What lies beneath (Lex Luthor) [13-05-2019]

Los ferrys que comunicaban Battery Park con Liberty Island aún funcionaban, pero los únicos que subían en ellos aquellos días eran los obreros encargados de las obras de reconstrucción de la torre que había sido destruida durante el asedio de los demonios a Nueva York. A aquellas bestias no les había parecido suficiente con matarles y destruir su ciudad, sino que habían tenido que retorcer también el cuchillo en sus entrañas, así que, en aras de restituir la moral, el presidente había convertido en una prioridad volver a alzar aquél viejo símbolo de esperanza que durante tantos años había inflamado el corazón de los americanos.

Sí... ya nadie tomaba el ferry más que los obreros aquellos días, porque, con la excepción de los escombros y las excavadoras, no quedaba nada por ver... Al menos, a simple vista...

Pero si te internabas abajo, muy profundo en el lugar donde se encontraban los cimientos de la nueva torre, encontrarías toda una serie de galerías, habitaciones y celdas ocultas a ojos de todos, con la excepción de unos pocos...

Pero aún no ha llegado el momento de internarnos en las profundidades para averiguar sus secretos. Nuestra historia comienza con el general Ross manteniendo una conversación online con el Comandante Supremo Aliado de la OTAN en Europa, Tod Wolters, desde el interior de una furgoneta militar en la isla.

- Le digo que nos están presionando, general -le decía en aquél instante-. Esas chifladas le han cortado la cabeza al presidente, pero su familia está en el exilio y no paran de decir que tenemos que hacer honor a los acuerdos, que si la OTAN vale algo, tendríamos que intervenir. Nos están desacreditando en televisión.

El general se llevó las manos al puente de la nariz, agotado.

- Comandante, somos muy conscientes de la situación por la que atraviesa Chipre en éstos momentos, pero estoy seguro de que la OTAN comprende que acabamos de pasar por una invasión demoníaca a gran escala, y que todavía no hace ni una semana desde que hemos conseguido expulsarles. Media América está en ruinas, nuestros principales arsenales en Washington han quedado inutilizados y los hombres que nos quedan están ocupados en labores de reconstrucción, humanitarias, de salvamento...

- Sí, estoy al tanto de que ahora mismo América es un escenario de guerra, general, pero esa loca ha iniciado una maldita guerra contra todos los hombres del mundo en plena invasión. Escuche, tiene que hablar con el presidente, y tiene que hacerlo ya. El ejército turco es bastante fuerte, y me están presionando a nivel diplomático, me hacen preguntas acerca de cuáles son nuestras fuerzas y nuestros recursos. No hace falta que le diga las repercusiones de que un país no cumpla con sus obligaciones dentro de la OTAN, ¿verdad? Cómo quedaría nuestra imagen a nivel mundial.

Ross suspiró.

- Supongo que podemos reunir algunos aviones de alguna de nuestras bases, enviar comandos SEAL...

- ¿Comandos SEAL? -el hombre le miró fijamente, sin pestañear, como si pensara que se estaba burlando de él-. Está de broma, ¿verdad? ¿¿Qué diablos van a hacer contra las jodidas amazonas un puñado de SEAL?? Escúcheme, Ross. Hable con su presidente, y hágalo ya. Necesitamos algo, y pronto.

- Está bien, lo hablaré con él.

El general terminó la transmisión experimentando un regusto ácido en la boca del estómago. Juntó las manos en el mentón, dándole vueltas a la conversación. Todos los problemas parecían llegar a la vez, maldita fuera...

- ¿Señor? -un soldado desplazó la puerta de la furgoneta-. Nos pidió que le avisáramos cuando llegara el presidente.

- Sí, gracias, cabo.

Rápidamente bajó del vehículo y acudió al encuentro de Luthor, que aguardaba junto a un helicóptero con varios miembros de su personal de seguridad.

