor. En cualquier caso, como iba diciendo, el gordo volvió a Nueva York buscando a su señora, y trajo consigo las pruebas. Los capullos que me habían contratado le propusieron intercambiarle a su dama por las pruebas, pero, cuando el gran hombre se presentó, derribaron un edificio sobre ella. Supongo que os podéis imaginar lo que sigue, ¿no? Kingpin puede ser muchas cosas, pero no es precisamente dado a la compasión y al perdón. Total, que empezó a recuperar su dominio sobre las mafias, una por una, y dejó que un macarra se enterara de dónde se encontraba su supuesto escondrijo secreto, de manera que, cuando me dediqué a buscar información por los bajos fondos, terminó atrayéndome hasta una trampa. Es un cabrón inteligente, eso está claro. Luego, el gordo en persona se presentó en la sede de los nuevos señores del crimen. Y... heh... lo que pasó después fue bastante gracioso...

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Así que, bueno... Aquél fue el comienzo de mi asociación con él. Una asociación bastante lucrativa, tengo que decir... Mi tarifa no es precisamente pequeña, y hay pocas personas en ésta ciudad que dispongan de los medios para contratarme. Y qué le vamos a hacer... Necesito mantenerme ocupado para no aburrirme, porque, cuando me aburro, mato cosas. Y con el gordo, la diversión está siempre asegurada. Cierto, hubo una época donde me vi reemplazado a raíz de un desafortunado incidente con el cuernecitos... Tuve que pasar un tiempo en el talego, y, durante ése tiempo, el jefe tuvo que contratar a otra persona, pero no fue nada importante... Minucias... Nada que no pudiera solucionar rápidamente en cuanto salí del trullo.  

Heh....

Y así fue como recuperé el puesto que me correspondía a mí por derecho...

Así es como volví a ser el mejor asesino del mundo...

* * * *

La puerta del despacho de Kingpin se abrió, justo cuando terminaba de pronunciar las últimas palabras, para dejar pasar a un hombre alto enfundado en un ajustado traje negro y blanco que realzaba un físico claramente entrenado. La parte de su rostro que no se ocultaba bajo la máscara mostraba una sonrisa burlona cuando se sentó en la butaca frente al despacho, apoyando las botas blancas sobre la mesa mientras tomaba con toda la confianza un abrecartas del escritorio y comenzaba a juguetear con él con aire indolente.

- Espero que ésa sea una manera poética de decir que quiere que me cargue a alguien, jefe. Me decepcionaría mucho saber que me ha hecho llamar únicamente para una lección de historia.

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MensajeTema: Re: Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]   Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019] Icon_minitime27th Abril 2021, 20:28




Wilson Fisk siempre había tenido problemas para controlar sus emociones. No para enmascararlas, eso no le suponía ningún reto desde hacía muchos años. La verdadera dificultad no se encontraba en evitar que el viento de su descontento se escapase por las rendijas de su expresión, sino en sustraerse a las pasiones que ascendían de su interior como un auténtico géiser. Por tanto, y gracias a su habilidad para el disimulo, Bullseye jamás supo cuán cerca estuvo de ver su cráneo estampado contra la exquisita mesa de caoba donde había plantado aquellas botas malolientes y andrajosas. Esa era, en opinión de Fisk, la principal diferencia entre los hombres como Bullseye y él mismo, la capacidad de comprender las emociones propias y controlarlas, de ser más que un animal y utilizar la violencia y la habilidad para ejercerla no como un medio de egoísta autosatisfacción sino como el instrumento óptimo para alcanzar un fin mayor. Fisk dio una orden con la mirada a Wesley quien, con delicadeza, preparó una humeante taza de té Gyokuro y destapó un decantador de cristal para servir a Bullseye una copa de escocés. Fisk se había preocupado de rellenar el decantador con el Whisky más barato a su disposición siendo este, sin embargo, más caro que el que prácticamente nadie tuviese el gusto de degustar en su vida. Una vez servidas las libaciones Fisk dio un sorbo de té y, con los ánimos más calmados, esbozó una sonrisa de complicidad para con su asesino.

- Si hay un hombre en el mundo que sabe que cualquier cosa, en las manos adecuadas, puede ser empleada como un arma eres tú, Bullseye- Fisk no tuvo que esforzarse mucho en recordar que al mercenario le incomodaba que se le tratase por otros nombres que no fuese aquel curioso apelativo con el que él mismo se había bautizado. Fisk, desde luego, conocía perfectamente aquellos lastimosos orígenes que su agente de la muerte tanto se había esforzado en ocultar. De hecho, puede que supiese más de su pasado que el propio Bullseye. En todo caso, esa era una información que podría tener su utilidad pero que no convenía, por el momento, compartir con ese hombre. Fisk lo conocía bien, pues había sido uno de sus más eficaces servidores durante bastante tiempo. Bullseye era un arma peligrosa pero efectiva y que, como toda arma de suficiente calibre, requería de un conocimiento exhaustivo y profundo para ser bien utilizada. Era un hombre inestable y vicioso, un auténtico psicópata con querencia por la sangre. Un egomaníaco narcisista con un don para ejercer la violencia y una habilidad tan refinada que solo podía obtenerse a través de una personalidad profundamente obsesiva. Nunca lo consideró un hombre especialmente inteligente o, al menos, no gozaba de una forma de inteligencia que Fisk respetara, pero contaba con cierta astucia maliciosa. Y, desde luego, si se le hacía un encargo que considerase digno, sabía que su perturbado cerebro no pararía de atosigarle hasta que llegase al final, fuese cual fuese el precio que costase ese desenlace- Eso se aplica también a la historia, buen amigo. No sólo nos permite conocer los errores de quienes nos precedieron pare evitarlos sino también replicar sus aciertos en situaciones análogas. Esto no se limita únicamente a la historia de las naciones sino también a nuestras propias historias personales. En ese sentido, tu propio historial a mi servicio avala que ponga en tus habilidosas manos una empresa tan delicada como la que tengo intención de encomendarte- Fisk sabía que Bullseye odiaba el contacto físico con otros hombres así que se limitó a acercar un poco su silla para buscar mayor complicidad con su interlocutor- Sabes que soy, ante todo, un empresario, y el balance entre tus éxitos y los “contratiempos” que se han derivado de tus misiones te convierte en el hombre perfecto para esta empresa- Fisk se guardó mucho de no emplear la palabra “fracasos”, pero quería dejar bien claro a Bullseye que no era infalible y deseaba espolear su orgullo para que diera el cien por cien. Si algo obsesionaba a aquel individuo era su necesidad de ser el mejor, lo que sería un adecuado motivante.

Fisk se levantó de su mesa, tratando de no fijarse mucho en el efecto que las botas de Bullseye estaban provocando sobre ella. A continuación se dirigió a la amplia cristalera y observó las luces de la ciudad con las manos cruzadas a la espalda. Wesley tendió la carpeta, llena de documentos, a Bullseye. Fisk ignoraba si el asesino los estaba examinando desde su posición pero, por si acaso, le relató los hechos más fundamentales.

- Ese hombre que puede observar en las fotografías tanto pre como post mortem es el juez Adam Stevenson, orgulloso miembro de la judicatura y leal servidor del Estado de Nueva York. Devoto luterano, magistrado comprometido y amoroso padre de tres hijos, ahora huérfanos. Fue encontrado muerto en su domicilio, aparentemente por ahorcamiento provocado con su propia toga de juez a modo de soga. La policía no ha tardado en archivar el caso como un suicidio. Por lo visto, se cree que el juez tenía cargo de conciencia por la liberación de un tal “Rocco Costello”, acusado de homicidio y exonerado por su mano por escasez de pruebas. Es una motivación creíble para un hombre tan dedicado a la justicia o lo sería si yo no tuviese más información. Rocco Costello fue exonerado de esos cargos por orden mía y el juez tomó esa decisión con la alegría y escasez de remordimientos acostumbrados en él. Lleva más de diez años trabajando a mis órdenes y nunca ha sentido ninguna clase de conflicto moral por ello. Eso, unido a la sustanciosa suma que recibe mensualmente y la promesa de mi ayuda económica en su futuro proyecto de abandonar la judicatura y emprender una carrera política me hace disentir de la opinión oficial. Si examinas los informes del caso y las fotografías de la escena del crimen podrás advertir, como profesional del asesinato, que el trabajo se ha hecho con una finura digna de elogio. La cuestión es la siguiente… no hay nadie en esta ciudad, salvo yo, que tenga el poder y la influencia para ordenar un asesinato de un juez, mover hilos para hacerlo pasar por un suicidio y ejecutar el asunto con tanta mano izquierda y habilidad. Ninguno de mis enemigos habituales podría haberlo hecho tan bien y, lo que es peor, sin que yo tuviese inmediato conocimiento de que esos hilos se estaban moviendo.

Fisk abandonó su posición y se dirigió con parsimonia hasta colocarse detrás de Bullseye, de nuevo, con cuidado de no establecer contacto físico.

- Me enfrento a un enemigo poderoso que tiene a su servicio agentes que igualan o, puede que incluso superen, aunque eso sea difícilmente concebible, tu habilidad. Te ofrezco la oportunidad de ser el brazo ejecutor que de conocimiento a ese enemigo de que no se juega con la comida de Wilson Fisk. Los medios habituales no han dado resultado, para este trabajo se requiere una mayor habilidad. Tu misión consistirá en averiguar quién ha ordenado el asesinato del juez y eliminarlo a él y a todos aquellos que se interpongan en tu camino. Unas habilidades como las tuyas solo pueden mantenerse si se ponen constantemente a prueba con retos dignos, igual que la espada necesita para conservar su filo la piedra de amolar. Debemos enseñar a ese enemigo oculto quién gobierna esta ciudad, hijo- la elección de palabras era deliberada. Fisk sabía que si algo necesitaba Bullseye por encima de sus otros intereses era aprobación- y debemos enseñarles quién es el mejor asesino del mundo.

Wesley colocó en la mesa un teléfono móvil inmediatamente después de que su amo hubo terminado su discurso.

- Ese teléfono móvil es de elaboración propia y, pese a que tiene el aspecto de cualquier otro, no está registrado por ningún fabricante o empresa de telefonía. La línea es privada y la señal no interferirá en ningún repetidor público. Si aceptas la misión lo emplearás para comunicarte con Wesley- el ayuda de cámara del rey hizo un pequeño asentimiento- y deberás responder a él siempre que recibas una llamada, sean cuales sean las circunstancias. Te ofrezco, de entrada, tu tarifa habitual que será ingresada por los medios acostumbrados en cuanto aceptes el trabajo y que se doblará en el momento en que lo termines. Por supuesto, cualquier eventualidad relevante durante el desarrollo de la misión podrás ponerla en conocimiento de Wesley, lo que, dependiendo de las circunstancias, podrá incrementar aún más la prima.

Wesley acercó de nuevo la taza de té a Fisk quien, aprovechando un sorbo del líquido, ocultó una sonrisa. Fisk conocía más información, pero decidió callársela por el momento.

- Y respondiendo a tu pregunta… Sí, lo más seguro es que haya que matar a alguien.



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MensajeTema: Re: Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]   Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019] Icon_minitime28th Abril 2021, 01:23

Sí, a Bullseye le gustaba coquetear con el peligro. Su vida entera era un continuo desafío a la muerte, principalmente por su necesidad constante de experimentar las emociones que únicamente una vida al límite podían proporcionar, pero en gran medida también era fruto de la profunda arrogancia que le hacía considerarse el mejor en lo suyo. Es difícil tenerle miedo a nada cuando piensas que nada te puede derrotar. Ni tan siquiera el temido Kingpin.

A lo largo de los años que se había prolongado su colaboración le habían surgido ocasiones de traicionarlo, como cuando aquella escritora, Sandra, Sasha o como diablos se llamase, había sustraído de la organización un pendrive con los trapos sucios del jefe y el Kingpin le había enviado a recuperarlos. La chica, en un patético intento por salvarse, le había ofrecido la posibilidad de colaborar para derrocar al rey a cambio de ponerle a él en su lugar, pero a Bullseye no le atraía la responsabilidad de tener que gobernar un imperio criminal. Él era, y siempre sería, el soldado que obedece las órdenes de arriba, no porque le faltara habilidad o capacidad para ascender, sino porque no lo necesitaba. Ya tenía todo cuanto podía necesitar como asesino del Kingpin.

La cosa es... que a él no le interesaba el dinero, ni el poder. Lo único que le interesaba, lo único que le hacía vibrar de excitación, era la posibilidad de derramar sangre. La adrenalina, la emoción de una buena batalla. Y, por lo general, cuando te encuentras en una posición como la que tenía el Kingpin, no puedes permitirte mancharte las manos con tanta frecuencia. Bullseye tenía bastante claro que, si tuviera la posición que ahora mantenía su jefe, no tardaría ni 24 horas en aburrirse y masacrar a todo el edificio.

No, él necesitaba tener a alguien capaz de proporcionarle retos que le mantuvieran entretenido. Alguien con la capacidad económica suficiente como para costearse sus elevados honorarios, y esa era la razón por la que no le importaba estar al servicio de gente poderosa que pudieran darle lo que necesitaba aunque no siempre le tratasen del todo bien. Kingpin, de hecho, tenía una norma, y ésa era que no le compensaba mantener el salario de varias personas para el mismo trabajo. No... Él sólo quería al mejor. Por tanto, cada vez que un asesino nuevo llegaba a la ciudad, le decía que, si quería el puesto, tenía que arrebatárselo a él. Todavía recordaba cuando aquél mercenario de tres al cuarto... ¿cómo era su nombre...? Kill... Kill algo... Le había hecho gracia. ¿Killmonger? Sí, algo así. Había llegado a Nueva York, pidiendo entrar al servicio del Rey... y el Kingpin le había dicho que, si conseguía matarle a él, le concedería el puesto. A él no le había molestado... En primer lugar, porque jamás había tenido LA MÁS MÍNIMA SOSPECHA de quién sería el vencedor de aquél enfrentamiento y merecedor de ser el mejor asesino del Kingpin. Y, segundo, porque... ¿quién era él para cuestionar aquél procedimiento? Después de todo, él había sido algo así como el precursor de la iniciativa... No... A pesar de lo que pudiera parecer, Bullseye respetaba al gran Kingpin. Respetaba su inteligencia y su poder, y sabía que había pocos señores del crimen capaces de proporcionarle un trabajo duradero y estable como él lo hacía. Cuando se gobierna un imperio como el suyo, era habitual tener que hacer limpieza cada cierto tiempo...

Era leal. Era eficaz. Nunca fallaba, nunca se acobardaba y la tortura no hacía mella en él. Por eso Kingpin sabía que, mientras le fuera de utilidad, le interesaba mantenerlo en nómina, a pesar de los... pequeños traspiés que de tanto en cuanto se esforzaba en recordarle. Y Bullseye no podía hacer otra cosa más que morderse la lengua, callarse y esforzarse por demostrarle al jefe que, a pesar de esos deslices, aún seguía mereciendo la pena contar con él. El asesino no quería tener que verse de nuevo en la calle, buscando desesperadamente alguien a quien matar para no aburrirse.  

