La pesadilla ha terminado (Jason Todd) [01/05/19]

Me desperté. La luz del sol empezó a asomar por la persiana de aquella pequeña habitación, calentando con sus rayos mis mejillas, aún salpicadas por la sangre del Rojo. Parpadeé, y un fuerte dolor de cabeza invadió de pronto mis sienes. Solté un pequeño quejido, a tiempo que me daba cuenta del profundo dolor que sentía en cada fibra de mi ser. Era... era como si me hubiese pasado una apisonadora por encima, como… como si me hubiesen dado una paliza… aunque bueno, pensándolo bien, sí me habían dado una paliza. Pero el dolor de cabeza y mi estado adormecido no me dejaban pensar demasiado...

Mi cerebro aún estaba apagado, y cuando abrí mis ojos entrecerrados, me di cuenta de que aquella no era mi cama. Ni tampoco era mi habitación. Ni mi casa. Y había algo calentito que me estaba rodeando la espalda, y no era la manta, no… era… era un brazo.

Abrí más los ojos, empezando a ser consciente de la situación. Mi cabeza estaba apoyada en el hombro de alguien, y no en una almohada. Incliné la cabeza ligeramente hacia arriba para ver de quién se trataba y entonces me encontré con el rostro dormido de Jason Todd.

Mi cuerpo se tensó de pronto ante la presencia de aquel hombre. Debí de quedarme dormida a su lado en algún punto que no recuerdo... ya que lo último que recuerdo fue…

Habíamos conseguido salir del Rojo. Jason estaba malherido, pero antes de quedar inconsciente, farfulló algo parecido a “antes muerto que llevarme a un hospital”. No sé porqué, pero le hice caso. Cargué con el peso muerto de Jason como pude, a pesar de que él era más alto y más fuerte que yo, y nuestras armaduras no hacían más que estorbar y ralentizarnos la vuelta a casa. Me frustré muchísimo, pero por suerte, aún me quedaba algo de energía para realizar un último hechizo, después de quedar casi agotada en aquel espantoso lugar al que Blood nos había arrastrado. Dibujé un portal mágico en una de las paredes de la calle, y nos trasladé a su piso franco. No podía llevarle a mi casa, allí habría demasiado ruido y demasiada gente, y no podríamos descansar con tranquilidad. 

Así que cuando llegamos al piso de Jason, tumbé a mi compañero de batalla en ese colchón viejo que tenía por cama, y le quité la armadura negra y roja que yo misma le había creado días antes. Atendí sus heridas con un pequeño kit de primeros auxilios que había encontrado en el baño, y desinfecté al menos lo que se veía horrible, además de limpiarle con una toalla con agua caliente la sangre que había empapado las ropas que llevaba debajo de la armadura, sus brazos y su cara. Pobrecillo. Estaba hecho un asco, y yo no tenía mejor aspecto.

Me deshice también de mi armadura para ponerme más cómoda, y me quité cómo pude los restos de sangre del Rojo con la otra toalla más pequeña. Sé que estaba agotada y me dolía todo…pero… ya no recuerdo nada más.

Me había quedado dormida con medio cuerpo en el colchón y medio fuera. En algún punto de la noche, Jason debió de moverse, porque había conseguido pasar su brazo por encima de mi espalda. Pero... la verdad es que no me sentí nerviosa por su presencia, más bien...más bien me sentí aliviada. Aliviada de ver que estaba bien. Que estaba vivo. Que estaban todos vivos... y habíamos salvado a Roy. Parecía algo increíble. Y es que habíamos entrado en el mismísimo infierno y habíamos conseguido salir de él con vida…

Por fin, la pesadilla parecía haber terminado...

El torso de Jason subía y bajaba al ritmo de su respiración, cogiendo aire por los pulmones sin ninguna dificultad a pesar de las heridas. Sin querer me lo quedé observando más de la cuenta. Su rostro era calmado mientras dormía, hasta tenía cara de buenecillo, como si nunca hubiera roto un plato… Cuando estaba despierto era diferente, con aquella expresión de rabia y su facilidad para apretar el gatillo. Me sentí afortunada de conocer una faceta más de aquel misterioso Red Hood…

Cuando me di cuenta, la respiración de Jason había cambiado, y sus ojos, tan azules como el cielo, se encontraron con los míos. Entonces me puse algo tensa. Sentí que estaba violando su espacio personal y quise apartarme de su abrazo, ahora que él estaba despierto.

—H-Hola… ¿Cómo te encuentras...?—pregunté en un hijo de voz, todavía adormecida— Yo me acabo de despertar ahora...

Me cago en la puta...lo habíamos hecho: Habíamos salvado a Roy del mismísimo infierno y habíamos logrado salir airosos, quitando una a dos costillas rotas claro está. Siendo sincero, ni yo sabía como cojones habíamos sobrevivido, la lucha fue tan intensa que llegó un punto que solo era capaz de ver rojo allá donde viese, no es que me quejase del color pero tras horas luchando acababas un poco hasta los huevos; momento en el que no pude más y acabé desmayándome del esfuerzo.

Como no mi salvadora había vuelto a ser Elysia, la mujer me había sorprendido aún más durante el ataque, siendo novata en esto de salvar el mundo pensé que se quedaría atrás; pero todo lo contrario: La capulla fue de nuestras aliadas más poderosas, daba gusto ver como pateaba traseros, pero una parte de mí sabía lo duro que debió ser para ella derramar por primera vez sangre de sus enemigos. Si no fuese por eso de que estaba vomitando sangre intentaría animarle, pero todos nosotros teníamos que dejar los sentimientos a un lado y centrarnos, objetivo que cumplió con creces.

Había veces que me quedaba embobado viéndola, pero era sentir a mi lado a Roy peleando con uñas y dientes por defenderla para saber que tenía que olvidarme de una vez de ella, había sido un flechazo tonto fruto de que por una vez en mucho tiempo una persona se preocupó por mí y ya; tenía que dejarme de gilipolleces.

Cosa que se me complicó al recobrar la consciencia y lo primero que viese tras un combate a muerte fuesen sus preciosos ojos mirándome fijamente. El shock inicial hizo que no pudiese reaccionar al principio, devolviéndole la mirada como un tonto durante varios segundos sin hacer nada más. En el momento en que volví a ser persona me di cuenta de que le estaba dando un suave abrazo mientras compartíamos el colchón roñoso de mi guarida. Al instante alejé el brazo de su suave cuerpo intentando ignorar ese calorcito tan agradable que me estaba inundando el trozo de piel que segundos atrás estaba en contacto con mi cuerpo.

-Vivo, con eso ya me basta-intenté fingir que no estaba nervioso ni que me había pillado desprevenido mediante el viejo truco de aparentar un engreído de mierda a juego con una sonrisa retorcida, aunque creo que la peliazul ya me conocía lo suficientemente bien como para ver debajo de la armadura de indiferencia que solía llevar siempre encima.

Intenté calmarme mientras me erguía de mi posición tumbada, sentándome en el colchón a poca distancia de la artista, pero había sido tan tonto que ignoré hasta el momento que mi mano pasó de abrazar la espalda de esta a simplemente dejarse caer encima de la suya; era como si mi cuerpo se viese atraído como un imán.

-Genial Jason, antes de entrar en la Iglesia la convences de que se arme de valor y se confiese a tu mejor amigo para que justo después te metas en la cama con ella. Eres el mejor amigo del año chaval-me regañé a mi mismo.

-Estoy bastante molido, pero no es nada que un buen par de aspirinas no se cure. Gracias por traerme aquí, los hospitales y yo no es que nos llevemos muy bien...¿Tú que tal estás? ¿Roy está bien?Lo último que recuerdo es a ti salvándonos el culo una vez más, para ser una novata lo hiciste extremadamente bien, parecía que el amateur en esto de ser un héroe era yo-intenté animarle mientras apretaba con suavidad su mano.

Ah… la rica ironía de Jason Todd de buena mañana. No podía decir que me sorprendiera. Él siempre intentaba aparentar ser más duro de lo que era en realidad.

