La Venganza del Debil (Eclipse) [01/05/2018]

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El Profesor X presionó el botón de "stop" del teléfono de su despacho. Las llamadas que entraban en la Mansión X solían ser grabadas, siempre avisando previamente para respetar la ley de protección de datos. Considerando la clase de problemas que solían enfrontar había demostrado ser lo más sensato. Después de todo, nunca se sabía cuándo ibas a recibir una llamada de Magneto o de alguien sospechoso que después tuvieras que investigar.

En aquellos momentos, el Profesor acababa de reproducir el llamamiento desesperado de aquella madre ante Dragoslav Katich, profesor de música en la mansión desde hacía 8 años, mutante con el poder de controlar la luz y, desde hacía unas pocas semanas, líder y representante de la Patrulla X.

- Así que... -Drago hizo un gesto con las manos, animando al Profesor a explicar de qué iba todo aquello.

Charles Xavier revisó por encima una serie de carpetas que tenía encima del escritorio. Finalmente las volvió a dejar, cruzó los brazos relajadamente sobre la mesa de madera y dedicó una sonrisa cálida a su pupilo.

- Así que veo que has hecho un gran trabajo éstas últimas semanas, Drago. Gracias a tu labor como representante de los mutantes en éste nuevo mundo hemos conseguido una alianza con la Justicia Joven, la Liga de la Justicia, Villa Fábula y los Inhumanos. Y todo en menos de dos meses.

El mutante permaneció con la mirada baja, sombrío. Podía escuchar susurrar a las sombras de la habitación, pero hizo lo posible por no prestarles atención. Nunca se le habían dado bien las relaciones interpersonales, y no era precisamente el más sociable de la mansión. Tampoco estaba acostumbrado a los elogios o al reconocimiento, y no sabía bien cómo responder ante ellos. Xavier no necesitaba leerle la mente para saber que su antiguo alumno no se encontraba cómodo. Le conocía demasiado bien como para exigirle respuestas que no deseaba dar, así que, en lugar de insistir en ello decidió seguir hablando en tono tranquilizador.

- ¿Cómo te sientes, Drago?

El bosnio alzó la mirada vacía de sus cuencas muertas camufladas con una ilusión para encontrar la del Profesor. No era necesario en su caso, puesto que no necesitaba ojos para tener una visión perfecta de todo cuanto le rodeaba, pero con el paso de los años se había acostumbrado a simular los mismos gestos que haría una persona completa para no causar desasosiego en los demás, aspecto fundamental para quien basaba toda su existencia en pasar inadvertido.

- ¿Cómo me siento? ¿En qué sentido? -inquirió, tenso.

- Cuidado -susurró la sombra que se escurría bajo la pata de su silla-. Lo sabe.

Las sombras le hablaban desde que habían despertado sus poderes mutantes en aquél viejo almacén de Colombia, después de que el líder de los Escorpiones le torturara y le arrancara los ojos, pero después de incorporarse a los X-Men, tras ser integrado en aquella familia tan particular, habían llegado a desaparecer por completo. Sin embargo, desde la Colisión habían vuelto a reaparecer, y al mutante le aterraba que Xavier lo descubriera.

Moira Mactaggert había sostenido la teoría de que el bosnio era esquizofrénico, pero Xavier había insistido en que no era así. Que simplemente se trataba de un hombre sensible profundamente torturado y atormentado que había creado particulares sistemas de defensa en su subconsciente para protegerse de las cosas que no era capaz de asimilar a nivel emocional, como la pérdida de sus ojos o el asesinato de su familia. Sobre sus hombros pesaba un trauma de infancia; había sido enterrado vivo junto al cadáver de su madre durante la masacre de Srebrenica, y ello había generado en él un profundo miedo a la oscuridad. Por ésta razón, su poder, a pesar de controlar la luz, se manifestaba a través de las sombras, y le parecía que éstas le hablaban para expresar sus propios temores o preocupaciones, pero hacía años que ya no le ocurría, desde que había encontrado su lugar en la mansión, con personas que le apreciaban y le apoyaban. Ahora que habían vuelto a aparecer al mutante le asaltaba de nuevo el temor de que Xavier se hubiera equivocado con él...