Así pues, cuando de nuevo se molestó en recordarle sus... pasadas humillaciones, al igual que otras veces se limitó a rebullir en su asiento, incómodo, bajando los pies del escritorio mientras devolvía el vaso de whisky sin tocar a la mesa, sintiendo el regusto a bilis ascender desde su garganta al pensar en el payaso de las mallas rojas. Desde luego el gordo sabía dónde apretar para fastidiarle. Aceptó la carpeta que le tendía Wesley y procedió a examinar su contenido minuciosamente. Si de algo se enorgullecía el asesino era de la calidad y profesionalidad de su trabajo, y para eso, había que hacer las cosas bien. Estudiar convenientemente a tus presas, analizar sus puntos fuertes, sus debilidades, sus itinerarios y hasta la puñetera hora en la que iban al baño a hacer de vientre. Sin embargo, para su decepción, el tipo que encontró dentro ya estaba muerto... y, por las palabras del gordo, parecía que otro asesino se había ocupado de organizar su viaje al otro barrio.

- Con su propia toga... -repitió para sí estudiando las fotografías-. Heh... Tiene cierta gracia... El que haya hecho ésto tiene estilo, no hay duda... Pero nadie... puede equipararse conmigo -dijo, cuidando en hacer el debido énfasis en aquél pronombre.

Su mirada se deslizó hacia Kingpin cuando empleó aquella palabra tan particular y que tantas connotaciones conflictivas tenía para aquél hombre, pero cualquier regusto amargo que pudiera haber dejado en él se desvaneció al escuchar el ansiado reconocimiento emerger de sus labios. Sí... El gordo le respetaba, y por ésa razón se mantenía fiel. Trabajando para él tenía todo cuanto podía necesitar...

- Sí, sí... procedimiento estándard -asintió cuando Wesley le alargó el teléfono, guardándolo en uno de los compartimentos de su cinturón. A Kingpin le gustaba tenerlo controlado para evitar, en la medida de lo posible, que sucumbiera a una de sus habituales orgías de sangre. Solía llamarle de manera periódica cuando le mandaba en alguna misión para comprobar sus progresos, qué había hecho y qué estaba a punto de hacer, y frenarle si era necesario. También le exigía llamar cuando el trabajo estaba hecho-. Me conozco las normas. ¿También tengo hora límite para llegar a casa, Wesley? -inquirió con sorna al fiel ayudante del jefe.

Cuando Kingpin mencionó la última frase esbozó una amplia sonrisa.

- Nadie como usted para mantener contento a éste humilde asesino -dijo, haciendo un amago de reverencia antes de dirigirse hacia la puerta y hacer un gesto de despedida con dos dedos-. No se preocupe, jefe. Considere muerto a ese aspirante.

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MensajeTema: Re: Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]   Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019] Icon_minitime28th Abril 2021, 23:48

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El camarero temblaba con tanta violencia que, al depositar el vaso de whisky sobre la barra, provocó que parte del dorado líquido se derramara, yendo a deslizarse indolentemente sobre la oscura superficie hasta mezclarse con las gotas de sangre que salpicaban la madera. En contraste, el guante del hombre que fue a recoger el vaso era de un blanco inmaculado, sin una sola de las macabras manchas que decoraban todo el lugar. A Bullseye no le hacía falta acercarse para acabar un trabajo.

El hombre de ojos azules bebió un trago generoso del líquido antes de reparar en la figura temblorosa del camarero.

- Eh, tranquilízate, hombre, Willy... No voy a matarte -le dijo con una radiante sonrisa-. Si te matara, ¿quién me iba a servir el whisky la próxima vez que venga?

Tras éstas palabras, se levantó del taburete y se dirigió hacia el extremo del local donde se encontraban las mesas de billar, sorteando cadáveres, sillas y mesas volcadas a su paso hasta llegar hasta un hombre joven de cabellos rojizos al que alguien había crucificado a la pared con dos palos de billar. Un parche ocultaba su ojo izquierdo.

- Bueno... ¿por dónde íbamos? -dijo Bullseye depositando con cuidado el vaso de whisky sobre el borde de la mesa de billar más cercana, justo al lado de la cabeza de un hombre que había sido parcialmente atravesada con una bola blanca. Fue a sentarse sobre la madera, pero entonces hizo una mueca y se llevó la mano al bolsillo de sus pantalones negros, sacando un abrecartas plateado, el mismo que había sustraído de la oficina de Kingpin-. Fíjate, me había olvidado de ésto -exclamó alegremente mirando al pelirrojo, que tenía la frente perlada de sudor a causa del sufrimiento-. ¿Te puedes creer que todavía hay gente que usa abrecartas hoy en día? Seguro que hasta es de plata -lanzó un par de veces el abrecartas al aire con aire aparentemente distraído, recogiéndolo al caer con indudable precisión antes de señalar con él en dirección al parche-. ¿Sabes? Siempre me pregunté cómo perdiste el ojo izquierdo... Nah, es broma, en realidad me importa un carajo. Mmmm.... ¿Crees que acertaré en el ojo sano a ésta distancia? ¿Qué opinas, Carmine?

- Por favor... -las lágrimas corrían a raudales por sus mejillas-. Por favor...

- Hey, llevo toda la noche preguntando y estoy empezando a aburrirme. Creo que a éstas alturas todo el mundo sabe lo que pasa cuando me aburro -dijo acercándose al hombre crucificado-. El último macarra al que interrogué me dirigió directamente a éste lugar... un antro donde se reúnen mercenarios y asesinos. Ninguno de los que estábais aquí os acercáis ni de lejos a la clase de destreza que estoy buscando, pero existe la remota posibilidad de que os hayáis enterado de algo. Así que te lo preguntaré por última vez -dijo, acariciando la piel de su mejilla con el abrecartas sobre el reguero dejado por las lágrimas con una amplia sonrisa en su rostro-. Adam Stevenson. Dime lo que sepas sobre su muerte. Ahora. Matarte te voy a matar igual... Tú decides cómo.

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MensajeTema: Re: Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]   Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019] Icon_minitime30th Abril 2021, 00:31






Una jornada como otra cualquiera en la vida de Carmine, o al menos eso pensaba mientras velozmente inclinaba su vaso de chupito. El Whisky quemó como mil demonios cabreados mientras descendía rápidamente por su garganta y, una vez hubo llegado a su estómago, tuvo que contener una arcada. La ingesta de aquella noche estaba siendo considerable, aunque no era para menos. Lo único que quería era no pensar, no ser, el alcohol debería ser el combustible que le permitiese seguir un poco más hasta arrastrarse a trompicones hasta su casa. El poblado bigote rojizo estaba tieso, completamente pegajoso tras el contacto de… de había perdido la cuenta de cuantos chupitos ambarinos. Se preguntó qué demonios hacía bebiendo en aquel tugurio. No es que fuera infrecuente verlo por allí, al fin y al cabo era el lugar elegido por la mayor parte de los de su clase cuando buscaban trabajo. Él no, Carmine no estaba buscando trabajo en aquel momento, de hecho, acababa de terminar uno. Volvió a atusarse aquel bigote rojizo, ese poblado mostacho que se dejó en su día para disimular su edad, para parecer más duro ¿Cuán duro quería parecer? ¿Quería en realidad ser tan duro? ¿Lo era?

Costaba mucho empezar en un negocio tan saturado como aquel y tampoco es que lo hubiese elegido por vocación. Sin embargo, la crisis era muy puta para los veteranos y más para aquellos con una hoja de servicios no demasiado brillante. Aquella palabra le hacía también cierta gracia: “Veterano”. Cuando de crío pensaba en un veterano de guerra siempre se imaginaba a un carcamal en silla de ruedas, una botella de whisky en la mano y un repertorio bien dispuesto de batallitas sobre Vietnam. Sin embargo, ahí estaba él, licenciado con veinticinco años con una pensión de risa y un ojo menos. Su única alternativa sólida, la seguridad privada, no solía tener las puertas abiertas a los ex soldados tuertos, así que hubo que buscar opciones menos legales. Desde entonces había dado palizas a morosos, servido de escolta para mafiosetes de medio pelo y sí… alguna vez había apretado el gatillo contra otro hombre. “Gajes del Oficio”, pensaba siempre Carmine. Se decía a sí mismo que aquello era como en la guerra, que “ellos o yo”. Bang, Bang, hoy no ha sido tu día de suerte, mañana igual me toca a mí. Eso se decía, pero ni hacía parar las pesadillas ni reducía la ingesta de alcohol.

Podría decirse que ya se había asentado en el mundillo, que conocía a toda la gente que había que conocer. Con todo, ni siquiera en aquel submundo los tipos como él parecían tener ya la oportunidad de escalar. Los grandes trabajos se los quedaban los tipos de las mallas, probablemente para matar a otros tipos con mallas y por orden de algún capullo con mallas. Una larga cadena de hijos de puta en mallas y él no era uno de los eslabones. No es que lo envidiase, lo último que Carmine quería era tener que lidiar con esos payasos. La gente de los trajes de colorines solía traer asuntos complicados, asuntos extraños, mierda de esa que hace a uno replantearse cosas y él, por aquel día, ya había tenido su ración de asuntos extraños. No eran ni las doce cuando había recibido la llamada. Ignoraba quién aportó su contacto, por qué lo eligieron a él o quién requería sus servicios. Sólo sabía que, con la promesa de dos mil quinientos en mano, en menos de media hora se encontraba conduciendo su coche en dirección a las afueras en busca de una localización enviada a su teléfono móvil por un número desconocido. Dos mil quinientos, pocas preguntas y muchos secretos. Fuese como fuese y a cargo de quien fuese, aquello le convenía.

Cuando uno lleva el tiempo suficiente en el negocio aprende a esperarse cualquier cosa. A juzgar por lo que vio aquella noche, Carmine no llevaba “suficiente” tiempo en el susodicho negocio. El alcohol ayudaba a mitigar, a olvidar o, si no al menos, a relativizar el recuerdo de  cómo condujo a aquellos dos trajeados hacia los bosques cercanos. A ignorar el peso adicional en el maletero, el olor ferroso de las sábanas. A ignorar cómo bajó la mirada cuando los trajeados le obligaron a salir del coche. A desembarazarse de la imagen del vehículo despeñándose contra el barranco, apenas distinguible entre el resto de sombras… o al menos hasta que el fulgor de la explosión lo iluminara todo. A olvidarse de la chica, cuidadosamente colocada en el asiento del conductor… no debía tener más de dieciséis años. Creía que había visto cosas chungas en la guerra… cosas jodidas: impactos de metralla, amputaciones… las secuelas de granadas, misiles y balas de todos los palos y colores…

No había visto una mierda.

Otro chupito.

El ardiente contenido volvió a descender por la garganta de Carmine. No importaba quién le hubiese contactado, quién hubiese llamado a su teléfono. No era un trabajo, no le querían a él… Querían un coche que despeñar con esa chica dentro…  Ni dieciséis años… No había visto una mierda. Dos mil quinientos y, por supuesto, el precio del coche.

"Por las molestias"

La borrachera apenas le hizo consciente de cómo Bullseye había entrado en el bar. De una forma fragmentaria y deslavazada presenció cómo se movía… grácil, imparable. Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando los dos tacos se clavaron en sus manos, cuando quedó completamente crucificado en la pared. Crucificado, como los ladrones y los santos… pero él no era un santo.

Ni dieciséis años…

El alcohol ayudaba, pero no tanto. El dolor de sus manos atravesadas, el calor de la sangre manando… lo sentía como si le estuviese ocurriendo a otro, salvo por el dolor, el dolor era exclusivamente suyo. Todo el mundo sabía para quién trabajaba Bullseye y nadie, absolutamente nadie, quería tener problemas con su jefe. Principalmente porque tener problemas con su jefe implicaba, precisamente, incrementar las posibilidades de tenerlos también con Bullseye. El mejor asesino del mundo no era la razón, sino la consecuencia y Carmine era incapaz de saber qué había hecho para merecerla. No recordaba haber ofendido nunca al gordo, pero cada vez había menos cosas que recordase con claridad. A veces a esos tipos los ofendes sólo con respirar. Miró a su alrededor: Las sillas volcadas, los cadáveres… ¿Cuándo había ocurrido todo eso? Creía que había visto cosas, había estado en la guerra… no había visto una mierda.

Bueno... ¿por dónde íbamos? -dijo Bullseye depositando con cuidado el vaso de whisky sobre el borde de la mesa de billar más cercana, justo al lado de la cabeza de un hombre que había sido parcialmente atravesada con una bola blanca. Fue a sentarse sobre la madera, pero entonces hizo una mueca y se llevó la mano al bolsillo de sus pantalones negros, sacando un abrecartas plateado-. Fíjate, me había olvidado de ésto -exclamó alegremente mirando al pelirrojo, que tenía la frente perlada de sudor a causa del sufrimiento-. ¿Te puedes creer que todavía hay gente que usa abrecartas hoy en día? Seguro que hasta es de plata -lanzó un par de veces el abrecartas al aire con aire aparentemente distraído, recogiéndolo al caer con indudable precisión antes de señalar con él en dirección al parche-. ¿Sabes? Siempre me pregunté cómo perdiste el ojo izquierdo... Nah, es broma, en realidad me importa un carajo. Mmmm.... ¿Crees que acertaré en el ojo sano a ésta distancia? ¿Qué opinas, Carmine?

- Por favor... -las lágrimas corrían a raudales por sus mejillas-. Por favor...- Carmine merecía morir, lo sabía desde hace tiempo, aunque nunca había tenido los cojones de apretar el gatillo, al menos no contra sí mismo. El ritual se repetía cada semana, unas dos o tres veces. Bebía y se apuntaba, sudaba, apretaba los dientes, acariciaba el gatillo con el índice. Pero se conocía demasiado, no podía hacerlo. No lo merecía, pero quería vivir. Tendría una larga vida, una extensa existencia que pasaría deseando que alguna de esas cientos de balas que esquivó en el desierto le hubiese acertado. Suplicaba y lloraba como el hombre patético que era. Quería vivir, después de tanta basura quería vivir, después de todo lo que había hecho seguía queriendo vivir.

No tenía ni dieciséis años.

- Hey, llevo toda la noche preguntando y estoy empezando a aburrirme. Creo que a éstas alturas todo el mundo sabe lo que pasa cuando me aburro -dijo acercándose al hombre crucificado-. El último macarra al que interrogué me dirigió directamente a éste lugar... un antro donde se reúnen mercenarios y asesinos. Ninguno de los que estábais aquí os acercáis ni de lejos a la clase de destreza que estoy buscando, pero existe la remota posibilidad de que os hayáis enterado de algo. Así que te lo preguntaré por última vez -dijo, acariciando la piel de su mejilla con el abrecartas sobre el reguero dejado por las lágrimas con una amplia sonrisa en su rostro-. Adam Stevenson. Dime lo que sepas sobre su muerte. Ahora. Matarte te voy a matar igual... Tú decides cómo.

