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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
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Mensajes : 344 Fecha de inscripción : 10/08/2019 Localización : Santa Mónica Empleo /Ocio : Cantante heavy Humor : Ardiente
Ficha de Personaje Alias: Wraith Nombre real: Aidan Doyle Universo: Marvel
Tema: El precio del amor (San Valentín 2021) 4th Febrero 2021, 01:27
El Precio del Amor - Prólogo
La pequeña niña atravesó una densa línea de maleza para llegar a una pared de roca escarpada que se elevaba hacia el cielo más allá de lo que la vista podía permitir. A medida que se acercaba pudo escuchar un rugido profundo que vibraba a través de su pecho y que se fue haciendo más fuerte conforme el característico aroma salado y refrescante del mar la alcanzaba en la forma de una brisa vigorizante que acarició sus oscuros cabellos.
Para cuando alcanzó la figura del hombre que se sentaba al borde del risco envuelto en una ornamentada capa verde de viaje, el rugido era ya prácticamente ensordecedor.
- Sabía que estarías aquí -dijo la niña, feliz, sentándose a su lado.
El hombre se limitó a asentir, sin apartar la mirada del oceáno envuelto en brumas.
- Éste es el límite más alejado del reino. Vengo aquí a menudo a pensar, cuando me siento inquieto.
La chiquilla le miró con sus enormes ojos oscuros.
- ¿Qué significa "inquieto", papá?
El hombre dejó escapar un suspiro de pesar y extendió la mano para abrazar a la niña por los hombros y atraerla hacia sí.
- Es cuando te sientes... mal por algo.
- ¿Y eso te pasa mucho? -preguntó ella, mirándole con preocupación. Él le dedicó una sonrisa triste antes de volver a mirar hacia el mar.
- De vez en cuando...
Durante varios minutos los dos permanecieron en silencio, contemplando el infinito sumido en aquella niebla fantasmagórica.
- El otro día el abuelo me contó que antiguamente se podía comer una cosa que se llamaba "pescado" y que se sacaba del mar... ¿eso es cierto? -inquirió repentinamente la niña. El hombre asintió.
- No fue hace tanto... Hasta hace tres años, había gente que se adentraba en el mar a conseguir pescado. Se llamaban "pescadores", pero tú eras demasiado pequeña para acordarte.
- ¿Y ya no pueden hacerlo? -el hombre negó con la cabeza y le apretó levemente el hombro en gesto de afecto.
- Podemos contemplar el océano, pero nunca tocarlo.
La pequeña, que no tendría más de cuatro años, frunció pensativamente el entrecejo.
- ¿Qué pasaría si intentáramos bajar a la playa?
- Simplemente dejaríamos de existir. Nos desvaneceríamos en la niebla como si nunca hubiéramos pisado éste mundo.
La chiquilla abrió enormemente los ojos.
- ¿Por qué? -exclamó, atónita.
- A causa del precio...
- ¿El precio de qué?
El hombre miró el océano antes de responder...
- El precio del amor.
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Última edición por Aidan Doyle el 21st Febrero 2021, 02:32, editado 1 vez
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Tema: Re: El precio del amor (San Valentín 2021) 6th Febrero 2021, 01:54
Capítulo 1: Alannah
Surgieron de las profundidades, trepando por los acantilados rocosos que se elevan por encima de las olas del Mar de las Espadas, profanando los bosques antiguos que dieron cobijo a la gran Diosa. Nadie pudo anticipar su ataque; cayeron sobre Caer Callidyr como una turba rabiosa y salvaje, arrasando con todo y todos, sin perdonar siquiera a los niños.
Todo empezó con un temblor estremecedor que sacudió la costa, haciendo que se agrietara el suelo. Olas de más de tres metros chocaron contra la orilla, y el sonido de los gritos llenó el aire cuando los pescadores salieron huyendo del agua, perseguidos por criaturas que nunca antes habíamos visto.
Los despiadados seres persiguieron a los aldeanos por la playa, ensartándolos en sus tridentes y tiñendo la arena con sangre que muy pronto tiñó de rojo las olas, y la parte costera del pueblo comenzó a hundirse en el océano. Un canal de unos 15 metros de ancho separó las dos mitades del pueblo cuando el terremoto causó el desmoronamiento del puente, provocando que los pobres desgraciados que trataban de huir hacia la parte norte del pueblo se precipitaran directamente en las fauces de los tiburones que acompañaban a los asaltantes, y, ante los aterrorizados ojos de los escasos supervivientes, la parte costera de la ciudad comenzó a hundirse en las profundidades, hacia los invasores, que destripaban a los que trataban de nadar hacia un lugar seguro.
Yo fui el primero que encontró los restos. Mis viajes me habían llevado a través de las montañas Fairheight hacia la costa oeste de la isla, donde una vez se habían alzado media docena de cabañas a los pies de Caer Callidyr, pero ya las olas habían desgarrado sus cimientos y apenas quedaban de ellas la mitad en pie. Las casas estaban totalmente destrozadas; las puertas colgaban abiertas de sus goznes, y las ventanas estaban rotas.
Fue entonces cuando vi los cadáveres de los atacantes por vez primera; se trataba de criaturas humanoides con cabezas de pez y una piel resbaladiza de tacto gomoso que me resultó desconocido al principio, hasta que recordé las viejas leyendas y canciones sobre los demonios del mar...
Había una cantidad inusitada de cadáveres de hombres pez en los alrededores de una de las granjas. El rastro me condujo hacia el cuerpo sin vida de un joven semi elfo de largos cabellos rojizos que yacía junto a su arco y su carcaj medio vacío. Parecía que había luchado hasta su último aliento, y fue el débil sollozo que escuché procedente de la cabaña lo que me hizo entender el motivo. Una niña pequeña, apenas un bebé, lloraba desde el interior de su cuna. Sin lugar a dudas había que agradecerle a la bravura de su padre que siguiera viva. Lo más probable era que hubiera terminado pereciendo a causa de las heridas después de haber acabado con el último de aquellos bastardos para proteger a su pequeña. Recuerdo que me pregunté dónde estaría la madre... ¿Habría muerto durante el ataque? ¿O habría abandonado al padre tiempo atrás? No podía saberlo, pero lo que parecía claro era que la niña perecería si la dejaba allí, así que la acogí entre mis brazos y le canté hasta que dejó de llorar.
- Tanto te amaba tu padre... -le susurré, perdiéndome en la inmensidad de aquellos ojos tristes-. Te llamaré Alannah... "Niña amada".
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Tema: Re: El precio del amor (San Valentín 2021) 6th Febrero 2021, 18:23
Capítulo 2: Kazgaroth
- ¿Cuántos son? -preguntó el príncipe Araithe.
Aidan, que había estado asomado a la ventana del castillo, se volvió para contestarle.
- Muchos. Cientos, quizá. No puedo asegurarlo, pero fueron capaces de arrasar Caer Callidyr y están avanzando hacia el sur a lo largo de la costa, hacia Kythyss. El Gran Rey Derid está desesperado y hasta los enanos Rookoath han decidido ignorar siglos de tensión y asperezas para ayudarle.
- ¿Xander? -el príncipe se dirigió entonces hacia el jefe de sus ejércitos-. ¿Cuál es tu opinión?
- Aún no hay certeza de que piensen atacar Gwynneth, alteza. Alarón es una isla grande. En caso de que lleguen a hacerlo, nuestras tropas los devolverán al mar.
- No habéis visto lo que yo he visto -musitó el bardo, negando con la cabeza-. Literalmente provocaron el hundimiento de una parte de la isla. Desgajaron el suelo. Las fuerzas militares del rey Derid son más poderosas que las nuestras, y está teniendo problemas para repeler la invasión. Hablan de cangrejos gigantes, y tiburones que obedecen su voluntad... Son criaturas sanguinarias y despiadadas. Hay quien dice incluso que devoran carne humana...
- En Caer Callidyr atacaron por sorpresa -replicó Xander, tajante, y al fruncir el entrecejo las dos cicatrices que le cruzaban la cara y la nariz le otorgaron una apariencia aún más intimidante-. Nosotros estaremos preparados.
En ese momento se abrieron las puertas de la sala para dejar pasar a Edward, el mago de la corte. Aidan y él se habían criado juntos en el castillo, y aunque no eran hermanos biológicos la relación que les unía era similar.
- ¿Y bien? ¿Lograste averiguar algo? -inquirió el el príncipe Araithe.
Aidan sólo necesitó una mirada para saber que su hermano estaba contrariado.
- Utilicé el cadáver que trajo Aidan, pero no he conseguido animarlo. Es como si algo mantuviese retenido su espíritu en el plano de los muertos, impidiéndome atraerlo. Ésto no me había ocurrido nunca antes.
- Mmmm... Ya veo -respondió el príncipe-. Habría estado bien poder interrogarlo y averiguar por qué nos están atacando. Nunca antes se habían visto Sahuagin en nuestras costas. No teníamos siquiera consciencia de que hubiera un asentamiento cercano. Es algo... inusual. Está bien... podéis retiraros. Tú no, Xander. Vamos a discutir un poco más la estrategia.
A la salida de la reunión, los inquietos pasos del bardo le condujeron hasta Myrloch Vale, un exuberante valle ubicado en las montañas con las brillantes aguas del Myrloch al sur. Los círculos de los druidas estaban activos allí, y el silencio ambientado por el sonido del agua que fluía permanentemente acompañando sus pasos junto con la brisa que acariciaba la piel de su rostro sirvió para tranquilizar un poco la angustia que pesaba en su corazón. Al caminar por sus mullidas colinas, pudo sentir como la arboleda reconoctaba con su alma y le abría sus puertas, y fue como si los pequeños montículos de piedras sagradas formados por los druidas, el sonido de los pájaros y el graznido de los cuervos bendijeran su llegada en nombre de la Diosa.
No había una sola vez que, al pisar aquella mágica arboleda, el bardo no se sintiera sobrecogido y embargado por la belleza de los árboles, las enormes rocas y la miríada de criaturas mágicas que zumbaban como abejas entre las flores silvestres. Allí arriba, observando la inmensidad del mágico valle, Aidan siempre se sentía como si el tiempo se hubiera detenido y no quedaran preocupaciones, ni nada que hacer o pensar más que ser consciente de los latidos de su corazón y su propio ser. Era allí, a la sombra de los antiguos árboles, donde se sentaba siempre a crear y componer las maravillas que la Diosa le inspiraba.
Al final del camino se llegaba al lugar donde el agua, símbolo de pureza y fuerza, aguardaba en la forma de un inmenso lago que llevaba existiendo desde hacía millones de años. Era allí, junto a los lagos, donde los druidas realizaban sus ceremonias, y aunque aquél no era uno de los pozos sagrados, aún así se podía sentir la presencia de la Diosa en el corazón con tan solo cerrar los ojos. La belleza y el sentimiento que embargaba siempre al bardo eran incomparables, pero aquél día... aquél día ni tan siquiera la hermosura y serenidad del valle podían acallar la inquietud que se extendía por su alma como una enfermedad.
- Por favor, Diosa... habla conmigo -musitó, alzando la mirada al cielo al tiempo que apoyaba la mano en el tronco de uno de los venerables árboles en un esfuerzo vano de sentir las palabras del viento y de la tierra a través de la esencia pura de la naturaleza.