El Profesor ladeó la cabeza para dirigirle una mirada amable. Drago nunca dejaría de asombrarle; era uno de los mutantes más poderosos de la mansión, tanto por nivel de entrenamiento como por sus poderes, y sin embargo, al mismo tiempo también era uno de los más vulnerables. Bajo aquella apariencia intimidante, y todas aquellas ilusiones aterradoras se ocultaba una de las almas más sensibles que había conocido.

- Cuando te pedí después de la visita a Happy Harbor que te ocuparas de la labor de representación de los mutantes y del liderazgo del equipo, dado que Cíclope se había marchado a Utopía, no parecías muy convencido -volvió a erguirse en su silla para mirarle directamente con gesto serio-. No parecías tener mucha fe en tus habilidades sociales o diplomáticas, y, sin embargo, a la vista están los resultados -dijo, pasando la mano por encima de las carpetas-. Ya te dije que serías mucho más bueno para ésto de lo que tú mismo te dabas crédito.

Y era cierto. Drago había estudiado psicología para poder introducirse mejor en la mente de sus víctimas a través de sus ilusiones, y era un observador atento y perspicaz, todas ellas cualidades útiles para un buen líder y comunicador. Xavier siempre había sostenido que Drago se aislaba porque él quería hacerlo, no porque fuera incapaz de mantener relaciones sociales válidas. De hecho, había demostrado tener más paciencia incluso que Scott a la hora de tratar con los demás, y el feedback que le había llegado al Profesor había sido muy positivo. Todos aquellos con los que el mutante había entrado en contacto habían quedado complacidos y les había garantizado alianzas firmes y seguras.

- Así que, dime... ¿cómo ha sido para ti? ¿Ha sido tan difícil como pensabas?

Drago se reclinó en su asiento, reflexionando sobre la pregunta.

- No... en realidad, no -admitió-. De hecho... incluso podría decir que lo he disfrutado. Me ha gustado conocer a toda esa gente, y ser el enlace de la mansión. Ha sido... diferente a lo que llevo toda la vida haciendo. Algo... nuevo. Pero agradable.

- Me alegro, Drago, y eso está bien, porque tengo una nueva misión para ti.

- ¿El chico de la grabación?

El Profesor asintió.

- Ya has escuchado los detalles. El muchacho está ahora mismo en Hollywood, de excursión con la escuela en unos platós de cine. Quiero que vayas y hables con él.

Drago negó con la cabeza, incrédulo.

- De todos los mutantes que hay en la escuela ahora mismo estoy convencido de que cualquiera podría hacer eso mejor que yo. Literalmente cualquiera -dijo, inclinándose hacia delante para reforzar sus palabras-. Jean. Jean es la persona ideal para ésta clase de trabajo. U Ororo. O Bobby. Joder, hasta Planaria. Planaria es un tipo enrollado, alegre, simpático. La clase de persona que conecta con los chavales.

Al ver que el Profesor no cambiaba de expresión se exasperó más.

- Vamos, Profesor, por favor, míreme -pidió, y como en respuesta a su propia autopercepción, las sombras se hicieron ligeramente más densas en su cuerpo, otorgando a su figura una apariencia sutilmente más amenazadora-. Casi todos los alumnos de éste centro me tienen miedo. Soy la última persona que debería enviar para una misión de ésta naturaleza.  

Xavier no se alteró lo más mínimo. Después de ocho años estaba más que acostumbrado a los juegos de luces y sombras de su pupilo.

- Los alumnos de éste centro te tienen miedo porque has dedicado años a generar esa impresión para mantener a todo el mundo apartado de ti -respondió con calma-. Drago, siempre te digo que no existe nada malo con tu poder, pero siempre insistes en aislarte de los demás, como si te estuvieras... castigando por algo. Te nombré enlace y portavoz de los X-Men para obligarte a salir de tu caparazón y hacerte ver que no existe nada malo contigo. Eres de las personas más empáticas que conozco, y de los más concienciados con la infancia y la adolescencia. Si hay alguien capaz de conectar emocionalmente con un chiquillo asustado e incomprendido, ése eres tú, no me cabe la menor duda.

