El último, limpia [Jason Todd - Stephanie Brown] (18-04-2018)

Quién lo iba a decir, habían pasado ya ocho días desde el desastre con las criaturas esas y el tipo de la armadura negra, y Gotham seguía como si no hubiera pasado nada. Lo único que quedaba era una noticia impresa en un periódico que sobrevolaba las calles de la ciudad arrastrado por la fuerza del viento y llegando a vete tú a saber qué callejón, para servirle de manta a un mendigo. ¿Pero se les podía reprochar a los gothamitas? No, para nada. En eso se parecían mucho a los japoneses: estaban tan acostumbrados a los desastres (naturales si se podían tomar como ejemplo a los tontos del barrio con máscaras y ganas de juerga loca) que era como decir "un día más en la ciudad". Entre cínico y loable, pero sobretodo cínico.

Aquella noche sin embargo era especial. Eran más o menos las doce, o las cero-cero según tu historial académico. Las calles de Gotham como siempre estaban medio a oscuras, con alguna patrulla de la policía dando la brasa a algún delincuente de poca monta o aceptando el soborno de parte de sus "jefes".
Entre las bocas y los oídos de las ratas de la ciudad se corría una noticia, o más bien un susurro: alguien, en alguna parte de los barrios marginales de la ciudad, escondía una muestra de una de las criaturas que atacaron la ciudad. La mayoría de los gothamitas que escuchaban el rumor no querían saber nada con respecto a esas aterradoras criaturas, y ni siquiera le dirigían la palabra de nuevo al que se lo hubiera dicho.
Otros sin embargo estaban más que interesados en la noticia, sobretodo un tipo alto, así bien definido que llevaba una armadura negra y que jugueteaba con el reproductor que les había quitado a SHIELD antes de su "huida". No era especialmente diestro con las nuevas tecnologías (quien dice nuevas dice "del siglo XXI"), pero al menos se defendía mejor que con las armas. Dios, era malísimo con las armas de fuego.

- Veamos, ¿cual pongo?... Ésta no... Nop... Nope... Nah... Ya la escuché... Espera... ¡HOSTIAS! ¡Esta, esta! - ¿Qué le condujo a poner esa canción? 1.- Era bastante épica. 2.- Estaba en Gotham y le pegaba. 3.- Le hizo gracia descubrir que el personaje de esos videojuegos o que la misma ciudad existiese, así que...


El objetivo de su misión personal era sencillo: encontrar al tipo que tenía la muestra, darle un par de gaitas por querer trastear con algo tan peligroso y llevarse la muestra. ¿Podría? Posiblemente, aunque teniendo en cuenta su nivel de mala suerte, todo era posible.
Se puso de pie en la azotea (desde esas vistas entendía por qué todo "vigilante" se quedaba en las azoteas) y descendió por el callejón, dando un salto con el cual se hubiera matado de no ser porque era Sloan. Si quería encontrar al tipo que tenía la muestra tenía que llegar a la fuente, y cerca de aquel callejón, si no se había informado mal, estaba el tipo que había largado la noticia.

- Chan chan.. chanchan chan chan.. chanachana CHAN CHAN - tarareaba la armadura andante por el callejón mientras escuchaba la canción (toma pareado).

Al final de éste se encontraba una pequeña plazoleta interior entre cuatro edificios, donde reposaba sentado un tipo gordo con boina, mal gusto para vestir y mirada de cenizo. Al escuchar que alguien se acercaba se apeó de la pared donde estaba apoyado para acercársele, pero debido a la mala iluminación no pudo verle a tiempo, y se topó con Sloan de frente, levantando la mano señalándolo y abriendo la boca, muy posiblemente para gritar un "¡TÚ!", pero no pudo escucharle debido a la música de su casco.
El tipo quiso salir pitando de ahí, pero Sloan lo agarró por el cuello de la chaqueta del pijama (¿o era un chándal?) y lo estampó contra la pared, lo cogió del cuello y lo levantó del suelo.

