SAN VALENTÍN 2021 - D&D (Dears & Darlings)

Erase una vez, en un reino gobernado por la poderosa magia de unos poderosos hechiceros, que un joven nació con un poderoso don mágico, tan poderoso que se le separó de su familia y se le encerró en una torre que limitaba sus poderes a fin de controlarle, más ese control sobre el joven no duró para siempre cuando en un asedio a la ciudad en la cual se encontraba el torreón, fue derribado por los ataques de los invasores. Se cuentan historias de lo que pasó entonces, pero ninguna es de fiar al haber fallecidos todas y cada una de las personas que estaban en ese momento en la ciudad; una enorme explosión mágica cubrió todo a kilómetros en la redonda dejando nada más que un enorme cráter humeante.

En el centro del cráter, hundido en la tierra, se encontraba una pequeña gema azul que exhumaba energía mágica, tenía tanto potencial que la primera persona que la encontró, un fuerte guerrero con una armadura de Mithril que brillaba bajo el sol, se desintegró por completo nada más rozarla. Desde ese entonces, muchos aventureros se arriesgaron a tocar la gema para obtener su poder y ninguno lo consiguió jamás… al menos no hasta que llegó aquella mujer de aspecto extraño.

La mujer, una joven hechicera, nació en una familia pobre y dedicó toda su juventud al estudio de las artes mágicas, lo que causó que, un dia, quemara sin querer la casa de su familia matando tanto a sus padres como a su hermana y deformandose la cara irreversiblemente, viéndose obligada a llevar parte de su rostro tapado para confinar su horrenda deformidad. Se le ocurrió la idea de que a lo mejor con el poder de la gema podría recuperar su rostro original y si no, si acababa desintegrada como todos aquellos aventureros que intentaron mover la gema… pues al menos acabaría con su sufrimiento.

Viajó hasta la ubicación del cráter que seguía igual que el día de la explosión; nadie se atrevía a acercarse lo suficiente como para reparar la destrucción causada por el estallido. Se encontraban cerca varios grupos de aventureros, que miraban con ansias como la mujer se acercaba poco a poco a la gema y hacían apuestas sobre si se desintegraría o podría coger la gema. Cerró los ojos con fuerza y acercó la mano, que le temblaba por los nervios, a la gema, sus dedos rozaron la superficie cristalina y… nada, no sucedió nada, al menos no que se pudiera percibir a primera vista; cuando volvió a abrir los ojos, la gema ya no estaba en el cráter… si no en su mano.

Decir que estaba en su mano podría llevar a confusión ya que no la tenía cogida; estaba incrustada en ella. Cuando alzó el brazo para verla mejor, todos los aventureros allí presentes gritaron de emoción y se acercaron a ver a la mujer que había conseguido agarrar la gema sin ser desintegrada… graso error; cuando se acercaron unos cuantos metros, la hechicera se asustó y provocó que la gema volviera a expulsar una gran cantidad de energía mágica, desintegrando en el acto a todos los allí presentes menos a ella.

Horrorizada por lo que acababa de hacer, huyó del lugar de los hechos, corrió durante días hasta que al fin se detuvo en la ribera de un río. Se asomó a las cristalinas aguas y reveló su rostro quitándose el velo que llevaba sobre él, dándose cuenta de que su rostro seguía igual de deformado que antes… conseguir portar la gema no le sirvió para nada a parte de convertirla en un arma viviente que no sabía controlar su potencial mágico y más le valdría aprender a controlarlo, cuando una enorme forma empezó a emerger del río.

Años atrás, una joven pareja tuvo un hijo al que llamaron Edward, mas no eran simples granjeros, no; eran adoradores del diablo, en particular uno llamado Samigina al cual ofrecieron el cuerpo de su hijo nada más nacer, aunque no tomó el cuerpo del infante, sino el de los padres, asesinándolos con sus propias manos y dándole parte de su fuerza vital al jovencito. Desde aquel fatídico día, el demonio se comportó como un padre para Edward, enseñándole las artes arcanas más oscuras convirtiéndole en un poderoso nigromante.

Cuando estuvo bien crecido, el demonio le impuso una importante misión; viajar hacia el norte y encontrar la cueva del Ojo de Magnus a fin de usar su poder para dar un cuerpo físico a Samigina y que pueda volver a reinar sobre el mundo mortal. El pobre Edward no podía negarse, ya que si lo hacía el demonio pondría fin a su vida como ya hizo con sus padres, así que preparó todo para el viaje y partió hacia el norte. Su viaje fue arduo y largo, cansado de andar hecho la tienda en la ribera de un río y se tumbó cerca de la orilla, esperando poder descansar un rato antes de volver a su viaje.