Porque, muy en el fondo, el propio Drago no era más que un niño asustado enterrado vivo en una fosa junto al cadáver de su madre.

- Debes partir hacia Hollywood lo antes posible, pues la excursión dura sólo una semana. Puedes coger el Blackbird -finalizó el Profesor, dejando claro que no había opción a negociación.


Hollywood. Resultaba irónico que alquien que vivía de las ilusiones no hubiese visitado nunca la ciudad donde éstas se hacían realidad a base de efectos especiales, música y sonidos, pero la realidad era que el mutante nunca se había interesado particularmente por el cine, así que todo aquél mundo de focos y flashes le resultaba no sólo desconocido, sino ajeno a su naturaleza introvertida.

Con sus poderes le resultó bastante sencillo abrirse paso hacia los estudios de grabación en los que debería estar el colegio aquella mañana. Simplemente le bastó alternar invisibilidad con adoptar la apariencia de cualquier miembro del staff que viera y que tuviera motivos para estar por las zonas por las que pasaba. Sostenía en la mano una fotografía del niño al que debía de buscar y recorría los diferentes platós tratando de localizar al grupo de la excursión. Si se tratara de una patrulla, directamente habría sacado a sus pequeñas gárgolas para que sobrevolaran la zona y habría sido mucho más sencillo, pero en un lugar cerrado y tan iluminado como aquél habrían llamado rápidamente la atención y extendido el pánico, así que había optado por una aproximación más discreta mientras se partía la cabeza pensando qué le iba a decir al chaval cuando por fin le encontrara.

El Profesor debería haber enviado a Jean, o a Ororo, o a Planaria, o a Bobby... Una cosa era establecer relaciones diplomáticas con otros grupos de superhéroes y otra totalmente distinta conectar emocionalmente con un muchacho asustado. Él no hacía eso. No sabía cómo.

- Estás jodido, chaval -dijeron las sombras.  

Eclipse tampoco tuvo problemas para identificar aquél grito como lo que era: un chillido de terror puro y genuino. Había dedicado la mayor parte de su vida a inspirar temor, y el miedo era como una segunda naturaleza para él. También tenía un oído agudo, lo que le ayudó a la hora de localizar la fuente del sonido, pero a diferencia de Buddy, él no podía volar, por lo que tardó más tiempo en llegar al set.

Cuando llegó, la escena que se dibujó ante él era descorazonadora; un montón de adolescentes atemorizados junto a su profesora mientras un muchacho enmascarado les amenazaba haciendo levitar objetos por el aire. Eclipse no podía ver su rostro, pero aquella era la clase del chico que estaba buscando, y los poderes coincidían, así que sólo podía ser él. Le sorprendió encontrar a otro héroe en el set, aparentemente otro mutante con características físicas aumentadas a juzgar por la rapidez y agilidad de sus movimientos y por la manera en la que acababa de hacer volar de un cabezazo una cámara de cine que no pesaría menos de 10 kilos como si fuese una pluma. Estaba bastante claro que no sabía lo que estaba sucediendo, porque aquella situación no necesitaba la intervención de un superhéroe, sin embargo, cuando escuchó a aquella niña pequeña animándole desde el umbral del set y llamándole "papi", todo cobró sentido para él. El supuesto villano no era más que un niño asustado, pero eso el hombre rubio no tenía manera de saberlo, y si pensaba por un sólo instante que su hija podía correr alguna clase de peligro, no se lo pensaría dos veces antes de recurrir a la violencia. Era un instinto que Drago podía entender perfectamente. Necesitaba atajar la situación lo antes posible...