- ¡¿DÓNDE ESTÁ EL TIPO CON LA MUESTRA DE LA CRIATURA?! - El tipo gordo se zarandeó y abrió la boca un par de veces, pero Sloan no supo lo que decía. - Ah perdón. Un segundo. - Bajó al tipo al suelo pero sin soltarlo, mientras con la otra mano apagaban la música del reproductor. - Vale, ya. - Volvió a levantarlo del suelo y a hacerle la misma pregunta, pero sin gritar. - ¿Dónde está el tipo con la muestra de la criatura? Sé que eres tú el que ha difundido la noticia.
- Te lo diré, te lo diré, pero suéltame por favor: tengo problemas respiratorios.
- Ah, lo siento. ¿Así mejor?
- Si, mucho mejor. - Una vez tocó el suelo el tipo sacó una navaja y apuñaló a Sloan por una rendija de la armadura.
- ¡ARG! ¡ESO DUELE! - Lo estampó con tanta fuerza contra la pared que lo dejó K.O. - Eh... ¡Eh señor!... Vaya hombre... - Con el informador fuera de juego tuvo que arreglárselas como pudo, y eso implicaba hacerlo a la vieja usanza: se agachó para rebuscar entre sus pertenencias hasta que le tocó la lotería, sacando un papel con una dirección. - Creo que no está muy lejos...

El papel conducía a un pequeño local abandonado, donde según decían las malas lenguas se reunían los delincuentes de poca monta para hacer apuestas, cargarse a alguien sin que se encontrara el cuerpo o, como en ese caso, hacer una oferta para vender un producto que esté fuera del mercado. El papel ponía que la cita sería a las doce y media de la noche. Si quería recuperar esa muestra, mejor que se diera prisa.

Bajo el tejado donde estaban Jason y Stephanie, tres tipos con tanta pinta de buenos samaritanos como de enfermeros se acercaron a la entrada del callejón que daba a la pequeña plaza interior donde Jason se había encontrado con el informador inconsciente. Los tres iban vestidos como si acabaran de salir de una peli de gangsters, llevando chaquetas de pana, sombreros o boinas. Uno era alto y grande; otro era bajito y regordete; el tercero era flaco y nervudo. El grandullón esperó en la entrada del callejón a que sus dos compañeros pasaran dentro, haciendo de vigía. Una vez pasaron entró él.

- Herm, ¿estás ahí? - preguntó el bajito y con michelines en lugar de cinturón. - ¡Herm! - Pero Herm seguía donde lo había dejado Jason, tirado en el suelo con la babilla asomando por la comisura de los labios. - ¡Herm! ¡¿Qué cojones...?!

Con el grito que profirió el tipo gordo, los otros dos se acercaron, metiendo la mano dentro de sus chaquetas, agarrando las culatas de sus pistolas para sacarlas y pegar cuatro tiros de ser necesario. Miraban por todas partes, por los callejones, esperando que saliese alguien que quisiera sorprenderles... pero no fue así. Viendo que no había peligro alguno soltaron sus pistolas y se acercaron al cuerpo.

- ¿Está muerto? - el tipo flaco, además de estar en los huesos tenía una voz fina y de terciopelo.
- No. El hijoputa tan solo está KO. - El bajito gordo le metió dos bofetadas que resonaron por la plazoleta y Herm despertó, con los ojos idos. - ¡Despierta!
- ¿Qué? ¿Cómo? ¿Qué? - Herm no sabía donde mirar o a quien pegar, porque de pronto empezó a agitar los brazos y levantar los puños. El tipo bajito le sujetó los brazos para que se estuviera quieto. - ... ¿Dónde está? ¿Dónde?
- ¿Quién, Herm?
- El tipo de negro. ¡El de los bichos! ¡Estaba aquí!
- ¿El tipo de negro? ¿Te refieres a Batman? - Como si el nombre fuera tabú, los otros dos se pusieron en alerta, volviendo a coger sus pistolas y mirando por todas partes, cazando sombras.
- No, Batman no. El tipo de la armadura negra.
- No jodas... ¿Qué quería?
- Quería saber dónde está el que tiene la muestra. No se lo he dicho, te lo juro. - Le señaló el cuchillo manchado de sangre que estaba a escasos centímetros de distancia.
- Te creo Herm, te creo. Vosotros, ayudadme a levantarlo. Si el tipo de la armadura anda cerca, al jefe no le va a gustar nada en absoluto.

Entre los tres levantaron el pesado cuerpo de Herm hasta que éste pudo andar por su cuenta. Juntos salieron del callejón, de nuevo hacia la calle. ¿La dirección? El coche que tenían aparcado a escasos metros, justo debajo de los pies de la misma Spoiler.

Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, un tipo con armadura se paseaba por los tejados, mirando el papel con la dirección donde se iba a efectuar la transacción. Se detuvo, miró hacia abajo y volvió a mirar el papel. Otro vistazo a la calle y...