Más su ensueño fue interrumpido cuando un enorme espíritu de río apareció delante de sus ojos ¿Cómo podía vivir una criatura tan grande y poderosa en un río tan pequeño como este? Eso no era lo importante, lo importante era una mujer en la otra orilla del río que parecía haberse quedado paralizada tras ver al monstruo, puede que no fuera un caballero de brillante armadura, pero no iba a dejar que una pobre mujer fuera hecha trizas delante de sus ojos. De su bolsa sacó una de las gemas de alma que llevaba con él y la lanzó en el aire, invocando a un esqueleto fantasmagórico al cual ordenó llevar a la mujer hasta su orilla, salvándola del fuerte puñetazo de la criatura

-¿¡Estas bien!?

Exclamó el nigromante, antes de girarse hacia el espíritu y sacar otra de sus gemas, esta vez una del tamaño de una hortaliza de buen tamaño, lanzándola al aire para invocar a un gigante de huesos que aplasto al espíritu del rio con sus enormes puños antes de desaparecer de nuevo en la gema, que Edward se guardó en la bolsa. Se giró de nuevo ante la mujer, que se encontraba arrodillada en el suelo aún en estado de shock

-¿Estas bien?- pregunto de nuevo -Ese espíritu casi te aplasta- se dio cuenta de que la mujer no llevaba equipamiento suficiente como para ser una aventurera, pero sí que llevaba en la mano una gema que parecía exhumar energía mágica -¿Eres una Hechicera? ¿Cómo te llamas?

La mujer levantó el rostro poco a poco, dejando ver al nigromante sus hermosos ojos verdes que le hicieron, aunque lo intento ocultar bajo su rostro serio, sonrojarse levemente. La hechicera asintió con la cabeza y a la vez negó, algo confusa aún por lo que acababa de ocurrir

-Si, yo… gracias por salvarme- dijo en un tono quebradizo, casi como si fuera un susurro -me llamo… Martha, soy una hechicera

Edward acertó con su deducción y le tendió la mano a la mujer a fin de ayudarla a levantarse. Martha correspondió su gesto y tomó su mano, notando la fuerza de su agarre cuando le ayudo a levantarse

-¿Y qué hace una hechicera como tú por estos lares? No te veo con mucho equipo- su pregunta no recibió respuesta alguna salvo unos ojos que evitaban encontrarse con los suyos y un brazo que se sujetaba la mujer nerviosamente -bueno, si no me lo quieres contar no pasa nada… pero si quieres sobrevivir, será mejor que vengas conmigo; un espíritu de río no es lo peor que nos podemos encontrar por estos lares

Con una sonrisa algo picara, el nigromante recogió su campamento y continuó con su camino, echando un vistazo de reojo a la mujer a fin de ver su reacción. Se quedó unos segundos inmóvil, dudando de si fiarse de un nigromante, más al haberle salvado la vida… bueno, ya el día no iba a poder ir a peor de todas formas; dio una pequeña carrera hasta alcanzar a Edward y ambos partieron hacia el norte.

La luna se alzó sobre sus cabezas, deteniéndose en el claro de un bosque que estaban atravesando. Mientras Edward preparaba su tienda, Martha intentó conjurar un pequeño fuego sin embargo, a pesar del enorme poder que acababa de conseguir gracias a la gema sentía ser incapaz de utilizarla; el miedo de volver a acabar con la vida de otras personas, aunque hubiera sido sin querer, le aterraba de tal forma que le hacía imposible usar su magia. El hombre ya había terminado de construir su tienda mientras la mujer aún seguía, con la mano señalando a unos palos en el suelo con aspecto de estar usando fuerza, gotas de sudor le caían por la frente y el brazo le temblaba.

Tras ese, todo sea dicho, lamentable espectáculo, Edward se encargó de encender el fuego, dejando que Martha se sentara y suspirara, frustrada por la situación

-Entonces- continuó Edward con una conversación que tuvieron por el camino -¿Tu has sido la única persona que ha conseguido controlar la gema? Vaya, tiene que ser muy poderosa

La hechicera asintió con la cabeza, el nigromante ya se había acostumbrado a que la mujer le respondiera o con monosílabos o con gestos de la cabeza, no era de muchas palabras y aun así, al mirarle a los ojos sentía algo, como una conexión, un dolor que ambos sentían en su corazón que escondían tras el silencio. Cuando llegó la hora de acostarse, Edward se metió en su tienda no sin antes mirar a la mujer, que parecía viajar muy ligera; un pequeño saco de dormir de piel de caballo y una almohada de plumas era lo único que tenía para dormir, estuvo a punto de ofrecerle entrar en la tienda… pero era demasiado pequeña y no quería incomodar a su nueva compañera de viajes.