Empezó su trabajo con el cuidado detallismo que un artista dedicaría a su obra, capa por capa. Primero, una serie de trazos de color blanco comenzaron a dibujarse en el aire, envolviendo al muchacho como nubes con la textura de la acuarela, haciendo desaparecer todo cuanto le rodeaba hasta dejarle con la impresión de encontrarse en un lienzo en blanco. Pinceladas de color marrón oscuro se dibujaron a su lado, alargándose y extendiéndose de manera sinuosa como árboles ancianos, salpicando aquí y allí en tonos rosados para reflejar la elegancia y gracilidad de los almendros en primavera. Cuando estuvieron terminados, una corriente de aire que no pudo percibir en su piel, se llevó volando las hermosas hojas, que danzaron armoniosamente por encima de un río que se fue dibujando sobre la marcha ante los asombrados ojos del mutante, que, de repente, se encontró parado en lo alto de un promontorio del que caía un salto de agua. La ilusión era tan real que habría esperado verse abrumado por el ensordecedor rugido de la cascada, y sin embargo ésta caía en silencio, ofreciendo tan sólo la dicha de su hermosura junto con la bendición de la paz.


La ilusión era visible para todos, ya que no se trataba de ningún juego mental. Eclipse podía doblar físicamente la luz, trabajarla y moldearla como si se tratara de un artesano, afectando a la manera en la que se reflejaba en los objetos para engañar los sentidos, pero para el adolescente sería como si todos hubieran desaparecido de la escena, ya que había hecho que la luz los rodeara sin reflejarse en ellos, volviéndolos, por tanto, invisibles, pero su poder, por prodigioso que pudiera parecer, sólo podía afectar la vista. Si cualquiera de ellos hacía el menor sonido, el muchacho los oiría y podría estropear la ilusión, así que dibujó con luz pura un mensaje en el aire, justo ante los ojos del otro superhéroe: "Sácalos de aquí".

En ése momento, él mismo se reveló ante el chico en la ilusión, vistiendo su uniforme de los X-Men debajo de una larga gabardina. Esperaba que el célebre icono que caracterizaba al súper grupo le resultara familiar y entendiera que no era ninguna amenaza. La razón por la que había elegido dibujar la ilusión trazo a trazo para él había sido similar; habría podido hacerla aparecer directamente ante sus ojos, pero quizás le habría alterado o puesto más nervioso. En cambio, la manera que había escogido de hacerlo tenía como objetivo generar en el chico pasmo y asombro para hacerle olvidar, aunque fuese por un momento, la ira y el odio que le embargaban. De los datos facilitados por la madre sabía que el chico era aficionado a la literatura de fantasía y al anime, así que había diseñado la ilusión de acuerdo a aquellos conceptos para hacerle sentir fascinado, tranquilo y relajado.

- Marvin -le llamó, para atraer su atención-. Me llamo Eclipse, y soy mutante, como tú. He venido hasta aquí para hablar contigo, chico... ¿cómo estás? -preguntó, de la manera más acogedora y amable que fue capaz. Avanzó lentamente hacia él, con movimientos medidos y tranquilizadores, evitando ponerle más nervioso. Cuando llegó junto a él le dirigió una mirada llena de preocupación. La mirada de alguien que entiende por lo que estás pasando y además le importa-. Marvin... Ésto no es lo que tú quieres. Sé que ahora mismo te parece que no tienes otra elección, pero... no es así. Sólo son el miedo y la confusión hablándote...

- Guau -susurró una sombra que no debería haber estado allí a otra-. Parece que entiende mucho del tema, ¿eh?

Por un momento, Drago pensó que había cometido un fallo en la ilusión, y el aguijonazo helado del miedo invadió su ser, pero haciendo un esfuerzo se recordó a sí mismo que las sombras sólo estaban en su mente; era imposible que nadie más las hubiera visto... ¿verdad? Al menos eso era lo que le decía siempre Xavier, aunque el fantasma de la duda siempre estaría allí.

- No estás sólo, Marvin. Conozco a una persona que puede ayudarte a entender todos éstos cambios por los que estás pasando... se llama Profesor Xavier, y está al cargo de una institución destinada a acoger y ayudar a los que son como tú y yo. Somos muchos allí, Marvin. Sé que ahora mismo piensas que no tienes amigos, pero no es verdad. Es sólo que no los has conocido aún -avanzó unos pasos más hasta poner una tentativa mano sobre su hombro-. No importan los problemas que tengas, o los errores que hayas cometido, no tienes que cargar con ellos tú sólo -de aquello podía hablar por experiencia propia-. Podemos ayudarte, Marvin. Por favor... deja esos objetos de nuevo en el suelo y hablemos con calma, ¿de acuerdo?