Antes de que nuestros ojos se encontraran, pensé por un instante en lo cómoda que me había sentido durmiendo a su lado. Era la primera vez que dormía en la cama de un hombre, si eso podría llamarse cama. Y un agradable cosquilleo se me arremolinó en el estómago al notar el calorcito que desprendía el cuerpo de Jason. Deseé que continuara abrazándome contra su pecho, pero arranqué ese pensamiento de cuajo. No sé en qué estaba pensando si pretendía alejarme de él segundos después.

Los dos nos apartamos el uno del otro casi a la vez, como si nos hubiera contagiado la misma sensación y no quisiéramos hablar de ello. Me quedé sentada a su lado, y cuando me di cuenta, su fuerte mano se cerró sobre la mía. No sé si había sido intencionado o no aquel gesto, pero me noté enrojecer ligeramente.

—Estoy bastante molido, pero no es nada que un buen par de aspirinas no se cure.

—¿Pero tú te has visto? ¿Crees que un par de aspirinas van a arreglar esto? — indignada, llevé el índice de mi mano derecha a su torso, y apreté en una de las picaduras de araña alojadas en su abdomen, para provocar una reacción de dolor. Me molestaba mucho que le restara importancia a sus heridas, haciéndose el tipo duro. Que poca preocupación sentía este chico por sí mismo...

—Estabas empapado en sangre cuando te quité la armadura. Y como perdiste el conocimiento, me costó mucho limpiar tus heridas… —expliqué, dejando escapar un largo suspiro. Jason parecía seguir preocupándose más por los demás que por sí mismo.— Yo estoy...bien, supongo, y Roy… —me detuve un segundo, recordando algo que me inquietaba, y después proseguí.— Dinah, Artemis y los demás se lo llevaron al hospital. Estaba hecho polvo… según ese “Flash”, Raven los tuvo encerrados en unas mazmorras donde los torturó durante días…

Sentí de nuevo el apretón de su mano, tierno y amable. Un gesto muy diferente al Jason que se mostraba duro e invencible a ojos de los demás. Yo le devolví otro apretón, mientras le sonreía con algo de timidez.

—No es verdad… todavía soy una heroína novata...— mi rostro palideció al recordar la sangre. El casco de Chroma engullido por aquel infinito mar de rojo. Quise contener la náusea. Necesitaba pensar en otro color, así que miré a Jason, buscando en su mirada. Sus profundos ojos azules como el cielo me devolvieron la calma.— Tu estuviste increíble, Jay. Nos inspiraste a todos como un buen líder. Sin ti no hubiéramos llegado tan lejos...

-No sabía que te iba ese rollo, y eso que pensaba que eras una buena chica-comenté apretando los dientes en un amago de sonrisa para evitar gritar de dolor cuando el fino dedo de Elysia se posó sobre una de las muchas picaduras que había recibido gracias a las malditas arañas.

La verdad era que estaba hecho mierda, tanto por dentro como por fuera, no había tenido tiempo para digerir todo el asunto de mi padre muerto y me tuve que meter de cabeza en un infierno, y para darle más vidilla al asunto no podía dejar de pensar en la casi pareja de mi mejor amigo; había veces que pensaba que si no fuese por mi casco mi cabeza habría explotado hace tiempo.

-Tranquila, casi la mitad de ella no era mía, aparte siempre me dijeron que me favorecía el rojo-seguí intentando quitar hierro al asunto haciendo lo que mejor sabía hacer: parecer un capullo engreído.

-Gracias por la ayuda, de no ser por ti no creo que saliese de esta. No se te ve convencida, sé lo que es la primera vez que arrebatas la vida a alguien, es pasar una línea a la que nunca vas a poder regresar. Pero tienes que aceptarlo y darte cuenta de que todo lo que hiciste fue en defensa no solo de ti y de tus amigos, si no de todo el planeta. A veces hay que mancharse las manos, pero no podemos dejar que eso nos derrumbe-había identificado en su mirada las mismas dudas que mi yo joven había tenido al principio de mi carrera como vigilante, sabía que yo no era la mejor persona para hablar del tema ya que muchos me consideraban un psicópata sin escrúpulos, pero ninguno de ellos sabía lo que me costaba dormir algunas noches pensando en todos los errores que cometía día tras día.

-Ese capullo es duro de roer, es normal que estés preocupada por él, pero estará bien. Será mejor que vayas a su lado cuanto antes, seguro que ahora mismo estará lloriqueando pensando donde demonios estás-aunque me jodiese sabía que Elysia no tendría que estar aquí, si no que al lado de su novio. Era curioso ver como parecía que mi superpoder era alejar a todos los que me importan, pero si era por el bien de la peliazul lo haría todas las veces que hiciese falta. Aún así no pude evitar llevar mi mano libre a la espalda de la mujer y frotársela de forma tranquilizadora al notar como casi vomitaba.

-Es normal que tu primera vez sea así, pero debes de estar orgullosa de lo que lograste. Tienes un potencial ilimitado, estoy contento de saber que este mundo está en buenas manos. Y gracias por los cumplidos pero no hice nada, de hecho fue bastante raro, estoy demasiado acostumbrado a ir de lobo solitario como para liderar un equipo. Así que a menos que el planeta se vaya a la mierda de nuevo, creo que me quedaré yo solito y tranquilito en mi amada Gotham, ahora que Bruce no está hay demasiadas cosas que hacer...-solo era cuestión de tiempo antes de que los criminales de la ciudad aprovechasen todo el caos de la invasión para campar a sus anchas, y ahora que no había un murciélago vigilándolos tenían vía libre para hacer lo que quisiesen; tenía que recuperarme cuanto antes y poner un poco de orden en las calles.

— Hay muchas cosas que no sabes de mí… — sonreí, satisfecha al ver la reacción de dolor en los ojos de Jason. Por mucho que insistiera en sonreír y restarle importancia, a mi no podía engañarme. Esperaba hacerle entrar en razón al pedirle que tratara sus heridas como dios manda.

— Sí, el rojo te sienta genial, pero la sangre seca apesta, ¿lo sabías? — alcé una ceja, jugando con sus palabras y devolviéndoselas con la misma ironía. A mi nadie me ganaba en ser la más cabezota del lugar. Porque podía ponerme muy cabezota si quería...— Deberías darte una ducha y luego podríamos desayunar algo. —escuché a mis tripas protestar del hambre. Habíamos perdido la noción del tiempo y nuestra estancia en el Rojo me había parecido una eternidad. ¿Cuántas horas llevaba sin probar bocado?— después miraremos esas heridas, ¿te parece?

A pesar de su fanfarronería, Jason siempre lograba encontrar palabras amables que dedicarme. Me agradeció la ayuda y el haberle sacado de aquel sitio con vida. Aún así, yo no me había sentido alguien tan útil a pesar de lo que el moreno quería hacerme creer. Entonces tocó el tema…

—Yo...— ahogué de nuevo una náusea, llevándome la mano a la boca, y los ojos se me humedecieron, llenos de tristeza. — Esos sectarios…  esa pobre gente… —la imagen de sus muertes se había quedado grabada en mis retinas y no podía hacerla desaparecer. — N-no me di cuenta de que habían personas bajo aquellos trajes. Pen-pensé que serían demonios u otras criaturas infernales que adoraban fervientemente a Blood. Pero cuando miré por debajo de esas capuchas… había hombres y mujeres, ancianos y adolescentes… gente... inocente... que probablemente había tomado la mala decisión de estar allí esa noche. — miré entonces a mi compañero, buscando la tranquilidad de sus ojos azules.— ¿Y si Blood les había lavado el cerebro? Puede… puede que no todos fueran malvados o incluso que no supieran lo que estaban haciendo.  Y aún así, siguen siendo personas y yo...yo… —me encogí sobre mi misma, abrazándome las rodillas con la intención de ocultar el llanto que escapo por mi garganta. Me sentía perdida, había roto mi promesa de no hacer daño a la gente. Me había traicionado a mi misma y a los ideales por los que luchaba. Estaba manchada con la sangre de esas personas, y como bien había dicho Jason, había cruzado una línea… un punto de no retorno. Y jamás volvería a ser yo misma.

Mi corazón se desbocó cuando el ex-robin mencionó a Roy Harper.

— Roy está a salvo, y seguramente estará bien atendido por las médicos y enfermeras guapas… — comenté con ironía. Sabía cómo se las gastaba aquel pelirrojo, le gustaban demasiado las mujeres.— Ya sé que tienes ganas de librarte de mi, pero si me voy ahora… ¿Quién va a cuidar de ti? —le sonreí, divertida, mientras le tocaba la mejilla con el dedo índice con la intención de molestarle. — Porque no te veo en condiciones de hacer nada útil… y como no quieres ir a un hospital con las enfermeras sexys...

