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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
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La visión de túnel nos impedía ver más allá del asfalto de la carretera que se abría ante nosotros. No éramos capaces de recordar la última vez que habíamos parado. Las noches no eran más que un cambio en el telón de fondo, como si por mucha distancia que recorriéramos jamás llegáramos a ningún sitio.
Las noches... antes habían significado algo.
Ni siquiera recordábamos haber cruzado de nuevo el mar. Solo sabíamos que tras lo sucedido en la meca habíamos vuelto a los Estados Unidos. Había algo hecho pedazos en el interior de nuestra mente que nos atormentaba sin parar. Una neblina negruzca y con olor a pútrido lo cubría todo. No nos dejaba comprender sucesos enteros. Era como mirarse a un espejo reventado y tratar de recomponer el rostro que nos devolvía la mirada al otro lado sin más ayuda que la de nuestras propias cataratas. Los fragmentos a veces volvían a nosotros, nos arañaban la mente como si alguien hubiera llenado nuestra cabeza llena de cristales rotos y la sacudiera con virulencia, tratando de hacernos el mayor daño posible.
¿Qué era ese olor?... como de piel quemándose...
Al principio pensábamos que se trataba de una orgía, con todos esos cuerpos entrelazados unos con otros, los jadeos, los gritos. No éramos capaces de ver dónde acababa uno y empezaba otro. Podíamos oler los fluidos y el sudor. Tardamos demasiado en darnos cuenta de que no se podía diferenciar porque no había nada que diferenciar. Aún tardamos más en entender lo que eso significaba. Aquella masa correspondía a una multitud desnuda, pero sus cuerpos estaban fundidos unos a otros. Sus pieles se derretían uniéndolos a las personas a su alrededor. Cada vez que se movían se desgarraban dejando expuestas heridas sangrantes que salpicaban a los demás de sangre fresca. Alguien se sentaba sobre ese túmulo de personas torturadas. Reía. Sus ojos amarillos como el carbón encendido...
Nos señalaba y entonces...
Un destello. Un torbellino de fuego venía hacia nosotros a gran velocidad. ¿Eso es lo que era? El pitido del camión nos sacó de nuestros pensamientos, haciéndonos realizar una finta desesperada por no chocar de frente contra esa mole de diez toneladas. El golpe habría sido brutal. Nosotros podríamos sobrevivir pero tal vez el conductor no. Esquivamos en el último momento metiéndonos en el carril contiguo. Aceleramos, volviendo de nuevo a la realidad. La carretera. Las líneas. Los quitamiedos.
El olor...Alquitrán. Alquitrán quemado...
[----]
Teníamos que conseguirlo como pudiéramos. Sólo podíamos recurrir al seguimiento a la antigua. En su día nuestros objetivos habían ido dejando rastros que habíamos recorrido para llegar hasta ellos. Como una especie de rumbo que seguir. Ahora todo estaba impregnado de su esencia. Había miles, cientos de recorridos que cambiaban de dirección en cada esquina. Sólo podíamos decidir a ciegas. Ahora mismo lo único que queríamos era un momento de descanso. Algo que no iba a suceder hasta que encontráramos una forma de cambiar de nuevo...
Oía en algún lugar una especie de voz perdida en el interior de su cráneo. Su idea...
No le agradaba la perspectiva de enfrentarse a lo que se avecinaba. Por otro lado las calles habían dejado de ser seguras. Allá donde paraba encontraba criaturas cuyo único objetivo era atormentarlo. Desde que había salido de la meca le habían golpeado, arrastrado, masticado, arrancado los miembros y la cabeza. Hasta le habían pulverizado. Pero nada de eso impedía que peleara. A pesar de que ahora el infierno estaba en la superficie no podían hacerle frente a menos que le atacaran en enjambre. Se estaban organizando. Le olían, como él les olía a ellos.
Había probado varios que no le habían llevado a nada. Así llevaba ya días pero no se les ocurría ninguna alternativa mejor. Ensayo y error. Encontró un rastro que parecía más débil de lo habitual. O había pasado hacía mucho o su esencia se desdibujaba porque se estaba resguardando. Tal vez eso le llevara a uno de sus objetivos. Lo siguió hasta una de las casas en el extrarradio. Su objetivo era la criatura que se escondía en su interior.
Lo que el GhostRider desconocía es que su rastro era así de débil a causa de que había llevado a cabo una posesión. También ignoraba que en su interior hacía ya unos minutos que se había iniciado un exorcismo... pero estaba a punto de averiguarlo.
