[WWD] Tarot 6/5/2019 Parte 2: Dios no juega a los dados(Ani/turquia)

Al parecer no era el único que se había quedado con dudas después de aquella parca explicación. La mujer que ya estaba allí cuando él llegó preguntó acerca del motivo de que las cartas les hubieran escogido a ellos, la chica del pelo tricolor y las gafas de pasta que había tenido el rifirrafe con el chico de la pistola preguntó... bueno, a decir verdad no estaba ni seguro de que su pregunta mereciera ser tenida en cuenta, aunque, a pesar de todo, la pelirroja del aspecto andrógino le respondió. La rubia de apariencia abatida volvió a cuestionar el hecho de haber sido elegidos de una manera un tanto dramática antes de hacer mutis por el foro siendo la primera en abandonar aquella reunión de locos. Las siguientes intervenciones fueron también... particulares, a su modo. Jesse se quedó mirando a la mujer del cabello blanco y al chico que al parecer prefería dejar que el mundo sucumbiera a manos de los demonios si no recibía nada a cambio, pero no llegó a decir nada... porque la joven tullida que no aparentaba llegar ni a la mayoría de edad se alzó y pronunció el discurso más inspirador que había escuchado en su puta vida. Y mira que no llegaba ni a cuatro frases, pero encerraban más solemnidad que la mayoría de sermones de políticos y religiosos. Aquella niña a la que le faltaba una pierna e iba cubierta de harapos acababa de demostrar más valor que todos los presentes en la sala.

Cuando calló, Jesse avanzó hacia ella y le puso una mano en el hombro, mirándola a los ojos con admiración.

- "Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará" -musitó, citando a Lucas-. Bravo -la felicitó antes de volverse hacia los demás-. Todos deberíamos aprender de ella. A mí por lo menos me has convencido -más de lo que le había convencido el supuesto Guardián, eso seguro-. Cuenta conmigo, amigo. Como mínimo promete ser entretenido -añadió mientras se encendía un cigarro.

Mientras hablaba el último hombre en aparecer, Jesse dirigió una mirada de reojo a la chica de la capucha, intrigado por su silencio. La había visto susurrar algo a la otra rubia, pero no había llegado a decir nada en voz alta. ¿Qué pensaría ella de todo aquello?

Las preguntas que planteaba el castaño de ojos azules reiteraba uno de los interrogantes que se repetían todos los presentes: ¿Por qué ellos? ¿Por qué habían sido elegidos? ¿Cómo podrían derrotar a aquél todopoderoso mal?

La respuesta que dio la entidad no resultó satisfactoria. Afirmaba ser un guardián, pero seguía sin darle ninguna prueba de que lo que afirmaba era real, y por lo que Jesse sabía, podía ser lo mismo un guardián que un loco con poderes que había visto demasiada televisión últimamente. Afirmaba haber hablado con sinceridad, pero no tenían manera de corroborarlo y a Jesse no le gustaba abusar de Génesis, especialmente delante de tanta gente.

- Esas tragedias ya están ocurriendo, amigo. Estamos en el epicentro de una invasión demoníaca -hizo notar-. Pero ok, más o menos lo pillamos. "Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada, porque yo no era socialista. Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista..." Etc., etc. ¿Qué hay del resto de las...

...preguntas? iba a decir, pero entonces la realidad se alteró y distorsionó ante sus ojos haciéndole experimentar sensaciones que no había vuelto a vivenciar desde aquella vez que se había puesto ciego de peyote.

- Waaa... ¿Qué coño...? -dirigió una mirada incrédula a la pelirroja cuando habló-. Disculpe, señora... igual es porque estoy alucinando todavía, pero... ¿qué tiene que ver lo que nos está contando con el portal que acaba de aparecer de la nada? ¿Cómo sabe que la persona que busca se encuentra ahí? -inquirió, confundido.

- Si atraviesan por ese portal llegaran al lugar puedo darles el equipo que deseen más no puedo intervenir más allá de aquel punto porque está en ustedes ir a detenerlo o no sabiendo mis palabras destruyan el ritual junto al  pergamino y será el fin.

En ese momento, las cartas que cada uno tenía consigo comenzaron a brillar con fuerza y, como si tuvieran vida propia, se alzaron volando hasta quedar flotando en el aire ante sus respectivos dueños. Su brillo se fue haciendo más y más intenso hasta obligarles a apartar la mirada, y, al cesar el resplandor, en su lugar se encontraba un objeto que parecía haber sido especialmente diseñado para cubrir sus necesidades. En el caso de Jesse, un simple bate de béisbol negro cayó al suelo con un ruido sordo. El predicador se agachó para recogerlo y lo probó con un movimiento oscilante hacia arriba para comprobar el peso. No parecía hecho ni de madera ni de aluminio, sino de alguna clase de polímero reforzado que parecía particularmente pesado y resistente. Un golpe con aquella belleza tenía que doler. Lo mejor de todo era la inscripción que aparecía grabada en plata en un lateral: "Absolution".

- Oh, esto es maravilloso -exclamó mientras pasaba los dedos sobre la inscripción con aire reverencial. Después se irguió y, con el bate apoyado en el hombro y el cigarrillo colgando de entre sus labios con una media sonrisa, miró a los demás-. Bueno... ¿quién se viene? ¿Roxanne? -le ofreció su mano.

Siempre se ha creído que existe algo que se llama destino, pero siempre se ha creído también que hay otra cosa que se llama albedrío. Lo que califica al hombre es el equilibrio de esa contradicción. - Conclusión, daba igual lo que hiciésemos. Si dictabas tu propio destino, resulta que estaba escrito y si te rendías a una fe o a algo mayor que controla tu vida, eres un esclavo. Así que ¿Qué importaba lo que hicieras?. Sólo tenías que sobrevivir… y ahí acababan nuestras obligaciones.

Por lo visto esa especie de ser extraño nos dejaba libertad. Libertad…. ¿Se podía considerar libertad una condición cuya alternativa era el fin de los días? Era retorcido, y en parte cruel. Una parte de mí podía ver al mundo mirarme a los ojos encogiéndose de hombros y decir “Total, si estallo será sólo por tu puta culpa así que...·”. No. No era libertad, pero no nos quedaba otra alternativa que luchar.

Contemplé cómo así reaccionaban uno a uno los presentes. Jesse incluido, no era para menos… Si había posibilidad de ser de utilidad ahí estaba, siempre presente, ridículamente puntual… No sin felicitar a la niña. Cierto. La chica había puesto una determinación feroz en la escena. ¿Pero de verdad íbamos a permitir que una chavala lesionada participase en esto? ¿Acaso nadie va a hacer nada?. Miré a la chica y luego a Sieglinde, rogando una intervención por su parte en ese asunto ya que yo estaba maniatada en ese instante.

Me mordí el labio, ocultando bajo la capucha el gesto lo mejor que pude, tras escuchar la comparación de los demonios y los nazis del predicador. Era certero como un franco cuando quería. Y yo estaba harta de ser víctima en esa dictadura infernal. Quise hablar, abrazarle, decirle que estaba bien, que había vuelto sólo un instante pero que le echaba de menos. Pero sólo pude tragar saliva.

Mientras se generaba el portal, dediqué una mirada severa a Sieglinde. Buscaba cualquier tipo de lenguaje, verbal, corporal, telepático… Algo que me hiciese entender que estábamos juntas en esto. Y en cuanto lo supe, nos acercamos para cruzar. Justo antes de dar el paso definitivo, ya más cerca del sureño y la joven, las cartas desprendieron una luz cegadora, transfigurándose en diferentes posesiones frente a cada portador. En mi caso, un jirón de tela negra descendió lentamente desde la carta, lo que me permitió cogerlo al vuelo. Algunos recibieron armas, la inmensa mayoría de hecho. Yo observé esa tela, buscándole el sentido, hasta que vi que formaba una tela transpirable que permitía ver de dentro a fuera, pero no de fuera a dentro. Di la espalda al resto de presentes y prendí fuego a mi diestra, colocándola donde iría mi rostro. Aguantó perfectamente, esa máscara seguía como nueva. Deslicé los dedos por dentro de la capucha escondiendo todo mi pelo, rostro, cabeza y cuello dentro de esa capucha. Ya no tendría por lo que preocuparse. Me giré satisfecha, respirando hondo de alivio. De hecho, podría usarlo para el equipo secreto de la MKL, si no se autodestruía en cuestión de minutos o algo así.

Eché un vistazo rápido a mi alrededor y las armas que habían recibido los demás quedaron en un segundo plano, muy alejado de la pierna perfecta que había recibido la chica. Supuse que ya… no había problema. Normalmente a la gente con falta de algún miembro le tomaba meses adaptarse, ella parecía haber llevado siempre esa prótesis. Sonreí bajo la tela negra y me alegré de que Jesse pareciese tan pendiente de ella. Aunque no le hiciese falta. Instantes después de pensar que la chica estaría segura con su nueva pierna y con la compañía del predicador, me tragué mis pensamientos uno por uno después del segundo destello.

Un dragón.

Un puto dragón INMENSO Y PRECIOSO.

Sentí como si se me parase el corazón por un instante. Me debatía entre las ganas de tocarla, ¿Sería ofensivo? De preguntarle, de saber de ella… Mientras una parte de mí sentía miedo, nervios y cierta sensación de alerta ante su presenta. Era inmensa y hermosa a la vez.

Conseguí dejar de verla y respiré hondo luchando por controlarme, la conversación que le dedicó a la alemana me tranquilizó.. Parecían conocerse y si habían acabado en buenos términos, es que era aliada a aunque lo fuese de forma secundaria y lejana.

Incliné la cabeza hacia el portal, esperando los pasos de la Europea con un solo pensamiento en mente.

“No te mueras”.

Aquella situación era macarrónica cuanto menos. Por muy enigmático que fuera no podía decirse siendo estrictos que aquel desconocido que nos estaba dando la "oportunidad" de jugarnos la vida para salvar a la humanidad estuviese respondiendo nuestras preguntas.La realidad es que cada cosa que salía de sus labios parecía mucho más un discurso preparado para invitar al nihilismo que para tratar de darnos razones convincentes por las que aventurarnos en una misión contra una entidad demoníaca de mucho poder. Eran demasiadas incógnitas que resolver sin darnos tiempo siquiera para prepararnos. Me preocupaba el estado actual de Roxanne, que parecía haber tenido que afrontar momentos mas duros que la pérdida de una pierna aunque la joven dragona no entró en más detalles. Por otro lado las intenciones de Sasha quedaron muy claras cuando expresó su deseo de acompañar al cura fuese donde fuese, e hiciese lo que hiciese. No quería pensar que estuviera mezclando lo emocional con el planteamiento, porque era lo peor que podía pasarnos para afrontar una situación como esa. Por otra parte, por mucho que queramos evitarlo, todos actuamos con otro tipo de precauciones cuando la persona en riesgo es alguien próximo. La mutante había sido un estupendo activo que añadir al equipo, pero ahora no estaban en una misión de la MKL. También tenía que valorar eso mismo. A todos los efectos, yo no era una agente de campo. Jamás me había metido en ninguna de misión de ese tipo y demostrar mi experiencia en ese campo podría destruir parte de la tapadera que tanto me había costado construir con los años, de manera que lo quisiera o no, mi única oportunidad era tratar de aportar a la estrategia todo lo posible sin sobresalir mas allá de lo que un interesado en la materia pudiera ofrecer. Tratar de mantener el perfil bajo en esas circunstancias podría costarnos la vida a todos, y renunciar a ello podría costarme la mía. A la hora de la verdad se trataba de una circunstancia que estaba segura que tendría que afrontar en los momentos clave.

Respiré en profundidad intercambiando una pesada mirada con la mutante, tratando de transmitirle una seguridad que yo misma sentía amenazada en mi interior, pero que jamás habría dejado salir y menos frente a toda esa gente. No si además estábamos dispuestos a arriesgarnos de ese modo.

- Haríais bien en no confundir la precaución con cobardía, ni la temeridad con la valentía. - no iba a tolerar que la gente tomara decisiones en base a un discurso, por muy motivacional que fuera, y por mucho que proviniera de la persona que en principio parecía mas "débil". Roxanne era un ejemplo superlativo de la definición "No es lo que parece". - No es una cuestión de moral, ni siquiera del deber. No soy una persona versada en un enfrentamiento de estas proporciones. Si voy a hacer esto, quiero hacerlo sabiendo que existe una posibilidad por mínima que sea. Es una cuestión de si queremos arriesgar la vida en estas circunstancias, y de que si vamos a hacerlo, más nos vale tener una idea de cómo vamos a conseguir lo que nos proponemos de la manera más eficiente. Así que antes de ir a ningún sitio haríamos bien en conocer de qué somos capaces cada uno.

Cuando se prepara una confrontación el estado emocional y mental eran claves, y los presentes en la sala no podían ser mas dispares respecto a métodos y opiniones. Sólo con el modo en que se expresaban ya quedaba claro que tenían modos de ser y maneras de hacer las cosas que distaban lo suficiente para derivar en un conflicto. Algo que era intolerable en las circunstancias en las que nos movíamos. Por no hablar de que trabajar con un equipo desconocido en una misión de esas características podía acabar con una traición que acabara con una masacre. Tenía demasiado que perder para jugármela de ese modo. En caso de que detectara el más mínimo caso, no me temblaría el pulso ni una micra. Los elementos disfuncionales ni se lamentan ni se lloran. Se suprimen y reemplazan, sobretodo cuando hay vidas en juego. Ahora las había.

Me levanté mirando a Sasha y entonces nuestras cartas comenzaron a brillar. Ella recibió una máscara ignífuga, la joven una prótesis que parecía adaptarse a su cuerpo a la perfección, Harley recibió un subfusil, el muchacho deslenguado una arma relicario, y el extravagante cura, un bate de Baseball.

Por mi parte, alargué la mano dejando la palma hacia arriba cuando la luz comenzó a descender en mi dirección. Ahora más que nunca necesitaba una razón para seguir. Con todo lo que estaba ocurriendo...

Y entonces comprobé que lo que recibía no se parecía en nada a lo que habían recibido los demás. La pequeña correa de apariencia frágil mostraba sus cuentas de madera sencilla rematada en una cruz plateada. Conocía eso muy bien. Lo había utilizado mucho en la última época. El rosario era tan humilde que en comparación casi parecía una mofa. Para mi, fue la señal que necesitaba. La templanza... Apreté las cuentas notándolas contra el guante con tanta claridad como si no lo hubiera llevado. Eso era lo que necesitaba para seguir adelante cuando parecían faltarme las fuerzas. Cuando lo que tenía adelante era turbio y mi camino se desdibujaba haciéndome dudar de todo.

- Es el momento de dar un salto de fe. - contemplé a los presentes con una mirada decidida y firme en unos ojos azules vacíos de miedo.

Cuando la joven comenzó a hablar, me retiré para dejarle sitio igual que ella. Me cuadré junto a Sasha haciendo que mi silueta regordeta tuviese la corrección postural de cualquier soldado mientras contemplaba el cambio de la dragona, que sin duda dejaría a todos con una sensación de maravilla difícil de comparar. Una emoción que era difícil de replicar con cualquier otra experiencia mundana. Me atreví a aproximarme a la dragona y posé mi mano enguantada, en la que había enrollado el rosario, sobre su pecho lleno de un hermoso plumaje sedoso.

- Me alegro de que hayas recuperado tu ser, Roxanne. Y de poder contar contigo para lo que se avecina. - deslicé su mano, mirando hacia esa extraña distorsión de la realidad que el desconocido había abierto para nosotros, creando un paso hacia nuestro objetivo. Comencé a caminar, y sin poder reprimirlo, agarré el hombro de la joven mutante encapuchada dirigiéndole una mirada cómplice cargada de un significado que sólo ella, como digna de mi entera confianza, sabría comprender.

La mirada con la que comprometía mi vida tanto para ella como para todos los presentes.

Casino Abandonado, afueras de NY
04.56 h

Las palabras del guardián encapuchado fueron de todo menos claras. Al menos esa era la impresión que daban las expresiones del resto de los allí presentes. Todos, excepto la persona de sexo confuso y cabellos carmesí, se quedaron unos instantes esperando algo más tras finalizar este su discurso; pronto se dieron cuenta que no obtendrían más información por parte del auto-proclamado guardián.

El hecho de que la figura de cabellos rojos como la sangre lograse hallarle una explicación coherente a las palabras inconexas de quien les había invitado a aquella especie de aquelarre, levantó las sospechas de Black Cat. Quién la miró con el ceño fruncido unos instantes antes de contestar la alusión del encapuchado.

— No me preocupo por contar cuantas vidas me quedan. Me preocupo por no malgastar la actual en tonterías. Te hemos escuchado, tienes suerte y créeme, sé de lo que hablo. Ahora bien, toda tu palabrería —algo extensa para mi gusto, permíteme decirte— se podría resumir en “Haced lo que os digo o un demonio tocho os va a partir en dos”. Y tal y como lo veo, eso sí me convence... ¿Ves? No era tan difícil.

De pronto un discurso nacido desde las entrañas, tiñó la sala de una mezcla de tristeza —para quienes pudieron interpretar el tono aquellas palabras— y valor que animó a todos a ponerse en pie y tomar una decisión sobre el debate planteado. Seguir o no.

No sabría decir en qué momento ocurrió pero de pronto la joven y atormentada niña se transformó en un majestuoso e imponente dragón. Felicia no pudo evitar esconder su asombro.

— Wow, ¿tenemos un dragón? Ya no tenemos de qué preocuparnos.

Las cartas de los elegidos comenzaron a brillar y elevarse de forma casi onírica hasta situarse frente a cada uno. Pronto cada carta comenzó a transformarse en un arma u objeto que ayudaría a cada uno en aquella misión. Un último regalo del anfitrión de aquella reunión antes de despedirles indicándoles el camino al portal. Felicia extendió sus manos para recoger el objeto en el que se había transformado la carta de La Rueda de la Fortuna... Un ornamentado espejo de ébano con una frase inscrita en la parte trasera del mismo: Alea iacta est.

«¿Qué se supone que debo hacer con un espejo de mano?» Pensó Felicia tras examinarlo detenidamente y no hallar nada fuera de lo normal aparentemente. Acto seguido, la Gata se encogió de hombros y guardó el objeto en su bolsa negra.

— En fin... Si vamos a hacer esto, coincido con la idea de que deberíamos conocer que habilidades o particularidades tenemos cada uno. No podemos meternos en ese portal como pollos sin cabeza.