Entonces me acordé de lo que dijeron las amigas de Roy cuando todo acabó. Apreté mis labios, formando una dura línea con ellos, hasta que decidí despegarlos para hablar.

— Jay…¿Tú sabías…? ¿Tú sabías que Roy tenía una hija?— pregunté finalmente, mirando a los ojos al amigo del hombre del que me había enamorado. La existencia de la pequeña Lian me era totalmente desconocida hasta aquella noche, y era probable que la imagen que tenía del pelirrojo estuviera completamente distorsionada a causa de mi incansable imaginación. Si tenía una hija, significaba que también había una madre. Y es que en ningún momento llegué a preguntarle si estaba soltero, o si estaba saliendo con alguien. ¿Y si en realidad… todo este tiempo había vivido en una fantasía? ¿Y si nunca tuve una oportunidad de estar con Roy desde el principio?

— Qué imbécil. Soy una completa imbécil — dejé escapar una pequeña carcajada, y después me limpié con la mano una pequeña lágrima que empezaba a asomar por mi mejilla, en un contraste de emociones.

— Perdona, debería… deberíamos recoger un poco este sitio… — me levanté, dejando a Jason sentado solo en el colchón. Empecé a recoger los trozos de mi destartalada armadura, que habían quedado desperdigados por toda la habitación. La ropa que llevaba puesta también estaba hecha un asco, con la camisa de tirantes y los leggins negros empapados en sangre. Yo también necesitaba una buena ducha, así al menos podía relajarme un poco después de experimentar tantas emociones seguidas.

— Pues pienso que lo has hecho bastante bien para ser sólo un lobo solitario, señor Todd... — le sonreí, con una mueca divertida. — creo que deberías hacerlo más a menudo. Al menos yo me aburro un montón si no tengo a alguien con quien charlar durante las patrullas.

-Solo si te metes conm...-mi cerebro otra vez actuó más tarde que mi boca, no pudiendo evitar echarle la caña de nuevo a Elysia como si no se tratase de la novia de mi mejor amigo.-Quiero decir, que te metes a tratar mis heridas en otro momento claro-ni yo sabía muy bien como cojones intenté salir del paso con una frase con tan poco sentido, mis malditas hormonas me estaban volviendo a joder.

-Eso no lo puedes saber, y en caso de que no estuviesen ahí de forma voluntaria, tú los liberaste de una eternidad sirviendo a un demonio devoralmas; actuaste como una heroína y da igual cuan mal pienses de ti ahora mismo; ninguno de nosotros estaría hoy vivo si no fuese por tu ayuda- por puro instinto la abracé desde detrás y le di un suave beso en la nuca. Por un momento iba a mandar a la mierda a Roy Harper, Elysia me necesitaba y no me podía contener.

-Me basto y me sirvo yo solito gracias, llevo así años y mira que bien me va-me señalé a mi mismo y luego al cuchitril que tenía por piso franco.-Vale quizás un poco de ayudita no me venía mal...-admití a regañadientes mientras me volvía a dejar caer en el colchón con un suspiro de cansancio.-¿Quién demonios quiere una enfermera cuando tengo a una dibujante mágica superbadass? Aunque no le decía que no a que te pusieses un traje ajustado blanco, ya sabes, para simular el ambiente-me reí de mis propias sugerencias como un imbécil. No sabía si era por la pérdida de sangre o por toda la mierda de medicamentos que me debieron meter desde que caí KO, pero a medida que pasaba el tiempo cada vez todas las formalidades morales iban desapareciendo.

-El Roy de mi mundo era más cercano a mi edad y bastante más cabeza loca que este, así que no, me enteré al mismo tiempo que tú. Parece que aunque me esfuerce nunca voy a recuperar a mi viejo amigo, es duro decirlo, pero me siento antinatural con él; el fingir que nada ha pasado entre nosotros me agota-era un pensamiento que tenía ganas de soltar desde que conocí a este Roy. Pero si rechazaba a mi compañero pelirrojo, ¿quién demonios me quedaba? Puede que no fuese mi amigo, pero al menos no me intentó matar al verme, algo era algo.

-No digas eso, eres una tía increíble. El estúpido es él por ocultártelo todo este tiempo-le acaricié la mejilla, pero ella pareció huir del contacto poniéndose a recoger toda la mierda que era la habitación.

-Si te pones a recoger todo, quizás acabes dentro de un año. Así que déjate de tontería y vete a duchar ahora mismo-me levanté y le quité los objetos de las manos para volverlos a tirar al suelo.

-Invítame a la siguiente, ya sabes que soy un conversador nato. O crea un miniyo con tu magia, no creo que seas capaz de imitar mi fina labia, pero al menos te entretendrá algo-le seguí las coñas imitando su mueca.

Parpadee dos veces ante la frase sin sentido de Jason; un conjunto de palabras que no parecían encajar entre sí y que me revelaban la posibilidad de que la contusión de su cabeza fuera más grave de lo que creía.

— Hay que revisar esas heridas, y no acepto un no por respuesta.— le señalé con el dedo y después le dediqué una mirada inquisitiva. Él podía hacer lo que quisiera mientras estuviera solo, pero mientras yo estuviera en esa casa, no iba a dejarle morir aunque quisiera.

Tragué saliva, recordando el azote de la adrenalina en las venas, la furia del combate, la violencia, los gritos de agonía de los que me rodeaban, la sangre salpicada por todas partes... Todos aquellos estímulos me habían embotado los sentidos y me sumieron en una rabia descontrolada durante la batalla. La sensación de que podría perder la vida en cualquier momento, o perder a cualquiera de mis amigos... el simple pensamiento de llegar tarde, de no poder salvar a Roy, de seguir permitiendo que aquel terrible líder satánico hiciera lo que quisiera con el pelirrojo...  Todo eso me había influido a la hora de tomar una decisión de forma inconsciente. Esos pensamientos y sensaciones se mezclaron en un cóctel molotov que me explotó en la cara y despedazó toda la moral y la ética de la que Chroma se sentía tan orgullosa.

— No fue heroísmo Jay, fue supervivencia… — lo entendí en aquel instante, cuando las lágrimas bajaban a borbotones por mis mejillas. — Estaba rabiosa, enfadada… y me dejé contagiar por toda la violencia que nos rodeaba… No tuve piedad. Sólo pensaba en salvar a Roy… y en nadie más… —mis manos se estrecharon fuertemente sobre mis hombros en un abrazo solitario, cuando sentí de pronto el cálido cuerpo de Jason contra mi espalda. No se cuanto tiempo estuvimos abrazados, pero su calor hizo que cualquier escalofrío y temblor me abandonara... Incluso el miedo. Sus labios acariciaron mi cuello en un tímido beso, y yo tragué saliva, nerviosa ante el contacto con el moreno. Nunca antes me habían tratado con tanto cariño y me sentí terriblemente cómoda… y culpable.

— Podría haber salido peor, y por eso doy gracias de que estemos vivos, de que estés vivo… y de que Roy haya vuelto con nosotros… — acaricié el brazo de Jason, aferrándome a él con fuerza e impidiéndole así que se apartara de mí. Tenía frío, mucho frío, y el calor de su cuerpo me reconfortaba más de lo que hubiese imaginado. Nunca antes había deseado tanto el contacto físico con alguien con esa intensidad. Y es que lo que había vivido en aquel mar rojo de sangre... iba a cambiarme de por vida.

—No tenía ni idea… pensaba, pensaba que erais muy cercanos. Aunque claro, es lo que yo interpreté de las palabras de Roy cuando me habló de ti… — me sentí algo apenada al conocer las inseguridades sobre la relación de los supuestos mejores amigos. Jason y Roy pertenecían a dimensiones diferentes, y aunque tenían muchas cosas en común, parecía que las diferencias les pesaban aún más.

