El nuevo profesor. (Jean Grey, Eclipse, Lobezno). 20 de Mayo de 2018.

Drago no estaba de buen humor aquél día, pero posiblemente ni siquiera él habría sabido encontrar una explicación a aquél hecho. Y es que la razón era tan complicada como todo lo que rodeaba a aquél hombre.

Eclipse había sufrido enormemente siendo niño; había visto como todos sus seres queridos morían ante sus ojos, siendo testigo de la masacre de su pueblo, y había desarrollado una especie de embotamiento emocional que funcionaba como un escudo protector, aislándole de cualquier clase de sentimiento que pudiera volver a hacerle daño. El despertar de su condición mutante, junto con los traumáticos acontecimientos que lo desencadenaron, supuso un agravante de la situación, pues, incapaz de aceptar lo que acababa de ocurrirle, había generado una amnesia disociativa que bloqueaba la mayor parte de las torturas que sufrió a manos de sus captores y que le indujo a pensar, a raíz de la manifestación de sus poderes, que había muerto y se trataba de un ángel que había ocupado su cuerpo para obtener venganza. Los ángeles vengadores no tienen sentimientos, sino que se limitan a impartir la justicia divina a los malvados de corazón.

Charles Xavier le había ayudado a desbloquear los recuerdos reprimidos cuando le capturó hacía ocho años, le había convencido de que no se trataba de ningún ángel por encima del bien y del mal, sino de un mutante, y le había ofrecido un trabajo y un hogar (y lo más parecido que Eclipse había conocido jamás a una familia desde el episodio que había destruido su infancia) a cambio de la firme promesa de no volver a matar. Pero de lo que no había sido capaz de convencerle había sido de la verdadera naturaleza de sus poderes. Xavier había visto luz donde Eclipse sólo podía ver oscuridad, y es que la manifestación de sus poderes se encontraba influenciada por sus miedos y temores más profundos, entre los que se incluía la fobia a la oscuridad que había desarrollado cuando de niño le habían enterrado vivo junto al cadáver de su madre. Eclipse era capaz de generar ilusiones, y como tal, envolvía la expresión de su poder con inquietantes y aterradoras imágenes que normalmente incluían demonios, monstruos y, por supuesto, oscuridad. Solía de hecho absorber involuntariamente parte de la luz allá por donde pasaba, generando siempre un ligero y casi imperceptible aumento de las sombras, de ahí su nombre clave.

A causa de su pasado de crímenes se consideraba a sí mismo un pecador, ya que además conservaba la religión de sus padres y era practicante, aunque nunca lo manifestara en público. Si por algo se caracteriza la religión, es por estar repleta de simbolismos y por ser profundamente irracional, por lo que durante muchos años había vivido con el absurdo e ilógico temor de absorber la luz interior de las personas de la misma manera que absorbía la luz del ambiente, y ni siquiera los esfuerzos de Xavier habían podido cambiar eso, por lo que se había ido encerrando más y más en sí mismo, aislándose por completo de los demás.

No dormía en la mansión, sino que tenía su propio piso en el Bronx, y sólo pisaba la escuela para impartir sus clases, entrenar en la Sala del Peligro o atender sus obligaciones como profesor, evitando en la medida de lo posible cualquier contacto más allá de lo estrictamente necesario. Sólo había dos personas cuya presencia toleraba; una era Sam Guthrie, que le había aceptado siempre tal y como era, y la otra era Lobezno. Le gustaba compartir alguna cerveza con él de tanto en cuanto en el jardín, porque Logan tampoco le había juzgado nunca, ni trataba de decirle lo que tenía que hacer, ni de darle discursitos moralistas. De hecho la mayoría de las veces apenas hablaban. Logan era directo, poco dado a conversaciones insustanciales o a charla innecesaria, y eso era algo que Eclipse agradecía profundamente, porque ya tenía bastante consigo mismo y con las voces que le atormentaban desde las sombras.

