[WWD] Tarot 6/5/2019 Parte 1:The Hand of the Dead

Jesse estaba cenando en un triste bar de carretera cercano a Nueva York cuando una figura desconocida apareció de la nada y, con toda la naturalidad del mundo, se sentó en los asientos acolchados que había delante de él. Jesse se quedó inmóvil, con el trozo de sandwich que acababa de pinchar con el tenedor a medio camino entre el plato y su boca abierta mientras se quedaba mirando atónito al desconocido. Iba completamente vestido de negro, y llevaba una capucha que no permitía entrever sus rasgos, dejando su rostro en la más absoluta oscuridad (lo cual no dejaba de ser extraño considerando la iluminación del local). Inicialmente la sorpresa le impidió decir nada, pero cuando vio cómo el tipo sacaba de entre sus ropajes una baraja de cartas y empezaba a barajarlas se obligó a salir de su estupefacción.

- Disculpe, amigo... ¿qué se cree que está haciendo? -inquirió, entre confundido, molesto e irritado. Llevaba todo el día en la carretera, estaba muy cansado y lo único que pedía era poder terminarse su sandwich en paz, ya que en aquél tugurio de mala muerte ni siquiera servían alcohol que pudiera hacer un poco más llevadera la cena.

Pero la figura desconocida le ignoró totalmente. Haciendo caso omiso a sus palabras continuó barajando hasta extraer una carta, que depositó en la mesa frente a Jesse. La carta representaba lo que parecía ser un papa, con un báculo en la mano izquierda y la derecha alzada para bendecir a los feligreses que se arrodillaban ante él.

- Disculpe... -repitió, cada vez más molesto, pero ésta vez la figura le interrumpió:

- Interesante... No me esperaba ésta carta, aunque, quizás, sea precisamente la que más te identifica... ¿Sabes qué es esto, Jesse?

El tenedor estuvo a punto de caérsele de la mano al escuchar su nombre. Se tensó automáticamente, irguiéndose en el asiento y preparándose por si tenía que pelear.

- ¿Quién coño es usted y cómo sabe mi nombre?

Por toda respuesta, el hombre dio dos toquecitos secos sobre la carta que aguardaba sobre la mesa.

- Te he hecho una pregunta muy simple, Jesse. ¿Qué ves aquí?

Contrariado, Jesse miró la carta de refilón.

- Es una especie de sacerdote. Un papa.

- Efectivamente. El Sumo Sacerdote. El jefe mayor de cada culto. El constructor de puentes entre el mundo material y la sustancia espiritual. En ese sentido no pensaba que pudiera identificarte, puesto que todos sabemos que no te encuentras en buenos términos con Dios. Sin embargo, hay una diferencia entre la Suma Sacerdotisa y él...

Sacó del mazo otra carta y se la mostró. Ésta representaba a una mujer vestida con túnica sosteniendo un libro en su regazo.

- La Suma Sacerdotisa consulta las leyes, de ahí el libro. El Sumo Sacerdote no tiene un libro porque no necesita consultar nada. El Sumo Sacerdote habla con la Palabra de Dios, y, por tanto, él es la Ley que todos deben obedecer...

La figura oscura miró en su dirección, y Jesse casi pudo sentir sus pupilas fijas en él, incluso aunque no podía verle la cara. No pudo reprimir un escalofrío. ¿Qué estaba implicando? ¿Acaso sabía...? Pero no podía ser... Muy poca gente en aquél mundo lo sabía.

- Mira, amigo -Jesse enarboló el tenedor, amenazante-. Como seas otro flipado pretendiendo convertirme en una especie de mesías voy a coger éste tenedor y te lo voy a meter por el...

- El opuesto del Sumo Sacerdote es el diablo -al decirlo, sacó otra carta y la puso ante él. Representaba al diablo, y, a sus pies, había un hombre y una mujer encadenados-. Son opuestos porque mientras que el diablo seduce, encadenando y aturdiendo a las personas con sus pasiones, el Sumo Sacerdote utiliza la Palabra, la ley y el conocimiento. Por eso en su carta las personas le escuchan pero no están atadas. Son libres, porque la verdadera autoridad no necesita cadenas -se le quedó mirando un instante más a través de ese vacío sin ojos y asintió-. Sí... en verdad es la carta que más te describe, Jesse Custer....

Con parsimonia recogió las cartas y se puso en pie.

- Hasta la vista. Ah, y por cierto... -el desconocido se inclinó por última vez hacia él-. ¿Sabes también lo que significa cuando sale la carta del Sumo Sacerdote? La formalización de una relación amorosa.

- ¿Qué? -Jesse se sentía como si estuviera siendo víctima de alguna clase de sueño surrealista-. ¿Qué cojones acaba de pasar? -inquirió, sacudiendo la cabeza. Entonces fue cuando se dio cuenta de que el desconocido se había dejado una de las cartas en la mesa, la del Sumo Sacerdote. Alzó la mirada y le vio cruzando la puerta del bar para salir-. ¡Eh, oiga, amigo, que se deja una!

Cogió la carta y salió corriendo del local, pero, al salir, el desconocido había desaparecido. No había rastro alguno de él, como si se hubiera volatilizado en el aire. Un brillo extraño proveniente de su mano le hizo mirar hacia abajo, donde la carta aparecía recubierta por un halo dorado.

- Venga, hombre, no me jodas...

Entonces, por alguna razón, miró hacia el cielo, y lo que vio le dejó boquiabierto. Era como si varias estrellas se dispersaran hacia puntos concretos de la ciudad... ¿Qué era eso? ¿Aviones en movimiento? Pero no podía haber tantos por la misma zona a la vez... ¿verdad?

- Bueno, bueno, bueno... -pensativo, sacó un cigarrillo del paquete, se lo puso entre los labios y le prendió fuego-. El desafío del predicador...

Desde hacía un tiempo se sentía algo rara. Su cuerpo se sentía cambiado, como más fuerte y las pesadillas eran más frecuentes. Sentía que la medicación a penas hacía nada para frenar sus crisis esquizoides. Tenía miedo de no poder diferenciar lo que era real de lo que era ficticio. Estaba en constante lucha contra sí misma y se sentía muy agotada. Su vida siempre caía en picado cuando todo parecía comenzar a florecer. En los últimos tiempos, lo que empezó como un trabajo parcial haciendo segundas voces había prosperado. Poco a poco se fue introduciendo en un conjunto musical que cada día era más venerado y aplaudido. Con este trabajo consiguió juntar un poco de dinero y empezar a ahorrar por si se le presentaba algún imprevisto monetario. Suspiró. Sus imprevistos más asiduos no eran económicos, eran mentales. Era difícil lograr una estabilidad si tu cabeza cada cierto tiempo te puteaba. Había algo mal en ella que no conseguía de ninguna manera arreglar.

Aquella mañana se había levantado muy desganada. No quería hacer nada. Pero había quedado en ir a tomar algo al bar donde trabajaba su único amigo Pauly. Así que, se vistió con lo primero que encontró: unos pantalones vaqueros  de estilo moderno con algunas roturas y una camisa escotada sin mangas de color azul marino. Se recogió el pelo en una larga trenza y se dirigió al trabajo de su amigo. Pasando el parque, un señor vestido con negros ropajes y una capucha negra que ocultaba su rostro se dirigió a ella.

- Una dama de porte regio que sostiene una espada. Es protectora, leal, hermosa pero lo que es maravilloso en ella es su honor, su dignidad, su entrega a los ideales y a su mundo. Porque ella es justa y equilibrada. Da a unos consuelo y a otros castigos. Porque cada cual recoge de sus manos lo que siembra. - Comentó observando la carta que le había traído hasta ese lugar buscando a su protegido.

Valerie siguió su camino ignorando la perorata del misterioso Señor X.

-¿Y que tenemos aquí?- miró fija e intensamente a Valerie. Esta en respuesta cruzó su brazos en un pose defensiva. Nunca le había gustado tratar con desconocidos pero sabía en el lugar que estaba. No podía montar un espectáculo y menos por tan poca provocación.- Sois vos mi dulce y honorable reina. Una reina no ... algo superior una diosa. Porque nada es más justo que la muerte; quien juzga a unos y a otros por lo que se merecen y lleva a cada cual al lugar que le corresponde. No que le corresponde, que se ha ganado con sus actos.-

Valerie puso cara de incomprensión. No entendía nada de lo que aquel señor la estaba contando. Pero estaba muy habituada a lidiar con locos. Así que, simplemente escuchó al tipo y asintió con la cabeza como si todo la quedase muy claro. Con la finalidad de que la dejase en paz terminado su discursito de grillado.