A la mañana siguiente, Edward estiró los brazos y bostezo, girando algo aletargado para encontrarse cara a cara con… ¿Martha? ¿Qué hacía en su tienda? Le iba a hacer todas esas preguntas, mas la mujer le hizo un gesto para que se callara y se quedara agachado; una sombra se podía ver desde la fina tela de la tienda, una figura de gran nariz, encorvada y que gruñía mientras rebuscaba los alrededores, un troll.

La sombra siguió rebuscando por el campamento, mientras la hechicera y el nigromante seguían tumbados en el interior de la tienda, intentando no hacer ni el más mínimo ruido a fin de no ser encontrados. Tras unos interminables minutos, la sombra de la criatura pareció desvanecerse y sus pasos se alejaron hasta dejar de ser oídos, fue entonces cuando Edward cometió el error de sentir la seguridad suficiente como para suspirar y ponerse de rodillas, no como Martha que se crio con historias de trolls y sabia una cosa que jamás olvidaría; eran más listos de lo que parecen.

Un enorme brazo arrancó la parte de arriba de la tienda y lanzó a Edward por los aires, aterrizando en un árbol cercano con un fuerte golpe. La criatura finge haberse ido para hacer salir a su presa y ahora sus dientes afilados y sus enormes garras corrían hacia el nigromante, que no llevaba consigo su bolsa de invocaciones. La criatura llegó hacia él, corriendo a cuatro patas haciendo uso de sus nudillos, sujetándolo del cuello con su poderoso brazo, levantando varios metros en el aire mientras gruñía y babeaba, Martha salió de los restos de la tienda y se quedó paralizada ante lo que veían sus ojos; el hombre que la salvó el día anterior estaba a punto de ser despedazado por un horrible troll… no, no podía permitirlo no iba a permitirlo.

Mientras Edward luchaba para liberarse de ser asfixiado por el Troll, se dio cuenta de que su sujeción empezaba a hacerse más y más débil… y que estaba empezando a flotar en el aire. Cayó al suelo cuando la criatura flotaba ya varios metros en el aire, sin poder moverse ni lo más mínimo, confundida, como Edward, de que estaba pasando más el nigromante lo averiguo cuando miro hacia la tienda; sobre ella, la hechicera tenía un brillo azul en los ojos, que compartía con la gema, mientras con la mano sujetaba al Troll como si fuera un muñeco, un muñeco que partió en dos con un apretón de manos, manchando de sangre tanto a Edward como a ella. El hombre se quedó mudo, ni una palabra salió de su boca tras aquella escena que acababa de presenciar ¿Cómo es que una hechicera capaz de partir a un troll en dos estuvo a punto de ser aplastada por un espíritu del río? Su respuesta vino cuando los ojos de Martha volvieron a la normalidad y se derrumbó, cayendo en lo que quedaba de la tienda.

Los ojos de la mujer se abrieron poco a poco, parpadeando se acostumbró a la luz del sol que iluminaba su rostro proporcionando un agradable calor. Se encontraba tumbada encima de su saco de dormir con la cabeza apoyada en la almohada, pasándose la mano por la cabeza se quitó el pelo de la cara y se fijó en que llevaba una venda en la mano de la gema

-Que… ¿Qué ha pasado?

Pregunto confundida mirando a su alrededor, el nigromante se encontraba a su derecha, tejiendo con una aguja de hueso de ratón el destrozo causado por el troll a su tienda. Con una mirada algo sombría, pero agradecida, miro a Martha

-Que me has salvado la vida, eso ha pasado- dejo lo que estaba haciendo y se levantó, acercándose a la mujer -pero… esa gema

Martha, que se había levantado y estaba sentada en el suelo, agacho la cabeza escondiéndola entre sus rodillas

-Lo… lo siento yo… no puedo controlarla- dijo en un tono triste, apenada por su incapacidad para controlar aquel tremendo poder -por eso no… no quiero usar mis poderes

Sin pensárselo dos veces, Edward la tomó de ambas manos haciendo, de la sorpresa, que levantara la cabeza y le mirase directamente a los ojos

-Nunca pidas perdón por tus poderes- proclamó seriamente -lo único que necesitas, es aprender a controlarlo- se levantó, soltando las manos de la mujer para, con una sonrisa sincera, ofrecerle su mano -Y yo puedo enseñarte… ¿Qué me dices, amiga?