Todos los presentes acabaron decantandose por aceptar la misión encomendada. Algunos por deber, otros por redención y otros por resignación.

A lo largo de su vida, Jesse había visto muchas cosas sorprendentes. Había visto ángeles, arcángeles, los espíritus de los muertos que vagaban sin descanso, al Ángel de la Muerte y hasta al mismísimo Dios... pero ninguna de aquellas visiones le había producido la sensación de asombro que le indujo contemplar cómo aquella chiquilla se transformaba en un hermosísimo dragón de plumas blancas.

Su existencia había sido una cruzada para destapar la hipocresía de Dios y sus criaturas, y tanto él como sus hijos habían demostrado no ser más que unos cínicos despreciables que no se preocupaban más que por ellos mismos, al margen de lo que la doctrina cristiana dictaba. Ninguno de ellos le había generado la más mínima admiración. Dios no era más que un hijo de puta bastardo y manipulador, y sus ángeles no eran otra cosa que asesinos entrenados. Pero aquello... jamás en toda su vida había contemplado algo más puro.

Sonrió ante el comentario del exorcista, echando un vistazo de medio lado al arma sagrada que habían convocado las cartas.

- Eso podría parecer, ¿no? -dijo, correspondiendo a la broma mientras recogía el cigarrillo, que se le había caído por la sorpresa, y se lo volvía a meter entre los labios-. Eso tiene pinta de soltar buenos pepinazos, amigo... Tengo la impresión de que me vas a caer bien.

Él no tenía los reparos que frenaban a Sasha de tocar al dragón, así que extendió una mano para acariciar cuidadosamente las suaves plumas blancas mientras escuchaba el alegato de la alemana. No le faltaba razón. La naturaleza de su poder hacía que a menudo se confiara en demasía, puesto que en su mundo no había encontrado jamás ningún ser, humano o sobrenatural, que hubiese podido resistirse a la Palabra. Eso le volvía descuidado e imprudente, haciéndole aventurarse completamente solo en fortalezas plagadas de enemigos bajo el convencimiento de que nada ni nadie podría resistirse a su Voz. Tener a Génesis le hacía comportarse de manera impulsiva, pero en los últimos tiempos se había topado con criaturas invulnerables a los efectos de Génesis, y aunque no había encontrado nunca resistencia ni en ángeles ni en arcángeles, lo cierto era que nunca se había visto cara a cara con un demonio y no tenía manera de aventurar si en ellos funcionaría o no. No estaría de más contar con alguna clase de estrategia para variar, y las palabras de la mujer del cabello blanco abundaron en ésta idea. Los demás miembros de aquél grupo improvisado no tardaron en mostrarse de acuerdo:

- Experto en artes marciales y todo tipo de armas de fuego -dijo el tipo de los problemas de ira-. También puedo convocar dos espadas que son útiles contra seres mágicos.

- ¿Habilidades especiales? Ewwww... —la rubia se cruzó de brazos, pensando en lo que podría considerarse una habilidad especial—. Soy psiquiatra —añadió, aunque dudaba que sus conocimientos de medicina le sirvieran para algo en aquellos momentos. También tenía TDH y un trastorno de personalidad... pero eso no eran habilidades. Leches, iba a necesitar más de Harley Quinn que de Harleen para aquella misión...— Bueno, también se me dan bien las acrobacias y... ¡tengo buena puntería disparando!

- Yo soy una dragona... Aunque eso estaba claro -dijo Roxanne-. Soy fuerte, aguanto bien el dolor y puedo poneros un escudo para protegeros, pero solo se lo puedo poner a una persona... A Jesse se lo puse cuando me puso la mano en el hombro.

- La... -el predicador esbozó un gesto de fastidio- la chica del pelo blanco tiene razón... Pero antes de pasar a enumerar habilidades estaría bien decir nuestros nombres. Me gustaría referirme a vosotros por otra cosa que no fuera "la chica rubia" o "la chica del pelo blanco". Yo soy Jesse, como dije al principio, y solo sé que ella es Roxanne. Respecto a... "Habilidades especiales", la verdad es que todavía me estoy aclimatando a vivir en un mundo donde todo el mundo parece tener superpoderes.... Me resulta muy extraño estar con un grupo de personas donde todos tienen alguna característica sobrehumana, es... raro. ¿Esto significa que ahora soy un superhéroe o algo así? -dejó escapar una carcajada cínica-. Nunca lo hubiera imaginado. Bueno... Tengo la capacidad de obligar a la gente a hacer lo que yo quiera con mi voz, pero tienen que poder entenderme. Aparte de eso, me defiendo bastante decentemente luchando -añadió golpeando el bate contra la palma de su mano. Se giró a mirar a Roxanne con asombro- ¿Entonces me has puesto encima un escudo invisible de protección? Caray, gracias. Puedo pensar en una o dos ocasiones en las que me habría venido de puta madre en el pasado.

- Edward Johns... -sacó un cigarro y se lo puso en los labios, lo encendió con calma y después de dar una calada continuó-: Exorcista y mago, si se me puede llamar así -retiró el cigarro unos instantes-: Mi especialidad es la magia ilusoria, aunque si nos enfrentamos a demonios os vengo como anillo al dedo, sé todo lo que hace falta para plantar cara a esos cabrones... -cogió su maletín y lo abrió, de él sacó dos puños americanos con unas cruces grabadas, los dos frascos de agua bendita y una cruz de plata-: En teoría esta baratija hará invisible a ojos de los demonios a quien la lleve... El agua bendita es un tópico pero funciona de puta madre si no tienes algo mejor a mano... Y.... -se guardó los puños americanos en el abrigo-:...Esto me lo quedo yo por si acaso.

- Yo soy Felicia Hardy... Aunque posiblemente el nombre de Black Cat os suene mucho más... Soy una ladrona de guante blanco, capaz de dar mala suerte a quienes me caen mal... —Felicia esbozó una sonrisa— ¿Quién sabe? Quizá sea culpa mía que estéis todos aquí... —soltó una leve carcajada -echó un vistazo a los rostros de sus compañeros analizando sus expresiones... "Menudo grupo más variopinto", pensó—. Domino varias artes marciales y digamos que también se me dan bien las acrobacias... Sinceramente, no sé en qué pueden beneficiaros mis aptitudes y habilidades especiales para enfrentarnos con demonios... Pero me alegra ver que algunos de vosotros estáis mucho más familiarizados con este mundo... —comentó haciendo alusión a Edward y Jesse.

Sasha desvió la mirada hacia Solaris, con un ruego ante la intervención por sus poderes y su nombre. Jesse no sabía que su álter ego era Celsit pero sí sabía que colaboraba con la Patrulla y la Mansión. No debía saber qué había vuelto y mucho menos así... La alemana se percató de que miraba en su dirección, a pesar de no poder analizar su rostro puesto que estaba cubierto por la capucha. Le pareció comprender el dilema en el que se encontraba la mutante, puesto que era el mismo al que ella se enfrentaba cada día. De modo que, por el bien de la situación, se decantó por hacer lo que debía para salvaguardar a su compañera. Como lo haría consigo misma.

- Yo soy Sieglinde. Soy capaz de crear ilusiones y tengo la capacidad de incapacitar a las personas al entrar en contacto con ellos -no era cierto, pero no era mentira tampoco. Se trataba de una versión edulcorada de una realidad compleja en la que no podía permitirse dar más detalles-. También soy creyente y sé autodefensa. Tal vez la fe sea algo a tener en cuenta, puesto que éste es el arma que me han concedido -sugirió mostrando el rosario que se había generado para ella. Acto seguido señaló a Sasha-. Ella es Thermal, una maga capaz de utilizar a su antojo el frío y el calor. La he visto combatir en alguna ocasión. Es fuerte, rápida y confiable.

- Bueno, menos mal que tenemos a alguien con fe en el grupo -comentó el predicador con una sonrisa de medio lado-. Porque si tuviéramos que depender de la mía íbamos apañados.

No entendía por qué la llamada Thermal no se había presentado a sí misma, pero supuso que sería un rollo raro de soldado que sólo habla ante la autorización de un superior (presumiblemente Sieglinde, que era la que había llevado la voz cantante todo el tiempo), o que a lo mejor era muda. En cualquier caso, no era asunto suyo, así que se volvió hacia los dos que primero habían hablado-. ¿Y a vosotros cómo debemos llamaros?

- Red Hood, aunque esa desquiciada rubia ya lo sabe -señaló con desdén a Harley mientras se cruzaba de brazos.

- Yo soy Harleen... -no estaba muy convencida de querer usar su nombre de verdad, pero no tenía demasiado tiempo para inventarse excusas. Además, a excepción del hombre de la capucha roja, nadie más de allí conocía su identidad como la novia del payaso del crimen. Lo mejor era seguir con el perfil bajo...

Felicia se encogió de hombros y respiró profundamente.

- En fin... Una vez hechas las presentaciones... ¿Quién me sigue? —comentó girándose hacia el resto, justo después de meter un pie en el portal.

- Un momento, Felicia -el ruego del moreno hizo que la peliblanca se detuviera y volviera a sacar el pie del portal-. Admito que yo no soy mucho de estrategias... Por desgracia tiendo a confiar demasiado en mi poder, pero recientemente me he encontrado con criaturas a las que no podía afectar, y ahí afuera está repleto de demonios. No soy el tipo más planificador del mundo, pero puede que está situación nos supere, así que, quizás no estaría de más planificar un poco lo que vamos a hacer y cómo.... ¿No? En función de nuestras respectivas habilidades. Si se me permite exponer mi punto de vista, creo que el dragón debería ir primero, barriendo el terreno de una pasada y llevándose por delante a todos los que pueda. ¿Puedes echar fuego por la boca, Roxanne? Porque eso sería todo un punto a favor.

- Lamento deciros que no, no puedo echar fuego por la boca... pero soy fuerte, creo que podré llevarme por delante a... bueno, no sé que nos vamos a encontrar tras ese portal, pero puedo intentarlo.

- Bien... Después quizá deberían ir los magos, Sieglinde y los que puedan disparar. La fe, el agua bendita, la magia de hielo, las balas... Todo lo que nos permita una ventaja a distancia. Después nos incorporaríamos los demás porque los tiradores no podrían disparar ni el dragón atacar igual si hay gente trabada en combate. Lo suyo sería llevarnos por delante el mayor número de enemigos posible antes de pasar al enfrentamiento directo. Aunque yo sólo soy un simple predicador. Si alguno de vosotros tiene un plan estratégico mejor soy todo oídos.

- Podríamos... uno de vosotros se podría subir encima mío, tendríamos más rango desde el cielo -suspiró, agarrándose del brazo-. Lo siento, yo tampoco sé de estrategias... Hasta hace poco era pacifista.

- Entonces el que tenga mejor puntería debería ir sobre tu lomo.

- Soy vuestro hombre -Red Hood hizo el signo de las pistolas con los dedos-. Tranquila, peso menos de lo que parece.

- ¿Estáis todos de acuerdo? -preguntó buscando la confirmación de los demás con la mirada.

- Yo quería añadir algo más, si me permitís.

Jesse hizo un gesto de invitación con la mano y la alemana respiró en profundidad, su cerebro trabajando con toda la información que sus compañeros habían lanzado. Tenían diversas posibilidades que podrían tomar. No podían plantearse una emboscada, por una razón sencilla. Ese tipo de estrategia sólo funcionaba en casos donde se conocía el terreno o el número de sujetos implicados. No era el escenario. Tampoco sabían en qué lugar se encontraba en ese instante el principal objetivo, pero lo que sí sabía es que no podían permitirse gastar toda la munición antes del momento decisivo de su encuentro con el enemigo, ni podían permitirse entrar y comprobar la situación como si nada. Tampoco podía exponer todo eso a los presentes como lo habría hecho con su equipo de espionaje. Tendría que replantear la situación de un modo que pareciera menos profesional.

- No es que pueda considerarme una gran estratega, pero sí soy aficionada a la historia y los sucesos bélicos. He leído mucho acerca de determinados acontecimientos, y esto es lo que pienso. Los países dedicaron una gran cantidad de recursos al espionaje, y esto es porque cosas como localizaciones, conocimiento sobre dónde guardaban las armas, el lugar en el que estaban los grandes líderes y ese tipo de cosas podían determinar la victoria. Nosotros no tenemos casi información. No sabemos dónde está su líder, cuántos son, cómo es el terreno, o si podremos enfrentarnos a ellos. No creo que en nuestras circunstancias podamos conseguir tener un papel pasivo, de manera que nuestra perspectiva debe ser a la ofensiva. Tratar de hacer una emboscada sería inútil, pero entrar a la batalla a campo abierto de manera directa sería una temeridad -se detuvo un momento, tratando de pensar en la mejor manera de aproximar la situación-. Creo que nuestra mejor baza sería hacer una aproximación cauta al terreno, por parte de una persona preparada y formada en el sigilo, si es que hubiera alguien con esas características aquí. Esa persona podría analizar el terreno sin exponerse, usando el objeto de ocultación de Edward si éste está dispuesto a dejárselo, y Roxanne podría cubrirlo con su escudo. Lo único que tendría que hacer es entrar, hacer una rápida comprobación y salir. Volver con nosotros y contarnos lo que ha visto. Lo más acertado sería elegir entonces cómo afrontarlo. Creo que otra cosa que debemos utilizar con inteligencia es el elemento sorpresa. Roxanne es, en este caso, el más potente del que disponemos. Nadie espera que una mujer pequeña se convierta en una criatura de esas dimensiones y fuerza. Puede funcionar como cebo, como distracción, o como nuestra mayor fuente de cobertura y protección a causa de su tamaño y resistencia. Utilizarla para entrar de frente podría anular la posibilidad de sorprender y confundir a nuestros adversarios -miró a Roxanne con respeto-. Tampoco estoy segura de hasta qué punto dañaría el fuego a un demonio. Por lo que sé, que me corrija el exorcista, para la mayoría se trata de su medio natural. Creo que en este caso las armas, el hielo o el agua bendita pueden obrar un papel mejor. Aunque sólo son suposiciones -miró al resto-. ¿Alguien estaría dispuesto a ofrecerse voluntario para la incursión?

- Hummmm... Si estamos hablando de una infiltración silenciosa... ¿Quizá la ladrona sería la mejor opción? -inquirió mirando a Felicia, pero ésta ya había levantado la mano antes de que el predicador lo sugiriera.

Felicia era una mujer segura de sí misma, y segura de sus poderes. Sabía que ella cumplía a la perfección con la descripción del puesto que necesitaban para esa misión.

— Sin duda, podéis contar conmigo para ello. Os daré toda la información que necesitemos.

- Estupendo -asintió Jesse-. Respecto a Roxanne, no tengo ni idea de cómo nos sería de más ayuda emplear su talento, pero quizás cuando vuelva Felicia podríamos hacernos una idea más clara de la estrategia a seguir.

- Podríamos aprovecharlo para que se adentrara entre las filas enemigas sin ser detectada. Una vez sepamos cuántos hay o cómo están dispuestos, podría transformarse en el interior de una estructura para demolerla, y aplastar a quienes estuvieran en su interior, por ejemplo. Eso no la dañaría a ella, pero podría ser fatal para los adversarios. Podríamos permitir que la capturaran para que la llevaran hacia su líder, y que ella se transformara una vez allí, mientras el resto de nosotros accede por dos puntos distintos. Cuanto más sepamos, más posible es que seamos capaces de utilizar mejor lo que sabemos hacer para sobrevivir y vencer.

— Dispongo de algunos cachivaches que podrían funcionar para comunicarnos con nuestra joven dragona y saber en todo momento su situación y cuándo entrar —comentó Felicia guiñándole un ojo de forma cómplice a Roxanne tras escuchar la respuesta de Sieglinde, mostrando a continuación un pequeño dispositivo de oído que enseñó en su palma al resto.

- Perfecto. Son todas muy buenas ideas. Pues adelante, Felicia, cuando estés preparada... -concluyó el predicador señalando hacia el portal.

Ruinas de Ani, Turquía
06.03 h

Cruzó el portal con la única compañía del objeto de ocultación que Edward le había prestado,  el escudo de Roxanne y sus cachivaches. Felicia tenía una misión. Adentrarse entre quellas ruinas y escombros para lograr la mayor información posible acerca del enemigo. Disponía de muy poco tiempo para conseguir la mayor información posible que les fuese de ayuda a sus ahora aliados.

Se le estaba brindando a Felicia la oportunidad de demostrar que podía formar parte de un equipo. Sonrió tras dejar el portal tras de sí. Frente a ella se encontraban las ruinas de lo que antaño fue conocida como “la ciudad de las 1001 iglesias”. Era fácil ver por qué había adoptado ese nombre tras observar la gran cantidad de edificaciones —ahora en ruinas— religiosas distribuidas por todo el lugar. A Hardy tan sólo le bastó un simple vistazo para entender por qué alguien como Sabbac había escogido aquella ciudad; protegida al este por el río y por el valle de Bostanlar al oeste, la ciudad ocupaba una situación estratégica que planteaba muy pocos puntos flacos.

A medida que fue avanzando con cautela, la Gata pudo observar como se habían construido varios reductos para defender de forma estratégica la ciudad. Se enfrentaban a alguien muy inteligente y con grandes conocimientos bélicos. Podría haber vuelto y comunicar la situación. Decirles al resto que se trataba de un terreno impracticable. Que no podían hacer nada. Pero necesitaba saber más. Adentrarse en aquella fortaleza en ruinas y conocer todos los detalles. Quería saber dónde podría encontrarse alguien como Sabbac. No estaba dispuesta a rendirse, al fin y al cabo ya se sabe lo que pasa con la curiosidad y los gatos.

De pronto divisó un carromato que parecía transportar prisioneros al interior de la ciudad. Decidió seguirlo guardando una distancia prundecial para ver por dónde entraría. Observó que tras revisar el camión, unos guardias de seguridad dejaron entrar al carromato desde una entrada situada al sur-oeste de la ciudad.

«¿Por qué no usar la entrada Norte?», pensó.

Necesitaba encontrar un punto alto dentro de la ciudad desde el que poder observar mejor su distribución interior, ya que por el momento solo conocía la situación de las fronteras de la misma. ¿A dónde llevarían a esos prisioneros y esclavos?

«¿Dónde te escondes...?», comentó mentalmente mientras escudriñaba la zona.