Eclipse suspiró, sabiendo que de lo que dijera a continución iba a depender el futuro desarrollo de los acontecimientos. Marvin podía convertirse en uno de tantos mutantes que existían fuera de la ley, repletos de miedo y odio, o podía pasar a ser un miembro integrado en la sociedad y, quizás, una valiosa contribución a la escuela.

- No, no es real -admitió con suavidad-. Necesitaba un escenario apropiado para hablar contigo, Marvin, y no iba a poder ser mientras no te calmaras.

Cuando el chico preguntó cómo era que sabía su nombre, probó a acercarse más a él, cuidando de no hacer movimientos bruscos que pudieran alterarle, y extendió tentativamente una mano con la intención de ponerla amistosamente en su hombro, pero la retiraría de inmediato si percibía en él alguna señal de incomodidad.

- Tu madre se puso en contacto con nosotros en la escuela. Estaba muy preocupada por ti, Marvin. Temía que pudieras hacerle daño a alguien... o a ti mismo.

Y, entonces, llegó la frase que le hizo quedarse sin aliento: "tú no entiendes el sufrimiento por el que me han hecho pasar". Durante un momento se quedó impactado, sin saber qué hacer o qué decirle. Que un adolescente que lo había tenido todo fuera capaz de plantear algo así a otra persona sin saber absolutamente nada de su vida... Si había alguien en aquella habitación que no sabía lo que era el sufrimiento real, muy posiblemente era él. Sin embargo, debía recordarse la edad del muchacho, y que no era sino su egocentrismo juvenil lo que le hacía pensar que todo giraba a su alrededor y que no podían existir mayores desgracias que la suya. Lo único que necesitaba era una dosis de realidad que le ayudara a ver las cosas en perspectiva. Después de todo, el horror... el verdadero horror... es inimaginable para quien no lo ha vivido.

- No... Marvin... Desconozco lo que es ser víctima de acoso por parte de tus propios compañeros...

De repente, la paleta de colores que había dado vida a aquél paisaje bucólico se desdibujó nuevamente ante ellos, como si un gigantesco cubo de pintura se hubiera derramado a su alrededor, levantando olas de colores sin forma entre cuyas ondas fueron levantándose muros derruidos, casas parcialmente destrozadas y coches abandonadas.


Bajo sus pies, la nieve sucia de barro se mezclaba con la sangre mientras hombres con uniforme militar avanzaban portando armas semiautomáticas. Un tanque escupió su carga letal, impactando en un edificio cercano que se derrumbó en un silencio absoluto, casi mágico. Era como estar en una película muda de guerra.

- Pero sí sé lo que es ver la muerte de cerca -dijo, comenzando a andar entre las bombas que caían en cámara lenta, con la gabardina ondeando suavemente tras sus pasos-. He sido testigo de ejecuciones. He visto cómo se mira cuando se mata y cómo se mira cuando se muere. He visto morir seres queridos...

El escenario bajo sus pies pareció moverse hacia adelante, como una película que se adelanta a cámara rápida, y pronto se encontraron en el otro lado de la ciudad sitiada, donde miles de personas desnutridas se agolpaban en las calles, sucias, con las costillas marcándose en cuerpos cadavéricos y la mirada muerta, esperando una ayuda que nunca llegaría. Más adelante, un grupo de refugiados trataba de huir de la ciudad condenada, y Marvin pudo ver claramente la desgarradora expresión de una madre mientras trataba de sacar de la ciudad a su pequeño hijo cargado a hombros.

- He visto el horror de verdad -sentenció, y el escenario a su alrededor volvió a cambiar para mostrarles un campo entero repleto de tumbas blancas hasta donde alcanzaba la vista. Una mujer se cubría la cara arrodillada entre dos de ellas, y clamaba su dolor al cielo en un grito que era aún más impactante por el mismo hecho de no brotar sonido alguno de entre sus labios...  


Drago se volvió para mirar al joven en medio del océano de tumbas.