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Viviendo un infierno en la tierra
Última edición por Kim HwaJae el 19th Enero 2023, 20:40, editado 1 vez
Edward Johns DC Universe
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Mensajes : 177 Fecha de inscripción : 30/03/2020 Localización : -- Empleo /Ocio : Exorcista Humor : Depende del día
Ficha de Personaje Alias: Nombre real: Edward Johns Universo: DC Universe
-¡Señor Miller! ¡Sujete esa maldita cuerda! – El hombre hacía lo que podía claro, pero sujetar a fuerza bruta usando una cuerda a un demonio encerrado en el cuerpo de tu hijo nunca es sencillo…Josh Miller jamás se imaginó que acabaría contactando con un exorcista algún día, él, un hombre de ciencia recurriendo a un vende humos ¿Pero que podía hacer? Desde que la invasión demoníaca empezó el niño se había estado comportando de forma extraña, empezó dejando de comer y volviéndose apático, cómo si le faltasen energías, lo siguiente fueron las faltas de respeto y la ausencia de control, se despertaba a las tres de la madrugada y empezaba a moverse por la casa, destrozaba cosas…Incluso llegó a golpear a sus hermanos y a morder al perro…
La cuerda se le escapó por un segundo de las manos quemándole la piel: - Agh…- El hombre hizo lo que pudo y cerró con fuerza para evitar que escapara…El niño gritaba colérico en una lengua extraña que no conocían, había comenzado esa mañana y Josh, desesperado, buscó el teléfono de un experto para que les pudiera ayudar…Y allí estaba el tipo en cuestión, vestido con un pantalón negro estrecho, unos zapatos del mismo color y una camisa blanca que llevaba arremangada, en el suelo a su lado tenía un maletín, sus herramientas de trabajo había dicho: - Aguante un poco más señor Miller…- El hombre le dirigió una sonrisa frívola, casi protocolaria ¿Así pretendía hacerle sentir bien? Llevaba veinte minutos luchando por sujetar la cuerda que inmovilizaba a su hijo, el cuál levitaba en el techo mientras murmuraba con una voz gutural y sobrenatural cosas sin sentido alguno: - Aet nos, tenebrum aeterna…- Los susurros de su hijo se le clavaban en el oído con fuerza ¿Por qué a ellos?
Edward murmuraba un conjuro para intentar ganar control y fuerza sobre el demonio que poseía el cuerpo del pequeño Jonathan Miller, aquel parásito se había alojado en el cuerpo del niño, un buen escondite para, por si las cosas salían mal, tener un resguardo en el que quedarse y no ser expulsado al infierno…El trabajo del exorcista se había vuelto peligroso estos días, los demonios se estaban haciendo cada vez más poderosos y los que intentaban vincularse a un cuerpo humano se estaban volviendo más resistentes debido a la influencia del infierno: - Et nomine pater…- Edward repetía una y otra vez el mismo salmo, intentando forzar a la criatura a revelar su nombre, pero esta chillaba y se revolvía, golpeando el techo con la cabeza o intentando morder la cuerda que le agarraba: - ¡Vamos a ir a por ti Johns! – El niño empezó a reír mientras se zarandeaba, uno de esos movimientos hizo caer al padre al suelo, que chilló de dolor cuando sus manos empezaron a sangrar, la cuerda trenzada saltó entonces en pedazos, rompiéndose y liberando al demonio, que se lanzó de cabeza hacia el exorcista.
Lo siguiente fue muy rápido, Edward agarró al niño por la cabeza, que intentaba morderle sin tregua, ambos rodaron por el suelo hasta chocarse con una de las paredes de la habitación, la puerta estalló de repente en mil pedazos, las llamas invadieron el lugar, Johns lanzó al chico con fuerza contra un armario y se puso en pie, observando con terror la figura que acababa de entrar en el lugar, sólo había oído rumores acerca de él pero jamás lo había visto en persona, ni siquiera a lo lejos: - No me jodas…- Su maletín estaba lejos, demasiado lejos cómo para intentar cometer la locura de lanzarse a cogerlo…Demasiado lejos cómo para plantearse una estrategia que no acabase con él muerto.
El niño chilló con fuerza, un grito que le desgarró los oídos, ahora tenía un nuevo enemigo y al parecer le aterraba más de lo que el exorcista podría llegar a hacer jamás, se puso en pie y corrió con fuerza a por el Ghost Ryder, dispuesto a matarlo.