—¿Por qué no se lo dices? Sé que no será lo mismo, pero los otros Jason y Roy ya no existen, y es probable que no vuelvan nunca. Pero si confiaste una vez en Arsenal… creo que con éste no será tan diferente. Estoy segura de que si se lo explicas, Roy estará encantado de tenerte en su vida...— O al menos esa era la sensación que tenía cuando el pelirrojo me hablaba de Red Hood. A los dos se les notaba incómodos el uno con el otro, y a la vez deseaban un acercamiento como el que habían tenido con su anterior yo. Puede que aún hubiera esperanza para que recuperaran su antigua amistad, aunque quizás debería de dejar llevarme tanto por "mis sensaciones". Eran más problemáticas de lo que yo pensaba... eso me había llevado a interpretar que quizás podría ser correspondida por alguien tan bueno y perfecto como Roy...

— Él no… — arrugué la nariz, ligeramente molesta cuando le llamó estúpido a mi pelirrojo favorito.— Yo tampoco le pregunté. Creo que todo esto es un simple y tonto malentendido. No tenía que haberme… — vacilé de pronto, mis pensamientos eran más rápidos que mis palabras. Traté de detenerlos ocupándome en hacer otras cosas, como por ejemplo, alejarme de la peligrosa presencia de Jason, que me atraía como a un imán, para así dedicarme a recoger las cosas de aquella desastrosa habitación. Entonces el moreno decidió mandarlo todo a la mierda y tirar los objetos al suelo.

— Sí, papá… — resoplé ante la mención de la ducha, y le devolví a Jason una media sonrisa. El pobre estaba tratando de animarme a su manera, así que no pensaba reprocharle nada. Dejé los pedazos de mi armadura en un rincón para que al menos no molestaran, y salí de la habitación. Mientras caminaba hacia el baño, mis manos se enredaron en el cabello, y empecé a deshacer con los dedos los pedazos pegajosos donde había quedado enganchada la sangre.

— No es buena idea. — le respondí a lo del mini-Jason.— Mi magia solo funciona bien con objetos inanimados. Cuando la aplico a seres vivos… bueno, la cosa no suele salir bien. Así que creo que me conformaré con tu presencia real.

Dejé escapar un largo suspiro y me adentré en el baño, cerrando cuidadosamente la puerta con el pestillo. Mientras me quitaba la ropa sucia, un fugaz pensamiento me rondó por la cabeza y sentí un leve escalofrío recorrer mi espalda. Aquel piso franco era muy frío, y me sentí ligeramente incómoda e insegura al estar revelando mis intimidades en un lugar tan helado. Siempre he sido muy tímida y recelosa con que me toquen o vean mi cuerpo desnudo. Supongo que todavía tenía que lidiar con algunos demonios de mi pasado, y pensar que al otro lado de esa puerta se encontraba un hombre... no me ayudaba en absoluto. 

Confiaba en Jason. Es cierto. Habíamos pasado por mucho en muy pocos días. Y aunque fuera un tipo violento, no se parecía en nada a ninguno de los hombres que habían querido hacerme daño alguna vez. Pero también habíamos tenido un momento raro de tensión antes de meternos de cabeza en el Rojo, en el que hubiera dejado que me hiciera lo que quisiera. Era extraño, me sentía tan cerca y tan lejos de él al mismo tiempo... como si le conociera de toda la vida y a la vez no supiera nada de él. 

Mi cabeza era una maraña de ideas y pensamientos contradictorios, y esperaba que la melodía de la ducha aclarara mis ideas, y aunque no fue así, al menos pude relajarme un poco con la presión del agua y el calor sobre mi piel. No tardé ni diez minutos en salir de la ducha, era lo bueno de tener el pelo corto. Tras secarme con una de las toallas que había guardadas en el armario, conjuré una nueva ropa que ponerme. Una cómoda sudadera amplia de color verde y unos tejanos. No necesitaba secarme el cabello, ya lo haría el aire por mí, así que salí lo más pronto posible del baño para no hacer esperar más a Jason.

— Buff… como necesitaba esto… — dejé escapar un suspiro de alivio nada más salir por la puerta. Que felicidad volver a sentirse limpia. — Es todo tuyo, Jay. —busqué a mi amigo con la mirada, esperando averiguar que había hecho durante esos diez minutos. —Mientras te duchas, aprovecharé para bajar un momento al super y comprar algo de desayuno, ¿Me prestas las llaves del piso?.

-La ira no tiene que ser mala siempre y cuando sea enfocada de forma correcta, y tú hiciste lo que tenías que hacer. Sé que es perderse en un torbellino autodestructivo de furia, joder todo lo que tocas por el simple hecho de no poder actuar de otra forma, y estoy cien por cien seguro que tú Elysia Stavidris no eres de esas personas. Serás una heroína increíble, deberías mudarte a Gotham a ver si así me libraba de un poco de trabajo-al instante me di cuenta de lo que parecía. ¿Pensaría que le estaba invitando a mudarse conmigo? Espero que no piense que estoy tan colgado. Intenté alejarme un poco para no dar una idea equivocada, pero ella suavemente se acurrucó más cerca de mí. Mentiría si no me sentí bien al notar como seguía buscando mi cuerpo aún después de todos los momentos incómodos que habíamos pasado anteriormente.

-No sé muy bien que hacer, sé que debería dejar de esconderme con excusas como si fuese un niño y abarcar el problema cara a cara. Pero tengo miedo, mucho, Roy era prácticamente mi único apoyo desde el choque de mundos, y descubrir que ni él era el mismo fue...devastador. No digo que no podamos ser amigos ni mucho menos, pero después de tantos años y aventuras empezar de 0 se siente...vacío.-fue una liberación poder por fin desahogarse un poco sobre el asunto. El pelirrojo parecía ser el Roy de siempre, pero mi parte más neurótica no paraba de recordarme que en el fondo seguía siendo un desconocido que podía dejarme tirado a la primera de cambio.

Una ceja se me levantó de forma involuntaria al escuchar lo del malentendido, sin duda este Roy seguía siendo tan tonto respecto al mundo emocional como el mío, aunque tampoco es que yo estuviese muy versado en el tema.-Pues aplícate el cuento señorita y habla con él, quien sabe, quizás esté buscando otro bebé que le haga compañía a su niñita-intenté sonar gracioso, pero mis palabras salieron con un poco de recelo, me costaba horrores fingir que no sentía nada por la peliazul, pero ella ya había tomado su decisión y no quería ser un estorbo para ninguno de los dos.

-Menuda pena, aunque ya sabes, siempre habrá hueco en las azoteas de Gotham para dos vigilantes-sería gracioso ver como los delincuentes se cagaban en los pantalones al verme asociado con una jodida maga, yo era bueno intimidando, pero tener tu disposición un repertorio casi infinito de recursos...era la hostia.

Finalmente Elysia se fue a la ducha, momento en el que me dejé caer agotado al colchón con un suspiro. No quería que se preocupase por mí, así que me hice el duro todo el rato, pero tenía que reconocer que las heridas me estaban pasando factura. Para empeorar las cosas, tener a escasos pasos de mi el cuerpo desnudo y mojado de mi último flechazo no me ayudaba a aclarar la mente, siendo más una dura prueba de autocontrol que una ayuda; pero tenía que ser fuerte.

Cuando escuché la puerta abrirse, me levanté como si nada del sofá y dejé caer mi mirada en la recién duchada, quedando absorto con un par de gotas que se le caían de su pelo y desfilaban por sus clavículas. Decidiendo espabilar, me carraspeé la garganta y le tiré las llaves que tenía tiradas por el suelo.

-Todas tuyas, puedes coger mi tarjeta si quieres, paga todo tito Bruce Way...-me iba a costar acostumbrarme a que ya no estuviese, parando abruptamente de hablar al darme cuenta de mi cagada.-Gracias por la ayuda, voy a ver si con algo de agua vuelvo a ser persona-intenté poner mi mejor sonrisa y me sumergí en la ducha tras quitarme la ropa.

No se cuanto tiempo estuve en ella, simplemente viendo el agua mezclada con la sangre correr por dentro de al bañera, ojalá deshacerse del pasado y de los pecados fuese tan fácil. Pero cuando vi que mis manos ya se estaban empezando a arrugar, decidí salir de ella, entrando en el salón como dios me trajo al mundo puesto que me había olvidado de la presencia de Elysia y no tenía muda para cambiarme dentro del baño.