No tenía ni puta idea de quién era ese Adam Stevenson y Bullseye sería muchas cosas, pero no era un farolero. La sangre que no se desperdiciaba por las heridas abiertas se le había subido a la cabeza. Hizo un esfuerzo por recordar, por organizar sus pensamientos, por darle algo. Tenía que hablar, tenía que contarle cualquier cosa a aquel hombre o sabía Dios qué cosas le iba a hacer. Si esa iba a ser la noche de su muerte, al menos quería que fuese rápida, sin dolor. El alcohol le dificultaban aún más ordenar sus ideas… pero habló, tenía que hacerlo.

- No… no sé nada de ningún Stevenson Bullseye, tío… te lo juro- piensa algo, dale algo- No sé por qué te han mandado aquí tío…pero sí puedo decirte que las cosas han estado muy revueltas. Hay alguien nuevo en Nueva York, y a muchos de los chicos se les va la lengua cuando beben. Hablan demasiado, dicen que hay trabajo, mucho dinero por una sola noche de curro… en las afueras. Tú no hablas con “ellos: “Ellos” te llaman. Creo que es algo, algo de richachones ¿Sabes? Mucha pasta, pocas preguntas… Hoy me han llamado a mí ¿Vale? No sé si tiene relación con ese tío que buscas, pero me llamaron y tuve que coger el coche…

El sonido fue tenue, casi imperceptible, como cuando se pisa un caramelo dentro de su envoltorio. Casi podría haberse dicho que no hubiese pasado… salvo por el agujero de la cristalera.


El hombre apenas notaba ya el peso del traje táctico, el mejor blindaje que el dinero podía comprar. No estaba acostumbrado a ir tan pertrechado, aunque no era su primera vez de uniforme. Era incapaz de comprender el por qué de tanta parafernalia, le gustaba ir más ligero, más cómodo, su habilidad era su armadura… pero órdenes son órdenes y tampoco iba a quejarse por estar más protegido contra las balas.

Dispuso todo en la azotea: Maletín, trípode, cargador… Desmontó el arma con parsimonia, sintiendo en sus dedos enguantados el tacto de cada componente. Tampoco le gustaban las armas de fuego, aunque sabía utilizarlas (y muy bien) pero, de nuevo, órdenes eran órdenes.

El hombre sabía que tenían que haber despeñado a aquel payaso junto con la chica, pero “ellos” querían tener alguien a quien cargarle el muerto si se recuperaba el cadáver. No era un mal plan, aquel imbécil podría haber tenido su utilidad, suponía, aunque a él nunca le correspondía decidir sobre aquello Suponía que nadie se esperaba que aquel capullo se pusiese a largar tan pronto. Al fin y al cabo, apenas hacía unas horas que se había rematado el trabajo, y el muy mierda ya estaba hablando. El pinganillo bajo el pasamontañas le daba toda excusa que necesitaba para poner fin a esa comedia barata. Aquel tuerto imbécil estaba cantando hasta de lo que no sabía. Había empezado a hablar sobre el trabajito de esa noche con aquel individuo del traje pintoresco… Sospechaba quién era, aunque no sospechaba qué quería ni por qué estaba tan interesado en el asunto del juez. En cualquier caso, era la excusa perfecta. Hasta se lo habían clavado en la pared, como un muñequito de prácticas. No hacía falta mucha habilidad para aquello, podrían haber mandado a cualquiera. Tampoco iba a quejarse por tener un trabajo fácil. Órdenes son órdenes.

3
2
1

- Bang…



¿Había sido él? ¿Había sido Bullseye? ¿Acaso no le había gustado lo que le estaba contando? ¿Pese a no darle las respuestas que buscaba le había dado la merced de una muerte compasiva?

Esos habrían sido los pensamientos de Carmine si hubiese tenido más de una fracción de segundo antes de que la vida abandonase su cuerpo como se abandona a un perro en una gasolinera. Si hubiese tenido tiempo para ser, si quiera, consciente de que estaba muriendo. Si hubiese sentido el dolor del ardiente plomo atravesando su cráneo de lado a lado mientras las millones de conexiones neuronales se apagaban una a una rápidamente, fundiéndose como las bombillitas de un árbol de navidad. Si hubiese podido pensar habría sabido que alguien, a diferencia de él, sí había tenido valor para apretar el gatillo.

Sin embargo, su último pensamiento acabó siendo tan sólo una repetición del que llevaba toda la noche rondándole.

No tenía ni dieciséis años.


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MensajeTema: Re: Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]   Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019] Icon_minitime2nd Mayo 2021, 02:14

Bullseye se volvió con los reflejos de una serpiente al escuchar el impacto contra el cristal, antes incluso de que el hilo de pensamientos del mercenario se extinguiera por completo. Le bastó un vistazo a la altura del agujero para, comparándolo con el ángulo en el que la bala se había enterrado en el cráneo de su víctima, calcular de manera prácticamente automática de qué manera tenía que arrojar el abrecartas que tenía en la mano. La aparentemente inocua arma pasó limpiamente a través del agujero dejado por la bala, recorriendo el camino inverso hasta penetrar en la parte no protegida del hombro del otro asesino. Mientras el hombre aún estaba asimilando la sorpresa de encontrarse de repente un abrecartas profundamente clavado en su hombro, antes de que los receptores del dolor hubieran tenido tiempo de enviar la información a su cerebro, Bullseye pasó corriendo junto a la barra, cogiendo sin detenerse un bote de frutos secos que el dueño del bar utilizaba para acompañar las cervezas que servía.

- ¡Me llevo ésto para el camino, Willy! -exclamó alegremente antes de cruzar la puerta del bar, sacar una pistola de gancho del bolsillo y dispararla hacia el saliente más cercano al borde del edificio. Rápidamente accionó el botón que recogía el cable, utilizando el impulso para elevarse hacia la escalerilla de incendios y recorrer los últimos metros que le separaban de la azotea, apoyándose en el murete e impulsándose para pasar ágilmente por encima, abriendo el frasco de frutos secos en medio del salto.

Lo único que le dio tiempo a percibir el francotirador fue el intenso y repentino dolor de su hombro cuando se arrancó la extraña arma improvisada con absoluta incredulidad. ¿Cómo había llegado aquello hasta ahí? Había demasiada distancia respecto al suelo, era imposible que...

- ¡Y yo que pensaba que era el último en llegar a la fiesta! -dijo de repente una voz justo antes de que un centenar de pequeños impactos le acribillara por todo el cuerpo. La mayoría rebotó inofensivamente contra las partes reforzadas del traje, pero una cantidad nada desdeñable impactó en las partes que no estaban protegidas de las piernas, brazos y rostro, sumiéndole en un inesperado y agónico océano de dolor y haciendo brotar la sangre de una docena de pequeños agujeros. Sin darle tiempo a reaccionar, Bullseye se abalanzó sobre él, y, agarrándole por la nuca le empujó con violencia, estrellándole la cara contra el murete de ladrillo en el que se había apoyado para disparar, haciéndole soltar el arma. Cuando se quiso dar cuenta, tenía la punta de una extraña arma exótica apoyada bajo la barbilla.

- Tienes dos segundos para hablar antes de que mi sai atraviese la parte blanda que hay justo detrás de tu mandíbula -explicó con tono amenazador-. ¿Quién te ha enviado?

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MensajeTema: Re: Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]   Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019] Icon_minitime3rd Mayo 2021, 00:43





Les entrenaban para no tener miedo, para no sentir ningún tipo de emoción, para no sorprenderse por nada. Había visto cosas extraordinarias, acontecimientos que desafiaban cualquier clase de lógica convencional, si es que en un mundo como aquel se podía decir, si quiera, que existía alguna. El dominio de la mente sobre el cuerpo era, tan solo, el rito de paso para comenzar a concebir los niveles superiores. Sin duda, aquel hombre había visto de todo a lo largo de su vida...

Lo que, con toda seguridad, parecía no haber visto, era el abrecartas volando a toda velocidad desde el punto de tiro. Apenas hacían falta  dos segundos para cambiar de objetivo y abrir fuego tras un objetivo abatido. Cuando el abrecartas impactó en su hombro, atravesando tela y carne como mantequilla, el tirador al fin comprendió que un hombre que llevaba una diana en la cabeza debía ser muy confiado, muy hábil o debía tener muchas ganas de que se la atravesasen con una bala. A lo que parecía, se encontraba ante la segunda de las alternativas. El entrenamiento lo era todo para los suyos, y parte del mismo se basaba en cubrir mentalmente todas las posibilidades de contraataque. Ni siquiera se trataba de un esfuerzo consciente, simplemente llegaba al lugar y su mente se ponía a trabajar. Desde aquí hay ángulo, desde aquí no, escaleras de incendios, tuberías… Lo que no te enseñan es a prever un tiro imposible. Y eso era aquello, un lanzamiento imposible. Para agredir a un objetivo de espaldas, en dirección a una posición elevada y acertar en las junturas de un traje táctico no había que ser bueno, ni tener suerte… Directamente tenías que doblar a tu antojo las puñeteras leyes de la física.

El dolor sucedió a la sorpresa, aunque normalmente solía ser al revés, pero no iba a amilanarse por eso. No había tiempo para detenerse en cálculos acerca de las probabilidades de que aquél arma le hubiese impactado. Lo único importante era que el otro tipo era muy bueno, y debía actuar en consecuencia. El estallido hidráulico del gancho le confirmó que el primer tiro no había sido un mero golpe de suerte. Su enemigo conocía perfectamente su posición, así que debía aprovechar la ventaja de la altura. Se arrancó el abrecartas… aún seguía preguntándose qué coño hacía aquella cosa en su hombro “¿Cómo había llegado aquello hasta ahí?”.

El tirador habría discurrido la forma de reaccionar con aquél arma que, providencialemnte, ahora tenía en las manos… de no ser por la repentina lluvia de frutos secos…

La incredulidad se añadió a la sorpresa. El mortífero metralleo de anacardos, cacahuetes y bolitas de maíz le hizo plantearse si no se estaba enfrentando a un demente, lo que hizo más humillante el hecho de que algunos de ellos impactaran contra él con la fuerza de una bala. Él… que había recibido el mejor de los adiestramientos, que había sido elegido personalmente para servir a la más grande de las causas, que había sufrido privaciones, hambre, tormento en nombre de un ideal… estaba viendo su final por obra de un repentino ataque con… aperitivos…

El golpe contra el murete de ladrillos fue, paradójicamente, un alivio para aquel hombre. Estaba sometido y humillado, vencido sin apenas tiempo de reacción… Pero nadie tendría que saber lo de aquel anacardo asesino que se le hundió hasta la espinilla.

- Tienes dos segundos para hablar antes de que mi sai atraviese la parte blanda que hay justo detrás de tu mandíbula –explicó Bullseye con tono amenazador-. ¿Quién te ha enviado?

Un sai… eso ya era otra cosa, un arma noble que podía respetar, un arma que podría darle la muerte de un guerrero. Al menos podría quedarle una satisfacción, aquel hombre no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo en Nueva York. La presión de la punta del arma por debajo de la barbilla era cada vez más apreciable, aún con el pasamontañas. Era hábil, sin duda, pero era un iluso, un estúpido ciego e ignorante que no conocía la verdad, el placer del dolor al servicio de una causa más grande. Quería que hablase, así que iba a proporcionarle una última satisfacción.

- Anda y que te follen.

No pudo evitar cerrar los ojos, pero se deleitó simplemente imaginando la cara que su atacante estaría poniendo al ver la roja sangre filtrarse, a la altura de la boca, a través de la tela del pasamontañas. Jamás había recibido un mordisco durante todos sus años de servicio, y jamás imaginó que el primero se lo provocaría él mismo. Morderse la lengua era bastante más extraño de como lo había imaginado. Era doloroso, desde luego, pero el dolor siempre había sido parte del trato. Además, mitigaba el de sus otras heridas, más soportables en el plano físico, pero mucho peores en lo tocante a su orgullo. Al final, tan sólo era un trámite de paso, un sacrificio necesario en pos de un hermoso sueño, el preludio de algo por lo que merecía la pena morir. Comenzó a atragantarse con su propia sangre, había una extraña sensación de deleite, caprichosamente se preguntó cuánto más podría morder antes de ahogarse en sus propios fluidos. Los milímetros de dentadura hundidos  en la carne resultaron ser bastante considerables ¿Alguien llevaría la cuenta de eso? Suponía que era demasiado morboso para el libro Guiness. Todo era cómicamente extraño… Nunca imaginó que esos serían sus últimos pensamientos.




“Algo no encajaba”

Ese podría considerarse el lema de vida de Jack Roberts desde que fue promovido a detective. Apenas habían pasado unos tres meses desde que se había quitado definitivamente el uniforme. Hasta se había comprado una gabardina, en plan Colombo, para “meterse más en el personaje”. Se decía que era un tipo perspicaz o, al menos, que sabía calar a la gente. Sus primeros casos no habían sido demasiado complicados. La brigada de homicidios era “el gran baile”, el destino soñado para todo poli que se hubiese emocionado un poco demasiado de niño con las reposiciones de Starsky y Hutch. Por el momento nada había sido muy glamuroso que se dijese. El detective Roberts podía presumir de tener en su haber el apuñalamiento de un yonqui, una pelea de bar que se había salido de madre y uno de los frecuentes, pero no por ello menos dramáticos, homicidios con suicidio perpetrados por un hijo de puta contra su ex pareja. En casa, cuando meditaba frente al televisor apagado con una birra en la mano, aquello era una auténtica pesadilla. En la comisaría era el expediente V-301.

Jack se decía que acabaría insensibilizándose con el tiempo, que dejaría de darle vueltas a la cabeza y se acostumbraría a lidiar con las cloacas del alma humana. No era un pensamiento alentador, pero a veces hay que priorizar la supervivencia sobre la moral. Y, sin embargo: “Algo no encajaba”.

El yonqui habría pasado como uno de los muchos desgraciados de la Cocina del Infierno que habían comprado un futuro aciago a golpe de malas decisiones… si no fuese porque la madre del chico aseguraba que no había probado las drogas en su vida. Muchas madres piensan que sus hijos no han probado las drogas en su vida, pero este parecía llevar, de verdad, la vida de alguien que no lo ha hecho. Al menos no al punto de morir apuñalado en un callejón por media papela.

A la gente se le iba mucho la olla cuando bebía y hay motivos, no legítimos, pero sí concebibles para pelearse hasta perder la vida. Una discusión sobre el final de “Inception” no parecía uno de esos motivos.