Su pregunta fue respondida de forma casi automática al observar que en el sur-este de la ciudad yacía una de las pocas estructuras que todavía se mantenían en pie. Se trataba de una gran catedral que sobresalía entre las ruinas y que a diferencia del resto de estructuras semi-derruidas no permitía ver su interior. Si ella fuese un megalómano con ansias de poder probablemente ese sería el sitio perfecto desde el que controlarlo todo. Decidió arriesgarse adentrándose en la ciudad para subirse en lo alto de la cúpula de una iglesia ahora en ruinas que le permitiría corroborar su teoría con más detalles.

— Veamos si este amuleto funciona... —dijo observando y agarrándo con firmeza la cruz que Edward le había prestado para la misión, mientras avanzaba sigilosa entre las ruinas de la ciudad.

Escuchó tras de sí unos pasos que avanzaban rápido hasta su posición. Volvió la vista atrás sin dejar de avanzar para ver de quíen se trataba.

«¡Mierda! Esbirros de Sabbac...», pensó «...si este amuleto no funciona, tendré que despistarlos».

Felicia usó su gancho-pistola para dar un quiebro hacia la iquierda sin dejar de mirar a sus espaldas para ver si lograba perderlos de vista. Su estratagema surtió efecto al parecer, pues los esbirros siguieron adelante en su camino. Pero cuando Felicia volvió la vista al frente, tuvo que frenar en seco al ver que iba a darse de bruces contra un esbirro aún mayor. El sujeto en cuestión parecia medir 3 metros. Era un ser robusto de piel rojiza y con la cabeza completamente cubierta por un cono de metal. Felicia no pudo hacer más que ponerse en posición defensiva, para enfrentarse a lo que parecía inevitable. Pero por suerte para ella, el ser, pese a tenerla justo en frente, pareció no detectarla.

«Menos mal, porque esa cuchilla oxidada tenía pinta de estar muy afilada...», dijo para sí «Quizá la cruz de Edward no sea tan inútil como pensaba, al fin y al cabo...»

El azar que en ocasiones es caprichoso había querido que diese justo en frente de la catedral principal. Así que aprovechando la ocasión, Felicia decidió trepar hasta el tejado y observar desde aquel punto tan alto la situación de la ciudad.

Un total de hasta 23 reductos rodeaban la ciudad. Los carros con esclavos se distribuían estratégicamente entre 7 campamentos construidos en la zona interior de la ciudad. Muy cerca de su posición, lo que le hizo confirmar aún más sus sospechas de que se encontraba justo encima del líder de toda aquella operación. Para su sorpresa, el único punto más desatendido —por decirlo de algún modo— era la zona norte; la cual había quedado obstaculizada completamente por la ruinas.

Decidió asegurarse de que se encontraba justo encima del tal Sabbac, antes de volver junto a sus compañeros para contarles toda la información que había obtenido. Por lo que ajustó el volumen de sus audífonos para tratar de lograr escuchar algo acercándo su oído a aquel tejado cubierto de ruinas y césped.

— טאַקע גרויס גענעם, עפענען דיין טירן פֿאַר מיר...

Un lenguaje ininteligible para Felicia parecía proceder del interior de la catedral. De pronto, esa misma voz pronunció unas palabras que Hardy sí pudo entender perfectamente:

— Ya es hora...

Se les agotaba el tiempo, por lo que decidió descender haciendo rapel de forma sigilosa por una de las paredes de la prte posterior de la catedral y rápidamente se movió entre las barricadas con la ayuda del plano mental que acababa de construirse gracias a su análisis aéreo. Tras dejar atrás la ciudad, regresó junto al portal y, tras cruzarlo, les reveló toda la información obtenida a sus compañeros.

Nota: éste post ha sido roleado en conjunto por todos los participantes del evento.


La inquietud bailaba en los ojos de Harley Quinn, a la espera de que Felicia apareciera por el portal trayendo nueva información sobre sus enemigos. Un escalofrío le acarició la espalda cuando sus compañeros empezaron a impacientarse y preguntarse qué estaría pasando. Alguno de ellos incluso tuvo el instinto de ir en su búsqueda, pero Sieglinde pidió confianza en la gata. La mujer tardaba demasiado, pero no tenían porqué preocuparse. Dicen que los gatos tienen siete vidas. Quizá era una cuestión de confianza o simplemente una cuestión estratégica de no desperdiciar más vidas. Pero el caso es que pronto vieron cruzar de nuevo a Felicia a través del portal. El tiempo al otro lado había sucedido de manera distinta a la acontecida para la peliblanca.

— Vale... Agudizad los oídos —ordenó en un tono distendido mientras volvía a restablecer el volumen de sus audífonos para después volvérselos a colocar en el oído. Los presentes se acercaron a ella formando un círculo y escucharon con atención lo que había averiguado sobre el enemigo—. La situación es la siguiente...—se detuvo un instante antes de proseguir con la explicación de la situación, pues reparó en que podría serle de ayuda tener un papel sobre el que dibujar un mapa— ¡Un momento! ¿Nadie tiene un papel y boli o lápiz? —añadió en un fingido tono de indignación colocando sus brazos en jarras a expensas de que alguien pudiera facilitarle material sobre el que poder plasmar mejor la información que había recogido.

Jesse se puso en pie del asiento en el que había estado sentado esperando y fue hasta la mesa donde estaba el tipo de la capucha.

- Con permiso, amigo -dijo apartándole para rebuscar entre los cajones hasta que encontró un bloc de notas antiguo con el membrete del casino. Después se palpó los bolsillos de la chaqueta negra hasta que encontró de puro milagro un boli de la última congregación donde había estado. Presionando el botón que hacía salir la punta se lo ofreció todo a Felicia-. Aquí tienes, guapa. Dale.

— ¡Perfecto! Muchas gracias, padre —respondió tomando el boli y el bloc, guiñándole un ojo a Jesse. Rápidamente Felicia se puso a plasmar el plano mental sobre el papel. Se trataba de un croquis simple que determinaba las entradas y salidas de la ciudad, su situación respecto al territorio y la situación y emplazamiento de los reductos y restos de edificaciones que se mantenían en pie—. La ciudad en ruinas cuenta con un amplio repertorio de reductos situados estratégicamente por todo el perímetro, lo que nos dificultará una entrada espectacular... ¿Qué mierda, eh? -comentó, alzando la mirada un instante para contemplar los rostros de los allí presentes. Todos parecían muy atentos a sus palabras— Pero no os preocupéis... No todo es tan negro —hizo una breve pausa— Existe una entrada que apenas está vigilada, aunque claro no tienen motivos aparentes para hacerlo, ya que está algo bloqueada por escombros de piedra —Felicia levantó el boli del papel y lo posó sobre sus labios, pensativa— Está claro que nos enfrentamos a alguien con amplios conocimientos bélicos. Su localización, como era de esperar, se encuentra en la zona más protegida dentro del perímetro de la ciudad. Concretamente aquí —indicó marcando una cruz en el mapa que había dibujado— Aquí se encuentra la única edificación que se mantiene en pie entre todas esas ruinas. Se trata de una catedral... ¿qué irónico, no? —alzó la vista dedicándo una mirada significativa a Jesse— En cuanto a los esclavos, se encuentran repartidos en siete campamentos distribuidos por la ciudad. Entran y salen en camiones que son revisados por los guardias de seguridad tanto a la entrada como a la salida.

Felicia devolvió el bolígrafo a Jesse y se dirigió al resto:

— Y bien, ¿qué proponéis hacer?

Harleen tenía la mirada fija en el plano y sus pensamientos se perdieron en los trazos de Felicia. ¿No era una locura que cuatro matados asaltaran una fortaleza de aquella magnitud? La novia del Joker se hubiera tirado de cabeza a la acción sin pensárselo dos veces, pero la medicación la había vuelto más precavida y sensata, de modo que Jesse fue el primero en responder:

- Entonces presuponemos que el tal Sabbac se encuentra en la catedral, ¿no? -meditó un segundo, pensativo, mirando las caras de los allí reunidos- ¿Has podido calcular cuántos demonios eran más o menos de manera aproximada? ¿Viste si había algún lugar que pudiéramos hacer explotar? Como un depósito de armamento, materiales inflamables... Cualquier cosa que pudiera servir de distracción.

- Quizá... el lugar en el que dejaban los camiones podría ser el lugar perfecto para los fuegos artificiales. Me referiría a él como garaje, pero no cuenta con mucho resguardo alrededor... Cada barricada cuenta con un numero de soldados armados y preparados... Cuando salí de allí parecía que iban a cambiar sus posiciones... Quizá para situarse todos más cerca de la catedral... Aunque ésto es solo una suposición en base a las última palabras que pude llegar a entender de su jefe: "Ya es hora", dijo. Quizá podríamos aprovechar el sonido de la explosión para abrirnos paso entre las ruinas de la entrada norte con tu ayuda, querida dragona —comentó sonriéndole a Roxanne.

Roxanne se quedó unos segundos pensativa, tratando de averiguar cómo podría ayudar en la situación; si erraba, alguien podría salir herido, si erraba aún más, todos saldrían de ahí en cajas de pino. Al escuchar lo de "ya es hora" no pudo sino estremecerse. Finalmente, asintió con la cabeza.

- Ayudaré en todo lo posible. Si los escombros son muy pesados, yo puedo levantarlos y abriros el paso, pero puede que no tengamos mucho tiempo para prepararnos, tendremos que actuar con prestreza. Creo que dejaré la estrategia a los que saben más que yo de éstas cosas.

- Sí, yo también opino que no debemos perder tiempo -abundó Jesse.

Edward se llevó la mano al bolsillo y sacó un cigarro mientras escuchaba lo que todos decían. Desde luego era una situación peliaguda; iba a ser complicado meterse allí. Levantó la mano y dijo:

- Si me permitís... -dió una calada-, yo creo que lo más inteligente es distraer al grueso de su ejército, y resulta que yo soy a los demonios lo que un puto bistec a un perro famélico: me sienten y yo a ellos... Puedo montar un buen espectáculo y distraerlos.

- Lo que sea hagámoslo ya -el Predicador miró a Solaris-. ¿Qué opina usted?

La aludida contempló los planos que Felicia había dibujado con cuidado. Había varios problemas en cuanto a cómo afrontar esa situación. Entrar por el norte era la opción más sensata para ir sin previo aviso, pero hacía que una vez dentro estuvieran rodeados por completo por el enemigo. Una vez en las ruinas centrales, solo tendrían que llamar a los refuerzos de los asentamientos y rodearlos.

- Los camiones... -murmuró para sí misma mientras entornaba los ojos, estudiándolo todo-. ¿Por qué tienen los camiones? ¿Has podido llegar a ver el cargamento? - preguntó con interés a la ladrona que había llevado a cabo la valoración previa. Había realizado un trabajo increíble, y había puesto toda su memoria a trabajar para darles una situación de lo más detallada- Si entramos y somos detectados nos encontraremos rodeados por todos los refuerzos de los asentamientos. Tendríamos que procurar crear distracciones en algunos de ellos, al tiempo que el resto se cuelan en las ruinas. La confusión servirá para dificultar su organizacion y su respuesta. Podríamos utilizar los camiones para derribarlos y generar el caos -escuchó a Edward, sabiendo que también disponían de ese factor-. Si estás dispuesto a servir de cebo o distracción, eso os dará al resto la oportunidad de acceder a las ruinas. Felicia, ¿has podido descubrir algo sobre en qué consiste el ritual o dónde van a llevarlo a cabo?

Felicia miró a Sieglinde tratando de averiguar en sus ojos cual era su línea de pensamiento. Sin duda alguna se trataba de una digna rival para la mente de Sabbac.

— Más allá de lo que he comentado, no recuerdo haber visto nada más relevante aparte de los esclavos y sus respectivos captores —hizo una breve pausa— Lo que sí recuerdo es que cerca de la catedral se encuentran unas criaturas que, a juzgar por su aspecto, diría que se trata de una especie de verdugos demoníacos... Su tamaño era considerable y las armas de las que disponían éstos, a diferencia del resto de soldados atrincherados, eran unas grandes cuchillas oxidadas.

- Yo puedo mantenerlos a raya un tiempo, aunque algo de fuerza bruta no me vendría mal, ni siquiera sé aún qué puede hacer esta cosa -dijo Edward levantando el arma para mostrársela al resto.

En respuesta, Sasha avanzó un par de pasos con la mano en alto. Fuego e hielo en una prisión demoníaca parecía buena opción. Tenía a su favor que era rápida y eficaz a medio y corto alcance. Además ese plan le permitía estar lejos del predicador. Recolocó su posición junto a Edward.

- No soy un hombre de fe, pero hasta yo me sentiría mal dejando a un hombre sólo hacer todo el trabajo sucio delante de un sacerdote, así que, chaval, cuenta conmigo para cubrirte las espaldas, quizás así el cura pueda colarme ahí arriba cuando sea el momento -se dirigió al lado de Edward y le dio un golpe amistoso en el hombro-. Aparte, cabrear a la gente es mi especialidad -añadió con orgullo. Jesse dejó escapar una suave risa.

- Si esperas que yo te cuele en algún sitio que no sea la cola del autobús vamos apañados, chico. Dios y yo no nos llevamos precisamente bien. Tenemos una relación un tanto... particular. Ya sabes, de esas donde uno busca al otro para matarle y el otro le arranca el ojo -se encogió de hombros con sorna y se puso el bate en el hombro-. Entonces, ¿cuáles son los grupos y el orden de actuación? Primero el exorcista, Jason y Thermal crean una distracción derribando los camiones y generando el caos mientras Edward, si lo he entendido bien, actúa de farolillo andante para atraer a esos cabrones y el resto, con la ayuda de Roxanne, nos abrimos camino por el norte y vamos directamente a la catedral y le partimos el cráneo al tal Sabbac. ¿He entendido bien?

La mirada de Sieglinde se volvió incisiva, casi penetrante. Contemplaba los mapas, pero su mente estaba mucho mas allá de ellos imaginando a la gente llena de miedo que, tanto si lo querían como si no, acabarían por salir damnificados de ese asalto. Era imposible que sin más datos pudieran tener en cuenta su rescate, con el número tan limitado de personas que eran. Esa era otra de las amargas situaciones que confrontaba más a menudo de lo que le gustaría. Lo peor era saber que de manera objetiva, no había nada que pudieran hacer si no trataban de evitar el mal mayor. En ese caso, el ritual del que el hombre misterioso les había hablado.

- Creo que con la información que nos ha otorgado Felicia -le dirigió por un momento una mirada cargada de respeto-, gracias por ofrecerte voluntaria. Has hecho un trabajo excelente -aseveró, para después continuar con la idea-. Lo más adecuado será dividirnos para cubrir lo más posible en el menor tiempo, pero para ello deberemos estar en sincronía. Si dispusiéramos de algún equipo de comunicación facilitaría mucho el trabajo. Esto es lo que se me ha ocurrido. Nos dividiremos en tres grupos: Señuelo, Incendiario y Sorpresa. Así todos tendremos clara nuestra función principal. La secundaria será tratar de reencontrarnos con los demás, una vez hecha la primera. En el equipo de Señuelo, estarán Jesse, Edward y Gaghiel. Vuestro objetivo será crear el suficiente caos como para atraer la atención hacia estos asentamientos -señaló la parte este-. Lo ideal sería robar algún tipo de vehículo, arrollar aquello que veáis frágil en el camino y hacer revuelo. Hay que tener en cuenta la posibilidad de que os ataquen, o traten de interceptaros con otros vehículos. Según he oído, Ghaghiel es capaz de hacer magia. Ella será vuestra cobertura. En el equipo incendiario iremos Thermal y yo. Nos dirigiremos hacia el oeste, y utilizando su magia elemental incendiaremos todos los campamentos posibles -dirigí una mirada fugaz a la capucha negra, esperando algún tipo de aprobación. Un asentimiento debería bastar-. Respecto al resto: Felicia, Harley, Roxanne y Jason; vuestra labor será hacer incursión hacia el templo a través de las ruinas del norte. Debéis ser los primeros en entrar a vuestra ubicación, y obrar con cautela hasta que escuchéis revuelo en la distancia. Procurad pasar desapercibidos hasta que os facilitemos la distracción. Eso podría reducir el número de enemigos de manera considerable. Intentad reducir en lo posible el número de enemigos y localizar a Sabbac. Roxanne, si es posible, mantente en forma humana todo lo que puedas sin poner en riesgo a nadie. En caso de peligro, sigue tu instinto -confió en la dragona. Parecía diferente de como era la última vez que se habían visto. Había madurado, aunque lamentaba que hubiera tenido que pasar por tantos hechos traumáticos para hacerlo-. Una vez hayamos desarticulado todos los campamentos posibles, nuestro objetivo será éste del sur -señaló el mapa que había dibujado Felicia-. El equipo Señuelo y el Incendiario deben encontrarse allí. Nuestro siguiente movimiento será una pinza hacia el centro, de manera que hagamos un efecto envolvente sobre quienes permanezcan en el interior del templo. Nuestro objetivo será encerrar a Sabbac entre el equipo sorpresa y nosotros mismos. Si cualquier equipo lo localiza, informad al resto - Sieglinde levantó la vista y trató de valorar las reacciones a su planteamiento. Desarticulando parte del este y del oeste, no tendrían capacidad para la ofensiva, si el centro estaba siendo atacado también. El no poder priorizar ningún frente produciría una confusión que sería beneficiosa para ellos, tanto por limitaciones armamentísticas como por número-. Quiero daros unas indicaciones que pueden salvarnos la vida. La discreción va a ser clave, delatar todas nuestras posiciones a destiempo puede acabar con todos nosotros como prisioneros, así que no mordáis más de lo que podáis tragar. Si para llegar a un sitio os demoráis un poco más, pero con ello podéis evadir una confrontación desigual, hacedlo. No os precipitéis. No invirtáis mas tiempo o energía del necesario para sobrevivir hasta llegar a Sabacc. No servirá de nada perder fuerzas con su ejército si luego no nos quedan energías para luchar contra él. No despreciéis al enemigo. Incluso si sus tácticas os parecen tontas. Si encontráis una manera de mermar su fuerza con poco esfuerzo, hacedlo en la medida de lo posible. Cosas sencillas como bloquear puertas o destrozar una escalera pueden servir. Mantened el contacto sólo cuando sea necesario. Procurad mantener al equipo junto y evitad dispersaros. No sigáis a los huidos. No nos interesa perder tiempo y esfuerzo frenando a quienes se escapan -pausó un momento, contemplando de nuevo todos sus rostros. Esa podía ser la última vez que viera algunos de ellos. O tal vez la última que sería capaz de ver nada-. Sobrevivid - indicó, agarrando con fuerza el rosario que tenía en la mano y contemplándolo, antes de levantar la vista-. Si a todos os parece bien seguir este plan, los que tenéis equipo de audio, ahora es buen momento de sacarlo y sincronizarlo.

