Step carefully, a Dream lies here (Loki)

Hace mucho, mucho tiempo, Odín soñó con un Árbol.

Soñó con él tal y como lo había visto en la vigilia, antes de perder el sentido: un fresno que nunca se marchitaba; cuyas raíces se alzaban hacia arriba, mientras sus ramas se desplegaban hacia abajo. ¿O era él quien colgaba por los pies, con el pecho atravesado por Gungnír, su propia lanza; viendo cómo la sangre caía, gota a gota, por delante de su único ojo?

En aquel Sueño, Odín lo había visto todo. Los Nueve Reinos; su auge y su caída. Su propio nacimiento, en los albores del mundo. Su muerte venidera: asesinado y devorado por el lobo Fenris, el día del Ragnarök.

Y había visto las Runas. Tras nueve días y nueve noches las había comprendido, por fin. Estaban en todas partes; grabadas en la corteza del fresno, entrelazadas en las ramas; escritas en el suelo bajo su cabeza, en el cielo sobre sus pies.

Siempre habían estado allí. Eran la realidad. El lenguaje con el que estaba escrito el Universo.  

¿Cómo no las había visto antes?






Hay un lugar donde nacen los Dioses. Un lugar al que vienen a morir, cuando hasta el último mortal que los adoraba los ha olvidado. Un Reino que no está gobernado por un Dios, ni por un hombre.

Hay un País que no tiene una única forma; un cajón de arena a modelar. Allí, puedes alzar altas torres y después derribarlas. Puedes caminar por jardines que se extienden hasta el horizonte. Puedes compartir la mesa de los poderosos, beber de la piel de tus amantes. Eres, a la vez, huésped y creador de tu propio sueño.

Pero, cuando despiertas, el sueño se desvanece; las fortalezas caen, la arena se dispersa. Sólo eres un arquitecto efímero. Un pasajero.

No todos los muertos que habitan en el Sueño son dioses, claro. Algunos fueron humanos, como Matthew Cable. No muchos podrían decirlo, claro; a simple vista, no es más que un cuervo enorme, negro como el carbón. Pero, cuando abre el pico…  

Bueno, tal vez deberías juzgarlo por ti mismo.


¿Cuántos hay, Matthew?

Morfeo, Señor del Sueño, planeaba sobre sus dominios como un enorme insecto. Su capa negra, ribeteada con llamas rojas y ambarinas, aleteaba a su alrededor. Su pálido rostro se ocultaba tras un yelmo, forjado por el mismo Sueño hacía eones, usando la calavera y la columna vertebral de un dios. El cuervo volaba a su lado, aleteando furiosamente para mantener su ritmo.

- Montones de ellos. Unos trescientos. - graznó Matthew, en tono preocupado.

¿De dónde vienen?

- De Asgard. Al menos, de uno de los muchos Asgards. - fue la réplica del cuervo.

¿Soñadores?, inquirió Morfeo.

- No, Jefe. Son... refugiados.

Refugiados..., repitió Sueño, pensativo.

- Ahí están. - señaló Matthew, iniciando el descenso.

Oculto tras su máscara, Morfeo frunció el ceño y descendió también, rodeando el inmenso tronco al hacerlo. Conocía aquella parcela de su Reino, y conocía al que la había soñado. Conocía el Árbol Invertido; el fresno cuyas raíces se alzaban como ramas; cuyas ramas se hundían como raíces. Era el reflejo del verdadero Árbol de la Vida, Yggdrassil; y señalaba la entrada al refugio de un Dios.

Al igual que Morfeo, él tenía muchos nombres: Vagabundo. Hangatyr. Grimnir. Dios Cuervo. Un Ojo. Wafuðr. Wotan… Padre de Todos.

El Sueño de Odín, musitó el Eterno, antes de tocar el suelo.


Pronto resultó evidente que Odín no estaba allí.

Los refugiados eran hombres, mujeres y niños; todos marcados por la guerra. Una guerra en la vigilia, entre dioses y demonios. Sus heridas todavía no habían sanado.

Ante ellos, Sueño había cambiado de forma. Era una figura alta y delgada, envuelta en una larga capa que parecía arrancada de la misma noche; entre sus pliegues brillaban estrellas lejanas. Draum-Njörun, la llamaban. Njörun del Sueño.

Cuando preguntó quién estaba al mando, los ancianos intercambiaron miradas nerviosas. Finalmente, uno de ellos dio un paso adelante. La batalla le había marcado el rostro y le había arrancado un brazo; las canas volvían plateado el cabello que una vez había sido pelirrojo, a juzgar por los últimos restos cobrizos en su barba. Se llamaba Eínarr.

- Nadie nos dirige ahora, Draum-Njörun - dijo, despacio - Las Puertas de Asgard están cerradas para nosotros.  

¿Dónde está Odín?

Hubo un tenso silencio.