Hay más locos cabrones que matan a sus ex novias en Nueva York que puestos de perritos calientes. Pero este tipo no tenía antecedentes de violencia, no había terminado en malos términos con la chica y, a lo que parece, había sido él quien había decidido cortar la relación para irse con otra.

“Algo no encajaba”

Tampoco encajaba que le hubiesen asignado el suicidio del juez Stevenson tras, tan solo, tres meses en homicidios acompañados de tres casos resueltos. Había pocas razones para dudar de aquel atentado contra la propia vida, salvo que el motivo le parecía bastante endeble. Cualquier pequeño detonante puede ser la gota que colme el vaso de un hombre acostumbrado a tomar decisiones difíciles. Pero el juez tenía demasiados proyectos a futuro y no le parecía el tipo de persona que se quitase la vida en un arrebato.

Por eso llamaba a la puerta de su compañero a aquellas horas de la noche. Victor Loppard era un poli bastante decente y, era imposible negarlo, bastante más experimentado que él. No parecía compartir sus sospechas en el tema del juez… ni en los otros, pero había accedido a quedar con él.

Jack y Vick no eran los mejores amigos, pero trabajaban bien juntos. No esperaba que lo recibiese con un abrazo, ni siquiera con un afectuoso apretón de manos.

Lo que seguro que no se esperaba Jack Roberts, es que su compañero le recibiese con una pistola apuntándole a la cabeza.

No hay mucho tiempo para pensar mientras una nueve milímetros te atraviesa el cráneo de lado a lado, pero sí el suficiente para un último pensamiento.

“Algo no encajaba”



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MensajeTema: Re: Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]   Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019] Icon_minitime15th Mayo 2021, 01:08

Bullseye le soltó cuando empezó a convulsionar, dejándolo caer como si no fuera más que un trozo de basura, y, acuclillándose a su lado, le quitó el pasamontañas y se quedó allí, mirando impertérrito cómo se ahogaba en su propia sangre hasta que dejó de moverse.

- Me has robado dos muertes hoy, capullo. Estarás contento -dijo entonces, dándole una patada para poner el cuerpo boca arriba y empezar a registrarle para ver si lograba encontrar entre sus pertenencias algo, cualquier cosa, por mínima que fuera, que pudiera conducirle hasta sus jefes.

Encima no llevaba nada de interés más que un bonito y práctico cuchillo que se introdujo en una funda del cinturón. Y por supuesto, el abrecartas de plata del jefe. Más le valía no perderlo. En la bolsa donde llevaba todo su equipo sí que encontró algo particularmente curioso: una máscara veneciana de doctor de la peste.

- ¿Qué te parece? -inquirió, contemplándola en sus manos antes de volverse hacia el muerto-. ¿Tenías una doble vida como actor de cabaré o qué, colega? Tendrías que pedirle al cuernecitos que te asesorase un poco. En ésta ciudad abundan los disfraces ridículos.

Después de hacerle una foto a la máscara y enviársela a Wesley a través de la línea privada que le había sido proporcionada, se puso en pie. Volvía a estar en un punto muerto, gracias al desgraciado que se desangraba en el suelo, lo cual significaba que iba a tener que seguir investigando, y eso le ponía de los nervios. ¿Acaso tenía pinta de Colombo o algo? Él no era ningún puñetero detective, era un maestro asesino. Se ocupaba de despachar a los objetivos que otros investigaban. Ponerle a él a hacer tareas tan mundanas era un completo desperdicio de su talento, pero por Fisk estaba dispuesto a intentarlo. El gordo era, muy posiblemente, la única persona a la que Bullseye realmente respetaba. Le respetaba a él, la manera en la que llevaba su organización, y sus técnicas. Siempre lo había hecho, desde la primera vez que había conseguido engañarle cuando trabajaba para los pringados aquellos que intentaron arrebatarle el trono. El gordo había ido a buscarle a él. Podría haberse limitado a hacer explotar el puñetero edificio con todos dentro, pero había entrado dentro, poniendo en riesgo su vida, porque él estaba allí. Para convencerle de que se uniera a él. Kingpin le respetaba. Sí. Sabía lo que valía. Le daba lo que necesitaba. Y, cuando se trataba de él, Bullseye se sentía más predispuesto a pasar por alto las veces en las que le echaba en cara sus errores, tolerándole cosas que no le permitiría a ningún otro. Le gustaba sentirse apreciado por Kingpin. Le hacía sentirse valorado en lo que hacía. Y eso, para él, era importante.

¿Eso es lo mejor que puedes hacer? dijo una irritante voz en su cabeza. La apartó de su mente. No... el gordo le valoraba. Tenía que demostrarle que no se equivocaba, que podía confiar en él. No podía permitirse perder su trabajo.

Le gustaba su trabajo, joder.

* * * *

En los archivos que le había dado Fisk aparecían los nombres de los detectives a los que les había sido asignado el caso del juez que se había ido a criar malvas. Dado que la investigación era una tarea demasiado mundana para alguien de su categoría, estaría bien encontrar otros pringados que le dieran el trabajo ya hecho, y si podía ser con un poquito de tortura, mejor que mejor. Un poquito de tortura siempre le alegraba la noche.

Entró primero en la casa de Jack Roberts a través de la ventana. Estaba vacía, pero parecía que no hacía mucho que acababa de irse, porque los cacharros de la cocina parecían haber sido utilizados recientemente y el fregado estaba sin hacer. Cogió unos cuantos tenedores y cuchillos y los distribuyó en los compartimentos de su cinturón antes de dirigirse hacia el domicilio del siguiente tipo: Victor Loppard. Se trataba de una casita discreta y sencilla en una zona residencial algo apartada del núcleo principal de población. El lugar ideal para cometer un asesinato si no querías que nadie se enterara, y Bullseye supo automáticamente que eso era justo lo que había sucedido en cuanto olió la lejía y los demás productos fuertes que acababan de ser utilizados en el porche de la casa. Bullseye no acostumbraba a tapar sus rastros, pero cuando llevas en el negocio de la limpieza tanto tiempo como él, aprendes a reconocer éste tipo de cosas. Discretamente rodeó la vivienda hasta encontrar la puerta trasera que conducía a la cocina. Aquella clase de puertas solían tener una cerradura más endeble que la de la puerta principal, y, tal como había previsto, no le costó nada forzarla para garantizarse el acceso. Escuchaba ruidos procedentes del salón. Vick ya había cenado, y, al parecer, era más pulcro que Roberts, porque los platos estaban perfectamente fregados y escurriéndose. Cogió uno del escurridor y se asomó sigilosamente por la puerta hasta el salón, a tiempo de ver cómo el policía arrastraba un cadáver hasta un plástico que había extendido en el suelo.

- ¿Qué os pasa esta noche que os ha dado a todos por mataros entre vosotros? -se quejó arrojando el plato, que voló certero hasta realizar un corte perfecto en el brazo diestro, seccionándole el nervio musculocutáneo, lo cual le impediría flexionar el codo, volviendo casi imposible que pudiera disparar o hacer nada-. Os parecerá bonito, dejarme fuera de ésta manera... Lo bueno es... -extendió una mano y tres tenedores destellaron bajo el reflejo de las luces de la sala-, que al menos ahora somos dos para jugar.

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MensajeTema: Re: Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]   Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019] Icon_minitime16th Mayo 2021, 00:03



Victor Loppard tenía una vida modesta y tranquila. A ojos del público no era más que otro de los muchos polis que poblaban la ciudad de Nueva York. Un detective más, uno de los muchos trajes de dos piezas que pateaban las calles siguiendo el rastro de las inevitables consecuencias funestas que implicaban ocho millones de almas apiñadas en una isla. Una hipotética entrevista a Victor Loppard no sería más que una insípida sucesión de clichés y lugares comunes. Era policía porque su padre lo había sido así como también su abuelo, puede decirse que no quería romper la tradición familiar. No estaba casado porque un trabajo como el suyo hacía improbable el éxito de un matrimonio, le gustaba el béisbol y era fan de los yankees… Un tipo normal, incluso podría tildársele de vulgar. Un policía corriente, ni demasiado brillante ni todo lo contrario. Victor Loppard tenía una buena vida, tal vez no una vida interesante o excitante, pero buena. Una lástima que él no fuese Victor Loppard. O, al menos, no en ese instante, no cuando dirigió la punta del arma en dirección al entrecejo de su compañero Jack y apretó el gatillo. Jack apenas había tenido tiempo de sorprenderse antes de que la bala le atravesase el cráneo. Al fin y al cabo, y aunque tampoco pudiera decirse que fuesen los mejores amigos del mundo, Victor Loppard no tenía ningún motivo para matar a Jack. Lo que Jack no sabía es que el hombre que le había abierto la puerta no era su compañero. No allí, al menos, no en esas circunstancias. Tenía su misma cara, su misma voz, vivía en su apartamento, pero no era él. Victor Loppard era la cara que enseñaba en la central con los demás compañeros, cuando bajaba al bar de la esquina a ver el partido y tomar unas cervezas, cuando estaban juntos e interrogaban a los sospechosos o cuando alargaban un poco las copas en las cenas de la policía. Pero dentro de su casa, en la seguridad y la oscuridad de la noche o, aún más, cuando tenía que hacer su auténtico trabajo fuera del escrutinio de los ojos públicos, doblaba a Victor Loppard y lo dejaba bien guardado en un cajón, como un abrigo viejo que ya no te pones.

Afortunadamente la bala había detenido su avance en la base del cráneo, por lo que no tendría que preocuparse por buscarla por el pasillo u ocultar el impacto de la misma en la pared. Tampoco es que hubiese sido un problema demasiado grande, pero cuantos menos inconvenientes mejor. El equipo de limpieza no tardaría en llegar, pero como siempre le tocaba el trabajo más engorroso. Al menos sabía que no tendría que responder a preguntas incómodas. En la central sabían que cualquier llamada relacionada con su dirección tenía que ser inmediatamente ignorada y borrada de los registros. Eso hacía de su apartamento uno de los lugares más seguros y discretos de la ciudad de Nueva York. Podría tener el cadáver de Jack en su domicilio durante semanas y no tendría que preocuparse más que por el olor.

Jack había tenido mala suerte. Era novato y, a los ojos de sus superiores (sus verdaderos superiores) inofensivo. Pero él pronto supo que aquel iba a ser el desenlace de su relación. Era novato, sí, pero no era ningún estúpido y tenía algo de lo que carecía la mayoría de policías que había conocido, instinto. Tenía una mente inquieta que se hacía preguntas, las preguntas adecuadas. Jack siempre estaba intranquilo, siempre sospechaba. Una lástima para él que no sospechase lo suficiente como para no acudir a la cita que concertó con él aquella noche. En ese caso, no estaría ahora mismo arrastrando su cadáver hacia el interior, colocándolo en el plástico que había dispuesto preventivamente sobre el suelo. Esperaba que su nuevo compañero no tuviese una mente tan inquieta como la de Jack. No es que sintiese nada parecido a la lástima o el remordimiento por su compañero, ni siquiera podía considerarlo como tal fuera de los momentos en que se veía forzado a ser “Victor Loppard”, aquella cuidadosa fachada. Pero prefería ahorrarse los inconvenientes que le producía “retirar” a quien hacía demasiadas preguntas. Además, si sus compañeros comenzaban a sospechar y desaparecer con más frecuencia, “ellos” podrían pensar que ya no era de utilidad, y nada le angustiaba más que ese pensamiento. Quería ser útil a la causa, lo deseaba con más fuerza que cualquier cosa que hubiese ansiado en su vida. Desde que los encontró… no, mejor dicho, desde que lo encontraron, no había tenido más meta que serles útil, que ser digno de la oportunidad que le habían brindado. Tenía que demostrar su valía, demostrar que no se habían equivocado, que no habían perdido el tiempo con él. No fue hasta que el otro habló que se percató de su presencia.

- ¿Qué os pasa esta noche que os ha dado a todos por mataros entre vosotros? -se quejó arrojando el plato, que voló certero hasta realizar un corte perfecto en el brazo diestro, seccionándole el nervio musculocutáneo, lo cual le impediría flexionar el codo, volviendo casi imposible que pudiera disparar o hacer nada-. Os parecerá bonito, dejarme fuera de ésta manera... Lo bueno es... -extendió una mano y tres tenedores destellaron bajo el reflejo de las luces de la sala-, que al menos ahora somos dos para jugar.

No… le habían sorprendido como a un novato ¿Cuánto tiempo llevaba allí aquel tipo? Apenas tuvo unos segundos para distinguir a su extraño atacante entre las sombras. El extravagante uniforme confirmó sus peores sospechas. Le habían advertido de que aquel hombre podía intervenir y, si ese era el caso, eso significaba la muerte segura. Aprendió a morir hace tiempo, para él la muerte no era más que una vieja compañera con la que tendría que encontrarse en algún momento, seguramente más pronto que tarde. Pero antes tenía que hacer algo. Su brazo derecho estaba completamente inutilizado, pero había sido bien entrenado. Con la mano izquierda cogió la pistola del suelo y vació el cargador en dirección al intruso. Sabía de sobra que era muy difícil que alguna de las balas hubiese impactado. Era bueno, pero estaba disparando sin apuntar y a la carrera. En cualquier caso, la muerte parecía ya inevitable, pero tenía que hacer algo antes, a toda costa.

Se dejó caer frente a la caja fuerte y empezó a pulsar los botones de la misma con su mano buena, deshaciéndose de la pistola como quien tira un papel al suelo. Seis, dos, cuatro, siete, nueve, cero. Era, por descontado, una secuencia al azar. Ninguna fecha señalada, ni su cumpleaños ni el de ningún amigo. Hacía tiempo que no recordaba nada de sí mismo. Extrajo con avidez los documentos, así como la negra máscara. Una máscara sencilla, sin florituras, una lisa imitación de un rostro humano con dos ranuras para los ojos, como un maniquí. No sabía cuánto tardaría el asesino en darle alcance, pero debía apresurarse. Cogió con dificultad la papelera metálica y vació en ella el contenido de un pequeño bote de gasolina para barbacoas que guardaba en la caja. Allí metió la máscara y el resto de documentos.

Sólo restaba encender la cerilla y, aunque la muerte le alcanzase, habría demostrado que no era un inútil, que podía servir a la causa.

Sólo restaba encender la cerilla y habría demostrado que era digno.