- Robar coches y arrollar cosas con ellos es algo así como mi especialidad -dijo Jesse sonriendo-. Cuenta conmigo.

Sasha asintió volviendo a la compañia de la alemana. Eso era... o «parecía» fácil. Si el plan salía bien no había motivos para sufrir bajas o heridos... Pero siempre había contratiempos.

- Sólo tengo una última pregunta: entramos todos por el norte y ya después nos dividimos, ¿no?

Sieglinde dedicó unos momentos a resolver las dudas y cuestiones más nimias. Le sorprendió que el cura expresara con tanta sencillez que hacía cosas como robar coches y montar altercados. No era el tipo de imagen que uno asociara a la idea de un pastor.

- No, nosotros atacaremos los campamentos desde el exterior, aunque les escoltaremos un tramo antes de dispersarnos. Reducir nuestro número antes de entrar nos ayudará a mantener el perfil bajo -indicó al cura. Le generaba mucha curiosidad, pero la mantuvo a ralla, consciente de que no era ni el momento ni el lugar.

— ¿Hay algún tipo de atalaya o torre más alta en la que se vea toda la fortificación? — le preguntó a Felicia Harley Quinn—. Si os parece bien, yo podría escalar hasta allí si alguien me cubre. Tengo un rifle de francotirador y podría protegeros las espaldas. Tendría una buena panorámica del lugar y podría manteneros informados a todos por el comunicador. Una vez lo tengamos todo controlado puedo encontrarme con vosotros en el centro... — explicó, señalando el lugar donde se encontraba Sabbac. La doctora miró a Sieglinde esperando su aprobación. La mujer parecía entender mucho más de estrategia militar que cualquier otro de los presentes.

- Puede ser una buena idea siempre y cuando tengas una vía de escape. No me gusta la idea de que os disperséis, pero si encuentras un punto desde el que puedas vigilar la actividad general, y que puedas mantener vigiladas la entrada y una vía de escape, puedes ser la más indicada para cubrir al grupo del centro y ser nuestros ojos donde el resto no llegamos. Es un templo antiguo. Seguro que habrá alguna torre, campanario o similar que pueda hacer su función. Si vieras tu posición peligrar, vuelve con el grupo de inmediato -indicó a Harley. Había que valorar la ganancia contra el peligro... Según decían, las "armas" les habían elegido por algo. Por algo habrían elegido para ella el rifle-. Si no quedan más dudas, preparémonos -indicó dirigiendo su mirada azul hacia el portal.

La guerra había comenzado.




Jesse lideró a su grupo hasta los restos de la Iglesia de San Gregorio, una de las edificaciones mejor conservadas que se encontraba justamente a la entrada del valle, por donde entraban y salían los camiones. Era allí donde se encontraban estacionados la mayoría de los que no se encontraban en funcionamiento. El pequeño grupo del sacerdote se coló siguiendo la orilla del río, que se encontraba varios metros por debajo y por tanto era fácil encontrar donde esconderse. Justamente a la sombra de la Iglesia la escarpada pendiente se suavizaba, permitiéndoles ascender hasta ocultarse tras la pared de ladrillos. Era una pena que Gaghiel sólo controlase tierra y aire... Les habría venido muy bien ahora mismo si hubiera podido desviar el cauce del río para inundar el lado este de la ciudad. Les hizo señas a ambos para que vigilaran que no se acercaba ninguno de los guardias y se deslizó arrastrándose hacia el camión más cercano. La puerta estaba abierta, lo cual facilitaba mucho las cosas. Para la misión se había quitado la chaqueta de predicador, quedándose en mangas de camisa, que había arremangado a la altura de los antebrazos para tener mayor libertad de movimientos. Tras abrir la puerta del vehículo lo justo para poder colarse dentro, se quedó tumbado en el suelo y comenzó a trabajar en los cables para hacer un puente como había hecho tantas veces antes. Había cosas que no se olvidaban, y pronto pudieron oír el rugido del motor del vehículo.

- ¡Rápido, subid! -les ordenó a sus compañeros en el momento en el que los soldados comenzaban a volver las cabezas en su dirección. Con una amplia sonrisa de oreja a oreja, Jesse pisó a fondo el acelerador y corrió directamente hacia los demonios que guardaban la entrada este de la ciudad, pasándoles por encima-. ¡Yeehaw! -exclamó, eufórico, mientras conducía el camión hacia los campamentos más cercanos para arrollarlos-. ¡Sujetáos fuerte, amigos! ¡Esto va a ser todo un rodeo!

Todos habíamos determinado el plan de acción en conjunto. Teníamos claras nuestras posiciones, cometidos y vías de escape en caso de que la situación se complicara. En parte consideraba que había tomado quizá un rol al que, si bien estaba acostumbrada, en esa circunstancia no me correspondía. Todo habría sido diferente de haber sabido que la aparición de esa misteriosa carta estaba ligada en realidad con formar parte de una misión. Si me hubiera presentado como Solaris, habría sido mucho más sencillo. La realidad era que a causa de que no podía mantener mi coartada, de cara al resto de los integrantes de aquel improvisado escuadrón, yo no era más que una civil con algo de formación y cierta capacidad de estrategia. Puede que demasiada. No había podido reprimir esa parte de mi que al ver cierta falta de organización se había visto impelida a tratar de sacar de cada uno su máximo potencial de la manera más eficiente posible. Sólo esperaba que nadie llegara a sospechar de ello o me vería obligada a dar explicaciones. Confiaba en que, con la concentración y la euforia del momento, mi participación activa se diluyera en sus conciencias como un simple paso mas a dar en un enfrentamiento del que deseaba con todas mis fuerzas salir victoriosa. No podía ser de otro modo. En mi conciencia estaba el gran peso que suponía haberme marchado y haber decidido participar en ello a pesar de que podría costarnos la vida.

La gran pregunta era ¿Qué no lo hacía, cuando enfrentabas el fin del mundo?

Cuando atravesamos el portal, los tres grupos se dividieron. Miré a Sasha con silenciosa determinación. Asentí con la cabeza y nos dirigimos a nuestra posición. Habría querido preguntarle unas cuantas cosas. Sentía mucha curiosidad por Jesse, y por otras cuestiones. Nunca me había sentido cómoda preguntando por los asuntos personales de nadie. Era un aspecto de mi vida que trataba de cambiar poco a poco. Me había limitado tanto a ser "La Directora" que había descuidado todo lo demás por completo. Me tenían por alguien frío, solemne, inaccesible. Nunca me había supuesto un problema, hasta que me había dado cuenta de la gran distancia que suponía eso para quienes trabajaban para mi. Algunos podían pasarlo por alto. A otros estaba comenzando a pesarles. No quería arriesgarme a perder a nadie de mi equipo por eso.

Reflexioné en nuestro camino hacia el primer punto. Cuando encontrábamos presencias hostiles las evadíamos, o tratábamos de encontrar cobertura. Tarea que no resultó en absoluto sencilla. A pesar de tratarse de ruinas, el terreno era bastante plano, lo que hacía sencillo ver, pero nos exponía demasiado. Conseguimos acercarnos a un pequeño asentamiento que parecía desierto, posiblemente porque tan sólo era un lugar de paso. Había un par de camiones que, con toda probabilidad, habían servido para llevar hasta allí a los prisioneros de los que Gata Negra había hablado. Había un par de tienduchas levantadas con lo mínimo, pero no había nadie en el interior. Quizá habían evacuado. No disponíamos de mucho tiempo. Tras espolear los camiones encontramos que uno de ellos estaba averiado, pero el otro tenía las llaves en el interior del espejo del conductor. Apenas quedaba gasolina. Tal vez por eso habrían considerado que no era una amenaza. A nosotras nos bastaba con llegar al siguiente campamento que se veía a lo lejos, pasar en el interior del coche con una de mis ilusiones y valorar la oportunidad.

El siguiente asentamiento que encontramos nos hizo imposible parar. Había varios demonios defendiendo el punto, y en él se podía escuchar los llantos de los prisioneros. Debíamos arriesgarnos y continuar avanzando, aunque cabía la posibilidad de que nos quedáramos tiradas a medio camino y tuviéramos que renunciar a nuestra cobertura. Salvar a los prisioneros no era una opción. Los enemigos nos superaban por mucho en número y habría sido arriesgar toda la operación. No teníamos mejores alternativas, de modo que continuamos en un silencio sepulcral que sólo empeoraba por el nudo en nuestras gargantas. Sabía que Sasha aún se estaba haciendo a nuestro modo de trabajar. No podía decir que fuera parecido al que estaba acostumbrada, ni en lo más remoto. Había tenido que aprenderlo con una lección de lo más frustrante, pero que le había abierto los ojos a una perspectiva que muchos americanos no podían creer. Que el trato de los mutantes en américa llegase a ser casi privilegiado dejaba entender lo mucho que al mundo le faltaba por evolucionar.

Contemplamos de camino al siguiente puesto varias ruedas de camiones. Intercambiamos impresiones. Nuestra mayor preocupación fue que el siguiente escenario fuese aún peor que el anterior. Si seguíamos encontrando enemigos numerosos no podríamos cumplir nuestro objeto, pero para nuestra sorpresa, el siguiente estaba vacío. No solo eso. Muchos camiones habían sido aparcados allí. Parecía una localización de abastecimiento. Tenía media docena de guardias, pero estaba convencida de que merecería la pena intentarlo. Si en los vehículos quedaba gasolina, Sasha no tendría problema alguno para prenderlos, y generar un incendio que hiciera los veces de problema y distracción. Era una circunstancia perfecta.

- Prepárate. Vamos a intentar arrollar a esos dos. Cuando el resto aparezcan, deberemos inutilizarlos rápido. Localizaremos algún vehículo disponible con más gasolina y luego, el resto dependerá de ti. - había confianza en mis palabras, y Sasha ya sabría lo mucho que eso significaba.

Jamás le daba a nadie el beneficio de la duda si no había hecho lo que era necesario para merecerla.

Siendo honesta consigo misma, intentando aislarse en la situación y concentrarse en la misión, la mutante no podía evitar sentir preocupación por tener que separarse de él. Sabía que su amigo era totalmente competente y capaz, de hecho seguramente lo fuese más que ella… Pero no le hacía gracia saber que estaba en peligro, que ella estaba cerca y aun así no poder ayudarle si algo salía mal. Lo único que podía mantenerla optimista era la presencia de Sieglinde a su lado. Habían compartido ya bastantes situaciones difíciles y esa mirada azul de control hacía confiar en que todo saldría bien. Era como si pudiese ver los mejores caminos a tomar para resolver los conflictos más difíciles.

Según terminamos de cruzar, esa mirada la abrazó inundándose en calma. Sieglinde no había dicho nada y ya tenía razón. Debía concentrarse.
Analizando la situación comprendía a la alemana. Para ella la identidad era algo que tenía mucho peso y el resto de compañeros la había percibido como una civil con mala suerte pero buena cabeza. No tendrían muchas oportunidades de ver sus poderes en acción, así que tocaba cubrirla en todo lo posible. Asintió con la cabeza y se pusieron en marcha.

El camino fue sigiloso. No se arriesgaron a hacer ruido salvo para indicaciones concretas, concisas e indispensables. Los nervios tenían a la americana en tensión, pero intentó aprovecharlo para mantenerse alerta. Pensar en él no iba a salvarle la vida…

Miraba a la rubia de vez en cuando, reconectando con la tierra y con la misión. No llevaba mucho tiempo con ella y aun así siempre se preguntaba.. ¿Qué estaría pensando realmente?

En cuanto esa duda se hizo presente, llegaron al campamento. Cubiertas entre los camiones se deslizaban con sumo sigilo intentando apropiarse de uno de los vehículos. Quién diría que esa sería la parte fácil.

Sieglinde se encargó de encubrir su imagen y facilitarles el disfraz perfecto para poder deslizarse por el ambiente sin ser señaladas. Sasha se sentó a su lado y simplemente guardó silencio. Y pasaron junto a los demonios… y guardó silencio. Escuchó los gritos… y guardó silencio. Vió el rostro de la última víctima que sabía que no podía rescatar… y guardó silencio.

El corazón estaba a punto de salirse del pecho y los ojos se le enturbiaron tanto que dejó de ver. -...- Quería abrir la boca, discutir con la alemana que debían darse la vuelta y sacarles de allí. Ya se las apañarían, les encontrarían más camiones, quizá con una ilusión grande… Pero en el fondo, sabía que era un suicidio, que ese intento no tenía sentido y que detenerse a salvarles sería sumar dos cadáveres al conteo de las noticias.
Desvió la mirada ante la frialdad de Solaris… y guardó silencio.
Algo, en el alma de Sasha, se quedó en ese camino. Seguramente si no hubiese sido Sieglinde quien cogía el volante a su lado se hubiese derrumbado por completo.

La misión continuaba y el tiempo no se detenía a pesar del ahogamiento en las gargantas de las mutantes. Obviamente la primera en hablar fue ella, a lo que Sasha contestó . -Explotaré los demás.... Es un poco arriesgado- Uno de los demonios bajó del coche, cerrando con fuerza mientras discutía a gritos con el conductor de otra camioneta. Sieglinde y Sasha consiguieron ganar posición acercándose a ese coche sin pensarlo demasiado. No había bajado con las llaves. Efectivamente, era la gran oportunidad que esperaban.

Sasha miró a su alrededor. Siete camiones colocados en batería de cualquier manera, separados como mucho por dos metros entre sí… No podía ser más fácil y a la vez más complicado. Sólo había una opción y para su suerte, el coche abierto era el primero de la fila. -Tengo una idea, es una puta locura pero es efectiva. Tu coge el coche, conduce dando un rodeo, aléjate de aquí, das la vuelta por alli y en cuanto todo estalle pasa cerca del último coche a recogerme. Solo es dar una vuelta y recogerme al final, puedo incluso saltar en la batea, no hace falta que frenes. Es lo único que tenemos… tienes que confiar en mi.- El demonio seguía distraído con su compañero, balbuceando en no sé qué idioma, pero parecían empezar a distanciarse. -Hay que hacerlo ya- con un gesto rápido de cabeza se despidió y agazapada robó de la parte trasera una garrafa que tras confirmarlo por el olor, era gasolina.

Cargando con ella, deslizándose con pasos cortos llegó al segundo camión, y al tercero, cuarto y quinto mientras corría por la parte de atrás con el tapón abierto mientras vertía el combustible por todas las unidades. Pero el olor del líquido y el sonido del camión que acababa de arrancar la alemana advirtió a los demonios. Uno de ellos avisó a los demás y los doce demonios corrieron hacia la mutante. -Mierda…- Pero Sieglinde ya estaba manos a la obra y no podía echarse atrás. ¿Qué podía hacer…?

Era mala idea, pero corrió más rápido hasta conseguir mojar el sexto coche.

“Queda uno, queda uno, queda uno, queda uno, vamos…”

Y entonces tuvo una idea… Malgastar los últimos segundos de su vida en atar el bidón a uno de los látigos de cadenas que colgaban de sus hombros. Con un extremo en su mano y la garrafa de gasolina en la otra esperó paciente a que llegasen. Y así lo hicieron. Se iban agrupando a su alrededor, interponiéndose entre ella y el último de los coches. -... Pues vale- Justo cuando los demonios se abalanzaron sobre ella, movió el brazo con fuerza para hacer que la gasolina se elevase por encima de sus cabezas mientras la cadena se prendía fuego acercándose más y más al bidón. En el preciso instante en el que la garrafa tocó el suelo, explotó en mil pedazos, haciendo volar por los aires los trece cuerpos que allí estaban, disgregándolos por el terreno. El estallido, la peste a combustible quemado y el fuego crecieron en un instante hasta invadir cada uno de los coches, que también tuvieron su explosión posterior cuando las llamas alcanzaban el depósito.

Sasha volvió a abrir los ojos con un fuerte pitido en los oídos que no le permitía ni escuchar sus pensamientos. El aire era denso y costaba respirar, pero consiguió ponerse en pie, tambaleándose y sonriendo de satisfacción y alivio por seguir con vida.

Tosiendo y tambaleándose recolocó la cadena en su hombro, y justo llegó Solaris a su posición. -Puntualidad alemana…- dijo gritando sin darse cuenta justo antes de subir y toser de manera impulsiva hasta que se alejaron de la escena.


El resto del camino fue fácil. Evaluación de daños, de riesgos, de vidas… Por suerte ambas se encontraban bien, dentro de lo que la situación permitía. Sasha tenía contusiones leves y sordera pasajera, dolores a los que ya estaba acostumbrada, pero que tampoco dejaban de joder cuando se sentían.

Estaban a punto de llegar al objetivo, dispuestas a comprobar si todo el equipo seguía con vida. La preocupación de Sasha se centró en una persona en concreto…

-En cuanto lleguemos… Vamos a toda prisa al siguiente punto… No quiero pasar más tiempo metida entre tanto demonio- Sabía que era racista, lo sabía perfectamente… Pero aún había mucho que conocer y superar para asimilar que los demonios no eran malvados por el simple hecho de haber nacido.

No pudo evitar esbozar una sonrisa sarcástica al escuchar el consejo de la hechicera.

- Señora, si el sacramento de la penitencia surte algún efecto impartido por mí volveré a ser creyente de nuevo, pero no tengo ningún problema en impartir la absolución a quien lo necesite... especialmente a esos demonios -añadió haciendo un par de pases con el bate, en cuyo lateral resplandecía en grandes letras plateadas la palabra "Absolution".

Cuando Edward le arrojó el puño americano lo atrapó al vuelo con una sonrisa gamberra.

- Hace falta algo más que unos cuantos demonios para acabar conmigo, así que tranquilo; soy un hueso duro de roer. ¡Pero gracias!

El joven que le había brindado la ayuda extra se sentó a su lado en el asiento del copiloto y, mientras iniciaban su andadura hacia los campamentos de los demonios inició una conversación cuanto menos curiosa, dadas las circunstancias. Jesse no pudo menos que alzar una ceja, soltando una carcajada cuando el camión comenzó a pasar por encima de los demonios, arrollándolos entre una lluvia de sangre y vísceras que salpicó la luna delantera del vehículo.