- Odín nos ha abandonado - dijo, al fin, el anciano.

Los ojos de Morfeo se estrecharon.

Entonces… ¿Quién os ha traído hasta aquí?, inquirió.  

Un rumor cruzó el pueblo de Asgard, como el susurro del viento entre las hojas.

- Loki abrió el Umbral - respondió finalmente Eínarr.

El silencio más absoluto acogió sus palabras.

Loki.

Morfeo lo conocía por aquel nombre, y por muchos otros.

Loki el Embaucador. El Herrero Mentiroso. El Cambiaformas. Loki Lengua de Plata. Dios Astuto, Viajero del Cielo, Mago de las Mentiras. Dios de las Travesuras. Dios de la Mala Suerte. Dios del Caos.  

No era una buena noticia para el Eterno. Pero tampoco sabía hasta qué punto era mala.

¿Dónde está Loki ahora?, preguntó.

Los Ancianos intercambiaron miradas.

- No lo sabemos - dijo Eínarr - - Pero… podemos llamarlo. - ofreció.

Morfeo lo miró fijamente.

Muy bien. Lo esperaré., dijo, finalmente.

Tras aquellas palabras, Sueño se hizo a un lado. Matthew, que había estado posado en las ramas-raíz del Árbol Invertido mientras hablaban, aleteó hasta aterrizar en su hombro. Algunos asgardianos lo señalaron y murmuraron en voz baja.

Allí, bajo el fresno, los Ancianos se tomaron de las manos. El círculo quedó abierto a la zurda de Eínarr, donde la manga de su túnica caía vacía.

No importaba, mientras todos repitieran la misma palabra.

- ¡Loki! ¡Loki! ¡Loki! - clamaron los Ancianos.  

...Loki... Loki... Loki... - pareció murmurar el Árbol, mecido por la brisa.

Eres un héroe, le dijo el pequeño Thorin, antes de separarse del abrazo de aquel al que consideraba su hermano mayor. El resto de los espectadores, Dalae, su hermano Balder, el pueblo Asgardiano… todos ellos le dedicaron una mirada que jamás había visto antes en sus súbditos. No era terror, ni miedo, ni ira, tal y como estaba acostumbrado. Era amor. Era… agradecimiento.

Las manos del embaucador se aferraron con fuerza al pergamino con el que estaba escribiendo, y la tinta se derramó de pronto hasta teñir el blanco inmaculado de negro azabache. Un color oscuro que parecía engullir a su paso toda la pureza y las imperfecciones del papel. Ahora tendría que volver a empezar de nuevo. Pero el gran hechicero era incapaz de concentrarse con la cabeza llena de pensamientos contradictorios.

— No soy un héroe… Soy Loki, el dios de las mentiras, el portador de caos y oscuridad… — la tinta siguió su curso hasta impregnar gran parte del pergamino.— El que traerá el Ragnarok y provocará la caída de los dioses… — susurró, deslizando sus dedos sobre el pergamino hasta impregnarlos de tinta.— Yo soy… el Loki que arde.

Las yemas de sus dedos empezaron a arder, arrastrando consigo la tinta y el pergamino en un pequeño torbellino flamígero. Las llamas alcanzaron los ojos de Loki, que brillaron con fuerza en aquella fría habitación.

Ese era su papel en el mundo, un destino del que jamás podría escapar. Como un actor aferrándose al único papel que es capaz de interpretar.

Loki deslizó entre sus dedos las cenizas de lo que había sido el pergamino. Cayeron como arena sobre la superficie de piedra, mientras pensaba en lo bien que se había sentido al ser amado por primera vez en mucho tiempo. Al darse cuenta de sus traicioneros pensamientos, rápidamente arrugó su frente.

— Ilusiones, mentiras y engaños. — protestó, totalmente disgustado— Ya fui bueno una vez… y no me trajo más que desgracias...

Esa era la razón por la que Loki prefería el respeto y el temor antes que la admiración o la adoración. El amor era para los débiles y los fracasados. Te hace vacilar ante las decisiones más importantes. Empiezas a anteponer las necesidades de los demás a las tuyas y pierdes. Pierdes la vida. Lo pierdes todo...

Ese era el discurso que siempre le cantaba a su aprendiz. Cuando quieres ser amado y perdonado… todo acaba torciéndose. Te apuñalan por la espalda, te cosen la boca o te lanzan al vacío y te pierdes en el olvido. Y Loki quería ser recordado, aunque fuera únicamente por sus actos malvados.

Pero no pensaba volver a darle ese gusto a nadie. No… él volvería a mentir, a traicionar y a matar… si con eso podía sobrevivir un día más. Aunque todo el mundo le odiara. Aunque en el fondo él deseara haber obtenido otro papel… otra historia…

...Loki... Loki... Loki...