El rastro se volvía un poco más intenso a medida que nos aproximábamos al inmueble. La puerta trasera estaba cerrada. Algo había desgarrado la mosquitera que servía para resguardar la puerta. Había marcas de arañazos en la madera, a pesar de lo cual parecía haber hecho un buen trabajo impidiendo que lo que fuera que había intentado entrar consiguiera su objetivo. Probamos el picaporte. Cerrado. Nunca hay que desdeñar la posibilidad de tener un acceso fácil. Alargamos la mano, agarramos el pomo y arrancamos la puerta de cuajo sin el menor esfuerzo. Nos adentramos en la cocina y la dejamos apoyada de nuevo en el lugar que había ocupado, con los goznes deformados. Bastante suerte tenían si no les habíamos destrozado el marco en el proceso. En el interior el rastro se volvió mas intenso y diseminado. Eso sólo podía significar que había permanecido ahí el tiempo suficiente como para dejar toda esa marca por toda la casa. No encontramos a nadie, pero los sonidos que venían de la habitación en el piso de arriba eran bastante esclarecedores. Idioma desconocido, sonidos y gritos como de animal salvaje, golpes y gruñidos de esfuerzo.
Aquí.
Nuestros pasos nos llevaron poco a poco a una de las habitaciones más grandes del piso superior. La puerta presentaba desperfectos. Se veían bastantes huecos que antes habían estado ocupados por cuadros, fotos y todas esas cosas que las familias cuelgan en los pasillos para hacer las estancias más hogareñas. Hasta había una mesilla hecha trizas cuyo contenido estaba apilado de cualquier manera entre los restos de madera.
Aquí.
Nuestra mano apuntó hacia la puerta, que se hizo añicos sacando esquirlas en llamas que se esparcieron en todas direcciones por el interior de la sala. Dos hombres estaban en el interior, acompañados de un niño que había tenido la desgracia de servir como recipiente. Era algo con lo que no nos costaría empatizar de no ser por la desesperación de nuestros últimos días. No es que nos quedara mucho tiempo de reacción. Aquella cosa salió corriendo del armario a cuatro patas, mientras su mandíbula se movía babeando por todas partes con unos movimientos que habrían podido engañar al ojo, porque se mantenían en el máximo límite al que una persona podría abrir la boca, pero siendo bastante perturbadores para dudarlo. Bramo al tiempo que saltaba una última vez con las manos hacia nosotros dispuesto, como habían estado otros tantos antes que él, a hacernos pedazos por diversión y ganas de desquitarse.
Nuestros dientes se entreabrieron dejando salir una ristra de cadenas que golpearon de lleno al poseído, pero en lugar de ser una mera arma de choque, comenzaron a envolverle obligándole a girar sobre sí mismo mientras trataba de revolverse, sacando una pierna, un brazo, y la cabeza. Las cadenas pronto empezaron a ser una maraña demasiado grande y pesada como para que pudiera contrarrestarla con sus movimientos desesperados. Calló al suelo al peso, ante la aterrorizada mirada de los dos hombres que ahora no sabían a que prestar atención. Bastante había sido tratar de manejar el incidente por las circunstancias, como para tener que afrontar la idea de otro demonio. Algo con lo que era fácil confundirnos si no nos habías visto antes. Nuestra mirada hueca se dirigió al padre, y después de inmediato al exorcista. Nuestras cuencas vacías se llenaron de una bruma extraña en la que brillaba con incandescencia una punta de aguja amenazante.Cerramos la boca, haciendo que una nube de vapor rojizo saliera proyectada por la abertura nasal de nuestra calavera. Comenzamos a avanzar por la habitación dejando marcas negras por donde pisábamos, mientras recortábamos la distancia con quien era nuestro principal sujeto de interés... y que en nada tenía que ver con el joven que seguía intentando pelearse con las cadenas.
- Tú...- Señalamos al individuo, mientras nuestras cuencas se encendían con un resplandor aterrador. Había motivos más que de sobra para haberle hecho arder el alma unas cien veces. No era la manzana más podrida que habíamos encontrado en el cesto, pero no nos la hubiéramos acercado a la boca aunque fuera lo último que nos separara de morir de hambre. Con suerte el terror le paralizaría lo bastante para poder acercarnos y permitirnos ver aún mas de cerca los pecados que asomaban en el fondo de sus ojos.- Culpable.
