[Omega] A prueba de balas (Jason Todd) [22/09/2018]

Probablemente, cualquier persona que estuviera viendo pasar a Steph por delante de su casa estaría haciéndose muchas preguntas. O quizás no tantas, pero eran preguntas bastante serias.
La primera, qué hacía una chica joven, blanca, y aparentemente decente a esa hora en ese barrio, completamente sola y con las manos ocupadas ¿quería morir o algo?
La segunda, y bastante más seria ¿por qué iba en pijama?
La tercera... no, en serio por qué iba en pijama por ese barrio tan tarde.
A Steph le enfadaban por igual todas las preguntas, por un lado porque no entendía por qué una chica no podía salir sola a donde quisiera a la hora que quisiera sin sentirse amenazada e insegura durante todo el trayecto, era algo que siempre le había molestado y por lo que había luchado pero que la sociedad no parecía acabar de entender: ni si quiera en Gotham era normal sentirse tan insegura solo por ir sola por la noche era normal.
Por otro lado... ¿Por qué siempre la miraban tan mal por ir en pijama? En esa ocasión era un pijama bien bonito, con caras de villanas de Disney en los pantalones y la parte de arriba no se veía, por eso de que llevaba la chaqueta, pero ponía "Evil needs to rest too" (lema que Steph soñaba con que los malos de verdad se aplicaran, porque eso de que no durmieran le venía fatal a sus horarios y a sus estudios y a todo).

Por suerte, si alguien se estaba planteando cualquiera de esas preguntas, no las dijeron en voz alta y nadie le hizo ningún comentario en todo el trayecto desde el metro hasta casa de Jason. Hacía unos días que, después de que Steph le hubiera ofrecido de salir a patrullar juntos, Jason le había invitado a cenar a casa porque, al parecer, no podía ir a patrullar.
Se le ocurrían pocas razones por las que su amigo no podría ir a patrullar y ninguna le emocionaba, así que había fijado la fecha más cercana posible (no era fácil sacar tanto rato libre en la agenda de Stephanie Brown) y de ahí que estuviera en una zona tan chunga a esa hora, con un pack de cervezas en una mano, una tartera algo desmejorada con un pastel de gofre dentro (la especialidad Brown, gofres, fruta y mucho, mucho chocolate) en la otra y la mochila llena de películas y series de todo tipo para que Jason no se aburriera en casa mientras estuviera bajo arresto domiciliario.

Cuando por fin llegó al edificio (como se notaba que Jason no usaba transporte público por lo general, vivía demasiado lejos del metro) y consiguió maniobrar con todos los trastos que llevaba encima, llamó por teléfono a Red Hood. Recordaba el número del edificio, pero no era capaz de acordarse ni del número ni del piso en el que vivía, y eso era un problema para llamar al telefonillo.

Mientras esperaba a que contestara empezó a canturrear una versión mal improvisada de Call me Maybe sobre Jason abriéndole la puerta pronto, y de verdad lo esperaba, porque no se había parado a pensar que solo con los pantalones de pijama no tenía suficiente protección contra el frío y el aire helado que todavía recorría Gotham la estaba dejando helada.

En cuanto abrió la puerta Steph se apresuró en entrar y cerrar detrás de ella. En el ascensor un cartel indicaba que estaba fuera de servicio, vaya sorpresa, así que subió las escaleras lentamente, asegurándose de que cualquiera que la viera (nadie) se diera cuenta de que el subir las escaleras era lo peor que le había pasado en la vida. No iba a ayudar, pero le gustaba ensayar su papel de pobre víctima derrotada.
Lo hizo un par de pisos hasta que se acordó en el barrio que estaba y que no molaba parecer desvalido en un sitio en el que la mitad de familias se dedican al crimen.
Se enderezó y terminó de subir las escaleras a un ritmo decente.

En cuanto se abrió la puerta esbozó una sonrisa amplísima, feliz de ver a Jason bien. Esperaba que estuviera con cardenales y golpes de la cabeza a los pies, pero no parecía muy destruido al menos la cara, que era lo que había mirado.
En el borde de su campo de visión había algo que no encajaba pero antes de que pudiera mirar a Jason de arriba a abajo para comprobarlo, dijo una tontería que requería atención inmediata.


-Esto, señor Todd, es una tartera y en su interior guarda el secreto mejor guardado de las mujeres Bellinger: la tarta de gofres, una exquisitez que hará que le caigan lágrimas de alegría- dijo con tono pomposo, levantando la tartera a la altura de la cara de Jason -Así que sí, básicamente es un tupper con gofres. Pero gofres con más cosas, para ser exactos ¿Algún problema?- Por el tono dejaba claro que la respuesta a ese "algún problema" tenía que ser "no" o entonces no tendrían no uno si no dos problemas.
Steph no respetaba a nadie que no respetara su tarta de gofres.