- Señor, el comandante Wolters sigue insistiendo con lo de Chipre. Al parecer el ejército turco está presionando a la OTAN para realizar una intervención en el terreno y la situación se vuelve cada vez más urgente. He estado pensando y supongo que podría enviar a mis chicos, y yo mismo, junto con un comando SEAL y todos los operativos que podamos reunir. Y hablando de mis chicos... Hay algo de lo que necesito hablarle, la verdadera razón por la que le he hecho venir hasta aquí.

Luthor despidió a los agentes de seguridad, pues no eran realmente necesarios mientras estuviera con Ross, y ambos se dirigieron hacia el improvisado ascensor que les haría descender a las profundidades de la tierra.

- Cuando estábamos prisioneros en Washington... Una de mis Thunderbolts realizó una incursión en la ciudad para tratar de rescatarnos. Al final conseguimos salir por nuestros propios medios, pero ella realizó una captura muy particular... Lo hemos tenido en nuestras propias celdas en Colorado antes de transferirlo aquí.

Tras recorrer un sinfín de pasillos que se internaban cada vez más y más en la tierra, llegaron hasta una recóndita celda tras cuya pesada puerta de acero se encontraba un hombre que seguramente habría sido muy atractivo de no estar tan desmejorado. Estaba encadenado al suelo y al techo de manos y pies formando una x, estaba sucio y tenía las ropas destrozadas. Estaba muy pálido, delgado y con aspecto enfermizo.

- No es... un demonio. Es lo primero que pensé cuando mi agente me informó de él. Se llama Gwenpool, es la más reciente incorporación a mi equipo, y, aunque es muy joven e inicialmente recelaba de aceptarla, lo cierto es que ha demostrado ser sorprendentemente útil. No sé muy bien cómo lo hace... pero siempre se las apaña para enterarse de todo, y siempre parece saber lo que hay que hacer y cómo. De alguna manera ha conseguido averiguar que se trata de algo llamado... Oniro. Una especie de entidad del Sueño, o algo así. Se alimenta de la energía vital de las personas mediante contacto físico, puede inducir al sueño simplemente con un roce (por lo cual le recomiendo que no le toque), es inmortal y la luz del sol le hace daño, como si fuera un vampiro. Lleva sin comer desde que lo trajo mi agente hace casi 20 días.

Guardó silencio un instante, claramente incomodado con la presencia de la criatura, que parecía demasiado débil como para apercibirse siquiera de su presencia.

- No me gusta. Aunque no sea un demonio, es claramente un monstruo, y un peligro para las personas. Me gustaría solicitar su permiso para destruirlo.

A Ross no le gustaba la idea de contar con aquél ser entre sus chicos. No se sentía tranquilo junto a nada que no tuviera plena certeza de poder controlar. La experiencia le había demostrado que cuando uno trataba con seres extraños de gran poder la cosa podía escapar rápidamente de control, y cuando eso ocurría, los que lo pagaban solían ser civiles. El general había comprobado de primera mano los destrozos que un Hulk desbocado podía ocasionar, y no deseaba repetir la experiencia, pero, como militar que era la cadena de mando era importante para él, y estaba acostumbrado a obedecer a sus superiores, así que se calló sus opiniones y asintió en silencio, aunque su expresión y actitud general denunciaban su malestar.

Observó con desagrado cómo los técnicos empleaban la corriente para despertar al prisionero y decidió aguardar junto a la puerta. No tenía nada en contra de la tortura cuando era necesaria, y más de una vez la había empleado él mismo, pues Ross era lo suficientemente mayor como para saber que en demasiadas ocasiones el fin justifica los medios. Sólo los ingenuos e idealistas podían pensar que se podía hacer una tortilla sin romper algunos huevos. Pero eso no significaba que disfrutara con ello, y como de todas formas el ser le causaba una honda intranquilidad prefirió aguardar desde donde pudiera acudir si llegaba a ser necesario, pero donde no tuviera que presenciar por fuerza el espectáculo.