La hechicera dudo unos segundos, no sabía muy bien cómo reaccionar ante la proposición del nigromante; ¿Y si volvía a hacer daño a la gente? O aún peor, a él… A pesar de todas estas dudas, la mirada de Edward le traía tranquilidad, seguridad, puede que fuera por que le había salvado la vida pero… parecía poder confiar en aquel hombre más que en ella misma. Con suavidad, tomó la mano del hombre, aceptando su oferta; entrenaran su magia juntos.

~~~~~~

Hacía ya varias noches desde su primer encuentro y el lazo entre el Hechicero y el nigromante se había hecho más y más fuerte a cada día que pasaba; él le devolvió la confianza en sí misma y en los demás, dándole tanta confianza que incluso llegaba a quitarse la tela de su rostro dejándole ver sus deformidades. Ella le devolvió la fe en la raza humana, le demostró que todo no era mierda en la humanidad y que aún había esperanza; cada vez que la escuchaba reír, aunque no fuera muy a menudo, le daba un calor en el corazón que hacía… bueno, que nunca antes había sentido.

En los entrenamientos de magia, descubrieron que Martha podía forjar armas mágicas con el poder de la gema, pequeñas llamas con las que poder iluminar lugares oscuros con una hermosa luz azulada y también contaba con la capacidad de levantar objetos y criaturas, dejándolas inmovilizadas todo el tiempo que ella deseara, o que pudiera. El control sobre el poder de la gema de la hechicera también crecía cada vez más, pero sin embargo… Edward no fue del todo sincero con ella; jamás le contó que era un demonio el que le otorgaba a él sus poderes, que dentro de su bolsa llena de gemas con almas de criaturas a las que invocar había una pequeña gema redonda y negra como la noche en la que se ocultaba Samigina, esperando a ser invocado para absorber el poder del Ojo de Magnus.

Ese secreto le mantenía despierto todas las noches, mientras Martha, la cual ahora dormía junto a él en la tienda, pero separados lo suficiente como para no… para que no resultara incomodo. Sabía que en algún momento le tendría que decir la verdad, sin embargo, a pesar de estar a un día de llegar al templo abandonado donde se encontraba el Ojo de Magnus, seguía sin ni siquiera mencionarle el demonio a la hechicera.

Aquella noche fue algo diferente; tras pasar por una posada y comprar algunas bebidas, se sentaron en el fuego a charlar y la mujer, puede que por la embriaguez del alcohol o por la confianza que tenía con Edward… empezó a sincerarse, contándole como asesino sin querer a su familia en un fuego provocado por una hechicera inexperta. Martha se hecho a llorar y Edward no dudo ni un segundo en ir a consolarla entre sus brazos, abrazándola mientras le acariciaba el cabello; junto esa mujer derrotó a poderosas criaturas, conocido lugares fantásticos y a personas variopintas y, ahora, se encontraba destrozada en sus brazos

-Yo… yo también perdí a mis padres- empezó a sincerarse él también -un demonio los asesino cuando yo no era más que un bebe- las lágrimas recorrieron la mejilla del nigromante, ante la antena mirada de Martha -desde entonces yo… he estado solo en el mundo

La hechicera le secó las lágrimas con el pulgar con suavidad, mientras miraba a los ojos temblorosos y quebrados del hombre, viendo en ellos su reflejo al igual que él veía el suyo en sus ojos. Aquella noche, bajo la luz de las estrellas con el calor del fuego sobre sus rostros, se creó una conexión más allá de lo físico, una conexión espiritual que iba más allá de todo romance de libro… dos almas, partidas, unidas la una a la otra. Aquella noche, en la tienda, sus cuerpos se unieron en uno solo.

A la mañana siguiente, se despertaron abrazados el uno al otro, la mujer sonrojándose ante lo sucedido. Cuando Edward sonrió y Martha le devolvió la sonrisa, con su rostro deforme, el nigromante se dio cuenta de que no podía seguir mintiéndole, ocultando la verdad de su viaje a la mujer que había aprendido a amar y que se entregó en cuerpo y alma… ya no lo podia aguantar mas

-Martha, yo… tengo que contarte algo

Le contó  todo; la verdad sobre la muerte de sus padres, su niñez, como obtenía sus poderes y… lo que estaba a punto de hacer. Tras finalizar su relato, miro a la mujer buscando alguna respuesta, alguna seña que le indicará que pensaba ella de todo eso. Tras unos segundos de silencio, la mujer se pronunció