Los árboles representaban para su pueblo el nexo físico y divino con los tres planos representados, primero, por el tronco del árbol que era el enlace con el mundo material. En el segundo plano se encontraba el mundo de los sueños, representado por las raíces que se adentraban hasta el inframundo, donde se encontraba el secreto de la sabiduría de la Tierra. El tercer plano estaba representado por la copa y las ramas que se dirigían hacia el cielo y eran movidas por el viento. Sin embargo, no fue la Diosa la que contestó a su ruego...
- Ella no puede responderte, Aidan...
El bardo dio un respingo, sobresaltado al escuchar su propia voz viniendo desde su espalda. Se volvió al momento desenvainando la espada larga que llevaba al cinto, mas lo único que le recibió fueron los árboles y el lago.
- Aquí... acércate...
La voz procedía... ¿del lago? Avanzó cautelosamente, sosteniendo la espada con la mano derecha y acariciando con la izquierda el mástil del laúd que asomaba a su espalda. Como atraído por una fuerza invisible, se asomó a las otrora plácidas aguas, para encontrar que el reflejo había cambiado. Ahora, en lugar de mostrar los árboles de su entorno, reflejaba la ciudad de Karador en ruinas mientras un sinfín de Sahuagin y monstruosas criaturas marinas la asaltaban desde el lago.
- La Diosa está débil... La conquista de Alarón la ha dejado sin fuerzas... No podrá hacer nada para evitar la caída de Karador.
En ese momento, la visión cambió, siendo sustituida una vez más por su propio reflejo... excepto porque no era realmente su reflejo. Físicamente era igual que él, pero había algo en la expresión de su rostro y en el vacío oscuro de su mirada, algo... aterrador.
Un rictus retorcido y perverso animó su sonrisa cuando empezó a cantar:
Our secret is obvious, Gruesome, hilarious Believe what you see In your holy places
Ecos de una música demoníaca y extraña resonaron en sus oídos cuando, repentinamente, una mano emergió de las aguas para aferrar su muñeca, tirando violentamente de él. El bardo perdió el equilibrio y cayó hacia adelante, directamente a las aguas del lago, pero en lugar de recibir el abrazo húmedo que esperaba, fue una densa oscuridad la que lo engulló. Aidan sintió cómo sus sentidos se embotaban y la sangre amenazaba con explotar en sus venas hasta que, finalmente, aterrizó con un chapuzón en un charco de agua. Se puso en pie, tembloroso, sólo para notar que estaba de vuelta en Karador... salvo porque todo su entorno parecía estar al revés y desprovisto de color, como si se tratara de una extraña vista de espejo. La otrora hermosa y luminosa ciudad aparecía ahora pintada en colores negros, brillando con una fantasmagórica luz roja.
- ¿Qué locura es ésta? -musitó, pero la única respuesta le llegó en la forma de la canción que cantaba la réplica oscura de sí mismo desde lo alto de uno de los tejados semiderruidos:
Echoes of visions Changing my view All that is real is tonight
- ¿Qué quieres decir con eso? ¿Qué quieres decir conque es real? -exclamó, sintiendo el miedo ascender por su garganta, pero el extraño ser continuó cantando, ignorándole por completo:
Scavenger hunting, Lurking behind Skulking the streets out of sight
Grupos de Sahuagin corrían por las calles, persiguiendo a los ciudadanos que corrían para ensartarlos en sus tridentes acompañados por cangrejos monstruosos de caparazón naranja, y se dirigían hacia el embarcadero donde se encontraba su casa.
Seeking companions, Brothers at arms Instinct is crucial indeed
Un miedo helado atenazó su corazón en sintonía con el temblor que agitó las calles de la ciudad erigida sobre el lago, amenazando con partirla por la mitad como había sucedido en Caer Callidyr.
Screaming for pleasure Blood rushing forth Closing the fallen to feed
Worship the darkness, Fearing the light
El viento azotaba su rostro mientras corría a través de las calles destrozadas tratando de llegar hasta su casa antes que los invasores. La fuerza del terremoto sacudía el suelo bajo sus pies, volviendo su carrera inestable al punto de tropezar al borde de un charco de agua negra.
Running with demons, Cringing before the gods
El bardo se desplomó contra el suelo y vislumbró en el agua emponzoñada su rostro arañado y embarrado, salvo que no era realmente el suyo... porque el Aidan del reflejo sonreía y cantaba al son de aquellos ritmos satánicos:
I'm for real Always in presence I'm for real Forever (your fear)
- ¡Basta! -exclamó Aidan golpeando el agua con su puño para hacer desaparecer la imagen-. No eres yo. ¿Qué eres? ¿Quién eres?
Being a changeling, not of your kind Wondering when you will find out
- ¿Eres un cambiaformas? ¿Qué intentas decirme? ¿Te burlas de mí? -sus gritos se entremezclaban con la canción como si estuvieran en sintonía.
Hoping for justice, laughing out loud Killing is living, living is dying
Worship the darkness, fearing the light
I'm for real Always in presence I'm for real Forever (your fear)
Our secret is obvious, Gruesome, hilarious Believe what you see In your holy places
Believe!
El bardo clavó los dedos en la tierra negra y se puso en pie, reanudando la carrera. A pocos metros más adelante se encontraba su casa, lo supo en cuanto escuchó las explosiones. Dos de aquellas bestias chocaron contra los árboles justo a su lado. Otra se abalanzó sobre él y Aidan rodó sobre su espalda y alzó las manos, sintiendo la energía abrasadora pulsar en las yemas de sus dedos justo antes de liberarla contra su agresor, que cayó al suelo aullando ante los agujeros humeantes abiertos en su cuerpo. Más adelante, su mujer, Dinah, y su hermano, Edward, luchaban espalda contra espalda. Edward gritó un encantamiento y un nuevo estallido de llamas doradas impactó sobre otro de los Sahuagin. Tras él, Dinah conjuraba con su canto, espada en mano. Parecía que tenían la situación controlada, pero Aidan detectó movimiento por el rabillo del ojo. Un grupo de ocho Sahuagin estaban subiendo al muelle seguidos de dos monstruosidades descomunales con cabeza de tiburón, piel grisácea y físico humanoide. Un nuevo terremoto causó una brecha que se extendió desde el muelle hacia los dos compañeros, haciéndoles perder el equilibrio y ofreciéndoles a los invasores el momento de distracción que necesitaban para atacar...
- ¡No! -gritó Aidan, pero era demasiado tarde...
Uno de los Sahuagin apresó a Edward desde atrás, y lo arrastró consigo a través de la brecha hacia el lago, que pronto se tiñó de sangre, en el mismo instante en el que uno de los humanoides con cabeza de tiburón le arrancaba la cabeza a Dinah de un mordisco.
El tiempo se detuvo para él. Fue vagamente consciente de caer de rodillas al suelo embarrado, y del viento que aullaba a su alrededor, pero tardó varios minutos en comprender que no era realmente el viento... sino él.
El escenario a su alrededor pareció girar como engullido por un gigantesco vórtice, y, de repente, se encontró de nuevo en la oscuridad, acompañado tan sólo por aquél retorcido remedo de él mismo que le miraba con una sonrisa malévola.
- Esto es real... Y lo sabes. En tu corazón -dijo, señalando en su propio cuerpo el lugar donde debería estar el corazón de Aidan-. Sabes que va a ocurrir. Exactamente igual que ocurrió en Caer Callidyr. Alarón ha caído ya, y Gwynneth pronto la seguirá.
- ¿Qué puedo... qué puedo hacer? -inquirió él, sin mirarle. Su álter ego demoníaco se arrodilló frente a él.
- Haz que las aguas del pozo sagrado se tornen rojas... La Diosa no responderá a tus plegarias, pero hay otro Dios que sí lo hará...
Poniéndose en pie, volvió a cantar:
I'm for real Always in presence I'm for real Forever (your fear)
I'm for real Always in presence I'm for real Forever (your fear)
- Sigue a tu corazón. Él te conducirá hasta mi -susurró en su oído.
Y, en ese momento, Aidan se despertó sudoroso en su cama. Dinah, a su lado, se estiró perezosamente antes de volverse hacia él, medio dormida.
- ¿Estás bien, cariño?
- Todo va bien -contestó él, dándole un beso en la frente-. Vuelve a dormir.
Inquieto y angustiado, el bardo se levantó para ir a echarse agua fresca de la tina en la cara. Entonces fue cuando vio su reflejo en el espejo.
Y el reflejo le sonrió.
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Tema: Re: El precio del amor (San Valentín 2021) 9th Febrero 2021, 02:05
Capítulo 3: Darkwell
Aidan paseaba junto con el príncipe Araithe por los jardines del palacio cuando vieron llegar a Edward acompañado por un soldado joven que tenía todo el aspecto de haber estado corriendo un buen rato.
- ¿Qué ocurre? -inquirió tenso el príncipe.
- Es el pueblo de Unsar -jadeó el soldado-. ¡Están siendo invadidos!
Aidan sintió que la sangre se volvía hielo en sus venas. Unsar era un pequeño pueblo de pescadores localizado entre las Montañas Cambro y el río, en el centro de la isla y no muy lejos de Karador. Si los atacantes seguían el recorrido del río no tardarían en llegar hasta el lago Myrloch y la ciudad, tal como había visto en su visión.
- Mis informantes me han dicho que un ataque podría ser inminente, alteza. Necesitamos hablar con la Gran Dama Ordalf y preparar nuestras defensas... -estaba diciendo Edward en aquél momento, pero Aidan ya no les escuchaba.
- Si me disculpáis... -musitó, como en trance-. Hay unos asuntos que necesito comprobar...
El príncipe apenas le prestó atención, preocupado como estaba por el reciente giro de los acontecimientos, pero Edward conocía bien a su hermano y sabía que aquello no era normal. El mago se le quedó mirando mientras se alejaba, con una desagradable sensación de sospecha y preocupación creciendo en su interior.
* * * *
Aidan se encerró en una de las habitaciones del palacio y se dirigió directamente hacia el espejo.
- Sé que estás ahí -le espetó a su reflejo-. Responde.
Inicialmente su reflejo no parecía más que eso... Hasta que sus labios se curvaron en la desagradable sonrisa que había estado visitándole en sus sueños durante las últimas dos semanas.
- Ésta es la primera vez que me invocas voluntariamente; ¿Finalmente has visto que lo que te he mostrado era real? -inquirió la imagen, burlona.
- Los asaltantes han llegado a Gwynneth. El ejército Sahuagin arrasará con todo.
La imagen del espejo no mostró ninguna sorpresa, como si ya supiera que aquello ocurriría, tarde o temprano.
- ¿Has pensado acerca de la oferta que te hice? -inquirió.
- Respóndeme a ésto primero: ¿Quién o qué eres?
- Me conocen por muchos nombres, pero tú puedes llamarme Gob.
- Muy bien, Gob... ¿Puedes realmente cumplir lo que me has prometido? ¿Puedes librarnos de los Sahuagin?
La imagen le miró con seriedad.
- Ésto puedo prometérlo: Si haces lo que te pido mi señor os enviará un poder capaz de arrasar a vuestros enemigos.
* * * *
El pozo sagrado se encontraba muy cerca de Karador, en el camino que llevaba hacia Mithrendain.