En todos los siglos transcurridos desde el momento de su creación, Elian no había experimentado jamás ni el dolor ni el hambre. Lo más aproximado había sido aquél momento, el año pasado, en el que había quedado trabado sin sospecharlo con una súcubo real, sin que ninguno de los dos pudiera despegarse del otro. La sensación en aquél momento había sido agónica... muy parecida a la que sentiría un mortal al atragantarse y no poder respirar. La súcubo le absorbía la vida y la única manera de mantenerse vivo era absorber a su vez la de ella, quedando atrapados en un círculo vicioso que podría haberse mantenido hasta el infinito de no llegar a intervenir el Ghost Rider.

Lo que sentía ahora no era tan intenso y angustioso como cuando te estás ahogando, era más bien un marchitamiento gradual y paulatino a medida que pasaban los días y se iba consumiendo sin nada que comer. La elaborada capa de glamour que disimulaba sus rasgos bestiales se estaba disolviendo hasta el punto de que casi se podía distinguir la oscuridad debajo del velo casi transparente en que se había convertido su piel. Grandes cercos negros se adivinaban bajo sus ojos, mucho más intensos que unas simples ojeras, y podía sentir los colmillos amenazando por despuntar bajo sus descarnados labios. Incluso sin un espejo para mirarse, estaba convencido de que su aspecto debía de ser aterrador.

No sabía cuánto tiempo llevaba sin comer... Inicialmente había contado los días, pero llegó un punto en el que ya las horas se sucedían en un confuso duermevela en el que no estaba seguro de cuándo era de día y cuándo de noche. Pronto, su apariencia humana se desintegraría... y si no se alimentaba todo lo demás no tardaría mucho más en seguir el mismo destino.

Se encontraba en uno de aquellos estados aletargados cuando los dos hombres llegaron, e, inicialmente no pudo ni escuchar lo que estaban diciendo.

Hasta que llegó el dolor.

Había observado con frecuencia el dolor en los demás, y lo había infringido en incontables ocasiones, pero, salvo la experiencia con la súcubo, nunca antes lo había experimentado él mismo.

En muchos sentidos, la creación de Morfeo funcionaba como un animal. Y todavía no se ha descubierto uno que no responda al dolor.

De inmediato se espabiló, clavando en el miserable humano que tenía delante una mirada inyectada en sangre. A Lex Luthor se le podían achacar muchas cosas, pero la falta de imaginación no era una de ellas. Se trataba de una persona que podía llegar a ser muy creativa cuando hacía falta, así que, para Elian, verle plantado ante él era como poner una cantimplora de agua lejos del alcance de alguien que lleva días perdido en el desierto. La necesidad y el anhelo reemplazaron rápidamente al odio. Había muy poco de humano en aquella mirada. Todo rastro de humanidad se había desintegrado junto con los restos de su glamour hasta dejar únicamente al lado más primitivo y bestial.

La manera en la que le siguió con la mirada cuando Lex comenzó a pasearse a su alrededor era más parecida al modo en el que un tigre hambriento observaría a sus captores tras el cristal que al de un ser humano. De hecho, el hambre enturbiaba tanto su cerebro que apenas podía procesar lo que le decían. Lo único en lo que podía pensar era en Lex... y en aquella aura gloriosa que destellaba a su alrededor... En cómo podría consumirla, absorberla y saborearla hasta saciarse y...

Una nueva descarga de dolor insoportable le sacudió brutalmente, despejando su mente y devolviéndole la claridad, los retazos rotos de su antiguo ser regresando lentamente a él. Jadeó y sacudió la cabeza en un esfuerzo por despejar su mente y procesar lo que le estaban diciendo, pues lo poco que quedaba de racional en él entendía que le iba a hacer falta para sobrevivir.

Poder... Liberarse... Recompensa... Muerte... Trabajar... con... ¿la administración pública?

Una especie de rugido gutural nació en lo más profundo de su garganta para ir disipándose poco a poco. Volvió a sacudir la cabeza y parpadeó varias veces para aclarar su visión. Por primera vez pudo reconocer al hombre que tenía ante sí, más allá del potente y cegador brillo de su energía vital.