- Cuando seas iluminada lo entenderás. Un paladín siempre alza la gloria. Quien ha sido vendecido alcanzará su destino por muy arduo que sea el camino.- hizo un ligera pausa-"Hay personas que nacen con suerte es como si abrieran las manos y de ellas saliera un pequeño rayo solar, su personalidad les hace brillar, todos queremos a esas personas ... lo mismo ocurre con las profecías ..."- comentó el extraño hombre antes de completar su cometido.

Esas palabras resonaron fuertemente en la cabeza de Valerie. Pertenecían a un historia que siempre contaba su padre. Su padre real no, el otro. Ese hombre en su castillo con su voz grave y varonil, con el semblante serio y el gesto adusto pero que era bueno y generoso. Ese hombre de sus sueños que la enseñaba a montar y a pelear. Aquel hombre que la decía: todo cuanto ves es del pueblo, tú tienes el deber de administarlo para que todos podamos comer, protegerlo para que el enemigo no los quite y decidir con sabiduría para que prospere y poder dárselo a las generaciones venideras rico y fértil.

- "Cuando una noche nace un niño afortunado y se predice que un día será rey, da lo mismo lo pobre que sea el niño, da lo mismo lo malvado que sea el rey que ocupe el trono, da lo mismo lo monstruoso que sea el monstruo ese niño será rey."- llevada por el recuerdo continuó un poco el relato que había enunciado el hombre misterioso. ¿Qué quería decir? ¿Estaba llamada a ser algo superior?¿Cuál era el destino que tenía que cumplir? Ella no se sentía elegida para nada.

Antes de salir del parque, el hombre tendió a Valerie una carta. Que al entrar en contacto con la asgardiana varió, mostrando una imagen de la justicia un tanto más pagana que la de la habitual carta asignada en el tarot a ese rol. Una carta un tanto más activa que la habitual. Miró la carta que le había entregado. Era una mujer engalanada con ropajes dorados. Estaba de pie pisando una serpiente. En una mano llevaba una espada y en la otra una balanza.

El crujir de la verja metálica para cerrar la tienda era uno de mis sonidos favoritos. Sobretodo los días más duros. Aunque últimamente, ese toque de cotidianidad se me hacía entrañable y mentiría si dijese que no lo añoraba. Tenía dos hogares, un modo instantáneo de desplazarme entre ambos, un negocio que iba bien, varios propósitos… Sí, mi vida había sido una mierda, pero de toda la inmensa mierda, me encontraba en un punto en el que sentía que algo iba a cambiar. Que algo nuevo iba a comenzar. Esa sensación de estar justo al borde del trampolín.

Terminé de echar el cierre, con la caja de las sobras como era costumbre para repartirlas. Corentine ya había venido con su hija a recoger las primeras y habían marchado, ahora me tocaba ronda. Preparé las sobras en bandejas , con una botella de agua, servilletas, jabón en sobre y un café caliente. Eché a andar en mi ruta habitual, al girar la esquina estaban Dexter y Yanet, que siempre insistían en compartir bandeja a pesar de que siempre preparaba una de más. Les di la bandeja y como siempre, me contestaron con una sonrisa. Kerlin no estaba de buen humor, así que le dejé la bandeja a su lado y me fui. Giré la esquina esperando encontrarme a Vinny, pero en su lugar había un hombre sentado en la oscuridad, con el rostro cubierto. No podía verle la cara pero parecía que me miraba. Me paré en seco. -Hola… ¿No está Vinny hoy por aquí?- No parece que esté por aquí - Ya… Ya veo… - Dejar recados solía ser mala idea. La necesidad hace que la gente no sea especialmente delicada. - ¿Quieres una bandeja? Hago reparto del excedente por aquí. Tengo una pastelería a dos calles de aquí…- Dejé la caja en el suelo, tomé una bandeja entre mis manos y se la tendí.

Su respuesta fue la de posar, sobre esa bandeja un trozo de cartón alargado. -¿Qué…?- No tienes que asustarte. No es como la carta que recibiste hace tiempo. Bueno, la que recibió Elsa. -Cómo…?- Todo mi cuerpo se tensó al instante. Guardé la bandeja en la caja, sosteniendo la carta con la otra mano y respondí luchando por defender cada milímetro de mi cuerpo y mi puño se envolvió en llamas. -No sé quién eres, pero si quieres hacerme daño, a mí o a ella, calcinaré cada micra de tu ser y te reduciré a cenizas.- Te he dicho que esta carta no es como la otra. No te aplicará ese dolor. Sólo tienes que confiar en tu instinto. Acabarás encontrando lo que ansías, Sasha… Pero el camino no será liso y breve. -¿Quién coño eres? Si es una broma no- El brillo de la carta se intensificó, haciéndome mirar. Una torre en llamas… con rayos y dos personas cayendo…

Los astros reflejados en la carta empezaron a moverse y disgregarse, formando una coreografía anárquica, hasta conseguir un patrón. Miré al cielo y vi cómo las estrellas sobre mi cabeza imitaban esa misma sinergia. -¿Qué…?- Agaché la cabeza dispuesta a recriminar al hombre todo lo que estaba ocurriendo, dispuesta a exigir una explicación. Y me encontré con un rincón oscuro de ladrillos. Sola.

Volviendo a una calle mejor iluminada, más transitada, desbloqueé el móvil con mi huella dactilar y busqué el significado de esta carta. La mayoría eran páginas cutres de videntes que hacían sus programas a las tantas de la mañana después de la teletienda pero… El resumen general, que se me escapó en voz alta mientras lo leía: - Cambios arrasadores, ir hacia adelante y hacia la verdad sin miramientos ni contemplaciones. La energía cósmica, el rayo, tira abajo la torre que el ego ha construido... Nada se salva, ni el rey con su corona. Solo destruye el poder que no se sustenta…- me quedé pensativa observando el reflejo de la luz de las farolas sobre la carta.

Hice un pantallazo de la descripción y buscando entre los contactos favoritos pulsé rápidamente su número. -Ah… ¿Sieglinde?… Hola… ¿Te pillo mal? Me ha pasado algo… raro.

Queens, NY
08.36 h

Aquel día Felicia se había levantado de buen humor. Se preparó un café y unas tostadas que untó con mermelada de fresa y tras encender el televisor se puso a ojear una revista de Joyería.

—[...] la fortuna del joven Albert Prescott ha sido donada íntegramente a la fundación de niños... [...]

—Vaya, que generoso ese tal Prescott... Al final va a resultar que todavía existen hombres con corazón, ¿no crees Onyx?—comentó con su felino amigo, mientras degustaba el sabor de la mermelada en la tostada; éste, por su parte, se limitó a olfatear sus labios que desprendían un aroma dulce que le resultaba curioso.

Felicia terminó su desayuno, apagó el televisor y se fue a dar una ducha. Hacía un estupendo día como para desaprovecharlo en casa, pensó. Tras la ducha envolvió su cuerpo con una toalla de algodón negra e hizo lo mismo con su pelo, mientras revisaba el correo en su teléfono móvil...


—Hmm... Nada interesante...

Tras secarse por completo, se recogió el pelo en una coleta alta y se vistió con un top de canalé, unos vaqueros ajustados y unas deportivas de color blanco. Se maquilló de forma muy natural, cogió una pequeña mochila de tela holográfica y salió a la calle. Tras andar un par de calles, dos hombres discutían enérgicamente algo relacionado con el coche de uno de ellos...

— ¡Te digo yo a ti que es la rueda!
— ¿Como va a ser la rueda? Ese ruido solo puede ser del carburador...

“Hombres...” pensó Felicia mientras seguía su camino. Iba decidiendo su camino a medida que avanzaba por las calles de la ciudad. Decidió ponerse los auriculares y escuchar algo de música de su móvil...

—I'm in love with another fool~♪ —canturreaba al ritmo de la canción.

De pronto alguien la sacó de su ensimismamiento, agarrándola del brazo... Felicia se giró para ver quién había había interrumpido su camino, mientras aprovechaba para quitarse uno de sus auriculares los cuales ya estaban reproduciendo otra canción aleatoria...

— Nena, deja que te lea la buena fortuna... —se apresuró a decir mientras la agarraba de la muñeca para tomarle la mano...

Se trataba de una mujer de etnia gitana y de una avanzada edad que pretendía hacer el agosto con ella... Normalmente Felicia habría respondido de forma cortante o con alguna respuesta sarcástica, pero aquel día se sentía especialmente bien y aquella mujer le produjo hasta ternura.  