Aidan no le había hablado a nadie de sus intenciones. Sabía que al príncipe podría haberlo convencido; Araithe era un pragmático que siempre estaba dispuesto a considerar todas las opciones en aras de un beneficio mayor y por lo general no era dado a descartar de manera prematura las ofertas de ayuda, pero la Gran Dama Ordalf podía ser un hueso duro de roer, y aunque hubiera podido convencerlos a los dos, estaba el asunto de los druidas... Los druidas jamás permitirían lo que tenía pensado hacer, y ellos eran los que ostentaban el verdadero poder en las Moonsahes. Como rezaba el dicho popular: «Nadie habla antes que el rey, pero el rey no habla antes que sus druidas».
A Aidan no le gustaba lo que tenía que hacer, pero se estaban quedando sin tiempo... El acceso al pozo sagrado estaba custodiado, pero él, al ser el Ollam del reino tenía granjeado el acceso. Nadie le puso problemas hasta que llegó al pie de las mágicas aguas, donde la presencia de la divinidad era casi palpable. Una vez allí, un druida joven se acercó a saludarle, pero la sonrisa de bienvenida fue reemplazada por un rictus de sorpresa y dolor cuando el bardo le golpeó brutalmente en la cara con una rama caída que había recogido en el camino. El druida cayó al suelo, aturdido, momento que aprovechó el bardo para arrastrarlo por encima de las rocas hasta el interior de las cálidas aguas.
- Aidan, ¿qué estás haciendo? -inquirió una voz familiar, tensa. Edward estaba allí, y, junto a él, Dinah le observaba con una expresión de absoluta incredulidad en el rostro.
Joder... Tenía que traerla a ella...
El druida estaba empezando a recuperarse, así que Aidan le pasó el brazo por la garganta para inmovilizarle y sacó su cuchillo del cinto, apoyándolo en su cuello.
- Sabes que tengo razón, Edward... Podemos usar este poder contra nuestros enemigos.
- Aidan, para ya -ordenó Dinah en tono apremiante, claramente asustada y nerviosa-. Sea lo que sea lo que pretendes, está mal. ¡Tienes que dejar ir a ese hombre!
- Ojalá pudiera, mi amor... Pero ésta es la única manera que tenemos de ganar ésta guerra.
- ¿Pero a qué precio, Aidan? -inquirió el mago, avanzando lentamente hacia él. Al bardo no se le escapó el sutil brillo que empezaba a emerger en su mano izquierda-. Éste no es el camino.
- Aidan... -insistió ella, con la voz tensa-. Si matas a ese hombre no volverás a verme jamás. Eso puedo asegurártelo.
Estaba confundida, dolida y al mismo tiempo furiosa, podía verlo en su mirada. Aidan la miró un instante, y luego al mago, que se preparaba para atacarle, y los recordó a ambos muertos mientras su sangre se mezclaba con las aguas del lago Myrloch.
- Lo siento -dijo con sinceridad, mirándolos a los dos-. Pero ésta es la única manera. Lo he visto.
El cuchillo penetró en la garganta del druida, seccionando la yugular, y, al instante, un torrente de sangre emergió del cuello del pobre desgraciado. Aidan lo dejó caer, permitiendo que el fluido carmesí impregnara el manantial sagrado, corrompiéndolo con la pútrida esencia del asesinato.
- Bhaal te espera, Bhaal te abraza, nadie escapa a Bhaal -musitó, mientras la sangre del druida se iba extendiendo a todo su alrededor hasta cubrir la superficie entera del pozo. Al instante, las aguas empezaron a burbujear, y una figura oscura emergió, rompiendo la superficie.
Medía casi dos metros de altura, de constitución delgada, pelo negro y lacio, peinado hacia atrás con elevaciones en forma de pico en los costados y orejas puntiagudas, pero lo que más destacaba era el color de su piel, de un violeta muerto, en llamativo contraste con el amarillo de sus ojos, resplandecientes en la oscuridad en un rostro de nariz fina y puntiaguda y labios delgados permanentemente curvados en una sonrisa que Aidan había llegado a conocer muy bien, tanto que no le costó identificarlo como el ser que se le había estado apareciendo en sus sueños con su aspecto.
- ¡Kazgaroth! -siseó Edward, y unas aureolas doradas se extendieron en sus manos, mas, antes de que pudiera llegar a hacer nada, tanto él como Dinah cayeron al suelo, inconscientes.
Aidan corrió junto a ellos para asegurarse de que seguían vivos mientras, a su espalda, una densa y fantasmagórica niebla comenzaba a emerger de las ahora impías aguas, elevándose hacia el cielo y extendiéndose en dirección a la costa.
- Están vivos -le tranquilizó Kazgaroth, quien, descendiendo del pozo avanzó hacia él, sosteniendo su barbilla con una uña negra puntiaguda para obligarle a alzar la mirada-. Podría matarte y asumir tu aspecto, pero me has servido bien, Aidan Doyle, y mis aspiraciones son más elevadas. Nada de ésto habría sido posible sin el miedo que anida en tu corazón. El miedo a perder a aquellos a los que amas... Te quiero a mi lado, como mi heraldo. Si accedes a servirme perdonaré a tus amigos a pesar de haber intentado atacarme. En caso contrario... -la afilada garra se clavó en la fina piel bajo la barbilla del bardo, que se aferró a la muñeca del ser para intentar apartarlo de sí sin ningún éxito. Kazgaroth acercó aún más su rostro al suyo, dejándole entrever un vistazo de la verdadera bestia que se ocultaba bajo aquella apariencia-...los devoraré y te obligaré a mirar.
La criatura se apartó al fin, liberando al moreno, que cayó al suelo de rodillas llevándose las manos a la herida del cuello, de la que manaba la sangre.
- ¿Qué...? ¿Qué es eso? -jadeó señalando a las nieblas que oscurecían el cielo-. ¿Qué has hecho?
La criatura se volvió hacia él y le sonrió.
- Éste es tu regalo, Aidan Doyle... Lo que te prometí. Tu deseo concedido: un poder capaz de destruir a los Sahuagin. A partir de ahora, nada ni nadie podrá atacar la isla. Asumiré el trono de éstas tierras y viviréis bajo mi mando a cambio de manteneros a salvo. Ahora levántate, mi heraldo. Es hora de comenzar tus funciones -una malévola sonrisa se dibujó en sus oscuras facciones-. Necesito que anuncies mi llegada.
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Última edición por Aidan Doyle el 11th Febrero 2021, 00:04, editado 1 vez
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Tema: Re: El precio del amor (San Valentín 2021) 10th Febrero 2021, 11:47
Capítulo 4: Nightchurch
El "regalo" de Kazgaroth resultó ser un arma de doble filo... La niebla asesina descendió hasta las costas y aniquiló cualquier forma de vida que encontró en los alrededores de la isla, erradicando cualquier rastro de los Sahuagin y sus criaturas... Pero de la misma manera que nadie podía volver a amenazarles, tampoco ellos podían bajar a la playa o tomar las embarcaciones, pues la niebla no discriminaba entre amigo o enemigos. Yacía eternamente, como un animal al acecho, agazapada entre las rocas de la costa, resplandeciendo con un fulgor fantasmagórico y sobrenatural que advertía a cualquiera que se acercaba demasiado para que diera la vuelta hacia la seguridad de los bosques.
El monstruo obligó a Aidan a conducirle al palacio, y, pocos días más tarde, la Gran Dama Ordalf cayó gravemente enferma. El día de su muerte, su hijo, el príncipe Araithe, se encerró con ella durante varias horas en la habitación, y, cuando salió, Aidan tuvo la absoluta certeza de que aquella noche no sólo murió la gran reina, sino también su hijo. Kazgaroth le devoró y asumió su aspecto, ocupando el trono de Gwynneth.
La religión a Baal se instauró como la oficial, y cada noche de luna llena se le ofrecía un sacrificio, una persona joven, atractiva y vigorosa que debía ofrecerse de manera voluntaria para agradecer (y mantener) la protección de su señor. Aidan fue instaurado como Alto Primado, y tenía como deber visitar las diferentes áreas y ciudades para recolectar las víctimas de los sacrificios. Su mano derecha, con el título de Primer Asesinato, era conocido como Hush, un joven y diestro asesino que pronto se ganó su confianza.
Edward permaneció en la Corte manteniendo su antiguo puesto, pero Dinah, fiel a la promesa que le hizo el día que corrompió el pozo sagrado, desapareció para nunca volver, aunque Aidan siempre sospechó que había ido a ocultarse con los elfos de las montañas.
Tres años después.....
Cuando llegó la hora de la puesta del sol, la víctima elegida salió de su casa ataviado con sus mejores galas. Se trataba de un joven de unos veinte años, en la plenitud de la vida, fuerte y lozano, y, en su recorrido por las calles de la ciudad, los demás habitantes iban saliendo de sus domicilios para acompañarle en procesión hasta el lugar del sacrificio, junto al pozo corrompido.
Aidan le esperaba al pie de las escaleras que descendían hasta el pozo. El Primer Asesinato, Hush, estaba a su lado, con la mano puesta en la empuñadura de su daga ceremonial. Al nombrarle Alto Primado, Kazgaroth le había hecho el responsable de los sacrificios rituales, y aunque el bardo odiaba aquella tarea con toda su alma y se odiaba a sí mismo por llevarla a cabo, al menos intentaría que la experiencia fuera lo menos traumática posible para las víctimas. Si cantaba durante los rituales, el hechizo de fascinación hacía que los elegidos entraran en una suerte de trance del que no se recuperaban hasta el momento en el que el cuchillo les arrebataba la vida, garantizándoles una muerte piadosa y relativamente indolora. Ya que se había convertido en el brazo ejecutor de Bhaal, lo mínimo que podía hacer era tratar de ofrecerles a aquellos desgraciados la misericordia que otros no podrían o querrían otorgarles. En cuanto vio aparecer al muchacho, se inclinó ante él y comenzó a cantar una hipnótica melodía, extendiendo los brazos para darle la bienvenida.
Shine on Chosen one Your dreams Never fade
No sun No moon Can compare To your light
Fue como si, al hilo de sus palabras, una bruma mágica apareciera de repente de la nada y se filtrara a través de sus ojos, dejándole una mirada vacía, muerta, convirtiéndole en un esclavo que no haría más que obedecer su voluntad.
Join us for a while Our goddess, our sign
Come now, fair child Walk with us down the stairs
Cuando llegó junto a él, Aidan extendió la mano para limpiar los restos de las lágrimas que ensuciaban las tersas mejillas del muchacho, obligándose a sí mismo a blindarse ante el horror de lo que tenía que hacer, a no sentir mientras colocaba en su cabeza una corona de muérdago y firmaba así su sentencia de muerte.
Don't cry You're loved Great honor Shall come to you
Fue como si sus palabras le animaran al momento. Aún bajo los efectos de la hipnosis, el muchacho se irguió firme y sonrió, caminando con paso seguro hacia donde aguardaba el Primer Asesinato. Aidan se volvió hacia el resto de la muchedumbre que observaba, todos ellos compartiendo los efectos del hechizo del bardo.