- Usted... Usted es... ¿el presidente? -una suave risa ronca emergió de su garganta, e incluso a pesar de su lamentable estado fue posible distinguir un timbre que debía de haber sido muy hermoso-. No puedo hacer nada... ni contra usted ni para liberarme...

No si no le tocaban directamente.

- ¿De qué manera podría yo ayudar... a la administración pública? Disculpe si estoy un poco lento... El hambre... hace que me resulte difícil... concentrarme...

En cuanto el cuerpo del prisionero entró en contacto con la lívida piel del oniro, fue como si se quedaran repentinamente pegados, y una suerte de aura dorada comenzó a fluir del primero al segundo, al tiempo que escalofriantes alaridos escapaban de su ser. Elian tenía los ojos cerrados y una expresión de profundo éxtasis, mientras que el prisionero se contorsionaba y quebraba de las maneras más espamódicas sin cesar de gritar, con los ojos desmesuradamente abiertos y la cara distorsionada en un rictus de terror.

Ante los ojos de Luthor, la vida misma parecía escaparse del cuerpo del prisionero, que comenzaba a volverse más y más cadavérico, perdiendo la tersura y la lozanía de la piel a medida que el de Elian parecía volver paulatinamente a la vida. El color regresó a unas facciones de mejillas sonrosadas, los ojos recuperaron su brillo cautivador y el cabello parecía de nuevo sano y limpio.

Cuando los guardias se llevaron al prisionero, interrumpiendo la conexión, éste dejó de gritar, quedando automáticamente inconsciente, aunque aún vivo. Por su parte, Elian emitió un seductor ronroneo de satisfacción y movió la cabeza, haciendo crujir los poderosos músculos del cuello, atrayendo al instante las miradas de todas las mujeres u hombres inclinados hacia el sexo masculino que hubiera en la habitación, los cuales se le quedaron mirando totalmente fascinados y cautivados, incluso a pesar de haber contemplado lo que acababa de hacer.

Pero era a Luthor a quien miraba el empresario, y era tal la confianza y la seguridad en sí mismo que irradiaba que habría sido imposible adivinar que era él quien se encontraba prisionero e inmovilizado en aquella habitación. Incluso Luthor, a pesar de su más que comprobada heterosexualidad, tuvo que admitir el magnetismo y el atractivo que irradiaba.

- Por supuesto... vuelvo a sentirme más como yo mismo... y estaré más que dispuesto a complacerlo... -insinuó, con una irresistible sonrisa que hizo suspirar a más de uno de los allí presentes. Ante la pregunta, se relamió sugerentemente los labios-. Lo único que puedo decirle... es que estaba delicioso... Se trataba sin duda de una persona con una alta creatividad. Quizá un artista, una persona acostumbrada a pensar fuera de los límites convencionales, un creativo de empresa o un gran estratega. Estaba demasiado débil y hambriento como para meterme en sus sueños, pero si desea poner a prueba lo que puedo hacer, puede traerme ahora a otra persona... Y ésta vez me aseguraré de que queda satisfecho...

Sería tan fácil... tan sencillo... Simplemente absorber toda la vida de su cuerpo... Pero aquello no le serviría de nada. El presidente se había asegurado de sacar de la estancia a todos los que podrían haber tenido algún reparo a la hora de matarlo, y, de los que estaban allí, a juzgar por la manera en la que le miraban no vacilarían ni medio segundo en volarle la cabeza, cosa que sin duda harían si le pasaba algo a su jefe. Especialmente el viejo de la entrada, que parecía tenerle especial inquina.

Le gustase o no, en aquellos momentos Luthor era el único que garantizaba su supervivencia allí. Al menos, por el momento. Estando como estaba no podía hacer nada. Estaba virtualmente indefenso. Así que se limitó a tomar aire y a enfrentar con calma la mirada del hombre que así le increpaba.