- Me he perdido... Mierda...

Con esfuerzos y algún que otro tropiezo, el trío calavera consiguieron meter al gordinflón de su amigo dentro del coche, pese a que se dio uno o dos golpes contra el borde de la ventanilla. El conductor era el más grande de los tres, y el copiloto, el flaco, el cual le pareció correcto poner un poco de música para la ocasión. El grandullón se lo quedó mirando, con las manos en el volante como diciendo "tío, no es el momento", con lo que el otro le contestó con un claro "que le den al momento", dándole al botón del play.


Se debían creer los reyes de la ciudad porque salieron a toda pastilla con las ventanillas bajadas, sonando los bajos de aquella canción tal cual un rastro de miguitas de pan por si alguien se perdía en seguirles. Y por si fuera poco, una calle más abajo de donde recogieron al inconsciente de su compañero cruzaron un semáforo en rojo, creando un pequeño caos en medio del cruce con los coches que subían y los que bajaban.

Mientras tanto, en otra parte de la ciudad...

- ¿Cómo? ¿No es esta la dirección? - señalaba Sloan el papel que había robado con un dedo enguantado y claramente frustrado si no fuera por ese casco que llevaba, que le impedía a uno saber la cara que ponía.
- No, lo siento amigo: eso es una calle y ésto es un parque.
- ... Mierda...

De vuelta con el coche de los mafiosos...

Tras muchas curvas y casi tres accidentes de coche, el cuarteto consiguió llegar sano y salvo a un callejón en los barrios más pobres de la ciudad de Gotham, aparcando en una calle poco concurrida pero con muchos coches: estaba claro que hoy se celebraba algo gordo y que la lista era cerrada por los dos guardias apostados en la puerta trasera en un callejón cercano, aun más estrecho y oscuro de lo normal.
El cuarteto se acercó a los dos guardias, con Herm aun algo tocado, pues se notaba que le costaba moverse, pensar, hablar... Tal vez el golpe había sido más duro de lo que aparentaba. Al verles los dos guardias con cara de partir nueces con la ****** polla los detuvieron. Algo les tuvieron que decir que les convenció, abriendo la puerta y dejándolos pasar. Al cerrarla no quedó otra entra visible al edificio, sin contar las ventanas superiores y el tragaluz del tejado, pero claro, esa puerta daba a un local levantado en un subterráneo, así que sería un buen paseo hasta llegar a la entrada del susodicho, pasando por todos los pisos.

En su interior, una gran cantidad de mafiosos, truhanes y gente del hampa en general permanecían sentados en las redondas mesas por grupos, cada uno con los suyos, esperando a que empezara la "fiesta". Algunas voces habían dicho que el tipo que tenía la muestra de la criatura la pondría a la venta. Otros que haría una demostración de a saber qué. Fuera lo que fuese, tenía la atención de gran parte del submundo o, al menos, de los maleantes de más baja categoría.

Y mientras tanto...

- ¡No puede ser! ¡ME HE VUELTO A EQUIVOCAR!
- ¿Le pongo al menos un Big Mac?
- Ya que estás...
- ¿Pagará con tarjeta o en metálico?
- ...

- Tío, ¿tienes un cigarrillo? - le preguntó el guardia uno al guardia dos.
- Ni de coña te doy uno.
- Venga, solo uno.
- No: me queda un paquete y tú me debes tres y medio, así que no, te jodes.
- Venga tío, no me seas rata. Un pitillo de nada.
- Me saliste con lo mismo la última vez, y de pitillo en pitillo me sacaste un paquete tras otro.
- Mira que eres rencoroso. Joder tío, te los devolveré.
- Perdonad...
- Si, ya, ¡y una mierda! ¿Crees que nací ayer? ¡Si digo que no, es que no, y basta ya!
- Chicos...
- ¡¿Sabes qué?! ¡Vete a la mierda tú y tu mierda de cigarrillos!
- ¿Es aquí donde la venta ilegal de criaturas extrañas?
- ¡Lárgate! ¿No ves que estamos discutiendo?

En ese instante ambos guardias se dieron cuenta que tenían justo delante de sus narices a un tipo que vestía con una armadura negra, que les saludaba cordialmente con una mano mientras con la otra sujetaba una bolsa del MacDonalds dentro de la cual asomaba otra bolsa con patatas crujientes asomándose por el borde de la primera.

- ¡OH, MIERDA!