Jason Todd. El hombre de la máscara roja. El chico temerario. El chulito empedernido. El que siempre se mostraba confiado, y que derrochaba seguridad en sí mismo... acababa de admitir que tenía miedo. Mucho miedo de volver a confiar en alguien. 

Me pareció muy valiente por su parte, no debía ser fácil para él confesarme todas esas inseguridades. Pero ahí estábamos, ¿no? Yo machacándome a mi misma por no haber sido alguien mejor, alguien impecable y digna del traje de Chroma. Y él…

Entendía esa sensación de vacío, la certeza de sentirse la última mierda de las personas que te rodeaban, de no importarle a nadie lo suficiente como para que recordaran tu nombre, o no parecer lo suficientemente interesante como para querer mantener una amistad ¿Cuántas personas había conocido tras la colisión que me habían alegrado el corazón? Muchas ¿Y cuantas de ellas quedaban ahora? Ninguna. Ahora mismo, si me detenía para contar, las personas importantes de mi vida cabían en una sola mano, y mi otro yo, Elissa, era una de ellas. 

Algo en mi se partió cuando habló de su propia autodestrucción. Él había matado antes, incontables veces al parecer, y ahí seguía, tratando de seguir adelante como podía. ¿Cuántas veces había recogido sus pedazos para volver a colocarlos en su sitio? Yo había visto esas cicatrices debajo de su armadura, y su cuerpo era igual de frágil que cualquier otro ser humano. Se le veía tan solitario... era como un perro callejero apaleado por la vida. 

—¿Otro...bebé?— aquella frase me descolocó, e inevitablemente me puse roja hasta las orejas.— ¡No digas tonterías! ¡Pero si aún soy muy joven para eso! ¡Tengo muchas cosas que hacer todavía! — me puse tan nerviosa, que casi me vi tentada a arrojarle a la cabeza cualquier objeto que tuviera a mano, a ver si así paraba de meterse conmigo..

Y tener un crío era una gran responsabilidad. Ni siquiera me había planteado la maternidad todavía. De momento no sentía la necesidad de tener una pareja o de querer formar una familia. Era algo que nunca ocupaba mis pensamientos, y me había acostumbrado tanto a mi vida en solitario, que no pensaba en compartirla con nadie más. Podría decirse que mi unidad familiar desestructurada había ayudado a convertirme en alguien totalmente independiente y autosuficiente. Me había ido de casa muy joven, y había mejorado en salud mental tras alejarme de mi madre y el novio que le tocaba aquella semana...

— Hacemos un buen equipo, señor Todd. Me vendría bien que me enseñaras alguno de tus truquillos de vigilante. Sería todo un detalle ver cómo se las gasta ese tal Red Hood por Gotham.  — sabía que con la muerte de Batman, Jason tendría mucho trabajo por hacer ahora que había regresado a casa, y me preocupaba dejarle solo en ese sentido. La muerte de un familiar tan importante no se supera de un día para otro — Ya sabes dónde encontrarme si necesitas ayuda. Estaré encantada de llenar ese hueco en tu azotea.—Le guiñe un ojo a Jason de forma cómplice antes de que se metiera en la ducha. Agarré las llaves al vuelo y salí del apartamento agradecida de poder respirar un poco de aire fresco. 

Por fin algo de tiempo en solitario en lo que llevaba de días, y es que menudo jaleo habíamos vivido en la Iglesia de Sangre. Con el agradable paseo a plena luz del sol podría desconectar un poco de lo sucedido, y también me vendría bien alejarme por un rato de la presencia tan particular como atrayente de mi nuevo amigo. No quería causarle más quebraderos de cabeza, ni quería que se pensara que estaba coqueteando con él después de que me hubiese metido en su colchón durante la noche y nos hubiéramos quedado abrazados un buen rato. Yo no era de ese tipo de chicas que aprovechaban la situación para hacer perder la paciencia a los hombres en medias tintas. Quería que todo fuera transparente entre nosotros. Además, parecía que había rebajado sus frases de ligoteo sacadas de manual después de aquel momento de tensión tan raro que tuvimos el día que nos conocimos. A lo mejor era la manera que tenía de relacionarse con las chicas, echándoles piropos y chinchándolas de esa manera. Seguro que había sido eso. Sí, una tontería, un simple capricho. Incluso ahora, Jason me estaba instando a declararme a su mejor amigo… así que no creía que hubiera nada serio en sus intenciones, y yo no tendría porqué seguir dándole demasiadas vueltas. Mis sentimientos, aunque a veces eran un tanto contradictorios, me distraían de lo que de verdad me importaba en aquellos momentos. Me gustaba Roy, pero quería que Jason se quedara en mi vida. Eso lo tenía muy claro.

Bajé las escaleras y abandoné el portal del piso franco, a tiempo para cruzar la calle en verde en dirección a la panadería de la esquina. A aquellas horas no estaba saturada de clientes, y pude comprar a mi ritmo. No sabía siquiera lo que le gustaba desayunar a Jason… así que opté por comprar un poco de todo. Dos croissants normales, dos de chocolate, dos ensaimadas, dos sándwiches variados y dos cafés largos bien cargados. Necesitaría mucha cafeína para soportar la mañana de después de los largos días de combate en el Rojo. Esperaba que todo aquel festín fuera suficiente para saciar nuestros estómagos hambrientos.

A la vuelta, mientras esperaba a que el semáforo se pusiera en verde, entrecerré los ojos para disfrutar de la suave luz del sol, que bañaba calurosamente mi rostro. El astro mayor me recordaba inevitablemente a Roy. "Sol Rojo" le llamé una vez, cuando me explicó sus orígenes Nativo Americanos. Y él... me puso el mote cariñoso de "Azurita", por el color azul de mis ojos. Aquel recuerdo calentó agradablemente mi pecho, quería atesorarlo por siempre. ¿El pelirrojo estaría despierto a esas horas? Lo más probable era que estuviera durmiendo la mona después de la paliza que le habían dado. Me mordí el labio, preocupada. Tenía muchas ganas de explicarle todas nuestras aventuras desde que fue secuestrado. ¿Qué opinaría del fantástico rescate que habíamos organizado? ¿Me habría echado de menos? ¿Habría pensado en mí…?

Por un momento imaginé cómo sería mi vida si finalmente Roy Harper correspondía a mis sentimientos. Él me citaría en un parque, y me pediría salir con alguna de sus ideas locas tipo “Flash Mob”. No pude evitar sonreír al pensar en eso. Después podríamos intentar irnos a vivir juntos a una gran ciudad, aunque el pensamiento de dejar a Elissa, Jake y Nikandros en mi piso se me iba a hacer raro. Ellos eran mi familia, y aunque yo también me hacía la tipa dura a veces… Lo cierto era que me había acostumbrado a su buena compañía. Ya no me sentía tan sola en el mundo cuando les tenía a mi lado...

¿Y cómo sería Lian? ¿Qué pasaría con ella si su padre y yo llegábamos a tener algo serio? Lo más seguro, es que la aceptaría como si fuera mi propia hija. No se me daban tan mal los críos, y teniéndola a ella seguro que sería suficiente para mí. O quién sabe, quizás en un futuro escucho la llamada de la maternidad y... 

La sola idea de pensar en el acto de hacer bebés me puso muy nerviosa y traté de no dejar volar demasiado mi imaginación. No era momento de pensar en esas cosas. 

Abrí la puerta del rellano y empecé a subir las escaleras hasta el último piso. La oscuridad y la frialdad del edificio me robaron un pequeño escalofrío. ¿Qué estaría haciendo ese pequeño suicida? ¿Era capaz de quedarse a solas por diez minutos sin hacerse daño a sí mismo, no? Me preocupaban mucho sus heridas y me sentía algo responsable por ellas, ya que había respetado su deseo de no llevarle a un hospital. Era tan cabezota... ¿Porqué no querría que le viera un médico de verdad? Y no eran sólo las heridas físicas las que me preocupaban. No, también estaban las emocionales. No hacía ni dos días que había perdido a su padre, y se notaba que todavía seguía castigándose a sí mismo por cosas del pasado que ya no se pueden arreglar. Estaba segura de que se comería la cabeza pensando en todas las cosas que podría haberle dicho a Bruce Wayne antes de morir y que ahora ya era demasiado tarde…

En aquel instante, no pude evitar comparar a Jason con Roy. Eran como el sol y la luna, tan diferentes… que me sorprendía que hubiesen sido mejores amigos en otro mundo. Supongo que lo que dicen de que los polos opuestos se atraen era muy cierto.