- No sé a qué se refiere, señor Luthor... No he hecho ni dicho nada que pudiera hacerle pensar tal cosa. Soy un sueño erótico hecho carne, señor presidente. Afectar a la gente está en la naturaleza con la que fui creado. Es mi razón de ser y es ajeno a mi control. Pero no es más que pura y simple atracción física. No me otorga ninguna clase de control mental sobre ellos ni nada por el estilo. Si alguno de sus trabajadores se sintiera físicamente atraído por alguna prisionera y en base a eso decidiera cometer alguna estupidez, ¿a quién habría de culpar, a la prisionera o a su trabajador? No estaba haciendo peticiones o imponiendo condiciones... Usted me pidió que hiciera algo que, a causa de mi estado, no me fue posible hacer y lo único que intentaba era satisfacer su demanda, nada más. Si no desea que le muestre lo que puedo hacer, entonces no lo haga. Habré malinterpretado cuáles eran sus deseos. No es algo que me suela ocurrir, pero supongo que todos fallamos alguna vez.

No iba a mentir. El rango de emociones que el íncubo podía experimentar era muy limitado, pero incluso dentro de éstas había unas cuantas a las que no estaba nada acostumbrado, como la de sentirse impotente. Hacía mucho, mucho tiempo que no se sentía así, desde que había abandonado el Sueño y el dominio de Morfeo. No estaba acostumbrado a ser quien está en una situación de absoluta indefensión y vulnerabilidad, siendo como era la mayoría de las ocasiones el depredador principal, así que todo aquello le estaba resultando particularmente... enervante. Pero parecía que no tenía muchas alternativas, y la premisa fundamental en cualquier animal siempre sería la lucha por la supervivencia.

Elian sintió que podía volver a respirar. No le gustaba nada la sensación de temor que atenazaba su pecho. En todos los años que llevaba en el mundo de la Vigilia sólo la había experimentado en dos ocasiones; cuando había tenido que enfrentar la aterradora mirada llameante del Ghost Rider y ahora en aquella habitación. Se daba cuenta de que eran las veces que más cerca había estado de la muerte, y que su situación actual era precaria. Tenía que tener mucho cuidado.

El oniro se había estado aprovechando de la conquista de Washington por parte de los demonios para darse un festín con los supervivientes sin molestarse en mostrar la menor autocontención porque sabía que nadie lo investigaría, y, por lo que sabía, Luthor había tenido que sobrevivir durante ese tiempo a un asedio de diez días en el Pentágono mientras sus hombres iban muriendo a su alrededor. Finalmente había conseguido escapar por sus propios medios y liberar la ciudad prácticamente él solo, así que no era de extrañar que estuviese cabreado. Elian se había asegurado de dejar claro que él no era uno de aquellos demonios, pero no dejaba de ser alguien que se había aprovechado del caos que habían generado, y como tal, no dudaba que Luthor no vacilaría en acabar con él si no demostraba ser útil.

Era irónico... Llevaba décadas ostentando la posición de autoridad con respecto a los demás... como jefe... y como depredador... Y ahora se encontraba en la posición contraria, teniendo que esforzarse por ganar la aprobación de otro que estaba por encima de él y con el poder de decisión sobre su vida o su muerte...

La parte positiva era que la gama de emociones que podía experimentar era tan limitada que al menos se ahorraba el bochorno de la humillación o la verguenza. Lo único que le embargaba era una sensación de puro pragmatismo. Hacer lo que se requería de él para poder salir adelante. Todo lo demás era irrelevante.

- En cuanto me toque se quedará dormido -avisó a los hombres que escoltaban al preso-. Aseguráos de sostenerlo para que no caiga y no se rompa el contacto.

Tal y como lo había dicho, tan pronto la piel del prisionero entró en contacto con su carne, quedó sumido en un profundo sueño, pero los soldados, ya advertidos, cuidaron de que no se cayera y lo sostuvieron para que continuara tocando al oniro.

Elian cerró los ojos y penetró en sus sueños.