Pero ni siquiera ellos conocían elementos esenciales de su vida personal, como el hecho de que había sido salvajemente torturado hacía 13 años, que le habían arrancado los ojos (hecho que siempre ocultaba cubriéndose por entero con una ilusión que simulaba un aspecto normal, de manera que nadie pudiera ver sus cicatrices), que nunca podía abandonar su forma mutante para no quedar ciego, pues era la única manera que tenía de poder ver merced a su control de la luz, y que ello le generaba un estado de tensión constante que en nada ayudaba a mejorar su humor. Ni siquiera les había contado que tenía un perro, un animal maltratado que había rescatado de las garras de la muerte cuando lo había recogido de un contenedor de basura siendo apenas un cachorro.

El mutante era tan celoso de su intimidad que, pese a ser profesor de música, jamás tocaba personalmente para sus alumnos. Porque la música era una ventana abierta al alma, una ventana que permitiría a cualquiera ver a través del muro de protección que había erigido con tanto tiempo y esfuerzo a su alrededor. Nadie podía saber lo que se ocultaba realmente en su interior, porque eso le haría débil, vulnerable. Prefería que le odiasen o le tuviesen miedo, antes que percibir un ápice de lástima o compasión en la mirada de alguien al contemplarle. No podría soportarlo, sencillamente.

Pero hacía algo menos de dos meses había cometido un error. Un profundo y estúpido error.

Normalmente se desplazaba invisible por los pasillos para evitar encontrarse con nadie, pero los días que siguieron a la Colisión de Universos las voces del interior de su cabeza (que Xavier siempre le decía que no eran más que un producto de sus propios miedos e inseguridades) se habían recrudecido y había sufrido algo parecido a un ataque, hasta el punto de estar convencido de que se trataba de verdaderos demonios que habían cruzado a través de los portales y que se encontraban físicamente en su interior.

Irene Salcedo y Sasha, una de sus antiguas alumnas, le habían encontrado durante el breve lapso de tiempo que duró la crisis y no había tenido ninguna forma de evitarlo. Le había causado una gran alegría volver a reencontrarse con Sasha después de tres años (aunque había procurado no exteriorizarlo) pues, aunque le gustase hacerle ver a todo el mundo que no tenía emociones, lo cierto era que sí las tenía, y cuando la muchacha había explicado que sólo estaba de paso y que tenía que marcharse, una inexplicable sensación de anhelo se había adueñado de su corazón. Porque Eclipse no tenía amigos, más allá de los ocasionales encuentros con Sam y Logan. Siempre había evitado aquella clase de situaciones y, paradójicamente, cuando se había topado con Sasha por accidente y ésta manifestó su intención de marcharse se había encontrado a sí mismo lamentándolo.

Tanto era así que, apenas dos días después, había dirigido sus pasos hacia la pastelería que la muchacha regentaba, con la excusa de llevar a desayunar al nuevo mutante al que había tratado de reclutar.

Porque ése era otro asunto peliagudo: su reciente nombramiento como líder de los X-Men.

Desde luego, él nunca se habría considerado a sí mismo como la elección más idónea, pero la Colisión provocó que todos los demás miembros de la Patrulla estuviesen ocupados resolviendo los mil y un problemas que se habían ido produciendo a lo largo del mundo, con todos los desastres y catástrofes naturales y la increíble cantidad de nuevos villanos que habían ido apareciendo. Y tras el cisma que se había producido entre Cíclope y el Profesor, y la partida del primero a la isla de Utopía, resultó que Eclipse, precisamente por ser el que siempre se recluía, era el único que se encontraba siempre en la mansión o en las cercanías cuando era necesario alguien para hablar en nombre de los X-Men.

Había tenido que negociar con los Jóvenes Titanes cuando Tormenta se había mostrado indispuesta a causa de su claustrofobia, había sido el único disponible para firmar el contrato de alianza con los habitantes de Villa Fábula y también el único que había podido atender a la hechicera Zatanna, y al final, Xavier había terminado por nombrarle líder, pues aunque Lobezno llevaba allí más tiempo que él, y era uno de los miembros más experimentados y valiosos de la Patrulla, era cierto que Drago tenía la capacidad de ser más diplomático cuando se lo proponía, y tenía aptitudes para el liderazgo que había adquirido durante su época en el ejército. Además, Lobezno era un alma libre, le gustaba ir y venir como el viento, sin ataduras, mientras que Drago no se movía de Nueva York y siempre estaba cuando se le necesitaba.