El dios de las mentiras se sobresaltó al escuchar de nuevo aquella voz, tan lejana y tan familiar a la vez. Su vínculo telepático empezó a tirar de él hasta arrancarle de su asiento para observar las calmadas aguas del estanque de adivinación. Alguien le estaba llamando… y era su pueblo.

¿Por qué a él? ¿Por qué no a Thor, Balder o Sif? ¿Es que acaso era una trampa? No, no lo parecía… realmente estaban necesitados y requerían de su presencia. Su querido pueblo Asgariano. La misma gente a la que gobernó durante cuatro largos años antes de que el fenómeno Omega estallara en el cielo y su hermano lo arrojara por el Bifrost.

El sueño de Odín no era un lugar fácil de acceder. No bastaba con abrir un simple portal y cruzar al otro lado. Por suerte, Loki conocía todos los secretos, recovecos, y escondrijos más ocultos de todo Asgard. Era el único capaz de encontrar los desgarros donde sueño y realidad se besaban a escondidas. Muchos de esos atajos los había usado con anterioridad para pasar desapercibido a los ojos de Heimdall mientras realizaba sus travesuras.

Loki se teletransportó a Asgard, todavía infestado de demonios al servicio de Karnilla. Se deslizó entre las sombras y buscó la entrada que abrió al mundo del sueño la última vez que estuvo allí. Al traspasar el umbral, las voces de sus súbditos cesaron en un eco y le miraron. Otra vez… con esos ojos que reflejaban gratitud. El embaucador se acercó a ellos con paso firme y ceño fruncido. Probablemente molesto por volver a tener que lidiar con esa sensación tan extraña a la que llaman agradecimiento. Pues todos los rostros que le observaban parecían muy alegrados de volver a verle.

—¿Qué es lo que ocurre? — inquirió el hechicero, cruzándose de brazos frente al anciano que parecía haber orquestado aquella plegaria.— ¿Por qué se me ha importunado?

Eínarr señaló a la esbelta y delgada figura que descansaba bajo el tronco del árbol de raíces invertidas, y antes de que pudiera darle una explicación, Loki supo al instante quién era aquella hermosa mujer que le esperaba.

—Njörun… la diosa del sueño y la noche en persona... —el embaucador le dedicó una sonrisa afilada mientras le mostraba sus respetos en una leve reverencia—¿A qué se debe este placer?

No era el Dios del Engaño al que esperaba ver. No vestía una capa roja, ni tenía fuego en los cabellos. Y, sin embargo, seguía siendo Loki. O podría decirse que era exactamente Loki.

Algo llamó la atención del Eterno mientras observaba el breve intercambio entre el dios y los Ancianos. El pueblo de Asgard no trataba a Loki con desconfianza. Y aquello sí era extraño, e inesperado. Además de terriblemente estúpido por su parte.  

—Njörun… la diosa del sueño y la noche en persona... —dijo el Embaucador, reparando finalmente en él y aproximándose—. ¿A qué se debe este placer?

Sueño, vistiendo aún la forma de Njörun, separó su espalda del tronco del árbol invertido. El viento hacía susurrar las hojas, como si éstas mantuvieran una conversación secreta. "Loki", seguían murmurando, con una voz tan antigua como los mismos Æsir.  

Encima del hombro de Sueño, Matthew ladeó la cabeza, estudiando al dios de los Asgardianos con evidente interés.

Saludos, Loki Caminante del Cielo, dijo Morfeo.

Sus ojos oscuros recorrieron el semblante de Loki.

Sin duda, sabrás que te encuentras en el Sueño. Y debes de saber también que éste es mi Reino. Todo cuanto hay en él está sometido a mis leyes y a mi voluntad.

Hizo una pausa significativa.

Quizá por eso esperaba que solicitarais permiso antes de traer... refugiados mortales aquí.

La diosa de la noche, de rostro imperturbable y belleza envidiable, se separó del árbol que susurraba ecos pasados y miró al asgardiano de arriba abajo, como si fuera la primera vez que le viera. Incluso el cuervo que descansaba sobre su hombro parecía haberse puesto de acuerdo con su dueño, para analizarle también desde la distancia.

La hermosa criatura atrajo poderosamente su atención. La energía cósmica que aquel ser desprendía era magnética, hipnotizante… casi diría que era inevitable sentirse poderosamente atraído por ella. Era incluso… excitante.

Sin lugar a dudas… aquel iba a ser un encuentro digno de recordar…

Saludos, Loki Caminante del Cielo

Caminante del cielo. Aquello era nuevo. Y le gustaba. Al menos no parecía ser otro de sus motes generados por el odio o la desconfianza.