—Disculpe, pero es que voy con prisa... ¿quizá en otro momento?  —respondió de forma amable con una sonrisa mientras retiraba su mano de las garras de la anciana vidente; a quién pareció no sentarle demasiado bien tal gesto y comenzó a soltar una serie de palabras carentes de sentido y coherencia para Felicia...

— ¡No puedes escapar del destino! ¡La rueda girará y una vez puesta en marcha no habrá nadie capaz de detenerla!

Felicia por su parte volvió a colocarse los auriculares mientras negaba con la cabeza haciendo caso omiso a la retaíla de la anciana. Un par de manzanas más adelante recordó que cerca había una tienda de helados que solía visitar con sus padres cuando era pequeña y decidió darse el capricho de rememorar viejos recuerdos mediante el sabor de su helado favorito, Chocolate con Menta.

Tras pedir su helado favorito se sentó en un banco cercano a disfrutar de su sabor y la música de sus auriculares. De pronto tuvo la sensación de que alguien la estaba observando fijamente. Felicia miró de reojo disimuladamente para averiguar de quién se trataba... Parecía una figura oscura, sin rostro... Entonces se giró para observarle mejor y la figura desapareció como por arte de magia. Felicia frunció el ceño contrariada... ¿Qué o quién era eso? ¿Qué acababa de ver? ¿Demasiado rato al sol? Probablemente... Felicia no le dió más importancia y tras acabarse el helado puso rumbo de vuelta a su apartamento.


Queens, NY
03.25 h

Aquella noche había decidido aceptar el encargo que un misterioso K.P. le había envíado por correo ordinario. En la carta se le ordenaba recuperar algo de la casa de un importante magnate de Industrias Fisk... Al parecer debía ser algo rápido, limpio y de total discreción. La suma por dicho trabajo ascendía a los seis ceros.


Se encontraba en la azotea del edificio situado justo delante de la vivienda del magnate... Al parece no había nadie en casa, ya que se habían ido de crucero por las Islas Fiji, según se había informado previamente Felicia, valiéndose de sus contactos hackers.

— ¡Esto será robar y cantar! —comentó decidida mientras se deslizaba hasta dicha vivienda valiéndose de su gancho-pistola.

Entró en la vivienda, sin ser detectada por ninguna de las cámaras de seguridad y se coló en la habitación donde el magnate guardaba dicho objeto tras una cámara acorazada, con una contraseña tan obvia como la fecha de nacimiento de su hija...

— ¡E...voilà! —dijo confiada tras escuchar el “click” que confirmaba la apertura del mecanismo hidráulico tras la introducción correcta del código.

Cual no sería su sorpresa al encontrarse una silueta que aplaudía su maestría dentro de la cámara... Una silueta que reconoció al instante porque la había visto aquella misma tarde en el parque...

— ¡TÚ! ¿Quién cojones eres? ¿Se trata de una encerrona? ¿Te envía ese tal K.P para cerciorarse de que hago bien mi trabajo?

— Calma gatita... No saques las uñas todavía... Solo he venido a jugar, como sueles hacer tú, ¿no es cierto? —añadió mientras sacaba de su abrigo lo que parecía ser una baraja de cartas alargadas...

— ¿Jugar...? —comentó Black Cat mientras trataba de vislumbrar algún tipo de rasgo en aquella cara sumida en las sombras... pero resultó en vano — ¡No tengo tiempo para jueguecitos! —espetó mientras contaba mentalmente los minutos que quedaban para que la alarma volviera a activarse; dado que su compañero le había dado el tiempo justo para entrar y salir de allí antes de que se activasen las alarmas...

— Tranquila, seré breve... —dijo el extraño mientras barajaba las cartas— ¿Sabes? Deberías hacer más caso a tu instinto...

— ¿Mi instinto?

— Oh vamos... No me digas que has olvidado las señales...

— ¿Señales?

— Así es... Mira, escoge una carta, aunque apuesto lo que quieras que sabrás qué carta será antes de darle tan siquiera la vuelta... Piensa... —comentó crípticamente mientras le mostraba las cartas en forma de abanico para que esocgiera una.

Al mismo tiempo, Felicia comenzó a recordar todo lo vivido en ese extraño y perfecto día... “Fortuna”, “Rueda”... De pronto todo cobró sentido en su cabeza... Las cartas alargadas...

— ¡La rueda de la Fortuna! —dijo finalmente Felicia a la vez que tomaba con sus dedos una carta al azar y la giraba para contemplar estupefacta que había acertado de lleno...

Se quedó observándola unos instantes...

— ¿Y qué se supone que deb-...? —se cortó en seco al alzar la vista y ver que no quedaba ni rastro del estraño individuo. En aquella cámara solo estaban ella, la carta y el objeto que había ido a buscar desde un principio...

Felicia se guardó la carta y el objeto y se marchó del lugar algo contrariada... ¿Quién demonios era ese ser? ¿Qué debía hacer con esa carta? En estos pensamientos se encontraba de camino a la dirección que el tal K.P había dejado escrita en la carta para dejar el objeto, cuando de pronto un extraño fenómeno tuvo lugar en el cielo. Las estrellas comenzaron a moverse y agruparse de una forma muy extraña, como formando un círculo que comenzó a girar cada vez más rápido hasta que se dispersó...

— Esto no pinta bien...

Quizá aquellas palabras de la vieja gitana ahora tendrían más sentido para ella...

La situación se estaba volviendo insostenible. A pesar de que de vez en cuando seguíamos recibiendo comunicaciones fugaces por parte de Lorenzo, y que se habían llevado a cabo muchas otras medidas para evitar que todo aquello afectara a la MKL, la realidad es que lo que estábamos viviendo era el fin del mundo. No estaba preparada para eso. Nadie lo estaba. Cuando piensas que has pensado en todo, siempre aparece algo que te hace ser consciente de tu menudencia. De tu pequeñez. No es que no fuera consciente de que yo sola poco o nada podía hacer para enfrentarme a grandes problemas universales, pero seguía doliendo que me restregaran por la cara mis limitaciones en un mundo que parecía dispuesto a exprimirme hasta dejarme sin fuerzas. No era capaz de dormir, y ahora el cansancio me pasaba factura. Estaba sentada en una esquina de una calle cualquiera. Sólo necesitaba un pequeño descanso. Parecía excesivo usar el equipo para recorrer medio mundo con el único objetivo de tomar el aire, pero me conocía demasiado bien. Dos lágrimas se me escaparon de los ojos y me las sequé de inmediato. Respiré hondo, la mente en blanco, tratando de no pensar por un momento en todas mis obligaciones. En toda la gente a la que había fallado. En toda la gente a la que había engañado con la idea de que podía protegerlos, cuando era obvio que no. En todos los estudiantes con enlaces demoníacos que se volvían locos encerrados en las mazmorras y calabozos especializados de la MKL. Algo que me había jurado que jamás sucedería.

Quizá me había extralimitado. Quizá el discurso de: "No son malos, sólo incomprendidos" nunca había sido mas que una fantasía que se volvía cenizas ante la imparable realidad en llamas que estaban viviendo.

Agarré la cruz sobre mi pecho, y me dispuse a rezar de nuevo. Una súplica al aire, aún mas fuerte ahora que el discurso general era un cántico constante de que Dios nos había abandonado. Sentí como mi cuerpo se normalizaba, cómo todo volvía a su ser. Mi mente de vuelta, el corazón de mi fe en mis palabras, mi cuerpo en orden.

- Bitte Gott. - murmuré entre dientes. -- Wenn wir noch etwas tun können ... gib mir ein Zeichen*.

Al abrir los ojos, estaba allí. Delante de mi. Se apoyaba en el otro lado del callejón, su silueta inmensa y negra. Mi rostro se desencajó. No pensé que se tratara de la señal que yo pedía. Mas bien, por alguna extraña razón, creí que se trataba de la muerte. Tal vez viniera a persuadirme, a que dejara de intentarlo. Aún con todo, por alguna extraña razón, me sentí mas aliviada que asustada.

- Esa eres tu. ¿verdad?- preguntó al tiempo que deslizaba una mano bajo sus ropajes. Yo no hice nada. Estaba paralizada. - Incluso ahora mantienes la calma. No dejes que las dudas te separen de quien eres. Que no flaquee tu fe. Que no se te olvide tu objetivo. Mantener la concordia, creer que el mundo puede ser mejor. Son tu cabeza y tu cuerpo los que temen. Tu alma no, por que está por encima de los asuntos humanos. El alma todo lo entiende...