- Podría contarte la historia de un joven que soñaba con ser músico hasta que la guerra destrozó todos sus sueños obligándole a convertirse en soldado. Y de cómo inició un camino de autodestrucción muy parecido al tuyo hasta que un simple gesto de bondad en medio de la barbarie volvió a alumbrar su camino -extendió su mano hacia el joven mutante-. Afirmas no haber recibido ayuda cuando más la necesitabas... Bien, te la ofrezco ahora. Puedes hacer algo mejor con tu vida, Marvin. No eches por tierra tus sueños.

Drago hizo caer el telón de aquella triste representación de algo llamado "realidad" al comprobar que Marvin había entendido el mensaje, dejando la habitación sumida en una semioscuridad relajante y tranquilizadora en la que no existía nada más aparte de ellos dos.

- Esa rabia de la que hablas... la conozco muy bien -suspiró el mutante-. Yo mismo me vi envuelto en su oscuro magnetismo que me impelía a hacer cosas de las que después me he arrepentido. No cometas mis mismos errores, Marvin... Tú aún eres joven, y tienes todo un futuro por delante. Ellos merecen ser castigados... pero no por ti. Nadie ostenta derecho sobre la vida de nadie. Puede que en un momento dado nos sintamos justificados... escudados en el daño que nos causaron, que causaron a otros... Pero el dolor nunca es una cosa unidireccional, Marvin... Siempre hay repercusiones. Seguro que alguna vez has tirado una piedra a un estanque y has visto las olas sucesivas que se iban generando... Cada vez más grandes y lejanas... Esos chicos de los que pretendes vengarte, tienen familia a su vez. Personas que les quieren y que no tienen nada que ver con el daño que se te ha causado a ti. Hazles daño a ellos, y serán sus padres los que sufran. Sus hermanos y hermanas. Sus abuelos y abuelas. Sus amigos y parejas. Y, de esa manera, estarás perpetuando el dolor en un ciclo que nunca tendrá fin. Y créeme si te digo... que en esto también te hablo desde la experiencia.

Aún recordaba el rostro de arrepentimiento y horror de aquél soldado serbio justo antes de arrebatarse la vida impelido por las visiones de horror, sufrimiento y muerte con las que le había torturado por su papel en la matanza de Srebrenica. Pero aquél hombre sólo había obedecido órdenes, y nunca se había parado a cuestionarlas, como hacen la mayoría de los soldados. Como se les enseña a hacer en el ejército. Como se lo habían enseñado a él mismo. Y, al morir, había dejado atrás a su esposa y a un niño que había tenido que criarse sin padre...

- Golpéame a mi entonces -intervino una voz. Era la del héroe que había estado a punto antes de atacar al joven-. Deja salir toda esa ira sobre mí, yo la aguantaré -acercándose a ellos, se detuvo frente a Marvin-. Lo digo en serio. Si eso es lo que se necesita para salvarte muchacho, entonces hazlo, te hará bien.

Marvin alzó su puño, pero una sola palabra de Drago, calmada pero firme, le hizo detenerse: "No".

Tanto el héroe como el adolescente se volvieron hacia él, y Drago desvió la mirada hacia las sombras que le observaban desde debajo de los muebles del estudio, con sus pequeños ojillos resplandecientes. No decían nada ésta vez, pero le sonreían con sonrisas afiladas que llenaban por completo sus inquietantes rostros.

- A todos nos acechan las sombras -empezó-. Todos las hemos escuchado susurrando nuestros nombres alguna vez a lo largo de nuestra vida. Pero no son reales, Marvin... -continuó, repitiendo las palabras que le había dicho el Profesor Xavier-. No son más que una representación de tus miedos -dubitativo, apoyó una mano cautelosa en su hombro para buscar su mirada-. No tienes por qué volver a sentirte herido, Marvin... En ocasiones... es la oscuridad la que te muestra el camino hacia la luz... -dijo, extendiendo la mano hacia la cúpula del techo, sumida en una negrura que poco a poco se fue salpicando de estrellas distantes, formando una maravillosa y mágica nebulosa.