- ¿Que si creo en Dios? -exclamó, activando los limpiaparabrisas para despejar la sangre del cristal-. ¡Le he visto, colega! ¡He hablado con él! ¡Me arrancó éste ojo de un mordisco cuando me negué a doblegarme ante él! Y te diré algo, amigo: de bondadoso tiene lo que yo de monja, pero ésto es algo de lo que preferiría hablar cuando no estemos haciendo croquetas de dem...

Algo golpeó brutalmente el lateral del camión, interrumpiendo la conversación de los dos hombres y desviando el vehículo hasta la pared de una casa medio en ruinas que terminó de derrumbarse sobre el capó y el techo, provocando una lluvia de piedras y cascotes. Jesse se golpeó la cabeza contra el cristal lateral y el mundo estalló en una explosión de dolor carmesí seguida de silencio y oscuridad.

Una barahúnda infernal le recibió cuando recobró el conocimiento algunos minutos después, haciéndole un flaco favor a la tremenda jaqueca que amenazaba con reventarle la cabeza.

- Ung... Mierda... -masculló llevándose la mano a la sien. Notó algo pegajoso en el lugar donde se había golpeado, y, al incorporarse, notó una mancha de sangre en el ojo de buey de la rotura del cristal-. Fabuloso...

No tenía tiempo para mirarse la herida, aunque a juzgar por la cantidad de sangre y el dolor palpitante era probable que fuera a necesitar puntos, pero lo importante ahora era salir con vida de la situación. Todavía aturdido trató de abrir la portezuela, encontrándose con la resistencia del derrumbamiento que bloqueaba su lado. Fue entonces cuando reparó en que la portezuela del copiloto estaba abierta, y a Edward no se le veía por ningún lado, aunque también había sangre sobre el salpicadero.

- Estás perdiendo facultades, compañero... -dijo John Wayne.

- Oh... vete a la mierda -farfulló con hastío arrastrándose sobre la palanca de freno y el asiento vecino para poder salir al exterior, aferrándose al bate y el puño americano.

Fuera, encontró a Gaghiel moviéndose como el puto ángel de la muerte, con una agilidad y una destreza de movimientos tan alucinantes que, si no fuera por el puñetero dolor de cabeza, pensaría que se encontraba en una sala de cine. Joder... En su universo de origen los superhéroes no existían, y él era considerado un badass entre los suyos. Pelea en la que participaba, pelea en la que casi invariablemente salía victorioso, incluso contra varios combatientes entrenados, pero aquello... aquello era otro nivel. Aquello era como presenciar a alguien jugando al último Prince of Persia después de haberte pasado la vida jugando a la versión de MS-DOS. Al lado de aquellos hombres y mujeres cuasi divinos, enfrentándose a criaturas sobrenaturales, su vulnerabilidad resultaba dolorosamente evidente, pero que le colgaran si pensaba permitir que eso le frenara en lo más mínimo.

El otro miembro del grupo, Edward, parecía estar atravesando mayores dificultades, rodando por el suelo para esquivar las acometidas de un bicho que parecía haberse escapado de algún manual de Dungeons and Dragons.

- ¡Eh, tú, feo! -exclamó acercándose desde atrás al hombre serpiente con el bate aferrado a dos manos-. ¡Muerde esto!

Cuando el horripilante demonio se volvió hacia la fuente del sonido, le descargó el bate con todas sus fuerzas en los morros, esperando proporcionarle a Edward el tiempo suficiente para rematarlo. Gaghiel no le preocupaba; no tenía la más mínima duda de que era capaz de acabar con el resto de atacantes sin ayuda.

El plan de Sasha era arriesgado, pero la realidad es que toda esa misión podría haber sido catalogada como suicida. Puede que los demás hubieran encontrado una manera de lidiar con sus adversarios, o que se las hubieran arreglado para entender qué debían hacer con los misteriosos regalos que el hombre que les había metido en la misión les había proporcionado. No era mi caso. Así que lo único que podía permitirme era mantener la esperanza y la confianza en que todos los que habían respondido a la llamada llevarían a cabo el mejor de sus esfuerzos. A pesar de que Sasha podía considerarse una incorporación novata en el equipo, ella no había entrado igual que el resto. Tenía experiencia en agrupaciones, tanto en la teoría como en la práctica. Era una excelente agente de campo. No le había costado nada ganarse mi respeto y mi confianza, por eso cuando me la pidió, todo lo que tuve que hacer fue asentir antes de dirigirme a mi punto de partida en el interior del vehículo.

Llamé la atención de los demonios, que sin tardar comenzaron a dirigirse hacia mí. Controlaba la posición de Sasha en la medida de lo posible, pero se convertía en una labor compleja por momentos. Envuelta en una implacable persecución comenzaba a sentir algo revolviéndose en el fondo de mi estómago, pero lo ahogué haciendo rugir el motor por encima de esa sensación. No podía permitirme dudas de ningún tipo. Siempre existen esos instantes. Incluso aunque uno considere la victoria al alcance de la mano. En situaciones como esas, en las que una décima de segundo puede cambiar todo de forma radical, un exceso de seguridad puede llevar al desastre. Lo mismo que un instante de indecisión. Ninguna de esas dos cosas estaban permitidas.

Ahora no.

Incluso si los demonios podían llegar a ser ignífugos, sus coches no lo eran. No sólo eso, si no que Sasha, en un arranque de temeridad que le era tan propio en su manera de hacer las cosas, decidió detonar el bidón haciendo que los coches se convirtieran en un amasijo de hierro, no sin antes producir una serie de explosiones que creaban pequeñas hondas de peligrosa metralla que atravesaron la carne de los demonios más cercanos. Algunos de ellos se abrasaron a causa de las llamas, otros habían recibido daños severos, y los leves estaban demasiado lejos para alcanzarnos.

Recibí a Sasha abriendo su puerta, mientras ella se tambaleaba con suficiente firmeza como para admirar el esfuerzo que acababa de hacer. Le dediqué una franca sonrisa orgullosa mientras subía al vehículo y nos dirigíamos a nuestro siguiente objetivo.

El punto de encuentro.

La voz de Harley chasqueó en el intercomunicador, advirtiéndonos que nos seguían un par de camiones. Casi parecía divertirse por la perspectiva.

- ¡Agárrate! - le espeté a Sasha, antes de decidirme por hacer un poco de conducción agresiva de riesgo. Me dirigí hacia la iglesia, aprovechando los accidentes de terreno en nuestro beneficio. Trataba de bloquear en la medida de lo posible la perspectiva de mis persecutores, llegando a descender nuestra velocidad para que ellos se acercaran lo más posible, controlando que la velocidad fuese lo bastante alta para que cualquier maniobra imprevista les supusiera un problema. Apuré lo que podía, corriendo un riesgo razonable, para dar volantazos evitando los accidentes. El primero de los camiones se encontró con una falla encubierta. Calló de morro en un tremendo boquete, que seguramente había pertenecido a la parte subterránea de algún templo que había sido reducido a cenizas. El segundo camión fue bastante más insistente, pero acabó por estamparse en el segmento de un pilar que nosotras esquivamos de un violento volantazo. Su coche derrapó, pero no tuvo distancia de reacción suficiente y se estampó en el lateral, permitiéndonos ganar distancia con mucha rapidez.

Farenheit y yo descendimos del vehículo y nos dirigimos hasta nuestro siguiente objetivo, manteniendo un ritmo apropiado teniendo en cuenta las necesidades de mi compañera. El encontrar el lugar despejado evidenció que la situación debía haberse complicado. Era muy posible que el resto del equipo ya estuviera en el interior, y que nosotras nos hubiéramos retrasado. Nos adentramos sin impedimento inmediato, hasta el interior.

- ¡Reportad ubicación! Equipo incendiario iniciando pinza hacia el centro. - notifiqué.

Encontramos media docena de cuerpos de demonios heridos o muertos, pero no nos detuvimos a comprobar su estado. Una pareja armada nos interceptó en un pasillo, pero incluso con sus inmensas armas no eran rivales para las capacidades de Sasha, que se puso en marcha de manera instintiva. Tenía una capacidad para la reacción que habría querido en cada miembro de mi equipo.
Cuando alcanzamos la sala central, los sacrificios estaban dispuestos en la zona, preparados para el ritual del que nos habían informado. Localizamos a Felicia, que estaba provocando al demonio que había pospuesto por un instante sus prácticas perniciosas. El resto del equipo tenía que estar a punto de aparecer.

Hice una serie de gestos sencillos a Sasha, tratando de indicarle el modo de aproximarnos hacia el demonio y su felina contendiente. Intentaríamos proporcionar un poco más de tiempo para la incorporación de los demás. Nos aproximamos por el lateral. Lo primordial tenía que ser detener el ritual, pero mi preocupación también se dirigía de manera incesante hacia las víctimas de aquel plan enfermizo. Misión principal: Acabar con el ritual. La protección inmediata de los miembros del equipo. Minimizar de cualquier modo las bajas de los civiles.

Sabbac, enfurecido por el engaño de Felicia, comenzó a tratar de localizarla. Arrancó los arcos de cuajo y los lanzó contra los bancos, aplastándolos. Cualquier sitio que le pareciera un escondite razonable iba a ser destruido de manera inmediata. Sasha y ella tuvieron que continuar moviéndose, tratando de ocultarse entre las ruinas. De lo que quedaba de una de las naves laterales, procurando alejarse de la zona de crucero, que parecía la más peligrosa y expuesta.


- Tiene que haber alguna manera de pararlo.- según acabé esas palabras noté de forma repentina un peso extra sobre el cuello. Me detuve agachada tras uno de los arcos derruidos observando el objeto y retirándolo sobre mi cabeza. Ahora desprendía un leve brillo metálico. Extraño, dado que su material era madera. Miré a Sasha, tratando de percibir si había algo que no estuviera entendiendo y ella pudiera ayudarme a ver. El demonio se dirigió al púlpito, lo arrancó, y lo arrojó hacia el fondo. Los escombros hicieron caer la mitad de la puerta, hundiéndola, dejando apenas despejada la otra mitad.

Un pensamiento me llenó el cuerpo de un terror helado.

Estaba bloqueando la entrada. Aquella por la que debía llegar el resto del equipo. O peor. Evitando nuestra posible salida. Si nos aislaba en el interior con él sin que el resto llegaran, nuestras posibilidades serían casi nulas. Mi cabeza se puso a maquinar pero en mi mente sólo resonaba una sola palabra.

PÁRALO.

Cuanto más pensaba en ello, más complicado era para mí mantener la mano firme. El rosario parecía cada vez más pesado, hasta un punto en que mi brazo no podía mantenerse flexionado, y me vi obligada a sujetarlo como un peso muerto.

Mi cerebro, a punto de colapsar, se apagó durante un instante, lleno tan sólo de ruido blanco. El peso desapareció. La iluminación me llegó, con una claridad que me llenó de esperanza. La seguridad volvió a mi rostro, en forma de una determinación que parecía increíble que me hubiera llegado a modo de corazonada. Miré a Sasha a los ojos y asentí, y por primera vez en mi vida durante una misión, tomé una decisión basada en algo visceral. Un ejercicio de pura fe ciega, irracional. Aquello era lo más antinatural que había experimentado jamás, y sin embargo, de algún modo, se sentía como lo correcto. El demonio ya había sobrepasado nuestra posición. Corrí a través de la nave lateral, buscando recortar los pocos metros que me separaban de la nave central, alcé la mano que portaba el crucifijo con la potencia con que una valkiria habría hondeado su mangual en la furia de la guerra y con un grito desgarrado que llamó durante un instante la atención de Sabbac, haciendo que se girara, lo arrojé en su dirección. El crucifijo ganó una velocidad inmensa, a medida que en los metros que nos distanciaban crecía de tamaño cuanto más se aproximaba al demonio. La correa de cuentas, animada por la magia y dotada con la misma sibilina astucia de la bíblica serpiente, se enrolló sobre su torso cruzándose a modo de equis sobre su pecho, y la cruz de madera de casi un metro y medio de alto se clavó en el suelo a siete metros del demonio.

Trató de cargar hacia mí de manera inmediata y sólo entonces se dio cuenta de que su teleportación no funcionó. La confusión se mostró en sus ojos apenas un instante, antes de que sus ojos refulgieran con furia renovada. Tensó la hilera de cuentas y estas crujieron bajo el poder de su magnífica fuerza demoníaca. Clavó los pies en el suelo, haciendo que se abrieran grietas a su paso, mientras con extremo esfuerzo trataba de avanzar hacia mi dirección.

PÁRALO.

Sus ojos iridiscentes nos miraban con fijación asesina.

PÁRALO.

Las venas de su cuello sobresalían a por la fuerza que ejercía. Dio un paso hacia mí, haciendo que la cruz comenzara a inclinarse poco a poco en mi dirección.

PÁRALO.

Di un paso hacia atrás. El primer paso en falso, a causa de mi propio temor. Varias cuentas cayeron al suelo, deshaciéndose en nubes de serrín. Él avanzó de forma repentina recortando las distancias tres pasos enteros. Luego volvió a frenarse casi en seco. Gruñó haciendo que se me erizara todo el vello del cuerpo, helada a causa del terror y el sudor frío. Sólo entonces me percaté con horror de lo que me sucedía. Aquellos seis segundos fueron los más largos de mi vida.

Acababa de percatarme de que había una condición para que él no se moviera... y es que yo debía quedarme en el lugar exacto en el que estaba.

La templanza se asomó al abismo.

[FDP: Entiendo que los esbirros que queden en la iglesia pueden atacar a Solaris libremente. Quiero dejar constancia aquí, por si no lo hubiera explicado muy bien en el post, que esto pasa en cuestión de segundos. Veo necesario que ella lo vea con tanto nivel de detalle por la intensidad de la situación. Si queréis/necesitáis que edite algo, me decís.]

La sonrisa de Sieglinde desde el interior del vehículo era todo cuanto necesitaba para saber que lo había hecho bien, a pesar de que la idea había sido una completa temeridad.

Desconocía por completo la situación del equipo inicial respecto a la situación que podía encontrarse ahora. Sólo rezaba a todos los dioses para esperar que Jesse se encontrase a salvo. No. Vivo. Sólamente vivo…

El estruendo constante que habían ocasionado sus explosiones les había impedido analizar un mínimo sobre cómo estaba la situación en los otros puntos. A eso había que sumarle el pitido constante que le quedaba en el interior del oído por no haber llevado protección auditiva de ningún tipo. No tenían ningún modo de saber qué esperar.

La alerta de la alemana activó todos los sentidos de la mutante y aunque parecía una chorrada dada la situación, se puso el cinturón. Nada le reventaría más las tripas que morir por un accidente de coche en ese momento de su vida. Con las piernas iba haciendo resistencia para que los movimientos bruscos de la camioneta no la desplazasen demasiado.

La sorpresa y la ansiedad asfixiaron su estómago cuando vio que no había nadie en la posición en la que debían. Intercambió una mirada con Solaris, una de tensión y alarma. De nuevo, bajo el mando de su nueva jefa, siguió órdenes. Dos enemigos rápidamente neutralizados con los poderes de hielo quedaron incrustados como con dos geodas en el suelo.



No fue hasta que llegaron a la sala del sacrificio y vió a Sabbac, que recordó lo que un demonio suponía realmente. Las náuseas volvieron a recorrer su esternón, la respiración se paralizó y de nuevo la aprisionaba esa sensación cardiaca inminente.Había trabajado el trauma, tanto desde su primer encuentro con Jesse, como en la MKL, tratando poco a poco con demonios que eran… normales. Pero al verle, inmenso, radiante de calor y con una sonrisa de satisfacción en el rojo rostro… La voz de Mephisto volvió a sus oídos -Eres una mujer con carácter, ¿No es así?- Sasha apretó los ojos con fuerza y agitó la cabeza - Eso me gusta…- Sin poder evitarlo sintió una potente arcada vacía que se escapó en el aire. Sieglinde conocía su circunstancia con los demonios… pero seguramente asociase esa repulsa a la cantidad de cadáveres, el olor a azufre y sangre o cualquier otro factor ambiental, ya que no hizo incapié.

Buscó su mirada y lo entendió todo.

Solaris cargó con lo que tenía, el artilugio la acompañó hasta cumplir con su cometido.

Sabacc se clavó en el sitio… pero durante pocos segundos.

Los ojos verdes y azules se cruzaron un instante. A Sasha le pareció percibir lo imposible. Había un dos por ciento de duda en los ojos de la directora. Para aquellos que la conocían, era suficiente para detectarlo.

A la mutante le recorrió un escalofrío desde el ombligo hasta la garganta.

Y durante todo ese tiempo… sólo permaneció quieta viendo por dentro de sus párpados el rostro de Mephisto, una y otra vez.

No fue hasta que la inmensa cruz de madera se inclinó, que la mestiza volvió a la realidad sintiendo el instinto de supervivencia en sus carnes.

El inmenso cuerpo rojo estaba retenido gracias a la directora, que también se encontraba inmovilizada. Felicia reposicionándose con facilidad para atacar desde la superficie. Sólo quedaba… su parte trasera inferior.

Entonces Sasha clavó la vista en los tobillos del demonio, ahora casi hundidos en la tierra. Con un pie más adelantado que el otro, usando el que estaba más cerca de su amiga como punto de ancla para tirar de sus cadenas, rugió de nuevo haciendo que toda imagen de Mephisto desapareciese por completo de su cabeza.
Este demonio era muy diferente.

Apenas tendría unos segundos. Si la mirada de Sieglinde era en efectivo una de urgencia, debía hacer algo cuanto antes.

Sin dudarlo corrió en línea recta, contando con que tenían el factor sorpresa de la gata. El fuego era una opción que estaba descartada contra esos hijos de puta, pero aún contaba con el agua de su organismo, aunque no tenía demasiada después de tanta lucha. Colocó sobre sus uñas pequeñas esquirlas congeladas como si fuesen la extensión de unas garras y al pasar junto al pie más cercano, buscó cercenar la parte anatómica que correspondería al talón de aquiles, buscando así impedir o dificultar sus pasos.

Sabía que anatómicamente este demonio en concreto era parecido. Tal vez no fuese igual, tal vez con magia, sangre o lo que coño utilizase pudiese recobrarse, pero no tenía absolutamente nada más que intentar.

Notó cómo la sangre brotaba de la herida que acababa de hacer al talón, impregnándole el tronco y parte de los muslos de un chorro que a cualquier otro hubiese provocado múltiples quemaduras de tercer grado. El suelo se tambaleó, haciendo que la pierna del gigante rojo se hundiese aún más en el agujero ya creado por su pie, un gruñido esta vez irregular y quejoso vibró por cada esquina.