Se encontró en mitad de un campo de batalla en el que aterradores demonios empalaban a ciudadanos indefensos con sus atávicas lanzas. Elian entendió al momento que se trataba de una recreación de la invasión que acababan de experimentar, pero había algo extraño. La forma de los demonios era demasiado genérica, demasiado difusa y demasiado humanoide. El cerebro humano tendía a completar los huecos de información faltante haciendo extrapolaciones de datos que sí eran conocidos. Aquél hombre no había estado presente durante la invasión, pero, por alguna razón, la estaba recreando en su mente.

El oniro paseó por el ensangrentado campo de batalla, y pronto el color rojo de las calles empezó a tornarse de hielo, y una escena diferente se dibujó ante él. Diferente, pero en esencia la misma, sólo que ahora los que masacraban a los indefensos humanos eran zombies retorcidos y desfigurados. Al igual que en el caso anterior, los zombies presentaban un aspecto genérico y vago, más fruto de lo que uno podría haber contemplado en la ficción que en la realidad, salvo por la mujer que los lideraba, una mujer de cabello corto pelirrojo profundamente desfigurada a la que le faltaban los dos brazos. A diferencia de sus hordas, ésta mujer aparecía dibujada con una claridad de detalle que evidenciaba haberla conocido.

Elian continuó su paseo, y, uno tras otro, los escenarios de combate se sucedían. Eran muchos, innumerables, demasiados como para haber sido experimentados por una única persona, y lo único que compartían en común era el sentimiento de impotencia por no poder hacer nada. Por no poder impedirlo.

El íncubo sabía lo que tenía que hacer.

Buscó el lugar dentro del sueño donde se ocultaba la mente consciente del prisionero, en la forma de una cárcel simbólica, y se ocupó de derribar los muros y fundir los barrotes, dejándole en libertad. Por lo general bastaba con plantear las circunstancias propicias, esbozar los primeros trazos del terreno, dejar preparadas las pistas, y ya el cerebro se ocupaba de completar los huecos, pero Elian no se había imaginado en aquél momento lo que sucedería a continuación.

En el mismo instante en el que se vio libre, el hombre extendió los brazos y una serie de piezas de metal volaron rápidamente hasta acoplarse, una tras otra, a su ser, recubriéndole por completo en cuestión de segundos. En cuanto la armadura estuvo lista, salió volando dejando una estela en el cielo, y comenzó a luchar, lanzando rayos a diestro y siniestro para salvar a los civiles.

Le había dado lo que quería. Le había quitado la frustración y la impotencia. Le había devuelto la capacidad de luchar por aquello en lo que creía. Había convertido la pesadilla en un sueño que podía controlar. Uno en el que podía evitar genocidios y convertirse en salvador de la humanidad. Y fue en aquél momento, henchido el corazón, que supo que podía empezar a alimentarse.

El proceso de drenaje era doloroso para el ser humano que sentía cómo, literalmente, le arrancaban la vida de su cuerpo. Por eso, para evitar que despertaran y pudieran resistirse, Elian creaba primero para ellos sueños lo suficientemente agradables y placenteros como para que las endorfinas generadas le permitieran enmascarar el dolor para alimentarse sin interrupciones. Con la primera presa no había tenido oportunidad de trabajarlo en condiciones, pero a diferencia de lo ocurrido entonces, cuando se estableció la conexión y la energía dorada empezó a fluir del reo al íncubo, el prisionero no dio muestra alguna de dolor. Continuó pacíficamente dormido con una expresión serena en el semblante, mientras en su mente se recreaban los mejores sueños que podría tener, sueños en los que salía victorioso de todas las vicisitudes, y conseguía poner a salvo a la humanidad una y otra y otra vez.

Cuando Elian se sació por completo, el flujo se interrumpió, el aura dorada se apagó y el íncubo abrió los ojos para mirar a Luthor. Los hombres que habían traído al prisionero se ocuparon de comprobar sus constantes vitales y dar su informe al presidente. El reo estaba vivo. Sus pulsaciones eran algo débiles pero estaba en general en buen estado de salud. Necesitaría descansar algunos días, pero más allá de eso estaría bien.

