Es medianoche en el barrio de Tricorner, y los muelles están prácticamente vacíos. Es lo suficientemente tarde como para que los últimos trabajadores abandonen la zona del puerto para ir hacia sus casas, pero demasiado pronto aún para que la escoria criminal de la ciudad abandone sus guaridas para iniciar sus fechorías.
Había dejado de llover y estaba siendo una velada bastante tranquila...
Hasta que el estridente sonido de una alarma desgarra la noche en un almacén abandonado del puerto. La puerta metálica de la terraza se abre con estrépito cuando Jason la golpea de una patada, saliendo a toda prisa al exterior dejando un reguero de sangre a su paso.
Algo había ido mal, muy mal. Aquello se suponía que tenía que haber sido un trabajo sencillo contra unos contrabandistas de tercera, pero algo le había frito todo el equipamiento electrónico que llevaba encima (un pulso electromagnético, casi con toda probabilidad), había hecho saltar las alarmas y había terminado siendo perseguido por un puñado de
freaks con poderes para los que no se encontraba en absoluto preparado.
La azotea de enfrente estaba a unos tres metros. Jason estaba convencido de que podía hacer el salto, incluso a pesar de las heridas. Limpiándose la sangre de la frente que le pegaba el pelo a los ojos, echa a correr hacia el borde escuchando tras él el sonido de sus perseguidores subiendo las escaleras de la azotea a toda prisa.
El suelo de cemento estaba resbaladizo por la lluvia, pero las nubes habían desaparecido y la luna era un ojo blanco que parecía burlarse de él. Jason resbaló en un charco y a punto estuvo de caer; sus costillas le recuerdan que no están para bromas y tiene que apretar los dientes para no gritar de dolor. La boca le sabe a sangre.
Cuando llega al borde, salta. El corazón se le detiene durante los segundos que tarda en cubrir la distancia hasta que sus botas alcanzan el suelo de cemento en el momento exacto en el que sus perseguidores llegan a la azotea que ha dejado tras él. Sabiendo lo que viene a continuación, rueda por el suelo para evitar los fragmentos afilados de hueso que surcan el aire por encima de su cabeza, buscando clavarse en su carne. Tratando de obligar a su mente a ignorar el dolor, busca refugio detrás de un depósito de agua cercano y aprovecha el momento para recargar las pistolas y recuperar el aliento.
Le duele hasta respirar. Tiene el labio partido y la nariz rota, y se ha torcido el tobillo, además del par de costillas que tienen toda la pinta de estar rotas. Un fragmento de hueso parecido a un
shuriken le roza el brazo cuando se asoma a disparar, dejando un arañazo negro en el tejido del traje. Sabe que detrás de ese vendrán más, así que vuelve a echar a correr.
Cuando intenta saltar al edificio de al lado calcula mal las distancias, una sensación de vértigo irreprimible se apodera de él y cae, rebotando contra la escalera de incendios metálica del edificio (lo cual le provoca otra fractura) hasta que termina estrellándose contra el capó de un coche, muchos metros más abajo. La alarma antirrobo se eleva perturbando la quietud de la noche acompañando el ruido que hacen los huesos de su cuerpo al quebrarse contra el vehículo.
El cielo de Gotham tenía un color gris sucio, aún sin nubes, y lo último que ve Jason antes de que se le cierren los ojos para siempre, es una figura alada de aspecto humanoide y grandes ojos rojos que le tapa la luz de la luna...
* * * *
¡¡¡Buenos días, Gothamitas!!! ¡Desde WXYZ Radio os damos la bienvenida a un día más de niebla y lluvia en Gotham! Respecto al tráfico de hoy, a las 08:35 de la mañana...Jason permanece durante varios segundos tumbado en la cama, con los ojos abiertos fijos en el techo, reviviendo una y otra vez las vívidas secuencias de la pesadilla que acaba de experimentar. Es el súbito aguijonazo de dolor que siente en el brazo derecho lo que le obliga a regresar a la realidad y llevar la mirada al lugar... donde un alargado arañazo le surca el bíceps en el sitio exacto en donde le cortaba el
shuriken de hueso en el sueño. Podría no haberle dado importancia y haber asumido que se trataba de una herida que había recibido en alguna de sus correrías y que le había pasado desapercibida, si no fuera porque el corte era reciente y, de alguna manera, había cortado también la tela de la camiseta que usaba para dormir, manchando de sangre la sábana de la cama...