Por fin había comenzado el goteo de cochazos y limusinas. Los dos hombres de la puerta esperaban con su habitual pose relajada, respirando con fuerza bajo las máscaras. Estaban más que preparados para desenfundar al menor indicio de problemas aunque, afortunadamente, no solía haberlos. Podría decirse que se trataba de un trabajo fácil. Nadie que no estuviese al tanto de lo que ocurría en aquella mansión solía acercarse y los primeros controles eran suficiente para filtrar de curiosos o visitantes indeseados. Nada era sospechoso, simplemente exceso de celo por parte de unos ricachones que tratan de evitar que se cuelen en sus fiestas de estirados. Una pareja se acercó a la puerta. Su vestimenta era impecable. Ella llevaba un elegante vestido rojo de tubo que dejaba al aire sus hombros y un escote que daba sentido al término “palabra de honor”. Él se había decantado por un elegante smoking negro de punta abierta con fajín rojo a juego con el vestido de su acompañante. Ambos, por supuesto, tapaban sus rostros con dos máscaras venecianas de impecable factura. Ella se había decantado por una juguetona máscara de gato blanca con pequeños detalles de pedrería roja. Él había optado por una más sobria máscara negra que únicamente dejaba su boca al descubierto.

- ¿Cuándo muestra el hombre su verdadera naturaleza?- preguntó uno de los guardianes enmascarados.

- En la soledad de la noche, abrigado por las sombras, lejos de los ojos y oídos de sus semejantes- respondió una voz aterciopelada tras la máscara felina.

- Que se diviertan- contestó el otro guardián mientras abría la puerta.

- Oh- siguió ella- Siempre lo hacemos.

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MensajeTema: Re: Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]   Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019] Icon_minitime25th Mayo 2021, 01:53

Bullseye siguió la dirección de la mirada del hombre hacia el arma y esbozó una sonrisa burlona.

- Adelante, inténtalo. En éstas condiciones es virtualmente imposible que puedas llegar a darme, pero siempre admiro cuando un futuro cadáver demuestra tener algo de sangre en las venas.

El detective herido echó rápidamente mano a la pistola y vació el cargador en su dirección mientras el asesino permanecía inmóvil, disfrutando del subidón de adrenalina que le subió por el cuerpo ante la más que palpable amenaza que constituían las balas silbando a su alrededor e impactando en la pared que tenía a su espalda. Cerró los ojos, inhaló profundamente el olor de la cordita y el humo y le invadió un placentero estremecimiento que se extendió por todo su cuerpo. Cuando todo acabó, el tipo había echado a correr en dirección al despacho, y él estaba ileso, por supuesto. Jamás había sospechado otra cosa, de lo contrario habría buscado alguna clase de cobertura... ¿cierto?

* * * *

Justo cuando estaba a punto de encender la cerilla, una carta pasó volando ante él, segando limpiamente por la mitad el diminuto palito de fósforo. El detective pudo verla pasar ante sus ojos como si fuera a cámara lenta, llevándose consigo sus últimas esperanzas hasta clavarse en la pared contigua con un golpe seco, como si se tratara de un puto cuchillo y no de una estúpida carta de póquer. El as de rombos rojo. Su final lo marcaba una carta tan insustancial como el as de rombos.

- Lo siento -dijo la voz del asesino cogiéndole el pelo desde atrás justo antes de golpearle brutalmente contra la mesa del escritorio-. Normalmente uso el palo de picas. Es algo así como mi sello, ¿sabes? -dijo, su rostro tan cercano al suyo que pudo notar perfectamente el olor a sangre, sudor y pólvora que le envolvía. El olor de la muerte-. Pero he tenido que actuar rápido, así que no he podido buscar apropiadamente.

Un nuevo golpe contra el escritorio y la oscuridad le envolvió.

* * * *

Cuando despertó, se encontraba fuertemente maniatado a la silla del despacho mientras el asesino, apoyado a la mesa del escritorio, examinaba los documentos que con tanto esfuerzo se había empeñado en destruir. La sangre le corría por el brazo inutilizado que ya apenas podía sentir, y tenía el rostro embotado, con la sangre apelmazada pegándole el cabello a la frente. El hombre de la máscara tenía a su lado una caja abierta de clips aparentemente inofensivos. Al darse cuenta de que había recuperado el conocimiento, cerró la carpeta con los archivos, dedicándole toda su atención.

- Bueno, Vick... ¿Puedo llamarte Vick? Creo que hay confianza a éstas alturas, ¿no? Después de todo, he examinado toda tu casa. La verdad es que estaba buscando fotografías, juguetes... una cama de perro... cualquier cosa que pudiera indicarme que tienes a alguien que te importa para poder usarlo contra ti, porque bueno... Has demostrado ser más duro de lo que pensaba, cuando tuviste las agallas de dispararme a pesar de haberte inutilizado el brazo y todo eso, y, además, en el transcurso de ésta noche he tenido ocasión de comprobar que tus amiguitos y tú estáis como un cencerro y parece poco probable que pueda llegar hasta ti a través del dolor físico. Pero, lamentablemente para ti... No he encontrado nada -sus estilizados dedos extrajeron un clip de la caja y estiraron el alambre, deformándolo-. Pero eso sólo significa... que tendré que esmerarme más.

Con un rápido lanzamiento, el clip se clavó en la garganta de Víctor como si se tratara de una aguja, desatando una repentina explosión de dolor en su cerebro. Bullseye cogió otro clip y repitió el mismo procedimiento.

- ¿Quiénes son los flipados de las máscaras? -inquirió, empezando a lanzar un clip tras otro, asaeteando el cuerpo del detective con decenas de pequeños chispazos de dolor intenso-. ¿Dónde puedo encontrarlos? ¿No? ¿No se te refresca la memoria? ¿Nada? -uno de los clips se le clavó en el ojo, enterrándose profundamente y provocándole un aullido de dolor. Bullseye cogió entonces el cuchillo que le había birlado a su colega en el tejado y avanzó hacia él, hundiéndoselo directamente en el estómago-. Vale... No pasa nada, ya contaba conque ésto podría ocurrir. Sólo te haré una pregunta más, capullo, y ésta es facilita -dijo, mientras le apretaba la mandíbula con la mano libre para obligarle a mirarle a la cara con el único ojo que le quedaba-. ¿Por qué hicistéis matar al juez Stevenson? Responde y, quizás, te mate rápido -dijo, empezando a cortar hacia arriba con el cuchillo profundamente enterrado en sus entrañas.

- ¡Aaaahhh!... Vio... vio algo... que no deb... debería ha... hab... haber...

- ¡Aaaa-buuu-rridooo! -de un violento tajo hacia arriba terminó de abrir en canal al hombre y en el mismo movimiento fluido le clavó el cuchillo en la frente, acabando con su sufrimiento-. Ésa parte ya la había deducido yo solo, después de ver lo que guardabas en esa preciosa carpeta tuya.

Con un gesto de hastío se limpió la sangre que le había salpicado en los ojos con la manga del traje (que a aquellas alturas había perdido por completo su blanco impoluto) y regresó al escritorio, donde esparció las diferentes fotografías por la mesa, observándolas de nuevo. Casi todas mostraban a diferentes personas, que Bullseye intuyó debían de ser importantes o poderosas, en diferentes situaciones bastante comprometidas, aunque sólo reconoció a unas pocas. En una de ellas, un conocido político conservador estaba de rodillas en el suelo esposado a una silla apenas vestido con un tanga de cuero negro y un collar de perro mientras un hombre negro le azotaba con un Flagelo BDSM; en la otra, un famoso actor supuestamente heterosexual aparecía capturado in-fraganti mientras le metía mano a un joven imberbe bastante más joven que él; en otra, un noble europeo se revolcaba en la cama con una niña que no habría alcanzado aún ni la adolescencia; y, en otra, se veía a varios miembros del partido republicano masturbándose mientras un hombre con una máscara torturaba a una chica.  

- Jo-der... Éstas cosas son turbias hasta para mí -musitó Bullseye con un silbido apreciativo mientras hacía fotos al material de la mesa con el teléfono y se las enviaba a Wesley.

A continuación, sacó un pedazo de papel en el que había garabateado varios números que había encontrado escritos a lápiz en los márgenes de varios de los documentos. En una primera visualización superficial habrían podido pasar desapercibidos, pero él había tenido tiempo de estudiar a fondo la carpeta mientras el pobre Vick estaba inconsciente, y, al anotarlos en la libreta, juntos y por orden, no había tardado mucho en comprender que se trataba de coordenadas junto con una fecha. La fecha era, precisamente, para ésa misma noche, y según la búsqueda que había hecho en el GPS del teléfono, las coordenadas eran la dirección de una gran mansión a las afueras. Suponía que era un punto tan bueno como cualquier otro para continuar la investigación...

*   * * *

El teléfono no llegó a dar ni dos tonos antes de que se lo cogieran. Eso estaba bien; a Bullseye ya no le quedaba paciencia para que le hicieran esperar más.

- Hey, Wes -saludó jovial, como si se tratara de un amigo suyo de toda la vida-. Supongo que has recibido las fotos que te he estado enviando... ¿Se las has enseñado al gran hombre?

- Sí señor... eh... -la voz de Wesley vaciló al otro lado de la línea, como si no tuviera muy claro cómo debería referirse a él. Estaba a punto de recordárselo él mismo cuando volvió a escuchar su voz-: Bullseye. Tanto yo como el Señor Fisk hemos seguido con gran interés los avances de su misión.

- Eso está muy bien, porque llevo toda la noche pateándome la ciudad, pero la gente que sirve a estos fulanos, sean quienes sean, o están demasiado asustados o demasiado colgados o ambas cosas porque prefieren morir antes que hablar. Aún así he conseguido averiguar algunas cosas; Por lo que he deducido hay montada alguna trama de chantaje a peces gordos, y cuando digo gordos me refiero a realmente gordos. El último tipo al que interrogue me dijo que el juez murió porque vio algo que no debería haber visto. Encontré allí unas coordenadas y ahora mismo me encuentro ante una choza impresionante donde no paran de entrar fulanos trajeados y con máscaras.

La "choza" era una mansión gigantesca de ladrillo rojo construida al estilo renacentista, con frontis triangular, fachada con pórtico sostenido por pilastras de mármol blanco, arcos de medio punto en las ventanas y todo perfectamente simétrico. La habían construido sobre una amplia colina, y Bullseye observaba desde lo alto de un árbol a considerable distancia para evitar ser detectado, utilizando unos prismáticos para localizar con mirada experta cada uno de los miembros del personal de seguridad y estudiar sus pautas y rutinas. Mmmm... No se podía negar que la seguridad era buena, reflexionó mientras mordía inadvertidamente el palillo que sostenía entre los dientes.

- Pregúntale al jefe que quiere que haga, si los mato o qué -inquirió.

- Si me da un segundo... -tras el altavoz podía escucharse música y una gran algarabía. Parecía que el gordo estaba de guateque. La voz de Wesley tardó un rato en regresar-. Sí, el señor Fisk desea que, una vez, termine su misión, nos entregue ese teléfono para proceder a su retiro y... si puede aguardar unos minutos, le gustaría hablar personalmente con usted.

- Claro, hombre, pásamelo -dijo sacándose el palillo de la boca-. Y anímate un poco, Wesley, que se te ve siempre muy mustio. Tómate unas cañas o algo.

Se escuchó una gran puerta cerrarse, y, de fondo, un grupo de personas cantando a pleno pulmón "As time goes by". El asesino se quedó mirando el teléfono con perplejidad. No sabía qué le desconcertaba más; que al jefe le gustara Sinatra o que estuviera sonando aquella precisa canción en particular, que había pasado a ser mundialmente conocida gracias a la película Casablanca. Iba a resultar que el gordo era sensible y todo. Resultaba difícil de concebir cuando le has visto machacarle a alguien la cabeza con las manos desnudas hasta reducirla a una pulpa sanguinolenta... La voz de su jefe al otro lado de la línea le devolvió a la misión que tenía entre manos.

- He de reconocer que estoy sorprendido con la rapidez de tus resultados -rápido, directo, concreto, eficiente. Como siempre-. Tus métodos, aunque expeditivos, han resultado ser bastante eficaces. Infíltrate en el lugar como gustes. Si deseas alguna clase de avituallamiento para pasar desapercibido escribe un mensaje a este mismo número y te será entregado en el punto de tu elección al instante. Estás autorizado para usar la fuerza letal para acceder al lugar o en caso de que seas descubierto, pero recuerda que la prioridad es dar con los responsables últimos de estas veladas y del asesinato del juez. Una vez conozcas su identidad vuelve a ponerte en comunicación con Wesley y él te indicará qué hacer -iba a abrir la boca para responder, pero se encontró con la típica señal de pitidos cortos continuos que indicaba que le acababa de colgar sin esperar respuesta.

Bueno... el asesino estaba acostumbrado a que le despreciaran. Era la clase de sentimiento que solía inspirar en los demás, pero mientras siguiera proporcionándole trabajo y fuera capaz de valorar lo que hacía, no le importaba. "Avituallamiento". Le hacía gracia aquella expresión tan pija. Creía que no la había escuchado antes en voz alta jamás. Pero que le jodieran al avituallamiento. Si tenía que esperar a que le trajeran un traje se moriría del asco. Ya llevaba toda la noche dando vueltas, necesitaba llegar de una vez a la acción. Desde su posición privilegiada en el árbol vio cómo se acercaba un impresionante coche deportivo por la carretera que llevaba hasta la mansión, y, gracias a los prismáticos, pudo comprobar que el conductor era un hombre. Prácticamente sin pensar, realizó una serie de cálculos automáticos en su cerebro y arrojó el palillo que hasta hacía un segundo había tenido entre los dientes. El palillo cruzó certero la distancia que le separaba del vehículo en movimiento, dejando un agujero impecable en la ventanilla del conductor y atravesándole la garganta. El tipo boqueó y manoteó cuando la boca se le llenó de sangre y empezó a asfixiarse. El vehículo, fuera de control, se salió de la carretera, yendo a empotrarse contra un árbol en el bosquecillo que rodeaba la mansión. Bullseye saltó ágilmente de su improvisada atalaya y corrió hacia el lugar del accidente. La mujer que le acompañaba había quedado aturdida tras el impacto, pero ya había levantado la cabeza del airbag manchado de sangre y observaba con horror al hombre. Antes de que pudiera asimilar lo que acababa de pasar, Bullseye abrió la puerta de un tirón violento y, agarrando a la mujer por su peinado perfecto la sacó a rastras del habitáculo, poniéndole el cuchillo con el que había matado a Vick Loppard en la garganta.

- Y ahora, lady... Me vas a decir todo lo que necesite saber para colarme en esa fiesta si no quieres seguir el mismo destino que tu amigo.

*     *     *     *

Una mano enguantada en negro cerró el capó que contenía los dos cadáveres y terminó de abotonarse las mangas de la chaqueta negra. Por fortuna el tipo era algo más ancho que él, así que había podido ponerse su ropa encima del uniforme de trabajo: Traje de chaqueta negro, camisa blanca y pajarita color rojo sangre. Por último, se puso sobre la suya la máscara que había encontrado en la caja fuerte de Victor Loppard, básicamente porque al capullo que acababa de matar no le conocía de nada, pero sí que había registrado la casa de Vick y estudiado su informe, por lo que tendría más posibilidades de hacerse pasar por él si le preguntaban. Había tenido que dejar el cinturón con sus innumerables compartimentos junto con sus armas en el árbol por si le registraban, pero no le preocupaba en demasía. En un lugar como aquél a buen seguro que podría encontrar un millar de armas mortales...