Dudé. Ese desconocido me generaba desconfianza. ¿Eran sólo las palabras de un embaucador? ¿O era lo que necesitaba oír?

- Mantente en el equilibrio que todo lo domina. Todo es necesario, pero para afrontarlo, no necesitas de nada. Solo una buena idea, y un sentimiento genuino. Déjate ser.- le murmuró al tiempo que extendía hacia mi un pequeño trozo de papel satinado boca abajo. En el momento en que la sujeté, la silueta se desvaneció. Di la vuelta a la carta, desvelando su significado. Ahí estaba, delante de mi. No era un ángel, como acostumbraba, pero era reconocible por sus dos copas de agua. Salvo que... la corriente parecía ir contra la naturaleza, de la copa de abajo a la de arriba. Elevé el rostro observando lo que me rodeaba, y las estrellas bailaron sobre la cúpula celestial en una danza sobrenatural.

Volví de inmediato a la MKL. Hablé con mis compañeros y me puse en marcha a la mayor brevedad. Tenía que confiar en mi instinto, y si me equivocaba, que viniera el fin del mundo. Sabía que algo mayor que yo me había sido encomendado. Podía sentirlo. O tal vez lo quería... para dejar de sentirme así de minúscula. Fuera lo que fuera, la suerte estaba echada.

Aquello, para mí, era sin duda una señal.

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A pesar de que podríamos haber intentado localizar la ubicación mediante magia, habría requerido demasiados recursos y tiempo. No disponía de ninguna de esas cosas. Nuestros magos más capaces estaban centrados en contener a los alumnos problemáticos, a proteger la MKL de fuerzas exteriores y también a tratar de ayudar en la medida de lo posible con todo lo derivado de aquella situación. Muchos habían pedido marcharse a casa, otros habían rogado que acogiéramos a sus familias bajo el amparo de la institución. Para muchos era meterse en la boca del lobo, y el espionaje había delatado que tenían el castillo y las otras dos sedes bajo vigilancia. El ejército había elevado su alerta con nosotros, e incluso habían planeado un protocolo al que Björn tuvo acceso mediante una labor de Hackeo de mas de 22 horas de vigilancia, por la cual en un caso extremo se autorizaba que volaran la sede de Hohenzollern.

Había vuelto al punto exacto en el que me habían otorgado la carta, ya que ahí su brillo era mucho mayor que en Europa, y desde ahí había cogido un taxi. No cualquiera, desde luego. Me empeñé en que tuviera techo de cristal. Cuando llegamos a un punto que me pareció prudente procedí a pagar, y no me moví del sitio hasta que me aseguré de que el taxista continuaba su rumbo y se olvidaba de la enorme mujer a la que acababa de dejar en una zona semi-ruinosa sin ningún motivo concreto. Aún tardé en localizar la puerta en la que la carta aumentaba más y más su brillo.

Si estaba en lo correcto, Sasha habría llegado. Me había informado estando en Europa, y ella había tenido otro encontronazo con ese desconocido. Nuestra relación era un poco tirante. Podría decirse que las dos habíamos pasado un mes muy intenso. Incluso en esa circunstancia me alegraba poder tenerla de mi lado, para afrontar lo que fuese que me esperaba al otro lado de la puerta. Me aseguré de que mi traje de placas estaba bien colocado, mis botas bien atadas y mis dos armas bien sujetas. A través de mi ilusión nada de eso se veía. Los demás sólo podrían ver una mujer entrada en carnes con un sencillo traje chaqueta y zapato plano.

Una figura encapuchada me recibió, junto con una persona andrógina. Sasha no había llegado todavía, y eso me hizo sospechar. Saqué la carta que se me había otorgado y la deposité frente a una de las sillas.

- ¿Qué significa esto? - pregunté con expresión y tono de voz sereno. No tomé asiento. No conocía a ninguno de esos dos de nada, y aunque tenía la corazonada de que debía estar allí, mi instinto no era infalible. Bajo mi ilusión no tenía puestos los guantes. No me gustaba usar mi poder en absoluto, pero tampoco exponerme ni ponerme en peligro de ese modo. Si tenía que actuar, no quería perder el tiempo.

Con el cigarrillo colgando entre los labios bajó la mirada hacia la carta preguntándose por qué su vida era un imán para todos los locos y colgados del universo. Tenía toda la franca intención de tirar aquél trozo de cartón en la papelera más cercana y regresar dentro del bar para terminarse su sandwich en paz, pero entonces vio que la jodida cosa estaba brillando. En un primer momento la sorpresa casi le hizo soltar la carta pensando que se habría prendido fuego o algo al caerle encima ceniza del cigarro, pero no tardó en darse cuenta de que no era eso. La carta parecía brillar indicándole una dirección concreta. Como si fuera magia, o una señal divina o algo así. Jesse miró hacia atrás, hacia el interior del bar donde le esperaba un delicioso sándwich de huevo calentito, y después otra vez hacia la carta que brillaba cada vez que la levantaba. Y otra vez hacia el bar. Y otra vez hacia la carta.

- Joder... -suspiró, resignado-. Más te vale que ésto sea para algo importante, puto loco de los cojones...

Y así, refunfuñando, se dirigió hacia el coche.


Se inclinó para poder distinguir bien el edificio a través de la luna del coche. Se trataba de una zona abandonada de la ciudad en la que no había estado nunca, pero a juzgar por las cartas en la fachada del local, parecía que no había lugar a dudas.

- Sutil -musitó entre dientes mientras aparcaba la pickup allí mismo. Al salir del coche echó un vistazo en derredor, sin dejar de sorprenderse ante el hecho de que un lugar así de abandonado pudiera encontrarse en una ciudad como Nueva York, aunque fuera a las afueras. Era un contraste demasiado elevado con la ciudad que nunca duerme como para pasar desapercibido.

Y, sin más, entró en el edificio. Las ventajas de un poder como Génesis eran que por lo general no necesitaba preocuparse en exceso por su seguridad, lo cual le hacía actuar con tanta confianza que en ocasiones resultaba hasta temerario.


Una vez dentro, silbó ligeramente sin dejar caer el cigarrillo. Caray, aquél lugar seguro que había tenido clase alguna vez. Las paredes eran de madera barnizada, y, por el estilo de las mesas y el piano y la espesa capa de polvo que los cubría, el sitio tenía que llevar abandonado prácticamente un siglo. Era toda una antigüedad. Realmente era sorprendente que aún se mantuviera entero. Las fichas de la ruleta estaban distribuidas a lo largo de las casillas del tablero como si los jugadores hubieran tenido que marcharse apresuradamente por una redada policial o un repentino enfrentamiento entre bandas. Incluso había botellas de whiskey en las mesas y el bar estaba completamente abastecido. Fascinado, se dirigió hacia la barra, tratando de distinguir las letras de las etiquetas de las botellas. Sus padres habían llevado un bar antes de que los matones de la abuela los hubieran encontrado, y, aunque obviamente no había tenido nada que ver con aquello, Jesse siempre se sentía como en casa en el interior de un bar. Había algo muy familiar en el tacto de la barra bajo sus dedos, en el sonido de los vasos y las copas de cristal...

El sonido de unas voces que procedían de más allá de la puerta que había al lado del bar le sacó de su ensimismamiento. Al otro lado había una sala más grande y más deteriorada, con las ruletas volcadas por el suelo y graffitis en las paredes. En el centro había una mesa encima de la cual se encontraba el chiflado de la capucha que le había dado la carta. También había dos mujeres; una pelirroja de aspecto estrafalario y una rubia de apariencia formal y expresión seria. Jesse las miró a ambas. Después miró al encapuchado, la mesa y las sillas.

- Mmmmm.... -rumió para sí, pensativo. El cigarrillo osciló ligeramente arriba y abajo entre sus labios-. ¿Esto es una reunión de Alcohólicos Anónimos o Ludópatas Rehabilitados? -preguntó en voz alta-. ¿O una organización "secreta" -hizo el gesto de comillas con los dedos- que aguarda la segunda venida del mesías y blablabla? Espero que no, porque me he dejado un sandwich de huevo delicioso a medio comer y tenía bastante hambre, así que... Sea lo que sea la mierda ésta, espero que valga la pena porque si no me voy a liar a ostias con el payaso ese que está sobre la mesa.