Abrí la puerta del piso y la cerré tras de mi, dejando las compras encima de la mesa del salón que todavía seguía ocupada con armas y herramientas de Jason. No se escuchaba el ruido de la ducha, por lo que deduje que Jason ya había terminado de asearse y cambiarse. Empecé a retirar el desayuno de la bolsa cuando por el rabillo del ojo vi que el moreno abría la puerta del baño.

— Espero que te gusten los croissants porque he pillado unos cuantos...— cuando me giré para hablar con él, estábamos tan cerca que sólo me fijé en las gotas que caían tímidamente por su rostro, acariciándole las mejillas. Cuando bajé la mirada por sus clavículas y su torso, me di cuenta de que todavía seguía mojado... que raro, es como si acabara de... 

Mi cuerpo se tensó de pronto al ser consciente por primera vez del cuadro entero. Y es que Jason no llevaba nada de ropa encima. Cero. Tan solo estaba usando una toalla para secar su cabello mojado, pero nada más. 

—¡PERO PONTE ALGO, POR EL AMOR DE ZEUS!— me exalté al ver el cuerpo desnudo de mi compañero y evité fijarme en nada más allá de su cintura antes de cerrar los ojos por completo debido al susto. Incluso usé las manos para taparme la cara por miedo a sentirme tentada a abrirlos. ¡Malditos ojos traicioneros!

Me quedé clavada en el sitio, como una estatua griega, mientras mi corazón galopaba sin descanso cual caballo desbocado. Las luces del salón habían parpadeado por unos instantes, liberando la magia incontrolable de mis venas cuando no se usaba un catalizador adecuado. Intenté pensar en otra cosa, cualquier otra cosa, mientras esperaba a que Jason tuviera la decencia de vestirse.

— ¡No he visto nada, te lo prometo!— Y aunque era cierto y tan sólo le había visto desnudo por un segundo, la imagen de aquel cuerpo firme lleno de cicatrices y mojado por el agua se me había grabado a fuego en la retina. Joder, ¿es que quería provocarme un infarto? 

Intenté pensar en otra cosa, cualquier otra cosa que me quitara la vergüenza y la incomodidad de ese momento. Tenía que disfrazar esa imagen de Jason con otra más… ¿ridícula? No sé, algo que no hiciera temblar todo mi cuerpo. Claro, así no me afectaría tanto el atractivo del moreno. 

De pronto, una frase me vino a la cabeza.

¿Quién demonios quiere una enfermera cuando tengo a una dibujante mágica superbadass? Aunque no te diría que no a que te pusieses un traje ajustado blanco, ya sabes, para simular el ambiente.

Sonreí divertida por debajo de mis manos al tratar de imaginarme a Jason vestido de enfermera mientras atendía a un Roy lesionado en el hospital. El sombrerito ridículo en la cabeza, el vestido blanco y ceñido con una gigantesca cruz roja en medio... sí, igualito a esos disfraces cutres de enfermera sexy que vendían para Carnaval. Estaba segura de que quedaría muy gracioso sí…

Escuché un gemido de protesta que provenía del moreno, y abrí los ojos sin querer, separando ligeramente los dedos de mis manos para poder ver lo que estaba sucediendo. Lo que tenía delante de mi me provocó tal carcajada que rápidamente me hizo olvidar que hacía tan solo un segundo estaba temblando de los nervios. 

Debido a la exaltación del momento, mi magia había actuado sin mi permiso, y la toalla que había usado Jason para tapar sus intimidades se había ceñido a su cuerpo y ahora era un ridículo vestido de enfermera sexy.

— Te queda muy… muy bien… pffff jajajajajaja — solté otra carcajada y noté como la tensión del momento se aflojaba como un globo al deshincharse. Aunque creo que a Jason no le había hecho mucha gracia...— Perdóname… ha sido sin querer, te lo juro. La toalla... volverá a ser lo que era de aquí unas horas, no te preocupes. Será mejor que te pongas otra cosa o no voy a poder desayunar sin reírme...

Simplemente me reí ante el comentario de ser mi aliada, pero en el fondo sabía que todo aquello era imposible. Solo había visto una parte de toda la mierda que cargaba conmigo, de lo mucho que tenía que mancharme las manos si quería que las cosas se hiciesen, era demasiado pura como enseñarle como era de verdad y no tener miedo a perderla. Pero pro ahora lo mejor que podía hacer era disfrutar que los dos seguíamos vivos y centrarme en el presente, por lo que fui a tomarme esa merecida ducha postapocalíptica.

Al salir estaba tan absorto en mi mismo que no fui consciente de la presencia de la artista hasta que pegó un grito que casi me arranca los tímpanos, no entendiendo que demonios pasaba hasta que caí en la cuenta que estaba totalmente desnudo, momento en que me intenté tapar a duras penas mis "joyas de la corona".

Pero mi vergüenza inicial pronto se volvió una perversa diversión, se notaba a kilómetros lo inocentona que era la pobre, por lo que aún me podría echar un par de risas a costa de ella. -¿Qué pasa? ¿Tan feo estoy? Eso me deprime, estoy seguro que viste demonios bastante más horrendos como para que reacciones así-solté con un puchero divertido mientras cogía el calzoncillo tirado en el suelo y me lo colocaba como si nada.

-Vas a tener que acostumbrarte más a la anatomía masculina si quieres engatusar como es debido a Harper-pero como no, el karma me la tenía guardada, convirtiendo mis risas en gemidos de confusión cuando en un abrir y cerrar de ojos pase a estar semidesnudo a estar completamente vestido con un maldito disfraz de enfermera sexy, que para ser sinceros, me hacía unas piernas de espanto.

-Si,si, muy graciosa tú. Me olvidaba lo aguafiestas que podíais ser los que literalmente podéis alterar la propia realidad. Al menos trajiste la bollería que me gusta-no pude evitar soltar un par de risitas, acabando así con la tapadera de que estaba cabreado, para después acercarme a Elysia y ayudarle a depositar la bolsa en la mesa para luego coger un croissant relleno de chocolate y zampármelo de dos mordiscos.

Tras eso, me quité el disfraz de nuevo y lo dejé tirado en el primer sitio que vi antes de volver a ponerme la ropa de antes, un poco destrozada por diversas garras y mordiscos, pero preferible a seguir vistiendo de minifalda.

Estaba llorando. Literalmente. Pero las lágrimas que escapaban de mis ojos eran de pura risa.

—Ayayayayay… — la imagen de Jason Todd disfrazado de enfermera sexy era demasiado hilarante, y sentía que iba a explotar de la risa en cualquier momento— Ya no puedo más...—Me dolía el estómago de tanto reír, que tuve que sujetar mi cintura con los dos brazos para detener el dolor. — Estás guapísimo así, Jay…

El moreno pareció quitarle hierro al asunto, pero en el fondo le noté algo molesto e incómodo con la situación. No lo había hecho a propósito ¡Lo juro! Aún soy una novata en muchos aspectos referentes a mi magia, y en situaciones de estrés, mis poderes se volvían más incontrolables que nunca. Menos mal que aquel pequeño gag había rebajado la fuerte tensión del momento, ya que segundos antes, había creído que se me saldría el corazón del pecho tras ver a mi atrayente compañero paseándose por el salón como dios lo trajo al mundo.

— No eres nada feo Jason, pero eso seguro que ya lo sabes. — contesté a su protesta con cierta ironía, y después me crucé de brazos para deleitar mi vista ante la ridícula imagen de Red Hood versión enfermera.— Se le llama “ser considerado” al hecho de no mirar las intimidades de los demás sin su permiso…

El segundo Robin murmuró alguna que otra palabrota mientras se quitaba el disfraz sexy a regañadientes. Le di la espalda para que pudiera cambiarse con tranquilidad mientras le daba un trago al café bien cargado y un mordisco al jugoso croissant de chocolate.

— Me alegra saber que he cogido algo que te gusta...— le di otro mordisco a la bollería y observé por el rabillo del ojo como el muchacho terminaba de abrocharse los pantalones para después inclinarse a recoger la camiseta del suelo.