-Entonces, si intentaras hacer algo contra ese demonio… ¿Acabaría con tu vida?- Edward asintió en silencio, entristecido por su servitud ante Samigina -... sea lo que sea lo que tengas que hacer- le cogió de las manos con suavidad -yo estaré contigo a todo momento

En ese momento, Edward comprendió que lo que su corazón sentía era realmente amor; ya no necesitaba ocultarle nada más a aquella maravillosa mujer que conoció hace semanas en la ribera de un río; él y ella eran uno.

El sol estaba en su punto álgido cuando, después de tantos días de viaje, llegaron a la entrada del Templo del Ojo de Magnus. El viento que salia de la entrada parecía avisarles de que no entraran, aun así, cogidos de la mano, se adentraron en el templo dispuestos a luchar contra todas las criaturas y trampas que alberga el templo en su interior, mas no dieron ni un paso cuando Edward, con disimulo para que Martha no le pillara, sacó una gema de alma e invoco a una criatura, un pequeño goblin, que se lanzó sobre la hechicera y la durmió.

Con cuidado, el nigromante la apoyó en una de las raíces que había destrozado las paredes de la entrada del templo y le beso en la frente antes de echarle un hechizo de invisibilidad, para mantenerla segura ante cualquier peligro

-Lo siento pero… esto lo tengo que hacer yo solo

Y, tras despedirse de la única persona que había amado en todo el mundo, se adentro en la boca del templo, decidido a poner fin a eso de una vez por todas.

A decir verdad, esperaba encontrarse de todo en ese templo; poderosos liches, goblins que hicieron de aquellas ruinas su hogar, incluso puede que un dragón… nada, ni siquiera un simple espectro habitaba aquellas ruinas, era casi como si la poderosa magia del Ojo de Magnus espantara a cualquier criatura que intentase siquiera poner un pie dentro del templo.. Y ahí estaba él, adentrándose en la boca del lobo como un cordero sin sentido común. Samigina le indico el camino a seguir hasta el Ojo, el cual se encontraba en la sala principal, sellada por un hechizo que solo él podía romper.

Cuando llegó a la puerta indicada, sacó la gema de Samigina y dejó que su forma de espíritu se manifestará en el mundo terrenal, abriendo la puerta convirtiéndola en mil pedazos. Al entrar en la sala, de forma redonda con varios pilares que la sujetaban y que parecían estar aún intactos, el Ojo de Magnus, una especie de gema con inscripciones rúnicas de color azul brillante, flotaba en una piscina de agua rúnica

-Bueno, aquí lo tienes, ahora… ¿Me dejarás ir? A mi… y a ella

Sin hacer mucho caso a su sirviente, el demonio atravesó la puerta y colocó sus manos sobre el Ojo de Magnus, provocando que este brillara con más intensidad todavía. El demonio, ante la atenta y algo confundida mirada de Edward… se echó a reír, una risa profunda y tenebrosa que hizo temblar todos y cada uno de los huesos de su cuerpo

-Tu… vas a morir, tu, ella, todos los seres de este patético mundo y de todos más allá de nuestro plano- la energía del ojo empezó a fluir por los brazos del demonio, dándole cada vez mas y mas fuerza, su cuerpo convirtiéndose poco a poco en carne y hueso -Una montaña de cuerpos rotos bajo mis pies… y todo gracias a ti

El nigromante se echó las manos a la cabeza ¿Cómo había permitido hacer esto? ¿Cómo pudo dejarse engañar por el demonio? Sabía que quería conquistar la tierra, al menos entonces podría haberse conformado con ser liberado y vivir alejado del reino de Samigina, pero no pensaba que el demonio querría eliminar toda la vida en la tierra y si dejaba que absorbiera todo el poder del Ojo de Magnus… se haría invencible. Metió la mano en su bolsa, preparado para lanzarlo todo en un último ataque, mas fue inutil ya que el propio demonio sacó todas las gemas de su bolso y las rompió en mil pedazos, dejando que se convirtieran en polvo que cayó lentamente al suelo

-No tienes poder aquí, niño… prepárate a morir, solo, como siempre has estado