- Bueno... que empiece el show kinky -se dijo encaminándose con paso resuelto hacia la mansión.

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MensajeTema: Re: Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]   Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019] Icon_minitime9th Junio 2021, 00:34




La música  de la fiesta apenas era perceptible en aquella estancia. El descenso por los túneles había sido un auténtico infierno con la silla de ruedas. Los continuos vaivenes y frenazos producidos por la irregularidad del terreno habían molido el ya de por si marchito cuerpo de Leo Stracci. La humedad y la falta de aire le dificultaban aún más de lo habitual la respiración. Notaba como aquel ambiente frío y cargado le calaba hasta los huesos. El guardaespaldas tras él repiqueteaba con impaciencia con los dedos de la mano sobre el respaldo de la silla. Durante varios minutos, fijos en el recargado marco de las amplísimas puertas de madera, los dos hombres esperaron ser recibidos en audiencia. La ansiedad de Leo Stracci tan sólo era comparable con el miedo que sentía al hablar con aquellos hombres. La ansiedad por la falta de tiempo, por el continuo “tictac” de su reloj del juicio final particular acercándose. Aquello era más que agarrarse a un clavo ardiendo, era un clavo ardiendo recubierto de aceite del que, si no tenías mucho cuidado, era muy fácil desasirse. Finalmente, el quejido de las grandes hojas de la puerta les indicó que eran bienvenidos en el lugar.

Tras cruzar el umbral, la más absoluta de las oscuridades recibió a los dos hombres. El único punto de luz de la estancia era el ansiado premio de Leo Stracci, el santo grial que llevaba buscando desde que había recibido aquel fatal diagnóstico. Podía percibir con toda claridad que no estaban solos o, si no lo percibía, al menos lo sospechaba. Desde que se había puesto en contacto con “su gente” siempre sentía que le estaban observando. Pero él había cumplido con todo lo acordado, había sido obediente y dedicado, había arriesgado su pellejo y el futuro de su organización. Sí, puede que aquel fuese el día, el día en que ellos también cumpliesen su parte del trato.

- ¿Qué demonios haces aquí?- preguntó una voz femenina desde el fondo de la estancia.

- Se…*cof, cof*… Se me acaba el… tiempo- respondió Stracci trabajosamente- Él tiene, tiene que cumplir con el acuerdo... tiene que dejarme acceder a las aguas, estoy muy grave… no sé cuánto más me puede quedar. He cumplido mi parte del trato… me lo de…

- ¿Te atreves a dudar de su palabra anciano?- le cortó con firmeza la voz de las profundidades- ¿Tienes el descaro de acudir a este santuario sin ser convocado y hacer exigencias?

- ¡¡He…*cof, cof, cof*… he hecho todo lo que me habéis pedido!! ¡¡Tenemos un… un pacto!!

- Sí…- respondió la mujer- Has hecho todo lo que te hemos pedido, pero también has hecho unos cuantos movimientos que nosotros no hemos solicitados. Movimientos que podrían poner en peligro todo por lo que hemos trabajado.

- No… no entiendo.

- La última vez que tuviste la osadía de irrumpir aquí con tus demandas hubo un testigo, un juez. Por tu imprudencia hemos tenido que movernos deprisa y nuestras acciones han llamado la atención de ojos inesperados.

- Yo…-replicó Stracci nervioso- … yo sólo vengo a cobrar lo que se me debe- concluyó sacando el poco orgullo de mafioso que le quedaba, aunque sabía que poco podría intimidar a nadie con él.

- ¿Te atreves a seguir hablando de deudas con nosotros? Que yo recuerde, tampoco te pedimos que fueses a hablar con Wilson Fisk esta noche en su edificio. Es bastante curioso… Comprometes nuestra misión con una imprudencia, acudes a ver a Fisk y, esa misma noche, él suelta a su perro más rabioso y letal, dejando un rastro de cadáveres a su paso en una búsqueda sin cuartel para encontrarnos- el tono de la mujer cambió a uno burlón y desafiante- ¿No estarás haciéndonos el doble juego verdad? ¿Debo decirte lo que le ocurre a quienes osan traicionarnos?

Leo Stracci empezó a toser y convulsionar. Las palabras llegaban a su boca, pero parecía incapaz de pronunciarlas. Una rápida bocanada de sangre subió hacia su garganta, disparada finalmente a gran velocidad por la tos. Su guardaespaldas se apresuró a tenderle un pañuelo y, cuando había adecentado el rostro de su patrón, pudo al fin acercarle la mascarilla de oxígeno.

- No… jamás se me ocurriría… Nunca os traicionaría… Mi vida depende de ello.

Un líquido cálido comenzó a caer sobre los hombros de Leo Stracci. El hombre se miró las manos, completamente empapadas en rojo. Mientras lo hacía, un peso muerto cayó sobre su regazo. Cuando pudo fijar la vista lo suficiente, la cabeza de su guardaespaldas le devolvió la mirada. Stracci soltó con horror la cabeza decapitada que rodó rápidamente por el suelo hasta perderse en la oscuridad.

- Eso es- le susurró aquella siniestra voz al oído- Y espero que no lo olvides.

- Señora. Ha llegado- susurró un hombre en la oscuridad.

La mujer esbozó una sonrisa de medio lado.

- Bien- afirmó autoritaria- Despejad todos la sala, me mediré con él a solas.

- Pero…

- Cumplid mi orden si queréis conservar la cabeza- espetó sin alzar un ápice la voz- Es hora que comprobemos si de verdad se trata del “mejor asesino del mundo”.

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MensajeTema: Re: Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]   Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019] Icon_minitime17th Junio 2021, 02:39

Traspasó el umbral del edificio sin encontrar el menor obstáculo, y sin ser cacheado siquiera. Quien quiera que estuviese al cargo de la seguridad de aquél lugar merecería ciertamente un tiro en el ojo.

Un tipo estirado le recibió al entrar, guiándole a través de un elegante corredor hasta una enorme y lujosa sala donde decenas de personas se entregaban a toda suerte de vicios obscenos. Un hombre caminaba a cuatro patas con una máscara de BDSM y un collar de perro mientras una mujer con máscara de conejo tiraba de la cadena, y personas en diferentes grados de desnudez bailaban, conversaban o incluso follaban en rincones apartados del gran salón, pero todos sin excepción llevaban máscaras.

- Y yo que pensaba que había ido a fiestas salvajes en mi época -le dijo al mayordomo dándole un par de joviales palmadas en la espalda antes de alejarse caminando con aire casual, observando todo el lugar, analizando entradas, salidas y posibles vías donde podría apostarse un tirador al tiempo que su ojo experto buscaba los inequívocos gestos que distinguían a un guardia de un invitado, las señales que revelaban que alguien escondía un arma bajo la chaqueta...

La mansión era enorme, con numerosas escaleras que subían y descendían, galerías en la planta superior y demasiadas puertas como para poder deducir tras cuál de ellas se encontraba su objetivo. Yendo por la vía "discreta" tardaría lo que quedaba de noche en averiguarlo, por no hablar de lo difícil que resultaría pasar desapercibido, y Bullseye no tenía tanta paciencia. En éstos casos, prefería tirar por la ruta directa, que siempre, siempre, daba resultado.

Su paseo, en apariencia distraído, le condujo hasta la zona trasera de la sala, justo junto al increíble y decadente buffet de comida, donde se encontraba un tocadiscos antiguo que dejaba oír una música de compás ternario y notas sincopadas. Al pasar junto a la mesa del buffet cogió un rollito crujiente relleno de queso Brie y Prosciutto con semillas de granada y dejó que el contraste agridulce estallara en su boca mientras, deteniéndose frente al tocadiscos, levantaba la aguja, interrumpiendo el hilo musical de la fiesta. El sirviente más cercano se acercó rápidamente hasta él.

- ¿Qué está haciendo?

- Morirme de aburrimiento, al parecer -replicó él mientras analizaba los discos de vinilo agrupados en una mesita baja cercana-. ¿Es que no tenéis algo más movido? Algo como... ¡Ah! -una gran sonrisa iluminó su semblante bajo la máscara-. Ésto es perfecto.

Y, sin más, retiró el disco que estaba sonando para colocar otro en su lugar. En el momento en el que descendió la aguja, un animado redoble de tambores acompañado por una trompeta juguetona se extendió por el lugar.


- Ésto es otra cosa -dijo el asesino, chasqueando los dedos al ritmo de la famosa canción de Louis Prima.

- Disculpe, señor, pero no puede... -el hombre intentó ponerle una mano en el hombro, pero se interrumpió cuando una semilla de granada se enterró profundamente en su ojo derecho.

- Sin tocar -sonrió Bullseye, limpiándose la comisura del labio con el dedo índice.

El hombre retrocedió, a ciegas, chillando hasta que fue a chocar contra la mesa del buffet, y el asesino identificó al momento el lugar del que empezaron a brotar hombres de negro como si fuera espuma. Llevándose el disco de vinilo al hombro como si de un antiguo lanzador griego se tratase, arrojó el oscuro proyectil en arco, segando las gargantas de los tres asesinos que iban al frente, los cuales cayeron al suelo, entorpeciendo el camino de los que iban detrás. Aprovechando el momento de distracción, Bullseye se quitó la chaqueta del traje, dejándola caer al suelo, y, de un tirón, reventó los botones de la camisa para dejar al descubierto su verdadero uniforme, quitándose la máscara falsa que había recubierto la original. Los hombres ya estaban casi encima suyo, así que, girando hacia un lateral puso los brazos en el suelo para impulsar su cuerpo en un arco por encima de una de las mesas de buffet, cogiendo por el camino un par de pinchitos de salmón e introduciéndoselos en la boca.

- Mmmmmmm... ¡está fresco! -sacando los dos afilados palillos de acero que habían sostenido los aperitivos, los arrojó con una sola mano mientras con la otra completaba la pirueta sobre la mesa, acertando a uno de los asesinos en el corazón sin detenerse siquiera a apuntar.

Al llegar al otro lado, volcó la mesa de una patada para arrojarla en el camino de los matones mientras se despojaba de los engorrosos pantalones que no harían más que obstaculizar sus fluidos movimientos. A su alrededor, los invitados a la fiesta habían interrumpido sus pervertidas actividades y huían aterrorizados en dirección a la salida. Otro de los asesinos estaba prácticamente encima de Bullseye, que cogió un pequeño vaso relleno de una sustancia rojiza que no se detuvo a identificar de una mesa cercana, arrojando el contenido a los ojos del siguiente payaso que se le acercó lo suficiente, cegándolo justo antes de arrojarle el vaso con brutal eficiencia a la cabeza, haciéndole caer, conmocionado. Cogiendo una bandeja de crudités golpeó violentamente la cara del siguiente asesino, asestándole a continuación una patada en la base del estómago que lo envió sin resuello hacia atrás.

Ninguno de ellos parecía llevar pistolas encima, lo cual facilitaba considerablemente las cosas. El siguiente le atacó con unos nunchakus, a lo cual Bullseye respondió arrojándose hacia adelante para dejarle sin rango de maniobra, sujetándole con fuerza las muñecas y retorciéndoselas para hacerle soltar el arma. Otro se acercó por el lateral y consiguió asestarle un puñetazo certero, pero él, lejos de amilanarse, se deshizo del primer guerrero con una maniobra de torsión de la muñeca que le obligó a descender la cabeza, golpeándole brutalmente con la rodilla en el mentón para, acto seguido, enarbolar los nunchakus para golpear en la cabeza al que había conseguido acertarle. El tipo tenía un cuchillo que Bullseye arrojó directamente sobre el asesino que venía detrás, acertándole en la cara.

Pasando por encima de los cuerpos caídos se zambulló de pleno en la marea de asesinos, golpeando al siguiente con un Shotei Uchi alto de la mano izquierda a la mandíbula mientras con la derecha descargaba el nunchaku contra el de al lado, abriéndose camino cual Moisés sangriento hacia la escalera por la que había visto aparecer a los asesinos. Venían más de frente, vestidos con ropajes ninja, y, al verlos, esbozó una sonrisa salvaje.

- ¡Al fin! -exclamó, pletórico-. Después de toda la noche masacrando incompetentes empezaba a aburrirme. ¡Ya iba siendo hora de una pelea de verdad!

Lanzó un tenedor que se clavó con mortal precisión en la frente del primer ninja, y al segundo le atravesó la mandíbula con la mano izquierda utilizando un cuchillo que había sustraído de uno de los cadáveres al tiempo que con la derecha hacía un barrido de abajo arriba con el nunchaku golpeando a otro en la barbilla.

- Bueno, ¿y qué se supone que sois vosotros? -inquirió, enlazando el brazo derecho en torno al cuello de uno de los ninjas y utilizándolo para propulsarse hacia arriba, haciéndolo caer hacia abajo por los escalones con la inercia-. ¿Finalmente La Mano ha aprendido que el rojo es un color poco discreto? ¿O sólo sois imitadores?

Al descender en su salto aplastó la cabeza de otro de los ninjas, partiéndole el cuello contra el borde de uno de los escalones mientras descargaba golpes a diestra y siniestra con el nunchaku, haciendo rodar enemigos escaleras abajo sin dejar de abrirse camino.

- No... No sois de La Mano... ¡Vosotros tenéis la decencia de no convertiros en humo mientras os mato! -exclamó, atravesando las costillas de otro de los guerreros con el cuchillo sin poder evitar un estremecimiento de placer al notar el roce contra el hueso, algo que siempre echaba de menos cuando peleaba contra los cobardes de La Mano.

Con un hábil movimiento bloqueó el brazo de un ninja que le atacaba con una Wakizashi, torciéndole la muñeca hasta que la soltó y atravesándole con ella en el esternón, pegándole una patada que le hizo caer encima de los compañeros que aguardaban abajo, derribándolos por los últimos escalones. Bullseye, que había mantenido su agarre sobre la Wakizashi, saltó por encima de los cuerpos derribados ensartando al guerrero que quedaba en pie contra la gruesa puerta de madera del fondo. Acto seguido se volvió, lanzando un ataque que enroscó la cadena del nunchaku en torno al cuello de uno de los ninjas que se acababa de levantar, atrayéndolo contra sí y poniéndolo justo en el camino de la katana de otro, al que asestó una patada en la cara antes de partirle la cabeza con el nunchaku. Cuando el último adversario se dirigía hacia él, giró sobre sí mismo y, en un único movimiento, desclavó la Wakizashi de la puerta y realizó un corte horizontal, segándole la garganta.