—Ah, nononono— me giré de pronto y tiré del extremo de la tela hasta quitarle la prenda de las manos, dejándole sin camiseta. Observé su torso desnudo, y como imaginaba, las picaduras de las arañas seguían hinchadas y todavía supuraban algo de pus. — Vas a dejarme ver esas heridas…

Y antes de que el moreno buscara alguna excusa, le metí un trozo de croissant en la boca para evitar que protestara, y después le empujé en dirección al sofá hasta obligarlo a sentarse como es debido. Abrí el kit de primeros auxilios que había encontrado en el baño y me senté a su lado, dispuesta a tratarle las heridas.

— ¿Seguro que no quieres ir a un hospital? Creo que además de esto tienes dos costillas rotas… — comenté, bastante preocupada por su estado de salud. Ya era la segunda vez que se lo preguntaba, y conocía la respuesta. Aún así, tenía que volver a probar antes de ponerme manos a la obra.

Mis dedos acariciaron la piel del moreno en los lugares donde le habían marcado, y le apliqué los medicamentos en los bultos que parecían más hinchados. Me mordí ligeramente el labio inferior cuando Jason soltaba algún que otro gemido de dolor. Me sabía fatal tener que hacerle daño para poder curarle, y me apenaba ver que había acabado en ese estado para protegernos.

Dejé escapar un pequeño suspiro de alivio al terminar de curar las picaduras de araña, pero antes de empezar a vendarle el vientre, mis ojos se quedaron vagando un rato más por su torso deformado por las heridas y las cicatrices.

Atraída por las diferentes marcas, acaricié suavemente con el dedo índice una de las cicatrices más grandes y que parecía la más antigua de todas las de su colección. ¿Cómo podía seguir vivo después de todas las palizas que había recibido? Me parecía algo increíble y terriblemente temerario.

—¿Cómo te la hiciste?— pregunté de pronto, y mi mirada buscó los ojos azules del moreno con curiosidad. Aún quedaban muchas cosas que no sabía de Jason Todd, y quería conocerlas todas...

-¿Quién dijo que no tienes mi permiso? Si tan guapo soy, que menos que dejarte ver lo que quieras; es lo mínimo que puedo hacer después de que me salvaras el trasero-tendría que dejar de coquetear con la pseudo novia de mi mejor amigo, pero supongo que estar vestido como enfermera sexy era suficiente humillación como para que se la quisiese devolver, y tenía que admitir que el sonrojo en la cara de mi maga favorita era muy mono.

-Ou frena vaquera, ya te dije que si quieres yo...HUMPF-adiós frase ingeniosa número 123454 gracias a una delicioso croissant cortesía de mi nueva enfermera personal. Callarme con comida no fue tan mala idea, ya que acabé aceptando a regañadientes que echase un ojo a mis heridas, quitándole importancia al asunto de las costillas con un simple meneo desdeñoso de la mano mientras acababa de devorar la bollería.

Mentiría si dijese que no escocía como los mil demonios (jes) cada vez que se encargaba de desinfectar una picadura, pero peor era esa sensación de cosquilleo en la piel que no paraba de sentir cada vez que la yema de sus dedos entraba en contacto con mi piel desnuda. Estaba entrando en un terreno del que podía salir muy mal parado si no tomaba precauciones, pero ese maldito toque era demasiado hipnótico como para ponerle pegas al asunto.

La cosa fue a peor cuando volví a notar como su suave dedo recorría mi torso, aunque todo el encanto de la situación fue destruido en el momento en que me di cuenta de la cicatriz que estaba tocando.

-Bueno, digamos que ser el compinche preadolescente de Batman te puede poner en el punto de mira de muchos desquiciados...y yo acabé en manos del peor de ellos. Un simple daño colateral dentro de la guerra personal entre el payaso y el murciélago...-había tenido muchas otras cicatrices anteriores a esta, fruto de mi vida en las calles y a mi etapa como Robin, pero el Pozo de Lázaro se había encargado de eliminarlas; todas menos esa. Era una manera irónica de recordarme que incluso después de volver de la muerte, había cosas de las que jamás podría desprenderme, siendo una de ellas los recuerdos de esa fatídica noche.

Mis ojos acabaron escapando la profunda mirada de los de Elysia, perdidos dentro de mi cabeza, recreando cada uno de los cientos de golpes que aquel maldito payaso me había proporcionado entre risa y risa. De forma inconsciente, agarré los brazos del sofá y empecé a presionarlos con fuerza, demasiado absorto en mis pesadillas como para darme cuenta de la presión que estaba ejerciendo.

— ¿Quién dijo que no tienes mi permiso? Si tan guapo soy, que menos que dejarte ver lo que quieras; es lo mínimo que puedo hacer después de que me salvaras el trasero.

Como no. Jason seguía emperrado en sacarme mis colores. Era descarado y confiaba mucho en su propio atractivo. No podía culparle, la verdad es que tenía mérito. Si yo fuera tan guapa también tendría el autoestima por las nubes. En otras circunstancias le hubiese dicho que sí. Por ejemplo, si en realidad estuviésemos en una clase de dibujo artístico, estaría muy entusiasmada de poder pintar a alguien tan interesante como Jason. Ya tendría decidido el color de sus ojos; un enigmático y atrayente azul cobalto que engullía las pequeñas motas celestes que aparecían cuando sonreía. Un cabello tan oscuro como el azabache, que contrastaba fácilmente con su pálida piel perlada, salpicada por cicatrices que definían bien sus músculos y…

Oh no. Otra vez no. 

Ya me había vuelto a quedar embobada mirándole. 

El moreno volvió a reírse de mi cara de tomate por octava mil vez. Si es que... ¡como le gustaba chincharme! Siendo sincera conmigo misma, tampoco es que fuera algo que realmente me molestaba. Podía burlarse de mi todas las veces que quisiera, que aún así, seguiría haciéndome sonreír. 

Cuando terminé de curarle las heridas se hizo un silencio un tanto incómodo, y es que no me di cuenta de hasta que punto estábamos tan cerca el uno del otro. ¿Por qué continuábamos con esto? ¿Por qué me seguía atrayendo como a un imán cuando sabía que esto no iba a ninguna parte? Cuanto más tiempo pasaba a su lado, más me hacía perder la cabeza y la capacidad de razonar. Jason era un peligro para mi estabilidad mental.

— Esto… ¿Esto te lo hizo el Joker?— más que una pregunta, en mi cabeza había sonado como una dura afirmación. El moreno pudo notar el horror reflejado en mis ojos. No eran bromas las historias que se contaban del payaso del crimen, el villano más cruel y psicópata que había pisado Gotham. Nunca tuve el placer de conocerle, tan solo lo que escribían de él por las noticias. Y a pesar de lo que podía incitar su nombre, el Joker no era ningún simpático payaso. Era un monstruo.

La ausencia de Jason me dejó helada por dentro. Su mente se fue lejos, muy lejos. Pude notarlo en cuanto me desvió la mirada. Su respiración se agitó de repente, y empezó a cerrar los puños, ejerciendo una presión con ellos de forma inconsciente. Mi corazón se saltó un latido en ese momento, y le agarré de las manos sin pensármelo dos veces. Quería despertarle de sus pensamientos, volver a traerle conmigo.

— Lo-lo siento. No tendría que haber preguntado… — agaché la cabeza, sintiéndome culpable por haberle hecho recordar probablemente una de sus experiencias más terroríficas. — No puedo evitarlo, Jay. Quiero saber más de ti. Quiero conocerte…

¿Hasta que punto era ético sentirse tan bien al notar como la artista no podía separar los ojos de mi torso desnudo? Al menos no era el único que no podía quitarse de la cabeza al otro, pero la imagen de Roy apuntándome directo al cogote con una flecha era la forma perfecta de cortarme todo el rollo. Parecía que lo hacía aposta: Consigo una relación de amistad sana y al instante hago lo imposible por alejarme de ella, volviéndome el ermitaño malhumorado de hoy en día.

Aún así esa atracción tan extraña entre los dos parecía unirnos cada vez más, sentía que si no me iba rápido de esa habitación podría liarla muy mucho, así que ya estaba pensando alguna excusa para largarme a mi cuchitril cuando salió mi tema tabú por excelencia. Solo me hizo falta fijarme en sus ojos para ver el horror en ellos, el miedo hacia un hombre roto por un monstruo. Porque al final daba igual cuanto lo intentase, mi pasado me había marcado y era imposible salir de él. ¿Quién demonios querría estar cerca de un bicho raro devuelto a la vida y con más traumas que mitad de Arkham.