El Sheriff de Villa Fábula, su más reciente aliado y lo más parecido que tenía a un amigo junto con Sam y Logan, le había echado en cara su actitud aislacionista y prácticamente le había llamado cobarde por su reticencia a establecer relaciones más personales. Recordando lo que había experimentado el día que se había reencontrado con Sasha había pensando que quizás podría llamarla, confesarle sus miedos y temores con respecto a la "luz interior" y permitir que fuera ella la que decidiera si quería o no correr el riesgo en lugar de ser él el que tomara la decisión por los demás como hacía siempre. Pensó que con Sasha sería más sencillo por la simple razón de que hacía tres años que había abandonado la mansión, y por tanto podía permitirse el lujo de abrirse un poco más sin miedo a que su fachada se desmoronase por completo.

Siguiendo el consejo de Lobo le había confesado su ceguera (aunque no le había dicho que había sido producto de las torturas. Prefería que pensara que había nacido así antes que decirle que le habían arrancado los ojos) y había desarrollado con ella una amistad un poco más personal que la que tenía con sus compañeros de la mansión.

Pero todo acababa de irse al traste porque Sasha tenía un novio, y ese novio se encontraba ahora mismo sentado en la sala de profesores de la mansión y seguramente pensaba pasar a formar parte de la Patrulla X. Eclipse no tenía manera de saber lo que Sasha le habría contado y lo que no, pero suponía que entre parejas sería normal compartir cosas que por lo general no compartirías con nadie más, inclusive secretos de otras personas. Por tanto, no podía más que concluir que existía una probabilidad bastante alta de que el tal Planaria efectivamente estuviese al tanto de su ceguera, de que tenía un perro al que quería con locura y de otros detalles de su vida personal que nadie tenía por qué conocer. Por tanto, tenía que asumir la posibilidad de que el chico supiese que no era ni la mitad de terrorífico de lo que aparentaba ser, y, paradójicamente, había pocas cosas que le aterrorizaran más.

Y por supuesto, no podría explicar por qué. Quizás porque las únicas personas a las que había amado le habían sido arrebatadas de forma traumática y el único recuerdo que tenía de lo que era amar venía siempre inexorablemente acompañado de  sentimientos y recuerdos por los que no deseaba volver a pasar. No quería volver a experimentar ese dolor. Abrirse a los demás, atreverse a sentir, te volvía vulnerable. Pero si eras duro y frío, nada ni nadie te podía dañar. Había cometido un error con Sasha, porque, a fin de cuentas, era humano, y como humano, se había visto en la necesidad, por primera vez en años, de volver a entablar una conexión con otra persona que fuera más allá de una simple reunión de compañeros. Porque había un vacío en su alma que el cariño de su perra no bastaba para completar. Y pensó que con Sasha, al estar fuera de la mansión, el riesgo estaría controlado. El daño, minimizado. Nadie estaría al tanto de ello, nadie estaría enterado de su debilidad.

Pero ahora estaba Planaria, y él sería un recordatorio constante de esa misma debilidad. Cada vez que le mirase lo haría sabiendo que muy posiblemente él sabría la verdad que durante años había tratado de ocultar a los demás: que, efectivamente, era humano. ¿Cómo podía vivir con eso, compartiendo día a día con él, cruzándose con él en los pasillos, teniendo que asistir a reuniones con él? De hecho, era muy posible que Logan sospechara gran parte de todo ésto, pues siempre había sido particularmente sensitivo, incluso Jean, si había mirado en su mente, pero si ésto era así, ambos habían decidido no comentarle nada al respecto y Eclipse prefería vivir en la ignorancia y pensar que sus secretos seguían a salvo. Pero con Planaria no podía hacerlo, porque sus conocimientos iban más allá de la sospecha, ya que él mismo le había confesado a Sasha algunas de sus debilidades.