Derrotado, se hincó de rodillas en el suelo sobre el polvo de lo que una vez fueron sus gemas. No podia hacer nada, era un inutil y siempre lo habia sido… solo se sintió feliz cuando estaba con Martha y la abandonó en la entrada del templo, pensando que estaría segura, pero no, moriría como el, como todos… todo por su culpa. Cerro los ojos y espero su destino… pero una voz se nego a morir

-¡No esta solo!

Exclamó una voz femenina, la voz de la hechicera… la voz de Martha. Al parecer el hechizo de dormir del goblin invocado no fue muy poderoso y solo duró unos minutos, por lo que pudo seguir de cerca a Edward gracias a que el hechizo de invisibilidad duraba hasta que el “portador” hacia cualquier tipo de sonido con la boca. Aun así, el demonio se rió mientras seguía absorbiendo el poder del Ojo; ya nada podía pararle, pero Martha no iba a rendirse, no después de ganar la confianza gracias a Edward, de abrirle su corazón… no dejaría que todo acabará sin luchar. Se arrodilló ante el nigromante y le cogió de las manos

-¿Confias en mi?- los ojos de ella se encontraron con los de él y no pudo hacer otra cosa que asintió con firmeza -Tengo un plan...- se levantó, con los puños apretados a fin de aliviar el estrés y los nervios que sentía en aquel momento -El Ojo de Magnus no es lo único con poder aquí

Levantó el brazo de la gema y esta empezó a brillar con fuerza, absorbiendo la energía del Ojo que Samigina tanto deseaba. Sin embargo, no era su intención absorber su energía, no; alzó el brazo para otra cosa. Con un rápido movimiento de su codo, golpeó el Ojo de Magnus con su gema

-¡NO!

Grito el demonio, pero un fuerte brillo azulado les cegó y… eso fue todo. La voz de un niño se pudo escuchar en el estallido, la voz de un niño que daba las gracias por su liberación.

Edward perdió el conocimiento y se despertó en la misma sala de antes, salvo que el Ojo de Magnus ya no estaba y un polvo grisáceo y viscoso manchaba el suelo a su lado… acaso podía ser… se fijó en el montón de polvo y vio una medalla sobre ella, una de las medallas de Samigina; por fin, por fin había muerto. Un vistazo a la habitación hizo que sus ojos se abrieran de par en par; bajo unas cascotes del techo, se encontraba Martha, en el suelo… no parecía respirar. Se arrastró hacia ella, le dolía todo el cuerpo tras la explosion, mas no dejaría que eso le parase de salvar a su amada.

La sujeto en sus brazos, su hermoso rostro estaba apagado y el brazo donde antes estaba la gema, desaparecio tras la explosion dejandola con un simple muñón. Edward le empezó a dar suaves palmadas en la cara

-Venga, despierta- sus ojos se empezaron a llenar de lágrimas que se derramaron a las mejillas de la mujer -no… no me dejes solo, no ahora, por favor

Sus llantos no recibieron respuesta, inclinándose hacia el cuerpo inerte de Martha para abrazarla con fuerza mientras lloraba desconsoladamente; acababa de perder a la única persona que le importo, a la única que amo… y la única en la que pudo confiar

-Te dije… que tenía un plan

No podría describir lo que sintió cuando escuchó la suave y temblorosa voz de la mujer acariciar sus oídos como la suave brisa de un día veraniego. Se separó de ella, mirándole a la cara viendo su frágil sonrisa; era ella y estaba viva. Volvió a abrazarla, sus lágrimas de melancolía se convirtieron en lágrimas de alegría mientras dejaba que sus emociones se escaparan por sus ojos. A duras penas salieron del templo, gracias a dios el muñón de Martha fue sellado gracias a la magia de la gema y el Ojo de Magnus y el brillo del sol que les saludo dándoles un suave calorcito en el rostro. Ahí, en la entrada del viejo templo, volvieron a fundirse en un beso… no volverían a estar solos nunca más, el nigromante y la hechicera… ahora eran uno.

Frost: Al ser una villana de hielo que mejor invocación que Shiva, la famosa invocación de hielo de la franquicia.
Penguin: El Invocador. Al ser el jefe del grupo tiene que convencer que Frost se une a ellos y para ello tiene que mostrar su valía en un combate.
Cowgirl: Al tener una granja de caballos pensé que el traje de Domadora, que consiste en capturar los monstruos y luego utilizarlos en el campo de batalla como tus aliados.
Emperador: Ladrón. No hay más que explicar.
Josh: Al ser el chofer de Penguin no había ningún trabajo que se le acercara, así que le puse cañonero porque me parece el más moderno y además esta monísimo de napoleón XDDDDD