Érase una vez... el día de San Valentín

Los gemelos era muy activos. Podían agotar la energía de cualquiera. Como era propio de su edad, estaban llenos de vigor y curiosidad. Esos rasgos enérgicos eran propios de su familia y le hacían estar conectado con sus sobrinos. Porque él también tenía ese carácter dinámico e inquieto que mostraban los pequeños.  era la hora de dormir y como siempre costó un imperio dejar la actividad, ponerse los pijamas, lavarse los dientes, dar las buenas noches y meterse en la cama. Iba a salir del cuarto cuando una vocecita infantil detuvo sus pasos. La pequeña pelirroja pedía un cuento y su joven tío la miró con duda. Seguro que le caía una bronca del papá de los menores si no estaban durmiendo a su hora. Una súplica de ojos verdes se unió a la de la pequeña.  Como se sabe los gemelos siempre están unidos y van uno detrás de otro. Confabulando líos o dándose apoyo. El mayor suspiró y se rió, rindiéndose a los deseos de sus sobrinos. Sentía una especie de adoración especial por aquellos niños. Una inusitado amor y cariño que surge cuando ves nacer y crecer a una persona. Un amor que nace de la protección y la ternura. No son tus hijos pero les quieres como si lo fueran porque son el fruto de dos personas a las que atesoras mucho. Nunca pensaste que pudieras querer a alguien de esa manera tan pura y con tanta entrega y de repente un día llegaron ellos. Fue en ese momento en el que descubriste que el amor no tiene límites. Que siempre puede ser más grande y harás cualquier cosa para que aquellas dos personitas a las que miras esté seguros, protegidos, tengan lo que necesitan y sean la más felices que puedan.

No pudo contra los dos menores así que sacó un libro de la estantería. Se sentó en la cama del muchachito y enseguida la hermana de este se sentó a su lado. El tío de los niños quedó en medio de ellos. El joven castaño abrió el cuento. Era un cuento algo viejo que por azares del destino nunca le llegó a leer su madre pero allí estaba para ser aprovechado por los dos pequeños que tenía junto a él. No sintió tristeza por la infancia perdida, sino alegría por poder disfrutar de ese mágico momento con los pequeños que tenía cerca de él. Cuando los tres estuvieron cómodamente situados y las caritas de los sobrinos miraron al castaño expectantes, el mayor comenzó a leer.

En un lugar muy lejano, en aquellos tiempos donde  existían dos reinos separados por un inmenso y peligroso bosque. El miedo a pasar por el bosque se extendió y ambas poblaciones evitaban cruzar por el lugar. Se fueron propagando historias y rumores cada uno más descabellado que el anterior. Al final, nadie se atrevía a cruzar aquel bosque. Por ello, los ciudadanos de ambos países permanecieron años y siglos sin tener contacto los unos con los otros. Tanto tiempo sin tener noticias los unos de los otros fueron la leña que alimentó percepciones y estereotipos sobre los desconocidos vecinos.

Tim tenía mucho miedo sobre las habladurías de la gente. Esos susurrados rumores que decían que los kriptonianos raptaban niños y hacían con ellos velas. Decían las malas lenguas que los kriptoniamos te cortaban las uñas y el pelo en las noches cerradas y las utilizaban para convertirte en un esclavo zombie por medio de la brujería. También las leyendas urbanas decían que los kriptoniamos desangraban jóvenes y se bañaban con su sangre para permanecer siempre  jóvenes, bellos y fuertes. Muchas más cosas tan descalabradas como macabras se narraban estos días sobre el pueblo vecino. Historias escalofriantes que en la fría nocturnidad se te metía susurrantes en el oído y te hacían temblar.

Tim era uno de los príncipes del reino de Gotham. El tercer hijo del rey Bruce. Cuando era más pequeño dormía con sus otros dos hermanos Dick y Jason. Pero al ir creciendo se les fueron asignando cuartos propios. Tenían un hermano menor Damián, que era aún un bebé. El menor de los hijos de Bruce siempre había dormido solo porque tenía el sueño muy ligero y con cualquier ruido de sus otros hermanos se despertaba. Como hacía poco que Tim dormía solo, aún no se había acostumbrado a pasar por su cuenta los ruidos de la noche. Era en esos momentos que los rumores se metían en su cabeza y empezaba a sentir un profundo terror. Siempre que estaba asustado corría al cuarto de su padre, en busca de esa protección mágica que otorgan los padres cuando somos pequeñitos. Bruce siempre le volvía a llevar a su cuarto, le arropaba y le decía para tranquilizarme: no te preocupes Tim, yo mataré kriptonianos por tí. ¿Como?Replicaba siempre Tim. Dándote una idea para que no tengas miedo, Tim; si te sientes valiente verás al kriptoniano pequeño y cobarde. Entonces acabarás con él. Contestaba siempre el resabido papá murciélago. El pequeño moreno no sabía si era porque su papá era muy fuerte o valiente, o si porque permanecía con él hasta que se dormía o porque sus palabras eran mágicas. No sabía la causa pero después de que Bruce estuviera con él siempre conciliaba un sueño repador.