Lo último que se escuchó en la entrada de aquel edificio fueron unos cuantos golpes, dos tíos cagándose en todo y el sonido de dos cuerpos cayendo al suelo, para rematarlo con el chirriar de unas puertas abriéndose y un ¡CRUNCH! ¡CRUNCH! ¡CRUNCH! que se perdía por dentro del edificio.
Más abajo, mucho más abajo de los culos de Jason y Spoiler empezaban a impacientarse los interesados en la puja de esa noche. Habían empezado con unos cuantos lotes de poca importancia, como jarrones antiguos, cuadros auténticos de pintores ya fallecidos que nadie conocía, propiedades sacadas de las incautaciones de la policía, yates... Ventas menores teniendo en cuenta el peso fuerte de la venta de aquella noche, y como si quisiera darse aires de importancia, el mismo poseedor de semejante criatura se presentó ante todos, vistiendo un traje blanco de corte haitiano, con una camisa rosa, sombrero blanco y llevando un bastón que soportaba el peso de sus rollizas carnes morenas. Estaba claro que no era de Gotham: nadie que viva bajo el cielo oscuro de la ciudad tiene ese tono de piel tan bronceado.

- Señores, lo que estaban esperando. La creme de la creme de la noche. Sin más dilación, les presento a la criatura. - Uno de los que debían de ser sus lacayos acercó una jaula bastante grande, de esas que no ves lo que hay en el interior a menos que te asomes por la rendija por donde se le da de comer. Sin embargo todo el mundo pudo escuchar los extraños gemidos que emitía aquella criatura, tan parecidos a los que habían escuchado aquella fatídica noche.

Las manos se alzaron como locas para pujar por el lote de la noche. Y mientras tanto, en las escaleras que bajaban hacia el sótano...

- Crunch... crunch... crunch... crunch...

- ¡10.400 dólares!
- ¡11.500!
- ¡Trece de los grandes!
- Hijo de puta... ¡deja de pujar! ¡Catorce!
- ¡Esa cosa será mía! ¡14.500 dólares!

Las pujas subían y todos se volvían locos. Tener una criatura como esa al alcance de la mano para hacer lo que te diera la gana era algo por lo que bien podías gastar la fortuna de tu madre, de tu padre y tu abuela la que vive en Londres juntas. Unos lo querían para usarlo como "perro guardián", para enseñarle a obedecer órdenes y que nadie nunca jamás les achinaran. Otros pensaban venderlo a un precio mucho mayor por piezas. Otros querían experimentar con él. Otros... bueno, cada uno era un mundo distinto pero todos querían tenerla. La criatura no dejaba de gruñir dentro de su cueva particular escuchando los griteríos de los pujantes.

- ¡Han dicho veinte! ¡¿Alguien da más?!
- ¡CINCUENTA!
- ¡Cincuenta de los grandes! ¡¿Quién da más?!

Con cincuenta muchos dejaron de pujar. No todos podían permitirse pagar esos cincuenta de los grandes y seguir viviendo cómodamente. Ya llegaría otra oportunidad, o bien podían intentar robar la criatura de sus contrincantes una vez la sacaran de la sala.

Mientras tanto, alguien terminó de bajar por las escaleras, con una armadura negra y tirando una papelina llena de grasa alimenticia a un lado de la sala. Se acercó al grupo y levantó la mano.

- ¡CIEN MIL! - Todos callaron, se giraron para ver quién era el loco que pujaba con semejante suma de dinero y acentuaron su pronóstico de loco cuando vieron su armadura y las pintas que llevaba. - Cien mil ostias para quien toque a mi bicho. Ese pequeñín se viene conmigo, y si alguien no está conforme, que hable ahora o calle para siempre. -

Click. Chiclec. Shic-shac. Click Click. Una silla que se mueve. Otro que amartilla su arma. Click. Click. Click. Cleck.

¡BANG! ¡BANG, BANG! ¡BANG!

- ¡VALE, VALE! ¡PERO NO TODOS A UNA! - Sloan disparaba como bien podía desde atrás de una columna en ese sótano mientras las balas volaban hacia su dirección y las suyas se dispersaban como si hubiera un campo de fuerza alrededor de los mafiosos. Incluso le dio a esa cucaracha del techo que se había pasado toda la velada sin moverse por si alguien la veía y decía probar suerte a tiro limpio.

Mientras tanto, por el túnel de las alcantarillas, la pareja de enmascarados podían escuchar el eco de las balas resonar no muy lejos de donde estaban. Vamos, que se había liado la de dios.