We are followers, exalted ones Our one true love is for the dead We are followers, hidden ones Our one true fear is for our lord
Rápido y mortal como una serpiente, Hush clavó la daga ceremonial justo encima del diafragma de la víctima, que se desplomó al suelo entre convulsiones. Aidan siguió cantando, en la esperanza de paliar, aunque fuera levemente, su sufrimiento.
Ecstasy Sacrifice Share your blood, share your pain
Inclinándose al lado del muchacho que agonizaba, Hush recogió parte de la sangre en una palangana y se la ofreció al Alto Primado, que mojó en ella sus manos antes de volver a alzarlas para mostrarlas a los aldeanos:
Darkest fear Iron bonds Hold you here eternally
Mientras el Primer Asesinato se llevaba la palangana para verter en el pozo corrompido su contenido, Aidan se arrodilló junto a los ojos sin vida del que no era sino uno más de sus incontables víctimas.
In death your eyes Still sparkle, but in tears Tender meat, hungry souls Food and wine to celebrate
We are followers, exalted ones Our one true love is for the dead We are followers, hidden ones Our one true fear is for our lord
Los bhaalyn se dirigieron hacia los aldeanos, repartiendo apetitosas viandas y caras bebidas. Siempre se recompensaba con alimentos en abundancia a los miembros de la ciudad, villa o aldea de la que surgía la víctima del sacrificio, para mantener contenta a la gente y fomentar que el flujo de víctimas no se atenuara. Aidan volvió a ponerse en pie para observar al pueblo, que, contento, aclamaba a Bhaal.
We are followers, exalted ones Our one true love is for the dead We are followers, hidden ones Our one true fear is for our lord
Uno de los sacerdotes se acercó a él para ofrecerle un cuenco lleno de frutas salvajes, pero el color rojo de las bayas hizo que se le revolviera el estómago. No importaba cuántas veces repitiera aquél ritual; siempre que ayudaba a derramar la sangre de una de aquellas víctimas inocentes para después ver cómo los que hasta hacía unas horas habían sido sus familiares y amigos se refocilaban en los vicios más mundanos, llenándose de comida y bebida mientras festejaban hasta el amanecer se sentía enfermo. Pero sabía que, si no lo hacía, quizá Bhaal decidiría comandar sus nieblas para que arrasaran toda la isla acabando con todos los que se encontraban en ella. Eran, básicamente, prisioneros en su propio hogar, y la única opción que les quedaba era mantenerle saciado.
No había día que no se preguntara si habría hecho o no lo correcto aquél aciago día, cuando traicionó todo cuanto creía en aras de proteger a su ciudad y a sus seres amados, pero una y otra vez se repetía que no había tenido ninguna alternativa, porque era la única manera de continuar sin arrojarse hacia las nieblas desde lo alto del acantilado. Tenía que pensar en su pueblo. Tenía que pensar en Alannah.
Y Dinah... Odiaba que el último recuerdo que le había quedado de ella había sido aquella mirada repleta de estupefacción y rechazo. Se preguntó si aún le odiaría...
Por el rabillo del ojo vio a Edward observándole a la sombra de unos árboles y se acercó hacia él.
- ¿Qué estás haciendo aquí? -inquirió, tenso-. Creía que habías dicho que no querías participar de los rituales.
Aquella era una carga que Aidan había aceptado de buen grado. Todo aquello había sido culpa suya, y era lo justo que él asumiera las consecuencias.
- Si lo que me estás preguntando es si ha cambiado mi opinión sobre los asesinatos que cometes regularmente, la respuesta es no -replicó el mago, con la misma frialdad-. Pero he tenido acceso a una nueva información que deberías conocer.
Aceptó la bofetada verbal con todo el estoicismo del que fue capaz. Edward tenía todo el derecho del mundo a odiarlo después de lo que había hecho. Aidan echó un vistazo hacia el lugar de la ceremonia, donde todo el mundo bebía y festejaba, y cogió al hechicero del brazo para conducirlo al interior de la arboleda sagrada, lejos de oídos indiscretos.
- ¿De qué se trata? -inquirió una vez estuvo seguro de que estaban a una distancia prudencial de todo el mundo.
- ¿Recuerdas el cadáver que me entregaste hace tres años, cuando empezó todo?
- Sí. Se suponía que tenías que haber podido hablar con él para conseguir información de los Sahuagin, pero no conseguiste atraer su espíritu.
- En efecto... Fue como si algo... o alguien, lo retuviera, impidiéndole cruzar la frontera al reino de los vivos. Después, la niebla desintegró a todos los Sahuagin que estaban en nuestras costas y no nos fue posible recuperar ningún otro cadáver. Pues bien... he pasado los últimos tres años tratando de perfeccionar el conjuro y he conseguido hacer algo que nadie antes había logrado... desplazar mi propia consciencia al mundo de los muertos.
Aidan se detuvo en seco y se volvió a mirarle, atónito.
- ¿Cómo? ¿Sin un cadáver? ¿Sin ninguna clase de ancla?
- Tener un cadáver me ayudaría a encontrar a una criatura concreta, pero no me hace verdadera falta. Simplemente me concentro en la esencia de lo que quiero encontrar, y he podido hablar con ellos, Aidan. Con algunos de los Sahuagin que nos atacaron en la primera oleada.
Por primera vez desde la invocación a Kazgaroth hacía tres años, Aidan sintió un nudo de terror oprimirle el estómago.
- ¿Y qué has averiguado?
- Fue Bhaal quien les ordenó el ataque, Aidan. Bhaal me impedió poder acceder al espíritu de aquél Sahuagin muerto.
El mundo empezó a desintegrarse en un vertiginoso vórtice multicolor. La visión se le tornó borrosa y las piernas le flaquearon. Sus manos manchadas de sangre dejaron un recorrido carmesí por su frente y sus mejillas. Inclemente, Edward concluyó la frase, dando voz a un pensamiento que no cesaba de martillear en el cerebro del bardo:
- Bhaal no puso las nieblas para protegernos de ataques del exterior... Sino para impedir que pudiéramos hablar con los Sahuagin.
Sentía que se caería si intentaba permanecer un segundo más en pie, así que buscó una raíz prominente cercana y se sentó. Notaba el sabor de la bilis en la garganta.
- Todo fue... un plan para matar a la Diosa -musitó, con la mirada perdida-. Él lo orquestó todo.
- Y tú se la entregaste en bandeja -contestó el mago, con un resentimiento mayor del que había pretendido al ver cómo le afectaba la noticia. Aidan sencillamente se le quedó mirando durante largos minutos, y cuando ya Edward iba a preguntar si aún le estaba escuchando, le habló:
- No te he pedido nada en éstos tres años, hermano... Pero necesito un último favor. Necesito que me ayudes... a encontrar a Dinah.
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Última edición por Aidan Doyle el 13th Febrero 2021, 00:00, editado 1 vez
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Tema: Re: El precio del amor (San Valentín 2021) 12th Febrero 2021, 00:23
Capítulo 5: Dinah
- Entonces... a ver si lo he entendido -tiritó Edward arrebujándose en su capa para resguardarse del gélido viento que se había levantado cuando tomaron el sendero de las montañas en dirección al océano-. No tienes ni idea de dónde está Dinah, pero has escogido buscarla en las montañas, ¿por...?
Inquirió, dejando la pregunta en el aire a la espera de una respuesta. Si no tuviera tanto frío, quizá la habría acompañado de algún gesto, pero estaba demasiado aterido por culpa de la nieve que había empezado a caer como para intentarlo.
- No está entre los pueblos ffolk -replicó Aidan, luchando contra el viento para poder avanzar por el paso-. Créeme, llevo tres años recorriéndolos para reclamar el diezmo de sangre de Bhaal y nunca he encontrado el menor rastro de ella. La isla no es tan grande. Lo único que queda por registrar son los reinos de los elfos, y Synnoria es el más cercano al Myrloch.
- Pero se dice que el reino de Synnoria está oculto bajo un poderoso hechizo de ilusión que lo hace indistinguible de las montañas, ¿cómo pretendes encontrarlo? -la nieve empezó a caer con más fuerza, apelmazándose en el rostro de ambos hombres y oscureciendo su visión. Edward arrugó la nariz-. ¿De dónde infiernos sale esto? ¡Estamos en verano!
- Te presento, hermano, la razón por la cual no hemos conseguido hasta ahora reclamar el diezmo de sangre en el reino de Synnoria... La ilusión no es el único hechizo protegiendo sus fronteras. Desde que Kazgaroth reclamó Gwynneth para Bhaal, los elfos cerraron con magia sus fronteras con los reinos de los ffolk. La ventisca es uno de sus hechizos defensivos.
- Ah, maravilloso -ironizó el mago-. Permíteme que reformule entonces; No tienes ni idea de dónde se esconde Dinah, y te has dejado guiar por una corazonada hacia un reino invisible protegido por una ventisca mágica. ¿Me puedes explicar cuál es la parte en la que...? ¿Aidan?
El bardo se había detenido, escuchando con atención mientras el viento aullaba a su alrededor.
- Me ha parecido escuchar... una canción... -hizo un gesto de negación con la cabeza-. Debo estar alucinando...
- Pues te aconsejo despertar pronto; El frío está empezando a quemarme los dedos, Aidan. Ésto es una locura, debemos regresar.
- No -el bardo reanudó el camino, con más empeño que nunca a pesar del viento que gritaba a través del paso de montaña como una bestia enojada-. Ella está cerca, Edward. Lo presiento. Lo sé...
- ¿Así que tu maravilloso plan consiste en confiar en que ella nos encuentre antes de que muramos congelados? ¿Y todo para qué? Ella ya dijo que no tenía intención de volver a verte.
- Se dice que existe un lugar en Synnoria... un lago encantado con la capacidad de responder cualquier pregunta formulada al amanecer. Necesito un plan, Edward... Un plan para derrotar a un Dios, y Synnoria es el único lugar donde puedo encontrarlo.
Edward se detuvo en seco, volviéndose hacia él.
- ¿Hablas en serio?
Aidan se encaró con él, furioso.
- ¿Realmente crees que disfruto con esto, Edward? ¿Que disfruto arrebatando vidas inocentes para el capricho de un dios loco? Bhaal nos engañó a todos. Yo sólo fui más débil que el resto.
Fue a alejarse para continuar avanzando, pero el nigromante le agarró por el brazo.
- ¿Qué fue lo que viste, Aidan? Cuando mataste a aquél druida dijiste que habías visto lo que iba a ocurrir.
El aludido fue a responder, pero en ese momento sintió una repentina oleada de cansancio y tuvo que luchar para mantener los ojos abiertos. Y a juzgar por el modo en que se tambaleaba el mago supuso que no era el único al que le estaba afectando.
- ¿Qué es esto? -musitó Edward-. ¿Qué está ocurriendo?
- Ésta... ésta es... la segunda parte del hechizo de protección de los elfos... -contestó el bardo-. Tenemos... tenemos que seguir o moriremos bajo la nieve...