— Oh, disculpad mis modales, no sabía que se os tenía que pedir permiso… — respondió, con una suave y traviesa sonrisa en los labios.— Incluso cuando se trata de un sueño ajeno ¿No es así? — dijo, tras erguirse de su reverencia, y una de sus cejas realizó un arco perfecto.— Pues tengo entendido que esta parcela de “vuestro reino” pertenece en realidad a Odín, Padre de Todos. —Ahora padre de nadie, pensó para sus adentros. Pues ninguno de sus hijos respetaba ahora al rey tuerto, que había dejado morir a su pueblo mientras lo observaba todo cómodamente desde su trono dorado tras las murallas.— ¿O acaso los soñadores no son dueños de sus propios sueños?

Loki levantó una ceja ante tan dudosa respuesta. ¿Se podía ser dueño de un sueño sin serlo? Y entonces llegó la explicación… igualmente ambigua.

— Es decir… ¿Qué el sueño de Odín se crea cada vez que el viejo tuerto hace una siestecilla… y se vuelve a destruir cuando se despierta?— el embaucador expresó su duda en voz alta mientras cruzaba uno de sus brazos por delante del pecho y llevaba la otra mano en dirección al mentón.—No, eso no tiene ningún sentido… El padre de todos está bien despierto…

¿O acaso no lo estaba? Durante la invasión demoníaca, Odín ni siquiera se dignó a aparecer para proteger a su pueblo de las huestes demoníacas de Karnilla. ¿Y si en realidad no había abandonado a su pueblo? ¿Y si en realidad no se había presentado por qué se había quedado dormido? ¿Pero cómo? 

La última vez que vio a su viejo despierto, fue cuando Thor le arrojó por el Bifrost después de que colisionaran los mundos. El viejo tuerto envió al dios del Trueno de misión a Midgard, en busca del teseracto que había perdido aquella noche. Y después de eso… creó la barrera mágica que impedía entrar y salir de Asgard. Pero de eso ya hacía mucho... ¿Qué había estado haciendo el dios de dioses durante todo este tiempo en la ciudad dorada, aislada de los nueve reinos?

— No, no puede ser… — Los ojos de Loki se abrieron de par en par ante tal revelación y se llevó las manos a la cabeza, peinando su cabello hacia atrás mientras trataba de coger aire.— Lo último que he sabido de Odín, es que seguía aposentado en su trono tras lo ocurrido en la colisión, pero de eso ya hace casi un año... — sus ojos, vibrantes y urgentes, se clavaron con apremio en la diosa de la noche. — El reino de Asgard es ahora pasto para los demonios. Odín le dio la espalda a su pueblo y mi hermano y yo trajimos aquí a toda esta gente para que estuvieran a salvo… al menos hasta que puedan volver a sus hogares. Pero ahora afirmas que Odín lleva todo este tiempo soñando… —El dios del engaño, alterado, lanzó una carcajada al aire y después alzó las manos observando a su alrededor— ¿Cómo es posible? Aquí no hay nadie… ¿Dónde está el Padre de Todos si estamos en su sueño, eh?

— ¿Tres años? — balbuceó el dios de las mentiras. Por primera vez en mucho tiempo, alguien había conseguido perturbar su recta entereza— ¿TRES-MALDITOS-AÑOS?

Aquella conversación iba de mal en peor. Si la diosa de la noche y los sueños estaba en lo cierto… Odín llevaba dormido tres largos años. Lo que significaba… que el Padre de Todos nunca despertó después de que Loki lo sumiera en el sueño eterno tras su golpe de estado.

— Eso es antes de la colisión de los mundos. No puede ser… es imposible…

Pero realmente… ¿Lo era?

El dios de las mentiras se quedó sin palabras. Había demasiadas preguntas sin responder y necesitaba respuestas de la forma más urgente posible. En tan solo unos segundos, su perspectiva frente a la Guerra de Asgard había cambiado por completo. Si Odín seguía dormitando en su propio sueño… ¿Quién ocupaba ahora el trono de Asgard? ¿Quién era el Padre de Todos que había ordenado a su hijo predilecto en busca del Teseracto? ¿Por qué había exiliado a Sif, Balder y Brunhilda? ¿Por qué había levantado la barrera sobre su reino? Si no era para proteger a su pueblo… ¿Era para aislarlo?

Fuera como fuera, tenía una cosa bien clara…

— Asgard… Asgard está en peligro… —concluyó el hijo adoptivo de Odín mientras miraba a la mujer directamente a sus profundos ojos negros coronados de estrellas.— Ayúdame a encontrar al Padre de Todos… y cuando despierte, te prometo que mi pueblo abandonará tu reino…

El príncipe de Asgard le ofreció la mano a la reina de la noche para que la estrechara, sellando con ella su apalabrado juramento.

—¿Por dónde empezamos? — preguntó el dios embaucador, observando con curiosidad las crepitantes ramas del fresno del sueño de Odín. Su mirada se posó en la silueta del cuervo parlanchín de la madre noche, a quién le dedicó una sonrisa juguetona...