-Deberías ver como quedó él-mi broma sin humor no ayudó a esconder esa marea de sentimientos que me inundaba cada vez que alguien mencionaba al payaso del crimen. A veces era ira pura hacia ese maníaco, otras resentimiento hacia la familia que me había fallado...pero ahora era vergüenza, era un ser impuro, destrozado que intentaba flotar alrededor de alguien demasiado bueno para él como era Elysia.

Cuando noté sus manos alrededor de las mías no pude evitar envolver cada una de ellas con firmeza, notando como otra vez la había cagado y deprimido a otra persona que no tendría que haberse involucrado en mis mierdas.

-No pasa nada, yo ya lo tengo muy asumido-liberé una de mis manos para acariciarla con cariño el pelo ya revuelto-Pero no creo que sea buena idea meterte en el pozo de mierda que es mi vida, cuanto menos sepas de mí mejor para los dos. No creo que pudieses verme con los mismos ojos si supieras todo lo que hice-tenía las manos tan manchadas de sangre como los capullos a los que perseguía, era un hipócrita con un casco rojo muy chulo y una familia demasiado indulgente. No sabía cuando, pero estaba seguro que en algún momento la suerte se me iba a acabar y acabaría cruzando una línea de la que jamás podría regresar.

Solo era cuestión de tiempo.

Aquella sonrisa socarrona suya no era más que una máscara que ocultaba un pasado triste y cruel. Aquel sutil cambio se reflejaba en sus ojos azules, cada vez más fríos y sombríos cuando el tema en cuestión tenía como protagonista al payaso del crimen. No quisiera tener el placer de conocer a ese ser monstruoso jamás en la vida. El Joker había sido capaz de convertir a un pequeño y amable petirrojo en un encapuchado roto y lleno de ira.

Por suerte el gesto de Jason se relajó cuando tomé sus manos con las mías. Sus ojos volvieron a empañarse de un azul más amable y me correspondió, entrelazando sus dedos con los míos en un cariñoso gesto. Sé que no conocía ni una milésima parte de aquel profundo y denso pozo negro del que había surgido, pero tampoco me daba ningún miedo. Jason se había mostrado siempre amable conmigo, ¿Por qué iba a ser diferente ahora?

— No necesito que me protejas, ya soy bastante mayorcita. — sonreí, con un cierto tono burlón. Todavía tenía como rehén una mano de Jason. La otra... había decidió explorar por su cuenta mis cabellos, un gesto que me resultó inesperadamente agradable.

— Jay… no importa lo que hayas hecho. Me importa lo que eres ahora… ¿Crees de verdad que voy a juzgarte después de todo lo que hemos pasado juntos? Eres el único capaz de entender lo que he vivido en ese infierno del Rojo…— quería acercarme más a él, rozar su alma, aliviar aunque fuera un poco ese enorme peso que le hundía día tras día y no le dejaba descansar.— Ya sé que nos conocemos desde hace muy poco, pero aún así… siento que puedo confiar en ti. Me has protegido con tu vida y eso… eso es algo que sólo hacen los héroes.

—Si me dejaras conocerte…— mi mano se movió sola, buscando acariciar su mejilla, allí donde tenía un enorme moretón violeta.— No tienes porqué pasar por esto solo…

-Eso ya lo sé bien, si no díselo a esos capullos salidos del infierno-lo que no quería admitir era que no tenía miedo por su seguridad, si no por lo que pensaría de mí. Ella conocía mi faceta más bonachona, el de matón entrañable que acaba salvando el día. ¿Pero cómo reaccionaría si supiese cuántas vidas inocentes había arrebatado en mis delirios de venganza? Joder hasta había intentado aniquilar a mi propia familia a pesar de que nunca se rindieron conmigo (un pensamiento que no puedo evitar mantener en la cabeza).

Era una de las pocas personas que merecían la pena de mi vida y no quería espantarla, por un día quería ser egoísta y mantener una relación con alguien que no tuviese serios problemas o traumas ¿tanto era pedir?

-Hazme caso que si me conocieras bien me llamarías de todo menos héroe-era irónico como yo mismo era mi peor enemigo, saboteando mi propia felicidad, pero no podía mancharla; no a ella.

Rápidamente aparté su mano antes de que pudiese tocar mi mejilla, buscando rápidamente mi ropa tirada por el piso para empezar a ponérmela de espaldas a ella.

-No puedo hacerlo, no te mereces pasar por eso. Creo que lo mejor será que me vaya-me ajusté bien la chaqueta que aún apestaba a sangre y me quedé mirando la última pieza que faltaba por colocarme: el maldito casco.

Cuando creí que por fin iba a hablar y a aligerar un poco su carga… Jason apartó mi mano y se levantó del sofá para vestirse, dándome la espalda en un gesto frío y cruel.

— No puedo hacerlo, no te mereces pasar por eso. Creo que lo mejor será que me vaya.

Ni mi mano, ni mi voz, ni mis mejores intenciones habían logrado alcanzar a Jason. ¿Por qué demonios era tan cabezota? ¿Tan horrible era lo que trataba de enmascarar? No me lo podía creer. No. No me lo creo.

— No te preocupes. La que se va soy yo.— seguí sus pasos y me dirigí a la mesa, dónde desencanté la armadura de Chroma hasta reducirla a meras hojas de libreta que guardé después con cuidado dentro del bolso. —al fin y al cabo, este es tu piso…y ya te he molestado bastante por hoy…— suavicé la frase con una ligera sonrisa, disimulando el ligero dolor en el pecho marcado por el repentino rechazo del moreno.

— Y yo de ti no saldría a la calle con esas pintas. Deberías descansar. —hurgué de nuevo en mi bolso  hasta encontrar la tiza de color azul celeste, y empecé a trazar un pequeño círculo en el suelo con ella—Te recuerdo que acabas de salir vivo de milagro de una batalla a muerte contra un ejército de sectarios demoníacos… —protesté. Me sentía como si fuera la única en esa habitación que estaba preocupada por sus heridas. Joder, ni que fuera su madre…

De pronto, el círculo bajo mis pies brilló, revelando el color mostaza de la alfombra de mi salón-comedor.

— Bueno… supongo que esto es una despedida… — me volví en dirección a Jason, pero él parecía estar más atento a la mirada que le devolvía su capucha roja.— Gracias por todo… y… si te aburres un día… ya sabes…

Mis pies se deslizaron atravesando el portal que me llevaba directo a mi casa en Nueva York. Pero antes de que el círculo se cerrara por completo en aquel piso franco, mi voz, como un eco, alcanzó de pronto a Jason.

— Llámame.

Y así se iba a la mierda otra de las oportunidades que tenía de ser feliz o tener una ¿amistad? medianamente normal. ¿Y quién había sido el culpable de todo? Bingo, yo mismo. La reacción de Elysia al ver mi rechazo me destrozó el corazón, pero prefería eso que destrozarle de todo el suyo; algo que tarde o temprano pasaría si seguía involucrándose conmigo.

-La percha es lo importante- una de mis formas preferidas de huir de los problemas: las bromas estúpidas que no vienen a cuento, un clásico.-Para mañana ya estaré listo para otra, tu tranquila-segunda forma: falsa arrogancia. No podía desearle suerte a ella también, o mostrarme preocupado, claro que no; tenía que seguir fingiendo ser un capullo para mantenerla alejada.

No quería ver como se marchaba, todo mi ser solo deseaba darle un abrazo tan fuerte que no se pudiese mover de mi piso en semanas. Pero como el cobarde que era no hice nada más que mantener la mirada fija en el casco como si eso ayudase a hacer desaparecer todos mis problemas.

-Gracias a ti por salvarme el culo-dije a modo de despedida para luego estremecerme con el último eco de su voz.

-¿Llamarle? Apenas le pude mantener la mirada-la frustración me podía, mandando bien a tomar por culo el casco y provocando una pequeña grieta en la pared de mi piso franco.

-Voy a necesitar mucho más alcohol del que pensaba si quiero olvidar esos malditos ojos azules...-