Y tal cual se quedó allí de pie, con las manos en los bolsillos y tan tranquilo como si acabara de pedir que le pusieran un par de vienas en la panadería en lugar de amenazar a una jodida entidad que bien podría tener la capacidad de reducirlo allí mismo a un charquito de sangre.

~·~·~·~·~·~

Cuando la carta que aquel hombre había dejado en sus manos comenzó a emitir un extraño fulgor, supo que tenía que tomarse otra pastilla. Parecía que estaba pasando a una etapa más peliaguda de su enfermedad. Cuando los sueños y las alucinaciones tomaban una entidad más real para ella. Se sentía un poco atemorizada. Pero no debía perder la calma. A pesar de aquella circunstancia ella seguía teniendo el control. Apretó sus puños con fuerza y respiró hondamente. Sí, iba a tomarse la medicación. Luego cruzaría el parte y se reuniría con su amigo Pauly como había acordado.

Se metió la mano en su bolso de cuero negro en busca del frasco que contenía su medicina para la esquizofrenia.

-Zendaya.- gritó alguien- Mira para delante que te chocas.- pero a veces las advertencias de una madre llegan tarde.

Alguien se chocó contra Val e hizo que el frasco de su medicación saliera volando. La rubia abrió enormemente los ojos al ver sus medicinas volar. Trató de salir corriendo a por ellas pero delante de ella había una niña afrodescendiente con dos graciosos moñitos. Era lo que había chocado con ella. La ayudó a levantarse y comprobó que la menor estuviera bien.

-Ves.- dijo la voz que había escuchado anteriormente.- Perdone.- dijo amablemente hacia Val una mujer de la misma “raza” que la niña. Sus ojos castaños eran intensos y su cabello blanco con rastas descataba. A Valerie le pareció singularmente bella. De esa belleza que te cautiva el corazón. - Lo niños, ya sabe.- le guiñó el ojo a Val y cogió a la pequeña del brazo.

-pera ma - comentó la niña y señaló la carta que llevaba la rubia en la mano.- ta brillando.-

La beldad giró la cabeza hacia donde miraba su hija.
- Oh es verdad. Qué carta más bonita.-

Para encontrarse con la madre y con la hija llegó otra mujer, esta vez una mujer anciana.

- Oh los jóvenes y sus modernidades.- dijo refiriéndose a la carta luminosa.

Parecía que esas tres féminas veían lo mismo que ella. Tal vez no fuera un desvarío de su mente. Vigilo a las tres mujeres a ver si eran reales. Las vi interactuar con las demás personas del parque y sus inquietudes se calmaron.


- Ahora un poco de cuando el pasado incide en el presente.- Dijo la mujer mayor un tanto alejada de Valerie.La mujer que estaba en la etapa joven-adulta de su vida sonrió ante el comentario mientras agitaba el bote de medicamentos de Val. Entonces, la nieta y la abuela chascaron los dedos y un minuto más tarde, Val recibió un mensaje de su amigo Pauly. En él la decía que el bar se había llenado repentinamente y no podía atenderla. Que mejor se veían en otro momento. Valerie suspiró contrariada.

Tres mujeres que tejen y entretejen los hilos del destino en un momento inmenso tapiz cósmico. Tres entidades que enlazan los puntos para que todo siga su curso. Son quienes guían, confortan y aconsejan a los héroes para que puedan cumplir su sino. A Val le hacía falta ser encauzada un poco en la dirección correcta. Quizá se había pasado un poco al crear las circunstancias de esa nueva vida de su paladina y por eso, tenían que tirar un poco para corregir el rumbo.

Parecía que no tenía nada que hacer. Una idea estrafalaria cruzó su mente. ¿Y si le hacía caso a aquella carta? ¿Y si se dejaba llevar por las señales? Bueno … ya había salido de casa y no tenía más que hacer. Sí la carta la llevaba a algún timo o algún embaucador siempre podía partirle la cara.

Camino en la dirección que le gusta iba más cuando la carta del tarot. Tardó un rato en llegar lugar indicado. Cuando más se iba acercando al punto de encuentro, más cochambre había. El  lugar parecía abandonado y ruinoso. Traspasó el umbral y se encontró con que no estaba sola. En aquella especie de sala de juegos se reunía un variopinto grupo. Solaris y Roxanne podían acordarse de la valquiria. sin embargo, ella era otra "nueva Brunilda". Se había reencarnado y su cuerpo era exactamente igual al anterior pero su mente estaba un tanto más dispersa y sólo conservaba de forma precisa los recuerdos de esta vida, cuando pasó a llamarse Valerie. Aún no había recordado su esencia misma ni sus recuerdos pasado. A veces la venían sueños pero no eran muy legibles para la exuberante rubia.

- Se puede saber de qué va esta mierda- dijo en un tono tan decidido e seguro como imperioso.

Queens, NY
03.42 h


Tras dejar el preciado objeto en el lugar acordado por su cliente, se dispuso a volver a casa con intención de poner sus pensamientos en orden después de aquel día tan extraño que acababa de vivir. Lo cierto es que a medida que avanzaba por los tejados de los rascacielos de la ciudad, no podía evitar darle vueltas a aquella extraña figura. ¿Se trataba de alguien con poder? ¿O simplemente era un lunático del tres al cuarto?

En eso se encontraba pensando cuando de pronto la carta que guardaba en su bolsa empezó a emanar una luz que Felicia observó a través de la tela de la misma.

— ¿Pero qué...? —se preguntó mientras aprovechaba para hacer una pausa y sacar la carta del interior de la bolsa.

Al tomarla entre sus manos, Felicia pudo sentir un calor especial. El brillo se hacía cada vez más intenso, iluminando por completo la figura que se mostraba en la carta con un tono dorado. De pronto la rueda comenzó a girar de forma basculante, como si de una brújula se tratase.

— Hmm vaale... ¿Ahora es cuando cierro los ojos y me dejo llevar por el viento que me indica el camino correcto y bla, bla, bla?

Dió la casualidad que una leve brisa que se movía en la misma dirección que indicaba la carta, despeinó sútilmente su cabello.

— Vale, lo pillo —respondió a aquello que parecía estar invitándola a seguir la dirección de la carta.


Casino Abandonado, afueras de NY
04.16 h


Pronto llegó a una zona un tanto retirada... Frente a ella, un edificio que cuya estructura conocía muy bien por asociación con otros lugares que había frecuentado para desplumar a más de uno y más de una en el pasado; un casino. Pero este se encontraba en un estado más deplorable. Abandonado y envejecido aunque todavía conservaba cierto aire de lo que fue en sus mejores días.

La Gata escrutó la zona, pero no encontró ningún rastro de la extraña entidad encapuchada. Lo que sí observó, fue un rastro que la llevó directa al interior del edificio. Aun con la carta en la mano —la cual ya había dejado de emitir ese brillo intenso— la albina felina analizó con detalle cada rincón de la sala por la que iba adentrándose con paso seguro y femenino. Al pasar por al lado de una de las mesas de apuestas, tomó un puñado de fichas cubiertas de polvo y las lanzó al aire.

— Ah...el tiempo...Ese enemigo cruel del que no podemos escapar... —comentó mientras deslizaba sus dedos por los viejos tapetes empolvados— Tan caprichoso... —Felicia, se detuvo frente a una de las ruletas, tomó la pequeña bola blanca y la lanzó al aire mientras hacía su apuesta en voz alta— Negro impar...Gana —sentenciaba al tiempo en que la esfera constataba sus palabras.

De pronto escuchó unas voces procedentes de una sala contigua a la mesa frente a la que se encontraba. Guardó la carta, se sacudió el polvo de los guantes y entró abriendo las puertas de par en par. Observando a los allí presentes, sus naipes y como no, a la figura misteriosa que se encontraba justo frente a ella, en el lado opuesto de la sala.

— Vale, parece que todos hemos recibido tu invitación —espetó dirigiéndose a la misteriosa entidad— ¿Nos vas a decir ya qué quieres? ¿O será después de romper la piñata? —ironizó cruzándose de brazos frente a la puerta, esperando respuestas.        