Una noche después de haber sido arropado por su padre murciélago, Tim se despertó de súbito. Unos fuimos extraños le hacían palidecer. Se levantó dispuesto a ir corriendo al cuarto de Bruce para encontrar el consuelo paternal que necesitaba para superar su temores infantiles. El pequeño Robin cogió su manta y se dirigió con paso rápido al cuarto del mayor. En el camino hacia la habitación del rey oyó la voz del consejero real Alfred. Pensó que ya que el anciano estaba despierto era mejor pedirle a él consuelo que interrumpir el sueño del rey. Con ese pensamiento bajó a todo correr las escaleras. En el largo pasillo que daba acceso a la cocina se le cayó un broche de un petirrojo, símbolo de la familia. Cada hijo de Bruce tenis una joya exclusiva y única. No quería perder la suya. Se giró al darse cuenta que se le había caído. Fue a buscarle y vió como uno de los gatos del castillo lo tomaba en sus fauces. Tim corrió apresurado para arrebatarle el objetivo. El mínimo huyó asustado. Tim siguió al animal a fuera del castillo. El gato siguió corriendo y Tim le persiguió mucho más allá. Al final logró alcanzar al gatito atigrado y recuperar su broche. En aquel mismo momento se dió cuenta que se había alejado mucho más de lo que creía. Estaba en el temible e inexpugnable  bosque.

Una siniestra sintonía era arrastrada por el viento: jugando al escondite Hickory Dickory Dock en el bosque anocheció Hickory Dickory Dock el cuco cantaba Hickory Dickory Dock. Tim sintió un escalofrío y corrió atemorizado para alejarse de aquel sonido. Al correr durante un rato chocó contra algo que estaba en su camino.

-Auch - exclamó y oyó un sonido semejante al suyo. Al abrir los ojos, que había cerrado por el impacto, vió a un chico semejante a él levantarse. Este muchacho le ofreció ayuda y Tim tomó su mano para levantarse. Ambos lucían asustados pero se reconocen vieron en el otro. Notaron que los dos se encontraban en la misma situación. Los dos estaban perdidos en el bosque impenetrable. Al principio tuvieron cierto temor. Porque sabían que el otro era del pueblo vecino. Tim había chocado con un kriptoniano más o menos de su edad.

-¿Me vas a chupar la sangre, murciélago?- con los  dedos el kriptoniano hizo una cruz.

- ¿Qué? No. -Tim se rió. - Eso es lo que decís de los Gothamitas. Supongo que lo que nosotros decimos sobre los kriptonianos también serán rumores absurdos. No parece que me vayas a convertir en un zombie o bañarte en mi sangre Aunque si apestas un poco.- dijo lo último como broma.

- Que va.- hizo un aspaviento con la mano.- No somos monstruos.-

Hablando Tim descubrió que el día otro joven se llamaba Conner, Kon para los amigos. También el kriptoniano le contó que llegó al bosque porque se le escapó su perro Kripto. Estaba jugando con el can en las cercanías del bosque. Le tiró al perro un palo, que llegó dentro de ese bosque. El kriptoniano intentó impedirle al animal ir a recoger el palo pero el superperro le burló. Kon espero temeroso a que a Kripto regresase pero eso no sucedió. Entonces el chico asustado de lo que pudiera pasarle a su fiel amigo, se adentró en el bosque. El moreno tenía que recuperar a su fiel amigo y compañero canino aunque significase ponerse en peligro. Tim lo comprendió en su casa también tenían un querido compañero canino llamado Ace. Aunque a él de forma particular le gustaban más los gatos. Así que decidieron ir juntos por aquel peligroso lugar, primero a buscar a Kripto y luego encontrar una salida. Con este pensamiento ambos jóvenes fueron caminando y hablando, comprendiendo que eran muy afines a pesar de pertenecer a reinos y culturas diferentes. Se estaba sembrando las semillas de una amistad.

Se oyó un ruido. Un crujir de hojas y ramas secas al ser pisadas por algún desconocido. El pequeño Tim tiró de la manga de Kon para que apresurasen el paso y salieran de allí.

- Tío, ese ruido no es nada. No seas miedica.- comentó el moreno haciendo uso de un talante arrogante. Pero al ver a una tenebrosa señora que les llamaba y les hacía gestos con la mano, no pudo evitar sentir miedo de esa endemoniada criatura. Sabía que era el mal encarnado y tenía que huir de allí.

- Chicos- Una anciana larguirucha y de pelo  cano ve salir despavoridos a los muchachos

- Corre, que es una bruja.-

- El que decía que no era nada- replicó Tim mientras corría tras Conner.-

- Colega, pero … ¿es que quieres morir?-

- Si es una bruja lo más preocupante no es morir, es a las horribles torturas que nos someterá antes de que estemos muertos.-

- Iba a decirles que se están alejando del reino. Bueno, yo ya estoy muy mayor para perseguir jovenzuelos asustadizos por un camino embarrado.- Ma Gunn se metió en su cabaña de madera. La señora se sentó junto a su chimenea, en la que ardía un caluroso y abundante fuego,  y encendió su pipa. Se puso a fumar junto al buen calor del fuego. La noche iba a ser fría, pensó la mujer entrada en años.