Hizo acopio de todas sus energías para continuar avanzando, evitando así continuar la conversación para no tener que decirle toda la verdad: que ninguno de los grupos de hombres que había enviado para hablar con los elfos habían conseguido pasar de aquél punto. Ninguno de ellos había sobrevivido. Por fortuna, el mago estaba tan cansado que ni siquiera tenía fuerzas para seguir discutiendo con él, así que le siguió sin rechistar y caminaron en absoluto silencio durante varios metros más, hasta que, finalmente, el embate del viento fue demasiado para el bardo, que terminó cayendo al suelo de rodillas. El frío era abrumador, el viento rugía en sus oídos y sentía como si alguna clase de poder mágico le estuviera drenando la fuerza. Edward trató de levantarle sin éxito, y los ojos del bardo comenzaron a cerrarse a la deriva. Sus manos se hundieron en la nieve hasta chocar contra algo que no debería estar ahí. Algo duro, de tacto áspero, mucho menos denso y pesado que una piedra. Como sumido en un sueño, extrajo la mano de la nieve y se encontró sujetando un cráneo humano. Y, de repente, sus ojos cansados comenzaron a identificar lo que hasta entonces no habían sido más que borrones indistinguibles entre la ventisca y la nieve. Huesos. Huesos por todas partes.
- Edward... -llamó, con un hilo de voz, y, haciendo uso de sus últimas reservas de fuerza, se puso en pie y, al alzar la mirada, se encontró mirando directamente a los ojos de un troll gigante-. ¡Joder! ¡Edward! -súbitamente despejado, retrocedió a trompicones llevándose la mano al laúd que colgaba de su espalda-. ¡Los huesos!
- ¡Oído!
Mientras Aidan comenzaba a tocar su Canción de Bardo y esquivaba los ataques de la criatura, Edward, que se había desplomado a su vez sobre la nieve, empezó a cavar frenéticamente para desenterrar todos los huesos que pudo, sacó su daga del cinto y se hizo un pinchazo en el dedo, dejando caer una gota de sangre sobre los restos. Después cogió uno de los saquitos que llevaba en el cinto y extrajo un trozo de carne y una pizca de polvo de huesos, espolvoreándolos sobre la zona con toda la rapidez de la que fue capaz.
A pesar de lo cansado que estaba, fue como si la música de su compañero le inspirara y revitalizara, llevándose consigo todo el agotamiento. Las palabras del encantamiento brotaron por sí solas sin tener que pensarlas, y, casi al instante, todos los huesos que se encontraban en las cercanías comenzaron a atraerse y unirse nuevamente hasta formar esqueletos completos justo en el momento en el que el troll lograba alcanzar al bardo y arrebatarle el laúd de las manos de un zarpazo. Aidan tropezó a causa del envite, cayendo al suelo, y un profundo gruñido vibró desde el enorme pecho del ser, que lanzó un rugido que inundó con su aliento pútrido sus sentidos. El monstruo empezó a acercarse, pero, en ese momento, una mano descarnada surgió de la nieve entre los dos, seguida por la cabeza de cuencas vacías de un cadáver, los restos de piel podrida aún aleteando de sus huesos mientras su mandíbula se descolgaba en una mueca macabra. Más y más esqueletos comenzaron a arañar su camino fuera de la nieve, y Aidan aprovechó la distracción para correr al lado de Edward. Con el corazón martilleando en el pecho observó cómo la nieve parecía burbujear y chapotear a su alrededor, ondulando y agitándose como un mar embravecido conforme los cuerpos descompuestos se iban abriendo camino a la superficie.
- ¿Cuál es el plan? -inquirió Edward mientras los cadáveres se arrastraban hacia el monstruo, siseando con las mandíbulas grotescamente descolgadas.
- ¿Recuerdas cómo solíamos atacar cuando luchábamos juntos? -respondió Aidan llevando la mano a su fiel espada Mockingbird-. Quédate detrás de mí.
Con un aullido gutural, uno de los no-muertos se precipitó hacia adelante, pero el troll lo aplastó con un golpe descendente de su cachiporra. Otros dos esqueletos le atacaron, pero el monstruo les reventó la caja torácica con el inmenso garrote, destrozando a todos los que se le ponían por delante para acortar la distancia que le separaba de los dos hombres, con sus fauces relucientes y ennegrecidas abiertas de par en par. Aidan esperó casi hasta que pudo oler su fétido aliento antes de apartarse, permitiendo que el rayo debilitador de Edward impactara de lleno en el ser, drenándole la energía de la misma manera que las protecciones élficas habían hecho con ellos. El troll se agitó, sorprendido, y Aidan aprovechó para abalanzarse corriendo hacia él y saltar en el último momento lanzando un tajo hacia arriba que impactó con un sonido húmedo y enfermizo en la cara del monstruo, cortándole parte de la cabeza. El bardo habría esperado que aquello lo refrenara un poco, pero en lugar de eso, un fuerte manotazo le golpeó en pleno vuelo, arrojándole hacia atrás con un rugido tan fuerte que desprendió la nieve de las hojas de los árboles circundantes.
Edward, que se había adelantado para quemar el trozo de cabeza e impedir que se regenerara, vio como el furioso troll se lanzaba a por el aturdido Aidan y envió una onda de energía negativa hacia él, haciéndole experimentar un dolor agudo que no hizo sino enfurecerle más. Desde el suelo, Aidan vio cómo alzaba hacia él su garrote y cerró los ojos...
Se escuchó un impacto seco, pero el dolor que esperaba no llegó, y, al abrir los ojos, vio una flecha de plumas blancas sobresaliendo del pecho del troll, pero ni siquiera eso lo refrenó, descargando su garrote sobre el bardo, que se apartó rodando justo en el momento en el que una segunda flecha con peculiares plumas verdes pasaba zumbando por encima de su cabeza para atravesar la boca del monstruo, sobresaliéndole por la nuca. Un sinfín de nuevas flechas comenzaron a surgir de todas direcciones, acribillando a la criatura hasta que, al fin, se desplomó sobre la nieve. Aidan vio cómo Edward se apresuraba en prenderle fuego a la criatura y se volvió a buscar a los que les habían salvado la vida.
De entre los árboles que bordeaban el camino de montaña vio aparecer a Dinah acompañada de un semielfo alto y barbudo y de media docena de guerreras elfas que automáticamente les apuntaron con sus flechas.
- Es el Alto Primado -dijo una de ellas avanzando hasta que la punta de su flecha se encontró a escasos centímetros de la cara del bardo, que no vaciló ni se inmutó. No le importaba morir. Su mirada se desvió hacia Dinah, sin decir nada. La elfa sólo estaba esperando a que o ella o el hombre que la acompañaba dieran la orden, y el bardo se encontró descubriendo que era genuinamente incapaz de descifrar la mirada fría de la que una vez había sido su esposa. Incapaz de saber si sería capaz de condenarle o no.
- Dinah -intervino Edward-. Debes saber...
La mujer le interrumpió con un gesto y avanzó, apartando a la arquera para quedar frente a frente con Aidan. Durante varios segundos que se le hicieron eternos, simplemente se miraron, sin que el moreno pudiera predecir lo que ella haría a continuación. Finalmente se volvió y dio unas indicaciones en élfico a los que iban con ella, que rápidamente avanzaron hacia los dos hombres y les maniataron, quitándoles las armas y empujándoles con rudeza hacia un camino forestal. El viento aullaba, azotando los árboles con una rabia que parecía casi tangible. Los largos y agonizantes minutos se confundieron mientras los humanos forzaban sus cuerpos congelados y exhaustos a seguir en movimiento. Finalmente giraron hacia un camino estrecho protegido por árboles gigantes de hoja perenne y un dolor sordo estalló en la cabeza del bardo cuando un golpe seco propinado con la empuñadura de su propia espada le golpeó desde atrás, haciéndole descender en la negrura.
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Última edición por Aidan Doyle el 17th Febrero 2021, 00:51, editado 1 vez
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Tema: Re: El precio del amor (San Valentín 2021) 14th Febrero 2021, 02:08
Capítulo 6: Synnoria
El dulce arrullo del agua le meció en sus etéreos brazos en el camino desde el sueño a la vigilia, haciéndole creer durante un mágico instante que aún se encontraba en el bosque sagrado, antes de la corrupción de Bhaal, y dándole la bienvenida en su despertar. Aidan se incorporó en una elegante cama de una de las habitaciones más lujosas que había visto, construida enteramente en madera y piedra. El sonido que había escuchado en sus sueños procedía de un pequeño estanque conformado por un manantial que manaba de entre las rocas de manera natural. En una de las butacas junto a la puerta se encontraba sentada Dinah, escrutándole con la misma mirada fría que le había dedicado en las montañas.
- La verdad, pensaba que despertaría encadenado en un calabozo -musitó, frotándose la dolorida parte posterior de la cabeza mientras se sentaba en la cama mirando a la mujer.
- Eso depende enteramente de las respuestas que me des ahora -replicó ella, cortante-. Y ni se te ocurra cantar. No me hacen falta armas para barrer el suelo contigo.
Un chispazo de dolor le sacudió por dentro, reflejándose en su mirada.
- Yo jamás te haría eso, deberías saberlo...
Ella le cortó con un gesto.
- El Aidan que yo conocía no habría degollado a un hombre inocente en el pozo sagrado. No sé quién eres tú.
- Dinah... -intentó hablar, pero un relámpago de furia chisporroteó en la mirada de la mujer, haciéndola levantarse.
- ¡Me miraste a los ojos! -exclamó, y el bardo pudo ver sin ninguna dificultad que toda aquella ira no era sino una reacción a un profundo dolor fruto de la peor posible de las traiciones: la de aquél en quien habías depositado toda tu confianza. Todo tu amor. Lágrimas de frustración se adivinaron fugazmente en el océano azul de su mirada-. Me miraste a los ojos, te pedí que no lo hicieras y aún así le cortaste el cuello a aquél hombre. La única razón por la que aún estás vivo es porque Edward ha insistido en que no venías a reclamar el diezmo de sangre de Bhaal.
- Dinah... -repitió él, incorporándose para tratar de llegar junto a ella.
- No te acerques -le advirtió-. Si te acercas más, juro que...
Sus palabras murieron en el momento en el que el bardo la rodeó con sus brazos, en un vano intento de ofrecerle consuelo. Los dedos de la mujer se crisparon en la tela de sus hombros, como debatiéndose entre expulsarlo y retenerlo allí unos segundos más.
- Kazgaroth me mostró lo que pasaría, Dinah... -susurró, revelando para sus oídos lo que no había confesado ante nadie más, ni siquiera Edward...-. Vi Karador destruida por completo. Los Sahuagin habían invadido Unsar y estaban acercándose a la ciudad. Supe que arrasarían toda la isla. Vi... os vi morir... a Edward... a ti... -tuvo que detenerse para contener el casi imperceptible temblor de su labio inferior. No podía ver su cara desde aquella posición, pero ya no parecía tan tensa como hacía unos minutos. Siguiendo un impulso natural que no había muerto aún después de tres años, acarició su larga y sedosa melena rubia-. No espero que me perdones, sé que lo que hice fue horrible. Kazgaroth me amenazó con mataros si no aceptaba ser su heraldo. Dinah... he cometido tantos errores, tantos crímenes imperdonables que ya no espero salvación. Pero al menos quiero intentar arreglarlo.
Se separó del abrazo, apartándose lo suficiente para ver su rostro. La máscara de odio se había desmoronado al fin para dejar al descubierto todo el dolor que se había ocultado debajo.