- Antes me preguntó... qué podía decirle del prisionero -empezó el oniro mirando al presidente con sus resplandecientes e intensos ojos azules, que parecían brillar mucho más ahora que se acababa de alimentar-. Puedo decirle que se trata de un hombre con una elevada carga moral y un gran sentido de la responsabilidad, un hombre que se siente en gran medida responsable de todos los males del mundo, en especial de aquellos que se ve incapaz de impedir. Puedo decirle también que lleva prisionero desde antes de la invasión demoníaca, si me apura, desde finales de febrero o principios de marzo, y lo sé porque le he visto tener pesadillas con la invasión de zombies que envió el enemigo de las Fábulas el 10 de marzo, pero sé que no estuvo personalmente en la batalla, y sé también que, de haber tenido la posibilidad lo habría hecho, y que el no haber podido suponía un gran peso para él, de la misma manera que el no haber podido hacer nada durante la invasión.

>>Sé que es Tony Stark el que se esconde tras esa máscara y sé... -se interrumpió unos segundos, tratando de explicar lo que había visto-. Sé que, de alguna manera, es capaz de recordar conocimientos y experiencias de otras formas alternativas de sí mismo procedentes de otras dimensiones... Los recuerdos que he visto... Algunos ni siquiera han sucedido nunca en nuestro mundo, y muchos eran incluso contradictorios entre sí. Creo que posiblemente sea una de las personas que mejor entiende el fenómeno Omega, o que más cerca ha estado de desentrañar el misterio.

>>Ésto es lo que puedo decirle sin conocer nada a priori del sujeto, señor Luthor, simplemente paseándome por sus sueños. Pero puedo hacer mucho más que eso. Si me dice lo que quiere saber y me proporciona la información necesaria, puedo moldear los sueños de la persona que le interese para conducirlo hasta la situación en la que nos facilite aquello que desee saber. Puedo recrear cualquier escena simplemente sabiendo una serie de datos básicos, y la persona será incapaz de distinguir que se encuentra en un sueño. Puede usarlo para torturar presos políticos o para extraer información... Más allá de los sueños también se me da bien extraer información en la vida real. Puedo infiltrarme donde necesite y seducir a prácticamente quien sea sin apenas esfuerzo. Le aseguro... que soy mucho más útil vivo que muerto...

Se pasó la lengua por los labios resecos con cierto nerviosismo. Lo que iba a proponer ahora podía ser un movimiento en exceso arriesgado, a la vista del temperamento del que hacía gala el hombre.

- Compruébelo usted mismo. Deje que fabrique para usted el sueño perfecto y le juro que no trataré de alimentarme. Usted mismo ha podido comprobar que, cuando lo hago, el efecto en el mundo de la vigilia es claramente visible. Puede dar órdenes a sus hombres para que me acribillen si ven el menor indicio de que empiezo a absorber su energía vital. Sabe que no tengo forma de hacerlo sin arriesgarme a morir, así que debe de saber que puede correr el riesgo. De ésta manera podrá comprobar de primera mano lo que soy capaz de hacer...

Le miró, expectante, absolutamente incapaz de predecir qué diría el hombre a continuación.

Era curioso cómo, a pesar de haberse alimentado copiosamente, podía sentirse mentalmente agotado. Supuso que la tensión y la presión mantenida podían lograr dicho efecto, sobretodo si no estabas acostumbrado a soportar situaciones semejantes. O quizas era la sensación que dejaba el alivio tras una situación estresante.

- Los sueños no son compartimentos estancos -explicó-. Es todo un reino en donde gobierna Morfeo, el Señor de los Sueños. Cada vez que los mortales dormís, visitáis ese reino. Yo puedo... viajar por el Sueño, sí. No me gusta hacerlo pues el riesgo de encontrarme con aquél que gobierna esos territorios es elevado, por lo que generalmente entro directamente al sueño de mi presa a través del vínculo que se establece entre los dos. Pero técnicamente podría dormir a dos personas, acceder al sueño de una de ellas y guiarla a través del reino hasta el sueño de la otra, aunque como digo el riesgo de encontrarnos con Morfeo sería elevado, y no le gustaría lo que podría pasar si nos encuentra.