Esa sencilla palabra había hecho desear la muerte a más de uno. Sonaron con el mismo peso que el deslizar de una losa sobre un mausoleo. Con la misma resonancia de unas campanas de réquiem, salvo porque aquel estamento implicaba un destino mucho peor. Fueron tan sólo un par de segundos, pero durante ese silencio Edward Jhones vivió un millar de vidas de espera que parecían desgranar cada uno sus miedos y convertirlos en la mayor tortura a la que se había enfrentado...
- ¿Qué tal un aplazamiento? - aquella oferta salida de la renqueante garganta del espectro sonó como la promesa del paraíso.
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Viviendo un infierno en la tierra
Edward Johns DC Universe
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Ficha de Personaje Alias: Nombre real: Edward Johns Universo: DC Universe
- ¿Sabes Bobby? He aprendido un nuevo truco. - Un Edward adolescente, vestido con pantalones cortos y una camiseta de guns and roses, sentado sobre una barandilla de hierro de la escalera de la entrada a su edificio miraba a un chico pelirrojo, con pecas y cara de asustado: - ¿Te gustaría que te lo enseñara? - Johns hizo girar su mano, en ella tenía 5 centavos, sujetados con el dedo indice y el dedo gordo de la mano: - Mira... - Murmuró unas palabras, cerró el puño y donde antes había una moneda de 5 centavos ahora habían unas veinte.
Bobby Jackson abrió los ojos como platos, Johns siempre le hacía trucos pero jamás había visto eso: - ¡Es increíble! - Edward le lanzó una moneda y le dijo: - ¿Y sabes lo mejor Bobby? Si me traes el dinero de la caja fuerte de tu padre, puedo multiplicarlo como he hecho con esto....Podrás quedarte todo lo que haga y el jamás lo sabrá. - Pobre Bobby Jackson, la paliza que le dio su padre cuando Johns le robó 500 dólares aún le duele algunos días.
El recuerdo se difuminó y ahora el exorcista, con un par de años más se levantaba desnudo de una cama en la que una mujer dormía: - ¿Estás bien Eric? - Johns empezó a vestirse en silencio: - Sí. - Ella sonrió, era una mujer rubia, exuberante: - ¿Sigues ahí? - Edward se giró y miró a la mujer, iba con el torso desnudo, observó sus pechos, su cuerpo de mujer adulta... Se acercó lentamente a la cama y la besó apasionadamente: - Tenemos que darle las gracias a este chico por haberme dejado manifestarme a través suyo... No me queda mucho tiempo... -
La lengua del exorcista acarició la de la mujer en un apasionado beso... Empezó a desnudarse... Aquella semana había visto Ghost y se le había ocurrido aquella idea...Todo iba de maravilla.
Un nuevo fundido en negro, y de repente un estallido de imágenes, el incrustando una cruz de plata en el estómago de un hombre, un incendio, una familia abandonando su hogar... Y de repente volvía al presente, el fuego le rodeaba y aquella figura le observaba fijamente : - ¿Un aplazamiento...? - El cuerpo estaba inmóvil, juraría que se le habían escapado unas gotas de orina y las axilas le olían fatal: - S.. Si... Una tregua... -
Un sonido metálico le distrajo, el niño se revolvía con fuerza en el suelo, de la boca le salían espumarajos mientras se revolvía intentando librarse: - Pero antes tenemos... Tenemos que liberar al chico. - Le costaba articular sus frases, le costaba mantenerse consciente y no desmayarse: - ¿Puedes hacer que el demonio confiese su nombre? -
Los pecados de aquel hombre se arrastraban frenéticos en el interior de nuestras cuencas, exigiendo derramarse en sus pupilas constreñidas por el pánico. Se vertían hacia el eterno vacío del interior de nuestro cráneo como un torbellino capaz de succionar el alma del exorcista hasta que no fuera más que una masa irreconocible entre sus miles de faltas imperdonables. Las criaturas con las que habíamos tenido que lidiar a lo largo de nuestra experiencia, e incluso mas allá, en las múltiples reencarnaciones que el Ghost Rider había tenido durante los siglos, eran suficientes para hacer que el mismísimo Lucifer tuviera insomnio crónico. Sin embargo, solía haber unas en concreto que perturbaban tanto al Jinete Fantasma como a su portador, y ese hombre, ese mero mortal frente a nosotros, era el ejemplo perfecto de ese insólito fenómeno.