- Supongo que Edward te lo habrá contado... Consiguió perfeccionar el conjuro para hablar con los muertos y trasladó su propia esencia a su plano. Allí averiguó que todo había sido una treta de Bhaal para destruir a la Diosa. Él convenció a los Sahuagin de que atacaran y después los destruyó para que no pudieran hablar. Puede que ya sea tarde. Puede que no se pueda hacer nada. Pero quiero intentarlo. Necesito que me permitáis acceder al Lago Espejo, Dinah. Habla con la Matriarca Serena y explícale la situación. ¿Lo harás?
Ella se apartó, enjuagándose una lágrima furtiva, y asintió. Cuando ya se marchaba, se dio media vuelta, insegura sobre si debía decir más o no.
- Aidan... lo que te dije aquél día... Iba en serio. Cuando dije que no volverías a verme.
El bardo asintió, sabiendo lo que quería decirle.
- No te preocupes, Dinah. Hace mucho que tengo claro que no tengo derecho a exigir nada -el silencio de la que una vez fue su esposa confirmó lo que ya se imaginaba-. ¿El semielfo de la barba? -ella asintió y Aidan suspiró. Era cierto que había abandonado cualquier esperanza de volver a estar con ella en el momento en el que decidió destrozar todo cuanto había sido sagrado para los dos, pero a pesar del tiempo transcurrido, tener la confirmación ante sus ojos resultaba extrañamente lacerante. Como una vieja cicatriz que empieza otra vez a doler con la llegada del mal tiempo-. ¿Eres feliz con él?
- Es un buen hombre -asintió ella-. Al menos lo intenta.
Y, sin más, salió de la habitación.
* * * *
A Dinah no le costó demasiado convencer a la Matriarca Serena, ya que los llewyrr eran un pueblo eminentemente pacífico.
Una poderosa magia tejida hacía milenios por los sacerdotes del Seldarine había cubierto el Valle de Synnoria con un velo de niebla e ilusión que impedía que cualquiera que no conociera el camino pudiera entrar dentro de sus fronteras. Gracias a ésto, Synnoria no había sido atacada desde hacía dos mil años, por lo que los llewyrr se habían ido asentando poco a poco en un estilo de vida tranquilo y contemplativo en el que pasaban la mayor parte del tiempo dedicándose a sus habilidades u oficios sin ninguna clase de contacto con el mundo exterior.
La propia Matriarca Serena resolvía todas las crisis a las que se enfrentaba mediante largos períodos de meditación hasta que los problemas se resolvían por sí solos o la solución se hacía evidente. Sus mandatos eran obedecidos sin cuestionar por una población dócil que consideraba el cumplimiento de las leyes como algo fundamental para preservar su forma de vida.
En ésto influía la propia magia del Velo, que imbuía el valle con una suave música balsámica y relajante que actuaba a nivel subconsciente reduciendo los pensamientos e impulsos agresivos cuando se estaba dentro de sus fronteras. Ésta misma magia se ocupaba también de reducir la mortalidad y el envejecimiento entre sus habitantes hasta el punto de casi duplicar la esperanza de vida normal.
La escolta que fue a buscar a Aidan al amanecer estaba formada exclusivamente por mujeres, todas ellas luciendo el emblema de las Hermanas de Synnoria, la única fuerza de defensa dentro del reino. Originalmente se formaron con el propósito de otorgar a la princesa Cyrisyne de Winter’s Glen una guardia real con motivo de su matrimonio con Laran Kaminas en el año 154 DR. En aquella época habían sido más de 500, pero con el paso de los siglos, y ante la ausencia de enfrentamientos, el pueblo de Synnoria había dejado de sentir la necesidad de protección que otorga una fuerza armada y su número había ido decreciendo hasta conformar poco más de 20 en la actualidad. De hecho, pudo reconocer a la mayoría de ellas como las que habían formado parte del improvisado rescate en la montaña.
La mágica ciudad de los elfos se encontraba en un valle montañoso entre las montañas Highland y Cambro que dibujaba la forma de una estrella de muchas puntas. El valle en sí se trataba un verdadero paraíso, más hermoso aún que el valle de Myrloch, lleno de todo tipo de vegetación y vida silvestre alimentada por los ríos y arroyos que fluían desde las montañas. Durante el camino al lago, Aidan distinguió, entre los bosques de abedules y álamos por los que pasaban, viviendas construidas con madera petrificada y moldeada con magia para integrarse en la vegetación de manera orgánica, simulando el aspecto de grandes árboles. Sin embargo, eran muy pocas, y la inmensa mayoría parecían abandonadas. Los habitantes se asomaban a las puertas y ventanas de sus casas a verlos pasar, y Aidan rápidamente notó que, en su mayoría, eran todas mujeres. En total, no contó más de una docena de elfos varones, lo cual podía explicar la escasez de población aparente y el hecho de que hubiera semielfos viviendo en un lugar tan recluido. Era muy posible que las mujeres que deseaban tener hijos entre los llewyrr tuvieran que salir fuera de las fronteras del reino elfo para encontrar varones fértiles.
El Lago Espejo era una gran extensión de aguas limpias y cristalinas de un profundo color azul que dominaba el centro del Valle. A sus pies, junto a Dinah y Edward, se encontraba la Serena Matriarca Ate’Niah en persona. Se decía que tenía al menos 1.000 años, pero su rostro, sorprendentemente hermoso, no presentaba arrugas de ningún tipo, otorgándole la apariencia de una elfa joven, posiblemente a raíz de su particular conexión con el Velo. En el cabello oscuro de la mujer destacaba una reluciente tiara de platino con incrustaciones de diamantes.
Cuando Aidan llegó junto a ella, la mujer se hizo a un lado, franqueándole el camino hacia el lago mágico.
- ¿Qué tengo que hacer? -inquirió el bardo.
- Simplemente formula tu pregunta -respondió la Matriarca-. Si tus intenciones son puras, el lago encontrará la manera de comunicarse contigo.
Aidan escuchó entonces una especie de zumbido bajo procedente del lago que nadie más pareció oír. Era como... si estuviera diciendo su nombre.
- Puedo sentirlo... Me está llamando -musitó, aproximándose a las calladas aguas. Casi temió encontrar el reflejo de Kazgaroth en su superficie, pero no pudo ver nada más que un azul profundo y claro. Aidan observó largamente las plácidas aguas antes de musitar su pregunta-: ¿Cómo puedo expulsar a Bhaal de la isla? -el zumbido pareció hacerse más fuerte y Aidan sintió su respuesta en la sangre; en cada célula de su cuerpo-. ¿La Diosa? -repitió, como sumido en un trance-. Pero la Diosa está muerta...
Una poderosa sensación de atracción, como un imán, le impulsó a tocar la superficie del lago con los dedos, y fue como si una corriente de electricidad recorriera su brazo entero mientras el lago le transmitía sus conocimientos ocultos a través de poderosas visiones. No transcurrió más que una fracción de segundo desde que tocó el agua hasta que retrocedió, interrumpiendo la conexión. Y, sin embargo, en aquél breve lapso de tiempo fue capaz de verlo todo. Cuanto había ocurrido, cuanto estaba por ocurrir y lo que debía hacerse.
- ¿Qué ha ocurrido? -inquirió Dinah, adelantándose hacia él-. ¿Qué te ha dicho el lago?
Aidan no respondió. En lugar de eso se volvió hacia el arroyuelo que descendía de las montañas hasta el lago, por el que se aproximaba la criatura más hermosa que había visto jamás; un impresionante unicornio blanco como la nieve con un resplandeciente cuerno dorado en la frente. De inmediato supo quién era: Kamerynn, uno de los hijos de la Diosa.
El magnífico animal se detuvo ante él, haciendo un gesto con la cabeza que era prácticamente una invitación. Aidan asintió, y, colgándose de su cuello, se aupó hasta su lomo. Acto seguido le ofreció su mano a Edward para ayudarle a subir tras él y miró a Dinah.
- Voy a arreglar ésto. Lo prometo.
Y, tras ésto, el unicornio y sus jinetes se perdieron en dirección a las montañas.
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Tema: Re: El precio del amor (San Valentín 2021) 17th Febrero 2021, 01:30
Capítulo 7: Sleeping Goddess
En circunstancias normales, el trayecto a través de las montañas Cambro sería peligrosamente difícil; los pasos de montaña eran abundantes y sinuosos, con caminos cegados por abruptas paredes y acantilados y pasajes hábilmente escondidos para engañar incluso a los montañistas más experimentados. Para añadir aún más dificultad, una densa niebla cubría todos los senderos haciendo extremadamente sencillo resbalar o tropezar en alguna piedra suelta hacia una muerte inminente.
Por fortuna, de nada de ésto tenían que preocuparse los dos hombres cabalgando a lomos de Kamerynn. El unicornio conocía todos los caminos y pasajes seguros, y aunque éstos no existieran, Aidan estaba seguro de que la magia que le imbuía los crearía para ellos. Cabalgaban más rápido de lo que habrían conseguido a lomos de cualquier caballo normal, recorriendo distancias imposibles en un parpadeo. En un momento dado se dirigían directamente hacia una quebrada que se precipitaba al vacío, pero justo cuando parecía que iban a caer, desaparecieron mágicamente para reaparecer al otro lado del desfiladero. Poco a poco, su objetivo empezó a divisarse a lo lejos.
- ¿El Bosque de Winterglen? -inquirió Edward, sorprendido. Hacía algunos años, el Príncipe Araithe había combatido contra las hadas oscuras del bosque y las había derrotado después de una campaña larga y costosa, obligándolas a replegarse hacia la parte más profunda. Ahora, la mayor parte del bosque podía considerarse seguro, aunque aún albergaba peligros en su interior.
Aidan no respondió, permitiendo que el mágico animal les guiara a través de la densa floresta hasta llegar a un camino levemente iluminado por hongos iridiscentes que discurría paralelo a un riachuelo. La magia que se respiraba allí era prácticamente palpable.
El camino conducía hacia una pequeña casa medio en ruinas y prácticamente absorbida por la vegetación que la rodeaba.
- Llegáis tarde -dijo una divertida voz femenina a su derecha-. Aunque tengo que admitir que lo hacéis con estilo...
La mujer que había hablado les observaba a un lateral del camino con una ceja alzada en señal de apreciación, sentada sobre una roca cubierta de musgo y apoyada sobre un gigantesco mazo de madera. Llevaba una extraña armadura ligera que parecía más decorativa que funcional, se cubría con una larga capa púrpura con el interior forrado en rombos morados y rojos, y tanto su cabello como las calzas que cubrían sus piernas eran bicolores. A primera vista, Aidan pensó que era una de las mujeres más extrañas que había visto en su vida. A su lado había un hombre joven de aspecto adusto, ojos verdes y cabello marrón. Su cuerpo, alto y delgado, aparecía enfundado en una sencilla túnica gris.
- Hace mucho que la adivina presagió vuestra llegada -explicó el hombre-. A menudo las predicciones son inciertas.
Aidan asintió y descendió del unicornio. Edward bajó tras él.
- ¿Dónde está? -preguntó únicamente el bardo.