>>Respecto a qué tipo de conocimientos puedo extraer... No soy un telépata. No manipulo las mentes, sólo los sueños de la persona. En base a los escenarios que cree para el durmiente hay altas probabilidades de extraer la información que se desee. Dicha probabilidad aumentará cuanto más realista y creíble sea la ilusión para lo cual necesitaré conocer el mayor número de datos posible del sujeto, pero, en última instancia, los sueños son impredecibles. Puedo controlar el contexto, pero no la mente del sujeto, por lo que es imposible predecir con exactitud total lo que el cerebro va a recrear en tales circunstancias. No hay una fiabilidad exacta, pero las probabilidades son altas si se sabe bien qué teclas tocar. Por ejemplo, si deseara conocer cierta información sensible podría recrear una escena con alguien en quien esa persona confíe y reconducir la conversación para que salga esa información.

>>En el caso de planos, sí, podría. En los sueños es imposible escribir o leer palabras escritas, pero sí que es posible dibujar, y, por tanto, trazar planos. Podría recrear el escenario de trabajo del sujeto en cuestión así como las circunstancias que propiciarían dicho trazado.

Observó con recelo el collar. Sabía lo que significaba y no le gustaba. Había abandonado el reino de Morfeo para poder ser libre, y no le agradaba la idea de sustituir unas cadenas por otras y pasar a estar bajo el control de un nuevo dueño, con incluso menos libertades y placeres de los que había dispuesto en su hogar, pero no parecía tener muchas alternativas. Era eso, o la muerte.

- Estoy deseando contemplar esas nuevas dependencias -musitó, con la voz ronca-. Estoy seguro de que harán gala del gusto exquisito de su anfitrión.

Era la manera más elegante que tenía para admitir su derrota.

- En ocasiones el fin justifica los medios, señor presidente -replicó Ross.

Decir cualquier otra cosa considerando que él mismo se había aliado con el Líder, MODOK y la Abominación,​ todos ellos enemigos de su país, con el simple fin de destruir a Hulk, habría resultado ser demasiado hipócrita.

Aún así, el general no las tenía todas consigo. Después de todo, el único al que había arriesgado cuando se había sometido al programa experimental de MODOK había sido a él mismo, mientras que en aquella situación se dañaba a terceras personas para tener saciado a quien no era más que un monstruo que no merecería vivir.

Por otro lado, era también cierto que las presas que se le estaban ofreciendo eran delincuentes y criminales, la escoria de la sociedad, pero... ¿con qué fin? No tenía muy claro para qué podría querer Luthor a un ser así. A su juicio, los posibles beneficios no compensaban los riesgos. En lo que a él concernía le causaba una honda repulsión, y habría sido tan capaz de trabajar con él como con un excremento. En cualquier caso, no le correspondía a él dudar de su buen juicio.

- La traición va a ser el instinto natural de cualquier prisionero que se considere como tal -fue su respuesta ante los temores del presidente-. La única manera de evitarla es manipularle y engañarle para que sienta que realmente desea estar allí. Proporcionarle cosas que ansíe y que crea que tiene el control cuando en realidad no lo tiene. Sin embargo, éso es algo sumamente difícil de conseguir con éste prisionero. En lo personal, yo no me arriesgaría -aclaró, frunciendo el ceño en gesto severo-. Respecto a la facilidad con la que se ha plegado, en realidad es lo menos extraño de todo considerando que la alternativa ofrecida era la muerte, pero hace bien en no fiarse, sin género de duda.

Asintió ante su siguiente petición.

- Descuide, le encargaré su vigilancia y custodia a la misma persona que se ocupó de capturarlo. Después de todo ya ha demostrado ser tan inmune a él como capaz de derrotarlo.

Al llegar al helipuerto se cuadró al escuchar sus alabanzas finales, haciendo la señal del saludo militar.

- Muchas gracias, señor -respondió, tan henchido el pecho como el orgullo.