Drago se quedó observando su propia creación durante unos instantes, pensativo, antes de añadir en voz baja:

- Y ni toda la oscuridad del mundo podrá nunca apagar la luz de la vela más pequeña.

Su mirada se desvió entonces hacia las sombras que le habían estado acompañando durante todo el viaje... sólo para descubrir que no estaban. Se habían ido. Respiró hondo, agradecido, antes de volver a dirigirse al muchacho.

- La respuesta no está en la violencia, Marvin. Cuando sientas que tu mundo se derrumba a tu alrededor... -tomó las manos del joven mutante entre las suyas para mirarle a los ojos-, sé valiente y redefínelo. A veces es necesario que algo se rompa para poder dar lugar a otra cosa... Algo diferente y más hermoso. En la mansión podemos ayudarte con ese proceso -metiendo la mano en el bolsillo de la gabardina le entregó al muchacho una tarjeta con una dirección y un teléfono-. Piénsatelo. Háblalo con tus padres, y, cuando hayáis llegado a una decisión... llamadnos. El Profesor Xavier estará encantado de hablar con ellos para resolver cualquier duda que puedan tener, ¿vale? -volvió a mirarle con seriedad a los ojos-. Prométemelo, Marvin... Prométeme que no te dejarás llevar por la oscuridad.

El muchacho asintió, y el mutante hizo desaparecer la última ilusión, permtiendo que la sala recuperara su iluminación natural. Se dirigió a mantener unas palabras en privado con la profesora para darle unas nociones y asesoramiento básico acerca de la mejor manera de proceder con un chico en la situación que se encontraba Marvin y explicarle todo lo sucedido. También le dio su número de teléfono por si volvía a experimentar algún problema o necesitaba consejo con algo, antes de regresar junto a Buddy.

- Hey... gracias por lo de antes -dijo con sinceridad una vez estuvieron a solas-. Sé que fue todo un tanto abrupto... No tuve ocasión de explicar nada y aún así hiciste lo que te pedí... Gracias por la confianza. No es habitual que la gente confíe de primeras en un mutante. Mi nombre es Dragoslav Katich, Eclipse. Soy el líder de los X-Men -le tendió su mano-. Un placer.

En ese momento, la profesora se acercó para devolver a Maxine junto a su padre, y el moreno se arrodilló frente a ella.

- Hey... ¿Y ésta chica tan guapa quién es? -inquirió, con una sonrisa amistosa. Siempre le habían encantado los niños, pues representaban la verdadera pureza de la luz, sin las manchas que, inevitablemente, la iban oscureciendo a lo largo de la vida.

Animal Man. No le sonaba, aunque parecía que allí era conocido, a juzgar por la naturalidad con la que le trataban todos. Debía ser uno de los héroes del nuevo universo que había surgido tras la Colisión. Habían sido un par de meses bastante ajetreados; la desaparición de la mayoría del equipo original de los X-Men, sus nuevas responsabilidades, las tomas de contacto que habían estado haciendo con los nuevos grupos de superhéroes, como Villa Fábula, los Inhumanos, los Teen Titans, la Liga de la Justicia... De por sí Drago no veía televisión, de lo contrario estaba seguro de que habría oído hablar de Buddy alguna vez en las noticias, pero además el interés de Xavier había estado focalizado en las nuevas ciudades que habían aparecido de la nada, como Gotham o Happy Harbor, por lo que no habían podido dedicar la misma atención a las que ya existían.

- Éste tipo de cosas suelen ocurrir por desgracia con bastante frecuencia entre mutantes, pero no podías saberlo si no estás acostumbrado a tratar con nuestra especie -contestó, para restar importancia al dilema planteado por el otro vigilante.

Y es que una de las cosas que habían averiguado de sus intercambios con los héroes del otro universo, es que en aquella dimensión los mutantes no existían. Los individuos con poderes normalmente los adquirían a mayor edad a causa de accidentes u otro tipo de circunstancias, por lo que era normal que Buddy a priori no hubiera pensado que detrás de todo aquello podía ocultarse un niño.