El hombre y la mujer les indicaron que les acompañaran siguiendo el curso de las aguas hasta llegar a un pequeño lago. Allí, prácticamente indistinguible de la naturaleza que la rodeaba, yacía dormida una dríada. Las hojas de las plantas a su alrededor parecían fluir a través de ella de manera ininterrumpida, como si su cuerpo fuera una parte más del suelo y los árboles, y las anémonas florecían en su cabello rojizo extendiéndose a lo largo de sus hombros. Sus pies descansaban en el borde del agua, como si fueran raíces en busca de sustento. Todo su cuerpo expedía un suave y cálido fulgor, y la parte del bosque alcanzada por su brillo era especialmente frondosa y exuberante. Aidan contuvo el aliento, impresionado.
- Aidan, ¿qué es todo ésto? ¿Qué está pasando? -inquirió Edward.
- Te lo explicaré, viejo amigo... -musitó el bardo, sin poder apartar su reverente mirada de la belleza dormida-. Cuando la sangre de aquél druida mancilló las aguas del lago, la Diosa quedó herida de muerte... Sin embargo, a pesar de experimentar un dolor inimaginable, su mente aún era capaz de conformar pensamientos... Y el pensamiento de una diosa puede obrar milagros. En su último aliento exhaló lo que quedaba de su energía vital, y ésta vagó hasta encontrar un receptáculo que pudiera albergarla fuera de los pozos contaminados por la esencia de Bhaal. La Diosa es la madre de la tierra, y en la tierra reside su fuerza. Las dríadas son criaturas mágicas vinculadas al mundo natural, así que se vio irremisiblemente atraída hacia su fuente.
La mujer del pelo bicolor asintió.
- Alguien ha estudiado sus lecciones... Lleva dormida tres años.
- ¿Quieres decir que el espíritu de la Diosa está en el cuerpo de esa dríada? -inquirió Edward, atónito.
- Así es... Pero está herida de muerte por la corrupción de los pozos. No puede despertar por sí misma -contestó ella, apenada.
- La adivina tuvo una visión. Supo lo que acababa de ocurrir, así que vinimos para encontrar y proteger el cuerpo de la Madre Tierra -continuó el hechicero. Aidan se volvió hacia la mujer.
- Sabías que vendríamos... ¿Sabes también lo que ha de ocurrir?
Ella asintió y le hizo un gesto para que le acompañara.
- Ven conmigo, guapo... Ésto es algo que tenemos que hablar a solas.
El interior de la casita estaba atestado de cachivaches de todo tipo; libros, viales, pociones, hierbas, huesos y otras mil cosas que ni siquiera fue capaz de reconocer. La adivina se sentó al otro lado de una mesa de madera y comenzó a barajar sus cartas. Aidan caminó por el reducido espacio de la habitación, sorteando los obstáculos como un animal enjaulado, sin perder de vista el hipnótico movimiento que ejercían las manos de la mujer al bailar con las cartas sobre la mesa. Sin darse apenas cuenta, empezó a cantar para sí en voz baja:
A secret basement hidden away from the world She said I'm chasing what I can't have or what I can't do The fortune, the fortune, the fortuneteller
Las pálidas manos extendieron la primera carta sobre la mesa:
Como obedeciendo a un hechizo irresistible, Aidan se acercó más, sintiendo cómo un miedo atroz empezaba a atenazarle el estómago.
The cards have spoken I must go where no angels go My will is broken I'm the one that I don't wanna know The fortune, the fortune, the fortuneteller The fortune, the fortune, the fortuneteller
Implacable, la segunda carta mostró su rostro en la mesa y el bardo la tomó entre sus dedos temblosos.
- La Suma Sacerdotisa es una de las caras de la Naturaleza -dijo la mujer-. En éste caso representaría a la Diosa -su mirada se desvió hacia la carta que sostenía el hombre-. Todo cambio es, a su vez una pequeña muerte. El Colgado representa muerte y renacimiento. También implica sacrificio -dijo, dirigiéndole una mirada penetrante-. Pero eso ya lo sabías. El lago te lo mostró, ¿verdad?
- No de manera clara -respondió él sentándose al fin frente a la mesa- Fueron visiones vagas... inconexas... fugaces.
I saw the future, with a fateful gesture of the hand I think it's really evil, make me do what you can't understand The fortune, the fortune, the fortuneteller The fortune, the fortune, the fortuneteller The fortune, the fortune, the fortuneteller
La mujer extrajo la última carta del mazo, pero la dejó boca abajo sobre la mesa, sin darle la vuelta. Aidan la miró un instante y después la miró a ella:
And one last question: Why is happiness just smoke in the blue? Oh, fortuneteller, please tell me the bloody truth
Y la verdad se mostró ante él.
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Tema: Re: El precio del amor (San Valentín 2021) 19th Febrero 2021, 02:15
Capítulo 8: Contemplation
Aidan descendió el camino hacia la cascada cercana donde le habían dicho que se había dirigido Edward. Encontró al mago sentado en la hierba, entre las luciérnagas que comenzaban su baile previo al crepúsculo. Parecía pensativo. El bardo caminó en silencio hasta sentarse a su lado, contemplando la caída del agua.
- ¿Recuerdas cuando solíamos sentarnos así, junto al Myrloch, a beber al atardecer? -le preguntó.
Dinah y Martha, la mujer de Edward, también se sentaban con ellos, y pasaban horas bebiendo, cantando y contando historias hasta que les vencía el sueño. Aquellos habían sido buenos tiempos.
El mago asintió.
- Éste viaje me ha traído muchos recuerdos. Entre otros, por qué solías caerme bien -dijo, y por primera vez desde que habían escapado de Karador, Aidan no vio desprecio o resentimiento en su mirada, empañada por la tristeza. El bardo suspiró.
- Edward, eres mi hermano, de corazón, que no de sangre, y nada de lo que suceda podrá cambiar eso, espero que nunca lo olvides. Bhaal nos manipuló a todos. Obligó a los Sahuagin a atacar la isla y me ofreció el remedio para el mal que él mismo había provocado. Creo que, en el fondo de tu ser sabes que, si no hubiera hecho lo que hice, Karador habría sido destruida, y con ella, habría caído toda la isla. La Diosa habría muerto igualmente, Edward. La única diferencia es que habría tardado un poco más, y habría sido una mano diferente la que lo habría provocado. Y ninguno de nosotros existiría.
- Bhaal te habló aquella noche, ¿no?
- Me habló semanas antes. Noche tras noche me enviaba pesadillas y predicciones sobre lo que habría de ocurrir, y, día tras día, veía como absolutamente todo se iba cumpliendo. Una de las cosas que vi fue cómo moriáis Dinah y tú, durante la caída de Karador.
Un sereno silencio se extendió entre los dos.
- Pero al menos habríamos muerto libres, luchando. Ahora somos todos esclavos, teniendo que rendirle tributo a Bhaal con nuestras vidas. Y tú te has convertido en su asesino -añadió en un susurro-. Cada luna llena matas hombres y mujeres inocentes para saciar su demoníaca sed de sangre. ¿Cómo puedes vivir así?
- Kazgaroth me amenazó con mataros si no lo hacía -respondió él con sencillez. Ya no tenía sentido tratar de ocultar nada-. Dinah se había ido, pero no sabía si sería capaz de encontrarla, y tu mujer y tú aún seguíais en la ciudad.
Edward volvió hacia él unos ojos azules repletos de sorpresa.
- ¿Todo éste tiempo has estado cumpliendo sus órdenes... por nosotros?
- Eres mi hermano, ya te lo dije. Y jamás he amado a nadie como amé a Dinah. Una vez Kazgaroth fue libre, si yo no hubiera aceptado esa carga, otro lo habría hecho igualmente, posiblemente Hush. Sólo que vosotros estaríais muertos. Y, al menos, yo me preocupo de que tengan una muerte lo más pacífica y misericordiosa posible. Aún así, sé que mis manos están manchadas de sangre. Han muerto demasiados inocentes y ya no hay esperanza para mí. Pero aún puede haberla para vosotros.
- ¿Qué quieres decir? ¿Qué te ha contado la adivina?
- La diosa está dormida, pero otro puede aceptar su esencia en su interior, con ayuda de la magia. Después... escucha...
Paso a paso, el bardo le contó el plan que habían elaborado Arlequín, el hechicero Javis y él. Antes de llegar al final, el mago ya estaba negando con la cabeza.
- No. Tiene que haber otra manera.
- No la hay, Edward, tienes que creerme. Las visiones del lago, las predicciones de la adivina... Todo conduce al mismo final. Alguien tiene que hacerlo, y de nosotros tres soy el único que no tiene ya nada que perder. Además, todo ésto se originó por mi mano. Es lo justo que también termine por la mía.
- No, me niego a aceptarlo. Acabo de recuperarte, joder...
Aidan entrelazó sus manos en la nuca de su amigo y unió su frente a la suya.
- Ya me temía que podrías reaccionar así... Pero te necesito para el hechizo, hermano...
Lentamente se separó de él y retrocedió varios pasos, alejándose. Edward adivinó sus intenciones y se puso en pie a su vez.
- No, no se te ocurra...
Constructing the portal took two thousand years Black shining marble was used The souls that were bound to the circle still screams Blood is essential for runes
Resultó una sensación agridulce ver cómo el mismo velo que en tantas ocasiones le había ayudado nublaba el azul prístino de los ojos de su amigo, sumiéndolo en el hechizo de fascinación que nunca antes había usado sobre un ser cercano a él, privándole de su voluntad. Porque, como era natural, Edward no se había puesto protecciones mágicas para estar con él. No había tenido motivos para esperar un ataque y eso le hizo sentirse aún más miserable.
Unseen the guardians are watching our deeds Eternally roaming this place The prophecy tells us that time has come near To finally reach our lord
Fearing our doom is pointless Realizing our deeds Humanity is in dept, my friend And those who pay Are you and I...
The ideal of civilization is grand But few know why we even try Fulfilling the great ancient vision in truth Is all that will count in the end
The only purpose for our struggle Is to reach a certain point Where we can feel were close to god To realize corruption rules
Volviendo a adentrarse en la floresta, Aidan le indicó al hombre hechizado que le siguiera, y Edward obedeció sin rechistar.
Sometimes I can swear it's opening, It's shifting Sometimes I can swear it's glaring, laughing...
Tras un corto camino por el bosque, regresaron al claro donde dormía la dríada. Allí esperaban ya la adivina y el otro hechicero.
- ¿El nigromante hará lo que le pedimos? -inquirió Javis.
Aidan asintió y se volvió hacia Edward.
- Necesito que extraigas la energía vital de la Diosa y la transfieras a mi cuerpo como si se tratara de una urna mágica -pidió.
El nigromante le devolvió la mirada y Aidan pudo ver cómo el velo que la nublaba empezaba a disiparse, como si estuviera haciendo un esfuerzo activo por resistirse a su control.
- No puedo... no puedo hacerlo... Si lo hago, tú...
Rápidamente Aidan se acercó más a él, tomando su rostro entre las manos para obligarle a mirarle a los ojos, reforzando el hechizo de fascinación.
Fearing our doom is pointless Realizing our deeds Humanity is in dept, my friend And those who pay Are you and I...
The only purpose for our struggle Is to reach a certain point Where we can feel were close to god To realize corruption rules
Edward cayó al suelo de rodillas y extendió una mano para tocar a la dríada dormida mientras alzaba la otra hacia Aidan, que la apretó entre las suyas, descendiendo al suelo con él.