Solo recordábamos habernos cruzado una vez antes con un mortal que tuviera una energía similar a esa. A ese perturbado no serían capaces de olvidarlo, igual que nos sería difícil hacerlo con el hombre que quería aceptar la oferta a pesar de estar a punto de enloquecer de terror. Un hombre cuya arrogancia nos irritó lo bastante para someterle a la ironía cruel de concederle su deseo, y como resultado, que se precipitara al vacio en la cornisa de un edificio.
Todo ello sucedió justo antes de que nos hiciera la mas insensata de las revelaciones, demostrando así que su humanidad estaba extinta por completo.
Su nombre era Jhon Constantine.
Seguro que a él la Guerra demoníaca tampoco le estaba tratando bien. Ni siquiera conseguimos localizarlo cuando lo intentamos. Puede que lo hubieran arrastrado hasta el infierno, un final que con su temeridad se había ganado a pulso millones de veces. Ese era el abismo sobre el que decidió columpiarse, sabiendo que con cada ida y venida, la cuerda que le sostenía se quebraba un poco más. La capacidad de anestesiar el miedo de tal modo que llegó a conseguir olvidarse de su sabor. Como un preso en el corredor de la muerte con una cantidad tan absurda de cadenas perpétuas que ya ni siquiera se esmera en contarlas. Un futuro que Edward Jhones parecía trazado para recorrer esos mismos derroteros, por sus elecciones pasadas, presentes, y seguro que futuras.
- Entonces acaba. - lo tomó como una orden, aunque pretendió ser una sugerencia.
Su piel se volvió tan cetrina como el tono de nuestra calavera bajo las llamas. Al articular su petición, nuestro rostro sin piel no debía mostrar expresión alguna, al fin y al cabo no teníamos cara, a pesar de lo cual, el exorcista pudo percibir una mirada tan penetrante en los pequeños reflejos como puntas de aguja que brillaban en nuestras oscuras cuencas que juraría que nuestra mirada se había entornado.
- Haré algo más rápido. - gruñimos mientras avanzamos hacia el muchacho. Con cada paso dejábamos una huella flamígera, bañada de una fantasmagórica calidez infernal. Agarramos al joven de la barbilla, y su saliva nos llenó las falanges, evaporándose en el acto. Sus ojos desorbitados en blanco se ocultaban bajo sus párpados, como si trataran de huir de nosotros atravesando su cerebro.- Te daremos diez segundos.
El muchacho convulsionó pero nuestro firme agarre no le permitía ni desencajar la mandíbula, ni mover su rostro, aunque trató de arquear el cuerpo con fuerza, la violencia pronto cedió. Fuera cual fuera el inquilino no estaba dispuesto a renunciar al cuerpo del joven.
- Diez... Nueve... Ocho...
- Maledictus eris in omni terra ignis. Putrid millies. - gruñó con los dientes apretados, haciendo que sus facciones se volvieran monstruosas durante un instante, antes de reptar de nuevo al interior del chiquillo para ocultarse. -¡No lo harás, fantasma decrépito. ¡Bestia manipuladora! ¡Traidor! ¡Repugnante! - la criatura rió de nuevo, mientras sus ojos volvían a asomarse bajo los párpados.
El fuego en todo nuestro entorno se intensificó con una deflagración. Su temperatura aumentó, haciendo sudar a todos los presentes que aún conservaban piel en la sala.
- Siete... Seis...- con cada palabra, nuestro tono adquiría un matiz mas grave, hasta reverberar con un eco de ultratumba.
- No lo harás. ¡NO LO HARÁS! - repetía una y otra vez. Su rostro se desvió hacia el exorcista. De entre sus labios brotó un esputo denso y negro, que desprendía al contacto con el aire una horrenda pestilencia ardiente de azufre. Sus dientes comenzaron a fundirse en el interior de sus mandíbulas con claridad. El padre del receptáculo cayó hacia un lado, arcada tras arcada hasta que se desmayó sobre su propio vómito, incapaz de soportar la visión de su hijo en ese estado ni un segundo más. - Si la ashudas, te cogerá en cuantho thermines. ¡No puedesh fhiarthe de él, Jhons! ¡TU SHERÁS EL SHIGUIENTE! ¡EL SHIGUIENTE! - gritó amenazante lo que fuera que hubiera dentro del crío, tratando de arremeter contra el único hombre que ahora podía interponerse para salvar al muchacho, y así, de paso, su propio pellejo.