Si la peliblanca quería actuar, este era su momento estrella.

“Corre corre corre corre corre”

La mente de la mutante estaba en piloto automático, y justo antes de llegar al otro tobillo, algo la golpeó de costado, mandándola varios metros lejos en el aire y luego arrastrada por el suelo. ¿Una mano de Sabbac? ¿Un esbirro? No alcanzó a verlo.

Se puso en pie, de nuevo con dificultad y repitiendo el tambaleo tras las explosiones de hacía un rato. -Segunda ronda, hijo de puta…- Y escupió la sangre que se le empezó a acumular en la boca.

Ruinas de Ani, Turquía
09.42 h


Felicia había logrado su objetivo; cabrear a Sabbac. De paso, había logrado también ganar algo de tiempo. La inmensa mole roja estaba hecha una furia por haber sido interrumpida en su ritual y así lo demostraba, mientras trataba de localizar a Felicia destrozando todo a su alrededor.

La astuta felina se había escondido tras una de las figuras que presidían el retablo situado tras el altar dónde se encontraba Sabbac. Pero sabía que era cuestión de tiempo que el demonio la descubriera. Por suerte para ella, se obró el milagro que tanto ansiaba. Llegaron al fin los refuerzos. O al menos, una parte de ellos. El equipo incendiario, compuesto por Sasha y Solaris lograron algo que parecía impensable.

«¿Acaban de...detenerlo...?» —se preguntó a sí misma la gata, tras notar como la nube de polvo causada por la ira de Sabbac comenzaba a disiparse. El ruido de las piedras fragmentándose en miles de pedazos se detuvo.

Unos felinos ojos esmeralda, volvieron a asomar tras la figura de un santo. Felicia contempló atónita como el demonio se encontraba encadenado por una especie de rosario de tamaño gigantino. Pero no era el único encadenado que no podía moverse. Solaris parecía encontrarse en la misma tesitura que el demonio. Casi era como contemplar un reflejo... Parecía que había ganado algo de tiempo para reposicionarse. Con el demonio ahora inmóvil, aprovechó la ocasión para posicionarse en el ábside de la iglesia. Y justo en ese instante su seguridad tambaleó al ver como el gran demonio lograba avanzar unos pasos hacia su compañera. Fue entonces cuando entendió que Solaris se encontraba en una posición complicada, pues si ésta se movía, el demonio también podía hacerlo... Y si ese rosario terminaba de perder su cuentas, posiblemente ellas terminarían de perder la vida.

Sasha cortó la línea de pensamiento de Felicia acercándose a gran velocidad hacia los talones de la bestia. Felicia contempló como una sangre espesa parecida al alquitrán brotaba de las heridas que la mestiza había logrado causar en la bestia. Sabbac emitió un fuerte alarido y de pronto dos esbirros acudieron a la llamada de su amo.

— ¡Cuidado! —Felicia gritó para avisar a sus compañeras, pero no sirvió de nada.

Uno de los esbirros se abalanzó contra la mujer que había logrado herir a su amo. Empujándola a varios metros con respecto a la posición que se encontraba de su amo. Lo que permitió a éste regenerar sus cortes a una velocidad asombrosa. Tras aterrizar, Sasha se levantó de nuevo, escupió sangre y se preparó para un segundo ataque.

El otro esbirro se dirigió a Solaris, quien con una mirada petrificada observaba impotente cómo éste se acercaba hasta su posición sin poder hacer nada. Felicia se dio cuenta y actuó de forma rápida gritando en voz alta las palabras que había usado anteriormente con el espejo.

— ¡ALEA IACTA EST!

El espejo volvió a fragmentarse en miles de cristales. Pero esta vez, tras desperdigarse por la zona superior de la iglesia, se dirigieron como un banco de peces hacia el esbirro que gritaba colérico con la afilada cuchilla en alto dispuesto a rebanar el cuello de Solaris. En un abrir y cerrar de ojos, los diminutos fragmentos de cristal, entraron y salieron del cuerpo del esbirro, regresando al marco del espejo cubiertos por una masa viscosa que desapareció al volver a formarse de nuevo el espejo de mano.

Felicia guardó de nuevo el espejo en su bolsa. Todavía quedaba un esbirro que trataría de impedir el camino de Sasha, pero entonces Felicia recordó las palabras de Solaris: “Si encontráis una manera de mermar su fuerza con poco esfuerzo, hacedlo en la medida de lo posible.”

«¡Claro, eso es!», se auto convenció la gata.

Felicia se dejó caer con la habilidad de una gimnasta olímpica y tras aterrizar de manera grácil y silenciosa, corrió hacia el altar dónde se encontraba el libro que estaba utilizando Sabbac en su ritual.

— ¡Espero que tuvieras la lección bien estudiada, porque en este exámen no se permiten libros! —añadió de forma mordaz la gata. Tras lo cual, se colocó un mechón detrás de la oreja y aprovechó para comunicarse con el resto de su equipo— Aquí Felicia. Tengo el libro, pero...

Justo en ese instante algo enorme embistió a Felicia contra una de las columnas del presbiterio. Cortando así la comunicación entre ella y sus aliados. Tras impactar contra el pilar, Hardy emitió un quejido y pudo ver entre sus mechones albinos qué criatura la retenía contra la estructura.

— ¡Cabeza cono! —la criatura agarró a Felicia del cuello como si hubiera entendido la ofensa— Si querías un autógra-mph- fo...ngh... solo tenías que...ngh... pe-dír-me-lo —añadió entre dientes, mientras sacaba su gancho pistola para dispararle en el pie a la criatura. Quien tras gritar de forma desagradable dejó de apretar el cuello de Felicia.

La gata recogió su gancho y el libro y volvió a disparar su dispositivo. Esta vez, hacia una de las naves laterales de la iglesia, con intención de llegar hasta la torre del campanario. El robusto esbirro de cabeza metálica comenzó a correr por la nave central de la iglesia, tratando de cazar a Felicia como si de una mariposa se tratase. Finalmente logró detener, con la palma de su mano, la trayectoria del último disparo que necesitaba Hardy para llegar hasta la torre.

— ¡NOOO!

Gritó al ver frustrada su escapatoria, perdiendo la estabilidad. Al verse perdida, y precipitándose de manera inevitable contra el suelo, decidió lanzar la bolsa con el libro hasta la parte superior de la torre con la esperanza de hacerlo inaccesible para Sabbac.

La bolsa, aterrizó en su destino. Y Felicia lo hizo en el suelo, quedando esta vez inconsciente debido al fuerte impacto. El demonio, comenzó a tirar de ella, arrastrándola de nuevo hacia el lugar dónde se encontraban sus compañeras.

Jesse se limpió con la mano la sangre que empapaba su cara y sonrió al exorcista.

- Deberías ver al otro tío -bromeó, ofreciéndole su mano para terminar de ayudarle a incorporarse-. No hay de qué.

Después miró apenado sus pantalones completamente echados a perder.

- Es una lástima... Me gustaban estos tejanos. Bueno, ¿qué es lo siguiente? -inquirió, palmeando la superficie del bate contra su palma.

Asintió a la propuesta del exorcista y se apartó cuando disparó contra el techo, provocando el derrumbamiento. Echó a correr casi de inmediato, seguido muy de cerca por Edward mientras Gaghiel terminaba de despejar la retaguardia, pero no duró mucho antes de que un grueso pelotón de demonios les cortara el avance.


- Tranquilo, lo tengo controlado -le aseguró a su compañero con una sonrisa de suficiencia antes de volverse hacia los desagradables bichejos-. Morid -ordenó, y, al hacerlo, la pupila de su único ojo se tornó del color de la sangre y su voz reverberó como el eco dentro de una caverna. Sin embargo, nada ocurrió-. Mierda -masculló el sacerdote, retrocediendo cuando los demonios empezaron a avanzar hacia ellos-. Éstos bichos no hablan inglés, tenemos un serio problem...

Un súbito ulular agudo cortó el aire entre los dos hombres, ahogando el sonido de la voz del predicador y creciendo en intensidad y fuerza hasta convertirse en un rugido ensordecedor que arrastró consigo el aire, conformando una especie de huracán que comenzó a girar a gran velocidad arrancando en su camino matojos y enormes trozos de piedra de las ruinas. En cuestión de segundos, el tifón estaba completamente formado y avanzó, llevándose consigo todos los demonios ante su completo asombro.

Una salvaje carcajada de mujer precedió a una eufórica Gaghiel que pasó sobre ellos impulsándose sobre la energía del viento para avanzar con muchísima más rapidez de la que cualquiera de ellos podría haber podido alcanzar.

- Vale... me retracto -dijo el cura al ver cómo la mujer se iba deshaciendo de cuanto demonio encontraba a su paso-. Parece que ésto va a ser jodidamente fácil... ¡Adelante!

Aprovechando que la hechicera iba por delante despejándoles el camino, Jesse y Edward echaron a correr hacia la catedral sin encontrar prácticamente resistencia alguna, más allá de algún que otro demonio rezagado que podían quitarse de en medio con un batazo o un tiro afortunado. Por supuesto, Gaghiel iba mucho más rápido gracias al impulso del viento, así que iban a tardar más que ella en llegar, pero merced a la ventaja que les estaba dando no sería mucho más...

A pesar de lo alto que era mi grado de autoexigencia, de los muchos entrenamientos para afrontar ese tipo de situaciones a vida o muerte, de todo el esfuerzo puesto en cada disciplina: desde la desconexión emocional hasta el blindaje mental, de las veces que había tenido que presenciar cómo compañeros eran heridos, abrasados, desmembrados, y otro sin fin de horrores inimaginables, nada... NADA se comparaba con el ejercicio de autocontrol que me estaba viendo forzada a enfrentar en ese mismo instante.

Jamás en toda mi vida había pasado tanto miedo, por lo que la situación significaba.

Porque en este caso concreto, lo mejor que podía hacer para ayudar a mis compañeros era mantenerme al margen, sirviendo como ancla para retener a la criatura.

Para mí era la peor de las torturas.

Cada segundo que estaba allí parada les proporcionaba opciones para acercarse, para dañarle, para detenerle. En aquella batalla que la suerte, los astros, el tarot, o la deidad o energía que fuera había elegido para todos nosotros, mi labor no era liderar. No era actuar. Ni siquiera pensar. Era confiar.

Tener fe en que mi fuerza de voluntad era suficiente para mantenerle parado un segundo más, y otro más después de ese.

Confiar en que durante esos preciosos segundos, aquellas personas a las que no conocía fuesen capaces de hacer lo necesario no sólo para proteger mi vida, si no también acabar con la de Sabbac. A Sasha se la confiaría, pero tener que hacerlo con el resto...

Percatarme de aquello me hizo aún mas consciente de lo inadecuado de mi actual posición, donde me encontraba expuesta. Vulnerable. FRÁGIL.

Odié esa sensación con cada fibra de mi ser.

Una serie de golpes impactaron en el demonio, causándole diversos daños. Sasha sesgó su talón de aquiles, con tiempo justo de que un esbirro la golpeara, lanzándola por los aires. Sabbac continuaba forcejeando en su posición, dispuesto a acabar con su aprisionamiento por pura fuerza bruta. Una silueta entró en la periferia de mi visión, pero me forcé a no mirarla siquiera. El corazón me martilleaba en los oídos de manera frenética. El sabor metálico me subió a la boca.

Así era como sabía el miedo a la muerte.

El grito de la gata reververó en mis oídos. Me convencí de que agarrarme a esas palabras me mantendría con vida. Una serie de pequeñas luces voló justo a mi lado. El tiempo se detuvo para mí de tal modo que fui capaz de ver los fragmentados retazos de reflejo que aquellos segmentos de espejo me devolvieron cuando volaron a mi alrededor, directos a seccionar la figura del esbirro que había estado a punto de acabar con mi vida. Su figura cayó hacia delante, a causa de la inercia. golpeándome y amenazando con hacerme perder el equilibrio, pero resistí el choque. Su cuerpo cayó al suelo, dándome acceso a la espada que portaba. Presa de una necesidad primaria, me agaché a recogerla, esgrimiéndola con ambas manos, de vuelta en la batalla, todo ello sin moverme de mi lugar.

- ¡GRACIAS! - grité hacia la nada, deseando que mi mensaje llegara hasta los oídos de la mujer que acababa de salvar mi vida. No fui capaz de ver que su cuerpo caía, tras haber sido interceptada su ruta de escape hacia la torre.

Sasha volvería a cargar de un momento a otro.

Los disparos comenzaron a impactar entonces al demonio, de diversas direcciones. Primero, una serie de golpes con secciones enteras de piedra, provenientes de Gaghiel. Un destelleante golpe de luz le dió directo a la cara, mostrando la dañada superficie de su musculatura. El tejido estaba cubierto de una densa sangre negruzca, que al contacto con el aire, expulsaba un vapor sulfuroso. Dos tiros más atravesaron el rostro de Sabbac. El demonio bramó con fuerza mientras la hondonada de ataques lo desgastaba.

Contemplé con estupor cómo unas cuantas cuentas mas se desprendían del rosario que le retenía, convirtiéndose en serrín de nuevo al tocar el suelo. No sólo dependía de mí. El tiempo corría en nuestra contra. Debía ser ahora o nunca.

- ¡ACABAD CON ÉL! - grité desde el fondo de mis pulmones, a tiempo de girarme y comprobar que un par de esbirros se dirigían a mi dirección. Agarré la espada entre las manos. Era pesada, incómoda y áspera, pero estaba decidida a usarla.

Igual que estaba decidida a que, si ese era el lugar en el que tenía que caer, como quiera que fuera, mis pies permanecerían anclados en el lugar exacto en que estaban ahora.

Sasha podía notar el dolor expandirse por su cuerpo, la textura densa de la sangre, el olor impregnándole hasta el cerebro. Pero se sostenía en pie, temblorosa, pero de pie. El grito de la gata resonaba en su mente, tardío como un eco. La visión se le emborronó un poco, pero se apoyó en un cascote un instante para recobrar el aliento y el enfoque, entre jadeos cansados. Sus ojos buscaban en cada esquina esperando la aparición de Jesse, luego volvían a Sieglinde y volvían a marcharse en su busca, hasta que se toparon con Felicia. - EH! La gata no responde, hay que sacarla de aquí!- gritó con el aire que le quedaba, trazando el camino más corto para llegar hasta ella desde su posición.

El demonio recibía ataque tras ataque y aun así estiraba los brazos tratando inútilmente de recuperar el libro que Felicia se había encargado de desmarcar. Los gruñidos eran cada vez más insoportable y con las carnes abiertas de los cadáveres demoníacos hacía cada vez más calor. Para la mutante no era problema, pero para todos los demás puede que lo fuese.

Justo en ese instante, aparecieron los rezagados. Contempló al trío llegar con la artillería pesada. Pero él.. estaba bien, y estaba intacto. Ese instante de alivio permitió a Sasha demostrar su entreno con el equipo de infiltración haciendo uso de algo que le costaba usar cuando se encontraba en una situación delicada, el análisis. Sieglinde, inmóvil pero dentro de combate, con dos esbirros hacia ella. Los gothamitas, Edward, Jesse, Gaghiel todos en posición atacante hacia el demonio. Felicia fuera del combate. Libro fuera del combate pero como objetivo útil.

Que ella cargase sólo seguiría ganando un tiempo que no teníamos, tras lo indicado por el grito de Sieglinde. - ¡Aguanta! - Era un grito de absoluta confianza y apoyo. Dicho eso, Sasha esquivó el centro de la pelea corriendo a toda prisa bajo los arcos que quedaban en pie hasta que llegó donde la gata reposaba inmóvil. Le tomó el pulso, comprobó que respiraba y tras confirmar que sólo estaba inconsciente, la sostuvo contra ella de su cintura y con la otra mano usó la propia pistola gancho que portaba la peliblanca, disparándola hacia el nivel donde se encontraba el libro. - Lo siento preciosa, ahora te atiendo… - Dijo mientras la dejaba sobre el suelo con suavidad. Acto seguido se giró al libro. - Me tienes harta cabrón…- y mirando hacia el demonio deslizó los dedos entre el lomo y las páginas, haciendo presión hasta arrancar de cuajo la encuadernación del libro. Luego intentó quemarlo mientras destrozaba cada página. Más tarde las uñas de hielo volvieron, arañando, arrancando y triturando lo que quedasen.


Eso había dicho el tipo raro que era lo que debían hacer… Así que sólo pudo rezar para que funcionase.

Pero un grito desgarrador les indicó que el demonio habían vuelto a acordarse de ellas y que miraba en su dirección con el mayor cabreo de su vida.

-Mierd..a…- Sasha miró a su alrededor buscando soluciones. Vamos vamos vamos… Nada - Joder, ¿Dónde está el dragón cuando se le necesita?- Corrió junto a Felicia para intentar al menos cubrirla con su cuerpo.

¿Dónde estaba Roxanne? Esa era la pregunta que perfectamente se podrían estar haciendo todos y todas las que luchaban contra el demonio al que fueron llamados a derrotar. La respuesta fue simple y a la vez desgarradora, no para los que estaban ahí presentes pues nadie se encontraba ahí con ella, concentrados en lanzar todo lo posible al demonio; sus piernas, incluida la metálica otorgada por los poderes de la carta, parecían estar a punto de desaparecer entre temblores, sus brazos y manos acompañaban sus extremidades inferiores en aquel desesperante vals, su mano izquierda pintada del color carmesí de la sangre del diablo, esbirro de Sabbac, que se encontraba muerto a su lado con un agujero en el pecho del tamaño de su puño.

Era parte del plan, ella tenía que quedarse atrás y esperar al momento justo para salir, si no los diablos y Sabbac se podrían centrar en ella y… bueno, lo demás seria historia. Todo iba bien hasta que uno de aquellos seres la encontró, lanzándose a por ella con un horrible grito. Lo que pasó a continuación fue un borrón para Roxanne; un golpe, un zarpazo, gritos y… su puño, atravesando el pecho del diablo viendo como, poco después, se dejaba caer al suelo, inerte ¿Por que le afecto aquella muerte? Era un ser maligno, sin alma, como aquellos que invaden la tierra y eran culpables de la situación en la que ahora se encontraba… pero para Roxanne era la primera vez que acababa con una vida, aunque difícilmente se pudiera llamar a aquellos seres “vivos”.