Su expresión se convirtió en una sonrisa apenas segundos después mientras se ponía de puntillas para darle un beso en la mejilla como saludo.
-¿Tienes menos ojeras o me tienes que recomendar un maquillaje nuevo? Porque tienes demasiado buena cara para ir en muletas... que por cierto ¿por qué llevas mul...? Jason Peter Todd ¿te han dado un balazo y no me has dicho nada hasta ahora?- cerró la puerta con el pie para tener espacio para mirar bien a Jason sin salir del piso (nadie quería pasar tanto rato con la puerta abierta en un piso del Bowery -¿quién te está llevando las curas? ¿estás yendo a Leslie o a tus contactos raros? ¿qué medicación te han dado? ¿te han hecho radiografías para asegurarse de que no ha quedado nada del proyectil dentro? Anda, pasa,
pasa y siéntate, no quiero provocar tu muerte.- le hizo gestos para que pasara al salón mientras ella hacía lo mismo, murmurando cosas que harían pensar que estaba poseída por una abuela que se acaba de enterar de que su nieto ha hecho una trastada.

Steph sabía que cuando se ponía nerviosa hablaba demasiado y demasiado rápido para que nadie pudiera seguirla. Había sido así casi desde que había empezado a hablar y siempre había asociado su propia voz, el poder hablar y comunicarse, como su punto de apoyo. La mayoría de sus amigos habían dejado de intentar entenderla, simplemente la ponían en segundo plano, y continuaban con sus vidas esperando a que se tranquilizara y volviera a ser una persona y una mosca zumbando alrededor.

En el momento en el que Jason se dejó caer en el sofá paró de revolotear por la estancia, se calló y lo miró, tratando de deducir si, más allá de tener una pierna herida, estaba bien. No parecía que hubiera ningún otro problema, de hecho parecía más satisfecho y tranquilo de lo que Steph le había visto en mucho tiempo ¿quizás tomarse unas vacaciones, aunque forzosas, le había hecho bien? Era probable. Cuando te movías en los contextos en los que solía trabajar Jason, a veces el peso era demasiado grande para mantener una salud mental e indirectamente física por mucho que fuera de duro.

-¿De Alfred?- En cuanto lo escuchó el nerviosismo hizo que volviera a moverse. Dejó las bolsas sobre la mesa, la mochila junto al sofá, se quitó el abrigo y dio dos vueltas sobre si misma antes de acordarse dónde estaba el perchero para colgarlo mientras parloteaba -Ya ni me acuerdo la última vez que Alfred me curó a mi, puede que desde la época de Robin, qué tiempos ¿eh? Bueno, acuérdate de darle saludos de mi parte, me alegra mucho que esté en este universo ¿crees que debería pasar a saludarlo? No me hace especial ilusión pasarme por allí, pero por Alfred una hace lo que haga falta. Igual podría acompañarte ¿o viene aquí? Si viene aquí me vendría de perlas, porque así no tengo que llegar hasta la mansión, mira que ese sitio es tétrico, siempre me ha dado un mal rollo... en fin ¿dónde están las puñeteras pastill...? Ah, aquí, ya creía que iba a tener que tirar la casa abajo- Sacó dos pastillas del bote, lo devolvió a su sitio y volvió a dar dos vueltas sobre si misma hasta descubrir el vaso de agua medio lleno que había en la mesa. -Nunca me han gustado nada estas pastillas, son de las que te hacen engancharte, así que ojito, como te vea tomándolas fuera del tiempo necesario te voy a cortar la mano para que te las tomes con razón-. Se acuclilló al lado de Jason y le ofreció las pastillas y el vaso de agua, contagiándose de su sonrisa, por alguna razón ver a Jason sonreír así le hacía estúpidamente feliz. -En serio, Jay, no se cómo lo haces para encontrar siempre ese tipo de sitios que tienen comidas exóticas, llevo buscando algo de comida africana literalmente años- comentó, incorporándose al escuchar lo que le pedía y dirigiéndose a la cocina -Pff, no me voy a reír, si se te ocurre beber ni una pizca de alcohol con esa medicación me aseguraré de que te encierren en un hospital en el que la gente sea tan amable que quieras morirte cada vez que venga una enfermera sonriendo demasiado y preguntandote si quieres otra almohada con tono dulce-

Al poco volvió con dos cervezas, las dos sin alcohol para no darle envidia y se sentó a su lado en el sofá, con cuidado de no moverle demasiado para que no le hiciera daño la pierna

-He traído toda mi colección de cosas para cuando estoy enclaustrada en casa sin poder salir, no encontraba el último DVD de la última temporada de Friends, así que te quedarás con la intriga de qué pasa con Rachel y Ross al final, pero vamos, no es nada que no queramos olvidar... y la tercera temporada de Anatomía de Grey la he perdido, creo que se la dejé a Kara y...- se acomodó contra Jason, abriendo la cerveza y dándole un trago -Pero tranquilo, lo de Disney lo he traído todo. Puede que El Rey León esté un poco rayada porque la vi hasta la saciedad cuando estaba embarazada, pero minucias-

Cuando acabó su discurso se terminó de acurrucar contra él, cerrando los ojos. -Que sepas que estaba preocupada, tontolaba-