To realize that it all are lies To realize that we all have to die To realize that we all have to die
El leve resplandor que emanaba de la dríada se hizo más y más intenso, hasta que Edward cerró el puño y dio un tirón, arrancando el halo de energía luminosa de su cuerpo y redirigiéndolo hacia Aidan. En cuanto alcanzó su piel, la ráfaga de energía dorada explotó con la ardiente intensidad de las estrellas, y, cuando el fulgor se disipó y pudieron volver a mirar, Aidan estaba encogido sobre sí mismo en el suelo. Edward se precipitó hacia él.
- ¿Estás bien? -inquirió, con el rostro teñido por la preocupación.
- Es... la energía vital de una diosa -respondió él, tratando de esbozar una sonrisa despreocupada a pesar del dolor-. La noto... arder... por todo mi cuerpo. Espero ser capaz de contenerla el tiempo suficiente...
El sonido de los cascos de Kamerynn se dejó oír por el camino. La dríada había abierto los ojos y se había incorporado, mirando a su alrededor con la confusión dibujada en el semblante. La adivina rápidamente se agachó para ayudarla. Edward parecía frustrado.
- ¿Cómo has podido ser tan imbécil? -exclamó-. Me has obligado a usar tu cuerpo como recipiente material del conjuro. Y sabes que, en éste hechizo, el recipiente siempre se destruye.
- Doy gracias al terrible dolor que estoy sufriendo ahora mismo, porque probablemente sea lo único que ha impedido que me dieras un puñetazo por haber usado mi influjo sobre ti -trató de bromear el bardo-. Pero ahora, si no te importa, agradecería que me ahorraras las explicaciones técnicas. No sé cuánto tiempo voy a poder soportar el alma de la diosa sin explotar. Yo no soy una dríada, por si no había resultado evidente...
Edward se inclinó para ayudarle a levantarse y se dirigió a mirar a sus improvisados compañeros:
- Bien, señoras... Javis... Tenemos mucho que preparar y muy poco tiempo, así que sugiero empezar cuanto antes...
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Tema: Re: El precio del amor (San Valentín 2021) 20th Febrero 2021, 00:26
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Tema: Re: El precio del amor (San Valentín 2021) 21st Febrero 2021, 02:26
Capítulo 9: Sacrifice
El falso príncipe Araithe se asomó al balcón del palacio real para ver una de las procesiones sacrificiales dirigiéndose en dirección al Pozo Oscuro, pero todavía no había transcurrido un mes desde el último ritual. ¿Qué estaba pasando? Salió de sus habitaciones para detener a uno de los sirvientes y preguntarle.
- Señor, el Alto Nigromante de la Corte ha decidido abrazar a Bhaal entregándole a su esposa. El Alto Primado ha corroborado la muerte y la ha juzgado apropiada, y ahora se va a celebrar la ceremonia de promoción realizando un sacrificio a Bhaal.
Resultaba irritante no haber sido informado de aquello, pero él mismo había relegado todos los asuntos del culto en las manos de Aidan en el momento en el que le había nombrado Alto Primado. Él se ocupaba del gobierno de la ciudad y la isla, pero de todo lo referente a los asesinatos y rituales se ocupaba el bardo, y hasta ahora nunca le había fallado. Y en aquél caso concreto entendía que hubiera querido ocuparse personalmente considerando la particular debilidad que sentía hacia el nigromante, pero era extraño... Hasta el momento Edward nunca había aprobado las actividades del culto. ¿Qué le había hecho cambiar de opinión hasta el punto de estar dispuesto a sacrificar a su esposa? Había algo extraño allí, así que haría bien en dirigirse hacia el pozo para asegurarse de que todo transcurría según lo debido.
* * * *
Casi toda la ciudad se había reunido en el antiguo pozo sagrado para presenciar la ceremonia, y más de la mitad llevaban las largas túnicas negras de los clérigos de Bhaal. La víctima elegida para el sacrificio se encontraba ya dentro del pozo, con Hush a punto de asestar el golpe de gracia. Rápidamente distinguió al Alto Primado junto al pozo, con el nigromante a su lado. Todo parecía normal, pero una sensación extraña embargó a la Bestia, llenándola de una incomprensible inquietud. Algo iba mal... pero no acertaba a adivinar el qué.
El cuchillo del Primer Asesinato atravesó el pecho de la víctima, pero algo raro ocurrió... La sangre que manó de la herida era dorada en lugar de carmesí, y, cuando el cuerpo se desplomó contra el agua, a medida que el resplandeciente fluido vital entraba en contacto con las oscuras aguas corrompidas, éstas se incendiaban con una especie de fuego azulado que no transmitía calor pero se iba extendiendo por la superficie, disolviendo y evaporando la contaminación de Bhaal a su paso.
La luz del discernimiento alumbró a Kazgaroth en ese preciso instante. No entendía cómo la Diosa había sobrevivido y habían utilizado el cuerpo de la víctima como un contenedor mágico para su energía vital. Al herir el recipiente, aquella misma energía estaba fluyendo directamente al lago, purificándolo.
- ¡Hush! -gritó-. ¡Saca el cuerpo del agua!
Hush se agachó junto al cuerpo, pero, ante sus ojos, su aspecto físico comenzó a rielar y a mutar hasta que...
- ¡Aidan! -exclamó, angustiado. El Alto Primado había sido su guía y su mentor a lo largo de aquellos tres años, y habían llegado a desarrollar una relación muy estrecha. Sosteniéndolo entre sus brazos inició el impulso para sacarlo del agua, pero el bardo le indicó que no con la mirada.
- Hush... No... -musitó con un hilo de voz-. Está bien... Está bien... Déjame...
El asesino cayó de rodillas junto al cuerpo moribundo de su amigo, y sus lágrimas se unieron al baile de llamas fantasmagóricas que recorrían la superficie del lago. Ahogando una maldición entre dientes, Kazgaroth trató de correr hacia el pozo, pero una de las supuestas seguidoras de Bhaal le salió al paso, y, quitándose la capucha reveló un rostro pálido de labios pintados de negro y cabello bicolor que le ofreció un guiño arrogante.
-¡Eh, tío feo! ¿Te han dicho alguna vez que necesitas un cambio de cara? -inquirió justo antes de golpearle en la cara con un mazo enorme que salió aparentemente de la nada y le clavó la nariz en el rostro con un crujido repugnante. Acto seguido, la mujer, también encapuchada, que iba a su lado, invocó una oleada de magia desde la punta de sus dedos, moviendo los brazos hacia abajo en un poderoso arco que erigió un muro de ramas y zarzas que se alzó en un instante para bloquear su camino hasta el pozo.
De inmediato, los clérigos de Bhaal se dirigieron a ayudar a su señor, pero se encontraron con la oposición de las gentes de Karador y de una parte importante de sus propias filas que sólo se unieron a su fe por miedo pero que nunca habían llegado a acoger al dios en su corazón. Lanzando un vistazo a la batalla que se libraba a su alrededor, Kazgaroth simplemente se rió, con los ojos encendidos, y el suelo empezó a temblar debajo de las dos mujeres, que lograron apartarse del camino justo cuando las enormes mandíbulas del dinosaurio que ahora se erguía ante ellas se unieron en el punto que habían ocupado un segundo antes. El dinosaurio lanzó la cabeza hacia atrás, dispuesto a atacar una vez más, pero Edward se plantó delante de ellas en aquél instante, levantando los brazos ante sí para levantar un escudo de energía mágica que bloqueó las mortíferas fauces. Un repentino grito de batalla hizo levantar la cabeza a la bestia justo cuando una enorme espada voló por el aire, dejando una estela de escarcha a su paso antes de hundirse profundamente en el pecho del monstruo. Martha, la esposa de Edward a la que supuestamente había asesinado para poder comprar su lugar entre las filas de Bhaal, saltó por encima del altar, volando por el aire y rodando por el suelo con suma agilidad al aterrizar. Se levantó frente al dinosaurio y le arrancó la espada ensangrentada del pecho en un mismo movimiento fluido. Tras ella, Javis caminaba casualmente a través del caos, chasqueando los dedos y sonriendo ante los devastadores resultados de su magia.
La mujer encapuchada que había creado el muro de ramas y zarzas alzó las manos, llamando a los elementos. Una ráfaga de viento alejó el follaje que les rodeaba, haciendo caer su capucha para revelar el rostro de una dríada increíblemente hermosa, y una nube de tormenta envolvió a Kazgaroth. Con una orden aguda, la mujer extendió la mano hacia los cielos e invocó el rayo. Se produjo un crujido ensordecedor cuando varios relámpagos crepitantes iluminaron la oscuridad, enterrándose profundamente en el cuerpo del dinosaurio, forzando su camino directamente a través de su corazón. La bestia apenas tuvo ocasión de jadear antes de que su cuerpo explotara en millones de pedazos.
Presenciar la muerte de su señor hizo que los pocos acólitos que aún quedaban en pie se rindieran por sus propios medios, y el grupo se dirigió rápidamente hacia el Pozo Sagrado donde yacía Aidan, con la mirada vidriosa fija en un cielo que, por primera vez en tres años, aparecía límpido y sin rastro de las brumas asesinas de Bhaal.
* * * *
El mismo cielo que Dinah y Oliver observaban desde lo alto de las montañas Cambro.
- Las nieblas... han desaparecido -anunció una de las hechiceras de las Hermanas de Synnoria-. La isla vuelve a estar libre.
Dinah sabía que tenía que estar feliz, que Aidan había cumplido su promesa, pero no pudo evitar la sensación de profunda tristeza que se adueñó de su corazón.
- ¿Qué te ocurre? -inquirió Oliver, preocupado-. ¿Acaso no son buenas noticias?
- Sí... -asintió como pudo, limpiándose las lágrimas que corrían por sus mejillas-. Son buenas...
* * * *
- ¿No puedes hacer nada por él? -preguntó Martha. Edward negó con la cabeza, adentrándose en el pozo, que de nuevo aparecía blanco y resplandeciente, las energías de la diosa restauradas.
- Si sólo se tratara de la herida física podría haber intentado curarla, pero su cuerpo ha servido de contenedor para el alma de una diosa en un hechizo que requiere la destrucción del recipiente para poder liberarla de nuevo. Ésto ya no se puede deshacer -dijo, arrodillándose a su lado en el agua junto a Hush.
- Él lo sabía y tomó voluntariamente su decisión -asintió la Arlequina. De manera inesperada, la dríada entrelazó sus dedos con los de ella, y, sorprendida, la mujer del pelo bicolor se enfrentó con su mirada. La dríada le sonrió y una sensación de calor se instauró en el cuerpo de la adivina, aliviando un poco la desazón que sentía.
- Hermano -llamó Edward sosteniendo la mano de Aidan entre las suyas-. ¿Puedes oírme? Hemos vencido, Aidan. Somos libres...
El bardo dirigió su lívida faz hacia el nigromante.
- Alannah... -musitó, tosiendo sangre-. Llévasela a Dinah. Siempre... siempre quisimos... tener hijos...
Edward asintió, sintiendo cómo las lágrimas velaban su visión.
- Te quiero, hermano.
Aidan cerró los ojos, una plácida sensación de serenidad reemplazando el tortuoso dolor que le había acompañado en sus últimas horas.