Sus ojos miraban la sangre de su puño y el cadáver en el suelo… ¿Por qué fue tan fácil matarlo? ¿Por qué no intento inmovilizarlo antes de matarlo? Ella no quería matar a nada ni a nadie y aun así… fue lo primero que hizo cuando la criatura le atacó. Se giró al escuchar los gritos de sus compañeros y el sonido de la batalla, tapándose los oídos con ambas manos mientras se agachaba al suelo y cerraba los ojos las imagenes de sus padres y de Jeremiah muriendo delante de sus ojos apareciendo en flashes en su memoria. Tenía que ayudar, tenía que hacer algo y aun así estaba paralizada, debía… alzarse.


Sabbac empezó a correr hacia Sasha y Felicia, con la única intención en su mente de desgarrarlas con sus propias manos; eso le servirá como ejemplo para aquellos molestos mortales que intentaban detenerle. Sin embargo, su camino se detuvo cuando sintio un fuerte golpe en la nuca que le hizo, no solo detenerse, sino  que casi hizo que se cayera al suelo. Se detuvo y miró a su alrededor con los ojos llenos de ira, queriendo saber cual de esos molestos mortales fue el culpable de aquel ataque, mas no encontró a ninguno y no solo eso; al girarse, recibió otro golpe por la espalda, esté aún más fuerte que el anterior. Esta vez miró hacia arriba, pues la velocidad y altura del ataque parecían tratarse de un atacante volador, siendo su idea acertada cuando vio como un inmenso resplandor de plumas blancas que reflejaban la luz del sol se abalanzó hacia él, clavándole las garras de su pata delantera en su hombro derecho, arrastrándolo por el suelo para, poco después, clavarle las garras de su pata izquierda agarrándole con fuerza de su otro hombre, sus garras clavándose con tal profundidad que le inmovilizaron por completo los brazos. La dragona se elevó en el aire, subiendo cientos de metros hasta que, a una altura superior a cualquiera de las, ahora en ruinas, estructuras de la antigua ciudad, dejo caer a Sabbac que se precipitó al vacío.

Cuando su cuerpo estuvo a punto de tocar el suelo, la dragona le golpeó por la derecha sujetando con sus afilados dientes por el abdomen, subiendo otro poco para poder lanzarlo con fuerza contra el suelo, posándose sobre él usando su peso para inmovilizarlo, apoyando las patas en sus brazos. Mirándole a los ojos, la dragona rugió con un bramido que retumbó por entre las ruinas y podría haber llegado a paralizar a los que no estuvieran preparados para escucharlo


A pesar de tener un rostro totalmente diferente al de cualquier humano, con sus plumas y sus rasgos dracónicos, en sus ojos se podia notar la ansiedad, el miedo y la rabia que sentía Roxanne en aquel instante, teniendo que suspirar para sus adentros a fin de calmarse, aunque solo fuera un poco, mirando a sus compañeros para poder preguntar

-¿Y ahora qué hacemos?

La visión que se encontraron al penetrar las puertas de la iglesia fue dantesca; El gigantesco demonio estaba plantado en el presbiterio, aparentemente inmovilizado por el rosario encantado que Sieglinde había recibido como arma, ahora incrementado hasta cien veces su tamaño, y ella misma estaba plantada a apenas unos metros, como petrificada. La chica del traje de superheroína estaba enzarzada en combate contra uno de los demonios, Felicia yacía inconsciente en el suelo y el tipo de la máscara roja estaba jugando a los Shish kebab con un demonio que tenía una pirámide metálica por cabeza. Gaghiel había irrumpido en la Iglesia como un tornado, abalanzándose sobre Sabbac como representante de la ira de Dios en la Tierra, y ambos empezaron a intercalar ataques mágicos. Mientras todos estaban entretenidos Jesse buscó a los rehenes con la mirada, pero no estaban en la zona del altar. Los demonios destinados a custodiarlos también se habían dado cuenta de ello, y los que no estaban acudiendo a socorrer a su señor o dirigiéndose a atacar a los intrusos, los buscaban frenéticamente por el lugar. Sería cuestión de tiempo que los encontraran.  

- ¡Eh, capullo! -el grito vino de detrás de él, y, al girarse, pudo ver cómo el mago disparaba su potente arma acertando de lleno en la cara de Sabbac, lo cual atrajo de inmediato la atención de los esbirros del demonio, que fueron a por él mientras se parapetaba tras unos escombros.

Se preparó para ayudarle como buenamente pudiera, aunque realmente era poco lo que él podía hacer, ya que aquellos demonios no hablaban su idioma y no podía afectarles con Génesis. Jesse había estado en muchísimas peleas a lo largo de su vida, pero no podía evitar la sensación continua de que todo aquello le superaba, sensación que no hacía más que incrementarse al ver el despliegue de capacidades y poderes que mostraban sus improvisados compañeros de aventuras. Afortunadamente, el sonido de dos disparos más detuvo a los demonios antes de que llegaran hasta él. Éstos habían procedido de las alturas, y Jesse supo de inmediato quién estaba detrás. "Buena puntería, rubia", pensó para sí al ver los dos profundos cráteres que ahora adornaban lo que quedaba de la cara de Sabbac, que rugía entre los restos de su boca destrozada por el tiro de Edward, dando tumbos mientras Gaghiel se dedicaba a cazar a los demonios que iban tras los prisioneros humanos. La bestia parecía acabada, pero aún quedaba algo de fuerza sobrenatural en ella, y sus furiosas embestidas estaban haciendo caer las cuentas del rosario que le inmovilizaba, amenazando con soltarse de un momento a otro.

- ¡EH! ¡La gata no responde, hay que sacarla de aquí!

El grito llegó de no sabía dónde, no podía localizar la fuente entre tanto caos, pero al instante sintió una sensación helada que se apoderaba de él a pesar del calor asfixiante que reinaba en la sala. Aquella voz... La había oído demasiadas veces, en todo tipo de contextos y situaciones. La habría reconocido en cualquier parte. ¿Sasha? ¿Sasha estaba allí? Frenético, trató de localizarla sin conseguirlo, hasta que...

- ¡ACABAD CON ÉL! -gritó desesperada Sieglinde mientras se enfrentaba a dos demonios con la única ayuda de una espada.

-  ¡Aguanta! -volvió a gritar la voz de Sasha, y ésta vez pudo localizarla, arrodillada junto a Felicia, tratando de reanimarla con las ropas de...

- ¿Thermal? -musitó para sí, incrédulo.

No podía ser... Pero entonces recordó cómo había permanecido en silencio durante todo el tiempo que habían estado juntos en la misma sala, y cómo Sieglinde había tenido que hacer las presentaciones por ella: "Thermal, una maga capaz de utilizar a su antojo el frío y el calor...". En aquél momento había pensado que la chica sería muda, pero ahora todo empezaba a encajar en su cabeza, planteándole un interrogante aún mayor... ¿Por qué? ¿Por qué le había mentido así, haciéndole creer que aún continuaba en Alemania cuando llevaba añorándola dos meses?

En cuestión de segundos, Thermal (¿Sasha?) había sacado una pistola de gancho y, apretando el inconsciente cuerpo de Felicia contra el suyo, se alzaba por los aires para apartar a la ladrona del peligro, pero Sabbac, como si pudiera intuir lo que ocurría aún sin ojos, terminó de deshacerse del rosario encantado y corrió en su dirección. Todo pareció transcurrir en cámara lenta, aunque Jesse sabía que tuvo que ser muy rápido, pero, como le ocurría cada vez que alguien a quien amaba estaba en peligro, sintió que el miedo le paralizaba. Era la razón por la que siempre dejaba atrás a Tulip cuando tenía que enfrentarse a situaciones potencialmente letales, porque el continuo temor a que pudiera pasarle algo le impedía funcionar con normalidad. Había progresado mucho, pero parecía que aún tenía que trabajar en ello. Y es que había perdido a tanta gente en su vida... Su madre, su padre, sus dos mejores amigos y, al final, también a Tulip... Y es que, en el fondo, más allá de aquella faceta de cowboy duro, se escondía un niño... Un niño que aún seguía encerrado en aquél maldito ataúd en el fondo del pantano.

Quiso abrir la boca, gritar una orden, pero, entonces, un poderoso aleteo retumbó dentro de la edificación en ruinas, levantando una ventolera que agitó su cabello y sus ropas, obligándole a encogerse por instinto cuando algo enorme pasó volando a escasos metros de él. Era Roxanne, quien, en un majestuoso despliegue extendió sus brillantes alas, doradas por la luz del sol que incidía sobre ellas, y, tras atacarle varias veces le clavó en el hombro las alas y se alzó con él, dejándole caer desde cientos de metros para continuar asediándole, implacable, hasta que, finalmente, le inmovilizó con su peso contra el suelo.

A pesar del aterrador despliegue efectuado por el magnífico animal, la vocecilla que surgió de su pico draconiano ejerció un curioso contraste, revelando la realidad de su naturaleza cuando preguntó, temerosa, qué tenían que hacer a continuación. Como si temiese tener que rematarlo ella.

"Sólo es una cría", se recordó Jesse, caminando calmadamente hacia la dragona y su cautivo, como Moisés atravesando un mar rojo de sangre y muerte que hervía a su alrededor, la batalla arreciando a cada instante que pasaba. Podía escuchar los disparos de las armas de Edward y Harleen, el entrechocar de los aceros de Sieglinde y Red Hood, y los desesperados gritos de Sasha tratando de reanimar a Felicia. Podía escuchar los lamentos de los prisioneros, los llantos, los alaridos agónicos de los moribundos... Pero él sólo tenía un objetivo en mente. Como si se encontrara en un túnel, sólo tenía ojos para la dragona... y el demonio que se retorcía entre sus garras.


¿Cuál había sido su carta? Ah, sí...

El Diablo y el Sumo Sacerdote...:

Parecía apropiado. Al final, todo se reducía a eso...

El cielo y el infierno.

- Ahora, pequeña... le concederemos la extremaunción -dijo arrodillándose junto a ellos.

- ¡Destruyan el pergamino ahora! -gritó Gaghiel desde algún lugar cercano, provocando un rugido devastador de Sabbac.

-  ¡No lo permitiré, no lo harán, no detendrán mi nuevo reino! -aulló, agitando frenéticamente sus ojos ciegos en un desesperado intento por localizar dónde estaban Thermal y el libro.

- Shhhhh -instó Jesse, poniéndose un dedo sobre los labios, y a pesar de no ser más que un susurro, fue tan poderoso que retumbó como un trueno en la habitación-. Estate quieto y escucha la verdad que late en tu corazón.

El demonio enmudeció al instante y dejó de forcejear, clavando en él los agujeros sangrantes de sus ojos. Jesse sabía que su poder funcionaría con él porque, a diferencia de los sicarios, a él sí le había escuchado hablando en inglés.

- Puedes apartarte, Roxanne... No se moverá.

Quería a la chica lo más lejos posible para lo que iba a suceder.

Con una calma que parecía fuera de lugar en aquél infierno, Jesse echó mano a la petaca de whiskey que llevaba siempre encima. No tenía óleo sacramental, así que aquello tendría que valer. En silencio, bendijo el contenido de la petaca, se echó un poco en el dedo y dibujó la señal de la cruz en el estrecho hueco entre los cuernos del demonio, dejando, contra todo pronóstico, un rastro de ampollas burbujeantes a su paso. Ningún sonido brotó, no obstante, de los labios del engendro a pesar de ser patente el dolor en su rostro, pues la Voz de Dios le había ordenado permanecer en silencio.

- Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. Para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad. Amén -después de realizar en sí mismo la señal de la cruz, el sacerdote prosiguió-. He venido aquí a asistirte en tus últimos momentos y a ayudarte a conseguir el perdón por tus pecados, pero, para ello, voy a necesitar que seas honesto y te sinceres ante mí... Como sabes, para conseguir el perdón de los pecados es necesario el arrepentimiento, y, para ello, debes hacer la confesión. Sé que sin duda tus pecados habrán sido muchos... Por ello, te animo a ser valiente y a abrir tu corazón ante mí -el ojo derecho del predicador se tornó rojo, y, con una frialdad extrema, habló con la Voz de Dios-: Adelante, hijo... Muéstrame tu corazón.

El demonio se quedó rígido y, levantando el brazo con movimientos impostados, como si otra persona le estuviera forzando a hacerlo mientras él se resistía con toda su fuerza de voluntad, clavó sus aceradas garras en su pecho y comenzó a escarbar, ahondando y profundizando cada vez más, arrancando carne y hueso en su camino hacia el corazón. Sus ojos ciegos se alzaron al cielo, su boca abierta en un desgarrador grito silencioso y el dolor transfigurando sus facciones hasta que, después de unos agónicos segundos, su mano se cerró en torno a la masa palpitante que le daba la vida y tiró de él, desgajando venas y arterias hasta desprenderlo del agujero ensangrentado en que se había convertido su pecho. El demonio extendió aquella masa informe y negruzca hacia el predicador, como una especie de ofrenda. El corazón aún bombeó un par de veces más antes de arrugarse y deshacerse entre sus garras, y el propio demonio se desplomó un instante después, muerto al fin.

- Bueno... Parece que no podré darte la absolución después de todo. Tendrás que arder en el infierno.

Jesse se puso en pie, impasible ante la muestra de extrema crueldad que acababa de protagonizar. El sonido de tiroteos y muerte a su alrededor se había extinguido en algún momento, y ahora el silencio era tan pesado como una losa. La batalla había terminado. Sus compañeros debían haberse encargado de los últimos demonios mientras él terminaba con Sabbac. Había gente ocupándose de los prisioneros, tranquilizándolos y sacándolos al exterior. La misión había terminado al fin y todo estaba en calma. Jesse sintió el inevitable agotamiento y la pesadez que invade tus miembros cuando la adrenalina desaparece, así que, simplemente se sentó en un trozo de columna roto junto al cadáver de Sabbac, se sacó un cigarrillo del bolsillo de la chaqueta, lo prendió y se quedó allí, fumando en silencio.

Debía defender a la gata y debía hacerlo lo más rápido posible. Para su suerte y alivio de todos los presentes, el dragón volvió. No sólo alcanzó al demonio, le batió como quiso ganando el balance del combate con mucha diferencia. Pero no podía permitirse quedarse quieta contemplando la escena. Agarró a la gata y deslizándose consiguió volver a tierra firme con ella en brazos. Justo cuando los pies tocaron el suelo escuchó un susurro que hizo que se le erizase cada bello del cuerpo hasta la nuca. Se giró despacio, con una sonrisa ladeada de confianza sobre los labios.

Verle en acción… era una gozada.

Y también…escalofriante.

El demonio se retorcía, intentaba gritar… todo su cuerpo se tensaba en una detonación de dolor totalmente silenciosa. Jesse se recreaba en sus palabras, descargando sus esfuerzos en un golpe final maestro. Fue irónico y perfecto, pero una nunca se acostumbra a ver ese tipo de cosas tan… crudas.

Y sin embargo en pocos segundos… nada.
El espectáculo sangriento y vomitivo se había extinguido con el más absurdo de los silencios. La calma era un nudo en la garganta, hacía que todo por lo que habían pasado pareciera irreal. Y sin embargo era el fruto de un trabajo mal hecho. Con ese silencio y la bajada de temperatura, la gata fue poco a poco recobrando la consciencia mientras los demás integrantes del equipo se reunían. Un par de arreglos de primeros auxilios y sólo quedaba esperar a volver a la normalidad. Gaghiel y el mago misterioso que la acompañaba consiguieron resolver eso por un nuevo portal donde todos regresaríamos al punto en el que nos juntamos con las cartas. En Nueva York.

Ya estaban todos atendidos, sólo quedaba regresar.

Giró el rostro hacia la columna del demonio, donde descansaba el agotado hierofante.

Solo regresar…

Joder..

Se acercó trotando a Sieglinde, ya había comprobado que se encontraba lo suficientemente bien como para valerse por sí misma, y confiaba y conocía de sobra las capacidades de Omar para curarla en muy poco tiempo. Se acercó a susurrar. Jesse sólo escuchó su parte de la conversación.
- ¿Segura que estás bien….? Sí, pero puedo… Sí, … es… es justo él. Quiero quedarme a solucionarlo pero no quiero dejarte sola… ¿Estás segura? Volveré lo más pronto posible… Te llamo cuando termine, o programa una reunión cuando tu estés disponible, ¿vale?- Apoyó una mano en su hombro, donde había tela- Sé que lo sabes, pero has estado increíble… - Y poco a poco fueron saliendo uno a uno.

Antes de que quisiera darse cuenta, se quedaron solos.

Lo primero que notó fue la boca seca, y la taquicardia en el cuello. Se acercó a él con la cabeza gacha, usando la capucha como excusa para taparse la cara. - ¿Es tarde para aceptar uno de tus cigarros?- le tendió la mano esperando nerviosa, con intención de llevarle al portal.

Levantó la mirada hacia ella, buscando encontrar sus ojos debajo de la capucha, y esbozó una sonrisa dulce.

- Nunca es demasiado tarde para casi nada -respondió, tendiéndole el paquete para que cogiera uno. Marlboro. Su marca de siempre-. Hay pocas cosas en la vida que no tengan solución, y en éste mundo que vivimos ni siquiera la muerte es tan fiable como debería.

Él lo sabía bien. Después de todo, había muerto y Dios lo había resucitado.

Aceptó su mano y caminó con ella hacia el portal, en silencio. Era extraño... había soñado tantas veces con aquél reencuentro y ahora no sabía qué decir, aunque posiblemente fuera porque no era exactamente como se lo había imaginado.

Había una cosa, por encima de todo, que no terminaba de entender...

- ¿Sabes? No sé por qué... -negó con la cabeza, sonriendo. No quería sonar como si tuviera algún derecho a pedirle explicaciones, porque no lo tenía. Pero eso no hacía que doliera menos-. ¿Estabas en una misión secreta de los X-Men o algo así y por eso no podías decirme que eras tú?

Por supuesto ella no le debía nada... No eran pareja. Pero se suponía que eran amigos. Amigos que, en el transcurso de un año, lo habían compartido prácticamente todo. Todo tipo de intimidades y confesiones. ¿Pero no podía contarle aquello? No podía ser la típica excusa de las películas de espías, lo de ponerle en peligro y todo eso, porque la situación en la que se habían reencontrado ya era peligrosa de por sí, y además ella tenía que saber que él era perfectamente capaz de cuidarse solo. Pero entonces... ¿por qué? Sentía el orgullo herido por la falta de confianza de aquella a la que consideraba su mejor amiga... Y el hecho de que albergara sentimientos más profundos por ella no hacía más que agravar la sensación.