Cuando finalmente se detuvo ante las enormes puertas estaba completamente cubierto de sangre de la cabeza a los pies, y prácticamente ninguna era suya. Apartando con el pie el cadáver que había quedado pegado a la madera, empujó la hoja para abrirse paso, no sin antes recuperar la katana para complementar la Wakizashi. Así armado, con las dos hojas extendidas y goteando sangre, traspasó el umbral.

Al otro lado le aguardaba una caverna enorme, completamente a oscuras, tan sólo iluminada por la singular fosforescencia que irradiaba un extraño pozo de aguas esmeralda. La inmensa sala estaba desierta... salvo por una hermosa mujer armada con una hoja similar a la suya. Al fondo, el asesino pudo reconocer al viejo que había salido del despacho del jefe justo cuando entraba él... Las conexiones se formaron rápidamente en su cerebro, pero la mujer se abalanzó sobre él antes de que pudiera realmente llegar a procesarlas. Bullseye giró sobre sí mismo, pivotando con gran agilidad para evitar el ataque de la katana al tiempo que él mismo descargaba su propia hoja, que entrechocó con la de la mujer con un sonido metálico. Bullseye atacó con la Wakizashi, pero ella se apartó con unos reflejos que nada tenían que envidiar a los suyos, esquivando sus ataques con una facilidad que casi le hacían parecer torpe. Ella lanzó un ataque mortal a su cabeza que él evitó doblándose ágilmente hacia atrás, ocasión que aprovechó para realizar varias volteretas y piruetas que le alejaran de la mujer.

- Eres directa, cariño; ¿No vas a invitarme a una copa o algo antes? -bromeó, arrojando el cuchillo que había sustraído durante la pelea anterior directamente a su cuello. Sin embargo, para su sorpresa, la mujer se apartó con tal rapidez que el cuchillo ni siquiera llegó a rozar su nívea piel.

- Te cortaré la lengua -profirió lanzándose hacia él con un tajo ascendente que de nuevo evitó dando varios saltos hacia atrás, buscando los relieves de la caverna para situarse lejos de su alcance.

- He visto muchos fetiches extraños aquí ésta noche, pero ése sin duda se lleva la palma -se burló, dando un elegante salto que le separó aún más de su adversaria al tiempo que se llevaba la mano al bolsillo trasero del cinturón para extraer su famosa baraja de cartas, arrojándolas en mitad de la pirueta en su dirección.

No sabía cómo había sido capaz de esquivar su primer lanzamiento... Pero nadie podría esquivar toda una baraja de cuchillas.

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MensajeTema: Re: Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]   Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019] Icon_minitime23rd Junio 2021, 00:08




Aquel póker de muerte se acercaba a Shiva a con una velocidad sorprendente. Con el tiempo justo para retomar la posición adoptó un sencillo Chudan no Kamae, tratando de no dejar hueco en su guardia para ataques inesperados. Pese a no tener mayores problemas para bloquear con un rápido tajo los primeros proyectiles, se sorprendió de la contundencia del impacto contra su acero. Casi pareciera que estaba desviando cuchillas en vez de simples naipes. La lluvia de cartas no cesaba, y la maestra asesina debía hacer uso de toda su concentración para no recibir ninguno de los veloces impactos que venían hacia ella en todas direcciones. Con los primeros bloqueos había sido capaz de hacer gala de su habilidad, cortando a la mitad los naipes por el canto, pero ahora se limitaba a desviarlos, cayendo éstos en sus laterales como las caducas hojas otoñales descienden de un árbol. Mientras tanto, su oponente iba tomando distancia de ella, lo que no reducía ni un ápice la cadencia en el tiro de Bullseye, quien no tenía más que ampliar la potencia de cada lanzamiento para salvar con velocidad la nueva separación con su contendiente. Shiva, que era ella misma una experta en el uso de armas arrojadizas, se maravilló calculando el grado de maestría necesario para llevar a cabo ese tipo de tiro usando armas tan peculiares.

Aquello no le gustaba. Estaba dejando que su oponente llevase el ritmo del combate y no era esa la forma en que acostumbraba a pelear. Shiva era agresiva y rotunda, rápida como una serpiente y contundente como el zarpazo de un león. Debía cambiar el juego para poder desplegar su habilidad. Decidió hacer un súbito avance con las piernas, manteniendo en todo momento la posición, sin perder la firmeza que la postura defensiva le proporcionaba. Pronto descubrió que no podría reducir distancia con un avance lento. Aunque era perfectamente capaz de seguir bloqueando los proyectiles de esa forma, jamás podría recortar la distancia suficiente. Su oponente no parecía tener problema para seguir con sus lanzamientos mientras retrocedía, para él atacar de esa forma parecía tan fácil y natural como respirar. Debía arriesgarse a derramar un poco de sangre propia si quería también hacerlo con la ajena.

- ¿Qué pasa cariño?- se jactó el asesino- ¿Te cuesta seguir el ritmo?

Shiva inició una rápida carrera, katana en ristre, mientras se apuraba por seguir bloqueando los impactos de Bullseye. Por desgracia, aunque su cerebro fuese capaz de procesar perfectamente la trayectoria de los proyectiles, se perdía tiempo hasta ejecutar la maniobra defensiva, tiempo que el asesino no estaba dispuesto a darle. Fue capaz de rechazar cuatro cartas asesinas, pero tres de ellas impactaron con la fuerza de una bala contra sus dos hombros y muslo izquierdo. No hizo caso del dolor, estaba más que entrenada para soportarlo, y continuó su irrefrenable avance hasta tener al rival al alcance de su espada.

El primer tajo vertical descendió contra un martillo contra Bullseye, quien contó con el tiempo justo para reaccionar y bloquearlo con su propia hoja. La fuerza del impacto desequilibró un poco al asesino, que se vio forzado a realizar el bloqueo con una sola mano debido a la rapidez del golpe.

Shiva no tenía intención de alargar el encuentro más de lo necesario. Cualquier apertura que dejase a Bullseye le serviría para tomar distancia y seguir arponeándola con sus incesantes andanadas. Más preocupada por la rapidez que por el estilo, siguió lanzando potentes tajos contra su rival, atosigándolo, obligándolo a mantener la actitud reactiva de la que ella había conseguido desprenderse hacía tan sólo unos instantes, tratando de llevar a su terreno a aquella mortífera pareja de baile.

Los bloqueos de Bullseye eran toscos, aunque era obvio que estaba entrenado en combate. Sin embargo, la rapidez de Shiva no le permitía ejecutar la defensa con profesionalidad. El tiempo para la reacción era demasiado corto y cada embate debía ser rechazado más a fuerza de improvisación que de técnica.

- Harías bien en tirar tu espada- bufó Shiva, mucho más cómoda en esa situación- Está claro que no sabes usarla.

Cuando Bullseye tuvo una pequeña apertura en el incesante ataque de Shiva, pudo echar mano del Wakizashi para ayudarse en el intercambio de estocadas. Mientras Shiva le aguijoneaba con su espada, Bullseye podría bloquear con la larga y tratar de asestarle algún tajo con la corta.

Adoptando un improvisado y muy libre Gyaky Nito, Bullseye miró a los ojos de su contendiente y esbozó una risa chulesca.

- Tranquila guapa, esto sólo eran los preliminares.

Ahora fue Bullseye quien tomó la iniciativa del combate cuerpo a cuerpo, buscando el hueco en la férrea defensa de Shiva. Era considerablemente rápido, pero nada que la maestra de la Liga no hubiese enfrentado antes. Los golpes eran originales y sorprendentes, sin seguir ningún patrón propio de alguna disciplina concreta. La asesina constató que, pese a lo impredecible de los golpes, se ejecutaban con una precisión admirable, buscando siempre le mayor daño. Tras una sorprendente esquiva, agachada como un jaguar, Shiva aprovechó el impulso y ejecutó con su palma un Shotei Uchi ascendente contra la barbilla de Bullseye, al que siguió un rápido corte horizontal con la Katana que el otro esquivó a duras penas.

- Me haré un collar con tus dientes, bastardo sin honor.

La ira de Bullseye no se hizo esperar y descargó un potente tajo descendente con ambas hojas. Shiva sonrió divertida, pues su golpe había conseguido el efecto esperado. Cegado por la rabia, Bullseye no estaba prestando la atención suficiente al juego de pies. Bloqueando ambas hojas con la suya propia, descargó una patada frontal con la planta del pié, hundiendo su bota en el esternón de Bullseye y alejándolo unos metros de ella.

El hecho de que no hubiese caído por ese golpe hablaba bastante bien de la resistencia y tolerancia al castigo físico de ese hombre. Bullseye recuperó el aliento y, escupiendo un poco de sangre, miró a Shiva con una extraña mueca lasciva.

- Muy bien guapa… muy bien. Eres CASI tan buena como ella.

- Eres un demente- bufó ella asqueada.

- Dijo la extra de una peli de Bruce Lee…- Shiva no iba a tolerar más insolencias. Rápidamente avanzó para asestar una estocada viperina contra Bullseye. Sin embargo, la conversación parecía haberle hecho perder la concentración más de lo que imaginaba. La carta pasó veloz como una bala junto a su mejilla, sin apenas tiempo de reacción para apartarse ¿Cómo había sido capaz de dar tanta potencia al lanzamiento a una distancia tan corta? Aturdida por la sorpresa, Shiva se acercó la mano a la cara. Estaba sangrando…- Eso ha sido un besito en la mejilla. Los próximos te los daré en partes mucho más… interesantes…

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MensajeTema: Re: Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]   Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019] Icon_minitime29th Junio 2021, 01:29

Aprovechando el momento de distracción se arrojó sobre ella para tratar de apuñalarla en la cara con el wakizashi, pero ella se revolvió como una serpiente, capturando su muñeca y retorciéndosela para hacerle soltar la hoja. Él respondió a la presión de la llave, pero de alguna manera inexplicable el impulso que le dio a la cuchilla al soltarla terminó haciendo un corte de refilón en la blanca piel del brazo de la asesina, obligándola a liberarle por reflejo. Bullseye recogió el wakizashi mientras caía, y cruzó ambas hojas formando una "X" para bloquear la siguiente patada dirigida a su rostro, saltando nuevamente hacia atrás y utilizando los relieves de la caverna para impulsarse nuevamente hacia la mujer, que bloqueó a su vez su ataque con la katana, arrojándose hacia adelante con la intención de acorralarle contra la pared. Bullseye esquivó el tajo saltando por encima de ella hasta situarse a la espalda, evitando así la maniobra de ella y atacándola acto seguido con la katana, logrando abrir una línea de sangre perfecta entre sus omóplatos. Ella se volvió, furiosa, con una patada circular que le acertó de lleno en el lateral de la cara, haciéndole soltar la katana y tirándole al suelo. Antes de que se pudiera incorporar, se lanzó sobre él con un tajo descendente que bloqueó a duras penas con el wakizashi, pero sabía que no podría mantener mucho tiempo la presión en aquella posición desventajosa.

Y, entonces, se acordó.

El abrecartas. El puto abrecartas del jefe. No se había deshecho de él antes de entrar en la mansión porque, técnicamente, no debería de haber contado como un arma en un posible cacheo.

- Guapa... si querías darme un beso podrías pedírmelo directamente -le sonrió, burlón, tratando de sacarla de quicio para que no notara cómo con la izquierda echaba mano al compartimento de su cinturón donde lo había escondido-. Podrías haberte ahorrado toda la molestia...


La hoja plateada se clavó profundamente en el costado de la mujer, haciéndole aflojar la presa lo suficiente como para que pudiera rodar sobre sí mismo y salir de debajo de ella, distanciándose el máximo posible con una pirueta.

Bullseye nunca había tenido problemas para admitir cuándo alguien era mejor que él (aunque jamás nadie le vería hacerlo en voz alta). Por lo general, se lo tomaba como un reto, un obstáculo que afrontar para incrementar el estatus de su reputación. Después de todo, ¿qué mérito tenía vencer a quien era menos hábil que tú? Eso podía hacerlo cualquiera, pero a él no le iban las cosas sencillas, no. Él siempre tenía que escoger el camino más difícil.

El cuernecitos era bueno, muy bueno. Llegaba casi, casi, al punto de superarle, razón por la cual disfrutaba tanto las peleas con él. Sí, el diablo poseía una técnica bastante más depurada, pero el asesino compensaba con una mayor efectividad en el combate a distancia, que alternaba con el contacto cuerpo a cuerpo para incrementar su ventaja, logrando que sus enfrentamientos estuvieran, por lo general, bastante equilibrados. Nunca había una seguridad absoluta acerca de quién vencería cada vez que se enfrentaban; a veces era uno, y a veces el otro, lo cual contribuía a darle mayor excitación a unos encuentros que él disfrutaba muchísimo. De hecho, Bullseye estaba prácticamente seguro de que, si no fuera por su maldito radar, habría podido matarle hace mucho.

En cambio, la única persona que podía afirmar con total rotundidad que era infinitamente mejor que él, era Elektra. La primera vez había podido vencerla porque ella no le conocía y no había podido anticipar la letalidad de sus lanzamientos aparentemente inocuos, lo que le había permitido pillarla por sorpresa. Además, sospechaba que no tenía la cabeza puesta en el combate cuando se habían enfrentado. Pero... ¿él en su mejor estado y ella en el suyo? ¿Al cien por cien? Le habría vencido cada día de la semana y dos veces los domingos. Por eso se había obsesionado tanto con ella. Por eso necesitaba vencerla de nuevo para demostrar a todos que era el mejor.

Lo de Rojo era... simple diversión. Bueno, de acuerdo, también había algo personal entre ambos, pero hacía bastante tiempo que no tenía ya verdaderas intenciones de matarle. De lo contrario, hace mucho que estaría criando malvas. En cambio, Elektra... No había conocido nunca a nadie como ella...

Hasta ahora.

Aquella zorra era casi, casi, tan buena como Elektra... Puede que estuvieran, incluso, a la misma altura. De hecho, podía muy bien ser la mejor combatiente que se había encontrado hasta el momento. La asiática parecía mejor en combate cuerpo a cuerpo, pero Elektra contaba con su brujería ninja, lo cual equilibraría las cosas. Trató de imaginar cuál de las dos ganaría si se enfrentaran directamente, pero encontró el pensamiento demasiado... "entretenido" y arriesgado en mitad del combate, así que decidió aparcarlo por el momento y tal vez recuperarlo más tarde... cuando estuviera a solas. Aquella pelea no estaba yendo a ningún lado, y, para ser honestos, veía poco probable derrotarla con la información de la que disponía. Necesitaba estudiarla bien, informarse sobre ella, memorizar sus movimientos para poder anticiparlos, conocer sus tácticas y estilos de combate, averiguar dónde y cómo vivía, qué comía, con quién follaba y hasta la marca de champú que utilizaba. Necesitaba averiguarlo todo sobre ella, entrenar y prepararse a consciencia. Sólo así conseguiría superarla y coronarse como el mejor asesino del mundo.