- Nuestros poderes son algo genético, y se manifiestan normalmente en la adolescencia, con los cambios hormonales, pero también pueden ser provocados por situaciones de estrés. Está claro que el chico había estado pasándolo muy mal.

Cuando llegó Maxine sonrió con sinceridad al ver el afectuoso intercambio entre padre e hija, experimentando una punzada de nostalgia. Él siempre había deseado tener una familia, pero en un determinado momento de su vida había tenido que aceptar que lo más probable era que aquello no fuese a suceder nunca. Era demasiado peligroso.

- Los niños son la luz de la vida -asintió, sonriendo a la pequeña, aunque sintió un acceso de amargura cuando Buddy explicó lo que acababa de suceder en palabras que ella pudiera entender.

Ojalá la vida real fuera así de simple. Ojalá pudiera, con su poder, tornar en luz la oscuridad que habitaba en los corazones de los malvados, pero, por desgracia, aquello no entraba dentro de sus capacidades. La oscuridad le llamaba, le atraía, y, por lo general, aquellos que quedaban señalados con su aciaga marca no salían bien parados... Lo de aquél día en realidad había sido una bendición comparado con la clase de batallas que solía librar, pero no era lo habitual.  

- Me llamo Drago, aunque todos me conocen como Eclipse -contestó, cogiendo una pequeña manita entre las suyas-. ¿Quieres saber por qué?

De repente, un suave fulgor comenzó a brillar en el hueco formado por las manos de la niña y el héroe, como la luz que es eclipsada por la luna. El mutante apartó entonces sus manos y Maxine pudo ver, sobre sus palmas, una etérea hada de luz danzando una grácil danza, dejando una estela de partículas luminosas a su paso. En un determinado momento, el hada dio un pequeño impulso y se alejó al vuelo, sobrevolando en torno a la niña antes de desaparecer.

- Hey, ¿qué os parece ir al Hollywood & Highland Center que está aquí al lado? Podríamos ir al Wafflejack si te apetecen gofres o al Ben & Jerry's si prefieres helado, Maxine...

Desde que había tenido lugar la Fusión de Mundos, Xavier había estado muy interesado en establecer alianzas y relaciones con los superhéroes del nuevo universo, y Eclipse había sido, básicamente, quien se había estado encargando de todo. Si Buddy Baker era uno de esos nuevos héroes le interesaba conocerlo y que él pudiera conocerles a ellos.

En cuanto la pequeña anunció, con entusiasmo, su preferencia, el mutante se alzó.

- Bien, id yendo hacia allá, yo me reuniré con vosotros en un momento.

El héroe y la pequeña salieron del estudio de grabación y Eclipse se dirigió hacia los muchachos que, según Marvin, habían sido los responsables de todo su sufrimiento escolar.

Conforme se acercaba, se produjo un inquietante cambio en su apariencia; La oscuridad que había en el estudio pareció rezumar hacia él y rebullir a su alrededor, reptando por su cuerpo hasta cubrirlo con un sudario impenetrable que engulló por completo sus ropas. En aquella masa informe de oscuridad comenzaron a abrirse ojos rojos que se clavaron en los aterrorizados muchachos, y los propios ojos ilusorios del mutante se tornaron también del color de la sangre.


- La oscuridad está por todas partes -les susurró, en un tono de voz escalofriantemente bajo pero claramente perceptible-. La oscuridad tiene ojos, ojos que lo ven todo, allá donde vayáis -repentinamente, su brazo derecho se metamorfoseó en un cúmulo de sombras cuya forma recordaba vagamente a la cara de un perro, con largos colmillos que resplandecían en la oscuridad-. Yo soy la oscuridad. Si alguna vez volvéis a molestar a Marvin... o a cualquier otro niño, yo lo sabré... Y vendré a por vosotros -amenazó, justo antes de que la ilusión se desvaneciera volviendo a reflejar su apariencia normal. El mutante se metió las manos en el bolsillo de la gabardina y dedicó a los muchachos una inquietante sonrisa-. Que paséis un buen día -se despidió antes de marcharse.

Porque había ocasiones en que la luz podía disipar las sombras... Pero otras en las que la oscuridad sólo podía ser atajada con una oscuridad mayor.