Y había otra cosa más, claro...

- ¿Cuánto tiempo hace que estás de vuelta en los EEUU?

Trató de que su tono sonara casual, mirando al frente como si nada para tratar de ocultar la amargura que le provocaba el hecho de que no le hubiera llamado al regresar, especialmente considerando la manera en la que se habían despedido... Lo que se habían dicho sin palabras en aquél karaoke. ¿O acaso se lo había imaginado?

Habían llegado ante el portal y se detuvo antes de cruzar, agachando la mirada al suelo como si evitara mirarla a ella.

- ¿Qué tal te ha ido? Yo... Hum. El último mes ha sido algo movidito con todo lo de la invasión demoníaca, pero según oí en Europa estaba peor la cosa. -Hizo una pausa para señalar su uniforme-. Así que Thermal... ¿eh? Una... maga -enarcó una ceja al repetir la manera en la que la había presentado Sieglinde.

La mutante recogió el cigarro con dos dedos y se lo llevó a la boca encendiéndolo con uno de ellos, aspiró profundamente y soltó una bocanada densa de aire. No acostumbraba a fumar, pero ese momento requería de la tranquilidad fácil que un pitillo podía ofrecer. Notó cómo se relajaba a medida que el humo entraba en sus pulmones. De camino al portal, el peso de sus palabras amables le aplastó con una culpa demasiado pesada. Vivía con la sensación de que la amistad entre ellos corría siempre por la cuenta de Jesse. Su sensación era de haber vivido demandándole constantemente y él dándole. Tiempo, comprensión, cariño, confianza… Y ella le había aportado más bien poco, aunque él siempre lo negaba. Todas las muestras de cariño de Jesse habían sido incondicionales desde el momento en el que se conocieron. Era la persona más leal que había conocido nunca… y ella no paraba de cagarla.

Y después de todo, el predicador la acogió con humor y una sonrisa triste. Sí, le pidió explicaciones, pero eran unas explicaciones justas y merecidas. No sonó a reproche sino a genuino interés. Ni el predicador, experto en apartar sus emociones, pudo apartar la decepción y la tristeza de aquella situación.

Los ojos verdes de sasha se llenaron de lágrimas rápido, decepcionada consigo misma.

- Lo siento… Lo siento mucho…- fue lo único que alcanzó a decir camino al portal.

Ella sólo quería cruzarlo para hablar en paz, pero se detuvo antes de pasar. De nuevo, preguntas desinteresadas desde el fondo de su corazón. Cualquier cosa con tal de que le hablase y tenerla cerca. Joder…

- Podemos… Sé que no estoy en condiciones de pedirte nada pero… ¿Podemos volver a Nueva York? Y… hablarlo allí. Tal vez podamos ir a mi casa y… yo… podría quitarme esto… - Se miró de arriba a abajo con el traje aún cubierto de sangre densa y caliente. El olor a azufre del ambiente tampoco ayudaba.  

Pero no era justo.

La mutante agitó la cabeza y apretó la boca. Se giró para buscar su mirada. - No, tienes razón… - A pesar de que se habían detenido, no soltó la mano de Jesse - He llegado hoy mismo… -Se retiró la capucha y comprobó el reloj electrónico de su muñeca, ya eran las 4 de la madrugada del Martes - Bueno, ayer técnicamente…- Respiró hondo - Voy a ser totalmente sincera contigo.. - No podía sostenerle la mirada y agachó el rostro, mezcla entre apenada y avergonzada. - Mi viaje a Europa no era simplemente para proteger a Elsa. Tampoco para que yo desconectase… Osea, sí, pero… No era solo eso - Sólo podía pensar en que ojalá no le soltase la mano nunca - Hay una institución, parecida a la mansión, pero con todo tipo de seres. Hay demonios, hay hadas, hay criaturas de las que no había oído hablar antes, expertos en hechicería, más mutantes… Ellos me han acogido y me han facilitado un modo de volver a los estados unidos y…- Cuando volvió a mirar la cara de Jesse, se dio cuenta de que no era esa la respuesta que esperaba ni lo que quería saber verdaderamente.

- Joder… lo siento. He llegado hoy, porque recibí la carta y quise acudir a la llamada. Pero cuando te he visto… he colapsado, no sabía cómo… No quería que pensases que… - Entró en pánico y se puso de rodillas, sosteniendo la mano de su amigo contra su frente - No paro de fallarte, Jesse… lo siento mucho… Quería avisarte después de completar esta misión, preguntarte dónde estabas y buscarte por sorpresa… No sabía que estabas metido en esta mierda… Y no parecía que pudiésemos pararnos a darnos explicaciones antes de encargarnos de los demonios..  Lo siento… Me he asustado y me he ocultado para que no me reconocieses... para tener el reencuentro que nos merecíamos... Lo siento, Jesse… - Las lágrimas rodaron por su rostro, limpiando su piel. El cigarro se cayó al suelo - Lo siento…-

Sólo podía repetirlo en bucle, no le salían las palabras lógicas que pensó que iba a decir. En su cabeza sólo había un paradigma y era que el predicador terminase de hartarse y se despidiese de ella, esta vez del todo. Y esa era la peor de las opciones. Cualquier cosa, todo menos eso…

Pero no era tan egoísta como para pedírselo después de haberle decepcionado. Así que simplemente pidió perdón, una y otra vez.

La miró mientras exhalaba el humo, pensando en cuántos cigarrillos habían compartido en el transcurso del último año. Cuántas conversaciones profundas (y no tan profundas) sentados a la barra de un bar cutre o de camino a cualquier parte en su furgoneta por alguna carretera nevada. Tantos sentimientos, anhelos y remordimientos...

Pero algo vino a estropear la perfección de su semblante: lágrimas en el mar de sus ojos.

Aquello le sorprendió. Lo último que había querido era hacerla llorar. No había dicho nada para hacerle daño... ¿verdad?

- Sasha... no... -musitó con consternación al oír que le pedía perdón-. Yo no... no pretendía... Claro -aceptó después, cuando le pidió volver a Nueva York, pero, por alguna razón, no siguió andando-. Oye, no hace falta que me des explicaciones si no quieres, no tengo derecho a pedírtelas...

Pero ella siguió hablando. Habían pasado ya por demasiadas situaciones parecidas como para que el predicador entendiera que aquello era algo que la mutante necesitaba sacarse del pecho, así que la dejó hablar sin volver a interrumpirla.

Le habló de aquella mansión fantástica en Europa, donde habitaban toda suerte de criaturas mágicas, y él la escuchó con la fascinación que siempre despertaba en él el descubrimiento de cosas que en su mundo habían formado parte de la ficción, aunque una leve sombra de preocupación enturbió su mirada cuando mencionó la palabra "demonios". Sabía bien lo que aquella clase de criaturas evocaban en la mutante, pero no quería cortarla, así que simplemente apretó más la mano que sostenía la suya para expresarle su apoyo.

Y ella siguió disculpándose y cayó de rodillas ante él sosteniendo su mano contra su frente como si fuese alguna especie de santo. Jesse sintió que se enfermaba al verla allí, de rodillas mientras le pedía perdón de manera incesante, así que se dejó caer a su vez para estar a su misma altura y poder mirarla a los ojos humedecidos. Con la palma que aún estaba libre acarició su mejilla para enjuagar sus lágrimas, sin que su mirada abandonara ni un sólo instante la de la morena.


A pesar de la constante repetición que afluía de sus labios, sólo había sido capaz de registrar una de las frases que había dicho: "para tener el reencuentro que nos merecíamos". Por alguna razón, aquella frase parecía encerrar más, mucho más, de lo que parecía a simple vista.

- Hey... -le alzó con delicadeza la barbilla para sostener su mirada esmeralda-. No llores, estoy seguro de que el bar de karaoke está abierto los lunes. El día de descanso era el miércoles -bromeó, intentando arrancarle una sonrisa.

No lo logró, posiblemente porque no se lo esperaba, pero al menos logró que dejara de llorar y de pedirle perdón.

Y, entonces, muy bajito, empezó a cantar...



La mano que ella aferraba con fuerza entrelazó sus dedos con los de la mutante.



Alzó la mano libre para apartarle un mechón de pelo de la frente tiznada de suciedad y se aseguró de mantener el contacto visual para lo que tenía que decirle...



Y, entonces, ella lo entendió. Lo que le había cantado aquella noche en el karaoke... Lo que le estaba diciendo en aquél mismo instante... No era simplemente la letra de una canción sentimentaloide. Lo que le estaba confesando, eran sus verdaderos sentimientos hacia ella.

El predicador llevó la mano que sostenía hacia su pecho y susurró:

- Lo dije entonces y lo mantengo ahora, Sasha... I'll stand by you. No tienes que disculparte. Yo... -apartó la mirada, avergonzado-. Le he fallado a mucha gente a lo largo de mi vida, así que sé perfectamente lo que es eso. Lo entiendo. Y créeme... tú no me has fallado. Joder, acabas de luchar a mi lado contra una horda de demonios, y acabas de presenciar mi lado más oscuro... lo que soy capaz de hacer... y aún así estás aquí, hablando conmigo. No te has marchado. No podría pedir una mejor compañera.

Acercó su frente a la de la mujer, permaneciendo varios segundos en silencio, simplemente oyendo su respiración y sintiendo su calor antes de volver a acariciar su mejilla, ya libre de lágrimas.

- Te quiero. Creo que me enamoré de ti prácticamente la primera noche, cuando saliste fuera a gritarle al cielo -ahora era él el que estaba llorando, pero al mismo tiempo se reía, si es que tal cosa era posible...- Una cuenta de Netflix... -recordó, entre risas-. Fue en ese preciso instante que comprendí lo absolutamente especial y maravillosa que eras... Pero estabas con Planaria, así que no podía decírtelo. Luego cortaste con él, pero te fuiste a Europa... Y yo no quería ser el tío que se aprovecha del momento de debilidad emocional de alguien que acaba de pasar por una ruptura. Pensé que viajar y desconectar te haría bien, y que, quizás, podríamos hablar a la vuelta, pero no sabía si tú sentías lo mismo. Por eso, al ver que habías vuelto y no me habías avisado, pensé...

Su mirada descendió entonces a sus labios y todo lo que estaba diciendo desapareció de su mente, completamente olvidado.

- Oye... sé que éste no es el reencuentro que habrías deseado, y que estoy cubierto de sangre y vísceras de demonio, pero... me gustaría mucho besarte, así que será mejor que me confirmes si estoy interpretando bien toda esta situación o estoy haciendo el mayor de los ridículos. -bromeó con una sonrisa.

Sasha no paraba de pensar en que le perdería. Que aquel semblante cubierto de sangre caliente era una representación de su relación, demasiado herida para recomponerse. Lo peor de todo para el corazón de la mutante fue que Jesse no parecía en ningún punto dolido, enfadado… Reaccionó… como siempre. Fascinado, escuchándola, atendiéndola, respetándola… Simplemente agradecido de esos instantes y la sorpresa que la supuesta distancia le estaba regalando. Eso la desgarraba. Deseaba que la gritase, que le dijese que estaba harto...

Pero lejos de eso, se desplomó con ella, manteniendo la misma altura entre los dos. Sus siluetas brillaban iluminadas por el fulgor del portal. Rápido los pulgares de Jesse socorrieron sus lágrimas. Ni cubierta de mil fluidos asquerosos le daba asco. La quería por encima de todo. Era el mejor amigo que podía desear. Sabía que se interpondría entre la muerte y ella. Sabía que iba a estar en sus peores momentos. Siempre lo había estado. Había sido una tripulación de cien hombres dentro de uno. Le quería con locura, sabía que le necesitaba. Y sobre todo sabía que él acudía… Por eso y por toda una vida juntos… no podía perderle.  

- Hey... - Ni siquiera era una palabra, pero el llanto de la mutante se detuvo sólo con eso. Conocía muy bien esos “hey”. Estaba a punto de romperla, pero esta vez no sabía con qué.

Desde que le conoció, y mira que sus inicios no fueron muy acertados por su parte, había tenido ese aura de predicador cristiano que sabe cosas. Había sabido qué decir en cada momento, ya fuese un consejo serio e importante o “Nos vamos a ver a los Bulls?”. Ofrecerle un cigarro o un abrazo. Siempre acertaba. Siempre sabía qué hacer para hacerla feliz, sacarla del barro y darle fuerzas para correr fuera del lodo.

Lo siguiente que ocurrió la destrozó.

Escuchó la voz del americano entonada, cantando frente a ella. Los dedos se entrelazaron con los suyos. Ella le miró y acarició con el pulgar el suyo. Sonrió con ternura perdiéndose en su iris castaño. Le recogió el pelo tras su oreja, sin dejar de mirarla. El ceño de la morena se frunció con un aura de incomprensión. Algo empezó a decirle que nada de lo que estaba ocurriendo era casual.

Nothing you confess
Could make me love you less

Y con el sonido de un cristal roto, la mirada de Sasha se desenfocó. En el interior de sus párpados con fotogramas rápidos pasaron todos los días que habían pasado juntos. La gasolinera en la que se conocieron, las aventuras, los rescates, los partidos, las cervezas, los cigarros, las conversaciones hasta ver el sol, las horas en carretera, el karaoke de despedida… Incluso recordó los celos de Planaria y las discusiones que llevaron su nombre. Y entonces… todo conectó.

Sintió el alivio de un científico que acababa de encontrar la fórmula. Un puzle que ni siquiera sabía que estaba haciendo desde hace meses terminó de completarse en ese instante. Con gesto de sorpresa y la boca entreabierta sintió cómo el aire abandonaba sus pulmones en un jadeo. Después de eso se le empezó a acelerar la respiración. Ni rastro del llanto de hacía unos minutos. Cuando volvió a hablar, buscó su ojo con la mirada de nuevo enfocando la visión.

Él apartó la mirada. Ella no quería pero le permitió su espacio. Definitivamente ese no era el reencuentro que tenía en mente. Compañera la llamó. Y tenía toda la razón. No había otro adjetivo que describiese mejor su relación. Habían estado absolutamente para todo en la vida del otro. Es es lo que eran… de por vida.

La parálisis de Sasha se rompió cuando Jesse se acercó hasta ponerse frente a frente. Las pulsaciones de la mutante se dispararon y contuvo la respiración esperando un beso. Pero habló de nuevo. Ella no le rompía la mirada.

Cada palabra atravesaba su corazón. Hablaba de amor… y lo cierto es que no había experimentado otra cosa desde que le conoció. Todo con él resultaba fácil, genuino y saciante. Era todo cuanto podía desear en una persona… y todo este tiempo él…

Cuando vio la lágrima acudió rauda a retirarla con sus dedos en una caricia sobre su afeitada mejilla.

Jesse había sido una persona completa y excepcional con ella. No se le ocurrió ninguna excusa por la que aquello estaba mal. Sin quererlo ni buscarlo llevaban amándose un año de la mejor manera que ambos sabían. Habían estado en las buenas y en las malas, habían discutido y lo habían hablado, habían compartido cosas que no habían compartido con nadie más. Ese cariño especial que la mestiza decía que tenía a por el predicador…  Esa “debilidad” tenía nombre y no lo entendió hasta que lo escuchó de sus finos labios.

Ella se quedó como un pasmarote asimilando toda la información, totalmente shockeada, reformulando lo que su mejor amigo había sido para ella, dándose cuenta de que todo era una bonita amistad que no podía contenerse en sí misma. Estaban hechos para ser algo más. Era obvio. ¿Cómo no se había dado cuenta?

Una voz en forma de pensamiento intrusivo atravesó su pensamiento. “Puedes hacerle daño, esto es peligroso y muy difícil, él viaja mucho, tú estás en Europa, sois muy buenos amigos, mira cómo han terminado las cosas con Planaria…” Pero entonces otra voz hizo que esta fuese un susurro - Oye... sé que éste no es el reencuentro que habrías deseado….- Un ligero ruido de fondo - me gustaría mucho besarte - algo imperceptible- o estoy haciendo el mayor de los ridículos.- nada.

Sasha notó cómo perdía el control y usó los últimos segundos de cordura que le quedaron para levantarse  y levantarle a él. - Lo siento Jesse…- Otra vez perdón, esta vez por algo diferente. Sin soltarle de la mano dio un solo paso, para cruzar el portal, tirando de su brazo para que lo hiciera él también. Ya estaba de nuevo en casa, en una ciudad conocida, con él, la mejor persona que podía desear, a su lado. Según cruzó, se dio la vuelta y mientras acercaba los labios a los suyos, susurró - Debí haberlo sabido antes… -  

Y por fin, se fundió con él en un beso pasional, íntimo y saciante. Los brazos rodearon el cuello del predicador y el cuerpo de Sasha buscó con ansia el suyo. Habían estado tan cerca de morir juntos que pensar que eso pudiese pasar antes de aquel beso resultaba ridículo. Le besó a partes iguales con ansia y amor. La pasión que sentía por él, oculta hasta entonces tras muchas excusas, se liberó de golpe. Los dedos se enredaron en su pelo y la otra mano le empujaba desde la nuca hacia ella. Notaba la respiración acelerada del predicador sobre su mejilla y estaba segura de que él también notaba la suya.

No sabe durante cuántos minutos, pero le besó sin parar. Una y otra vez, sin dar tiempo a hablar. Sólo paraba cuando sentía que se ahogaba por la falta de aire, se permitía un jadeo y volvía a buscarle desesperada.

Las sensaciones eran maravillosas. Siempre había tenido la sospecha, pero Jesse era muy bueno con los besos. Todo su cuerpo respondía igual que el suyo, sus gestos la acompañaban en la medida y presión justas para ella. Parecía disfrutar de leerla, como siempre hacía. Desde el principio se había sentido transparente con él y en ese momento fue cuando confirmó que siempre lo había sido. Cientos de mariposas se liberaron por el abdomen de la mutante, repartiendo escalofríos y excitación a partes iguales. Su pecho bombeaba con fuerza, su corazón se sentía más grande que nunca.

Cuando se sintió fuerte para soltarle, se separó de sus labios, pero no de su abrazo. Se quedó a pocos milímetros de su boca para susurrar - Yo tampoco te conozco... pero siento como si te hubiera conocido desde siempre... Y me alegro mucho de haberte conocido, mi querido desconocido- Adaptó el mensaje que él le había susurrado el día que se conocieron, devolviéndoselo.

Ella.. no podía ser más feliz.