Además, el pobre viejo llevaba todo el combate tratando desesperadamente de impulsar la silla de ruedas hacia la salida, y, poco a poco, se estaba acercando.

- Mira, muñeca... -comentó, manteniendo una posición defensiva con las dos armas-. Estoy disfrutando mucho ésto, y me encantaría retomarlo donde lo dejamos otro día, pero se está haciendo tarde y tengo que ir a recoger a los niños a casa de mi ex. Así que, mejor vamos acabando.

En un movimiento fluido arrojó el wakizashi, que pasó volando a bastante distancia del rostro de la asesina, que bufó con desprecio.

- Veo que los rumores acerca de tu reputación eran infundados -dijo, arrojando al suelo el abrecartas manchado de sangre-. Tenía entendido que no fallabas nunca.

- Y no te equivocas, preciosa. No te equivocas -replicó él, burlón, echando a correr hacia la salida por la que había entrado-. ¡Chaíto! ¡No te preocupes, que tengo tu teléfono! ¡Te llamaré!

El impacto de algo metálico y pesado resonando contra la roca de la caverna hizo girarse a la mujer... para encontrar a Leo Stracci tirado en el suelo con el filo del wakizashi profundamente alojado en su cráneo y la silla de ruedas volcada, los ojos sin vida vueltos sin ver hacia el techo en sombras.

* * * *

De vuelta en la Gran Manzana, Bullseye se sentó en el borde de la terraza de un rascacielos, con las piernas colgando por fuera, a observar la salida del sol y sacó el teléfono que le había dado Fisk.

Estaba hecho polvo. No sólo por la pelea con la mujer ninja, sino porque llevaba, literalmente, toda la noche danzando de aquí para allá, luchando, interrogando, investigando... Los huesos puede que estuvieran recubiertos de adamántium, pero los músculos los sentía agarrotados. Iba a necesitar dormir doce horas seguidas, por lo menos.

Cuando Wesley respondió al teléfono, le puso al corriente de todo.

- Hey, Wes... Sé lo mucho que odia el jefe que le manche de sangre la alfombra, así que dile que me voy a casa a ducharme y dormir un poco y volveré a informarle de todo en persona cuando esté más presentable.

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MensajeTema: Re: Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019]   Ojos Bien Cerrados (Wilson Fisk y Bullseye) [02-02-2019] Icon_minitime6th Julio 2021, 03:09



- ¿Entiendo, dadas sus palabras, que el trabajo se ha completado sin mayores inconvenientes?- preguntó Wesley con la total certeza de que así había sido. En cualquier caso, cuando se trataba con un hombre tan sumamente impredecible como Bullseye, no estaba de más una doble confirmación.

- Sí, ha sido coser y cantar. Sólo he tenido que masacrar unos cuantos ninjas- respondió el asesino al otro lado de la línea. Wesley había visto y escuchado muchas cosas a lo largo de su trayectoria como asistente de Wilson Fisk, sin embargo, la naturalidad con que aquel hombre trataba los temas más escabrosos e inverosímiles aún le sorprendía.

- Nada a lo que no esté acostumbrado, desde luego- apuntilló Wesley en el tono más neutro que consiguió proyectar.

- Estos no eran los de siempre. Tenían la decencia de vestir como se supone que deben vestir los ninjas, de negro, no como si fueran atracciones de feria, y no se deshacían en polvo al matarlos- Bullseye se refería, obviamente, a los ninjas de la Mano. La relación del señor Fisk con aquella organización había sido tirante a lo largo de los años y sus intereses chocaban casi con la misma frecuencia con que coincidían- Díselo al jefe, porque creo hay jugadores nuevos en el tablero- tanto Wesley como Fisk ya sabían aquello. La misión había sido más una confirmación o, podría decirse, una jugada preventiva que un verdadero acto de investigación- Gente incriminada en negocios de extorsión de ricachones…. Y no vas a adivinar quién estaba allí – Bullseye esperó un momento para comprobar si la mano derecha de Fisk le preguntaba pero, al ver que no, emitió un suspiro- Joder Wes, estás muerto en vida, colega. No se puede tener ni un poco de emoción contigo. El viejo de la silla de ruedas que estaba hoy con el jefe. El que me crucé al entrar. Dile al jefe que espero que no le tuviera mucho cariño porque ahora mismo está criando malvas. No he llegado a averiguar el nombre de esa organización, ni quién es su líder… Pero pienso averiguarlo muy pronto.

- Muy bien, informaré al Sr. Fisk de sus hallazgos- respondió rápidamente Wesley- Recibirá el pago por los medios acostumbrados.

- Como siempre, un placer Wes.

Wesley apagó rápidamente el teléfono móvil y, tras ajustarse nervioso la corbata, se giró hacia su jefe. Wilson Fisk no había dormido nada aquella noche, aunque nadie que lo conociese lo bastante (un grupo bastante poco numeroso de personas) se atrevería a aventurar que se debía a la ansiedad o el nerviosismo. Su capacidad para tomar decisiones y mantener la calma bajo presión era una de las muchas cualidades que habían convertido al Kingpin del crimen en lo que era. Su figura quedaba completamente en sombra, inalcanzable para la tenue luz de la madrugada que comenzaba a filtrarse por los entrecerrados ventanales de la estancia.

- Parece que la misión del señor Bullseye ha sido todo un éxito- dijo Wesley con parsimonia.

Fisk no pronunció una sola palabra. Su rostro, oculto por las entrelazadas manazas, no daba muestra de sentimiento alguno. Wesley permaneció en silencio, observando la gran sombra de su empleador con extrañeza. Se abstuvo de hacer ningún otro comentario, pues pocas cosas deseaba menos que perturbar las reflexiones de Wilson Fisk. Finalmente, el rey de la torre se decidió a dar una orden a su lacayo.

- Puedes retirarte Wesley- dijo con un hilo de voz- Te haré saber si necesito algo más de ti.

Algo confuso, el ayudante cruzó las manos tras la espalda y, con un delicado asentimiento, se dispuso a abandonar la sala.

Tras la partida de Wesley la estancia quedó en completo silencio, sin más indicio de vida en la misma que la fuerte pero regular respiración de Wilson Fisk. El empresario calculó mentalmente el tiempo necesario para que su consejero hubiese abandonado el edificio y, con total tranquilidad comenzó a hablar en dirección a una de las inmensas columnas de sombra proyectadas contra el suelo del edificio por acción de la tímida luz matutina.



- ¿Quiere beber algo?- preguntó Fisk al aire- Perdone la tardanza en el ofrecimiento. Espero que no lo tome como una descortesía, pero tenía que concluir unos asuntos.

Una imponente figura surgió de las sombras, avanzando lentamente, casi parecía que ni tocase el suelo por el que pasaba. Se colocó frente a Wilson Fisk y, aunque éste le ofreció asiento, no lo aceptó, prefiriendo quedarse de pié. Tras unos segundos de tenso escrutinio mutuo, el misterioso hombre habló con una voz suave y autoritaria, con la lentitud y confianza de quien está acostumbrado a no levantar la voz para ser obedecido o temido.

- ¿Desde cuándo sabe que estoy aquí?- preguntó el hombre con una media sonrisa.

- Desde hace tiempo- dijo Wilson Fisk mientras se levantaba con parsimonia para servirse una copa de Whisky. El otro hombre, pese a no parecer alarmado, no quitaba ojo de los movimientos de Fisk. Mientras vertía el líquido del decantador a la copa, volvió a hacer un gesto de ofrecimiento a su misterioso visitante quien volvió a rechazarlo con un sutil gesto. Parecía evidente que aquel extraño invitado no estaba acostumbrado a repetir las cosas más de una vez lo que, por el momento, a Fisk le producía un pequeño placer infantil.

- Y, sin embargo, no ha alertado a su guardia- continuó el extraño- No le tenía por un hombre confiado, señor Fisk.

- No lo soy, se lo aseguro- contestó Kingpin mientras, haciendo uso de unas pequeñas pinzas, añadía cuidadosamente un par de hielos a su bebida- Sé que usted es sobradamente capaz de adentrarse en esta habitación y permanecer en ella sin ser advertido. Si yo me he dado cuenta de su presencia es porque usted lo ha permitido y, si me quisiese muerto, sospecho que ya lo estaría. En cualquier caso, si alertase ahora a mis guardias no creo que eso supusiese alguna diferencia ¿Verdad?

- Probablemente no- contestó.

- Eso, sumado al hecho de que se ha presentado solo, me hace pensar que no se ha tomado la molestia de venir hasta aquí con el objeto de privarme de mi vida.

- ¿Y a qué piensa que he venido?- respondió intrigado su anónimo interlocutor.

- Supongo que a hablar- dijo Fisk mientras, agitando con delicadeza su vaso, volvía a tomar asiento- A hablar de cosas que no conviene que Wesley escuche.

- ¿Es por eso que se ha librado de su siervo?- sonrió el invitado mientras, ahora sí, aceptaba el ofrecimiento de Fisk y tomaba asiento frente a él.

- Un término un tanto arcaico ¿No le parece?

- No me gustan los eufemismos- despachó el otro con rapidez- En cualquier caso, tiene razón.

- ¿En qué?- preguntó Fisk fingiendo un interés que estaba lejos de sentir.

- En que si le quisiese muerto ya lo estaría- dijo con la misma naturalidad con la que se habla del clima.

- Es curioso- dijo el empresario sonriendo- En mi opinión, yo tengo muchas más razones para quererle muerto a usted.

- Tiene razones- contestó el otro acomodándose- Lo que no implica que tenga la capacidad.

- ¿Eso cree?- siguió Fisk dando un sorbo de whisky- Creo que en eso está equivocado. Los hombres como usted, que han visto tanto, tienen la tendencia a creer que ya lo han visto todo e infravaloran a los demás. En el futuro le recomiendo que no dé nada por sentado.

- ¿Eso es una amenaza?- dijo el misterioso hombre con lentitud, saboreando cada sílaba.

- Tómelo como un consejo- respondió Fisk con una frialdad equivalente- No parece de los que tropiezan dos veces con la misma piedra. Ha cometido el error de pensar que trataba con uno de esos zafios mafiosillos que acostumbra a frecuentar en Gotham. Como ha podido constatar, soy muy diferente a todos ellos.

- ¿Eso piensa?- respondió el otro burlón- Sus métodos no parecen tan distintos a los suyos. Le ha soltado la correa a ese perro suyo para que se pasee por ahí como un elefante en una cacharrería, anunciando a bombo y platillo quién estaba detrás de sus pueriles exhibiciones ¿Qué era eso? ¿Una demostración de fuerza? Lamento decirle que no estoy impresionado. Si de verdad fuese tan distinto de esos hombres que tanto desprecia no habría soltado sin ningún decoro a ese demente contra mí. Todo el mundo sabe a quién debe Bullseye sus lealtades.

- Todo el mundo lo sabe y, sin embargo, aquí sigo. Sentado en mi oficina, bebiendo tranquilamente y hablando con uno de los hombres más peligrosos del mundo sin miedo a perder mi vida o mi libertad- añadió Fisk cortante- Usted da por hecho que cualquiera que se inmiscuya en sus asuntos debe protegerse con el anonimato por temor a las represalias. Mandé a Bullseye deliberadamente por el mismo motivo por el que usted me ha dejado saber de su presencia en esta sala. Mandé a Bullseye porque quiero que sepa que estoy al tanto de lo que ha estado haciendo a mis espaldas. Mandé a Bullseye porque, a diferencia de esos hombres con los que me compara, yo no necesito protegerme con el anonimato.

- ¿Es que no teme a las represalias?

- Contéstese usted mismo- dijo Fisk despreocupado mientras se acercaba de nuevo la copa a los labios.

- Que decepción- masculló el otro mientras se acariciaba la barba con sus largos dedos- Empezaba a tomarle por un hombre inteligente.

- Veo que duda de mi inteligencia. Sin embargo ha sido usted quien asesinó a un juez que se encontraba bajo mi protección, urdió esa burda red de extorsión y pensó que sería capaz de utilizar a ese vejestorio inútil de Stracci para suplantarme sin que yo me diese cuenta. En este caso fue usted quien se sirvió del anonimato y no al contrario- Fisk sonrió- ¿Es que temía las represalias?

- Tengo planes para esta ciudad- respondió el otro secamente.

- Permítame que le corrija. Tiene planes para MI ciudad, planes en los que tendrá la bondad de incluirme en el futuro o, al menos, procurará que no interfieran con los míos.

- ¿O qué?- respondió el hombre con altanería.

- O será la guerra.

Ambos se quedaron unos tensos segundos en silencio. El sol había subido lo bastante como para que el rostro del visitante quedase parcialmente iluminado por el alba. Sus angulosas facciones daban forma a una marmolea expresión de la que era difícil deducir un sentimiento. De sus gélidos ojos hundidos era imposible extraer un pensamiento. Fisk, por su parte, posó la copa sobre su escritorio y cruzó las manos sin apartar la vista.

- Eso ha sido bastante osado- se decidió por fin a responder el invitado.

- Creía que no le gustaban los eufemismos…- añadió Fisk.

- Ha tenido la bondad de darme varios consejos en esta breve conversación- dijo el misterioso hombre mientras se levantaba con elegancia- Permítame darle uno. Las palabras de guerra se convierten fácilmente en actos de guerra. Si valorase iniciarlos, recuerde que si todavía respira es porque yo así lo quiero. Llevo suficiente tiempo caminando por este mundo para saber que la historia no reserva un buen final a los orgullosos. Tal vez piense que iniciar una guerra conmigo me supondría una amenaza. Se lo aseguro, no sería…

- Más que un mero contratiempo- terminó Fisk reconociendo sus propias palabras en su interlocutor.

El extraño visitante esbozó una nueva sonrisa y encaró la puerta para abandonar la estancia. Fisk no movió ni un músculo mientras lo hacía, sorprendiéndose cuando, a escasos metros de la salida, el hombre detuvo su avance y se giró hacia él.

- Es extraño- dijo con el volumen suficiente como para que Fisk le escuchase.

- ¿El qué?

- Conocer a un hombre a la altura de su reputación- sentenció el otro para, finalmente, abandonar la estancia acompañado por el mismo silencio con que había entrado.

- El sentimiento es mutuo- masculló Fisk para sí mismo.

Si algo estaba claro, es que el dueño de la torre Fisk no podría pegar ojo esa madrugada. No lo necesitaba o, al menos, eso creía. Su cerebro estaba demasiado activo como para abandonarse a un sueño reparador. Demasiado en lo que discurrir, tanto que planear… ¿Qué había sido esa conversación? ¿Había evitado un furibundo estallido de violencia en su ciudad o solamente había postergado la inminente colisión? Solo el futuro lo diría…

Al fin y al cabo… ¿Quién sabe lo que pasa por la Cabeza del Demonio?

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