- Cinco... Cuatro...- Continuábamos contando con la inexorabilidad del tiempo mismo.
Como réplica de nuestro propio tono condenatorio, el muchacho inclinó la cabeza hacia atrás, al tiempo que clavábamos nuestras falanges en sus mejillas obligándole a abrir la boca más de lo que parecía humanamente posible, y profirió un grito de pesadilla que sólo podría provenir de los ecos mas profundos del infierno.
En los oídos humanos del exorcista, aquel trueno escondía una entonación concreta que no le pasó desapercibida.
Puede que no fuera más que una corazonada. O que a fuerza de su experiencia, fuese capaz de escuchar los sutiles detalles que a otros se le escapaban. Pero entre el retumbar de ese sonido se escondía lo que buscaba.
Un nombre con el que salvaría hasta tres vidas...
Si Edwsard Jhons era capaz de anteponerse a la cuenta de tres que aún faltaba...
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Todo aquello había resultado una pérdida de tiempo monumental. Salvo por el hecho de que al final habíamos conseguido que la entidad que fuera dejara de atormentar al muchacho que había acabado peor de lo que nos hubiera gustado. Hubiésemos preferido no tener que dejar la marca de nuestras falanges en su carne, pero el exorcista no había sido capaz de sacar a la entidad sin hacer que su recipiente sufriera el suficiente dolor físico para que la forma espiritual que lo retenía se resintiera. El hecho de haber tenido que apalearlo al salir como para que encerrarlo en un receptáculo llevado a cabo por el hechicero nos había hecho ser más conscientes aún de lo que significaba la guerra demoníaca que estaba teniendo lugar por todo el planeta. Nuestra tarea se dificultaba a cada paso. Acabábamos de comprobar que nuestro fuego demoníaco, si bien seguía quemando, resultaba incapaz de enviar a ningún demonio de vuelta al infierno, puesto que ahora la tierra no era si no una extensión del mismo.
Así que, sin mas alternativa, continuamos avanzando... y la noche volvió a cernirse sobre nosotros, convirtiéndonos en una incandescente estela inagotable que, de detenerse, acabaría por atraer toda la atención indeseada de los nuevos pobladores de la tierra.
Dos accidentados encuentros después, nos hayamos de nuevo en las carreteras. Parecía que tenían predilección por concentrarse en ciudades grandes, así que nuestro objetivo principal era tratar de dejar atrás Nueva York lo antes posible.
En esa noche plagada de huídas a altas horas de la noche, lo único que nos llamó a detenernos fué el reconocible sonido de los cristales rotos y los puños mordiendo la carne. En el polvoriento lateral de un combo de bar de carretera y estación de servicio, parecía haber comenzado una pelea. Nuestro primer pensamiento se desvió hacia la posibilidad de que algún demonio solitario hubiera acabado allí, tratando de beneficiarse de lo que trabajar sólo reportaba a las criaturas amorales privadas de todo escrúpulo.
Entramos al bar con intención de detenerlo, para descubrir una verdad aún mas dolorosa y desconcertarte.
Un grupo de hombres y mujeres adultos, ebrios, con cigarros a medio fumar entre sus comisuras, y sujetando cuellos de botellas estaban tratando de hacer que un pequeño grupo mordiera el polvo. La puerta se cerró tras nosotros a tiempo de reconocer un rostro sudoroso sobre un alzacuellos a medio asomar del cuello de la camisa, mientras hundía sus cinco nudillos en el rostro de un inmenso y hediondo hombre barbudo con la cabeza envuelta en un pañuelo rojo. El golpe del labio contra los dientes le llenó la boca de sangre, justo en el momento en que chocó contra la mesa.
- Estáis de coña...- gruñimos, incapaces de entender como en el mismísimo fin del mundo aún había gilipollas dispuestos a invertir tiempo en joder aún mas las circunstancias. Ahora que creíamos haberlo visto todo...