Y por todo ello se encontraba furioso y con la sensación de odiar al muchacho al que aún no había conocido, y no era capaz de entender por qué, más allá del cúmulo de tormentosas emociones que se agitaban en su interior. Miedo a que la fachada que le había costado años construir se desmoronase en un segundo. Miedo a quedar expuesto. Miedo a que todos conociesen cuán vulnerable era en realidad. Miedo que su psique convertía en ira como mecanismo de defensa.

Y fue de ésta manera como cruzó las puertas de la sala de reuniones, provocando que las luces parpadearan de manera intermitente, como si estuviese fallando la corriente eléctrica, y ofreciendo un aspecto aún más inquietante de lo que ya de por sí era habitual, con el tamaño ligeramente aumentado a causa de engañosos juegos de luces y las sombras tremolando a su alrededor. Clavó la mirada directamente en el chico nuevo, sin el menor asomo de duda (nunca demuestres duda, nunca demuestres debilidad, murmuraban las sombras), sin mostrar vacilación. Apartó la silla de la cabecera, la que normalmente habría ocupado Cíclope, y se sentó, sin apartar su perturbadora y amenazadora mirada del joven, sin mirar ni saludar a sus compañeros.

- Planaria Glámez, supongo -pronunció con voz distante y gélida-. Yo soy Eclipse, el líder actual de la Patrulla X. ¿Tengo entendido que vas a trabajar con nosotros como profesor? Por favor, explícame tu experiencia así como tu área de especialización.

Ofrecer su nombre en clave en lugar del verdadero había sido intencionado. Tenía que cortar por lo sano cualquier posible intento de acercamiento que pudiera realizar el chico. No podía correr el riesgo de quedar en evidencia ante sus compañeros de la Patrulla. No sería débil. Los débiles son torturados. Los débiles son asesinados. Odiame, muchacho, pensó con fervor. Es lo mejor para los dos.

Genial, ahora resultaba que Jean también lo sabía... Pero bueno, era de esperar, ¿no? Había pocas cosas que pudieran ocultársele a una telépata, no podía hacer más que confiar en que sería lo bastante prudente como para no revelar a nadie lo que pudiera haber encontrado en su cabeza. A decir verdad, prefería no empezar a preguntarse qué podía saber y qué no... Ese hilo de pensamientos podía llegar a volverte loco. “Estos ojos han contemplado demasiado dolor. Permite que te libere”. Se estremeció al recordar esa frase. Esa... maldita... frase que había sido el preludio de su pesadilla; Un destello de metal, el calor del acero al rojo... No, mejor no pensar en eso.

Al menos el chico no sabía nada, y eso era positivo. Tampoco había tratado de iniciar un acercamiento afectuoso, lo cual estaba bien. Debía ser cierto que Sasha no había hablado.

A continuación, tanto Logan como Jean trataron de romper el hielo que él mismo había generado haciéndole al muchacho comentarios informales y afectuosos, lo cual le hizo sentirse un poquito mejor consigo mismo. No deseaba que Planaria se sintiera mal, pero no era su papel el ser amigable y simpático. Para eso ya estaban los demás. Dirigió una mirada subrepticia a Logan de agradecimiento cuando Jean fue a saludar personalmente al chico estrechando sus manos, con la intención de que sólo él lo notara.

- Bueno... -comentó al fin, ya más calmado-. Mi compañera ya te ha dado la enhorabuena, y supongo que con motivos fundados; tienes un currículum realmente impresionante, y no me refiero sólo al ámbito profesional. Siempre estamos abiertos para recibir a jóvenes mutantes con ilusión como tú que estén dispuestos a compartir con los alumnos su conocimiento y su experiencia. Y hablando de eso; dices que has ejercido de vigilante en la ciudad de Ginebra desde los 13 años... Aparte de las lecciones de química, física y matemáticas, ¿te considerarías capacitado para instruir a los muchachos en nociones básicas de combate, defensa personal o control de sus poderes?

Eclipse aguardó hasta ver si su compañera tenía algo más que añadir o aportar, y tras cerciorarse de que no era así, devolvió el curriculum de Planaria a la carpeta de cartón y se puso de pie.