Tenía el visto bueno de SIeglinde, sólo faltaba ponerlo en marcha. Guardé la carta en el bolsillo trasero de mi vaquero y saqué de la pechera de mi chupa el Zippo que me había facilitado la MKL para los desplazamientos instantáneos. Utilizando la parte trucada, activé el zippo, que me hizo aparecer automáticamente en la habitación de mi apartamento en Nueva York. Volví a accionarlo y aparecí en mi cuarto de la MKL en Berlín. -¿Woodroe?, Mierda…- saqué el busca que se me asignó cuando entré en el equipo de espionaje. -Woodroe, necesito alguien que analice una reliquia. Corre mucha prisa- tenía la respiración agitada, esos viajes instantáneos resultaban algo cansados. - Bertram se encuentra disponible en el pasillo de la jefatura - ¡Perfecto! Por favor comunícale que me espere allí- Y con la carta en la mano, aunque con un brillo mucho más suave corrí por toda la mansión hasta llegar a la ubicación de Rostchrek - BERTRAM, por favor analízame esto, me la dio un tipo encapuchado en la calle, Sieglinde tiene otra diferente y no sabemos lo que puede ser. Corre prisa, hay como un haz de luz que lleva de la carta a algún sitio y no quiero perderlo. - El homomagi lo analizó entre sus dedos y con un destello suave dorado cerró los ojos pero volvió a abrirlos a los pocos segundos después. - No puedo decirte mucho con un análisis tan rápido… Es probable que haya influencia demoniaca y algún vínculo mágico… Si el haz de luz está en el cielo quizá sea astral… Lo más importante son las figuras. El tarot es una disciplina antigua y las cartas nunca se eligen por casualidad. - Sí, eso he leído en google… Vale. Gracias, eres el mejor- Y recuperando la carta entre mis dedos corrí de nuevo hacia mi habitación para volver a activar el mechero, que me volvería a dejar en mi cuarto de Nueva York.

Cogí la carta, mi mochila y justo cuando agarraba la puerta de mi dormitorio, giré el rostro al armario. El traje… Pensar en él me daba una punzada de dolor que aún no estaba preparada a reconocer, pero abrí el armario y cogí el baúl que guardaba todo mi equipamiento. Las armas, las cadenas, las bolas y el traje.
Salí convencida de coger la furgoneta para seguir la ubicación a modo de GPS y así lo hice, soltando mis cosas en el asiento de copiloto a toda prisa. Coloqué la carta donde llevaría el móvil normalmente para usarlo como navegador y aceleré todo lo que pude, esquivando a unos cuantos gilipollas por el camino.

Cuando aparqué a una distancia prudencial del edificio abandonado, aproveché el tamaño de la furgoneta, eché el asiento hacia atrás y me desvestí y vestí todo lo rápido que pude para ubicar el traje, esta vez sin insignias de Xmen, con las bolas metálicas y la cadena que descansaba en mi pecho, bajo la capucha, con las cintas colgando de cada hombro. Mi traje de los Xmen resultaba cómodo, una semi-armadura moderna, ergonómica, con una capucha inmensa que me ocultaba el rostro y una rejilla que protegía la mitad superior de mi cara de curiosos. Corrí hacia el interior, mientras me recogía el pelo bajo la capucha. Iba convencida, firme y en línea recta.

Hasta que vi a Harley Quinn… Debido a todo el juego macabro del Joker había investigado sobre ella… Y saber que estaba metida en el ajo me removió el estómago. También estaban Sieglinde, de incógnito, un puñado de gente que no conocía y…

Aspiré en una bocanada de sorpresa

Joder… no era así como quería reencontrarnos.

Cerré los ojos y tomé aire por un instante, rememorando y repasando cada una de las lecciones, aunque de momento no habían sido muchas, que le había impartido la MKL sobre el control mental y emocional. Tomé aire… Y aparecí por una de las ventanas, caminando con calma sin apartar la mirada del predicador, colocándome junto a la silla vacía de Sieglinde con actitud casual. Luego miré al encapuchado e hice recuento de las sillas. O una de las sillas era para él o faltaba alguien por llegar. No abrí la boca, no quería que Jesse me reconociese la voz. No así.. y susurré a Sieglinde la información que me había dado el mago.

Una figura menuda entró en la sala tras él. Iba cubierta con una capucha como si fuera una especie de vagabunda y se apoyaba sobre una muleta, como si estuviera tullida. Cuando habló, lo hizo con la voz de una mujer. Jesse se quitó el cigarrillo de los labios para sostenerlo entre dos dedos de la mano izquierda, con el ceño fruncido y sin decir nada. La situación no le gustaba nada porque no era su primer rodeo con organizaciones secretas que trataban de utilizarlo para sus fines. El Grial le había dado un por culo alucinante en su afán por convertirlo en el "Nuevo Mesías" que daría inicio al Apocalipsis, y le había costado bastante meterles en la sesera (entre bala y bala) que no tenía el menor interés de participar en sus proyectos megalomaníacos. El encapuchado de la mesa había empezado con mal pie con él al tirar de secretismos y truquitos de efecto dramáticos, pero, aunque a regañadientes, tenía que admitir que la desconocida tenía razón. Aún era pronto para saltar a conclusiones.

La figura encapuchada pareció reconocer entonces a la mujer rubia que había llegado antes que nadie, y, dirigiéndose a ella, se bajó la capucha revelando un rostro bastante más joven de lo que había aventurado. ¿Una adolescente tullida? Joder... Una oleada de simpatía brotó en su pecho, y la expresión de su rostro se suavizó al instante. Su mejor amigo de infancia había sido un chico con un sólo ojo, su madre había perdido el brazo por el ataque de un caimán y, en general, Jesse se sentía a veces más cercano a los parias y marginados de la sociedad que a la gente que podría considerse "normal".

- Encantado, Roxanne -le dijo sin moverse del lugar en el que se encontraba llevándose dos dedos a la sien en gesto de saludo informal. Después repitió el gesto con las otras dos mujeres-. Y encantado también. Yo soy Jesse.

Una cuarta mujer, también rubia, entró a continuación, ésta con las puntas en rojo y negro, y también había recibido una carta.

- Yep -asintió Jesse, dándole un par de golpecitos al cigarrillo con el índice para dejar caer la ceniza en el suelo del local. Con la otra mano sacó su propia carta del bolsillo de la chaqueta y la mostró-. Aparentemente yo soy "el sumo sacerdote". A quien se le haya ocurrido debe ser un lince, vaya -dijo con ironía.

Entonces apareció la cuarta rubia de la noche (a aquellas alturas aquello parecía ya un anuncio de tintes para el pelo), y parecía de bastante mala ostia también, lo cual era comprensible.

Y la sexta mujer, un bellezón de cabellos blancos como la nieve, entró a continuación, y justo cuando Jesse empezaba a pensar que era el único hombre al que habían invitado a aquella extraña reunión, las puertas se abrieron para dar paso a un tipo enmascarado con una pistola en la mano que, ni corto ni perezoso, apuntó directamente a la cabeza de la rubia del pelo tricolor. Jesse frunció el ceño.

- Oye, amigo, no sé quién eres ni qué te ha hecho la rubia, pero cualquier asunto que tengáis sin resolver podéis dejarlo para cuando hayamos averiguado qué cojones hacemos aquí. No me apetece encontrarme de repente en medio de un tiroteo, gracias. Ésta es la chaqueta de los domingos, no quiero estropearla.

Dio una última calada al cigarrillo y tiró la colilla a un lado. El noveno invitado apareció entonces y Jesse no pudo evitar una sonrisa al escucharle.

- Amigo... lo que tú has visto en una película lo he vivido yo en primera persona una vez. Y tampoco acabó bien -contestó, recordando a cuando había tenido que colarse en la orgía de la mansión de Jesús de Sade para rescatar al niño con el que estaban a punto de rodar una película porno. Tal y como le había dejado la cara a aquél cabrón dudaba que pudiera volver a participar en una orgía a menos que fuera cubriéndose la cabeza con un saco.

Parecía que ya estaban todos... Pero entonces por la ventana apareció otra mujer, sólo que ésta se cubría con uno de los uniformes de superheroína que eran tan comunes en aquella dimensión. Jesse no terminaba de acostumbrarse a aquello. En su universo de origen había sido el único con súper poderes, y sólo porque una entidad cósmica sobrenatural se había encaprichado de su cuerpo. A veces casi prefería lo de estar por la carretera todo el tiempo porque cuando estaba en las ciudades y veía a los superhéroes volando le resultaba casi surrealista. Era cierto que tenía amigas con poderes, y que Sasha, de hecho, era una heroína, pero nunca la había llegado a ver con el uniforme puesto.

De hecho... Ahora que pensaba en Sasha... había algo en la manera en la que se movía aquella mujer que le resultaba muy familiar... Y la manera en la que le miraba... Pero no, descartó de inmediato el pensamiento antes de que se llegara a formar del todo. Primero porque tanta casualidad habría resultado prácticamente imposible, y segundo y más importante, porque Sasha estaba ahora mismo en Europa.