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Jesse Custer Vértigo Universe
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En aquél polvoriento bar de carretera, un hombre ataviado con una chaqueta y camisa negras que contrastaban notoriamente con sus pantalones blancos, bebía un whiskey en silencio, sumido en sus pensamientos, con un cigarrillo entre los labios. Se suponía que estaba prohibido fumar dentro de establecimientos como aquél, pero en aquél lugar perdido sin Dios ni ley, nadie lo cumplía, y el interior estaba cubierto por una densa neblina que parecía emular su embotamiento general. Aún estaba tratando de asimilar lo que le había ocurrido los últimos días. El niño mágico... la tierra de la inocencia eterna... el reencuentro con Billy-Bob... No se lo esperaba. Jamás habría esperado volverlo a ver. Había sido... Sí. Mucho que asimilar.
A su lado, un grupito de tres veinteañeros idiotas que posiblemente habían venido a pasar el fin de semana a Nueva York charlaban animadamente perturbando su sombrío estado de ánimo. Les dirigió una mirada de reojo, algo molesto. Uno era un jovencito rubio, bastante atractivo, y, de sus dos amigos, uno tenía aspecto de hipster y el otro parecía mexicano. Trató de ignorarlos. No eran más que tres chiquillos sin ninguna preocupación en la vida pasando un buen rato. No tenían la culpa de toda la mierda que había tenido que tragar, en su vida en general, y en los últimos tiempos en particular. Jake, el Ghostrider, la partida de Sasha a Europa, el bicho aquél no-muerto que parecía empeñado en sacarle las tripas. Demasiado para un sólo mes.
Tan ensimismado estaba en sus propios pensamientos que no se percató del grupo de moteros que acababa de entrar en el bar, ni de cómo se acercaban a pedir a la barra riendo y dándose grandes palmadas en la espalda mientras comentaban algo que debería de ser muy gracioso. Lo que sí notó, porque el sonido que hace el cristal al romperse contra el suelo es particularmente llamativo, fue cómo el chico rubio, en un momento dado de la conversación con sus amigos, se giró demasiado entusiastamente, chocándose sin pretenderlo con un tipo grande y barbudo que llevaba un pañuelo rojo en la cabeza.
- ¡Oh, mierda, mierda! -exclamó el muchacho, apurado, al ver lo que había hecho-. ¡Lo siento, tío! ¡Deja que te pida otra!
El gigantón no dijo nada, limitándose a mirar al chico de manera intimidante. De inmediato, el local al completo quedó en silencio, como una bandada de buitres observando una carnicería a punto de ocurrir.
- Tío... estamos bien, ¿verdad? Ahora mismo te pid... ¡ughk!
La mano de hierro del gigante atenazó la garganta del chico, elevándolo en el aire mientras pataleaba aterrorizado.
- ¿Te crees que puedes ir por ahí tirando las bebidas de la gente, marica?
- Eh, tío -Jesse intervino, poniendo su mano sobre el brazo del fortachón para atraer su atención-. Ha dicho que te pagaba otra, ¿cuál es tu problema?
- ¡Anda, mira! ¡Otro marica! -se mofó el hombre-. ¿Qué pasa, te molesta que me haya metido con tu noviecito?
La expresión de Jesse cambió en un suspiro. Sin decir una palabra más, vació el contenido de su vaso sobre la cara del tipo, y acto seguido se lo reventó en la cabeza. El hombre dejó caer al muchacho al suelo, retrocediendo aturdido hasta apoyarse en la barra. De inmediato, todos los demás moteros que habían entrado con él se pusieron a su lado, y Jesse, poniéndose en posición de combate, se situó entre los tres jóvenes y ellos.
Habían cometido el error de tocarle los cojones en un muy muy muy mal momento.
* * * *
El Ghost Rider irrumpió en el local en el preciso momento en el que el gigantón que había iniciado todo mordía el polvo. Junto a él había un tipo delgaducho con un ojo a la virulé y la nariz partida, otro que yacía junto a los restos de una botella rota que, a juzgar por el líquido que le rezumaba por la cara le debían haber partido en la coronilla, y otro más al que le habían reventado la cabeza contra la barra. Tras él había tres muchachos muy jóvenes y bastante asustados, y, rodéandolos, había más de diez moteros, hombres y mujeres, dispuestos a terminar la faena. Jesse se había defendido bien y no tenía ni un sólo rasguño, pero los nudillos le sangraban y parecía bastante cansado. Era cuestión de tiempo que le superaran, y, en ese momento, la situación podía volverse muy desagradable.
En cuanto las puertas del local se abrieron, dirigió la mirada hacia el Ghost Rider, y la expresión agotada que brotó de entre sus labios pareció un irónico remedo de las palabras que el propio espectro había pronunciado un segundo antes.
- Tienes que estar de coña...
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