- Bien, entonces creo que lo más acertado será enseñarte las instalaciones para que te familiarices con ellas. Sígueme, por favor.

El grupo de mutantes salió de la sala de profesores y recorrió el largo pasillo central en dirección a la salida de la escuela, donde se encontraba el patio hexagonal con la estatua del fénix.

- Aquí tienes las aulas -dijo Eclipse señalando las edificaciones que circunvalaban el patio. Abrió la puerta de una de ellas y saludó al hombre que estaba impartiendo las clases junto a una pizarra plagada de símbolos matemáticos-. Hola, Bobby, perdona que te interrumpa, pero si no me equivoco falta poco para el recreo, ¿no?

- Sí, un segundo, Drago. Chicos, quiero que resolváis las demás ecuaciones en casa, y hacedme también el ejercicio número 2 de la página 20, los cuatro primeros apartados. La clase ha terminado.

El hombre era joven, casi tanto como Planaria. El grupo de estudiantes, que se había parado para observar a los profesores con mal disimulada curiosidad, cerraron de golpe los libros y salieron de clase formando una algarabía. Cuando finalmente quedaron solos, Drago inició las presentaciones.

- Bobby, éste es Planaria. Planaria, éste es Bobby. Es nuestro profesor de álgebra. Por decirlo de una forma simplificada, controla el frío. Bobby, Planaria va a ser nuestro nuevo profesor. Está especializado en matemáticas, física y química, y su poder mutante le permite controlar la electricidad. Como vais a estar en el mismo departamento pensé que estaría bien que os fuérais conociendo.

Parecía que Bobby y Planaria podrían llegar a llevarse bien. Estupendo. Cuando Jean le hizo su propuesta al hombre de hielo, éste asintió.

- ¡Claro! Dejadme un momento para que termine de organizar mis papeles. Me reuniré con vosotros en la cafetería. ¡Hasta ahora!

Cuando salieron de la clase pudieron ver cómo muchos de los muchachos se habían reunido en torno a la estatua del fénix, mientras que otros habían preferido alejarse en dirección a los jardines. Invariablemente, el silencio se hacía cuando Drago se acercaba, y los muchachos se apartaban casi sin darse cuenta para dejarles pasar. No, definitivamente Drago no parecía ser muy sociable, o como mínimo no había hecho el menor esfuerzo por romper la distancia natural existente entre profesor y alumno.

- Quizá otro día que vengas con más calma quieras dar un paseo por los jardines -le dijo a Planaria una vez estuvieron de vuelta en el interior del edificio principal-. No sé de cuánto tiempo dispones hoy, y creo que lo mejor es ir directamente a lo práctico. Ésta es la oficina de Charles Xavier, nuestro director, a quien sin duda ya conoces -dijo señalando una puerta a la derecha-. El despacho de la esquina es el mío, por si alguna vez necesitas algo, y aquella puerta de allí corresponde a la de vuestro departamento. La cafetería está al final del pasillo, pero antes quiero mostrarte algo.

Le condujo hasta la escalera de caracol que había al fondo y subieron varios pisos hasta llegar a una habitación circular repleta de vidrieras. Drago accionó el interruptor de la luz.

- Ésta es la torre de observación -explicó a Planaria-. Desde aquí puedes echar un vistazo rápido a los terrenos y verlo todo de una vez. Acércate, mira.

Drago le condujo hasta los ventanales que rodeaban toda la torre y comenzó a señalar al exterior.