Sin decir nada, la recién llegada fue a sentarse junto a la primera rubia. Jesse se metió las manos en los bolsillos y esperó a que el encapuchado les explicara de una maldita vez lo que estaban haciendo allí. El hombre se quitó la capucha, revelando otro de aquellos trajes de mallas ajustados que a Jesse le resultaban tan irreales. ¿Otro superhéroe?

El tipo materializó de la nada una baraja del Tarot y sacó otras tres cartas que a Jesse le dijeron tan poco como todas las demás antes de empezar a explicar una historia de lo más extraña. Jesse había visto morir a Tulip sin que él pudiera hacer nada por impedirlo, pero aún así no sabía cómo sentirse con lo que estaba contando aquél hombre. ¿Habría llegado él a aquellos extremos con tal de devolverle la vida? No lo sabía, y prefería no saberlo. Lo que sí tenía claro era que no podía permitirse la creación de un segundo infierno. En el mundo ya tenían bastante con uno.

- Sólo tengo dos preguntas -dijo mirando fijamente al tipo de la mesa-. Primero: ¿quién narices eres tú? Es de buena educación presentarse antes de pedir a un puñado de desconocidos que se jueguen el cuello por ti. Y segundo: ¿cómo sabemos que esa historia que nos acabas de contar es cierta y no un engañabobos? No me malinterpretes, sé que existen los demonios y el infierno, pero por todo lo que sé, podrías no ser más que uno de éstos locos que va por ahí regalando panfletos sobre paraísos en el interior de montañas donde conviven el ciervo junto al león y blablabla y que sólo pueden verse ascendiendo a la quinta dimensión.

Una figura encapuchada que se sostenía con un par de muletas se aproximó a mí con decisión. La única persona que se me ocurría que pudiera conocer en esas circunstancias era Sasha, pero tenía la certeza de que no estaba herida. Cuando con un gesto se retiró la tela que la cubría y pude ver su rostro, en el mío se dibujó una leve expresión de sorpresa. Era la joven dragona a la que había visto tiempo atrás durante la época de apareamiento de los dragones en Europa. Era difícil olvidarse de algo así aún a pesar de todas las maravillas que se contemplaban en un lugar como la MKL. Habíamos acompañado a la muchacha y a sus padres adoptivos a una cueva próxima y habíamos presenciado la aparición de una conciencia anciana que se proclamó la madre biológica de la muchacha. Nos contó cosas sobre su raza y el pasado, así como de la dragona que la propia Roxanne aún no conocía. Mis ojos se llenaron de preocupación genuina cuando me percaté de que la alocada e inocente niña que había conocido se encontraba ahora en ese estado. No sólo parecía afrontar grandes dificultades, si no que además había perdido un miembro. No quería ni imaginar como una cosa así habría podido afectar a alguien con su alegre carácter, siendo tan joven e ingenua.

- Claro que te recuerdo. - una sonrisa cálida apareció en mi rostro. - Veo que has tenido que enfrentarte a muchas dificultades. Lo siento mucho, Roxanne.- mis palabras hacia la dragona eran sinceras. Nadie tendría que enfrentar una tragedia como la que vivíamos en ese momento.

A la sala fueron accediendo poco a poco cada vez más y más personas de lo mas variado. No era algo que me sorprendiera demasiado teniendo en cuenta de dónde venía, pero sí me generaba más incógnitas respecto a qué era lo que uniría a personas de tan distinta procedencia. Hice una pequeña señal de la cruz cuando observé entrar al cura a pesar de que su modo de dirigirse a los presentes me hizo dudar de su autenticidad. No conocía muchos pastores con la boca tan suelta. A medida que el número de personas aumentaba conseguía reconocer a algunos de ellos. Habíamos dedicado muchos recursos a identificar las personas públicas a las que se le atribuían poderes, y también a sus contrapartes más peligrosas, motivo por el cual identifiqué a Harley Quinn de inmediato.

Contemplé una figura que se me hizo conocida al instante. Habría reconocido su porte en cualquier parte, a pesar de que por algún motivo me pareció algo ausente en el momento. Intercambié una mirada azulada con Brunilda haciendo una leve flexión de cabeza hacia ella, a modo de saludo respetuoso.

Sasha entró sin vacilar, y se aproximó a mi dirección, tomando asiento. Cambiamos unas escuetas palabras, lo justo para poder informarme de los datos que había recopilado. No eran muchos, pero nunca se sabía cuando una menudencia era suficiente para salvar la vida.

El desconocido aún se demoró unos momentos más en hablar, pero cuando por fin se decidió, tanto él como la andrógina figura pelirroja relataron una historia de pérdida, dolor, grandes errores y un peligro inminente con el que tendríamos que enfrentarnos todos los presentes si queríamos evitar una gran tragedia posterior. De algún modo el mundo parecía haberse puesto de acuerdo en recrear las peores circunstancias imaginables. Cuando el horror parecía no tener final, el amanecer siempre traía algo inesperado que empeoraba todo mas allá de lo que nadie pudiera prever. En ese momento me sentí desesperada y cansada. En mi mente había que continuar luchando siempre que se tuviera un ápice de aliento que malgastar quejándose. El problema era que toda aquella situación estaba pasando factura, y a veces, por mucho que la mente quiera, es el cuerpo, el alma y los sentidos los que no acompañan. Traté de despejarme paseando mis ojos por la sala, grabando esos rostros en el interior de mis pupilas y haciendo un esfuerzo por ver personas bajo los maquillajes, los antifaces, las capas, las capuchas y los alzacuellos.

Esperé a que el cura hiciera sus preguntas, algo muy razonable por otra parte. Los momentos de confiar a ciegas en cualquier aparición habían quedado meses atrás, cuando aún había margen de error. Ahora era muy distinto.

- ¿Porqué nosotros? - intercedí en cuanto tuve ocasión. Quería una respuesta razonable, no una predicción vaga y lo bastante genérica como para aceptarla sin cuestionar nada. - Por nuestras capacidades, ya. ¿Pero qué es lo que hace que seamos ideales para ello, en vez de otras personas igual de preparadas? ¿Ha sido una cuestión de suerte y nada más? - incógnitas. Demasiadas incógnitas.

¿Cómo sabía las cartas a quien elegir? ¿Había sido algo azaroso o por el contrario había algún orden que no era capaz de percibir? ¿Seríamos capaces de hacer lo que el hombre nos había encomendado? Aún mas importante que eso, ¿Queríamos hacerlo?

Estaba acostumbrada a llevar el control sobre el mayor número de variables posibles, pero en este caso no dominaba ninguna de ellas. Ni siquiera el motivo que me había llevado allí, y eso me hacía sentir incómoda e inquieta. No me gustaba improvisar sobre la marcha si podía evitarlo.

Tras su entrada comenzó a llegar más gente; una atractiva mujer de cabellos blancos como la hermosa y fría nieve, un joven cuyo marcador de vida mostraba algo singular como si hubiera sido reiniciado a algo así, un hombre con un singular aspecto elegante pero desarreglado y por último una mujer vestida en plan assassin's creed.

La valquiria Brunilda de Asgard que conocieron Solaris, Roxanne, Edward y Jason (aunque no le recordase por su encontronazo con el personal del gobierno) había muerto y al ser resucitada por los designios de las fuerzas cósmicas, lo había hecho en aquella mujer cuya infancia, adolescencia y adultez se habían visto marcadas por los tejemanejes de las Nornas forjando de nuevo a su preciada sierva. Una espada se forja a golpes y así es como nace la resiliencia y la resistencia de un guerrero. Saber aguantar y sobrellevar las misiones que le son encomendados a quien es escogido por las fuerzas cósmicas requiere una voluntad y una fortaleza que nada de la adversidad.

La mirada de Val no se centró mucho en Red hood. Ni siquiera con el alboroto que estaba formando con Harley. Había visto algo extraño en su aura y en el marcador de vida. Nunca le había gustado ver el tiempo vital de los demás y le había llevado bastante tiempo fingir que no veía cuando iba a morir alguien. Era un poder que la desestabilizaba y más criada en una cultura donde la muerte es el final de todo. Dio gracias a que el cura calmase la discusión.

La mujer rubia le hizo un asentimiento con la cabeza como si la conociera. A Valerie no le sonaba de nada esa señora. Quizá esa fémina la conocía por su incipiente y prometedora carrera musical en el grupo de las Banshees. Para la camarera y recientemente vocalista de un grupo en auge era lo más factible.