Los dos jóvenes morenos siguieron adentrándose por el inhóspito bosque mientras la noche avanzaba. Después de un rato de travesía  su camino se detuvo al casi darse de bruces con un inmensurable lago. Tenían que seguir adelante. Tim se puso a pensar cómo podían enfrentarse a aquel problema. Mientras tanto Conner suspiró con hastío. No era alguien muy paciente. El tiempo pasaba y el moreno más se impacientaba. En un momento de frustración golpeó un árbol y este cayó. Tim primero miró al kriptoniano con ganas de asesinarlo. Estaban en un bosque rodeados de peligros y Kon hacía un estridente ruido. Pero tras regañar al fortachón, se dio cuenta de que la fuerza del chico les podía servir. Con la fuerza de Kon y la inteligencia de Tim construyeron una embarcación de ramas, troncos y lianas que les permitió navegar por el lago. Nuestros dos desventurados jovenzuelos remaron encarecidamente hasta llegar a la otra orilla del lago. Tardaran una gran cantidad de tiempo, pues las aguas se extendían por una gran superficie. La luna bañaba todo el lugar y vieron como algunos despistados patos salían a volar.  Una vez cruzaron aquellas inmensas e inabarcables aguas, continuaron caminando. Estaban cada vez más cansados y perdidos. El bosque parecía no tener fin y el camino ser interminable.

- Guau, guau.- escuchó el kriptoniano e inmediatamente supo que era su perro. Agarró a Tim y le encaminó en la dirección pro donde oía al can. Kon aceleró el paso, arrastrando al otro moreno con él, ya que seguía agarrados. En poco tiempo encontraron al perro meneando feliz el rabo al ver a su amo y a su nuevo amigo. Kripto se lanzó sobre Conner para lamerle y casi le tira.

Tim se dió cuenta que el perro les había conducido a un lugar muy cerca de la salida. el cielo empezaba a clarear y el pequeño robin pudo distinguir en la lejanía cosas que se resultaban muy familiares. A la salida del bosque pudieron ver a un grupo de gente discutiendo. Tim pudo distinguir el negro-negro de su patria y Kon los colores rojo y azul de su pueblo. Las dos facciones se estaban tontamente peleando por quien entraba al bosque primero para traer al príncipe. Cada muchacho corrió hasta las personas de su reino. Tim vio el serio rostro de   su padre con un matiz de preocupación. Dick intentaba darle consuelo y Jason era Jason. Se mostraba bastante tipo duro al que nada le afectaba. Kon miró entre sus gentes y echó de menos a su hermano Clark. Era comprensible que no hubiera podido venir. El rey de Kripton tenía un bebé recién nacido al que cuidar en solitario. Clark, Conner y Kara hacía mucho tiempo que eran huérfanos y John, el nuevo integrante de su familia había perdido recientemente a su madre. Desgraciadamente los kriptoniamos no contaban con un Alfred que les pudiera hacer de niñero en momentos clave.

- Vamos, pequeñajo.- dijo una rubia con una figura esbelta y aguerrida apoyada en un árbol. Era la prima mayor de Conner. El moreno se alegró de verla. Ella era como una hermana para él.- Clark me ha mandado a buscarte. ¿Sabes las horas que son? Que necesito dormir. Yo mañana tengo torneo de justas y necesito demostrar que soy el mejor caballero del reino. - Kara sonrió a uno de los hermanos de Tim.- Guapo, nos vemos.- Tim no supo si era para Dick o para Jason pero los dos parecieron halagados y merecedores del piropo. Quizá era para ambos, no lo tenía claro. - John no ha parado de llorar desde que no estás, creo que también nota tu ausencia.- Kara y Kon emprendieron el camino a casa. Conner miró a Tim y con la mirada prometieron estar en contacto. La amistad que nació en el bosque nadie podría talarla. Los murciélagos también emprendieron el regreso a su hogar. Bruce se permitió hasta soltar una risa con los comentarios de sus descendientes. Pasada la preocupación por la pérdida de su tercer hijo se sentía cansado y tranquilo.

Desde que los dos príncipes se conocieron, Kripton y Gotham volvieron a retomar el contacto. Los reyes se hicieron también amigos y se solían dar consejos sobre paternidad, ya que sus bebés tenían más o menos la misma edad. Hicieron alianzas para hacer el bosque un  camino más seguro y una rápida vía de acceso de un reino a otro. No sólo entre las familias reales, sino que tambien entre ambos pueblos surgió un hermanamientos que no se rompería jamás.

El castaño terminó el relato y sus dos sobrinos se habían quedado dormidos. Con cuidado y cautela salió de la cama. Antes de salir de la habitación y  dejar a los niños dormir a gusto, les arropó y les dio un beso en la frente. Cerró con suavidad la puerta del cuarto y una sonrisa agradable, feliz y cálida adornó su juvenil rostro.