- El terreno que ocupa la mansión ocupa un estrecho de cuatro kilómetros entre Graymalkin Lane, la carretera por la que has venido hasta aquí, y el lago Breakstone, sobre 200 acres de bosque -comentó-. Como puedes ver, el terreno que rodea la casa y lleva hasta el lago está podado, pero el resto del territorio sigue siendo bosque. Tenemos incluso establos, y una casa en el lago desde la que observar la migración de los pájaros y salir de pesca. Los utilizamos para actividades extraescolares y de relajación. Logan puede llevarte luego, si quieres. Si miras al este, podrás ver una montaña. Allí tenemos una pista de aterrizaje secreta. ¿Tienes nociones de pilotaje, Planaria? Contamos con varios vehículos entre los que se encuentra un jet. Es importante que todos nuestros miembros sepan cómo manejarlo, por si surge la necesidad. Si no sabes cómo, yo puedo ocuparme de enseñarte. Veamos... -oteó el exterior para ver si se dejaba algo-. Los restantes edificios que puedes ver desde aquí son la cochera y las torres de comunicación. Los hangares se encuentran bajo tiierra, junto con un túnel para transportar personal y objetos desde la pista y la mansión. También hay una entrada de emergencia que conecta los hangares con el lago utilizando un cámara hermética. Muy profundo bajo tierra tenemos una antena de frecuencias muy bajas (VLF) que utilizamos para comunicarnos por todo el globo.

La antena estaba también conectada a Cerebro, pero no había necesidad de entrar en ese tipo de detalles el primer día. Ya se enteraría Planaria de la existencia del detector de mutantes más adelante, junto con la de la Sala del Peligro.

- Bueno, y por supuesto, la piscina, el lago y la cancha de Basketball que utilizamos para las actividades deportivas, y allí puedes ver los jardines... ¿Tienes alguna pregunta o algo que quieras saber antes de bajar? ¿Algo en concreto que quieras ver?

Drago asintió con seriedad cuando Planaria les habló de su debilidad. Como líder de la Patrulla tenía que conocer ese tipo de cosas, ya que la seguridad de los miembros del grupo era en gran medida responsabilidad suya.

- Lo tendremos en cuenta. Gracias por confiar en nosotros.

Experimentó una punzada de remordimiento. Planaria parecía realmente un buen chico, totalmente carente de maldad, y no había vacilado en compartir con ellos su mayor debilidad, aunque no les conocía más que de oídas (y su reputación como grupo no era muy buena), mientras que él se había comportado como un auténtico gilipollas por miedo a que pudieran conocerse las suyas. Y no creía que fuese precisamente porque Planaria hubiese tenido una vida más fácil que la suya; había leído su informe y sabía que no era cierto, pero las personas tenían maneras diferentes de enfocar las dificultades. Él había optado por recluirse y apartarse de todos mientras que el joven que tenía ante sí había elegido continuar adelante con su vida, echarse una novia y tratar de ser feliz. ¿Significaba eso que se estaba equivocando? Volvió a pensar en lo que le había dicho Lobo hacía dos meses y se quedó pensativo durante unos segundos.

- Pues si lo tienes todo claro, volvamos abajo.

Cuando estaban bajando le señaló un pasillo que partía de uno de los rellanos.

- Por aquí se va a los dormitorios masculinos -le explicó a Planaria-. Los tenemos separados por géneros por cuestiones hormonales, ya sabes...

No es que a Drago le importase lo que esos muchachos pudieran hacer en su vida privada, ya que la vida le había mostrado que había cosas mucho más importantes de las que preocuparse, pero sí le importaba el hecho de que las relaciones pudieran o no ser consentidas. Nadie podía nunca anticipar lo que serían capaces de hacer un grupo de adolescentes hormonados si se encontraban una noche a solas con una chica en la habitación, así que era preferible evitar situaciones potencialmente desagradables.

Una vez abajo, señaló un pasillo que se encontraba a la derecha de la entrada a la cafetería.

- Y por allí se va a los dormitorios femeninos. Conforman un edificio totalmente independiente y anexo a la mansión.

De esa manera se evitaban las tentaciones.

- Los profesores tienen habitaciones a su disposición también, en caso de ser necesario -le informó mientras atravesaban las puertas de la cafetería-. Si no tienes donde quedarte, cuentas con esa opción. Pues éste es el comedor...

La enorme cafetería tenía forma de media luna y estaba completamente cubierta de cristaleras que dejaban pasar la generosa luz del sol de finales de mayo. Había muchas mesas, la mayoría ocupadas por alumnos, pero Drago localizó una desde la que se podía obtener una buena vista de la piscina, la cancha de basketball y el lago Breakstone al fondo.

- Ahí es donde se practican las actividades deportivas. Más allá está el bosque. ¡Oh! Ahí llega Bobby...