Luego entró el supuesto Mister X y el organizador de esa partida de rol en la que estaban inmersos. Ese rubio empezó a narrar una historia sobre un matrimonio de magos que pactaban con un demonio. Los ojos penetrantes y eléctricamente azules de aquella belleza rubia se abrieron de par en par con cada palabra que iba saliendo de la boca del desconocido que había reunido a un grupo tan peculiar en aquel destartalado lugar. Valerie no había tenido mucho contactos con los mundos mágicos, místicos o sobrenaturales. Sus recuerdos aún no se habían hecho conscientes y los reflejos de sus anteriores vidas y de la paladina asgardiana de la muerte y el destino eran simplemente ecos. Desde su más tierno despertar de estos sueños fantasiosos se la había dicho que eran delirios provocados por que tenía una enfermedad mental; la esquizofrenia.

Se llevó las manos a la cabeza, abrumada por las informaciones que estaba recibiendo. Inconscientemente metió su mano en el bolso para sacar el botecito de su medicación y tomarse una pastilla. Pero no encontró nada y se sintió  frustrada. Quería que toda esa fantasía se esfumase y que su mente dejase de engañarla con relatos engañosos sobre magia y demonios.

Se encogió abrazándose a sus rodillas como cuando intentas que se te pase un mareo y así estuvo un buen rato. Se volvió a enderezar y después de respirar hondo se dirigió a la barra. Aquí buscó un vaso, lo limpió con un pañuelo y volvió a rebuscar en busca de alguna botella que contuviera algo de alcohol. Necesitaba algo con lo que poder hacer frente a esas incongruencias con la realidad. Encontró una botella de Vodka que no tenía mala pinta y se llenó el vaso hasta el borde de un trago se bebió todo el contenido del vaso y luego se sirvió otro.

-¿Capacidades?¿Qué Capacidades? Yo no tengo nada útil. Solo veo cuando la gente la va a palmar. Y francamente, es algo inútil. Si intentas parar el marcador luego se producen serias consecuencias bastante graves y desastrosas. La muerte se cobra el doble si intentas estafarla. Veo cosas que no se pueden cambiar. - se volvió a servir otro vaso y lo bebió. - Estoy con ella- señaló a Sigliende.- Seguramente haya personas más capaces y preparadas para esta aventura épica de salvar el mundo.Se rio sarcásticamente.- Yo ni siquiera puedo distinguir si esto es la realidad o no.-  

Casino Abandonado, afueras de NY
04.48 h


Felicia escuchó atenta todas y cada una de las palabras de la figura encapuchada.

— Ahá...¿A qué hora dices que la echan?—preguntó dirigiéndose directamente a la extraña figura que los había reunido allí. Después hizo una breve pausa para observar la reacción de los allí presentes; en el grupo de invitados habían quiénes habían empezado a formar algunas preguntas y otros que parecían tragarse todo aquello tan poco como ella misma— La película que te estás montando digo...¿Qué cuándo la echan? —Felicia no pudo evitar sonreír llevándose la mano al ceño.

De pronto otra joven invitada a la que Hardy desconocía preguntó algo, bastante abrumada por toda aquella situación:

—¿Capacidades?¿Qué Capacidades? Yo no tengo nada útil. Solo veo cuando la gente la va a palmar. Y francamente, es algo inútil. Si intentas parar el marcador luego se producen serias consecuencias bastante graves y desastrosas. La muerte se cobra el doble...

A partir de aquel momento la gata decidió desconectar el cerebro poniendo los ojos en blanco en un claro gesto de hastío. Ya había tenido suficientes coqueteos con el tema de la muerte y lo que le gusta o no cobrarse el mes anterior en aquel museo...

—Seguramente haya personas más capaces y preparadas para esta aventura épica de salvar el mundo.—Se rio sarcásticamente— Yo ni siquiera puedo distinguir si esto es la realidad o no.

Tras decir aquello, la joven tiró la carta que guardaba en el bolso sobre la mesa y se marchó del lugar, sin dar más explicaciones. Felicia observó unos instantes la carta y pudo ver que se trataba de la Justicia. Tras eso, ella y el resto la vieron marchar. Lo cierto es que todo aquello era de lo más inverosímil, pero por alguna extraña razón el resto de los allí presentes decidieron quedarse. Tras un silencio algo incómodo, Black Cat decidió retomar la conversación...

— Bueeno, parece que en esta fiesta no va a haber justicia...—Bromeó señalando a la carta que yacía sobre la mesa central— Estáis todos preguntando cosas muy interesantes, de verdad que sí... Pero nadie por el momento ha preguntado lo más obvio...y me parece principal... —remarcó finalmente bajando las manos en un gesto de incomprensión—¿Qué pasa si nos negamos?—Hizo una pausa para mirar a la extraña figura completamente de frente, después miró al resto y aclaró —Es decir, no es por nada, pero yo a esta gente no la conozco de nada y sinceramente no me apetecería acabar herida y que me dieran por muerta, otra vez.

La presencia de Jesse y de Harley Quinn cambiaba las cosas por completo. Recibir una carta (otra puta vez) era una cosa, implicarme era otra. Pero que en el proceso estuviese el hombre al que más quería en el mundo y una de las personas a las que quería matar… Cambiaba el objetivo por completo. Aproveché el susurro para informar a Sieglinde sobre mi firme posición de proteger al predicador con mi vida si fuese necesario. No me importaba que no lo comprendiese. Cuando estaba bajo sus órdenes, no tenía problema en agachar la cabeza y cumplir con lo que fuese necesario, pero ahí, en mi ciudad, con el traje de la patrulla, yo decidía con total libertad. Sabía de sobra que Jesse no necesitaba mi ayuda, pero con la presencia de la novia del Joker aquí, y quién sabe cuántos desconocidos hijos de puta con saber qué poderes… No podía confiar en que estaría bien 24/7.

Tomé asiento con calma, escuchando con atención las palabras del que, por lo visto, nos había llevado a todos aquí. Parecía ser amigo de la… él… ¿pelirroje? No sé si era un tío o una tía, pero de la persona que comentaba todo lo que iba diciendo.

Más pactos, más demonios y más hijos de la gran puta. Suspiré resignada, apretando el puño para intentar controlar las ganas de abrasar la cara al encapuchado. Yo, otra vez, elegida para hacer lo que algún incompetente había dejado a medias. Otra puta vez yo. De todos los mutantes, magos, psíquicos, humanos con recursos, etc… Otra vez.

Empezaba a estar harta de las jugaditas del destino que parecía querer llevarme otra vez frente a frente con más demonios. ¿No había tenido suficiente? ¿De verdad tenía que estar en constante lucha contra los únicos seres que hacían que se me revolviese el estómago sólo de conocer su existencia?

Tragué saliva y miré a Sieglinde. Habíamos pasado por mucho, y aunque tenía más autocontrol en los temas demoníacos, sabía que yo era especialmente vulnerable y que esa flaqueza me hacía más susceptible, influenciable, corrompible…

Agité la cabeza y volví a mirar a Jesse, sonriendo con los labios. Cientos de preguntas arrollaron mi mente como un tren sin frenos. Para mi suerte, el silencio jugó a mi favor y vi cómo uno a uno iban formulando lo que yo necesitaba que se resolviese.

¿Quién era el encapuchado? A pesar de habernos explicado que era el guardián de dicha profecía, no había contado más allá. ¿Cómo podíamos comprobar que su historia era cierta? Luego mi mirada se posó en mi jefa y compañera. ¿Qué teníamos nosotros de entre los millones de criaturas capaces del mundo?
La pregunta de Harley Quinn hizo que se me estremeciese el cuerpo por completo. Cerré los ojos un instante y traté de concentrarme en la siguiente cuestión. No podía dejarme inundar por esa idea macabra… no ahora. Aunque coincidía con la rubia en que estaba harta de mierdas infernales.
¿Qué sacamos nosotros a cambio?

Pero lo más importante. ¿Y si nos negábamos?
Lo cierto es que la MKL tenía suficientes cosas en las que centrarse, la mansión exactamente igual, mis propios asuntos, Elsa, el equipo secreto… Tenía suficiente en lo que pensar y de lo que encargarme como para tener que andar haciéndole favores a alguien que no conocía, y mucho más, si no nos garantizaba que esto supondría un cambio significativo para acabar con la guerra demoniaca que nos asfixiaba a todos en esos tiempos.

Permanecí muda, aguardando una respuesta al igual que el resto de los presentes mientras una mirada de interés e impaciencia se dirigía al encapuchado.